Una estatua para no olvidar

Una estatua para no olvidar

Se inauguró en la Feria del Libro «La niña y la Paz», una escultura que recuerda a las mujeres coreanas esclavizadas sexualmente por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Las presiones para no recordar.

El viernes 25 de abril se inauguró en la edición número 49 de la Feria del Libro la estatua de la Niña de Paz, símbolo de mujeres coreanas esclavizadas sexualmente por el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial y llevadas a estaciones llamadas eufemísticamente “del confort”.

La actividad estuvo organizada por las asociaciones culturales: Coreanos en la Argentina y la Fundación Man You, presididas por Dante Choi. Estas organizaciones cuentan con dos stands en el pabellón amarillo del predio ferial, en uno de ellos se exhiben libros traducidos de autores coreanos y en el otro la estatua, rodeada de cuadros del fotógrafo japonés Tsuyaka Yajima.

La estatua llegó al país en 2022. La idea original era que tuviera su lugar en el predio de la ex ESMA. Sin embargo, por presiones de la Embajada japonesa en Argentina no fue posible. “No hay en este momento reconocimiento de parte del gobierno japonés de esta historia –señala Choi-; niega estos hechos históricos. Por eso es importante que nosotros insistamos, persistamos en este reclamo, porque con el paso del tiempo se olvida, pasan las generaciones y no vamos a poder aprender de los errores del pasado”.

Sobre las dificultades que se encontraron a la hora de exhibir la estatua y la decisión de hacerlo en la feria, Choi aclara que se trabajó mucho para poder instalarla, se tuvieron muchísimas dificultades, y la idea es encontrar un lugar para que tenga una instalación permanente. “Creía que íbamos a lograr un impacto muy grande y muy importante instalándola en la Feria del Libro, porque es un entorno con concurrencia masiva, la gente viene por los libros y los derechos que se enseñan en este lugar”, apunta.

El día también se presentó también Keum Suk Gendry-Kim, la autora del libro Hierba, que narra la historia real de Lee Ok-Sun, una sobreviviente del tormento japonés, quien durante la Segunda Guerra Mundial había sido secuestrada  y prostituida por militares japoneses, Gendry-Kim en diálogo con ANCCOM, explicó su motivación para retratar esta historia: “Las víctimas femeninas no sólo ocurren en tiempos de guerra, sino que el duelo femenino ha estado ocurriendo en todo el mundo durante mucho tiempo, y es por eso que decidí hacer esta pieza por mi interés en las mujeres”. Por otro lado, explicó que esta historia la cuenta como mujer, sin importar la nacionalidad ni la ascendencia, es una historia universal.

La estatua llegó al país en 2022. La idea original era que tuviera su lugar en el predio de la ex ESMA. Sin embargo, por presiones de la Embajada japonesa en Argentina no fue posible.

Este año, además, es la conmemoración del 60° aniversario de la inmigración coreana en la Argentina y el 80° aniversario de la liberación de Corea del Sur y Corea del Norte, en agosto de 1945. “Es de una importancia muy grande poder informar y divulgar nuestra historia, nuestra historia triste, historia moderna coreana –opina Choi-, es el gran sufrimiento de muchísimas personas y la idea es poder divulgar para que esto sea símbolo de la violencia de género sexual de todas las mujeres y también identificar el dolor que se sienten las víctimas de violencia sexual en Argentina”.

Por otro lado, la investigadora del Conicet María del Pilar Álvarez, explicó sobre la relevancia de la inauguración de la Niña de la Paz. Señaló que es muy importante porque tenían la estatua desde el año 2022, sin poder encontrar un espacio debido a las pujas internas del país en torno a los derechos humanos.

La estatua por el momento no cuenta con un destino fijo a la vista, sin embargo desde la Asociación Civil de los Coreanos en la Argentina y la Fundación Man You están en tratativas con varias instituciones para encontrar un lugar de exhibición permanente, de no poder hacerlo, se continuará presentando en los lugares donde haya una concurrencia masiva.

Mujeres sin consuelo

Mujeres sin consuelo

«Partió de mí un barco llevándome» es un documental de Cecilia Kang -una directora nacida en Buenos Aires desdendiente de coreanos- que relata la historia de las jóvenes asiáticas secuestradas y violadas reiteradas veces por el ejército nipón ocho décadas atrás. ¿Quiénes son las Abuelas orientales?

Cecilia Kang es directora y guionista. Nació en Buenos Aires y allí vivió toda su vida, pero el origen de su familia proviene del otro lado del mundo, Corea del Sur. Hace 39 años convive con esas dos culturas tan disímiles entre sí.

En 2013, mientras ideaba su ópera prima, viajó a la tierra de sus padres, donde conoció a Kim Bok-Dong, sobreviviente y símbolo de las “mujeres de consuelo” (“comfort women”), esclavas sexuales de soldados japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Hasta ese entonces, ella desconocía esa parte de la historia. El relato la estremeció y volvió a Buenos Aires convencida de querer contarla. 

Una década después nació Partió de mí un barco llevándome, un documental que relata la historia de las jóvenes asiáticas secuestradas y violadas reiteradas veces por el ejército nipón ocho décadas atrás. Pero no lo hace desde una perspectiva histórica, sino a través de los ojos de Melanie Chong, la protagonista, una joven argentina de padres coreanos, atravesada por la inmigración, el desarraigo y la violencia de género.

El film debe su nombre a un poema de Alejandra Pizarnik (Árbol de Diana, 1962) que, en palabras de su directora, “habla sobre ciertas experiencias en el mundo que no se pueden expresar con palabras”. “Partió de mí un barco llevándome tiene que ver con esa cuestión de identidades desplazadas, cómo somos cuando somos desplazados del lugar donde estamos. Es un vehículo para poder poner en imágenes y sonidos aquellas cosas que quizás con palabras es tan difícil decir y pronunciar”, relató Kang a ANCCOM.

El documental se estrenó mundialmente en la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde ganó el Premio Especial del Jurado y el Premio del Público. Recientemente aterrizó en el Festival de Cine de Lima, que finalizó su 28° edición el 17 de agosto pasado. Actualmente se puede ver todos los sábados de este mes en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). Se espera que próximamente pueda llegar a otras provincias del país. Su directora, espera también proyectarla en Corea del Sur, ya sea en el marco de un festival o circuito alternativo.

Cecilia Kang, directora de Partió de mí un barco llevándome

¿Por qué decidiste contar la historia de las “mujeres de consuelo” en tu película?

Yo desconocía completamente esta parte de la historia. La descubrí porque tuve la oportunidad de conocer a una de las sobrevivientes en el año 2013. Estaba viajando por Corea, filmando cosas para mi primera película y allí, muy de casualidad en un Congreso de Mujeres, tuve la oportunidad de conocer a una de las sobrevivientes. Fue una experiencia completamente dolorosa, pero también me abrió los ojos, sentí la necesidad imperiosa de contarla. Volví a Buenos Aires y pensaba: “Esto se debería saber más”. ¿Cómo puede ser que ni yo, que soy hija de coreanos, sabía esto que había sucedido? Esa fue la motivación inicial. Encontrarme con esa sobreviviente me dio la necesidad, pero también el coraje, para animarme y hacer una película sobre esto.

 

¿Y por qué decidiste contarlo a través de la historia de otra joven?

Yo no soy historiadora, no me sentía con credenciales suficientes para poder hablar y hacer una película sobre este hecho histórico porque es algo muy doloroso e inabarcable. Nuestro punto de partida fue preguntarnos: ¿cómo poder traer al presente esa porción del pasado? La idea no era hacer una película sobre revisionismo histórico ni mucho menos, sino pensar, en este presente, cómo ese pasado sigue resonando todavía en nosotras, en mí. Así fue como decidimos poner el motor en el presente. También tuvimos la suerte de encontrar a alguien como Mélanie Chong, la protagonista ideal de esta película, alguien que le puso el cuerpo a esta reflexión. A través del ejercicio que la directora le propone en la película (el de preparar el testimonio de una sobreviviente) es donde entendemos cómo ese hecho sigue todavía afectando nuestro presente. Eso se puede observar justamente a través de la vida diaria de Melanie que dialoga con el texto que está preparando ella como actriz.

 

¿Por qué elegiste como protagonista a una actriz argentina de padres coreanos? ¿Por la similitud con tu experiencia personal o por el tema que trata la película?

Hicimos un casting abierto para todas las chicas de la comunidad coreana, de un rango etario parecido al de aquellas mujeres secuestradas y explotadas. La primera escena de Partió de mí un barco llevándome es un casting real. La idea era buscar no una, sino varias chicas con las que pudiéramos conversar, escucharlas y ver qué pasaba con esas lecturas, qué pasaba cuando alguien de la comunidad coreana, como yo, alguien que nació acá pero que tiene padres coreanos, puede escuchar y reproducir un testimonio en primera persona de esas mujeres. Era tratar de emular aquello que yo sentí cuando conocí a una sobreviviente en Corea. Pero lo más interesante no fueron las lecturas y las reflexiones posteriores, sino las pequeñas entrevistas que yo les hacía a estas chicas para conocerlas más, para entender cómo eran sus vidas duales culturalmente, ser hija de coreanos, ser argentina, ser coreana, ser todo y no ser nada. Era muy evidente que estas chicas todavía vivían en ciertas estructuras opresivas, había ciertos elementos que seguían operando en sus vidas, pero sin que se dieran cuenta. En realidad es algo que nos pasa a todas de alguna forma. Bueno y fue así cómo conocí a Melanie con quien conecté rápidamente. Sentí una especie de reflejo entre ella y yo.

 

¿Y cómo se vive esa vida dual de la que hablas? 

Es una pregunta que yo misma me hago todo el tiempo y la verdad es que aún no tengo una respuesta. Es decir, es una respuesta que se reescribe constantemente. Yo creo que hago películas para poder responder esa pregunta, es un motor que me inspira a hacer cosas, a crear.De alguna forma todos nos preguntamos quiénes somos y cuando nos preguntamos quiénes somos es inevitable preguntarse de dónde venimos. En mi caso, eso es complejo y dual: ser coreana, ser argentina, ser las dos cosas, no ser nada. Por momentos esa dualidad es súper luminosa, pero también hay muchos momentos de contradicción que viví en mi vida y que sigo viviendo. Pero, bueno, son las conformaciones que tenemos y es la riqueza también que tiene cada uno. Yo creo que cuanto más diversas son las sociedades, más enriquecedor es. Yo agradezco tener la posibilidad, más allá de las contradicciones con las que vivo, de poder ampliar mi mirada en ciertas cuestiones. Es parte de quien soy y trato de vivir con eso.

Todos los miércoles al mediodía, desde enero de 1992, las víctimas junto a grupos sociales marchan frente a la Embajada de Japón en Seúl exigiendo justicia. Como argentina, es inevitable hacer una conexión automática con la Ronda de las Madres de Plaza de Mayo de todos los jueves.

Cecilia Kang

¿Encontraste puntos en común entre Argentina y Corea del Sur a la hora de llevar a cabo este documental?

Si, claro. Cuando comenzamos la investigación con Virginia Roffo (guionista de la película) leímos mucho al respecto. Allí descubrimos que existían “las marchas de los miércoles” (todos los miércoles al mediodía, desde enero de 1992, las víctimas junto a grupos sociales marchan frente a la Embajada de Japón en Seúl exigiendo justicia). Obviamente, como argentina, es inevitable hacer esa conexión consciente y automática con la Ronda de las Madres de Plaza de Mayo todos los jueves. De hecho, los coreanos llaman “abuelas” a estas sobrevivientes (“halmeoni” en coreano), son las abuelas en Corea. Es inevitable hacer esta conexión y conmoverse. Es una conexión más emocional. Además, para mí era tan poético porque, aunque muy distintas, son luchas y experiencias que vivieron las mujeres. Dolores distintos pero igual de grandes e inabarcables. Y, a diferencia de lo que ocurre en Corea, nosotros, como argentinos y argentinas, sí podemos decir que acá se logró justicia. Es importante remarcar y defender eso, más que nada hoy en día, donde hay ciertas políticas que quieren echar para atrás luchas muy grandes y avances gigantescos que se hicieron y que se reconocen internacionalmente, como la lucha de las Madres y las Abuelas. Hay muchas diferencias, claro, son luchas y crímenes diferentes, pero yo creo que hay una conexión política, que nos ayuda a reflexionar y a poder tratar de hacer mejor las cosas para vivir en una sociedad más justa.

 

¿Cómo fue recibida la película en la comunidad coreana?

Estoy muy sorprendida y muy agradecida con la comunidad coreana de Buenos Aires. En cada proyección que tenemos siempre encontramos gente que viene de la comunidad y cuando termina la película nos felicita. Por un lado, por las nuevas generaciones, por esta cuestión de entender que es importante dar luz a estas historias del pasado para que justamente no vuelvan a ocurrir. Pero también la conexión inevitable que tienen las personas de la comunidad coreana con una historia como esta, con respecto a todas las consecuencias que significa ser migrante o hijo de migrantes. Entonces cuando hay una película que está hablando de tu comunidad es inevitable sentirse interpelado e identificado. Yo agradezco mucho las devoluciones, las lágrimas y los abrazos después de cada proyección. En Corea del Sur todavía no la mostramos. Estamos esperando justamente eso, ver si tenemos alguna oportunidad para llevarla a algún festival de cine, y si no proyectarla en algún circuito alternativo, lo cual me encantaría porque me gustaría saber qué opinan, qué pensarán los coreanos, allá en Corea del Sur, acerca de esta película, cómo tomarán que una persona que no es de allá hable sobre ese aspecto de su historia.

 

¿Por qué es importante contar este tipo de historias en nuestro cine?

Estas historias tienen un valor muy importante en general, en el mundo. En mi caso, sentí la necesidad de visibilizar aquellos espacios de los que quizás yo formo parte pero mucha gente desconoce. Por eso también siempre me interesa hacer películas que traten estos temas, ser mujeres o, en mi caso, ser parte de la comunidad coreana en Argentina. Siento que son espacios que no tienen tanta visibilidad o tanta voz desde adentro, porque siempre existe esa mirada exotizante de afuera que puede juzgar o definir. Y no hablo solo de mi comunidad, sino de todas las comunidades, minorías y divergencias. Me parece que siempre es más interesante ver películas con una voz que lo cuente desde adentro. Pero también es importante porque esto que muestro es una faceta más de la identidad argentina. En primera instancia se puede ver como algo exótico y ajeno, pero no, todo lo contrario. Es una muestra de cómo y quiénes somos los argentinos. Los argentinos somos esto también, esta multiculturalidad. Es un patrimonio cultural que tenemos que defender y mostrar, sobre todo hoy cuando hay políticas que van en detrimento de esto. El valor de nuestro cine es mostrar quiénes somos y si un país pierde esa voz ¿quién nos va a reconocer?, ¿quién nos va a defender? Esta película es importante no solo para visibilizar, sino también para sostener espacios que se ganaron gracias a luchas muy importantes. No todos los países tienen la libertad de poder contar las cosas que se cuentan en nuestro cine.

 

¿Qué opinas de las políticas públicas que viene llevando el gobierno de Javier Milei contra la cultura en general y contra el cine en particular?

 

Es todo muy lamentable. Nuestro cine es reconocido y respetado en todo el mundo. Es una lástima que quieran demonizar y tirarlo abajo por cuestiones de ignorancia, por no entender cómo funciona una industria. Porque el cine no es solo cultura, es industria y trabajo. Por ejemplo, nosotros hicimos esta película gracias al subsidio de Vía Digital, que se otorga para la realización de documentales, pero hoy por hoy ese subsidio no existe más, películas como las nuestras ya no se pueden hacer. Eso te marca ya la situación en la que estamos. No podemos perder nuestra identidad, hay que seguir luchando por ella. La importancia patrimonial de un país no es solo lo económico o lo financiero, sino también lo cultural.

 

Día Nacional de las Mujeres de Confort

El crimen contra las miles de mujeres secuestradas y explotadas sexualmente en manos del ejército nipón aún sigue impune y millones de coreanas reclaman justicia. Por ello, y a partir del primer testimonio de una de las sobrevivientes el 14 de agosto de 1991, se exige que el Estado japonés se responsabilice por estos actos y pida disculpas a las víctimas.

En honor a Kim Hak-Soon, la primera mujer que se animó a contar lo sucedido y que incentivó a muchas otras más, el gobierno coreano conmemora el Día Nacional de las «Mujeres de confort» cada 14 de agosto desde el año 2018.

Baek-ku

Baek-ku

Los coreanos argentos cada vez tienen más presencia en la vida cultural del país. Las nuevas generaciones impulsan una movida artística que derrama desde el epicentro Bajo Flores.

La escena musical fue sacudida en 2012 cuando el rapero surcoreano PSY lanzó Gangnam Style, que rompió récords y se ubicó como el video más visto en la historia de YouTube por dos años consecutivos. A partir de ese momento, el K-pop comenzó a tomar notoriedad a lo largo y ancho del planeta. Hoy, la cara visible del género es BTS, quien lidera los charts y reúne millones de reproducciones en plataformas de streaming. Este fenómeno tiene un nombre, Hallyu u ola coreana, pero no se limita a la música. En 2020, Parasite, del coreano Bong Joon-ho, se convirtió en el primer film asiático en conseguir el premio a mejor película en los Oscar. Su director subió al escenario del Teatro Dolby y, en coreano, animó a la industria y espectadores a romper la barrera de los subtítulos y consumir más películas de habla no inglesa. Algo similar ocurrió en la pantalla chica, cuando El Juego del Calamar, serie coreana original de Netflix, se convirtió en la más vista de la historia de la plataforma, incluso sin mucha promoción. Este auge no es casual, ni obra del destino. Al contrario, no es más que el resultado de un plan ideado minuciosamente y puesto en marcha hace ya varios años por el gobierno de Corea del Sur. Gabriel Pressello, gestor del Centro Cultural Coreano (CCC) en Buenos Aires, explica que “Corea trabaja desde hace varias décadas en expandir su industria cultural. El auge es consecuencia de un trabajo y una política sostenida en el tiempo”.

Ahora bien, el Hallyu, la ola coreana ¿ha alcanzado a la Argentina?

Coreanos argentos

La comunidad coreana en Argentina supera los 20.000 habitantes, según la Cancillería, y aunque es bastante menor a muchas otras, concentra una gran colectividad. La inmigración comenzó oficialmente en la década del 60, cuando 13 familias se instalaron en la provincia de Río Negro, convirtiéndose así en los primeros inmigrantes coreanos en asentarse en nuestro país. Sin embargo, el mayor flujo migratorio se produjo veinte años después, en la década del 80, momento en el que Corea del Sur atravesaba una dictadura, por lo que muchos de sus ciudadanos se vieron obligados a emigrar en busca de mejores condiciones. 

La mayor cantidad de coreanos se volcó a la industrial textil y se concentró en el barrio de Flores. Baek-ku, el barrio coreano de Flores que se extiende sobre avenida Carabobo, entre Eva Perón y Castañares, es hoy en día el corazón de Corea en Buenos Aires. Allí se puede observar la convivencia de ambas culturas, con carteles en letras coreanas que indican los negocios de origen oriental, mezclados con locales argentinos típicos de la Ciudad porteña. El barrio coreano alberga, además de los restaurantes asiáticos, el Instituto Coreano Argentino e iglesias y templos coreanos. Baek-ku, 109 en coreano, y bautizado así por la línea de colectivos que llegaba a esa zona, combina la vida diaria de dos culturas muy opuestas, pero que viven en armonía hace ya varias décadas. 

El libro Coreanos Argentos, del argentino Ricardo Mosso, es la prueba literaria de esta mezcla de culturas. En ese libro, publicado en fines de 2021, logró recopilar las historias de jóvenes de la comunidad coreana en Argentina, que crecieron a la par de ambas culturas. Allí podemos observar la vitalidad que, según el autor, caracteriza a los coreanos, sus ganas de trabajar, emprender y crecer. Pero, sobre todo, la biculturalidad con la que conviven, cómo logran, día a día, combinar ambas culturas sin prescindir de ninguna. 

Cuando el autor comenzó a recopilar todos estos testimonios, desde que se despertó su interés por la comunidad, allá por 2011, el mundo aún guardaba muchos recelos sobre este país. Argentina no era la excepción. Aún hoy, aunque muchas cosas han cambiado, los coreanos deben seguir lidiando con muchos de esos prejuicios. A raíz de esto, Mosso llega a la conclusión de que “son los jóvenes quienes intentan modificar esos supuestos”, aquellos con los que dialoga en este libro. “Al contrario de sus padres o abuelos, se muestran más abiertos y predispuestos a mostrar su cultura”, dice Mosso y sostiene que “a los coreanos les importa mucho el qué dirán, por lo que los jóvenes han tomado la posta en dar a conocer su cultura y así combatir varios de esos prejuicios”.

Mamá de dos culturas

Gloria Lee es una joven argentina empresaria de 32 años, primera generación de argentinos en una familia enteramente coreana, que emigró al país hace ya más de tres décadas. Actualmente se encuentra al frente de Filum, un local de indumentaria mayorista ubicado en el barrio de Flores, sobre la avenida Avellaneda. El nombre Filum, hilo en latín, y el símbolo detrás del negocio, abundancia, según la creencia oriental coreana, no son casuales. «Nosotros, los orientales, decimos que tu nombre es lo que guía tu vida, es muy importante. La cultura (coreana) siento que me dio parte de eso, la sabiduría”, nos cuenta Gloria, en una cafetería del barrio de Flores, donde se comunica con los dueños en coreano y a través de reverencias, propias de la cultura del país asiático. 

Lee no solo es dueña de Filum, sino también quien maneja las redes sociales. Con el correr del tiempo, y especialmente en la pandemia, logró formar una comunidad en internet, sobre todo en Tik Tok. Allí promociona su local de indumentaria y también recomienda productos, algunos de origen coreano. Nos cuenta que a partir del boom de El Juego del Calamar descubrió que las redes buscaban rostros orientales, y ella sacó provecho de esa situación. 

«Ser la primera generación de coreanos en la Argentina me marcó mucho porque costó llegar hasta acá» relata Lee acerca de su día a día con ambas culturas. «Tener descendencia coreana es hermoso, es una cultura milenaria de la que uno siempre aprende. La conexión la fui teniendo de grande. Me costó bastante por la mezcla y diferencia cultural que hay”, continúa. Lee repasa brevemente cómo fue su infancia siendo hija de inmigrantes coreanos y la contrapone con la crianza de su hija de 5 años, llega a la conclusión de que «hoy en día hago cosas que mi mamá nunca hizo, llevar e ir a buscar a mi hija al colegio. A mí me llevaba un remisero o la niñera. Los coreanos son más secos», culmina.

Corea del Sur y Argentina vienen construyendo una relación cada vez más estrecha en el último tiempo. Este 2022 celebran el 60° aniversario de las relaciones bilaterales de ambos países, firmadas en el gobierno de Arturo Frondizi, en febrero de 1962. Bajo este marco, muchos eventos se vienen desplegando desde comienzo de año, impulsados desde la Embajada de Corea y el CCC. Al Festival Hansik, propuesta gastronómica, HAN CINE y el Concurso KPOP Latinoamérica, eventos anuales impulsados por el Centro Cultural Coreano, se suman los propios del 60º aniversario. Durante la última semana de mayo y las primeras de junio, se celebró la semana de Intercambio Cultural Corea – Argentina y se llevó a cabo una iniciativa federal, trasladar el Centro Cultural porteño, ubicado en Retiro, a la provincia de Tucumán. De esta manera, se busca “abrir la posibilidad a conocer otros aspectos de Corea y a fomentar los intercambios entre coreanos y argentinos”, cuenta Presello, gestor del CCC. “La sociedad responde bien, por eso el crecimiento sostenido del interés por la cultura coreana en nuestro país”, finaliza.

La revolución del K-POP arribó a Buenos Aires

La revolución del K-POP arribó a Buenos Aires

El pasado sábado el Hotel Bauen fue el centro de la fiesta K-style. Más de tres mil fanáticos del k-pop (pop koreano) pasaron el día entre concursos de baile y canto, proyecciones de videoclips, barra de comida oriental, videojuegos, cascos de realidad virtual que los transportaban a conciertos y stands de merchandising estampados con los rostros de los nuevos ídolos de los adolescentes.

Desde temprano la conductora de la fiesta fue anunciando a los ganadores de los sorteos, que se llevaban cds, gigantografías, cajas navideñas y posters. También se hicieron múltiples “reacciones masivas”, que consisten en reproducir videos de bandas famosas, y filmar la reacción del público (los gritos, aplausos, movimientos y expresiones faciales). Estos videos llegaron al millón de visitas en Youtube y, lo que es más, llegaron a la TVcoreana.

El pasado sábado el Hotel Bauen fue el centro de la fiesta K-style.

El salón central estaba bordeado de puestos de fanclubs, y en el centro, el escenario. Hubo solistas, dúos, y grupos amateurs que se presentaron al concurso de baile y canto, y fueron premiados por un jurado de profesores en estas disciplinas, quienes entregaron medallas a modo de incentivo. Como en los boliches, hacía muchísimo calor y las luces jugaban entre violeta y azul. Pero la temperatura estalló cuando llegó Secret Weapon. El grupo argentino, conformado de seis chicos que bailan temas populares de k-pop, puso eufóricos a los fans, que empezaron a cantar las letras en coreano y cuando llegaba la parte del estribillo repetían los pasos a la perfección. Secret Weapon versiona temas en coreano y chino. “Aprendemos por fonética pero también estamos empezando a estudiarlo –afirman sus integrantes-. Porque aprender el idioma implica algo adicional a ser un fan, porque sabés cómo piensan o qué se quiere decir específicamente en las canciones, mejor que una traducción que podés encontrar en Internet”.

Luego de la guerra contra Corea del Norte, Corea del Sur quedó entre los países más pobres del mundo. Para resurgir, eligió de la industria hacer su fortaleza. Después de eso, utilizó la cultura. “Corea del Sur desarrolló mucho su industria hasta llegar los Juegos Olímpicos de Seúl (1988), que fueron la oportunidad para decir ‘nos desarrollamos, nos presentamos al mundo’”, explica Gabriel Pressello, gestor del Centro Cultural Coreano en América Latina. “Y eso después volvió a suceder en 2002 con el mundial Corea del Sur-Japón, ya como un país mucho más avanzado –sigue-. Una vez desarrollada la parte industrial, empezaron con la industria cultural. Se lo tomaron muy enserio. No es una cultura que se desarrolló espontáneamente, sino que fue pensada desde el Estado. El gobierno generó planes de estímulos, subsidios, reducción de impuestos. Todo esto favoreció”.

Lo diferencial de las bandas k-pop es también la actitud que imponen, el toque de rebeldía que va un poco en contra del estilo de vida más conservador del país.

La oleada coreana, o “Hallyu”, surgió en la década del 90. El término “Hallyu” comenzó a utilizarse a partir del éxito de las telenovelas, conocidas como “doramas”, en Asia y Estados Unidos. Si bien las novelas fueron la locomotora del “Hallyu”, esta ola abarca toda la cultura popular coreana, incluido el k-pop, la moda y cosmética.

“Ellos producen mucho más series que nosotros, por año cada canal estrena alrededor de 15, entre miniseries y otras más largas. Y exportan mucho, tanto guiones como enlatados”, dice Micaela Farías, fundadora de Xiah Pop, un sitio dedicado a la cultura y entretenimiento de Asia Oriental, y vendedora de films coreanos en la K-Style. Sobre cómo los fans argentinos descubrieron el k-pop, cuenta que la mayoría empezó por las series. “Antes de que existiera Youtube la gente buscaba la serie, la descargaba y bajaba las canciones de blogs o foros donde las subtitulaban al español –contextualiza-. Hoy con Youtube estás viendo un video, y al lado te van apareciendo recomendaciones de otros videos populares similares y va fluyendo. Incluso en Netflix ya hay una categoría llamada directamente ‘Series coreanas’, y a partir de ahí empiezan a buscar las canciones”. Además de las novelas, los “webtoons” son otro fenómeno del “Hallyu” que se está imponiendo entre los jóvenes, una especie de cómics publicados en Internet, con viñetas que tienen sonidos y efectos especiales.

Más de tres mil fanáticos del k-pop (pop koreano) pasaron el día entre concursos de baile y canto, proyecciones de videoclips, barra de comida oriental y videojuegos.

Los años 90 marcaron el despegue de la industria musical coreana. La historia del k-pop nació con las bandas de jóvenes que lograron reinventar la escena musical al mezclar sonidos del rap, hip-hop y electrónica con moda y coreografías. Fue en esos años que las agencias de entretenimiento se propusieron crear un star system de ídolos del pop coreano. En vistas al debut oficial de cada banda, las agencias preparan a cada miembro haciéndolos pasar por audiciones, competencias feroces, entrenamiento de canto y baile por años. Así es que las estrellas del pop desarrollan habilidades excepcionales y logran llevar al k-pop más allá de la península coreana, al escenario mundial. Esta rigurosidad a la que se somete a los jóvenes en general tiene su lugar en las letras de las canciones. “Tienen algunos temas de amor pero más que nada hablan de la juventud y la sociedad, la educación, la poca autoestima y las exigencias que tienen los chicos en el colegio y para conseguir trabajo en empresas importantes –cuenta Micaela Farías-. Entonces, estas bandas hablan de confiar en uno mismo. Los chicos en los grupos por ahí se pasan entrenando doce horas por día antes del ‘debut oficial’, pasan meses ensayando una misma canción hasta que salga completamente coordinada; quizás empiezan a prepararse desde los 15 años para estar listos a los 18, por eso sale todo perfecto, tienen exigencia desde muy chicos. Eso es lo que critican en las canciones, aunque ellos son parte también de eso”.

El k-pop logra traspasar fronteras más allá de las barreras idiomáticas. “En las letras mezclan coreano con inglés, incluso español –comenta Pressello-. Son estrategias de mercado: rápidamente se avivaron de que hacer estribillos en inglés era mucho más amistoso para el oído mundial que uno en coreano”. En consonancia con esto, Farías agrega que “los chicos se aprenden las letras por fonética, pero ahora también los videos en Youtube están incorporando subtítulos en inglés y español por el notable número de fans en Occidente. En este momento hay más fans en Latinoamérica que en Europa”.

Los cascos de realidad virtual los transportaban a conciertos y stands de merchandising estampados con los rostros de los nuevos ídolos de los adolescentes.

La cuestión de la imagen es central en el k-pop. “Es un 40% música  y 100% imagen –dice Farías-. Están todos bien peinados, maquillados, dentro de la banda tienen un estilo similar, es raro todavía en occidente ver algo así. Los managers siempre le buscan a cada uno un estilo que se adapte a su personalidad. Los chicos se pasan todo el tiempo en realities, viven en programas de televisión, subiendo selfies y haciendo videos en vivo”. Farías sostiene que Corea del Sur es como la meca de la estética en Asia. “El distrito Gangnam (aquél conocido mundialmente por el Gangnam Style de PSY) tiene una calle completa dedicada a locales de cirugías estéticas, spas –cuenta-. Los extranjeros van a hacer tours cosméticos, se hacen el combo de cirugías y se llevan todo el maquillaje. A través del k-pop se ha logrado vender lo de la estética, van muchos de China y Japón buscando parecerse a las estrellas de las bandas. Muchos confunden con parecerse al occidental, pero es un estilo de belleza asiática, no quieren tener los ojos grandes y abiertos como nosotros, quieren tener ojos grandes con la forma asiática. Tienen su propio estilo de belleza”.

Lo diferencial de las bandas k-pop es también la actitud que imponen, el toque de rebeldía que va un poco en contra del estilo de vida más conservador del país. “Son banditas que empiezan a salir un poco de esta cosita adolescente medio naive, las ‘cute’ (bonitas), la nena sexy pero ingenua”, dice Pressello. Especialmente ese es el estilo de las bandas de chicas, que se visten como colegiales, quedando en un espacio bisagra entre lo escolar y lo sexy. Según Farías, estos grupos de chicas en Corea tienen más fans mujeres, dado que a los hombres todavía les cuesta aceptar que ellas salgan de ese papel de “niña buena”. Entre los fanáticos argentinos tales diferencias no existen. En la K-Style pudo verse a jóvenes de todas las edades, tanto mujeres como varones con cabellos de color fantasía, polleras y camisas al estilo colegial y ojos delineados. Todos aclamaban a los grupos que subían al escenario, sin importar el sexo.

El “Hallyu” ya se impuso en Asia, y ahora llegó a Occidente para quedarse.

El k-pop llegó a la Argentina traído especialmente por los mismos fans, es un fenómeno que se difundió no desde los medios hacia abajo, sino al revés. Youtube rompió las fronteras culturales y es la principal fuente de donde la juventud argentina conoce el k-pop. “Ellos conocen música de acá y nosotros la de allá –dicen los chicos de Secret Weapon-. ‘Despacito’ se escucha en Corea del Sur, y a su vez acá llegan bandas coreanas que llenan el Luna Park. Es un intercambio increíble”. Esta tendencia que se fue haciendo popular desde Internet, se vio reforzada por un lado con la organización del Concurso de K-Pop Latinoamérica por parte del Centro Cultural Coreano, perteneciente a la embajada en Argentina. Luego del éxito de la primera edición allá por 2010, el gobierno coreano encomendó al resto de las embajadas del continente organizar sus propias ediciones; cuyos ganadores son seleccionados para ir a la final del K-Pop World Festival en Corea. Y por otro lado, la incorporación del k-pop en Showmatch, donde Secret Weapon fue presentada como la “selección argentina de k-pop”. Esto terminó de impulsar su difusión masiva, haciendo que también lo conozcan los adultos.

El “Hallyu” ya se impuso en Asia, y ahora llegó a Occidente para quedarse.

Actualizado 13/12/2017