
Trabajadores de Siderca denuncian despidos
Señalan que en lo que va del año se intentó desvincular, a través de distintas modalidades, a 200 empleados. Marchas, radio abiertas y denuncias en la localidad de Campana.

En la ciudad bonaerense de Campana, trabajadores de Dálmine Siderca, acompañados por vecinos, estudiantes y organizaciones sociales, se están manifestando para denunciar los más de 200 despidos aplicados en los últimos meses por la empresa del grupo Techint. Se realizaron marchas por la ciudad y se instaló una radio abierta frente a la planta de la empresa que dio voz a las denuncias de los trabajadores. Mientras la compañía atribuye los despidos a una caída en la producción siderúrgica en el país, los obreros sostienen que se trata de un plan de ajuste y disciplinamiento laboral que pone en riesgo el futuro de cientos de familias de la región.
Siderca es una empresa siderúrgica líder en la región dedicada a la fabricación de tubos sin costura. Pertenece al Grupo Techint, liderado por Paolo Rocca, e históricamente ha sido uno de los principales empleadores de la ciudad de Campana. En los últimos meses, más de 200 trabajadores han sido despedidos de la planta. Se trata de una medida que afecta a cientos de familias de la comunidad y que desató una ola de protestas. Entre los despedidos se encuentra Guillermo Bentancourt, operario con 26 años de antigüedad y referente de la militancia gremial local, que se ha convertido en una de las voces más firmes de la resistencia obrera. En diálogo con ANCCOM, Bentancourt describió con crudeza la situación que atraviesan sus compañeros y denunció los mecanismos con los que la empresa deja a los trabajadores fuera de la planta.
La planta de Siderca ha tenido históricamente un impacto muy significativo en la comunidad de Campana tanto como motor económico e industrial, como por su larga historia de represión a sus trabajadores y su impacto ambiental. “Desde el momento que empezamos a rebotar en los molinetes, nos empezamos relacionar con compañeros de distintos sectores, organismos de derechos humanos, organismos ambientales, colectivos sindicales, movimientos estudiantiles, y pusimos en pie un comité de solidaridad donde confluyeron muchos sectores agraviados por la empresa, como vecinos de los barrios que se inundaron por la modificación de la cuenca del Arroyo de la Cruz por parte del Grupo Techint”, describe Bentancourt. Las inundaciones producto de intervenciones de Tenaris Siderca sobre la traza y desembocadura del Arroyo de la Cruz han afectado a alrededor de 1200 vecinos de la ciudad, según denuncian organizaciones locales.
Rebotar en el molinete
La empresa Tenaris Siderca cuenta con un largo historial de despidos y represión de sus trabajadores. Sin embargo, según menciona Bentancourt, para evitar problemas legales y con los sindicatos, la empresa procura evitar los despidos pero implementa diferentes mecanismos de desvinculación de forma más o menos directa.
En enero de 2020 anunció un ajuste que incluyó el despido de 191 operarios de la planta de Campana, casi el 10 % de su personal. Tras la intervención del Ministerio de Trabajo bonaerense se dictó una conciliación obligatoria. A fines de ese mes, la empresa reincorporó a los despedidos bajo un esquema de suspensión paga al 90 % del sueldo, lo que evitó la pérdida definitiva de esos puestos de trabajo.
Con la llegada de la pandemia de COVID-19 y el decreto nacional 329 que prohibía despidos, Siderca optó por implementar acuerdos de suspensión y rebaja salarial. En 2020, Siderca firmó con la UOM (Unión Obrera Metalúrgica) un nuevo acuerdo que extendía las suspensiones hasta octubre, reduciendo el pago al 70 % del salario, a cambio de no despedir al personal. El pacto fue avalado por el Ministerio de Trabajo.
En 2021, durante la pandemia, surgió la “dispensa al deber de asistencia al lugar de trabajo” como una medida impulsada por el gobierno con el fin de disminuir los contagios. Sin embargo, estas dispensas se vienen implementando desde entonces y hasta la actualidad para alejar a los trabajadores de sus puestos de trabajo, según denuncia Bentancourt. Aunque en 2021 no se registraron despidos formales, la empresa comenzó una política de incentivación a los retiros voluntarios, ofreciendo indemnizaciones de manera informal a los trabajadores. Según Betacourt, estos incentivos se mantienen hasta la actualidad. “Nosotros le decimos ‘la máquina de ablandar cabezas’, porque te llaman, te ofrecen plata, un día te ofrecen 10, otro día te ofrecen 8, y así van obligando a que algunos compañeros decidan arreglar el retiro”, afirma.
Entre 2022 y 2023, con la “nueva normalidad”, Siderca reportó un repunte en la producción que significó cifras récord de ganancias. Paradójicamente, en ese mismo periodo comenzó a planificarse un ajuste de plantilla bajo el argumento de aumentar la eficiencia. En 2023 se implementó un cambio de régimen laboral: la planta pasó del denominado sistema americano 6X2 (6 días de trabajo y 2 francos), a un sistema de 6X1 (6 días de trabajo y 1 franco), y redujo de 4 a 3 los turnos diarios de trabajo. Este nuevo esquema implicó que sobrara personal en varias áreas. Siderca procedió entonces a promover retiros voluntarios, jubilaciones anticipadas y despidos encubiertos vía no renovación de contratos. Según denuncias sindicales, en esa fase salieron aproximadamente 200 operarios de la fábrica y 100 trabajadores de empresas contratistas.
Aun así, la empresa no consideró suficiente el recorte y avanzó luego con despidos directos. En septiembre de 2023, despidió sorpresivamente a 65 trabajadores efectivos, mediante envío de telegramas sin causa, apoyándose en el artículo 245 de la Ley de Contrato de Trabajo. Varios con más de 25 años de servicio. “En los primeros días de julio, alrededor de 70 u 80 compañeros fueron dispensados sin fecha de retorno. En el marco de eso, empezaron a aparecer algunos telegramas de despido o bloqueos de molinete al ingreso. Imagínate, salís de tu casa, saludas a tu familia, ‘me voy a trabajar’, llegas a la puerta de fábrica y sin que nadie te avise nada, cuando querés marcar para ingresar rebotas en el molinete de ingreso. Tratás de averiguar y te avisan que estás despedido”, recordó Bentancourt.
A partir de este periodo, los despidos empezaron a afectar mayormente a sectores históricamente protegidos, como las trabajadoras mujeres, algunas jefas de hogar, que luego fueron reemplazadas por varones en los mismos puestos de producción. “En mi sector, de las compañeras, que eran unas 21 o 22, sólo quedaron nueve”, menciona.
Desde la óptica de la Comisión Interna, la selección de despedidos no fue aleatoria: varios de los cesanteados eran activistas gremiales o críticos de la gestión de la empresa. Uno de ellos es Bentancourt, cuya militancia política, al haber sido delegado y candidato a concejal por el Frente de Izquierda (FIT), lo había puesto en la mira de la patronal. La empresa, por su parte, adujo “bajo rendimiento” o evaluaciones deficientes para justificar estas 65 bajas, aunque sin presentar pruebas objetivas. Al respecto, Bentancourt mencionó: “Hay cosas tan contradictorias como que mi calificación la hizo el supervisor de turno, pero dos semanas después, a mi supervisor de turno también lo desplazaron de su puesto diciendo que no le daba el perfil”.
Crisis de representación
La Unión Obrera Metalúrgica (UOM) es el sindicato que representa a los trabajadores del sector. Sin embargo, obreros calificados como Bentancourt describen de forma crítica su papel en la lucha gremial frente a los despidos en Siderca. Si bien, la UOM ha logrado gestionar conciliaciones entre los trabajadores y las patronales, en su mirada estas conciliaciones no se ven acompañadas de medidas de fuerza que generen una verdadera presión sobre la empresa. También denuncia falta de comunicación entre el sindicato y los trabajadores, y la falta de un plan de lucha que convoque a los trabajadores a participar de las decisiones de manera activa. “Hay poca interacción entre la base, los compañeros de a pie y sus dirigentes”, aseguró. La UOM lleva más de 15 meses sin lograr cerrar paritarias, lo cual afecta los salarios de los trabajadores. Y las disputas por el poder interno afectan la eficacia del sindicato en su representación a los trabajadores. “Es un sindicato que a veces parece más enfocado a las elecciones de directiva del año que viene que a los problemas cotidianos, la ecuación es clara: si le molestás a la fábrica, también le molestás al sindicato”.
El círculo rojo
Los despidos en Siderca se explican, según la empresa, por un contexto económico adverso tanto a nivel local como global. Según cifras del INDEC, 2024 cerró con una fuerte contracción en la producción de acero en Argentina. De acuerdo con la Cámara Argentina del Acero (CAA), la producción acumulada de acero crudo en 2024 cayó aproximadamente un 26% interanual respecto a 2023. En el reporte anual de Ternium Argentina para 2024, se reconoce que la empresa “opera bajo circunstancias desafiantes tanto a escala local como internacional, incluyendo una caída de la demanda interna, inflación alta (sic) y restricciones comerciales”. En un marco de recesión de la industria interna y apertura irrestricta de importaciones, con el ingreso masivo de acero chino y brasileño, Paolo Rocca, líder del Grupo Techint, advirtió públicamente que “la cancha no está nivelada” frente a la competencia extranjera, y reclamó medidas proteccionistas, aunque el gobierno de Javier Milei ratificó que no habrá intervención estatal.
Sin embargo, Siderca pertenece a un grupo empresario multinacional ítalo-argentino con más de 100 empresas en todo el mundo, creado por Agostino Rocca, abuelo del actual dirigente Paolo Rocca. Paolo Rocca forma parte del llamado “círculo rojo”: un grupo selecto que componen los nombres más prominentes de la élite empresarial argentina. Se afirma que este grupo ostenta un gran poder e influencia política en el país, y sería responsable de muchas de las decisiones más importantes que se toman a nivel político y económico en el país.
Por este motivo, los trabajadores y grupos sindicales descreen de las afirmaciones de la empresa que aduce crisis económica en el sector, y exigen que se priorice el bienestar de los trabajadores, sus familias y la comunidad de Campana, sobre los intereses de los empresarios. Afirman además, que el trabajo en la fábrica no se ha reducido, sino que se trata de una estrategia de explotación que busca reducir gastos de nómina a costa del bienestar de los trabajadores. A este respecto, Bentancourt invitó a los trabajadores y la comunidad en general a unirse a la lucha por sus derechos. “Luchar vale la pena porque da resultados a favor de los trabajadores y se sientan las bases de que se puede pelear. Torcerle el brazo a las empresas se les puede torcer, hay pata legal. Pero también hay patas de organización, de lucha, de ponerle el cuerpo”.
Pasado indeleble
Durante la última dictadura militar, la planta de Dálmine Siderca en Campana fue señalada en informes oficiales como una de las empresas que colaboró con la represión en contra de los trabajadores. De acuerdo con la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, la compañía fue considerada responsable civil en el caso de Orlando Bordisso, un empleado desaparecido, y debió indemnizar a su viuda. Investigaciones académicas también han documentado que la empresa participó en la confección de listas negras de obreros y delegados sindicales, que luego fueron perseguidos por las fuerzas militares, muchos de ellos víctimas de secuestros y desapariciones forzadas. Un episodio emblemático de este periodo que recuerda Bentancourt fue la “Noche de los Tubos”. El 22 de septiembre de 1976, cuatro empleados de Siderca fueron secuestrados de sus hogares en una misma noche, en un operativo coordinado que sembró el terror entre sus compañeros. Los hechos de ese período demuestran un vínculo entre la administración de Siderca con el aparato represivo estatal que dejó una huella indeleble en la comunidad de Campana, con decenas de familias obreras destruidas y el poder sindical prácticamente anulado.