El MOCASE canta 33

El MOCASE canta 33

El Movimiento Campesino de Santiago del Estero cumple este viernes 33 años de resistencia y defensa de sus tierras. Mientras promueve la agroecología, la soberanía alimentaria y la reforma agraria, construye su propia universidad. ANCCOM te cuenta cómo funciona.

Antes de que los colores cálidos se adueñen de la luz, la noche termina de morir. Enseguida sale el sol, la aridez se mezcla con la tierra que sobrevuela y está en todas partes. También invade unas tres hileras de cuchetas y un par más de camas en las esquinas de la habitación de ladrillos y techos de chapa que alojan unos cien colchones donde duermen las personas que asisten a la Universidad Campesina e Indígena de Santiago del Estero, también conocida como la Universidad Suri o UNICAM, fundada por el Movimiento Campesino de Santiago del Estero que este 4 de agosto cumple 33 años de vida. En ella se enmarcan la Escuela de Comunicación Popular y Comunitaria, la Escuela de Psicología Social y la Escuela de Agroecología.. 

La oscuridad todavía no deja ver el monte mostaza con sus espinas gastadas, las flores lilas de los yuyos, los dorados ásperos, rosas, celestes y violetas que regala el cielo. Ni siquiera se ven los murales en la fachada, que muestran los emblemas de la comunidad, la bandera argentina y una multitud marchando. 

Tampoco se aprecia la amplitud de un horizonte que, quienes tienen la costumbre de verlo repleto de edificios, llamarían “vacío”

A las 8 de la mañana amanece nublado y muchas caras recién despiertas se nuclean en búsqueda de calor y aprovisionamiento alrededor de la parrilla donde se apoya una olla inmensa para calentar el agua, algo se respira en el aire además de la pureza del monte y el pan que se tuesta sobre esos mismos hierros.

El desayuno transcurre en una calma más bien tímida. Media hora después se escuchan los llamados para ingresar al aula. Esto no es un campamento ni un viaje de egresados ni una colonia de verano como las de las películas musicales para adolescentes. Con termos cargados y cuadernos en mano, son muchas las piernas en el cerro que comienzan a andar el camino delineado con piedras entre el pasto color pardo para llegar a la clase que se desarrollará en un salón bastante grande, que cuenta tres paredes de ladrillos y una cuarta pared inexistente: se abre y se cierra apoyando de lado a lado una chapa a modo de portón para que no entren las cabras o los perros o los chanchos o los pavos reales que comparten la montaña con la comunidad. 

 

El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) nació el 4 de agosto de 1990 con el fin de organizar al campesinado ante el avance del agronegocio. La defensa de la tierra, la reforma agraria integral, la soberanía alimentaria, la agroecología y la vuelta al campo son sus banderas principales de lucha y resistencia.

Tres años después, el MOCASE participó de la creación del Movimiento Internacional Vía Campesina (VC) que nuclea a millones de personas en más de 70 países. Y el año 2005,, junto a otras organizaciones, fundó el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), un espacio que reúne a miles de  familias con inserción territorial en varias provincias. 

Las dificultades históricas de jóvenes rurales en el acceso a la educación superior impulsó al MOCASE a crear su propia casa de altos estudios, la Universidad Campesina  e Indígena S.U.R.I -Sistemas Universitarios Rurales Indocampesinos-, fundada en 2011 bajo la filosofía del “buen vivir” -o “Sumaj Kawsay” en quechua-, que propone vivir de una manera armónica con la naturaleza y llevando una vida en comunidad, en oposición a la lógica extractivista del capitalismo. 

La UNICAM SURI se encuentra en el Km 924 de la Ruta Nacional N° 9. El pueblo más cercano, Villa Ojo de Agua, está a unos 5 km por un camino de ripio. Una ruta de tierra que arde en verano y congela en invierno y en la que siempre será un acontecimiento ver desde sus costados cómo la cruzan los autos rápidos, trayendo un poco al silencio del pastizal los ruidos mecánicos del tránsito lejano. 

En la página web del MOCASE puede leerse: “La UNICAM es un espacio, donde campesinos, indígenas, trabajadores urbanos y rurales ejercemos el derecho a una formación que nos permita no sólo recuperar y reivindicar nuestra propia cultura, sino también trabajar para educar desde otra mirada para que las trabajadoras y trabajadores no seamos marginados, como receptores de una cultura ajena, sino como sujetos activos de la construcción colectiva de una nueva educación y un nuevo mundo.”

Ya en el aula la propuesta es formar una ronda. Los cuerpos se organizan en base a esa premisa y en medio del círculo se aprecia el contorno de un mapa de Latinoamérica, dibujado en el suelo con carbón. Suena una música local y entran los coordinadores que se acercan y depositan distintos elementos dentro de la figura: semillas, verduras, libros. Es la mística que da comienzo a las jornadas de clases de la Universidad.

Las clases expositivas se realizan en ese aula, luego están los momentos de prácticas grupales, en los que los equipos de estudiantes se reúnen en cualquier lugar del predio para llevar adelante los ejercicios propuestos por los coordinadores.        

Antes y después de la clase hay que resolver las cuestiones organizativas: horarios de actividades y división de tareas en equipos (las tareas cotidianas, como por ejemplo el desayuno, están bajo responsabilidad de los estudiantes). La cursada alterna períodos presenciales de cinco días consecutivos con períodos de clases virtuales, de manera que los jóvenes puedan regresar a sus territorios y cumplir allí con sus actividades laborales. Está modalidad garantiza la continuidad del  ciclo lectivo  a aquellos que por sus responsabilidades laborales o por las lejanas distancias de sus domicilios no podrían asistir de otro modo a la universidad.

… 

 A las 7 de la tarde, el momento áulico terminó hace media hora y Norma Michi habla sentada en el asiento del conductor del auto que utiliza para volver al pueblo luego de finalizada la jornada. Explica que desde el año pasado empezó con esta dinámica, antes vivía y dormía en el predio de la Universidad Suri, pero los años en el cuerpo hacen que sean necesarias ciertas comodidades que antes parecían prescindibles. Michi es licenciada en Educación Permanente, Doctora en Educación y profesora adjunta del Departamento de Educación de la Universidad de Luján.Reside en Villa Ojo de Agua, integra la Coordinación Político-pedagógica de la Escuela de Comunicación Popular y Comunitaria del MOCASE y coordina el taller de cerámica de la UNICAM. 

 -¿Cómo piensan las particularidades pedagógicas de la UNICAM?

Hay una Coordinación General desde donde se piensa lo pedagógico, y tiene un papel muy importante. Se valoriza el proceso completo, integral: lo que pasa dentro del aula no es lo único que pasa. Eso es muy importante, pero no es lo más importante, es todo ese proceso que empieza desde el día en que llegan hasta el día en que vuelven a sus casas, a sus territorios. En ese sentido es similar a lo que construyen en Brasil con las escuelas del MST (Movimiento de Trabajadores Sin Tierra), implica una conjunción permanente entre escuela y realidad cotidiana y le otorga un rol protagónico a la comunidad rural en la definición de valores y contenidos educativos. 

 Norma habla con tranquilidad sobre cuestiones monumentales dentro de un auto rojo apagado en medio del monte, uno de los pocos lugares a esta hora de la tarde donde el viento no llega: 

 El MOCASE es un movimiento de resistencia en la tierra, de resistencia cultural, de resistencia territorial concreta frente a otras formas de vida que sostienen un modelo acaparador que pone en situación de peligro y de hambre al campesinado. Dentro del movimiento, existe la UNICAM pero no solamente como la parte universitaria. También es un lugar donde vivimos muchos compañeros. Es importante entender a la UNICAM como comunidad, no solo como Universidad.

….

 

“Chuschalo” significa que tiene mucho pelo en quichua. Así le dicen a Matías Cara quien, como Norma, integra la Coordinación Político-pedagógica de la Escuela de Comunicación. Con la particularidad de ser también egresado de la UNICAM. Matías vivió en Buenos Aires hasta que comprendió que la ciudad no era para él y salió en búsqueda de otros territorios. Así llegó a Santiago del Estero y se involucró en el Movimiento Campesino. 

Desde la mesa de la radio -una estructura circular de cemento que transmite la FM Suri Manta con programación propia desde el 2013-, Chuschalo acomoda su silla enérgicamente, ceba mate y masca coca mientras busca las palabras, como si quisiera explicar algo que se mueve, como si estuviera desarmando un motor y describiendo sus partes: 

  • Primero nació la escuela de Agroecología, otro de los procesos de formación sistemática, aunque con otras características. La idea era trabajar de base con los jóvenes y los compañeros, no solamente para dar más herramientas, mejorar las producciones y garantizar que se pueda conseguir proyectos para hacer agricultura, apicultura, cuero, ganadería, lo que sea que quieran hacer, sino también para reivindicar el poder vivir en sus territorios y plantearse cómo quieren hacerlo. Es un proyecto político Concebimos una agroecología que lucha, no una que planta sano y ya. La agroecología no se va a dar si no hay justicia social, no se va a dar donde haya relaciones de poder injustas, ni donde prima el patriarcado primando, La agroecología no se va a dar donde no haya educación popular ni procesos de base. No solamente estamos hablando de producir sano y tener precios justos para quien los produce sino también poder llevar una vida digna donde se produce. La agroecología que nosotros construimos tiene que ver con el cambio social. 

 Chuschalo se entusiasma cada vez más con su propia exposición que, a medida que avanza, parece transformarse en una proclama:

  • Somos una comunidad organizada y un punto de referencia en todo el territorio de la zona sur, tanto por lo pedagógico como por la organización y la resistencia. También somos Casa de Acompañamiento del Sedronar y como movimiento venimos trabajando e impulsando la construcción de cisternas en toda la provincia a través de un montón de articulaciones para que la gente pueda tener agua en sus casas, porque hay mucha gente que no tiene directamente agua para tomar, eso es una realidad. 

La UNICAM también está vinculada con una idea que parecía utópica, la “vuelta al campo”. Se empezó a gestar más sistemáticamente a fines de los noventa. Mientras espera que amaine el viento dentro del auto rojo, Norma habla sobre ello:

  • Si los hijos o sobrinos de los campesinos tenían oportunidad de ir a la Universidad, cosa que ya era muy difícil, la Universidad tampoco respondía a las necesidades del movimiento. Y si esos chicos llegaban a terminar sus carreras, no solían volver al campo. Así que hacía falta pensar una Universidad desde, en y con los compañeros del campo. Los jóvenes la están pasando mal en las ciudades, está el consumo problemático y todas las consecuencias que tiene. Creo que por ahí anda la razón por la que se empezó a pensar que estos son los chicos que hay que acompañar. De esas reflexiones surge la Escuela de Psicología Social y la instancia de acompañamiento de situaciones de consumo problemático. 

A unos metros, desde la radio, Chuschalo completa el concepto, sin conocer lo que Norma decía, pero comprendiendo lo mismo:

  • Nos identificamos como un Movimiento Campesino Indígena, porque son sus orígenes y es la territorialidad que tenemos, pero sabemos que la lucha y el mundo que estamos haciendo no es solo para nosotros. Exactamente por eso pensamos en una Universidad con pibes de otras universidades, de comunidades campesinas, de los barrios de Buenos Aires, de Santa Fe, de todos lados. No podemos pensar en la construcción de un mundo más justo sólo para las comunidades campesinas, sólo para los barrios, porque entendemos que el transformar es juntos y juntas.
  • El movimiento tiene una gran apuesta a la construcción entre el campo y la ciudad. Por eso piensa la organización en conjunto con universitarios de distintas urbes, a quienes invita periódicamente a vivenciar un tiempo en la UNICAM para intercambiar saberes y construir pensamiento en la diversidad.

 

Los coordinadores y coordinadoras de la UNICAM realizan día a día una inmensa serie de tareas y actividades que hacen posible que este universo exista. Eligen autodenominarse así, en vez de “profesores”, porque entienden el rol que cumplen de una manera integral, que excede las paredes del aula y los contenidos teóricos y prácticos de las materias.

Aquellos que eligen vivir en la UNICAM comparten y construyen el día a día en comunidad. No todos duermen en ese gran cuarto de dimensiones enormes y capacidad para 100 personas en donde el concepto de intimidad que habita las ciudades estalla en mil pedazos. Hay quienes construyen sus casas en el predio. Chuschalo está terminando de armar la suya después de haber habitado el cuarto durante años: 

 El MOCASE siempre ha tenido esa grandeza de soñar la política, de recrear política, de que la política va de la mano del amor. Y no hablo de amor romántico, hablo del amor que se le pone a la vida todos los días agarrando el arado, el amor que tiene un albañil cuando levanta una pared, del amor que tiene una compañera cuando frena una topadora. Del amor a la vida, y de construir esa vida dignamente. Porque nos han enseñado que el trabajo es digno, y no es tan así; el trabajo es digno cuando el mundo en el que se desarrolla tiene justicia social, sino no es digno el trabajo. 

 Hoy en la Universidad vive también una comunidad wichí, los chicos atienden a las instancias de formación, participan del taller de cerámica, montaron su propia peluquería dentro de la comunidad y también rapean. Participaron como “El Clan del Norte” de un concurso auspiciado por UNICEF para hablar de la problemática del grooming. Ganaron entre 400 participantes. Pudieron filmar su videoclip y eligieron hacerlo mostrando cómo habitan la UNICAM. Chuschalo acompañó ese proceso: 

  Nos llena de orgullo, son nuestra familia y lo vemos como un sueño super colectivo aunque muchos de nosotros no cantamos ni medio rap, pero ver que esos sueños se transforman en procesos de dignidad, de formación, de concientización, en procesos colectivos, comunitarios y que se materializan en logros es algo enormemente potente. 

La UNICAM promueve una enseñanza que enfatiza el proceso por sobre el resultado. La creó un movimiento que se piensa como un todo, como partes de un gran sujeto que, lejos de entenderse como individualidades politizadas de manera aislada, conforman nuevos mundos en el monte santiagueño. 

Misiones, la pionera de las leyes agroecológicas

Misiones, la pionera de las leyes agroecológicas

La provincia es la primera en sancionar una ley que promueve la producción de bioinsumos, y se suma a otras provincias que prohibieron el uso de plaguicidas como el glifosato. La sanción llegó pese al lobby empresario.

El 22 de junio se aprobó la ley de promoción de producción de bioinsumos en la provincia de Misiones, la pionera del país en tomar la iniciativa para un cambio ecológico en las chacras misioneras y crear una alternativa al uso del glifosato en sus producciones. Un día después de ser sancionada, el lobby empresarial se hizo sentir con quejas publicadas en La Nación acusando la “ausencia de diálogo”.

La queja tenía su origen: el glifosato, herbicida químico utilizado en las producciones misioneras y catalogado por la OMS como cancerígeno, protagonista de causar irritaciones oculares, deformaciones e impacto en el sistema endocrino, quedará prohibido en el lapso de dos años en el territorio provincial. Mientras tanto, los productores y productoras deberán iniciar su transición progresiva hacia prácticas sostenibles y agroecológicas. 

“¿Por qué no cuidar el ambiente, por qué no ser sustentable – sostenible con las generaciones futuras? -se pregunta Leonardo Amarilla, subsecretario de Planificación del Ministerio del Agro-. Misiones tiene una población joven que ya tiene otra cabeza. Hay un choque generacional de padre e hijo o abuelo y nieto, porque durante 30 años usaron glifosato, entonces les va a costar el cambio. Pero el debate está sobre la mesa y la chacra. ¿Por qué usamos esto? mirá cómo crece la lechuga, con sabor a lechuga, con el biofertilizante”.

Uno de los sectores que se encuentran en resistencia y total rigidez sobre un cambio sustentable y saludable es la Sociedad Rural. En cambio, los pequeños y medianos productores misioneros ya apuestan al nuevo cambio de paradigma. 

La ley denomina bioinsumo a todo producto biológico que consista o haya sido producido por microorganismos o macroorganismos, destinados a ser aplicados como insumos en la producción agropecuaria, agroalimentaria, agroindustrial y agroenergética.

La provincia cuenta con una biofábrica donde las cooperativas realizan sus propios bioinsumos y las empresas proveen los biofertilizantes y biopesticidas a los productores y productoras. El encargado de brindar capacitación y asesoramiento sobre el uso de estos productos es el Estado.

El objetivo principal de la ley es establecer un marco regulatorio para la investigación, desarrollo, producción, procesamiento, registro, comercialización y utilización de productos biológicos naturales -bioinsumos- que aporten a las políticas de sostenibilidad y sustentabilidad en la Provincia. 

De esta forma, poder generar líneas de trabajo colaborativas donde se promueva el desarrollo de insumos biológicos y la utilización de métodos orgánicos, junto a un adecuado manejo del riego agropecuario, uso del agua y técnicas relacionadas con el reciclaje de materiales orgánicos para mejorar la fertilidad de suelo, el control de plagas y enfermedades. 

Como resultado se espera un consumo más sano, cosechas rentables y que las familias productoras puedan seguir conservando las propiedades del suelo sin dañarlas. De esta manera, priorizan y resguardan el bosque, la selva, el uso y consumo del agua, los árboles y animales nativos de Misiones, ya que cuenta con el 52 por ciento de toda la biodiversidad del país.  

Asimismo, la ley plantea la creación del Registro Provincial de Productores de Bioinsumos de todas aquellas personas que tengan como objetivo la investigación, desarrollo, elaboración, producción, exhibición y comercialización de sus propios productos biológicos y derivados. Esto permite una soberanía productiva, alimentaria y economía circular, donde los desechos orgánicos, como pueden ser cáscaras de algún cítrico, permiten la producción de otro alimento diferente, sin la necesidad de usar un agroquímico. 

El objetivo de Misiones es vender los bioinsumos, derivados de organismos vivos, a nivel nacional, regional e internacional, ya que es la provincia que se encarga de exportar el 92 por ciento del té que se produce en Argentina y miles de kilos de yerba a lugares como Estados Unidos, el Sudeste Asiatico y Europa. 

Para Amarilla, los bioinsumos son la ciencia, la tecnología e innovación aplicada a la chacra: “Es un estudio, un laboratorio para beneficiar a la chacra y su producción. Es un antes y un después. Estamos fumigando con drones; el campo y la chacra va por ese lado, no para ver que otro veneno le ponemos, sino para qué sustituto encontramos de los agroquímicos”.  

El acceso a la tierra desde la cima del volcán

El acceso a la tierra desde la cima del volcán

Son las nueve de la mañana y el Mercado Central de Buenos Aires está tranquilo. Es la calma que aparece luego de la tormenta. Quedan pocos camiones y la mayoría son autos particulares que se someten a un tráfico casi anárquico.  El lugar tiene una superficie doce veces más grande que la del Vaticano. Sindicatos, bancos, concesionarias de autos y camiones, estaciones de servicio, un centro médico ambulatorio, las infaltables paradas de colectivos, un vivero, ferreterías, casas de repuestos para vehículos (más grandes que las de Warnes), autoservicios mayoristas y minoristas. Es una metrópoli dentro de otra donde, según la página oficial del Mercado Central, diez mil personas interactúan a diario.  La oficina queda en el quinto piso, es un lugar lúgubre y marrón en un edificio con arquitectura ochentosa. Pero, al entrar a la oficina la imagen es distinta. Lo primero que se siente es un olor a hierba que proviene de una huerta plantada en un cajón de verduras al lado de la ventana. Hay una gran mesa ovalada en el medio de la habitación, dos mates, dos termos, dos materas. El palo santo está apagado al lado de la notebook del presidente. En una esquina hay carteles de la Unión de los Trabajadores de la Tierra (UTT, organización de la cual es el coordinador nacional) reclamando por la Ley de Acceso a la Tierra y al lado, un mástil con la bandera Wiphala. Nahuel Levaggi no viste formal, lleva puesto un buzo azul, una bombacha de campo, zapatillas de trekking y, al parecer, no está cómodo con las fotos. Es evidente que su campo de acción es otro, es la tierra, pero acepta con amabilidad el pedido de fotografiarlo. 

A la hora de las preguntas, la primera corresponde a cuál es la manera para hacer accesible la canasta básica de frutas y verduras para toda la sociedad: “Los precios de las frutas y las verduras son por oferta y demanda. A diferencia de otras cadenas donde podés acordar, en el sector de la producción y comercialización minorista y mayorista de las frutas y verduras es muy difícil intervenir con una política de precios porque es un sector muy atomizado. Para eso, nosotros proponemos un impacto en toda la cadena, en el precio de producción, en la comercialización y recién ahí, acordar un precio final. Desde el Mercado Central hacemos semanalmente un acuerdo de precios estable, un acuerdo que pertenece al Compromiso Social de Abastecimiento”, establece Levaggi. Acorde a la página oficial del MC, es un programa que surgió en marzo del 2021 con el objetivo de dar respuesta al contexto de crisis económica y sanitaria. Consiste en un acuerdo semanal de precios mayoristas y minoristas de frutas, verduras y huevos, ofreciendo un valor de referencia razonable y accesible tanto para comerciantes como para consumidores.  Además, Levaggi agrega la importancia de descalzar del dólar a la producción de alimentos ya que su precio depende de insumos y tierra valorizados en dólares. 

Levaggi resalta la importancia del cultivo urbano local: “La banana no la vas a poder producir en el sur y la papa no la vas a poder producir en otras regiones, pero hay cierta fruta y verdura que sÍ podés impulsar una producción local para que tenga menos kilómetros de transporte. Hay ciertas regionalidades que no podés cambiar, porque tienen que ver con condiciones climáticas, pero hay otras que sí, sobre todo la hoja”. Acorde a la recomendación de la Organización Mundial de la Salud y de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) es necesario el consumo de al menos 400 gramos diarios de frutas y verduras. Nosotros no llegamos ni a la mitad de gramos diarios recomendados por día, de los cuales la mayoría es papa”,  lamenta Levaggi.

La educación del consumidor, al parecer, es también un eje importante a la hora del abastecimiento de alimentos: Cuando alguna fruta o verdura está cara también hay otra barata y eso tiene que ver con una educación del consumo que también hay que laburar. De pronto dicen ‘¡Ah, la frutilla esta cara!’. Sí, pero dentro de unos meses va a estar barata. La solución es no comprarla, hay cientos de productos frutihortícolas para consumir y siempre hay alguno que está en precio por la cuestión de la estacionalidad”, aclara el presidente del Mercado Central. 

Sumado a la intervención en toda la cadena de producción de alimentos, Levaggi tiene como objetivo fomentar el modelo agroecológico desde su posición como referente: “El agronegocio se combate mostrando la realidad. Nosotros desde la UTT venimos multiplicando las hectáreas de agroecología y eso es porque los compañeros ven que sirve y que incluso ganan más plata. Incluso el precio se mantiene porque se descalza del dólar, a diferencia de los productos orgánicos que terminan siendo más caros porque se compran bioinsumos hechos por las mismas empresas dolarizadas de los agroquímicos. Los cientos y cientos de hectáreas que tenemos en la UTT de producción agroecológica demuestran que el modelo es posible, no es solo una idea, es nuestra práctica cotidiana.”. 

Los objetivos de la nueva dirección del Mercado Central parecen ser optimistas pero, este espacio ha sido participe, durante años, de episodios muy marcados por la corrupción, a lo que Levaggi agrega: El Mercado Central es una ciudad comercial que tiene 36 años con una comunidad muy cerrada y que durante muchos años ha tenido lógicas de gobernanza e intercambio que no comparto. Hay una práctica muy instalada de defender los negocios propios y cuando llegamos hubo un sector que quería ocupar partes de gestión para desarrollar su corrupción como venían haciendolo antes. De hecho, hay una denuncia en la Fiscalía con respecto a eso”. Según el presidente, es ese mismo sector el que periódicamente realiza acciones para manifestar su descontento. El ejemplo más cercano fue un bloqueo en la puerta del Mercado, con amenazas de cortar la autopista, realizada el 22 de septiembre, apenitas terminado el “verdurazo». Pero a Levaggi las presiones no parecen asustarle, tiene metas y principios claros que manifestó desde el comienzo de su conducción en el MC y que viene militando hace años en la UTT como coordinador nacional: Nosotros vinimos a transformar y a continuar nuestro laburo que venimos haciendo en la UTT por una alimentación sana, segura y soberana. Y en el medio de eso, a gestionar un espacio desde la racionalidad, la legalidad y la legitimidad para ponerlo en función del pueblo y eso significa hacer las cosas bien.”

 

«El extractivismo termina funcionando en tándem con lo asistencial»

«El extractivismo termina funcionando en tándem con lo asistencial»

“El libro tendrá dos volúmenes que retratan las experiencias agroecológicas que están contagiando nuevos modos de producción, alimentación y relación con la naturaleza”, describe Sergio Ciancaglini en el anticipo del libro su libro Agroecología. El futuro llegó, disponible en lavaca.org.

“Este libro es producto de que hace años estamos en la revista MU cubriendo distintos temas sociales, culturales, de derechos humanos, de diversidad y, de pronto, apareció la cuestión de la producción agroecológica que me resultó interesantísimo”, explica Ciancaglini, periodista y docente, egresado de la Escuela Superior de Periodismo de La Plata, además de redactor y editor en los diarios La Razón, Clarín y Página 12. “Empecé a conocer experiencias y de acuerdo a eso hicimos toda una recorrida durante más de 10 años, conociendo lugares, gente, campos y profesores que estaban volcados a la agroecología que nos pareció increíble, en el sentido de la posibilidad de demostrar que existen modos diferentes de producir, de cultivar y de vivir”.

Ciancaglini también escribió Crónicas del apocalipsis publicado (1986) junto a Martín Enrique Granovsky gracias a lo cual obtuvieron en ese mismo año el premio Rey de España al periodismo. Lo volvió a ganar en 1989 junto a su colega y pareja Claudia Acuña por la cobertura de los saqueos en el marco de la crisis final del gobierno de Raúl Alfonsín. Es uno de los fundadores de la revista MU de la Cooperativa de Trabajo lavaca. También conduce el programa “Decí Mu” de Radio lavaca.

En tu libro decís que la agroecología es un cambio de paradigma, ¿por qué?

Se impuso un modelo cuyo emblema, el símbolo, es Monsanto; pero en realidad es mucho más que eso: es que sólo se puede producir en base a todo un paquete tecnológico de agrotóxicos. Entonces, la agroecología es un cambio de paradigma productivo porque te demuestra que eso es falso y que además se puede producir de un modo mejor, que no contamine y con alimentos infinitamente mejores. Al leer el libro se puede ver la diferencia que hay entre los nutrientes de las plantas sanas y los de los vegetales y frutas hechas con estos pesticidas. Es un modo de producir totalmente distinto. La agroecología, a diferencia de lo que se planteaba en la Modernidad, no considera que haya que dominar nada, ni que existan malezas, sino que todo el sistema vivo, biológico y diverso es lo que permite la fortaleza. Entonces es un paradigma radicalmente distinto para pensar todo.

¿Cómo influye desde el punto de vista político?

Permite pensar la política de un modo distinto. La agroecología permite recuperar la idea de que las cosas crecen de abajo hacia arriba y repensar también cómo la política queda subordinada a sistemas productivos que son nocivos para el ambiente, para la sociedad. En este momento, con el modelo actual, los campos han ido vaciándose porque no se precisa gente. Entonces se rompe el criterio de la vida en el campo, la ruralidad. Se empiezan a hacinar las ciudades ya que toda esa gente se va a vivir a las periferias urbanas y al no haber trabajo hay que asistirlas con planes sociales, entonces se genera asistencialismo. No es que se le mejora su vida brindándole empleo: se la salva de que muera de hambre dándole dinero. Eso es una cosa que te termina hundiendo, porque lo que no se genera es la posibilidad de una vida digna donde la gente sea independiente y autónoma sino que dependen siempre del asistencialismo estatal. Es un modelo que cuando lo pensás con cierta distancia te permite entender cómo el extractivismo termina funcionando en tándem con lo asistencial y con esa dinámica que describo. La entrada a entender el tema agroecológico te posibilita comprender ese problema y la validez de una cuestión que plantea la agroecología como un tema casi de orden ético que es la necesidad del acceso a la tierra para poder producir y que ésta última en lugar de estar en manos de monopolios y corporaciones, que además contaminan todo, empiece a estar en las de mayor cantidad de gente, de las comunidades, para producir más y mejores alimentos. Esto, además, genera un gigantesco beneficio socioambiental.

¿Qué cambios genera respecto a lo humano?

El libro trata de experiencias de lo humano. Son todas historias de vida y lo que ves es cómo lo agroecológico genera en la gente que lo practica una enorme transformación. Le cambia la forma de ver las cosas, estar en contacto con la naturaleza, con la producción, cultivar algo. El otro día me hablaban de lo mismo las mujeres de Mamá cultiva, que son las que están preparando cannabis medicinal: “Cómo te transforma a vos como persona el hecho de poder dedicarte al cultivo”. Hay una primera transformación humana. El productor aparte empieza a ver que le va bien económicamente, pero además le cambia la vida. En el libro está muy explicado, la gente empieza a encontrar, por ejemplo, tranquilidad, entusiasmo por lo que hace, y recupera el cariño por la propia tierra, por el propio suelo. La agroecología es una experiencia, para mí, maravillosa pero que la lleva adelante la gente que vive en ese lugar y que entonces tiene una relación particular con su ambiente y su entorno. Al empresario o al pool de siembra, que manda ahí máquinas a envenenar, no le importa porque los que hacen eso no viven ahí. Es totalmente distinta la cuestión para empresas, a las cuales que la tierra y el agua estén envenenadas no les interesa porque lo que les importa es una X productividad de lo que hacen.

¿Cómo es vista la agroecología desde el punto de vista de esas empresas?

Hay distintas cuestiones, una es las corporaciones fabricantes de agroquímicos, agrotóxicos, y toda esa oferta tecnológica que obviamente son enemigas de la agroecología porque se les acaba el negocio. Claramente una persona que produce agroecológicamente liquida al negocio porque muestra y demuestra que no tiene sentido trabajar con esa mentalidad bélica. Todas estas son empresas que después de la Segunda Guerra, de la Guerra de Corea, se reconvierten en productoras de insumos para la agricultura, es decir que sus venenos, bombas y químicos los trasladan a esa producción. En lavaca está el informe de la Sociedad Argentina de Pediatría planteando la alarma sobre el tema de la salud de los chicos de este país asediada por el tema de los agrotóxicos. Las empresas que generan esto sólo pueden ver en la agroecología algo que revela, que desnuda lo inútiles que son y además el mal que están haciendo, porque están enfermando a la gente, contaminando el suelo, el aire y el agua. Ese tipo de empresas que, por supuesto ya son anacrónicas, siguen proponiendo un tipo de modelo que sólo genera desastres ambientales, calentamiento global, crisis climática, todo lo que estamos viendo en el mundo. Ni siquiera es un problema solo argentino. Por otro lado, están las que aprovechan la volada y dicen: “Ah, mandemonos por el lado de la agroecología porque esto queda mejor”. Entonces primero empezaron con el tema de que son empresas socialmente responsables, después dicen que son sustentables. Cada persona podrá diferenciar lo sincero o lo hipócrita que hay en muchos de los planteos empresarios que dicen eso y que lo usan porque se dan cuenta que la gente está reclamando ese tipo de cuestión. La legitimidad de los discursos hoy está del lado de los que plantean diversidad y sustentabilidad. Entonces, las empresas para quedar bien se maquillan de verdes.

¿Por qué planteás que la agroecología más que una forma de resistencia es una de re-existencia?

Porque resistir es solamente rechazar algo y la idea de reexistencia que planteaban muchos pensadores en los últimos años es decir: “No sólo resisto” o sea “resisto pero además de resistir re-existo”, planteo algo nuevo que sí se puede hacer. La resistencia uno la puede tomar como “lo que no quiero que ocurra”. En el caso de la agroecología implica una resistencia a ese modelo de venenos pero además una re-existencia en el sentido que está planteando algo totalmente nuevo, nuevas formas de trabajo, de producción, de alimentación. Es poder volver a alimentarse de un modo que mejora la salud y que evita tener que acudir a suplementos dietarios. Es un mecanismo completo, desde el suelo sano que genera plantas sanas que son el alimento de animales que, a su vez, son sanos debido a eso, de personas que también son saludables por eso. Se arma un circuito virtuoso donde antes había un círculo vicioso.

¿Quiénes practican la agroecología?

Ingenieros agrónomos que en algún momento incluso trabajaron para las grandes corporaciones y se dieron cuenta del desastre que estaba ocurriendo con lo que ellos mismos hacían. Son profesionales, científicos, como Andrés Carrasco, Alicia Massarini y Damián Verzeñassi. Productores como Irmina Kleiner, Remo Vénica y Juan Kiehr. Gente muy grossa, muy importante y muy interesante que está planteando una cosa nueva.

¿La agroecología es el complemento de la Soberanía Alimentaria ?

No. En realidad es lo que permite que uno pueda pensar en soberanía alimentaria. La soberanía alimentaria implica que yo produzca algo digno, sano y plantea una cuestión de justicia social, salud, bienestar de la gente, de los agricultores y de los consumidores de esos productos. Tiene elementos políticos y sociales. Y la manera de poner la soberanía alimentaria en práctica solamente puede ser a través de la agroecología. La soberanía alimentaria y la agroecología en ese sentido funcionan como un tándem natural.

¿Qué significa la idea de nueva ruralidad?

En distintos lugares de mi recorrida, cantidad de gente que vivía y que eran profesionales en las ciudades habían tomado la decisión de volverse al campo, justamente para encontrar un estilo de vida distinto a ese que está totalmente psicótico. Quieren volver al campo pero no a uno pobre, triste, depresivo, sino a uno fértil, que les permita desarrollar su vida de un modo mejor. Agricultores que regresan con el criterio de hacer agroecología y, en el caso de los productores de alimentos, también ocurre que están reencontrando la posibilidad de que producir alimentos deje de ser vivir rodeado de venenos en situaciones de explotación terribles a las que son sometidos. Esto lo expresa muy bien la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra) y te encontrás con mujeres y con familias que ven en la agroecología un nuevo modo de vivir en el campo.

Pero el futuro que nos presentan parece más asociado a la soja y el trigo transgénico.

Es el futuro que consideran los políticos que no entienden este tema o que solo les interesa obtener más recursos para hacer más asistencialismo, es decir el Estado dándole dinero a la gente. Y¿de dónde sacan el dinero? de las retenciones y de los impuestos que le cobran a empresas a las que les permiten producir de este modo, por eso digo que es un círculo vicioso del que no se sale. Entonces para un político lo mejor es: “Sí, que vendan soja”. Los problemas que tiene hoy la economía argentina, de desempleo por ejemplo, más allá de la situación de la pandemia es porque esa mentalidad compartida por todos los gobiernos de todos los signos que es decir: “Mantengamos este modelo exportador de materias primas, de trigo, de soja”. Encima lo transgénico ha sido un problema, no una solución.

¿Por qué el futuro llegó?

Porque es impensable. Ya no es que lo diga u opine yo, que lo hago, sino que lo plantean las comunidades, cantidad de científicos y lo más reciente la Sociedad Argentina de Pediatría, con un sistema en el cual los chicos están, por ejemplo, con grados crecientes de enfermedades totalmente novedosas para la niñez, o sea cáncer, diabetes, tumores. Los casos que he visto en los campos, en los pueblos fumigados, son increíbles. Vas al Garrahan y tenés los tumores cerebrales, autismo, de todo. Me acuerdo que un maestro de escuela me decía “Son los niños PAMI”, o sea son niños con enfermedades de viejos que de pronto nadie se explica por qué es. Una posible respuesta que plantean los médicos como hipótesis es el tema de la alimentación. Justamente, estar consumiendo alimentos que no son los adecuados por la escasa cantidad de nutrientes y la excesiva cantidad de tóxicos, empiezan a generar un efecto tremendo en la salud. Todo eso está explicado también en el libro en distintas cuestiones, el tema de los disruptores endocrinos, por ejemplo. Si es por ese lado, no veo futuro, digo que el futuro llegó en el sentido de que apuesto a que la humanidad entienda que por este lado no hay vida, hay destrucción de las personas, de las llamadas futuras generaciones porque ya tenés esos casos de chicos. Si hay una posibilidad de un futuro es la agroecología y te lo muestra ahora, no como una hipótesis, en la práctica, cómo se pueden hacer las cosas de un modo distinto y al hacerlas cambias todo, el medio ambiente, el suelo, el agua, el aire, se transforman las personas pero además generás salud y alimentos sanos.

Comida sana y a precio justo

Comida sana y a precio justo

“Al comienzo de la cuarentena aumentó mucho la demanda de bolsones, no nos alcanzaba la estructura que teníamos”, cuenta Sandra, productora del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) Rama Rural. En cuestión de días, pasaron de vender en un punto fijo a la semana a hacer dos repartos casa por casa al mismo tiempo en La Plata. Así fue que el MTE cuadriplicó las ventas y sumó otros alimentos saludables a su cadena de comercialización. “Llegamos a más personas que quizás comenzaron comprando por el precio, porque les servía para organizarse la alimentación en la semana y que no habían escuchado nunca sobre agroecología”, afirma.

Sandra lleva cuatro años produciendo alimentos agroecológicos en los «cinturones verdes», es decir, quintas alrededor de las ciudades. En estos lugares se producen las verduras que se consumen en los centros urbanos. Desde el MTE Rural, comercializan sus productos a través de la cooperativa Pueblo a Pueblo. «Somos una organización de pequeños productores. Teníamos la necesidad de ser escuchados y hacer visible nuestro trabajo”, destaca.

“Hoy somos muchos compañeros que tenemos toda la quinta agroecológica”, relata Sandra, que comenzó con este nuevo tipo de producción de manera colectiva, a través de talleres de capacitación. La expansión sigue. “Para poder ser más compañeros, hacemos talleres y un acompañamiento de seis meses. Los productores llevamos adelante la capacitación y somos los técnicos quienes hacemos el apoyo de la transición agroecológica. Mientras pasa ese tiempo, los nuevos logran integrarse al grupo, construyendo relaciones de confianza y comercialización”.

Acceso a la tierra, comercio justo, viviendas dignas, el fin de la explotación y masificar la producción agroecológica: esos son algunos de los objetivos que se plantean desde el MTE Rural. “Comercializamos estos productos porque queremos construir soberanía alimentaria. Esto es, producir alimentos sanos a precios justos, valorizando nuestro trabajo y a través de un circuito corto de comercialización, directo desde el productor al consumidor. Pensamos en la alimentación y la salud de la población local. Cuidamos de nuestra salud al no trabajar con venenos y la del medioambiente, sin contaminarlo, intentando reparar tanto daño hecho con la producción intensiva convencional”, explica Sandra.

El director del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar (CIPAF) del INTA, Diego Ramilo, sostiene que la crisis generada por la pandemia representa una oportunidad para fortalecer el sector en manos de productores familiares. Y agrega que “a escala país, se observa un fuerte incremento en la demanda de bolsones con hortalizas agroecológicas con un aumento promedio del 50 por ciento en las ventas directas del productor al consumidor, mediante distintas comercializadoras de la economía social”.

La agroecología es más que los bolsones pedidos semanalmente a través de WhatsApp, formularios web u otros mecanismos virtuales. “La agroecología surge de una mirada crítica a lo que se llama agricultura convencional. Me gusta más bien decir agricultura industrial”, precisa el doctor en Agroecología Damián Vega. Esta disciplina analiza las consecuencias negativas que tiene el actual modelo de producción agropecuario desde el punto de vista ambiental, social y económico.

Degradación de los suelos, contaminación de aguas, pérdida de biodiversidad por la deforestación y de diversidad agrícola de semillas criollas nativas son algunos de las consecuencias ambientales que señala Vega. Las problemáticas sociales no escapan a la agroecología: “Las consecuencias sociales del modelo de producción vigente son los procesos de concentración de la tierra, del sistema agroalimentario, que lleva a que haya problemas en el acceso a la alimentación, problemas de malnutrición o directamente de hambre”, enumera.

La soberanía alimentaria está vinculada a la agroecología y a los movimientos que la impulsan “que son principalmente las organizaciones campesinas e indígenas. Con la agroecología se rescatan conocimientos antiguos (lo que llamamos agricultura tradicional) que no solo tienen que ver con técnicas agronómicas sino con las formas en que se organizan las sociedades”, remarca Vega.

“Las consecuencias del modelo de producción vigente son la concentración de la tierra, malnutrición y hambre», dice Vega.

La agricultura convencional o industrial “tiende a reducir los procesos agrícolas a una ecuación económica. Todo el sistema está motorizado y traccionado por la rentabilidad empresarial. Se busca maximizar ganancias del sector agroempresarial. Para eso hay que maximizar rendimientos. Esto deja fuera cuestiones sociales y ambientales”, asegura.

La agroecología se basa en pensar el diseño y el manejo de los agroecosistemas en base a dos pilares: la promoción de la biodiversidad (fundamentalmente entre las plantas) y la promoción de la salud de los suelos. “Es importante que el suelo esté vivo, que haya mucha biodiversidad de organismos que cumplen una serie de funciones y procesos que hacen a la salud de los agroecosistemas”, apunta. Esto reduce la dependencia de insumos externos y fomenta la no utilización de agrotóxicos. Además, la producción ganadera animal está contemplada en los agroecosistemas que propone la agroecología: “El pastoreo permite que haya un período de descanso para los suelos y que los pastos se recuperen del ciclo agrícola”, explica Vega.

“La agroecología se piensa en la sociedad. Es el manejo ecológico de la naturaleza por medio de acciones sociales colectivas. Los agricultores se organizan para impulsar la transición ecológica de forma colectiva. Los canales de distribución y comercialización son importantes. Esto lleva a producir alimentos respondiendo a las necesidades de la sociedad. Es una producción muy beneficiosa para pequeños productores familiares, campesinos e indígenas no sólo por la reducción en la contaminación, sino porque también reduce la dependencia de insumos externos y del mercado”, sintetiza.

 

Un movimiento federal

En Santa Fe, Venado Tuerto es catalogada como ‘La Perla del Sur’. Este nombre deriva de su importancia como polo del agronegocio en la provincia. “Hay una visión demasiado sesgada en relación a la alimentación y a la producción agropecuaria en la zona”, señala el militante de Ciudad Futura Venado Tuerto, Bruno Taddia.

Taddia integra el Mercado del Futuro, un proyecto de Ciudad Futura que tiende un puente entre productores y consumidores, haciéndose cargo de la comercialización de productos agroecológicos. “Nos fueron llegando experiencias de productores agroecológicos, de alimentación consciente y consumo responsable pero que tenían una estrategia individual, aisladas entre sí”, rememora. Desde Ciudad Futura, investigan cuál es la capacidad productiva y organizan bolsones que reparten a través de distintos puntos de la ciudad.

El precio justo es uno de los ejes centrales. “La alimentación es un derecho, pero por cuestiones estructurales es una necesidad que se intensificó con la pandemia. Entendimos que había que dar una respuesta concreta a la alimentación y que debía tener por protagonistas a las ciudades”, detalla. La respuesta desde la organización territorial fue la construcción de un circuito solidario que involucra a productores pequeños (con dificultades para comercializar) y miles de venandeses “que hoy están complicados”.

El proyecto agroecológico tiene una visión integral de su impacto en la sociedad venadense, según cuenta Taddia: “Desde una perspectiva económica, el mecanismo de venta directa posibilita acceder a comida rica, sana y un 40% más barata. Desde el lado afectivo, hay una mayor empatía cuando el consumidor sabe quién produce ese alimento: la producción deja de ser algo impersonal, generando mayor reflexión. El elemento territorial nos permite llegar y acercar esta experiencia a toda la ciudad. Y en cuanto a la salud, tal vez lo más importante es una alimentación sin veneno, sin intervenciones, y una transición agroecológica de los productores”.

«Queremos darle un carácter más democrático a estas nuevas formas de producir, comercializar y consumir», dice Bruno.

Y agrega, “Queremos repensar y discutir el modelo de producción y consumo imperante. La pandemia no es un elemento que apareció de la nada, sino que tiene una clara correspondencia con este sistema. Es insustentable. Queremos reivindicar la producción local y darles un carácter más democrático y más popular a estas nuevas formas de producir, comercializar y consumir. Que no sean un privilegio de determinados sectores sino un derecho de toda la ciudadanía venadense”, sostiene Taddia.

Mariana Arregui forma parte del Colectivo Agroecológico de Río Negro y hace tres años integra la organización Alimenta en Viedma. La agrupación nació como una comunidad de consumo constituida por familias productoras y consumidoras que empezaron a comercializar los primeros productos agroecológicos en la zona. “Buscamos contribuir al desarrollo y fortalecimiento de este tipo de producción”, explica. El objetivo principal no es vender hortalizas a cambio de dinero. “Como consumidoras le hablamos al consumidor para que se involucre y entienda el rol activo y político que tenemos a la hora de comer. Cuando tenés este tipo de experiencia te das cuenta que uno puede cambiar a pequeña escala”, dice.

Para esta organización la cuarentena también disparó las ventas: “Pasamos de 200 a 1500 familias. Sabemos que gran parte no está eligiendo los productos agroecológicos, sino que están accediendo a ellos porque es la forma más fácil. Para la distribución, se organizaron vecinos y familias para acercar los bolsones a cada barrio. Fue un trabajo en conjunto”.

La representante de la organización destaca la colaboración del INTA. «Hay un fuerte acompañamiento con los productores familiares en la asistencia técnica y en el traslado de bolsones con hortalizas agroecológicas para abastecer la creciente demanda».

Desde otro rincón del país, Solana Peña de Almacén para Terrícolas, cuenta: “En Tucumán, el consumo de este tipo de alimentos es muy incipiente. Solo un pequeño grupo de personas, en proporción a la población, lo consume”. Y agrega que uno de los principales problemas que señala es la falta de continuidad de los productos: “Es un tema del manejo de las huertas, que tengan variedad y se mantenga en el tiempo para que la comercialización sea viable y continua y no sólo esporádica”, afirma.

Según Peña, hubo un leve aumento de la demanda de estos productos, pero no está convencida de que sea una tendencia estable. “Hay que ver que no sea algo pasajero, de moda. Había muy poca concientización acá en Tucumán y quien consumía prepandemia era gente que estaba empapada en el tema”, observa.

Sin embargo, tiene esperanza: “Hay una franja de jóvenes que tiene más conciencia. También, estar en un contexto donde como sociedad estamos vulnerables (desde la salud a lo económico), está haciendo que algunas personas se pregunten sobre los modos de subsistencia, el modo de producción agrícola que ‘fomentamos’ al consumir lo que nos alimenta y cómo impacta en la salud de todos. No queremos más pueblos fumigados y, para eso, hay que cambiar el modo de producción. Es una gran oportunidad que tenemos como sociedad”.

En la localidad de San Rafael, Mendoza, la Asociación Feria de Arte e Integración (AFAI) trabaja en el armado, comercialización y distribución de bolsones de verdura, fruta y mercadería de productores locales desde hace más de cinco años. Los productores de la entidad firmaron un convenio con el INTA en el marco de la Mesa de Economía Social y Solidaria del Sur de Mendoza que articulan líneas de financiamiento. A partir de esto, distintos puntos urbanos de San Rafael y distritos como Punta de Agua y Agua Escondida reciben un promedio de 250 y 300 bolsones, abasteciendo de alimentos a pueblos alejados que quedaron aislados en la pandemia.

 

De la academia a su mesa

Bolsón Soberano es el nombre que lleva el proyecto de la cátedra libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Agronomía (UBA). Está integrado casi en su totalidad por estudiantes de distintas carreras de esa casa de estudios. “El bolsón funciona desde marzo de 2016 con entregas quincenales y propicia la generación de vínculos entre los diferentes actores de la cadena hortícola”, cuentan desde el proyecto. Durante los primeros meses de la cuarentena, pasaron de entregas quincenales a semanales de la misma cantidad de bolsones. “Afortunadamente, gracias a las herramientas y proyectos de la economía social, pudimos responder parcialmente a esta demanda”, explican.

Alineado con las premisas de la agroecología, Bolsón Soberano busca garantizar el acceso a los alimentos y la permanencia de estos canales de comercialización que sostienen el trabajo agroecológico de los productores, asegurando una retribución económica justa y consensuada. “Los productores reciben un 55 por ciento del precio final del bulto, el cual se concuerda en una asamblea donde participan distintas instituciones que forman parte de esta red”, indican. “Hábitos más saludables, conciencia sobre la producción y la búsqueda de una economía más justa son algunos ejes que se vienen plasmando a una velocidad más importante desde que se desató la pandemia”, concluyen.