Procesaron al gendarme que hirió a Pablo Grillo

Procesaron al gendarme que hirió a Pablo Grillo

La jueza Servini dictaminó que Héctor Guerrero disparó de manera antirreglamentaria al menos cinco veces. La misma suerte corrió el prefecto Sebastián Martínez, que le quitó la visión a Jonathan Navarro.

A casi 7 meses de la represión que dejó hasta el presente al fotoperiodista Pablo Grillo en estado crítico, la jueza a cargo del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº 1, María Romilda Servini, procesó al gendarme Héctor Guerrero como autor material del brutal accionar que afectó a la víctima. La resolución se apoyó parcialmente en los aportes realizados por Mapa de la Policía, una organización civil que logró demostrar cómo y quiénes efectuaron los disparos en esa trágica jornada.

Bajo el patrocinio del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), y con la abogada Claudia Cesarone, la familia de Grillo se presentó como querellante contra Guerrero. La identificación de quien disparó y el argumento de la intencionalidad por parte del gendarme fue posible gracias a la reconstrucción que presentó en redes sociales la organización Mapa de la Policía, quienes se definen como “una herramienta de cuidados ciudadanos para contrarrestar la violencia policial».

Mientras la investigación interna –y opaca– de Gendarmería alegaba que Guerrero había actuado en concordancia con el protocolo antipiquetes, y había disparado reglamentariamente, la causa penal demostraba todo lo contrario: “[Guerrero] disparó de forma antirreglamentaria con su pistola lanzagases, hacia el sector en el cual se hallaban los manifestantes, siendo que es este el que hirió a Pablo Nahuel Grillo”, afirma el expediente firmado por Servini.

Este documento también revela que el gendarme realizó otros “cinco disparos en los siguientes horarios: 17:14 (disparo 1); 17:16 (disparo 2); entre 17:17 y 17:18 -antes del efectuado a Grillo- (disparo 3); 17:20 (disparo 5) y 17:22 (disparo 6)”. Sobre el accionar de la ciudadanía que permitió esta investigación, Agustina Lloret, una de las abogadas querellantes, explica: “Cuando no hay mecanismos de controles estatales desde adentro del Ministerio aparece la necesidad de que la propia sociedad se organice para poder ejercer ese control, por ejemplo, grabando”.

Ahora se espera que Guerrero apele esta decisión –ya se prevé que la medida no tenga un resultado favorable– y luego la próxima instancia será un juicio oral. Por el momento se embargó al gendarme y sigue la prohibición para que salga del país. Mientras tanto la investigación avanza hacia la cadena de mandos, es decir, quienes acompañaron a Guerrero y eran encargados de supervisar su accionar.

En lo que respecta a las responsabilidades políticas, desde el primer video de Mapa de la Policía se apunta hacia la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, por promover la impunidad. En este punto, Lloret explica la implicancia de la funcionaria: “La tiene desde el diseño del operativo hasta la responsabilidad discursiva –que es el mensaje que le baja a las fuerzas de seguridad–. Lo que vemos es que en la causa penal ella se quedó con mucha información que debía aportar, al punto tal que Servini tuvo que ir a allanar a la Gendarmería para conseguir el sumario interno que le había iniciado Guerrero”.

Mientras tanto, Pablo Grillo sigue internado con leves mejoras, pero con daños irreversibles; y Jonathan Navarro, otro manifestante que fue reprimido en esa jornada por el prefecto Sebastián Martínez—quien también fue procesado—, perdió definitivamente la visión. Sobre esto, Lloret opina: “Son casos que sirven para visibilizar, para que la gente entienda que todo tiene un límite, que las fuerzas de seguridad no están para eso, para agredir a los manifestantes. Están justamente para cuidarnos. Esta decisión judicial empieza a poner sobre la mesa los límites de lo que no se puede tolerar, de lo que la sociedad en sí no puede seguir mirando para otro lado”.

Dos absueltos, un condenado y el cuerpo de la víctima que sigue sin aparecer

Dos absueltos, un condenado y el cuerpo de la víctima que sigue sin aparecer

En el segundo juicio por la desaparición, en 2011, de Daniel Solano en Río Negro, dos policías imputados recibieron el beneficio de la duda y un tercero fue declarado culpable por vejámenes. En el primer juicio siete miembros de la fuerza habían sido condenados a perpetua.

El Tribunal de Juicio de General Roca dictó el veredicto en el segundo juicio por la desaparición seguida de muerte de Daniel Solano, el joven salteño visto por última vez el 5 de noviembre de 2011 en Choele Choel, Río Negro.

En su fallo, los jueces Alejandro Pellizzon, Maximiliano Camarda y Natalia González absolvieron a los policías Ceferino Muñoz y Cristian Toledo de los delitos de incumplimiento de deberes y encubrimiento agravado. El tribunal señaló que las acusaciones fiscales se basaron en “suposiciones carentes de sustrato probatorio”, por lo que aplicó el principio de beneficio de la duda. Mientras que Walter Etchegaray, quien enfrentaba cargos como partícipe necesario de homicidio agravado, fue absuelto de esa grave acusación, aunque resultó condenado por el delito de vejaciones.

Esta sentencia cierra un nuevo capítulo de una historia marcada por la violencia institucional y la explotación laboral, pero mantiene abierta la herida principal: el cuerpo de Daniel Solano sigue sin aparecer.

La noche en que se llevaron a un trabajador

Daniel Solano era un joven guaraní de Tartagal, Salta, que en octubre de 2011 viajó al Valle Medio de Río Negro como tantos otros trabajadores “golondrinas” para trabajar en la temporada de raleo y cosecha de manzana a través de la empresa tercerizadora Agrocosecha que prestaba servicios para la multinacional Expofrut

La madrugada del 5 de noviembre de 2011, Solano se encontraba en el local bailable Macuba, en Choele Choel. Tras un disturbio menor y en visible estado de ebriedad, fue expulsado del lugar por la fuerza. Los tres policías juzgados en esta segunda instancia se encontraban haciendo horas “adicionales” en el lugar.

Según la reconstrucción de los hechos, el oficial Walter Etchegaray lo sacó del lugar por la fuerza, empujándolo por unas escaleras y golpeándolo. Afuera, Ceferino Muñoz y Cristian Toledo colaboraron en su traslado hasta un patrullero. En ese vehículo lo esperaban los agentes Pablo Andrés Albarrán Cárcamo, Pablo Roberto Quidel y Diego Vicente Cuello. Los tres fueron condenados en el primer juicio en 2018 a prisión e inhabilitación perpetua por el delito de desaparición forzada de persona. Esa noche, Solano nunca llegó a la comisaría. Fue la última vez que se lo vio con vida.

La causa investigó la detención ilegal, desaparición forzada y homicidio, involucrando a policías provinciales y apuntando además a una trama de explotación laboral y encubrimiento.

Un juicio en dos actos

La complejidad de la investigación llevó a que el proceso judicial se dividiera. En un primer juicio, finalizado en 2018, fueron juzgados y condenados a prisión perpetua siete policías por el homicidio agravado del joven tartagalense. Entre los cuales estaban los tres anteriormente mencionados –Albarrán Cárcamo, Quidel y Cuello–, Sandro Gabriel Berthe, Pablo Federico Bender, Juan Francisco Barrera y Héctor César Martínez, que además fue absuelto por el beneficio de la duda de cargos adicionales de “abuso de autoridad” y “falsedad ideológica”.

La Corte Suprema confirmó las siete condenas en marzo de 2023. Aún así, la búsqueda del cuerpo nunca arrojó resultados y la causa volvió a llevar a juicios por la participación de otros agentes en una nueva instancia.

En diálogo con ANCCOM, Leandro Aparicio, abogado de la familia Solano, contó que “en junio de 2012, cuando son detenidos los siete policías, no puedo probar de qué manera se gesta un pacto de encubrimiento, impunidad y silencio que subsiste hasta ahora, en el que nadie dijo dónde está el cuerpo de Daniel Solano”. A criterio del abogado, el Estado provincial rionegrino, a través de su fiscal y distintos funcionarios “trató de encorsetar el caso en siete policías que estaban aburridos y no sabían si jugar al truco, hacer un asado o si hacer desaparecer un trabajador salteño”.

Sin embargo, Muñoz, Toledo y Etchegaray no fueron juzgados en ese debate. Por “razones técnicas y procesales”, su situación se desdobló del expediente principal. Desde un inicio, la querella y la familia de Solano, reclamaron que se los juzgara en el mismo juicio porque los testimonios y pruebas ya los involucraban, y consideraron que separarlos fue un modo de dilatar responsabilidades y garantizarles ventajas procesales. El argumento formal fue que no estaban en condiciones de ser llevados a juicio en ese momento, una decisión que en la práctica les evitó la condena de 2018.

Finalmente, la cantidad de pruebas directas y testimoniales que señalaban a estos tres policías como parte del operativo de retiro de Solano del boliche Macuba y su posterior entrega a los otros policías condenados en 2018, forzaron la apertura de un nuevo debate oral, caratulado como Daniel Solano II, para juzgar su responsabilidad específica.

“Hay 22 causas conexas con la de Daniel Solano”, comentó Aparicio y agregó que “para nosotros estos tres policías tendrían que estar presos desde un principio por desaparición forzada”. La causa termina siendo desdoblada en esta instancia porque, a pedido de la defensora oficial, se pidió esperar a que esté firme el fallo del primer juicio. “Una vez que está ese fallo, entendemos que las causas están relacionadas y no puede ser que lo que pasó en el primer juicio, no pase para este”, dijo y comentó que “ese es el error que advertimos en esta sentencia, que va a ser impugnada por nuestra parte”. 

La raíz del crimen

Este caso está íntimamente ligado al circuito de contratación de mano de obra “golondrina”, jornaleros estacionales que migran de una región a otra para trabajar en la cosecha de frutas, verduras u otros productos agrícolas. La empresa tercerizadora que reclutó a Solano, le retenía parte de los salarios a los trabajadores y ejercía control sobre ellos de esa forma. La querella sostuvo que la labor activa de Solano en la protesta por esos pagos fue el móvil de la desaparición forzada y posterior homicidio del salteño.

Esto fue investigado por los abogados que han aportado peritos contables y varios testimonios de obreros norteños. Inclusive, algunos de ellos tuvieron que recurrir a su ayuda para poder huir de la situación de peligro que implicó su testimonio contra la policía y el poder económico de esas empresas. Algunos compañeros de Solano afirmaron que él detectó un faltante entre el recibo de sueldo y lo que realmente le pagaron, por lo que propuso a sus compañeros el día de cobro –el 4 de noviembre, un día antes de su desaparición– realizar una manifestación para reclamar el pago de la totalidad que le correspondía. Esto sustenta la hipótesis central de la querella: que no fue a raíz de una situación en el boliche que lo sacan y entregan a un grupo de policías, sino que habría sido un plan previamente organizado por las empresas como una medida de presión que, eventualmente, pudo haber escapado de su control.

“En este juicio eso no se trató porque el objeto procesal es otro”, declaró Aparicio y aclaró que “está denunciado en la justicia provincial, ante el fiscal Daniel Zornitta, que fue famoso porque en el Día de la Mujer posteó que ahora podían lavar, cocinar y planchar y que por esa causa lo sancionaron, pero no le dijeron nada por la causa de la estafa que está acreditada en la Secretaría de Trabajo de Río Negro”. Además comentó que también está denunciada la trata de personas en la Justicia Federal de General Roca “que no tiene ningún tipo de movimiento” y las desapariciones de otros trabajadores golondrinas.

“Nosotros entendemos que están dadas todas las circunstancias para que se tramiten en la provincia de Salta, porque entendemos que la trata comienza ahí, que es donde captan a los chicos y les prometen sueldos que no cumplen y condiciones dignas que no se dan”, comentó.

El encubrimiento posterior fue inmediato y profundo. Durante el primer mes y medio, la investigación estuvo a cargo del comisario Héctor Martínez —hoy condenado a prisión perpetua—, lo que significó que las primeras pericias quedaron en manos de uno de los propios policías involucrados en el homicidio y la desaparición.

En paralelo, la familia de Solano fue representada inicialmente por una abogada designada por la empresa Agrocosecha, la misma letrada que también asesoraba a la Secretaría de Trabajo. Ese organismo tenía la responsabilidad de relevar y denunciar las condiciones de hacinamiento en las que se encontraban los obreros, situación que, según denuncian, aún persiste.

Las investigaciones y denuncias públicas también mencionaron connivencia, encubrimientos y fallas institucionales alrededor de este contexto social; incluyendo recusaciones de magistrados y sospechas sobre maniobras para dilatar la causa, que dificultaron y demoraron la resolución.

La lucha de la familia y de organizaciones de derechos humanos y sindicatos fue central para mantener el caso en la agenda pública y conseguir avances judiciales. Se hicieron campañas, documentales y pedidos de comisiones para revisar la investigación.

El padre del desaparecido, Gualberto Solano, fue una de las principales figuras en el activismo en pos de la verdad y la justicia por su hijo. Era un hombre humilde, de origen guaraní. Apenas supo de la desaparición de su hijo, viajó a Río Negro y se instaló allí durante años. Sostuvo durante más de cinco años un acampe frente a los tribunales de Choele Choel, donde visibilizó el caso de su hijo y de otros muchos obreros víctimas de la trata y explotación laboral en la zona.

En abril de 2018, mientras seguía esperando justicia, falleció en un hospital de Neuquén por problemas de salud. Murió antes de ver la sentencia contra los siete policías, que se dictó en agosto de ese mismo año. Su figura quedó en la memoria colectiva como la de un padre que entregó su vida buscando justicia para su hijo.

 Esta causa se convirtió en un caso paradigmático en la lucha contra la trata de personas con fines de explotación laboral. Allí quedó expuesto un modus operandi sistemático de encubrimiento, en el que intervienen la Policía, el Poder Judicial y el poder político. A diferencia de otros procesos, la investigación avanzó por fuera de esa corporación de intereses. Así se logró acceder a la verdad y obtener condenas firmes. 

“Vamos a plantear la desaparición forzada en Salta porque ahí es donde empezó la trata”, declaró Aparicio. “Soy un agradecido en nombre de la familia de Daniel Solano y quiero que sepan que no vamos a claudicar hasta que aparezca su cuerpo ni vamos a dejar de pedir justicia”.

Lo paradójico es que, aun con siete condenas firmes y una verdad judicial establecida, la pregunta fundamental sigue sin respuesta. Catorce años después, el cuerpo de Daniel Solano continúa desaparecido.

Absolvieron a Bodart por solidarizarse con Palestina

Absolvieron a Bodart por solidarizarse con Palestina

La DAIA había denunciado al exlegislador y lo acusaba de violar la Ley Antidiscriminatoria. No es el único caso criminalizado por cuestionar el accionar del Estado de Israel.

Alejandro Bodart junto Ismael Jalil y María del Carmen Verdú luego de declarar en junio. Foto: ANRED

La Cámara Penal porteña revocó la condena contra el dirigente de izquierda Alejandro Bodart por sus dichos en la red social X en 2022, en los que denunciaba los crímenes de guerra del Estado de Israel. El caso, impulsado por la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) bajo acusaciones de antisemitismo, atravesó un extenso proceso judicial que finalmente concluyó con su absolución. La decisión reabre el debate sobre los límites entre la crítica política y el discurso discriminatorio, y expone una práctica cada vez más frecuente: la judicialización de voces críticas al Estado de Israel en Argentina.

La DAIA denunció al exlegislador porteño amparándose en la Ley Antidiscriminatoria 23.592 y la definición de antisemitismo de la International Holocaust Remembrance Alliance (IHRA). Tras varios fallos a favor de la defensa y apelaciones por parte de los denunciantes, esta última resolución significó la tercera absolución en el mismo expediente.

El fallo se inscribe en un escenario donde cada vez son más las voces que reclaman justicia por el pueblo palestino y denuncian los crímenes de guerra cometidos por el Estado de Israel. En ese marco, los intentos de judicializar la solidaridad aparecen como un modo de frenar una ola de apoyo. En palabras de Bodart: “Creo que el objetivo es claramente crear miedo para que las expresiones a favor del pueblo palestino, y en contra de lo que esta haciendo el Estado de Israel no tengan visibilización”

Para Bodart, la denuncia no buscaba justicia sino generar un efecto ejemplificador, sembrar temor y disciplinar también a periodistas y comunicadores.

Ante la insistencia por parte de la justicia por retomar el caso, a pesar de que el dirigente del Movimiento Socialista por lo Trabajadores (MST) había obtenido fallos a su favor, surgen interrogantes sobre si existen componentes políticos más allá de lo jurídico. “Sus argumentos se caen a pedazos, claramente tenían una orden de arriba de que había que condenar, por eso es claramente una causa política” expresó Bodart.

Este caso invita a reflexionar sobre la restricción del derecho a la libertad de expresión, uno de los principios fundamentales reconocidos tanto por la Constitución argentina como por la Convención Americana sobre Derechos Humanos. “Obviamente el tema de libertad de expresión juega un rol preponderante en esta causa, de hecho es uno de los pilares del fallo que acaba de sacar la sala primera de la Cámara Penal de Ciudad”, aseguró la abogada María del Carmen Verdú. En este sentido, la causa se convirtió en un caso testigo para organizaciones y referentes que advierten un uso arbitrario de la Ley Antidiscriminatoria.

Asimismo, el otro eje imperante que encontramos es la cuestión de tergiversar la idea de antisemitismo y equipararla a la denuncia del sionismo y de las politicas genocidas del Estado de Israel. Como menciona Verdú: “Ese es el eje central de la cuestión que está muy bien tratado en esta última sentencia, como ya lo estaba en la anterior del juicio oral de la doctora Molina o en el originario sobre seguimiento del doctor Casas”. 

La resolución judicial reconoce que cuestionar políticas estatales no equivale a un acto discriminatorio hacia una comunidad, una diferencia clave en un contexto donde ciertos sectores buscan equiparar crítica política con discurso de odio. En esa línea, Bodart resume la paradoja con crudeza: “Acusan a los que enfrentamos y denunciamos un genocidio, y no a los que lo defienden.”

Aunque el caso de Bodart tiene especial relevancia, no es el único que enfrentó este tipo de persecución. Hay una creciente ola de nuevas movilizaciones buscando que se visibilice aún más el genocidio en Medio Oriente, pero muchas de ellas terminan enfrentando causas judiciales o campañas de hostigamiento.

Para Verdú la conclusión principal que deja el pronunciamiento es que cuestionar y denunciar la masacre israelí no es un delito. “Es una obligación para toda persona de bien y de ninguna manera puede ser considerado como un acto denostable de antisemitismo”.

No es el único caso

Ana Contreras es programadora y directora del Festival de Cine de General Pico, La Pampa, además de docente en esa ciudad. También fue judicializada a fines de 2023 por mencionar el derecho a la existencia del pueblo Palestino en el marco de una clase en la escuela pública. Luego de un año y medio de proceso legal, recientemente fue absuelta.

Sin embargo, ahora el denunciante quiere elevar el juicio a la Corte Suprema de la Nación. Desde la agrupación Cine x Palestina señalaron que esto “renueva el ensañamiento y la persecusión política con quienes se pronuncian por el fin al genocidio que lleva adelante el Estado de Israel en Palestina desde hace casi dos años y que acaba con la vida de una persona cada 12 minutos, además de desplazar a más de un millón de personas que son bombardeadas mientras buscan refugio, agua y alimento, haciendo del hambre un arma de guerra”. Ese colectivo expresó: “En este contexto de avanzada sionista también asistimos a la persecusión política del docente Federico Puy, sumariado por el Gobierno de la Ciudad por solidarizarse con lxs maestrxs y lxs niñxs palestinxs en un acto escolar”.

Por otra parte, la diputada porteña Vanina Biasi enfrentó una denuncia muy similar a la de Bodart y fue procesada en abril pasado por el juez federal Daniel Rafecas.

«Ustedes tienen que ser limpiados»

«Ustedes tienen que ser limpiados»

En la causa que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Mansión Seré y el circuito RIBA declararon los últimos testigos antes de la etapa de ampliación de acusaciones. Entre ellos testimonió Carlos Tamburrini, cuyo caso dio lugar a la película La Fuga.

Tres sobrevivientes y el sobrino de uno de los imputados prestaron declaración en el juicio Mansión Seré IV y RIBA II, finalizando así la etapa testimonial del juicio y abriendo paso a la ampliación del caso que será presentada por la Fiscalía y las querellas.

El filósofo y exarquero de Almagro, Claudio Tamburrini, sobreviviente de Mansión Seré y autor de un libro sobre su fuga, dio su testimonio desde Suecia. Detalló su secuestro en su domicilio en Ciudadela el 23 de noviembre de 1977 hasta su escape de Mansión Seré junto a otros tres compañeros, el 24 de marzo de 1978. Afirmó que al momento de ser secuestrado no militaba en ninguna agrupación desde hacía tres años, cuando formaba parte de la Federación Juvenil Comunista durante el último año de secundaria y en la universidad.

Tamburrini, quien viene declarando desde el Juicio a las Juntas Militares de 1985, dijo que pudo llegar a la conclusión de que el lugar en que estuvo cautivo y las guardias dependían de la Fuerza Aérea a través de distintas fuentes. Por un lado, suboficiales jóvenes que les contaron que pertenecían a dicha Fuerza. Por otro, la insignia que podía verse en el vehículo que llevaba comida. Además, narró el sobreviviente, a raíz de la fuga de dos secuestrados, una llamada telefónica en la que alguno de los militares decía: “Base Aérea, aquí se han escapado dos pájaros”.

Sobre su secuestro, describió que las condiciones higiénicas eran extremadamente malas, de manera que no pudo lavarse nunca los dientes en los 120 días que estuvo detenido. Además afirmó que, durante su primera semana secuestrado, sufrió cuatro sesiones de tortura con submarino y picana eléctrica, a la que “le llamaban ‘la pequeña Lulú’ dentro de la jerga de la casa».

Sin embargo, “las condiciones de cautiverio fueron cambiando con el tiempo”. El sobreviviente declaró que el trato de sus secuestradores y torturadores se modificó a medida que adquirieron el “status de veteranos”, que les daba ciertos “privilegios” como levantarse la venda de los ojos. Pero a partir de diciembre de 1977 se dio el endurecimiento de las condiciones, cuando “La Patota” (el grupo represor de Mansión Seré que asesinaba y torturaba) lo acusaba de planear una fuga con sus compañeros de habitación. A eso se le sumó que luego descubrieron que uno de ellos “les había ocultado información”. “En ese momento, se terminan de empeorar las condiciones de cautiverio de forma marcada. Nos quitan toda la ropa, se generaliza la utilización de esposas y nos atan al dormir manos y pies con una correa de cuero”.

Tamburrini afirmó que ese suceso coincidió con la llegada de la guardia de “Lucas”, uno de los tantos que sólo conoció por su sobrenombre, que añadió “una puesta en escena muy dramática y traumática: Nos echa a los cuatro en el piso, trae una escoba y nos empieza a barrer diciendo: ‘Ustedes tienen que ser limpiados porque están sucios’”. El sobreviviente declaró que “ese fue el punto más álgido del empeoramiento de las condiciones carcelarias y de la humillación” y que, a partir de ahí, “se produce el crecimiento de una convicción de que nuestra situación en la casa era insostenible”. Por eso decidieron implementar un plan de fuga.

En su reflexión final, Tamburrini expresó que, si bien él logró transformar su experiencia traumática en crecimiento personal, la sociedad aún tiene una deuda pendiente: «Pienso que es una deuda que nuestra generación tiene con los más jóvenes y que estoy convencido de que esa deuda será saldada en el futuro».

Por su parte, Arturo Lynch, sobrino de uno de los imputados, Ernesto Rafael Lynch, fue llamado a declarar por las defensas. Sin embargo, su testimonio no se centró en su tío si no en la dinámica de su núcleo familiar, negando la declaración de su hermana, Noelia Lynch, sobre violaciones y violencia intrafamiliar. “Noelia siempre ha tenido una obsesión con ser hija de desaparecidos”. De esta manera, pareciera que Lynch solamente fue llamado a declarar para desacreditar la palabra de su hermana.

Miguel Antonio Pérez, sobreviviente de la Comisaría 3a de Castelar, declaró desde el Consulado Argentino en Los Ángeles, donde detalló su secuestro en Capital Federal el 18 de diciembre de 1976 y su traslado a la Comisaría de Castelar. Peréz afirmó que, aunque sus captores estaban de civil, al ser primero ubicado en los asientos de atrás de un Ford Falcon y luego en el baúl, pudo desprender de sus conversaciones que pertenecían a la Fuerza Aérea de Morón y El Palomar.

El sobreviviente, en ese momento militante de la Juventud Peronista, detalló haber sido torturado tres veces con picana eléctrica mientras le preguntaban “¿dónde están las armas?” y “¿quién es tu responsable?”. Además, declaró que en la Comisaría no había ninguna posibilidad de aseo, pues solo abrían para ir al baño «a la mañana y a la noche». Respecto a la alimentación, afirmó que era muy mala y agregó: “No recuerdo que los fines de semana trajeran comida”.

Pérez fue posteriormente trasladado a la Comisaría de Haedo para ser «legalizado» (puesto a disposición del Poder Ejecutivo), pasando luego por la Cárcel de Devoto y la Unidad Penal 9 de La Plata. Afirmó que ese tiempo le sirvió para procesar el horror: «Nos permitió hacer todo un procesamiento tanto en lo espiritual como en lo físico y lo mental de entender qué es lo que había pasado”.

El último testimonio fue el de Sara Laura Abadi, quien ya había declarado en julio de 2025 pero en esta ocasión fue convocada por la Fiscalía para ratificar si deseaba que los hechos de agresión sexual que sufrió durante su cautiverio fueran investigados y juzgados por el Poder Judicial; a lo que Abadi respondió de manera afirmativa.

La próxima audiencia quedó fijada para el 14 de octubre y se espera que la Fiscalía y las querellas soliciten la ampliación de casos en torno a los delitos de agresión sexual y la privación de libertad de niñeces al secuestrar a sus padres y/o madres.

Israel interceptó a la flotilla humanitaria internacional que viajaba a Gaza

Israel interceptó a la flotilla humanitaria internacional que viajaba a Gaza

Detuvieron a sus tripulantes y serán deportados, según manifestaron funcionarios de Tel Aviv. Crónica de los últimos minutos antes del abordaje.

En la tarde del 30, Italia retiró su escolta naval y España incumplió la promesa de enviar un barco. En diálogo con ANCCOM, desde la cubierta de su nave, Ezequiel Peressini, participante argentino de la flotilla, denunció: “Es vergonzosa la actitud de Pedro Sánchez [presidente español], Italia también nos ha abandonado”. Pese a la soledad diplomática, la flotilla —más de 40 embarcaciones y unas 500 personas entre activistas, parlamentarios y voluntarios— siguió rumbo a Gaza.

En la madrugada del 1° de octubre, el silencio del mar se quebró. “Estamos muy próximos a Gaza. Las embarcaciones de Israel ya han salido de Ascalón [13 kilómetros al norte de la franja] y se encuentran cerca de la flotilla. Vamos a la máxima alerta”, comunicó Peressini en sus redes. En un audio posterior nos confirmó lo inevitable: “El proceso de interceptación empezó a las 3.45. La Armada de Israel ya se encuentra próxima. Hemos disparado la alarma y estamos formados para afrontar esta situación de una manera pacífica”. La cubierta se convirtió entonces en un escenario de preparación: chalecos ajustados, cámaras encendidas, radios abiertas.

A las 5:10, la flotilla informó por redes que los barcos israelíes habían modificado su rumbo. “La alerta se ha reducido, aunque debe sostenerse la movilización mundial en solidaridad con el pueblo palestino”, anuncio Peressini y otros activistas. El respiro fue breve. Cuando en Gaza eran las 19 (las 15 hora argentina), al menos 20 buques israelíes rodearon al Alma, barco principal de la misión. “El Sirius fue interceptado, lo vi con mis propios ojos; el Capitán Nikos también. El resto sigue avanzando”, declaró el periodista italiano Lorenzo D’Agostino desde la embarcación “El Hilo”. Poco después, las transmisiones en vivo comenzaron a cortarse. Desde Tel Aviv, el ministro de Exteriores Gideon Saar calificó la misión como “provocación de Hamas y Sumud” y reiteró que Israel ofreció trasladar la ayuda “por canales seguros”.

El cerco no apagó las voces. David Adler, miembro de la flotilla, escribió en X: “Nos preparamos para un ataque inminente. No opondremos resistencia. Estamos listos”. Greta Thunberg, desde el Alma, envió un mensaje grabado: “Es probable que nos intercepten esta noche, lo que sería una violación del derecho humanitario y marítimo. Israel no es inmune a la ley internacional. Detengan el genocidio, detengan la ocupación y liberen a Palestina”.

Vía audio, Peressini repudió el procedimiento por “ilegal” y “la complicidad de los gobiernos del mundo que siguen sosteniendo política, económica e ideológicamente al Estado nazi sionista de Israel”. “Llamamos a los pueblos del mundo a sostener la movilización y la solidaridad internacional con el pueblo palestino y a exigir a todos los gobiernos la protección de cada uno de los 500 participantes de la Global Sumud Flotilla, que en este momento se encuentran en riesgo ante las amenazas criminales de Israel”, agregó.

Israel afirma que el bloqueo naval es legal y que los activistas serán deportados si ingresan a la zona prohibida. Para la Flotilla Sumud, en cambio, el asedio confirma la inhumanidad de un cerco que impide el ingreso de alimentos, medicinas y agua potable a Gaza. El Mediterráneo fue testigo de una noche que no durmió. “El Estado de Israel busca secuestrarnos, llevarnos a las cárceles de Israel para detenernos e impedir la movilización mundial —advirtió Peressini—. No podrá lograrlo, no es la primera flotilla ni será la última. Seguiremos luchando por una Palestina libre”.

Al cierre de esta nota, ante la intercepción de la flotilla, agrupaciones de izquierda y de solidaridad con el pueblo palestino convocaban a movilizarse desde Av. De Mayo y 9 de Julio, igual que en decenas de ciudades del mundo.

El sobreviviente que volvió a desaparecer

El sobreviviente que volvió a desaparecer

«López, el hombre que desapareció dos veces» es un documental que alterna tres tiempos narrativos para reconstruir la historia de militancia y los dos secuestros del principal testigo en la primera causa que condenó al genocida Miguel Etchecolatz. Las líneas de investigación estancadas que hacen perdurar la avasalladora impunidad.

Llega al cine Gaumont el 2 de octubre el largometraje López, el hombre que desapareció dos veces, dirigida por Jorge Leandro Colás y estrenada en La Plata en el decimonoveno aniversario de la segunda desaparición de Jorge Julio López, el pasado 18 de septiembre. Sobreviviente de distintos centros clandestinos de detención, tortura y exterminio que funcionaron en La Plata durante la última dictadura civico militar, López volvió a desaparecer en 2006 en democracia. Esta segunda vez, era el día en que se leían los alegatos del juicio contra el genocida confeso Miguel Osvaldo Etchecolatz, en el marco del primer juicio nacional de lesa humanidad luego de que fueran anuladas las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.

La detallada y extensa declaración que hizo López en dicho juicio lo convirtió en un testigo clave, el único que reconoció al genocida como perpetrador de fusilamientos, jefe de “la patota”, presente en las detenciones y sesiones de tortura. Por sobrevivir al horror, López se encomendó a proteger solitariamente y a través de manuscritos la memoria que luego relató ante el tribunal. Por sus declaraciones fue nuevamente desaparecido y a 19 años de aquel 18 de septiembre se sigue sin conocer su paradero. Su causa es una herida abierta y el símbolo de la impunidad.

En entrevista con ANCCOM, Colás explica que junto a Tomás De Leone en el guion y Felipe Celesia como director periodístico, decidieron volver sobre el caso López porque “nos interesaba exprimir la posibilidad que habilitó el paso del tiempo de poder hacer nuevas lecturas y construir otras capas de sentido sobre un caso tan incómodo y complejo, que cuando ocurrió, causó altísimo impacto en el entramado social. El recurso del documental nos permitió mirar con mayor profundidad y reflexión. Desde el presente que atravesamos, esta causa -emblemática por la particularidad y complejidad de las desapariciones de Jorge- construye un nuevo relato”.

El proyecto que comenzó en 2021 no preveía ser estrenado en un contexto en que la vicepresidenta fuera Victoria Villarruel, persona estrechamente vinculada a Etchecolatz y mencionada en su agenda. “Este último tiempo hay una tendencia a simplificar o distorsionar algunas situaciones, entre ellas, cómo eran los militantes políticos en 1976. Por eso, nos parecía importante contar, principalmente a las generaciones más jóvenes, qué tipo de militante era López: un obrero y albañil, militante barrial de una unidad básica que se comprometía desde un rol social, ayudando a las familias y chicos del barrio”, explica el director del film.

La historia de Jorge Julio López, militante, sobreviviente y testigo, se reconstruye desde el presente, con una narrativa accesible y casi pedagógica, alternando entre dos pasados: su primer secuestro el 27 de octubre de 1976 y en 2006 con su segunda desaparición. “Queríamos contar su caso de manera clara y con todos los elementos ordenados en un sentido informativo para que todas las personas entiendan lo que sucedió. Ya sea quienes no conocen el caso como también aquellos que fueron testigos de su desaparición en 2006. Pusimos el énfasis en los datos e hipótesis de la investigación judicial que fueron perdiendo protagonismo a medida que pasaba el tiempo”, detalla el director.

El Poder Judicial que ve y no mira

La historia se va armando con un “rompecabezas de entrevistados” en el que participan las voces más autorizadas para contar el caso. En lo que respecta a la causa de Etchecolaz y el juicio de 2006, aparecen el entonces juez titular del Tribunal Oral Federal 1° de La Plata, Carlos Rozanski, las abogadas de la querella Myriam Bregman y Guadalupe Godoy y el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá. “Solá es la figura que ocupa el rol más incómodo en la película, porque su relato está en tensión con el de los organismos de Derechos Humanos que hacen críticas a su gobernación y a su responsabilidad sobre lo ocurrido. Él no había sido entrevistado sobre el caso salvo en el momento de los hechos y para este documental aceptó sin condicionamientos”, explica Colás.

Para narrar el presente, aparecen Hernán Schapiro y Gonzalo Miranda, los fiscales de la causa abierta luego del segundo secuestro que se caratuló como “presunta desaparición forzada”; también; el abogado de la familia López, Alfredo Gascón, y el hijo de Jorge Julio López, Rubén López, que narra cómo el dolor se fue acoplado a la rutina que convive con la desaparición: las calles de La Plata donde fue visto por última vez su padre, recortes de noticias en medio del aserrín de su carpintería y el trabajo conjunto con las organizaciones de memoria para preservar los manuscritos de su padre.

“Nos interesaba reponer el estado actual de la causa, las hipótesis que se barajaron y luego se abandonaron”, explica Colás. Por ello muestran las líneas de investigación irrisorias a las que la justicia destinó tiempo y recursos claves, pero también aquellas en las que decidió no profundizar y que eran, para los organismos de Derechos Humanos, las más concretas y probables. Estos insistían principalmente en seguir las hipótesis vinculadas a los policías bonaerenses que López había nombrado en su declaración. Las abogadas Bregman y Godoy relatan que eran al menos nueve mil los efectivos policiales que habiendo cumplido funciones durante la dictadura mantenían el cargo al momento de la segunda desaparición. Para ese momento, Etchecolatz junto a varios genocidas se alojaban en el Complejo Penitenciario de Marcos Paz, pudiendo suponerse un planeamiento conjunto del secuestro. Además, los militantes buscaban que la causa se anexara a otras por delitos de lesa humanidad y quedara a cargo de la justicia federal. Esto recién ocurrió un año y medio después de la desaparición, misma fecha en la que se apartó a la Policía Bonaerense de la causa.

El documental recupera material audiovisual de una marcha que se realizó días antes de la segunda desaparición de López, el 12 de agosto de 2006, en la conmemoración del nacimiento de la nieta apropiada de María «Chicha» Mariani, Clara Anahí Mariani Teruggi. Entre los militantes platenses resaltan dos hombres, de los cuales uno solo fue identificado, que miran directamente a López y no al escenario como todos los asistentes. “Nos parecía fundamental mostrar la cara de estas personas que fueron interrogadas sobre el caso López, pero cuyos rostros la mayoría del público nunca había visto”. El sujeto en cuestión es Raúl Chicano, un expolicía de La Bonaerense y exsecretario privado de Ramón Camps. También incluyeron la declaración de Susana Gopar, funcionaria de la misma fuerza y antigua secretaria de Etchecolatz.

Jorge Julio López fue visto por última vez cerca de las 10:15 de la mañana del lunes 18 de septiembre de 2006 en la calle 137 entre 66 y 67, puntualmente entre una verdulería y una sucursal de la Empresa Distribuidora La Plata Sociedad Anónima (EDELAP). Entre los dos locales solo hay una puerta que lleva a una propiedad horizontal en la cual vivía Gopar. Como explican en el film, ninguna de estas líneas de investigación se profundizaron debido a frenos que puso el juez federal de la causa, Arnaldo Corazza.

Aún se desconoce con certeza si la desaparición fue perpetrada por oficiales de La Bonaerense, el círculo cercano que responde a Etchecolatz o si ambos trabajaron en conjunto. Sí es seguro que se buscó silenciar y amedrentar a otros que quisieran presentarse a declarar con la reapertura de los juicios. El trabajo solitario que realizó López por mantener el recuerdo de lo vivido en 1976, se convirtió en símbolo. La silueta de su boina y su campera de polar se dibuja en paredes, afiches y calles para mantener viva su memoria.

Formatos para guardar

La filmografía de Colás está constituida en su mayoría por películas documentales. Sobre el formato explica: “Tiene una incertidumbre que me interesa mucho más que la ficción, que es un género relativamente controlado porque se escribe un guion y un actor lo recrea. En cambio, en el documental se trabaja con circunstancias y personas reales, logra algo mucho más vivo, dinámico y atractivo. Te permite abrir a un mundo distinto, con personas a las que no tendrías acceso si no fuera en el marco de la historia que querés contar”.

“Los documentales siempre son subsidiados por los Estados porque de otra forma no existirían. Tienen un rol fundamental como bien cultural que excede al momento de su estreno en las salas de cine. Lo que importa es la vida posterior que tiene, su exhibición en diferentes espacios generando debate y reflexión. Por eso, hacer una película por medio del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) es fundamental porque se logra acceder a todos los espacios que tiene el organismo en el país. Al sucederse un nuevo aniversario de su desaparición, teníamos la necesidad imperiosa de estrenar en su ciudad, donde están su familia y sus vecinos, y el caso continúa muy vivo”, explica Colás sobre el film que además se estará presentando en el Festival Audiovisual de Bariloche (FAB). Sin embargo, la productora Salamanca Cine, empresa que dirige junto a Carolina Fernández, tuvo que sortear el recorte presupuestario que afronta el cine nacional. El documental aprobado por el INCAA antes de su recambio de autoridades, tuvo que batallar para que la nueva gestión le reconociera el financiamiento.

 

López, el hombre que desapareció dos veces, estará disponible en el cine Gaumont desde el jueves 2 al miércoles 8 de octubre, en la función de las 19.