¿Es posible correr a China de la economía argentina?

¿Es posible correr a China de la economía argentina?

El apoyo de la Administración de Trump y el FMI al gobierno de Javier Milei busca que la inversión norteamericana desplace a la presencia del Gigante Asiático en áreas estratégicas del país. ¿Cuán realista es esa meta?

El pasado 24 de septiembre, Scott Bessent, el Secretario del Tesoro de Estados Unidos dijo a través de la red social X : “Estados Unidos está en negociaciones con Argentina para establecer una línea de swap de USD 20.000 millones con el Banco Central argentino”. Luego, el dos de octubre, en una entrevista para la cadena de televisión estadounidense CNBC, Bessent dijo que su país tiene un “interés estratégico” en la región. Días más tarde -y tras haber confirmado el swap- en una entrevista para Fox News, Bessent aseguró que Javier Milei “tiene el compromiso de sacar a China de la Argentina”. Como la idea generó controversias, el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, tuvo que salir a calmar las aguas. El 10 de octubre, en una entrevista con Radio Rivadavia, expresó: “No creo que una parte del acuerdo sea excluir a China de la Argentina”.

A su vez, el e director para el Hemisferio Occidental del FMI Claudio Loser, dijo que: “Lo de China es lo más importante para Trump. Lo que le está diciendo a la Argentina es: no dependan más de China, dependan de nosotros”. Para él, la intervención norteamericana en la economía argentina “busca alentar el acceso de empresas de su país en la explotación de minerales, tierras raras y energía”.

«Hay una agudización de las contradicciones entre la posición ´sacar a China´ y los intereses de los sectores económicos concentrados de la Argentina, en gran medida alineados con el gobierno de Milei pero dependientes también del vínculo comercial con el Gigante Asiático», Schultz.

“Si bien desarmar el swap de monedas con China es bastante complejo, esto está puesto sobre la mesa. Lo dijo el propio Bessent en abril cuando el fondo rescató a la Argentina”, señala Leandro Morgenfeld, historiador, analista internacional especializado en Estados Unidos e investigador del CONICET. Dicho sea de paso, resulta llamativo que el monto del swap anunciado es muy similar al que ya tiene la Argentina con el gigante asiático.

Cada nuevo anuncio desde el norte es una pieza más que se suma al rompecabezas que busca un salvataje a la Argentina debido a la necesidad del gobierno de Javier Milei de llegar a las elecciones del 26 de octubre con paz cambiaria y social.

“No quieren que avancen inversiones clave de China en el sector de infraestructura. Por eso boicotearon el financiamiento a la cuarta central nuclear que había acordado Argentina con financiamiento chino”, agrega Morgenfeld.

En 2022 se había firmado el contrato con China para construir la cuarta central nuclear del país, Atucha III. Sin embargo, durante la gestión de Milei se encargaron de obstruir ese acuerdo y hoy se encuentra paralizada la construcción tanto de esa central como del CAREM (Central Argentina de Elementos Modulares) y del RA-10. En todos los casos se trata de proyectos generadores de divisas, por lo cual queda expuesto que la decisión del gobierno deja de lado el desarrollo nacional en pos de priorizar el alineamiento con los Estados Unidos.

Quieren que se privatice Nucleoeléctrica (NASA) para que las tres centrales superavitarias que tiene la Argentina pasen a manos privadas con participación norteamericana, que se bloqueen las inversiones en minerales estratégicos como el litio -donde las inversiones chinas son muy importantes-, que se desarme la base espacial China en Neuquén, avanzar con una base militar conjunta en el estratégico Canal de Beagle frente a la Antártida -muy cerca de nuestras Malvinas-, y con ejercicios militares conjuntos como el que aprobó por decreto hace menos de 20 días el propio Milei”, sostiene Morgenfeld.

Comandados Sur

El 29 de abril de este año, Milei recibió al jefe del Comando Sur de Estados Unidos, Alvin Holsey, quien luego visitó la Base Naval Integrada de Ushuaia. Ese mismo territorio había sido, en abril de 2024, el escenario del encuentro entre la entonces jefa del Comando Sur, Laura Richardson, y el presidente argentino, quien en aquella ocasión afirmó que “la mejor forma de defender la soberanía argentina es la alianza con Estados Unidos”.

Sin embargo, pese a la cantidad de declaraciones provocadoras y la búsqueda por ralentizar la cooperación entre China y Argentina, la idea del gobierno “es una meta prácticamente imposible de cumplir», sostiene Sebastian Schulz, sinólogo y especialista en estudios chinos. “China –agrega- es hoy la primera potencia económica mundial medida en términos de paridad de poder adquisitivo, el primer exportador y segundo importador global, además de ser el segundo socio comercial de la Argentina y uno de los principales inversores internacionales”.

Esta imposición de parte del gobierno de Estados Unidos lleva a una agudización de las contradicciones entre la posición “sacar a China» y los intereses de los sectores económicos concentrados, en gran medida alineados con el gobierno de Milei pero dependientes también del vínculo comercial con China.

Como explica Schulz, “la canasta exportadora argentina compite directamente con la estadounidense, ya que ambos países venden productos similares (principalmente soja) al mercado chino. En ese sentido, Washington busca que la Argentina reduzca sus exportaciones a China para acaparar ese mercado, lo que perjudicaría directamente a la economía nacional”.

Por su parte, el sinólogo Ruben Guzzetti recoge un ejemplo de cooperación reciente con un país vecino: “Cuando terminó la decimoquinta Cumbre del BRICS en Río de Janeiro -en julio de este año-, los gobiernos de China y Brasil anunciaron la elaboración de un plan de factibilidad para desarrollar el Ferrocarril de Ilhéus, un puerto que está al sur de de Salvador de Bahía, que va a cruzar todo Brasil y llegará hasta el puerto Chancay en Perú”. Esto puso los pelos de punta a Estados Unidos, “pero a su vez es imprescindible para los productores agropecuarios brasileños porque de esta forma van a poder sacar todo lo que se está exportando -que es mucho-  desde Brasil hacia China con un costo de flete y de logística muchísimo menor”, sostiene el especialista.

 

¿America first y Argentina last?

Desde Estados Unidos también les piden explicaciones a sus funcionarios: ¿por qué le compran pesos a la Argentina? Algunos periodistas señalan una tensión entre la política “America first” (como publicita Trump su supuesta prioridad por los asuntos internos) y el apoyo externo que está brindando a Argentina, preguntándose si es apropiado usar fondos o instrumentos financieros estadounidenses para prevenir colapsos en otros países cuando hay necesidades internas fuertes. Durante una entrevista con CNBC, Bessent dijo: «Cuando la gente me dice: ‘¿Cómo, no era América primero?’ Yo les respondo que sí y les pregunto: ¿quieren seguir disparando cañoneras como en Venezuela? No queremos un Estado fallido. No se está transfiriendo dinero. El Fondo de Estabilización de Cambios (FSE, por sus siglas en inglés) nunca ha perdido dinero. No va a perder dinero esta vez tampoco”.

Desde la Embajada de China en Argentina salieron al cruce de las afirmaciones del secretario del Tesoro estadounidense. En un comunicado difundido el 11 de octubre, calificaron los dichos de Bessent como “provocadores” y propios de una “mentalidad de Guerra Fría”. El texto advirtió que Estados Unidos “no puede perturbar la cooperación entre China y América Latina”, y subrayó que la relación con la Argentina “se basa en el respeto mutuo, la igualdad y el beneficio compartido”. Además, la representación diplomática sostuvo que América Latina “no es el patio trasero de nadie”.

En línea con esto, Schulz señala: “China entiende que el gobierno de Milei representa una coyuntura dentro de un proceso estructural de grandes transformaciones globales, en el marco del cual Beijing decidió llevar adelante una política de cooperación con Argentina, por lo que busca discutir y rechazar las pretensiones hegemonistas y unilateralistas de los Estados Unidos, manteniendo al mismo tiempo una relación cordial y diplomática con el actual gobierno, siempre que éste no se entrometa en las ‘líneas rojas’ consideradas por Beijing, especialmente en lo que respecta al principio de Una sola China”.

Alerta en la oposición

Desde Unión por la Patria, diputados como Máximo Kirchner e Itai Hagman presentaron proyectos que buscan obligar al Poder Ejecutivo a someter a aprobación del Congreso cualquier acuerdo financiero o swap con potencias extranjeras. Advirtieron que el acercamiento a Estados Unidos podría implicar una pérdida de soberanía económica y exigieron mayor transparencia en las negociaciones.

En la misma línea, el Frente de Izquierda-Unidad denunció una “entrega total” de la soberanía nacional y acusó al Gobierno de Milei de subordinar la política exterior a los intereses geopolíticos de Washington. Myriam Bregman y Nicolás del Caño presentaron un pedido de informes sobre el supuesto acuerdo de 20.000 millones de dólares y reclamaron el fin de los vínculos militares con el Comando Sur, al que consideran una forma de injerencia directa en los asuntos internos del país.

Pese a que el financiamiento de 20.000 millones de dólares ya se anunció y la oposición no puede anularlo, sí intenta frenar su ratificación parlamentaria, transparentar sus condiciones y convertirlo en un costo político para el gobierno. Además, de esta manera se instala el debate público sobre la subordinación a Washington y el desplazamiento de China, lo que erosiona la legitimidad del acuerdo tanto interna como externamente.

 

Barril sin fondo

Días atrás, luego de la reunión entre Trump y Milei en la Casa Blanca, Bessent dijo que se está trabajando en una nueva línea de swap de divisas por 20 mil millones de dólares más para Argentina, lo que elevaría el total del endeudamiento a 40 mil millones de dólares. Un apoyo tan fuerte sin duda resultará aún más caro.

“Hay que tener en cuenta que el verdadero poder que existe hoy en Occidente es el financiero, ese conglomerado de fondos de inversión, calificadoras de riesgos, grandes bancos transnacionales, farmacéuticas, etc”, sostiene Guzzeti. Es decir, son esos grupos quienes financian el préstamo, los presidentes son simples ejecutores.

La disputa entre Washington y Beijing encuentra en la Argentina un nuevo capítulo de la competencia por la influencia global. Mientras el gobierno de Milei apuesta a consolidar su alianza con la administración de Trump, los costos políticos, económicos y estratégicos de ese alineamiento empiezan a hacerse visibles: proyectos frenados, tensiones diplomáticas, una creciente dependencia financiera y una situación económica y social paupérrima para la mayoría de las y los argentinos. Entre las presiones de Estados Unidos y la persistente gravitación china en sectores clave de la economía, el país se mueve en un tablero donde la soberanía se negocia dólar a dólar. En ese contexto, lo que está en juego no es sólo la orientación de la política exterior, sino el modelo de desarrollo que la Argentina puede asumir.

Del «hecho en China» al «creado en China»

Del «hecho en China» al «creado en China»

El exembajador argentino en Beijin analiza el ascenso del gigante asiático desde una perspectiva geopolítica, filosófica e histórica. El rol de la planificación, el lugar social de los abuelos, la educación como motor del ascenso social y las diferencias con la política internacional estadounidense.

Aunque los productos chinos, japoneses o coreanos forman parte de nuestra vida cotidiana, en Argentina persiste una mirada exótica y lejana sobre Asia. Sin embargo, entender el rol de China en el escenario global es clave para no quedar al margen de las transformaciones que redefinen el orden mundial. En diálogo con ANCCOM, el exembajador en Beijing, Sabino Vaca Narvaja, analiza el ascenso del gigante asiático desde una perspectiva geopolítica, filosófica e histórica. Politólogo de formación y militante de tradición, Vaca Narvaja creció en el exilio cubano como parte de la llamada «guardería montonera», un enclave secreto donde se criaron los hijos de dirigentes revolucionarios como su padre, Fernando Vaca Narvaja.

Ante la confesión de la cronista, que admite no ser experta en China, responde sin condescendencia: “He conocido funcionarios que llegaron a altos mandos sin tener idea de China”. Él, en cambio, estudió ese país, lo vivió durante uno de sus momentos más críticos -la pandemia de covid-19- y adoptó muchas de sus costumbres. Promueve el intercambio de saberes con la misma naturalidad con la que regala libros a quienes, como él, se acercan con ganas de entender.

¿Por qué China tiene un rol histórico tan relevante en el escenario mundial?

China fue, durante siglos —del I al XVI— el centro económico global, con un peso que oscilaba entre el 30 y el 45% de la economía mundial. Esa perspectiva histórica explica por qué, para los chinos, su país no está «emergiendo», sino reemergiendo. Ven este crecimiento como un retorno a su lugar natural en la historia. Esa hegemonía se interrumpe con las invasiones extranjeras entre los siglos XIX y XX, conocidas en China como el “Siglo de la Humillación”, que reducen su participación económica global al 5%. La reconstrucción empieza con la fundación de la República Popular China en 1949. A esto se suma una larga tradición filosófica y estratégica —Confucio, Lao Tse, Sun Tzu— que pone el foco en la armonía interna y la defensa, no en la expansión. Pensemos en la Gran Muralla, el símbolo más fuerte de China, es una muralla: un esquema defensivo. Y el elemento central es la cohesión interna. O sea, la preocupación número uno de China era el orden civil de su población y de su territorio, que era muy grande, muy diverso.

A diferencia de otras potencias de Occidente, pareciera que China no tiene tendencias colonialistas, al menos de las maneras que conocemos. ¿Qué explica esa diferencia estructural?

Hay una tendencia a suponer que el crecimiento de China implicará una lógica imperialista similar a la que conocimos con las potencias occidentales. Pero tanto sus políticas como sus discursos demuestran otra cosa: multilateralismo, paz, desarrollo compartido. Yo creo que esto es algo que se explica primero por la geografía: tienen un territorio inmenso, diverso y difícil de cohesionar. Por eso, históricamente, su prioridad fue mantener ese orden interno, antes que la expansión. Por otro lado, considero que hay un componente filosófico que también tiene mucho peso. Tanto el confucianismo como el taoísmo rechazan la imposición y valoran la armonía con la naturaleza y entre las personas. Incluso sus grandes exploraciones, como las de Zheng He durante la dinastía Ming, no buscaban conquistar sino intercambiar conocimientos, medicina y alimentos. Fue un enfoque de encuentro civilizatorio, no de dominación.

¿Qué rasgos definen hoy a la sociedad china?

Es una sociedad con una fuerte conciencia colectiva. Las metas se encaran con disciplina, sacrificio y sentido de comunidad. También hay una estructura muy jerárquica y un profundo respeto por la autoridad, rasgos que conectan naturalmente con la organización del Partido Comunista Chino. Esto se complementa con una visión humanista y universalista, tanto en lo filosófico como en lo político. Las iniciativas que promueve China en Naciones Unidas —de seguridad, desarrollo y civilización global— apuntan a un mundo multipolar, basado en la cooperación, la transferencia de tecnología y el beneficio mutuo.

Occidente suele interpretar el liderazgo chino como autoritarismo. Sin embargo, su forma de ejercer poder internacional parece ser muy distinta a la estadounidense. ¿Cómo lo viviste en tu experiencia como embajador?

Hay una diferencia filosófica profunda. Mientras Estados Unidos históricamente impone su modelo con sanciones o intervención militar, China apuesta por la no injerencia y el respeto a la soberanía. En sus vínculos internacionales, prioriza la cooperación antes que la confrontación. Durante mis años como embajador, noté que la adhesión al Partido Comunista Chino no es tanto ideológica, sino práctica: los resultados están a la vista. Desde 1949, China sacó a 800 millones de personas de la pobreza. Hoy no hay pobreza estructural. Lidera sectores tecnológicos, cuenta con 75.000 km de trenes de alta velocidad y un desarrollo urbano impresionante. Esa mejora constante genera confianza en el Estado. En una primera etapa de su modelo de desarrollo, China atrajo inversiones con mano de obra barata y exenciones impositivas. Pero exigió un requisito clave: transferencia de tecnología. Las empresas extranjeras tenían que asociarse con empresas chinas. Así, en apenas unas décadas, China pasó de ser la fábrica del mundo a liderar sectores como la industria automotriz y las nuevas tecnologías.

Mencionaste el «sacrificio» como parte del progreso. Y aunque se pueda coincidir, creo que desde acá, a los ojos de los argentinos, muchas veces, ese sacrificio y disciplina chinos se perciben como algo extremo, ¿no?

El sacrificio tiene un contexto: China tiene más de 1.400 millones de habitantes. La competencia es feroz y el estudio es la principal vía de ascenso social. Por eso, las exigencias escolares son altísimas. Aprender mandarín, además, no es sencillo. Es un idioma complejo, con una escritura casi artística.

Lo llevo a un ejemplo quizás medio básico, pero que puede ilustrar las diferencias culturales: cuando corre la noticia de que en el almacén de barrio, los adultos envían a sus hijos menores de edad solos a China, muchos vecinos argentinos suelen acusarlos de fríos, desapegados ¿cómo lo ves?

Muchas familias que emigraron por necesidad envían a sus hijos de regreso a China para que mantengan un vínculo cultural y educativo que para ellos es muy importante. Lo ven como algo positivo para la crianza de sus hijos, porque confían en la educación que recibirán y en que va a ser mejor para su desarrollo humano. Además, se da algo interesante: esas familias que se sacrificaron trabajando en supermercados o fábricas, lograron una mejora económica real. Hoy, muchos de sus hijos ya no quieren continuar esos negocios: quieren estudiar, avanzar, cambiar su destino. Por eso viajan a China. Es una prueba de movilidad social efectiva. Y con respecto a la crianza, aparece una figura central en la cultura china: los abuelos. En general, los núcleos familiares viven juntos o muy cerca, y son los abuelos quienes crían a los nietos mientras los padres trabajan. Son quienes los reciben en China cuando estos niños viajan. Para ellos, los adultos mayores son una institución clave, transmisores de valores, cultura y tradiciones.

China hizo una inversión gigantesca en educación, ciencia y tecnología. Primero envió a sus jóvenes a formarse al exterior y luego los repatrió para volcar ese conocimiento en el país. Al mismo tiempo, fortaleció su sistema universitario, hoy completamente alineado con los intereses estratégicos nacionales. En China se gradúan 1.500.000 ingenieros por año. En Estados Unidos, apenas 200.000.

Sabino Vaca Narvaja

¿Cómo creés que se explica el nivel de desarrollo alcanzado por China?

Lo que muchas veces no se ve detrás de un logro tal como superar tecnológicamente a Estados Unidos, es la planificación de largo plazo. China hizo una inversión gigantesca en educación, ciencia y tecnología. Primero envió a sus jóvenes a formarse al exterior y luego los repatrió para volcar ese conocimiento en el país. Al mismo tiempo, fortaleció su sistema universitario, hoy completamente alineado con los intereses estratégicos nacionales. Para darte una idea: en China se gradúan 1.500.000 ingenieros por año. En Estados Unidos, apenas 200.000. Hay una entrevista muy clara del CEO de Apple, Tim Cook, donde explica por qué siguen fabricando en China. Él dice: “No es por la mano de obra barata. Es por la especialización. En EE.UU. no lleno una sala con ingenieros en herramientas de precisión. En China, lleno diez estadios”. China ya no es solo “la fábrica del mundo”. En los 80 lanzaron el “Programa Antorcha”, luego “Made in China 2025” —con el lema del hecho en China al creado en China— y ahora están con “Innovación 2030”, que prioriza inteligencia artificial, computación cuántica, tecnología satelital. La diferencia es que lo hacen con una planificación estatal muy fuerte. Arman ecosistemas donde un grupo de jóvenes puede desarrollar una inteligencia artificial capaz de competir globalmente. Y esa es su ventaja: pensar el desarrollo con soberanía.

¿Y cómo se inscribe en eso la llamada “guerra comercial” con Estados Unidos?

La guerra comercial tiene dos fases. En la primera, Trump intentó frenar el avance tecnológico de China. Fracasó. Ahora, en esta segunda etapa, lo que Estados Unidos quiere frenar es el surgimiento de un sistema monetario alternativo. China avanza en la internacionalización del yuan, desarrolla el yuan digital, y se organiza con los BRICS para comerciar en monedas propias. Lo que Estados Unidos tiene hoy es una enorme deuda, y mantiene su poder global gracias a la capacidad de emitir dólares sin respaldo productivo. Eso genera una burbuja financiera cuyos costos paga el resto del mundo. La guerra en Ucrania también puso esto en evidencia. Volvimos a la teoría de centro-periferia del argentino Prebisch. Porque parecía que los países desarrollados dependían de emergentes como Ucrania, o incluso como nosotros, para garantizar alimentos y energía baratos. Y ahí tenemos que hacer una reflexión profunda: Argentina no solo tiene lo que necesita el mundo… tiene lo que necesitamos los argentinos. La pregunta es cómo agregarle valor sin repetir relaciones de dependencia.

¿Y cómo ves actualmente la política exterior argentina?

El mayor talón de Aquiles de Milei es, precisamente, su política exterior. Es vergonzosa. Argentina venía construyendo, con distintos gobiernos, una diplomacia coherente en derechos humanos, ambiente, género, integridad territorial. Eso era un activo respetado en el mundo. Como país austral, teníamos una posición neutral, heredera de la tercera posición y del Movimiento de Países No Alineados. Este gobierno rompió con todo eso: se subordinó políticamente a otro Estado de una manera que nunca habíamos visto. Incluso en el tema Malvinas, al poner el foco en “los derechos de los habitantes” y no en la integridad territorial, se debilita la posición histórica argentina ante Naciones Unidas. China, por ejemplo, no reconoce la anexión de Crimea, aunque tenga buena relación con Rusia. Porque sostiene un principio: la integridad territorial. Y eso es lo que sorprende. Que Argentina, históricamente coherente, hoy se corra de esa línea. Cuando Trump impuso un arancel del 25% al acero y aluminio —que Argentina exporta bastante—, Milei no reclamó. Cuando se amplió al 10% para todos los productos, respondió que iba a “adecuar la normativa argentina”. Y además quiere dolarizar. Más pérdida de soberanía, imposible. Solo falta que pida la ciudadanía norteamericana.

¿Y cómo queda China en esta reconfiguración?

La relación con China también se ve afectada. Si vos liberalizás tu economía frente a un gigante industrial como China, sin proteger tu industria, vas al desastre. Pero no es que China imponga eso. Tiene acuerdos de asociación estratégica con Argentina y Brasil que respetan nuestras necesidades. No exige un tratado de libre comercio. Con Chile, por ejemplo, sí lo tiene. China no te impone un modelo: te pregunta qué necesitás y construye desde ahí. Eso es soberanía: tener estrategia propia, decidir en qué sectores vas a invertir, cómo proteger tu industria, qué querés desarrollar. Sin eso, la soberanía se evapora. Y lo que queda es pura dependencia. Hoy vemos una entrega. Política, económica y también cultural. Viene Milei, lo visita la general Laura Richardson, viaja once veces a Estados Unidos… Y mientras tanto, el aparato productivo argentino se desarma. Es un industricidio. Y lo más paradójico: dice ser liberal, pero admira a Trump, que hace proteccionismo. Es incoherente incluso con su propia ideología.

¿Cómo explicás el surgimiento de figuras como Milei en la política argentina? ¿Qué responsabilidades le caben al sistema político?

Es el resultado de un deterioro profundo en nuestra cultura política. Los partidos dejaron de discutir ideas, proyectos, planes de gobierno. Se volvieron estructuras meramente electorales, enfocadas en ganar elecciones más que en gobernar con rumbo.
 Además, hay una Cancillería pensada para un mundo que ya no existe: tenemos 30 embajadas en Europa y apenas 15 en Asia, cuando nuestra complementariedad económica está claramente con países como China, India y Brasil. La salida de los BRICS lo ilustra: desaprovechamos un espacio estratégico junto a nuestros principales socios comerciales. Y considero que ahí también hubo una incapacidad por parte de la cancillería de explicar por qué era importante ser parte de los BRICS, en qué nos beneficiaba. No se explicó lo suficiente. Todo esto erosiona nuestras instituciones. La gente percibe una política alejada de sus problemas reales, y es ahí donde aparecen liderazgos rupturistas como el de Milei. Mientras tanto, en países como China, el Estado es valorado porque mejora la calidad de vida de la gente. Acá, si no logramos lo mismo, vamos camino a una degradación institucional más profunda.

¿Qué tan mal parados nos deja un presidente que con frecuencia le falta el respeto a otros miembros de la comunidad internacional? ¿Hay vuelta atrás después de esto?

Nos deja muy mal parados, sí. Pero esto no es un fenómeno exclusivamente argentino: en todo el mundo hay liderazgos preocupantes, desde Trump hasta los partidos de ultraderecha en Alemania. Es verdad que en nuestro caso parece que seríamos los campeones de la distopía. Pero a mí me gusta verlo como una oportunidad. Porque todo lo que esto expone es una falla más profunda: la crisis de representación. Si la democracia se limita a votar cada tantos años y no hay una ciudadanía involucrada, el sistema se vacía. Lo que necesitamos es más democracia, pero de mejor calidad: con participación real, con control ciudadano, con tecnología al servicio del bien común. Hoy, en muchos países, el poder económico ha capturado la política. Gente con fortunas personales superiores al presupuesto de Estados enteros decide políticas públicas. Eso desvirtúa la democracia, que debería expresar la voluntad de las mayorías, no de las corporaciones. Por eso, tenemos que generar instituciones que estén a la altura de los desafíos sociales. En la Argentina, un ejemplo positivo fue la defensa transversal de la universidad pública. Es un espacio en donde Milei no pudo avanzar, y eso se debe a que hay gente que siente que la universidad pública le cambió la vida. Eso muestra que todavía hay activos sociales valiosos. Lo urgente es que el Estado recupere ese espíritu colectivo y lo traduzca en bienestar concreto.

 

La ardua, promisoria y jaqueada relación entre Argentina y China

La ardua, promisoria y jaqueada relación entre Argentina y China

Néstor Restivo y Gustavo Ng, directores periodísticos de Dangdai, que aborda desde hace quince años las relaciones e intercambios entre los dos países, analizan el recorrido de los vínculos culturales y comerciales y evalúan que, inducida por Estados Unidos, “la política del gobierno de Milei es pésima”.

 

La revista Dangdai se define a sí misma como la primera de intercambio cultural argentina-china. El proyecto no recibe financiamiento de ninguno de los dos estados y presenta una cara moderna y prolija, orientada a un público culto y empresarial. La realidad, sin embargo, no aparece deslavada: la guerra comercial con Estados Unidos, la visita de Scott Bessent y sus críticas al swap son tratadas desde una perspectiva que nos acerca a la mirada del gigante asiático. 

En diálogos paralelos con ANCCOM sus dos directores periodísticos, Gustavo Ng y Néstor Restivo, hablan de esa mirada: “El swap está vigente y se ha ido renovando desde la época de Kirchner —explica Restivo—. Un swap es un acuerdo entre dos bancos centrales que se intercambian una partida de dinero que, en tanto tu país no lo use, no genera ningún costo. Cuando vos convertís esos yuanes en dólares y los usás, ahí se convierte en un crédito, y lo tenés que pagar. Argentina, en la época de Massa, convirtió 5 mil de esos 18 mil millones de dólares. Los usó para no frenar las importaciones de China y para pagar una o dos cuotas del FMI. O sea que esos 5 mil millones de dólares Argentina sí o sí los tiene que devolver y pagar intereses. Cuando gana Milei, eso estaba pendiente y, a pesar de las barbaridades que dijo Milei sobre China, ellos, como tienen una estrategia de más largo plazo, se lo renovaron unos años más. Argentina tiene, por lo tanto, un periodo de gracia en el que no le está pagando lo que debe a China. Y esto está en las reservas monetarias y sirve para cuantificar un mayor respaldo de divisas.”

 “Ellos se están defendiendo en una guerra comercial planteada por EEUU —dice Gustavo Ng—. La guerra que más está peleando China es la financiera, y ahí va ganando ubicaciones. Entonces tener países endeudados con su moneda es una forma de tener presencia en el esquema financiero argentino. Y eso obviamente les da armas cuando tienen que negociar; porque si mañana tienen que acordar, por ejemplo, la instalación de más empresas mineras, dicen ‘mirá, tal cláusula va atada al swap’”.

 Llegado este punto, los dos directores pasan el foco a la Argentina: un país donde se construyeron cuatro centrales nucleares y se proyectaba una quinta con tecnología mixta. Un país, relata Restivo, que venía de cuatro gobiernos que mantuvieron lazos activos con China (“inclusive con Macri”, puntualiza); con el presidente Milei, sin embargo, la cuestión es distinta. “La política del gobierno de Milei es pésima —declara—. Primero por el estilo de él, tan berreta y tan insultante. Es una opinión muy personal, pero es lo peor que nos ha pasado: un tipo que no está preparado para nada, un grupo de gobierno que si tiene experiencia es para el mal; es una cosa insólita lo que pasó en Argentina. Entonces su visión con China es pésima, y la relación se mantiene por la escala subnacional: provincia a provincia, municipio a municipio. Pero a nivel nación-nación, si no fuera por el swap que lo tiene medio agarradito, no hay nada. Se frenó lo de las represas, lo de los trenes, la energía nuclear; la relación está muy fría. Pero se mantiene porque China no quiere romper relaciones con un país que cree que le podría servir.”

 Una síntesis más brusca es la que plantea Gustavo Ng: “La relación que tiene el gobierno de Milei con China la deja en manos de Estados Unidos. Te diría que la relación entre Argentina y China es manejada por Marcos Rubio. Con el swap este gobierno tiene que hacer cabriolas: primero dijo que eran comunistas y después que estaba todo bien, qué se yo. Por eso te digo que es irresponsable, impune; realmente lo deja todo en manos de Estados Unidos”.

 

Las primeras líneas

 Este presente encuentra a una revista Dangdai con quince años de historia y 45 ediciones en la espalda. Su fundación, sin embargo, fue una iniciativa pequeña que empezó a gestarse en 2010 por tres periodistas que, decepcionados por la nueva línea adoptada por el Grupo Clarín, se juntaron para formar este nuevo proyecto: Camilo Sánchez, periodista aficionado a la cultura china, Néstor Restivo, orientado a la economía y la geopolítica, y Gustavo Ng, descendiente de chinos que no había conectado con su herencia, olfatearon en su tiempo señales de un nuevo escenario internacional. Así lo cuenta Restivo: “El año que para mí es una diferencia muy importante es el 2004, el año que viajan el presidente Néstor Kirchner a China y Hu Jintao a la Argentina. Esos dos viajes presidenciales hicieron un salto tremendo en la cantidad y calidad del vínculo bilateral. O sea que para cuando lanzamos la revista ya hacía unos años que la relación con China por distintas razones (comerciales, culturales…) estaba en un momento de auge”.

 “A nosotros nos parecía que la relación ya venía madurando y que iba a crecer —dice Ng—, y que a su vez China iba a crecer como país. Entonces dijimos: ahí hay un área que va a demandar comunicación. Nació como un proyecto de medios complementarios: la revista impresa cada tres meses, un website de noticias diario, una newsletter semanal y un programa de radio”.

 “El 2010 nos presentamos en un concurso de revistas culturales del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires —sigue Restivo— y lo ganamos. Y el premio era un subsidio de dinero con el que lanzamos la revista el 2011. Ese dinero sirvió por un año y después continuó por otros canales: primero por publicidad y luego por una asociación con la Universidad de Congreso”.

 “La revista desde el 2017 pertenece a la Universidad de Congreso  —retoma Ng—, pero no nos marcan una línea ideológica. Sí tratan de que la revista sea más neutra, que no se meta con política. Ahí negociamos un poco, pero bueno, no nos la pasamos puteando a Milei y eso”.

 Al momento de comenzar el proyecto, ninguno de sus tres integrantes conocía el país sobre el que escribirían. El año 2023, Gustavo Ng recibió en Beijing el Special book award por su libro 10.134 kilómetros a través de China. La revista ha establecido relaciones con varios medios y universidades del país asiático, siempre intentando, pese a todo, mantener una línea editorial: “Tanto Néstor como yo somos peronistas —afirma Ng—. Estamos completamente en contra de una primarización de la economía y de una relación asimétrica con China. Creemos que está bueno tener una relación con China pero tenemos que trabajar para que sea más simétrica”.

 

Los caminos hacia China

 Dangdai apuntaría, entonces, a promover un intercambio simétrico con China. El N°45 aborda ese intercambio con un fuerte enfoque cultural: artistas visuales, coloquios universitarios, un cruce entre Borges y Cao Xueqin. Con todo, de su propio slogan surge una pregunta, casi un desafío: ¿Puede haber un intercambio simétrico entre dos naciones tan distintas? ¿Qué puntos en común puede haber entre las culturas china y argentina?

 “¿En común? Muy poco —sentencia Ng—. La relación es económica. Nosotros pensamos que lo cultural rápidamente iba a derivar en otras áreas de la vida social, pero no derivó: se  quedó en lo comercial, creció en lo económico un poco (pero no muchísimo), entonces lo que quedó de lo cultural fue el conocer a la persona con la que tratás para hacer mejores negocios”.

 “Es muy terminante Gustavo —se ríe Restivo—. Lo que buscamos en la revista son justamente las intersecciones: a China por ejemplo el tango le gusta, el cine argentino le gusta; acá la fiesta de año nuevo chino es de las más importantes que hay en Buenos Aires…”

 “La mayor muestra de que el intercambio es nulo es el éxito que tiene el año nuevo chino —dice Ng, algo más crítico—. ¿Cuál es la China que se muestra ahí? El dragón que va volando y los de artes marciales que hacen acrobacias. China tiene contradicciones cuando se trata de hacer intercambios con otros pueblos. Hay dos tendencias, una centrífuga y una centrípeta, que coinciden con fases históricas: unas de gran apertura, con momentos de gran intercambio, y otras de clausura total. En este momento, a partir de los años 80, China inaugura un momento de gran apertura. Ya son cuarenta años, y sin embargo recién empieza con América Latina. Nosotros quedamos lejos, y ellos nos aceptan, pragmáticamente, como patio trasero. Dicen: ‘¿Qué hay en Sudamérica? Hay unas riquezas fabulosas que nosotros necesitamos: la energía, los minerales, los productos agrícolas’. Y eso está muy lejos del intercambio cultural”.

 “China es un país que no es autosuficiente en muchas cosas —aporta Restivo—: necesitan soja, minerales, petróleo y alimentos. Es una población de casi 1.500 millones de habitantes que demanda muchas de estas cosas. Y estas cosas las tienen sobre todo países de América Latina y de África. Yo sé que China es un país que genera mucho temor y amenaza, pero de ninguna manera creo que genere un modelo imperialista como hicieron Estados Unidos o Gran Bretaña; es otra cabeza. No soy ingenuo, sé que ellos tienen un interés nacional y les interesan, por supuesto, los minerales de Chile, de Perú, de Argentina. Pero el modelo es ese: más que de hegemonía, de cooperación en cosas que a ellos les sirvan”.

 Apenas abrir la revista, un sonriente Iván de Pineda invita a hacernos clientes del banco ICBC. Ya en la página 44, la Universidad de Congreso presenta su Instituto Confucio de Mendoza. An Guanghui, Consejero Económico y Comercial de la Embajada China, destaca la carne bovina y el vino como los productos más representativos de Argentina. Todas señales veladas que caracterizan el vínculo entre ambos países.

“Argentina tiene un modelo de comercio de primarización —explica Ng—. Sobre esa matriz Perón intentó hacer una industrialización, pero esa industrialización es complementaria: no es un modelo agrícola-industrial, es un modelo agrícola con industria. Y cuando viene una crisis económica lo primero que naufraga es la industria. Entonces el país vuelve a su matriz, que es la de comprar productos industrializados y vender al principio trigo, maíz, carne; ahora soja, minerales, petróleo. Y con China el contacto es desde esa matriz. Y esa matriz beneficia a una parte muy chica de la sociedad: a los dueños de los campos; a los que producen minerales, petróleo y productos agrícolas. No se distribuye en todo el pueblo”.

 “América Latina no tiene una agenda simétrica —critica Restivo—. China sabe lo que quiere, viene por las cosas que quiere y cada país individualmente quizás sí tiene un modelo, pero como continente, como región, no tenemos una visión de conjunto que para mí haría falta. Por ejemplo: si Argentina, Bolivia y Chile tuviesen una estrategia igual con el litio, negociaríamos de otra manera con China”.

 Sobre este ejemplo en particular comenta Gustavo Ng: “Un modelo extractivista le va bárbaro a la oligarquía. China está ganando mucho con el litio. Le resulta indispensable para su producción de autos y movilidad eléctrica. Y en Salta hay mineras chinas que pagan unas regalías que son absurdamente bajas: del 3%. Bueno, ¿por qué no nos plantamos? Porque ese 3% tampoco se lo reparte la población de Salta. Ese 3% se lo reparte la gente que manda en Salta: los tipos que si hay una protesta mandan a la policía y cagan a palos a la gente. Entonces qué pasa: ese 3% que para la Argentina es una humillación, para esta clase es bárbaro porque es muchísima plata. Entonces ellos controlan todo y bueno, la reacción política está completamente muerta; todo eso favorece a China. Y si la relación se reduce a eso: ¿qué lugar tiene en ese esquema un intercambio?”

 Aquí marca un contrapunto Néstor Restivo: “La relación comercial podría ser muchísimo mejor. Para empezar, para Argentina, que es un país que siempre tuvo problemas con el dólar, es importante tener un superávit comercial. Y Argentina tiene déficit comercial con China. Lo tiene históricamente con China, con Estados Unidos, con Brasil y con Europa. Argentina siempre ha tenido superávit en la balanza total, pero con sus cuatro grandes clientes ha tenido déficit. Lo cual explica que no es un problema de China: es un problema de Argentina. En cambio Chile, Perú y Brasil tienen superávit con China, entre otras cosas por la minería. Bueno, Argentina debería hacer más con la minería, con el turismo, tratar de comercializar agroalimentos en forma más elaborada, y China dice ‘bueno, háganlo, pero ustedes tienen que diseñar su plan; si nos venden a nosotros lo que nos conviene, lo aprovechamos’. Entonces quizás un matiz de diferencia que tenemos con Gustavo es que él es más crítico de China en eso; yo lo que digo es que es más un error del lado argentino”.

 En una misma revista conviven, entonces, dos posturas distintas ante el vínculo: la primera, que marca Gustavo Ng, se posiciona a partir de la identificación de una “matriz de centro-periferia”; la segunda, que sostiene Néstor Restivo, confía una relación de mutuo beneficio con China, un imperio al que, “cómo confucianos que son, no les interesan la ruptura o la guerra”. ¿Dónde se encuentra la síntesis? Al abrir el último número, ya en la página 6, hay un artículo sobre el horóscopo de Gustavo Ng, que escribe:

 “La intuición será el fundamento de la inteligencia y la sabiduría durante todo el 2025. Estará antes del pensamiento. El modo de cultivar el mundo en el Año de la Serpiente es la armonización (…) El signo de la serpiente demuestra cómo crear y armonizar están irremisiblemente imbricados con la mentalidad primitiva de los chinos. Y sigue siendo así hoy”.

 La edición N°45 de la revista Dangdai se encuentra disponible en el sitio web https://dangdai.com.ar/ en formato Issuu.

“China: una civilización en sí misma”

“China: una civilización en sí misma”

Estados Unidos inició una disputa arancelaria principalmente contra China. En lugar del silencio habitual, esta vez las respuestas se hacen escuchar fuerte desde oriente: ¿Hay una nueva postura del gigante asiático?

El miércoles 2 de abril el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció fuertes aranceles para la mayoría de países del mundo. Sin embargo, dos días después, tras profundas caídas en las bolsas globales, en la cotización de los bonos de deuda pública estadounidense y el dólar, estableció una pausa de 90 días en la implementación de la medida para más de 60 países excepto por uno de ellos: China, que ya había respondido con medidas equivalentes. Frente a esto, se produjo una escalada arancelaria entre ambas naciones. Finalmente, China estableció una tasa del 125% y Estados Unidos del 145%, que, sumado a las tasas ya impuestas por el gobierno anterior, pueden llegar hasta el 245% en algunos sectores.
Históricamente la diplomacia china eligió la mesura como respuesta y lo mismo hizo la sociedad. Por eso, llamó la atención la circulación de piezas audiovisuales a través de las redes sociales hechas, al menos en apariencia, espontáneamente por ciudadanos chinos. Desde allí instan a los estadounidenses a comprarles productos evadiendo a los intermediarios, explicaciones acerca de por qué el sistema económico, político y social de occidente tiene muchas fallas y memes que ridiculizan la productividad de los estadounidenses. Además, el 15 de abril resultó novedoso el tono con el que la embajada del país asiatico respondió a las declaraciones que Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, realizó en referencia a China durante su visita a la Argentina.
Desde una perspectiva occidental, resulta esperable que aparezcan ese tipo de respuestas que confrontan política e ideológicamente los ataques direccionados hacia el gigante asiático. Sin embargo, la tradición cultural de China no se asocia con este tipo de prácticas. Francisco Taiana, historiador, sinólogo y autor del libro Argentina, China y el Mundo: 1945-2022, explica: “A diferencia de Estados Unidos y otros países occidentales que realizan una perpetua exportación de sus valores y sus visiones sobre otras partes del mundo, en China y otros países que operan bajo otro sentido común no hay intenciones de moldear el mundo a su imagen y semejanza”.

Estrategias y sentimientos
Leila Bitar, especialista en política internacional de Radio Gráfica, considera que “la estrategia diplomática actual se remonta a la llegada de Xi Jinping al poder en 2013. Ésta deja atrás el perfil bajo, el no involucramiento, para iniciar una etapa más confrontativa por parte de los diplomáticos: conocida como la diplomacia del lobo guerrero, en referencia a una película sobre soldados chinos que defienden heroicamente el interés nacional frente a unos agentes extranjeros que pretenden hacer lío”. En este sentido, Gustavo Ng, editor de la revista DangDai y periodista especializado en China, sostiene que la estrategia se enmarca dentro de una maquinaria compleja de relaciones exteriores que se puede resumir entre tres aparatos principales: “El primer aparato comprende a un sector a favor de Estados Unidos, que es toda la parte de la máquina que habla el idioma capitalista neoliberal internacional. El segundo aparato es más moderado: es el centro más diplomático en el sentido tradicional de la diplomacia, que de ninguna manera va a responder a Estados Unidos con insultos, ni mucho menos tomar la iniciativa de atacar, simplemente va a decir lo que tiene que decir y nada más”. En este sentido, Ng señala que este sector es muy importante porque define el equilibrio, lo que da estabilidad, algo que para China es primordial. En cuanto al tercer aparato, sostiene: “Vendría a ser como el otro extremo de la primera, es una máquina más agresiva contra Estados Unidos. Surgió sobre todo como respuesta a Trump, cuando durante la campaña presidencial de 2016 tuvo a China como un blanco. Ahí se activó esta tercera máquina”. A grandes rasgos, “se trata de una política exterior basada en estos tres pilares y lo que vemos ahora es la respuesta de la tercera máquina, que actúa desde una posición reactiva”.
Para Bitar, “Esta forma de hacer diplomacia refleja también un sentimiento que está en la sociedad china, no es algo propio del aparato gubernamental, sino que además está muy impregnado en la sociedad”.
Según NG, “el patriotismo no es o del gobierno o de la gente. El patriotismo es de todos. O sea, la gente siente que cuando el Partido Comunista se pone patriota está representando su patriotismo”. Por eso resulta complejo definir el impulso de las acciones ¿se trata de una reacción direccionada por el gobierno o más bien es una respuesta espontánea por parte de la sociedad? Tal vez en el intento de discriminar el origen de las acciones queda expuesta una perspectiva profundamente occidental: en China estos dos sujetos no pueden ser diferenciados de manera tan sencilla.

El presidente chino, Xi Jinping, pronuncia un discurso por videoenlace en la Reunión de Líderes sobre el Clima y la Transición Justa, el 23 de abril de 2025. (Xinhua/Huang Jingwen)

Un juego de voces

Ng hace referencia a la circulación de contenido para comprender la conjunción entre el gobierno y la sociedad: “En China los medios de comunicación emiten contenido del Estado o, si no son directamente los órganos oficiales, el contenido que emiten es controlado por el Departamento de Publicidad del Partido Comunista. Ese departamento es el que aprueba la publicación en todo tipo de medios. No existe lo que para nosotros es prensa libre. Sin embargo, con el smartphone, como en cualquier lugar del mundo, cada persona se convierte en una agencia de noticias potencialmente. La diferencia radica en que ellos usan una red social que se llama WeChat, la cual tiene una especie de blog que es un canal de noticias. Lo sorprendente es que existe una cantidad muy grande de personas individuales que tienen un blog en el que suben dos o tres noticias cada día. Se trata de una práctica masiva. Entonces, por un lado existe un esquema de comunicación muy extraño para nosotros, en donde hay una sola voz oficial que se repite a través de un montón de diarios y canales de televisión. Y, por otro lado, millones de personas emiten información por fuera de ese esquema. Muchas veces, la información es contraria al gobierno. Para controlar eso, el gobierno tiene un ejército de sensores: personas, algoritmos, inteligencia artificial que cooperan para controlar la información que circula. De esta manera, cuando se capta una noticia devenida en tendencia que no le conviene al gobierno, se bloquea. Ahí se arma un juego: la gente sabe cuánto tiene que decir sobre algún tema y hasta dónde puede llegar. Entonces, la reacción en redes sociales, ¿es del gobierno o es de la gente? Es concertado. La gente si quiere no lo sube, pero la gente lo quiere subir porque es patriota”. En este juego de voces, de lo que se puede decir y lo que no, se construye también un sentimiento que aflora en sintonía entre el gobierno y la sociedad.

El patriotismo puede determinar la economía

Echar luz sobre la situación de la industria audiovisual resulta útil para comprender el sentimiento de los ciudadanos chinos por su propia historia. En el contexto de la disputa arancelaria, China anunció la reducción de los estrenos de películas de Hollywood. Si bien la medida puede sorprender, responde a una tendencia que viene de larga data. Por diversos motivos, entre ellos la protección del cine local, en China existe una cantidad de cupos anuales para la proyección de películas extranjeras.

En este sentido, Francisco Taiana señala: “Dentro de lo que es la guerra arancelaria, me parece que limitar las películas estadounidenses es una medida retaliatoria dentro de las distintas respuestas que Beijing ha dado frente a estas agresiones económicas por parte de Donald Trump”. De hecho, “en los últimos años el mercado del cine en China se ha vuelto muy preciado. A tal nivel que si uno observa los últimos 15 años, se pueden ver estrategias por parte de producciones de Hollywood de hacer películas con alguna cuota de contenido oriental para que sea más atractivo para China. Esto se refleja en la inclusión de personajes chinos en superproducciones de Hollywood, como puede ser Titanes en el Pacífico 2”.

En paralelo a este esfuerzo por parte de Hollywood de interpelar al público asiático, desde China hace tiempo que trascienden fronteras a través de la pantalla grande y a partir de narrativas que les son propias, como las películas del director Zhang Yimou o un caso más reciente, Ne Zha 2, que, sostiene Pablo Coppari, periodista especializado en temas de China, “se posicionó como la séptima película más vista de la historia, solo por detrás de producciones como Avatar, Avengers y Titanic. Este logro la convierte en la primera película no estadounidense, en un idioma que no es el inglés y no producida por Hollywood, en alcanzar este nivel de éxito”.

Novedad planificada

Los argumentos que circulan en redes sociales parecen dar cuenta de una conocimiento profundo sobre la mentalidad occidental. Según Bitar, “hay una estrategia y hay una reacción más bien espontánea. Por un lado, me parece que desde el Estado siempre se buscó entender cómo funciona la mentalidad del rival. Por eso muchos funcionarios, académicos y diplomáticos se formaron y se forman en universidades de occidente”. A la vez, existe una asimetría muy grande entre el conocimiento que tiene occidente sobre oriente y viceversa.

Ng ilustra esta diferencia a través de la utilización del método Pinyin, que es la forma de escritura más usada por los chinos en sus smartphones y computadoras: “Utilizan el mismo teclado que nosotros, para escribir en chino pasan por el idioma latino. Cuando escriben la palabra que quieren el teléfono les da como opción todos los signos chinos que se pronuncian de la forma que dictaron. Y a partir de eso, ellos eligen”.

“Se busca entender cuáles son las reglas de juego, se usa el lenguaje y las formas de Occidente”, agrega Bitar. “De hecho, me parece que hoy TikTok, como plataforma, entiende perfectamente qué es lo que necesita occidente para relacionarse”. A raíz de esto, cabe destacar que la Corte Suprema de Estados Unidos ya intentó prohibir la red social china entre los usuarios norteamericanos, lo cual resulta paradójico teniendo en cuenta que la gestión de Xi Jinping ha sido blanco de fuertes críticas por parte de los norteamericanos por supervisar el contenido en internet a través del gobierno.

“Una civilización en sí misma”

“China es un país de unas dimensiones, de una autosuficiencia y de una profundidad cultural que lo vuelve una entidad muy autónoma sobre el mapa. La influencia extranjera sobre la cultura china a lo largo de miles de años ha sido muy importante. Pero, si fuésemos a removerla, de todas maneras, China seguiría siendo reconocible como tal. Tiene su propio sistema de escritura, su propio idioma, su propio universo moral, su propia base civilizatoria, su propio modelo de gobierno, su propia cosmovisión”, sostiene Francisco Taiana y agrega: “Durante el sistema imperial, China no sólo se consideraba a sí misma como una civilización, sino que se consideraba como la civilización misma. Ser civilizado era sinónimo de tener cierto nivel de acceso y familiaridad con la cultura, particularmente con el idioma escrito. Y en eso, los gobernantes chinos en la época imperial tenían una visión bastante maniquea del mundo entre gente civilizada por la cultura china y bárbaros”.

La capacidad manufacturera ubica a China en una posición ventajosa que contribuye al orgullo que manifiestan sus integrantes a través de redes sociales, el cual ha sido construido a lo largo de su historia y que reafirman en el presente. La importancia que le otorgan a sus raíces, a sus costumbres y a sus tradiciones, arraigadas en un sistema que se consolidó de tal forma que cualquier factor extranjero puede ser extraído sin significarle un peligro a su estructura, sin dudas le otorga al gigante asiático una fortaleza a la hora de afrontar la disputa de los últimos días, sobre todo porque el país presidido por Xi Jinping no anhela nada que le sea ajeno, y eso establece también una ventaja en términos de la lógica occidental que, aunque no la comparten, la comprenden muy bien.

En este contexto, el gobierno encuentra, producto de una construcción de larga data, el sustento de sus declaraciones en la propia sociedad. Se trata de un discurso coherente con un sentimiento extendido, anclado en el orgullo por su propia historia.

Prohibido usar Tik Tok

Prohibido usar Tik Tok

El Estado de Montana, en EE.UU., prohibirá el uso de TikTok en 2024 por cuestiones de seguridad nacional. La empresa china Byte Dance, propietaria de la red social, presentó cargos contra el Congreso el pasado mes de mayo. ¿Es posible prohibir el uso de una app? ¿Qué pasa con el derecho a la libertad de expresión?

El gobernador republicano Greg Gianforte decidió prohibir Tik Tok en todo el estado de Montana. El proyecto de ley fue aprobado por el Congreso de ese Estado en el mes de abril. Si bien la medida resulta drástica, llega luego de muchas discusiones y amenazas que comenzaron durante la presidencia de Donal Trump. La idea retomó fuerza en 2022, ya durante el gobierno de Joe Biden, al establecer que los trabajadores del Estado no tengan permiso para descargar la aplicación. La medida fue replicada en países como Canadá y Dinamarca en febrero de este año.

La normativa es ahora más drástica y alcanza a toda la población de Montana cuyo congreso estatal determinó que a partir de 2024 Tik Tok deberá ser borrada de las tiendas de aplicaciones para que ningún ciudadano pueda utilizarla. Quienes no respeten la normativa deberán pagar multas de hasta 10.000 dólares.

Hipocresía

 

El argumento para la prohibición se basa en que los datos acumulados por la aplicación pueden usarse para realizar “espionaje”. De hecho, como explica el gobernador de Montana, la ley propone prohibir “cualquier aplicación que proporcione información o datos personales a adversarios extranjeros”. Frente a la acusación, el pasado mes de mayo la empresa china Byte Dance presentó cargos y criticó fuertemente las medidas regulatorias del Estado republicano.

Sobre la disputa por el liderazgo tecnológico entre China y Estados Unidos, el Doctor en Comunicación Martin Becerra explica: “Ambas superpotencias dedican enormes recursos a controlar y aprovechar las ventajas tecnológicas propias y, también, a limitar el desarrollo del adversario”.

Desde que salió al mercado, Tik Tok no paró de crecer. Posee un alto nivel de influencia y masividad entre adolescentes y niños. El pasado mes de abril ya contaba con 116,5 millones de usuarios activos que comparten con la red social información sensible como la geolocalización. Este tipo de datos, así como gustos o intereses de los usuarios, son una herramienta poderosa para analizar el comportamiento de las personas, sus intereses y evaluar qué tipo de mensajes tienen más posibilidades de influir en su comportamiento.

Becerra, quien también es investigador del CONICET, sintetiza: “Esto enciende las alarmas del gobierno estadounidense, que no tiene, hasta el momento, un plan de acción claro”.

Natalia Zuazo, periodista especializada en política y tecnologías, confirma que existen investigaciones que desmienten que una supuesta filtración de datos esté afectando a los ciudadanos estadounidenses: “Esto fue investigado por Ranking Digital Rights, que es una organización norteamericana que hace mucho tiempo iestudia estas cuestiones y la respuesta es negativa respecto de las aplicaciones chinas, específicamente de TikTok”. Sin embargo, la directora de Salto Agencia aclara: “Por otro lado, hemos tenido casos de aplicaciones norteamericanas que acumularon datos de los ciudadanos y que eran usados por terceros, ya fuera por gobiernos o compañías privadas”. Un ejemplo es el emblemático escándalo del uso de datos obtenidos de Facebook por parte de Cambridge Analytica y que fueron utilizados para dirigir mensajes específicos a los ciudadanos durante la campaña electoral de Donald Trump en 2016.

Ambos especialistas coinciden en que bloquear una app puede tener consecuencias para las empresas estadounidenses ya que las “medidas de seguridad” que argumentan son las mismas que podría dar cualquier otro país respecto de las redes sociales estadounidenses.

Geopolítica

 Pero no es una cuestión simbólica la única que caracteriza este conflicto; también se presentan dificultades técnicas que amparan la violación de un derecho universal. Rodrigo Iglesias, abogado especializado en cuestiones informáticas, habló con ANCCOM sobre la dificultad para prohibir una aplicación en un solo Estado: “Es tapar el sol con la mano: uno puede utilizar una VPN y saltear fácilmente el bloqueo de cualquier aplicación o restricción por país que se implemente en cualquier lugar del mundo. Por lo tanto, la eficacia normativa y la multa a aplicar son casi abstractas”. Iglesias también agrega que ante todo se necesita de un proceso judicial que compruebe el delito: “Es necesario confirmar un delito o violación sobre la entrega y posterior venta de los datos personales que obtiene TikTok, es decir, el incumplimiento en el contrato que firma el usuario”.

En el estado de Montana, ya se dio inicio a varias denuncias de usuarios que no están de acuerdo con la implementación. Diego Rossi, profesor y especialista en políticas de la comunicación, específica que en estos casos las cuestiones geopolíticas parecen superar las garantías democráticas, que vulneran todo un esquema de derechos: “Esto no es la primera vez que sucede, las democracias occidentales con sistemas políticos más o menos liberales toman medidas que para otras situaciones uno consideraría totalmente arbitrarias, que contradicen otros derechos, como el derecho a la libertad de expresión, el derecho al libre comercio o los derechos políticos de compartir ideas”.

En este caso, el desarrollo avanzado de China en cuanto a tecnologías de la información y la comunicación ya es innegable. Es la única que no comparte con el resto del mundo el uso masivo de las aplicaciones de empresas norteamericanas. Al respecto, la actitud de los republicanos, reflexiona Rossi, parece tener como objetivo la creación de un enemigo externo: “En el plano de decisiones políticas, generar un enemigo externo tiene varios condimentos. Se le pone el condimento del autoritarismo político, pero básicamente es una tensión geopolítica y comercial”, sintetiza el especialista.

¿Influye en Argentina?

Si bien Argentina no está involucrada en este conflicto internacional, la prohibición invita a pensar en el rol de las empresas supranacionales en nuestro país: “Para nosotros, como latinoamericanos, que la empresa resida en China o en algún país de la Unión Europea o en Estados Unidos, no nos garantiza el cumplimiento de los estándares que creemos necesarios. Por eso el debate es mucho más amplio y por eso hay proyectos de ley y visiones distintas sobre estos aspectos”, explica Diego Rossi, quien también menciona el severo problema que existe en lograr que estos operadores se inscriban, tributen o respeten a las audiencias y a la libertad de expresión.

Por este motivo, es importante que países como el nuestro continúen debatiendo diferentes políticas que involucren derechos y regulaciones sobre la soberanía de datos. “Es muy importante mantener estructuradas esas políticas desde nuestro país, porque entonces cualquier intromisión o cualquier pelea externa la podés encarar desde un lugar muchísimo más soberano porque tenés tus políticas y no dependes de las otras”, explica Natalia Zuazo, quien destacó el nuevo proyecto para reformar la ley nacional de datos personales, presentado hace un mes, y el proyecto de la reforma de la ley de ciberseguridad.

Si bien las medidas que tomó el estado de Montana no se consideran viables, el auge de plataformas y aplicaciones provenientes de empresas privadas deja un mar de dudas a los países que no tienen jurisdicción sobre las compañías que las llevan a cada rincón del planeta y que deben contar con medidas regulatorias. Mientras las aplicaciones, como Tik Tok, no dejan de crecer, complejizan desde lo cotidiano hasta los conflictos políticos internacionales que atraviesan los derechos humanos.