La vida en los márgenes

La vida en los márgenes

El sociólogo Javier Auyero y la estudiante de antropología Sofía Servián presentaron ¿Cómo hacen los pobres para sobrevivir?, una aproximación-estudio-crónica enfocada en las variadas estrategias que relevaron en el asentamiento La Matera, en Quilmes, donde la coautora se crió.

En pleno microcentro porteño y a tan solo una cuadra del Obelisco, se presentó ¿Cómo hacen los pobres para sobrevivir?, un libro escrito por Javier Auyero, sociólogo y profesor en la Universidad de Austin (Texas), y Sofía Servián, estudiante de la licenciatura en Ciencias Antropológicas en la Universidad de Buenos Aires. El trabajo indaga sobre las estrategias que llevan a cabo los sectores populares para hacer frente no sólo a la crisis económica acuciante, sino también la violencia e inseguridad que impera en los barrios marginados. Los autores desarrollan una perspectiva integral, que busca dar cuenta de las múltiples dimensiones de la pobreza: salud, educación, vivienda, comida, ocio, pasando desde la intervención estatal hasta la formación de lazos de solidaridad y comunitarios. Particularmente, centran su investigación en las experiencias de los habitantes de La Matera, asentamiento ubicado en el municipio de Quilmes, zona sur del Conurbano, entre el año 2019 y 2022.

Así, en uno de los tantos edificios grisáceos del microcentro, ascensores color dorado y negro elevarían a los interesados hacia la adquisición de una mayor sabiduría respecto a una realidad que se vive apenas a unos kilómetros de la Capital. Una sala repleta de personas curiosas y expectantes, quizás simpatizantes de las ciencias sociales, amigos, colegas y familiares, esperaba el comienzo de la exposición. “Seguro me van a multar”, se escuchó al pasar una queja por la dificultad que ocasiona el tráfico en ese sector de la ciudad, mientras de fondo se formaban los clásicos murmullos que intentan ser respetuosos del ambiente silencioso.

Estefanía Pozzo, periodista especializada en economía y docente, fue la primera invitada en hablar: “Hay una dimensión académica del libro que me parece completamente interesante, pero creo que esos momentos donde se abre la ventana y Sofía cuenta parte de su historia, de su vida, cómo fue su recorrido en el barrio, ante la adversidad, es lo que me parece más maravilloso de este libro”, comentó, visiblemente emocionada luego de leer un fragmento del libro en que Sofía cuenta su propia experiencia como vecina de La Matera. Porque una particularidad que tiene esta investigación es que Servián accede a un campo de estudio que no le es ajeno, pues ella ha habitado toda su vida en dicho barrio. Es decir que su objeto de estudio fueron vecinos, amigos y familiares, lo cual implicó un esfuerzo por objetivar una realidad internalizada. “Mi trabajo no fue acercarme al barrio, porque ya lo conocía y tenía contactos, sino más bien alejarme, metafóricamente, para poder observarlo de una forma mucho más acabada”, afirmó Sofía.

En este sentido, Auyero destacó que el libro es “un experimento”, pues se encuentra en el punto de intersección entre su acercamiento al barrio y el distanciamiento de Sofía. “La sociología o la antropología clásica hubiesen hecho de Sofía la informante clave –dijo Auyero–. En este caso fue distinto, empieza de una manera vertical, en una relación profesor-alumna, pero termina siendo horizontal, de una auténtica colaboración”.

Por su parte otro de los invitados, Gabriel Kessler, sociólogo, profesor e investigador del CONICET, indagó sobre la temática fundamental en que se inscribe este libro, editado por Siglo XXI: “La categoría de ‘pobreza’ se mantiene central. Eso testimonia su productividad, todavía sigue siendo útil para focalizar acciones, para debatir, criticar a un gobierno, evaluar los ejes, etc., pero también es un testimonio del fracaso argentino. Que desde la reparación democrática nunca hayamos bajado, más o menos, de un cuarto o un tercio de población pobre en el país, que haya un libro que se hace la pregunta de cómo sobreviven los pobres, son indicadores que muestran que las promesas de la democracia ‘con la democracia se come, se cura, se educa’, no se cumplieron”.  Sin embargo, Kessler matiza esta observación, ya que también subraya el desempeño que ha tenido Argentina en términos de aumentar la cobertura estatal en diversos aspectos que hacen a la pobreza: generaciones nuevas que han accedido a la universidad, la formalización del empleo doméstico, la cobertura de salud, entre otras.

Respecto a la pregunta que se hace el título del libro, Sofía concluye que los sectores populares son ‘bricoladores’, combinan muchas estrategias para sobrevivir: trabajo formal, informal, ilícito, redes clientelares, ayuda estatal y, sobre todo, ayuda mutua. “Cuando tenía siete u ocho años iba con mi mamá a cobrar un plan social, el de Jefes y Jefas, en el que te daban 150 pesos –contó–. Hacíamos las dos cuadras de cola en Banco Provincia y, una vez que cobrábamos el dinero, íbamos al Coto y lo gastábamos ese día. La ayuda del Estado terminaba en una hora, el resto del mes vivíamos con los alimentos que comprábamos y después sobrevivíamos yendo a la casa de algún familiar a comer: el abuelo, alguna tía, etc. También nuestros primos hacían lo mismo cuando su mamá no tenía trabajo, venían a casa. Es la ayuda mutua para poder sobrevivir”.

Asimismo, los autores reflexionaron sobre la elección del género narrativo de la crónica para contar lo relevado durante el trabajo de campo, las encuestas y entrevistas hechas a los vecinos de La Matera. “Quisimos combinar una escritura académica con elementos de no ficción, de diarios personales de Sofía –expresó Auyero–. Creo que conocer bien a la gente conlleva tratar de describirla bien, lo que implica tratar de transmitir el resultado de una investigación sistemática, pero al mismo tiempo construir historias que de alguna manera conmuevan. Como intelectuales públicos, lo que uno quiere hacer es expandir el universo, los límites, de la comunidad moral”. Enseguida admitió que está aburrido de leer ciencias sociales, ya que suelen escribirse para unos pocos, dijo, y manifestó la necesidad de modificar la manera de escribir en este campo científico. 

En este sentido, Sofía destacó que buscaron que el libro, presentado el lunes pasado, pueda ser leído por cualquier persona, sin restringirse al ámbito meramente académico. “La idea es que todos puedan discutir. De hecho, vamos a llevar los libros al comedor para que también ellas puedan leer y realizar observaciones sobre el registro que hicimos de su trabajo”.  Se refiere al comedor de Chela, en el cual se basa el último capítulo del libro, “El trabajo de ellas”; en femenino, porque es gestionado exclusivamente por mujeres, que realizan tareas de cuidado por las cuales reciben apenas un incentivo. “Veníamos de registrar todos problemas en el barrio. Cuando llegamos al comedor, nos dimos cuenta que era la esperanza que necesitábamos”.

“El comedor se piensa a sí mismo como un lugar de sociabilidad, pero también de rescate frente a la violencia que circula. Las mujeres se organizan, no sólo para dar de comer y para educar, sino para rescatar a los chicos”, señaló Auyero, y agregó que la escuela es otro escenario que ocupa un lugar prominente en el barrio: “En el imaginario es un lugar y mecanismo de ascenso social. No tanto para ellos, sino para sus hijas e hijos. Se registra cierta esperanza de movilidad social intergeneracional”. También destacó que 99% de las personas encuestadas entiende que a pesar de vivir en un contexto de hipermarginalidad, sus condiciones de vida han mejorado gracias a la acción colectiva y de protesta disruptiva.

Al terminar la ronda de preguntas hubo aplausos celebratorios y sonrisas cómplices entre los autores, que concluyeron la presentación con un abrazo triunfal.

«Que cada lector se sienta valorado»

«Que cada lector se sienta valorado»

La escritora Paula Bombara habla de su trayectoria, del valor formador de la literatura en las infancias, de su aporte a las Abuelas de Plaza de Mayo y a la construcción de memoria en un país que se encuentra conmemorando los 40 años de democracia. Mañana se presenta junto a Abuelas y el Ministerio de Educación de la Nación en la Feria del Libro Infantil y Juvenil.

Paula Bombara es una escritora y comunicadora científica que trabaja con las juventudes, realizando charlas con docentes y estudiantes. Su trayectoria la llevó a recorrer diversos campos de la literatura y las ciencias, así como también a participar en proyectos vinculados a la defensa de los derechos humanos, especialmente junto a Abuelas de Plaza de Mayo. En entrevista con ANCCOM, recorre parte de su trabajo y reflexiona acerca de la importancia del acercamiento con las niñeces y las juventudes a la literatura. Este jueves estará en el Centro Cultural Kirchner, presentando la colección “La Abuelas nos cuentan” en la 31° Feria del Libro Infantil y Juvenil.

¿Cómo definirías quién es Paula Bombara en pocas palabras?

Soy una mujer curiosa, que me gusta estudiar. Soy escritora, me encanta escribir y me encanta escribir de todo y leer de todo. Por eso me dedico tanto a la literatura como a la comunicación de las ciencias. Y leo tanto una como la otra, y cada vez que puedo mezclarlas o ponerlas en cuestión o compartir las inquietudes que me generan estos puentes entre artes y ciencias, lo hago.

¿Cómo elegiste estudiar la carrera de bioquímica?

Estudié bioquímica porque un profe de literatura de quinto año de la secundaria me dio un buen consejo: “Si querés ser escritora usá tus años universitarios para estudiar algo que no tenga que ver con la literatura y seguí leyendo y escribiendo literatura”. Su argumento fue que, ampliando mi abanico de intereses, también iba a prepararme para ser escritora. Y bueno, yo ahí me puse a pensar qué otra cosa me gustaba y siempre me gustaron las ciencias. Sobre todo las ciencias que tienen algo que ver con la naturaleza. Me gustaban muchísimas cosas, siempre fui muy curiosa. Y yo en la ciencia lo que encontré fue un modo de mirar que complementó muy bien el modo de mirar artístico que yo ya traía por mi crianza. La mirada científica del mundo, además de muy atractiva, te ofrece muchas explicaciones que concluyen en este paradigma social en el que vivimos. Tener una mirada científica del mundo te explica mucho, encontrás respuestas a mucho de las preguntas que te hacés respecto a cómo vivimos.

Paula Bombara cuenta que la comunicación de las ciencias es un desafío porque existe mucho rechazo. Esto se debe a estereotipos de tiempos pasados que siguen vigentes. Como por ejemplo la idea de que los científicos viven apartados de la sociedad. Pero que se va modificando gracias a la tarea que hacen quienes se dedican a la comunicación de las ciencias.

“Este modo de decir a medio camino entre los artículos académicos y la literatura, cuenta. Lo seguimos explorando –subraya- porque todavía está muy inestable. Yo me recibí de bioquímica pero mi doctorado lo estoy haciendo en lingüística. Estoy en un grupo de investigación en donde estamos explorando los modos de decir de la comunicación y la ciencia. Cómo lograr que los mediadores entre la comunidad científica y las infancias (muchas veces encantadas con la ciencia), empiecen a mirar esta situación más amable, con más amor y más creatividad.”

Sos bioquímica y divulgadora científica. Pero además escribiste historias para niños. ¿Por qué decidiste dedicarte a la escritura?

La literatura infantil es más una categoría que un género. Porque dentro de la literatura infantil tenés narrativa, poesía, dramaturgia y demás. Es una categoría que no está muy valorada y eso es porque está así pensada desde el mundo adulto, que la deja atrás y olvida lo importante que fue para su formación lectora. A mí me atrae mucho dirigirme a las infancias y juventudes justamente porque en mi formación lectora, esas escritoras fueron fundamentales, las que me abrieron la puerta al placer de leer. Al desafío de leer, porque muchas veces leés textos que te hacen llorar o enojar. Aún así yo creo que hay un goce en esas lecturas. Además de estar presente en esos momentos de formación lectora, me encanta reunirme con los chicos y las chicas. Disfruto del diálogo, de lo que ellos y ellas también me cuentan. Me gusta porque creo que las mejores ideas del futuro están hoy en las cabezas de las juventudes y de las infancias. Ahora que cumplimos cuarenta años de democracia, lo que yo les digo es que la democracia y el futuro están en ellos. Nosotros, la población adulta, acompañaremos. Pero afianzar y perfeccionar la democracia está en la juventud. Y me gusta estar ahí. Siempre que escribo primero llevo mis escritos a editoriales para jóvenes porque me interesa la mirada que me ofrecen. Las devoluciones son más honestas.

La escritora explica además que los comunicadores científicos están intentando dejar atrás el término “divulgación científica”. Porque entienden que esa modelo proviene de un lugar superior de la ciencia. Es por ello que Paula Bombara y sus colegas deciden hablar de comunicación. Porque además lo importante es lo que sucede en una conversación, es un ida y vuelta.

“Yo me paro a la par –describe-. La divulgación es una palabra heredada de una cultura en donde se pensaba que los científicos estaban por encima de la sociedad. Ahora los trabajadores de la ciencia se consideran parte de la sociedad común y no se las saben todas”.

En tu libro El mar y la serpiente, contás una historia desde la perspectiva de una niña. ¿Por qué decidiste contar esa historia desde ese lugar? ¿Ese fue el inicio de tu recorrido en la literatura infanto-juvenil?

Este libro se publicó en 2005 y yo empecé a escribir en 1998. Me llevó mucho tiempo escribirlo. Lo que yo quería era contactar con personas nacidas en democracia. Y pensé que para eso hacía falta irse al momento de la vida en donde hubiéramos vivido lo mismo. Empecé a pensar y me fui yendo cada vez más atrás. Porque la escuela en dictadura fue muy diferente a la escuela en democracia. La vida fuera de la casa era muy diferente. Entonces iba cada vez más atrás. Llegué hasta los dos años, al momento de empezar a hablar. Para contactar y que alguien que nació en democracia sienta algo parecido. Las dificultades para hablar, para poder decirle a tu mamá o tu papá lo que sentís. Hasta esa edad me tuve que ir. Cuando me di cuenta de eso, tuve que empezar a escribir de nuevo. Desde ese lugar tuve que estudiar bastante sobre adquisición de la lengua, tiempos de respuesta, cuándo comenzás a caminar. Yo iba a una plaza y me ponía a observar niños y niñas. Me ponía a mirar el arenero. Y fui escribiendo desde ahí, pensando que si de algún modo en la literatura nos reuníamos en ese momento, después, cuando el personaje creciera, el lector iba a seguir conectado con mi historia. Y es algo que les gusta mucho a los chicos, entienden esa primera parte y se sienten muy identificados. Aparece como una indignación en lo que le va pasando. Ahí las docentes toman el libro para empezar a hablar de todo eso que después desarrollan. Cuando lo empecé a escribir no existía el feriado del 24 de marzo. Era un poco un deseo que hubiera un día para conmemorar a los seres queridos desaparecidos y a la búsqueda de justicia. Después se dio y poquito a poco la novela comenzó a ser difundida por el boca a boca de las maestras. Yo siempre pensé que iba a ser más leída por adolescentes, pero hoy lo hacen mayoritariamente los nenes y nenas de 11 o 12 años, en el final de su primaria. Es impactante porque las preguntas que me hacen, quizás me las hacen en un profesorado. Cómo logran expresar sus preguntas al respecto. Después, en la adolescencia tal vez hay menos lecturas, pero si fuiste lector a esa edad es probable que vuelvas a agarrar los libros. Creo que es una edad clave en la formación del lector.

A mí naturalmente me sale escribir más en una zona gris entre lo juvenil y lo adulto. Pero cuando los libros llegan a una editorial, y nos ponemos a trabajar en la construcción de un libro, ahí aparece la lectura de un editor que me dice “está bueno para los doce años”, yo digo buenísimo. Porque es difícil lograr ese tono, la complejidad. Porque ya no son historias simples las que les interesan. Algún mundo del que ellos puedan tomar datos, curiosidades, juegos incluso. Ahí tenés un montón de información que podés ir volcando en próximas lecturas, en proyectos propios.

 

Como escritora y comunicadora, ¿qué encontraste en la literatura infantil que te llevó hacia ese lugar? ¿Cuáles temas te gusta abordar más?

No parto de temas, parto de alguna pregunta que me inquiete a mí en realidad. Porque en un principio no sabes bien para quién escribís o al menos a mí me pasa eso. Salvo que sea para muy chiquititos, 3 o 4 años. Pero cuando empiezo pienso “uy, esto no sé para qué edad es”. Por eso a mí me parece importante la mirada de un editor. Yo escribo sin autocensurarme, escribo las preguntas que a mí me movilizan. No tienen que ver con el destinatario. Y creo que como me da tanta curiosidad este paso a la adultez, aparece en muchas historias, en algún momento niños o jóvenes. Porque realmente me interesa cómo se sienten, cómo nos sentimos cada uno, con su historia, cada vida, al entrar al mundo hostil de los adultos. Entonces, más que temática es una cuestión del cómo contar, cómo contás una historia, a qué le das prioridades en el contar. Y después ver qué te dicen. En mi caso es ver qué me dicen las editoras: esto para quién es. Creo que la construcción del libro tiene dos etapas de escritura muy diferentes. La que tenés a solas, mientras estás confeccionando un borrador y la que después se da en el trabajo en equipo para lograr el mejor libro posible, en donde aparecen otras miradas. Pero ya no es con esas incertidumbres que a mí me gusta tanto atravesar de la creación del borrador.

En el libro Mara contás la historia de la elefanta del Zológico. ¿Qué es lo que te llevó a querer contar su vida?

Fue una invitación de la editorial y un desafío porque me propusieron a contar la vida de Mara para todos los públicos. O sea, mi desafío fue la escritura y eso a mí me encantó. Era construir un libro que fuera informativo, que tuviera datos de comunicación de la ciencia, pero más de conducta de los elefantes. Un libro con información, pero a la vez que fuera emocionante, que fuera para toda la familia. Tuve una charla hermosa con la editora cuando me invitó. Porque era escribir un libro fuera de toda categoría, un libro que no sepas dónde meter en la biblioteca, que terminas diciendo: “Bueno, lo pongo acá de frente para que se luzca la tapa”. Como si no supieras donde meterlo. A mí eso me encantó, porque es muy difícil armar un libro así. Hay personas que me dicen: “Pero no es un libro para chiquitos”. Pero lo leen en jardines. Y en secundarias. Y lo puede leer cualquier persona, ese era el objetivo y el mayor trabajo. Y creo que también fue el mayor trabajo para Raquel Cané (ilustradora), porque sabía que ante este texto su obra iba a ser mirada por toda clase de personas. No había límites de edad.

Y después, cuando empecé a investigar la historia de Mara, me encontré con una historia que me hizo mucho eco a otra novela que yo había escrito. Que se llama La Chica Pájaro. Está protagonizada por una chica que se llama Mara y que es una novela atravesada por una historia de muchas violencias. En donde Mara tiene que encontrarse. Tiene que valerse por sí misma y tiene que salir de ese círculo de violencia por sí sola. Y yo iba explorando, investigando, haciendo entrevistas para escribir el libro de Mara y decía: “Qué bárbaro este animal. Cuánta violencia ha recibido en su vida y cuánto tuvo que adaptarse para seguir”. Y ahí me recontra comprometí con el libro. Me impactó tanto su historia que ya no podía dejar de pensar en eso. Fue apareciendo el tono, apareció esa mirada de investigadora que empieza a sufrir también. Por todo eso que está investigando y se está preguntando. Y queda sentada una posición respecto al trato con otras especies de animales. Partió de una invitación, de un compromiso y una valoración del trabajo que vienen haciendo ciertas instituciones y el juzgado de la jueza Elena Liberatori que hace un trabajo increíble para tratar de cambiar la manera de tratar a otros animales. Es nuevamente esto de que la humanidad se cree mejor. Cambiar esa mirada.

¿Por qué crees que es importante acercar a los niños y los jóvenes a estas historias y a la ciencia?

Yo creo que ellos viven todos los días mirando historias así. Pensá en las cosas que estamos viendo hoy. El juicio por el asesinato de Lucas, un chico que volvía de jugar al fútbol y que lo mataron. Vas recorriendo las noticias que les llegan a todos. Las luchas por los salarios, todo lo que el mundo adulto está viviendo. El tema de los cambios climáticos que estamos viviendo. Una sociedad cada vez más participativa.Los chicos también la están viviendo y les siguen enseñando en la escuela las cuatro estaciones. Hay ahí un choque entre lo teórico, lo que la gente grande dice que un niño o una niña tiene que ser y lo que en la vida real ellos ven, sienten y se preguntan: “¿Yo tengo que hacer esto?”. Entonces encuentran  en la literatura, libros de comunicación científica, que les propongan un diálogo franco. Sí, la vida es otra cosa. Muchas veces queremos proteger a nuestros niños y niñas de la violencia. Pero la violencia está en la calle todos los días, la violencia está en cuando ven a un chico de su edad arrastrando un carro de cartonero. Eso es re violento. Entonces dar herramientas para poner palabras a esas preguntas que todavía no saben bien cómo formular. Y ahí aparece la presencia de historias que tengan toda la política, la violencia, la reflexión sobre eso. También la parte linda, la posibilidad del amor, de la amistad, el balance en todo eso. La importancia de quererse a uno mismo.

Hay muchas formas de hacer las cosas. Vos tenés que encontrar tu forma. Hay muchas formas de ser niño, de ser niña. Encontremos tu forma, la forma en que te haga bien. Que los adultos no te presionen para que vos seas de otra forma. Vos sos como sos. Un poco en cada libro es eso, que cada lector se sienta valorado. Me parece que falta mucha ternura en esta sociedad, falta contar estas historias desde un lugar así, donde encuentren que hay una persona adulta que quiere charlar y escuchar, Que va a hacer lugar a las ideas. A mí me interesa mucho escuchar también.

«Ahora no solo buscamos nietos y nietos, sino también a sus hijos e hijas, o sea, ya buscamos familias», subraya Bombara.

Además de tu trabajo en las ciencias y la literatura, ¿qué actividades realizas vinculadas a los derechos humanos?

Desde mi lugar de hija de desaparecidos, en un momento me paré a pensar, desde qué lugar seguir las búsquedas de justicia. Fue alrededor del año 2006 que ya estaba colaborando con Abuelas. Pero a partir de 2011, apareció la posibilidad de aportarles ideas. Justamente para vincular a la segunda generación de personas con identidades vulneradas. Ahora no solo buscamos nietos y nietos, sino también a sus hijos e hijas, o sea, ya buscamos familias. Entonces ahí aproveché toda la experiencia de recorrer colegios, encontrarme con lectores y lectoras de mis libros. Así empezar a pensar cómo vincular, cómo sumar a la búsqueda a estas nuevas generaciones. Y yo creo que aportándoles ideas para nuevos proyectos, acompañando esas ideas ahí donde haya que ir. Tenemos nuestro proyecto literario Ovillo de trazos, donde propuse un proyecto a largo plazo. Y que pudiéramos incluir cada vez más voces, más editoriales, más miradas. Enseguida les pareció que era viable en la Comisión Directiva. El último proyecto que hicimos fue el libro Historias de Abuelas, que son doce cuentos biográficos ficcionalizados de doce abuelas. Al que seguramente le seguirán otros libros con otras historias.

Creo que mi tarea es eso. Pensar a medida que yo recorro todo el país y voy viendo las experiencias que van sucediendo. Ir pensando de qué manera, desde Abuelas, podemos proponer a las nuevas juventudes y nuevas infancias que la búsqueda siga. Porque dentro de poco para un chico que está estudiando las Efemérides, las invasiones inglesas y el 24 de marzo va a ser un poco en el mismo plano. Hay tanta distancia temporal, que, si no hacemos algo para que eso no suceda, va a pasar eso, va a ser un efeméride más en la que ya no va a haber sobrevivientes. Está justamente en nosotros impedir que eso suceda. Transmitiendo la memoria histórica de lo que se vivió. Entonces, ahí saben que cuentan conmigo para lo que necesiten. Me interesa mucho más eso que aportar desde mi mirada de hija. Porque como escritora puedo entrar a establecimientos educativos, a conversar y todas las charlas terminan de un modo u otros en los derechos de las infancias Que son los derechos que protegen las Abuelas, que por su intervención en la Convención de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, cuidan más, que se proteja a todos los niños.Desde mis libros la cuestión de los derechos de las infancias, que son derechos humanos de las infancias, están presentes siempre. Ahí también aparecen preguntas que yo puedo llevar a Abuelas, y decir “¿cómo hacemos con esto?”.

 

En este punto, Paula recordó que hace unos años, lo que llevó a la creación del tercer libro de Ovillo de Trazos fue que una visita a un jardín. La escritora cuenta: “Una nena me preguntó si cuando yo fuera viejita quería ser una Abuela de Plaza de Mayo. Entonces pensé ‘algo no está funcionando. O sea, está funcionando bien lo de las superhéroes, pero algo no está funcionando’. Porque ¿cómo vas a querer ser una Abuela de plaza de Mayo? ¿Qué implica ser una Abuela de Plaza de Mayo? Yo le expliqué todo eso a todos esos nenes. Y volví impactada. Y en la siguiente reunión en Abuelas les conté y propuso hacer algo al respecto, sacarlas de superhéroes y ponerlas en un lugar más humano. Así nació Historias de Abuelas.”

¿Y de qué manera abordás en tus charlas el tema de la dictadura para explicarlo a los niños y jóvenes?

Desde la democracia que vivimos ahora. Sobre todo por este número redondo que nos da la excusa de hablar de la democracia, empiezo por ahí. Desnaturalizando lo que ya se da por sentado, lo que consideran imposible. Como por ejemplo: No podías escuchar la música que querías. Y cuando empezás por sus espacios, por los espacios en donde ellos circulan: la escuela, las casas y contás que no podías entrar a la escuela con el pelo suelto, no podías tener esa gorra puesta, no podías teñirte el pelo de ese color. Ahí de golpe aparece el valor de que ahora sí está. Con todas las imperfecciones, eso lo podes hacer, y a partir de ahí empezamos a hablar. Me parece que hay que considerar el espacio presente. Las libertades que se dan por hechas, que se cree que ya son un derecho adquirido y ponerlas en cuestión y decir “ojo, esto puede ir para atrás en cualquier momento. Depende de nosotros que no sea así”. Ahí empiezan a escuchar.

¿Cuál es tu actividad favorita dentro del campo en el que te movés?

En la vida se necesitan los balances. Entonces, hay momentos en donde digo “tengo que darle más prioridad a este proyecto literario” y hay otros momentos en los que digo “No, tengo que priorizar la escritura de tal ensayo”. Me parece que tiene que ver con el momento presente que esté viviendo. No tengo favoritos. Es un tema con los chicos porque me preguntan un montón: mi color favorito, mi comida favorita, mi autor favorito, mi libro favorito. En realidad, yo creo que eso depende mucho de cada día, de cada presente. Y lo que veo es que cuando estoy mucho armando una novela, hay momentos que me levanto y digo “no, hoy no van a escribir algo que tenga que ver con la novela. Quiero ver qué puedo hacer”. Me pongo a escribir alguna cosa de ciencias o a leer, algo que tenga que ver con otro espacio, necesito entrar y salir todo el tiempo. Sin dudas, los momentos de escritura a full, donde me olvido de todo, son hermosos. Pero tampoco es algo que vos pueda pretender. Llegás a eso. No tenés que buscarlo tan directamente. Se dan o no se dan. Y cuando se dan, me doy cuenta que estoy viviendo ese momento, lo disfruto muchísimo. Pero también es hermoso construir un libro en equipo. Porque ves cómo el libro va tomando forma. Eso es magnífico. Soy muy entusiasta y me gusta encontrar momentos de disfrute en todo lo que hago.

 

 ¿Estarás presente en la Feria del Libro infantil y Juvenil?

 Tenemos el 20 de julio, a las 17, un evento con Abuelas en el que voy a estar presentando el proyecto: “Las abuelas nos cuentan, a cuarenta y cinco años”. Es un proyecto en el que estuvimos trabajando todo el año pasado. Así que ese día voy a estar presente.

Una poeta con voz poderosa

Una poeta con voz poderosa

En «Todo se une con la noche» Vanina Colagiovanni hilvana poemas, hechos y testimonios, y recupera anécdotas compartidas, para construir una biografía de la sensible y punzante poeta Juana Bignozzi. Su disputas con el feminismo y el debate sobre la utilidad de la poesía.

En el ensayo biográfico Todo se une con la noche Vanina Colagiovanni rastrea las huellas de la vida de una poeta con gran trayectoria y personalidad avasallante: Juana Bignozzi. Hija de anarquistas, se trataba de una mujer atípica, poco convencional, y con un carácter que la llevaría a convertirse en una persona relevante del ambiente cultural, particularmente de los años sesenta que ella tanto añoró en sus últimos tiempos.

Así, la autora va trazando a lo largo del libro sus propias interpretaciones sobre distintos eventos, poemas y vínculos que hicieron a la vida de Juana, al tiempo que se hace de voces con un gran valor cultural, como la de Beatriz Sarlo, que testimonian sus propias vivencias y anécdotas con Bignozzi. Esta biografía es el relato de una vida contado desde la perspectiva de una persona que conoció y mantuvo un vínculo estrecho de amistad con quien es biografiada, lo que hace al libro mucho más íntimo, sentido y lleva a conocer en profundidad a la poeta.

En el libro contás que conociste a Juana Bignozzi en una entrevista que le hiciste en España, ¿cómo accediste a ella? ¿cómo se mantuvo ese vínculo a lo largo del tiempo?

  • A mis 24 años, yo escribía poesía. Un amigo me regaló un libro de Juana, lo leí y me encantó. Él editaba en Adriana Hidalgo, la misma editorial de Juana y me dijo que, si quería, me conseguía el teléfono. Habían pasado ya 30 años desde los primeros libros que ella había publicado y yo los leía en el año 2000 sin ninguna distancia, algo que no era tan fácil con poetas de su generación. Eso me impactó. Me pregunté qué sería de su vida, qué haría en Europa. Entonces, en un viaje que hice de mochilera, fui a Barcelona y la entrevisté. Me impactó su temperamento: tenía algo muy atractivo, era muy graciosa y muy malvada. No tenía falsedad, que lamentablemente veo muy común en el mundo cultural. Ella te decía las cosas frontalmente. Recuerdo haber ido al encuentro con la entrevista, los datos, todo prolijo. Y terminamos hablando de cualquier otra cosa, que fue lo más entretenido. Hubo química, buena onda.

A partir de ese momento Juana me incorporó. Me dijo: «Bueno, yo ahora en un mes vuelvo a Buenos Aires, anotate el teléfono, hablamos y nos vemos». Y desde entonces cada vez que venía a la Ciudad nos veíamos. Me presentó a un montón de poetas más jóvenes que ella y más grandes que yo, a quienes, de algún modo, ella me quería acercar. Poetas que, aún hoy, son amigos míos. Diría que fue mi mentora. Yo la seguía a todos lados donde leía, era su lazarillo. En un momento, ella también me empezó a pedir cosas, como que la presente en lecturas: Fue muy lindo eso.

Sin embargo, así como el temperamento y la fuerte personalidad de Bignozzi hacían de ella una mujer única y fascinante, también podían tornarla intensa y demandante, al punto que conocidos y amigos suyos fueron alejándose paulatinamente. “Una vez me llamó al Liceo Cultural Británico, donde yo trabajaba para decirme: ‘Vanina, ¡Hace cuatro días que no hablamos!’”, recuerda Colagiovanni sobre este aspecto.

¿Cómo equilibraste en el libro las dos partes de Juana, tanto su lado generoso hacia las nuevas generaciones, pero a su vez esta personalidad demandante y algo temperamental?

  • En un momento me di cuenta de que hablar de Juana sin mencionar su parte crítica, era mostrar la mitad del cuadro. Todos los que la conocimos sabemos que eso era caracerístico y parte de lo que nos atraía y gustaba de ella, porque era muy graciosa, te podía destruir una revista en una frase. El tema era cuando se la agarraba con vos o con alguien que querías: ahí lo sufrías. Pero incluso así, uno entendía que era una persona muy singular, que tenía muchas cosas valiosas y, entonces, dejabas pasar las otras.

Además, Colagiovanni destaca que Bignozzi era una gran compañera, en el sentido de que apoyaba a sus amistades. Recuerda que, en sus comienzos en Gog y Magog, editorial en la que actualmente trabaja y con la que editó esta biografía, Juana acudía a las múltiples presentaciones en bares o en el Abasto, a cualquier hora, con música que no le gustaba y se quedaba hasta el final. Tal vez, este aspecto relevante de la personalidad de Juana haya sido inspirador para dar origen al título del ensayo biográfico, Todo se une con la noche. “Era como una joven en el cuerpo de una señora grande. Tomaba un montón, se acostaba mucho más tarde que todos, tenía una vida recontra activa y a la vez le gustaba trasnochar”, asegura Vanina. También, la noche era su laboratorio, su lugar de experimentación, escritura, lectura y traducción. Esa nocturnidad y el vínculo que mantenía con las nuevas generaciones era una forma de seguir activa como poeta. Jóvenes poetas que hoy, ya adultos, difunden y comparten el legado de Juana, la mantienen con vida.

Colagiovanni cuenta que parte de su interés en realizar la biografía tiene que ver con la amistad que mantuvo con Bignozzi, y además, con el interés de retratar una generación particular, la de los sesenta, que supo tener fuertes convicciones y apego a ciertas ideas e ideales, poco miedo a la pelea, a la discusión y al debate. Características que la autora ve diluidas en la contemporaneidad: “Tanto literariamente como a nivel del campo cultural en general, traté de que estuvieran presentes esas otras dinámicas de aquellos tiempos”, agrega.

A pesar de haberla conocido, ¿creés haber descubierto algo nuevo de ella en el proceso de escritura de la biografía?

  • Sí, varias cosas. En principio, fui al archivo, que no es enorme, pero son seis o siete cajas con todos sus papeles: documentos, pasaportes, la libreta universitaria, entre otros, y me sirvieron para contrastar datos con las entrevistas, tanto las que brindó ella como las que hice a sus amigos y conocidos, quienes muchas veces no recordaban fechas exactas o direcciones. Ahí hubo un montón de datos y detalles que se desambiguaron, se confirmaron; eso fue impagable, muy valioso. Después, descubrí muchas notas que, por ahí, iban a ser futuros poemas; porque ella escribía mucho y después con eso armaba como un rompecabezas, cortaba y pegaba. Estos protopoemas hablan mucho sobre ella, por ejemplo, de cómo se sentía en su duelo por el marido, que muere inesperadamente, poemas que le escribe a él y que me hicieron rever cómo yo veía la relación de ellos, y cómo la propia Juana la consideraba.

Asimismo, la autora asegura que recopiló numerosas anécdotas, alegres y trágicas, que vivió Bignozzi con sus amigos y conocidos. Incluso, menciona que una vez publicado el libro, aún hoy, le llegan mensajes de personas que han vivido momentos icónicos con la poeta. “Una de las cosas que me dijeron, que me emociona mucho, es que la ven a ella ahí en el libro, que sienten que está. Para mí ese era el objetivo. Ya está, si eso sucedió, perfecto.”

Bignozzi tuvo ciertos conflictos con el feminismo y, sin embargo, sus poemas son reivindicados actualmente por feministas, ¿cómo lo explicarías?

  • En momentos donde las mujeres no tenían voz, donde era muy difícil que se pusieran a discutir de igual a igual sobre un texto literario o sobre política, ella estaba ahí sosteniendo un lugar y una voz. En los años ochenta, la palabra feminismo no era lo que es hoy, estaba muy bastardeada. Había algo de la palabra, del vocablo, del término que incomodaba; no eran muchas las mujeres que se identificaban como tales. Ahí Juana discutió con las feministas. También, esto es una lectura propia, ella se llevaba mal con esa generación en general: mujeres y hombres. No le interesaban políticamente. En cambio, se llevaba muy bien con los de los sesenta y con los jóvenes de los noventa. Con lo que hubo en el medio, no. Sin embargo, al avanzar el tiempo, Juana sí conectaba con las feministas de los años 2000. Sí estaba a favor del aborto, sí tenía clara la defensa de ciertos derechos. No es que estaba en contra del feminismo porque no era progresista, sino que discutía con esa generación. Hoy, por ejemplo, vos la leés y tiene versos que son súper feministas, momentos de su poesía donde de lo que ella está hablando es de eso, más allá del vocablo.

En el libro contrapones la utilidad a la poesía, ¿en qué consiste esta idea?

  • Para mí la poesía tiene algo con la falta de utilidad, con la idea de que es totalmente prescindible, que no tiene un uso concreto y a la vez es absolutamente fundante y fundamental en la vida. Escapa a la lógica utilitaria, ¿para qué sirve un poema? Para explicarte algo de vos mismo, para reconfortarte, para darte una idea, para hacerte reír, pero no sirve para ‘algo’. Juana en un momento se lo pregunta: para qué sirve un poeta, qué tiene que hacer un poeta. Un poeta tiene que escribir, tiene que escribir bien, tiene que leer. Bueno, hay algo de eso, de que cuando se deja de lado la utilidad llega la poesía. Cuando se pierde la búsqueda del sentido práctico llega lo que no es para nada práctico y a la vez es esencial en la vida.

Para mí la poesía tiene algo con la falta de utilidad, con la idea de que es totalmente prescindible, que no tiene un uso concreto y a la vez es absolutamente fundante y fundamental en la vida.

Vanina Colaggiovanni

Aún así, y a pesar de querer trascender como poeta, Bignozzi no publicó ningún escrito durante los años que vivió en España. “Fue el lapso de su vida que queda más de incógnito, con más preguntas. Mi lectura es que para ella la escritura siempre era con otro y al estar en España no tenía ese otro, entonces no le interesaba publicar sin que hubiera alguien que le devolviera una lectura”, menciona Colagiovanni.

De esta manera, la poeta recién retomaría su actividad literaria en su vuelta a Buenos Aires, cuando ve que hay un nuevo horizonte de lectores: se reencuentra con su amigo José Luis Mangeri, quien propone a Bignozzi realizar la segunda edición de uno de sus libros más famosos Mujer de cierto orden. “Yo creo que la clave para que ella volviera fue ver que podía volver literariamente a Buenos Aires, y después concretarlo, volver físicamente. Encontrar que había una posible lectura y un posible horizonte donde sus libros fueran recibidos. Y es lo que pasó”.

Colagiovanni recuerda que la idea de contar esa vida tan particular nació en forma de ensayo y error: tres o cuatro veces tiró intentos de la biografía a la basura, como sucedió con el primero, que esbozó en una escapada a Tigre para evitar el calor de la Ciudad. Ese bollo de papel al cesto fue el embrión de esta biografía. En un momento, comenzó a escribir un cuento sobre “una poeta joven que conoce a una poeta mayor”. No había nombres. Era un relato ficcional. Luego de escritas algunas páginas y al mostrárselo a una amiga cayó en cuenta que la joven poeta era ella misma y la mayor, Juana. En el fondo, la autora reconoce que “venía juntando todo sobre ella desde que la conocí, lo tenía todo guardado. En cierto punto, hace 20 años que la vengo escribiendo en mi cabeza”.

¿Qué te motivó a hacer una biografía sobre Juana Bignozzi?

  • Me di cuenta que todavía había mucho por decir sobre ella, no había nada escrito. Como editora, vi esta vacancia no solo sobre Juana, sino también sobre otros poetas cuyos libros están en preparación: Irene Gruss, Héctor Viel Temperley y Arnaldo Calveyra. Aspiraba a que quieran ir a buscar qué hay de Juana, sus poemas. La quería volver a traer al presente. También me motivó desde el feminismo: hay muchas biografías de escritores hombres, particularmente narradores, como Rodolfo Walsh, Borges, Bioy. Pero de escritoras mujeres, salvo Pizarnik, no hay tanto. Incluso, las que hay de Pizarnik se enfocan mucho en la parte sufriente de ella.

Una vez que terminó de escribir el libro, Colagiovanni recuerda haberse sentido desahuciada: de alguna forma Juana la había estado acompañando ‘místicamente’ en los dos años que duró el proceso de escritura. De todas formas rescata que contar una vida, así como leerla, sirve para ver la propia. De alguna manera, las biografías permiten mirarnos a nosotros mismos.

«Una compra más racional y menos impulsiva»

«Una compra más racional y menos impulsiva»

Este lunes termina la Feria del Libro, que presentó una caída de ventas en relación al año pasado pero no tan pronunciada como lao que esperaba la industria editorial.

“¡Te compraste tres libros y todavía no llegamos ni al Pabellón Verde!”, le dice una mujer a su hija, calmándola con una mano en el hombro. El recorrido de la Feria, si se entra por Plaza Italia, empieza en el Pabellón Ocre y sigue por un túnel de carpa hasta los pabellones Azul, Verde y Amarillo. En el sector Informes se pueden obtener mapas, que los visitantes abren, consultan y comparten con curiosidad.

En el primer pabellón se encuentran los stands de las provincias con títulos de autores locales. En el Azul están las editoriales y librerías de cooperativas con ofertas que van del clásico 2×3 hasta títulos por 600, 1.200 y 1.500 pesos. Por último, en los pabellones Verde y Amarillo aparecen los grandes grupos editoriales y librerías, como Cúspide, El Ateneo, Grupo Planeta y Penguin Random House, con nueve diferentes promociones bancarias para sus clientes. El precio de colocar un stand en la Feria depende del pabellón: el Verde es el más caro de todos y el de mayor cantidad de metros cuadrados. La Feria cuenta con 1.500 espacios disponibles, y este año, al igual que el anterior, fueron todos ocupados.

Nicolás, expositor de Grupo Planeta, afirma que este año la cantidad de visitantes disminuyó respecto del año pasado, pero no tanto. “La Feria de 2022 se hizo después de dos años de pandemia, por eso tuvimos más gente”. De todas maneras, “en la segunda semana de esta edición observamos un incremento del volumen de personas, cosa que no estaba prevista”. En cuanto a la decisión de compra, “hoy las personas vienen sabiendo lo que quieren llevar, algunos hasta traen una lista hecha a mano, o en las notas del celular, con los títulos de los libros o los autores”. Belén, su compañera, plantea: “Lo que vemos hoy es una compra más racional que impulsiva; la crisis económica afectó el comportamiento del consumidor en general, y el de los lectores en particular”.

Desde el Grupo Planeta, que concentra a editoriales como Seix Barral, Booket y Tusquets, señalan que el top tres de títulos más vendidos este año son Blanca, la niña que quería volar de Benjamín Vicuña, La Gioconda y Leonardo de Daniel López Rosatti, y El nudo de Carlos Pagni. En cuarto y quinto lugar se encuentran la obra completa de Enrique Pichon-Rivière, Del psicoanálisis a la psicología social, y Hábitos atómicos del empresario estadounidense James Clear.

En Riverside Agency, ubicada en el pabellón verde, los expositores sostienen que entre los títulos más solicitados se encuentran Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez (que ya va por su 29º edición), Fortuna, de Hernán Díaz, ganador del premio Pulitzer de este año, y Literatura infantil de Alejandro Zambra, todos ellos editados por Anagrama.

En el stand de la librería Cúspide, a diferencia de otras, hay que hacer fila para entrar. Para sus expositores, el gran protagonista de esta edición es el público joven. “Los ejemplares de la saga de Alice Keller salen como pan caliente. También los escritos de Wattpad”, afirman. En Kel Ediciones, la distribuidora de libros en inglés, la fila de personas para abonar rodea todo el stand.

Carlos Díaz, editor y director de Siglo XXI, dedicada a las Ciencias Sociales y Humanidades, reflexiona: “Arrancamos bastante mejor de lo que esperábamos para esta coyuntura económica tan complicada (las Jornadas Profesionales previas coincidieron con la corrida del dólar). La Feria de 2022 fue inesperadamente buena, así que nos estamos comparando con un año extraordinario. Hoy estamos un poco abajo en ejemplares, pero lo consideramos un buen resultado en este contexto, y miramos con optimismo los días que quedan”.

“Soy de Lanús y vine a pasar la tarde con amigas. Terminé gastando más de lo que tenía pensado”, confiesa Cecilia, entre risas. En su bolsita lleva tres ejemplares de Milan Kundera. Según los números publicados por la Fundación El Libro, hasta el cierre de esta nota la Feria registra más de 1.180.000 visitantes. En la edición de 2022, el número cerró en 1.324.500 personas.

Sin embargo, los visitantes no son los únicos compradores de libros. Según informan desde Grupo Planeta, la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) –fundada por Domingo F. Sarmiento en 1870, hoy integrada por más de 1.500 bibliotecas de todo el país– compró con un 50 por ciento de descuento miles de ejemplares. Esto es gracias al programa Libro%, lanzado por el Ministerio de Cultura de la Nación, que implica un acuerdo comercial del 50 por ciento off entre editoriales, bibliotecas populares y libreros durante las Jornadas Profesionales de la feria, que se realizan en los tres días previos a la apertura al público general.

Campeones del mundo, también en literatura infantil

Campeones del mundo, también en literatura infantil

Distinguida como la mejor obra de ficción infantil en la Feria del Libro de Bologna -la más importante del mundo en el género-, «Todo lo que pasó antes de que llegaras» relata con humor y sencillez la visión de un niño a su hermanito por nacer. Yael Frankel, su autora, cuenta cómo lo hizo.

Ilustradora  y escritora de libros infantiles, la argentina Yael Frankel acaba de ser premiada en la Feria Internacional del Libro de Bologna, Italia -la más importante dedicada a la literatura infantil-, por su libro Todo lo que pasó antes de que llegaras, en la categoría de ficción.

La Feria se realiza desde 1963. Ganar el Bologna Ragazzi permite al autor y a la editorial (en este caso Limonero) llevar sus libros a la industria internacional. El reconocimiento a Frankel le será entregado en la 60º edición de la Feria, entre el 5 y el 8 de marzo próximos.

En diálogo con ANCCOM, Frankel cuenta su predilección por el mundo narrativo gráfico infantil, la relación texto e imagen y su satisfacción por el galardón logrado.

Sos diseñadora gráfica, ¿cómo llegaste al universo de los niños?

En mi trabajo estuve mucho tiempo haciendo packaging de juegos para chicos, muchos de ellos ilustrados. Hasta que me di cuenta  que quería que pasar a algo más con las ilustraciones, que no estuvieran quietas en una caja o en una bolsa. Pensé que para darles vida tenía que darles movimiento. Y la narración es eso, ¿no? Quería contar historias y supuse que el mejor soporte para eso sería un libro para chicos.

¿Cómo fue el recorrido?

Me anoté en cantidad de talleres de ilustración, muchos de ellos con profesionales que admiraba y que admiro, y fui aprendiendo mientras hacía, probaba, jugaba, armaba y desarmaba historias… Un día llevé una de esas historias a una editora italiana que fue la primera que me publicó. Y a partir de ahí seguí haciendo, mostrando, participando en todo lo que pudiera tener que ver con la literatura infantil.

En Todo lo que pasó antes de que llegaras un niño le cuenta a su hermano por nacer el mundo familiar y cotidiano con el que se va a encontrar. ¿Cómo se narra con imágenes y se reproduce el habla y la perspectiva de un niño?

Soy la menor de cuatro hermanos, la última incorporación a la familia de origen, así que tuve y tengo tres voces que me cuentan cosas diferentes de los años que compartieron sin mí. Una de las cosas que me ayudó mucho con este libro fue el uso del papel carbónico. Encontré el material que me dio la posibilidad de imitar el trazo de un nene, bastante desprolijo y libre. Lo demás vino dado con la composición de las imágenes y de la historia, algo que fui haciendo a medida que avanzaba, sin demasiada conciencia del proceso.

«Primero, recibir un premio siempre es una alegría enorme. Segundo, Francia», se ríe Frankel.

Tu obra fue seleccionada entre 2.249 títulos de 59 países de los cinco continentes. ¿Qué implica recibir un premio como este?

Primero, la alegría de recibirlo. Segundo, Francia (risas). Un premio siempre es una alegría enorme. Y en este caso se multiplica por mil por lo que significa la Feria de Bologna.