La peor herencia de la dictadura | Estuve ahí

La peor herencia de la dictadura | Estuve ahí

María del Carmen Verdú, presidenta de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), describe la construcción de la lucha contra el gatillo fácil y las muertes bajo custodia del Estado. Recuerda los primeros tiempos en que los organismos de Derechos humanos les daban la espalda y cuenta cómo finalmente comprendieron que era la continuidad de la represión militar. Walter Bulacio, Miguel Bru, el soldado Carrasco, José Luis Cabezas, Petete Almirón, Mariano Ferreyra, Jorge Julio López, Santiago Maldonado y Facundo Astudillo Castro entre una infinidad de casos que dan cuenta de una de las deudas más horrorosas de la democracia.

40 AÑOS – COMUNICACIÓN Y DEMOCRACIA (1983 – 2023)

ANCCOM –junto a la Carrera de Ciencias de la Comunicación y a la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA- lanza Estuve ahí, un ciclo de entrevistas audiovisuales a los protagonistas de estos 40 años de democracia que celebra la Argentina.

 

La serie recorre los temas más trascendentes que tejieron la trama social desde 1983: los derechos humanos, la vida política, el mundo del trabajo, la economía, la deuda externa, la vivienda, los pueblos originarios, el campesinado, las luchas de género y diversidades, el ambientalismo, la cultura y el mundo de la comunicación, entre muchos otros.

Cada conversación constituye un verdadero diálogo intergeneracional entre los jóvenes periodistas de la agencia y aquellos que escribieron la historia.

Estrenamos todos los lunes! La primera, que estará disponible el próximo 28 de agosto, será a Estela Barnes de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.

Entre los entrevistados se pueden mencionar a Adolfo Pérez Esquivel, Estela Carlotto, León Arslanián, Héctor Recalde, Federico Pinedo, Gustavo Grobocopatel, Mercedes Marcó del Pont, Daniel Arroyo, Dora Barrancos, Myriam Bregman, Juliana Di Tullio, Ana Castellani, Noemí Brenta, Luis Felipe Noé, Daniel Divinsky, Eduardo Longoni, Moira Millán, el padre Pepe Di Paola, Flavio Rapisardi, Emilce Moler, Manuel Goncalvez, Gervasio Muñoz, Enrique Viale y Damián Loreti, por mencionar solo algunos.

Créditos

ANCCOM
Equipo Audiovisual: Eduardo Morales – Jairo García – Noelia Pirsic
Producción Periodística: Diego Rosemberg, Sebastián Comellini, Clarisa Veiga, Ángel Berlanga, Cecilia Chervabaz, Esteban Magnani, Guillermo Wulff, Alejandro Cánepa, Horacio Cecchi, Adriana Meyer, Federico Corbiere.
Producción Fotográfica: Victoria Gesualdi y Leandro Teysseire.
Redes y Contenidos Digitales: Julio Alonso y Estefanía Hernández.
CEPIA
Florencia Mendes, Javier Ildarraz, Gustavo Intrieri, Nadia Rebrij, Florencia Canosa, Juan Lescano, Jorge Pinola.
Autoridades CCOM
Larisa Kevjal – Directora
Dolores Guichandut – Secretaria Académica | Sebastián Ackerman – Coordinador Técnico | Yamila Campo – Coordinadora Centro de Prácticas
Equipo de trabajo
Lucía Thierbach, Grisel Schang, Paula Morel, Emilia Silva y Sebastián Comellini
El traspaso de abuelos a nietos de una búsqueda incansable

El traspaso de abuelos a nietos de una búsqueda incansable

En una nueva audiencia del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de Banfield, Lanús y Quilmes, declaró Rosaria Valenzi sobre la búsqueda de su sobrina y la desaparición de su hermana. También las hijas de dos delegados gremiales secuestrados. El caso de las parteras desaparecidas por avisar de un nacimiento en cautiverio.

Una nueva audiencia por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los Pozos de Banfield y Quilmes y la Brigada de Lanús, durante la última dictadura cívico militar, tuvo lugar este martes. En una modalidad mixta -virtual y-presencial- declararon Rosaria Isabella Valenzi, hermana de Silvia Mabel Valenzi, militante de Montoneros, embarazada y secuestrada en 1976, quien dio a luz en cautiverio; Nancy Rizzo, hija de José Reynaldo Rizzo, delegado metalúrgico secuestrado en La Matanza en 1977, y Alicia Galeano, hija de Héctor Galeano, militante peronista, trabajador de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), secuestrado en noviembre de 1976. 

Desde el Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata, Rosaria Isabella Valenzi declaró: “Todo empezó el 12 de noviembre de 1976, cuando se llevan a la suegra y la cuñada de mi hermana. Se suponía que la llevaban porque buscaban a Carlos López Mateo, mi cuñado, pero a él lo mataron el 18 de diciembre en las calles 14 y 67 de La Plata y la hermana y la madre no aparecieron más. Se las llevaron para exterminar a la familia», declaró Rosaria y recordó que a su hermana se la llevaron el 22 de diciembre y nunca más apareció. 

Una tarde de abril de 1977, la madre de Rosita recibió un anónimo. Allí decía que su hija desaparecida, Silvia, había tenido una nena en el Hospital de Quilmes, que fueran a buscarla, pero nunca la encontró. Valenzi narró que aquel día su madre había ido en busca de su nieta y su hija pero que, al presentarse en el hospital, un doctor de apellido García, le mostró el libro de partos, y le dijo: “Sí, nació la nena, vaya a hablar con el director” pero fue el director quien la sacó a empujones y le aseguró que ahí no había pasado nada, que no existía el parto.

Además, recordó que el doctor Adalberto Pérez Casal, jefe de Neonatología del Hospital Iriarte por esos años, le contó que (el médico policial condenado por delitos de lesa humanidad José Antonio) Bergés le advirtió que «no la puede retirar, ni Videla, no se la des a nadie», refiriéndose a la beba de su hija.

Más tarde, la familia de Silvia Valenzi sabría que quienes le enviaron ese anónimo fueron la enfermera Generosa Fratassi y la partera María Luisa Martínez, «ambas ofrecieron su vida, se las llevaron y están desaparecidas», afirmó Valenzi.

«Quiero que se haga justicia por las víctimas del Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes y quiero que alguien hable y diga dónde está la nena. Bergés debe saber, pero nunca habló», finalizó Rosaria Valenzi, quien además en su relato recordó su lucha junto a Chicha Chorobik, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. El segundo testimonio fue el de Nancy Rizzo, hija mayor de José Reynaldo Rizzo quien, desde que empezó su declaración hasta que terminó, sostuvo firmemente una foto de su padre. Rizzo, recordó cada detalle de aquel dramático 17 de noviembre de 1976 en su casa de La Tablada. “Se escuchaban ruidos, entraron por todos lados. Recuerdo que mi mamá estaba en las piezas, yo me había agarrado de la mano de mi papá porque para mí eran ladrones, no entendía lo que estaba pasando. Todo el tiempo me apuntaban para que baje la cabeza”, contó.

En el relato ante el Tribunal, Rizzo afirmó que su padre estuvo secuestrado en el centro clandestino de tortura y exterminio conocido como «El Infierno», tal como se llamaba a la Brigada de Lanús. Allí compartió cautiverio con Nilda Eloy, a quien los represores violaban cuando torturaban a su padre para que él creyera que estaban agrediendo a sus hijas. «Mi papá gritaba ´con las nenas, no; con las nenas, no´. Años más tarde nos conoció Nilda Eloy y nos dijo ´Ah, ustedes son las nenas´. Yo siempre le pedí perdón a Nilda por eso», expresó con pesar Nancy Rizzo en su declaración.

Con total entereza, Nancy Rizzo fue firme y dirigiéndose a los jueces dijo: «Ustedes nos hacen esperar mucho tiempo (para enjuiciar a los represores). Se nos va la vida, la gente se muere. Yo tengo los restos de mi papá y nadie me dijo quién lo mató». En 2009, los restos de José Rizzo fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología, a partir de allí Nancy y su familia recién pudieron reconstruir lo sucedido con su padre. “Yo recuperé un esqueleto. Lo mataron con tres balazos mínimamente”, contó.

La última declaración fue la de Celia Alicia Galeano, hija de Héctor Armando Galeano. “Santiagueño, orgulloso de pertenecer a ENTEL y trabajar en el Estado”, expresó su hija ante el TOF 1 de La Plata y recordó que “tenía 45 años cuando lo desaparecieron el 17 de noviembre de 1976”.

Tanto Héctor Galeano como José Rizzo, formaban parte del Grupo del Oeste desde diferentes sectores gremiales junto a sus compañeros Jorge Conget, Ricardo Chirichimo y Gustavo Lafleu: “Todos fueron secuestrados en noviembre de 1976 y fueron vistos en el Infierno de Avellaneda”, afirmó Cecilia Galeano. 

“Mi madre esperó más de 40 años justicia, se cansó de esperar”, expresó entre lágrimas Galeano recordando que la primera vez que la llamaron a declarar, su madre falleció esperanzada en que algo se estaba haciendo por su compañero. “Mi madre dentro de sus posibilidades, guardó todo: la denuncia, los recortes de diarios, los papelitos y nos los fue traspasando a nosotros, sus hijos. Nosotros también, sin proponerlo, fuimos traspasando esa búsqueda a nuestros hijos, a nuestros nietos. Esa búsqueda sigue”, reafirmó Cecilia Galeano quien se encontraba acompañada de sus hijos, sobrinos y nietos al momento de su declaración.

El día que identificaron los restos de José Rizzo, también se encontraron otros cuerpos que no pudieron saber quiénes eran, además de que se extraviaron otros, “los restos de mi padre pueden ser esos que no fueron identificados.”, expresó la última testigo de la jornada.

 

Los que aguantan los trapos

Los que aguantan los trapos

Este 24 de marzo muchos miles de personas volvieron a marchar para exigir memoria, la verdad y la justicia. La bandera azul, con los rostros de los y las desaparecidas, cubrió otra vez la Avenida de Mayo. ¿Quiénes la portaban?

A 46 años del último golpe cívico militar, miles de personas se acercaron a Plaza de Mayo este 24 de marzo para exigir Memoria, Verdad y Justicia. Las calles se colmaron: hijos, nietos, bisnietos, madres, padres, hermanos y hermanas, abuelas, compañeros y compañeras reunidos. La alegría y la emoción podían sentirse en el aire nuevamente: bombos, platillos y cánticos se escuchaban a lo largo de Avenida de Mayo y las calles aledañas. Después de dos años de aislamiento, producto de la pandemia, este 24 de marzo se volvió a marchar y ni la lluvia ni el viento fueron impedimento para gritar “Nunca más”.

Como siempre, la bandera con los rostros de los miles de desaparecidos y desaparecidas por el terrorismo de Estado avanzó por Avenida de Mayo, custodiada por los estandartes de H.I.J.O.S.  y Abuelas de Plaza de Mayo que resaltaban entre la multitud. El extenso paño azul era sostenido por familiares y amigos. Entre ellos, Mónica Diaz y Mario Diaz, que marchaban orgullosos, junto a la imagen de su padre Eduardo Ríos, detenido desaparecido el 23 de abril de 1977: “Yo tenía siete años cuando me arrebataron a mi papá. Los recuerdos están patentes, entraron a casa y nos rompieron todo, nos apuntaron con armas y se lo llevaron”, contó. Después de dos años sin poder marchar, estar este 24 de marzo en las calles para Mónica significó mucho: “Esta es una lucha de hace años. Empezó mi mamá dando la vuelta la plaza y nosotros hoy seguimos acá, los hijos y los nietos buscando justicia”. Al lado de ella se encontraba también Mario, su hermano mayor, quien no quiso perder oportunidad para contar sus sensaciones del día que les cambió la vida para siempre. “Tenía 17 años y todavía pienso, por qué no nos llevaron a nosotros porque se llevaron a tantos. Es algo que no te podés olvidar nunca: estábamos con mis hermanos y mi mamá. Nos vendaron los ojos y nos hicieron tirar al piso”, contó. Hoy Mónica Diaz y sus hermanos siguen buscando respuestas ya que siguen sin noticias sobre el paradero de su padre: “Queremos saber dónde están, qué pasó”, expresó Mónica con gran pesar. 

No hubo distinción de edad, familias enteras dejaron verse y sus nuevas generaciones, como Tobías Ramírez, quien se encontraba en la plaza junto a sus padres para reivindicar a su abuelo y a su tía detenidos y desaparecidos: German Volsmelin y Sonia Volsmelin. Su tía Sonia militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios y su abuelo era militante de barrio. “Mis papás me enseñaron a seguir con la lucha y sé que tengo que seguir por ellos y por toda la familia. Hoy estamos acá marchando con mucha emoción contenida durante estos dos años”, expresó el joven. 

Tobias Ramirez y su familia.

Tobias Ramirez y su familia.

Entre la multitud se pudo ver también a otros dos jóvenes adolescentes que sostenían siluetas de cartón con cartas y fotos pegadas que decían: Ana María Bonatto y Eduardo Emilio Azurmendi. “Estar acá es recordarlos como todos los años, es luchar por la memoria y estar en el funeral que nunca tuvimos, pero con alegría, recordándolos a ellos y a los 30 mil desaparecidos”, expresó la nieta de Ana María y Eduardo, quien además contó que sus abuelos pasaron por los centros clandestinos de tortura del circuito Atlético-Banco-Olimpo (ABO). Ambos eran estudiantes de ingeniería de la Universidad de La Plata y militantes del partido comunista, marxista y leninista (PCML).

Entre los rostros más emocionados, también estaba el de María Eva Teverna, quien se encontraba acompañada de sus pequeños hijos Milton y Fidel. “Mi papá era militante de la juventud peronista y montonero, fue detenido en La Plata en 1976”. María Eva tenía siete años y su hermano cuatro meses cuando lo secuestraron. “Después de dos años, esto es un momento histórico y está bueno volver a ver tanta gente que tiene muchas ganas de volver a marchar por los 30 mil, porque es algo que nos pasó a todos. Los desaparecidos no nos pasaron solamente a nosotros, a quienes perdimos familiares, sino a toda la sociedad”, afirmó María Eva Taverna y continuó: “Para mí que mis hijos estén hoy es muy importante. Ellos saben quién fue su abuelo, desde chiquitos vienen a la marcha y saben lo que significa estar acá para que esto no vuelva a pasar nunca más”. 

Nietes de Ana Maria Bonatto y Eduardo Azurmendi, detenidos y desaparecidos en diciembre de 1977.

Muchas eran las fotografías y carteles de familiares que llevaban consigo a sus seres queridos, pero entre ellas se vio la foto de una bebé, Clara Anahí Teruggi, la hija de Diana Teruggi y Daniel Mariani, militantes de Montoneros. Clara Anahí fue secuestrada a los tres meses, el 24 de noviembre de 1976 en la casa donde vivía con sus padres y funcionaba la imprenta de la revista Evita Montonera. María Soledad Itariaguirre, tiene 46 años y milita con la fundación Clara Anahí, creada por Chicha Mariani, abuela de Clara y una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. Soledad marchó en memoria de Chicha y tantas abuelas que se fueron sin poder conocer a sus nietos. “Jamás vamos a abandonar la bandera de Memoria, Verdad y Justicia”, afirmó. María Soledad se encontraba con su hija y aseguró que es muy importante que se transmita los valores de lucha de generación en generación. “Chicha es una de las referentes máximas y vamos a buscar hasta los últimos días a su nieta Clara Anahí”, finalizó.

Otra de las historias que la plaza encontró fue la de Hugo Gushiken, hermano de Julio Eduardo Gushiken, uno de los 17 detenidos desaparecidos de la colectividad nikkei japonesa. “Eduardo estuvo en el centro clandestino de tortura y exterminio conocido como el Banco y gracias al equipo de argentino de Antropología forense pudimos identificar sus restos en 2015”, explicó Hugo a quien se lo vio rodeado de su familia y del grupo de familiares desaparecidos nikkei. Julio Eduardo Gushiken y su familia vivían en Florencio Varela, sitio donde una gran parte de la comunidad japonesa se instaló en luego de la Segunda Guerra Mundial. Julio Eduardo iba a la escuela Santa Lucía y desde allí empezó su compromiso político, militaba en el PCML y si bien no se sabe la fecha exacta de su desaparición, sí se sabe que el grupo fue muy perseguido por las fuerzas militares que tenían el único objetivo de eliminar a todos los miembros del partido.

“Esto fue un acto inexplicable, todo lo que ví, todo lo que miré espero que nunca más se repita. Yo vivía en Formosa, en un pueblo lejano y hasta ahí llegó la brutalidad”, dijo María Pérez Calero, quien era educadora social en los años de la dictadura en un pueblo fronterizo cerca del Río Pilcomayo. María Pérez contó que hoy vive en España. Con 85 años y mucha entereza no quiso perder la oportunidad de estar en la plaza reafirmando su compromiso con la historia de su país y los derechos humanos.

Volver a marchar es encontrarse y reencontrarse con estas y muchas historias más, también con aquellas que esperan ser contadas, que laten y se preguntan a viva voz, ¿Dónde están? Ayer una plaza colmada respondió: “30 mil compañeros detenidos y desaparecidos? ¡Presentes! ¡Ahora y Siempre!” 

Sí, este 24 de marzo las calles volvieron a gritar Nunca Más.

Hugo Gushniken y su familia.

Un lugar para llorar y llevar una flor

Un lugar para llorar y llevar una flor

Martín y Ana Julia, los hijos de los detenidos-desaparecidos Ana María Mobili y Roberto Bonetto, declararon junto a su tía Alejandra Mobili, en la audiencia 59 del juicio que investiga los crímenes de lesa humanidad en los pozos de Banfield y Quilmes y en la Brigada de Lanús.

Una nueva audiencia por los juicios de los Pozos de Banfield, Quilmes y Lanús se realizó este martes. Esta vez la Nº 59, de manera remota, en donde se conectaron para declarar Alejandra Mobili -hermana de Ana María Mobili, militante de Montoneros detenida desaparecida – y sus sobrinos, los hijos de Alejandra y Roberto Bonetto: Martín Bonetto y Ana Julia Bonetto.

Desde la Subsecretaría de Derechos Humanos, y con algunos problemas de conexión que luego fueron solucionados, Alejandra Mobili realizó su declaración. A partir de las preguntas del representante de la querella unificada de Justicia Ya, Nicolás Casara, Mobili comenzó su testimonio: “Mi hermana, Ana María Mobili y su marido Roberto Bonetto, mi cuñado, fueron víctimas de la última dictadura cívico-militar. El mismo día se lo llevaron a él, temprano, y luego volvieron para llevarse a mi hermana, dejando a un chiquito de un año y medio y una nena de 40 días”.  Los hijos de Ana María y Roberto habían quedado en la casa de unos vecinos custodiados por policías. “Cuando fui a buscarlos, me apuntaron con un arma y me llevaron a un lugar que no sabía cuál era. Me tuvieron atada y no me preguntaron nada hasta el otro día, ni siquiera mi nombre”. Mobili contó, además, que en aquel sitio- luego puedo saber- era la Brigada de Investigaciones de La Plata-, permaneció vendada y lo único que escuchaba era el llanto de chicas jóvenes pidiendo por sus madres que provenía de otras habitaciones.

Al otro día, la llamaron por su nombre y le preguntaron si era ella la de la credencial que la identificaba como trabajadora del Consejo Federal de Inversión. Mobil respondió que sí. “Nos subieron en auto a mí y a mi hermano, abriern la puerta y nos dijeron: tírense ahora”. Hoy piensa que esa credencial pudo haberle salvado la vida.

“Mañana es el cumpleaños de mamá Ana. No le puedo llevar una flor y no le puedo llevar un regalo”, le dijo su sobrino Martín. En ese momento, Alejandra entendió el horror por el que estaban pasando: nunca más Martin supo de su mamá ni tampoco de su papá, Roberto. Alejandra se hizo cargo de Martin y la hermana de su cuñado de Ana María, siempre pensando que algún momento, volverían.

“Me gustaría poder encontrar los restos de mi hermana, para que estos chicos -refiriéndose a sus sobrinos- puedan cerrar la historia de sus padres”, declaró Alejandra Mobili. Los restos de Roberto Bonetto fueron encontrados en 2010 en el cementerio de Avellaneda, Ana María hoy sigue desaparecida.

 ”El mundo se perdió esas personas”

«Lo único que me quedó de mi papá es este poncho”, expresó Martín, el hijo mayor de Ana María y Roberto Bonetto.

Martín tenía tan solo un año cuando secuestraron a sus padres y, si bien no puede contar cómo fue el secuestro, sí pudo relatar todo lo que lo afectó su desaparición a tan temprana edad: “Lo que les puedo decir es que por culpa de todo esto, mi vida fue otra vida, que no eran la que tenían pensada mis padres para mí, ni para mi hermana. Estuvo buenísima, está todo bien con la familia que tengo, pero no era así, el destino que querían ellos no era este y algunos se apropiaron de ese destino nuestro y terminamos acá donde estamos”, relató.

“Yo no crecí con mi papá y sin mi mamá, los perdí, no los conocí, no tuve la suerte de conocerlos, pero por lo que me contaron, me di cuenta de que me perdí de tener unos padres espectaculares y que el mundo también se perdió de esas personas, que son parte de esa generación”, expresó Martín Bonetto quien además contó que hoy se encuentra fortaleciendo el vínculo con Ana Julia, su hermana con quien no compartió la crianza.

“Tuvimos la suerte de que no nos llevaron a nosotros y porque crecí en una casa en la que me trataron como un hermano y un hijo, e hicieron todo lo posible para que yo esté bien”. Y continuó: “Quisieron borrar toda una generación, pero no lograron que creciéramos sin amor “. Lo único que me quedó de mi papá es este poncho”, expresó el hijo mayor de Ana María y Roberto Bonetto, señalando su “manto protector”, un sweater de color marrón claro que tenía puesto al momento del testimonio.

 Casa de muñecas

Cuarenta días habían pasado desde el nacimiento de Julia cuando secuestraron a sus padres, en 1977. Solo 40 días Ana María y José Bonetto pudieron disfrutar de su hija. “En este momento me encuentro temblando y mi corazón también”,  expresó Ana Julia, quien comenzó su testimonio recordando una carta que había leído en Olavarría en 2004, cuando se cumplieron 28 años del Golpe de Estado. “Cuando era muy chiquita, me acuerdo que mirando por la ventana de mi casa, me imaginaba cómo sería la casa que mi papá, arquitecto, haría cuando volviera. Me preocupaba mucho qué iba a hacer con mi tía y mi abuela, que eran con quienes me crié y cómo se irían a poner cuando las dejara por irme a vivir con mis padres y mi hermano Martín. Esa casa sería de madera y llena de muñecas”, contó Ana Julia en aquella carta llena de emoción en donde fue contando su historia como hija de desaparecidos, a medida que pasaba el tiempo.

Entre fotos y cuentos de su tía Quela, quien la crió y la abuela María, mamá de su papá, Ana Julia cuenta que toda su vida se conectó de una u otra forma con sus padres: “Coincidencias, o no, que se fueron dando toda la vida, siempre ellos se me manifiestan. Siempre hay amigos que me cuentan algo que no sabía”, expresó. Y agregó que también “es raro ser ahora más viejos que ellos”, porque su padre tenía 34 años cuando lo secuestraron y hoy Ana tiene 45.

En el año 2005, Ana Julia empezó a estudiar en Avellaneda y pasaba todos los días por el Cementerio de esa localidad, años más tarde se enteró que allí estaba su papá, por fin tenía un lugar donde llorar y llevar una flor.

La causa Pozos pasó de la virtualidad a la semipresencialidad

La causa Pozos pasó de la virtualidad a la semipresencialidad

El juicio que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Brigada de Lanús y los pozos de Banfield y Quilmes retomó las audiencias en el Tribunal Nº1 de La Plata.

Luego de dos años de audiencias puramente virtuales, este martes comenzaron las jornadas semipresenciales en el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en los Pozos de Quilmes, Banfield y la Brigada de Lanús.

Por un lado, en la sala virtual, se encontraban parte de las querellas y las defensas. Por el otro, desde el tribunal, el juez Ricardo Basílico, Guadalupe Godoy, representante de la querella y los testigos de la fecha: José María Novielo y Gustavo Calloti, dos sobrevivientes del Pozo de Quilmes.

Con precisión, claridad y sentado frente al juez, Calloti comenzó su declaración. Contó que tenía 17 años cuando fue detenido y llevado al Pozo de Arana el 8 de septiembre de 1976. “Allí lo único que se hacía era torturar. Eran sesiones de torturas muy largas”, recordó. En Arana Calloti permaneció 15 días, en los que compartió cautiverio con las víctimas de la llamada Noche de los Lápices, entre ellos mencionó a Emilce Moler, Claudia Falcone y Pablo Diaz.  Poco después, fue trasladado a otro lugar que años más tarde pudo reconocer como la Brigada de Investigaciones de Quilmes: “Quilmes era como un depósito donde traían mucha gente. Los hombres estábamos en un segundo piso, las mujeres en el primer piso y en la planta baja había detenidos comunes”, recordó. 

Además, Calloti contó que en una de las celdas estuvo con Santiago Servín, director del diario La Voz de Solano, y con integrantes de la organización Montoneros.

El 21 de enero de 1977 fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata hasta ser liberado el 25 de junio de 1979. Luego de su liberación tuvo que enfrentar miedos, persecuciones y demás piedras en el camino. “Yo estuve esperando este juicio hace mucho tiempo (…) no quise declarar de manera virtual porque tenía la impresión de que algo iba a quedar inconcluso, agradezco el esfuerzo para que esto se haya hecho de manera presencial”, finalizó su testimonio Calotti.

Luego de un cuarto intermedio y de la organización entre el escenario presencial y virtual, declaró José María Novielo, quien empezó su militancia siendo estudiante de Agronomía. El 9 de octubre de 1976 fue secuestrado y,  como Calloti,  su primer destino fue el Pozo de Arana. Sobre sus torturas en ese sitio ya había declarado con anterioridad en el Juicio del circuito Camps. Pasaron 10 años de aquel testimonio donde relató múltiples vejaciones que lo acompañan hasta hoy. 

“En Banfield estuve desde octubre a diciembre. Me pusieron en una celda con Pablo Diaz. Al lado mío estaba Alicia Carminatti y su padre. También me encontré con Graciela Pernas en el baño”, declaró. Allí Novielo cuenta que Pernas le preguntó por cómo estaba su padre y él respondió que estaban muy preocupados por saber su paradero. En esa pequeña charla con Graciela, a quien Novielo recuerda con mucho cariño, con que con ella comentaban que estar en la cárcel sería “un paraíso” comparado con todo lo que vivían, pero el destino para su amiga fue otro. “Era como mi hermana y esa fue la última vez que la vi”, expresó con mucho pesar Novielo.

Días después, Noviello fue trasladado al Pozo de Quilmes, fue allí que se encontró con Calloti. Para mí es muy difícil venir acá. Hace 40 años que vivo en un país que me aceptó y me dio la tranquilidad para seguir viviendo, pero es muy difícil vivir acá, recuerdo a mis compañeros y solamente pido justicia para todos ellos porque yo nunca la tuve”, expresó con lágrimas, quien hoy se encuentra radicado en Canadá.

Ambos sobrevivientes pasaron a ser detenidos legales en la Unidad N° 9 de La Plata, donde finalmente fueron liberados, Calloti 1979 y Novielo en 1981.