No soy de aquí ni soy de allá

No soy de aquí ni soy de allá

Se estrenó «Alicia por el momento», una obra de teatro que explora el problema de la identidad en la piel de una joven que se ve obligada constantemente a emigrar.

Alicia es una chica que se enfrenta, apuntalada por la coyuntura, a la pregunta sobre su identidad. En su pubertad debe exiliarse, junto con su familia, para huir de la dictadura de Augusto Pinochet, en Chile, y pasa sus años de crecimiento en permanente movimiento: cambia de país, de pueblo, de acentos, de amigos y amores. En el medio, el problema de tratar de afincarse en un lugar y de inmediato mudarse, el drama de los migrantes y, en particular, el de los niños migrantes, quienes más sensibles son a las definiciones, a quienes los acontecimientos los marcan tan profundo en la personalidad y en la manera de ser.

En este viaje, Alicia es acompañada -más bien, llevada- por sus padres, que a su vez deben lidiar con los acontecimientos del mundo adulto: dictadura, crisis, hambre, falta de trabajo, la discriminación y la condición de otredad del extranjero. Los padres enseñan a Alicia y ella aprende por sí misma que, en este mundo hostil, y a pesar de todo, uno puede acondicionar cualquier rincón, cualquier lugar extraño del mundo, de suerte que se convierta en un hogar que cobije por las noches. Para este propósito, los personajes eligen llevar sus costumbres, su historia, su acento, y no reniegan de ellos, sino que los utilizan para expresarse donde quiera que vayan, porque de eso se trata la identidad.

Alicia por el momento, presentada en el teatro Timbre 4, es una obra que combina el protagonismo de Victoria Almeida (El Reino, Bichos Raros, Educando a Nina) alrededor de la cual se desarrolla la historia y quien además oficia de narradora, manteniendo los pasajes originales del libro homónima del francés Sylvain Levey, con el humor frenético y absurdo del grupo Bla Bla (Manu Fanego, Pablo Fusco, Julián Lucero y Tincho Lups). ANCCOM tuvo la oportunidad de entrevistar a su directora, Maruja Bustamante (Yegua, Adela está cazando patos, Paraná Porá), quien llevó el texto al teatro.

¿Qué buscás como directora en tus obras?

Cada vez que dirijo pienso en el material que voy a dirigir. Tengo hechas más o menos una veintena de obras y a veces tomo materiales que no son míos, como es el caso de Alicia por el momento. Cuando elijo materiales que yo no escribí, los elijo porque me conmueven o me convocan por algo en particular.

¿Qué viste en la obra de Sylvain Levey?

Emigrar se emigra hasta dentro de la ciudad. Yo por ejemplo me mudé mil veces, mis papás eran migrantes, mi padre uruguayo y mi madre sanjuanina. Mi hermano se fue a vivir a España y en lo personal mi vida fue siempre de viajar mucho, ir de acá para allá. Siempre me conmovió esto de lo nómade, de no poder echar raíces. A la vez, mudarse tiene su lado gracioso, porque cuando te mudás lo sufrís pero también contás historias desopilantes. Yo pensaba que esta obra podía tener humor, ternura, nostalgia y no ser simplemente una obra seria en la que se hablara solo de inmigración y dictadura. Sentí que podíamos crear una especie de dispositivo lúdico.

Los personajes en la obra tropiezan, se caen, pero a pesar de todo encuentran sus momentos para reír…

El terxto original ya viene con momentos humorísticos, aunque muchos menos de los que planteamos nosotros. Por ejemplo, hay una escena de amor entre Alicia y un chico que de por sí es graciosa porque no se sabe ni de lo que hablan. También humorística es la madre de Alicia que siempre la interrumpe y hace el papel de mamá densa y esto viene intacto del texto. Lo que está agregado en la obra es todo lo que no se dice textualmente, cuando actúan los Bla Blá, la mímica, los gestos y la improvisación.

¿Qué viste en Victoria Almeida para que interprete a Alicia?

A Vicky la conozco desde hace muchos años, actué con ella y siempre tuve el deseo de dirigirla. A ella siempre la hacen actuar en el papel de chica linda o la ponen de novia del protagonista y yo en cambio quería que muestre que es graciosa, que canta, que baila, es decir, quería que despliegue toda su batería de magias.

 

Alicia por el momento se exhibe los lunes de septiembre a las 21 en el teatro Timbre 4 (México 3554, CABA).

Teatro como en la cancha

Teatro como en la cancha

«¿Quién dijo que la H es muda?» es una obra de teatro que cuenta la historia de Huracán en medio de un clima propio del estadio Tomás Adolfo Ducó. La pasión, la herencia familiar, la alegría y la tristeza atraviesan un relato unipersonal.

¿Quién dijo que la H es muda?, una obra de teatro unipersonal dirigida por Antonio Célico y actuada por Fernando Álvarez relata, con mucha pasión, la historia de Huracán.

Con la misma sensación de ir a la cancha, pero en esta ocasión en una sala de teatro, se espera por el comienzo de obra, entre debates sobre la actualidad del club, la formación del equipo, el desempeño del torneo y hasta reflexiones políticas. De pronto, comienzan a sonar las canciones con las que ingresa el equipo quemero al Estadio Tomás Adolfo Ducó. 

Un recorrido mítico que comienza con su nacimiento aquel 25 de mayo de 1903 que, como cuenta el “Loco”, ocurre cuando unos jóvenes de Nueva Pompeya fundan un club de fútbol con un polémico nombre, “Verde esperanza no pierde” o “Verde esperanza y no se pierde”. Este grupo se dirigió hacia una librería para comprar un sello de goma con ese nombre pero, al ser muy largo, el librero italiano les recomendó que sea uno más corto. Así nace, por un almanaque en la pared, el nombre “El Huracán”. Tal vez por un error, o por el vocablo italiano del librero, faltaba la letra “H”. 

Pero la historia sigue y también los apodos, por qué “El Globo”, o “Quemeros”, son algunas de las tantas anécdotas que distinguen al relato.  En este repaso por la historia del Club también sonaron nombres de grandes jugadores que vistieron la camiseta y se convirtieron en ídolos de Huracán, como Herminio Masantonio, Miguel Brindisi, Omar Larrosa y Guillermo Stabile. 

En ese ida y vuelta con el público, que de a ratos canta junto al protagonistas canciones del Globo, sonó “Soy quemero en las buenas y en las malas”, para destacar aquellos torneos y campeonatos obtenidos, pero también la presencia de la tristeza que genera el descenso. 

La rivalidad con San Lorenzo, Boca, River, Racing e Independiente, particularmente con el clásico y las chicanas futboleras no faltan. Sobre todo, al recordar cuál de los dos fue el primero en irse a la B.

La obra de teatro toca también el tema de la herencia futbolera y la unión familiar. En estos lazos, se traspasa la pasión desde el “Loco Álvarez” hacia su sobrino, Miguelito quien nació en la maternidad del Sardá en Parque Patricios. A la familia los une la pasión por el Globo. 

Al finalizar el espectáculo, y en diálogo con ANCCOM, Gustavo que hace 47 años que es hincha de Huracán, destacó el recorrido que hace la obra por la historia del club: “Tengo los ojos llorosos porque es un repaso por la historia, los buenos y malos momentos, que lamentablemente han sido más los malos, pero el amor por los colores es más fuerte”. 

El actor Fernando Álvarez, hizo hincapié en tres puntos centrales de la obra: la memoria, la familia y la globalización. “Nosotros somos historia y dentro de esa historia no hay que olvidar todo lo que pasó con las dictaduras. Justo Huracán tuvo momentos en su historia que fueron en el 73 cuando vuelve Perón, que hace caer la dictadura de Lanusse; y en el 76 con el horror que vivimos”, señaló.

En cuanto a la familia mencionó que “es una mirada diferente, desde la herencia, acá no se habla si se quiere o no a los padres, a los hijos o a los nietos, lo que sabemos es que todos tenemos que ser de Huracán. Es una herencia futbolística, es el amor y la pasión”. Por último, cuestionó que “ahora todo es Boca o River, porque los equipos más chicos no tienen plata, no pueden armar equipos competitivos”.

¿Quién dijo que la H es muda?, es una obra de teatro diferente, que llama aquellos que tienen alma futbolera y les gusta la historia. Estará en cartelera durante el mes de agosto los juves a las 20.30 y los domingos a las 18.00 en el Teatro Azul. Mientras que en septiembre la función de los domingos pasará a las 15.30. Si juega Huracán, obviamente, la función se suspende.

Un presidente torcido

Un presidente torcido

“Hizo cosas que no estaban establecidas”, afirma Enrique Federman, el director de «Néstor, el presidente militante», el unipersonal que explora la vida de Kirchner y se estrenó esta semana.

La sala, con capacidad para 200 personas, está completa. El público quiere ver a Néstor. La mayoría vivió dos crisis, la de 1989 y la de 2001, en las que los vaivenes políticos hicieron faltar la comida, los ahorros y, en ocasiones, la dignidad. El único actor en escena, casualmente, también se llama Néstor.

La obra Néstor, el presidente militante recorre la vida personal y pública de Néstor Kirchner (1950-2010), desde sus inicios en la Juventud Universitaria Peronista (JUP), su encuentro con Cristina Fernández, su trayectoria como intendente, gobernador y presidente, hasta sus problemas de salud, el conflicto con el empresariado del campo en 2008 y la compra-venta de tierras en Santa Cruz, su provincia natal. Lo interpreta Néstor Sánchez (Bar El Chino, Los exitosos Pells, Cuatro Reinas), y tras él un proyector acelera imágenes de los acontecimientos político-mediáticos más relevantes en torno al mandatario, mientras las luces enfatizan, a veces, su figura, y otras, la historia misma.

La pieza se acerca al 27 de octubre de 2010, es decir a su abrupta finalización. Allí culmina. La sala queda en silencio, se escucha algún sollozo y todas y todos aplauden, una vez más, a Néstor. Es la magia del teatro. Tras bambalinas se encuentra su director, Enrique Federman (No me dejes así, Sweet Charity, Sos vos), quien adaptó el libro homónimo de Gabriel Pandolfo y dialoga al respecto con ANCCOM.

¿Qué potencial viste en el texto para llevarlo al teatro?

Se puede enunciar desde distintas circunstancias. Puede ser por las situaciones, por los personajes, por el tipo de historia. Es un personaje que en sí mismo genera mucho para mostrar y una trama que además aún no terminó. Cuando se lo muestra en el No al ALCA, en aquel discurso de 2005, es lo mismo que sucede hoy, que el FMI le dio dinero a quien sabía que no le iba a pagar. Es aún más actual que en ese momento.

¿Ya habías hecho alguna adaptación de un libro?

Nunca, y menos de una biografía, que es lo opuesto a lo que suelo trabajar. Se dice que en mis obras brindo poca información, para que el público después complete. En este caso la información estaba toda, hechos, datos, estadísticas, y me pareció interesante como tarea y como desafío esta modalidad…

En la obra trabajás con el concepto de lo “torcido”…

Eso surgió cuando la escritura estaba bastante avanzada. Néstor tenía la mirada torcida, la nariz torcida hacia arriba y también una forma torcida de pronunciar. Lo que él llevó a la práctica fue torcido en relación a lo que se podía esperar en ese tiempo, después de 2001, con el “que se vayan todos”. Era un desconocido, un peronista más del que no se esperaba demasiado, y él “torció” e hizo cosas que no estaban establecidas.

¿Cambió tu percepción de Néstor Kirchner?

No le había prestado atención hasta su muerte. Yo estaba asqueado con lo que había concluido en el fracaso de 2001. Cuando murió vi un documental sobre él y me sorprendió la cantidad de cosas que había hecho.

La música es bastante particular…

El espectáculo tiene dos zonas musicales. La primera es la canción principal compuesta por León Gieco, y por otro lado, todo lo sonoro que trabajé con Pablo Martín, la música incidental y los efectos. León tomó mi idea de “torcido” y compuso un temón, “Nestorcido”. A Néstor, tal como se dice en la obra, no le gustaban Los Beatles sino Los Wawancó, la cumbia. Entonces León percibió ambas cosas, Los Wawancó y lo torcido de criterio, y armó ese temón que es para bailar y llenar la cancha.

 

Néstor, el presidente militante se exhibe los domingos y los lunes a las 20.30 en el espacio Dumont 4040 (Santos Dumont 4040, CABA).

«Los Macocos no hacen teatro, lo deshacen»

«Los Macocos no hacen teatro, lo deshacen»

La “banda de teatro” formada en 1985 reestrenó «Maten a Hamlet». Una forma de hacer teatro diferente, desde la creación colectiva, siempre atravesada por la risa con la identidad cultural intacta que revolucionó la escena porteña con el retorno a la democracia.

Los Macocos se formó en 1985. Sus miembros eran todos estudiantes de la Escuela Nacional de Arte Dramático, que luego continuaron en el taller Los Volatineros, en la Escuela del Parque, con el profesor Roberto Saisz, entre 1985 y 1988. Comenzaron a mostrarse en pubs y centros de experimentación, y sus espectáculos representaron el destape de los años ochenta. Compartieron bambalinas con figuras vanguardistas Batato Barea, Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese en el Centro Cultural Ricardo Rojas, por entonces uno de los reductos juveniles más destacados de la escena del under.

En sus inicios fueron parte de la llamada explosión cultural que se generó con el retorno de la democracia, en 1983, junto a las experiencias que se hacían en lugares como El Parakultural, Cemento, o El Rojas. Entre los grupos que participan de dichos puntos de encuentro se pueden mencionar a La Banda de la Risa con Claudio Gallardou,  El Clú del Claun con Batato Barea, Gambas al Ajillo con Alejandra Flechner, María José Gabin, y Verónica Llinás, Los Melli, con Carlos Belloso y Damián Dreizik y la poco convencional Organización Negra, que llegó a intervenir el Obelisco. 

“Los Macocos no hacen teatro, lo deshacen”, dice entre risas Daniel Casablanca, uno de sus integrantes.  Y explica que no hacen el teatro convencional, comercial, solemne, sino que siempre buscan que tenga juego, que sea divertido y descontracturado.

Además de Casablanca, actualmente el grupo está integrado por Martín Salazar, Gabriel Wolf y Marcelo Xicarts. Llevan más de quince espectáculos de humor, recibieron más de veinte premios y se presentaron en las salas porteñas más importantes, como las del Complejo Teatral Buenos Aires, incluyendo el Teatro San Martín, Teatro Nacional Cervantes, Teatro Metropolitan, Complejo La Plaza, al mismo tiempo de haber actuado en todo el país. Fueron invitados en varias ocasiones a festivales en el exterior, en Washington D.C., Barcelona, Santa Cruz de la Sierra, entre otros. Y como el escenario les quedó chico sacaron unos cuantos libros: Teatro 90, Teatro deshecho 1, Flora y fauna de la creación macocal y Pequeño papá ilustrado

Su obra Maten a Hamlet, se presenta en el Paseo La Plaza todos los sábados 19.15. y los domingos 21.30, con dirección de Sebastián Irigo. Allí cuentan la historia de Shakespeare desde la mirada de cuatro bufones en la Edad Media. Los protagonistas llegan a Dinamarca en busca del tío Yorick, el mejor bufón de la Corte de Elsinor, pero es tarde y Yorick no está más entre los vivos. Tampoco es un buen momento en el castillo porque el rey fue recientemente asesinado, su hermano ha ocupado el trono y se ha casado con su cuñada. Mediante una serie de enredos, los bufones quedan al servicio de Hamlet pero deben matarlo. 

Los cuatro actores interpretan múltiples personajes sobre el escenario. Entre cuadros cómicos y paródicos casi no hay respiro. De principio a fin la obra provoca en el público risas y carcajadas. 

Algunos espectadores de la primera época de Los Macocos cuentan que llevan a sus hijos, hay estudiantes de Ciencias Sociales o Letras que trabajan sobre sus textos y también alumnos de teatro que realizan muestras sobre textos  de obras como Los Marrapodi o Los Albornoz

Cuidat, Hamblet

Maten a Hamlet es una creación colectiva característica de Los Macocos, donde se partió de una obra clásica tradicionalmente interpretada como tragedia y se la transformó en comedia. Casablanca amplía: “Nosotros siempre tomamos un tema, en este caso un súper clásico muy popular, intentamos contarlo como es, para el que nunca lo vio que lo conozca, y para el que lo conoce, que entienda los guiños, pero siempre termina siendo una excusa para mostrar una forma de hacer teatro que tiene que ver más con la fiesta, con la diversión, con lo popular, pero nunca chabacano. Buscamos transmitir una estética y una ética de trabajo”.

Los Macocos consideran que en la labor colectiva  se mejora la idea del otro. En este sentido, la continuidad de las obras producidas a lo largo del tiempo, y el trabajo sobre el escenario, reflejan la solidez del grupo. “A veces nos asignamos roles -agrega Casablanca-, alguno se encarga más de la música, otro del texto, otro de la imagen. Pero todos participamos, hay votación, y si alguno que no está de acuerdo se detiene y se trabaja hasta que estemos todos de acuerdo».

Sin dudas la “banda de teatro” sigue vigente, Los Macocos demuestran que es posible hacer teatro de una manera diferente, sin perder una mirada crítica y perdurar a lo largo del tiempo.

Lo alto, lo bajo, lo sagrado y lo profano. Todo junto en una de las agrupaciones más sólidas en continuidad, y que nos enseña desde el arte, que lo popular también puede tener una oferta inteligente distinta de otras fórmulas comerciales de la Avenida Corrientes. Los Macocos matan a Shakespeare en el ya tradicional Paseo Paseo La Plaza y lo traen de sus cenizas para divertirnos hasta morir (de risa).

De espectadores a rehenes

De espectadores a rehenes

Veinte años después de su estreno original, la comedia Bang Bang y somos historia retornó al escenario. El humor absurdo y el teatro participativo como paliativo para dejar atrás la pandemia.

Son las diez en punto de la noche y la calle Mario Bravo al 900 está colmada de gente. Por la vereda del teatro El Tinglado no se puede caminar. Chicos, grandes, gente de todas las edades aguarda la orden para ingresar a la sala y ver el reestreno de Bang Bang y somos historia, comedia teatral creada en la década del 90 y que hoy, veinte años más tarde, vuelve a la escena. 

La obra, escrita por Martín Gervasoni y Willie van Broock, y protagonizada por Luciano Cazaux, Pablo Razuk, Josep Rodríguez y elenco, narra la interrupción de una función de teatro por parte de tres hermanos ladrones, que toman al público como rehén e intentan tener su momento de fama. Sin embargo, fallas en la comunicación y planificación del atraco, y los cambios de personalidad de los protagonistas generan enseguida que el plan se venga abajo y sucedan situaciones desopilantes que transforman una situación de miedo en comedia. 

Bang Bang y somos historia se estrenó en la década de 1990 y fue galardonada, en aquella época, con el premio ACE a mejor espectáculo de humor en 1999. Su gran éxito en Argentina generó que la obra se expanda hacia España, donde su éxito se mantuvo y le permitió realizar varias temporadas. Luciano Cazaux fue el responsable de la puesta y dirección de escena en aquella época. En esta nueva etapa, mantiene ese rol y además es uno de los tres protagonistas. En diálogo con ANCCOM, explica las razones que lo llevaron a tomar la iniciativa de volver a la escena, veinte años después: “Nos dimos cuenta que la obra está totalmente vigente. Es un humor que no pasa de moda. Lo que hicimos fue limpiar los chistes viejos de los años 90, medio machirulos, pero después se mantiene igual, es un clásico, tiene comedia física, chistes y pasajes de sitcoms”. 

Una de las cuestiones que caracterizan a la obra es la inclusión del público. Los ladrones entran y los espectadores son sus rehenes. Haciendo memoria, Luciano cuenta cómo tomaron esa decisión: “Se podía tratar de dos maneras, escénicamente hablando: desde el escenario o entre el público, y ésta última nos pareció la mejor opción”. Mientras, recuerda cuando, en la época anterior, a la gente le costaba y tenía miedo de participar. Una vez, un amigo suyo le contó que, en plena función, vio a un hombre tirar la billetera y el celular debajo de la mesa. “Pasa que había muchos asaltos a restaurantes en ese entonces. Por suerte, ahora el público se engancha más”. En la función del 2 de abril, el público, además de reírse, contestó, cantó y gritó. 

Además de Luciano, el otro actor que formó parte de la obra en su primera versión es Pablo Razuk, quien encarna el personaje de “Joe”. A la hora de comparar los públicos de ambas temporadas, relata: “Claramente, después de 24 años desde el estreno, el público cambió. En su momento la gente se sorprendía más de nuestra irrupción en el espacio. Ahora está más abierta al juego del humor donde el absurdo es el común denominador”. También, por supuesto, hay similitudes. Luciano las encuentra en el tipo de sociedad en la que vivimos: “Después de la pandemia y de todo lo que tuvimos que atravesar, la gente tiene una enorme necesidad de divertirse. En los 90 también, pero había otras condiciones, era un contexto que aparentaba una fiesta permanente”. 

El espectáculo de comedia es un estilo particular, que requiere no solo de la habilidad de los actores, sino también del ambiente que se genere con el público. En este sentido, Razuk opina sobre el género y cómo se ha modificado hasta hoy: “La comedia tiene la particularidad de ser, a veces, previsible y redundante, y eso es parte del humor que conlleva. En este caso, Bang Bang da cierto giro hacia el absurdo, y las nuevas generaciones lo entienden a la perfección, porque los dibujitos que hoy son los más seguidos tienen una cuota de absurdo enorme en el rompimiento del espacio y el tiempo”. 

Todos los sábados a las 22:15, en el teatro El Tinglado (Mario Bravo 948) hay función de Bang Bang y somos historia. Un plan ideal para disfrutar en familia, solo o con amigos; en definitiva, todos necesitamos divertirnos. Incluido los actores, por supuesto, que como marca Razuk, están muy contentos con esta nueva temporada, ya que “el espíritu original, lo que sucede con el público se mantiene, y la risa y la carcajada son cosas que no solo nos alegran, sino que nos alimentan”.