Ceramistas neuquinos sin gas

Ceramistas neuquinos sin gas

A Zanón y Cerámicas Neuquén les cortaron el suministro de gas, imprescindible para producir. Cortes de ruta y protestas de los trabajadores que denuncian al gobierno provincial.

Las fábricas ceramistas Zanon, con más de 20 años de autogestión, y Cerámica Neuquén enfrentan un nuevo obstáculo: el corte del suministro de gas. Sus operarios denuncian que se les ha quitado el derecho al trabajo y reclaman una respuesta urgente del gobierno provincial, mientras sostienen movilizaciones y organizan un fondo de lucha para resguardar 200 puestos laborales.

El lunes 26 de mayo, los trabajadores de ambas fábricas llegaron como cada día a sus puestos, pero la jornada no pudo comenzar ya que el suministro de gas había sido interrumpido. La advertencia había llegado semanas atrás, pero las gestiones que se realizaron para evitar el corte y las reuniones con representantes de Camuzzi (la empresa distribuidora), la Secretaría de Energía provincial y el Ministerio de Gobierno, no tuvieron ningún efecto.

Frente a la situación, los trabajadores se dirigieron a Casa de Gobierno provincial en busca de explicaciones. No obtuvieron respuestas. “Nos dirigimos nuevamente a Casa de Gobierno, no nos respondieron, y por eso cortamos la ruta. Fue la única herramienta que tuvimos a nuestro alcance. Sabemos que esto repercute, que presiona al gobierno. Pero que también genera malestar en la comunidad», expresó Andrés Blanco, diputado del FIT y trabajador de Zanon.

Aunque hoy comparten el mismo conflicto, las trayectorias de ambas fábricas son distintas. Zanon, una de las ceramistas más reconocidas del país, se convirtió hace más de dos décadas en un emblema de la autogestión obrera. Recuperada por sus trabajadores tras la quiebra del antiguo dueño, funciona desde entonces sin patrones ni subsidios estatales. “En 25 años nunca tuvimos ningún tipo de beneficio, ni siquiera los que se les daban a empresarios del mismo rubro”, explica Blanco.

Las cerámicas autogestionadas requieren un altísimo consumo energético para mantener en funcionamiento los hornos industriales. Con maquinaria cada vez más desgastada, esa necesidad se convierte en una desventaja estructural. Aún así, Zanon atravesó todas las crisis con una prioridad clara: garantizar los puestos de trabajo. “En su momento no nos resignamos a una indemnización. Nos pusimos a producir. Fue en defensa de la fuente de trabajo”, recordó Blanco. Desde entonces, reclaman tarifas diferenciadas y créditos energéticos que les permitan sostener la producción.

Cerámica Neuquén, en cambio, tiene otra historia. “Nosotros somos distintos a Zanon. Ellos tuvieron contrato con una proveedora hasta que llegó el gobierno de Macri; ahí dejaron de pagar el gas contratado y empezaron a acumular deudas. En nuestro caso pasó algo similar, pero fue con la antigua patronal», explicó Bernardo Retamales, obrero de la fábrica. “Perdimos materia prima por los sucesivos corte de lus, como esmalte que debería estar agitándose constantemente, también arcilla. Sin energía, todo eso se echa a perder», añadió Retamales. 

Hay una causa judicial iniciada por Camuzzi en el juzgado federal contencioso administrativo en el cual se pidió hacer el corte de suministro de gas, pero el amparo fue rechazado por el juzgado. Luego apelaron y también fue rechazado por la Cámara de Apelaciones. Actualmente presentaron un recurso que está en trámite ante la Corte Suprema. “No tienen ninguna medida judicial que respalde su accionar: el corte de suministro que llevaron adelante es totalmente ilegal”, sostuvo Mariano Pedrero, abogado de sendas plantas.

Los obreros ceramistas denuncian que hay pedidos concretos que llevan semanas sin respuesta. “Hace 40 días que estamos intentando concretar una reunión con alguna empresa petrolera para poder tener un contrato y resolver la situación del suministro de gas. Pero hay una inacción total del gobierno provincial. Buscan terminar con las gestiones obreras evitando que generen producción”, advirtió el abogado. 

A la ruta

El martes 27, tras no obtener respuestas, los trabajadores volvieron a cortar la Ruta Nacional 7. “Fue un corte duro”, relató Blanco. La medida había sido votada en asamblea para continuar el miércoles, pero ese día se encontraron con un operativo policial de gran magnitud. “En la asamblea decíamos que nunca habíamos visto un despliegue así. Esto es el gobernador Rolando Figueroa aplicando el protocolo de Bullrich”, denunció. La policía montó controles, identificó a quienes bajaban de los colectivos y registró sus documentos. “Incluso yo, siendo diputado, les preguntaba dónde estaba la orden que autorizaba esa barbaridad”, agregó. Para los ceramistas, este operativo marcó un punto de inflexión: “El gobierno de Neuquén inauguró una nueva etapa: poner el operativo represivo a disposición de mantener la ‘paz social’. Es la única forma que tienen de gobernar sin que nadie los moleste”. concluyó Blanco.

El impacto del corte de gas no es sólo una traba momentánea ya que amenaza con colapsar por completo el proceso productivo. “La imposibilidad de continuar con la producción provoca primero la rotura de maquinarias, sobre todo en los hornos, que requieren un enfriamiento de al menos una semana. Además, como en toda fábrica, se rompe la cadena de pagos: no se pueden vender productos ni comprar materias primas”, explicó Pedrero. Aseguró que la situación afecta a más de 200 familias y que “es angustiante”. Advirtió también sobre el riesgo de cierre: “La decisión de los compañeros y compañeras es seguir, y esa voluntad de pelear está. Pero el riesgo es real. Exigimos que atiendan los reclamos de los ceramistas”. Según agregó, el conflicto se enmarca en un contexto más amplio. “Las políticas de ajuste son en todo el país. En ese escenario, las gestiones obreras no pueden escapar” afirmó.

Desde las fábricas también apuntan directamente al gobierno provincial. Las críticas no se limitan al accionar puntual ante el corte de gas, sino que ponen en cuestión todo el modelo económico que impulsa la gestión de Figueroa. “Neuquén es presentada como provincia modelo, pero tenemos un 37% de pobreza. Se rompen récords de producción pero ¿y los trabajadores? Incluso en la industria petrolera, que es una elite, los laburantes la están pasando mal”, denuncia Blanco. También cuestionan la alianza del oficialismo con el proyecto económico nacional: “El gobierno de Figueroa sólo se diferencia en el discurso. Dicen que hay un Estado presente, que invierten en educación, y es mentira”. En ese mismo sentido, concluyen: “Venden el verso de la ‘neuquinidad’, que vamos a cuidar lo nuestro. Pero los únicos beneficiados siguen siendo los empresarios. El pueblo trabajador queda marginado”.

Frente al ajuste, los ceramistas no se resignan. Y siguen organizándose: “Esta semana ya definimos acciones: el lunes 3 se va realizar una volanteada, y el miércoles 5 una movilización con caravana”, anunció Bernardo Retamales. En paralelo, decidieron impulsar un fondo de lucha: “Porque el gobierno no está tomando ninguna iniciativa ni haciendo ninguna gestión concreta para resolver esta situación”.

Una década de autogestión

Una década de autogestión

La gráfica Madygraf cumplió diez años desde que sus obreros la recuperaron y comenzaron a producir sin patrón. El rol de las mujeres y el aporte al cuidado del ambiente en una planta donde trabajan cien personas.

En la mañana del 11 de agosto de 2014 las vidas de los 400 empleados de la empresa gráfica R. R. Donnelley se detuvieron. Las máquinas también. Un comunicado de la compañía, pegado de manera muy improvisada sobre el portón de la entrada, anunciaba la quiebra y el cierre definitivo de la firma. Todos habían perdido sus trabajos sin ningún tipo de indemnización ni explicación.

Lo que no se detuvo aquella mañana de invierno fue la iniciativa de los empleados. La mitad de los despedidos decidió acatar la decisión, pero el resto optó por la resistencia. Ese mismo día encendieron las máquinas rotativas y comenzaron a hacer lo único que deseaban: trabajar. De esta manera recuperaron la planta y nació Madygraf. Diez años después celebran la hazaña.

Un poco de historia

R.R. Donnelley se instaló en Argentina en 1992 tras la compra de la editorial Atlántida. Su fundador había comenzado con su propia imprenta en Chicago el siglo anterior, pero la empresa creció de manera tan exponencial que Estados Unidos le quedó pequeño. 

En 2001, tras varios años soportando la implementación de las doce horas de trabajo y el turno americano, que los obligaba a trabajar sábados y domingos, ocurrió un conflicto previo. A raíz de esto, hubo cincuenta despidos. La tensión, lejos de desaparecer, aumentó con el correr del tiempo.

En julio de 2014, un mes antes de la quiebra y posterior recuperación, la empresa solicitó al Estado un subsidio alegando una situación económica muy complicada. Para ello, presentaron un plan de crisis que constaba de más de cien despidos y una reducción considerable de los salarios. La propia presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo que se trataba de fondos buitres, tal como denunciaban los trabajadores.

Finalmente, el 11 de agosto llegó y el comunicado del cierre de la planta también. Muchos de los, por ese entonces, desempleados decidieron rápidamente la toma del establecimiento. No fue necesario romper puertas ni candados. Al día siguiente, los mismos guardias entregaron las llaves y, desde allí, fueron conservadas por sus trabajadores. 

Una vez dentro se encontraron con que la Editorial Atlántida tenía su papel para imprimir en uno de los depósitos. Por supuesto que cuando se enteraron de la noticia quisieron llevárselo, pero en ese mismo instante los trabajadores acordaron terminar las revistas. De esta manera, pudieron mostrar que no solo querían  trabajar, sino que también podían hacerlo sin la necesidad de un empleador. “No hacen falta patrones para poner en movimiento una fábrica. Ellos no saben encender una máquina, nosotros sí”, resumió de manera contundente a ANCCOM Marcelo “El pollo” Ortega, trabajador de Madygraf desde el año 2012.

Son cien las personas que forman Madygraf, aunque 70 se encuentra en actividad. Ante la ausencia de la patronal, las decisiones son tomadas enteramente por los trabajadores de manera colectiva en asambleas que se realizan habitualmente. Cada sector tiene su propia comisión, lo cual permite que problemas más pequeños puedan ser resueltos de manera más rápida.

Los roles rotan constantemente y muchos son sometidos a votación. Año a año son los mismos obreros los que deciden quiénes serán los encargados de ocupar los cargos en la presidencia, la tesorería y la secretaría. “Acá podemos organizarnos, debatir y votar democráticamente. En un laburo bajo la mirada de un patrón eso no lo podes hacer, no tenes voz”, afirmó Érica Gramajo, trabajadora de Madygraf desde 2015.

 

Memorias propias

El solo recorrido de la planta, ubicada en Garín, cuenta su propia historia. Justo en la entrada, un cartel con letras de todos colores da la bienvenida y presenta uno de los mayores logros de los obreros: la juegoteca, una guardería donde las mujeres dejan a sus hijos mientras cumplen su horario laboral. Se encuentra en el mismo sector donde funcionaba la Secretaría de Derechos Humanos durante la época de Donnelley, lo cual la carga aún más de sentido. Allí interactúan con otros niños en su misma situación bajo la mirada atenta de docentes y trabajadores sociales. Este logro fue mérito de las mujeres, quienes al momento de la toma parecían inexistentes, pero que luego lograron un rol imprescindible. 

Continuando el recorrido, al lado de la juegoteca, se puede vislumbrar una pared con varias tapas enmarcadas: Paparazzi, Billiken, Para Ti, todas revistas impresas aquí mismo. Más adelante, también encuadrado, uno de los cuadernillos característicos, aquel que cuenta la historia de esta gráfica recuperada y que es entregado a alumnos y alumnas de escuelas estatales. 

Las camisetas de fútbol de clubes de barrios aledaños también dan el presente en esa enorme pared que funciona como una vitrina de logros. Es que Madygraf hace tiempo dejó de ser solo una empresa recuperada para convertirse en un símbolo de lucha y de resistencia. “Nosotros cumplimos un rol social y tenemos el apoyo de la comunidad”, mencionó Ortega.

Las mujeres 

Al momento de la recuperación de la planta, solo había algunas pocas mujeres en el sector de administración. Eso hoy cambió rotundamente. Fue un proceso paulatino, no ocurrió de un día para el otro.

Allá por 2011, tres años antes de la toma, 19 empleados fueron despedidos. Sus compañeros y parejas decidieron dar la batalla y lograron la reincorporación de todos. Pero en el medio hubo muchas protestas y acampes frente a la puerta de la fábrica. Allí fue donde se conocieron las mujeres que pasaron de ser solo las esposas o novias de los empleados de Donnelley a integrear Madygraf. “Teníamos muchas cosas en común y se formaron vínculos. Desde ahí no paramos más y ya tenemos 13 años de organización”, expresó Gramajo. El resultado de ello fue la creación de la Comisión de Mujeres, fundada en 2011.

Una vez recuperada la empresa, esas mujeres que lucharon codo a codo a la par de sus parejas y compañeros no podían quedar relegadas. Por eso pasaron a formar parte de la gráfica y hoy en día son maquinistas, presidentas y tesoreras, a la par de los varones. “El cierre de la planta nos encontró organizadas y pudimos recibir nuevas mujeres. La organización es fundamental”, agregó Érica.

El proceso de aceptación fue largo, hubo muchos palos en la rueda y resistencia. La deconstrucción fue necesaria, algunos chistes y algunas maneras de actuar cotidianamente tuvieron que cambiar para mejorar el día a día entre compañeros y compañeras. “Eran batallas contra nosotros mismos porque no podíamos tener los mismos valores que nos dictaban los de arriba que nos querían dividir. Nosotros teníamos que ser mejores personas”, manifestó Ortega. 

El presente

Aunque en el cartel de la entrada sobre el km 36,7 de la Panamericana aún se puede leer “Donnelley”, así como también en las cajas dentro de la planta, el nombre Madygraf se lleva con mucho orgullo entre los obreros, ya que carga con mucho simbolismo para ellos y ellas. 

El nombre Madygraf nació en honor a la hija de uno de los empleados de la gráfica que se encontraba al momento de la toma. Madeleine era una niña que había sufrido un accidente que le complicó su salud y que la condenó a una expectativa de vida de 10 años, pero Mady finalmente vivió más de 20 años y es considerada aún como una luchadora. 

Ellos mismos también se consideran luchadores. Han tenido que reinventarse más de una vez y constantemente. No solo tuvieron que experimentar crisis económicas y una pandemia que los obligó a la confección de sanitizantes y barbijos, sino también la caída abrupta del consumo de revistas gráficas en formato papel. Por eso hoy apuestan a las bolsas de papel, una labor a favor del medio ambiente que ofrece opciones para reemplazar al plástico. 

Muchas de las grandes máquinas que integran la planta en Garín hoy están paradas, pero el sector que se encarga de aquellas bolsas, mayormente conformado por mujeres, está más vivo que nunca. 

Lamentablemente la impresión de cuadernillos y manuales de uso escolar es cada vez más baja, aunque sea una prioridad para los trabajadores. Especialmente desde la llegada de Javier Milei.

Los integrantes de Madygraf subrayan el rol clave que podría jugar el Estado en esta gráfica y reclaman la estatización de la planta para producir libros escolares, entre otros productos, a bajo costo. “Nosotros sabemos todo lo que imprime y puede imprimir el Estado. Ellos tranquilamente podrían estatizar la fábrica y hacer un montón de cosas para las escuelas y las universidades”, denunció Érica.

Pero la estatización no es el único de los deseos de los trabajadores.  Guillermo Kane y María Laura Cano, ambos diputados bonaerenses del Frente de Izquierda, están llevando a cabo el proyecto por la expropiación. Por el momento contó con dictamen positivo de la Comisión de Tierras, pero el trayecto es más largo y debe pasar por otras comisiones antes de ser aprobado en el recinto.

 

Una década después 

El relato de esta historia se puede oír de la voz de sus propios trabajadores y trabajadoras en el documental Huellas de un futuro, antesala de una celebración que parece recién haber comenzado.

Este mes también anunciaron la publicación del libro Trincheras de Libertad, donde Eduardo «Chavo» Ayala y Jimena Gale, ambos trabajadores de Madygraf, relatan la historia de organización de los obreros de Donnelley. Además, festejaron a lo grande con el Festival por la Expropiación Definitiva para Madygraf en el playón de la fábrica. Allí se presentaron, C4 Reggae Combativo, Las Manos de Filippi, Grupo Anaconda y Sonido de Cumbia. 

Las cooperativas gastronómicas resisten

Las cooperativas gastronómicas resisten

Nacieron en la crisis del 2001 ocupando y poniendo a producir sus restaurantes cuando sus empleadores los dejaron en la calle. Ahora, enfrentan la caída del consumo y los tarifazos con esa experiencia a cuestas.

«El trabajo está muy caído, después de la pandemia no se terminó de acomodar”, cuentan desde La Robla

Según el último registro nacional de empresas recuperadas por sus trabajadores realizado en 2021, en el país existen más de 400 organizaciones de este tipo, en una extensa gama de rubros, entre ellos el gastronómico. Los Cabritos, La Robla y Pizzería 1893, tres experiencias porteñas, cuentan cómo atraviesan la caída del consumo y el aumento de las tarifas.

Las empresas gastronómicas recuperadas tienen experiencia en sobreponerse y adaptarse, ya que la gran mayoría de ellas se formó en momentos de gran incertidumbre. Jorge Jaian, secretario de la cooperativa Los Cabritos, parrilla ubicada en el barrio de Mataderos, comenta: “Cuando se clausuró el local, el desánimo y la falta de perspectiva nos hacían sentir que íbamos navegando en un barco sin timón, no sabíamos qué iba a pasar. Al formar la cooperativa en 2015, ese cambio produjo una reacción positiva en nosotros. Nos costó mucho, pero pudimos sacar el negocio adelante”.

En la misma línea, Carlos Delucca, secretario de la cooperativa que lleva adelante de La Robla, restaurante ubicado en el microcentro porteño, remarca que muchos no entienden cómo funciona una cooperativa de trabajo, por eso muchas veces se genera desconfianza y se vuelve complicado alquilar un local. ”Cuando nos mudamos en 2015 tuvimos que plantar bandera. Nos costó mucho acceder al local porque al dueño no le cerraba demasiado que fuéramos una cooperativa, tenía cierta desconfianza, hay un preconcepto enorme respecto al trabajo cooperativo, no lo entienden bien”, señala.

Y el contexto económico actual no es la excepción. El aumento constante de precios y la caída del consumo las obliga, nuevamente, a ponerse al hombro la difícil tarea de sacar adelante el negocio en una realidad adversa.“Sentimos una disminución del trabajo y estamos tratando de adaptarnos, lo que implica una mayor atención, un mayor compromiso con el tema de la mercadería, que no se desperdicie, achicar los costos, todo lo hacemos en función de que la fuente de trabajo siga existiendo”, remarca Jaian.

Pese a la crisis,  la Pizzería 1893 se resiste bajar la calidad de sus proveedores para achicar costos.

En esta situación inflacionario, que ha obligado a recortar gastos porque que la plata no alcanza, las salidas a comer afuera se convierten en algo más que prescindible. Las cooperativas gastronómicas lo sienten más que nunca y, por ello, muchas de ellas se ven obligadas a no abrir ciertos días de la semana en los que no hay tanto trabajo. “Hay días que no se justifica abrir, por ejemplo el lunes o el martes a la noche, porque hay muy poca gente en la zona. El trabajo está muy caído, después de la pandemia nunca se terminó de acomodar”, enfatiza Delucca.

No es fácil trasladar los aumentos de la mercadería a la carta. Las cooperativas hacen un gran esfuerzo por mantener precios competitivos y razonables, y aplicar los aumentos indispensables, para no perder clientes. Esto se traduce muchas veces en una pérdida de rentabilidad, al tener que absorber los aumentos. Por este motivo, generalmente, se encuentran en un rango de precios mucho más bajo que otros negocios del mismo rubro. A la caída de la convocatoria de los comensales, la inflación y la poca venta, se suma el aumento de las facturas de luz y agua, que para los comercios de estas características alcanza los 800.000 pesos por mes.

Para las cooperativas, la calidad de sus productos es muy importante a la hora de diferenciarse y posicionarse dentro del mapa gastronómico de Buenos Aires, y por eso hay costos que no se pueden achicar. Ernesto De Arco, tesorero de la Pizzería 1893, situada en el barrio de Villa Crespo, explica: “No buscamos precios en algunos insumos porque no queremos que cambie nuestro producto, queremos que la pizza siga siendo igual. La mozzarella, que es lo principal y la clave de la pizza, la seguimos comprando al mismo proveedor”. De Arco señala que sí cambiaron proveedores de otros productos que hacen al trabajo cotidiano en la pizzería. “Somos clientes de muchas cooperativas a las que les compramos, desde la papelera Patria Grande, productos de limpieza a la cooperativa Burbuja Latina, y productos de almacén a la cooperativa RECOOP”.

“Sentimos una disminución del trabajo y estamos tratando de adaptarnos» afirman desde Los Cabritos.

A pesar de lo difícil de la situación, las cooperativas gastronómicas resisten. “Todos viajamos en el mismo barco, entonces tratamos de buscar precios, de conversar con los proveedores, de encontrarle la vuelta para que podamos seguir”, reflexiona Jaian. “Estamos tratando de llevarla de la mejor manera posible como cualquier otro restaurante, haciéndole frente a este mal momento que estamos atravesando no sólo nosotros como cooperativa sino cualquier persona del común”, comenta Delucca.

En este marco, el apoyo de los clientes no es una cuestión menor. Muchos de ellos eligen las cooperativas no sólo por la calidad de los productos, sino también por la buena atención.Tanto es así que, por ejemplo, Los Cabritos recibió el reconocimiento de ser una de las diez mejores parrillas de la ciudad, en una encuesta organizada por el gobierno porteño, en 2018. Por su parte, De Arco señala que la clientela de 1893 es muy fiel y al formar la cooperativa, sumaron aún más comensales ya que la pizza a la piedra y a la parrilla se volvió muy conocida en el barrio.

Es muy importantepara las empresas gastronómicas recuperadas el contacto entre sí, para poder apoyarse mutuamente. Jaian, Delucca y De Arco concuerdan en que en los primeros momentos de la formación de las cooperativas fue crucial el apoyo de AléAlé, una cooperativa gastronómica creada en 2013. Todas recibieron asesoramiento de parte de aquellay gracias a esta ayuda pudieron continuar.“El entonces presidente de la cooperativa vinoa charlar con mis compañeros y a convencerlos de que se podía. Fue súperimportante para que ellos tomen la confianza y crean que este proyecto podía darse”, recuerda De Arco. Tambiénles prestaron el espacio de cocina de su restaurante para que pudieran vender las pizzas por delivery.

Por su parte, Jaian señala que sin su ayuda hubiera sido más que difícil abrir el negocio, ya que tenían muchas urgencias y carecían de experiencia: “Nos pusimos en contacto con ellos y nos ayudaron mucho, nos contactaron con las personas que nos podían ayudar y así empezamos el proceso de convertirnos en una cooperativa”. Delucca rememora que en su momento también hablaron con los compañeros de AléAlé y tuvieron una reunión con una abogada del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), que les indicó cómo proceder.

Este acompañamiento y ayuda fue tan importante, que ahora ellos sienten la misma responsabilidad de ayudar a otro restaurante que esté pasando por la misma situación. “Seremos nosotros quienes vayamos, los apoyemos y les digamos: ‘No se dejen pisotear, no se vayan a casa sin nada, quédense acá dentro y peleen por lo que les corresponde’, concluye De Arco.

Ocupar, resistir y producir

Ocupar, resistir y producir

Ante la quiebra y el cierre masivo de empresas que se dio en la crisis de 2001, la recuperación y autogestión de empresas por parte de los trabajadores fue una solución creativa que llega hasta hoy.

Andrés Ruggeri, antropólogo social recibido en la Universidad de Buenos Aires, docente y director de la revista Autogestión, trabaja desde el año 2002 dirigiendo el programa de extensión Facultad Abierta junto a su equipo en la Facultad de Filosofía y Letras. Actualmente, este es el único programa nacional que recaba información acerca de la situación de las empresas autogestionadas, además de brindar apoyo y asesoramiento. El especialista detalla las dificultades que atraviesan las fábricas recuperadas en su camino recorrido desde el 2001, el futuro en un contexto de capitalismo concentrado y la falta de legislación que esté a la altura de los cambios sociales.

 

¿Cuáles son los factores determinantes entre los trabajadores para poder tomar una fábrica?

Una empresa recuperada es un proceso que a veces es largo y muy complejo, por definición podemos entender a las empresas recuperadas como procesos de autogestión, donde hay trabajadores y trabajadoras que organizan la producción, reparten los excedentes, comercializan, en fin, realizan todas las actividades de una organización económica. La característica de la empresa recuperada es que ese proceso de autogestión proviene de una empresa anterior, que era privada y quebró o cerró por causas múltiples, y se da ese proceso de pasaje a los trabajadores.

 

¿Qué implica el proceso de toma de una fábrica o empresa?

Ese proceso, que se cree muy rápido, implica muchísimas cosas. Primero hay que ver cuál es la situación que da origen a la empresa recuperada: a veces es una venta o un concurso de acreedores mal resuelto, una situación generalizada que además acelera este tipo de procesos, a veces eso no está tan claro, pero son conflictos que terminan derivando en la recuperación. Además hay que ver cuál es la situación jurídica de esa empresa y cómo es que los trabajadores logran que la cooperativa que forman se pueda asociar y quedar a cargo de esa empresa y poder trabajar, porque ya a cierto nivel de complejidad de una unidad productiva se requiere calidad. Hay que comprar, hay que vender, hay que estar inserto en el mercado. Entonces ese es el nudo del problema, el jurídico. Y después tenés todos los problemas que tienen que ver con la formación de un colectivo que pueda administrar y resolver los problemas económicos de una fábrica, así que son un montón de cosas que hay que tener en cuenta.

¿Cuál es la base de las empresas autogestionadas?

La democracia es la base de la autogestión. La democracia en el terreno económico, que es el lugar en donde menos hay democracia: la democracia está para todo lo demás, menos para lo económico y lo laboral, donde es todo vertical. Una empresa autogestionada justamente rompe con eso, es una ruptura radical y ese creo que es uno de los valores más grandes de la autogestión.

 

¿Considerás que hay una similitud entre el contexto del 2001 y el actual, teniendo en cuenta la crisis económica, como para que surjan más empresas autogestionadas?

Depende cómo pensamos eso. Yo creo que el 2001 fue una crisis general, económica, política y social, que llevó a hacer tambalear todo el entramado institucional del país, no fue solamente una crisis económica. Entonces en ese contexto fue que se hicieron visibles las empresas recuperadas. Ya existían, pero se multiplicaron y se convirtieron en un movimiento con una identidad específica. Antes sólo se hablaba de empresas recuperadas, después del 2001 empezó a hablarse de fábricas recuperadas, ocupadas, distintos nombres que reflejan este proceso. Yo creo que ahora efectivamente hay una crisis muy fuerte, que tiene que ver con un arrastre de cuatro años de macrismo y de neoliberalismo. La aparición de la pandemia provocó una crisis mundial, una caída de la economía y obviamente también afectó a la Argentina y ahora estamos pagando las consecuencias, incluso a nivel de percepción de la sociedad. Si eso puede llegar a provocar un estallido de las mismas características del 2001, habrá que ver, por ahora me parece que no, y que las condiciones son otras. El 2001 fue también una etapa terminal de un proceso, que se podría haber evitado, por supuesto. Ahora también se puede evitar eso, que fue una catástrofe. A veces se ve desde una perspectiva heroica el 2001, pero no fue mayo del 68, fue una cosa mucho más sufrida.

 

¿Considerás que ahora hay más experiencia en los trabajadores que toman las fábricas con respecto al 2001?

Por el lado de las empresas recuperadas yo creo que ahora hay un camino recorrido que en ese momento no estaba. Hay mucho más conocimiento del proceso, hay mucha más experiencia. Y hay mucha más experiencia del otro lado también, del lado de los patrones, de los jueces, del poder económico y del Estado. Y también hay más herramientas, del Estado incluso, que se pueden aprovechar.

 

¿Qué puede hacer el Estado para apoyar a este tipo de empresas?

Muchas cosas. En el 2019 se hizo en el estadio de Ferro un Foro Federal de Economía Autogestionada Popular. Ahí se hizo una especie de programa de políticas públicas, que creo que sigue estando vigente. Se han cambiado algunas cosas, por ejemplo empezar a pensar el sector cooperativo desde la política económica y no la política social. Las empresas recuperadas son básicamente económicas y cumplen un fin social, pero no son un sector vulnerable o no tendrían que serlo. Lo que hay que tratar es de acompañarlo con acciones, tiene que haber financiamiento, tiene que haber mecanismos de acceso crediticio no bancario o con la posibilidad de acceso, porque por lo general las cooperativas no acceden a las prestaciones bancarias. Entonces tiene que haber un cambio de legislación que contemple el trabajo autogestionado como una forma específica de trabajo, que no es lo mismo que trabajo independiente, ni por supuesto que trabajo formal ni autónomo. Es otra cosa, es trabajo colectivo, trabajo asociado, y eso es un enorme problema porque los trabajadores que recuperan empresas pierden años de antigüedad, pasan a tener una perspectiva de jubilarse con la mínima y no poder hacer todos sus años de aportes, tampoco hay convenio colectivo de trabajo.

 

¿La legislación es un punto central para el desarrollo actual de las empresas recuperadas?

La legislación laboral no rige para estas empresas, entonces eso hay que revisarlo. Es un punto fundamental porque si no está eso, la precariedad es permanente, por más que le pongas financiamiento, por más que los reconozcas, incluso por más que logren acceder a la propiedad. Una empresa recuperada generalmente está en conflicto con la propiedad y ese conflicto no se resuelve. Las leyes de expropiación están para el problema momentáneo del desalojo, pero en realidad el Estado no efectúa la expropiación. Eso es lo que pasó con la cooperativa Nueva Generación en Wilde: nunca lograron apropiarse jurídicamente del terreno, entonces alguien que tenía el título de propiedad accionó la justicia, la justicia le dio la razón y después, por las razones que sean, no se atinó a resolver eso y vino el desalojo. Eso es lo que le puede pasar al 80% de las empresas recuperadas en este momento. Pero incluso solucionando eso, van a seguir siendo trabajadores de segunda, porque no tienen un reconocimiento laboral como cooperativa.

 

¿Tienen registro de cuál es el número de trabajadores que actualmente operan en la autogestión?

Tenemos una base de datos del Programa Facultad Abierta y que ahora sirve de base al Registro de Empresas Recuperadas del INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social). También hicimos hace poco una guía de políticas públicas. El número aproximado de empresas recuperadas son 430 que ahora están funcionando como recuperadas, y los trabajadores son 15.500

 

¿Hay información acerca de cuántas empresas se mantienen hasta el día de hoy desde el estallido del 2001?

Es difícil hacer ese cálculo porque muchas veces se pierde contacto, a veces no se sabe si cerró o no. Hay cierres que tienen que ver sobre todo con la forma de desalojo violento, es bastante relativo la precisión de esos datos. Lo que sí podemos ir viendo es cuantas están activas, en los informes que fuimos haciendo hay varios cuadros sobre eso. En algunos informes trabajamos el tema de los cierres, pero hay un fenómeno con eso, que es que no se puede decretar el final de una empresa recuperada. Ya ha pasado de decir «No, ya está cerrado» y después abrieron de vuelta, porque a veces la cooperativa la mantiene, el lugar funciona legalmente, de pronto mejoraron las condiciones de trabajo y volvieron otra vez, o los desalojaron y volvieron a abrir, eso es bastante recurrente. Son muy distintas como funciona su lógica con respecto a una PYME.

 

¿Cómo ves el futuro a nivel mundial de las empresas recuperadas?

Una de las cosas que hicimos fue el encuentro internacional de economía de los trabajadores. En ese encuentro hay empresas muy grandes de muchos países, incluso de Asia, Europa y todo América. En algunos lugares como Europa está mucho más reglamentado, entonces son más workers collab antes que ocupaciones o procesos de lucha como acá. Allá terminan comprando las acciones y las convierten en cooperativas o asociaciones laborales, todo un proceso mucho menos traumático, pero en la práctica es más o menos lo mismo. En muchos países hay experiencia de este tipo. En la medida en que el capitalismo vaya siendo cada vez más concentrado y vaya precarizado mucho más el trabajo, es probable que la autogestión y las distintas formas de economías no verticalizadas vayan creciendo de formas muy diferentes. Toda la cooperativización es una forma de combatir, pero eso también debe implicar que se refleje en legislación, en políticas públicas, en derechos. Yo creo que el papel que tiene ahora las cooperativas en este momento es el de luchar por la supervivencia, porque esa es una constante, pero al mismo tiempo si logran determinadas conquista a nivel del Estado que les permitan consolidarse, es también mostrarse como un modelo diferente, que soluciona no solo el desempleo sino otras inequidades e injusticias que hay en el empleo informal y el empleo precario.

Nació la Unión de Trabajadores de la Economía Popular

Nació la Unión de Trabajadores de la Economía Popular

 

Miles de personas se encontraron en el Club Ferrocarril Oeste, el 21 de diciembre, para festejar el nacimiento de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP). Referentes de diferentes organizaciones populares, sindicales y políticas se hicieron presentes para acompañar la creación del sindicato.

La UTEP nació de la materialización de cuatro años de resistencia a las medidas neoliberales. Surgió como una herramienta gremial, con el objetivo de permitir la participación de este sector específico en la construcción de políticas públicas.

“Durante 4 años nos dedicamos a limar asperezas -cuenta Dina Sánchez, del Frente Popular Darío Santillán-. En aquel diciembre del 2015, sabíamos que nos venía lo peor y que la unión de todo el movimiento de las organizaciones populares era el único frente posible”.

La creación formal de este sindicato único es un paso más en la legitimación de las nuevas formas de trabajo autogestionado, producto de la incapacidad del sistema económico y social imperante, que no garantiza las condiciones mínimas en la reproducción de la vida. Una gran masa de trabajadores desplazados hacia la nada, se ha organizado para resistir a un capitalismo, cada vez más concentrado y tecnologizado.

En la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) confluyen organizaciones que se conformaron a medida que se intensificaban las políticas neoliberales, durante los 90, que llevaron a la profunda crisis desatada en el 2001. Cada una de estas organizaciones buscaron su denominación, según se constituían con su propia identidad.

El ahora diputado nacional Juan Carlos Alderete, coordinador de la CCC (Corriente Clasista y Combativa), continúa la línea de pensamiento de Dina Sánchez: “Había que darle contenido político y una salida a los trabajadores que habían perdido todo derecho. La unión de la izquierda con el peronismo, es una realidad, por la unidad de los trabajadores. No podíamos ser tan necios de no unirnos”.

Esteban “Gringo” Castro, Secretario General de la UTEP habló con ANCCOM:“Hoy vivimos una muestra de unidad bajo una personería gremial de todos los movimientos sociales, es un paso gigantesco. Esto es la ‘gremialidad’ de los barrios, de la calle, de algunas unidades productivas, de un vasto sector del campo, que tiene poco campo, pero que produce mucho mejor, alimenta, mucho mejor. Esto no es un apoyo asistencial, ponemos el eje en el trabajo”.

Castro continúo: “Somos trabajadores de una nueva construcción del trabajo, que conlleva el proceso de incorporar nuevas formas de plantearse el trabajo. Casi todos nuestros compañeros están trabajando. Lo que no tienen es derechos. Esto implica un debate muy profundo”.

Hacia el 2011, nacía la CTEP, una Confederación de Trabajadores de alcance nacional, integrada por organizaciones como ‘Patria Grande’, ‘La Dignidad’, el ‘Movimiento de Trabajadores Excluidos’ (MTE), ‘La Darío Santillán’, la ‘Corriente Clasista y Combativa’ (CCC) y el ‘Movimiento Nacional Campesino Indígena’, entre otros.

ANCCOM dialogó con Rafael Klejzer, referente del Movimiento Popular ‘La Dignidad’: «Nosotros –dice- adscribimos a una corriente ideológica que nos parece mucho más importante: la realidad».

¿Cómo explicarían la creación del Sindicato de Trabajadores de la Economía Popular?

R.K.: Es un sindicato de trabajadores, una representación gremial y como tal tiene que ver con la dinámica y con la etapa histórica que se vive. El sindicato, como lo conocemos hoy, no es el mismo que planteaban los anarquistas panaderos en 1870, no es el que se planteaban los trabajadores estatales en 1920, ni el de los mecánicos en 1970. Los trabajadores de la economía popular se plantean otra cosa. Las representaciones sindicales tienen que ver con la realidad que viven los trabajadores en un momento histórico. Primero aparece la representación y después, los marcos legales que dan legalidad a ese sindicato. Nuestro sindicato estuvo diez años peleando, cinco años luchando por una legalidad. En 2015 nos dieron una representación muy informal, dentro de lo que es la ley de asociaciones sindicales y recién ahora está tomando forma la inscripción.

¿Cómo sería la relación con el Estado?

RK: Es un problema ideológico: si sos una cadena de transmisión de las políticas del Estado a los trabajadores o si representás los intereses de los trabajadores frente al Estado. Son dos formas de ver el mundo. Nosotros adscribimos a que somos los representantes de los trabajadores, para cualquiera, nos plantamos con autonomía y con independencia política.

¿La economía popular es considerada para el Estado como una economía del ‘pobrerío’?

RK: Nosotros somos trabajadores sin patrón, pero nuestros derechos nacen de políticas públicas estatales, así que hay que ir a discutir ahí. La economía popular, no es una economía del pobrerío, ni de la subsistencia, sino que es una alternativa a la economía de mercado que no puede resolver la reproducción de la vida.

¿Y cuál tiene que ser el rol del Estado?

Si vos tenés un Estado represivo, como el de la Ciudad de Buenos Aires, donde no quieren el trabajo en la vía pública, es imposible que se generen puestos de trabajo. Si nosotros podemos discutir con el Estado, regularizar empleo, trabajo en la vía pública, tiene un impacto de 20.000 o 25.000 trabajadores nuevos. Es muy importante el rol del Estado. Si vos tenés un Estado que no regula nada, el lobo se come a la oveja.

¿Se disputa el territorio, la calle, como un mercado de oferta y demanda?

RK: Generalmente las sociedades han realizado su intercambio en los espacios públicos. Tiene que tener una función social el espacio público, que es un lugar de encuentro y de intercambio, en la medida en que uno ocupe el espacio público va a haber una mayor seguridad, intercambio y mayor solidaridad. Y otra cosa, con respecto al territorio, la economía popular, a diferencia de la economía de mercado, tiene un desarrollo extensivo, federal.

A: ¿De red?

RK: Exacto y es muy poroso en la comunidad, es decir, que si vos generás a través de la economía popular y las cooperativas o los consorcios de trabajadores, laburo, tiene un alto impacto en la propia comunidad, porque lo que gana ese laburante lo consume en el territorio. No hay fuga de divisas, no cambia dólares, sino que lo gasta en la comunidad, eso genera un movimiento importante.