Fonoaudiología, covid y después

Fonoaudiología, covid y después

Una de las consecuencias invisibilizadas que dejó la pandemia es la saturación de un servicio de salud que fue virtualizado o directamente interrumpido mientras duró el aislamiento.

La demanda de profesionales de fonoaudiología no para de crecer. ¿Por qué es importante esta disciplina? El rol de estos profesionales es la asistencia preventiva, terapéutica y rehabilitatoria y es fundamental para abordar trastornos de la alimentación, del lenguaje, de la voz y cognitivos. ¿Qué sucede en la pospandemia con las problemáticas que tratan?

Silvana Serra, directora de la Carrera de Fonoaudiología de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), advierte que esta profesión asumió “nuevos desafíos tras el avance tecnocientífico y los cambios sociosanitarios” y que también hubo un “reperfilamiento surgido por la pandemia que propuso escenarios de acción y emergentes diferenciados de asistencia”.

La situación sanitaria del covid-19 tuvo consecuencias en los y las pacientes, y María Verónica Bravo, de la Asociación Trastorno Específico del Lenguaje Argentina (Atelar), asegura que muchos chicos que tenían avances por los tratamientos presenciales tuvieron mesetas y retrocesos por la virtualidad: “Lo virtual no transmite tanto los gestos y los tonos de voz; algunos chicos no se engancharon y no pudieron continuar con las terapias hasta que se restableció la actividad presencial”, señala y agrega que en la actualidad “las fonoaudiólogas tienen las agendas de turnos explotadas”.

Serra confirma que “los escenarios de encierro y la intervención de la pandemia han modificado hábitos comunicacionales y de vida. Por tanto, hay un impacto en cómo nacieron los niños y niñas en ese tiempo, en cómo fueron los puerperios de esas mamás y en las dinámicas relacionales de las familias”.

Por su parte, Ana María Gesualdo, directora de la Carrera de Fonoaudiología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), concuerda con que la pandemia impactó en aquellas personas con un problema fonoaudiológico y en los pacientes en tratamiento, pero no considera que sea la causa del aumento de la demanda de profesionales. Esto último, de acuerdo a su mirada, “se debe a que ha aumentado nuestra participación en los equipos de salud y de rehabilitación, a las consultas tempranas por parte de los médicos pediatras y neuropediatras, y en general de los médicos, viendo la necesidad de nuestra intervención especialmente en el adulto mayor con trastornos de deglución, en los trastornos cognitivos, y en trastornos del lenguaje y del habla”. Por otro lado, “la pandemia ha retrasado las consultas, por eso en este momento vemos el incremento de la demanda”.

Otro problema que presenta Serra es la distribución geográfica de los profesionales de la fonoaudiología: “Hace falta profundizar la profesionalización tanto en aspectos técnicos como en la accesibilidad de los servicios para la comunidad”, ya que hay zonas del país en donde escasean los especialistas.

Además, la oferta de profesionales no es lo suficientemente grande como para satisfacer este crecimiento en la demanda, ni siquiera en Buenos Aires y alrededores. La Licenciatura en Fonoaudiología en la UBA se creó en 1992, cuando alcanzó su pico máximo de ingresantes, con 300 inscriptos, y luego fue en descenso. Mabel Rugano, su vicedirectora, afirma que “puede deberse a la falta de conocimiento de la carrera y a las posibilidades laborales”. Sin embargo, en 2020 alcanzaron 180 inscriptos, duplicando la cantidad respecto del año anterior. Esto se debe a que “la virtualidad posibilitó la inscripción de estudiantes del interior del país o del conurbano”, según ella.

¿Cómo se puede solucionar esta situación? Desde la UBA sostienen que es importante avanzar con la difusión de la carrera y de la necesidad de fonoaudiólogos y fonoaudiólogas que la comunidad demanda. También aseguran que han creado una comisión de difusión de la carrera que organiza charlas en colegios, CBC y ferias estudiantiles. Por parte de Atelar concuerdan y Bravo afirma que “desde el Estado deben hacer una fuerte campaña para fomentar la carrera de Fonoaudiología y sus numerosas ventajas”.

Una serie con sangre en las venas

Una serie con sangre en las venas

Contar y Canal Encuentro estrenaron “Cuenta Gotas”, una tira documental dedicada a promover la donación de sangre. La idea del Instituto de Hemoterapia bonaerense y Liquidambar Estudio es valorar la solidaridad y jerarquizar un gesto que puede salvar vidas.

 

La plataforma argentina Contar y Canal Encuentro estrenaron la serie documental “Cuenta Gotas”, la primera de su tipo que relata en primera persona las distintas tramas que se entrelazan alrededor de la hemodonación y la hemoterapia, en un proceso vital para que muchos puedan continuar viviendo. La producción y creación estuvo a cargo del Instituto de Hemoterapia de la Provincia de Buenos Aires “Dra. Nora Etchenique” y Liquidambar Estudio.

 “Cuenta Gotas” retrata en el transcurso de seis capítulos la importancia de involucrarse y donar sangre: aquel elemento tan esencial para la salud que no se puede fabricar, ni comprar ni vender, y que basta con donar una vez para que tres personas puedan salvar sus vidas.

 Uno de los productores e impulsor de la idea original de la serie, Patricio Enciso Riveros, es también coordinador del área de comunicación del Instituto de Hemoterapia de la Provincia y presidente de la cooperativa que lanzó Liquidambar Estudio. “La necesidad surge del Instituto de Hemoterapia ya que hace mucho tiempo hace falta un material de difusión que dé este mensaje y un material educativo para concientizar y mover donación de sangre. Por eso, ´Cuenta Gotas´ está producido con relatos en primera persona, que le terminan de poner rostro a la necesidad de transfusión de hemocomponentes a la hora de afrontar una enfermedad -describe Enciso Riveros-, le pone rostro a los profesionales que trabajan a diario en los laboratorios para que haya sangre cada vez que un paciente lo necesita, a gente que dedicó toda su vida a que hubiera sangre segura en una determinada región. Y le pone rostro, también, a las personas que están dispuestas a donar sangre o hemocomponentes a diario sin la necesidad de tener un familiar enfermo, que eso es lo que hace posible que haya sangre para cada tratamiento”.

Enciso Riveros cuenta que la idea surgió cuando en el peor pico de la pandemia no había tratamiento y la única posibilidad que asomaba era la donación de plasma de aquellos que ya se habían contagiado y curado de coronavirus. La campaña salió del Instituto de Hemoterapia de la Provincia en conjunto con otras áreas del Ministerio de Salud bonaerense. En ese momento, el especialista le propuso a la directora del Instituto, Nora Etchenique, hacer la serie y proponérsela a Canal Encuentro registrando esta experiencia.

 Para Enciso Riveros, era la primera vez que el Instituto de Hemoterapia y la donación de sangre y plasma estaban ahí, en el primer plano, como fue la primera vez con la pandemia que el Ministerio de Salud estuvo en el primer plano de la política y la discusión pública. “Surgió eso y presentamos la idea -recuerda-. A Canal Encuentro le gustó, la verdad que no conocíamos a nadie, fuimos consiguiendo teléfonos y golpeando puertas y la gente nos iba aceptando las ideas. Era increíble porque para llegar a esos lugares, en general, necesitás antecedentes.”

 Pero el 7 de agosto de 2020 Etchenique falleció en un siniestro vial, mientras se dirigía al Instituto. “Toda la idea se congeló, ella era mi madre”, dice Enciso Riveros cambiando el ritmo de su voz. Pero al tiempo surgió un nuevo impulso: “Nos animamos y vinieron las vacunas, el tratamiento con plasma pasó a un segundo plano, aunque se siguió pidiendo en algunos hospitales. Nos animamos a retomar la conversación y a proponerle a Canal Encuentro reconfigurar la idea. En vez de que sean seis capítulos sobre toda la experiencia del plasma, que sea un capítulo sobre plasma y que todos los demás fueran historias de vida de pacientes, donantes voluntarios y gente que trabaja a diario en los laboratorios. Y también les gustó la idea y avanzamos”.

 Después llegó el problema del financiamiento. “La idea fue escrita desde 2020 y el financiamiento, finalmente, lo conseguimos a mediados de 2021. Ahí empezamos a guionar y terminamos de grabar en diciembre de 2021. Después, todo el proceso de edición y coproducción que fue también entre enero y marzo de 2022.”

La Organización Panamericana de Salud plantea que si el 2% de la población donara sangre dos veces por año de manera voluntaria, no haría falta pedir sangre nunca. La sangre estaría ahí esperando por cada paciente que lo necesite. “En EEUU te pagan por donar sangre, en Latinoamérica los estudios epidemiológicos dan que la mejor manera de donar sangre es de manera comprometida, habitual y voluntaria -compara Enciso Riveros-. O sea, el que va y dona sin motivos sabe que está colaborando con los otros y con la salud pública, y sabe los cuidados que tiene que tener porque su sangre va a ir a alguien que está recuperando su salud. La mejor sangre en términos epidemiológicos es esa, la que provee donantes voluntarios comprometidos. Pero lo que pasa es que esos son valores humanos que no son la regla común, no son hegemónicos, siempre está la pregunta de si para que haya donantes voluntarios comprometidos habituales tenemos que empujar e invertir o primero tiene que cambiar el sistema de valores completos de la sociedad en su conjunto”.

 Menuda pregunta. Después, Enciso Riveros responde a la consulta sobre el futuro de la serie. ¿Habrá segunda temporada? “Quedaron un montón de historias y temas afuera como la donación de médula ósea que está siempre muy relacionada a la donación de sangre y siempre es una pregunta que nos hacen. La gente se acerca muy interesada por eso y no lo pudimos incluir. Lo mismo con un montón de historias, de casos y de profesionales que trabajan en la hemodonación que quedaron afuera de la serie y que hay que buscar la forma de contarlos. Me parece que si logramos que la gente vea esto, lo que se termina entendiendo es que hace falta. Si llegamos a hacer una segunda producción y logramos ampliar ese abanico con todos los temas relacionados a la donación de sangre y profesionales en la hemodonación que quedaron fuera se va a entender mucho más, así que ojalá que sí. Yo creo que hicimos algo que hacía mucha falta y casi un imposible para el lugar en donde estamos, una epopeya.”

Gota a gota

Capítulo 1: Recibir una transfusión – Una inyección de vida. Ludmila relata su historia surgida a partir de un diagnóstico inesperado, gracias a la transfusión de sangre tanto ella como muchos pudieron restablecer su salud. Desde su experiencia hoy ayuda a quienes pasan por su misma situación donde fue necesario conseguir hasta 40 donantes por día.

Capítulo 2: Promover la donación voluntaria de sangre – Una historia por la salud de los otros. Cecilia sufre su peor pérdida, pero antes, en cada transfusión de su hijo pudo ver que estas eran una inyección de vida. Así, encuentra en la hemoterapia un medio para canalizar su dolor promoviendo la importancia de donar sangre habitualmente y de esta forma mantener el stock para cubrir los requerimientos de hemocomponentes y hemoderivados y quitarles a los pacientes la necesidad de conseguir donantes en los momentos de emergencia. Una de las formas de hacerlo es a través de colectas externas de sangre, que implica convocar a la solidaridad de espacios como clubes, junto con un servicio de hemoterapia local quien garantiza que se respeten los procedimientos de calidad y seguridad propios de la donación de sangre.

Capítulo 3: La experiencia del plasma covid – Una bocanada de aire. Cuando la pandemia azota al mundo y urgen medidas para frenarla, la hemoterapia pasa a un primer plano con un tratamiento esperanzador: el uso de plasma convaleciente como terapia de inmunización pasiva, obtenido mediante un sistema de donación llamado aféresis en el cuál el paciente recibe anticuerpos de quien se haya recuperado del virus.

Capítulo 4: Los técnicos y técnicas en hemoterapia – Difundir compromiso, extraer amor, transfundir vida. A raíz de la búsqueda de su padre biológico, Carolina encuentra su profesión como técnica en hemoterapia. Este trabajo es sinónimo de compromiso y responsabilidad ya que no puede tener margen de error. El circuito de donación de sangre es seguro y cuida tanto al donante como al paciente. Cuenta con instancias de admisión del donante, entrevistas médicas y si existen o no contraindicaciones para donar. Se toman los signos clínicos y si se cumplen los requisitos, llega el momento de donar. Se toman las muestras y durante la extracción se procura comodidad y mantener informado durante todo el proceso al donante. Finalmente la sangre extraída es estudiada.

Capítulo 5: Médicos y médicas en hemoterapia – Profesionales de la solidaridad. Analía se dedicó a abastecer de sangre segura y donantes a toda una región rural de la Provincia de Buenos Aires, cuando allí no existían los servicios de hemoterapia ni técnicos de hemoterapia. Al sentir que todos merecen tener sangre segura y el deseo de que se multipliquen los donantes habituales informados, en el 98 juntó una camada de técnicos logrando que cada hospital consiga tener su servicio de hemoterapia independiente y de a poco transformar a todas las comunidades donde cada uno se sienta responsable por la salud de los que tienen alrededor. La sangre es clave para muchos tratamientos. No se puede fabricar, solo ser obtenida de personas que quieran donarla. Todos los días y en cada lugar, alguien la necesita.

Capítulo 6: La donación de sangre – Salud para compartir. José es ejemplo de donante voluntario habitual, ya donó más de 170 veces durante 45 años. La hemoterapia es una especialidad clave en el sistema de salud. Sin una transfusión de sangre oportuna, podrían fracasar los esfuerzos y tratamientos médicos más complejos. El sistema de la hemoterapia busca la seguridad transfusional y la autosuficiencia, universalidad, equidad, eficiencia y calidad, son sus principios rectores.

La pandemia se ensañó con las prostitutas

La pandemia se ensañó con las prostitutas

Un estudio del CONICET junto con la Asociación de Mujeres Meretrices Argentina señaló que, tras el aislamiento, el 74% de las entrevistadas acumuló deudas por alquiler, el 55% sufrió amenazas de desalojo y el 24% se vio obligada a dormir, al menos una vez, en la calle.

La pandemia por covid-19 aumentó los niveles de precarización en muchos sectores de la sociedad y puso sobre la mesa una serie de desigualdades estructurales que hoy están siendo visibilizadas. Ese es el caso de las personas que se dedican al trabajo sexual, cuya situación de vulnerabilidad se profundizó en este contexto. De modo que, desde la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) se acercaron al CONICET con el objetivo de relevar el estado actual del sector, en pos de esbozar alguna propuesta de política pública que vele por una mejor calidad de vida. Así nació el Estudio diagnóstico sobre la situación habitacional de las trabajadoras sexuales en el contexto de la pandemia de COVID-19.

En palabras de Georgina Orellano, Secretaria General de AMMAR, este informe busca: “Poder dar cuenta de la forma de vida comunitaria de las trabajadoras sexuales, de la incapacidad de acceder a una vivienda y de las dificultades que aún hoy se nos presenta día a día para alquilar una habitación en un hotel. Y para dar cuenta, también, de la ausencia del Estado y, sobre todo, del rol que tuvo la policía en todo este contexto de crisis sanitaria”.

El relevamiento tuvo como base a una muestra de 99 trabajadoras sexuales, mayores de 18 años, que habitan el barrio porteño de Constitución. El informe se centra, principalmente, en dos aspectos: el acceso a la vivienda y la violencia policial. En tal sentido, Orellano señala: “Las trabajadoras sexuales vivimos la pandemia como uno de los momentos más difíciles que debimos atravesar como colectivo. Fue un contexto de mucha angustia e incertidumbre, donde atravesamos muchas dificultades que tienen que ver con lo alimentario, con lo habitacional y, sobre todo, con el recrudecimiento de la violencia institucional”.

«Se generaron muchos intentos de desalojo y se reveló una situación de precariedad de todo el colectivo”, afirmó Cecilia Varela.  

Emergencia alimentaria y habitacional

Según los datos que arroja el informe, el 88% de las entrevistadas alquila y 8 de cada 10 lo hacen en casas de pensión o alquiler. Inclusive, hubo una pequeña porción de las entrevistadas que, al momento del relevamiento, se encontraba en situación de indigencia: el 8% de la población vivía en un refugio o en situación de calle. No obstante, un 24% había tenido que dormir al menos una vez en la calle y un 9% en un parador o refugio desde el inicio de la pandemia.

La investigación fue liderada por la antropóloga Cecilia Varela, quien estuvo acompañada por su equipo de trabajo. La investigadora afirma que “en los primeros meses de la pandemia se multiplicaron las amenazas de desalojo por toda la Ciudad y, por supuesto, los trabajadores en la informalidad fueron aquellos que más difícil la tuvieron para producir ingresos que permitieran costear los alquileres. Al volverse eso imposible, se generaron muchos intentos de desalojo y se reveló una situación mucho más profunda y estructural de precariedad de todo el colectivo”. El 55% sufrió amenazas de desalojo y, alrededor del 50%, se mudo más de tres veces durante la pandemia.

 Además, “el 74% acumuló deudas por el alquiler de la vivienda; y esa es una población que sale endeudada por la imposibilidad de haber costeado sus alquileres durante los meses en que estas trabajadoras, que están en mercados informales, no pudieron generar ingresos. Por otro lado, el 61% sufrió aumentos de alquiler, eso quiere decir que el congelamiento de alquileres que se había establecido el decreto 320 no se cumplió”.

En el marco de este contexto crítico, desde AMMAR pusieron en marcha distintas estrategias de “construcción organizativa” para subsistir. “No hubo cuarentena para las delegadas de los hoteles, de los barrios, ni para las referentes de AMMAR”, asegura Orellano. La dirigente cuenta que en todas las sedes del sindicato, a la entrega de preservativos y elementos de higiene, se le sumó la asistencia alimentaria. El gremio también tuvio un rol central en el acompañamiento legal de las denuncias de violencia policial. Así como, por otro lado, puso en marcha la creatividad para asistir a aquellas compañeras que no tenían permiso para circular y vivían lejos de la zona, de manera que se veían imposibilitadas de trabajar.

Respecto al rol del Estado, Orellano hace hincapié en que las instituciones estatales con las que articulan, en una primera instancia desconocían las problemáticas y las demandas del colectivo, pero fueron aprendiendo en el camino. Durante la pandemia, la Casa Roja se transformó en una sede de acompañamiento y de asesoramiento: desde AMMAR se pusieron al hombro la tarea de averiguar, caso por caso, si sus afiliadas podrían aplicar a algún plan social, tarjetas alimentarias o subsidios habitacionales.

La digitalización obligada implicó una gran dificultad “ya que, no solamente en nuestro colectivo muchas no cuentan con herramientas como un celular o conexión a wifi, sino que en algunos casos tampoco cuentan con el conocimiento de cómo hacer un trámite online, por ejemplo, o como bajarte el DNI al celular, que en otras generaciones está super claro”, explica Orellano. En tal sentido, señala la importancia de que el gobierno contemple estas limitaciones a la hora de diagramar políticas públicas.

Al momento del relevamiento, el 71% de las trabajadoras sexuales tenía acceso al menos a un programa social estatal. Los datos estadísticos evidencian que el acceso a programas habitacionales, programas alimentarios (la Tarjeta Alimentaria, el Ticket Social o el programa Ciudadanía Porteña) y al Potenciar Trabajo aumentó entre un 22% y el 26%.

Nunca con la yuta

Otra de las preocupaciones que aborda el informe es “el aumento de las denuncias contravencionales por oferta y demanda de sexo en el barrio de Constitución, a contrapelo de la tendencia general en la Ciudad hacia la disminución entre los años 2019 y 2020. Se redujo a la mitad en un barrio típico de trabajo sexual, mientras que en Constitución aumentó a más del doble”, afirma Varela. En tal sentido, explica que la particularidad de Constitución es que se trata de un barrio en el que las trabajadoras sexuales, además de desarrollar su oficio, viven.

“Este aumento no se dio solo por la actitud proactiva de las fuerzas de seguridad, sino también por las denuncias de los vecinos. Entonces, ahí creemos que las alertas por los cuidados sanitarios se sobreimprimieron sobre poblaciones que ya son consideradas indeseables y peligrosas por los vecinos del barrio, quienes sistemáticamente las denunciaron en los canales que dispone el Ministerio Público Fiscal”, continúa.

Según el relevamiento, el 73,3% de las encuestadas experimentó alguna situación conflictiva con la policía: a más del 50% les pidieron documentos en la vía pública o las requisaron; a más del 30% las hostigaron, les labraron actas por ofrecer servicios sexuales, no respetaron su identidad de género o las insultaron. El resto de las situaciones refieren a ser detenidas en la comisaría; que no actuaran frente a un pedido de ayuda, auxilio o denuncia que hayan realizado; o haber sufrido violencia física u hostigamiento.

Inclusive, en muchos casos, la policía utilizó el artículo 205 del Código Penal (que establece la detención del que violare las medidas adoptadas para impedir la propagación de una epidemia), para controlar los movimientos de quienes ejercen el trabajo sexual incluso, en algunos casos, cuando iban a adquirir los elementos básicos para la subsistencia.

Varela señala que una de las recomendaciones que proponen desde el equipo de investigación es la “derogación del Artículo 86 del Código Contravencional, que penaliza la oferta y demanda de sexo porque, como ya viene demostrándose, esas actas no se traducen en condenas judiciales. La última condena judicial es del año 2016, pero la persistencia de ese artículo, habilita el hostigamiento permanente de las trabajadoras sexuales”.

Orellano señala que también se pensaron políticas que aporten a la desestigmatización de las trabajadoras sexuales, ya que existe una construcción social de criminalidad sobre ellas. Eso se traduce en que “el 70% de las intervenciones que realiza la policía en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con respecto al artículo contravencional 86, surgen a partir de denuncias de los vecinos”. Por ende, “es importante poder realizar campañas que logren desestigmatizar a las trabajadoras sexuales, que las ponga nuevamente como un sujeto porque también son vecinas que pueden generar canales de diálogo para resolver los conflictos de otra manera, y no bajo la intervención punitiva”, asegura.

Otras de las recomendaciones son “poder pensar políticas públicas que contengan la realidad y los modos de vida de manera comunitaria que tenemos las personas que ejercemos trabajo sexual. Cuando se piensan políticas estatales para el acceso a la vivienda, se piensan políticas que no contemplan que hay personas migrantes que no tienen documentación, que los subsidios habitacionales no abarcan la totalidad real de lo que las compañeras abonan. Estamos hablando de subsidios habitacionales con un piso ocho mil pesos, cuando las compañeras pagan a partir de dieciséis mil pesos una habitación. Se pensó en programas de acceso a la vivienda que contemplan digamos esta realidad”, concluye la Secretaria General de AMMAR.

«La libertad individual en abstracto puede ser el origen del terror»

«La libertad individual en abstracto puede ser el origen del terror»

“Sólo es pensable la libertad si ampliamos sus márgenes colectivos, no los individuales – explica Alicia Stolkiner, titular de la Cátedra de Salud Pública y Salud Mental de la Facultad de Psicología de la UBA–. Pero se nos enseña desde muy chicos que mis derechos terminan donde empiezan los del otro. Eso es muy riesgoso porque da la impresión de que cuanto menos otro haya, mejor, y eso justifica una serie de segregaciones. Un ejemplo: mi casa termina donde empieza la de mi vecino, ahora, si estoy en Alemania en el inicio del nazismo y mi vecino es judío, quizás puedo hacer una denuncia que me facilite usar su terreno. Siguiendo al filósofo Emmanuel Lévinas, sobreviviente de los campos de concentración y pensador de la otredad, es posible pensar que mis derechos son los del otro y míos en cuanto yo soy el otro del otro”.

A partir del aislamiento preventivo, parte de la sociedad se ha manifestado contra las limitaciones a la libertad individual, ¿por qué?

Las respuestas de la sociedad estuvieron atravesadas por dos posiciones distintas que son, además, dos concepciones de la vida y dos conceptualizaciones del derecho. Hubo también, desde sectores de la oposición, un intento de capitalización política de los conflictos y malestares que generaba la pandemia y las medidas que se tomaban gubernamentalmente para disminuir su impacto. Pero esto no explica totalmente el accionar de las personas, su adhesión a ese discurso, hay una relación más compleja entre discursos sociales y subjetividades. Sucede que atravesamos una situación absolutamente inédita que produce una gran incertidumbre. Aún quienes lo niegan saben que se ha producido un desequilibrio catastrófico en un sistema que ya estaba en un altísimo nivel de inestabilidad, que era la forma de gestión de la vida humana en el planeta. Frente a eso hay distintas respuestas de adecuación o adaptativas, y algunas de ellas se resuelven por la vía de la negación, de dar por no existente el fenómeno o sus dimensiones, posibles riesgos o consecuencias. Estas posiciones también tuvieron manifestaciones políticas, como el presidente de Brasil diciendo que por qué darle semejante envergadura a una gripe común. Estamos hablando de cómo se articulan los macrodiscursos con las posiciones que después toman subjetivamente las personas. El segundo paso de la negación es la oposición a restricciones a la “libertad individual” dispuestas por el Estado para garantizar determinadas formas del funcionamiento social. Eso precede a la pandemia. Extrañamente, quienes aceptan medidas restrictivas cotidianamente se oponen a estas. Por ejemplo, la libertad de ir de acá a Rosario a 300 kilómetros por hora no depende del auto que se tenga, aunque el coche lo permita no se puede sin recibir una sanción, porque en la regulación de las normas del tránsito el Estado cumple una función del cuidado del derecho a la vida y, por ende, limita una acción individual que puede poner en riesgo a otros. En su libro Terror sagrado. La cultura del terror en la historia, Perry Anderson afirma que esa idea de libertad absoluta que no conoce ni vínculos ni límites inherentes como un deseo o una expansión infinita, está en el origen del terror.

Mucha gente tiene internalizada la lógica de cuidado individual. Más aún: creen que lo que lograron fue solo por su esfuerzo…

Hay personas para las que la renegación del fenómeno ha sido muy alta. Inventan razones para pensar que están fuera del riesgo. Son los que decían que era mayor la mortalidad por la gripe común. Ahora, cuando comparamos las cifras de 2020 con las de años anteriores, vemos un aumento determinado por el covid. Ahora están en debate los casos de los varados en el exterior que, por supuesto, son un grupo minoritario. Pero no hay que abordarlo por el lado de la culpabilidad, porque cualquiera puede tomar una mala decisión en estas circunstancias, inclusive por negación. Lo que resulta llamativo es que algunas personas apelen a que es una violación a la libertad individual que no puedan regresar, cuando firmaron una declaración jurada en la que aceptaban los riesgos al salir del país. Uno no le reclama a un seguro cuando firma un contrato que dice que no se van hacer cargo de determinados riesgos. En la década del 90, las prepagas de salud no cubrían el HIV. Decían que era una enfermedad de adquisición voluntaria. Había gente que firmaba contratos para atenderse ellos y su familia, sabiendo que no lo cubría. Obviamente si lo hacían es porque pensaban que no les sucedería. Jamás hubieran firmado un contrato que no cubriera el cáncer.

Pensaban que el HIV no les iba a tocar…

Claro, lo negaban. Cuando aparecía y era una catástrofe, le reclamaban al Estado. No a la empresa, porque esta les decía que habían firmado un contrato que no incluía su cobertura. No había una legislación que lo regule, llegó después. No cuestiono las razones por las cuales las personas hacen cosas que, inclusive a veces, son en contra de sí mismas. No todo el mundo opera cuidándose a sí mismo. En cambio, sí preocupa cuando aparecen discursos que exigen, en nombre de la libertad individual, que se arriesgue el derecho de vida de otra persona, por ejemplo, si entra la variable del Delta porque alguien regresó del exterior y no hizo la cuarentena invocando su libertad de circular.

¿Los discursos antivacunas son un síntoma social o se trata de casos aislados?

Preexisten a la pandemia. Ganaron impulso después de que la revista The Lancet publicara un artículo de investigación, del que luego tuvieron que retractarse porque era erróneo, que relacionaba la vacuna contra el sarampión con el autismo en Italia. Lo cierto es que la aparición del complejo médico-industrial- financiero ha hecho que la gente desconfíe de los medicamentos. Y para serte franca, yo también desconfío. Soy lo suficientemente grande para saber que alguna vez se vendió algún medicamento que se llamaba talidomida, que se distribuyó entre mujeres embarazadas e hizo nacer niños con deformidades. Soy de la generación que incrementó el cáncer de mama por consumir pastillas anticonceptivas de alto dosaje hormonal. Entonces, hay un punto de anclaje para la sensación de desconfianza, pero en esta situación las vacunas son una esperanza. Se trata además de su capacidad de circulación, un virus que tiene una mutación muy rápida y para peor. Si no se controla la circulación a nivel global, como alguna vez se hizo para erradicar la viruela, se van a seguir produciendo mutaciones. Es necesaria una acción mancomunada de las naciones, y no de los mercados. Se debe lograr un acuerdo como el que se consiguió cuando nació la OMS para erradicar la viruela y se vacunó al 80 por ciento de la población mundial. En este momento tenemos a toda África sin vacunar, salvo algunos países. Y volviendo a la cuestión de la individual, no queda otra opción más que vacunarse. Hay que aceptarlo, aunque a uno le produce cierto temor. ¿Nos va a mejorar? Sí. ¿Va a bajar la mortalidad? Sí. ¿Va a desaparecer la enfermedad? No, porque ninguna vacuna garantiza una efectividad del 100 por ciento. Esto no es la polio. No por ahora. La polio tampoco está erradicada en todo el mundo. Además, debo recordarles que Sabin renunció a la patente. La podía fabricar todo el mundo. Hoy, mientras se pone en riesgo a gran parte de la humanidad, hay gente que está peleando la ganancia. Y después, hay una cierta instrumentación política de los antivacunas también o articulación, en los Estados Unidos coinciden mucho con los partidarios de Trump.

¿Cómo va a ser la nueva normalidad?

Algunas prácticas ya no van a ser como eran. La psicología incorporó de manera masiva el uso de las tecnologías. Si bien todos añoramos volver al contacto cara a cara, cuerpo a cuerpo, esto me parece que se instaló. Pero es difícil saber cómo van a ser las nuevas normalidades, porque hay un desequilibrio del sistema global… Es como cuando se caen las laderas de una montaña y se va armando una avalancha: estamos en la avalancha. No sé qué va a pasar cuando termine. Estoy segura que ni la universidad ni la escuela van a volver a ser lo mismo, no deberían. Dicho sea de paso, esas instituciones ya estaban en crisis. Además, la pandemia señaló la inviabilidad de los grandes centros urbanos, porque uno de los problemas más serios que tenemos en este país es que la tercera parte de la población está agrupada en una sola unidad urbana, el Área Metropolitana de Buenos Aires.

¿Qué duelos implica la pandemia?

Los duelos son por uno mismo y por la pérdida de certeza respecto al futuro. En segundo lugar, por las pérdidas concretas, materiales, de proyectos y trabajos. También por las muertes, en un contexto de funcionamiento muy extraño, porque en la actualidad alguien puede salir de dar una clase, abrir WhatsApp, enterarse de que murió una persona que para una era significativa y entrar a hacer otra actividad…

Las muertes se convirtieron en una cifra para la televisión…

Perdimos el contacto corporal. Son curiosas las pandemias, van tocando lo relativo al vínculo con las personas. Cuando habíamos logrado terminar con la viruela, empezaron a aparecer las enfermedades emergentes, la primera fue el sida. Y fue y tocó justo ahí, en la sexualidad, con algo que la humanidad ya sabía porque la sífilis había sido igualmente grave, hasta que después aparecieron los antibióticos. Hubo una generación que, con los antibióticos y los anticonceptivos, rompió con la ecuación sexualidad y muerte. Pero en este caso, este tipo de alteración en el contacto corporal con los otros, la cercanía… Nos va a producir efectos que nos va a costar mucho cambiar. No soy partidaria de psicopatologizar, pero sí creo que los esfuerzos adaptativos a realidades totalmente nuevas producen conductas, sensaciones y sentimientos que pueden ser confundibles con psicopatologías, pero no las clásicas. Preguntaste por la nueva normalidad, es un oxímoron, o sea: o es nuevo o es normal. Esta crisis no sólo es una pandemia, sino que está derrumbando el mundo como fue organizado en la posguerra. Está en reconsideración toda la geopolítica, cómo será la hegemonía de las monedas cuando se preanuncia el final del patrón dólar, qué sucede con esos poderes económico-financieros corporativos que parecen estar por encima de los Estados… Todo eso cambia radicalmente la idea de cómo puede llegar a ser el futuro. Da la impresión de que estamos en un cambio de época, como fue el pasaje del feudalismo al capitalismo. No digo que estemos pasando del capitalismo a otra cosa, sino que hubo un cambio de época importante.

La crisis sanitaria puso en evidencia múltiples desigualdades estructurales, ¿podría haber una oportunidad para resetear nuestra forma de vida a una más justa?

Es una oportunidad. Es una situación de crisis cuyo final no es predecible, puede ser distópico u utópico. De lo que estoy absolutamente segura, es que, si no la aprovechamos para transformar nuestra forma de vida, nuestra forma de vida va a acabar con nosotros. El hombre de la modernidad se creyó el verso de que podía dominar la naturaleza. La naturaleza nos va a sobrevivir si nosotros no tenemos otro vínculo con ella.

De boliche en boliche

De boliche en boliche

 

En una noche cálida y luego de más de un año y medio, el público volvió a los locales bailables bonaerenses. Las medidas gubernamentales habilitan, por el momento, hasta el 70% de la capacidad total. La nueva normativa beneficia no solo a las discotecas sino también a otros comerciantes, debido a que incrementan sus ventas en la nocturnidad.

El horario de apertura de los boliches es entre las once de la noche y las seis de la mañana. Previo al nuevo anuncio nacional, se desarrollaban recitales dentro de las instalaciones bailables, pero con un aforo más limitado y solo podían ingresar aquellos espectadores que habían reservado una entrada.

Las primeras horas

Los guardaespaldas controlan el ingreso, la temperatura y colocan con alcohol en gel al público. A las 23:30, el movimiento en el boliche ubicado sobre la calle Alem, en el centro de Quilmes, es intenso. Cientos de personas circulan por las calles aprovechando la cálida noche de luna llena. La fila es corta. Diez personas esperan detrás de una baranda de metal hasta que el guardaespaldas recibe la autorización para que más personas ingresen al establecimiento.

“¿Tienen reserva?”, es la pregunta constante del guardaespaldas. “Recién a la una se puede entrar sin reserva”, explica el encargado de la seguridad, y agrega: “La entrada cuesta  500 pesos y la consumición no está incluida en la entrada”.

A la medianoche, una combi ploteada con la frase “Ay amor por siempre” se estaciona en la acera del boliche. Es el vehículo de la banda que toca en el lugar. “Es una noche tranquila, por suerte tenemos dos recitales más”, señala uno de los integrantes, mientras baja los instrumentos. En ese momento, quienes estaban afuera de la bailanta, miran con curiosidad cómo el guitarrista prueba las cuerdas de su instrumento en la vereda.

El cantante baja de la combi unos minutos más tarde. Tiene unos 30 años, se coloca un saco violeta y comienza a bailar en complicidad con algunos compañeros. Luego ingresa al establecimiento para dar inicio al recital.

Al comenzar el show, el ingreso estaba restringido. El guardaespaldas decía de forma constante :“Recién se puede entrar a la una, después de que termine el recital”. A medida que los minutos pasan, la fila se extiende a lo largo de una cuadra, con personas expectantes por ingresar al lugar.

Una ráfaga de movimientos

A cuarenta cuadras de distancia, otro local bailable, ubicado sobre la calle General Belgrano y Mosconi, está en su mejor momento. Las personas llegan de todas partes. La fila de dos cuadras debe tener cerca de setenta personas. Las luces de neón y el cartel publicitario del local brillan a máxima potencia.

El local tiene un doble dispositivo de seguridad. Primero colocan alcohol en gel a quienes pasan a las boleterías y luego miden la temperatura en la puerta de ingreso del boliche.

Mientras tanto, dentro del local, una banda de cumbia brinda su recital, a las afueras su equipo de producción se prepara para partir. “Volvimos a la normalidad”, afirmó un integrante de la producción, que lleva una campera con el lema de la gira “Dios está conmigo”. El joven asegura que en la jornada debían hacer ocho presentaciones en distintos locales bailables del Gran Buenos Aires. “Ahora tenemos que ir a La Plata”, afirma, mientras de fondo se escuchan los cánticos del público. En tanto, el equipo de seguridad acelera el ingreso de público para evitar aglomeraciones durante la salida de la banda.

Luego un grupo de cinco chicos y chicas, de unos 20 años, se acerca al filtro policial para poder ingresar. “Pónganse el barbijo”, les dice un policía. Los jóvenes, entre risas y un poco de incomodidad, responden que no tenían. “Vayan para allá, que en ese puesto venden”, les señala. Tres de los involucraron se van hasta el pequeño puesto que cuenta con dos carteles: “Ropero” y “Remises”. Cuando se disponen a comprar, los jóvenes se ven sorprendidos: “Son 200 pesos”, dice la vendedora. Los chicos entre risas compran cinco barbijos. Cuando se acercan a las vallas, uno de ellos dice: “El barbijo más caro del mundo”. Los demás integrantes aprovecharon el momento para sacarse una foto con su reciente adquisición

“Nosotros vinimos por el recital”, dice una de las pibas. “Lástima que ya termina”, dice el policía. Entre risas, la joven culpa a uno de los chicos por haber salido tarde. Este se desentiende preguntando: “¿Tan rápido?”. El policía responde: “Sí, claro. Dura 15 minutos”. Los jóvenes se ríen de la situación. “Bueno, ya que vinimos hasta acá. Esperemos que se saquen una foto con nosotros”, bromea uno de ellos.

Cuando abren las puertas del vehículo para introducir los instrumentos, una de las jóvenes pregunta “¿Nos podemos sacar una foto con el cantante?”. “Sí claro, solo esperen un poco”, asegura una de las integrantes de la producción, mientras la banda sale apurada por un portón negro. El grupo de fans se acerca a los músucis y les piden fotos. Algunos acceden sin dudar. “Dale Chino, rápido, apúrate”, dice un integrante de producción, asediado por los compromisos laborales. Momentos después, el cantante, que usa un saco azul brillante y una toalla que le tapa el rostro, sale del local de forma acelerada y se dirige hacia la cabina del acompañante del vehículo. Antes de partir, y luego de la insistencia de los fans, se baja del vehículo y se saca unas fotos con ellos. Luego se sube al vehículo y se va a toda velocidad del lugar, en donde casi rompe el paragolpes. Los chicos y chicas se quedan contentos por la foto.

 

El dilema de estacionar

En las cercanías del boliche de la calle Alem, no hay espacio libre para estacionar. El único lugar disponible es exclusivo para los autos de los personajes que actúan en el lugar. En el playón de estacionamiento, ubicado en frente del local, el costo es de 400 pesos.

 

En la bailanta de la calle Mosconi, los espacios de estacionamiento son limitados. Los cuidacoches ubican los vehículos en espacios increíblemente estrechos. El precio para estacionar en las cercanías del lugar es de 350 pesos y se debe pagar por adelantado. “Esto lo tengo que hacer porque si no se van sin pagar”, admite el acomodador de coches. El hombre, de unos 60 años, asegura que la afluencia de personas fue mayor en comparación a las semanas anteriores, donde el boliche estaba abierto, pero con un aforo menor y limitado solo para los recitales.

Los otros beneficiados

Uno de los grandes beneficiados de la noche de la calle Alem es un kiosko ubicado a una cuadra del boliche: sus ventas mayoritariamente provienen de personas que esperan ingresar al local bailable. “A esta hora, cigarrillos, bebidas y papas fritas fueron las cosas que más vendimos”, aseguró el kioskero, contento por el aumento de las ventas en comparación a las otras semanas. “A este ritmo, en verano no daremos abasto y de seguir así deberemos contratar más personal”, afirma el comerciante.

“¡Cómo necesitábamos tener un día como hoy!”, admite una señora que trabajaba en un puesto de guardarropa. “Por suerte los chicos confían en nosotros”, declara la comerciante, que tiene su puesto nocturno en la avenida Mosconi desde hace siete años.

En la esquina de la avenida Mosconi, un señor y una señora colocan una parrilla. Encienden el fuego con tranquilidad y recién a las 3 de la mañana, colocan los chorizos y hamburguesas en el fuego. “La venta empieza a fluir entre las 4:30 y 5:00, cuando los pibes salen del baile con hambre”. Los precios oscilaban entre los 100 y 300 pesos, de acuerdo al tipo de sándwich. “Ahora que vienen más personas, la venta va a mejorar. Alguna vez la suerte tiene que caer de nuestro lado”, cuenta el vendedor.