De autómatas, zombies y humanos danzarines

De autómatas, zombies y humanos danzarines

“Vivimos desconectados de nosotros mismos, de los demás y de la Tierra”, plantea Valentina Camus, directora de Electrocardiograma, un largometraje coreografiado en el que su protagonista rompe con su rutina gracias a un corazón que le cae del cielo.

Bailar puede ser un medio para redescubrir la autenticidad y liberar las expectativas sociales. Eso parece sugerir Electrocardiograma, el largometraje dirigido y coreografiado por Valentina Camus: su personaje, Alexis, se encuentra con un corazón que le cae del cielo mientras espera el colectivo para ir a trabajar, y el suceso la lleva a experimentar una transformación que la saca completamente de la rutina. La película se convierte así en una reflexión sobre la deshumanización en la vida moderna, planteando que la transformación personal no solo es posible, sino necesaria en un mundo que a menudo impone un ritmo que desconecta a las personas de sí mismas y de los demás.

Camus nació en 1995 en Viña del Mar, en la Región de Valparaíso, pero a sus 18 años se mudór a Buenos Aires, y cuenta que cuando iba a la escuela artística, y se encontró con la materia de Filosofía, comenzó a preguntarse sobre los grandes existencialismos humanos, las grandes preguntas de la humanidad y la filosofía en sí. Cuenta que de ahí surgió un enojo relacionado al dibujo del corazón, ya que para ella, es simple en comparación con su imagen anatómica. En el filme, que podrá verse hoy en el cine Gaumont, el corazón anatómico tiene un rol central para Alexis, en palabras de Valentina, el corazón la lleva a reflexionar sobre lo que significa este órgano para el ser humano y cómo se relaciona con el amar, el deseo, los vínculos y como el ser humano además de amar, sufre. 

La directora cuenta que al primer fotograma del storyboard -una chica que espera un bondi y le cae un corazón del cielo- ya lo había imaginado en Chile, como un hallazgo fortuito, algo aleatorio que no tiene mucha información y es así como inicia la película.

¿Creés que, como Alexis, muchas personas viven en “automático”, atrapadas en rutinas sin cuestionar lo que realmente sienten o quieren?

Alexis, en parte, soy yo, somos todes quienes vivimos en un mundo que nos automatiza, que nos hiperproductiviza. Hay un ritmo de vida citadino —al menos puedo hablar desde este lugar—, que te chupa los rasgos vitales, ¿no? Te vuelve un poco un zombi. Y por eso el corazón. Lo vivo contrasta con algunos transeúntes, por ejemplo los personajes que están esperando el colectivo o que aparecen en la escalinata, que están como muertos por dentro. El ser humano, con su forma de civilización, nos lleva a este automatismo, a estas rutinas, a no cuestionar, a repetir: al autómata. De hecho, cuando estábamos investigando las consignas coreográficas, desde el casting incluso, la pregunta o la investigación que hacíamos era: ¿cómo sería el movimiento de un autómata? ¿Cómo se mueve un autómata? Esta película, además de expresar inquietudes por la danza y la figura del corazón, está impulsada por muchas preguntas sobre la humanidad y sobre cómo nos estamos llevando al colapso, la destrucción climática pero también social.

En un momento Alexis pierde su corazón para encontrar su propia danza: ¿es una metáfora de desprenderse de las expectativas sociales y los automatismos para poder ser realmente libre?

Sí, puede leerse así: a esa danza la llamamos “la danza salvaje”, porque Alexis es un personaje con una personalidad sobreadaptada. Literalmente se ve al espejo y se ve de verdad. Se quita esa máscara de persona que nunca decidió por sí misma, que se dejó llevar por lo que debía hacer. El impacto de este yo que no tomó su deseo frente a su verdadero yo es tal, que experimenta algo cercano a un brote psicótico, pero lo expresa a través de la danza, como si «se volviera loca».

¿Creés que hoy muchas personas solo “bailan” siguiendo el ritmo impuesto por la sociedad, sin encontrar su propio paso?

La película habla de bailar como una manera de acercarte a tu propio cuerpo, a tu propio territorio, de empoderarte, de entenderte, de escucharte. La película también surge de un gran amor por la danza, ese gran amor que sentí cuando empecé a bailar y cuando decidí dedicarme a esto. Hablo un poco de ese proceso, de cómo la danza te abre paso, te acerca un poco más a las personas y a lo humano. Y cómo acercarte a tu cuerpo es volver a ser un poco más humano después de tanto cubículo, tanta oficina, tanto transeúnte, tanto habitar ciudades que no duermen, que van de un lado para el otro, que comen comida chatarra, que utilizan plástico para todo, que dependan del planeta Tierra, que no entienden de dónde vienen los frutos, verduras y granos que comemos. Acercarse al planeta es acercarte a las olas del mar, entender que vamos y venimos de la Tierra, comprender que hay un corazón que palpita dentro, que hay otras personas que también tienen sus corazones, que hay otros seres vivos con los que coexistimos. Y, en el fondo, entender que la salida a este colapso no es individual, es colectiva.

¿Tuviste alguna experiencia personal que te inspirara para contar esta historia? ¿Hay algún momento en tu vida en el que hayas sentido que estabas en automático y algo te sacudió, como le pasa a Alexis?

Es un collage de experiencias. Algunos de esos elementos son los cuestionamientos sobre el ser humano, sobre el colapso climático, sobre cómo el ser humano está llevando su vida hoy en día y cómo eso impacta en la Tierra. También me inspiró el amor por la danza, ver a mis colegas —mis compañeros y compañeras de la universidad pública en ese momento— bailar y pensar: qué hermosos y talentosos son. Sentí la necesidad de admirarlos y de querer decir: «A esto hay que registrarlo, hay que juntar fuerzas y hacer algo juntos».

La película toca el tema de la desconexión. ¿Hoy estamos más desconectados de nosotros mismos, aunque estemos todo el tiempo conectados a otras cosas?

Hoy estamos súper desconectados, es como una mamushka de desconexiones. Primero, está la desconexión entre lo que uno realmente quiere y las elecciones que hace en la vida, el verdadero deseo, y cómo se nos ha impuesto una manera de ser, de comportarnos, e incluso de identificarnos. Por ejemplo, el binomio hombre-mujer, o la idea de que hay que casarse dentro de esos dos géneros. Incluso dentro del mundo LGTBIQ, se reproducen algunas dinámicas donde se espera que uno se identifique con el género asignado al nacer, que elijas cierta carrera, que alcances cierto estatus, que bailes de cierta manera, escuches una música específica o te vistas de una forma particular. Esta desconexión nos separa de nosotros mismos y de los demás. Ni hablar de la desconexión social y colectiva, de la falta de comunicación con quienes nos rodean, de la incapacidad de conectar realmente, no sólo a nivel físico o superficial, sino a través de una mirada o un contacto auténtico. Y si seguimos abriendo esa matrioshka, la desconexión se hace más grande. Se trata de una desconexión con la tierra, con no ser conscientes de que la comida no aparece mágicamente en el supermercado. Esta manera de vivir tan alejada de la tierra es la que nos está llevando al colapso.

Electrocardiograma se proyectará hoy a las 20.15 en el Gaumont, Rivadavia 1635. En la previa, a las 19.30, se realizará una performance alusiva.

 

«No queremos asesinos sueltos»

«No queremos asesinos sueltos»

Militantes sociales y familiares de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, los piqueteros asesinados en la Masacre de Avellaneda, repudiaron la inminente liberación de Alejandro Acosta, uno de los dos condenados.

Los familiares y compañeros de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, realizaron el jueves 24 de octubre una conferencia de prensa en el SERPAJ (Servicio de Paz y Justicia) para dar a conocer el repudio a la decisión de la Cámara de Apelación y Garantías Nº 3, a cargo del juez Martín Andrea García Díaz, quien ordenó liberar al excabo de la policía bonaerense Alejandro Acosta, uno de los dos condenados por el asesinato de los militantes sociales durante la represión en el Puente Pueyrredón del gobierno de Eduardo Duhalde, el 26 de junio de 2002.

Familia y militantes del Frente Popular Darío Santillán consideran que el Poder Judicial, en el contexto actual del país, avanza con la libertad de Acosta para dar un mensaje claro: la represión policial tiene impunidad gracias al aval político, mediático y de los tribunales. En este sentido, Alberto Santillán, el padre de Darío dijo en la conferencia de prensa: Estamos desde hace unos días enojados porque no se justifica la libertad condicional del excabo Acosta. Ya sabemos como actúa la justicia cuando tiene que cubrir a los poderosos. Por eso siempre digo que para mí hay dos clases de justicia: para los ricos, para los asesinos; pero no para las víctimas”, dijo Alberto Santillán.

El padre de Darío cambia su tono de bronca para hablar con ternura y orgullo de su hijo: “Darío estaba retirándose con sus compañeros heridos, pero ya en la estación de Avellaneda vuelve a buscar a Maxi que se estaba desangrando, y ahí aparecen los policías con esas ganas de matar que se le ven en los ojos. Y está la gran mano de Darío que dice: paren porque se está muriendo”. En 2013 se pudo cambiar el nombre de la estación de tren, ubicada en Avellaneda, a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, en homenaje a las víctimas de la Masacre.

En la conferencia, la abogada Alvarado Mamani, querellante en nombre de las víctimas, informó que recibió el miércoles pasado la notificación de la ampliación de la libertad condicional para Acosta por buena conducta y por su participación en talleres literarios. Para las víctimas, familiares y compañeros esto es una burla. Para la abogada, “el excabo debe ser mirado con otros ojos a la hora de pensar en su posible reinserción a la sociedad”. 

Sobre el juez federal Ariel Lijo y la fiscal Paloma Ochoa, que instruyen la causa por las responsabilidades políticas de la masacre, dijeron que si bien los reciben y pueden parecer comprensivos, justos y dulces, no impulsaron la investigación del caso. En ese sentido fue la familia la que tuvo que recolectar toda la información, con testigos, testimonios, fechas, lugares, hora y demás datos necesarios para encaminar la búsqueda por la verdad, la memoria y la justicia de estos dos jóvenes asesinados en manos del estado en democracia.

Mara Kosteki, hermana de Maxi, comenzó a hablar y entre llantos dijo que se quedó sin nada,  sin su hermano, sin su mamá y también sin casa. Está en nuestro derecho como ciudadanos seguir reclamando justicia porque, como dije antes, yo tengo que pensar en el futuro de mis hijos, hoy en día son chicos, pero van a ser gente adulta que van a tener sus convicciones, sus ideas y yo no quiero que a ellos lo salgan a matar como mataron a mi hermano por sus ideas, por reclamar lo que corresponde que es salud, trabajo, educación”, dijo.

Lo que ocurrió en la sede del SERPAJ fue un reclamo por justicia, pero también un momento de consuelo y esperanza, un espacio emotivo de lucha y acompañamiento. En ese sentido muchas organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos estuvieron presentes, con referentes como Alejandrina Barry,  Nicolás Del Caño, Eduardo Belliboni, Carlos “Sueco” Lordkipanidse, Cele Fierro, Orlando Agüero y Nadia Final, entre otros y otra. En tanto, el Encuentro Memoria Verdad y Justicia anunció que se presentará como amicus curiae en la causa.

 

¿Qué pasó?

Aquella jornada de junio del 2002 organizaciones sociales, estudiantiles y de desocupados realizaron cortes en diferentes accesos de la Ciudad de Buenos Aires, entre ellos, el Puente Pueyrredón que conecta la Capital Federal con Avellaneda en el marco de un plan de lucha que reclamaba la entrega de planes asistenciales, el aumento para quienes ya lo cobraban y por la entrega de mercadería, alimentos e insumos para las ollas populares.

Sabiendo el gobierno que nos estábamos organizando para salir a la calle, lo primero que hizo en vez de organizar cosas para el pueblo, organizó palos. Y organizó todos los hospitales para atendernos, con todos los materiales. Los hospitales esperaban recibir heridos”, cuenta Maria Rosa, quien vivió ese caos represivo de 2002.

Duhalde había ordenado reprimir esa protesta a través de un operativo conjunto entre las fuerzas federales (Policía, Gendarmería y Prefectura), la policía bonaerense y exintegrantes de esa fuerza que actuaron como paramilitares. La directiva era impedir el corte del puente a como diera lugar. Ese operativo devino en cacería, y así fue como Acosta y el comisario Alfredo Fanchiotti persiguieron a los manifestantes hasta la estación Avellaneda. Ahí asesinaron a Dario Santillán y Maximiliano Kosteki, y dejaron a 33 heridos por balas de plomo y centenares de detenidos y heridos por balas de goma.

«Sabíamos que nos iban a cagar a palos, estornudabas y te cagaban a palos. Ya lo teníamos claro, pero con el miedo no se come, no se educa, entonces salimos a la calle a enfrentar a ese gobierno. Pero no esperábamos que iba a haber muertos», agrega Maria Rosa. Y cierra: “Mi compañera me decía andate María Rosa porque los van a matar como perros. Cuando subí la escalera de la estación y lo mataron a Dario.”

“Mientras pasamos lo malo hagamos lo bueno”

“Mientras pasamos lo malo hagamos lo bueno”

Abuelas de Plaza de Mayo cumplió 47 años de lucha y lo conmemoró en el teatro Argentino de La Plata, con una multitud que se reunió a celebrar su lucha. Asistieron el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kiciloff y la ex presidenta Cristina Fernandez de Kirchner en medio de las tensiones de la interna peronista. Estela Carlotto les dio una lección de unidad.

“Abuelas es identidad, 47 años de lucha” fue la consigna del acto aniversario de Abuelas de Plaza de Mayo realizado ayer en la ciudad de La Plata. La cita fue a las 20 en el Teatro Argentino y entre los invitados sobresalieron las presencias del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof y de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner en medio de la gran tensión que se desató entre ellos por la interna partidaria. En todos estos años, las Abuelas llevan resueltos 137 casos y son reconocidas a nivel mundial como referentes de Derechos Humanos por su trabajo y su activa militancia para recuperar a nietos y nietas, víctimas de los crímenes de Lesa Humanidad durante la última dictadura militar en Argentina. Uno de los nietos que restituyó su identidad, Manuel Gonçalves Granada, en diálogo con ANCCOM expresó: “En un momento tan difícil de nuestro país, en el que se ponen en discusión las conquistas que han marcado e iluminado a estas mujeres para que tengamos la democracia más larga de nuestra historia, este homenaje es una hermosa síntesis de todo ese amor que han construido”.

El Teatro Argentino estaba desbordado y los organizadores hacían malabares para ubicar a la mayor cantidad posible de personas que se había acercado al acto. Afuera había largas filas, adentro una multitud esperaba el comienzo del homenaje. Minutos más tarde ingresaron a la sala Ginastera las Abuelas que dieron el presente: Estela de Carlotto, Buscarita Roa y de Madres de Plaza de Mayo línea fundadora, Taty Almeida, todas acompañadas por la figuras estelares de Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof, lo que hizo saltar de las butacas a los presentes al grito de “Cristina presidenta”. Otro sector respondió “unidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode, se jode”. Después de los saludos y las fotos, las homenajeadas y los dirigentes se ubicaron en la primera fila para disfrutar del espectáculo.
El acto comenzó a las 20:20 cuando Leonardo Fosatti y Manuel Gonçalves Granada, dos nietos restituidos por Abuelas, irrumpieron sobre el escenario con la tarea de dirigir la ceremonia aniversario. Entre presentaciones, agradecimientos, humoradas y saludos presentaron al primer artista y Santiago Motorizado salió a escena escudado con su guitarra para interpretar un par de canciones de su banda, El Mató a un Policía Motorizado. En el medio pidió acompañamiento del público porque estaba “bastante nervioso” y la gente se sumó para entonar uno de sus éxitos, El tesoro, “paso todo el tiempo pensando en vos”, dice la estrofa y desde el público una vez más se escuchó: “Cristina”, mostrando apoyo y amor a la expresidenta. Después de sus canciones el oriundo de la ciudad de las diagonales fue ovacionado por el público y desde Abuelas le otorgaron un pañuelo blanco, su máxima distinción.

Luego de la actuación, los conductores hicieron mención a la difícil situación que atraviesan desde la organización por las políticas de ajuste del gobierno y hubo tiempo para homenajear a las integrantes de Abuelas que han fallecido recientemente, Petrona Peralda, Rosa Peralta, Luisa Barahona y Ledda Barreiro quienes aún no encontraron a sus nietos. También fueron recordadas Norita Cortinas y Lita Boitano. Además, hubo lugar para personas que tuvieron una participación activa a través de distintas formas como el actor, Daniel Fanego, recientemente fallecido y uno de los fundadores del colectivo teatro por la identidad. El ciclo también estuvo representado en las tablas con el monólogo Emme actuado por María Carámbula, que sorprendió e hizo reír a los presentes. Luego, como pasaría con cada artista participante, recibió su pañuelo blanco.

A continuación, siguió un repaso por los logros conseguidos en estos tiempos difíciles para la institución, con un video que mostró el trabajo de Abuelas como organización, no solo por la lucha que ha permitido salvaguardar el derecho a la identidad y restituir 137 nietos y nietas; sino también de aquellas personas que no fueron víctimas de la dictadura, pero aun así sufrieron el desarraigo familiar. Una vez más el público participó activo al canto de: “La patria no se vende, la patria no se vende”. Terminado este repaso, llegó el turno del tango de la mano de Daniel Godfried en piano y Lidia Borda en la voz, los artistas musicalizaron con dos canciones y también fueron condecorados.

Antes de continuar con el homenaje, hubo tiempo para ovacionar a Víctor Penchaszadeh, científico que, junto con las Abuelas y un grupo de investigadores, hizo posible el índice de abuelidad, que permite identificar a los nietos comparando su ADN con el de las Abuelas, a pesar de la ausencia de una generación intermedia. El científico, presente entre el público, recibió los aplausos de pie mientras saludaba en todas las direcciones con ambas manos. “Las Abuelas fueron quienes consolidaron en el mundo el Derecho a la Identidad”, explicó desde el escenario Leonardo Fossati, luego profundizó: “En 1989 lograron incorporaron los Artículos 7, 8 y 11 a la Convención Internacional sobre los derechos del niño que hablan específicamente del derecho a la identidad; impulsaron a la ciencia a descubrir el índice de abuelidad; modificaron la legislación nacional para proteger este derecho e influyeron para que el Estado construyera herramientas para ampliarlo y defenderlo”.

Finalizado el repaso de los logros de Abuelas, llegó el momento de la música urbana de la mano de la rapera Shitstem acompañada por Fermín Irigoyen en guitarra. La intérprete realizó una actuación movilizante con sus letras cargadas de sentimiento de lucha y resistencia que conmovieron al público. “Cuando todo parece oscuro tenemos que hacer memoria y pensar que harían las Abuelas”, dijo la joven y el público estalló en aplausos. Luego del reconocimiento por su participación, fue el turno de la cumbia de la mano del maestro Popi Spatocco y la Delio Valdez, que en versión reducida hicieron magia con sus ritmos tropicales e incentivaron a aplaudir a las Abuelas, a Cristina y a Axel que se preparaban para el cierre. Una vez terminada su actuación, todos los artistas que participaron del acto, salvo Santiago Motorizado que tenía que estar presente en la celebración del cumpleaños de Charly García en Capital, se subieron nuevamente en el escenario para interpretar la canción de Gustavo Cerati, Puente, mientras lucían orgullosamente sus pañuelos blancos. “Cruza el amor / Yo cruzaré los dedos / Y gracias por venir/ Gracias por venir / Adorable puente/ Se ha creado entre los dos”, cantaron.

Después de la música y el saludo de los artistas, la presidenta y vicepresidenta de Abuelas, Buscarita Roa y Estela de Carlotto subieron al escenario y esta última tomó la palabra para hablar de la organización y como vienen pasando el recambio generacional. “Nosotras somos dos Abuelas que presidimos la institución en los momentos que podemos lógicamente, pero no estamos solas, nos acompañan los jóvenes que hoy han estado acá y que forman parte de nuestra Comisión Directiva donde una vez por semana nos reunimos, conversamos, dialogamos, inventamos cosas, sufrimos juntos y peleamos juntos”, lo que dejó en claro que la organización está preparada para seguir en la búsqueda. También señaló al gobierno nacional: “El gobierno de turno no quería que hagamos este acto, pero gracias a ustedes, al Gobernador y a la organización del teatro lo pudimos hacer, por eso para nosotras no importa quien esté hoy en el gobierno porque esto de hoy demuestra que el pueblo está unido, juntos y en lucha”, luego la dirigente cerró: “Lo malo también pasa, entonces mientras pasamos lo malo hagamos lo bueno que es aunque tengamos diferencias políticas ¡Somos argentinos!”, un claro mensaje para Cristina y Axel que se encuentran distanciados en la interna peronista.

Luego de sus palabras todos los participantes de Abuelas, nietos, representantes, y por supuesto, Cristina y Axel fueron invitados por Estela a subir al escenario para una foto final. Allí pese a que ambos dirigentes estaban reticentes a tomar la palabra el impulso popular pudo más y Cristina tomó la palabra para decir: “Al país también se lo levanta con alegría y también con la memoria, los que quieren que nos olvidemos de lo que pasó o de lo que hicimos es porque nos quieren joder el presente y robarnos el futuro y no lo vamos a permitir”. El cierre del acto estuvo a cargo de Axel Kicillof, que resaltó la celebración realizada en el Teatro Argentino, que fue recuperado, en sus palabras: “de la desidia de la derecha”, por último, tuvo palabras de agradecimiento hacia Estela, y en su nombre a las Madres, a los H.I.J.O.S y a los nietos y cerró con la consigna: “Memoria, Verdad y Justicia” y “Son 30.000”. Entonces todo el público concluyó al grito de: “30.000 compañeros detenidos, desaparecidos, presentes, ahora y siempre.
Minutos después de las 22, terminó el homenaje y los asistentes emprendieron la retirada mientras algunos se acercaban a saludar, a sacarse fotos y compartir un momento. Otros se fueron rápido del recinto, pero siguieron con las muestras de cariño en el Hall del teatro, allí, los allegados a Abuelas, dirigentes sociales, políticos y sindicales, en otras palabras, compañeros de lucha, se fundían en abrazos, muestras de afecto y alegría, porque como dijeron Estela y los nietos encargados de llevar a cabo la ceremonia: “La celebración es con alegría”.

«Me salvaron los cuerpos de mis compañeros que cayeron muertos arriba mío»

«Me salvaron los cuerpos de mis compañeros que cayeron muertos arriba mío»

El sobreviviente Hugo Cardozo testificó en el juicio que investiga la masacre del Pabellón Séptimo en plena dictadura militar.

El pasado miércoles 23 se llevó a cabo una nueva audiencia del juicio oral por la Masacre del Pabellón Séptimo del 14 de marzo de 1978. En ella se iniciaron las declaraciones testimoniales y habló el sobreviviente Hugo Ricardo Cardozo.

En los tribunales federales de Retiro se reanudaron las audiencias. El presidente del Tribunal Oral Federal 5, Nicolás Toselli, hizo mención de todas las partes de la defensa, la fiscalía y la querella. También el juez identificó la presencia de un solo imputado vía Zoom, Juan Carlos Ruiz, mientras que los imputados Horacio Martín Galíndez y Gregorio Zerda estuvieron ausentes.

En representación de la querella, Claudia Cesaroni, luego de darle la bienvenida y agradecerle por su presencia, comenzó a realizarle preguntas al testigo y querellante Cardozo.

Cardozo comentó que cuando ingresó al penal de Devoto había sido transferido de la Unidad Penitenciaria 1 de Lisandro Olmos, y que para el momento de la masacre él tendría unos 19 años. También comentó con quiénes “rancheaba” y qué tipo de actividades hacía.

Cuando se le pidió que cuente cómo vivió la noche del 13 y el 14 de marzo, el testigo inició por el incidente de la televisión encendida, ya que según él, eso fue el punto de provocación de la masacre. “Estaba en la mesa del medio, tomando mate”, dijo Cardozo. Y agregó un detalle que le había llamado la atención de ese día: el guardia “gordito” de siempre no estaba sino uno que entre su grupo lo llamaban “Kung Fu” o “El Karateka” debido a sus habilidades ya manifestadas con algunos de ellos durante sus castigos. De hecho, Cardozo mencionó que durante su paso por el penal lo castigaron dos veces y una de ellas el responsable fue “Kung Fu”, quien lo golpeó muy fuerte. Más adelante, se le consultó a Cardozo si podía identificar con nombre y apellido a esta persona, a lo que dijo que era Gregorio Zerda, uno de los imputados.

Luego de su aclaración, mencionó que “Kung Fu” gritó que apaguen el televisor para poder leer la lista de los que tenían que ir a declarar a cada juzgado. “Normalmente cuando pasaba eso, el guardia pedía que se baje el volumen pero en este caso fue distinto. “Kung Fu” insistió que el televisor se apagara, cosa que me pareció raro. A lo que el Pato Tolosa, otro de los reclusos, le dice que se deje de joder y se rehusó”, relató el testigo. A raíz de eso se desencadenó una discusión, pero él se levantó y se fue a dormir.

Horas después, a la madrugada ya del 14 de marzo un par de personas uniformadas empezaron a insistir con que saliera “el Pato”, a lo que él se rehusó. Cardozo contaba que esto de “aparecerse” horas más tarde lo solían hacer cuando querían castigar a alguien, a lo que dice haber escuchado de parte de uno de los uniformados “¿No salís? Mañana van a ver”. Cardozo contó que si bien le quedó resonando esa frase, en ningún momento consideró que eso conllevaría que los hagan vivir el infierno que atravesaron ese día.

“Lenguas de fuego”

Para el testigo, esa mañana era el inicio de un día importante porque lo visitaría su mamá. Mientras estaba calentando el agua, escuchó que el personal se acercaba para hacer la rutina de cada requisa. Previo a explicar lo que pasó ese día contó cómo funcionaba normalmente. “La requisa consistía en que al quedar todos apilados, ellos (el personal) iban tocando la espalda de cada uno y ya automáticamente sabíamos que teníamos que correr hasta la mitad del pabellón. En la mitad del pabellón estaban extendidas las mantas de nuestras camas en el piso, del otro costado una fila de personal del Servicio Penitenciario que esperaba que nosotros nos paráramos frente a ellos. Nos teníamos que ir sacando la ropa e ir entregándosela en mano hasta quedar totalmente desnudos. Después teníamos que abrir la boca, sacudirnos el cabello, levantarnos los testículos, girar, mostrar las nalgas, y una vez que hacíamos todo eso nos daban el visto bueno y juntábamos la ropa”. 

Ante la pregunta de Cesaroni acerca de cómo se conformaba la requisa, él explicó que se realizaban cada 15 días, que generalmente eran 30 personas y que en esa rutina nunca llevaban armas. “Pensar en no acatar una orden de la requisa era un suicidio. Yo hacía todo lo que me pedían”, expresó el testigo. Sin embargo, contó que esa mañana fue distinto: “No entraron 30, entraron como 70 personas gritando y corriendo desaforadamente, puteando y abriéndose en abanico en todo el pabellón”. Mientras veía que iban golpeando a sus compañeros, se levantó. Al rato, pararon y se retiraron.

“A mí me vino el miedo. Si antes pasó esto y ahora se van ¿Qué va a pasar después? Fue a partir de eso que decidimos trabar la puerta”, comentó. Buscaron apilar las camas y los colchones contra las puertas. Minutos después el personal efectivamente volvió, pero esta vez tirando gases y disparando con una ametralladora. Los detenidos, defendiéndose, comenzaron a revolear todo lo que tenían a su alcance: papas, cebolla, una radio, pilas. La idea era que los guardias no vieran hacia dónde disparaban y para eso clavaron algunos colchones a los  barrotes.

En un momento vio a uno de sus compañeros al que le arrojaron con un cartucho que le quedó clavado en el hombro, le salían chispas y corría desesperado. Al instante, de la pila de colchones bajó una llama muy delgada que terminó explotando, transformándose en “lenguas de fuego” que iban hacia ellos. El hollín empezó a quemarlo a él y al resto de sus compañeros. “Fue desesperante sentir como me asfixiaba, se escuchaban gritos por todos lados”, describió Cardozo, conmovido. Ante la asfixia, se tiró al piso y vio a su compañero “Guampa” caer súbitamente, con un hilo de sangre en su frente. Pensó que le habían disparado. Al sentir que se estaba desvaneciendo trató de levantarse, y para eso tuvo que sacarse cadáveres que estaban encima suyo. “Parece que me salvaron los cuerpos de mis compañeros que cayeron muertos arriba mío hasta que me levanté.” 

Tras el incendio, la tortura

Después de contar que estuvo gritando con los demás presos que quedaban vivos, escuchó que el personal empezó a insultarlos ordenándoles que corrieran las camas, a lo que las abrieron apenas un poco. Les exigieron que salieran de a tres. “Me quedé descalzo para poder correr. Miré hacia el pasillo y vi un cordón de policías uniformados. Me puse las manos en la cabeza para cubrirme. Me reventaron las ampollas y las quemaduras a golpes, pero ya no me dolía. Había cuerpos tirados de la gente que no pudo soportar esos golpes”, relató el testigo. Los hicieron bajar a los calabozos mientras gritaban, saltaban y pedían ayuda. 

Luego emperzaron a escuchar más insultos: “¡Hijos de puta! ¿Qué hicieron?” imitaba el sobreviviente. Pensó que los matarían. Sin embargo, cuando abrieron la puerta había médicos y enfermeros. “No es que nos puteaban a nosotros sino al personal”. Finalmente lo llevaron en ambulancia al Hospital Salaberry. Le tuvieron que raspar los brazos quemados para quitar toda la piel muerta y prevenir una infección. La recuperación fue larga y mencionó haber estado bastante tiempo en el Hospital Penitenciario ya que le “tenía que crecer la piel de las manos”. 

Luego del alta médica lo transfirieron nuevamente a Olmos, el penal que había estado meses antes de que lo ingresen a Devoto. Pero la violencia no había terminado. Al personal de Olmos le dijeron: “Acá tenés a uno de los amotinados” y lo agarraron a patadas y a piñas, y posteriormente lo metieron en el calabozo. Contó que entre los golpes, le lastimaron los testículos e hicieron que tiempo después perdiera uno de ellos. Cesaroni continuó preguntándole acerca de qué fue de su vida tras de la masacre y después de salir de la cárcel, a lo que mencionó que obtuvo la libertad en julio de 1982. También describió las graves lesiones que conllevaron mucho tiempo de recuperación, entre ellas quemaduras en el dorso, manos, espalda y pierna. 

El testigo destacó que el Estado nunca le brindó nada ni se le reparó sobre ningún daño sufrido, ni a él ni a su familia. Contó que en el 2006 le mandó una carta a la Presidencia con la esperanza de hacer justicia. “La respuesta de Presidencia fue que me dirigiera a Derechos Humanos. Cuando me dirigía a ellos su respuesta era prácticamente que me jodiera porque como no fui preso político no podían hacer nada”, mencionó el testigo. Además, Cardozo afirmó que se guardó por muchos años todo lo sufrido y que le costó contar la verdad y comprender todo lo que había pasado: “Esquivaba las preguntas o mentía cuando me preguntaban por las quemaduras. Decía que había estado en un incendio en una fábrica”.

La vida marcada

La masacre dejó graves secuelas a Cardozo. El sobreviviente declaró que no fueron sólo las dolencias manifestadas en el alcoholismo, conllevando a un cierto aislamiento y problemas con su esposa e hijas sino también ser sonámbulo y tener una disnea. Añadió que estuvo mucho tiempo con problemas respiratorios. “Me rompieron la vida ese 14 de marzo y con los pedacitos que quedaron viví dos vidas paralelas. Yo traté de buscar y hacer justicia por aquellos que no tienen la oportunidad que tengo yo de estar relatando lo que me pasó ese día” expresó.

Luego la Fiscalía le preguntó si había declarado ante alguna autoridad judicial estos hechos, a lo que él comentó que sí. “La única vez que declaré sobre el tema fue ante un señor que se presentó al costado de mi cama con otras dos personas. Me preguntaba qué había pasado, a lo que yo le respondía casi lo mismo que ahora, capaz un poco más fresco por ser más reciente. Cada vez que decía que me habían pegado él me decía “¿Eso vas a decir?” O preguntaba si nos habíamos amotinado”. Frente a eso, Cardozo aclaró que bajo ninguna circunstancia estaba la posibilidad de entender a la masacre como un motín, menos en un contexto dictatorial. Además, comentó que cuando dio declaración aún tenía las manos vendadas y que al tiempo apareció una declaración de ese día firmada por él, lo cual, según el sobreviviente, era imposible. 

Cuando fue el momento de las preguntas de las defensas, varias de ellas fueron cuestionadas, no sólo por considerarse direccionadas hacia una posible respuesta del testigo sino también por captarse un comportamiento inapropiado. En un momento, el abogado le preguntó cómo era Tolosa, a lo que Cardozo contestó “un tipazo, un tipo amable”, que lo saludaba y tenía mucho respeto. Frente a ello el abogado respondió “con lo cual deduzco que teniendo en cuenta esa calificación de tipazo usted lo hubiera aprobado como candidato para tener una relación con una de sus hijas”. Dicha respuesta no sólo generó un alto grado de rechazo por parte del público y la querella sino que el juez tuvo que intervenir en la situación y le advirtió que no admitirá esa pregunta.

A pesar de la interrupción del juez, las preguntas carentes de utilidad o inadecuadas hacia el testigo se repitieron. Entre ellas, se le preguntó para qué sirve una requisa o cual considera que debía ser la normativa de una requisa. Toselli intervino nuevamente: “Hay preguntas que se le pueden hacer al testigo que tienen que ver con los hechos, y hay otras que tiene que ver con la valoración, que esas están reservadas para el momento de la discusión final. Le voy a pedir que de ahora en adelante, haga el esfuerzo para poder diferenciarlas antes de realizar la pregunta. 

Finalmente se agradeció a Cardozo por su asistencia y se cerró la audiencia. Tras el cuarto intermedio, el próximo miércoles será escuchado el testigo Roberto Luis Montiel.

 

La brutalidad de la picana y la sed insoportable

La brutalidad de la picana y la sed insoportable

Los sobrevivientes Raúl Antonio Morello y José Manuel Vázquez relataron sus padecimientos en una nueva audiencia que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura en la Mansión Seré y la zona de Moreno.

José Manuel Vázquez

“Me dicen que me van a matar, que les diga dónde quiero el tiro, que diga unas palabras para mi esposa”, relató Raúl Antonio Morello, víctima, sobreviviente y testigo en la megacausa Mansión Seré IV y RIBA II durante esta séptima audiencia, en torno al momento en que creyó que lo iban a matar: “Que los perdonen a ustedes, no saben lo que están haciendo”, fueron las sílabas pronunciadas por Morello aquel día como últimas palabras, durante ese simulacro de fusilamiento.

El martes 22 de octubre se realizó la séptima jornada judicial en la que hubo cuatro personas que declararon sobre los crímenes perpetrados en la ciudad de Moreno y otras localidades de la zona oeste de la provincia de Buenos Aires, bajo la jurisdicción se la Fuerza Aérea. En la sesión estuvieron presentes de forma presencial los imputados Julio Cesar Leston y José Juan Zyska, mientras que los otros tres acusados, Juan Carlos Vázquez Sarmiento, Ernesto Rafael Lynch y Juan Carlos Herrera estuvieron presentes de manera virtual, a través de la aplicación zoom. Prestaron testimonio, además de Morello, Ana María Wenk, esposa de Morello, José Manuel Vázquez, sobreviviente, y Norma Beatriz Rivas, testigo de concepto por el imputado Zyska, quien pronunció una declaración escueta y carente de significación para la causa, que no parece aportar a favor del imputado, corolario de una defensa ineficaz.

Morello, primera persona en testimoniar en esta audiencia, declaró haber vivido la escena de arrodillarse con un arma apuntando a su cabeza en repetidas oportunidades, sumado a diferentes vejaciones que vivenció en sus casi 60 días de cautiverio y tortura atroz llevadas a cabo en diferentes centros clandestinos de detención a lo largo de zona oeste: “Alguien me agarraba de los pantalones. Me empezaron a pasar la picana eléctrica por los genitales, por el cuerpo”, expresó y agregó que les pidió por favor que les sacaran las esposas porque tenía las muñecas muy hinchadas: “Me las dejaron ‘para que me haga hombre’”, detalló el testigo acerca de lo que fue una de las más brutales torturas que sufrió, que tuvo como consecuencia para su persona una grave hemorragia interna.

El objetivo de este accionar macabro era interrogarlo acerca de la labor religiosa y comunitaria que desempeñó en barrios carenciados. El testigo hizo hincapié en las tareas sociales que desempeñó en su comunidad, su trabajo en el barrio, la impartición de catequesis a jóvenes y demás. Lo creían el “ideólogo” de una corriente subversiva y le preguntaban por Aldo Ameigeiras y Alejandro Miceli. A su vez, reflexionó sobre cómo su vinculación religiosa le fue necesaria para afrontar aquel calvario: “Me sirvió mucho el monasterio, me imaginaba qué estaría haciendo un monje en mi situación: estaría rezando”, sostuvo el testigo. “Un día antes de la liberación nos traen una comida, nos sacan de la celda y nos hacen sentar en el patio”, relató. Le preguntan si él era “el padrecito”, lo hacen rezar un Ave María y un Padre Nuestro y el 25 de diciembre de 1977 lo liberan en Devoto. “Tenía las piernas quemadas por la corriente eléctrica. La brutalidad de la picana me quitó la tartamudez y a la vez la alegría. Creo en que ninguna foto nadie me va a ver sonriendo”, sostuvo la víctima en respuesta a cuáles fueron las consecuencias de la tortura sufrida. En sus palabras finales reflexionó: “Yo lamento que el código procesal penal para estos delitos no haya contemplado que los imputados estén presentes en la audiencia, para mirarlos a los ojos y medir su altura. No tienen la obligación de asistir, como a mí sí me obligaron a arrodillarme”.

Wenk, la esposa de Morello, también declaró como testigo en la jornada por la desaparición de su marido: “Estaba en el centro de Moreno esperando el colectivo. Se acercan lo que nosotros conocíamos como las Tres Marías: camionetas celestes de la aeronáutica”, comenzó a relatar acerca del día del secuestro. “Nos pusieron contra la pared y se lo llevaron a él”, sostuvo Wenk y especificó cómo se desarrolló el arduo proceso para lograr dar con su paradero: “Fue surgiendo una lista de personas a las que pedirles socorro”. A los días de desaparecer su marido, se llevan a una pareja amiga del matrimonio, que se suma a la lista de búsqueda de personas que realizó Wenk. Varios le cerraron la puerta en la cara, pero logró dar con el contacto de la esposa de un brigadier que intentó conseguir información: “Le pedí que preguntara por los tres, ella me dijo que no y respondí: “Bueno, si tengo que elegir, elijo saber de ellos dos (refiriéndose a la pareja) porque tienen un hijo”. La mujer finalmente resolvió averiguar también por la pareja amiga y a través diferentes gestiones se logró su libertad. “Decían que iba a haber una amnistía grande en Navidad, que probablemente estarían en ese listado”, expresó Wenk acerca del proceso de liberación. Aquel día, la mandan a la Policía Federal y espera en un kiosco para ver mejor: “El primero que salió fue Raúl”, relató la testigo. Pero luego a su esposo lo hicieron entrar de nuevo. Se hizo tarde y se fue a la casa de una amiga a esperar al día siguiente. Temprano en la mañana, llegó a la comisaría y le dijeron que ya habían liberado a su marido. Como no había forma de comunicarse, volvió a Moreno descreída y dispuesta a hacer su recorrido y seguir su búsqueda, pero afortunadamente, “Raúl ya estaba en casa. Fue una situación muy traumática, pero de alguna manera pudimos sobrellevarla porque siempre estuvimos acompañados por esta comunidad. Eso nos dio fortaleza para seguir adelante, para ver qué queríamos: queríamos ser médicos y ser parte del pueblo más doliente”, sostuvo Wenk.

“Sí, es Vázquez”

“En un momento escucho pasos de atrás. Me tiran contra el tejido. Me apuntan con pistolas. Me revisan. Me sacan el documento y dicen: ‘Sí, es Vázquez’”, expresó el testigo y víctima José Manuel Vázquez relatando en detalle el momento de su detención, que tuvo lugar en la parte sur de la estación del Ferrocarril Sarmiento en la localidad de Moreno el 23 de abril de 1977. Lo sorprendieron en la calle. Lo interceptó una camioneta de la Aeronáutica. Logró ver otro auto, un Peugeot donde se encontraba un conocido suyo dentro y logra preguntarle: “¿Caíste vos también?”, antes de que lo suban a la camioneta y se lo lleven. Dieron una larga vuelta por varios lugares hasta llegar a su lugar de detención. Lo bajaron y lo metieron en un calabozo. Le sacaron las esposas, pero seguía con las vendas en los ojos. Allí volvió a encontrarse con su conocido: “El tipo estaba condenado, pero quería salvar a su hijo y a su esposa”, sostuvo el testigo en relación al momento en que esta persona le reconoció que tuvo que hacer un “canje” entregando su nombre a cambio de salvar a su familia. En las torturas que le fueron ejecutadas, reconstruye que los represores “querían saber a quién conocía de Montoneros, del ERP, del Partido Comunista, si conocía al cura Pepe. Se suponía que yo tenía que saber algo”, sostuvo el testigo. También relató las condiciones a las que fue sometido en sus días de cautiverio: “Una de las peores torturas al ser humano es la sed insoportable”, en referencia a la casi nula alimentación que mantuvo aquellos días, en los que ni siquiera tuvo acceso al agua. Relató que tenían que hacer sus necesidades en la celda, ya que no había baño y que, además, no les proveyeron elemento alguno para resguardarse del frío. “Parece que te van a largar”, le dijeron antes de su liberación.

Un día lo cargan esposado y tabicado y lo dejan en un descampado a cinco cuadras de su casa: “Escuché un avión y tuve la certeza de que estuve en la base aérea de Moreno”, continuó Vázquez. En torno a la pregunta acerca de las consecuencias que le trajo el secuestro expresó: “No me quedó ni odio ni rencor, ni sed de venganza. Pero hasta el día que me muera voy a pedir memoria, verdad y justicia”.

Cerrando su testimonio, el testigo reflexionó acerca de las implicancias y consecuencias que ocasionó el accionar de la última dictadura militar para el país: “¿Cuál es la razón por la que cometieron semejantes atrocidades?”, se preguntó y a modo de respsuesta enumeró una serie de hechos: la implicancia económica que dejó la dictadura, ligado a un modelo que quisieron instalar formado por la adquisición de deuda externa, emparentados con las familias más adineradas del país y vinculado al sector empresarial. Además, mencionó la relación del golpe con la pata civil que lo sustentaba y con un proceso orquestado a lo largo de la región sud del continente: el Plan Cóndor, que devino en la Guerra de Malvinas, conflicto que el testigo denunció que estuvo plagado de tormentos para los conscriptos, ejercidos por sus militares superiores. Sin embargo, el tribunal juzgó que estas reflexiones no eran pertinentes a los hechos de la causa y apresuraron su finalización.

De todos modos, ya en diálogo con ANCCOM, el testigo amplió su análisis y enfatizó el rol de la parte de la sociedad civil que convalidó el golpe y de las cúpulas eclesiásticas durante la dictadura: “Son responsables de las muertes, de la desaparición, de los robos de bienes materiales, las violaciones… Deben ser condenados de por vida. La historia debe condenar estos actos”.

En relación a su mayor anhelo, José Manuel Vázquez dijo: “Lo que yo quiero es imposible, es un deseo, un sueño: me gustaría que estos represores que hoy están sentados en el banquillo, que tienen derecho a la defensa que nosotros en aquella época no tuvimos, nos digan dónde están los compañeros desaparecidos. ¿Qué les cuesta? ¿Por qué no lo dicen? Yo sé que me queda poco tiempo, me voy a morir sin saber lo que pasó, qué hicieron, dónde están”.

La próxima audiencia de la causa se llevará a cabo el martes 5 de noviembre, debido a que este juicio comenzará a alternarse con el de Campo de Mayo. Se podrá acceder a lo que suceda en el tribunal a través de la transmisión de FM en Tránsito y La Retaguardia, o bien, de manera presencial en el Tribunal Federal Oral N°5 de San Martín, ubicado en Pueyrredón 3734.