Que no se desmorone la CASA

Que no se desmorone la CASA

El cierre del programa Arte en Barrios, del Gobierno de la Ciudad, pone en peligro la continuidad de CASA, una asociación civil que enseña a interpretar música a chicos de barrios populares. Sus docentes no se dan por vencidos.

Es una mañana de sábado nublada y fría. En la esquina de Avenida Perito Moreno y Fernández de la Cruz, Mailen Ubiedo Myskow, directora de CASA y violinista, se encuentra con los profesores de canto, guitarra y clarinete, como todos los sábados. A unos pocos metros de allí se levanta la escuela Madre del Pueblo, donde dan clases de instrumento a niños, niñas y adolescentes del barrio hace más de 10 años.

Mientras caminan hacia la escuela, Ubiedo Myskow recuerda que empezaron con pocos chicos e instrumentos, fueron pidiendo donaciones y así fueron creciendo y sumando las clases en el barrio Fátima, de Villa Soldati.

A mediados de febrero de este año, el cierre del programa Arte en Barrios, que depende del Gobierno de la Ciudad, impactó fuertemente en CASA y sólo pudieron abrir la sede Madre del Pueblo. “Nos encontramos sin presupuesto-subraya la directora-, así que decidimos armar una campaña solidaria que la gente nos ayude”. Necesitan 1.000 personas que donen 1.700 pesos por mes, a través del débito automático o transferencia bancaria, para poder sostenerse.

Pese a lo difícil de la situación, Ubiedo Myskow asegura que van a seguir. “Vamos a tratar que los chicos que ya venían a las clases no pierdan el lugar y a medida que podamos seguir sumando donaciones vamos a ir incorporando docentes”.

Son las 10:30 y poco a poco van llegando niños que saludan a los docentes y se acomodan en las aulas. Cada una es un pequeño mundo, con sus propios sonidos. Margarita Sarquis es docente de canto y da clases en CASA hace 8 años: “Ahora estamos cantando A primera vista, canción de Chico César, pero traducida por Pedro Aznar. La vez pasada hicimos una traducción al español de una canción de la película de El Viaje de Chihiro porque a las chicas les gusta mucho el animé.”

Primero hacen ejercicios de estiramiento, relajación corporal y vocalización para luego comenzar a repasar las canciones. Sarquis acompaña con el teclado a las cantantes: Valeria, Valentina, Ariana y Mariana. Por los pasillos de la escuela, antes silenciosos, ahora se filtran las voces dulces de las chicas. También se escuchan sonidos de cuerdas que se afinan y el murmullo de padres y hermanos que preguntan por los horarios de las clases. Marina trae a su hija a su primera clase de guitarra: “A ella le gusta. Su hermana iba a clases de guitarra, yo le había comprado el instrumento, pero después perdió el interés. Y la hermana todos los días agarra y empieza a tocar mirando Youtube. Le dije: ´Andá a aprender hija, te anoto´. Yo habíia visto a los chicos entrar y nunca había preguntado”, cuenta.

En el aula de violín, Yamilé, de 12 años y Eimi, de 11, escriben las notas musicales en un pentagrama mientras Mailen afina. “Guarda acá, el do está muy bien pero hay algunas que están corridas”. Eimi recuerda que al principio quería tocar la guitarra pero después se dio cuenta que le gustaba más el violín, mientras que Yamilé siempre supo que el violín era lo suyo.

Hacia las 11:30 todos empiezan a practicar la canción de La pantera rosa, que interpretarán en el próximo concierto. “Mi identidad son las cosas que me gustan: mis recuerdos, mi nombre, mi familia y mis preguntas”, dice una cartulina en la puerta del aula de la que sale sonriente Luana, de 11 años. Ella siente que la música es lo que más le gusta y no falta un solo sábado. “Lo que más me gusta de tocar la guitarra es que aprendo muchas canciones y además, si no te sale algo el profe te explica, es muy copado”. Cuenta que tiene una hermana menor que espera cumplir 10 años para comenzar también las clases. “A veces, si puedo y si no hay nadie, le presto la guitarra y practica un poco”.

Son las 12 del mediodía, lo que significa que falta poco para la clase de ensamble. Cinco minutos de descanso y todos se trasladan al aula más grande para ensayar en grupo. Al frente están los violines, siguen los clarinetes y por último las guitarras. Silencios, miradas atentas y partituras que se acomodan en los atriles. Cuando el director marca el inicio, la música comienza. “Esto requiere un nivel de concentración bastante grande, a veces nosotros disfrazamos todo de juego pero detrás hay toda una disciplina que tienen que tener y que se les va enseñando de a poco”, comenta Álvaro Almada, profesor de guitarra. En este punto, todos los docentes concuerdan en que lo más gratificante es ver el aprendizaje y el avance de los chicos: “Como sea, se sigue, ese es el mensaje que le queremos transmitir a los chicos, no solamente con el contexto económico, sino también en otros aspectos de sus vidas”.

Muchas veces, por muchas situaciones complejas que se pueden vivir en casa, los niños no descansan bien y en clase no tienen la misma capacidad de atención. “Ahí es donde se empieza a armar una brecha entre el que puede descansar bien, el que tiene una casa calentita, el que no tiene que quedarse cuidando su casa y a sus hermanos, el que no tiene que trabajar, y el que sí tiene que hacer todo eso”, remarca Ubiedo Myskow. Con su trabajo cotidiano, CASA busca achicar esa brecha y que los chicos tengan un espacio extracurricular donde puedan jugar y compartir, donde puedan ser niños.

Si tienen que cuidar hermanos y no pueden asistir a clase, los docentes los alientan a que los traigan igual y los suman a alguna clase, así nadie se pierde de estar en un lugar lindo como lo es la escuela. “Yo creo que entre nosotros nos tenemos que apoyar y motivarnos a seguir por ellos, por los chicos y chicas que vienen acá y esperan tener un profe con una sonrisa esperándolos para tocar como siempre, por más que esté el día gris”, reflexiona Álvaro.

 

Y CASA lucha y sigue, a pesar de los recortes presupuestarios. Lograron tener una reunión con el GCBA y aún esperan una respuesta para ver de qué manera el Estado porteño puede asumir el compromiso necesario. Las organizaciones de la sociedad civil se ponen al hombro la tarea de ocupar ese lugar donde el Estado no está. “Nosotros ponemos todo el material, la luthería, los instrumentos, que es carísimo, nos encargamos de la dirección y la organización de los espacios. Más que un aporte del Estado es un aporte nuestro a la sociedad, un trabajo en equipo que es necesario”, comenta Mailen. Actualmente, la fuerte presencia de la campaña solidaria en redes sociales permitió que consiguieran nuevos suscriptores, pero aún necesitan apoyo. Aspiran a volver a ser lo que eran hacia la segunda mitad del año, si consiguen la cantidad necesaria de suscriptores y la inflación no es extremadamente violenta.

Hacia la una de la tarde la clase de orquesta llega a su fin y algunos padres que llegan a la escuela se asoman por la puerta. Los chicos guardan los instrumentos y saludan a los profesores. Será hasta el próximo sábado. “Toda la situación es muy compleja pero yo confío en la solidaridad de la gente, que va a entender la importancia del trabajo que hacemos”, dice Ubiedo Myskow mientras cierra la puerta del aula. Es la primera en llegar y la última en irse de la escuela, que ya es como su casa.

Crece el apagón informativo del Gobierno

Crece el apagón informativo del Gobierno

El Ejecutivo dio de baja a las páginas web y las redes sociales de los medios públicos. Ya no se puede acceder a su programación por vía digital ni tampoco a sus repositorios. Para argumentar la medida, utilizó una provocación más: dijo que se encuentran bajo un «proceso de reorganización», la misma expresión que empleaba la dictadura militar para autodefinirse.

El gobierno de Javier Milei sigue esmerilando a los medios públicos y violando la Ley 27.275 cuyo objeto es garantizar el efectivo ejercicio del derecho de acceso a la información pública, promover la participación ciudadana y la transparencia de la gestión pública.

Durante la mañana del martes 21 de mayo tanto los trabajadores y trabajadoras de Radio Nacional, Televisión Pública y canales de contenidos públicos, Encuentro y Pakapaka, como la propia ciudadanía argentina, amanecieron con el apagón de las respectivas páginas web y redes sociales. La medida se suma a la suspensión del servicio de la Agencia de Nacional de Noticias Télam que ya se encuentra próxima a cumplir tres meses.

En un comunicado firmado por el interventor de Radio y Televisión Argentina Sociedad del Estado, Diego Martín Chaher, el gobierno nacional sigue con el despojo de los medios de comunicación públicos, en respaldo de su primordial objetivo: clausurarlos o que pasen a manos privadas. Así, se ordenó la suspensión de la transmisión y emisión en las redes sociales y páginas web de los medios públicos de cualquier tipo de contenido. Este comunicado fue enmarcado bajo el anuncio del inicio de un “proceso de reorganización” en las señales de televisión y radios del Estado, utilizaando las tres palabras con las cuales se auto definía la dictadura militar.

En ese sentido, la exgerenta de Contenidos Públicos Jessica Tritten dijo en su cuenta de X “Las señales educativas del Estado Nacional se encuentran emplazadas en la ex ESMA, actual Espacio para la Memoria y Derechos Humanos. Que la comunicación oficial diga que los medios públicos se encuentran en un ‘proceso de reorganización’ es una provocación, una más, inaceptable”.

El apagón digital de los medios públicos podría pensarse como una analogía contemporánea, en este contexto tecnológico, de la quema de libros durante la última dictadura cívico militar», señala Kejval.

Este silenciamiento de los canales digitales de la TV Pública, Radio Nacional, Canal Encuentro y Pakapaka generó rechazó y preocupación entre trabajadores y trabajadoras de los medios públicos.

En este sentido Martín Becerra, periodista, investigador y docente universitario, opinó que “lo del proceso de reorganización es una provocación por activar la denominación con la que se había atribuido durante la última dictadura. No sabemos en qué consiste dicho proceso. Si efectivamente el gobierno tiene algún tipo de planificación para reorganizar los medios estatales”.

Por su parte, Larisa Kejval, Directora de la Carrera de Comunicación de la UBA, también compartió su reflexión. “Esto es muy grave e implica una dificultad para toda la ciudadanía. No podemos acceder a producción informativa de estos medios ni a sus archivos pertenecientes al patrimonio público, producidos en otro momento histórico”. Y agregó que “el apagón digital de los medios públicos podría pensarse como una análogía contemporánea, en este contexto tecnológico, de la quema de libros durante la última dictadura cívico militar”.

Kejval destacó la importancia de concientizar en relación a los diversos niveles que la sociedad necesita desplegar en cuanto a la lucha y resistencia. «No es solo cuestión de resistir sobre lo que se nos impone como urgente e inmediato, es importante la dimensión cultural». A modo de reflexión se preguntó: “¿Qué pierde el pueblo argentino al perder los canales de expresión? Perdemos la posibilidad de construir relatos, amalgamado de conjunto de resistencia, y la posibilidad de construir proyectos a futuro”.

Christian Staufacher, delegado de CPSE (Contenidos Públicos Sociedad del Estado) contó que desde diciembre no tienen autoridades. “Hace una semana vino el asesor del interventor y se reunió con Pakapaka y Encuentro, y planteó que las redes iban a tener una nueva orientación, sin especificar. Ayer abruptamente salieron a pedir las claves y bajaron la página web y las redes sociales, sin explicar nada”.

Además agregó: “Nuestro objetivo principal es difundir esto por los medios de comunicación y fundamentalmente que no se apruebe la Ley Bases”.

Desde el CPSE están a la espera de una reunión para ver como se sigue. “Al estar bajo un gobierno cuya política es la destrucción del Estado, no podemos esperar algo bueno. No queremos hacer conjeturas hacía adelante, porque sabemos que se manejan muy en el día a día”, dijo Staufacher.

El diputado de Unión por la Patria, Pablo Carro, repudió el desmantelamiento de los medios de comunicación públicos y la privatización. De igual manera, desde el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) los empleados y empleadas de los medios públicos difundieron un comunicado denunciando un Plan de “desmantelamiento” realizado por el Gobierno nacional.

Los trabajadores y trabajadoras de la TV Pública hicieron una asamblea que culminó con una marcha por los pasillos del histórico edificio de Figueroa Alcorta, con aplausos y cantando “la patria no se vende”.

 

La luna, en el cielo y en la pantalla

La luna, en el cielo y en la pantalla

La Asociación Argentina Amigos de la Astronomía realizó una jornada de observación de astros y proyección de películas vinculadas a la temática, junto al colectivo cultural El Camalote, que cura y difunde cine de animación de autor.

Cuando se deja de mirar el suelo citadino por un momento y se pasa a observar el cielo nocturno, aparece una extraña sensación: los problemas mundanos parecen achicarse y se toma conciencia de la fugacidad de la propia existencia. ¿Qué son un par de años de vida humana en comparación con los del universo? Esta pregunta es una de las tantas que surgen con sólo mirar hacia arriba, de vez en cuando, para poner en contexto nuestro paso por la Tierra.

Quienes miran mucho para arriba son los integrantes de la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía (AAAA), que este viernes organizó un encuentro de observación lunar en su jardín, ubicado en el Parque Centenario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Av. Patricias Argentinas, 550) con entrada libre y gratuita. La jornada también incluyó la proyección de una serie de cortometrajes con temática lunar en el auditorio, que estuvo a cargo del Grupo Cultural El Camalote. Además se podía acompañar con una visita guiada, que en mayo se ofrece cada jueves a las 20, y los viernes y sábados, se suma otra función a las 21 horas.

“Esta asociación es sin fines de lucro. Se fundó el 4 de enero de 1929. La crearon unos jóvenes que miraban el cielo desde sus terrazas, que eran músicos del Teatro Colón y estaban en la Asociación Wagneriana. En 1937 obtuvieron la personería jurídica y en 1942 empezaron a construir este edificio con el aporte de socios”, contó Julio Patamia, el vicepresidente de AAAA, en lo que fue una de las visitas guiadas habituales que se realizan allí, y que ocurrió en paralelo a la jornada de observación lunar gratuita que tuvo lugar en el jardín a partir de las 20.

Desde lo más alto del edificio de Amigos de la Astronomía, durante el recorrido, Patamia contó que en 1871 llegó al país el primer telescopio, que hoy se encuentra en el Observatorio Astronómico Nacional de la ciudad de Córdoba, inaugurado ese mismo año por el entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento. Señalando el telescopio que estaba frente a él, Patamia agregó: “Este vino en 1882, es el segundo que llegó a la Argentina, con el fin de ver el tránsito de Venus. Es el momento en que desde la Tierra podemos ver cómo en algún sector del Sol atraviesa un diminuto circulito que es Venus. Ese fenómeno se produce cada 125, 8, 125, 8 años y así consecutivamente. El próximo se va a ver, en el hemisferio sur, en el año 2125”. A medida que el vicepresidente y otros miembros de AAAA, que también estaban ahí, avanzaban en la explicación de algunos conceptos astronómicos básicos, las personas iban observando a través del telescopio el cúmulo de estrellas que se llama El joyero y se encuentra en la constelación de La Cruz del Sur.

Mientras tanto, en el jardín de la asociación acontecía la observación lunar gratuita, que atrajo a curiosos de las más diversas edades y profesiones. Amigos de la Astronomía previó que el encuentro sería multitudinario, por lo que puso a disposición no uno sino tres telescopios para que las personas pudieran contemplar la Luna a través de ellos. Entretanto se llevaba adelante la observación de a una persona por vez —en total oscuridad y al aire libre—, los miembros de la asociación contaban, a quienes esperaban en fila su turno, detalles de la Vía Láctea, la galaxia de la que formamos parte en el universo, así como también de las constelaciones El Centauro, Orión y La Cruz del Sur. Las estrellas Sirio y Canopus también fueron objetos de la conversación astronómica, al igual que otras que sirvieron de inspiración a la mitología griega.

En diálogo con ANCCOM, Patamia contó cómo llegó a formar parte de la asociación: “Soy fotógrafo aficionado, quería hacer una foto a la Luna —de esto hace 12 años y medio ya—. Me compré un telescopio y los accesorios, pero las fotos que sacaba eran horribles. Entonces por insistencia me dijeron: ‘¿Por qué no vas a aprender a la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía?’. Un día entré y aprendí a sacar mejores fotos, que son mías y eso me llena de satisfacción. Hice un curso de iniciación a la astronomía y construí un telescopio. Un día quedé al frente del taller de construcción de telescopios, después me invitaron a la Comisión Directiva, fui vocal, y desde hace cinco años —y por tres más— soy el vicepresidente”. También aseguró que la asociación se financia con las visitas guiadas y los cursos que realiza, ya que rara vez recibe donaciones que no sean de los socios. “Ojalá tuviéramos la posibilidad de que alguna entidad nos dé una mano, porque el edificio ya tiene ochenta años y se le nota el paso del tiempo”, agregó.

A las 21 empezó la proyección de cortos con temática lunar en el auditorio, que estuvo a cargo del Grupo Cultural El Camalote. Después de la contemplación astronómica en el jardín, el público disfrutó del visionado de las películas A Street Sweeper on the Moon, de Konstantin Golubkov; Le petit garçon qui vola la lune, de Ernest Ansorge y Gisèle Ansorge;  L’homme Aux Bras Ballants, de Laurent Gorgiard; Estória do Gato e da Lua, de Pedro Serrazina; How to Raise the Moon, de Anja Struck; How Death Came To Earth, de Ishu Patel; e Insomnia, de Vladimir Lesciov. “Estuvieron muy buenos. El Camalote siempre se enfoca en temáticas puntuales y esta vez le tocó la Luna y las estrellas. Yo los sigo desde el 2008, cuando hacían los ciclos en el Club Premier. Hoy vine porque me gustaba la temática y porque se hacía en este lugar al que nunca había venido”, expresó Elisa Acevedo Miño, una espectadora, en diálogo con ANCCOM.

 

“Desde el 2006 hacemos curaduría y difusión de cine de animación de autor. Seleccionamos películas bajo una temática que las aglutine y tratamos de que se vea reflejada cierta diversidad de técnicas, formas de narrar y nacionalidades —hoy, por ejemplo, tuvimos cortos de Catar, Letonia, Suiza—. La idea es que quien no tenga mucho contacto con la animación, venga y se vaya con otra idea, que no sea la de que la animación es igual a producto para niños o producto estandarizado del mainstream de Hollywood”, contó Patricio Gallego, fundador de El Camalote. “La jornada de hoy fue re linda. Al entrecruzar con otras asociaciones, hay una mixtura de público: están los que ya nos siguen de antes y gente nueva que no conoce la propuesta. Eso hace que se retroalimente también al revés: los que vinieron y no conocían a Amigos de la Astronomía se fueron con la experiencia del lugar, que está buenísimo”, agregó.

Las visitas guiadas tienen un costo de 2500 pesos, pero para los menores de 6 años es gratis. Las entradas se adquieren en www.asaramas.ar. La caminata se suspende con cielo nublado y se recomienda comprar con anticipación ya que el cupo es limitado.

La entrañable historia de las hermanas Falco

La entrañable historia de las hermanas Falco

Con materiales de autoficción y memoria familiar, y en lucha hasta al final contra un cáncer de lengua, Silvia Falco escribió Montaje, un libro conmovedor centrado en su hermana Dora, secuestrada en 1978 y desaparecida desde entonces.

El murmullo de voces se desvaneció en un instante cuando la periodista Marta Dillon, con voz firme pero entrecortada por la emoción, pronunció esas palabras que resonaron en el salón del barrio de Boedo: ¡Por Dora Falco! El público respondió al unísono: ¡Presente! ¡Por Dorita Falco! ¡Presente! ¡Por Silvia Falco! ¡Presente! ¡Ahora y siempre! El ambiente era una atmósfera cargada de recuerdos, de historias entrelazadas por la ausencia de Silvia Falco, la autora de Montaje, y su incansable lucha por hacer justicia por su hermana desaparecida durante la dictadura.

La presentación se realizó el jueves 16 de mayo, con la presencia de familiares y amigos de Silvia, que murió durante la pandemia. Gabriel D. Lerman, editor del libro, compartió con ANCCOM sus reflexiones sobre esta obra: “Montaje es una manera de acercarse a una vida personal y singular entretejida por la lucha en favor de la justicia por su hermana Dora, por apoyar a su familia, por intentar encontrar una identidad propia como sobreviviente de los años 70 y todo hacerlo a través de un uso muy delicado y comprometido de la palabra”.

La voz emerge como el hilo conductor de este montaje. Marta Dillon, afectuosamente «la profe», escritora y tallerista que colaboró con Falco en la elaboración del libro, describe cómo la voz de Silvia, afectada por las cirugías contra un cáncer agresivo, se transforma en una voz escrita y poderosa. «A veces rasposa, a veces entrecortada, a veces imposible, pero que no dejaba de gritar. Un grito de guerra», describe Dillon.

Gabriel D. Lerman, editor del libro de Falco

Laura Nevole, docente de teatro, la conoció en 2017 cuando Silvia quiso retomar clases de actuación. Le contó que desde su jubilación, después de toda una vida como docente, había empezado a experimentar temblores en la voz y temía que eso pudiera dificultar su actuación. “Podés actuar sin hablar”, le sugirió Nevole; “No, no, yo voy a hablar, tengo mucho para decir”, recuerda emotiva citando a Silvia. “Cuando ella finalmente se queda sin voz para hablar, pero sigue teniendo mucho que decir, encuentra en la escritura una posibilidad de expresarlo”, concluye Nevole.

La historia de las hermanas Falco se teje a través de las páginas de este libro. “Es una experiencia literaria que combina la memoria, la autoficción, es como un ejercicio libre de trabajar con los materiales de la propia vida, y la ficción argentina en sentido amplio”, leyó Lerman durante la presentación. 

Literatura, palabras, abrazos, charlas de militancia. “Esta historia tiene muchos matices”, opina Dillon. “Pensar a su hermana desaparecida no como esa imagen sacralizada ni como una heroína, sino como esa hermana que a veces era molesta, que recibía más mimos que ella, su relación con su mamá, madre de Plaza de Mayo, una luchadora legitimada pero a la que también le reclama de alguna manera su lugar de madre. Es una complejidad que ella supo poner en palabras, en anécdotas graciosas”, cierra Dillon.

Entre la emotividad de los testimonios compartidos por sus amigos, quienes tomaron el micrófono hacia el final para recordar anécdotas con Silvia, y la fuerza narrativa que atraviesa cada página, Montaje se revela como un testimonio conmovedor y vital. Es un recordatorio de la capacidad humana para enfrentar la adversidad, de la búsqueda incansable por la Memoria, Verdad y Justicia. En cada línea, Silvia Falco recuerda que la voz, incluso cuando es rasposa y quebrada, nunca deja de clamar por la verdad y la dignidad perdida.

La poesía también puede ser un juego

La poesía también puede ser un juego

La Fundación FILBA organizó un concurso de escritura poética con los textos de lomos de libros. En una librería de Villa Urquiza se reunieron amateurs y profesionales para hacer lomopoesía.

No estar inspirado dejó de ser una excusa para no escribir. Una técnica literaria promovida por la Fundación FILBA conquistó el corazón de todas las personas que participaron del Primer Concurso Nacional de Lomopoesía. “Muchas gracias por la confianza, por haber venido a hacer algo que nadie sabe bien de qué se trata”, dijo Amalia Sanz, directora de FILBA, para dar inicio a la jornada. El encuentro tuvo lugar este viernes a la tarde en Estación Libro, una librería porteña del barrio de Villa Urquiza.

La lomopoesía consiste en “hacer un poema usando las palabras que están en los lomos de los libros. No vale agregar artículos ni pronombres. Lo que está ahí, es lo que queda en los versos”, explicó Victoria Rodríguez Lacrouts, programadora de FILBA y coordinadora del certamen, a los diecinueve participantes que se acercaron a la librería. “Una de las reglas es que tienen veinticinco minutos para armar cuatro versos como mínimo y apilando los ejemplares que elijan. No vale robar los libros del compañero”, agregó Sanz entre risas, quien también aclaró que el ganador del concurso se llevaría una orden de compra por $50.000 para gastar en ese mismo local.

Mientras los competidores recorrían el lugar y miraban atentos los títulos de los libros que estaban en las estanterías, Juan Pablo Poggio, librero de Estación Libro, aseguró en diálogo con ANCCOM: “Esta es una buena oportunidad para que vean el surtido de ejemplares que tenemos. Nuestra idea es estar haciendo eventos constantemente”. Por su parte, Rodríguez Lacrouts contó a este medio cómo surgió la idea de hacer el concurso: “Es algo que yo hacía hace muchos años, cuando tenía un club de libros y nos poníamos a armar poemas con las obras que teníamos en la biblioteca”. También aseguró que, a futuro, FILBA organizará más jornadas de este estilo en las distintas sedes de Estación Libro, con el objetivo de armar una final con los ganadores de cada certamen.

Una vez que los competidores terminaron de crear sus lomopoemas, pasaron de a uno a un rincón de la librería —que devino en una suerte de escenario improvisado— y leyeron en voz alta sus creaciones. Después de cada lectura Ana Prieto, escritora y jueza del certamen junto con Sanz y Poggio, tomó una fotografía de cada poema para deliberar luego acerca de cuál sería el ganador. Mientras los participantes leían los títulos de los libros apilados, el resto se regocijaba al escuchar la divina musicalidad que se desprendía de cada invención.

“Me parece divertido, me gusta hacer este tipo de improvisación con el cuerpo y usar la intuición”, contó Renee Carmichael, una joven estadounidense radicada en Argentina que participó del encuentro, mientras los jueces discutían en otro sector de la librería sobre el poema ganador. Por su parte, Simón Risé, otro competidor también joven, aseguró: “Me gusta jugar con las palabras, no tomarme formalmente la escritura, que fluya. Esta actividad invitaba mucho a fluir, a lo que se mueve y cambia”.

Entretanto los jueces seguían deliberando, FILBA convidó a los presentes una copa de vino. Los lomopoetas aceptaron con gusto y se pusieron a conversar entre sí, además de a leer algunos de los libros que habían elegido para la pila. David Delgado Valery, un participante venezolano radicado en el país, dijo: “Vine para tener un desafío creativo y conocer gente que hace poesía”. Es que, efectivamente, entre los presentes había personas que ya se dedicaban a escribir, como Mónica Landolfi: “Yo soy dramaturga y hago haikus –contó-. Vine porque quería ver cómo era escribir con los lomos de los libros. Me encantó, volvería a hacerlo. Es más: lo difundiría con mis alumnas”. A su vez, Andrés Giorda, un competidor cordobés que desde hace un año vive en Buenos Aires, expresó: “Vine motivado por conectar con la lectura desde un espacio lúdico. Lo que más me gustó de la propuesta fue sentir que venía a jugar con los libros”.

El lomopoema que resultó ganador decía así: “Bien tarde en el día / Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida / ¿Por qué te empeñas en sufrir así? / Soy toda oídos / Los árboles caídos también son el bosque / La oscuridad es un lugar / Las madres no / Llega un hombre y dice / Quiénes somos ahora / Entre ellos / La belleza de aquellos años / Tu sueño imperios han sido / Ya te llegará / Como el fuego / El infierno prometido”. Su autor, Juan Ford, dijo emocionado: “Estoy contento. Me gusta escribir pero me falta disciplina, lo hago porque me gusta. Acá caí de casualidad. Fue realmente un juego, como armar un rompecabezas”.

 

A corazón abierto pero con humor

A corazón abierto pero con humor

La obra La Paciencia (fatídica sindical), escrita y dirigida por Macarena García Lenzi y protagonizada por Noelia Prieto, Valeria Giorcelli y Karina Elsztein, invita al público a adentrarse de manera tragicómica en un centro de cuidados intensivos para conocer la vida de las enfermeras.

Si hablamos de La Paciencia (fatídica sindical), hablamos de las enfermeras y sus vidas consagradas al ciudado de personas: sus esfuerzos diarios, su lucha por ser reconocidas como personal de salud esencial, el acompañamiento y la contención a los padecientes. Las tres enfermeras de esta obra protagonizadas por Karina Elsztein (Gloria), Valeria Giorcelli (Silvia) y Noelia Prieto (Ludmila) retratan la cotidianeidad de la profesión a corazón abierto, con actuaciones brillantes que mantienen al público expectante y dejan huella en él una vez que las luces se apagan.

“La defino como una comedia negra, con un humor delirante y que está muy arriba, roza lo neogrotesco. Ese límite finito entre creer y no creer me parece que es algo que se maneja en la obra”, comenta a ANCCOM García Lenzi. La directora señala que la inspiración para escribir la pieza teatral surgió de la experiencia de estar en una sala de espera aguardando por una persona muy querida. “En ese contexto de estar muchas horas esperando, me parecía muy interesante lo que se ve y lo que no se ve, y lo que uno va construyendo de todos esos fragmentos de historias que no se ven, que quedan atrás de una cortina o a través del teléfono”.

Para comenzar a trabajar en el texto fue crucial el contacto con las enfermeras, conversar sobre su experiencia, para abordar el vínculo enfermera-paciente de manera verosímil. En estos encuentros e intercambios profundizaron en cuestiones técnicas, como por ejemplo qué se aplica a un paciente, y también en su lucha, las marchas y la difícil situación que atraviesan.

Al no ser reconocidos como profesionales en la Ley Nº 6035 de la Ciudad de Buenos Aires, los enfermeros quedan excluidos de la posibilidad de concursar legítimamente por cargos, capacitarse dentro del ámbito laboral, acceder a una remuneración acorde a un profesional del área de la salud, lo que genera que tengan que recurrir al pluriempleo porque los sueldos no alcanzan. “Empezamos a investigar más a fondo acerca de la ley y el conflicto que está muy presente en CABA y en otros puntos del país, y nos dimos cuenta que son el último eslabón de una institución que es muy vertical”, reflexiona García Lenzi, y agrega que esto también está vinculado con el lugar que tienen los ancianos en nuestra sociedad, que son considerados como una carga, una mochila.

La Paciencia… recupera todas las aristas que delimitan el día a día de las enfermeras y lo representa en el escenario con total crudeza, de manera tragicómica. Para lograr ese realismo resulta significativo no sólo el diseño de escenografía que envuelve a las protagonistas, a cargo de Duilio Della Pittima, sino también los diseños sonoro y de iluminación, realizado por Santiago Zorrilla y Julián Alerta Mujica respectivamente, que puntualizan, sugieren y acompañan.

Este universo en el que el espectador se sumerge se vuelve aún más verosímil cuando entre el público están las propias enfermeras, que comentan entre sí y se ríen. Para el equipo de dirección y el elenco, desde el primer momento fue muy importante que ellas se sintieran identificadas y entendieran el humor de la obra, para que no parezca una ridiculización. “La presencia de las enfermeras nos genera mucha satisfacción. Es realmente muy importante tener su aval. Mientras ensayábamos y al ser humor, hay una cosa de poder salirse de una misma porque es muy duro lo que viven. Uno se distancia para poder trabajarlo desde el humor porque para el drama ya está la vida misma, para eso hacemos un documental”, remarca García Lenzi. Y en este punto, concluye que lo “mejor que le puede pasar como directora de la obra” es que el público le diga “me reí, pero me reí incómoda”, “me reí y pensaba ¡de qué me estoy riendo!”.

La Paciencia (fatídica sindical) pone la lupa en la enfermera como persona, explora el costado humano y social de la profesión, indaga en el vínculo con los pacientes. La consigna presente en las marchas -“Nos dicen esenciales pero somos descartables”- también está presente a lo largo de la obra. Invita a pensar y repensar, a reírse y emocionarse.

La Paciencia (fatídica sindical) puede verse los sábados a las 20 en el Camarín de las Musas, Mario Bravo 960, CABA. Las entradas pueden adquirirse por Alternativa Teatral y en la boletería del teatro.