El Eternauta, Malvinas y los nietos apropiados

El Eternauta, Malvinas y los nietos apropiados

El director Bruno Stagnaro, la productora Leticia Cristi, Martín Oesterheld (nieto del autor de la historieta) y Francisco Ramos, de Netflix, compartieron en la Feria del Libro detalles de la producción y lecturas sobre el suceso en que se convirtió la serie.

El protocolo de organización de una charla en la Feria del Libro es rutinario: se destina una sala y un horario, se arma una fila, como mucho veinte minutos antes del inicio y el ingreso del público se produce con la previsible calma. Sin embargo, este escenario es bien distinto al que se vivió la tarde noche del viernes en los pasillos del Pabellón Blanco de la Sociedad Rural. Desde las 18 la gente comenzó a afincarse en la puerta de la Sala Victoria Ocampo e, ignorando las órdenes del personal de la feria, armaron una fila improvisada que, media hora después, ya superaba en cantidad al aforo permitido de 250 espectadores. Todos esperaban participar de la charla “El Eternauta, la serie: del cómic a la pantalla”, pautada para las 20.30. Así, personas de todas las edades aguardaron pacientes el horario de ingreso compartiendo mates, charlas sobre el libro, cantitos futboleros que, a modo de broma, le dedicaban a los “cascarudos” y alguna que otra discusión entre los organizadores y los más rezagados en la fila que no pudieron acceder a la sala.

En tiempos donde surgen centenares de fenómenos digitales con millones de visualizaciones, que rara vez logran traspasar la pantalla y tienen su manifestación en las calles, El Eternauta viene a romper con esta regla. Es que la obra escrita por Héctor Germán Oesterheld interpela a su público más allá de la serie, lo conecta con su argentinidad, le genera orgullo y la siente como propia, aunque no haya vivido en la época en la que fue escrita o no haya formado parte de la producción de la serie. En este sentido, Bruno Stagnaro, director de la serie, recuerda el desafío que fue despegarse afectivamente de la historieta para adaptarla: “A mí El Eternauta me lo hizo conocer mi viejo a los 10 años. Él nos lo traía, a mí y a mi hermano, todas las semanas y era un ritual esperar ese día, la expectativa por leerlo, pelear por quien lo leía primero y demás. Cuando me metí en esto, me di cuenta que esa fue la experiencia de la mayoría. Entonces de eso, que está buenísimo y es el corazón de El Eternauta, yo me tenía que despojar para poder generar lo mismo. Ir al hueso de la historia para recuperar la emoción”.

 

A Stagnaro lo acompañaron Martín Oesterheld, nieto de Héctor German Oesterheld -autor de la obra- y asesor creativo de la serie; Francisco Ramos, vicepresidente de contenidos para Netflix en Latinoamérica y Leticia Cristi, productora de la serie. Todo esto bajo la conducción de la periodista Hinde Pomeraniec. El eje de la charla giró en torno al proceso de adaptación del guion y las dificultades de llevar a cabo una producción con las dimensiones que requiere la ciencia ficción. Francisco Ramos ahonda en esto: “Los espectadores de todo el mundo están acostumbrados a que el universo de la ciencia ficción les resulte ajeno, una cosa que nunca vamos a vivir, con naves espaciales y demás. En El Eternauta pareciera ser que todo lo que nos sucede nos podría pasar y creo que eso se percibe en todos los países”. Leticia Cristi, por su parte, cuenta su experiencia al producir la serie y los desafíos que tuvieron que afrontar junto a su equipo: “Por suerte el proceso de escritura fue largo y nos iba permitiendo desarrollar y pensar distintos caminos. Tuvimos muchas charlas con Bruno de lectura donde le decía ´me encanta lo que escribiste pero no tengo idea como se hace. Y un poco entre todos fuimos paso a paso, nos aventuramos con ingenio, profesionalismo, audacia y responsabilidad, al igual que lo hacen los personajes en la serie. Lo pudimos hacer gracias a que existe en el país una industria desde hace tantos años con gente muy calificada y profesional, así que también es de todos ellos”.

Martín Oesterheld atravesó un doble desafío. Por un lado, ser consultor creativo de la producción y, por el otro, la ligazón afectiva que lo une con la historieta y su historia familiar. “En el mundo del cine siempre se decía que era una historia maldita e inadaptable. Para mí no era ni maldita ni inadaptable, era improducible. Una vez que conseguimos ordenarla legalmente y nos acercamos, por una carambola, a Netflix, por un abogado argentino, las cosas se dieron. A mí hay dos cosas que me generan mucha emoción, la primera es que El Eternauta es la historia de un sobreviviente y, al actualizarlo, surgió la idea de que Juan Salvo sea un sobreviviente de Malvinas, eso se fue dando. Lo otro es que una de las locaciones que usó Bruno fue donde vivió los últimos años de su vida mi abuelo, el edificio del Rulero. Yo le decía a Bruno ´Mira vos, no te puedo creer´, se ve que era algo que estaba en el aire”. Por su parte, Stagnaro no desaprovechó la ocasión para explicar algunas decisiones que tuvo que tomar en la adaptación: “Adaptar la obra al presente fue de las primeras cosas que decidimos porque creo que respeta el espíritu del autor cuando hizo la obra. Oesterheld hace jugar todo el tiempo la ciudad como un personaje más y juega mucho con esta sensación de los lectores de estar transitando por los mismos espacios en los que transcurre la historia. Entonces nos parecía que si planteamos regresar la historia cincuenta años para atrás, esa ciudad era otra y no iba a dialogar tanto con la obra. Lo mismo pasa con las publicidades, que fue un tema bastante candente en estos días como si hubiera habido plata de por medio y en realidad todo lo contrario. La idea era captar esas publicidades tal como estaban como si fueran vestigios de una civilización que se está derrumbando”.

 

Ante la consulta de la conductora del evento, Hinde Pomeraniec, acerca de la elección de Ricardo Darín como Juan Salvo, el director reconoció: “Cuando Matías (Mosteirín, productor de la serie) me propone que sea Ricardo, yo inicialmente no lo veía por una cuestión relacionada a la edad, me parecía que al ser una historia muy física, íbamos a estar complicados, así que quedó ahí. Después, dándole vueltas, me di cuenta que la edad de Darín coincide con la que tendría un veterano de Malvinas y eso resolvía algo muy importante para mí en la adaptación que era el vínculo del personaje con el mundo de las armas. Uno está acostumbrado a verlo en las series de afuera y se da por sentado porque viene de sociedades donde eso tiene una proximidad, pero en la nuestra no, y está bueno que sea así. Entonces, de alguna manera, algo que parecía problemático como la edad de Ricardo, nos resolvió muchas cosas, sumado a que la Guerra de Malvinas es una herida que sigue vigente y me pareció necesario evocarla”.

Para finalizar, Martín Oesterheld recordó la lucha de su familia por la búsqueda de sus primos y reconoció el esfuerzo de Abuelas de Plaza de Mayo y la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDI): “La lectura que abrió la serie tiene que ver con lo que pasa en la serie y en la obra original, pero también con lo que la excede en términos del vínculo histórico cultural de lo que nos dice en tanto clásico y todo lo que tenemos para hablar todavía en la Argentina a partir de estas preguntas que aparecen. Entre ellas, nuestro trauma de los setenta y los nietos que tienen que aparecer. Pero esos canales ya existen, no necesitamos pedidos públicos, nosotros buscamos a nuestra familia hace muchos años, esos canales son Abuelas y  también CoNaDI, que está siendo absolutamente desfinanciada por este gobierno. Nuestra búsqueda es irrestricta, siempre estamos atentos a eso, no sabemos si se va a dar. Tenemos esperanza pero también informaciones que hacen que no tengamos toda la certeza. De todas maneras, hay mucha gente para buscar, no significa solamente ´busquemos a los Oesterheld´. Hay que entender qué pasa concretamente en las intimidades y eso Abuelas y CoNaDI lo tienen muy claro”.

Actuar para encontrar la verdad

Actuar para encontrar la verdad

Teatro x la identidad, el brazo artístico de Abuelas de Plaza de Mayo, celebra su 25° aniversario con una función especial en la Ciudad de Buenos Aires el lunes próximo. Una invitación gratuita a ejercitar la memoria.

Teatro x la Identidad nació en el año 2000 con un objetivo claro: colaborar en la restitución de los más de 500 bebés que fueron apropiados durante la última dictadura cívico-militar en Argentina. A lo largo de 25 años, la iniciativa impulsada por Abuelas de Plaza de Mayo, encontró en el teatro una herramienta artística para concientizar sobre el derecho a la identidad y promover la búsqueda de los nietos y nietas que aún desconocen su identidad. “No es solamente una función teatral, es una experiencia única y diferente a todo”, asegura Cristina Fridman, actriz y fundadora del ciclo en diálogo con ANCCOM.

El lunes 12 de mayo, el ciclo renovará su compromiso con una función especial en el Complejo Art Media (Av. Corrientes 6271, CABA), donde la experiencia se convertirá en un espacio de memoria y resistencia. Con entrada libre y gratuita, se presentará Hay Lugar, una intervención artística multidisciplinaria que invita al espectador no sólo a mirar sino también a participar y elegir de qué manera habitar el encuentro colectivo.

Dirigido por Juan Parodi y con la participación especial de Osqui Guzmán, Elvira Onetto, María Inés Sansemi, Eugenia Alonso, Vanesa Maja y Pablo Palavecino, el evento no será planteado como una obra de teatro sino como un cruce escénico entre la música, lo audiovisual y lo performático en tiempo real. “La idea es que el público participe y juegue junto con los actores y los músicos”, sostiene Fridman. Con esta propuesta inmersiva, el ciclo apuesta a llegar a un público más joven y distinto al que generalmente va a ver sus funciones. “Todo el tiempo nos planteamos de qué manera podemos ampliar nuestras propuestas”, menciona.

La memoria presente en todos lados

Durante estos 25 años, Teatro x la Identidad no sólo encontró en las tablas de un escenario un lugar de diálogo, sino que también extendió su propuesta artística a espacios no convencionales para acercar sus historias a nuevas audiencias. Con la creación de Teatro por la Identidad Itinerante, el ciclo logró instalarse en escuelas, plazas, espacios culturales, estadios de fútbol, cárceles e incluso excentros clandestinos de detención. Esta modalidad también permitió conectar con comunidades diversas y llevar el mensaje de la búsqueda y la memoria a cada rincón del país.

Al momento de repasar la historia de los itinerantes, Fridman recuerda una en particular, a la que define como “la más compleja”, ya que significó meterse en la boca de lo que tiempo atrás había sido el enemigo: Gendarmería Nacional Argentina. Pese a que iban a desarrollar una obra como ya lo habían hecho antes en múltiples espacios nacionales e internacionales, sabían que esta no sería una más del montón. “Teníamos que ir y ganarnos a un público que en general no le interesa ver este tipo de teatro ni escuchar lo que teníamos para decir”, comenta Fridman.

Para su sorpresa, al final de la presentación se armó un debate interesante en el que muchos de los aspirantes de la fuerza se animaban a preguntar sobre una historia de la que no tenían mucha información e incluso pedir disculpas por el accionar de personas que ni habían llegado a conocer. “Es un momento que atesoro porque fue único”, confiesa una de las fundadoras del ciclo. Probablemente se deba a que a lo largo de la obra no solamente abordaron el tema de la apropiación sino que también lo ampliaron a la cuestión de la identidad como argentinos y cada uno en su profesión. “Hablar de estos temas siempre moviliza e interpela”, asegura Fridman.

Un espíritu comunitario

Desde su conformación como asociación civil sin fines de lucro en 2004, una comisión de dirección se encarga de organizar los distintos eventos del ciclo, convirtiendo a sus miembros en productores activos del proyecto. Teatro x la Identidad también se consolidó como un movimiento que involucra a actores, dramaturgos, directores y productores comprometidos con los derechos humanos. A lo largo de los ciclos, artistas de renombre como Rita Cortese, Julieta Cardinali, Alberto Ajaka, Mauricio Dayub, Daniel Fanego y Marcelo Subiotto han puesto su voz y su talento al servicio de la lucha por la identidad y la memoria.

La entrada gratuita, que ha sido una de las banderas de la propuesta desde sus inicios, ha permitido el acceso y la democratización del arte. Cada función propone una reflexión sobre el pasado reciente de Argentina y el valor de conocer la verdad. “Es necesario tener un debate profundo y entender qué es lo que pasó, porque sino se va a volver a repetir”, sostiene Fridman.

Un cuarto de siglo después de su creación y en un contexto donde vuelven a aparecer discursos negacionistas, Teatro x la identidad se planta en escena con más fuerza que nunca. “El teatro siempre va a reflejar la realidad y eso no se puede tapar”, concluye Fridman

 Hay Lugar se podrá ver el 12 de mayo a las 20 en el Complejo Art Media (Av. Corrientes 6271). La entrada es gratuita y puede retirarse desde las 19:30.

 

 

Las voces del Olimpo

Las voces del Olimpo

A veinte años de la reconversión del excentro clandestino de detención El Olimpo en un sitio de memoria, dos sobrevivientes que pasaron por allí inauguraron un ciclo de homenaje a los 40 años del juicio a las juntas militares.

En una tarde de sábado llena de emociones, vecinos y vecinas de Floresta se acercaron al Olimpo. Antes de que se proyectara la película El juicio, Isabel Cerruti y Elsa Lombardo, sobrevivientes que pasaron por este centro clandestino de detención,  tortura y exterminio, compartieron sus experiencias como testigos en la causa contra los represores que actuaron allí durante la dictadura, sus victimarios. Con el nombre de Atlético, Banco y Olimpo (ABO) se conoce al proceso judicial iniciado en noviembre de 2009 que ya juzgó a 15 exmilitares por los delitos de lesa humanidad cometidos en estos tres centros clandestinos de detención dependientes del Ejército. En 2022 comenzó el quinto tramo del juicio.

“La Conadep fue el primer paso en la preparación del juicio. Fue sanador porque pudimos vencer el anonimato”. Así abrió la conversación Elsa Lombardo, militante detenida ilegalmente en 1978. Sentada a su lado, su antigua compañera de celda en el Olimpo y actual coordinadora del Espacio para la Memoria, Isabel Cerruti, la escuchaba con atención. “Había una conciencia de que esto debía hacerse sí o sí como un acto de justicia porque la sociedad estaba herida y buscaba respuestas. Toda la sociedad fue herida por esta tremenda ola de terror y miedo que sacudió a nuestro país. Por eso estamos acá, para continuar con la sanación”, siguió Lombardo.

El encuentro se llevó a cabo en el predio ubicado sobre la calle Ramón Falcón, en una sala equipada con pantalla, proyector y sillas, y cuyas paredes exhiben los rostros de desaparecidos que pasaron por ese sitio del horror, hoy de Memoria. “Éramos militantes y sabíamos que todos los días caían y desaparecían compañeros y compañeras. Eso era terrible. Había que escapar, estábamos en la clandestinidad. Este juicio nos dio la posibilidad de salir a la luz”, dijo Cerruti. 

“Habíamos regresado del infierno. La tortura no es solo que te den una cachetada, una paliza o aquellas cosas que se les ocurrían y que se dieron permiso para hacerlas todas. Es lo que tuviste que ver, vivir, compartir”, contó Elsa, haciendo referencia al dolor y al miedo que aún sentía a la hora de declarar, pero que no le impidió presentarse con el fin de sanar a la sociedad. Y para despertarla. “Hay algo que decía Mario Villani (otro sobreviviente) que me quedó grabado: si hay algo que este juicio dejó, más allá de que se condenara a los genocidas, es que la sociedad ya no podía decir que no sabía”, afirmó Isabel. “No había forma de escaparse de las noticias. Ya todos sabían. Sabían la metodología y porqué lo hacían”, agregó.

Entre desvíos y reflexiones de mucha actualidad y ante la mirada expectante de los presentes, las oradoras dieron detalles del antes, el durante y el después de sus testimonios en el proceso judicial. “Hubo diálogos fáciles, diálogos difíciles. Estaban quienes te preguntaban ‘por qué vos sí (volviste) y mi familiar no’. No es fácil esa respuesta, quizás la tienen que dar los genocidas”, comentó Lombardo. En la misma línea, Cerruti recordó una de las preguntas hechas por los jueces: “Por qué creía yo que me habían liberado. Yo les dije que le pregunten a ellos”, sentenció. 

 

Dueños de la vida y la muerte

“A mí me lo dijeron. Fue por el voto”, interrumpió Elsa. “Después de salir en libertad nos controlaron mucho tiempo. Uno de los jefes del Olimpo me dijo: `Vos estás viva porque yo voté´. Eran dueños de la vida y de la muerte”, continuó. A pesar de lo que sufrieron y de que, en palabras de Lombardo, “la herida sigue abierta”, ambas coincidieron en que nunca se buscó venganza, sino justicia, y en que es importante mantener viva la conversación sobre el terrorismo de Estado, especialmente en este contexto. “Aquello fue una dictadura, no estamos hablando de eso hoy. Pero hay cosas que están pasando que nos remiten a algunas que nos pasaron a nosotras y son injustas”, sostuvo Isabel y luego añadió: “Los juicios siguen abiertos, así que tengamos atención. Se lo debemos a aquella Conadep, a aquel juicio que nos dio un montón a todos”.

En la hora que duró la charla, el silencio atento de los oyentes, de todas las edades, sólo se rompió para aplaudirlas y para dar paso a un descanso antes de la proyección de la película. 

Algunas personas aprovecharon para salir de la sala y ver la caída de la noche sobre los galpones vacíos, los murales en las paredes, sobre el parque en el centro, y los carteles que indican que ese fue uno de los escenarios donde ocurrió el horror. En este CCD estuvieron secuestradas entre agosto de 1978 y enero de 1979 alrededor de 500 personas, la mayoría de las cuales permanece desaparecida. Es por esto que, de acuerdo con el relato de las sobrevivientes, la jornada del juicio destinada a las declaraciones en torno a “Olimpo” fue uno de los más extensos. En junio se cumplen 20 años de la recuperación del espacio y su apertura al público.

 

El juicio

El documental de Ulises de la Orden está compuesto exclusivamente por el archivo registrado en 1985, que por muchos años fue inaccesible. Resume meses de audiencias en un metraje de tres horas, divididas en 18 capítulos, cada uno enfocado en un eje de los múltiples testimonios que resultaron en la condena de cinco de los nueve integrantes de las Juntas acusados, en diciembre de ese año. Fue estrenado en 2023 e incluye todas las aristas de aquel histórico proceso judicial, desde el relato de los hechos en las voces de las víctimas, hasta el despliegue de la defensa de los represores.

Tanto Elsa como Isabel se quedaron a ver el documental y compartir algunas reflexiones finales. “Cuando uno iba a declarar, no veía el conjunto de lo que estaba pasando. Ver esto es tremendo”, señaló Cerruti. “Durante mucho tiempo no contamos lo que habíamos pasado porque pensábamos que hacíamos sufrir al otro. Pero los chicos, las familias, los vecinos tienen que saber. Si estamos acá es para transmitir lo mucho o poco que sabemos. Porque los compañeros se lo merecen”, añadió, en referencia a los desaparecidos y el “deber” de que la sociedad sepa qué pasó con ellos.

Los trabajadores del sitio de memoria destacaron la importancia de mantenerse en contacto no solo con la narrativa de lo ocurrido durante la dictadura, sino con los documentos. Ese espíritu inspiró esta primera actividad, que originalmente incluía un recorrido guiado por la arquitectura del predio y la proyección del documental en su totalidad, pero que tuvo que acortarse debido a las restricciones horarias que imperan desde el inicio de la gestión de Javier Milei.

Otro de los problemas que están enfrentando este y otros espacios de memoria es el desfinanciamiento, reflejado en los despidos masivos que tuvieron lugar entre 2024 y 2025. En las rejas que rodean la entrada se ven banderas que denuncian el desmantelamiento y el peligro de cierre como consecuencia de los recortes. A su vez, los empleados hicieron hincapié en el estado de fragilidad en que se encuentra el Archivo Nacional de la Memoria. “No hay garantías”, dijo Cerruti, “a pesar de todo el esfuerzo que nosotros hicimos desde los sitios de memoria, que son muchos en la Argentina. Se hizo y se hace un trabajo magnífico y esperemos que se pueda seguir haciendo”.

Actualmente, en “Olimpo” se realizan diversos talleres abiertos a los vecinos y vecinas del barrio, así como visitas guiadas y muestras que resultan de las investigaciones llevadas adelante por el propio espacio. Incluso en un momento adverso y de fuerte ataque a estas instituciones, el reclamo por memoria, verdad y justicia no se desvanece. En palabras de Elsa Lombardo: “La militancia es como un hormigueo que está por debajo de la piel. Cuando sale un rayo de sol, salimos todos. No nos van a detener”.

Sobrevivir en el país de los desaparecidos

Sobrevivir en el país de los desaparecidos

“Historias Rotas”, el libro de Claudia Rafael y Silvina Melo que cuenta con testimonios de víctimas de la última dictadura militar en las cárceles argentinas, se presentó este fin de semana en la Feria del Libro.

Fin de semana en la Feria del Libro, multitudes recorren los diferentes stands, las bolsitas de tela adornan los brazos de muchos, de fondo se escuchan múltiples charlas, algunas de autores, editores, o figuras relevantes, también se oye el bullicio de los visitantes que caminan de aquí para allá ojeando libros. Pero en la sala Ernesto Sábato el aire cambia, se densifica, hay una tensión propia del respeto, del recuerdo, y de las lágrimas contenidas. La emoción se percibe en la máxima atención de los presentes en lo que plantea la psicóloga Diana Kordon y en lo que cuenta el expreso político Hernán Invernizzi desde su propio sufrimiento y el sus compañeros, desde la reflexión que plantea este encuentro entre el recuerdo y la literatura como un modo de reivindicar el pasado y la memoria, como un modo de volver desde el olvido para algunos y para otros como un episodio desconocido de las épocas más oscuras de nuestro país.

En esta sala del Pabellón Azul se presenta el libro Historias Rotas de Claudia Rafael y Silvina Melo, que cuenta con testimonios de diferentes víctimas de la última dictadura militar en las cárceles del país. El total de presos dentro de este sistema eran 10.000 aproximadamente, en sus historias se retrata la maquinaria de enloquecimiento que se llevó a cabo durante el gobierno de facto por parte no solo de oficiales, sino de un equipo intelectual integrado por psicólogos, psiquiatras, asistentes sociales, médicos, antropólogos, nutricionistas y sacerdotes.

Para Kordon, este libro es necesario, “es un libro muy duro, es un libro que nos conmueve profundamente, y que, hablando del horror de la crueldad, sin embargo, nos acerca a lo profundo y reparador de la condición humana”. A la vez, resalta que la sociedad tiene una deuda con este colectivo.

Hablamos muy poquito de los que se suicidaron y de lo mal que quedaron muchos compañeros que tuvieron que entrar en tratamiento cuando salieron en libertad, que siguen en tratamiento, y que siguen padeciendo en la Argentina y en países que los recogieron un deterioro psicofísico -llámenlo como quieran- que es el resultado de esta rigurosa racionalidad con la que se aplicó una estrategia durante la dictadura sobre los presos”, señala Invernizzi.

Ivenrnizzi, quien fue detenido en 1973 y pasó doce años, siete meses y diez días encerrado, señala que el problema es que el sufrimiento no terminó: Hablamos de los que se suicidaron y muy poquito se habla de lo mal que quedaron muchos compañeros que tuvieron que entrar en tratamiento cuando salieron en libertad, que siguen en tratamiento, y que siguen padeciendo hoy en la Argentina y en países que los recogieron un deterioro psicológico, psicofísico -llámenlo como quieran- que es el resultado de esta actividad, de esta intervención y al mismo tiempo de esta rigurosa racionalidad con la que se aplicó una estrategia durante la dictadura sobre los presos”.

La tortura en presos durante la última dictadura militar es un tema poco conocido, según comentan la mayor parte de los testigos reunidos en el libro, esto se debe al estigma de que argentina es el país de los desaparecidos, lo cual constituye una figura simbólica de peso, que muchas veces los echó atrás a la hora de contar su historia, ya que ellos sobrevivieron.

La idea de hacer este libro surgió a partir de la historia de Eduardo José Schiavoni y Jorge Miguel Toledo, dos militantes torturados y asesinados en una de estas cárceles. A partir de la investigación que realizaron las autoras conocieron muchas más historias de sufrimiento de los presos y decidieron ampliar el libro incorporando a varias de ellas.

Rafael y Melo en diálogo con ANCCOM, comentan, el “eje central es entender que la maquinaria de enloquecer que se armó y que no fue muy abordada”, sobre los debates que plantea el libro, opinan que principalmente el debate acerca del rol de la intelectualidad y la universidad pública en la formación de estos profesionales que estaban detrás de esta maquinaria. 

El libro es muy duro, difícil de leer según los presentes, moviliza muchas emociones. “Yo estoy ahora hablando con vos y estoy con taquicardia. Porque fueron muchos años los que pasamos presos, pero además pasaron muchos años desde entonces hasta hoy. Entonces volver sobre aquello desde este punto de vista es muy complicado”, explica Invernizzi y agrega: “Eso uno nunca se lo saca de encima. El estrés que te provoca la cárcel es algo que no desaparece nunca. Uno puede superarlo, trabajarlo, sobreponerse, pero es algo con lo que uno pelea todo el tiempo. Lo bueno que tienen estas circunstancias es que también funcionan de una manera catártica. Es decir, ayudan a procesar la experiencia. Y nuestra esperanza es que eso que nos ayuda a nosotros a procesar la experiencia quizá ayude a algunos compatriotas a entender mejor lo que nos pasó, para que se convierta en un buen aprendizaje del presente y del futuro”.

En la presentación, las autoras comentan que buscan reivindicar a las víctimas utilizando como concepto central el des-olvido y la exigencia de justicia por estos delitos de lesa humanidad que siguen impunes, su libro será utilizado como evidencia en la causa que se está desarrollando actualmente de Schiavoni, Pablo Llonto incluirá el material recopilado por ambas autoras como documento probatorio.

La violencia de la Fuerza Aérea contra los internos y los civiles

La violencia de la Fuerza Aérea contra los internos y los civiles

Un ex conscripto identificó a Ernesto Rafael Lynch en la 8° Brigada Aérea y un sobreviviente fugitivo de Mansión Seré volvió a dar testimonio. Las hijas de un detenido luchan contra las consecuencias materiales del secuestro.

En la vigésima audiencia de la megacausa Mansión Seré II y RIBA IV declararon tres testigos y un sobreviviente que fue partícipe de la fuga de Mansión Seré. El primero fue un exconscripto de la 8° Brigada Aérea “Mariano Moreno” donde el imputado Ernesto Rafael Lynch fue capitán. Las otras dos testigos hicieron hincapié en las consecuencias materiales y emocionales del secuestro de su padre.

 “En una Base de tantos kilómetros, con la impunidad del campo, debe haber sido imparable lo que hicieron. Eran tan salvajes que 40 años después me sigue doliendo de la misma manera lo vivido. Altos jefes, como el Brigadier Orlando Agosti, estuvieron en la base. Esas personas creían y estaban de acuerdo con lo que hacían. Astiz hay en todos lados”, argumentó Walter Enrique Fey, ex conscripto asignado a la 8° Brigada Aérea entre 1977 y 1978, que durante su testimonio detalló escenas que recrearon la brutalidad y la violencia que se vivía en el predio aéreo entre los soldados rasos y con los civiles detenidos ilegalmente.

 La situación más fuerte que vivió, la relató cómo uno de los motivos para estar sentado ante el tribunal. “Estaba preparada una tortura especial en esa oficina y todos lo sabían. Eran muchas personas que escuchaban los gritos y no ayudaban. Yo creo que por esa mujer estoy acá” y sobre el recuerdo explicó: “Un suboficial me dijo que no podía salir de mi oficina y al rato comienzo a oír gritos desgarradores y terribles de una mujer, nunca escuché algo tan doloroso. De golpe, entraron dos soldados horrorizados a mi escritorio, dejaron la puerta entreabierta y desde mi silla se veía el escuadrón de tropa haciendo un cordón de seguridad alrededor al chalet del grupo de tareas. Uno de los soldados dijo: ‘La están haciendo mierda, le meten la pistola en el útero, la amenazan con matarla y que le van a pegar un tiro al bebé’. Dicen que la habían atado arriba de un escritorio y que allí la estaban violando. Habló en plural. Lo peor para mí, es que esos gritos de dolor que habrán durado cerca de una hora, cesaron de golpe y no se escuchó nada más. Una persona herida no para de gritar de golpe”.

 También vio otras situaciones de brutal violencia contra civiles detenidos dentro de la brigada. “En una oportunidad me dejaron al cuidado de un hombre arrodillado y maniatado, bajo la orden de que si intentaba escapar le diera un tiro. En más de una oportunidad ví jóvenes esposados y tabicados a los que subían en camionetas y llevaban al fondo de la Base. Pero nunca los ví salir”, explicó Fey.

 Fey se desempeñaba como “dragoneante” [soldado raso que se destaca por su desempeño] afectado a la compañía de servicios, “una oficina administrativa que se encargaba del control del movimiento de los soldados. Yo tenía trato directo con todos los escuadrones porque me encargaba de coordinar con varias secciones, de controlar los días francos o de anotar los jefes de unidad nocturnos”, describe el testigo sobre su cargo. Su trabajo le permitió conocer a la mayoría de los integrantes de la fuerza, poder dar nombres, apellidos, cargos y un vasto relato de cómo era en su interior la distribución territorial del predio, con sus dependencias, caminos y hangares.

 Desde el inicio de su testimonio afirmó conocer a Ernesto Rafael Lynch por haber sido capitán de la 8° Brigada en la que el testigo estaba afectado. “Los mayores o tenientes, de noche quedaban como jefes de la base. Algunas veces estaba Lynch, era uno de los oficiales de servicio que yo registraba, él tenía mando y responsabilidades. De Lynch se decían cosas, al igual que de todos los superiores, por los tratos y castigos que aplicaban. El ambiente era salvaje y brutal, ningún soldado quería enfrentarse con los superiores y muchos tenían pavor de salir de su oficina” explicó el ex conscripto.

 Ante el pedido de la fiscalía, explicó algunos de los castigos que Lynch y el resto de los superiores perpetraron contra los soldados. “Lograban tener a los soldados aterrorizados y subordinados por miedo al castigo. La golpiza era la norma en la Brigada, pasabas por algún rincón y siempre estaban masacrando a alguien, eran violentos y soberbios. Les decían que no se quejaran porque ‘vamos a estar acá al menos 10 años’, en referencia al golpe de Videla. De noche solían sorprender a los soldados de guardia y les disparaban. Había intercambio de tiros, luego se asomaba el atacante y era Lynch. Estos oficiales de servicio trataban de probar a los soldados de guardia”.

 Además de la presencia de Lynch, el testigo pudo identificar durante su declaración dos lugares de detención que funcionaron dentro de la Base. Un calabozo, que estaba debajo de la torre de vuelo y un hangar abandonado cercano a su oficina que se convirtió en el centro de operación del Grupo de Tareas N° 12, “que ya operaba desde antes, pero que se independizó y amplió su radio de acción. Se asignaron oficiales de la compañía militar, un suboficial de semana y habilitaron armamento especial y el hangar. Usaban tres camionetas de color azul aeronáutico, apodadas Las Tres Marías, que tenían una estructura de hierro cerrada por una lona verde y filas de asientos enfrentados en los laterales” y luego ahondó en el tipo de operativos que realizaba el grupo que estaba contiguo a su oficina. “Había mucho revuelo cuando estaban por salir, en esos momentos yo no salía de mi oficina. En algunas ocasiones mi jefe de compañía solía decirme ‘hoy vamos a salir a cazar unos pajaritos’. Todo el plantel de suboficiales salía, era una actividad rotativa y afectaban a todo el plantel del escuadrón de tropas. En la mañana también tenían actividades, de espionaje e inteligencia, militares vestidos de civiles que salían en autos comunes”, y explicó que a partir de lo que había oído podía suponer que tenían otras dependencias.

 En entrevista con ANCCOM, Walter Fey expresó que declarar “es mi forma de poder dar luz a lo ocurrido en la 8° Brigada Aérea de Moreno, situaciones que quizás la sociedad no conoce porque no lo vivió desde dentro y no puede imaginar el calvario y el sadismo que tuvo esta gente. Puedo recordar muy bien lugares, nombres y movimientos, memorias que atesoré pensando en algún día hacer justicia. Mi vocación es aclarar lo ocurrido para que se puedan atribuir las responsabilidades a las personas que se comportaron como salvajes. Fue un grupo cegado por el odio que se creían invencibles y hoy están siendo juzgados”.

 El abogado Sergio Gómez, representante en esta audiencia de la Asociación Civil querellante, Moreno por la Memoria, se expresó sobre la importancia de los testimonios de quienes pudieron ver los hechos en primera persona. “Además de ser impactantes por lo descarnado del relato, testimonios como el de Walter Fey resultan de vital importancia puesto que provienen de personas que vivenciaron el proceder del personal militar desde un lugar privilegiado que les permitió conocer a los protagonistas de los hechos, distinguir rangos y roles, y presenciar situaciones de violencia cotidiana que generaban una atmósfera gobernada por el terror. Algo muy propio del aparato militar que buscaba la deshumanización, como condición previa y necesaria para la destrucción y aniquilamiento del otro, y así responder eficazmente al esquema de desaparición, tortura y muerte. Además, se describen muy bien los modus operandi de la misión genocida, que cuando se cotejan, se condicen con los fundamentos de la acusación y el resto de la prueba producida hasta ahora, construyendo así, junto con el resto de los testimonios, la verdad de lo sucedido en la última dictadura cívico militar”.

 

Las siguientes declaraciones fueron las de las hijas de Jose Lizardo Reynoso, testigos y sobrevivientes del secuestro de su padre ocurrido cuando ellas eran niñas. Reynoso era militante radical y estuvo detenido en la Comisaría 1° de Moreno. La menor de ellas, María del Valle Reynoso relata que estaban en su domicilio en Moreno, cuando alguien golpeó la puerta y la tiró abajo. “A mi papá se lo llevaron en un vehículo con las manos esposadas y algo similar a una bolsa en la cabeza, tengo esa imagen muy grabada. También se llevaron un baúl donde guardaba documentos”.

 Recién cuando su padre falleció se enteraron de lo que había vivido: “Fue un shock. Éramos grandes cuando supimos que él trabajaba en una sociedad de fomento y que hacía trabajos de ayuda barrial”, explica María del Valle. Fueron recomponiendo lo poco que saben de su historia a partir de los tíos y tías. María del Valle debió cuidar a su padre anciano y “fui testigo de las quemaduras y cicatrices de su cuerpo. Pero jamás hablé de eso con él. Fue mi tío quien nos contó de las torturas que había sufrido”. La hermana mayor, María Eva de Jesús Reynoso, relató durante su declaración: “Nos enteramos de su historia porque nos llamaron de una organización de Derechos Humanos. Yo hasta entonces pensaba mal de él, que no nos quería, y enterarme a los 40 años que en realidad nos estaba protegiendo de algo que no conocíamos de su historia, fue muy doloroso”.

 Ambas hermanas relataron lo protector que era su padre y el miedo que tenía de que algo les pasara. Estos relatos fueron los que quebraron a ambas testigos, que escasos de detalles vinculados a la detención ilegal de su padre, viraron rápidamente hacía las secuelas y las dificultades de ser sobrevivientes a pesar de no haber estado en un centro clandestino. “Tuvimos una niñez muy fea. Éramos una familia normal, podíamos correr y sonreír en nuestra propia casa, hasta que esta gente irrumpió y se llevó todo. Arrasaron con toda una vida” explicó María del Valle. Por su parte, María Eva, durante su declaración expresó: “Nos quitaron la infancia, nuestra casa, a la que nunca más volvimos y a mi papá, que si bien volvió, no fue igual. Queremos justicia porque nos robaron lo más precioso”.

 

La última declaración fue la de Carlos Alberto García Muñoz, uno de los cuatros ideólogos de la fuga de Mansión Seré, junto a Claudio Tamburrini, Guillermo Fernández y Daniel Russomano el 24 de marzo de 1978, en el segundo aniversario del golpe de Estado. La huida de los cuatro provocó que los militares incendiaran la casa y pusieran fin al accionar de ese centro clandestino, y que quienes estaban en cautiverio pudiesen legalizar su situación.

 La defensa se opuso a la incorporación por regla práctica de las declaraciones anteriores de García Muñoz, ante el juez Daniel Rafecas, que fueron ratificadas durante esta audiencia y sobre ellas aclaró: “En aquella ocasión viajamos desde España con Guillermo Fernández, estuvimos cuatro días declarando y viendo fotografías para reconocer personas”, en dichas imágenes logró asociar, sin certeza completa, su recuerdo de los represores de Mansión Seré con rasgos de las personas de las fotografías entre las que se encontraban José Juan Zyska y Juan Carlos Herrera. Sí logró identificar con completa seguridad a Daniel Alfredo Scali, el más violento de los represores y el responsable de la desaparición de dos compañeros de celda, Jorge Infantino y Eduardo “El Vasco” Alejandro Astiz. Infantino, había identificado a Scali, un conocido de la infancia e iba contarselo al resto de los detenidos, “por eso se los llevaron y nunca más los volvimos a ver”, a partir de eso, el resto de los detenidos recibió un ultimátum que fue el motivo último que desató la fuga y por ende el fin del centro clandestino, que García prefiere llamar “centros de concentración y exterminio”.

 El testigo volvió a relatar una vez más ante el tribunal, el momento de su secuestro y el período de detención que duró cinco meses y medio. “Fui secuestrado en mi domicilio en Capital Federal, golpearon la puerta y aunque dijeron que era la policía, entraron diez personas vestidas de civil con armas cortas y largas. A mi padre le dijeron que me llevaban para averiguación de antecedentes y que en 48 horas estaría libre. Me sacaron en plena avenida Santa Fé esposado. Luego me dijeron que intervino la seccional liberando la zona. Después de hora de viaje en vehículo, me bajaron y sentí en mis pies tierra y pasto. Me introducen en una casa por unas escaleras, supe que era Mansión Seré con el pasar del tiempo allí”, expresó García.

 Sobre sus días de cautiverio, relata las condiciones en las que vivían y las sesiones de torturas perpetradas por La Patota: “Cada vez que venían éramos apaleados y picaneados. No había condiciones de higiene, incluso alguna vez, nos pasaron un lampazo con acaroina porque decían que estábamos sucios y empiojados. Alguna guardia nos hacía quitar el vendaje y hacer tareas domésticas, en realidad nos humillaban, pero eso nos ayudó con la fuga”. Relató que por aquellos escasos momentos en que tenían visión, pudieron distinguir señales que indicaban la pertenencia a la Fuerza Aérea.