Ocupar, resistir y producir

Ocupar, resistir y producir

Ante la quiebra y el cierre masivo de empresas que se dio en la crisis de 2001, la recuperación y autogestión de empresas por parte de los trabajadores fue una solución creativa que llega hasta hoy.

Andrés Ruggeri, antropólogo social recibido en la Universidad de Buenos Aires, docente y director de la revista Autogestión, trabaja desde el año 2002 dirigiendo el programa de extensión Facultad Abierta junto a su equipo en la Facultad de Filosofía y Letras. Actualmente, este es el único programa nacional que recaba información acerca de la situación de las empresas autogestionadas, además de brindar apoyo y asesoramiento. El especialista detalla las dificultades que atraviesan las fábricas recuperadas en su camino recorrido desde el 2001, el futuro en un contexto de capitalismo concentrado y la falta de legislación que esté a la altura de los cambios sociales.

 

¿Cuáles son los factores determinantes entre los trabajadores para poder tomar una fábrica?

Una empresa recuperada es un proceso que a veces es largo y muy complejo, por definición podemos entender a las empresas recuperadas como procesos de autogestión, donde hay trabajadores y trabajadoras que organizan la producción, reparten los excedentes, comercializan, en fin, realizan todas las actividades de una organización económica. La característica de la empresa recuperada es que ese proceso de autogestión proviene de una empresa anterior, que era privada y quebró o cerró por causas múltiples, y se da ese proceso de pasaje a los trabajadores.

 

¿Qué implica el proceso de toma de una fábrica o empresa?

Ese proceso, que se cree muy rápido, implica muchísimas cosas. Primero hay que ver cuál es la situación que da origen a la empresa recuperada: a veces es una venta o un concurso de acreedores mal resuelto, una situación generalizada que además acelera este tipo de procesos, a veces eso no está tan claro, pero son conflictos que terminan derivando en la recuperación. Además hay que ver cuál es la situación jurídica de esa empresa y cómo es que los trabajadores logran que la cooperativa que forman se pueda asociar y quedar a cargo de esa empresa y poder trabajar, porque ya a cierto nivel de complejidad de una unidad productiva se requiere calidad. Hay que comprar, hay que vender, hay que estar inserto en el mercado. Entonces ese es el nudo del problema, el jurídico. Y después tenés todos los problemas que tienen que ver con la formación de un colectivo que pueda administrar y resolver los problemas económicos de una fábrica, así que son un montón de cosas que hay que tener en cuenta.

¿Cuál es la base de las empresas autogestionadas?

La democracia es la base de la autogestión. La democracia en el terreno económico, que es el lugar en donde menos hay democracia: la democracia está para todo lo demás, menos para lo económico y lo laboral, donde es todo vertical. Una empresa autogestionada justamente rompe con eso, es una ruptura radical y ese creo que es uno de los valores más grandes de la autogestión.

 

¿Considerás que hay una similitud entre el contexto del 2001 y el actual, teniendo en cuenta la crisis económica, como para que surjan más empresas autogestionadas?

Depende cómo pensamos eso. Yo creo que el 2001 fue una crisis general, económica, política y social, que llevó a hacer tambalear todo el entramado institucional del país, no fue solamente una crisis económica. Entonces en ese contexto fue que se hicieron visibles las empresas recuperadas. Ya existían, pero se multiplicaron y se convirtieron en un movimiento con una identidad específica. Antes sólo se hablaba de empresas recuperadas, después del 2001 empezó a hablarse de fábricas recuperadas, ocupadas, distintos nombres que reflejan este proceso. Yo creo que ahora efectivamente hay una crisis muy fuerte, que tiene que ver con un arrastre de cuatro años de macrismo y de neoliberalismo. La aparición de la pandemia provocó una crisis mundial, una caída de la economía y obviamente también afectó a la Argentina y ahora estamos pagando las consecuencias, incluso a nivel de percepción de la sociedad. Si eso puede llegar a provocar un estallido de las mismas características del 2001, habrá que ver, por ahora me parece que no, y que las condiciones son otras. El 2001 fue también una etapa terminal de un proceso, que se podría haber evitado, por supuesto. Ahora también se puede evitar eso, que fue una catástrofe. A veces se ve desde una perspectiva heroica el 2001, pero no fue mayo del 68, fue una cosa mucho más sufrida.

 

¿Considerás que ahora hay más experiencia en los trabajadores que toman las fábricas con respecto al 2001?

Por el lado de las empresas recuperadas yo creo que ahora hay un camino recorrido que en ese momento no estaba. Hay mucho más conocimiento del proceso, hay mucha más experiencia. Y hay mucha más experiencia del otro lado también, del lado de los patrones, de los jueces, del poder económico y del Estado. Y también hay más herramientas, del Estado incluso, que se pueden aprovechar.

 

¿Qué puede hacer el Estado para apoyar a este tipo de empresas?

Muchas cosas. En el 2019 se hizo en el estadio de Ferro un Foro Federal de Economía Autogestionada Popular. Ahí se hizo una especie de programa de políticas públicas, que creo que sigue estando vigente. Se han cambiado algunas cosas, por ejemplo empezar a pensar el sector cooperativo desde la política económica y no la política social. Las empresas recuperadas son básicamente económicas y cumplen un fin social, pero no son un sector vulnerable o no tendrían que serlo. Lo que hay que tratar es de acompañarlo con acciones, tiene que haber financiamiento, tiene que haber mecanismos de acceso crediticio no bancario o con la posibilidad de acceso, porque por lo general las cooperativas no acceden a las prestaciones bancarias. Entonces tiene que haber un cambio de legislación que contemple el trabajo autogestionado como una forma específica de trabajo, que no es lo mismo que trabajo independiente, ni por supuesto que trabajo formal ni autónomo. Es otra cosa, es trabajo colectivo, trabajo asociado, y eso es un enorme problema porque los trabajadores que recuperan empresas pierden años de antigüedad, pasan a tener una perspectiva de jubilarse con la mínima y no poder hacer todos sus años de aportes, tampoco hay convenio colectivo de trabajo.

 

¿La legislación es un punto central para el desarrollo actual de las empresas recuperadas?

La legislación laboral no rige para estas empresas, entonces eso hay que revisarlo. Es un punto fundamental porque si no está eso, la precariedad es permanente, por más que le pongas financiamiento, por más que los reconozcas, incluso por más que logren acceder a la propiedad. Una empresa recuperada generalmente está en conflicto con la propiedad y ese conflicto no se resuelve. Las leyes de expropiación están para el problema momentáneo del desalojo, pero en realidad el Estado no efectúa la expropiación. Eso es lo que pasó con la cooperativa Nueva Generación en Wilde: nunca lograron apropiarse jurídicamente del terreno, entonces alguien que tenía el título de propiedad accionó la justicia, la justicia le dio la razón y después, por las razones que sean, no se atinó a resolver eso y vino el desalojo. Eso es lo que le puede pasar al 80% de las empresas recuperadas en este momento. Pero incluso solucionando eso, van a seguir siendo trabajadores de segunda, porque no tienen un reconocimiento laboral como cooperativa.

 

¿Tienen registro de cuál es el número de trabajadores que actualmente operan en la autogestión?

Tenemos una base de datos del Programa Facultad Abierta y que ahora sirve de base al Registro de Empresas Recuperadas del INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social). También hicimos hace poco una guía de políticas públicas. El número aproximado de empresas recuperadas son 430 que ahora están funcionando como recuperadas, y los trabajadores son 15.500

 

¿Hay información acerca de cuántas empresas se mantienen hasta el día de hoy desde el estallido del 2001?

Es difícil hacer ese cálculo porque muchas veces se pierde contacto, a veces no se sabe si cerró o no. Hay cierres que tienen que ver sobre todo con la forma de desalojo violento, es bastante relativo la precisión de esos datos. Lo que sí podemos ir viendo es cuantas están activas, en los informes que fuimos haciendo hay varios cuadros sobre eso. En algunos informes trabajamos el tema de los cierres, pero hay un fenómeno con eso, que es que no se puede decretar el final de una empresa recuperada. Ya ha pasado de decir «No, ya está cerrado» y después abrieron de vuelta, porque a veces la cooperativa la mantiene, el lugar funciona legalmente, de pronto mejoraron las condiciones de trabajo y volvieron otra vez, o los desalojaron y volvieron a abrir, eso es bastante recurrente. Son muy distintas como funciona su lógica con respecto a una PYME.

 

¿Cómo ves el futuro a nivel mundial de las empresas recuperadas?

Una de las cosas que hicimos fue el encuentro internacional de economía de los trabajadores. En ese encuentro hay empresas muy grandes de muchos países, incluso de Asia, Europa y todo América. En algunos lugares como Europa está mucho más reglamentado, entonces son más workers collab antes que ocupaciones o procesos de lucha como acá. Allá terminan comprando las acciones y las convierten en cooperativas o asociaciones laborales, todo un proceso mucho menos traumático, pero en la práctica es más o menos lo mismo. En muchos países hay experiencia de este tipo. En la medida en que el capitalismo vaya siendo cada vez más concentrado y vaya precarizado mucho más el trabajo, es probable que la autogestión y las distintas formas de economías no verticalizadas vayan creciendo de formas muy diferentes. Toda la cooperativización es una forma de combatir, pero eso también debe implicar que se refleje en legislación, en políticas públicas, en derechos. Yo creo que el papel que tiene ahora las cooperativas en este momento es el de luchar por la supervivencia, porque esa es una constante, pero al mismo tiempo si logran determinadas conquista a nivel del Estado que les permitan consolidarse, es también mostrarse como un modelo diferente, que soluciona no solo el desempleo sino otras inequidades e injusticias que hay en el empleo informal y el empleo precario.

Nació la Unión de Trabajadores de la Economía Popular

Nació la Unión de Trabajadores de la Economía Popular

 

Miles de personas se encontraron en el Club Ferrocarril Oeste, el 21 de diciembre, para festejar el nacimiento de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP). Referentes de diferentes organizaciones populares, sindicales y políticas se hicieron presentes para acompañar la creación del sindicato.

La UTEP nació de la materialización de cuatro años de resistencia a las medidas neoliberales. Surgió como una herramienta gremial, con el objetivo de permitir la participación de este sector específico en la construcción de políticas públicas.

“Durante 4 años nos dedicamos a limar asperezas -cuenta Dina Sánchez, del Frente Popular Darío Santillán-. En aquel diciembre del 2015, sabíamos que nos venía lo peor y que la unión de todo el movimiento de las organizaciones populares era el único frente posible”.

La creación formal de este sindicato único es un paso más en la legitimación de las nuevas formas de trabajo autogestionado, producto de la incapacidad del sistema económico y social imperante, que no garantiza las condiciones mínimas en la reproducción de la vida. Una gran masa de trabajadores desplazados hacia la nada, se ha organizado para resistir a un capitalismo, cada vez más concentrado y tecnologizado.

En la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) confluyen organizaciones que se conformaron a medida que se intensificaban las políticas neoliberales, durante los 90, que llevaron a la profunda crisis desatada en el 2001. Cada una de estas organizaciones buscaron su denominación, según se constituían con su propia identidad.

El ahora diputado nacional Juan Carlos Alderete, coordinador de la CCC (Corriente Clasista y Combativa), continúa la línea de pensamiento de Dina Sánchez: “Había que darle contenido político y una salida a los trabajadores que habían perdido todo derecho. La unión de la izquierda con el peronismo, es una realidad, por la unidad de los trabajadores. No podíamos ser tan necios de no unirnos”.

Esteban “Gringo” Castro, Secretario General de la UTEP habló con ANCCOM:“Hoy vivimos una muestra de unidad bajo una personería gremial de todos los movimientos sociales, es un paso gigantesco. Esto es la ‘gremialidad’ de los barrios, de la calle, de algunas unidades productivas, de un vasto sector del campo, que tiene poco campo, pero que produce mucho mejor, alimenta, mucho mejor. Esto no es un apoyo asistencial, ponemos el eje en el trabajo”.

Castro continúo: “Somos trabajadores de una nueva construcción del trabajo, que conlleva el proceso de incorporar nuevas formas de plantearse el trabajo. Casi todos nuestros compañeros están trabajando. Lo que no tienen es derechos. Esto implica un debate muy profundo”.

Hacia el 2011, nacía la CTEP, una Confederación de Trabajadores de alcance nacional, integrada por organizaciones como ‘Patria Grande’, ‘La Dignidad’, el ‘Movimiento de Trabajadores Excluidos’ (MTE), ‘La Darío Santillán’, la ‘Corriente Clasista y Combativa’ (CCC) y el ‘Movimiento Nacional Campesino Indígena’, entre otros.

ANCCOM dialogó con Rafael Klejzer, referente del Movimiento Popular ‘La Dignidad’: «Nosotros –dice- adscribimos a una corriente ideológica que nos parece mucho más importante: la realidad».

¿Cómo explicarían la creación del Sindicato de Trabajadores de la Economía Popular?

R.K.: Es un sindicato de trabajadores, una representación gremial y como tal tiene que ver con la dinámica y con la etapa histórica que se vive. El sindicato, como lo conocemos hoy, no es el mismo que planteaban los anarquistas panaderos en 1870, no es el que se planteaban los trabajadores estatales en 1920, ni el de los mecánicos en 1970. Los trabajadores de la economía popular se plantean otra cosa. Las representaciones sindicales tienen que ver con la realidad que viven los trabajadores en un momento histórico. Primero aparece la representación y después, los marcos legales que dan legalidad a ese sindicato. Nuestro sindicato estuvo diez años peleando, cinco años luchando por una legalidad. En 2015 nos dieron una representación muy informal, dentro de lo que es la ley de asociaciones sindicales y recién ahora está tomando forma la inscripción.

¿Cómo sería la relación con el Estado?

RK: Es un problema ideológico: si sos una cadena de transmisión de las políticas del Estado a los trabajadores o si representás los intereses de los trabajadores frente al Estado. Son dos formas de ver el mundo. Nosotros adscribimos a que somos los representantes de los trabajadores, para cualquiera, nos plantamos con autonomía y con independencia política.

¿La economía popular es considerada para el Estado como una economía del ‘pobrerío’?

RK: Nosotros somos trabajadores sin patrón, pero nuestros derechos nacen de políticas públicas estatales, así que hay que ir a discutir ahí. La economía popular, no es una economía del pobrerío, ni de la subsistencia, sino que es una alternativa a la economía de mercado que no puede resolver la reproducción de la vida.

¿Y cuál tiene que ser el rol del Estado?

Si vos tenés un Estado represivo, como el de la Ciudad de Buenos Aires, donde no quieren el trabajo en la vía pública, es imposible que se generen puestos de trabajo. Si nosotros podemos discutir con el Estado, regularizar empleo, trabajo en la vía pública, tiene un impacto de 20.000 o 25.000 trabajadores nuevos. Es muy importante el rol del Estado. Si vos tenés un Estado que no regula nada, el lobo se come a la oveja.

¿Se disputa el territorio, la calle, como un mercado de oferta y demanda?

RK: Generalmente las sociedades han realizado su intercambio en los espacios públicos. Tiene que tener una función social el espacio público, que es un lugar de encuentro y de intercambio, en la medida en que uno ocupe el espacio público va a haber una mayor seguridad, intercambio y mayor solidaridad. Y otra cosa, con respecto al territorio, la economía popular, a diferencia de la economía de mercado, tiene un desarrollo extensivo, federal.

A: ¿De red?

RK: Exacto y es muy poroso en la comunidad, es decir, que si vos generás a través de la economía popular y las cooperativas o los consorcios de trabajadores, laburo, tiene un alto impacto en la propia comunidad, porque lo que gana ese laburante lo consume en el territorio. No hay fuga de divisas, no cambia dólares, sino que lo gasta en la comunidad, eso genera un movimiento importante.

«Aprendimos que podemos trabajar sin patrones»

«Aprendimos que podemos trabajar sin patrones»

Tras debatir en ocho paneles, los participantes elaboraron un documento con siete propuestas para el sector.

Más de tres mil personas participaron del Primer Foro Federal de la Economía Cooperativa Autogestionada y Popular que se realizó en el microestadio del Club Ferrocarril Oeste, en busca de soluciones ante la profunda crisis que vive el sector.

El presidente de Red Textil Cooperativa y secretario de la Confederación Nacional Cooperativas de Trabajo (CNCT), Joaquín Fernández, explicó que la iniciativa surgió de “la necesidad de unificar criterios y empezar a discutir políticas concretas, cuestiones que tengan que ver con el trabajo y la autogestión a partir de leyes y reivindicaciones».

Según el secretario general de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) Capital, y referente del Movimiento Popular La Dignidad y del Frente Patria Grande, Rafael Klejzer, el objetivo fue “generar un escenario de unidad para las cooperativas de trabajo a nivel nacional, que vienen siendo muy castigadas por el achicamiento económico, las altas tasas de interés y la orientación del modelo hacia la especulación financiera y no hacia la producción. La idea es debatir no sólo nuestros problemas sino también la propuesta que tenemos para salir de la crisis –remarcó–. El movimiento nacional cooperativo debe ser parte del desarrollo económico de una futura Argentina. Tenemos que ser socios del Estado y éste debería mirarnos más a nosotros y menos a los bancos».

«Las cooperativas de trabajo vienen siendo muy castigadas por el achicamiento económico, las altas tasas de interés y el modelo de especulación financiera», dijo Rafael Klejzer.

Durante la jornada, que tuvo lugar el último 27 de julio, se organizaron ocho paneles: Economía, Vivienda y Hábitat, Comercialización, Contexto Cooperativo y Mutual, Rol de los trabajadores y las trabajadoras autogestionadas, Universidad, Políticas Públicas, y Trabajo y Género. Cada mesa contó con la intervención de especialistas en casa temática. Uno de ellos, el economista y director del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz, Andrés Asiain, sostuvo: “Fue un acontecimiento importante porque juntó distintos espacios de la economía popular y el cooperativismo, se debatieron ideas y preocupaciones, y también se articuló con sectores políticos, lo cual permitió expresar demandas y esperanzas con la expectativa de que el día de mañana respondan y quede ese vínculo”.

Al término de los paneles y luego de la puesta en común, se elaboró una propuesta de un conjunto de políticas para la economía cooperativa, autogestionada y popular, basada en siete puntos:

  1. La consideración de las cooperativas, por parte del Estado, como elemento importante de la política económica y pública, a través de la integración de su tratamiento en los organismos correspondientes.
  2. La generación de un cuerpo normativo que dé un marco de promoción a través del reconocimiento jurídico de los trabajadores autogestionados como sujetos laborales, una ley específica de cooperativas de trabajo que elimine las restricciones vigentes para su desarrollo, y una legislación que regule y facilite la constitución de empresas recuperadas por sus trabajadores o cerradas de hecho por sus patrones.
  3. La creación de un fondo de crédito y financiamiento como herramienta para el desarrollo del sector.
  4. La creación de un organismo de fomento de trabajo autogestionado, cooperativo y de la economía popular, que sea una herramienta para la formulación y articulación de una política pública integral de desarrollo
  5. La integración de los productos y servicios de las cooperativas a la política de compra y obra pública del Estado.
  6. La implementación y desarrollo de políticas de cuidado que hagan efectiva la participación activa de mujeres y la paridad de género en el sector.
  7. La integración y articulación sectorial de redes productivas, creación de almacenes y mercados populares, para disputar la formación de precios de los bienes básicos y populares.

Sobre estos puntos programáticos, Klejzer reflexionó: “Tienen que ver con priorizar la producción. Proponemos no depender más de la política, que los que tengan que ver con nuestro desarrollo sean entes autárquicos del Estado, y que  no seamos rehenes del gobierno de turno”. Y añadió: “Venimos a poner de pie un movimiento cooperativo nacional, unido y fuerte, que interpela a la sociedad, al Estado, a la política en términos de la campaña electoral para que nos reconozcan como un sector pujante, que pelea la soberanía, que está en los ríos, los mares, en la tierra, la frontera, el campo y la ciudad”.

Federico Tonarelli, vicepresidente de la Cooperativa de Trabajadores del Hotel Bauen.

Las condiciones macroeconómicas y los lineamientos neoliberales impuestos desde el comienzo por la actual gestión han disparado una crisis que cada vez es más grave. “El INAES [Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social] viene cerrando cooperativas permanentemente. Se han cerrado más de siete mil de forma arbitraria, porque no creen en la figura cooperativa como forma organizativa, creen en el emprendimiento, en el ´sálvese quien pueda´”, opinó Fernández.

El sector necesita fortalecerse, mejorar internamente y también en sus relaciones con la política pública y el mercado. Según Fernández, para esto se necesita “tener una política concreta hacia la reactivación económica. Podemos ser el motor, las cooperativas son una rápida salida de trabajo y organización, pero necesitamos políticas simples que nos permitan ir para adelante”, subrayó.

Para Klejzer, el pilar de la autogestión es “la igualdad y que logramos romper las relaciones interpersonales en el interior de las cooperativas y que aprendimos que podemos trabajar sin patrones pero que ellos no pueden trabajar sin nosotros. La recuperación de empresas nos permite integrarnos, armar redes, darle valor a la cadena de producción y desconcentrar la economía, porque no tendemos a la monopolización del mercado. Somos una alternativa no sólo a la crisis, sino al capitalismo”, concluyó.

La Pascana cumple seis años

La Pascana cumple seis años

Joven haciendo pasta casera en La Cooperativa La Pascana “El 3 de diciembre del 2012 vinimos a trabajar y encontramos que el dueño –Hugo Landesman- no aparecía y que la puerta no se abría”, relata Ana Nuciari, presidenta de la cooperativa La Pascana. A partir de ahí, a medida que los trabajadores iban llegando a su lugar de trabajo, la desesperación aumentaba. Ante esta situación, decidieron preguntarle al portero vecino si había visto algo y él les informó que esa noche habían estacionado un camión de mudanzas donde fueron cargando un montón de muebles e instrumentos de cocina  del local. Los trabajadores juntaron coraje y miraron por unos agujeritos que había en una de las puertas: “En ese momento nos dimos cuenta que no había nada adentro”, afirma Ana Nuciari.

Después de dudar un rato, todos se pusieron de acuerdo y decidieron tirar la puerta abajo. “Al entrar nos pusimos a llorar. Se habían llevado toda la mercadería de las heladeras y del sótano. También el freezer que era en comodato de los helados. Dejaron muy pocas cosas como ollas pinchadas y deterioradas”, cuenta la presidenta de La Pascana. A casi seis años de ese momento, sus ojos todavía se llenan de lágrimas. Nunca se habían imaginado que esto podía pasar ya que tenían una relación muy cercana con Landesman: “Lo único raro que notamos fue que no compraba más mercadería ni arreglaba el local. Por eso, le habíamos pedido que nos deje colaborar pintando y poniendo luces nuevas”, reconoce Ana Nuciari.

“Ese día no sabíamos que hacer, estábamos todos muy tristes. A las 12 empezaron a sonar los teléfonos del delivery. Primero le explicábamos a los clientes lo que había pasado y después decidimos empezar a hacer algo para llevarnos un poco de plata porque no habíamos cobrado noviembre”, recuerda Ana Nuciari. Desde ese momento, el trabajo de los hasta entonces empleados de La Pascana cambió. Sin querer y sin haberlo pensado antes comenzaron a construir una cooperativa que hoy en día lucha por subsistir.

Primero, reunieron una vaquita para empezar a producir algo que les deje una ganancia, al menos para ese día. Ana Nuciari destaca la solidaridad de algunos proveedores que les donaron mercadería. Eso también los ayudó a afrontar los primeros momentos. “Ese día, con lo poco que pudimos fabricar vendimos 1.800 pesos de caja”, dice la presidenta de la cooperativa.

«Los primeros años fue complicado cambiar el chip. El ser humano no está preparado para autogestionarse, para ser colaborativo, para tener paciencia, para saber escuchar ni para ceder su lugar», dijo Ana Nuciari.

De los 22 los trabajadores que tenía La Pascana antes de cerrar, en la cooperativa quedaron 13 y el servicio de delivery no estaba tercerizado como lo está ahora. Entre sus integrantes, Ana Nuciari (presidenta), Alexis Richter (secretario) y Verónica Oño (tesorera) son los que llevan adelante la conducción. A pesar de todas las dificultades que atraviesan, prefieren la cooperativa antes que el trabajo en relación de dependencia: “Es algo a veces difícil pero ya no pienso en otra cosa. Los primeros años fue complicado cambiar el chip. El ser humano no está preparado para autogestionarse, para ser colaborativo, para tener paciencia, para saber escuchar ni para ceder su lugar. Fue una tarea y lo sigue siendo ya en mucha menor escala y de una manera mucho más saludable”, sostiene Ana Nuciari.

“Yo prefiero la cooperativa por la manera tranquila de trabajar, porque le dedico horas a algo que es de todos los trabajadores, no sólo por un sueldo”, agrega Alexis Richter, el secretario.

Otro de los momentos difíciles fue comunicarle y explicarle a la familia la manera en que iban a trabajar. “A mí me dijeron que estaba loca, que salga corriendo urgente a buscar otro trabajo. Pero yo, como siempre, hice lo que quise”, admite Ana Nuciari que trabaja desde 1997 en La Pascana. Con los ex dueños, su rol era de moza. Alexis Richter era pizzero, tarea que sigue realizando. Durante 2012 se fue para realizar un proyecto propio pero, como no resultó como esperaba, volvió cuatro años después. “La familia te dice que vayas a buscar un trabajo en serio, eso es un poco lo que nos pasa a todos. Mi señora una vez que vino acá entendió la diferencia en la forma de trabajar y ahora no sólo me apoya sino que también colabora”, asegura Alexis Richter.

En marzo del 2013 lograron transformarse formalmente en cooperativa, luego de que el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) le tomara testimonio a cada uno de sus integrantes.

En cuanto a la parte legal, la primera acción que tuvieron los trabajadores fue llamar  a la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de la República Argentina (UTHGRA) para asesorarse. Al principio les llevaron platos y cubiertos pero decidieron no participar más cuando les dijeron que iban a ser una cooperativa. “Decidimos ser una cooperativa porque era la única opción. Todos éramos empleados”, destaca Ana Nuciari.

En marzo del 2013 lograron transformarse formalmente en cooperativa, luego de que el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) le tomara testimonio a cada uno de sus integrantes. Ya con eso establecido pudieron tener matrícula, CUIT y cuenta bancaria que les permitió comenzar a funcionar como Cooperativa La Pascana.

En relación a la propiedad, gracias a la buena voluntad del dueño, la pudieron continuar alquilando. Hoy en día, por el aumento constante, les cuesta pagarlo. Es algo que les preocupa y que quieren solucionar para poder continuar trabajando. Por eso, casi todos los meses, realizan la Cena Solidaria, su evento más importante, para poder juntar fondos y saldar las deudas del alquiler. La próxima fecha exacta será difundida por las redes sociales, donde también publican promociones y novedades.  En la Cena Solidaria realizan sobre todo pizzas y pastas, que son sus especialidades. La gente no sólo se acerca a cenar rico sino también a colaborar. Participan todos los trabajadores, aunque no sea su turno, porque es una fecha muy especial. También ya comenzaron a pensar lo que harán para festejar su sexto cumpleaños, el 3 de diciembre de este año, donde seguramente globos y guirnaldas junto a muy buenos platos serán los protagonistas.

“Yo prefiero la cooperativa por la manera tranquila de trabajar, porque le dedico horas a algo que es de todos los trabajadores, no sólo por un sueldo”, dijo Alexis Richter.

Tanto Ana Nuciari como Alexis Richter hacen hincapié en lo difícil que es mantener una cooperativa y sobre todo si es recuperada ya que se le suma otra complicación de hacerse cargo de la empresa de un día para el otro. “En épocas de crisis es muy costoso, porque la cuestión no es solo pagar los servicios, también es sostener el ánimo de los compañeros que no están cobrando o que obtienen menos del salario mínimo. Eso es muy triste, porque al ser la representante legal, todas estas familias están a mi cargo y por más que si hay un error no es mío, sino de todos, me lo facturan a mí”, explica Ana Nuciari. Y agrega: “Ahora nos sentimos con un estrés y en un compromiso mucho más fuerte y mucho más difícil. Hay que optimizar los recursos, hay que ser colaborativos, hay que ser más cuidadosos con la mercadería. En un momento de crisis cuesta mucho enfocar y el que es elegido para conducir, tiene la dura tarea de corregir a sus pares cuando están metiendo la pata”.

Además de las dificultades, sobre todo, por el aumento de precios de los servicios y la mercadería, se les suma la superpoblación de lugares gastronómicos que hay en esta zona de Palermo Hollywood. Antes de convertirse en cooperativa, Ana Nuciari asegura que había una hora y media de cola para ingresar al local porque no tenían tanta competencia.

Tanto Ana Nuciari como Alexis Richter consideran que es clave, para llevar adelante a La Pascana, la buena relación entre sus integrantes. A pesar de que siempre hay cambio de opiniones, como en todo grupo humano, tratan de llevarse lo mejor posible para que la cooperativa funcione.

Somos Cultura

Somos Cultura

El primer festival interdisciplinario de centros culturales, Somos Cultura, se realizó el pasado domingo en Palermo para exigir una ley de fomento que los potencie y reclamar por el reconocimiento de estos espacios como lugares donde vive, nace y se difunde el arte independiente y autogestivo.

La organización estuvo a cargo de los espacios Casa Doblas y Casa Sofía y contó con el apoyo del colectivo Construyendo Cultura  y de Meca (Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos). También se sumaron “El tango no se clausura” y varias organizaciones que nuclean a las milongas porteñas.

En el acto central se leyó un documento en el que se enumeraron las problemáticas que sufren hoy los centros culturales. En primer lugar, sin dudas, se encuentran las recurrentes clausuras realizadas por la Agencia Gubernamental de Control de la Ciudad de Buenos Aires.

La consigna del evento: “Somos cultura. No somos el Ministerio de Cultura”.

En el año 2014, la Legislatura porteña sancionó la Ley de Centros Culturales que les permitió y reconoció, por primera vez, las particularidades que competen a estos espacios de acuerdo a la variedad de actividades que se realizan: obras de teatro, recitales de música y poesía, lecturas, circo, etc. Sin embargo, en la práctica la ley no es respetada por los agentes gubernamentales que se acercan a los espacios sin conocerla y exigen requerimientos que le corresponden a otro tipo de espacios, como teatros comerciales o clubes nocturnos. Para enfrentar estas arbitrariedades, un grupo de abogados especializados en la temática cultural asesora de manera gratuita y acompaña a los centros cuando necesitan levantar una clausura o apelar una multa. “Hace unos meses – recordó Lucas Castro, de Casa Doblas-  tuvimos una clausura pero pudimos levantarla porque los abogados encontraron errores en el acta labrada por los inspectores. De todas formas, tuvimos que cerrar todo un mes y eso nos perjudicó económicamente. Logramos pagar el alquiler gracias a la ayuda de la gente que suele concurrir a nuestro espacio, que donó su arte y vino a pasar el fin de semana en el espacio para que podamos recaudar lo que no pudimos juntar en el mes”.

Este año, a las dificultades ocasionadas por las recurrentes clausuras, se les sumaron los aumentos exponenciales de las tarifas de luz, gas y agua que, en algunos casos, superaron el mil por ciento y determinaron el cierre de algunos centros culturales y la consiguiente pérdida de puestos de trabajo. “En Casa Sofía -Julieta Hantouch-, en marzo de 2016 pagábamos 350 pesos de luz y este mes nos llegó una factura por 3.200. Así se hace difícil sostener un espacio en el que no solo hay trabajadores de la cultura que llevan adelante estos espacios organizando fechas, armando la comunicación, atendiendo la barra o realizando el mantenimiento del lugar, sino que también es una fuente laboral para los músicos, actores, artistas plásticos y todos aquellos que eligieron a la cultura independiente como su profesión. A veces se cree que porque hacemos lo que nos gusta no podemos ganar un sueldo a cambio, como si el trabajo tuviera que ser sufrimiento, hacer algo que no nos gusta para vivir y dejar lo que disfrutamos para el tiempo libre”.

En el acto central se leyó un documento en el que se enumeraron las problemáticas que sufren hoy los centros culturales.

El reclamo central también apunta a un mayor presupuesto para la cultura independiente que justamente, por no ingresar en los circuitos oficiales o comerciales, no es reconocida por el Estado.

Los centros culturales, explicaban desde el escenario de Palermo, no pueden hacer frente a los gastos que implican la habilitación, los tarifazos ni las multas por cluasuras. Esas dificultades –decía la voz que estallaba en los parlantes- deja estos espacios desamparados y los obliga a trabajar en la clandestinidad.

Ante esta situación el festival realizado el pasado domingo también expresó la necesidad de una ley de fomento que reconozca las particularidades de estos espacios e impulse el desarrollo como sector asignando un presupuesto que les permita desarrollarse y funcionar dentro de un marco legal.

El festival además de una manifestación del sector fue un ejemplo de la falta de apoyo que recibe, tanto del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires como de la Nación. Los centros culturales que organizaron el festival accederiedon al recurso que le otorgó el programa Festejar, dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación que aportaba el escenario, los recursos técnicos y los trabajadores que los operaban pero no consideró que sobre ese escenario iban a estar músicos, bailarines, presentadores. Para ellos no se brindó ningún recurso económico, poniendo sobre la mesa el desconocimiento de los trabajadores culturales. De todas formas, la causa del festival logró reunir a una gran cantidad de artistas de diferentes disciplinas, a los trabajadores de los centros culturales y a muchas personas que se acercaron para apoyar del reclamo.

Los organizadores observaron con sorpresa, cuando una cuadrilla armó el escenario, que a sus costados dos banners gigantescos publicitaban a los ministerios de Cultura y Turismo de la Nación. Ante esta situación, dos bandas desistieron de brindar su show. Para aclarar la situación, los espacios convocantes colocaron carteles artesanales que decían “Somos cultura. No somos el Ministerio de Cultura”. La frase se repitió en la lectura del documento final.

 

Actualizado 11/10/2017