Por Joaquín Uturbey
Fotografía: Pamela Pezo Malpica

Alejado del estereotipo elitista de la disciplina, Virreyes Rugby Club promueve la inclusión social y la solidaridad vecinal.

Las instituciones deportivas en nuestro país ocupan un rol muy importante dentro de la sociedad, y por eso cabe destacar la historia de Virreyes Rugby Club, situado en la localidad de Bancalari, al norte del Gran Buenos Aires. Un club que en 2002 se formó con la intención de extender las fronteras de la disciplina, y que desde sus comienzos transformó el día a día de los habitantes de la zona, quienes decidieron comenzar a formar un colectivo que rápidamente adquirió una identidad definida y generó entre sus integrantes un gran sentido de pertenencia.

Mientras Virreyes recibe a San Marcos, de Monte Grande, por la vigésimo cuarta fecha del torneo de Segunda de la Unión de Rugby de Buenos Aires (que en realidad es la quinta categoría, después del Top 12, y las primera A, B y C y antes de Tercera y Desarrollo),  Marcos Julianes, uno de los fundadores y actual presidente del club, cuenta: “En una época complicada tomamos la iniciativa de traer el rugby para esta zona, y hoy por suerte ya estamos consolidados.” El dirigente, formado en el CASI, agrega: “Durante mucho tiempo, la base, la esencia del crecimiento y la existencia de Virreyes tuvo que ver con que la gente nos recibió de muy buena manera, así como los demás clubes de rugby, a los que convocamos y se acercaron a jugar con nosotros y nos albergaron en su seno a pesar de las diferencias sociales de todo tipo, demostrando el espíritu del deporte”.

Termina el partido, con un triunfo contundente del local por 43 a 12, que lo mantiene en la segunda posición. Luego de salir del vestuario, Jairo Doval, empleado de mantenimiento de un edificio y capitán de Virreyes, cuenta: “Vivíamos en Corrientes con mi familia, nos vinimos para Buenos Aires y conocimos el rugby acá, no teníamos idea de lo que era. Yo llegué a Virreyes a los 11 años, tengo 25, me trajo un conocido del barrio, y a partir de ahí el club para mí es todo, es familia, siento que los chicos de acá son mis hermanos, es el lugar donde te olvidas de todo y a dónde venimos a aportar lo mejor de cada uno”.

En el club hay muchas familias y amigos, que los días de partido se reúnen desde temprano alrededor de la cancha principal para observar los encuentros de las diferentes categorías. Cuenta, además, con un espacio donde los integrantes de los planteles se reúnen a compartir una comida preparada por allegados del club.

A pesar del desgaste que puede implicar el trabajo, el estudio, o cumplir con las responsabilidades de la vida personal de cada uno, el club logra irradiar una energía que atrae a los vecinos del barrio a pasar incluso gran parte de su tiempo libre dentro del predio. Allí, también se desarrollan clases de apoyo para jugadores y niños del barrio.

“Te reciben con tanto cariño que querés pasar tiempo acá. El club también cumple un rol importante en la formación de los jugadores. Se les exige bastante, sobre todo a los juveniles para que se puedan comprometer con el colegio. La verdad que está bastante bueno, porque los chicos tienen la posibilidad de tener clases de apoyo acá adentro y tienen una profesora que les puede dar una mano siempre. También a los chicos que están en la universidad. Yo estudio la Carrera de Ingeniería Mecánica y la verdad que siempre que puedo vengo y me dan una mano, eso es espectacular y muy lindo”, comenta Lucas Díaz, jugador del plantel superior.

“El club incluye mucho, más en la parte de las villas», dice Walter López, jugador del plantel superior.

Suele asociarse este deporte a otros sectores más pudientes de nuestra sociedad, pero Virreyes es el claro ejemplo de que el rugby tiene presencia en los barrios populares. “Siempre decimos que una hora más en el club es una hora menos en la calle, y lo tomamos como un gran logro. Son los mismos chicos que están acá alentando, jugando y eso está buenísimo. Los problemas de clase siempre están dando vueltas por afuera y acá adentro tratamos de alejarlos de todo eso”, dice Matías Romero, jugador, entrenador de juveniles e integrante de la comisión deportiva.

Walter López, por su parte, que también juega en el plantel superior, afirma: “El club incluye mucho, más en la parte de las villas. Se suman muchas personas, y eso ayudó mucho a evitar que la gente pare en las esquinas. Las puertas del predio están abiertas todo el tiempo y sabés que acá adentro estás seguro”. Las iniciativas y la predisposición que hay en Virreyes para brindar estos espacios hacen que cada vez más gente tenga ganas de sumarse mejor. En la actualidad, el club tiene fichados unos 400 jugadores en todas las categorías y van por más.