“Contar historias me da una vida”

“Contar historias me da una vida”

Con textos inéditos y otros ya publicados, el periodista y escritor Alejandro Seselovsky presenta su tercer libro, «Negro argentino», e invita a mirar de frente aquello que, muchas veces, preferimos esquivar. La distancia entre lo vivido y el relato.

Editado por Orsai, Negro Argentino condensa dos décadas de trayectoria del periodista Alejandro Seselovsky en diversos medios de comunicación. A lo largo de 15 crónicas, el autor explora la vida de personajes entrañables de la cultura popular, se adentra en territorios incómodos y también narra pasajes de su historia personal.

Catorce años después de Trash: retratos de la Argentina mediática, Seselovsky vuelve al libro para explorar la carga simbólica de la palabra “negro”, una moneda al aire que puede caer y ser utilizada como insulto o como gesto de afecto, según el contexto y quien la pronuncie. Entre los textos, se destacan historias como la del asesinato de Fernando Báez Sosa, la de Damas Gratis como emblema cumbiero y su propio relato de nacimiento y adopción.

Profesor en la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA –donde además formó parte del equipo de editores de ANCCOM–, Seselovsky repasa el proceso de creación del Negro Argentino, reflexiona sobre la curaduría de las crónicas y explica por qué el cuerpo es la única verdad desde la cual se puede escribir.

¿Cómo surgió la idea del libro?

Fue una curación y búsqueda en conjunto con Carolina Martínez, mi editora en Orsai. La idea comenzó hace un año. Yo no tenía libros publicados en esta editorial y hace rato veníamos pensando cuál podría ser. Al principio se iba a llamar Fronteras e íbamos a hablar de las que yo había cruzado, tanto físicas como simbólicas, por ejemplo, la del nacimiento y mi adopción. En ese momento, empecé a pensar que el libro debía ser algo más íntimo y apareció Negro Argentino, una recopilación de crónicas que hice en estos 20 años de trabajo como periodista en distintas plataformas. Este libro es un hilvanado de piezas sueltas que, siendo bien entretejidas entre ellas, aceptan componer, entre todas, una nueva unidad que las contenga.

¿Cómo fue el proceso de selección?

Lo que hice fue hilvanar, reposar, volver a ver y tratar de encontrar una unidad de sentido para cada una de las piezas, porque lo que hay es una colección de negros argentinos. Está el trabajador golondrina que va a laburar a la mina de carbón y muere. Está el apodo “muqui”, que utilizaban algunas modelos para referirse a Carolina ‘Pampita’ Ardohain a principios de los 2000. Y también está la historia de Damas Gratis, que se reivindica como un grupo cien por ciento negro cumbiero. Entre todas hablan de distintos aconteceres y distintas vidas, pero todas hablan del mismo sujeto, el negro argentino, que no es afrodescendiente, sino que es medio mestizo, medio morocho. De hecho, el libro empieza conmigo, contando mi nacimiento como hijo de una mucama y mi posterior adopción. Me pareció que ese nacimiento organizaba también un principio para el libro, eran dos comienzos dándose la mano.

La verdad está en el cuerpo. Voy a tratar de que la distancia entre verdad y representación sea la más corta posible, pero nunca la voy a poder evitar.

Alejandro Seselovsky

 

Es un libro personal…

Sí, incluso tiene mi cara en la tapa por elección de mis editores. Yo no lo sugerí, pero lo acepté porque el editor es socio, nunca enemigo. Se puede tener miradas distintas sobre la estructura u otras cuestiones, pero el editor siempre va a querer un gran texto. Para el cierre elegí un trabajo inédito sobre la Guerra de Ucrania y lo que pude ver de ella con ojos argentinos. Es un relato que está escrito en tercera persona porque soy yo mirándome a mí mismo y en el que pude dejar salir todo lo que tenía dentro. Soy muy apasionado de lo que hago y por eso a los 53 años, después de 30 en esta profesión, sigo haciéndolo. Estoy contento de contar historias y que eso me dé una vida.

En tus crónicas el territorio juega un rol fundamental, ¿cómo te preparás?

La crónica es llevar el cuerpo al territorio, ir como una hoja en blanco y dejar imprimirse por la experiencia vital de estar ahí. La crónica territorial, de ir a un recorte chiquito del mundo, que puede ser un desfile de moda o una inundación, para mí es la más linda porque permite dejarse atravesar por lo que ocurre ahí. La experiencia vital imprimida en el cuerpo del cronista es lo que cuenta para la formulación de la crónica. Y ese es mi modo de trabajo predilecto. A veces lo puedo hacer, a veces no. Sin embargo, no todo es una crónica.

 

¿Qué debe tener una vivencia para convertirse en crónica?

Uno solo: que te haga girar la cabeza. Me enseñaron hace poco el término inglés rubbernecking, que tiene que ver con la idea de tener un cuello de goma. Cuando algo te hace girar la cabeza es porque se quedó con tus sentidos, con tu sistema nervioso, tu fascinación, tu espanto o con tu capacidad de maravillarte. Cuando algo te hace girar la cabeza, hay una crónica. Si te tomó el cuerpo, se escribe. Eso es todo. Cuando sentís que hay algo en la calle, en tu casa o en donde sea, que se quedó con tu sistema perceptivo por un instante y te dejó adentro de un punto de fascinación, hay que prestarle atención. El cuerpo informa sobre qué hay que escribir. Hay que estar atento a los asombros, porque tienen la condición de ser fugaces. Uno no está todo el día asombrado, sino que es una condición contingente, es algo que de golpe se quedó con tu atención y que el cuerpo te está avisando que ahí hay algo para escribir. Así se encuentran las crónicas y los textos.

¿Cómo pensás el vínculo entre lo que vivís y lo que llega al texto?

El cuerpo para mí es la única verdad. El lenguaje no es importante, porque va a entregar representación, pero no es la cosa. El lenguaje la mata, hace que desaparezca, porque la cosa no se puede transferir. La verdad es indecible. Vos vas al territorio, vivís lo que vivís ahí y eso es lo que se puede contar. Pero por bien que lo cuente, nunca el lector va a sentir el balazo de goma que sentí yo. ¿Por qué? Porque no puedo entregar la verdad del cuerpo que yo viví, sino que entrego la representación de la verdad del cuerpo que yo viví. Solo la representación. El lenguaje no me permite ir más allá. El lenguaje es incapaz de transferir la verdad de la experiencia vital, sólo puede representarla. Lo importante es el cuerpo percibiendo el mundo. Después, cuando lo escribo, eso va a ser sólo representación. Este es mi esquema de laburo. La verdad está en el cuerpo. Voy a tratar de que la distancia entre verdad y representación sea la más corta posible, pero nunca la voy a poder evitar. Frente a eso, voy a dejar la vida en la representación, para que se acerque lo máximo posible a la verdad de lo que me pasó.

Malvenido Cifelli

Malvenido Cifelli

Con abucheos al secretario de Cultura de la Nación, abrió la edición 2025 de la Feria del Libro. El discurso inaugural estuvo a cargo de Juan Saturain, quien criticó la figura de Best Seller; puso en valor al guionista de aventuras Héctor Oesterheld –desaparecido por la dictadura militar-y, elogió a los presidentes que leían y proponían debates. También advirtió sobre aquellos que perdieron la vergüenza, en un discurso lleno de entrelíneas, dedicado a los buenos entendedores. Reivindicación colectiva a Osvaldo Bayer.

La Feria del Libro volvió a abrir sus puertas en Buenos Aires como quien insiste en un ritual ancestral: con libros, multitudes, y una sensación compartida de estar participando, aunque sea por un rato, de algo que revitaliza. Sin embargo, esa apertura y cordialidad con el público en general, tuvo su interrupción en el Restaurante Central. Allí, donde se realizó el acto inaugural de la Feria, primó la exclusividad y el corporativismo: para poder acceder a la sala, decorada con arañas y luces azules, era necesario contar con una invitación otorgada por la Fundación El Libro, de la cual no se difundió información previamente, lo que provocó dificultades para el ingreso de la prensa. Entre los afortunados que recibieron la invitación, se encontraban en primera fila los funcionarios del Gobierno de la nación y de la Ciudad de Buenos Aires, directores de editoriales, representantes de la monarquía de Arabia Saudita -su capital, Riyadh -ciudad invitada en esta edición- y personalidades de la cultura afines al oficialismo, como el caricaturista Nik.

El encargado de dar inicio al evento fue el flamante Presidente de la Fundación El Libro, Christian Rainone, quien, en su discurso, estableció una marcada diferencia discursiva con su antecesor Alejandro Vaccaro, buscando el consenso con las autoridades nacionales y enfocando sus palabras más en convencer a los editores y empresarios que en interpelar a lectores y escritores. Con un tono empresarial y diplomático, afirmó que el eje de su gestión es “consolidar un escenario donde vivan armónicamente el valor de la tradición y la fuerza de la innovación”.

Siguiendo esta línea, Leonardo Cifelli, Secretario de Cultura de la Nación, hizo su primera aparición en la feria tras su ausencia el año pasado por las diferencias con Vaccaro. Cifelli le agradeció a Rainone por “haber impulsado un clima de diálogo respetuoso, constructivo y comprensivo con la realidad que atraviesa nuestro país. Su decisión de dejar atrás el tono politizado y confrontativo de las ediciones, pasadas abre una etapa renovada y valiosa», sosteniendo que «la política partidaria no debe intervenir en la cultura y mucho menos debe ser el motivo de gastos innecesarios», lo que provocó el abucheo de escritores y fotógrafos que, al grito de “mentiroso” y “caradura”, expresaron su desacuerdo. Este escenario se volvió a repetir cuando Cifelli le agradeció a Karina Milei por su “respaldo constante que ha sido clave para poder estar presente hoy”.

El secretario de Cultura, Leonardo Cifelli, pronunció su exposición en medio de constantes abucheos y silbidos.

 

Luego de las intervenciones, menos tensas y polémicas de Jorge Macri -jefe de Gobierno de Buenos Aires- y de Abdulatif Alguacil -Director Ejecutivo de la Comisión de Literatura del Ministerio de Cultura de Arabia Saudita-, finalmente llegó el turno del escritor, poeta, periodista, guionista, editor´, docente y exdirector de la Biblioteca Nacional, Juan Sasturain. El autor de Manual de Perdedores comenzó su discurso de más de 26 páginas -lo que fastidió a algunos de los presentes- y con su habitual tono satírico y humorístico destacó la “sensación de impostura en esta arena de lo que no deja de ser un circo”, seguido de la dedicatoria al rosarino Roberto Fontanarrosa con un chiste suyo para ilustrar la situación: “Ahora correspondería que, como en el chiste memorable, aparezca el presentador y con megáfono le explique al público presente: ´Señores y señoras, por ausencia del hombre bala, les ofreceremos una perdigonada de enanos…´ Y en el dibujo de Fontanarrosa aparecían los cinco enanitos asomados a la boca del cañón”.

Durante más de una hora, Sasturain realizó un recorrido por diferentes escritores y poetas latinoamericanos e hispanos, desde Discépolo, José Hernández y Maria Elena Walsh hasta Federico García Lorca, Nicanor Parra y Antonio Machado, pasando por los clásicos Jorge Luis Borges, Julio Cortazar y Adolfo Bioy Casares. En medio de citas memorables y chistes ácidos y sutiles, Sasturain destacó la importancia de recuperar el debate en la Feria del Libro entre voces diversas y posiciones contrarias: “Todavía oír se dejan sordos ruidos de escarceos y esgrimas ideológicas, brillos de espadas dialécticas, gestos de justa, libre y soberana argumentación nacional ante el discurso imperioso, presuntamente docente, de la mirada ajena. Porque no hace tanto tiempo –había una presidente lectora entonces- que el brillante escribidor que acaba de partir llevándose la justa gloria literaria, el Nobel y el apoyo explícito a flagrantes depredadores como gesto final, se cruzó con nuestro propio sensible argumentador serial: entre el penúltimo Vargas Llosa y el brillante objetor Horacio González acá, en diferido, se confrontó de lujo”.

Juan Sasturain brindó un discurso inaugural lleno de entrelíneas, como en los años más oscuros del país.

 

Para una mejor estructuración de su discurso -para el que recurrió, según sus palabras, al IA (Ingenio Argentino)-, Sasturain eligió un triple título: Elogio del libro abierto y usado, seguido de una reflexión sobre la idea narrativa de aventurar, con una modesta proposición como colofón y remate no vinculante. En la primera parte, el elogio, realizó un diagnóstico de la industria editorial, criticando a la figura de best seller y destacando la importancia de la lectura: “Escribir, editar, comprar y almacenar libros son actos generalmente saludables para y en el concepto de la equívoca cultura que supimos conseguir. Sin embargo, hay un solo acto central e ineludible con respecto al libro que otorga sentido a todos los demás, que es el fundamento en su origen y el único sostén genuino de su porvenir, de su mera existencia: la lectura, el gesto íntimo, personal, fundante de leer”.

Aprovechando que “la ocasión ha querido que este acto coincida temporalmente con la apoteosis celebratoria y de reconocimiento del autor y de la obra que uno considerara el relato más poderoso generado en la Argentina en la segunda mitad del siglo pasado”, la reflexión giró en torno a HéctorGermán Oesterheld -autor de El Eternauta y desaparecido por la última dictadura militar en 1977- y el acto de narrar la aventura. “Héctor Oesterheld fue un notable contador de aventuras y, por sobre todas las cosas, un hombre bueno y sensible, que contaba aventuras que no necesariamente ´terminaban bien´ pero que dejaban en claro que había razones suficientes para sentirse cerca de sus personajes buenos. Sus buenos no necesariamente ganaban. La vida no era para él una cuenta de resultados o una carrera por llegar antes o ser el mejor. No buscó ni la riqueza ni el poder. Quiso ser coherente, escribir y vivir de acuerdo y sin contradicción con lo que creía. Eso es muy valioso y cuesta caro. Y se gana respeto y admiración y memoria como ésta; pero se paga como en su caso, con la muerte violenta. Este hombre digno, bueno y coherente, que fue el mejor escritor de aventuras que dio este país, además de un ejemplo para uno y para muchos de nosotros, murió asesinado como un perro”.

Sasturain fue el único de los oradores que resultó ovacionado.

Los síntomas de la enfermedad mediante la cual las personas van perdiendo la vergüenza son “la incapacidad de empatía, la agresividad creciente, la flagrante irresponsabilidad y la megalomanía y la consecuente arrogancia”, dijo Sasturain y dejó que cada uno le coloque el sayo a quien corresponda.

Para finalizar, la proposición giró en torno a la vergüenza, introduciendo la noción del Mal de Bierce, una enfermedad social degenerativa mediante la cual las personas van perdiendo la vergüenza, sentimiento que para Sasturain “tiene que ver con la responsabilidad, lindante con la culpa, y es un mecanismo inhibitorio si se quiere de autodefensa o de represión sentimental o ética”. Los síntomas de dicha enfermedad son “la pérdida de la capacidad de empatía, la agresividad creciente, la flagrante irresponsabilidad y la megalomanía y la consecuente arrogancia” Dijo y dejó que cada uno le calce el sayo a quien le corresponde. Enseguida, el escritor propuso: “Cabe estar atentos todos a la aparición –enfrente, a nuestro lado o en el espejo personal- de cualquiera de estos síntomas lamentablemente generalizados. Y obrar en consecuencia, antes de que sea tarde. Mientras sintamos vergüenza habrá esperanza para todos y cada uno. La vergüenza es salud. Brindemos por eso”. Finalizando así su participación, que tuvo como frutilla del postre el reclamo de periodistas y escritores presentes por la reciente decisión del Poder Ejecutivo Nacional de retirar el monumento a Osvaldo Bayer, alzando varias réplicas de papel de su figura.

El escritor y periodista Osvaldo Bayer fue reinvindicado por los presentes frente a la destrucción del monumento que lo homenajeaba en la Patagonia, a cargo de las autoridades de Vialidad.

«No tiren un libro, alguien se ocupará de ver qué se puede hacer con él»

«No tiren un libro, alguien se ocupará de ver qué se puede hacer con él»

Diego Sachella creó el proyecto Bibliotecas de Libros (no) Tirados a la Basura que recolecta ejemplares a punto de ser desechados para donarlos a escuelas, cárceles, instituciones y también a artistas y cartoneros. Cómo se teje solidaridad a partir de la cultura.

La Biblioteca de los Libros (no) Tirados a la Basura comenzó en octubre de 2018 como un grupo de Facebook entre vecinos que compartían libros, pero rápidamente creció y se transformó en una iniciativa de mayor alcance. Creada por el docente Diego Sachella, el objetivo principal de la Biblioteca es ofrecer un refugio para libros que, de otro modo, serían desechados.

 

El grupo formado en la red social ya reúne a más de cinco mil miembros y es el punto neurálgico donde se gestionan las donaciones y se facilita la circulación de los ejemplares. Gracias al compromiso de sus integrantes, que abarca no solo la donación sino también el traslado, los libros han llegado a instituciones como escuelas, universidades, hospitales y cárceles de todo el país.

 

En diálogo con ANCCOM, Sachella reflexiona sobre la importancia de fortalecer los lazos de solidaridad, el valor afectivo de los libros y cómo el proyecto puede contribuir a la preservación de la cultura.

¿Cómo arrancó el proyecto?

Viví por una década en Alemania y conocí en Münich el fenómeno de las bibliotecas al paso, que estaban ubicadas en las esquinas y en las plazas. Eran bibliotecas que no implicaban mucho más que una pequeña estructura básica como una caja pero que sin embargo eran custodiadas por la municipalidad y sus vecinos. Con el tiempo, además de proveer libros, se encargaron de construir muebles para protegerlos de la nieve, la lluvia y el viento. En lo personal, fue una iniciativa que me pareció increíble ya que me permitió proveerme de libros y aprender alemán, lo cual fue fundamental ya que yo emigré sin saber nada del idioma. Cuando volví a la Argentina, casi como un acto de magia, me encontré en la puerta de mi edificio una pila de libros que pertenecían a la famosa colección Robin Hood. Pese a que estaban impecables alguien los había dejado ahí para tirar a la basura. A partir de esa situación y de recordar lo que había visto durante mi viaje fue que, con el objetivo de generar un espacio en el que todo el vecindario pudiese recurrir a distintos ejemplares, se creó la Biblioteca de los libros (No) Tirados a la Basura.

 

¿Cuándo fue el mayor momento de crecimiento?

A partir de la pandemia comenzaron a aparecer grandes cantidades de libros. Muchas familias empezaron a revisar las bibliotecas de sus mamás, papás, abuelos, abuelas y el proyecto se disparó. Gracias a eso nos han donado bibliotecas ilustres, de personas destacadas de la actividad política, social, académica y artística. Creo que la pandemia potenció la intimidad, la soledad y la necesidad de contacto con espacios que de otra manera no habríamos conocido. Nuestra biblioteca se convirtió en proveedora de museos, universidades, colecciones privadas, investigadores de todas las disciplinas, colegios secundarios y hasta de jardines de infantes. Fue a partir de ahí que se generó una red que todavía hoy se sostiene exclusivamente a partir de personas que tienen que viajar a alguna parte del país y se ofrecen de manera desinteresada a llevar libros a quienes no pueden retirarlos. Para mí eso es conmovedor, porque nosotros no elegimos los libros que nos llegan ni tampoco sus próximos destinos.

 

¿De qué manera se gestionan las solicitudes de donación?

Junto a un grupo grande de personas nos encargamos de contactar o estar atentos a las solicitudes de libros. Hace muchos años encaro cada mes pensando que va a ser el último del emprendimiento y sin embargo nos vuelven a escribir para contarnos que se precisan libros para distintas bibliotecas que jamás me habría imaginado. Desde intrahospitalarias para infancias oncológicas hasta intracarcelarias que requieren lecturas académicas para carreras de Sociología o Abogacía. Incluso museos que nos escriben pidiendo determinados libros que jamás en la vida habríamos sabido qué hacer con ellos. Una de las grandes tareas que hace la gente que nos acompaña es estar atenta a esas solicitudes. Nuestro protocolo para recibir las donaciones depende mucho de la primera clasificación que hagan quienes nos lo acercan, desde comentarnos en qué estado están hasta la cantidad y de qué género son. Si nos llegan embalados y más o menos rotulados es más fácil su destinación. Creo que una de las cosas que hemos logrado construir es la responsabilidad de la solidaridad. No es solamente donar, sino cómo hacer para que esa donación tenga sentido y que llegue a un buen destino.

 

¿Hay alguna historia en especial que te haya marcado?

Sí, recuerdo a una señora de 94 años que le pidió a su hija antes de fallecer que se contactara conmigo porque quería una novela de un autor ruso traducida al castellano que había leído cuando su familia había emigrado a la Argentina. En realidad, no tenía que ver con la materialidad del libro sino con lo que contenía. Lo buscamos y finalmente lo encontramos dentro de una caja que estaba arrumbada. La señora alcanzó a leer unas páginas y después de un tiempo su hija me dijo que su madre murió feliz porque pudo leer el libro que le acercamos. Quizás es una pavada, pero ese es el secreto del libro. A mí me emociona mucho esta historia porque tiene que ver con las cosas que uno necesita en el momento en el que va a despedirse de una vida. Algunas personas pueden necesitar un olor, una imagen, una foto, una tela o una canción, pero ella necesitaba un libro. Las formas en las que un libro acompaña son inefables. Es algo que no se puede transcribir o decir en palabras expresas. Posiblemente haya otros objetos que también lo hagan y es válido. Lo interesante para mí es en dónde anclamos alguna expresión de la trascendencia. El libro es una de ellas.

 

¿Cuál es el mayor desafío de la iniciativa?

Que quienes nos contacten puedan entender que el valor de los libros no tiene solamente que ver con el valor afectivo de su herencia sino con lo que un libro puede hacer. En el grupo de Facebook lo que se propone es que las personas sepan que hay libros que tienen un valor como tal y otros que quizás ya no lo tienen pero que tal vez se pueden rescatar de algún modo. Por ejemplo, hay muchos que se los acercamos a los artistas del collage o a los recicladores urbanos de la Ciudad que gracias a su venta pueden tener un plato de comida en la mesa. Le damos a los libros la más noble sobrevida que se les pueda otorgar. Quienes donan o nos acercan esos libros lo saben. Por eso, para mí el mayor mensaje es que no tiren los libros. El libro tiene una sobrevida que no tiene que ver con una valoración mística sino con una valoración de la circulación de los bienes en sociedad.

 

¿Crees que la Biblioteca puede ser una forma de salvaguardar la cultura?

Sí, lo creo profundamente. El problema no es solo que la expresión que construimos como cultura está bastardeada, sino que nos hayan negado la noción de que a diario cada una de las expresiones del ser humano en sociedad construyen cultura. El mensaje de la Biblioteca es: no tiren un libro, alguien se ocupará de ver que se puede hacer con él. Quizás puede terminar, así como está en la Biblioteca Nacional pero también puede servir para darle de comer a quien labura con el cartón a diario porque ese libro ya está en un espacio en el que se lo puede rescatar más allá de la materialidad. No podemos permitir que se nos prive de que cada expresión diaria y subjetiva es una expresión de cultura.

 

¿Qué es lo que más te enorgullece del proyecto?

Que algo pueda cambiar a partir de recibir un libro. Lo más interesante de la biblioteca no son las donaciones sino cuando la gente recibe los libros. Parece mística, pero hace un par de años, salí a la calle un día que llovía y me encontré con una gran cantidad de libros en la basura que se estaban escurriendo por las alcantarillas. Me incliné a rescatarlos y encontré dentro de un libro una partitura firmada por Julián Aguirre, un pianista y compositor argentino de música clásica. En ese momento le escribí a un amigo que es director de orquesta para comentarle mi hallazgo y me dijo que solo existen cinco partituras suyas y que una estaba perdida. Justo era la que estaba en el libro que se estaba yendo a la alcantarilla. Lo interesante está en prestar atención a lo que vemos cuando vemos, que escuchamos cuando escuchamos y que leemos cuando leemos. Quizá la propuesta de la Biblioteca tenga que ver con eso. Con ver de otra manera lo que nos rodea y sentir de otra manera lo que nos pasa. Porque no importa si es una partitura importante o un libro de un autor ruso, sino que eso que está allí es una expresión de la identidad de la memoria y no hay que dejar que se vaya por la basura.

 

“Muchas veces el policía viene de la misma cantera que el ladrón”

“Muchas veces el policía viene de la misma cantera que el ladrón”

Paloma Fabrykant habla de «Diario de Rosario», su novela protagonizada por una productora del programa televisivo Policías en Acción. La autora se nutre de su propia experiencia como periodista para desplegar un lenguaje crudo, distante de la indulgencia o la insensibilidad y mostrar el submundo de la droga, el universo de pobreza, la falta de oportunidades y el rol de la policía como eslabón visible de la corrupción que también abarca a políticos, jueces y fiscales.

La novela Diario de Rosario, de Paloma Fabrykant, empieza, avanza y termina con droga. Narrada en primera persona y a un ritmo frenético por su protagonista, la historia nos pone en los zapatos y la piel de Valentina, una productora de calle para Policías en Acción, en su paso por innumerables allanamientos, pesquisas y crisis personales, cada vez más hundida en el submundo del crimen de “la capital del narcotráfico: la Chicago argentina”. Esta es la realidad que da pista a la ficción:

“[A Valentina] la tuve que hacer recontra atrevida —dice la autora en diálogo con ANCCOM—, como un personaje sin límites, un personaje que se manda muchas cagadas permanentemente. A la hora de describir barrios y situaciones no metí tanta tinta, sino que está más cercano a la realidad; es la parte más documental de la novela”.

Y es que Paloma, como Valentina, fue periodista de calle en el corazón y las suelas de Rosario; los nombres del cartel de Los Monos y Los Funes, sus sicarios y sus víctimas, aparecen a lo largo de la historia desde la propia experiencia de quien la escribe: “Viajé por primera vez igual que Valentina, para hacer Policías en Acción. De pronto cuando uno conoce nada más como turista o tenés amigos que son de ahí te cuentan de lo linda que es la costanera, de las zonas paquetas, y yo fui directo a los peores barrios. Entonces había gente en Buenos Aires que me decía: ‘Ay que lindo, voy a pasar el fin de semana a Rosario’, y yo decía: ¿Rosario? Barrio Toba, Zona Cero, todos esos lugares más complicados eran la única visión que yo tenía. Entonces sí, mi entrada fue directamente al mundo de lo marginal y al submundo de la droga y al universo de la pobreza y de la falta de oportunidades que tiene mucha de la gente que vive ahí”.

En ese escenario, la fuerza que mueve la acción, casi un personaje en sí mismo, es la policía. Y es que el objetivo de Valentina es sacar material jugoso de los procedimientos policiales; “vender el producto”. Para ello necesita que los oficiales le digan el lugar al que se allana, por dónde se entra, a quién ponerle la GoPro. Así, trabajando codo a codo con ellos, la institución se nos muestra desde un lado más íntimo, a ratos miserable, pero también muy humano. Con ello se corre el riesgo de generar el rechazo de potenciales lectores, pero también marca un nuevo paralelismo entre escritora y protagonista:

“Yo, tal cual como Valentina, tenía muchos prejuicios respecto de la policía, hasta empezar a trabajar con ellos y darme cuenta de que son seres humanos —cuenta Fabrykant—. Y son seres humanos que también vienen de instancias difíciles, de sectores marginales de la población. En general, la persona que tiene cierta conciencia de clase suele poner a los trabajadores como los grupos vulnerables, los grupos que necesitan contención. Entonces al ladrón o al que infringe la ley se lo perdona, se lo justifica, porque ha sido excluido. Y muchas veces el policía viene de esa misma cantera, y es una persona que, viniendo de una infancia difícil, viniendo de la pobreza, elige el camino de la ley. Después obviamente se va a corromper, como todo el mundo se corrompe en este país donde infringir la ley es cosa de todos los días. Pero bueno, todo aquel que tenía una visión más justificadora, más perdonadora hacia el humilde que infringe la ley, no la tiene hacia el humilde que se hace policía, cuando en teoría lo hace para proteger la ley”.

Es un escape de los lugares comunes que define la vida de la autora. Hija de la escritora Ana María Shua, Paloma Fabrykant construyó una carrera orientada a comunicar desde la acción: desde crónicas escritas desde las villas miseria, pasando por el trabajo como productora de calle, hasta una dedicación al jiu-jitsu que le valió una carrera en vale-todo (sus sumisiones y KOs desde el grappling todavía se encuentran en youtube); el curso de corresponsal de guerra que le permitió trabajar en Campo de Mayo, donde enseñó esa arte marcial, lo que le posibilita hablar con propiedad sobre el envío de fuerzas armadas a Rosario:

“[Al ejército] no lo podés poner a trabajar con civiles, porque todas sus hipótesis de conflicto son para una guerra. Una guerra es una situación donde el enemigo no vale nada; al enemigo hay que matarlo. Es una situación horrible, a la que uno nunca quiere que llegue nuestro país, pero cuando vos sacás al ejército es para matar. No lo podés hacer con civiles, ni siquiera contra el narcotráfico, porque la gente que está trabajando para el narco son civiles, son personas humildes que fueron llevadas por vidas difíciles a hacer estos trabajos. No son el enemigo. Y al ejército vos no lo podés ‘reentrenar’ como si fuera policía, porque ya está entrenado para repeler y matar. Es un entrenamiento completamente distinto que el de un policía, que tiene que tener habilidades blandas, hacer inteligencia hablando, poder detener a una persona y esposarla sin romperla, sin lastimarla, sin dispararle —Fabrykant sentencia—. La policía es una fuerza civil, puede trabajar con civiles; el ejército es una fuerza militar, sólo tiene que enfrentarse a otros militares”.

Después de un año en el que el actuar de la policía ha estado en el ojo del huracán, estas lecturas pueden pasar por acríticas. Pero lo que caracteriza el trabajo de la autora no es la indulgencia ni la insensibilidad, sino la crudeza: “El poli es el estrato más bajo: arriba están los políticos, los jueces, después los fiscales y por último el poli. Estás culpando de toda una red de corrupción al último eslabón de esa red. Al final, enfrentar a la corrupción y al narcotráfico es una misión demasiado grande, que si la querés hacer de verdad probablemente te maten. Pero ir a escupir a un policía no va ayudar a nadie”.

Una escritura en anfetaminas

La crudeza de este Diario de Rosario está en los hechos que narra, pero también en el lenguaje que utiliza: “Los detenidos estaban en el piso, con las manos en la espalda pero sin esposar. Tirados en el piso, quietos y callados sin las marrocas. La biaba que les tienen que haber pegado a esos cristianos para que estuvieran así”, se lee entrando a la novela. Lo que se elige contar es un hecho de violencia policial, y se hace en un tono que combina rigor periodístico, jerga coloquial y lunfardo antiguo. La narración no es apologética ni condenatoria, tampoco cae en la impostación sobreactuada ni en los manierismos. Es una voz a fin de cuentas muy propia, de la cual la autora confiesa: “No sé cómo sale”.

Desde ese lenguaje, los hechos violentos se suceden a un ritmo atrapante, con la misma adrenalina que empuja a la protagonista. Como a ella, nos cuesta pararnos a reflexionar, pero aun así quedan marcas. El peso de la realidad siempre se impone:

“La ficción se escribe siempre tomando cosas de la realidad, cosas que a uno le dolieron, cosas de la imaginación —dice Fabrykant a partir de un ejemplo de la novela: la búsqueda de una niña desaparecida—. Lo de Sheila es muy particular porque yo lo tomé de un caso real, pero que no ocurrió en Rosario. Esto es todo ficción, pero a Sheila decidí no cambiarle el nombre. Sheila es una niña que realmente fue desaparecida y bueno, encontrada, asesinada. A mí me tocó muy de cerca porque estuve en el rastrillaje y en el momento en que apareció el cuerpo, y eso es algo que te marca; te marca porque es dolorosísimo —cierra la autora, que luego desliza—. Después de Rosario, yo quedé un poquitito traumatizada, la verdad, y dejé de hacer el periodismo de calle que había hecho muchos años”.

Paloma Fabrykant es hoy productora creativa de “Bendita”, un programa al que ella misma describe como “de un humor totalmente liviano”. Y en Diario de Rosario, pese a los temas que trata, también hay muchísimo humor. Es una novela para leer de una tirada, “rayas largas que desaparecen rápido”, lo que parece una marca del trabajo de su autora:

“El objetivo para mí como escritora es que el lector pase un buen momento, quiera leer la siguiente línea, quiera sentir que está fuera de su vida cotidiana y se enganche como quien mira una película. A mí me gustaría que la literatura recuperara ese poder, que hoy pareciera que sólo lo tiene el cine o una serie. Leer no tiene que ser necesariamente para pensar, ni para ser más inteligente, ni para ser estudioso: tiene que ser una actividad de placer”.

Un cuento para cada infancia

Un cuento para cada infancia

La cooperativa Seguí es una editorial que publica cuentos y fabrica juegos en temas de diversidad, equidad y derechos. No solo contempla contenidos inclusivos sino también formatos amigables para chicos con discapacidad.

La cooperativa Seguí, un grupo conformado por mujeres profesionales, se dedica a la creación de cuentos, juegos y juguetes accesibles y sostenibles con el objetivo de eliminar las barreras que limitan el desarrollo de niñas y niños. Aunque su labor no se reduce únicamente al entretenimiento, sino que también busca la educación y la sensibilización en temas de diversidad, equidad y derechos. “Queremos ser un puente que amplifique esa voz de las infancias”, expresó Paola López Cross, una de las integrantes del proyecto.

Así, a lo largo de estos últimos años ha recibido reconocimientos por parte del entonces Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, la Secretaría de Economía, la Legislatura porteña y otras instituciones. En diálogo con ANCCOM, las integrantes principales de Seguí, López Cross y Noelia Bertola, hablaron sobre el rol de la cooperativa, su proceso de producción y la importancia de incluir a todas las infancias tanto en los juegos como en la literatura.

Todos cuentan

Todo comenzó en 2016, cuando López Cross ganó una beca para estudiar comunicación con perspectiva de género. A partir de allí le surgió la idea de hacer su proyecto final sobre cuentos infantiles pero que muestren otros tipos de masculinidades a la masculinidad machista. Un año más tarde, los relatos se presentaron en la Feria del Libro junto con la asociación civil Infancias Libres. Aunque, con el paso del tiempo, junto con su compañera Bertola, se dieron cuenta que había infancias que quedaban por fuera.

Es así como surge el proyecto literario “Un mundo TIC – Todas las Infancias Cuentan”, una colección de cuentos infantiles que tiene como objetivo brindar a los más chicos la oportunidad de expresarse y que cuenten cómo comprenden el mundo. “Lo que hicimos fue trabajar con infancias con y sin discapacidad y les preguntábamos a cada uno de los chicos y chicas, por ejemplo, “¿Qué es la belleza para ustedes?” y a partir de allí cada uno contaba lo que significaba la belleza para uno mismo. Y no se trataba de una belleza estereotipada, sino una belleza mucho más ligada a la ternura, a lo particular y a lo íntimo. Y eso nos ayudaba conceptualmente a trabajar con este término”, señaló López Cross.

Así, las temáticas que abarcan los relatos van desde la Educación Sexual Integral (ESI), la equidad de género, hasta el autocuidado y el duelo. Asimismo, destacó Bertola: “Los cuentos también los hicimos pensando para personas con baja visión: las letras se encuentran en mayúsculas y se utilizaron altos contrastes para poder distinguir las páginas de otras y vienen acompañadas con ilustraciones”. Por otro lado, el último libro de la colección, Muchachitxs sensibles, fue declarado de Interés por los Derechos Humanos en la Legislatura porteña.

Aparte de los cuentos, la cooperativa elabora, de la mano de emprendedoras, juegos y juguetes. “Queremos que todas las infancias puedan acceder a su derecho de poder expresarse y al mismo tiempo que accedan el derecho a jugar y a disfrutar», dijo López Cross al respecto. Todos se encuentran fabricados con materiales biodegradables y van desde muñecas y muñecos con distintas tonalidades de piel hasta juegos para aprender el alfabeto en braille.

“Hay que seguir”

“Este material está por fuera del circuito económico porque si tuvieses que cobrar todo el trabajo interdisciplinario sería carísimo y nosotras lo que queremos justamente es que sea accesible en todos los sentidos”, destacó López Cross. Y agregó Bertola: “Todo está hecho con manos, cabeza y corazón argentino”.

“Nosotras vemos que lo que hacemos da resultado. No hay que quedarse, hay que seguir. Quizás el contexto de nuestro país no nos favorece, pero siempre seguimos buscando la manera de cómo producir y continuar llevando todo este material a las infancias. Apuntamos a mostrar el material al exterior y conseguimos financiamientos. También vendemos en ferias”, dijo López Cross sobre los desafíos de llevar adelante una cooperativa en donde la situación actual del país es compleja. “Nuestra cooperativa es Seguí justamente por esto. Siempre pensamos en que hay que seguir, buscarle la vuelta y no bajar los brazos”, aclaró Bertola, en la misma línea.

Los productos pueden comprarse por la página web y desde allí se puede acceder al formato de audiolibro y en lengua de señas, el cual este último es producido gracias a la ayuda de profesoras. “Eso también es muy importante -enfatizó López Cross- porque no ejercemos violencia cultural, sino que lo elaboramos en conjunto. Para nosotras sería más fácil contratar a un intérprete-oyente y que lo traduzca, pero hacemos las cosas con las personas que son también las destinatarias”. Por otra parte, la cooperativa también cuenta con el apoyo de la Editora Nacional Braille y Libro Parlante por si alguien desea leer algún cuento en braille. El mismo se puede conseguir escribiendo a editorabraille@senaf.gob.ar .