«Al escuchar sus historias, los prejuicios se desvanecen»

«Al escuchar sus historias, los prejuicios se desvanecen»

La escritora Agustina Caride cuenta cómo fue el proceso de creación de su última obra, una crónica novelada sobre Las Espartanas, el primer equipo de rugby de mujeres en prisión.

“El impacto del equipo de rugby en la vida de estas mujeres es significativo”, afirma Agustina Caride, autora de ¡Vamos las pibas! Las Espartanas, el primer equipo de rugby de mujeres en prisión, publicado recientemente por Marea Editorial.

Escritora, paisajista, crítica literaria, gestora cultural, Caride encontró una misión inesperada al descubrir la Fundación Espartanos, conocida por su equipo de rugby masculino conformado por reclusos, pero que también tiene uno femenino. Este encuentro inicial marcó el comienzo de una serie de visitas que la llevarían a escribir su libro.

En la Unidad Penitenciaria Nº 47 de San Isidro, en el pabellón femenino número 2, Caride contactó a la entrenadora del equipo, Carolina Dunn. «Voy a empezar a ir los lunes por la mañana, si querés vení», le dijo Dunn, y Caride aceptó el desafío.

En esos encuentros, mientras compartían mates y bizcochitos, las internas comenzaron a contar sus historias, sabiendo que ella era escritora. Entonces decidió que su manera de ayudar sería «escribiéndolas y visibilizándolas».

Entre los objetivos de la Fundación, además, se cuenta «que el público externo comprenda lo que ocurre internamente y eso se refleja en el libro», señala Caride, cuya primera impresión, al conocer a las prisioneras, fue de intriga, pero «las ves y decís, ¿qué historia hay detrás de ellas? Es muy distinto cuando las ves, que cuando después las escuchaste».

«Cuando uno ve en un primer momento siempre hay un prejuicio, por el lugar donde están. Pero al escuchar sus historias, esos prejuicios se desvanecen rápidamente», remarca. Luego, la propia autora comprendió que la única diferencia entre ellas y ella misma era el contexto en el que habían nacido. Estas mujeres, que inicialmente podrían parecer delincuentes o asesinas, se revelaron como seres humanos con historias de dolor, carencias y circunstancias difíciles que las llevaron a cometer errores.

En el proceso de escribir, Caride se sumergió en temas como la libertad, el aislamiento y la redención. “Este trabajo me llevó a una introspección personal, comparando mi propia vida con la de las prisioneras y agradeciendo las oportunidades que tuve”. Asimismo, reflexionó sobre cómo juzgamos a los demás sin conocer sus historias y se cuestionó la efectividad del sistema penitenciario actual.

Según Caride, el deporte les proporciona a estas mujeres un sentido de pertenencia, contención y una familia dentro del penal, y destaca que el equipo no sólo las une como jugadoras de rugby, sino como amigas y compañeras, brindándoles un apoyo emocional crucial.

¡Vamos las pibas! es una crónica novelada que recoge fielmente las historias que las mujeres le contaron, pero que incluye elementos narrativos que enriquecen la experiencia de lectura. Este enfoque le permitió captar la complejidad de las vidas de las protagonistas de manera profunda y humana.

El mensaje que Caride desea transmitir es la importancia de no permanecer caído, inspirada en una frase del Papa Francisco, quien dijo a Los Espartanos: «Lo importante no es caer, sino no permanecer caído». Quiere mostrar que, a pesar de los errores y caídas, siempre es posible levantarse y cambiar.

Espera, además, que su trabajo inspire a los lectores a reflexionar sobre sus propias vidas, sus prejuicios y la forma en que juzgan a los demás. También que se visibilicen las carencias y fallas del sistema penitenciario, y se empiece a promover un cambio que considere a los reclusos como seres humanos que merecen una segunda oportunidad.

Con 13 títulos publicados, entre los que sobresale Donde retumba el silencio (2021), Premio Clarín de Novela, Caride también se dedica a la organización de eventos literarios a través de talleres que organiza en su red social Letras sin Filo, como la Maratón Epistolar, que busca fomentar la escritura y la lectura.

Por lo pronto, mientras responde entrevistas por su último libro ¡Vamos las pibas!, dice que no tiene planes específicos de seguir escribiendo sobre el sistema penitenciario, aunque, aclara, no descarta la posibilidad.

El rugby del pueblo

El rugby del pueblo

Alejado del estereotipo elitista de la disciplina, Virreyes Rugby Club promueve la inclusión social y la solidaridad vecinal.

Las instituciones deportivas en nuestro país ocupan un rol muy importante dentro de la sociedad, y por eso cabe destacar la historia de Virreyes Rugby Club, situado en la localidad de Bancalari, al norte del Gran Buenos Aires. Un club que en 2002 se formó con la intención de extender las fronteras de la disciplina, y que desde sus comienzos transformó el día a día de los habitantes de la zona, quienes decidieron comenzar a formar un colectivo que rápidamente adquirió una identidad definida y generó entre sus integrantes un gran sentido de pertenencia.

Mientras Virreyes recibe a San Marcos, de Monte Grande, por la vigésimo cuarta fecha del torneo de Segunda de la Unión de Rugby de Buenos Aires (que en realidad es la quinta categoría, después del Top 12, y las primera A, B y C y antes de Tercera y Desarrollo),  Marcos Julianes, uno de los fundadores y actual presidente del club, cuenta: “En una época complicada tomamos la iniciativa de traer el rugby para esta zona, y hoy por suerte ya estamos consolidados.” El dirigente, formado en el CASI, agrega: “Durante mucho tiempo, la base, la esencia del crecimiento y la existencia de Virreyes tuvo que ver con que la gente nos recibió de muy buena manera, así como los demás clubes de rugby, a los que convocamos y se acercaron a jugar con nosotros y nos albergaron en su seno a pesar de las diferencias sociales de todo tipo, demostrando el espíritu del deporte”.

Termina el partido, con un triunfo contundente del local por 43 a 12, que lo mantiene en la segunda posición. Luego de salir del vestuario, Jairo Doval, empleado de mantenimiento de un edificio y capitán de Virreyes, cuenta: “Vivíamos en Corrientes con mi familia, nos vinimos para Buenos Aires y conocimos el rugby acá, no teníamos idea de lo que era. Yo llegué a Virreyes a los 11 años, tengo 25, me trajo un conocido del barrio, y a partir de ahí el club para mí es todo, es familia, siento que los chicos de acá son mis hermanos, es el lugar donde te olvidas de todo y a dónde venimos a aportar lo mejor de cada uno”.

En el club hay muchas familias y amigos, que los días de partido se reúnen desde temprano alrededor de la cancha principal para observar los encuentros de las diferentes categorías. Cuenta, además, con un espacio donde los integrantes de los planteles se reúnen a compartir una comida preparada por allegados del club.

A pesar del desgaste que puede implicar el trabajo, el estudio, o cumplir con las responsabilidades de la vida personal de cada uno, el club logra irradiar una energía que atrae a los vecinos del barrio a pasar incluso gran parte de su tiempo libre dentro del predio. Allí, también se desarrollan clases de apoyo para jugadores y niños del barrio.

“Te reciben con tanto cariño que querés pasar tiempo acá. El club también cumple un rol importante en la formación de los jugadores. Se les exige bastante, sobre todo a los juveniles para que se puedan comprometer con el colegio. La verdad que está bastante bueno, porque los chicos tienen la posibilidad de tener clases de apoyo acá adentro y tienen una profesora que les puede dar una mano siempre. También a los chicos que están en la universidad. Yo estudio la Carrera de Ingeniería Mecánica y la verdad que siempre que puedo vengo y me dan una mano, eso es espectacular y muy lindo”, comenta Lucas Díaz, jugador del plantel superior.

“El club incluye mucho, más en la parte de las villas», dice Walter López, jugador del plantel superior.

Suele asociarse este deporte a otros sectores más pudientes de nuestra sociedad, pero Virreyes es el claro ejemplo de que el rugby tiene presencia en los barrios populares. “Siempre decimos que una hora más en el club es una hora menos en la calle, y lo tomamos como un gran logro. Son los mismos chicos que están acá alentando, jugando y eso está buenísimo. Los problemas de clase siempre están dando vueltas por afuera y acá adentro tratamos de alejarlos de todo eso”, dice Matías Romero, jugador, entrenador de juveniles e integrante de la comisión deportiva.

Walter López, por su parte, que también juega en el plantel superior, afirma: “El club incluye mucho, más en la parte de las villas. Se suman muchas personas, y eso ayudó mucho a evitar que la gente pare en las esquinas. Las puertas del predio están abiertas todo el tiempo y sabés que acá adentro estás seguro”. Las iniciativas y la predisposición que hay en Virreyes para brindar estos espacios hacen que cada vez más gente tenga ganas de sumarse mejor. En la actualidad, el club tiene fichados unos 400 jugadores en todas las categorías y van por más.

¿No culpes al rugby?

¿No culpes al rugby?

El juicio por el asesinato de Fernando Báez Sosa vuelve a poner al rugby en el ojo de la tormenta. ¿Es todavía un deporte elitista como en sus inicios? ¿Fomenta la violencia? ¿Por qué no pasa con otros deportes?

 El rugby es un deporte de larga historia en nuestro país. El primer partido se jugó en 1873 en el Buenos Aires Cricket Club y 26 años después se fundó la River Plate Rugby Championship, antecesora de la Unión Argentina de Rugby (UAR), y organizadora de la liga local. Según datos de la UAR, el rugby argentino tiene hoy 574 clubes divididos en 25 uniones. Hay más de 100.000 jugadores fichados y 1.693 referís. En las mujeres, el número es mucho más bajo: 4.500 jugadoras.

Como se ve, el rugby tiene una larga tradición en nuestro país y no han sido extraños los casos en que se los asoció con la violencia, el elitismo y el machismo. El juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa volvió a instalar el debate alrededor de un deporte que practicaban algunos de los ocho acusados. La pregunta insistente entre propios y ajenos es: ¿qué pasa en el rugby?

Es que el asesinato de Báez Sosa no es un hecho aislado: en los ulltimos años se han registrado muchos ataques y golpizas protagonizados por rugbiers. La muerte ocurrida en Villa Gesell renovó el interés de la prensa que volvió a prestar atención a algo que, en realidad, es recurrente y adquire diversas formas: los tuits racistas y xenófobos de Los Pumas Pablo Matera, Guido Petti y Santiago Nocino, lo demuestran. Los tres fueron sancionados y pidieron disculpas pero sus “chistes” hablan de qué resulta gracioso para jugadores que son mirados con admiración por sus pares. También tuvo repercusión la experiencia vivida por Julian Princic, productor de TyC Sports.

Sin caer en generalizaciones, la reiteración de estos sucesos invita a pensar si existe o no una relación entre la violencia y el rugby o en por qué estas situaciones no se dan tanto en otras disciplinas deportivas.

Violencia y rugby

“La violencia apunta a una descarga agresiva, sin ningún filtro, con tintes de reírse, maltratar y humillar al otro”, explica Elvecia Trigo, psicóloga y miembro de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados (AEAPG). Ante la consulta de si el rugby es o no un deporte violento, la especialista responde: “Puede ocurrir que la persona que juega al rugby sea violenta previamente y elija al deporte para canalizar sin límites su propia violencia. Pero los deportes no son destructivos, todo lo contrario”.

A diferencia de muchas voces del rugby que prefieren barrer bajo la alfombra estos temas, el ex capitán de Los Pumas, Agustín Pichot, pateó el tablero hace un año durante una entrevista que le hicieron en Infobae: “El gran problema que hemos tenido como deporte es no haber diferenciado lo bueno y lo malo. Haber naturalizado la violencia”.

“A mí me mordió la cola una persona de 130kg que tiene una mandíbula diferente, parece un dogo”, confesó Pichot. “No me pude sentar por cuatro días y eso es cero gracioso, pero se naturalizó”. Los bautismos se realizan cuando un jugador debuta en el primer equipo. Son un rito de iniciación que por lo general suponen un carácter violento. Van desde cortes de pelo, violencia física o ser humillado frente a los demás. Este tipo de tradiciones son históricas en el mundo del rugby, pero en los últimos años, su frecuencia y carácter violento han ido disminuyendo.

El periodista y escritor, Daniel Dionisi, coincide y celebra las declaraciones de Pichot. Según él, el rugby aún tiene muchas cosas por corregir, como los bautismos, el consumo de alcohol o las salidas en manada: “En el rugby existe el hábito del golpe. El jugador está más acostumbrado a sufrirlo que en otros deportes. Desde chico jugás golpeándote. Además, tienen un físico más desarrollado en cuanto a la fuerza que otros deportistas. En muchos partidos sucede que un jugador le pega una piña a otro y al rato están como si nada. O en reuniones sociales, donde de la nada se agarran a piñas y después comparten una cerveza. Algunos rugbiers no entienden que el resto de la sociedad no está acostumbrada a este tipo de situaciones”.

Rugby de clases

“Buena parte de la sociedad ve a los jugadores de rugby como personas violentas y prepotentes. Mucha gente cree que el rugby es un deporte elitista, de chetos, pero eso cambió hace décadas”, asegura Christian Gomez Scher, periodista y ex rugbier.

Si bien hoy en día es un deporte más popularizado, aún persisten componentes elitistas, clasistas y discriminatorios en el rugby argentino. El hecho de que se practique en todo el país, inclusive en las áreas más carenciadas del conurbano, suele utilizarse como argumento para catalogarlo como un deporte “popular”. Para Dionisi esta simplificación puede ser una trampa: “Si vos sos jugador de un club en González Catán y por el hecho de jugar ahí te sentís superior a los pibes que viven en la villa de enfrente, está funcionando un elemento elitista igual que si el club quedará en San Isidro. Entonces no solo se trata de llevar el rugby a todos lados, sino que además hay que eliminar esa soberbia”.

¿Pasa lo mismo en otros países? En Inglaterra, el rugby fue históricamente de los “college”. Existía allí un componente elitista y clasista que fue copiado por el rugby argentino en sus inicios. En cambio, en Francia siempre se caracterizó por ser un deporte de los sectores populares, al igual que en Gales, donde lo jugaban los mineros. “En los primeros enfrentamientos con Francia, en los años 40’, cuando el rugby sí era un deporte elitista en nuestro país, los jugadores argentinos se sorprendían de jugar ante un carnicero, un barrendero o un obrero”, cuenta Dionisi.

En Nueva Zelanda, país más ganador de la Copa Mundial y del Rugby Championship, es el deporte nacional. Sin embargo, esto no ha impedido que numerosos jugadores estuvieran involucrados en casos de violencia fuera de las canchas, en algunos casos contra las mujeres.

En Sudáfrica, donde incluso antes de que se introdujera la legislación del apartheid en 1948, su selección nacional era integrada sólo por jugadores blancos. Los “Springboks” fueron un símbolo de la división racial dentro del país. La situación comenzó a modificarse paulatinamente gracias a las transformaciones llevadas a cabo por Mandela a partir de 1994. Aún así, solo siete jugadores negros fueron convocados para disputar el mundial de 2015 pese a que forman el 84% de los jugadores sudafricanos menores de 18 años, según el diario Marca.

En estos países no aparece con frecuencia la asociación entre rugby y violencia, al menos fuera del campo de juego.

 

El machismo y racismos presentes

Otro de las variables que afectan al rugby es el machismo. A diferencia del resto del mundo, donde se está fomentando el rugby femenino, los clubes más tradicionales de nuestro país mantienen muchos prejuicios machistas. Para el sociólogo y ex-rugbier Jorge Elbaum: “Una gran parte de los chicos están educados en una impronta donde se autoriza una forma de machismo y lógica patriarcal que lleva a una violencia física totalmente injustificada. Hay una combinación entre el machismo y la violencia dentro del rugby”.

Elbaum señala a las instituciones y al Estado como los responsables de modificar esta situación, exigiendo a los clubes que estén más en contacto con la educación formativa del deporte: “Tiene que haber una política de concientización acerca de lo que significa portar un cuerpo con la capacidad de lastimar. Hay que explicarles desde chicos que no pueden levantarle la mano a nadie, ni dentro ni fuera de la cancha. La UAR, la URBA y los clubes están en falta con lo formativo”.

“Estamos ante un problema social grave, cuya estructura básica tiene dos componentes: un problema de género y otro de clase. En nuestro país, el problema de clase tiene un subproducto que es el racismo. El asesinato de Báez Sosa es la expresión de todas estas problemáticas”, agrega.

Con el objetivo de erradicar la violencia y resolver cualquier tipo de conflictividades del rugby en Argentina, a mediados de 2020 la UAR implementó el programa “Rugby 2030, hacia una nueva cultura”. Siguiendo la misma línea, la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) creó la comisión de formación integral y mejora del comportamiento (FIMCO), que realiza diversas actividades y talleres. Sera cuestión de tiempo saber si estos programas logran modificar la formación de los chicos en este deporte.

No cabe duda de que todas estas cuestiones son mejorables, pero sus raíces son profundas. Las decisiones que se tomen no deberán ser aisladas e inconexas como ocurrió hasta el momento. Se debe erradicar la soberbia todavía presente en algunos sectores del rugby que los lleva a idealizarse en una posición ética y moral superior al resto. En definitiva, la solución debe apuntar a problemas sociales de fondo: la violencia, el machismo, el clasismo y la discriminación que continúan particularmente enquistados en el rugby argentino.

 

Un camino hacia la inclusión

Un camino hacia la inclusión

El clásico de San Isidro de rugby fue precedido por un partido disputado por equipos integrados por personas con discapacidad intelectual. Una idea que se expande.

Filas de autos ocupan hasta el último rincón que rodea las canchas de San Isidro Club. Familias y amigos con camiseta puesta y bandera en mano se preparan para ver el partido con el Club Atlético San Isidro, el clásico de rugby de esta localidad. Sin embargo, la atención aun no está puesta en ellos. Los Pumpas XV junto al combinado de Premix del San Isidro Club y Cebras Mix son los que reciben el aliento del público que se ubica para verlos jugar. Encargados de realizar la previa del clásico en lo que es un partido histórico para el rugby inclusivo, los jugadores van calentando sus cuerpos en la cancha ayudados por el sol abrazador del mediodía.

Ya preparados físicamente para iniciar el juego, se reúnen en círculo para comenzar con la preparación motivacional. Abrazados, reciben las palabras de ánimo de los jugadores dirigidas tanto al propio equipo como al contrario. Una frase logra imponerse al ruido proveniente de la autopista y a los gritos de los espectadores: “Lo que está hecho con amor no tiene margen de error”. Con los aplausos de todos los presentes se le da comienzo al partido.

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En el año 2011, Daniel Fernández, comerciante y profesor de educación física decidió crear en el equipo del Banco Hipotecario del que formaba parte, una escuela de rugby inclusivo con la finalidad de compartir con su hijo Joaquín, de entonces 7 años, la pasión por este deporte. Se trataba de una actividad pensada en familia y para las familias de todos los chicos con discapacidad intelectual que quisieran unirse a los entrenamientos. Unos años más tarde y gracias a las imágenes de los entrenamientos que difundía vía Facebook, un e-mail proveniente de la International Mixed Ability Sports (IMAS) de Reino Unido le comunica que en dicho país estaba por realizarse el primer mundial de rugby en esta modalidad. La intención de este Organismo No Gubernamental era que Daniel se capacitara para que luego llevara esa especialidad a la Argentina.

La actividad familiar, que buscaba integrar a los chicos a través del deporte se convirtió en algo más grande que permitió abrazar con mayor intensidad esos objetivos iniciales. Así nació el primer equipo de rugby Mixed Ability del país que implica una combinación de capacidades. Haciendo alusión a esta “mezcla” surgió el nombre Pumpa: la unión de las selecciones argentinas Pumas y Pampas. El requisito es que haya en la cancha y por equipo, al menos cinco jugadores con discapacidad intelectual junto con los originalmente llamados “facilitadores”, quienes acompañan a los chicos durante los entrenamientos y al momento de jugar el partido. Con el correr de los años, este término fue dejado atrás ya que como señala Fernández: “Nos dimos cuenta que en el rugby la diferencia no está en si hay una discapacidad o no, sino en la capacidad que tiene la persona de hacer las cosas. Por eso, los denominamos personas de apoyo e incluso queremos proponer el término jugadores de apoyo. De esta forma tendremos un plantel de jugadores y según el conocimiento que tengan del juego podrán tener un rol de apoyo.”

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Con la designación por parte de IMAS como representante de este organismo en Sudamérica, Fernández se convirtió en un referente del rugby inclusivo y logró a través de charlas y capacitaciones llevar esta actividad tanto a distintas provincias de Argentina como a Chile, Ecuador y Uruguay, que se sumó recientemente. “Hace cinco años hablar de personas con discapacidad jugando un deporte era una novedad. Hoy, la pregunta en los clubes ya no es respecto a qué es el rugby inclusivo sino qué se necesita para empezar”, dice el entrenador de Los Pumpas.

Otra de las diferencias del Mixed Ability con las reglas del World Rugby es que no se realiza el scrum ya que, si bien es un juego de contacto, se busca evitar golpes graves. La intención es que el equipo se divierta, se relacione y se eduque. Pilares que aplican no solo a los jugadores, sino a todos los que forman parte de Pumpas.

“Yo aprendí más que él” asegura Guillermo Baratini, padre del jugador Federico Baratini. “Aprendí a soltarlo. Cuando tuvo que pasar cuatro días de gira en Mendoza y yo no podía ir, me quedé pegado al teléfono. Pero nadie me llamó, la pasó fantástico y no hubo inconvenientes. Ahí me di cuenta que podía confiar en él y que quien había estado equivocado era yo. El lema que tienen los Pumpas, ‘Abriendo caminos’, es rigurosamente cierto.”

Daniel Razzino, padre de Fernando Razzino dice: “Descubrí que tenía habilidades físicas que yo no conocía o desestimaba. Ver que tenía las ganas de alcanzar un objetivo fue muy importante, además que lo ayudó en lo social, hizo amigos y aprendió a comunicarse con otras personas, por fuera de la familia.”

El partido continúa frente a la mirada atenta del público. Las familias comentan el desempeño de los jugadores mientras aplauden sus hazañas y los incentivan a seguir adelante cuando caen. Sus vítores alientan a los jugadores que, sin dejar de correr y de lanzarse la pelota, buscan lograr el punto vencedor que les permita desempatar el peleado partido.

 

El deporte inclusivo da pasos cada vez más grandes en nuestro país. Como prueba de este avance, al rugby que ya tiene más de 1200 jugadores a nivel país, se le ha sumado el hockey. El 19 y 20 de noviembre se realizará el quinto encuentro nacional de deportes Mixed ability que tendrá lugar en el club Olivos. Este incluirá ambos deportes y se espera la llegada de 360 personas del interior, a los que se le sumarán 15 equipos de Buenos Aires. “Creemos que será una convocatoria enorme e histórica. A nivel de rugby de personas con discapacidad será la más grande hasta el momento”, comenta el entrenador.

Los Pumpas han tenido la oportunidad de participar en dos ocasiones del mundial de Mixed Ability. En su primera experiencia, en el año 2017, regresaron al país como ganadores. Este año llegaron a Irlanda con la intención de revalidar el título y, si bien no volvieron con el trofeo en la mano, en palabras del jugador Pablo González Calcagno: “Volvimos unidos como equipo. Y es un orgullo porque estamos representado a la Argentina.” “Fue una linda experiencia, poder conocer otro país y otra cultura. La pasamos genial”, agrega el pumpa Fernando Razzino.

Por otro lado, el potencial demostrado por los jugadores en estos años ha incentivado nuevas ideas con la finalidad de brindarles más oportunidades. El desarrollo de un proyecto de inserción laboral junto a un programa educativo buscan combatir una problemática que denuncia la estadística: el 64% de las personas adultas con discapacidad no tiene la oportunidad de estudiar ni trabajar. Fernández cuenta que junto con la red de trabajo y con la Consultora Onix han puesto en funcionamiento un programa de inserción laboral que ya está en práctica. Asimismo, está por acordar un programa con la Universidad Siglo 21 para lanzar en el 2023 una carrera de dos años que se relaciona a lo deportivo y que puede expandirse a otros oficios.

“La verdadera inclusión es acción. Más allá de lo que puedas pensar o sentir, lo importante es lo que hagas con eso. Cuando se identifica una necesidad hay que accionar. Pumpas nos ha enseñado eso y es una lección que se puede aplicar en todo ámbito y situación.”, reflexiona Daniel Fernández.

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Son los últimos minutos de juego, la pelota cruza la línea de touch y los Pumpas se preparan para realizar el line-out: uno de ellos se ubica en el lateral de la cancha y lanza la pelota mientras otros dos sostienen y alzan en el aire a su compañero. El encargado de recibir la pelota, rápidamente la tira a su derecha donde la camiseta número 4 la está esperando y sin perder un segundo comienza a correr. Frente al avance del equipo contrario, comienzan a realizar una serie de pases precisos que cierran el partido mostrando la conexión y el compañerismo de sus jugadores. Los Pumpas XV han salido victoriosos. 

“Fue un partido difícil pero lo importante no es ganar, sino divertirnos”, dice Pablo. Fernando señala: “Somos buenos compañeros, nos llevamos bien y nos ayudamos entre nosotros. A los chicos nuevos les enseño cómo es cada posición, hasta que ellos solos le van tomando la mano.” Facundo Nager coincide con sus compañeros: “Somos una familia, nos da mucha felicidad poder jugar cada partido. Todos son bienvenidos.” “Acá somos todos iguales, no hay uno mejor que otro, y tenemos el mismo derecho de jugar en la cancha. Eso es lo que nos enseña Pumpas”, cierra Pablo.

Ya recuperados del partido, la jornada finaliza con los aplausos y vítores dirigidos a los jugadores que son recibidos nuevamente en la cancha. Allí les otorgan un recuerdo del partido jugado que reza “San Isidro unido por la inclusión”. Con una sonrisa, los jugadores enseñan el reconocimiento al público y a las cámaras que retratan el momento.

¿Cambia, todo cambia?

¿Cambia, todo cambia?

El juicio oral a los ocho rugbiers del club Náutico Arsenal Zárate que asesinaron a Fernando Báez Sosa a la salida de un boliche en la ciudad bonaerense de Villa Gesell, el 18 de enero de 2020, ya tiene fecha: está previsto para el 2 de enero de 2023. Cerca de cumplirse dos años del violento episodio, ¿qué cambió en el rugby para erradicar la violencia machista que cobija? 

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8 de diciembre de 2020. Dos jugadores del Tala Rugby Club de 17 y 18 años agredieron a un joven de la misma edad en una casa de un barrio privado en Córdoba, después de una discusión, porque buscaban ingresar a una fiesta sin haber sido invitados.

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Después del asesinato de Fernando Báez Sosa, la Unión Argentina de Rugby (UAR) y la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) —que nuclea a a 91 clubes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el AMBA— tuvieron que replantearse los modos de ser del rugby y las prácticas y escenarios violentos que permanecían invisibilizados dentro y fuera del deporte. 

Para Marcos Julianes, presidente y fundador del club Virreyes, el asesinato de Fernando Báez Sosa es un antes y un después en la historia del rugby. El ex jugador reconoce que en ese momento los dirigentes no estuvieron a la altura de la situación: “Se disparó algo que fuimos procesando con el tiempo, que es que estas cosas podrían haber pasado antes, y nadie puede decir que no sabía que estas cosas podrían llegar a pasar”, dice. “Nuestra primera reflexión fue que el rugby o el deporte con todos sus valores había perdido el eje, en el sentido de que no había sabido adaptar sus enseñanzas, sus metodologías y su educación a la realidad de una sociedad muy violenta”, agrega Julianes.

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27 de diciembre de 2020. Dos rugbiers de 31 años que juegan en la Intermedia B de La Plata Rugby Club intimidaron, insultaron y golpearon a un joven de 21 años en un balneario de Claromecó, en el partido de Tres Arroyos.

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En febrero de 2020, la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) presentó el “Proyecto de Red FIMCO (Formación Integral de Mejora del Comportamiento)”, creado y dirigido por Miguel García Lombardi, psicólogo social y especialista en deporte de alto rendimiento. El programa, dirigido a jugadores, entrenadores y dirigentes, consistía en una serie de encuentros, charlas y capacitaciones para la prevención y gestión de la violencia. 

“Nuestro objetivo era generar un referente por cada club que haya sido un expresidente o un coordinador general de rugby para armar una red, empezar un trabajo de deconstrucción y poner el tema de la violencia por parte de los jugadores, sobre todo fuera del ámbito del rugby, arriba de la agenda”, explica el psicólogo social. “Este tema estaba siempre debajo de la agenda, porque se ocultaba o silenciaba”, reconoce. 

Desde entonces, se realizaron 100 talleres, de los que participaron en promedio 80 personas y 400 jugadores, entrenadores y dirigentes, según explica el director del proyecto. 

Los 91 presidentes de los clubes nucleados en URBA dispusieron cinco acuerdos o ejes a trabajar en el primer semestre de 2020 de implementación del proyecto. El primero giró en torno a la violencia ligada al juego: “el actor en patota”, el “efecto manada”, “el acostumbramiento del golpe”. Es decir, el no registro de la vulnerabilidad del otro ni de la propia, y las violencias simbólicas que tienen que ver con el trato entre jugadores, y jugadores y entrenadores. Para García Lomabrdi es en estos aspectos donde se pretendió trabajar con el concepto de masculinidad hegemónica, para gestionar y entender la violencia desde su génesis.

El segundo eje puso el foco en la discriminación, la violencia de género y rituales iniciatorios conocidos como “bautismos”: La cuestión de los bautismos fue lo primero que logramos cambiar. No hay más bautismos denigrantes, no hubo cuando volvió el rugby hace dos meses. No hubo más bautismos denigrantes. Quedan algunas prácticas como rapar a los chicos que debutan, pero es una rapada voluntaria”, explica el presidente de la Comisión FIMCO. 

Al respecto, Xoana Sosa, jugadora del Club SITAS, reconoce que hay clubes que modificaron los “bautismos”. “Quizás hay buenas intenciones de modificarlos, pero de ahí a que esa intención se concrete es más complejo”, dice Sosa, que pone el foco en la masculinidad hegemónica: “Hay algo de la matriz cultural machista que hace que los varones tengan esa mirada violenta, homofóbica, misógina, que tiene que ver con una cultura de la muerte. Nosotras tejemos redes entre nosotras, tenemos una cultura de cuidado, no se nos ocurre ir a pegarle a otra piba o a otra jugadora porque le tenemos bronca”, reflexiona. “Ese es uno de los ejes que debatimos en los encuentros. Nosotras celebramos que venga una chica nueva, no se nos ocurre cortarle el pelo o hacerle algo para que se vaya llorando, concluye sobre las prácticas de los “bautismos”.

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3 de octubre de 2021. Un grupo de siete rugbiers entre 21 y 25 años del Club Albatros de la ciudad de City Bell, partido de La Plata, golpeó a un joven de 21 hasta dejarlo inconsciente en la puerta de una casa donde se realizaba una fiesta.

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Sin embargo, la jugadora del SITAS ve con buenos ojos la iniciativa de la URBA en un deporte conservador como el rugby: “En las charlas debatimos sobre distintos ejes, como los bautismos, la violencia de género y los casos y denuncias de abuso”, dice la rugbier. “Se trabaja con todos los clubes en estas charlas de información, y nos hacen participar mucho a nosotras. Si bien hay resistencias, los avances se ven a medida que se dan los debates”, plantea. 

La cuestión de la inclusión de las mujeres en el rugby es otro de los ejes que se tiene que trabajar en el Programa FIMCO, plantea Sosa. “Deberían escucharnos más a nosotras porque todavía en los clubes estamos muy invisibilizadas. Somos muy poquitas las mujeres que jugamos en el rugby, 24 clubes a comparación de los clubes de jugadores masculinos. Es importante que tengamos espacios para hablar”, dice. “Siempre digo que hay mucho por aprender, porque las mujeres, y sobre todo las que jugamos al rugby, proponemos un paradigma totalmente diferente. Somos muy respetuosas, nunca nos manejamos con violencia”, concluye la militante feminista. 

Sobre el tercero, cuarto y quinto ejes se trabajó la violencia en los terceros tiempos, la prevención de las adicciones y la violencia institucional. Sobre la pedagogía de los entrenadores, García Lombardi explica que fue necesario implementar clases dedicadas a la formación de los entrenadores: “Mucho de los problemas era la formación de los entrenadores porque tenés entrenadores que eran muy buenos jugadores de rugby pero con un modelo de liderazgo y con paradigmas de la década del ‘70, ‘80 y ‘90. Hoy necesitamos otra educación, otra formación. Y ellos no tenían tanta formación pedagógica.” 

Sobre este punto, Xoana Sosa mantiene una postura crítica: “Muchas veces en la categoría de juveniles ponen entrenadores profundamente machistas o conservadores.  Y te dicen: ‘Es un histórico dirigiendo juveniles, cómo lo voy a sacar’. Esa persona no puede formar jugadores de 15 años. Esto claramente va en contra de lo que estamos haciendo”, dice Sosa. “El tema es cómo desarmar esas estructuras institucionales. Hay mucho por trabajar, y se está trabajando de a poco”, concluye. 

Para Miguel García Lombardi, la clave del cambio está en trabajar en el “efecto manada”. “El efecto manada en el rugby tiene que ver con que los chicos aprenden desde muy chiquitos que somos una sola cosa, que somos un equipo. Entonces, la consigna es: tocan a uno, tocan a todos. Esto es lo que buscamos desarticular”, explica. Y reconoce que aún no se logró todavía: “Estamos recién empezando porque es un trabajo de años, hay un trabajo de deconstrucción muy fuerte”, dice el psicólogo. 

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16 de octubre de 2021. Un grupo de rugbiers entre 19 y 20 años agredió a un chico de 16  que había salido en defensa de su amigo, al que este grupo intimidaba en la puerta de un cumpleaños de 15 en la ciudad mendocina de Luján de Cuyo. 

Mismo día y mismo episodio en una fiesta en la localidad de Campo Quijano, en Salta: un grupo de jugadores del Jockey Club de Salta golpeó a un menor de 17 años hasta dejarlo inconsciente.  

No parecen casos aislados.