El enviado de Karl Marx a la Argentina

El enviado de Karl Marx a la Argentina

Néstor Leone publicó “Soplar sobre cenizas”, su primera novela de ficción basada en la llegada al país de Raymond Wilmart, un estrecho colaborador del autor de «El Capital». ¿Era posible la revolución en Buenos Aires? Entrevista publicada el 12 de octubre de 2022.

Néstor Leone es sociólogo y periodista. Este año publicó su primera novela sobre Raymond Wilmart, un personaje de quien poco se conoce. Fue el enviado de Karl Marx a la Argentina luego de la Primera Internacional Socialista. ANCCOM conversó con el autor quien contó cómo fue el proceso de investigación y elección del género.

 

¿Cómo y cuándo surgió la idea de Soplar sobre cenizas?

Surgió de manera abrupta. Hace unos años no me hubiese visto escribiendo novelas, lo mío son los textos periodísticos y el ensayo político. Pero me estaba rondando la idea en los últimos años. La novela la escribí de manera muy rápida, en menos de un año y creo que le encontré la voz, el registro al personaje y eso favoreció. Wilmart llegó a mi de manera indirecta y de distintas formas, había leído la novela de Andrés Rivera El Farmer y ahí aparecía marginalmente en un párrafo la existencia de ese belga que había venido enviado por Marx a la Argentina. Después, en dos libros de Horacio Tarcus, hay una breve biografía y las cartas que le envió a Marx desde Buenos Aires y para mí fue una intriga. Empecé a escribir de esa manera, soltando un poco la pluma, prefiriendo más la novela como género en vez del ensayo o la biografía. Me parecía que de esa manera podía desplegar mejor las tensiones, las contradicciones, los fantasmas que fui viendo que atravesaban la vida de Wilmart. Cuando empecé a pensarlo encontré otras aristas que me parecieron mas ricas todavía, su historia. Por ejemplo, su vínculo con Mansilla, su participación en la represión de la rebelión de López Jordán en Entre Ríos, la pregunta sobre las categorías que traía consigo para ver en ese levantamiento del otro, la barbarie y no el sujeto a desplegar o a desarrollar. Y después su relación con la élite. Esas me parecieron facetas muy ricas para desarrollar en una novela y que puestos en un ensayo o una biografía me parecía que lo iba a encorsetar.

 

¿Cuánto tiempo le tomó investigar sobre Wilmart?

La investigación caminó a la par de la escritura. Comencé a escribir, tenía algunos datos biográficos sobre su vida, conocía mucho el contexto de época entonces me fue más fácil desarrollar. Seguí haciendo la investigación, leyendo lo poco que había sobre su vida y el origen de ese marxismo preliminar en la Argentina. Pero no quise tener más que esos diez o quince datos biográficos que me permitieron estructurar la novela ya que pretendía que hablase el personaje desde su ancianidad para reconstruir su historia y, de alguna manera, también para cambiar ese pasado, por lo menos, hacerlo dialogar con ese presente en la década del treinta. Me di cuenta que debía situarlo en la década infame que es una época de grandes cambios a nivel global y también en la Argentina, de grandes transformaciones que pudieron haber hecho entrar en crisis a las certezas con las que él venía y con las que se había formado y había desarrollado su tarea académica y como abogado. Me pareció que en una época en que también habían entrado en crisis sus valores y sobre eso no había información, no había textos de Wilmart. Cuando digo que llegó el 19 de octubre de 1872 la fecha es real y concreta, cuando digo que se alistó en el ejército regular de línea para sofocar la rebelión de López Jordán es tal cual, lo mismo cuando va a reagrupar o, por lo menos eso intenta, a los comuneros que habían huido a Córdoba de la represión de la Comuna de París. Lo mismo respecto de su relación con una hija de la élite cordobesa, son todos datos concretos y certeros lo mismo que su regreso a Europa en 1911, luego del centenario. También su relación con Marx y Paul Lafargue, el yerno de Marx, o su vínculo con Mansilla. Eran todos datos biográficos concretos, y me propuse la tarea de ver qué hacer con ellos, convertirlos en ficción, ver cómo desde la ancianidad él podía reconstruir esa historia, ponerla en tensión y de alguna manera abordar ese pasado resignificándolo. Esa fue la tarea, no me quise ceñir a más datos biográficos duros porque me parecía que la historia iba por otro lado, es en definitiva un hombre con una larga historia de contrastes y antagonismos frente a la muerte. Una cosa bien universal que trascendió las meras cuestiones biográficas, que están de hecho.

En la novela, Wilmart le habla a un otro que no podemos saber quién es y reitera en varios pasajes los casi 85 años que está por cumplir.

¿Quién es ese otro? ¿Él mismo?

Esa fue la idea, que su interlocutor no tuviera nombre, no tuviera rostro, no tuviera historia. Solo el dato que tienen la misma edad que tenía él al llegar a Buenos Aires. La novela es una especie de larga entrevista de cinco encuentros. Se puede pensar como un simple joven interesado en la historia de este hombre que tenía mucho para contar, se puede pensar como un enviado de la familia para rescatar los documentos, las cartas, las fotos que él atesora y que compromete ese status ya consolidado en su relación con lo que era Marx en ese contexto: un hecho maldito de la historia para una familia burguesa miembro de la élite. O podría pensarse como el otro en los términos de Borges, ese diálogo con un espejo que es él mismo cuando tenía los 22 años preguntándole sobre el recorrido posterior de su vida. En la novela no está resuelta la cuestión, lo dejo ahí. Se puede leer como cualquiera de las tres opciones. Es deliberado, tomé la decisión de que fuese así, no darle más pistas al lector, ni siquiera están las preguntas que él le va haciendo es una decisión que me parecía que funcionaba y que enriquecía la novela y la trama.

 

¿Puede leerse como una novela histórica?

No la pensé como novela histórica, traté de centrarme en la persona y en la reconstrucción que iba haciendo de esos momentos. Traté de alejarme de los parámetros habituales de la novela histórica por eso hay algunos giros, repeticiones para situar la trama y la voz del personaje; en ese lugar contiguo a su biblioteca como dice persistentemente. Esa fue la idea, correrla del tradicional tratamiento que tienen las novelas históricas, lo que no quiere decir que no haya historia concreta y real pero donde lo hay también es a partir de una interpretación de la historia porque mientras reconstruye también hace un ejercicio crítico de esa historia vivida. Uno puede intuir también y deja trascender que es un ejercicio crítico respecto de su propia intervención en la historia de manera socarrona, con sorna caracteriza esas diferentes intervenciones. Pero también cómo tomó y aplicó él las categorías rudimentarias del marxismo. Hay varios ejercicios críticos ahí. No la pensé como novela histórica sino como la novela de un personaje. Es Raymond Wilmart en su biblioteca, reconstruyendo su pasado y ejerciendo sobre ese pasado una operación ficcional y literaria.

 

En relación a la postura crítica de Wilmart, el personaje menciona que “nadie se toma el trabajo de pensar en este país”. ¿También puede ser pensado como una crítica a lo que él encontró?

La frase es textual de las cartas. Me tomé el trabajo de leer las tres cartas que él le envió a Marx y que se conservan y perduran en Amsterdam. Las leí y pensé la novela a partir de ellas como una especie de glosa que estructura la novela y lo que me hace pensar en el fuerte influjo de categorías eurocéntricas en esa mirada, no porque Marx las tuviese, pero sí en cómo este personaje logra incorporar esa lectura de la historia de Marx. Y lo hace en los términos eurocéntricos y llega al país en una clave no muy diferente a la de Sarmiento, de civilización y barbarie. Ve en esos gauchos que conformaban el ejército irregular de López Jordán, la barbarie. Ahí no hay una categoría de lo popular para desarrollar, sino que está la barbarie casi en términos sarmientinos. Creo que venía con ese bagaje de categorías e interviene ahí muy fuertemente en ese sentido. Seguramente no leyó textos de Marx sobre la cuestión colonial, aunque Marx tiene un famoso escrito sobre Bolívar que también piensa la cuestión americana en esos términos. El Wilmart que llega y escribe esas cartas a Marx está pensando en esas categorías eurocéntricas, en la década de 1930, cuando entran en crisis muchas cosas, también entra en crisis esa cosmovisión. Es un Wilmart ya alejado de Marx, de la posibilidad de la revolución, pero con la necesidad de hacer un ejercicio crítico de cómo había visto ese país al llegar en 1872. Hago ese juego literario.

 

¿Cual consideras que pudo haber sido su efectiva influencia en el desarrollo del marxismo local? ¿Hay alguna información o referencia en relación a esa influencia?

Escasa. Diría casi nula. Él llega en octubre de 1872. Durante 1873 trabaja en la tarea de reorganizar a los comuneros, tiene escasos resultados y lo cuenta en las cartas. En una de ellas es muy explícito en ese sentido, marca la imposibilidad de la revolución en estas tierras, dice que por más que soplemos las cenizas será muy difícil encender el fuego revolucionario. De ahí también el título de la novela. Después viaja a Córdoba y su vida toma otro camino. No porque sea lo que hoy podríamos llamar un quebrado que asume la cosmovisión de la clase dominante, sino porque toma distancia del marxismo y de la lucha revolucionaria, se incorpora como un miembro satélite de esa élite, se forma luego en la universidad de Córdoba, en Mendoza se convierte en juez. Regresa a Buenos Aires para dar clase en la Facultad de Derecho y luego se convierte en asesor del Ferrocarril Central Argentino en propiedad de Gran Bretaña. Su recorrido es muy otro, pero aun así sigue siendo una persona, si se quiere, liberal reformista. Hay algunos documentos que hablan que no era necesariamente un intelectual orgánico de esa élite, promueve la participación de las mujeres en la política, tiene un perfil reformista para la época. Su tarea la desarrolla en esos parámetros, por eso yo pienso los años 30 como una crisis de esas ideas, del marxismo que él había traído consigo, pero también de esa sociedad liberal de la Generación del 80 que con la crisis del 30 también entra en crisis como entran en crisis en Europa las democracias liberales y se da el surgimiento de los fascismos. Aquí entra en crisis el modelo agroexportador, la democracia que el país había sabido construir con la Ley Sáenz Peña, tras el golpe cívico-militar pero también con la proscripción de fuerzas políticas, el llamado voto patriótico, el fraude patriótico, el asesinato en el Congreso de la Nación de Enzo Bordabehere… Es la sociedad del preperonismo, donde hay una crisis de representación muy profunda y una descomposición del sistema político, él habla desde ese momento donde entran en crisis valores que él había asumido como propios y el universo de miradas posibles que habían formado parte de su vida.

 

Wilmart, el personaje, menciona que soplar sobre las cenizas es soplar sobre ese fuego revolucionario que se inició, lo menciona al principio hablando de Londres y Manchester y cuenta cómo el capitalismo había construido su propio sepulturero. Pero plantea que en Argentina es mejor soplar el polvo que las cenizas, ¿a qué se refiere?

Hay un juego entre el polvillo de los textos que él pretende desempolvar y que de alguna manera tienen destino de hoguera que es lo que finalmente pasa con las cartas y los documentos. La familia termina quemando El Capital que él tenia. Wilmart ve la imposibilidad de hacer la revolución en contexto de ese país periférico que había logrado organizarse a partir de una clase en particular que había logrado insertarse como proveedor de materias primas al mundo, a la Europa industrializada y que no tenía el desarrollo de una clase obrera importante, sino que había mas bien un artesanado. Él no encuentra interlocutores para hablar, cuando le envía la carta a Marx diciéndole que no había mucho interés en leer el primer tomo de El Capital que le mandó por fascículos. También le dice: “Podría usted también modificar las categorías o las formas de exponer El Capital porque resulta altamente complejo para los trabajadores existentes aquí”. Se aleja de la idea de la revolución, es un social reformista liberal y planteo en la novela cierto temor por lo que había vivido, por su experiencia y por lo que podía desarrollarse. Es contemporáneo también a lo que fue la represión a los talleres Vassena, la Patagonia Trágica, el desarrollo de la Liga Patriótica. Ahí hay un germen represivo que él desde los 30 y en un contexto del asesinato de un senador de la Nación o de la represión a través de la picana de “Polito” Lugones podría ver como un temor para ese país que ya le dolía como propio. Y para esa certezas liberales que entran en crisis, pero también para las suyas.

 

Wilmart y los debates en la historia argentina

Raymon Wilmart era un hijo de la nobleza belga y arriba en Buenos Aires luego del Congreso de La Haya, donde se da la ruptura entre marxistas y anarquistas, entre Marx y Bakunin y el mandato con el que viajó es el mandato de reorganizar a los comuneros, pero también mantener bajo control un eventual despliegue de los anarquistas. Allí también jugaba una cuestión de clase por su origen. Néstor Leone en la novela se propuso también hipotetizar sobre cómo sería la cultura y literatura de Argentina, recuperando palabras de Jorge Luis Borges: «Si en vez de haber canonizado al Martín Fierro hubiera canonización al Facundo otra sería nuestra historia (a lo mejor). En ese juego literario un poco lo que le hago decir a Raymond Wilmart es si en vez de haber canonizado al Facundo y la idea de civilización y barbarie hubiésemos canonizado la Excursión a los indios ranqueles otra sería nuestra historia y mejor. Y oficia como programa político para la época entre las visiones que veían cómo y de qué forma exterminar a los pueblos originarios y a los reductos de rebelión de los caudillos populares o federales. La novela también es una forma de intervenir en esos debates sobre la historia argentina».

 

Asimismo, en la novela se puede reconocer a un Wilmart desilusionado por el lugar a dónde vino, el lugar que era una copia de París en el sur

La Ciudad de Buenos Aires es otro objeto que trabaja la novela. Esa ciudad a la que llega, de una vida no muy desarrollada y que había sufrido unos meses antes la fiebre amarilla, comenzaba a transformarse y tendrá el sueño de convertirse en una París de América. Muchos de esos integrantes de esa Generación del 80, incluso Mansilla, la pensaron así. Se dice que no quiso ser nación para ser sólo ciudad, en este rincón lejano del mundo. Y que no le alcanzó para ser París y por lo tanto está condenada a ocupar este lugar periférico. Ahí en la novela hay un seguimiento de las transformaciones arquitectónicas de de Buenos Aires, mirando a París, pero condenada a ser esta capital periférica y marginal.

 

No lo menciona a Marx, sino que es «el barbudo señor de Treveris». ¿Por qué esa decisión?

Nunca lo menciona a Marx. Hay una imposibilidad. De alguna manera, comencé a jugar con eso desde el principio de la novela y me parecía que tenía que perdurar. No se nombra a Marx en ningún momento, es una novela sobre el enviado de Marx, pero no está mencionado. Aparece de distintas formas, cambiantes y resignificadas, pero no aparece el nombre de Marx y es una imposibilidad por esto mismo, por los fantasmas, los espectros que acechan la nueva pertenencia de clase, la necesidad familiar de cuidar ese status quo y el fantasma que acecha. Marx es el fantasma que acecha y no se lo nombra. Como no se nombra a Rosas, ahí también hay un juego de tradición de izquierda y lo nacional y popular. Hay un juego ahí también y no se lo nombra a Rosas, que ingresó a la novela, para mí inesperadamente, en la Batalla de Obligado. Pero otro juego es el de Gardel y Corsini, una disputa de una persona que en su ancianidad se la pasa escuchando a Corsini en sus tangos, ahí también menciona a Rosas y a sus tangos mazorqueros los llama él, los tangos del ciclo federal. Hay un juego en tensión con Gardel que era la gloria de tango de exportación y que, de alguna manera, más vinculado incluso en términos políticos, aunque no sea lo más destacado de Gardel en esos años, pero que de alguna manera en esa contradicción permanente que para mí es Wilmart termina gustándole por encima de Corsini. Lo menciona a Corsini, pero en realidad el que le gusta es Gardel. Ahí también está esa cuestión de tensión permanente y contradicción.

 

El autor reflexiona, además, sobre el contexto de la década del 30 y las claves de lectura de la historia argentina, desde la relación civilización y barbarie como eje para pensar al mundo.

Las cosas que se replantea Wilmart en su ancianidad con el miedo a la decrepitud que lo atraviesa es esta certeza que la barbarie acecha desde la trinchera de la civilización, ahí hay un juego en un contexto donde se ocurre el auge de los fascismos en Europa, el crecimiento del nazismo en Alemania, que él habrá leído como algo que lo atravesaba y que lo llenaba de dolor. Ahí está nuevamente la dicotomía de civilización y barbarie, la lectura de ese pasado con la barbarie que acecha, pero desde la trinchera de la civilización, pero no es la barbarie como la que leyó desde su primera llegada la país. Creo que esa es una idea fuerte de la novela.

 

El enviado de Karl Marx a la Argentina

El enviado de Karl Marx a la Argentina

Néstor Leone publicó “Soplar sobre cenizas”, su primera novela de ficción basada en la llegada al país de Raymond Wilmart, un estrecho colaborador del autor de «El Capital». ¿Era posible la revolución en Buenos Aires?

Néstor Leone es sociólogo y periodista. Este año publicó su primera novela sobre Raymond Wilmart, un personaje de quien poco se conoce. Fue el enviado de Karl Marx a la Argentina luego de la Primera Internacional Socialista. ANCCOM conversó con el autor quien contó cómo fue el proceso de investigación y elección del género.

 

¿Cómo y cuándo surgió la idea de Soplar sobre cenizas?

Surgió de manera abrupta. Hace unos años no me hubiese visto escribiendo novelas, lo mío son los textos periodísticos y el ensayo político. Pero me estaba rondando la idea en los últimos años. La novela la escribí de manera muy rápida, en menos de un año y creo que le encontré la voz, el registro al personaje y eso favoreció. Wilmart llegó a mi de manera indirecta y de distintas formas, había leído la novela de Andrés Rivera El Farmer y ahí aparecía marginalmente en un párrafo la existencia de ese belga que había venido enviado por Marx a la Argentina. Después, en dos libros de Horacio Tarcus, hay una breve biografía y las cartas que le envió a Marx desde Buenos Aires y para mí fue una intriga. Empecé a escribir de esa manera, soltando un poco la pluma, prefiriendo más la novela como género en vez del ensayo o la biografía. Me parecía que de esa manera podía desplegar mejor las tensiones, las contradicciones, los fantasmas que fui viendo que atravesaban la vida de Wilmart. Cuando empecé a pensarlo encontré otras aristas que me parecieron mas ricas todavía, su historia. Por ejemplo, su vínculo con Mansilla, su participación en la represión de la rebelión de López Jordán en Entre Ríos, la pregunta sobre las categorías que traía consigo para ver en ese levantamiento del otro, la barbarie y no el sujeto a desplegar o a desarrollar. Y después su relación con la élite. Esas me parecieron facetas muy ricas para desarrollar en una novela y que puestos en un ensayo o una biografía me parecía que lo iba a encorsetar.

 

¿Cuánto tiempo le tomó investigar sobre Wilmart?

La investigación caminó a la par de la escritura. Comencé a escribir, tenía algunos datos biográficos sobre su vida, conocía mucho el contexto de época entonces me fue más fácil desarrollar. Seguí haciendo la investigación, leyendo lo poco que había sobre su vida y el origen de ese marxismo preliminar en la Argentina. Pero no quise tener más que esos diez o quince datos biográficos que me permitieron estructurar la novela ya que pretendía que hablase el personaje desde su ancianidad para reconstruir su historia y, de alguna manera, también para cambiar ese pasado, por lo menos, hacerlo dialogar con ese presente en la década del treinta. Me di cuenta que debía situarlo en la década infame que es una época de grandes cambios a nivel global y también en la Argentina, de grandes transformaciones que pudieron haber hecho entrar en crisis a las certezas con las que él venía y con las que se había formado y había desarrollado su tarea académica y como abogado. Me pareció que en una época en que también habían entrado en crisis sus valores y sobre eso no había información, no había textos de Wilmart. Cuando digo que llegó el 19 de octubre de 1872 la fecha es real y concreta, cuando digo que se alistó en el ejército regular de línea para sofocar la rebelión de López Jordán es tal cual, lo mismo cuando va a reagrupar o, por lo menos eso intenta, a los comuneros que habían huido a Córdoba de la represión de la Comuna de París. Lo mismo respecto de su relación con una hija de la élite cordobesa, son todos datos concretos y certeros lo mismo que su regreso a Europa en 1911, luego del centenario. También su relación con Marx y Paul Lafargue, el yerno de Marx, o su vínculo con Mansilla. Eran todos datos biográficos concretos, y me propuse la tarea de ver qué hacer con ellos, convertirlos en ficción, ver cómo desde la ancianidad él podía reconstruir esa historia, ponerla en tensión y de alguna manera abordar ese pasado resignificándolo. Esa fue la tarea, no me quise ceñir a más datos biográficos duros porque me parecía que la historia iba por otro lado, es en definitiva un hombre con una larga historia de contrastes y antagonismos frente a la muerte. Una cosa bien universal que trascendió las meras cuestiones biográficas, que están de hecho.

En la novela, Wilmart le habla a un otro que no podemos saber quién es y reitera en varios pasajes los casi 85 años que está por cumplir.

¿Quién es ese otro? ¿Él mismo?

Esa fue la idea, que su interlocutor no tuviera nombre, no tuviera rostro, no tuviera historia. Solo el dato que tienen la misma edad que tenía él al llegar a Buenos Aires. La novela es una especie de larga entrevista de cinco encuentros. Se puede pensar como un simple joven interesado en la historia de este hombre que tenía mucho para contar, se puede pensar como un enviado de la familia para rescatar los documentos, las cartas, las fotos que él atesora y que compromete ese status ya consolidado en su relación con lo que era Marx en ese contexto: un hecho maldito de la historia para una familia burguesa miembro de la élite. O podría pensarse como el otro en los términos de Borges, ese diálogo con un espejo que es él mismo cuando tenía los 22 años preguntándole sobre el recorrido posterior de su vida. En la novela no está resuelta la cuestión, lo dejo ahí. Se puede leer como cualquiera de las tres opciones. Es deliberado, tomé la decisión de que fuese así, no darle más pistas al lector, ni siquiera están las preguntas que él le va haciendo es una decisión que me parecía que funcionaba y que enriquecía la novela y la trama.

 

¿Puede leerse como una novela histórica?

No la pensé como novela histórica, traté de centrarme en la persona y en la reconstrucción que iba haciendo de esos momentos. Traté de alejarme de los parámetros habituales de la novela histórica por eso hay algunos giros, repeticiones para situar la trama y la voz del personaje; en ese lugar contiguo a su biblioteca como dice persistentemente. Esa fue la idea, correrla del tradicional tratamiento que tienen las novelas históricas, lo que no quiere decir que no haya historia concreta y real pero donde lo hay también es a partir de una interpretación de la historia porque mientras reconstruye también hace un ejercicio crítico de esa historia vivida. Uno puede intuir también y deja trascender que es un ejercicio crítico respecto de su propia intervención en la historia de manera socarrona, con sorna caracteriza esas diferentes intervenciones. Pero también cómo tomó y aplicó él las categorías rudimentarias del marxismo. Hay varios ejercicios críticos ahí. No la pensé como novela histórica sino como la novela de un personaje. Es Raymond Wilmart en su biblioteca, reconstruyendo su pasado y ejerciendo sobre ese pasado una operación ficcional y literaria.

 

En relación a la postura crítica de Wilmart, el personaje menciona que “nadie se toma el trabajo de pensar en este país”. ¿También puede ser pensado como una crítica a lo que él encontró?

La frase es textual de las cartas. Me tomé el trabajo de leer las tres cartas que él le envió a Marx y que se conservan y perduran en Amsterdam. Las leí y pensé la novela a partir de ellas como una especie de glosa que estructura la novela y lo que me hace pensar en el fuerte influjo de categorías eurocéntricas en esa mirada, no porque Marx las tuviese, pero sí en cómo este personaje logra incorporar esa lectura de la historia de Marx. Y lo hace en los términos eurocéntricos y llega al país en una clave no muy diferente a la de Sarmiento, de civilización y barbarie. Ve en esos gauchos que conformaban el ejército irregular de López Jordán, la barbarie. Ahí no hay una categoría de lo popular para desarrollar, sino que está la barbarie casi en términos sarmientinos. Creo que venía con ese bagaje de categorías e interviene ahí muy fuertemente en ese sentido. Seguramente no leyó textos de Marx sobre la cuestión colonial, aunque Marx tiene un famoso escrito sobre Bolívar que también piensa la cuestión americana en esos términos. El Wilmart que llega y escribe esas cartas a Marx está pensando en esas categorías eurocéntricas, en la década de 1930, cuando entran en crisis muchas cosas, también entra en crisis esa cosmovisión. Es un Wilmart ya alejado de Marx, de la posibilidad de la revolución, pero con la necesidad de hacer un ejercicio crítico de cómo había visto ese país al llegar en 1872. Hago ese juego literario.

 

¿Cual consideras que pudo haber sido su efectiva influencia en el desarrollo del marxismo local? ¿Hay alguna información o referencia en relación a esa influencia?

Escasa. Diría casi nula. Él llega en octubre de 1872. Durante 1873 trabaja en la tarea de reorganizar a los comuneros, tiene escasos resultados y lo cuenta en las cartas. En una de ellas es muy explícito en ese sentido, marca la imposibilidad de la revolución en estas tierras, dice que por más que soplemos las cenizas será muy difícil encender el fuego revolucionario. De ahí también el título de la novela. Después viaja a Córdoba y su vida toma otro camino. No porque sea lo que hoy podríamos llamar un quebrado que asume la cosmovisión de la clase dominante, sino porque toma distancia del marxismo y de la lucha revolucionaria, se incorpora como un miembro satélite de esa élite, se forma luego en la universidad de Córdoba, en Mendoza se convierte en juez. Regresa a Buenos Aires para dar clase en la Facultad de Derecho y luego se convierte en asesor del Ferrocarril Central Argentino en propiedad de Gran Bretaña. Su recorrido es muy otro, pero aun así sigue siendo una persona, si se quiere, liberal reformista. Hay algunos documentos que hablan que no era necesariamente un intelectual orgánico de esa élite, promueve la participación de las mujeres en la política, tiene un perfil reformista para la época. Su tarea la desarrolla en esos parámetros, por eso yo pienso los años 30 como una crisis de esas ideas, del marxismo que él había traído consigo, pero también de esa sociedad liberal de la Generación del 80 que con la crisis del 30 también entra en crisis como entran en crisis en Europa las democracias liberales y se da el surgimiento de los fascismos. Aquí entra en crisis el modelo agroexportador, la democracia que el país había sabido construir con la Ley Sáenz Peña, tras el golpe cívico-militar pero también con la proscripción de fuerzas políticas, el llamado voto patriótico, el fraude patriótico, el asesinato en el Congreso de la Nación de Enzo Bordabehere… Es la sociedad del preperonismo, donde hay una crisis de representación muy profunda y una descomposición del sistema político, él habla desde ese momento donde entran en crisis valores que él había asumido como propios y el universo de miradas posibles que habían formado parte de su vida.

 

Wilmart, el personaje, menciona que soplar sobre las cenizas es soplar sobre ese fuego revolucionario que se inició, lo menciona al principio hablando de Londres y Manchester y cuenta cómo el capitalismo había construido su propio sepulturero. Pero plantea que en Argentina es mejor soplar el polvo que las cenizas, ¿a qué se refiere?

Hay un juego entre el polvillo de los textos que él pretende desempolvar y que de alguna manera tienen destino de hoguera que es lo que finalmente pasa con las cartas y los documentos. La familia termina quemando El Capital que él tenia. Wilmart ve la imposibilidad de hacer la revolución en contexto de ese país periférico que había logrado organizarse a partir de una clase en particular que había logrado insertarse como proveedor de materias primas al mundo, a la Europa industrializada y que no tenía el desarrollo de una clase obrera importante, sino que había mas bien un artesanado. Él no encuentra interlocutores para hablar, cuando le envía la carta a Marx diciéndole que no había mucho interés en leer el primer tomo de El Capital que le mandó por fascículos. También le dice: “Podría usted también modificar las categorías o las formas de exponer El Capital porque resulta altamente complejo para los trabajadores existentes aquí”. Se aleja de la idea de la revolución, es un social reformista liberal y planteo en la novela cierto temor por lo que había vivido, por su experiencia y por lo que podía desarrollarse. Es contemporáneo también a lo que fue la represión a los talleres Vassena, la Patagonia Trágica, el desarrollo de la Liga Patriótica. Ahí hay un germen represivo que él desde los 30 y en un contexto del asesinato de un senador de la Nación o de la represión a través de la picana de “Polito” Lugones podría ver como un temor para ese país que ya le dolía como propio. Y para esa certezas liberales que entran en crisis, pero también para las suyas.

 

Wilmart y los debates en la historia argentina

Raymon Wilmart era un hijo de la nobleza belga y arriba en Buenos Aires luego del Congreso de La Haya, donde se da la ruptura entre marxistas y anarquistas, entre Marx y Bakunin y el mandato con el que viajó es el mandato de reorganizar a los comuneros, pero también mantener bajo control un eventual despliegue de los anarquistas. Allí también jugaba una cuestión de clase por su origen. Néstor Leone en la novela se propuso también hipotetizar sobre cómo sería la cultura y literatura de Argentina, recuperando palabras de Jorge Luis Borges: «Si en vez de haber canonizado al Martín Fierro hubiera canonización al Facundo otra sería nuestra historia (a lo mejor). En ese juego literario un poco lo que le hago decir a Raymond Wilmart es si en vez de haber canonizado al Facundo y la idea de civilización y barbarie hubiésemos canonizado la Excursión a los indios ranqueles otra sería nuestra historia y mejor. Y oficia como programa político para la época entre las visiones que veían cómo y de qué forma exterminar a los pueblos originarios y a los reductos de rebelión de los caudillos populares o federales. La novela también es una forma de intervenir en esos debates sobre la historia argentina».

 

Asimismo, en la novela se puede reconocer a un Wilmart desilusionado por el lugar a dónde vino, el lugar que era una copia de París en el sur

La Ciudad de Buenos Aires es otro objeto que trabaja la novela. Esa ciudad a la que llega, de una vida no muy desarrollada y que había sufrido unos meses antes la fiebre amarilla, comenzaba a transformarse y tendrá el sueño de convertirse en una París de América. Muchos de esos integrantes de esa Generación del 80, incluso Mansilla, la pensaron así. Se dice que no quiso ser nación para ser sólo ciudad, en este rincón lejano del mundo. Y que no le alcanzó para ser París y por lo tanto está condenada a ocupar este lugar periférico. Ahí en la novela hay un seguimiento de las transformaciones arquitectónicas de de Buenos Aires, mirando a París, pero condenada a ser esta capital periférica y marginal.

 

No lo menciona a Marx, sino que es «el barbudo señor de Treveris». ¿Por qué esa decisión?

Nunca lo menciona a Marx. Hay una imposibilidad. De alguna manera, comencé a jugar con eso desde el principio de la novela y me parecía que tenía que perdurar. No se nombra a Marx en ningún momento, es una novela sobre el enviado de Marx, pero no está mencionado. Aparece de distintas formas, cambiantes y resignificadas, pero no aparece el nombre de Marx y es una imposibilidad por esto mismo, por los fantasmas, los espectros que acechan la nueva pertenencia de clase, la necesidad familiar de cuidar ese status quo y el fantasma que acecha. Marx es el fantasma que acecha y no se lo nombra. Como no se nombra a Rosas, ahí también hay un juego de tradición de izquierda y lo nacional y popular. Hay un juego ahí también y no se lo nombra a Rosas, que ingresó a la novela, para mí inesperadamente, en la Batalla de Obligado. Pero otro juego es el de Gardel y Corsini, una disputa de una persona que en su ancianidad se la pasa escuchando a Corsini en sus tangos, ahí también menciona a Rosas y a sus tangos mazorqueros los llama él, los tangos del ciclo federal. Hay un juego en tensión con Gardel que era la gloria de tango de exportación y que, de alguna manera, más vinculado incluso en términos políticos, aunque no sea lo más destacado de Gardel en esos años, pero que de alguna manera en esa contradicción permanente que para mí es Wilmart termina gustándole por encima de Corsini. Lo menciona a Corsini, pero en realidad el que le gusta es Gardel. Ahí también está esa cuestión de tensión permanente y contradicción.

 

El autor reflexiona, además, sobre el contexto de la década del 30 y las claves de lectura de la historia argentina, desde la relación civilización y barbarie como eje para pensar al mundo.

Las cosas que se replantea Wilmart en su ancianidad con el miedo a la decrepitud que lo atraviesa es esta certeza que la barbarie acecha desde la trinchera de la civilización, ahí hay un juego en un contexto donde se ocurre el auge de los fascismos en Europa, el crecimiento del nazismo en Alemania, que él habrá leído como algo que lo atravesaba y que lo llenaba de dolor. Ahí está nuevamente la dicotomía de civilización y barbarie, la lectura de ese pasado con la barbarie que acecha, pero desde la trinchera de la civilización, pero no es la barbarie como la que leyó desde su primera llegada la país. Creo que esa es una idea fuerte de la novela.

 

«La lengua de señas es mi vida»

«La lengua de señas es mi vida»

Este viernes, en conmemoración por el Día Internacional de las Lenguas de Señas, la Confederación Argentina de Sordos se movilizó hacia el Congresopara reclamar la aprobación de la Ley de Lengua de Señas Argentina.

 

Al llegar al Congreso durante la tarde del 23 de septiembre me encontré con una dificultad que pocas veces en mi vida debí enfrentar: estaba rodeado de centenares de personas pero no podía hablar con nadie. Extranjero en mi propia ciudad. Entre carteles pintados con consignas y pañuelos azules que rezaban “LSA: Reconocimiento y respeto”, la gente conversaba alegremente con fluidos movimientos de manos indescifrables para muchos de nosotros. Con ayuda de un cuaderno y  la gran predisposición de los presentes -con distintos grados de audición- pude iniciar el  trabajo. 

Vivimos en una lengua

 Agustín Rodríguez, miembro de la comisión directiva de la Comisión Argentina de Sordos (CAS), dialogó con ANCCOM gracias a la ayuda de Daniela Kaplán y Laura Astrada, intérpretes de la organización. Así explica que la fecha de la convocatoria se eligió por el Día Internacional de las Lenguas de Señas, efeméride establecida por la Federación Mundial de Sordos para promover la visibilización de la comunidad sorda, la lengua de señas y sus derechos sociales y educativos.

Enérgicamente, Rodríguez asegura que el objetivo de la jornada es sensibilizar y concientizar a la sociedad, pero también que los legisladores del Congreso puedan ver la presencia de la comunidad de personas sordas de la Argentina. Para él, ha regido una mirada de la discapacidad sobre las personas sordas en lugar de una que gire en torno a  los derechos lingüísticos y la lengua de señas: Nos focalizamos en la lengua de señas que es la lengua de la comunidad sorda. Vivimos en una lengua y sin ella no podemos avanzar”.

Otro eje principal de la convocatoria es la lucha por la aprobación e implementación de la Ley de Lengua de Señas Argentina (LSA), un reclamo que data de 2007 y que ya fue presentado en siete oportunidades sin ofrecer resultados. El proyecto, consensuado entre toda la comunidad sorda -conformada por 55  asociaciones de sordos y 500 instituciones de todo el país-, asegura el reconocimiento de la lengua de señas argentina para respaldar, proteger y asegurar el desarrollo de la comunidad sorda en el país.

Todavía falta

 Sandra es psicopedagoga e intérprete y, si bien no tiene dificultades auditivas, trabaja en el apoyo pedagógico de personas sordas adultas que estudian en facultades y terciarios. Florencia es docente y trabaja en la escuela Bartolomé Ayrolo, una primaria bilingüe para niños sordos.

Ambas aseguran que la vida de las personas sordas mejoraría mucho con la aprobación de la Lley de Lenguaje de Señas Argentina. Su implementación obligaría a todos los establecimientos públicos a tener intérpretes de lengua de seña, garantizando la accesibilidad de las personas para ir a un hospital o una comisaría y otras instituciones: “Más allá de que hoy se amplió mucho más el tema de la comunicación, todavía falta. Esto se tiene que hacer ley porque es su derecho, es su idioma y necesitamos que lo apruebe el congreso”, asegura Sandra. “Es una minoría lingüística a la que no le están reconociendo sus derechos culturales ni su lengua”, agrega Florencia.

            Florencia también menciona la lucha de la comunidad por el Palacio Ceci, en el barrio de Devoto, la primera escuela de sordos de la Argentina, donde nacieron la educación de las personas sordas y sus asociaciones: “Es la cuna de la lengua de señas”, resume. En febrero el Gobierno de la Ciudad le quitó por decreto este espacio a la comunidad sorda y planea utilizarlo para fines diversos ajenos a la órbita de la educación. En rechazo a esta medida ya se organizaron varios festivales.

 «Yo tengo mi propia historia»          

 Carolina cuenta que su lengua materna es la lengua de señas, por encima del español; es su forma de expresarse, de ejercer sus derechos y  de conocer cualquier tema. Recuerda las barreras que encontró desde que era una niña como, por ejemplo, a la hora de pedir un turno en un hospital: “Yo no escucho, por lo cual me hacían preguntas y todo eso se me dificultaba”. Para ella, el objetivo es solucionar la falta de equidad que sufren las personas sordas, mejorar sus condiciones y así acceder a los mismos derechos que una persona oyente.

 

  Para Carolina esto se logra reclamando que en todos los lugares públicos haya un intérprete, que las personas oyentes puedan aprender lenguas de señas y capacitarse y que la educación de los chicos incluya la enseñanza de la lengua de señas. También habla sobre la importancia de las escuelas bilingües y la falta de las mismas fuera de Buenos Aires, donde no abunda esa formación y los niños no pueden acceder a su primera lengua que es la lengua de señas. Esto les termina produciendo mucho sufrimiento: “A veces los padres no tienen la culpa, no tienen información, no saben qué es la lengua de señas”. Carolina cuenta que muchos médicos recomiendan los implantes cocleares porque se busca que el niño hable y sea igual a los oyentes. Para ella, esto resulta en una exclusión de la comunidad sorda donde se deja de lado la propia cultura e historia de la comunidad; los padres pueden recurrir al implante si consideran que es lo mejor pero también deben enseñar la lengua de señas porque “es lo más importante para poder comunicarse, insertarse socialmente y ser libres”.

Finalmente, Carolina discute el concepto de discapacidad que gira en torno a las personas sordas y cuenta que a pesar de no oír ella se relaciona con personas oyentes, trabaja, ya hizo dos carreras y ahora está estudiando una tercera: “Yo no me siento para nada discapacitada y ni siquiera me identifico con ese concepto. Yo soy una persona sorda, yo tengo mi propia identidad, yo tengo mi propia cultura, yo tengo mi propia historia”.

Construir puentes

            Para Cecilia es importante que nadie se acerque a las personas sordas con intención de ayudarlas: “Tiene que haber más accesibilidad, más lengua de señas, más intérpretes, toda la comunidad sorda necesita accesibilidad. Tenemos el mismo derecho que los oyentes”. Por eso. reitera el llamado a las personas oyentes de acercarse a las personas sordas para comunicarse pero no para hablar por ellas. “Nosotros tenemos nuestra propia voz para luchar”.

Cientos de personas expresaron (con señas) que su palabra también importa.

«Buscamos que este lugar sea declarado Reserva Natural»

«Buscamos que este lugar sea declarado Reserva Natural»

Una asamblea vecinal lucha para que un área de Vicente López, que incluye más de tres ecorregiones y linda con un gran humedal, sobre el arroyo Yrigoyen y el Río de la Plata, sea protegida y su biodiversidad restituida.

En el marco de una acción plurinacional por los humedales, la asamblea Todes por el Yrigoyen realizó una jornada de limpieza y plantación de especies nativas en el Área Natural Yrigoyen, ubicada en el partido de Vicente Lopez, zona norte del Gran Buenos Aires.

El Día Mundial de la Limpieza, celebrado el sábado 17 de septiembre, vecinas y vecinos se abocaron a retirar basura de parte de las más de nueve hectáreas que comprende el área. Además, la separación de residuos incluyó la recolección de reciclables por parte de la cooperativa Madres Selvas. Después de charlas y almuerzos, la jornada continuó con la extracción manual de especies exóticas, como el lirio amarillo, y se plantaron nativas con criterio estratégico según su respectiva importancia e impacto en la biodiversidad.

Las y los integrantes de la asamblea son quienes habitan, sostienen y buscan el reconocimiento del espacio. Todes por el Yrigoyen se formó en 2016, cuenta Mariela, vecina y participante activa, que se acercó tras conocer el lugar en 2015, en el contexto del conflicto por la construcción del actual Vial Costero. “Ahí empecé a conocer la movida ambiental y a un grupo de gente que ya estaba armando los senderos, y comenzamos a participar”, señala.

Hoy realizan actividades de difusión que apuntan al contacto directo con la sociedad. “Son las jornadas abiertas de limpieza y plantación de especies nativas, también de mantenimiento de senderos, visitas guiadas, y estamos buscando el contacto con las escuelas para los días de semana. Todo esto para sumar valor al lugar y mostrar el potencial que tiene como reserva natural”, explica mientras se escucha cantar fuerte a “un chiricote, una especie de gallineta”, precisa.

Cerca de ella, una vecina de Olivos, Ana, vino con su nieta. “A ella le gusta todo lo que es la naturaleza, y me parece que apoyar esta causa es súper importante, que esto se pueda sostener, y que los que vengan atrás tengan conciencia”. Ana apoya su bastón en un tronco y empuña una pala ancha para agrandar el agujero que va a recibir un árbol nativo, y dice: “Más allá de ser vecina, no conocía este sector. La difusión para los que vivimos acá está un poco escondida”.

Daniel, miembro de la asamblea, le acerca el fumo bravo a Ana para plantarlo, y afirma: “Que sepan que estamos activando, que estamos siempre. Y que la gente lo conozca, que no quede abandonado, que se pueda disfrutar. La difusión es clave. Venimos casi todos los fines de semana a jornadas de limpieza, plantación y mantenimiento”. Daniel conoció el lugar en 2017 “a partir de una plantación en conjunto que se hizo con la agrupación Juntos Somos un Bosque, que sigue existiendo”. “Además soy biólogo –relata-, así que conocía a mucha gente del ambiente y me encantó todo esto”.

En lo que respecta al vínculo con el Municipio de Vicente López y la situación legal del espacio, Mariela reseña: “En 2017 presentamos un proyecto de reserva por Mesa de Entrada, nos dijeron: ‘Chicos, todo bien, muy lindo’, pero quedó en la nada. Y si bien tenemos contacto con algunas autoridades, no nos dan una respuesta. Las tierras son de la Provincia de Buenos Aires, con lo cual la puerta para que sea declarado reserva es por allí, el Municipio no tiene facultades sobre este territorio”.

“En la actualidad estamos participando de una mesa de gestión ambiental con el Municipio y agrupaciones vecinales, pero no avanza. Cualquier material para cartelería, difusión, hasta los guantes para la limpieza, los ponemos nosotros, no tenemos apoyo. Y a veces, no nos dejan ingresar para realizar la limpieza, cada tanto cierran, entonces muchas personas se asustan y no quieren entrar pensando que es privado. Existe el  diálogo pero no hay soluciones. No puede ser que venimos con una pala y una especie nativa para plantar, y no nos dejen entrar”, se queja Mariela.

“Con la pandemia notamos que cuando pudimos salir de nuestras casas al primer lugar que fuimos fue a un espacio verde. El aislamiento lumínico y sonoro de una zona muy urbanizada se siente acá y es muy lindo. Hoy nos podemos sentar a relajarnos y escuchar, por ejemplo, al chiricote, que no lo escuchás en otro lado”.

“Buscamos que este lugar sea declarado reserva natural, que se mantenga agreste, que se realicen controles de plantas exóticas y plantación de especies nativas, con recursos, además de los voluntarios que somos. Hoy todo lo que hacemos es a pulmón, y en la asamblea hay biólogos y estudiantes de gestión ambiental, hay distintas personas capacitadas, lo que falta son recursos. Incluso una vez obtenido el reconocimiento formal, eso no garantiza que giren los fondos para tener un guardaparques. Eso es otra instancia”, agrega.

“Justo donde estamos ahora parados, estamos plantando árboles en la selva ribereña”, destaca Daniel, “que ya es una zona bastante húmeda, o sea que necesitan agua y todo, pero como no está pegado al arroyo o al río, se trata de arbolitos específicos de este ambiente. Tanto la parte del humedal, como de la selva corresponden a la misma ecorregión del Delta. También estamos representando otra zona más de espinal, que se llama Talar. Son árboles que se bancan más la sequía: el tala, el coronillo, el molle. Y después está el sendero principal, por donde se entra, que es la parte de pastizal, ahí hay cortaderas y chilcas”.

Los sitios donde realizan las plantaciones no son aleatorios.”Los elegimos a partir del ambiente al cual pertenece la especie. En este caso es la selva ribereña. Seleccionamos donde le dé lo que necesita de sol como de humedad, y que no interfiera con otros árboles que plantamos, que esté lo suficientemente lejos de otros. Acá, a dos metros de este curupí, vamos a plantar este fumo bravo”, ilustra Daniel.

¿Cómo llegaron las especies exóticas a las ecorregiones nativas? Daniel responde: “Llegaron a las plantaciones de arbolados urbanos. En las plazas,por ejemplo, hace mucho tiempo, se realizaron con especies de Asia, Europa, Australia, y por dispersión llegaron a diferentes reservas. Justamente, para restaurar estos sitios, no queda otra que sacar lo exótico y plantar lo que estaba acá antes de que llegue el humano. Por eso reemplazamos arboles como el ligustro, el paraíso, el fresno, el arce, el lirio amarillo, entre un monton más, por árboles nativos. Así vamos sacando estratégicamente lo exótico, y plantando lo nativo, que es mejor porque interactuó desde hace millones de años con insectos, animales, bacterias, y el resto de biodiversidad de la región. Encima, las especies exóticas generan todo lo contrario, copan todo el lugar y no permiten que crezca nada. El ligustro, que es asiático, genera lo que se llama un bosque muerto. Literalmente copa todo y reduce la diversidad”.

“Es la primera vez que venimos a la reserva”, cuenta Valeria. Su amiga Daniela, tan joven como ella, subraya: “La idea en sí es la que te despierta el interés por participar. Está bueno compartir cositas en Instagram, pero ponerle el cuerpo era lo que me motivaba hace un montón para venir y hacer algo de verdad, y hoy se dio”. “Llegamos un poco tarde y nos pusimos a recolectar y separar residuos -dice Valeria-. Buscar un rinconcito y separar toda la basura que había ahí. Pero de repente te das cuenta que nunca terminaba de limpiarse el rinconcito. Fue hermoso pero a la vez un poco frustrante. Esto no va a ser fácil de limpiar”. “Igual es lindo terminar y ver la cantidad de bolsas. Hubo una buena convocatoria y está bueno ver y dimensionar el lugar. Es diferente el vivirlo”, concluye Daniela.