La ESI a distancia

La ESI a distancia

De acuerdo a una serie de informes de UNICEF, se estima que más de 13 millones y medio de estudiantes del nivel inicial, primario y secundario se vieron afectados por la suspensión de las clases presenciales. El panorama es más preocupante aun cuando el acceso a infraestructura, la apropiación de tecnología y las circunstancias de vida que posibilitan, en parte, la continuidad de la escuela y de los vínculos entre docentes y alumnos, muestran brechas y desigualdades. A esto se suma el agravamiento de problemáticas como las violencias en las infancias y adolescencias. En este escenario, la ESI resulta fundamental y su despliegue exige la presencia del Estado, así como un involucramiento social activo.

Analía Morra es profesora de nivel secundario en CABA: “Cuesta que la ESI forme parte del proyecto institucional. Más allá de buscar espacios y de planificar encuentros que abarquen algunos de los ejes de la ESI relacionados con mi materia, lo que cuesta mucho es armar equipos de referentes. Hay muchas escuelas donde no están”.

La Resolución 340/18 del Consejo Federal de Educación estableció el objetivo de promover la organización de un equipo de ESI en todas las escuelas del país, que lleve adelante un enfoque interdisciplinario y que se articule con el proyecto institucional de cada establecimiento. La normativa fue impulsada por la necesidad de garantizar a toda la población el acceso a la información, métodos y prestaciones de servicios sobre salud sexual y procreación responsable, y de prevenir y erradicar la vulneración de derechos de niños, niñas y adolescentes, la violencia de género, la trata y explotación de personas, y el embarazo no intencional en la adolescencia. También incluyó la creación de acciones que amparen el derecho a la identidad de género y un ejercicio pleno de la salud en base a la igualdad, el respeto a la diversidad, la justicia social y la libertad.

La resolución ratificó el compromiso de todas las jurisdicciones del país a hacer efectivo el cumplimiento del Programa de ESI en su enfoque integral que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos. ¿Qué acciones se hicieron efectivas a lo largo de estos años? ¿Qué ocurre en el contexto actual con la incorporación de estos contenidos en las propuestas educativas?

“Durante muchos años, la implementación tuvo relación directa con la voluntad de cada uno de los docentes que militamos la ESI. Quienes llevamos adelante estas propuestas somos también quienes activamente estamos haciendo fuerza para que se complete y se concrete”, afirma Analía.

El abordaje de la ESI no se promueve de manera institucional y frente a esta dificultad se sumó la de la enseñanza remota por la pandemia. Los y las docentes no pararon de trabajar en ningún momento: se capacitan, diseñan nuevas estrategias y planificaciones, y realizan un seguimiento con cada una de las chicas y chicos que tienen en los cursos. La necesidad de enfocarse en determinados contenidos prioritarios, siguiendo la propuesta del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, relega más a la ESI. A pesar de ser incluida en esa selección –a través de ciertos ejes– los tiempos y las posibilidades de encuentro entre docentes y estudiantes se vieron acotadas. En definitiva, la implementación queda en manos de las escuelas y de los equipos comprometidos con los derechos de los estudiantes.

El abordaje que se realiza para que la educación sexual integral sea garantizada a cada niño, niña y adolescente, no es una simple transmisión de conocimientos. Interpela la formación docente e implica a las personas en sus experiencias íntimas de vida. “Las capacitaciones en ESI son vivenciales, incluyen atravesar y recorrer nuestra propia historia, ponernos en situación, analizar casos, tomar decisiones entre pares. Nos lleva a trabajar frente a frente, a crear un clima de confianza y a generar debates. Una cuestión que es muy difícil ahora”, sostiene Analía. Es más complejo el acompañamiento porque la ESI no solamente se trabaja en el aula sino además en los pasillos, agrega. En esos lugares que no son tan públicos, muchas veces los pibes y las pibas se acercan a docentes en la búsqueda de escucha. “Se dieron las situaciones de chicos y chicas que nos golpean la puerta virtualmente con algunos de los problemas que están sufriendo en sus casas: desde algún caso de abuso hasta la violencia cotidiana a las que ahora están expuestos todo el día. Para muchos chicos, la escuela es un lugar de escape, un refugio, un lugar donde encontrar otras respuestas y sentirse seguros. En este contexto, la situación para ellos empeora si en sus casas el clima no es bueno”, concluye.

Capacitación y presupuesto

Norma Sotelo es profesora de teatro y trabaja en la provincia de Buenos Aires, en un barrio donde las situaciones de vulnerabilidad y desigualdad se hacen visibles. “En el nivel inicial se trabaja la ESI, pero con la pandemia la educación a distancia se da con muy poca población porque casi no hay conectividad. Esa es la realidad”. El trabajo docente es arduo y angustiante. El mayor contacto con los niños y niñas lo tienen las maestras de sala, pero las respuestas son pocas. Según Norma, inciden distintos factores: las familias consideran que es un nivel más fácil de recuperar, hay preocupación por los problemas económicos y el contexto, el uso de las herramientas digitales es desigual y la conectividad es baja, casi nula. También es docente en una escuela primaria intensificada en artes de CABA donde la ESI está instalada, aunque el proceso es lento y con dificultades. Con el tiempo ha ido evolucionando y el trabajo, particularmente este año, es transversal: corresponde tanto a maestras de grado como a profesoras curriculares. Además, articulan entre docentes y se abordan ejes como las emociones, la escucha, el respeto por el cuerpo y la diversidad, y los estereotipos de género. “Cuesta que baje la ESI a las escuelas, pero se está haciendo cada vez con más continuidad y con mayor seguimiento”, sostiene.

Existen provincias adheridas formalmente a la ley donde no hay una política activa para llevar implementarla. Noemí Solís es profesora de Economía en el nivel medio y forma parte de la Red Nacional de Docentes por el Derecho a Decidir de Tucumán. Explica que la baja conectividad y la escasez de los recursos económicos son factores determinantes que impiden la continuidad escolar. Pese a no haber una institucionalización de los contenidos de la ESI, hoy los docentes ven la importancia de trabajar cuestiones vinculadas a la afectividad y la violencia de género. En el marco de la integralidad, pueden comprender que la ESI no es sinónimo de hablar de relaciones sexuales. El tabú se vincula con el enfoque moralista que predomina en la provincia, incluso más que el médico-biologicista, afirma Noemí. En la comunidad docente se ha podido visualizar la multiplicidad de temáticas y de materias que habilitan los ejes de la ESI. Sin embargo, las capacitaciones provienen de planes e institutos nacionales. Los intereses de sectores religiosos y las creencias personales de las autoridades políticas, derivan en la ausencia de un presupuesto destinado a políticas de género y en la falta de un trabajo sostenido para incorporar la ESI en el derecho de enseñar y aprender.

A nivel nacional, los cursos de la plataforma del Instituto Nacional de Formación Docente tienen una gran demanda de los docentes de la provincia en temáticas relacionadas a la ESI. El docente que se capacita, que reflexiona y da cuenta del enfoque de derechos, asume una responsabilidad y se profesionaliza. Conocer los lineamientos curriculares les otorga seguridad para trabajar la ESI y, además, posteriormente puede llegar a las familias. “La capacitación puede ser la puerta de entrada para que un mayor número de docentes de cuenta de cuál es el enfoque de la ESI y no hablen a partir de lo que muchas veces se naturaliza como verdad, dado los enfoques predominantes. También del miedo, porque sucede que son temáticas que nos atraviesan a todos. Es darte cuenta que vos no estás exenta de la violencia ni de situaciones de abuso que hayas pasado en tu niñez, o inclusive ahora en tu adultez. Que esta conducta de responsabilidad y cuidado también nos atraviesa porque no solamente enseñamos y somos docentes”. Las dificultades y las resistencias tienen que ver con el desconocimiento, cuenta Noemí. “Cuando hay capacitación se corre con esos mitos y falsas creencias que hay en relación a los contenidos y que están muy llevados adelante por los fundamentalistas que se oponen a la ESI. Entonces el docente tiene un respaldo. También las iglesias tienen mucho peso en este marco, dificultan porque tienen una cercanía muy fuerte con el gobierno. Se hace muy difícil la viabilidad cuando quienes nos representan se oponen a un derecho de niñas, niños y adolescentes. Es tarea de las y los docentes, pero sin presupuesto y sin capacitación es inviable”.

“Es el momento de recuperar la democracia, la dignidad y la soberanía de Bolivia”

“Es el momento de recuperar la democracia, la dignidad y la soberanía de Bolivia”

Marcha de la comunidad boliviana de la Argentina en repudio al golpe de Estado contra Evo Morales, en noviembre de 2019.

El domingo 18 de octubre será un día clave para Bolivia: las elecciones, largamente esperadas y postergadas, finalmente llegarán y marcarán un momento bisagra en su historia. Mucha agua -también sangre- corrió debajo del puente desde el día en que Evo Morales se vio obligado a renunciar a la Presidencia y exiliarse.

El voto de los residentes en Argentina es de suma importancia, siendo el país del exterior con más ciudadanos bolivianos (del 4,7 por ciento del padrón que corresponde a bolivianos que residen en el extranjero, casi la mitad vive en nuestro país). Tal es así que en las últimas semanas se generaron una serie de cruces, desde el discurso de Jeanine Áñez en la ONU acusando al gobierno argentino de “acoso sistemático”, hasta el tweet del candidato Luis Arce agradeciendo “al gobierno y pueblo argentino por garantizar el derecho al voto de la comunidad boliviana”. Entre tanto tironeo, en un clima de altísima tensión -como no puede ser de otra manera cuando lo que está en juego es nada más y nada menos que la democracia- la comunidad boliviana en Argentina tiene mucho para decir.

De este lado de la frontera, la colectividad boliviana siguió de cerca los acontecimientos ocurridos en su país desde el golpe. “No hay palabras siquiera para hablar de lo que pasó porque nosotros sabemos que se ganó limpiamente y luego nos han sacado a la fuerza. Nuestros parientes que están en Bolivia la han pasado bastante mal, han sido bastante maltratados. Les han cerrado la boca a golpes. Nosotros tratamos de confiar en que en esta vuelta se pueda volver a ganar pero hasta ahora todavía siguen lastimando y eso genera miedo”, relata Lucía Pari, Presidenta de la Asociación Civil Juana Azurduy de General Rodríguez.

“El pueblo estaba convulsionado, nadie entendía por qué (Evo Morales) había renunciado. Nos marcó muy fuerte ese momento. Es algo que va a dejar una marca muy profunda en la historia, no se va a olvidar nunca”, cuenta Oscar Caiguara, presidente de la Cooperativa para Hortifruticultores 2 de Septiembre de Pilar -visitada por Morales en enero- y también de las Instituciones Unidas de la Zona Norte, Este y Oeste, y agrega: “Este gobierno de facto ha demostrado que no puede gobernar, que no tienen un sentimiento patriótico ni democrático, no aman a Bolivia”.

Se espera un clima de mucha tensión para el día de los comicios.

La fórmula del MAS encabezada por Luis Arce lidera ampliamente la intención de voto. La apuesta de quienes apoyan al ex ministro de Economía de Evo Morales es ganar en primera vuelta y evitar el ballotage con Carlos Mesa, donde el escenario podría complicarse para los sectores populares e indígenas. “Venimos siguiendo las declaraciones del gobierno de facto, como las del ministro (Arturo) Murillo, que vienen operando para desestimar que gane el MAS; advierten que si ganara no van a aceptarlo porque sería fraude. No pueden decir de antemano que va a haber fraude en una elección que no se ha hecho, salvo que piensen en desconocer la voluntad del pueblo”, apunta Luis Fernando Hinojosa, presidente de la colectividad boliviana de Baradero “Juana Azurduy de Padilla”.

En este sentido, desde la Agrupación Cultural Sangre Minera, Mario Chambilla afirma que “en las elecciones sí o sí va a haber tensión. Se viene una pelea larga, nadie va a querer dejar el mando. La verdad es que duele -agrega-. Desde lejos, además, no podemos defender, salir a la calle a repudiar. Nosotros estamos lejos, pero igual lo sentimos mucho. Siempre al país lo manejan los imperialistas, los terratenientes, las empresas grandes que Evo sacó. No les gustó e hicieron lo que hicieron: el golpe”.

Como desde un principio sentenció Evo Morales, la disputa por los recursos naturales, específicamente el litio, es un factor clave detrás del golpe. “El gobierno de facto implementó políticas impulsadas desde el exterior, básicamente desde Estados Unidos, por el deseo de la obtención de los recursos naturales de Bolivia. En el último gobierno de  Morales, se nacionalizaron los recursos naturales, como litio y petróleo, en beneficio del pueblo. Bolivia tiene la mayor reserva del mundo de litio, que es una energía limpia que está en toda la tecnología que utilizamos, como computadoras y teléfonos. Hay quienes quieren ese mineral para intereses particulares, y para eso quieren manejar Bolivia”, analiza Hinojosa, docente de informática en Baradero. “Creemos que esto es algo que en este momento se está llevando a cabo en Bolivia pero que las potencias lo tienen pensado para toda Sudamérica”, concluye.

Esta disputa no es nueva, sino que la historia de Bolivia siempre ha estado marcada por el saqueo de sus riquezas con base en la explotación de los trabajadores. Al respecto, el presidente de la Agrupación Sangre Minera relata que “años atrás, los mineros luchábamos por el pago, ya que siempre había dos o tres empresarios que eran los que dominaban toda la minería y la riqueza se la llevaban para ellos. La lucha siempre fue minera, si no se levantaban los mineros íbamos a seguir siendo dominados. Fueron más de 500 años de robo y explotación. Ahora hay que defender lo que queda que es el litio: y ellos están en busca de eso. Siempre fuimos esclavos -concluye- y con el gobierno de Evo Morales eso cambió, por eso queremos que vuelva”.

En agosto pasado, la Central Obrera Boliviana reclamó la renuncia de la presidenta de facto, Jeanine Añez.

Caiguara, oriundo de Potosí, resalta que “Bolivia ha pasado muchos atropellos y humillaciones. Por muchas generaciones se ha luchado por el gas, por el agua, Bolivia ha sido muy golpeada. El golpe de Estado militar, cívico y policial está marcando a toda una generación. Y el pueblo no va a permitir ser sumiso y machacado nuevamente. Mucho tiempo nos han humillado. Ahora es el momento de recuperar la democracia, la dignidad y la soberanía de nuestro país. Lo único que han demostrado es querer saquear a Bolivia, sus recursos naturales, ultrajar y discriminar a nuestros hermanos bolivianos”.

Los 14 años de gobierno del MAS fueron un punto de inflexión en ese aspecto. Afirma Lucía Pari, también nacida en cercanías a Potosí, que “Evo Morales defendió los derechos de la gente campesina fundamentalmente, la gente pobre, las mujeres de pollera que antes no teníamos derecho ni de hablar. Años atrás han explotado mucho a Bolivia y el hermano Evo frenó eso, adelantó mucho al país, eso nadie lo puede negar”.

En este sentido, Hinojosa, que llegó a este país desde Cochabamba en 1993, agrega que “la mayoría de quienes estamos en Argentina hemos venido a buscar una mejor situación económica. Cuando me vine, mi país tenía una situación muy difícil, no había perspectivas de mejora, pero el presidente Morales cambió esto, generó un desarrollo económico y eso empezó a alentar la integración. Las empresas estaban progresando, Bolivia estaba creciendo, pudo pagar su deuda con el FMI, logró tener reservas muy grandes y estaba apuntando inclusive a un desarrollo tecnológico. También se logró salir del analfabetismo, se crearon universidades, se estaba apuntando a una salud integral y gratuita como tiene la Argentina. Cuando me vine de Bolivia no existía todo eso.” Y en relación a lo que se decide este domingo, destacó: “Lo que está en juego son dos modelos de país: uno con perspectiva de crecimiento, con inclusión social, sin racismo; o un país endeudado, que vuelve a la pobreza, a la discriminación y la segregación. Pese a que hay muchos candidatos (cada vez menos, para intentar fortalecer la posición de Mesa), los modelos son dos”.

Cientos de bolivianos residentes en la Argentina acudieron al consulado de su país en Buenos Aires para empadronarse.

En este escenario tan complejo, señala Caiguara, “los hermanos y hermanas que antes pensaban que no querían que siguiera el proceso de cambio de Evo, ahora se han dado cuenta de que estos señores (por el gobierno de Áñez) no gobiernan para todos sino solamente para su sector. Eso ha despertado a la comunidad boliviana aquí en Argentina”. La organización del pueblo boliviano, sea en tierra natal o en territorio argentino, siempre ha sido fundamental en el devenir histórico. “Años atrás uno trabajaba por separado como un peón, pero a partir de que hubo mucha discriminación y explotación por parte de los patrones, cada uno de nosotros nos independizamos pero siempre con una organización, tratando de agruparnos, siempre intentando reunir a la colectividad boliviana”, afirma Lucía Pari, quien será fiscal de mesa el domingo. Entendiendo la importancia que tienen estas elecciones, desde distintos espacios de organización popular incentivan a que quienes residen en Argentina hagan ejercicio del derecho al voto, Pari agregó: “Las hermanas y los hermanos bolivianos tienen que ir el 18 de octubre a sufragar y elegir democráticamente quién va a ser presidente”.

Las elecciones en Bolivia son un llamado de atención a velar por la democracia en la región. Frente a un gobierno que accedió mediante un golpe de Estado y en medio de un panorama harto complejo, las distintas instituciones y organismos internacionales competentes deberán garantizar la transparencia de estas elecciones para que se respete, sin vacilaciones, la voluntad del pueblo.

Antes de la pandemia, Evo Morales, exiliado en la Argentina, marchó en la ronda de las Madres de Plaza de Mayo.

El covid 19 profundiza la crisis de los centros culturales

El covid 19 profundiza la crisis de los centros culturales

Salón Pueyrredón.

La llegada del Covid-19 a Argentina,  casi como si fuera un tsunami, arrasa con todo. En el caso de los boliches y bares de AMBA, con el paso de los días la situación se agrava porque el hecho de no poder abrir sus puertas convierte a los locales nocturnos en un proyecto no sustentable. Una situación que golpea a todos por igual, desde pequeños centros culturales hasta bares rockeros tradicionales y muy reconocidos. Ante el futuro incierto de la pandemia, a todos los amenaza el cierre como la salida final ante la imposibilidad de solventar el pago de los gastos fijos por la falta de ingresos.

Tal es el caso del Salón Pueyrredón (situado en Santa Fe 4560). La mítica sala punk rock existe desde 1997, y ha atravesado varias crisis, tal como cuenta uno de sus dueños, Horacio Batra Luna: “Corralito, Cromañón, y la del último gobierno macrista. Antes de la pandemia, ya veníamos de un verano de mierda, luego de cuatro años en donde fue bajando el consumo un 50% anual, más una inflación desbordada, entonces se fue haciendo insostenible la situación”.

Y a todo lo malo que ya venía sucediendo ahora se le suma la dura realidad del párate de la cuarentena, en donde se acumulan las deudas (alquiler, servicio eléctrico, gas…): “Estamos a la espera del apoyo de la Secretaria de Cultura de la Ciudad con los subsidios que están aprobados para pagar lo que ya debo y si alcanza seguir pagando a futuro algo para ir viendo. Si no fuese así ya tendría que haber cerrado. Es una lógica, no podés estar seis meses sin trabajar endeudándote para un futuro incierto”, explica Batra y continúa: “Si vos me preguntás que voy a hacer a futuro, no tengo idea. Porque esta es una situación que se vive semana a semana. Nadie puede programar nada a futuro, nadie sabe que va a pasar, cómo va a reaccionar la gente después de la cuarentena. Si va a salir a la calle, si se van a juntar, si van a tener plata. Hay miles de factores, como siempre marcados por la economía del país, y en este caso también por las medidas sanitarias.”

Horacio Batra, dueño de Salón Pueyrredón.

El Bar Rodney en el barrio Chacarita tiene mucha historia. Con más de 41 años a cuestas se ha convertido en un referente de la bohemia y la escena rock porteña. Ha albergado a bandas de rock, jazz, tango y reggae, también, actividades literarias y exposiciones. Sin embargo, estos pergaminos no le permitieron esquivar la crisis actual por la pandemia. El músico y productor Harry Igualador es la palabra autorizada a la hora de hablar del momento actual del bar ya que es el que está al frente del emprendimiento desde 2006: “Estamos piloteando la situación como podemos. La luz y el gas no los pago hace tiempo. Lo que nos permite sobrevivir es que, afortunadamente, el gobierno no autoriza el corte del suministro del servicio. Debo unos meses de alquiler pero las dueñas del lugar, que tienen empatía conmigo, me permiten no pagarlos hasta que pueda hacerlo. Logramos protocolos para transmitir por streaming y estamos con unos proyectos de hacer un montón de movidas artísticas. La gente nos apoya comprando una entrada muy económica. El músico se lleva una moneda, el resto se reparte entre la productora y nosotros. Esto nos ayuda a atravesar este momento para seguir vivos.”  

El Rodney, incluso, se adhirió al take away: “Yo también reparto. En un radio de 4 kilómetros, les llevo el pedido a los clientes con mi propio auto. Sin embargo, no llegamos ni al 20% de la facturación real. Claramente, estamos lejísimos de lo que necesitamos facturar. Veremos ahora que sacamos unas mesitas a la vereda”, comenta Igualador.

Durante el gobierno macrista el productor había vendido su vehículo particular para afrontar pagos: “Los aumentos de los servicios habían sido de 1.000% y no podía subir un 1.000% la cerveza que vendo”, agrega Harry.

En Martínez, zona norte del Gran Buenos Aires, se ubica el City Bar que funciona desde hace 23 años ofreciendo shows en vivo. Allí llegaron a tocar más de 20 bandas por fin de semana. Su dueño, Alejandro Polako Salvatore, plantea su delicada situación: “Lo único que espero es que aparezca la vacuna cuanto antes. Cuando empezó la cuarentena, tenía una plata ahorrada hasta fin de mes que ya usamos. Cuando vi que esto no funcionaba, mi suegro nos empezó a prestar dinero de su jubilación porque tenemos dos nenes chicos. Mi mujer, que es psicóloga, empezó a trabajar online pero no alcanzaba así que, también, vendí la camioneta Suran que tenía. Con eso pude comer y cancelar el colegio de los chicos hasta fin de año. Di de baja la obra social. Contacté a un amigo y me puse a vender pantuflas de Disney, y con eso estamos comiendo. Por suerte nos alcanza para pagar el gas y la luz pero nada más. La única ventaja que tengo es que el local es propio”.

No todos cuentan con el alivio de ser propietarios de su local, como en el caso del Bar Serse de Ramos Mejía, que funcionaba desde hace cuatro años y cerró porque no pudo aguantar tantos meses cerrados. Como cuenta Maximiliano Eliseiri, dueño del lugar: “Éramos un bar cultural. Teníamos una grilla de entre tres a cuatro bandas por día de jueves a domingo. Los domingos metíamos festivales desde temprano. Antes de la pandemia, iba a renovar el contrato por tres años más. Pero esto se estiró y el dueño del local me exigió el pago de los alquileres. Había una posibilidad de refinanciar los meses atrasados pero el día que abriéramos lo haríamos con una deuda de más de 200 mil pesos que no sé si iba a poder levantar. Por eso quedamos en una rescisión de común acuerdo. Acá en la zona ya cerraron sus puertas alrededor de diez locales, algunos con mucha antigüedad”.

Los centros culturales tampoco saldrán ilesos de esta crisis. Silvina Marcelino, una de las referentes principales de Casa Elefante, espacio cultural que está enfrente de la estación de Burzaco desde hace 5 años, señala: “Casa Elefante es un multiespacio donde se hacen muchísimas actividades de carácter más social y otras de contenido cultural. Veníamos trabajando con bandas los sábados a la noche, barra de bebidas y comidas. Generalmente se cobraba un bono contribución o algunas bandas iban a la visera”.

En la actualidad, el Centro Cultural forma parte de la Asamblea de Trabajadores de la Cultura Conurbano Sur que engloba a gestores culturales, músicos, camareros, personal de limpieza y mantenimiento, operadores, sonidistas, teatreros, profes, etc. Un amplio espacio que reúne a la mayoría de los trabajadores de la cultura que trabajan, generalmente, en negro, y que, en este contexto, tienen que generar otras formas de ingresos. Por otra parte los espacios culturales también se configuraron como escenario de ollas populares y de una red de sostenimiento alimentario para la comunidad artística. Esto se genera sin apoyo estatal, de manera autogestiva con la colaboración de vecinos y amigos.

En este punto, Marcelino es contundente: “Ahora estamos sobreviviendo pero si seguimos acumulando deudas no hay centro que aguante. Es una lucha diaria y los meses van pasando. Nosotras tenemos un tope de deudas y si llegamos a pasarlo quizás tendremos que pensar en cerrar. Estamos gestionando todo para no hacerlo pero es una posibilidad. No estamos exentos de eso”.

La complejidad del presente no necesariamente sea más que sencilla que la del futuro. Los efectos del Covid-19 sobrepasan la crisis sanitaria y se trasladan al tejido sociocultural de nuestro país. Dentro de este panorama, la pandemia ha dejado un tendal de crisis y problemas irresolutos para los bares y boliches, ni hablar de los centros culturales. El futuro es incierto y quedará saber cómo se reconstruyen todos ellos.

“El arte es invaluable y es lo menos remunerado”

“El arte es invaluable y es lo menos remunerado”

Milena Salamanca es la voz joven del folclore argentino. Su vínculo con la música comenzó en el mismo momento que su vida. Las peñas y los encuentros culturales le enseñaron a caminar y también a cantar. Se crió rodeada de músicos y otros artistas del género que le permitieron usar el escenario como un espacio de juego hasta el año 2012, cuando ganó el premio Revelación en el Festival Mayor de Folklore de Cosquín. Desde ese momento, su relación con la música tomó un rumbo profesional. En 2016 presentó su primer disco, decidió vivir de su arte y se mudó sola. Este año está lanzando su segundo álbum, Milena, con la producción de Raly Barrionuevo. En esta conversación, la artista –nacida en La Plata en 1994- reflexiona sobre su nuevo material, el encierro y da un panorama actual del folclore en el país.

¿Por qué decidiste ser artista y dedicarte al folclore?

Yo era muy chica cuando empecé a cantar, en mi casa se escucha y respira mucho folclore. Fue bastante hereditaria la situación de cantarlo. No tuve mucho tiempo ni conciencia; estaba medio implícito. Tampoco se puso en cuestión o me lo preguntaron. Incluso, en su momento, no consumía otras cosas que no sean música de raíz. Después, en función de dedicarme profesionalmente, arranqué a estudiar. Hice el secundario en el bachillerato de Bellas Artes, después empecé a estudiar danzas, y más tarde volví a la Facultad de Bellas Artes. En el medio de todo eso, siempre estuvo pertenecer al escenario porque yo viví toda mi vida en una peña, en un centro cultural. Mi casa era el espacio donde sucedían los encuentros. Vivía en constante relación con los músicos, las guitarreadas, los espectáculos, la comida, la clientela. El juego de estar arriba y abajo del escenario nació y fue creciendo en función de los deseos y el vértigo que te genera tener esa posibilidad. Cuando tenía más o menos 15, empecé a cantar arriba del escenario. Después, en el 2012 gané un premio muy importante en Cosquín y eso me hizo tener que decidirme por hacerme profesional o no. Dejó de ser un juego, ya tenía un compromiso, una presión. Me empezaron a pasar un montón de cosas que me hicieron dar cuenta de que si quería vivir de eso tenía que crearlo y provocarlo.

¿Fue una presión interna o algo del contexto?

Más de contexto. Para mí era un juego Cosquín, no tenía tanto valor consciente en mi vida. Era un deseo, una proyección pero lo vivía como algo que no tenía el peso que sí tomó para mi familia y mis amigos. Los periodistas empezaron a aparecer. Pasé de 500 seguidores a cinco mil en Facebook, tener que hacer una página, que me reconozcan. De repente la exposición fue tal que a mí me generó mucha presión y tuve que tener ciertos cuidados que antes no tenía. Todo eso de golpe es muy intenso. Y generó que no solo tuviera que hacerme cargo de mi talento y lo que yo podía hacer, sino también de lo que quería transmitir, y empezar a articular en función de eso. Ya después en lo personal, si bien era lo que yo quería, no sabía que iba a ser así. Tuve experiencias muy lindas y también muy dolorosas. Toda la presión y la exposición, si no estás preparada, te generan depresión. Se pone en juego la autoestima. Se genera un quiebre.

Y después de ganar el premio, ¿qué pasó?

En el 2016, vino el primer disco y decidí vivir de la música, a los 21. Fue un puntapié muy importante en mi vida. Me mudé sola. Más o menos así se fue generando todo hasta la actualidad, con todo lo que he construido en estos años pude vivir de la música. Se me trabó por la pandemia y lo tuve que transformar. El arte es invaluable y es lo menos remunerado. Queremos vivir de eso pero si todo el tiempo está ninguneado, es muy difícil generar ese vínculo.

¿Y cómo estás llevando el encierro?

Difícil, como todos. Creo que a cada uno se le presenta de una forma distinta. En mi caso me imposibilita salir a hacer shows, tocar, trabajar. El 90% de mi actividad económica pertenece a esa área; entonces, tuve que readaptar mis posibilidades en función a eso. Antes de que suceda todo esto, tenía un disco grabado y ahora estoy presentándolo encerrada, que es rarísimo. Pero estamos reinventándonos en función de las posibilidades. Soy una persona súper activa y positiva así que ando todo el tiempo gestionando no quedarme quieta. Estoy estudiando en la institución de Bellas Artes de La Plata y lo que más me está salvando es dar clases de canto.

¿Cómo es esta presentación del disco en cuarentena?

Rara. La presentación que estoy teniendo es en su totalidad online. En la industria de la música lanzar todo un disco pasa medio desapercibido; entonces se usa mucho editar primero un tema, después otro y otro. En función a eso, sacamos cuatro cortes de difusión, que pertenecen a un esquema visual artístico, que son las cuatro estaciones. Hace poquito sacamos uno que se llama “Fénix en Primavera”. El 31 de julio salió otro que se llama “Mi Gobierno”. En agosto voy a lanzar otro tema que se llama “Flores de Invierno” y en septiembre, otro “de verano”. El material lo tenemos que aprovechar al máximo: culturalmente ya no se escucha todo un disco de 15 canciones. Este que estoy haciendo recién se va a escuchar completo en octubre.

¿Cómo ves al folclore en Argentina?

Está activo, pero no se ve. No es homogéneo el conocimiento en el país. El folclore es lo último del tarro. Hay una idea generalizada de que es lo que los grandes consumen y a mucha gente le resulta aburrido. En mi vivencia es totalmente lo contrario. Hay festivales de música de raíz en todos los municipios de Argentina, hay centros culturales, encuentros, peñas, competencias de danza folclórica. Pero no es lo más difundido, no es lo más exhibido. Hay un cierto contraste en función del sistema capitalista: lo que es vendible y lo que no es tan vendible. En Buenos Aires está mucho más arraigado lo que es vendible. Que no quiere decir que en el folclore no exista, sino que te quieren hacer creer que no es así. Hay una correlación que se disputa y a la vez se corre en función de las necesidades políticas y de moda.

¿Sentís que al ser una representante joven del género lo estás modernizando?

Sí, me gusta reinventarme y no seguir esta idea de que hay que hacer lo que otros ya hicieron. Me gusta crear y formar mi propio camino. No me veo una persona vanguardista pero sí me gusta la idea de transformar y brindar otras posibilidades. El género también ha evolucionado: hay una rama más tradicional y otra que se le dice folclore estilizado. Pero se estiliza en función de que hay nuevos espectadores, nuevas edades. De repente el folclore de ser de multitudes paso a estilizarse y encontrarse en distintos ambientes y aspectos. Internet también provoca que haya conocimiento de otras músicas; entonces, deja de haber una sola música para una región y se genera una diversidad pluricultural.

¿Crees que sufrís estigmas por ser una mujer joven?

Sí, igual fueron cambiando a lo largo de los años. Mi viejo es súper negrito, entonces cuando era chica, alrededor de los 8 años, sentía un rechazo por eso. Después, a los 12, empezó a haber más aceptación y cuando empecé a dedicarme más profesionalmente al escenario, empecé a sentir esta distinción del género, que al hombre le molestaba que una pendeja de 16 años viniera a sacarle tiempo y espacio. Hasta que pasó lo de Cosquín a los 18 y generó como un manto de respeto. De repente empecé a tener más peso y valor. En el ámbito, no deja de existir el ego y las rispideces en función de la envidia. Lo he sentido porque empecé a viajar a festivales: el ninguneo porque soy mujer y soy más chica, ni hablar de que vas a robar espacio. Tampoco es así en todos lados, pero si sucede que es un sector súper machista.

¿Dirías que tiene que ver con la edad porque es un género más tradicional o es machista en general?

Lo segundo. Es machista sin importar edades. Cuando hubo el boom de Ni Una Menos yo tenía 21 años y empezamos a visibilizar ciertas cuestiones que no se decían. Antes era algo energético, raro, y de repente se convirtió en algo real. Hace no muchos años, creo que en 2017, en Jesús María, en la jineteada, ganó una mujer. El premio para los ganadores era 40 mil pesos. Y como ganó una mujer le regalaron una cocina. Le cambiaron el premio. Imaginate, en algo tan tradicional como la doma de caballos, justo viene a ganar una mujer. Yo no sé si esa chica tiene la posibilidad de reclamar el premio como lo vale. Pero es algo que no importa qué edad tengas, está muy arraigado a lo cultural. En Argentina y en el folclore, más todavía. Igual no quiere decir que no exista en otros ámbitos y otros espacios. Pero como puede ser que en 2017 siga pasando eso.  Hace poco salió la ley del cupo femenino del 30% en escenarios; si no nos permiten, no nos dan espacio, ¿cómo quieren que de la noche a la mañana existan buenas cantoras, productoras, compositoras y músicas?

Una verdadera grande de muzzarella

Una verdadera grande de muzzarella

A medida que pasa el tiempo, la pandemia también hace estragos en la economía. A pesar de la ayuda estatal, muchas empresas y muchos empleos quedarán en el camino. Sin embargo, las crisis, a veces, alumbran oportunidades, como la de la pizzería 1893, del barrio porteño de Villa Crespo, que ahora será gestionada por una cooperativa formada por sus trabajadores.

La situación de este comercio es un caso particular. Ubicada hace más de 25 años en la esquina de Scalabrini Ortiz y Loyola, la pizzería gozó siempre de popularidad en el barrio, de manera que muchos clientes habituales visitaban el lugar de manera constante. Pero a diferencia de los demás locales, la situación comenzó a ponerse adversa desde tiempos anteriores a la pandemia, debido a que la relación del dueño con sus empleados nunca fue buena.

“No pagaban las cargas sociales. Yo estoy hace 13 años y nunca me las pagaron, siempre decían que se habían adherido a un plan de pagos”, explica Ernesto De Arco, experimentado mozo de la pizzería. “Un compañero –continúa ejemplificando- fue a atenderse a la obra social y no lo admitieron porque no tenía al día las cuotas. Y había atrasos de hasta tres meses en los pagos del aguinaldo”.

Sumados a todos estos problemas, llegó la pandemia y tuvieron que actuar rápido: “Cuando autorizaron para abrir con la modalidad de delivery, la emergencia económica de los compañeros hizo que metamos presión para que abra el local porque el jefe no estaba dando señales. Así pudimos abrir y administrar todo”, explica De Arco, quien además detalla que su jefe se desligó completamente de la situación, sosteniendo que los pagos de sueldos eran imposibles y la situación irremontable.

La administración en equipo fue uno de los momentos más duros para levantar el negocio: “Con la recaudación del día íbamos guardando para poder comprar la materia prima para trabajar, y lo que quedaba lo repartíamos entre los compañeros y compañeras, si teníamos suerte nos hemos llegado a llevar 500 pesos y había días que no podíamos llevarnos nada”, comenta.

La idea de mantener la pizzería nunca se puso en cuestionamiento. De Arco expresa que la decisión fue colectiva, ya que no había respuestas ni buena predisposición por parte del dueño, Danilo Ferraz: “Nos trataba muy mal, era un tipo muy prepotente”.

Sin embargo, y pese a las adversidades a las que se tenían que enfrentar los empleados de 1893, los buenos comentarios y las ayudas no tardaron en llegar. “Los clientes y los vecinos del barrio nos apoyaron, de hecho hemos recibido muchos llamados para demostrarnos su apoyo y darnos fuerzas. Inclusive hubo gente que se puso a disposición para dar una mano en lo que necesitáramos”, dice De Arco. “También se acercaron referentes políticos de la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular) y nos ofrecieron sus herramientas políticas para llevar adelante el conflicto, así que junto a estos referentes y abogados que nos han acompañado pudimos continuar. También el comunero Leonardo Lucchece se acercó para darnos una mano”, agrega.

Con respecto a la situación actual y qué futuro le depara a 1893, De Arco comenta que el proyecto y las intenciones de mantenerlo están más fuertes que nunca: “Estamos arrancando con la cooperativa, firmamos el contrato de alquiler recién a mitad de julio, nos puso muy contentos. Por suerte gracias al apoyo de vecinos tenemos una buena cantidad de pedidos, así que venimos muy bien.”

“Hoy somos 13 socios, los mismos que arrancamos cuando sucedió el conflicto. También están los cocineros y compañeros de salón, personal que se encarga de todo lo que administrativo, cajera y delivery. Somos las personas que se necesitan para trabajar con el salón lleno, por eso no es necesario por ahora que todos trabajemos todos los días, por la cantidad de ventas de hoy”,  comenta De Arco.

“Beneficio económico no estamos sacando mucho –subraya el mozo-, primero porque tuvimos que pedir plata prestada para juntar casi el millón de pesos que necesitábamos para firmar el contrato de alquiler, así que tenemos bastante para devolver. Por supuesto que atendemos las necesidades especiales de algunos compañeros y compañeras que tienen prioridades que no se pueden posponer, como compañeros que alquilan y no pueden demorar los pagos. Pero de a poco vamos a ir haciendo retiros con las ganancias que generemos, recién estamos empezando pero pronto vamos a poder sacar un beneficio todos los socios”, explica.

La mítica y reconocida pizzería de la zona de Villa Crespo logró levantarse, no solo de la adversidad que trajo el covid, sino de una situación que también arrastraba hace tiempo y que perjudicaba especialmente a sus trabajadores, principales responsables del engranaje que hacía que el negocio rindiera sus frutos. De a poco, el local se va asentando en buenas bases y pusieron como regla principal algo que es de destacar: el trabajo en equipo y el compañerismo como regla principal, y por sobre todas las cosas.