Mil razones para una marcha

Mil razones para una marcha

Jubiladas, docentes, trabajadoras sexuales, cocineras de comedores populares, estudiantes, lesbianas y niñas, entre muchas otras, marcharon en la 9ª edición del Niunamenos. Acá te cuentan por qué se movilizaron.

Hoy se cumplen 9 años desde que la consigna “Ni Una Menos” se usó por primera vez como respuesta al aumento de las violencias contra las mujeres y su consecuencia más fatal: los femicidios. Este año no es la excepción. Desde el colectivo Ni Una Menos, se convocó a marchar desde las 16:30 de este lunes al Congreso. ¿Por qué marchamos esta vez?.

Ana María Tapia y Nancy Yural, de jubilados insurgentes.

“No quisiéramos ser la última generación de jubiladas. Queremos que nuestras hijas y nietas también se puedan jubilar. Esta es una ley que ataca fundamentalmente a las trabajadoras”, afirma Nancy Yural. Agrega Ana María Tapia: “Este gobierno nos quita lo esencial: la moratoria. Vamos a quedar 9 de cada 10 mujeres sin jubilarse”.

Maria La Emperatriz, trabajadora sexual.

“Estamos acá por las cosas que están pasando, están vendiendo Argentina. Además, nos están matando a todos: no alcanza para vivir ni para comer y todos los días asesinan a una chica”..

Andrea Gallo, cocinera para chicos en barrios populares e integrante de la UTEP y Barrios de Pie.

“No están entregando mercadería para los chicos que tienen hambre, vienen a buscar al merendero y no tenemos para darles. Ahora tres veces por semana se está haciendo el merendero, pero con ayuda de los vecinos y nuestra, porque sí o sí los chicos tienen que comer”. 

Jesi Hernández, integrante de la Organización de Lesbianas Autoconvocadas por la Masacre de Barracas.

“En este momento me trae esta masacre. Se me revuelve el estómago de solo pensar que nuestras vidas no valen nada. Pienso en estas cuatro compañeras que fueron prendidas fuego mientras dormían. Pienso en el privilegio de lo que es dormir, darse la mano, darse un beso por la calle. Todo eso en un contexto actual, donde tenemos un INADI desmantelado y no tenemos un Ministerio de Género y Diversidades, donde tenemos discursos de odio que no cesan. Tenemos un amigo del presidente que dice que somos insanos, que somos personas que no somos naturales. Estos discursos de odio no son gratuitos: se llevan la vida de las personas que formamos parte del colectivo LGBT y eso no puede suceder”.

Bianca Levato, 16 años, referenta del centro de estudiantes de Lenguas Vivas.

“Venimos acá con las pibas para defender nuestros derechos. Estamos todos los días en el colegio expresandonos con mucha libertad, no queríamos dejar de salir a la calle. Sabemos la importancia de lo que fue la marea verde en el 2018. Por las futuras generaciones y también por los que estuvieron antes y conquistaron lo que hoy disfrutamos nosotras”.

Virginia Silveira, cofundadora de la Asociación Civil Mocha Celis

“Nos convoca visibilizar a nuestras compañeras que fueron asesinadas. También porque los discursos de odio matan y el presidente sigue refiriéndose a nuestras identidades con discursos de odio tremendos. Nuestras compañeras la están pasando mal por esos discursos de odio. Porque no es solamente lo que el presidente dice, sino lo que la gente toma de eso para hacernos cosas en las calles”.

Jaqueline, junto a su hija Pilar de 5 años

Jacqueline se encuentra junto a su hija que dibuja en el piso, en la hoja dice “no hay que crecer con miedo” escrito con lápices de colores. Cuenta Jaqueline: “Vengo siempre. Es la tercera vez que la traigo a ella. Vengo para que crezca en un mundo y en una Argentina mejor, más libre”.

Alicia, docente jubilada, participante del grupo Bordadoras por la Memoria.

“Armamos un grupo de bordadoras por la memoria para el 24 de marzo. Se nos ocurrió bordar y expresar nuestro deseo de que la memoria siga vigente. Y a partir de ahí empezamos a bordar un proyecto diferente cada mes. Parte de lo que venimos bordando son docentes víctimas de femicidios. Bordarlas implica hacerles memoria”.

Mora de 9 años

Está en el piso pintando. Uno de los carteles dice “ni una menos”, en otro dibujó la cara de Milei lleno de moscas y lo acompaña escrito “Milei basura”. Dice: “Vine primero, porque mi mamá me quería traer, segundo para hacer justicia.”

Un llamado de atención por la violencia obstétrica

Un llamado de atención por la violencia obstétrica

Una muestra fotográfica, danzas, tambores, y el reclamo de políticas públicas que hagan efectiva la Ley de Parto Respetado fueron algunas actividades frente al Congreso de la Nación en el marco de la semana contra la violencia obstétrica.

En el marco de la Semana Mundial del Parto respetado, este viernes se realizó una movilización en la Plaza de los Dos Congresos con el objetivo de manifestarse en contra de la violencia ginecobstétrica. Entre una muestra fotográfica, danzas y el ritmo de los tambores, un numeroso grupo de mujeres reclamó por un Estado presente y por políticas públicas para que la Ley de Parto Respetado se implemente correctamente. 

 

A pesar del frío, mujeres con pañuelos y vestimentas de color rojo se reunieron frente al Congreso de la Nación en la Segunda Movilización Nacional contra la Violencia Ginecobstétrica. ‘’El hecho de que como sociedad no nos importe cómo nacemos habla de la sociedad en la que vivimos’’ comentó Luján Arcidiácono, coordinadora de la Campaña Nacional ‘’Mi parto, mi decisión’’, en diálogo con ANCCOM. ‘’La Campaña Nacional contra la Violencia Ginecobstétrica es esta iniciativa donde articulamos personas y agrupaciones que ya veníamos trabajando en este tema pero que concentramos todas las luchas de manera de potenciar y visibilizar aún más todo lo que tenemos que trabajar todavía, que es que la gran mayoría de los nacimientos tienen alguna manifestación de violencia ginecobstétrica, pero también otros procesos sexuales y reproductivos’’. 

Según la Declaración de la OMS, la tasa de cesáreas por país no debería ser mayor al 15%. En la Argentina asciende al 35%.

En el país, la Ley de Parto Seguro existe desde el 2004. Sin embargo, según los datos del Observatorio de Violencia Obstétrica Argentina, este tipo de situaciones sigue sucediendo en la mayoría de los partos y en las consultas ginecológicas. La Campaña no sólo llamó a convocar para que se respete dicha ley sino que hizo oír todos sus pedidos: entre ellos, proyectos como el de Casa de Partos, en reconocimiento a las puericultores como agentes sanitarios, La capacitación obligatoria al personal de salud en violencia ginecobstétrica y un nuevo ejercicio profesional de las licenciadas y licenciados en obstetricia.

Los últimos informes de La Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género (CONSAVIG), que cuenta con los datos del año 2022, indican que la cantidad de denuncias reportadas por este tipo de violencia varía año a año. Durante el 2023, las denuncias reportadas fueron treinta y tres. Más de la mitad apuntan al trato deshumanizado y a la falta de información en las prácticas realizadas.A la vez, gran parte de las denuncias son a instituciones privadas. 

Cabe destacar que, según la Declaración de la OMS, la tasa de cesáreas por país no debería ser mayor al 15% ya que es una práctica que sólo está justificada cuando es eficaz para prevenir la morbimortalidad materna y perinatal. Sin embargo, según el último informe del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la tasa de cesáreas en Argentina es del 35%, y es una cifra que aumenta 1% cada año, por lo que estima que se les realiza cesáreas a mujeres que no las necesitan clínicamente.

 

‘’Históricamente hay un tema en relación a esta lucha que es que nos toca de cerca cuando atravesamos la experiencia de la gestación de un parto, y después la vida continúa y maternamos en una realidad muy difícil’’, profundizó Arcidiácono, reconociendo que no es una de las peleas que tenga mayor repercusión dentro del movimiento feminista. ‘’Si estamos lejos de la experiencia de la maternidad -agrega- no se termina de comprender, cuando en realidad estamos hablando de cómo nacen los seres humanos en este mundo y debería importarnos a todos’’. 

Entre las asistentes se encontraba Nora Cortiñas, cofundadora de Madres de Plaza de Mayo, acompañando el reclamo y recordando a las embarazadas que fueron detenidas y torturadas durante la última dictadura militar.  

El encuentro finalizó con la lectura del documento elaborado por las distintas organizaciones y espacios que acompañan el reclamo. Afirmando que la lucha siempre es con entusiasmo, la ‘’marea roja’’ finalizó con la manifestación. 

La marea verde de ayer a hoy

La marea verde de ayer a hoy

La fotógrafa Mónica Hasenberg convocó a mujeres de diferentes artes para presentar una muestra que acompañe imágenes que tomó durante la concentración por el 8M de 1984 frente al Congreso.

El 8 de marzo de 1984 grupos de mujeres se reunieron frente al Congreso en el Día Internacional de la Mujer, el primero luego de la última dictadura cívico-militar. La fotógrafa Mónica Hasenberg subía entonces las escalinatas en la plaza para buscar las mejores tomas. Hoy, sus registros se resignifican junto con las obras que forman parte de la muestra “Mujeres Artistas”, exhibida en La Casona Cultural Humahuaca.

“Convoqué artistas mayores de 60 años para recrear esa marcha. Cada una podía hacerlo como quisiera, ponerse a sí misma dentro con la ropa que usaba, o pintar familiares desaparecidos -cuenta Hasenberg en conversación con ANCCOM-. Queremos reivindicar a las que lucharon por nuestros derechos y estimular la militancia, la participación que nos hermana con otros en las conquistas colectivas”.

Las luchas populares son el centro del trabajo de Hasenberg desde que se vio conmovida por la historia de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y empezó, durante la dictadura, a formar parte de las rondas de los jueves. Hija de un fotógrafo y una madre concertista que había dejado la profesión al casarse, aprendió el oficio de niña. Así, el feminismo la atravesó, no por formación orgánica, sino como rebeldía a las injusticias patriarcales de su propia familia.

Sus fotos cuelgan de grandes banners en las paredes de la Casona. Algunas de las activistas retratadas volvían al país tras años de exilio y sostenían carteles con consignas marcadas por el contexto: «Machismo es fascismo», «Violación es tortura». También, se distinguían reclamos del momento como la «igualdad de los hijos ante la ley» y la patria potestad compartida, sancionados en 1985, así como el reclamo por la despenalización del aborto. Otras pancartas dan cuenta de reclamos que continúan sin respuesta: «Igual salario por igual trabajo».

Una de las fotos muestra a Susana “la Tana” Rinaldi, actriz y cantante, rodeada de mujeres que cargan sobre sus cabezas los carteles. “Fue la que más me atrapó, es imponente, se nota la fuerza que tenía esa marcha, como de avance”, cuenta la artista plástica y docente Adriana Tavares sobre la imagen que inspiró su obra “Manifestación”. Se trata de una pintura hecha con acrílicos donde destacan los colores y la expresión en las caras pintadas: todas con la boca abierta. 

En mis cuadros de marchas, la gente siempre está gritando”, agrega Tavares. Las pinta desde que transformó su perspectiva, antes prefería los paisajes y retratos. Cuando al mismo tiempo que criaba a sus hijos, logró estudiar, conoció el cuadro La libertad guiando al pueblo sobre la Revolución Francesa. “Me empecé a cuestionar las cosas, tenía la misma edad que los chicos que desaparecieron La Noche de los Lápices, mi padre era comunista, sentía que se los debía”, cuenta.

Otras pinturas expuestas son de Paula Pasini y Marcela Seoane, mientras que las artistas Ana Rosa Givanetti, Mónica Vidal y Silvia Carrasco optaron por técnicas mixtas. El collage está presente en muchas de ellas y es la técnica principal en los cuadros de Patricia Pellegrini y Verónica del Giudice. Por su parte, Vicky Biagiola realizó Mujeres de fuego a partir de acrílicos cortados con láser.

Con la coordinación de Ariel Muñoz y entrada gratuita, la muestra puede visitarse de martes a sábados por la tarde en Humahuaca 3508, en el barrio de Abasto.

“El placer es revolucionario” se lee en el cartel que aferra una mujer fotografiada por Hasenberg hace 40 años. ”Queriamos rescatar esa frase para pensar el cuerpo desde el disfrute de la sexualidad, pero también de la feminidad”, sostiene la escultora y arteterapista Estela Garber, sobre la idea detrás de su obra Chaleco antibalas Feminista. Se trata de una pieza de arte textil que realizó junto con la joyera Diana Torcoletti. Acerca del nombre, comentan que “ser feministas en este momento requiere portar metafóricamente un chaleco protector ante múltiples agresiones, como ironía del que usan políticos como Milei en los actos públicos”.

Su significado se refuerza a la luz de las amenazas del gobierno, algunas concretadas, de retroceder en materia de derechos. A la eliminación de programas y ministerios destinados a reducir la desigualdad, se le suma el proyecto de Ley Bases. La inclusión de la eliminación de la moratoria jubilatoria afectaría a mujeres que trabajaron toda su vida como amas de casa, o en trabajos precarios sin aportes. Por su parte, los cambios en licencia por maternidad permitirían a los empleadores hacer trabajar a una embarazada hasta diez días antes del parto.

El chaleco negro cuelga del techo en La Casona y sintetiza en las intervenciones  los avances de las luchas, como el acceso a los anticonceptivos y profilácticos, o la posibilidad de acceder a la educación y el mercado laboral. Al mismo tiempo, estas se articulan con experiencias personales:  “Diana tiene la costumbre de salir cerca del Parque Rivadavia los domingos a buscar muñequitos vintage que hacen a sus recuerdos, yo busqué distintos retazos en la casa de mi mamá y los agregamos también”, cuenta Garber.

En una esquina, destaca por su tridimensionalidad la obra de María Dogliotti. Sobre una base forrada con las fotos de Hasenberg, se erige un vestido rojo junto con unas hojas violetas y verdes, colores que distinguen al movimiento en los últimos años, especialmente a partir de su expansión con la lucha por la despenalización y legalización del aborto. Su título remarca uno de los sentidos más importantes de la muestra: La lucha sigue.

«Los discursos de odio del Estado se llevan nuestras vidas»

«Los discursos de odio del Estado se llevan nuestras vidas»

Vecinos, organizaciones sociales y partidos de izquierda reclamaron justicia por el triple lesbicidio ocurrido en Barracas.

La Avenida Montes de Oca se desplegaba luminosa con las marquesinas encendidas de las  filiales de multinacionales este lunes a las 18 horas. En la plaza Colombia, un grupo de mujeres hacía gimnasia aeróbica con música romántica, imperturbables por lo que sucedía unos metros más allá. Pero en el corazón de la plaza nacía un grito desgarrado: “Ahora, ahora/ resulta indispensable/ justicia para todes/ el Estado es responsable”.

«No es libertad, es odio. Fue triple lesbicidio», así convocaba la Asamblea de Barracas a la acción. Pamela Cobbas, Mercedes Roxana Figueroa, Sofía Castro Riglos y Andrea Amarente eran cuatro personas que conformaban dos parejas de lesbianas. Dormían juntas en un hotel transitorio de Barracas, haciéndole frente a las crueldades del invierno neoliberal, cuando su vecino, Justo Fernando Barrientos, les arrojó una bomba molotov y condenó a la muerte a tres de ellas cerca de la medianoche del domingo 5 de mayo.

Este lunes, el Monumento al Izamiento de la Bandera levantaba otros estandartes, colgados por Lesbianes Autoconvocades, organizaciones de izquierda y la Asamblea vecinal de Barracas. Esta última organización, que había discutido la Ley de Bases y el Protocolo Antipiquetes, declaraba con un megafón: “Estamos acá también para romper el cerco de los medios que también son cómplices de la llegada al gobierno de Milei”. El área de feminismo del Movimiento Al Socialismo (MAS) recalcó: “Hay que seguir construyendo lazos colectivos frente al odio”.

Las doscientas personas que rodeaban el monumento tenían los ojos vidriosos. Desde el fondo, alguien gritaba los nombres de las compañeras y los gritos de “presente” recorrían al grupo. La que sostenía el altavoz lo retomaba: “Ahora y siempre. Nunca más”. Jesi de Lesbianes Autoconvocades tomó la palabra: “Les prendieron fuego por lesbianas pobres haciendo comunidad; por no ser funcionales al cis-tema -dijo subrayando la primer parte de la palabra para enmarcar la denuncia en el atropello cotidiano a todo lo que desafía la norma identitaria-. Las  prendieron fuego con una bomba mientras dormían. Fue un crimen agravado por condiciones precarias de vida, la ausencia de políticas públicas de vivienda y discursos de odio del Estado. Esos discursos no son gratuitos: se llevan nuestras vidas”.

El aire se espesó. Cuando alguien llegaba, se hacía un abrazo de grupo, sin palabras. Un grupo de travestis saludó con alegría a Victoria Freire, legisladora de la Ciudad de Buenos Aires y militante del Frente Patria Grande. La funcionaria amplió la responsabilidad estatal: “Hay un gobierno nacional que desconoce que exista la violencia de género y promueve los discursos de odio a todo nivel. Es una trama que se expresa también en hechos de violencia como este que, efectivamente, no han salido a condenar. Marca una habilitación. La responsabilidad por parte del Gobierno también es estar poniendo en cuestión a la ESI y los derechos adquiridos y además fomentando la violencia como una forma de relacionarnos”.

En el improvisado escenario, una guitarrista tocó “una canción para la Pepa Gaitán” mientras la Asamblea barrial descolgaba las consignas del monumento. Las personas reunidas empiezan a dirigirse hacia una de las puertas de la plaza. “Vamos a cortar la calle y vamos a ir al hotel donde las prendieron fuego hace una semana. Por seguridad, compas, vayamos rápido”, lanzó nerviosa una morena con megáfono.

“¿Escuchaste a Adorni?”, preguntó alzando la ceja una lesbiana y pasándole un mate a su compañera. “Ay… qué pedazo de… – el sentido común rellenó el vacío-. Me genera violencia”, respondió ágil. Cuando al vocero presidencial se le preguntó por el caso en una conferencia de prensa no dijo la palabra “lesbianas” y lo catalogó como cualquier otro crimen violento.

Saliendo a la calle, un grupo de guardapolvos blancos y pecheras del gremio docente Ademys rodeaba el carro del bebé de una de ellas. Entre ellos, estaba Ailen Beraldo, la secretaria de Acción Social del sindicato: “Es muy importante visibilizar y repudiar lo que pasó porque no puede volver a ocurrir. Tenemos que dar gracias de que una de ellas pudo sobrevivir -haciendo referencia a Sofía, quien tiene el 75% del cuerpo quemado y todavía está hospitalizada-, pero realmente es horrible. Deberíamos ser más, repudiando esto. Lo vemos también en los casos de violencia de género, lo vemos con las mamás de nuestros alumnos que van a la escuela y te cuentan. El derecho a la educación sexual integral tiene más importancia que nunca porque se pone en cuestión algo tan importante como respetar a quienes piensan diferente o tienen otra orientación sexual, que es algo que vemos a diario con nuestros estudiantes”.

“En la plaza no parecíamos tanta gente. Ahora que marchamos somos un par de cuadras”, le susurró esperanzada a su pareja una treintañera. Casi trescientas personas llenaban una mano de la avenida por una cuadra y media. Bajo las banderas de ATE, Agustina Panissa caminaba con paso lento pero constante. “Estos asesinatos son una prueba más de la crueldad de este Estado con los discursos de odio de esta gestión que se plasman lamentablemente en el cuerpo. En este caso, en el de tres compañeras”, apuntó. “¡Esto/ no es/ libertad! ¡Esto/ es/ odio!”, gruñían al ritmo de sus pasos. Una de ellas, de canas y pelo corto, marcaba cada palabra con la mandíbula.

Cuando la cuadra y media de manifestantes llegó a Olavarría 1621, se amuchó. El olor a un sahumo originario copó la calle: palo santo para purificar, romero para cortar las malas intenciones y la violencia, azúcar para el porvenir de Sofía. Sin fondos y sin familia, tiene que poder conseguir un lugar donde sanar cuando salga del hospital. “Esto no se cubre en los medios porque es un barrio popular… sabés cómo estaría si hubiese pasado en un departamento de Palermo -critica Feli de la Asamblea feminista de la Villa 31-.  A muchas personas de la comunidad les pasa que se quedan sin familia por defender su identidad”.

Cuando la cuadra y media de manifestantes llegó a Olavarría 1621, se amuchó. El olor a un sahumo originario copó la calle: palo santo para purificar, romero para cortar las malas intenciones y la violencia, azúcar para el porvenir de Sofía. Sin fondos y sin familia, tiene que poder conseguir un lugar donde sanar cuando salga del hospital. “Esto no se cubre en los medios porque es un barrio popular… sabés cómo estaría si hubiese pasado en un departamento de Palermo -critica Feli de la Asamblea feminista de la Villa 31-.  A muchas personas de la comunidad les pasa que se quedan sin familia por defender su identidad”. Atrás, una mujer de treinta y seis años agitaba una bandera del orgullo. Esos mismos colores protegían su cuello en una bufanda de crochet que le había tejido su mamá.

“Cuando mi hija nos dijo que era lesbiana, su papá le dijo que ‘no quería marimachos en su casa’. Casi lo mato. Me ocupé de que pueda confiar en mí y ser su espacio seguro”, contaba Feli con ojos lagrimeantes y llenos de lucha. “Señor, señora/ no sea indiferente/ se mata a las lesbianas/ en la cara de la gente”, espetaba la muchedumbre frente al edificio viejo, de estilo clásico y lleno de humedad. “Están matando a las lesbianas -afirmó una de las organizadoras de la Asamblea y desde el público una travesti agregó ‘¡y a las trans!’. La oradora continuó: “Vamos a cantar con todo lo que eso significa. Esto no va a pasar nunca más”. 

Distintas corrientes de personas se acercaban con velas y encendedores a continuar el apañe en la puerta del hotel transitorio. Una persona no binaria trataba de conceptualizar para controlar el dolor: “Nos quieren deshumanizar para después matarnos sin culpa. Somos su chivo expiatorio”.

En la esquina, una lesbiana y una bisexual, amigas de toda la vida, lloraban desconsoladamente y se abrazaban. Al costado, un grupo de mujeres de cincuenta años debatía: “Mirá cómo estaban, hacinadas. Cuatro en una habitación. Hoy estuvo mejor la acción, que se cortó la calle porque visibiliza”. Con la mirada perdida, una de ellas concluía: “Es una caza de brujas”. Lo que queda es la resistencia, la resistencia amorosa y compañera. Y una lucha eternamente retomada, nunca olvidada. Tras una ronda de mate para combatir el frío que hiela, un grupo de amigas comienza el canto: “¿Dónde está Tehuel?/ Desaparecido/ El Estado es responsable/ Que aparezca vivo”.

“La cisnorma mata. Negarlo es complicado” rezaba una de las banderas que se colgaron de las ventanas del hotel. Los postigos de las ventanas estaban entornados, pero la luz blanca se escapaba hacia la calle. ¿Qué pensarían los vecinos de las asesinadas que tantas veces se cruzaron y que ya habían denunciado las amenazas del asesino? ¿Qué tan erizados tendrían los pelos tras escuchar el clamor doloroso de una comunidad duelando?

Nadie miraba hacia arriba. El dolor era terrestre. El peligro caminaba entre los presentes. Con furia, unas veinteañeras hacían pegatinas en los edificios cercanos. “Memoria marika x todxs nuestrxs muertxs ¡Ni olvido ni perdón!”, “ni casas sin gente ni gente sin casas” y una ilustración de rojo incendiario de dos coyas besándose comenzaban a pintar el barrio porteño.

Mientras tanto, en los bancos de Plaza Colombia, un runner de sesenta años se acercaba relajado a un banco para estirar. Un papel que grita en rojo lo detiene: “Que el miedo lo tengan ellos: Ningunx lgbtiq más asesinadx”. Bajo una foto de flores continuaba: “Venganza por las víctimas de la precarización económica/ por cada palabra de estigmatización y daño que alientan el fascismo y a su violencia”. En negritas e itálicas cerraba “En memoria de Pamela, Roxana y Andrea, lesbianas asesinadas en el conventillo y víctimas de la violencia mediática, política y sistemática – Barracas, Mayo 2024”.

Del tsunami verde a la ola machirula

Del tsunami verde a la ola machirula

Las críticas al feminismo ganan terreno en el debate público y cada vez son con más virulencia. La falta de consenso en torno a las políticas de género se hicieron visibles en los resultados electorales. Las consecuencias del desmantelamiento del Ministerio de la Mujer y diferentes programas que abogaban por la igualdad.

Una encuesta realizada en octubre del 2023 por el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la UBA indicaba que un 67% de los varones y un 51% de las mujeres consideraba que las políticas de género promueven el odio hacia los hombres. La cifra ascendía al 82% cuando se trataba de los votantes de La Libertad Avanza. A su vez, un 72% de los votantes de Milei consideró que la justicia suele favorecer a las mujeres. Un 66% de los varones considera, incluso, que los hombres deben tener cuidado al relacionarse con mujeres.

Este cambio de tendencia respeto de los tiempos de la llamada “ola verde” se refleja también en discursos que parecían olvidados: en una reciente entrevista radial el publicista de ultraderecha pura y dura Nicolás Márquez insistió en la utilización de términos anacrónicos y discriminatorios como “invertido y “sodomita, argumentando que la connotación despectiva de éstos fue impuesta por la corrección política de la ideología de género y que él no se sentía obligado a cumplir con esos mandatos. En la misma entrevista calificó a la homosexualidad como conducta insana y autodestructiva.

También en el plano electoral la insistencia de Javier Milei con el tema puso de manifiesto que el repudio a las políticas de género no resta votos al candidato ganador sino todo lo contrario. Las encuestas tanto anteriores como posteriores a las elecciones mostraron que Milei obtenía más votos del electorado masculino, sobre todo entre los jóvenes, y que estos criticaban mayoritariamente los “excesos” del feminismo.

El fenómeno no es exclusivamente local ni mucho menos: según otra encuesta realizada en 2023 por el Centro de Investigaciones Sociológicas de España un 44% de los hombres y el 32% de las mujeres consideraba que se ha llegado tan lejos en las políticas de igualdad que ahora los discriminados son los hombres.

Estos datos acompañan otras señales de que la ola verde, en los lugares a donde llegó, ahora sufre un reflujo. Este fenómeno está impactando en electorados del mundo occidental y la reivindicación del patriarcado, lejos de espantar votantes, los atrae, sobre todo en los segmentos de hombres jóvenes. Un extenso artículo de The Economist hablaba de una deriva que distancia cada vez más a los jóvenes varones y mujeres entre sí.

Nuevas nuevas masculinidades

Cuestionamientos al feminismo hay desde muchas corrientes. Pero hay una que directamente lo niega y suele estar acompañado por una reivindicación de la masculinidad tradicional. Así, las políticas gubernamentales que se implementaron para generar la participación equitativa de mujeres y minorías en diversas instituciones, pasan a ser repudiadas por una porción de la población que las ve como un trato desigual ante la ley, un “privilegio”, como lo llamaría el actual presidente, alejando a estas políticas del consenso que parecían tener hasta hace pocos años.

Matías de Stéfano Barbero, Doctor en Antropología (UBA), Investigador Asistente del Conicet y especializado en las relaciones entre violencia y género, sostiene que este discurso reviste hoy un carácter de cierta rebeldía. Esto se debe a que  el cuestionamiento de la masculinidad tradicional ganó fuerza en diversas capas de la sociedad pero ahora sufriría una “reacción” esperable e, incluso, deseable porque plantea el desafío de buscar nuevas formas de interpelar y convencer. De Stefano ofrece además una interpretación del particular clima de época que vivimos, asegura que “estamos en un escenario social y político donde prima el ‘sálvese quien pueda’ y el ‘todos contra todos’, donde se instrumentaliza la idea de masculinidad tradicional como una forma de ser en el mundo que puede ayudarnos a sobrevivir”. Según su parecer, esto sólo aumentará el individualismo, la crueldad y la violencia.

Irene Meler, coordinadora del foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos y Psicólogas de Buenos Aires, asegura que nos encontramos ante el fenómeno conocido como backlash, una reacción conservadora frente a los nuevos derechos adquiridos por las mujeres en los últimos años. Para la especialista el motivo de esta reacción estaría dado por las condiciones económicas. Según Meler, “la derechización masculina es un síntoma de la añoranza respecto de un status social privilegiado que muchos están perdiendo por la fuerte concentración económica en pocas manos y el desclasamiento de los sectores medios, cuyos jóvenes van a ser más pobres que sus padres.”

La crisis económica favorece, entonces, la reivindicación de refugios que funcionaban en el pasado, pero esto se da sobre todo entre los hombres. “Las mujeres no experimentan su condición de clase del mismo modo que los varones, porque la componen en parte mediante su nivel educativo y su trabajo, pero también a través de la alianza con un hombre, que suele ser quien establece el status familiar. Esta alianza está cada vez más dificultada, pero como expectativa persiste. De modo que el resentimiento juvenil es la causa de la derechización” explica Meler.

La nueva vieja derecha

Desde luego, la lectura que se hace desde los sectores conservadores es diametralmente distinta. Tal es el caso del politólogo Agustín Laje, quien se define como liberal conservador. En una entrevista del año 2017, cuando presentaba el libro que escribió junto a Nicolás Márquez sobre la nueva izquierda, ambos se refirieron a los estudios y las políticas de lo que consideran “ideología de género” y que para ellos resulta dominante y parte de la ideología de Estado.

Según Laje y Márquez las políticas de género corresponden a una estrategia que la izquierda tuvo que emplear desde los años 60 y de manera más acuciante después de la caída del Muro de Berlín, cuando la clase obrera dejó de responder a los postulados del marxismo clásico. Se habría pasado entonces del conflicto estructural al conflicto en la cultura, por ello se salió a buscar minorías conflictuadas que fueran funcionales a la revolución. En esta nueva fase, que Laje y Márquez consideran marxismo cultural, no se busca expropiar los medios de producción sino la forma de pensar, se pasa entonces de la lucha de clases a la lucha de géneros. Las políticas de inclusión consisten, según estos dos autores, en igualar contrafácticamente aquello que por naturaleza es desigual. Por eso, una de las medidas gubernamentales más celebradas por Laje fue la prohibición del lenguaje inclusivo en la administración pública, medida que el Gobierno nacional implementó en febrero de este año.

 

Cómo acercarme a hablar

Otro de los ejes de discusión en torno al avance del feminismo en los últimos años tuvo que ver con los nuevos parámetros de conducta cuando los varones se vinculan con mujeres, una cuestión dónde también aparecen las denuncias, el riesgo de desprestigio social y la posibilidad de la cancelación.

Cristian Cabrera y Juana Cúneo son profesionales de la fundación Kaleidos, una organización que trabaja con diferentes instituciones educativas en cuestiones de salud reproductiva y la lucha contra las violencias. Ellos advierten que el malestar de los varones por no saber qué se espera de ellos al vincularse con las mujeres no está tan presente en los jóvenes de hoy como sí lo estaba en 2017 y 2018, cuando los escraches en muchas escuelas de la ciudad empezaron a ocurrir ante cualquier actitud violenta o irrespetuosa por parte de los varones. Para los especialistas eso generaba, por esos años, cierta parálisis o resistencia al cambio de paradigma de muchos varones. La fundación trabaja en ámbitos escolares y deportivos, los cursos y talleres que brindan se enfocan en abordar la violencia como temática en todos los órdenes posibles. Los profesionales cuentan que a veces se acercan ellos mismos a las instituciones, otras veces llegan por pedido de los directivos y a una escuela incluso llegaron por parte del centro de estudiantes. Sobre la búsqueda de una masculinidad más sana explican la importancia de no conducir a la formación de un nuevo estereotipo de masculinidad ya que detrás de ese estereotipo pueden esconderse viejas formas de violencia y subordinación.

Sobre la cuestión del respeto y el consentimiento, Matías de Stéfano Barbero explica que si bien algunos hombres expresan hoy cierto grado de malestar por no saber cómo es la forma correcta de proceder, sus discursos son muy diversos. Aunque algunos son más reaccionarios, otros denotan incertidumbre por el cambio en ciertos límites. Y aclara que es importante revisar ciertas prácticas que podrían significar un avasallamiento a la voluntad de las mujeres.

¿El aborto en cuestión?

Durante la campaña presidencial Javier Milei había prometido cerrar el Ministerio de las Mujeres y desde sus primeras apariciones públicas siempre se mostró en contra de la legalización del aborto. ¿Están en peligro los derechos por el retorno de las ideas conservadoras? Meler afirma que sí y que una muestra de eso se encuentra en los intentos de revisar la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.

Los profesionales consultados coinciden en señalar que un cisma entre varones y mujeres podría llegar a ser aún más perjudicial, ya que una salida superadora precisa de la acción en conjunto. Para prevenir la violencia de género y generar una comunicación respetuosa, es necesario erradicar todo tipo de violencias de las prácticas cotidianas y no sólo en vínculos sexoafectivos sino entre pares, en la amistad o en la familia. Atender a las complejidades que supone ser hombre en nuestra sociedad no necesariamente implica una oposición categórica al feminismo. La masculinidad tradicional no ofrece sólo privilegios sino también sufrimiento y alienación.

Tanto sea por razones económicas, culturales o políticas, lo cierto es que los cuestionamientos al feminismo se han instalado en el debate público y han permeado con más fuerza en el electorado masculino.