Suspendieron el remate de Cerámica Neuquén

Suspendieron el remate de Cerámica Neuquén

Tras un principio de acuerdo entre los trabajadores que autogestionan la fábrica y los antiguos dueños, el Poder Judicial detuvo la subasta. Hay 120 días para formalizar el convenio.

El miércoles 11 de octubre, el juez Hugo Daniel Ferreyra le puso fin, al menos por 120 días, a la posibilidad del remate de Cerámica Neuquén, que estaba estipulado para el 27 de este mes. La resolución del fallo a favor de la fábrica recuperada por sus trabajadores tiene lugar gracias al acuerdo que los obreros ceramistas establecieron con la antigua patronal: la parte productiva pasará a ser de la cooperativa mientras que los terrenos ociosos serán vendidos y, con ese dinero, se podrán pagar las indemnizaciones de los extrabajadores. El magistrado dio el visto bueno a la propuesta y suspendió la subasta para avanzar en la solución conveniada.

Los obreros de Cerámica Neuquén lanzaron un comunicado en el que califican la suspensión del remate como un “importante paso adelante” pero dejaron claro que “todavía resta llegar a una solución de fondo que permita que la fábrica quede en manos de la gestión obrera de la Cooperativa Confluencia” y que “hay que avanzar con el Ministerio de Economía de Nación para que libere la hipoteca sobre el terreno, para acordar una subdivisión de los terrenos entre todos los actores.” También, afirma Andrés Blanco, obrero ceramista de la planta recuperada Zanon (hoy Fa.Sin.Pat.) y diputado provincial por el Frente de Izquierda, que “el próximo paso es que se cumpla el acuerdo, o sea, que se subdivida el terreno y que los ex trabajadores que reclamaron su indemnización puedan cobrarla con un lote.”

La primera conquista en esta problemática que atraviesa Cerámica Neuquén fue el restablecimiento del servicio eléctrico debido al acuerdo con la central eléctrica Calf. El corte se extendió por dos semanas e impidió a la empresa producir, de manera que repercutió en sus ingresos y significó importantes daños en las máquinas por el parate sin planificación de las líneas. Luego de conseguir ese objetivo, los integrantes de la ceramista autogestionada realizaron una movilización de siete kilómetros desde el Parque Industrial hasta el Juzgado Laboral N° 1 de la ciudad de Neuquén y lograron que el juez abriera una audiencia con todas las partes involucradas para que expliquen la situación y se pueda llegar a una resolución.

Para los ceramistas, la suspensión del remate da cuenta de la importancia de la movilización: lograron defender 80 puestos de trabajo.

 

Una cooperativa de junqueros que resiste al negocio inmobiliario

Una cooperativa de junqueros que resiste al negocio inmobiliario

Se llama Isla Esperanza y se encuentra frente a la costa de San Fernando. Sus integrantes defienden su tierra contra el avance de los desarrollos urbanísticos.

-La tierra es para vivir… -intenta decir Antonela, pero el ensordecedor rugido de los motores de los yates, combinados con canciones estridentes que salen de sus parlantes, interrumpe su tenue voz y rompe el silencio tranquilizador del entorno. 

La isla Esperanza está sobre el Arroyo Anguilas, frente a la costa de San Fernando, en el municipio de Tigre. Su calma es simple, como la de la arboleda que se desprende de la naturaleza, hasta que es invadida por los rugidos de los yates. 

-La tierra no es para comprar ni vender. Tenemos esos criterios básicos para generar una comunidad alternativa a los barrios privados y apostar a lo humano -relata Antonela Chávez, santiagueña, quien vive hace dos años en la isla y milita en la cooperativa de junqueros, que lleva el nombre de la isla. 

A sus espaldas, se levanta un galpón hecho de madera y sostenido por columnas de tronco, donde los isleños realizan actividades productivas y colectivas como la cestería, el junqueo, la pesca y la apicultura. En su frente, los carteles gritan sus protestas continuas: “Basta de quemas”, “Basta de muertes en el río”,“Basta de perseguir por pescar y junquear”. 

Al compás de una guitarra, acompaña una canción en la que el estribillo repite siempre la misma oración: “La tierra no es de nadie, es de todos.” 

La disputa que viven los habitantes de la isla no es de ahora, sino que empezó exactamente en el año 2008, cuando grandes inmobiliarios quisieron instalar “Colony Park”, un emprendimiento privado que significó el desalojo voraz de las familias que habitaban en ese momento, el dragado del arroyo, la creación de terraplenes y relleno con la tierra imposibilitando el paso del agua hacia los humedales, la destrucción total del monte nativo y la desaparición de animales y fauna. 

“Ahí empezó la resistencia, a partir de la violencia. Una cooperativa para luchar contra el emprendimiento. Juntos somos poderosos”, cuenta Diego Domínguez, uno de los integrantes de la organización que lleva el nombre de la isla, que tiene como objetivo resistir ante los barrios cerrados, la especulación inmobiliaria, la destrucción de los humedales y a favor de la defensa del modo de vida isleño. 

“Es un modo de vida que no está reconocido, no está visibilizado, pero que tiene que ver con la libertad de poder criar a tus hijos como vos querés, de producir lo que vos querés, de sentirte bien en tu tierra, trabajar: la libertad de levantarte y ser vos”, dice Rolfi, como llaman sus compañeros de cooperativa a Rodolfo González Greco, militante del Movimiento Nacional Campesino Indígena, quien fue uno de los principales protagonistas en detener, junto con Domínguez, el negocio inmobiliario. 

La idea es clara y concisa: derecho a la tierra, a la vivienda, a la producción de alimentos y artesanías, a la cultura, a la formación, a la libre navegación y a ser isleños e isleñas como bien les enseñaron sus antepasados. 

En aquel galpón -quemado dos veces por empresarios que desean instalar allí sus negocios-, se ve a tres mujeres que cocinan en conjunto: rapidito y sin mucho que pensar, cortan las verduras en trozos para después dárselas a los encargados de la olla popular. Esa olla grande que espera a nuevos visitantes que quieren recorrer la isla y conocer su historia. 

El primero en probar el sabor de la comida es El Papu, como llaman sus amigos a Ignacio, de piel morena y ojos vivos como cualquier niño de 10 años. Cuenta relajado, entre risas y con su voz finita, que para él, el rancho es una convivencia que ellos comparten: “Me gusta la isla porque estoy en paz, se puede pescar y estoy tranquilo.” 

A pocos metros, una parrilla y su fuego entran en calor, a la espera de choripanes y pescados frescos recién salidos del arroyo. No solo llegan nuevas personas que quieren conocer la cooperativa, sino también Prefectura: en un abrir y cerrar de ojos, junto con su navegación interrumpen la recepción para llevarse el trasmallo, el artefacto que usan los isleños para pescar, sin explicación alguna. 

“Seis pescados agarramos, es para consumo familiar y compartir. Lo levantó Prefectura. Fue un bote para pedir explicaciones de por qué lo levantaron. Estamos inscriptos en el Registro Nacional de Agricultura Nacional que nos posibilita a los junqueros a laburar, no queremos vaciar el río”, comenta indignada Antonela. 

Entre medio de árboles como fumo bravo, sauce y tala, un sendero atraviesa la isla que conduce a esas casas pequeñas hechas de adobe o barro, hamacas paraguayas en su frente y paneles solares en sus techos. Debido a la ausencia de Edenor, la energía es compartida entre los habitantes que no pueden acceder a estos modernos artefactos. Se empieza a sentir el cacareo y olor de las gallinas, dueñas por un rato de los huevos que comercializan y consumen los isleños.

“A mi marido le gusta mucho la naturaleza, el campo. Él tiene animales: chanchos, cabras, chivos, gallinas, gansos, patos, de todo. Las gallinas nos las donaron del INTA -Lorena Berton se refiere al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria-, cuando eran pollitos y ahora son gallinas”. Lorena se encarga de la repostería de la cooperativa durante los festejos y los días miércoles, junto con cuatro mujeres más, remoja el junco para tejer nuevos productos. Los gallineros comunitarios son parte de su economía popular, abastecidos por el INTA. 

Una vez a la semana, ellas se reúnen para realizar una de las actividades principales que sostienen a la isla: la cestería. Con ayuda de una hoz, cuchilla con forma de medialuna que se encarga de cortar tallos, principalmente el junco; esa planta recta y flexible que crece por la zona. Ya recolectada y humedecida desde el día anterior, la cortan en tiras para poder manipularla con sus manos y conseguir el producto deseado. De ese encuentro salen canastas chicas y grandes, cestos, cortinas, portalámparas o hueveras.  

Del trabajo final se encarga el sol, quien debe secar cada parte del tejido para poder ofrecerlos al mercado. 

“Las chicas cada 15 días van a la feria de agricultura y llevan los cestos para venderlos o hacemos por pedido. Ahora hicieron un Instagram para que nos compren más y para que tengamos venta. A veces nos piden mucho y si el cliente quiere, lo barnizamos”, cuenta Lorena, con su sonrisa compradora y cálida. 

Por parte del Estado, la ayuda es nula, casi como si no existieran: el agua no es potable, el gas no llega y hay luz solo por parte de los paneles; pero no pareciera importarle a nadie, excepto, a los oportunistas que ven a la isla como una tierra deseada a cambio de unos cuantos dólares. 

“Si esto sigue así, en algunos años no va a quedar ninguna familia isleña -dice Emma Moragas, militante de Isla Esperanza con la voz que se le quiebra-. Es cuestión de tiempo que el lugar quede en manos de quienes pueden pagarla y vale muchísimo. Ese día no van a dejar entrar a nadie más. Pondrán carteles de propiedad privada, prohibido pasar, prohibido circular, zona restringida o seguridad privada.”

Cuando la comunicación es cooperativa

Cuando la comunicación es cooperativa

El periodista y docente Washington Uranga integra la cooperativa de comunicación Huvaiti, que brinda servicios a organizaciones de la economía popular. ¿Por qué hace falta comunicar profesionalmente en esos sectores? Las tensiones entre el trabajo y la militancia.

“Huvaiti es un proyecto integrado por personas preocupadas por las cuestiones sociales, la política, la comunicación y los derechos humanos, que decidieron organizarse con la convicción de la importancia del trabajo asociado y con el propósito de generar alternativas y propuestas para la comunidad, desde una perspectiva integral de derechos e intentando contribuir a la mejor calidad de vida”, dice la carta de presentación de la Cooperativa de Trabajo para la Comunicación y el Desarrollo de la Economía Social y la Cultura Popular, Huvaiti. En criollo, una cooperativa que lo que  produce son servicios de comunicación para la comunidad inserta en la economía popular.

En un pequeño local de la calle Moreno, ubicado en el barrio porteño de Monserrat, está el almacén de “Alimentos Cooperativos”, que funciona como sede de encuentro para las y los trabajadores de la Cooperativa Huvaiti. Pero, ¿quiénes son las trabajadoras y trabajadores de Huvaiti?

“Somos un grupo de amigos -dijo Washington Uranga, presidente de la Cooperativa-. Nos encontramos algunos en la facultad, otros en la militancia, pero todos en la búsqueda de una propuesta de comunicación en la que nosotros y nosotras nos sintamos contentos y felices.Esto es algo que ni el mercado ni el Estado nos estaban ofreciendo. Te ofrecen trabajos profesionales que no terminan de satisfacer lo que nosotros tenemos en la cabeza y en el corazón respecto de lo que es la comunicación. De alguna manera lo que hicimos fue comenzar a fabricar una propuesta que nos representara. En principio hicimos cosas juntos y juntas y después decidimos de alguna manera institucionalizarlo. Pensamos diferentes formas organizativas y finalmente llegamos a la conclusión de que esto era una cooperativa de trabajo, porque lo que sumamos es eso, nuestro laburo. Después empezamos a imaginar proyectos. Imaginar proyectos significa poder aportar de la comunicación a un modelo de sociedad, a una propuesta política en términos amplios. Cuando digo una propuesta política intento que no se confunda estrictamente con una propuesta política partidaria, aunque todos tengamos posiciones partidarias. Pero una propuesta política tiene que ver con la vigencia plena de derechos, que me parece que es lo más político de todo. Construir espacios y sociedades donde la vigencia de derechos sea plena. Y pensar, nosotros comunicadores y comunicadoras, ¿qué hacemos desde ahí? ¿Cómo lo hacemos desde ahí?

Una pregunta bastante angustiante

Sí, y también ¿cómo lo hacemos en estas condiciones? Esa es una pregunta que te parte. Todos tenemos que vivir de algo, necesitamos generar ingresos. Normalmente estos espacios se convierten en espacios de militancia y la militancia no es rentada, por lo menos no la nuestra. En algún momento el proyecto Huvaiti tiene que caminar para que nosotras y nosotros podamos vivir de esto. Ni mañana, ni pasado probablemente. Pero sobre todo los y las más jóvenes, que mañana puedan hacer de esto un proyecto en el que puedan hacer confluir el sentido de su vida, la militancia y la profesión.

 Se piensa como dicotómicos y antagónicos el fin de lucro y la militancia. ¿Y para quién termina siendo accesible entonces la militancia? 

Exactamente, entonces nosotros y nosotras tuvimos que buscar ahí un modelo de gestión. Es decir, que la cooperativa tenga un desarrollo complejo que nos permita por un lado generar ingresos, pero al mismo tiempo, que esos ingresos sirvan para solventar por lo menos el trabajo de algunos y algunas, y que además podamos dedicar parte de estos a hacer prestaciones que sean gratuitas o casi gratuitas. Por ejemplo, Walter Isaias y Manual Barrientos están trabajando en un proyecto , para nosotros muy importante, con la Radio La Colifata. Para nosotros dentro del proyecto de Huvaiti es muy importante, estamos haciendo ahí un desarrollo que tiene que ver con las personas, pero también trabajando en una marca colectiva para La Colifata.

 ¿Cómo una marca?

Claro, ellos están comenzando a producir productos de la economía social. ¿Cómo se reconoce eso? Bueno, con una marca que se llame La Colifata. Pero eso también necesita estrategia de comunicación. Entonces, ¿es un proyecto de promoción humana? Sí. ¿Es un proyecto de derechos humanos? Sí. ¿Es un proyecto comercial? También. Y es un proyecto comunicacional. Huvaiti intenta ser un proyecto complejo de comunicación. Está Huvaiti la editorial, generamos estrategias de comunicación, desarrollamos la plataforma de comercialización de productos de la economía popular, ESAP se llama, y trabajamos un programa de radio que se llama “Mundo Hormiga”, que se produce una vez por semana y se distribuye por cuarenta y tantas emisoras comunitarias de todo el país. Entonces tenés una serie de cosas. Huvaiti es todo eso. Y todo eso con distintas miradas. 

 ¿De dónde sale Huvaiti ediciones?

 Decidimos abrir Huvaiti ediciones porque nosotros queremos debatir en el mundo de la política y en el mundo de la academia poniendo temas a circular. Queremos producir eso, temas para discutir.

 ¿Producir sentido?

Exactamente. Pero eso necesita sustentarse. Los libros los vendemos baratos porque tenemos que venderlos. Aunque consigamos algunos subsidios que nos permiten producir los libros, hay que seguir produciendo. Por ejemplo, acabamos de producir un libro que no se va a imprimir porque tiene 380 páginas y es imposible imprimir por el costo. Pero este habla de nuestra vocación latinoamericana, es un libro en alianza con la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC). Eso es gratis, gratis en el sentido que nosotros no cobramos nada, pero nos parece importante meter en nuestra colección también un libro de sentido latinoamericano. Entre otras cosas porque creemos profundamente que solo no se salva nadie y en que nosotros tenemos que pensar latinoamericanamente. 

Presentación del libro «Por una construcción colectiva. Comunicación para la organización y la economía comunitaria».

Es el proceso de ir balanceando esta estructura de la cual pueden depender económicamente y al mismo tiempo ir construyendo el sentido y el posicionamiento en el que creen

Claro, de la misma manera es nuestra alianza con Alimentos Cooperativos. Este tiene dos sentidos. El primero tiene que ver con nuestro compromiso con la economía social y la agricultura familiar. Y, en segunda instancia, tenemos un diagnóstico que nos dice que en general los compañeros y las compañeras de la economía social y la agricultura familiar no tienen  trabajo comunicacional, no tienen estrategia de comunicación que visibilicen su existencia y la de sus productos. Entonces dijimos: “Bueno, nosotros vamos a aportar ahí”. Pero hay que estar dentro de ese proceso, porque si estás afuera no se puede hacer. Entonces decidimos generar esta alianza con alimentos cooperativos para poner un almacén. Algunos amigos se ríen porque dicen: “Ustedes, académicos, terminaron de almaceneros”. Pero que el almacén sea de alguna prueba piloto de cómo se puede montar un almacén que te de visibilidad, en el que puedas incorporar sentidos, y que pongas a discutir otras cosas. Que además le podamos decir a otros y otras de la economía social “mirá, esto se puede hacer así y podemos hacerlo juntos y juntas y corrijamos entre todos y todas”. 

También eso te pone en la agenda en la cual vos queres participar en otras conversaciones, en otros momentos y experiencias. La combinación ciencia-territorio acá es muy interesante y ser comunicadores almaceneros es un poco también eso.

No se me había ocurrido, pero está bueno. De hecho, a nosotros nos fue llevando a otras cosas. Nosotros, como Huvaiti, estamos haciendo las redes de Alimentos Cooperativos, hacemos las redes de la Federación de Cooperativas Rurales de la Rioja y estamos conversando la posibilidad de hacer la comunicación de otras cooperativas o redes de cooperativas. 

Es parte un poco de pensar la comunicación como producto, ¿no?

Pensar la comunicación como producto y como proceso, la relación comunicación-territorio. Yo me apoyo mucho para pensar en el territorio en De Certeau. Él te dice “movilidad transitando”. El territorio no es un mapa, es básicamente relaciones, vincularidades. 

Lo hablaban en la presentación del último libro Por una construcción colectiva: pensar la comunicación como un producto más de la economía social, solidaria, popular y comunitaria.

Sí, esto es una tensión a veces, porque los compañeros no tienen en cuenta que esto tiene costo y que esto es nuestro trabajo. Y a veces debatís eso y les decís: “¿Sabes que yo laburo de esto?” Y te contestan: “Por qué no me tirás unas cuantas ideas de cómo hacer esto”. Sí, compa, yo te tiro un par de ideas, pero nosotros estamos laburando, así como vos producís las aceitunas yo genero productos comunicacionales, entonces por qué tus aceitunas valen y mis productos de comunicación no. Yo sé que es intangible y puede ser difícil de entender, pero es una discusión que hay que dar porque los compañeros y las compañeras no lo tienen en claro. Te dicen: “Vos que sabes hacer de esto…” Sí y a mí me gusta comer queso, y los quesos me los vendés. Nosotros nos planteamos como grupo, como cooperativa de interlocutores en lo comunicacional y en lo político. Yo trabajé y aspiro a seguir trabajando con el movimiento sindical, porque también soy de los convencidos, y los compañeros también, de que el movimiento sindical necesita mucho de la comunicación, tienen miradas muy estereotipadas.

¿En qué sentido?

Hay formatos que perdieron vigencia. El formato del puño cerrado en blanco y negro pudo haber tenido mucho valor en algun momento, y no digo que ahora no tenga nada de valor, pero hay que encontrar otra forma de comunicar el mundo sindical que además ahora está muy estereotipado. Vos tenés que luchar contra determinados sentidos construidos, sentidos que dicen que los dirigentes y las dirigentas sindicales son esto o lo otro. Y no, son muchas más cosas. Y eso es lo que no se ve, el sistema corporativo de medios transmite otra cosa, y eso es lo que hay que discutir. Pero a los primeros y primeras que hay que convencer de eso es a los compañeros y a las compañeras. Ellos son otros de los que te dicen: “¿No venís a darme una mano con un plenario? A explicar un poquito lo de la comunicación? Y sabés que yo laburo de esto. “¿Pero qué te cuesta?” Y sí me cuesta loco.

Claro, hay toda una trayectoria hecha

Y ni siquiera es por la trayectoria, es poner el cuerpo, y si yo estoy poniendo el cuerpo estoy laburando. Si vos le reconocés a tanta otra gente el laburo, ¿por qué no a nosotros? ¿por qué a un abogado le pagás y a nosotros no?

Los periodistas Jorge Vilas y Gisselle Teper, el vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA Diego de Charras, y los miembros de Huvaiti, Whasington Uranga y Clarisa Veiga en la presentación del libro realizada en Almacén.

En la presentación y en el libro vos hablás del pensar latinoamericano y la democracia. 

Sí, por mi historia en general yo estoy muy atravesado por América Latina, cuando a mi me preguntan ciudadanía, yo digo latinoamericano. Soy de los convencidos de que este continente es indisociable. Nosotros no podemos dejar de pensarnos como unidad latinoamericana, y nuestro futuro depende de que nosotros y nosotras seamos capaces de pensarnos así. Y esto hay que construirlo y muy particularmente hay que construirlo desde Argentina. Y la otra, para mí la democracia tiene sentido en cuanto significa restitución y vigencia de derechos, sino es una farsa. Incluso puede llegar a ser una farsa participativa si no sirve efectivamente para mejorar la calidad de vida. Yo rescato mucho la cosmovisión andina del Buen Vivir o el Vivir Bien. Como dicen los colombianos ahora, a Vivir la Buena Vida, que no es vivir de joda, es la buena vida, es calidad de vida, felicidad, sentirse feliz con lo que hacemos. La democracia tiene que estar ligada a eso. Si no está ligado a eso es como una lucha sin sentido, como una carga permanente, y no puede ser una carga. Nosotros necesitamos construirnos con alegría, con satisfacción de lo que hacemos. Lo que intento decir cuando escribo es ese tipo de cosas. ¿Para qué comunicás? o ¿comunicar en qué sentido? Comunicar con sentido latinoamericano, comunicar con Buen Vivir. Porque si no, ¿la  democracia qué es? ¿Un voto? ¿Ir a votar? Es como demasiado poco. 

 El libro juega mucho con cuestiones más abstractas, más ensayísticas, pero también te encontrás con un un cuadro concreto de estrategias de comunicación en el medio. Esto también deja ver que se ponen en juego cuestiones materiales al hacer comunicacional, como por ejemplo que tus amigos te pidan que des un plenario gratis o que te pidan consejos de cómo gestionar un proyecto. 

¿Eso sabes por qué? Porque eso surge de nuestra propia práctica. Vos mirás y analizás lo que escribe Clarisa (Veiga), por ejemplo: lo que está haciendo es poniendo sobre la mesa su propia experiencia con Abuelas de Plaza de Mayo. En la que tuvo que traducir una cantidad de cuestiones que tienen que ver con salir de una idea, para traducirla en una propuesta que haga sentido en una sociedad donde muchas veces domina otra. Entonces, muchas veces eso significa producto, metodología, proceso. El texto de Manuel Barrrientos tiene un montón de cosas que son también estratégicas. Porque también eso lo tenemos que discutir, porque sino terminamos todos y todas haciendo Marketing Comunicacional. Yo ni siquiera estoy en contra del marketing, pero hay formas del marketing que no me cierran. Pero necesitamos construir metodologías.

 Decías en un momento ¨popularizar la comunicación corporativa”.

Si, va por ese lado. Encontrar que la comunicación popular tenga también un costado que responda a la sociedad de mercado en la que vivimos. Hay que poder responder a eso y hay que poder hacerlo desde nuestro lugar. No simplemente para acoplarnos o sumarnos, sino que para responder desde otro lugar. Fácil no es. Pero bueno hay que hacerlo. 

 ¿Pudiste trabajar un poco el sentido o desarmar un poco las ideas con respecto al intento de magnicidio de Cristina?

Los intercambios con los y las compañeras, con los y las colegas, son desazón, incertidumbre y angustia. Tiene que ver con la dificultad de construir escenarios de futuro. Me parece que lo más tensionante es eso. Pero, además, la dificultad de construirnos como sociedad en la diferencia. Si uno no piensa que las sociedades se construyen a partir de la diferencia, es muy difícil imaginar el futuro. Porque sería de alguna manera muy totalitario, todos y todas tienen que pensar igual. Y, además, porque el enriquecimiento en la sociedad se da en el principio de alteridad, el otro y la otra me enriquece desde su diferencia. Sería muy aburrido si todos seríamos iguales.

 ¿Seríamos algo si todos fuésemos iguales?

Por eso. Entonces no admitir la diferencia y además cargarle a eso violencia física, es de alguna manera un sentido de destrucción de lo social. Pero más allá del hecho particular,que es gravísimo y detestable, lo que hay es el contexto que genera eso. Y más allá de que algunos y algunas colegas están tratando de decir “ay nos están poniendo a nosotros como culpables”, es verdad que el sistema de medios cargó de sentidos a través de determinadas personas que habilitaron ese acto violento. No quiero decir que le hayan puesto la pistola en la mano ni mucho menos, pero sí creo que esa persona se sintió habilitada por un contexto, y eso es grave. Y por otra parte, creo que están faltando decisiones políticas para ponerle límite a eso. Porque esos discursos de odio están violando los derechos de todos nosotros.

 Vos hablabas de la comunicación y la democracia como restitución y vigencia de derechos, y en todo esto ¿qué es esta comunicación?

Yo diría también que la comunicación es un espacio de disputa simbólica por el poder. Es un espacio de lucha simbólica y está claro que quienes actúan como lo están haciendo, falseando, mintiendo, agrediendo, están dando una disputa simbólica y nosotros no nos podemos quedar callados y calladas. Pero para eso necesitamos también construir metodología, para eso también necesitamos valernos de herramientas. Y la otra es ¿cómo convertimos esto, que es una tragedia, en un hecho positivo que construya? Yo soy de los que piensa que esto necesita movilización social. Que no hay otra forma. Si no hay respuestas institucionales tiene que haber movilización social. Tiene que haber calle. 

 La construcción social es un alivio a la angustia

Si pero depende, yo soy muy prospectivista en esto.

 ¿En qué sentido?

Es una mirada que te permite construir sobre la base de escenarios futuros. Nosotros no podemos construir escenarios futuros que nos sirvan como horizonte. Y digo escenarios en plural, porque no es un escenario, pueden ser muchos. Pero necesito construirlos, si no tengo eso no camino. Y para poder construirlo necesito organización. No es lo mismo pero es esa idea que le atribuyen a Galeano, pero no es de Galeano, es de Fernando Birri, que habla sobre la utopía y dice: “¿Para qué sirve la utopía? Y bueno, para seguir caminando”. La idea de los prospectivistas es así: construir escenarios de futuro pero para poder actuar en el presente. 

 ¿Por qué el nombre Huvaiti? ¿Por qué “camino hacia el encuentro”?

Porque de alguna manera nos representa así, nos representa la idea de camino, la idea del encuentro. Es eso. No hay nada terminado, estamos caminando. Y el encuentro es eso, es comunicación, es diálogo, es construcción colectiva, es todo eso. 

Los trabajadores en su sopa

Los trabajadores en su sopa

Ubicada en Berazategui, Provincia de Buenos Aires, la fábrica de caldos deshidratados, sopas instantáneas y salsas Safra fue recuperada por sus trabajadores y trabajadoras en 2010. Desde entonces continúa produciendo y piensa ampliarse a la fabricación de snacks.

La Cooperativa de Trabajo Safra, ubicada en Berazategui, surgió en el 2010 tras la quiebra de la antigua empresa Aachen. Dedicada a la producción de caldos deshidratados, sopas instantáneas y salsas, los 25 asociados trabajan en equipo para sacar adelante la cooperativa.  

Corría el año 2009 cuando los trabajadores y trabajadoras se encontraron con una difícil situación: el cierre de su espacio de trabajo. Graciela Avalos, presidenta de la Cooperativa, cuenta que, tras el fallecimiento del dueño, a sus hijas no les interesó continuar con el negocio familiar y llevaron la empresa a la quiebra: “Poco a poco dejaron de venir, y ni siquiera hizo falta tomarla”. Frente a lo ocurrido, el dilema que se les presentó a los empleados fue elegir entre conseguir un nuevo trabajo u organizarse y tomar el control del lugar. Finalmente, recuperaron la fábrica y comenzó a funcionar la Cooperativa de Trabajo Safra. 

Avalos relata cómo fueron esos primeros momentos y las dificultades que tuvieron que atravesar, principalmente a la hora de organizarse para evitar que las instalaciones fueran ocupadas. Sin ningún tipo de experiencia, más allá de la que tenían por haber pasado por la producción, lograron sobreponerse a la situación. Debido a que el dueño anterior había estafado tanto a los empleados como a los proveedores y clientes, a muchos de estos últimos les costó volver a confiar en la empresa y establecer nuevamente los vínculos. “Costó mucho levantarlo, sacrificio, ganas, llanto”, señala. 

La cooperativa está conformada en su mayoría por mujeres, ya que la habilidad y agilidad a la hora de hacer el trabajo manual resulta fundamental para una buena producción. La presidenta recuerda que cuando eran empleadas en relación de dependencia no tenían obra social, y muchas mujeres fueron despedidas por pedir licencia de embarazo. En la actualidad, los derechos laborales de los asociados se respetan: “Las cosas las estamos haciendo bien, tratamos en lo posible de encajar en el sistema”, agrega. 

 Todo se consulta entre los asociados, la Cooperativa se organiza en torno a una Comisión Directiva integrada por Graciela Avalos, Ángel Mansilla, Christian Mansilla, Rosa Correa y Stella Maris González, quienes son los encargados de la toma de decisiones. Las ganancias obtenidas por las ventas de productos se reparten equitativamente, de manera que todos los trabajadores, integrantes y socios perciben el mismo salario. 

Sin embargo, un miedo se hace presente: la creencia de que una cooperativa no es responsable, las dudas sobre su inestabilidad, y prejuicios sobre su organización. “A veces por ser cooperativa prueban el producto, les gusta, pero no te compran”, señala Avalos y agrega: “No deja de ser una empresa, pero manejada por sus empleados. La diferencia también es que cuando viene la época difícil, no pensamos en echar a nadie: acá nos salvamos todos, o nos fundimos todos”.

Ese sentimiento se comparte entre las cooperativas. Safra está asociada a Empresas Recuperadas, dependiente del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), que favorece la conexión entre ellas. Sus principales proveedores de materias primas, insumos y de diseño, son emprendedores, pequeñas empresas o cooperativas para ayudarse mutuamente. 

El apoyo del Estado para Safra es esencial, que les llega principalmente a través de los subsidios o préstamos para la compra de maquinarias, otorgados por el INAES, la Federación de Cooperativas de Trabajo de la República Argentina (FECOOTRA), o el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Aunque fue un subsidio otorgado por España e Italia el que, en 2010, les sirvió de impulso para retomar la producción. “Hay muchas personas que creen que por ser cooperativa nos regalan todo, pero pagamos tasas, luz, gas. Lo único que no nos cobran es el impuesto a las ganancias. Acá casi nos sacaron porque no se pagaban los impuestos, y nos tuvimos que meter en un préstamo para poder pagar una deuda de años”, comenta Avalos. 

Mientras los trabajadores están atentos a sus tareas, el ruido de las máquinas en funcionamiento completa la escena. La modalidad de trabajo es principalmente por pedido, y la materia prima para producir tanto caldos como sopas es la misma, por lo que no pueden permitirse producir algo sin tener la certeza de que saldrá al mercado inmediatamente, aunque cuentan con un stock como reserva.

La época del año donde más trabajo tienen está llegando a su fin. Los caldos y las sopas instantáneas no son tan compatibles con las altas temperaturas del verano, y es el momento cuando comienzan las dificultades debido a la poca producción y venta. Sin embargo, la presidenta señala que uno de los objetivos a largo plazo es producir y comercializar snacks, de esa manera el transcurso de la primavera y verano no sería tan complicado. Al respecto, señala que ya cuentan con algunas máquinas para comenzar con la producción, aunque todavía les falta adentrarse en este nuevo rubro. Por otro lado, asegura que los “productos son de óptima calidad, lo que nos falta es la propaganda”.  

Entre las problemáticas actuales, se destaca un litigio judicial en el que se le reclama a la Cooperativa el cese del uso de las marcas Caldiet y Safra. Esto se debe a que los antiguos dueños están peleando por recuperarlas y, pese a que desde la Cooperativa señalan que continuaron trabajando y manteniendo las marcas y la empresa, los demandantes sostienen que les pertenecen. Aunque la transición no será fácil, están en busca de un nuevo nombre que les permita desligarse de este conflicto y lanzar nuevos productos al mercado. 

Uno de los pedidos al gobierno provincial es que se adquiera el lugar en el que actualmente funciona la Cooperativa, y por el que se le abona un canon mensual por alquiler al síndico judicial para mantenerse allí. “Tenemos derecho a estar acá porque ellos nos han estafado, no nos pagaron sueldos, nos sacaron la obra social. Antes trabajaban 80 personas, había tres turnos, y no paraban nunca las máquinas. Si nosotros tuviéramos la oportunidad, podríamos ofrecer mucho trabajo”, sostiene Avalos.

Con vistas al futuro, Safra se propone mantener el trabajo y lograr una capacidad productiva que les permita abastecer a grandes clientes. Esto va de la mano del reconocimiento de la empresa para estar a la altura de la competencia, pero sobre todo para que sus productos estén en las góndolas y el consumidor tenga la oportunidad de comprarlos. “Costó 12 años levantarnos y hay que mantenerse, porque la caída puede ser en un segundo”, reflexiona Avalos, y agrega: “son las ganas y el orgullo de hacer las cosas bien”. 

 

Cuando la comunicación es cooperativa

Cuando la comunicación es cooperativa

El periodista y docente Washington Uranga integra la cooperativa de comunicación Huvaiti, que brinda servicios a organizaciones de la economía popular. ¿Por qué hace falta comunicar profesionalmente en esos sectores? Las tensiones entre el trabajo y la militancia.

“Huvaiti es un proyecto integrado por personas preocupadas por las cuestiones sociales, la política, la comunicación y los derechos humanos, que decidieron organizarse con la convicción de la importancia del trabajo asociado y con el propósito de generar alternativas y propuestas para la comunidad, desde una perspectiva integral de derechos e intentando contribuir a la mejor calidad de vida”, dice la carta de presentación de la Cooperativa de Trabajo para la Comunicación y el Desarrollo de la Economía Social y la Cultura Popular, Huvaiti. En criollo, una cooperativa que lo que  produce son servicios de comunicación para la comunidad inserta en la economía popular.

En un pequeño local de la calle Moreno, ubicado en el barrio porteño de Monserrat, está el almacén de “Alimentos Cooperativos”, que funciona como sede de encuentro para las y los trabajadores de la Cooperativa Huvaiti. Pero, ¿quiénes son las trabajadoras y trabajadores de Huvaiti?

“Somos un grupo de amigos -dijo Washington Uranga, presidente de la Cooperativa-. Nos encontramos algunos en la facultad, otros en la militancia, pero todos en la búsqueda de una propuesta de comunicación en la que nosotros y nosotras nos sintamos contentos y felices.Esto es algo que ni el mercado ni el Estado nos estaban ofreciendo. Te ofrecen trabajos profesionales que no terminan de satisfacer lo que nosotros tenemos en la cabeza y en el corazón respecto de lo que es la comunicación. De alguna manera lo que hicimos fue comenzar a fabricar una propuesta que nos representara. En principio hicimos cosas juntos y juntas y después decidimos de alguna manera institucionalizarlo. Pensamos diferentes formas organizativas y finalmente llegamos a la conclusión de que esto era una cooperativa de trabajo, porque lo que sumamos es eso, nuestro laburo. Después empezamos a imaginar proyectos. Imaginar proyectos significa poder aportar de la comunicación a un modelo de sociedad, a una propuesta política en términos amplios. Cuando digo una propuesta política intento que no se confunda estrictamente con una propuesta política partidaria, aunque todos tengamos posiciones partidarias. Pero una propuesta política tiene que ver con la vigencia plena de derechos, que me parece que es lo más político de todo. Construir espacios y sociedades donde la vigencia de derechos sea plena. Y pensar, nosotros comunicadores y comunicadoras, ¿qué hacemos desde ahí? ¿Cómo lo hacemos desde ahí?

Una pregunta bastante angustiante

Sí, y también ¿cómo lo hacemos en estas condiciones? Esa es una pregunta que te parte. Todos tenemos que vivir de algo, necesitamos generar ingresos. Normalmente estos espacios se convierten en espacios de militancia y la militancia no es rentada, por lo menos no la nuestra. En algún momento el proyecto Huvaiti tiene que caminar para que nosotras y nosotros podamos vivir de esto. Ni mañana, ni pasado probablemente. Pero sobre todo los y las más jóvenes, que mañana puedan hacer de esto un proyecto en el que puedan hacer confluir el sentido de su vida, la militancia y la profesión.

 Se piensa como dicotómicos y antagónicos el fin de lucro y la militancia. ¿Y para quién termina siendo accesible entonces la militancia? 

Exactamente, entonces nosotros y nosotras tuvimos que buscar ahí un modelo de gestión. Es decir, que la cooperativa tenga un desarrollo complejo que nos permita por un lado generar ingresos, pero al mismo tiempo, que esos ingresos sirvan para solventar por lo menos el trabajo de algunos y algunas, y que además podamos dedicar parte de estos a hacer prestaciones que sean gratuitas o casi gratuitas. Por ejemplo, Walter Isaias y Manual Barrientos están trabajando en un proyecto , para nosotros muy importante, con la Radio La Colifata. Para nosotros dentro del proyecto de Huvaiti es muy importante, estamos haciendo ahí un desarrollo que tiene que ver con las personas, pero también trabajando en una marca colectiva para La Colifata.

 ¿Cómo una marca?

Claro, ellos están comenzando a producir productos de la economía social. ¿Cómo se reconoce eso? Bueno, con una marca que se llame La Colifata. Pero eso también necesita estrategia de comunicación. Entonces, ¿es un proyecto de promoción humana? Sí. ¿Es un proyecto de derechos humanos? Sí. ¿Es un proyecto comercial? También. Y es un proyecto comunicacional. Huvaiti intenta ser un proyecto complejo de comunicación. Está Huvaiti la editorial, generamos estrategias de comunicación, desarrollamos la plataforma de comercialización de productos de la economía popular, ESAP se llama, y trabajamos un programa de radio que se llama “Mundo Hormiga”, que se produce una vez por semana y se distribuye por cuarenta y tantas emisoras comunitarias de todo el país. Entonces tenés una serie de cosas. Huvaiti es todo eso. Y todo eso con distintas miradas. 

 ¿De dónde sale Huvaiti ediciones?

 Decidimos abrir Huvaiti ediciones porque nosotros queremos debatir en el mundo de la política y en el mundo de la academia poniendo temas a circular. Queremos producir eso, temas para discutir.

 ¿Producir sentido?

Exactamente. Pero eso necesita sustentarse. Los libros los vendemos baratos porque tenemos que venderlos. Aunque consigamos algunos subsidios que nos permiten producir los libros, hay que seguir produciendo. Por ejemplo, acabamos de producir un libro que no se va a imprimir porque tiene 380 páginas y es imposible imprimir por el costo. Pero este habla de nuestra vocación latinoamericana, es un libro en alianza con la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC). Eso es gratis, gratis en el sentido que nosotros no cobramos nada, pero nos parece importante meter en nuestra colección también un libro de sentido latinoamericano. Entre otras cosas porque creemos profundamente que solo no se salva nadie y en que nosotros tenemos que pensar latinoamericanamente. 

Presentación del libro «Por una construcción colectiva. Comunicación para la organización y la economía comunitaria».

Es el proceso de ir balanceando esta estructura de la cual pueden depender económicamente y al mismo tiempo ir construyendo el sentido y el posicionamiento en el que creen

Claro, de la misma manera es nuestra alianza con Alimentos Cooperativos. Este tiene dos sentidos. El primero tiene que ver con nuestro compromiso con la economía social y la agricultura familiar. Y, en segunda instancia, tenemos un diagnóstico que nos dice que en general los compañeros y las compañeras de la economía social y la agricultura familiar no tienen  trabajo comunicacional, no tienen estrategia de comunicación que visibilicen su existencia y la de sus productos. Entonces dijimos: “Bueno, nosotros vamos a aportar ahí”. Pero hay que estar dentro de ese proceso, porque si estás afuera no se puede hacer. Entonces decidimos generar esta alianza con alimentos cooperativos para poner un almacén. Algunos amigos se ríen porque dicen: “Ustedes, académicos, terminaron de almaceneros”. Pero que el almacén sea de alguna prueba piloto de cómo se puede montar un almacén que te de visibilidad, en el que puedas incorporar sentidos, y que pongas a discutir otras cosas. Que además le podamos decir a otros y otras de la economía social “mirá, esto se puede hacer así y podemos hacerlo juntos y juntas y corrijamos entre todos y todas”. 

También eso te pone en la agenda en la cual vos queres participar en otras conversaciones, en otros momentos y experiencias. La combinación ciencia-territorio acá es muy interesante y ser comunicadores almaceneros es un poco también eso.

No se me había ocurrido, pero está bueno. De hecho, a nosotros nos fue llevando a otras cosas. Nosotros, como Huvaiti, estamos haciendo las redes de Alimentos Cooperativos, hacemos las redes de la Federación de Cooperativas Rurales de la Rioja y estamos conversando la posibilidad de hacer la comunicación de otras cooperativas o redes de cooperativas. 

Es parte un poco de pensar la comunicación como producto, ¿no?

Pensar la comunicación como producto y como proceso, la relación comunicación-territorio. Yo me apoyo mucho para pensar en el territorio en De Certeau. Él te dice “movilidad transitando”. El territorio no es un mapa, es básicamente relaciones, vincularidades. 

Lo hablaban en la presentación del último libro Por una construcción colectiva: pensar la comunicación como un producto más de la economía social, solidaria, popular y comunitaria.

Sí, esto es una tensión a veces, porque los compañeros no tienen en cuenta que esto tiene costo y que esto es nuestro trabajo. Y a veces debatís eso y les decís: “¿Sabes que yo laburo de esto?” Y te contestan: “Por qué no me tirás unas cuantas ideas de cómo hacer esto”. Sí, compa, yo te tiro un par de ideas, pero nosotros estamos laburando, así como vos producís las aceitunas yo genero productos comunicacionales, entonces por qué tus aceitunas valen y mis productos de comunicación no. Yo sé que es intangible y puede ser difícil de entender, pero es una discusión que hay que dar porque los compañeros y las compañeras no lo tienen en claro. Te dicen: “Vos que sabes hacer de esto…” Sí y a mí me gusta comer queso, y los quesos me los vendés. Nosotros nos planteamos como grupo, como cooperativa de interlocutores en lo comunicacional y en lo político. Yo trabajé y aspiro a seguir trabajando con el movimiento sindical, porque también soy de los convencidos, y los compañeros también, de que el movimiento sindical necesita mucho de la comunicación, tienen miradas muy estereotipadas.

¿En qué sentido?

Hay formatos que perdieron vigencia. El formato del puño cerrado en blanco y negro pudo haber tenido mucho valor en algun momento, y no digo que ahora no tenga nada de valor, pero hay que encontrar otra forma de comunicar el mundo sindical que además ahora está muy estereotipado. Vos tenés que luchar contra determinados sentidos construidos, sentidos que dicen que los dirigentes y las dirigentas sindicales son esto o lo otro. Y no, son muchas más cosas. Y eso es lo que no se ve, el sistema corporativo de medios transmite otra cosa, y eso es lo que hay que discutir. Pero a los primeros y primeras que hay que convencer de eso es a los compañeros y a las compañeras. Ellos son otros de los que te dicen: “¿No venís a darme una mano con un plenario? A explicar un poquito lo de la comunicación? Y sabés que yo laburo de esto. “¿Pero qué te cuesta?” Y sí me cuesta loco.

Claro, hay toda una trayectoria hecha

Y ni siquiera es por la trayectoria, es poner el cuerpo, y si yo estoy poniendo el cuerpo estoy laburando. Si vos le reconocés a tanta otra gente el laburo, ¿por qué no a nosotros? ¿por qué a un abogado le pagás y a nosotros no?

Los periodistas Jorge Vilas y Gisselle Teper, el vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA Diego de Charras, y los miembros de Huvaiti, Whasington Uranga y Clarisa Veiga en la presentación del libro realizada en Almacén.

En la presentación y en el libro vos hablás del pensar latinoamericano y la democracia. 

Sí, por mi historia en general yo estoy muy atravesado por América Latina, cuando a mi me preguntan ciudadanía, yo digo latinoamericano. Soy de los convencidos de que este continente es indisociable. Nosotros no podemos dejar de pensarnos como unidad latinoamericana, y nuestro futuro depende de que nosotros y nosotras seamos capaces de pensarnos así. Y esto hay que construirlo y muy particularmente hay que construirlo desde Argentina. Y la otra, para mí la democracia tiene sentido en cuanto significa restitución y vigencia de derechos, sino es una farsa. Incluso puede llegar a ser una farsa participativa si no sirve efectivamente para mejorar la calidad de vida. Yo rescato mucho la cosmovisión andina del Buen Vivir o el Vivir Bien. Como dicen los colombianos ahora, a Vivir la Buena Vida, que no es vivir de joda, es la buena vida, es calidad de vida, felicidad, sentirse feliz con lo que hacemos. La democracia tiene que estar ligada a eso. Si no está ligado a eso es como una lucha sin sentido, como una carga permanente, y no puede ser una carga. Nosotros necesitamos construirnos con alegría, con satisfacción de lo que hacemos. Lo que intento decir cuando escribo es ese tipo de cosas. ¿Para qué comunicás? o ¿comunicar en qué sentido? Comunicar con sentido latinoamericano, comunicar con Buen Vivir. Porque si no, ¿la  democracia qué es? ¿Un voto? ¿Ir a votar? Es como demasiado poco. 

 El libro juega mucho con cuestiones más abstractas, más ensayísticas, pero también te encontrás con un un cuadro concreto de estrategias de comunicación en el medio. Esto también deja ver que se ponen en juego cuestiones materiales al hacer comunicacional, como por ejemplo que tus amigos te pidan que des un plenario gratis o que te pidan consejos de cómo gestionar un proyecto. 

¿Eso sabes por qué? Porque eso surge de nuestra propia práctica. Vos mirás y analizás lo que escribe Clarisa (Veiga), por ejemplo: lo que está haciendo es poniendo sobre la mesa su propia experiencia con Abuelas de Plaza de Mayo. En la que tuvo que traducir una cantidad de cuestiones que tienen que ver con salir de una idea, para traducirla en una propuesta que haga sentido en una sociedad donde muchas veces domina otra. Entonces, muchas veces eso significa producto, metodología, proceso. El texto de Manuel Barrrientos tiene un montón de cosas que son también estratégicas. Porque también eso lo tenemos que discutir, porque sino terminamos todos y todas haciendo Marketing Comunicacional. Yo ni siquiera estoy en contra del marketing, pero hay formas del marketing que no me cierran. Pero necesitamos construir metodologías.

 Decías en un momento ¨popularizar la comunicación corporativa”.

Si, va por ese lado. Encontrar que la comunicación popular tenga también un costado que responda a la sociedad de mercado en la que vivimos. Hay que poder responder a eso y hay que poder hacerlo desde nuestro lugar. No simplemente para acoplarnos o sumarnos, sino que para responder desde otro lugar. Fácil no es. Pero bueno hay que hacerlo. 

 ¿Pudiste trabajar un poco el sentido o desarmar un poco las ideas con respecto al intento de magnicidio de Cristina?

Los intercambios con los y las compañeras, con los y las colegas, son desazón, incertidumbre y angustia. Tiene que ver con la dificultad de construir escenarios de futuro. Me parece que lo más tensionante es eso. Pero, además, la dificultad de construirnos como sociedad en la diferencia. Si uno no piensa que las sociedades se construyen a partir de la diferencia, es muy difícil imaginar el futuro. Porque sería de alguna manera muy totalitario, todos y todas tienen que pensar igual. Y, además, porque el enriquecimiento en la sociedad se da en el principio de alteridad, el otro y la otra me enriquece desde su diferencia. Sería muy aburrido si todos seríamos iguales.

 ¿Seríamos algo si todos fuésemos iguales?

Por eso. Entonces no admitir la diferencia y además cargarle a eso violencia física, es de alguna manera un sentido de destrucción de lo social. Pero más allá del hecho particular,que es gravísimo y detestable, lo que hay es el contexto que genera eso. Y más allá de que algunos y algunas colegas están tratando de decir “ay nos están poniendo a nosotros como culpables”, es verdad que el sistema de medios cargó de sentidos a través de determinadas personas que habilitaron ese acto violento. No quiero decir que le hayan puesto la pistola en la mano ni mucho menos, pero sí creo que esa persona se sintió habilitada por un contexto, y eso es grave. Y por otra parte, creo que están faltando decisiones políticas para ponerle límite a eso. Porque esos discursos de odio están violando los derechos de todos nosotros.

 Vos hablabas de la comunicación y la democracia como restitución y vigencia de derechos, y en todo esto ¿qué es esta comunicación?

Yo diría también que la comunicación es un espacio de disputa simbólica por el poder. Es un espacio de lucha simbólica y está claro que quienes actúan como lo están haciendo, falseando, mintiendo, agrediendo, están dando una disputa simbólica y nosotros no nos podemos quedar callados y calladas. Pero para eso necesitamos también construir metodología, para eso también necesitamos valernos de herramientas. Y la otra es ¿cómo convertimos esto, que es una tragedia, en un hecho positivo que construya? Yo soy de los que piensa que esto necesita movilización social. Que no hay otra forma. Si no hay respuestas institucionales tiene que haber movilización social. Tiene que haber calle. 

 La construcción social es un alivio a la angustia

Si pero depende, yo soy muy prospectivista en esto.

 ¿En qué sentido?

Es una mirada que te permite construir sobre la base de escenarios futuros. Nosotros no podemos construir escenarios futuros que nos sirvan como horizonte. Y digo escenarios en plural, porque no es un escenario, pueden ser muchos. Pero necesito construirlos, si no tengo eso no camino. Y para poder construirlo necesito organización. No es lo mismo pero es esa idea que le atribuyen a Galeano, pero no es de Galeano, es de Fernando Birri, que habla sobre la utopía y dice: “¿Para qué sirve la utopía? Y bueno, para seguir caminando”. La idea de los prospectivistas es así: construir escenarios de futuro pero para poder actuar en el presente. 

 ¿Por qué el nombre Huvaiti? ¿Por qué “camino hacia el encuentro”?

Porque de alguna manera nos representa así, nos representa la idea de camino, la idea del encuentro. Es eso. No hay nada terminado, estamos caminando. Y el encuentro es eso, es comunicación, es diálogo, es construcción colectiva, es todo eso.