Un pasaje a la salud

Un pasaje a la salud

Niños, niñas y adolescentes de todo el país ven complicado su acceso a tratamientos médicos debido a las dificultades económicas para trasladarse. Un proyecto de ley busca instaurar el boleto sanitario para garantizar su derecho a la salud.

“Estamos hablando de un derecho de niños, niñas, adolescentes y un acompañante a tener gratuito el boleto para ir a hacerse el tratamiento médico correspondiente”, afirmó el diputado nacional Daniel Arroyo, durante la presentación del proyecto de ley en el Congreso.

La iniciativa, surgida de la sociedad civil, concretamente de la Red Boleto Sanitario Ya, busca garantizar el acceso a servicios de salud para niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad socioeconómica. “No es un debate ideológico, es pura justicia y pura racionalidad”, destacó Arroyo.

El proyecto aborda las dificultades que enfrentan las familias para trasladarse a centros de salud, especialmente en casos de enfermedades crónicas o tratamientos prolongados, y nació de la propia experiencia cotidiana de trabajadores sociales y profesionales de la salud y de la justicia.

El Boleto Sanitario alcanzaría a niñas, niños y adolescentes de hasta 18 años de edad más un acompañante, y se aplicaría a recorridos nacionales, provinciales y municipales de corta, media y larga distancia. Para su acceso, está prevista la creación de un registro nacional, donde las personas deberán inscribirse presentando el certificado de salud.

De la presentación, realizada este lunes 26 de agosto, participaron además representantes de la Asociación Argentina de Electrodependientes (AAdED), la Federación de Enfermedades Poco Frecuentes, profesionales de los hospitales Garrahan y Gutiérrez, colegios de trabajadores sociales, el Frente por la Niñez y organizaciones defensoras de derechos de las infancias.

El alcance y las características del proyecto suscitaron el intercambio entre los asistentes. Mauro Stefanizzi, miembro de la AAdED, remarcó las dificultades que enfrentan las familias que deben trasladarse largas distancias para recibir atención médica, especialmente aquellas que residen en provincias alejadas de los principales centros de salud. “Como las que viven en Chaco, San Luis, Misiones, y tienen que viajar al Garrahan –precisó–. La mayor cantidad de hospitales se concentran en el conurbano bonaerense”.

Soledad Arce, también integrante de la AAdED, relató su experiencia personal: «Soy mamá de Joan, un nene de 6 años electrodependiente y vivimos las dificultades a diario. Tener una obra social no garantiza el traslado, y muchas veces se prioriza salvar la vida de nuestros hijos. Agradecemos que se esté planteando este proyecto, ya que los recortes y la falta de adaptaciones en el transporte complican aún más nuestra situación».

Luciana Escati Peñaloza, directora de la Federación Argentina de Enfermedades Poco Frecuentes (FADEPOF), aportó datos sobre la complejidad de las diversas patologías: «Estamos hablando de 5.885 enfermedades distintas clínicamente definidas, según lo reconoce el Estado Oficial del Ministerio de Salud de la Nación».

Por su parte, Anina Cabrera, de la Asociación Sin Fronteras a la Discapacidad (ASFAD), enfatizó: «No puedo dejar de contextualizar la situación política a nivel nacional, ajuste en discapacidad, salud, transporte, creo que es clave y es una cosa que hay que debatir».

Marcelo Kowalczuk, en representación de los trabajadores sociales del conurbano bonaerense, advirtió: «En los distritos, en los municipios, tenemos muchas zonas que según el horario no tenemos circulación de vehículos de transporte público».

Laura Di Bella, presidenta del Consejo de Trabajo Social de la Ciudad de Buenos Aires –otra de las entidades que apoya el Boleto Sanitario para niños y adolescentes–, puntualizó: «El proyecto tiene que ver con el acceso a derechos».

«Va en línea con lo que plantea la Convención Internacional de los Derechos del Niño y la legislación que tenemos en Argentina con respecto a esto», completó Daniela Pedraza, titular del Colegio de Trabajadores Sociales de Morón, y a su turno, Ana María Álvarez, referente de la Red de Profesionales Celeste y Blanca, reflexionó: «Cuando hablamos de la dificultad de la accesibilidad, no es cierto que todos nacemos con derechos. Entonces, hay que trabajar mucho en la conciencia general».

El diputado Arroyo manifestó su confianza en que el proyecto pueda ser aprobado por unanimidad. El siguiente paso será la presentación formal del proyecto en el Congreso, con el objetivo de obtener el respaldo de legisladores de distintos espacios políticos para su tratamiento en comisiones y posterior debate en el recinto.

A las mujeres campesinas la salud les queda lejos

A las mujeres campesinas la salud les queda lejos

El Centro de Estudios Legales y Sociales presentó su informe sobre la salud en mujeres campesinas, junto a integrantes de diversas localidades que reclaman políticas públicas e igualdad en el trato. La discriminación, la ignorancia de las distancias y de los saberes ancentrales, entre otros llamados de atención.

lEl Centro de Estudio Legales y Sociales (CELS) presentó el informe “Campesinas: Organización para la salud”, en donde se demuestra cómo es el difícil acceso a la sanidad por parte de las mujeres en pueblos rurales y el rol clave de sus propias organizaciones para garantizar derechos en un Estado ausente. En la presentación de la investigación participaron Marta Greco, del Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra; Carolina Rodríguez y Rosalía Pelergrini, de Asociación Mujeres de la Tierra y Pamela Moreno del Movimiento Campesino de Santiago del Estero, entre otras.

“Si bien en la guía inicial, antes de empezar los viajes, plateábamos algo más vinculado a ‘se aprobó la ley del aborto, queremos ver si se está implementado’, después, al salir al territorio, esa inquietud se amplía y se modifica. Ahí es cuando entendimos que no podemos hablar de la salud sexual reproductiva o del aborto de manera aislada, hay que vincularlo con la salud integral porque hay un problema ineludible que es el acceso a la salud”, mencionó Daiana Aizenberg, miembro del CELS en diálogo con ANCCOM.

La investigación recupera testimonios de mujeres en zonas rurales de las provincias de Santiago del Estero, Mendoza, Misiones y Jujuy. Dan cuenta desde la discriminación por parte de profesionales de la salud y de enfermedades causadas pore agrotóxicos hasta la negativa de poder decidir sobre sus propios cuerpos, entre otras realidades que viven las mujeres campesinas en pueblos alejados de las capitales de las provincias.

“Una compañera nos comentaba que tenía que ir al centro de salud a hacer el control de su hijo, iba con sus cuatro hijos caminando cinco kilómetros para llegar y ver si era posible tener un turno para poder hacer ese control, mientras pensaba en dónde se iban a quedar. Es fundamental poner esa dimensión del acceso a la salud en la ruralidad, con la distancia de los caminos”, relató Marta Greco durante la presentación del capítulo titulado “Distancia, salud y cuidados” del informe.

Carolina Rodríguez de Asociación Mujeres de la Tierra, denunció: “La violencia por parte de la persona que está del otro lado en un control médico” y la dificultad a la hora de conseguir turnos para la atención. También resaltó la discriminación que se recibe y la desigualdad en el sector.

Para la presentación del capítulo “Salud sexual y reproductiva en la vida rural”, Aizenberg fue la encargada de dar el inicio al debate sobre el tema. Se mencionó que las políticas públicas existen, pero no están puestas en ejecución. Un ejemplo de esta situación es la falta de comunicación por parte del Estado sobre las unidades sanitarias, en donde falta información sobre cuándo y dónde van a estar presentes para que las personas de las comunidades rurales puedan organizarse a la hora de realizarse un chequeo médico. Y, además, como si esta situación no fuera una odisea, varias personas han comentado que no reciben los resultados de sus estudios médicos luego de atenderse en dichas unidades sanitarias.

El informe señala que las personas gestantes expuestas a los agrotóxicos “tienen el 75% más de probabilidades de sufrir un aborto involuntario durante el primer trimestre de la gestación”.

Los efectos de los agrotóxicos en las poblaciones rurales fue un eje central que se agregó a la investigación, luego de que el tema sea relatado en diversos testimonios. En el informe presentado se menciona que, en el país, las personas gestantes expuestas a los agrotóxicos “tienen el 75% más de probabilidades de sufrir un aborto involuntario durante el primer trimestre de la gestación”.

En la presentación también se destacó que, en varias ocasiones, las mujeres rurales se sintieron desvalorizadas por el personal de salud respecto a sus conocimientos de medicina ancestral, subrayan que ese saber les fue despojado: “Te anulan, te hacen olvidar tu sabiduría. Después ellos se quedan sin remedios, y nosotras sin el pan y sin la torta”, cuenta en el informe Guadalupe, una de las integrantes de la Red Puna (en Jujuy), organización que es parte del MNCI Somos Tierra.

Si bien desde las organizaciones mencionaron que pueden “hacer mucho” también afirman que “sin un Estado presente no es suficiente”. Entre las conclusiones finales del informe se presentaron recomendaciones para políticas públicas, dentro de las cuales se encuentra “Diseñar políticas públicas en salud desde una perspectiva integral focaliza da en las particularidades de la población rural, que considere especialmente las distancias, el modo de vida y la cultura”; “Implementar un sistema integral de cuidados, donde se garantice que brindarlos y recibirlos pueda ejercerse independientemente de la condición social, económica, laboral, de género, de capacidad y de ubicación geográfica”; e “Implementar la normativa existente sobre uso de agrotóxicos y prohibición de fumigaciones en zonas pobladas, sancionando su incumplimiento”.

¿Esta pantalla es perjudicial para su salud?

¿Esta pantalla es perjudicial para su salud?

Argentina, Estados Unidos y China son algunos de los países que empiezan a debatir la necesidad de regular el uso del celular para cuidar la salud. ¿Se viene el etiquetado de los teléfonos como el de las marquillas de cigarrillos?

El mundo publicitario muchas veces se encarga de ocultar el daño que producen las industrias más poderosas. En el siglo XX le tocó asociar el consumo de tabaco al deporte, al sexo y al éxito en sociedad, desviando los descubrimientos médicos que daban cuenta de que se trataba de un producto cancerígeno. Hoy, los paquetes de cigarrillos que se venden en todo el mundo llevan imágenes y datos inquietantes, las publicidades están prohibidas y los espacios habilitados para fumar son cada vez menos, en un intento por detener una de las principales causas de enfermedad a nivel global.

Con síntomas mucho menos visibles y diagnósticos todavía en discusión, el consumo de pantallas y redes sociales enciende alarmas parecidas: en un artículo para el New York Times, el cirujano general de los Estados Unidos, Vivek H. Murthy, exigió que las redes sociales lleven etiquetas que adviertan los riesgos de su uso en la salud mental de los adolescentes que al pasar más de tres horas al día conectados duplican sus chances de sufrir ansiedad y depresión: en promedio, los chicos estadounidenses pasan 4,8 horas por día en redes sociales. Murthy asegura que se trata de una emergencia médica en la población joven, que no se puede esperar a tener un diagnóstico perfecto para intervenir y que el etiquetado de plataformas puede aumentar la conciencia y cambiar el comportamiento de los usuarios.

La urgencia de Murthy no es una rareza: en octubre de 2023, más de 40 Estados de los EE.UU demandaron a la corporación Meta, propietaria de Facebook e Instagram, alegando que estas redes alteran las realidades psicológicas y sociales de los usuarios más jóvenes en pos de sostener su adictivo modelo de negocios.

En Argentina también se disparan inquietudes y propuestas. El Senado bonaerense discute desde junio un «Proyecto Pantallas«, que establece a los centros de salud, educación y venta de artículos electrónicos la obligación de exhibir carteles y folletos sobre los efectos nocivos de la exposición a pantallas en niños así como recomendaciones para un uso saludable.

Las iniciativas de regulación, restricción y hasta prohibición de las pantallas traen recuerdos del enorme movimiento que en las últimas décadas desincentivó el uso de tabaco, aunque ahora se trate de un panorama mucho más confuso. ¿Pueden las etiquetas de advertencia alterar los hábitos digitales? ¿Qué otros proyectos se necesitan para que el cambio sea integral? ¿Cuál es el rol del Estado, las familias y el mercado? ANCCOM lo pensó junto a profesionales de la salud, la política y la comunicación.

 

Pan para hoy…

Mauricio Pedersoli es neurólogo infantil y hace años que estudia la relación entre pantallas y desarrollo cognitivo de la niñez: «Las pantallas activan un sistema de recompensas impredecibles que liberan enormes cantidades de dopamina, generando un mecanismo de tipo adictivo con efectos muy preocupantes en la salud mental: trastornos en la conducta, la regulación emocional, la interacción social, el lenguaje y la motricidad». A pesar de todas estas complicaciones y de las sugerencias profesionales, los chicos acceden a dispositivos celulares cada vez más temprano. Según el especialista, esto se debe a que «la mayoría de los padres desconoce los efectos nocivos y aprovecha la comodidad de calmar a un hijo dándole el teléfono: pan para hoy, trastornos de neurodesarrollo para mañana».

Estas observaciones coinciden con lo postulado por el neurocientífico Michel Desmurget quien dedica sus investigaciones a demostrar las consecuencias de la virtualización de las relaciones sociales y a desmitificar los relatos sobre una sociedad perfectamente hiperconectada. Pedersoli asegura que las áreas de Neurología, Psicología, Psiquiatría y Pediatría están desbordadas de consultas sobre esta problemática y que al menos hasta los cinco años las pantallas deberían estar totalmente prohibidas para evitar daños cognitivos permanentes.

Consultado por si las tecnologías pueden al menos aprovecharse para el desarrollo educativo, su negativa es tajante: «El uso de dispositivos digitales no mejora el rendimiento académico. Uno puede consultar las pruebas PISA 2023 y ver que los resultados son más bajos en un contexto donde el uso de tecnologías es mayor». Se refiere al Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes de la OCDE, que el año pasado expuso que el 72,9% de los alumnos argentinos no alcanza el nivel básico de razonamiento matemático.

El pasado miércoles, Pedersoli y otros especialistas avalaron la discusión del Senado bonaerense sobre la necesidad de regular la exposición de niños a las pantallas: «Mi experiencia en el Senado fue muy positiva, se dio la política que le gusta a la gente: funcionarios de distintas fuerzas trabajando en conjunto para combatir un gran problema de salud pública», celebra.

Proyectos

Lorena Mandagarán es senadora bonaerense por el bloque de Unión Cívica Radical-Cambio Federal. El pasado mes de junio presentó un proyecto de ley para que diversos establecimientos públicos y privados -escuelas, hospitales, centros de venta de celulares- dispongan de información accesible sobre los riesgos de la exposición a pantallas en niños y preadolescentes. «Todos los implicados en el proyecto tenemos hijos de distintas edades –explicó-, pero compartimos la misma problemática: el exceso de pantallas y la imposibilidad de poner límites. Esta dificultad se extiende a las escuelas y a los docentes, sea por la permisividad de la institución o porque los mismos docentes usan el teléfono en clase. De estas situaciones se desprenden preguntas: ¿Con qué prácticas se respaldan los ejemplos que pretendemos dar? ¿Hasta dónde podemos avanzar? ¿Cuáles son las consecuencias de trabajar con el ámbito educativo, familiar y de la órbita privada?»

En otros estados, la regulación alcanza niveles inimaginables para la Argentina: en 2021 y ante una epidemia de miopía, China estableció que los menores pueden jugar videojuegos en red solo una hora los viernes, fines de semana y feriados.

Para dar un primer paso hacia la construcción de hábitos digitales saludables, el proyecto se enfoca en chicos de hasta 12 años de edad y, además de establecer campañas de concientización, considera que deben fomentarse actividades deportivas, artísticas y culturales que reemplacen el uso de teléfonos celulares en espacios educativos. Esto entra en consonancia con la propuesta del diputado de Unión por la Patria Emanuel González Santalla, que busca prohibir en toda la provincia de Buenos Aires el uso de dispositivos digitales por parte de alumnos de Nivel Primario mientras estén en la escuela a menos que su utilización fuera requerida con fines pedagógicos por un docente. 

El proyecto de la senadora Mandagarán cuenta con el acuerdo de gran parte del arco político, aunque continúa su tratamiento en la Comisión de Niñez, Adolescencia y Familia del Senado bonaerense a la espera de aportes sugeridos por el bloque del PRO. «Sabemos que todo cambio drástico trae resistencias y que esto no se va a lograr de un día para el otro. Se requiere del compromiso de las familias, de los docentes y de los municipios para conseguir un cambio escalonado. Por eso la primera medida es poner en conocimiento los efectos de las pantallas, para empezar a tomar conciencia», concluye Mandagarán. 

¿Dónde estamos parados?

Carolina Martinez Elebi es comunicadora y consultora en el impacto de las TIC en los derechos humanos. Desde su experiencia profesional, reflexiona sobre el estado normativo en materia de tecnología y salud mental: «No hay un consenso estable sobre lo que hay que hacer y es porque tampoco existe un consenso sobre el diagnóstico. Por un lado hay profesionales de la salud, desde psicólogos hasta oculistas, que dan cuenta de muchos problemas físicos y mentales provocados por el uso de estos dispositivos. Por otro lado, en el ámbito educativo existen muchos matices: desde quienes dicen que el celular no permite el desarrollo de la clase y desvía la atención, hasta quienes consideran que se puede incorporar su uso en el aprendizaje de las y los estudiantes».

Sobre esto último, Elebi encuentra un interesante desafío en escapar del mero prohibicionismo y «tratar de pensar de qué manera estas herramientas que forman parte del día a día se pueden enseñar desde su potencial artístico, de investigación y de aprendizaje. Incluso puede enseñarse a los chicos cómo buscar, cómo discernir la información fidedigna de la que no lo es. Y para que esto ocurra siempre hace falta una mejor calidad de debate».

La especialista, acostumbrada al diálogo con padres y madres, explica también que el mundo familiar es muy diverso a la hora de entender el impacto de las tecnologías en su vida cotidiana: «Por un lado están las familias súper empapadas de información, con una buena red de contención, que tratan de establecer a sus hijos equilibrios sumamente difíciles entre la tecnología y otras actividades, y que por supuesto cuentan con la posibilidad económica de costearlas. Después hay familias donde esto no es una preocupación porque tienen otras prioridades, otras urgencias, adultos que trabajan muchas horas y a quienes prestar el teléfono facilita el desarrollo de su día a día y tampoco se lo cuestionan… ‘es lo que hay'». Así, resulta importante comprender los hábitos digitales problemáticos no como un gesto de desidia y comodidad, sino como el resultado de muchas variables sociales, culturales y económicas.

La conversación sobre el consumo de dispositivos y tecnologías de información está en aumento, se extiende de los consultorios hacia las aulas y reúne a cada vez más actores de la política tradicional. ¿Qué ocurre entonces con las principales plataformas y redes sociales que monopolizan el tiempo en pantalla? ¿Pueden asumir responsabilidades en detrimento de su modelo de negocios? Elebi enfatiza que “lo que se ha comunicado durante muchos años es la mirada del mercado, de la novedad: cada vez que se presenta un nuevo dispositivo, tenés a los medios contentos porque los invitan a San Francisco. Desde el hardware, se trata de convencer al usuario de que el nuevo dispositivo le va a mejorar algo, a optimizar algún aspecto de su vida personal, familiar, cultural o laboral. Y las plataformas que están montadas sobre eso también funcionan con esta lógica de generar permanentemente cada vez más consume del tiempo, porque venden publicidad. Los estados pueden promover un montón de discusiones, de debates regulatorios; en las escuelas se puede tratar de plantear todo esto; las familias intentan estar informadas y hacen lo mejor que pueden con lo que tienen. No es que nadie se esté moviendo, es que la maquinaria es más fuerte”.

La epidemia de tabaquismo genera síntomas mucho más notorios que la adicción a las pantallas. Aún así, a los Estados nacionales y entidades científicas les llevó décadas plantarse contra el lobby de las tabacaleras, una de las industrias más poderosas del capitalismo moderno, que invirtió millones en publicidad e investigaciones para esconder los daños del cigarrillo. Hoy, los gigantes tecnológicos ocupan una posición similar y tienen a su favor que sus efectos no salen en una radiografía y no son solo nocivos. Revertir la tendencia seguramente requerirá mucho más que una etiqueta.

Una aplicación para prevenir el suicidio

Una aplicación para prevenir el suicidio

Pensada por docentes de la Universidad Nacional de Mar del Plata y desarrollada por estudiantes de una escuela técnica pública de esa ciudad, Tranqui App apunta al acompañamiento en crisis y a la psicoeducación sobre esta problemática.

La idea de Tranqui App nació en 2018, cuando Aixa Galarza, docente, investigadora y especialista en Suicidología de la Facultad de Psicología de la Universidad de Mar del Plata (UNMDP), junto con Santiago González, por entonces jefe de Salud Mental de la Municipalidad de General Pueyrredón, comenzaron el diseño de una aplicación para la prevención del suicidio en adolescentes.

Tras un año de trabajo, se contactaron con la Escuela de Educación Secundaria Técnica (EEST) Nº5 “Amancio Williams” para realizar el desarrollo informático. El proyecto llegó a manos del profesor Pablo Abdala Achaval, quien supervisó la labor de dos estudiantes, Lucas Funes y Darío Funes, quienes en 2020 crearon una primera versión de la aplicación para la página web.

Tranqui incluye el acompañamiento por medio de líneas telefónicas de ayuda y materiales que promueven la psicoeducación para quienes estén atravesando una situación de crisis o conozcan a alguien que lo esté padeciendo. “Necesito ayuda” y “Conozco a alguien” son los primeros títulos que aparecen al abrir la aplicación.

“Es una herramienta para la prevención del suicidio que ofrece material psicoeducativo para la persona con ideas de suicidio, tanto para familias, amigos, docentes y profesionales –destaca Galarza–. También brinda recursos para el manejo de crisis. Desde ya que no pretende ser ni reemplaza un tratamiento psicoterapéutico”.

Galarza aclara que la aplicación, en principio, está pensada para Mar del Plata, ya que los números de contacto para pedir ayuda y los lugares a los que asistir son locales. “De todas formas, las personas se la pueden descargar desde cualquier parte en dispositivos Android, ya que la información psicoeducativa que contiene la app es igualmente válida”, subraya.

El profesor Abdala Achával, por su parte, a cargo de coordinar el segundo grupo de estudiantes de la escuela marplatense que desarrolló la nueva versión, explica: “El proyecto se discontinuó en la época de pandemia, pero a comienzos del ciclo lectivo 2023 se configuró en la Facultad de Psicología de la UNMDP la actividad de extensión ‘Espacio de formación y divulgación promo-preventiva sobre el suicidio en adolescentes y jóvenes’. Entre otras propuestas, surgió la de actualizar la app y que pueda estar disponible para descargar en celulares, siempre bajo la supervisión de la Facultad de Psicología”.

“Mitos sobre el suicidio”; “Factores protectores de riesgo y desencadentantes”; “Señales de alerta”, y “A dónde ir” son algunas de las pestañas que se despliegan del botón de “Más información” en la aplicación. Tomás Di Mauro, uno de los alumnos que trabajó en el desarrollo de la segunda etapa de Tranqui, ahora es el coordinador de desarrollo de la app y está a cargo tanto de su arquitectura como de su planificación, en conjunto con el área de Extensión de la Facultad de Psicología: “Teniendo en el equipo integrantes que pasaron por situaciones de crisis, nos vimos muy motivados a desarrollar esta app que nos podría haber servido, ya sea para nosotros o para ayudar a amigos o conocidos que estén pasando por situaciones similares”, cuenta el estudiante de séptimo año de la EEST N°5.

Todo el contenido de Tranqui se desarrolló siguiendo pautas y recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Ministerio de Salud de la Nación, UNICEF, y entidades nacionales e internacionales que se dedican a la prevención del suicidio, como la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP), Fundación Salud Mental España, y la Asociación de Suicidología estadounidense.

“Tranqui fue el resultado del trabajo conjunto de más de siete alumnos de la escuela, en un inicio Lucas y Darío Funes, y luego en 2022 Facundo Nicolás Berardi Hernández, Alan Barbé, Matías Nicolás Celiz Ramos, Alan Gabriel Córdoba, Kiara Enríquez y Luca Nahuel López, junto al profesor Abdala Achaval”, resalta Di Mauro y agrega: “Algo maravilloso que tiene la tecnología es que una solución como esta puede llegar sin problema a miles de personas que no saben qué hacer o a dónde recurrir, o que quizá no tengan los recursos para ir a un profesional”.

Según la OMS, el suicidio es la cuarta causa de muerte entre adolescentes y jóvenes entre 15 a 29 años a nivel mundial y la quinta entre personas adultas en la franja entre 30 a 49 años. En los países de bajos y medianos ingresos son las y los adultos jóvenes y las adultas mujeres mayores quienes encabezan las tasas de mortalidad por suicidios. Y tal cual informa Tranqui, en la Argentina existe un marco legal y normativo para abordar esta problemática: la Ley de Prevención del Suicido N°27130 y la Ley Nacional de Salud Mental N°26667.

Consultada por la actualización de datos sobre la tasa de suicidios en nuestro país, Galarza puntualiza que los últimos números disponibles son los del Ministerio de Salud del año pasado, basados a su vez en estadísticas de años anteriores. La resolución 3976, publicada en el Boletín Oficial en septiembre de 2023, consignaba: “Los datos de la Dirección de Estadísticas e Información en Salud (DEIS), publicados en el anuario ‘Estadísticas Vitales-Información Básica’, demuestran que en el año 2021 se produjeron en Argentina 2.865 suicidios, correspondiendo el 80% a varones y 20% a mujeres. Los grupos etarios más afectados en ambos sexos fueron los de adolescentes de 15 a 24 años”.

“Si estás pasando por una situación de crisis o conocés a alguien que pueda necesitar ayuda, te invitamos a descargar Tranqui –dicen sus creadores–. Es completamente gratuita y puede hacer una gran diferencia”.

«A muchas personas que hemos crecido con Cuestión de Peso, nos ha cagado la cabeza»

«A muchas personas que hemos crecido con Cuestión de Peso, nos ha cagado la cabeza»

Volvió al aire el programa de televisión centrado en los cuerpos gordos que parecía del pasado. ¿Es el peso y la forma corporal el mejor indicador de salud? ¿Se volvió a legitimar la crueldad? ¿Solo las personas delgadas pueden ser felices?

Hace casi un mes volvió a transmitirse en la televisión “Cuestión de Peso”, el autoproclamado “programa más saludable de la televisión argentina”; su primera edición fue en el año 2006. La propuesta se caracteriza por las escenas en donde los participantes se enfrentan a una balanza y, con música de suspenso, se revela si lograron llegar al objetivo: perder unos kilos.

Parecería que entre tantas plataformas, canales de stream y otras opciones, la televisión debería competir con nuevas fórmulas para recuperar la relevancia que supo tener. Sin embargo, este reality y otros volvieron a transmitirse en los últimos años: Gran Hermano, Masterchef y ahora Cuestión de Peso. El programa no se emitía desde hace cuatro años en cable y siete en televisión abierta. Que ahora vuelva y en su primera semana al aire alcance un promedio de 5.1 puntos de rating invita a hacerse preguntas: ¿Por qué en este momento? ¿La sociedad no había cambiado de intereses? ¿Qué hay detrás de esto?

El periodista Agustin Rey explicó a ANCCOM que “el fenómeno realitys explotó en Argentina en el 2001. Si bien el primero se hizo en el 2000 (Expedición Robinson), es algo que viene con la crisis. Recuerdo que las chicas de Bandana siempre remarcan que el grupo surge en uno de los años más caóticos para el país, pero que la gente necesitó volcarse a otra cosa para que los salve. En su caso fue la música”. Para el especialista, Gran Hermano o Cuestión de Peso son “un reflejo de la sociedad, aunque muchos no se quieran hacer cargo. Furia de Gran Hermano en otra temporada hubiese durado dos galas, pero actualmente la violencia está naturalizada tanto en la vida como en la política y la televisión”.

“Veníamos de una temporada de Cuestión de Peso en que la tuvieron que bajar porque prácticamente no tenía rating. Pasamos de una sociedad, que decía ´Yo ya no miro esto porque no me interesa y no estoy de acuerdo´ a volver con todo como si fuera una gran novedad”, cuenta a ANCCOM Brenda Mato, activista por la diversidad corporal y miembra del Colectivo Gordes Activistas de Argentina. Y agrega: “Nos habla de que como sociedad estamos retomando discusiones que parecían saldadas en un montón de aspectos y sobre todo en materia de derechos. La vuelta de Cuestión de peso marca un termómetro social: estamos volviendo a tener un montón de conversaciones que ya habíamos saldado”.

La salud

“Es el programa de siempre, el Cuestión de peso de siempre, porque el propósito es el mismo: tender un puente a la buena salud”, afirmó Mario Massaccesi, el alto y delgado conductor del programa, en el primer capítulo de esta temporada. El conductor es acompañado por el doctor Alberto Cormillot, quien participa desde su primera emisión en 2006.

El primer programa de esta temporada arranca fuerte: «La obesidad es una epidemia global y el futuro es aún más alarmante. El 13% de las personas con obesidad en el mundo son argentinas».

 El objetivo es detener este flagelo balanza en mano, empezando por los diez participantes de esta temporada. Cada uno de ellos llega al estudio, cuenta su nombre, su peso corporal y su historia. Tras presentarse, lo recibe el equipo de profesionales de la salud formado por el clan de Cormillot: su hijo, su esposa y su nieta. Son ellos quienes le plantean el objetivo que puede reducirse a un número: la cantidad de peso que deben bajar.

Brenda Mato señala un primer problema: “Al hablar de salud utilizan el único indicador que no habla de salud” y explica que la medicina que se corre del discurso médico hegemónico sostiene que el peso en sí mismo no es necesariamente indicador de salud, ya que este depende de muchos factores. Entonces se pregunta, “Si ellos hablan tanto de la salud, ¿por qué no premian cuando se modifican otras conductas o métricas que sí son indicadoras de eso?”.

Según la OMS, la salud es “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. En este sentido, cuenta la nutricionista Irene Schvartzman: “Si quiero evaluar tu estado de salud, puedo preguntarte si tenés análisis de sangre hechos en el último tiempo, cómo es tu alimentación en general, tu relación con la actividad física, si fumás, si tomás alcohol. Fijate la cantidad de preguntas qué podría hacerte. Todas van a estar interrelacionadas entre sí para ver si hay algo que yo pueda hacer para que vos tengas más salud: no tiene nada que ver una balanza”. Y reflexiona: “Mientras nos parezca que el cuerpo delgado es el cuerpo sano, vamos a normalizar programas como Cuestión de peso”.

Desde la perspectiva de Rey, “Cuestión de peso se supo amoldar a la época, quitando pruebas que hoy serían irreproducibles” y explica que “ya no se ríen de lo que se reían antes, no ponen a los participantes en el juego tirándose en una pileta. Por suerte algo cambió”.

Para Mato en esta edición “han tomado parte del discurso activista para después volver a ejercer violencia” y agrega que “es esta dicotomía de que estamos avanzando pero a la vez siempre ellos van a tener la razón”.

La industria de la dieta

La Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sostiene que Argentina es el segundo país con más presencia de trastornos de la conducta alimentaria, que afecta un 29% de la población. El 40% de los casos tiene que ver con la genética y un 60% con cuestiones sociales. Las cifras alertan sobre la necesidad de atender a la salud de una forma responsable y completa, no reducida a una sola cifra.

«Hay mucha plata detrás de una industria que se encarga de decirte que todo lo que sos y lo que hacés está mal y que ellos tienen la solución a todo eso», explica Mato. «Esa es la trampa. Es lo que a ellos les conviene para ganar dinero. Cormillot no solo tiene su programa, también tiene su clínica y su línea de productos light y ultra procesados; esas cosas uno sabe que son las peores.”

Schvartzman coincide: «La industria de las dietas es tremendamente rentable. Es una de las que más plata mueve en el mundo: suplementos, medicamentos, liposucción, cirugías de papada, dietas de todo tipo, actividades físicas. He llegado a ver un tipo de actividad física que era con electrodos en el cuerpo que aumentan el riesgo de deshidratación y problemas renales. Pero bueno, se pierde peso corporal más rápidamente. ¿Qué tiene todo esto de saludable? Para mí, nada».

Como explica la nutricionista, la familia de los Cormillot creó un imperio a partir de la cultura de las dietas: «De hecho, en el programa está toda la familia. Se arma un circo que vende. Es el reflejo de una sociedad resultadista, que busca un número menor y utiliza como indicador un cálculo matemático. Y si no funciona va a buscar otro tipo de intervenciones más drásticas o más violentas que pueda cumplir con el mismo objetivo. Una cirugía bariátrica, por ejemplo, se aplica en personas que tienen órganos sanos. Hay personas que ni siquiera tienen patologías, se hacen una intervención quirúrgica y terminan con consecuencias negativas para la salud mental y física. Pero tal vez, logran una delgadez que nunca lograron, pero está demostrado que las intervenciones al cuerpo en un largo plazo no se sostienen porque se pierde peso corporal al principio y luego se recupera».

“A mí y a muchas personas que hemos crecido con ese programa, nos ha cagado la cabeza”, sostiene Mato y critica una industria de la dieta que hizo furor en los años 90 con nutricionistas famosos como el mismo Cormillot, Ravena y muchos más: «Salían en tapas de revistas y te pasaban las dietas». Mato reconoce también que «si bien hoy puntualmente le pegamos a Cuestión de peso porque está en el aire, no es el único responsable de todo esto. Lo que nos pasa hoy es que queda anacrónico. Si uno pone el contexto en dónde salió Cuestión de Peso, estaba recontra avalado. Era parte de lo que queríamos. Y parte de lo que hoy somos conscientes que no queremos volver a ser”.

Para Rey, “La sociedad va cambiando porque nosotros vamos cambiando en nuestras individualidades. Nadie mira Gran Hermano pero después hace 30 puntos de rating. Es como cuando decían «nadie mira a Tinelli» o «nadie votó a Menem». Ahora por suerte hay un poco más de hacerse cargo que para la distracción no hay programas más y menos cool. Es televisión, entretenimiento, no tienen por qué educar, para eso está la familia y el colegio”, resume polémico.

Espectacularización de los cuerpos

Schvartzman es consciente del rol que tienen los cuerpos en nuestra cultura: “Cuestión de peso es un reality; como tal busca generar audiencia. Con la ridiculización del cuerpo busca que la gente hable. Hay una espectacularización del cuerpo gordo, como si todos los causantes de los males de los participantes fuera el cuerpo gordo. Si ves la historia de los participantes y escuchás la historia de cada quien, lo único que tiene para decir es que el cuerpo gordo es lo que los llevó a fracasar como persona en la vida. Y es la causa de todos sus sufrimientos y cuán distinta sería su vida si pudieran tener un cuerpo delgado”.

“Cuando se habla de todo esto, lo primero que te dicen es: ´Vos le estás diciendo a la gente que no se preocupe por la salud´. No: yo lo que le estoy diciendo a la gente, es que como son están bien. Y que no tienen que cambiar absolutamente nada si no quieren. Pueden reclamar su propia autonomía. A diferencia de toda esta gente que todo el tiempo nos dice lo que tenemos que hacer, lo que desde el activismo le queremos decir a la gente es todo lo contrario: que nadie puede venir a decirles lo que tiene que hacer. Que ellos tienen la total autonomía y potestad de decidir sobre sí mismos”.