Un juicio de lesa humanidad víctima del ajuste

Un juicio de lesa humanidad víctima del ajuste

En la audiencia de Mansión Seré IV y RIBA II no estuvo la querella de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación a causa de los despidos y el recorte del gobierno libertario. Testimonios sobre el antisemitismo de los represores y el desarraigo del exilio.

Los recortes en materia de derechos humanos del actual gobierno llegó a la megacausa  Mansión Seré IV y RIBA II. La vigésima primera audiencia de este juicio comenzó con el una solicitud presentada por Daniel Dinuchi, último abogado que representó la querella oficial hacia el tribunal para que intime a la Secretaría de Derechos Humanos a dar respuestas por la ausencia de letrados representantes.

Durante el desarrollo del juicio se perdieron ya la querella de Mariana Eva Pérez y de Abuelas de Plaza de Mayor por el caso del nieto apropiado Guillermo Pérez Roisinblit tras el fallecimiento del imputado Juan Carlos Vazquez Sarmiento. Si la querella nacional deja de estar presente solo quedarían la Secretaría de Derechos Humanos de Provincia de Buenos Aires y la Asociación Civil Moreno por la Memoria. La abogada Clarisa Góngora representante de la Asociación aseguró que: “Es preocupante la constante desvinculación de letrados de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que exterioriza un modus operandi por parte del Estado, un abandono intencional. La política de desfinanciamiento en materia forma parte de un plan sistemático de negacionismo y vaciamiento de la memoria en nuestro pueblo. Y obviamente afecta en la tramitación de los juicios de lesa humanidad, los tiempos y las dinámicas del proceso. Nos preocupa pero también nos ocupan las políticas de memoria, verdad y justicia”.

El primer testigo en declarar fue Osvaldo Antonio López, postergado desde audiencias anteriores. Prestó servicio en la 8° Brigada Aérea Mariano Moreno, donde trabajaba como cabo de fuerza en mecánica, y conoció al exteniente Ernesto Rafael Lynch, imputado en la causa. Hasta diciembre de 2024 se desempeñó como coordinador en el “Espacio de Memoria excentro Clandestino Virrey Cevallos” -del que es sobreviviente- hasta que fue dado de baja también por las políticas de recorte del actual gobierno nacional.

Durante su declaración, detalló el período de cambio en que la Brigada dejó de ser una Base Aérea Civil y se transformó en la 8° Brigada Aérea. “Se empezaba a estructurar la seguridad y el perímetro alrededor de la base. Era un reacomodo lento, se construyeron grandes estructuras, entre ellas, la torre de control”, relató López. También aclaró que comenzaba a formarse la estructura de personal, con sus jerarquías y mandos, y recordó los nombres de la mayoría de los que conoció en sus años de servicio entre 1972 y 1977.

Abocado a la Base Aérea desde años previos al Golpe de Estado, el testigo detalló que en el año 1977 comenzó el armado de un grupo paramilitar que operaba por fuera de la Brigada y dependía de la División de Inteligencia: “Se habían incorporado dos autos civiles de un secuestro, con los que operaban junto a las tres camionetas azules, que hasta entonces utilizaban los soldados de la compañía militar para hacer rondines, pero luego se hizo una compañía aparte que tenían tareas específicas. En ese momento creo que se hizo cargo el Teniente Lynch con dos suboficiales. El recorrido incluía varias comisarías, la Comisaría 1° de Moreno, la Comisaría de Paso del Rey y otra que en ese momento todavía era una dependencia policial” con las que relató que solía haber conflictos porque los aeronáuticos tenían preponderancia sobre el personal policial. Relató que el trabajo que realizaba la División de Inteligencia fue en aumento y que todas dependían del Grupo de Tareas 100.

Al igual que testigos de audiencias anteriores, el exconscripto recordó situaciones de violencia vividas, desde el secuestro y despidos arbitrarios de compañeros mecánicos, hasta los “corrillos” que se generaban entre el personal y que hacían conocer al personal el accionar ilegal: “Dos cabos llevados a hacer guardia a Mansión Seré volvieron espantados y comentaron que allí había personal de la Brigada del Palomar y que operaba el Grupo de Tareas 100. También, me encontré con un cabo que estaba preparando un auto para, según me dijo, llevar a “Panchito” – Mario Valerio Sánchez- a Entre Ríos y luego se comentó que en una de las recorridas habían visto a la mujer -María Margarita “Coca” Miguens- en la Comisaria 1° de Moreno” -dijo López y agregó que- “Otro comentario de los soldados era que un oficial había traído a la Brigada a una mujer joven para violarla”, aludiendo a este hecho también detallado en la audiencia anterior por otro exconscripto.

Cuando la Aeronáutica conoció la militancia que tenía López, desde 1974 en PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), fue secuestrado: “Me esperaron en San Miguel, me interceptaron y pude ver al mayor López -jefe de Inteligencia-  a unos 20 metros, viendo todo. Ahí no tuve dudas de que era la Fuerza Aérea la que me llevaba. Me trasladaron a una zona de Morón que no logré identificar, ahí me torturaron toda la noche y a la madrugada me trasladaron a lo que después conocí que era la casona de Virrey Cevallos”. Allí estuvo detenido una semana hasta que logró escapar pero tras las amenazas que recibió su familia decidió volver y entregarse: “Me hicieron un Consejo de Guerra en Morón, y me condenaron a 24 años de prisión. Estuve hasta 1987, que logré salir porque apelé la sentencia a la Corte Interamericana y anularon la causa por falta de sostén jurídico”, sostuvo López.

Fue por las investigaciones que se realizaron desde el espacio Virrey Cevallos, que identificó a Juan Manuel Taboada, que tenía responsabilidad en RIBA -Regional de Inteligencia de Buenos Aires- como quien dirigió su secuestro. Según López, “RIBA era el órgano mayor de inteligencia, inmediatamente después de la jefatura de Inteligencia. Centralizaba toda la información de las unidades militares y operaba con la Policía Federal, que estaba a cargo de Virrey Cevallos. Físicamente la RIBA estaba en Morón, en las calles Buenos Aires y San Martín, en dos casas que compraron y unieron. Yo siempre tuve la duda, de si el primer lugar al que me llevaron no fue ahí”.

La revictimización como estrategia de la defensa

Una sobreviviente y un testigo, se tuvieron que volver a presentar a declarar en el marco de este juicio, por la negativa de la defensa de incorporar las declaraciones previas por regla práctica. Esta estrategia, la aplicaron a lo largo de todo el  juicio, no sin provocar roces con las otras partes.

Mauricio Castro, defensor particular de los imputados José Juan Zyska y Ernesto Rafael Lynch, argumentó que “solo nos hemos opuesto a la incorporación por escrito de los testimonios que fueron invocados por las distintas partes acusatorias para sostener lo que ellos entienden como elementos de pruebas de las acusaciones. Y dado que esas declaraciones fueron prestadas sin la intervención de estos defensores, creemos que tenemos derecho a escuchar y contrarrestar la prueba”. Criticó a la fiscalía por endilgarles que solicitan los testimonios pero luego no les hacen preguntas: “Si el testigo no aclara o no se acuerda de algo durante su relato, será cuestión de la fiscalía decidir si introduce o no declaraciones previas para retomar esa información. No nos puede obligar a nosotros como defensa a indagar e incentivar al testigo sin que haya declarado o al menos sin que antes haya mencionado a los imputados”.

Luis Alejandro Etchenique, declaró como testigo del secuestro de su hermana mayor Nora, y de su padre, Horacio Alejandro, el 1º de abril de 1977 en Ramos Mejía. Relató lo vivido con muchas dificultades y muy consternado, por rememorar los recuerdos y por la pérdida prematura de su familia, que “fueron los más perjudicados”. El testigo tuvo un cruce con los abogados defensores que argumentaron estar buscando “las pruebas objetivas que surgen del debate”, y a quienes reclamó: “El imputado tiene el derecho a la defensa que mi hermana y mi padre no tuvieron”.

En relación al momento del secuestro, Etchenique relató que “entraron uniformados y dijeron que venían a buscar a mi hermana. A ella le dijeron que se la iban a llevar. Y ella le pedía a los gritos a mi papá que no la deje sola”. Nora Etchenique era estudiante de Medicina y militante de la Federación Juvenil Comunista, y su padre, dirigente del Partido Comunista. “En mi casa había literatura marxista, y la ideología era censurada en esa época por estas personas que ostentaban el poder y que desconocían lo que es un estado de derecho y la libertad de opinión”. Sobre los padecimientos que le relató su hermana explicó: “Además de ser violada y padecido un aborto cuando fue liberada, tuvo fuertes secuelas psicológicas y sufrió constante amedrentamiento y acoso posterior. Recuerdo que tocaban el timbre o llamaban y preguntaban por Norita, que era el nombre que los secuestradores le habían puesto en Mansión Seré”.

Además, el testigo volvió a mencionar el antiseminitsmo de los aeronáuticos, que secuestraron a Eduardo Salem, amigo suyo, quien en el momento del allanamiento ilegal estaba llegando a la casa de los Etchenique: “Llevaba puesta una campera de un viaje de intercambio que había hecho a Israel, y cuando dijo que venía a la casa de mi familia, se lo llevaron. Luego de ser liberado, se comunicó a mi casa y avisó que mi hermana estaba viva”. A pesar de la congoja el testigo terminó su declaración diciendo que “en memoria de mi familia, muchas gracias”.

Alejandra Tadei, sobreviviente que declaró por cuarta vez su secuestro y privación de la libertad en Mansión Seré, lo hizo ordenadamente y sin quebrarse, “40 años después seguimos declarando”, explicando que su primera declaración la hizo en el Juicio a las Juntas.

Tadei fue secuestrada el 13 de octubre de 1977 con 17 años, desde el domicilio en Barrio Norte, Capital Federal: “La patota me esperó en el palier del edificio, pero ya habían entrado abruptamente a mi casa, a los gritos, buscándome y habían encerrado a mi mamá y mi hermana. Cuando llegué, me enfrentaron con un muchacho y me preguntaron si lo conocía. Yo no lo reconocí, estaba muy demacrado, pero él sí dijo conocerme. Me sacaron del departamento y me metieron en un Falcon. Me empezaron a manosear. Al llegar a un lugar, bajamos del auto, noté pasto. Nos metieron en una casa. Con los días identifiqué que era Mansión Seré porque me sacaba la venda para hacer tareas domésticas que yo les pedía porque estar todo el día esposada era un martirio”. Allí sufrió interrogatorios, torturas y simulacros de fusilamiento: “Era muy marcado el odio contra los judíos en los interrogatorios, siempre empezaban preguntándome si era judíao o católica”.

Relató la sobreviviente que a la semana “me dijeron que si comprobaban que yo no tenía nada que ver me iban a largar. Esos eran los términos que ellos utilizaban. Me liberaron un viernes, junto a otra chica que estaba detenida conmigo, Patricia Dorrego, y un hombre. Me dejaron a una cuadra y media de mi casa, vendada. Con el tiempo supe quién era el hombre que me señaló. Era Carlos García. Yo lo conocía pero en ese momento estaba desfigurado”.

La última declaración programada para la audiencia era la de Horacio Silvio Fleischman, sobreviviente que declaró por primera vez, desde Estados Unidos, donde se refugió. Por pedido de la fiscalía se escuchó luego el testimonio de su esposa, Ana Maria Charving de Flischman, que completó los agujeros negros del relato de su esposo.

El sobreviviente, secuestrado el 23 de mayo de 1977 cuando se desplazaba en su automóvil en Moreno, relató: “Me detuvo un operativo masivo de patrulleros de la Fuerza Aérea. Me esposaron, encapucharon y en mi auto me llevaron a la comisaría de Moreno. Varios vecinos vieron la situación. Allí había una habitación enorme con muchísima gente detenida, algunos en muy malas condiciones”. Fue trasladado simultáneamente a otros centros clandestinos, pero siempre regresaba a la Comisaría 1° de Moreno.

En la Comisaría de Francisco Alvarez lo reconocieron, era médico y durante un tiempo había sido director del hospital Mariano y Luciano de la Vega, de Moreno. “Uno de los policías me ofreció contactar a mi familia, tenía que darle una notita. Se ve que fue descubierta porque como reprimenda me dieron una golpiza y me llevaron a otro lugar, donde no me dieron ni agua ni comida por días. Era desesperante”. Finalmente fue legalizado y trasladado al penal de La Plata como preso político. Su esposa relató que “recién a los tres meses lo vi de vuelta, exactamente con la misma ropa con la que se había ido a trabajar aquel día, pero era otra persona. Estaba delgado y afeitado del día anterior, que para él era estar en buenas condiciones. Pero estaba irreconocible. Dos años, un mes y 18 días lo fui a ver todas las semanas al penal. Iba con el bebé y a mi otra hija le decía que su papá estaba en un trabajo del que no podía salir”.

Durante su declaración, la mujer hizo hincapié en las múltiples dependencias que visitó y las peripecias realizadas para intentar conocer el paradero de su esposo, a pesar de las advertencias recibidas: “Me decían que me quede quieta y cuide a mis hijos. Mi familia tenía miedo de que me desaparecieran a mí también. Fui a hacer un habeas corpus, el abogado me hizo firmar papeles y me dijo que volviera a retirarlos en dos días. Cuando volví lo habían desaparecido. No sé quién era. No lo volví a ver nunca más”.

Fue un familiar desde Estados Unidos quien logró que la Embajada de ese país diera a la familia asilo político. Charving explicó que fue por la utilidad de sus profesiones y luego de comprobar que no pertenecían a ninguna “institución o comunidad política”. Viajaron a Brasil en un colectivo de turistas, y el sobreviviente relató las minuciosas indicaciones que recibió de la Embajada para llegar con éxito a destino, desde cómo cruzar el control policial fronterizo hasta en qué asiento sentarse durante el viaje. En Río de Janeiro fue recibido por la ONU donde fue entrevistado sobre lo que había visto y vivido en los centros clandestinos. “Me dieron un documento de refugiado de las Naciones Unidas. Había perdido mi nacionalidad, mi trabajo, mi profesión, estaba en el aire”, expresó Fleischman. Luego de dos meses pudieron llegar a Estados Unidos. Su esposa, se refirió al mismo sentimiento: “Me desarraigué de todo, pero estábamos vivos y muchos otros no. Yo quiero transmitir lo que madres y esposas que perdieron a los suyos no pueden hacer”.

“No sé si las cosas horribles que sucedieron en argentina podrán ser descifradas completamente -relató el sobreviviente en su primera declaración 48 años después de lo vivido y comparó lo sucedido en el país con el Holocausto, cuya verdad y sobrevivientes comenzaron a hablar muchos años después-.No es simple hablar”. Y recordó que en el penal de La Plata alguien le dijo que lo suyo había sido un caso de antisemitismo.

 En relación a las próximas audiencias, Clarisa Góngora, mencionó a ANCCOM que de los testigos propuestos por Moreno por la Memoria quedan aún cuatro declaraciones. Sin embargo resaltó la posibilidad de que vuelva a ocurrir una situación similar a la audiencia de la fecha, que por “la dinámica del juicio se incorporen nuevas declaraciones». Estimamos que se va a seguir en esta etapa de declaraciones y presentaciones durante el año en curso”.

 

La próxima audiencia está programada para el 27 de mayo de manera presencial en el 5° Tribunal Federal de San Martín, Pueyrredón 3510, Buenos Aires.

El Eternauta, Malvinas y los nietos apropiados

El Eternauta, Malvinas y los nietos apropiados

El director Bruno Stagnaro, la productora Leticia Cristi, Martín Oesterheld (nieto del autor de la historieta) y Francisco Ramos, de Netflix, compartieron en la Feria del Libro detalles de la producción y lecturas sobre el suceso en que se convirtió la serie.

El protocolo de organización de una charla en la Feria del Libro es rutinario: se destina una sala y un horario, se arma una fila, como mucho veinte minutos antes del inicio y el ingreso del público se produce con la previsible calma. Sin embargo, este escenario es bien distinto al que se vivió la tarde noche del viernes en los pasillos del Pabellón Blanco de la Sociedad Rural. Desde las 18 la gente comenzó a afincarse en la puerta de la Sala Victoria Ocampo e, ignorando las órdenes del personal de la feria, armaron una fila improvisada que, media hora después, ya superaba en cantidad al aforo permitido de 250 espectadores. Todos esperaban participar de la charla “El Eternauta, la serie: del cómic a la pantalla”, pautada para las 20.30. Así, personas de todas las edades aguardaron pacientes el horario de ingreso compartiendo mates, charlas sobre el libro, cantitos futboleros que, a modo de broma, le dedicaban a los “cascarudos” y alguna que otra discusión entre los organizadores y los más rezagados en la fila que no pudieron acceder a la sala.

En tiempos donde surgen centenares de fenómenos digitales con millones de visualizaciones, que rara vez logran traspasar la pantalla y tienen su manifestación en las calles, El Eternauta viene a romper con esta regla. Es que la obra escrita por Héctor Germán Oesterheld interpela a su público más allá de la serie, lo conecta con su argentinidad, le genera orgullo y la siente como propia, aunque no haya vivido en la época en la que fue escrita o no haya formado parte de la producción de la serie. En este sentido, Bruno Stagnaro, director de la serie, recuerda el desafío que fue despegarse afectivamente de la historieta para adaptarla: “A mí El Eternauta me lo hizo conocer mi viejo a los 10 años. Él nos lo traía, a mí y a mi hermano, todas las semanas y era un ritual esperar ese día, la expectativa por leerlo, pelear por quien lo leía primero y demás. Cuando me metí en esto, me di cuenta que esa fue la experiencia de la mayoría. Entonces de eso, que está buenísimo y es el corazón de El Eternauta, yo me tenía que despojar para poder generar lo mismo. Ir al hueso de la historia para recuperar la emoción”.

 

A Stagnaro lo acompañaron Martín Oesterheld, nieto de Héctor German Oesterheld -autor de la obra- y asesor creativo de la serie; Francisco Ramos, vicepresidente de contenidos para Netflix en Latinoamérica y Leticia Cristi, productora de la serie. Todo esto bajo la conducción de la periodista Hinde Pomeraniec. El eje de la charla giró en torno al proceso de adaptación del guion y las dificultades de llevar a cabo una producción con las dimensiones que requiere la ciencia ficción. Francisco Ramos ahonda en esto: “Los espectadores de todo el mundo están acostumbrados a que el universo de la ciencia ficción les resulte ajeno, una cosa que nunca vamos a vivir, con naves espaciales y demás. En El Eternauta pareciera ser que todo lo que nos sucede nos podría pasar y creo que eso se percibe en todos los países”. Leticia Cristi, por su parte, cuenta su experiencia al producir la serie y los desafíos que tuvieron que afrontar junto a su equipo: “Por suerte el proceso de escritura fue largo y nos iba permitiendo desarrollar y pensar distintos caminos. Tuvimos muchas charlas con Bruno de lectura donde le decía ´me encanta lo que escribiste pero no tengo idea como se hace. Y un poco entre todos fuimos paso a paso, nos aventuramos con ingenio, profesionalismo, audacia y responsabilidad, al igual que lo hacen los personajes en la serie. Lo pudimos hacer gracias a que existe en el país una industria desde hace tantos años con gente muy calificada y profesional, así que también es de todos ellos”.

Martín Oesterheld atravesó un doble desafío. Por un lado, ser consultor creativo de la producción y, por el otro, la ligazón afectiva que lo une con la historieta y su historia familiar. “En el mundo del cine siempre se decía que era una historia maldita e inadaptable. Para mí no era ni maldita ni inadaptable, era improducible. Una vez que conseguimos ordenarla legalmente y nos acercamos, por una carambola, a Netflix, por un abogado argentino, las cosas se dieron. A mí hay dos cosas que me generan mucha emoción, la primera es que El Eternauta es la historia de un sobreviviente y, al actualizarlo, surgió la idea de que Juan Salvo sea un sobreviviente de Malvinas, eso se fue dando. Lo otro es que una de las locaciones que usó Bruno fue donde vivió los últimos años de su vida mi abuelo, el edificio del Rulero. Yo le decía a Bruno ´Mira vos, no te puedo creer´, se ve que era algo que estaba en el aire”. Por su parte, Stagnaro no desaprovechó la ocasión para explicar algunas decisiones que tuvo que tomar en la adaptación: “Adaptar la obra al presente fue de las primeras cosas que decidimos porque creo que respeta el espíritu del autor cuando hizo la obra. Oesterheld hace jugar todo el tiempo la ciudad como un personaje más y juega mucho con esta sensación de los lectores de estar transitando por los mismos espacios en los que transcurre la historia. Entonces nos parecía que si planteamos regresar la historia cincuenta años para atrás, esa ciudad era otra y no iba a dialogar tanto con la obra. Lo mismo pasa con las publicidades, que fue un tema bastante candente en estos días como si hubiera habido plata de por medio y en realidad todo lo contrario. La idea era captar esas publicidades tal como estaban como si fueran vestigios de una civilización que se está derrumbando”.

 

Ante la consulta de la conductora del evento, Hinde Pomeraniec, acerca de la elección de Ricardo Darín como Juan Salvo, el director reconoció: “Cuando Matías (Mosteirín, productor de la serie) me propone que sea Ricardo, yo inicialmente no lo veía por una cuestión relacionada a la edad, me parecía que al ser una historia muy física, íbamos a estar complicados, así que quedó ahí. Después, dándole vueltas, me di cuenta que la edad de Darín coincide con la que tendría un veterano de Malvinas y eso resolvía algo muy importante para mí en la adaptación que era el vínculo del personaje con el mundo de las armas. Uno está acostumbrado a verlo en las series de afuera y se da por sentado porque viene de sociedades donde eso tiene una proximidad, pero en la nuestra no, y está bueno que sea así. Entonces, de alguna manera, algo que parecía problemático como la edad de Ricardo, nos resolvió muchas cosas, sumado a que la Guerra de Malvinas es una herida que sigue vigente y me pareció necesario evocarla”.

Para finalizar, Martín Oesterheld recordó la lucha de su familia por la búsqueda de sus primos y reconoció el esfuerzo de Abuelas de Plaza de Mayo y la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDI): “La lectura que abrió la serie tiene que ver con lo que pasa en la serie y en la obra original, pero también con lo que la excede en términos del vínculo histórico cultural de lo que nos dice en tanto clásico y todo lo que tenemos para hablar todavía en la Argentina a partir de estas preguntas que aparecen. Entre ellas, nuestro trauma de los setenta y los nietos que tienen que aparecer. Pero esos canales ya existen, no necesitamos pedidos públicos, nosotros buscamos a nuestra familia hace muchos años, esos canales son Abuelas y  también CoNaDI, que está siendo absolutamente desfinanciada por este gobierno. Nuestra búsqueda es irrestricta, siempre estamos atentos a eso, no sabemos si se va a dar. Tenemos esperanza pero también informaciones que hacen que no tengamos toda la certeza. De todas maneras, hay mucha gente para buscar, no significa solamente ´busquemos a los Oesterheld´. Hay que entender qué pasa concretamente en las intimidades y eso Abuelas y CoNaDI lo tienen muy claro”.

Las voces del Olimpo

Las voces del Olimpo

A veinte años de la reconversión del excentro clandestino de detención El Olimpo en un sitio de memoria, dos sobrevivientes que pasaron por allí inauguraron un ciclo de homenaje a los 40 años del juicio a las juntas militares.

En una tarde de sábado llena de emociones, vecinos y vecinas de Floresta se acercaron al Olimpo. Antes de que se proyectara la película El juicio, Isabel Cerruti y Elsa Lombardo, sobrevivientes que pasaron por este centro clandestino de detención,  tortura y exterminio, compartieron sus experiencias como testigos en la causa contra los represores que actuaron allí durante la dictadura, sus victimarios. Con el nombre de Atlético, Banco y Olimpo (ABO) se conoce al proceso judicial iniciado en noviembre de 2009 que ya juzgó a 15 exmilitares por los delitos de lesa humanidad cometidos en estos tres centros clandestinos de detención dependientes del Ejército. En 2022 comenzó el quinto tramo del juicio.

“La Conadep fue el primer paso en la preparación del juicio. Fue sanador porque pudimos vencer el anonimato”. Así abrió la conversación Elsa Lombardo, militante detenida ilegalmente en 1978. Sentada a su lado, su antigua compañera de celda en el Olimpo y actual coordinadora del Espacio para la Memoria, Isabel Cerruti, la escuchaba con atención. “Había una conciencia de que esto debía hacerse sí o sí como un acto de justicia porque la sociedad estaba herida y buscaba respuestas. Toda la sociedad fue herida por esta tremenda ola de terror y miedo que sacudió a nuestro país. Por eso estamos acá, para continuar con la sanación”, siguió Lombardo.

El encuentro se llevó a cabo en el predio ubicado sobre la calle Ramón Falcón, en una sala equipada con pantalla, proyector y sillas, y cuyas paredes exhiben los rostros de desaparecidos que pasaron por ese sitio del horror, hoy de Memoria. “Éramos militantes y sabíamos que todos los días caían y desaparecían compañeros y compañeras. Eso era terrible. Había que escapar, estábamos en la clandestinidad. Este juicio nos dio la posibilidad de salir a la luz”, dijo Cerruti. 

“Habíamos regresado del infierno. La tortura no es solo que te den una cachetada, una paliza o aquellas cosas que se les ocurrían y que se dieron permiso para hacerlas todas. Es lo que tuviste que ver, vivir, compartir”, contó Elsa, haciendo referencia al dolor y al miedo que aún sentía a la hora de declarar, pero que no le impidió presentarse con el fin de sanar a la sociedad. Y para despertarla. “Hay algo que decía Mario Villani (otro sobreviviente) que me quedó grabado: si hay algo que este juicio dejó, más allá de que se condenara a los genocidas, es que la sociedad ya no podía decir que no sabía”, afirmó Isabel. “No había forma de escaparse de las noticias. Ya todos sabían. Sabían la metodología y porqué lo hacían”, agregó.

Entre desvíos y reflexiones de mucha actualidad y ante la mirada expectante de los presentes, las oradoras dieron detalles del antes, el durante y el después de sus testimonios en el proceso judicial. “Hubo diálogos fáciles, diálogos difíciles. Estaban quienes te preguntaban ‘por qué vos sí (volviste) y mi familiar no’. No es fácil esa respuesta, quizás la tienen que dar los genocidas”, comentó Lombardo. En la misma línea, Cerruti recordó una de las preguntas hechas por los jueces: “Por qué creía yo que me habían liberado. Yo les dije que le pregunten a ellos”, sentenció. 

 

Dueños de la vida y la muerte

“A mí me lo dijeron. Fue por el voto”, interrumpió Elsa. “Después de salir en libertad nos controlaron mucho tiempo. Uno de los jefes del Olimpo me dijo: `Vos estás viva porque yo voté´. Eran dueños de la vida y de la muerte”, continuó. A pesar de lo que sufrieron y de que, en palabras de Lombardo, “la herida sigue abierta”, ambas coincidieron en que nunca se buscó venganza, sino justicia, y en que es importante mantener viva la conversación sobre el terrorismo de Estado, especialmente en este contexto. “Aquello fue una dictadura, no estamos hablando de eso hoy. Pero hay cosas que están pasando que nos remiten a algunas que nos pasaron a nosotras y son injustas”, sostuvo Isabel y luego añadió: “Los juicios siguen abiertos, así que tengamos atención. Se lo debemos a aquella Conadep, a aquel juicio que nos dio un montón a todos”.

En la hora que duró la charla, el silencio atento de los oyentes, de todas las edades, sólo se rompió para aplaudirlas y para dar paso a un descanso antes de la proyección de la película. 

Algunas personas aprovecharon para salir de la sala y ver la caída de la noche sobre los galpones vacíos, los murales en las paredes, sobre el parque en el centro, y los carteles que indican que ese fue uno de los escenarios donde ocurrió el horror. En este CCD estuvieron secuestradas entre agosto de 1978 y enero de 1979 alrededor de 500 personas, la mayoría de las cuales permanece desaparecida. Es por esto que, de acuerdo con el relato de las sobrevivientes, la jornada del juicio destinada a las declaraciones en torno a “Olimpo” fue uno de los más extensos. En junio se cumplen 20 años de la recuperación del espacio y su apertura al público.

 

El juicio

El documental de Ulises de la Orden está compuesto exclusivamente por el archivo registrado en 1985, que por muchos años fue inaccesible. Resume meses de audiencias en un metraje de tres horas, divididas en 18 capítulos, cada uno enfocado en un eje de los múltiples testimonios que resultaron en la condena de cinco de los nueve integrantes de las Juntas acusados, en diciembre de ese año. Fue estrenado en 2023 e incluye todas las aristas de aquel histórico proceso judicial, desde el relato de los hechos en las voces de las víctimas, hasta el despliegue de la defensa de los represores.

Tanto Elsa como Isabel se quedaron a ver el documental y compartir algunas reflexiones finales. “Cuando uno iba a declarar, no veía el conjunto de lo que estaba pasando. Ver esto es tremendo”, señaló Cerruti. “Durante mucho tiempo no contamos lo que habíamos pasado porque pensábamos que hacíamos sufrir al otro. Pero los chicos, las familias, los vecinos tienen que saber. Si estamos acá es para transmitir lo mucho o poco que sabemos. Porque los compañeros se lo merecen”, añadió, en referencia a los desaparecidos y el “deber” de que la sociedad sepa qué pasó con ellos.

Los trabajadores del sitio de memoria destacaron la importancia de mantenerse en contacto no solo con la narrativa de lo ocurrido durante la dictadura, sino con los documentos. Ese espíritu inspiró esta primera actividad, que originalmente incluía un recorrido guiado por la arquitectura del predio y la proyección del documental en su totalidad, pero que tuvo que acortarse debido a las restricciones horarias que imperan desde el inicio de la gestión de Javier Milei.

Otro de los problemas que están enfrentando este y otros espacios de memoria es el desfinanciamiento, reflejado en los despidos masivos que tuvieron lugar entre 2024 y 2025. En las rejas que rodean la entrada se ven banderas que denuncian el desmantelamiento y el peligro de cierre como consecuencia de los recortes. A su vez, los empleados hicieron hincapié en el estado de fragilidad en que se encuentra el Archivo Nacional de la Memoria. “No hay garantías”, dijo Cerruti, “a pesar de todo el esfuerzo que nosotros hicimos desde los sitios de memoria, que son muchos en la Argentina. Se hizo y se hace un trabajo magnífico y esperemos que se pueda seguir haciendo”.

Actualmente, en “Olimpo” se realizan diversos talleres abiertos a los vecinos y vecinas del barrio, así como visitas guiadas y muestras que resultan de las investigaciones llevadas adelante por el propio espacio. Incluso en un momento adverso y de fuerte ataque a estas instituciones, el reclamo por memoria, verdad y justicia no se desvanece. En palabras de Elsa Lombardo: “La militancia es como un hormigueo que está por debajo de la piel. Cuando sale un rayo de sol, salimos todos. No nos van a detener”.

Con el foco en la memoria

Con el foco en la memoria

La Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina instaló en la vereda de su sede una baldosa en conmemoración a los fotógrafos, camarógrafos y documentalistas detenidos, desaparecidos y asesinados por el terrorismo de Estado.

“Este era mi esposo. Nosotros militábamos en una unidad básica que estaba acá a la vuelta en los ’70, en México y San José. Circunscripción 13 de la juventud peronista. En nuestra unidad tenemos 13 desaparecidos. Para nosotros, en todos los lugares donde se los recuerde y se los nombre, están presentes. Siempre pedimos memoria, para que nadie olvide lo que pasó; que se sepa la verdad, para que todos lo tengan claro y que algún día podamos saber qué le hicieron a cada uno de los desaparecidos y dónde están los bebés que faltan encontrar; y queremos justicia, que haya cárcel común, perpetua y efectiva para todos los genocidas”, ruega Cristina Muro, esposa de Carlos Alberto Chiappolini, otra de las 30.000 víctimas de la dictadura sucedida hace casi cincuenta años en Argentina.

A pocos metros de ella, dos hombres de edad avanzada mezclan cemento, agua y arena, sentados cada uno en una silla con un cartel de papel pegado atrás en el que se lee “ARGRA”. Detrás, varias pancartas rezan “Fuerza Pablo Grillo”, recuerdan íconos políticos y anuncian eventos próximos. Descansa a su lado una gran baldosa, repleta de mosaicos de colores, cálida y emotiva.

La sede de ARGRA -asociación fundada en 1942 para fortalecer la solidaridad entre fotógrafos y mejorar su protección social y gremial-, ubicada en Venezuela 1433, no es muy grande, pero de ella entra y sale gente sin cesar: algunos con cámaras, otros con teléfonos, unos pocos con fotocopias en las manos. Desde las 17, la organización convoca a presenciar un acto sumamente conmovedor: instalarán una baldosa que recuerde a los reporteros gráficos, fotógrafos, camarógrafos y documentalistas detenidos, desaparecidos y asesinados por el terrorismo de Estado.

Una vez lista la mezcla de materiales, una ronda de espectadores de todas las edades aguarda atenta a las palabras de Sebastián Andrés Vricella, Presidente de ARGRA. Con una cámara colgada al cuello, entona un discurso en una voz suave que contrasta con los vehículos que, no sin espiar un poco el acto, siguen circulando por la calle Venezuela. Entre otras premisas, afirma: “Esta reivindicación es parte de mantener la memoria viva de nuestros compañeros y compañeras detenidos y desaparecidos por el terrorismo de Estado”.

El Presidente también evoca el recuerdo de Pablo Grillo, el fotoperiodista argentino herido con un cartucho de gas lacrimógeno en el rostro mientras registraba la represión del miércoles 12 de marzo durante a marcha de jubilados y jubiladas. Comunica que, si bien está mejorando, sigue en terapia intensiva, y el hecho “es parte de entender que esto no puede suceder más”, ya que, como indicó una de sus compañeras de organización, “más allá de lo de Grillo, los colegas que cubren las marchas de todos los miércoles son permanentemente agredidos”. Es ella misma quien, en voz bien alta, exige la renuncia de Patricia Bullrich, a lo que le siguen ruidosos aplausos. Antes de retirarse, lee una carta de agradecimiento firmada por María Adela Antokoletz, hija de María Adela de Gard Antokoletz (fundadora de Madrs de Plaza de Mayo), actual vicepresidenta de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora, que, ni bien comenzada, sentencia: “Sin memoria no hay futuro”.

Poco tiempo después, Vricella agradece a las adhesiones -compañeros de la Comisión Vesubio y Puente 12 y Caballito x la Memoria-, a los trabajadores de Baldosas por la Memoria y la Justicia de Almagro y Boedo, y hace pasar al frente a, como ellos mismos se hacen llamar, dos sobrevivientes de la masacre del ’70, para leer la lista de detenidos desaparecidos de ARGRA.

“La motivación de hacer el acto es tan simple como seguir manteniendo la memoria y pasarla a futuras generaciones. Hay una comisión de derechos humanos en la asociación y esto lo venimos trabajando hace años, y nos pareció el momento indicado para poder hacerlo”, le cuenta a ANCCOM el Presidente de ARGRA. “Está bueno que esas generaciones sepan lo que pasó y se interesen, despertar esa curiosidad. Tenemos más de 65 trabajadores y trabajadoras de la imagen desaparecidos. Nuestro objetivo es que la memoria permanezca viva, con verdad y justicia”.

Ante la intriga de en qué objetivos estaban poniendo el foco como organización, afirma: “Con un gobierno donde la represión está todos los miércoles, lamentablemente, en la calle, donde sufrimos un disparo a un compañero reportero gráfico que estudió acá en la escuela, Pablo Grillo… si no hacemos estos actos ni reivindicamos nuestro trabajo y nuestra libertad de poder expresar, perdemos la memoria”.

 

 

También con una cámara al cuello, pero a varios pasos de donde se agolpa la multitud, charla animadamente con distintos personajes Daniel Vides, socio de ARGRA encargado de la fototeca. En su intercambio con esta agencia, declara: “Hace mucho que estábamos pensando en esto. La nueva comisión directiva creó una comisión de memoria, y compañeros y compañeras se pusieron a trabajar en ello. Es traer a nuestra vida cotidiana un acto de memoria, una huella que, cuando estamos en un momento de nuestro día en que estamos pensando en cualquier otra cosa, de pronto vemos el piso y vemos un registro, una marca, que nos hace pensar en nuestros compañeros y compañeras detenidos y desaparecidos, y me parece fundamental. En este contexto, es lo único que nos da sentido, el registro de nuestra historia y la memoria, que para la constitución de nuestra asociación es muy importante”. Vides recuerda los inicios de la asociación: “Nuestros colegas que trabajaron antes y durante la dictadura nos dieron una identidad y una posición política, no partidaria sino con el hacer del fotoperiodismo y la comunicación, que es muy constitutiva de nuestra identidad”.

Sobre lo clave del rol del profesional periodístico, determina, con seguridad: “La práctica del fotógrafo de prensa es estar en la primera línea de la historia. Uno está documentando cosas cuando aún no son historia. La dimensión del trabajo va tomando otras aristas con el tiempo, porque va dando cuenta de situaciones y personajes que a lo mejor en el momento no se ve con la claridad que da su paso. Entonces, además de estar informando y haciendo visibles cosas que ocurren, ellos son primera línea de la construcción del relato histórico”.

Con la certeza de que la memoria es un camino que nunca se termina de andar, los sobrevivientes proceden a la lectura de identidades para cerrar la jornada, sin olvidar mencionar que “se trata de una lista abierta, en construcción, que siempre se puede ampliar”. Más por convicción que por costumbre, detrás de cada nombre, la ronda ruge: “Presente”.

Historia de una buscadora

Historia de una buscadora

«Mirta: Un siglo de dignidad» rinde homenaje a la vida de una de las fundadoras de Madres y de Abuelas de Plaza de Mayo. El libro se presentará el viernes en la UNSAM.

“Mirta era una persona reservada, de bajo perfil, y está bien que también sea homenajeada; no solo por ella, sino para seguir luchando por sus mismos ideales y por los 30 mil desaparecidos”. Con estas palabras Guillermo Ávalos define a su tía, Mirta Acuña de Baravalle, y a su vez explica la razón del libro que será presentado el próximo viernes 25 de abril en la Universidad Nacional de San Martín (Unsam). Mirta: Un siglo de dignidad rinde homenaje a la vida de una de las fundadoras de Madres y de Abuelas de Plaza de Mayo, y una referente en la lucha por los derechos humanos en Argentina. El escrito fue compilado por Rodolfo Grinberg, Laura Jara Suazo, Armando Pacheco y Luciano D’Addario junto con Ediciones Desde El Pie.

Baravalle comenzó su búsqueda en 1976, tras la desaparición de su hija Ana María Baravalle y su yerno Julio César Galizzi. En ese entonces Ana María, de veintiocho años, estudiaba Sociología y tenía un embarazo de cinco meses de gestación. Se presume que su hija o hijo fue dado a luz en cautiverio.

 

​Mirta fue una de las catorce mujeres que por primera vez se juntaron en Plaza de Mayo para reclamar por sus hijos un 30 de abril de 1977. A la vez, fue una de las doce madres-abuelas fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, que con el lema ‘Buscamos a nuestros nietos, sin olvidar a nuestros hijos’ comenzó el largo camino por la recuperación de la identidad de los niños secuestrados o nacidos en cautiverio.

La obra narra la vida de Baravalle a través de los ojos de sus familiares y amigos, pero no solo desde el costado activista y militante, sino también desde su faceta más íntima: no solo como madre y abuela de la Plaza, sino también como tía, mamá, amiga y compañera de lucha.

Los compiladores del libro, Grinberg y Jara Suazo, forman parte de la ronda de las Madres alrededor de la pirámide de Mayo todos los jueves a las 15. “Al comienzo del 2024 ella cumplió 99 años y hacemos una agenda en homenaje a las Madres con la foto de Mirta en la tapa, y ahí nos surgió la idea, con compañeros de la ronda, de entrevistar a gente para hacer un libro”, contó Grinberg, quien forma parte de un colectivo que se encarga de editar libros artesanales con una temática militante.

 

El libro debía salir en conmemoración de sus 100 años. Mirta nació el 12 de enero de 1925 pero falleció el 2 de noviembre de 2024. Debido a eso, en la narración del libro se pueden notar algunas entrevistas que hablan de ella en presente y otras en pasado.

Los entrevistados hicieron hincapié en que a Baravalle no le importaba ir a programas de televisión ni salir en las fotos, sino que su tarea fundamental era que se hiciera justicia. “La gente piensa que somos Madres de Plaza de Mayo para aparentar. Nosotras somos Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora porque salimos a buscar a nuestros hijos. No nos importó que nos corrieran o que nos golpearan, la cuestión era salir. Era nuestra función. Y Mirta fue muy importante en este camino”, afirmó Elia Espen, compañera de madre de Plaza de Mayo.

Para Ávalos “no solo hay que pensar en los 30.000 sino también en los nietos”, la tarea fundamental de su tía Mirta, que se destacó por haber sido una de las Madres que más investigó para poder devolver a esos nietos a sus abuelas, a sus verdaderos hogares. Gracias a sus investigaciones, muchos hoy saben cuál es su identidad. “Mi tía hoy no está y nunca se pudo llegar a saber si tuvo un nieto o nieta. Es muy triste que se haya ido y no haya podido saber qué pasó. Ana, si era nena, quería llamarla Camila, y si era nene, Ernesto”, añadió Ávalos. A su criterio, “hoy tenemos que seguir por estas reivindicaciones, porque mucha gente no entendió por qué hay 30.000 desaparecidos”.

Por su parte, consultado sobre por qué decidió que era importante poner la vida de Mirta en un libro, Rodolfo respondió que “el país tiene una historia que nos une y que nos marca, hay que hacerse cargo de ella, de lo positivo y lo negativo, no podemos negar nuestra historia”. 

La voz de Ana está presente, aunque haya sido silenciada hace más de 40 años, al igual que muchas otras voces que solo querrían manifestar libremente sus pensamientos. “Aún sin estar sus hijos, las estaban pariendo. El caso de Mirta Acuña de Baravalle, la desaparición de Ana, no solo cambió su vida, sino también la vida del país”, agregó Grinberg, pensando en las veces que se nombra a Ana en el relato.

Mirta no solo formaba parte de la defensa de los derechos humanos en Argentina, sino también en Colombia. Formaba parte de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, y en el libro hay relatos sobre sus hazañas fuera del país. 

Mirta Acuña de Baravalle dedicó su vida a las Madres de Plaza de Mayo, aunque su figura no tuvo la misma visibilidad mediática que otras compañeras. “Siempre le hice entrevistas a Nora, que tenía una magia que atraía. A Mirta solo la entrevisté una vez por una movida de los pueblos originarios en Bahía Blanca, porque no estaba Nora”, contó Grinberg. Sin embargo, este libro le permitió, no solo a él, sino también a muchos otros, descubrir en profundidad a una madre que dio todo por encontrar, no solo a su nieto, sino también a los de los demás. “A nivel personal no la conocía. Hacer este libro me hizo sentir en una relación de confianza, en cada entrevista y en cada foto. Es muy lindo para mí haber conocido a Mirta de esa manera –confesó Grinberg– porque la lucha siempre fue colectiva, y cada historia merece ser contada”.

Sobre el vínculo con la actualidad, este periodista –uno de los fundadores de la Agencia de Noticias Rodolfo Walsh– reflexiona: “Uno pensaba que no íbamos a discutir nuevamente si fueron 30.000 desaparecidos. Por eso que, para los más jóvenes, tenemos que buscar espejos donde mirarnos, y Mirta es el espejo. Es el ejemplo de coherencia, de perseverancia, todas las virtudes que uno busca en el ser humano, ella las tenía. No tranzó con nadie, con ningún gobierno”. 

La presentación del libro, el viernes 25 de abril a las 17 en la Universidad de San Martín, será una oportunidad de recordar a una de las grandes referentes de la historia reciente y reflexionar colectivamente sobre el pasado y el presente de los derechos humanos. En la mesa estarán acompañando a los autores Elsa Pavón; Elia Espen; Victoria Moyano; Adriana Leiva; Guillermo Ávalos; Luis Zamora y Yohana Lopez, de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz de Colombia.

El libro invita a seguir caminando por las huellas que ella dejó.