“No son supuestos ni opiniones, estos son casos juzgados”

“No son supuestos ni opiniones, estos son casos juzgados”

Se inició un nuevo juicio de lesa humanidad por los crímenes ocurridos en la Comisaría Quinta de La Plata. Por allí pasaron 200 desaparecidos, entre ellos 13 embarazadas y al menos hubo dos partos.

Comenzó un nuevo juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el Centro Clandestino de Detención y Exterminio que funcionó en la ex Comisaría Quinta de La Plata. Se trata de una causa residual de lo que fue conocido como Juicio del Circuito Camps, que el 2012 condenó a seis genocidas. El nuevo debate investiga los crímenes contra 112 víctimas, entre ellas embarazadas desaparecidas, además de nietas y nietos apropiados que fueron restituidos. Los imputados son el multicondenado Jorge Bergés, Pedro Muñoz y José Saravia Day.

El juicio iniciado ayer en el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata está a cargo de la jueza Karina Yabor y los jueces Adrián Basso y Ricardo Basilico. Según el nieto restituido Leandro Fossati Ortega, uno de los querellantes en la causa, el contexto en que se lleva a cabo el juicio es muy particular: “Cobra una importancia aún mayor, ya que hay un Gobierno que no apoya estas políticas, mientras que la vicepresidenta ha realizado declaraciones negacionistas y hasta reivindicando lo que fue la última dictadura militar, considerando estos delitos como excesos pero hay que llamarlo por lo que son: crímenes de lesa humanidad”. Colleen Torres, abogada de Abuelas de Plaza de Mayo, amplió: “Lo que se espera de este juicio es lo mismo que con todos: que se haga justicia y más teniendo en cuenta que Muñoz es la primera vez que es juzgado. Seguimos en este camino a pesar del tiempo transcurrido”. En relación a las expectativas del juicio Fossati Ortega expuso: “Como con todos los juicios de lesa humanidad espero que se conozca la verdad de los hechos. Queremos encontrar los restos de los desaparecidos, así que ojalá que en este juicio, que es una causa residual, se nos den indicios para encontrar los restos de nuestros seres queridos”.

Al inicio de la audiencia, los jueces escucharon los cargos a los que se les imputa al médico de la Policía bonaerense retirado Jorge Bergés, el policía bonaerense retirado Pedro Muñoz y el teniente retirado del Regimiento de Granaderos a Caballo José Ignacio Saravia Day.

Bergés ya recibió varias condenas por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura, entre ellas en el Juicio Circuito Camps que en 2012 condenó a él y a otros cinco responsables. Sin embargo, lo novedoso es que para Muñoz se trata del primer juicio. Por otro lado, hay más imputados en la causa pero el aletargamiento de los procesos hizo que dos de ellos fallecieran antes de ser juzgados, Néstor Ramón Buzatto y Cecilio Reinaldo Gómez, ambos expolicías del Cuerpo de Infantería.

Dos de los bebés que nacieron y fueron restituidos en la Comisaría Quinta de La Plata lograron ser restituidos.

Las demoras en los juicios de lesa humanidad generan un obstáculo para que todos los acusados sean juzgados en tiempo y forma: “Este proceso tardó porque la justicia es lenta, para determinar si estaba listo para elevarse a juicio se tomaron desde el 2015, recién ahora estamos con el debate. La fragmentación de las causas también hace que sea más lento”, explicó Torre.

En el circuito represivo bajo el mando del jefe del Ejército Ramón Camps, en la Provincia de Buenos Aires, uno de los centros clandestinos bajo su órbita fue ubicado en la Comisaría Quinta de La Plata. Allí se llevó a cabo una maternidad clandestina donde a los pocos días de nacer estos bebés eran alejados de sus madres y entregados a familias ajenas para ser criados. Sin embargo, los militares les aseguraban a las detenidas que entregarían a sus bebés a sus familias biológicas. Al llevarse a cabo la apertura del juicio con la lectura de cargos e imputaciones las mentiras quedaron al descubierto, mientras que los acusados y el abogado de Muñoz continuaron la presentación mediante videoconferencia.

Además, la audiencia fue seguida por familiares y víctimas, como Leonardo Fossati Ortega, junto con integrantes de organismos de Derechos Humanos tales como Abuelas de Plaza de Mayo que se concentraron en el tribunal, pidiendo justicia por las víctimas y condena a los represores.

Jorge Bergés escuchó sus cargos, mientras su rostro vía Zoom aparecía en primer plano, sin gestos ni reacción. En la sala se le imputó la privación de la libertad a Julio López, sobreviviente de ese Centro Clandestino y desaparecido por segunda vez, en democracia, el mismo día que se darían los alegatos del juicio por los Crímenes del Circuito Camps en 2012. Su familia y la sociedad aún esperan saber qué pasó con él. También se lo acusa de partícipe secundario de torturas, siendo él quién traía al mundo a los bebés de las mujeres secuestradas. Según testimonios reunidos en el Archivo Nacional de la Memoria y en causas judiciales, pudo determinarse que en la Comisaría Quinta de La Plata estuvieron secuestradas unas doscientas personas, entre las cuales había niños, niñas y, al menos, trece mujeres embarazadas. Al menos dos de ellas dieron a luz en este centro clandestino. Por sobrevivientes se sabe que Inés Beatriz Ortega dio a luz un varón en la cocina de la Comisaría, ya que fue detenida cuando estaba embarazada de siete meses. El parto fue asistido por Bergés. Fossati Ortega fue uno de esos bebés y restituyó su identidad en 2005: “No lo tomo como el médico que me trajo al mundo, sino como un genocida que ha colaborado en mantener cautivas a mujeres embarazadas en condiciones infrahumanas”.

Luego, continúo la lectura de los cargos a Pedro Muñoz, imputado por todos los crímenes de este centro clandestino de detención. Se lo acusa por los 110 casos de la Comisaría, entre ellos cuatro nietos restituidos y los padres de Fossati Ortega. José Saravia Day está acusado por el secuestro y tortura de tres conscriptos: Jose David Alekoski, Roberto Campos y Juan Ignacio Araujo. Ellos cumplían el Servicio Militar Obligatorio cuando fueron raptados y retenidos en la Comisaría Quinta de La Plata. Saravia Day fue identificado como uno de los represores por López durante uno de sus testimonios en el proceso de juzgamiento a genocidas. Aleksoski aún permanece desaparecido, mientras que Araujo y Campos sobrevivieron. Estos casos antes del juicio no se conocían, salieron a la luz gracias a las investigaciones de los juicios.

Los imputados Néstor Ramón Buzzato y Cecilio Reinaldo Gómez fallecieron antes de que el juicio llegue a la instancia de debate oral, y debían responder por su participación en el operativo de la Calle 30, en el que fue secuestrada la nieta Clara Anahí Mariani, quien aún continúa desaparecida. Este caso por la lentitud de los procesos judiciales quedada sin posibilidad de ser juzgado en este tramo.

Al final de la audiencia hubo peticiones sobre el imputado Muñoz a quien se le otorgó la prisión preventiva, siendo el único que estaba en su casa sin prisión domiciliaria, llegando hasta el día del juicio totalmente libre. El próximo jueves 4 de julio se llevará a cabo otra audiencia. Hay esperanza por la explícita responsabilidad penal de que los tres acusados, sean condenados. Fossati Ortega aseguró la importancia del conocimiento de los procesos judiciales: “La sociedad y sobre todo las nuevas generaciones tienen que saber que no son supuestos ni opiniones, estos son casos juzgados”.

Huvaití reconoció la labor de ANCCOM

Huvaití reconoció la labor de ANCCOM

La cooperativa de comunicación distinguió a cuatro medios por su labor de difusión de los trabajos de cooperativas y economías solidarias.

“No da lo mismo comprar en un hipermercado de una multinacional un producto ultraprocesado o realizado con agrotóxicos que comprar uno en un almacén cooperativo como este, donde no hay trabajo esclavo, donde los trabajadores reciben una retribución digna, donde el producto está cuidado en su manera de elaboración y en sus componentes. Y eso hay que visibilizarlo desde los medios de comunicación para que la sociedad lo conozca y lo pueda asumir como una actitud militante”, dirá en unos minutos Diego Rosemberg, el editor general de ANCCOM. En lo alto de una pared blanca, unas letras negras pintadas a mano dicen “Otra forma de producir, otra forma de consumir”. Es lo primero que se lee al entrar al almacén “Alimentos cooperativos” que está sobre Moreno al 900. El letrero está rodeado de estanterías llenas de frutas y huevos. 

Frente a ellas hay un mostrador largo de madera y, detrás de él, dos mujeres jóvenes que se ríen como si compartieran un secreto que es gracioso solamente para ellas, como si se tratara de un código común, único e irrepetible. Son las vendedoras, que dicen “Hola” sin que se les borre la sonrisa de la cara. ¿De qué son los alfajores que están acá? “Los de envoltorio verde son de membrillo, los de plateado son de dulce de leche”, responde una de ellas. Ambos tienen el mismo sticker: “Boca Calle. Proyecto 7”. Son alfajores originados en una organización social (Proyecto 7), que reúne a personas en situación de calle. “Los de chocolate blanco con dulce de leche son lo más”, recomienda la vendedora. 

Frente a la heladera para productos congelados hay una ronda de sillas negras y una mesa de madera con cuatro galardones, que también son de madera. Uno de ellos dice “Huvaití Comunicación reconoce a ANCCOM por su labor en la comunicación de la economía solidaria. Junio de 2024”, con algunas letras en relieve. Hay otros tres, porque además de la Agencia de Noticias de Ciencias de la Comunicación fueron reconocidos Radio Ahijuna, El Eslabón y Radio La Lechuza

“Huvaití como cooperativa de comunicadores trabaja con muchos espacios de la economía social y en determinado momento generamos esta alianza con Alimentos Cooperativos, con CECOPAF, para que este almacén sea un espacio de visibilidad, pero también una experiencia conjunta entre comunicadores y promotores de la economía social”, dice Washington Uranga, integrante de la cooperativa Huvaití, en tono de celebración. 

«Quisimos contruir una experiencia que una a la comunicación con la economía solidaria», dijo Washington Uranga, integrante de Huvaití.

Entre el público se encuentra la periodista Luisa Valmaggia, quien había recibido un reconocimiento de Huvaití Comunicación en 2023 por su labor en Radio Nacional y Radio Cooperativa. Además está Eduardo Amorín de la Agencia de Noticias Solidarias, quien también había recibido un galardón el año pasado. Ahora habla Pedro Cerviño, el presidente de CECOPAF. Las siglas hacen referencia al Centro de Comercialización de Productos de Agricultura Familiar. “Nos pareció una buena iniciativa y una buena experiencia, no muy común, la de unir los esfuerzos de una cooperativa de comunicación con una de comercialización de productos de agricultura familiar y de la economía social”, dice. 

Resulta que “Huvaití” significa “salir al encuentro” en guaraní. De ahí que Huvaití Comunicación es una cooperativa que nació en Buenos Aires en 2014 que se dedica a la comunicación y el desarrollo de la economía social y la cultura popular. Forman parte de ella docentes, investigadores y especialistas en comunicación para la economía social, solidaria y cooperativa, la comunicación institucional, la comunicación estratégica, la comunicación para las organizaciones sociales y el periodismo. Desde hace dos años empezó a dar un reconocimiento anual a quienes, desde el campo de la comunicación, dan a conocer las acciones de la economía social y solidaria. Este año el reconocimiento es para los cuatro que aparecen nombrados en los galardones hechos en madera. 

El primero lo entrega Valmaggia a Pablo Martínez de Radio Ahijuna, que tiene su sede en Quilmes, Buenos Aires. Martínez cuenta, entre otras cosas, que en agosto la radio va a cumplir veinte años de trabajo. En el ínterin, Uranga cuenta que el galardón de madera “es de Pablo Goy, un artista de Carmen de Patagones, que es el mismo que viene haciendo el trabajo todos los años”. Una vez que el reconocimiento pasa a manos de Loreley Cavieres, también de Radio Ahijuna, Martínez dice: “Queríamos agradecer el reconocimiento, aparte es hermoso y lindo. Se lo queríamos dedicar a una compañera que perdimos el año pasado, que fue la que más nos enseñó sobre economía social y solidaria, así que el premio será para Mariana Zapata”. 

La periodista Luisa Valmaggia entregó la distinción a Radio Ahijuna.

De manera virtual, a través de una videollamada, también está presente Santiago Garat de El Eslabón, un periódico semanal hecho en Rosario, Santa Fe, por la cooperativa La Masa. “Quiero agradecer a Huvaití por este reconocimiento —dice—, por su calidad y carácter, que tiene que ver con la comunicación de la economía solidaria y social, que es algo que siempre hemos tratado de acompañar y en este contexto cobra más valor que nunca, en tiempos en los que el periodismo está tan bastardeado y tan precarizado”. 

Ahora es el turno de Mónica Knopoff, quien en representación de Radio La Lechuza, de San Juan, recibe simbólicamente el reconocimiento, ya que está en su provincia. Ella cuenta que la radio está en una zona rural y que ya cumple catorce años. “Estamos para comunicar, para involucrarnos, para apoyarnos entre todos”, dice. 

Finalmente es el turno de ANCCOM, que recibirá el reconocimiento representada por Rosemberg. Amorín es quien le entrega el galardón. “Agradecer, antes que nada, a los estudiantes de la carrera de Comunicación porque el cien por ciento de nuestro contenido lo elaboran ellos —aclara Rosemberg—. Si nos están distinguiendo por lo que nosotros publicamos, en realidad tendrían que estar ellos acá recibiendo la distinción”. Por modestia, no se atreve a decir que detrás de las producciones periodísticas hay un gran trabajo de los editores también. Pero el público presente es un público comunicador y lo sabe. El aplauso que se escucha ahora es para todos: los presentes y los virtuales. 

En una charla con esta agencia, Cerviño hace un balance del encuentro y dice que “estamos tratando de imponer un paradigma distinto al que se está imponiendo en la sociedad desde el poder político y económico. Vamos a contracultura de eso con un poder de base social, con la gente que produce, que trabaja, que somos capaces de tener relaciones solidarias”. 

Mientras saborea el vino tinto que Huvaití convidó, Cavieres cuenta que hace ya bastante tiempo forma parte de Radio Ahijuna y que desde hace poco está en el Consejo de Administración, que gestiona la cooperativa. También dice que el reconocimiento la pone contenta. “Y es mejor cuando te lo dan los pares —opina—, porque a veces te lo da gente que nunca te vio ni sabe quién sos”. A todo esto, ¿quién era Mariana Zapata? “Ella falleció el año pasado de una enfermedad. Nos enseñó a militar la economía social”. ¿Qué es, qué implica? “Detrás de estos productos hay personas que saben lo que hacen y no son una máquina que hace quinientas cosas iguales, sino que cada producto que uno se lleva tiene esa cuota extra de amor, de saber histórico y ancestral”. 

ANCCOM fue reconocida por su aporte a la difusión de la economía solidaria.

Laura Rodríguez, amiga de la cocinera de Huvaití, sostiene que el encuentro “me sorprendió, me pareció muy cálido. Me quedé con la gratificación de escuchar cosas que son necesarias para seguir pensando”. En un arrebato de entusiasmo dice “me quedé con ganas de un debate final, porque pensaba en la importancia que tiene que podamos participar del sostenimiento de los medios comunitarios. No es lo mismo escuchar como consumidor que escuchar siendo parte. Eso me hubiera gustado charlarlo”. 

Detrás de Rosemberg hay una pared blanca que tiene escritas estas palabras en color negro: “Comunicación para otra economía”. ¿Por qué es importante comunicar la economía social y solidaria? “Porque es un sector invisibilizado —dice Rosemberg—, dado que los medios grandes no alumbran su trabajo, que es importante no sólo por una contribución a la economía del país sino porque es una actividad que construye otra manera de vincularse y otros valores, muy distintos a los del mercado comercial”. 

La memoria de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, más presente que nunca

La memoria de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, más presente que nunca

A 22 años del asesinato de los militantes populares se realizó un festival y una vigilia en la estación que lleva sus nombres. También hubo un recordatorio en el Puente Pueyrredón, el mismo que hace más de dos décadas cortaron las organizaciones sociales con reclamos similares a los que realizan hoy.

 

A 22 años de la masacre de Avellaneda, familiares y compañeros de los militantes sociales asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteki realizaron una jornada cultural y conmemorativa para continuar pidiendo justicia y terminar con la impunidad del poder político responsable de aquella operación represiva.

De la jornada participaron el Frente Popular Darío Santillán, el Frente de Organizaciones en Lucha, el Frente de Izquierda, el Tercer Malón de Jujuy, organizaciones feministas, sociales, antirrepresivas, de artistas y de derechos humanos. La conmemoración se realizó en la estación de tren Darío Santillán y Maximiliano Kosteki el martes 25 de junio desde las 16. Hubo debates sobre el gatillo fácil a nivel nacional, una asamblea transfeminista, debates y espacios para compartir historias de lucha, exposiciones fotográficas, una feria de libros, fanzines y afiches hechos en serigrafía, una olla popular, grafitis y distintas intervenciones artísticas. En un escenario tocaron las bandas La Delio Valdez y Duratierra y diversos medios sociales transmitieron en vivo toda la movilización.

A las 19, la jornada culminó en un acto con las palabras de los familiares de los jóvenes asesinados en 2022 en el Puente de Avellaneda. Alberto Santillán, padre de Darío, expresó emocionado: “Al loco se lo extraña. He aprendido que es una gran mentira lo que dicen que el tiempo cura todo. Cuanto más pasa el tiempo es más grande la ausencia del hijo, pero cuánto más pasa el tiempo más estoy orgulloso de ser el papá de Darío”.

La estación

El 26 de junio de 2002 el Movimiento de Trabajadores Desocupados en el que se encontraban Maximiliano Kosteki y Darío Santillán y otras organizaciones sociales, realizaron una movilización en el Puente de Avellaneda donde fueron reprimidos por las fuerzas de seguridad que incluyó a la Policía Federal, la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Gendarmería Nacional y Prefectura Naval. La represión policial dejó 80 personas heridas y 30 de ellos con balas de plomo. Dentro de la Estación Avellaneda, los policías asesinaron a Darío Santillán por la espalda mientras socorría a Maximiliano Kosteki, víctima de un disparo policial con bala de plomo que había recibido durante la protesta y resultó mortal.

A partir de ese momento, las fuerzas policiales trataron de encubrir el hecho, montando una escena falsa, modificando las evidencias y moviendo los cuerpos. A la vez, crearon una narrativa oficial de que los jóvenes habían sido víctimas de una pelea entre organizaciones piqueteras, una pelea entre pobres. En complicidad con el poder mediático, el diario Clarín tituló el hecho con el siguiente tituló “La crisis causó dos nuevas muertes”, un discurso que se mantuvo durante poco más de un día, hasta que se revelaron las secuencias fotográficas de los fotógrafos gráficos Pepe Mateos y Sergio Kowalewski, donde queda en evidencia el fusilamiento de Darío Santillán y el encubrimiento del hecho por parte de las fuerzas policiales. El comisario bonaerense a cargo del operativo fue Alfredo Fanchiotti y su asistente, el cabo Alejandro Acosta, hoy están condenados a prisión perpetua y efectiva desde el año 2006.

Patricio Seco de la organización Familiares y Compañeros de Darío y Maxi creada hace un año y organizador del evento, en diálogo con ANCCOM, contó: “Estamos conmemorando la masacre de Avellaneda donde actuaron fuerzas nacionales, fuerzas provinciales de diferente orden para llevar a cabo todo ese operativo y lo que fue un plan organizado para matar a Darío”. Actualmente, el aparato represivo policial que criminaliza la protesta, el encubrimiento y la impunidad están más presente en el contexto actual: “Se sabe que lo tenían fichado, que había espionaje sobre él y eso tiene una correlación con lo que estamos viendo actualmente en el accionar conjunto de las fuerzas”. Y concluyó: “Hoy lo que se busca es perseguir a quien se organiza”.

Actualmente la estación fue recuperada por los familiares y las organizaciones sociales y renombrada en memoria de los jóvenes. En las paredes se elevan los murales y grafitis con las caras inmortalizadas de Santillán y Kosteki, sus vidas y sus historias de lucha. Se puede leer “Administradores de la muerte y la pobreza. Justicia popular ya” acompañado por las caras de Eduardo Duhalde, Felipe Solá, Alfredo Atanasof y Aníbal Fernández. En el pasillo de la estación, un grafitero pinta los nombres de Darío y Maxi. Otros artistas en la estación pegan afiches. Algunos dicen: “Vivimos en las ruinas del capitalismo” y “La lucha en las calles es un poema colectivo”.

Entrando en la estación hay una imagen de Nora Cortiñas -madre de Plaza de Mayo recientemente fallecida- donde la gente pasa, agradece su lucha y dedica palabras. En el patio de la estación donde se llevó a cabo una asamblea transfeminista se pueden observar las fotos de Diana Sacayán y la brasileña Marielle Franco, ambas activistas víctimas del transfemicidio. Hay banderas e imágenes desparramadas por el suelo entre las que se lee: “Pañuelos en Rebeldía” y “Frente popular Darío Santillán”. Frente a la asamblea se realizan impresiones con serigrafía que dicen “Darío Santillán y Maxi Kosteki semillas de nuestra lucha”. Sobre un hilo, cuelgan las fotografías de los distintos momentos de la protesta durante el tratamiento de la Ley Bases desde su inicio. Simultáneamente, ocurría el panel de charla y debate sobre la criminalización y escalada represiva, en la que se compartieron las historias de vida jóvenes víctimas de gatillo fácil en todas las provincias de Argentina y la constante represión y amedrentamiento que sufren las comunidades originarias e indígenas por parte de las fuerzas represivas. “No queremos hacer sacrificios para que unos pocos se enriquezcan”, manifestó una representante del Tercer Malón. En el espacio donde se realizaba la charla estaban presentes las imágenes de Tehuel de la Torre, Santiago Maldonado, Robinson Gatica, Jorge Julio López, Rafael Nahuel, entre otras personas que fueron víctimas de las fuerzas de seguridad.

También se conversó sobre las condiciones de vida actuales, el hambre y el empobrecimiento: “Queremos vivir, no sobrevivir”, expresó una de las expositoras del panel. En la asamblea transfeminista una de las intervenciones contó: “Quienes nacimos en los años noventa y empezamos a militar durante el kirchnerismo retomamos la enseñanza de las compañeras del Puente de Avellaneda” y siguió diciendo que seguir pensando otro mundo es posible y necesario. Además, expresaron que “la vida sería hermosa si fuese digna”.

Pasando la estación, en la calle se expandía una feria de libros, fanzines, afiches y carritos de comida. La música estuvo siempre presente con canciones de La Vela Puerca, Sara Hebe y del mundo del folclore. También pasaron por el escenario Duratierra y La Delio Valdez. Hacia el final de la calle, familiares y compañeros de Darío Santillán y Maxi Kosteki, realizaban una olla popular.

La alegría de la lucha

Terminando la jornada, fue el turno de los familiares. El padre de Darío Santillán, Alberto, agradeció el acompañamiento de todos los presentes: “Qué bueno apoyarse en los que uno ama, qué bueno apoyarse en la familia, pero qué bueno también, apoyarnos en todos ustedes. Ustedes no permiten que Darío y Maxi se caigan y si ustedes no permiten que Darío y Maxi se caigan, tampoco permiten que nosotros como familiares de Darío nos caigamos”.

Leo Santillán, hermano de Darío Santillán, Manifestó que no pueden acostumbrarse a que los responsables que han vuelto a tener puestos políticos sin costo alguno se mantengan impunes, porque de esa manera las masacres se repiten como con el asesinato de Carlos Fuentealba, de Mariano Ferreyra y la desaparición de Santiago Maldonado. En este sentido, dijo: “Nos quieren meter miedo. Acusaron a treinta compañeros de terrorismo, de sedición, tan parecido a aquel discurso que enarbolaron aquel día 26 de junio para justificar la represión, pero también para avanzar con una cacería de brujas que no se pudo dar por el enorme repudio popular y porque aparecieron las fotos que mostraban cómo fusilaron a Darío cuando socorría a Maxi, en esta estación que hoy lleva el nombre de Darío y Maxi”.

En sintonía, el padre de Santillán señaló que hoy se observa la misma metodología de estigmatización y criminalización de la protesta, implementada por el fiscal Carlos Stornelli quien justificó las detenciones arbitrarias durante el tratamiento de la Ley Bases en el Senado, diciendo “son 33 piqueteros”. Continuó preguntando: “¿Cuántos compañeros y compañeras han pasado por las balas del Estado?”.

Santillán recordó: “Cómo no señalar eso que señalaba mí hijo de la alegría de la lucha. Nos van a arrancar varias cosas pero jamás nos van a arrancar la alegría de la lucha”.

La memoria de Darío y Maxi

En diálogo con ANCCOM, Miryam Bregman, exdiputada del Frente de Izquierda asistió a la convocatoria y expresó respecto a la memoria de Santillán y Kosteki: “Creo que siempre van a estar presentes. Por eso, creo que a pesar de tantos años uno dice Darío y Maxi y todo el mundo sabe de lo que estamos hablando. Nunca vamos a permitir que se olviden de ellos” y finalizó: “Como dijo Rodolfo Walsh, las clases dominantes siempre han procurado que los trabajadores no tengan historia. Los trabajadores ocupados y desocupados en nuestro país tienen historia y Darío y Maxi son parte de esa historia”.

Por su parte, Darío “Chochito” del Frente Popular Darío Santillán, fue compañero de los dos jóvenes y contó que una de las maneras de mantener viva la memoria de Darío y Maxi es “seguir alimentando esa llamita y seguir compartiendo la experiencia de lucha que nos han dejado todo este tiempo. Seguir el camino de justicia hasta que los responsables políticos estén detrás de las rejas. Seguir militando solidaridad y compañerismo, que hay que estar en las barriadas y que la lucha se hace en la calle”.

El Puente Pueyrredón

Las organizaciones sociales y de derechos humanos acompañaron a los familiares y compañeros de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki hasta el inicio del Puente Pueyrredón, cortando momentáneamente la calle Hipólito Yrigoyen para rendirles homenaje. Los carteles de la movilización decían: “Libertad a los presos por luchar” y siguen avanzando entre cantos. Un cordón de la policía federal que va de una vereda a la otra cortando la calle, los estaba esperando al pie del puente para impedirles el paso. Los manifestantes decidieron evitar los enfrentamientos por parte de la policía y continuar con el acto sobre la misma calle.

“Es lindo ver a una juventud y que muchos de ellos tendrán la edad de Darío, y que también es una juventud que tiene consciencia y una juventud que también sabe la importancia de que nunca hay que dejar a un compañero solo, que siempre hay que ser solidario. Pero también hay otra juventud que está desterrada, que está destruida. Tenemos que ayudar a esa juventud que no siente que tiene un espacio, que tiene un lugar, que no tiene acceso a la educación, que no tiene acceso al trabajo, que no tiene acceso a nada. Considero que a esa juventud, hay que estar al lado de ellos también y darles un lugar de lucha”, manifestó Alberto Santillán durante el acto del mediodía.

A 22 años de la masacre de Avellaneda familiares y compañeros siguen pidiendo por una justicia verdadera, plena y popular. “Estoy orgulloso de ser padre de Darío y de la militancia que nos acompaña siempre, de las barriadas más humildes», expresó Aberto.

El 26 de junio de 2002, la protesta y movilización se hizo en reclamo de mejoras salariales, alimentos para los comedores populares y en solidaridad con la fábrica cooperativa recuperada de Zanon. A 22 años de la masacre, las luchas y debates continúan vigentes en el contexto de desabastecimiento de los comedores populares, el aumento de la pobreza e indigencia y la mayor desocupación, así como la imposición de un modelo económico neoliberal y extractivista que deja de lado las experiencias comunitarias y cooperativas, hoy bajo la forma de una Ley Bases que está a punto de votarse en la Cámara de Diputados.

Obrera de la música

Obrera de la música

De voz dulce, sonrisa tímida y portadora del bajo desde siempre, Claudia Sinesi repasa su vasta carrera desde sus comienzos en Rouge, pasando por la vorágine de Viuda e Hijas de Roque Enroll hasta su actual proyecto Las Escuchas.

¿Cómo fue tu acercamiento a la música cuando eras chica?

En mi casa se escuchaba mucha música, teníamos el Winco y escuchábamos los discos de pasta de mi abuela. Me acuerdo que cuando tenía siete años les pedí la guitarra a los reyes magos. Con mi hermano Quique armamos un grupo junto a dos chicos más, Matías y José Luis, y empezamos a hacer canciones. Nos llamábamos The Grasshoppers. Le pusimos ese nombre porque habíamos descubierto a los Beatles y nos gustaban mucho. No existían los videoclips así que ver músicos moviéndose, con el pelo largo, tocando en sus películas como Help o Yellow Submarine, para nosotros era un flash. Acá sólo veías en la tele a Sandro o Palito Ortega. Para nosotros era todo un juego. Así es que después seguimos jugando, hasta la actualidad.

¿Cómo te decidiste por el bajo?                                                                                           

Yo ya tocaba la guitarra, sacaba los acordes de las canciones. Mi hermano Quique, que tenía una facilidad para la guitarra, era como George Harrison para mí, sacaba todos los solos, los punteos. Él me hizo ver que yo escuchaba las canciones y lo primero que hacía era sacar la línea del bajo, y me dijo: “Ese instrumento que estás sacando es un bajo, ¡el instrumento de Paul!”. Yo no sabía qué era un bajo, fue algo natural lo que pasó.

Más adelante, conocés a María Gabriela Epumer y forman una gran amistad…

Yo tenía quince años y ella doce. Cuando la vi la primera vez era chiquita, no empezamos a tocar juntas inmediatamente. La conocí porque era hermana de Lito Epumer, que tocaba en Madre Atómica con Juan Carlos “Mono” Fontana, que fue mi primer novio. Nos juntábamos todos en casa con Pedro Aznar, mi hermano, el “Mono”, Lito. Estábamos todos, seriamente, jugando. Con María Gabriela nos hicimos amigas porque ella, desde chica, también había estado jugando a juntar acordes, a tocar otra cosa que no estaba hecha ya, a jugar con la música. Las dos habíamos dejado el colegio en tercer año porque nos parecía que estábamos un montón de horas sin poder tocar.

La música siempre fue un refugio para ustedes…

En 1976, yo tenía quince. El miedo estaba flotando en el aire. El colegio era insoportable. En la fila te chequeaban de arriba abajo, a ver si tenías un espacio entre las medias y la pollera. Las chicas se desmayaban de los nervios. Si alguna estaba “mal”, llamaban a tu mamá o te amonestaban. Yo llevaba la guitarra y en el recreo me ponía a cantar “Estación” de Sui Generis o “Muchacha ojos de papel” de Almendra, y me amonestaban por lo que decía la letra. Cada vez que salíamos, nuestros padres nos decían: “Cuidado, si te dan un panfleto en la calle, si querés leelo pero después tiralo, no lo tengas encima”. Vos no sabías cuándo un milico era milico porque jamás estaban vestidos de verde ni de policía. Estaban de civil, con anteojos negros. Hugo “Pipo” Cipolatti lo dijo bien en su canción “Pensé que se trataba de cieguitos”. La primera vez que me llevaron estaba con mi novio en la puerta de un recital del grupo Alas. Ellos estaban camuflados para llevarse gente. A mi novio le pegaron, yo escuchaba desde otro lugar, me tenían de espaldas. A mí no me podían sacar el documento. Después nos dejaron ir a los dos.

En 1980 se unen a Rouge. ¿Cómo fue ese momento?

Con María Gabriela (Epumer) nos gustaba Rouge, un grupo de chicas que se había formado en 1978. Tocaban temas de un libro para músicos que se llama Real Book, que no eran para nada simples. Cuando se va la guitarrista del grupo, ella recomienda a María Gabriela. A los dos meses se va la bajista, y María Gabriela me lleva a mí. Anteriormente, yo había ido a probarme a otro grupo de chicas y en ese ensayo conocí a Andrea Álvarez. Cuando al poco tiempo se va la baterista de Rouge, la llamamos. De la formación original solo quedó Ana Crotti, la pianista. Con la Guerra de Malvinas en 1982, se prohibió terminantemente cantar en inglés. Con María Gabriela (Epumer) teníamos muchas canciones apiladas, que no podíamos tocar porque no era el repertorio de Rouge, y las empezamos a tocar de a poco. Ella me daba músicas, porque todavía no se animaba a escribir letras, y yo les ponía letras. Éramos Epumer-Sinesi, como Lennon-McCartney, epumsisineper decíamos nosotras.

¿Sentís que tuvieron que probar que eran buenas solo por ser mujeres?

Nunca. Todos los varones, cuando veían el entusiasmo, la dedicación, y que todo sonaba bien, lejos de decirnos “salí, nena” nos decían “¡vengan!”. Nosotras nunca hicimos rancho aparte, al revés. Tocamos por todos lados. Siempre queríamos más y más. Para nosotras empezar a tocar fue empezar a trabajar.

En 1983 forman Viuda e Hijas de Roque Enroll, ¿cómo se dio la unión entre las cuatro?

Cuando se disuelve Rouge, a la semana siguiente vamos a una sala de ensayo a tocar un par de temas nuestros con Fabián “Tweety” González y Jota Morelli. Inmediatamente, aparece Mavi Díaz. Me llama a mi casa para contarme que había un productor, Bernardo Bergeret, que buscaba un grupo de chicas que toquen y canten. Ella nos conocía porque solíamos tocar con Rouge en un bar que estaba en la esquina de su casa. A Claudia Ruffinatti la conocimos porque antes que se disolviera Rouge, habíamos puesto un aviso en la revista Pelo buscando tecladista. Nos reunimos las cuatro en la casa de María Gabriela (Epumer) y desde el vamos, pegamos onda. Ese día nos morimos de risa. Hacíamos bromas, nos reíamos de nosotras mismas, y anotábamos todas las pavadas que hablábamos. Yo pienso que cuando una oportunidad aparece, si estás listo puede ser que te vaya bien. Sino, pasa la oportunidad y vos perdiste el tren.

¿La estética tan particular de las Viudas fue algo pensado?

Eso de reírnos de nosotras mismas lo llevamos al vestuario, nunca intentamos estar “lindas”. Con un lampazo en la cabeza no podés estar linda (risas). Nosotras éramos mamarrachas desde el primer día. Para ir a la primera reunión con el productor, habíamos ido a ferias americanas y nos vestimos con ropa de los 60, con mucho verde, amarillo, naranja. No era lo normal. La rebeldía fue algo natural para nosotras, ni nos dábamos cuenta que era rebeldía. Estábamos las cuatro juntas y nos arengábamos entre nosotras, nos reíamos de nosotras mismas. Me acuerdo que estábamos sentadas en el living de su oficina, y cuando pasa el productor nos mira y dice: “¡Sacame estos caranchos de la oficina!”. Seguimos insistiendo, hasta que nos escuchó. Fuimos con la guitarra criolla y cantamos “Estoy tocando fondo”. No teníamos más temas. Bergeret abrió la agenda y dijo: “Chicas, graban en un mes”. En un mes compusimos todos los temas del primer disco Viuda e Hijas de Roque Enroll (1984) y grabamos en Estudios Panda, donde habían grabado todos nuestros ídolos, con Rubén “Pelo” Aprile como productor discográfico. Yo recién había cumplido 21 años.

¿Cómo fue el proceso de grabación del primer disco?

Fue rapidísimo. Bernardo Bergeret quería que nosotras grabáramos lo que él elegía, a toda costa. Nosotras, que éramos re cocoritas (risas), le dijimos que teníamos un montón de temas. Nos dio el “Bikini a lunares amarillo…” y lo hicimos pelota. Ese fue el primer corte del disco y nosotras hicimos el storyboard del videoclip, nos ocupábamos todo el tiempo. Con “Lollipop”, que es de 1958, hicimos lo mismo. Le pusimos nuestra impronta.

¿Y cómo surge la idea del arte de tapa?

Nosotras teníamos el concepto: queríamos que fuera todo sixties, todo colorinche. El equipo, la gente que teníamos alrededor, era fenomenal. Nos escucharon mucho. Nosotras traíamos cualquier cosa, desde manteles de hule de Once hasta ropa del cotolengo. Carlos Mayo, el diseñador gráfico que hizo el arte del disco, la tenía clarísima. Vino con un montón de revistas de los 60 que había estado chequeando y mostró cómo se paraban las modelos. Las fotos las hicimos con José Luis Perotta en su casa, en Retiro.

La música y el estilo de las Viudas resonó mucho con la gente, ¿por qué pensás que el público conectó tanto con ustedes?

Nosotras tocábamos todas pintadas y disfrazadas de nosotras mismas. Resultó que eso sumó mucho y captó al público porque nosotras no éramos las únicas que nos sentíamos oprimidas en la ropa del colegio. Era mucha la gente que se hacía eco de eso, se disfrazaban cuando venían a los shows. La seriedad, de cantar canciones de protesta, ya había pasado. En ese momento era todo new wave, todo colorido y todo diferente, ningún grupo se parecía al otro, musicalmente hablando. Cuando nosotras salimos del estudio, el corte de difusión ya estaba en la radio y la televisión, la gente ya conocía nuestras canciones. A mí se me prendía fuego la cabeza. Nos alucinaba ir a tocar, ver que estaba lleno y que sabían nuestras letras. ¡Hasta llorábamos! Nos teníamos que tragar las lágrimas y salir a tocar. Nosotras siempre tímidas, no nos la creíamos en absoluto. Seguíamos viajando en subte, por ejemplo, hasta que un día nos agarraron y nos arrancaron los pelos, los aros.

Fueron cuatro años intensos…

Estábamos todo el tiempo juntas. No parábamos nunca, estábamos todo el día haciendo notas, fotos, viajando, tocando. Teníamos horarios pautados para todo. Los años que duraron las Viudas fueron así, como 25 años en cuatro años. A María Gabriela (Epumer) le gustaba decir que éramos obreras de la música.

En 2012 sacás tu primer disco solista, ¿de dónde surgen las canciones?

Para mi primer disco solista Claudia Sinesi (2012) junté todas las canciones que tenía guardadas, algunas de la época de Rouge, como “Tienes tanto”, “Va a haber un día”, “Tan real”. Otros temas como “El cielo” los compuse a principios del 2000, aproximadamente. Lo empezamos a grabar en 2009 en mi casa, con la computadora.  

Contame sobre Las Escuchas, tu actual proyecto

A Yul Acri (sintetizadores/productor) se le ocurre armar el grupo a fines de 2022, con Robertino Franc en guitarra. Yo los conocía hace años. Luego se suma Julieta Drama en la voz. Las Escuchas es todo un universo de sonidos. Algo nuevo para mí, es que empecé a usar pedales para el bajo a la hora de tocar porque hay un montón de efectos que usamos en la grabación que queremos reproducir en el vivo. Me divierte mucho. En octubre del año pasado sacamos nuestro primer álbum El Brillo de la Despedida.  

Hoy, después de tantos años de carrera, ¿cómo es la experiencia de subirse a un escenario?

En el momento en que estoy subiendo, me pasa lo mismo de siempre. Tengo miedo, se me humedecen las manos, me pongo nerviosa. En cuanto me cuelgo el bajo y empieza la música, me cambia todo. El día que no tenga eso, va a ser un plomo. Siempre me da ilusión ensayar, tocar, pensar qué me pongo (risas).

 “La justicia nunca me dio respuestas”

 “La justicia nunca me dio respuestas”

Diego Duarte desapareció hace más de 20 años bajo una tonelada de basura volcada sobre su cuerpo en el CEAMSE, junto al Río Reconquista. Su hermana, Alicia abrió un centro cultural que lleva su nombre para dar oportunidades a niños del barrio, como no las tuvieron cuando ellos eran chicos.

‘’Estaban sentados ahí, esperando a alguien que nunca iba a salir’’ dice Alicia, siguiendo con la mirada el movimiento de sus manos, como si pudiera ver en sus dedos las memorias de la madrugada de aquel 15 de marzo del año 2004.

Pasaron veinte años y tres meses desde la desaparición física de su hermano. Veinte años y tres meses desde que Diego Duarte fue al CEAMSE, buscando metales que vender y así conseguir el dinero necesario para comprarle las zapatillas a su hermano y que pueda ir calzado al inicio de clases. Pero no hubo metales que vender, ni las clases comenzaron para él. 

Alicia sabe que su hermano quedó debajo de una montaña de residuos y nunca más fue hallado. Durante veintidós días fue al relleno sanitario a buscarlo, pero la policía y el CEAMSE también lo buscaba, y removía el lugar donde Diego había estado sin la presencia de los familiares. 

En la comisaría, para nada aliviando el asunto, le dijeron que su hermano no estaba ahí, que seguramente se fue a otro lado. El fiscal, más tarde, dijo que siempre fue presionado por el CEAMSE para archivar la causa. El expediente hoy sigue archivado y no tiene ningún imputado. 

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Las calles están llenas de tierra y las personas parecen estar escondidas en la hora de la siesta, pero se escucha la presencia de quienes hacen el barrio en las risas y charlas que atraviesan las paredes y ventanas. En una de las esquinas se encuentra un pequeño grupo de niñas, jugando y riendo, desafiando a los hombres que trabajan en una obra que, cada tanto, les llama la atención cuando se acercan a los espacios a los que los niños no deberían acercarse. 

En una de las casas de la esquina se encuentra Alicia. En la misma casa en la que durante un tiempo Diego durmió, sigue habiendo rastros de él. En una esquina cuelga una cartera con su imagen y dice Asociación Civil Diego Duarte.

La casa de Alicia, en Costa Esperanza, funciona como un centro cultural que luce como un hogar. En el 2006 abrió sus puertas y, desde entonces, nunca se cerraron. Dentro del espacio se realizan diversas actividades, como un taller textil, donde  un grupo de mujeres crea productos a partir de materiales recuperados y también hay un espacio de apoyo escolar para los más pequeñitos.

 

– Esta construcción me acompañó durante 18 años – dice, acompañando siempre sus palabras con sus manos-. Por ahí nuestro espacio es chico pero hacemos muchas cosas. Estamos tratando de articular con las necesidades básicas puntuales del barrio, como es el tema de la luz, el agua, hacer las veredas comunitarias. 

Sus palabras se ven interrumpidas por las risas de los chicos que se escapan del jardincito. El espacio de infancias es el más reciente. Y, a juzgar por la sonrisa que se dibuja en su rostro, es el que más disfruta. 

En las cuadras alrededor de la casa se pueden notar muchas faltas. Una de ellas, una plaza. La obra que están realizando los hombres en la calle es una placita en memoria a Diego. Los niños ríen y juegan cerca de la tierra que quedará desplazada para ser ocupada por un lugar donde ellos sí se puedan acercar sin ningún problema, sin que los adultos les tengan que chistar. 

– Empecé a pensar muchas cosas para los nenes, ese espacio es para ellos y yo sé que todo el día están ellos ahí –continúa, con mucha calma–. A veces, escuchás a un nene que quiere estar sentado en el asfalto porque no tiene el piso en su patio. Ahora van a tener una placita y van a poder tener el asfalto para ellos. También quería tener unos bancos reciclados. 

Arriba de la mesa pueden verse algunas de las obras de las mujeres diseñadoras, a la vez recicladoras. Carteras y estuches hechas con bolsas de comidas para mascotas, sachets de leche, entre otras tantas cosas. Alicia y sus compañeras aprendieron a realizar este tipo de cosas a partir de que Martín Churba, un famoso diseñador textil, llegó a sus vidas. Interesado por la historia de Diego, les dio las herramientas para crear y, a la vez, reciclar. 

– Al principio, logramos que nos donen jeans pero nosotras queríamos ver qué hacíamos, qué recursos podemos utilizar para no estar dependiendo de un jean nomás, sobre todo porque estamos acá, al lado de la basura. 

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La casa de Alicia se encuentra en el barrio de Costa Esperanza; barrio pegado a los rellenos sanitarios del CEAMSE y cerca del Reconquista, el segundo río más contaminado en Argentina. 

El barrio que nació como resultado de una toma de terrenos, siempre se vio envuelto en grandes necesidades, por lo que los vecinos vieron en su cercanía al basural un medio para poder sobrevivir. 

Al principio, era solo un grupo de hombres que, escapando de la mirada de la seguridad privada del CEAMSE, entraba al basural para buscar comida y elementos que les sirvieran para la semana. Pero llegó un momento donde la vida dolía mucho más, y los vecinos tenían vacíos que llenar. El grupo de hombres comenzó a aumentar, y así como ellos pasaron a ser más, el CEAMSE aumentó su seguridad; a los guardias privados les sumó la policía para vigilar el lugar. 

Los vecinos tenían todo un sistema para poder ingresar. Sabían que a las ocho de la mañana y a las ocho de la noche se cambiaba la guardia. En ese momento, mientras los vigiladores se dedicaban a saludarse, los grupos subían a las inmensas montañas, agarraban lo que encontraban y salían a correr por el campo antes de ser vistos por la vigilancia. Pero no siempre podían hacerlo tranquilos. 

– La policía nos corría, nos tiraba tiros y teníamos que correr por nuestra vida–  la voz de Alicia, al recordar estos tiempos, hace que el silencio suene ensordecedor– Y a veces, las mujeres nos quedabamos y hacíamos tiempo para que los hombres pudieran correr y no los agarren porque la policía a ellos les pegaba muy mal, los golpeaba muy mal. 

Los vecinos conocían a todos los policías que trabajan ahí. En parte, porque sabían los turnos de cada uno de ellos. En parte, porque la policía que los corría a tiros era la misma que circulaba por el barrio durante la tarde para cuidarlos.

 

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 Después de que su padre muriera en 2003, Alicia tuvo que hacerse cargo de sus hermanos, Diego y Federico, los mellizos.

En marzo del 2004, en vísperas de un nuevo comienzo de clases, Alicia ya le había comprado todos los útiles a sus hermanos. Pero a la vez, ella tenía cuatro hijos y la plata no alcanzaba para cumplir con las necesidades de todos los chicos que integraban la familia.

Diego tenía sus zapatillas listas para el comienzo de clases. Pero su hermano, un poco más ansioso que él, no tenía nada nuevo que estrenar.

–Diego me dice que iba a ir al CEAMSE. No quería que su hermano empezara la escuela sin zapatillas nuevas. ‘’Hoy es el último día que voy porque mañana ya empiezo la escuela’’. Todo el día repetía eso. Así estuvo todo el fin de semana y bueno, el lunes pasó esa desgracia. 

 

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Un poco antes de la madrugada del 15 de marzo, Diego, Fede y Silvestre, el papá de los hijos de Alicia, llegaron tarde al relleno sanitario, por lo que el grupo que se había organizado para ir entró  sin ellos al establecimiento. Así que los tres cruzaron por su cuenta, subiendo las inmensas montañas de basura que te permiten ver toda la ciudad desde la cima. Pero subir la montaña no es fácil. Son como una pared lisa. 

–Cuando ellos cruzaron, la cinta asfáltica estaba en una esquina y ahí estaban escondidos los policías con un auto, observando. Entonces, cuando ellos suben, Silvestre va adelante, los chicos atrás. Él les dice que vayan para el otro lado, que estaban los policías ahí.

Los policías comenzaron a seguir al trío que buscaba metales. Silvestre seguía caminando, delante de los chicos, cuando Diego decide parar y esconderse por ahí. Fede se acostó, Diego también, pero separados por varios metros. 

El policía de turno empezó a subir hacia la dirección donde ellos se encontraban, alumbrando con una linterna a ver si los veía. Los chicos estaban tapados; Diego tenía encima un cartón para cubrirse y Fede tenía su bolsita. Ambos se encontraban tranquilos porque la máquina trabajaba en otra dirección de las que ellos se encontraban. Pero después subió el policía mientras otro le decía que ahí estaban escondidos ‘’esos hijos de puta’’.

–Esos eran bravos, esos hacían desastres- cuenta Alicia, con la mirada cansada, como si reviviera todo su pasado y el de su familia todos los días de su vida. 

Cuando llegan los camiones de basura, los policías le dan la indicación para que descarguen del lado en el que se encontraban los chicos escondidos.Cuando cae la basura, la máquina se sube encima. Fede piensa que cayó en el medio de los dos. Espera diez, quince minutos; cuando escucha que el policía se va en el auto junto con el otro, se levanta. Y ahí ve que la basura no cayó en el medio, cayó donde estaba Diego. 

 – Entonces sube arriba y le pide ayuda al maquinista. Le dice, ‘’lo tapaste a mi hermano’’. Y ese le repite a otro: ‘’Fulano dice que tapamos un ciruja’’. El otro que estaba con él viene y le dice: ‘’No sé, decile que se arregle con la policía, a nosotros que no nos dan pelota’’. 

A partir de ese momento, Fede entró en un estado de shock. Mientras tanto, Silvestre, al darse cuenta que los chicos no salieron detrás de él, vuelve a buscarlos. Cuando lo ve a Fede, le pregunta por Diego pero él le contesta que no sabe, que ya había salido. Y  entonces ambos salen a esperarlo. 

 –Estaban sentados ahí, esperando a alguien que nunca iba a salir. No es que Fede le contó a Silvestre lo que pasó. 

Ambos esperaron a que Diego saliera pero nunca salió. Ante la posibilidad de que hubiera vuelto a su casa, regresaron para ver si era así.  Pero solo se encontraron con una Alicia enojada. 

–Cuando llegan acá, Fede me dice ‘’¿Y Diego?’’, ‘’¿Cómo dónde está Diego?’’. Yo me enojé, como iban a venir sin Diego. 

Y ahí Alicia también fue al basural, mientras Silvestre le iba diciendo lo mismo que le había dicho Federico a él momentos antes.

Los grupos de vecinos bajaban del basural, algunos comentaban lo bien que pudieron trabajar porque la policía estuvo ocupada. Alicia le preguntaba si vieron a Diego y todas las respuestas que recibía eran un ‘’no’’. Diego nunca salió. 

 

***

Sin interrupciones pero dejando los silencios necesarios, Alicia terminó de contar la historia 

por la cual hoy mantiene un centro cultural en memoria de su hermano.

–A mí me marcó un antes y un después el estar con familiares de víctimas. Yo andaba con ellos hasta que un día observé que todos los días contaban un día más sin su hijo, y quisieron enseñarme a ver si los medios me toman los tantos días que van sin Diego. Yo no quería eso para mí. Dije, o me quedo llorando en mi pieza, sin respuesta, o me pongo a pensar en algo para llenar mi vacío.

Y así le abrió las puertas a mucha gente, haciendo de su casa un lugar de aprendizaje y de ayuda a quienes la necesiten.

–Yo con esto tuve que abrir mi casa, mi familia, mi baño, mi todo. Tuve que enfocarme para no caerme del eje. Tratamos de buscar otras alternativas, que los chicos se puedan capacitar, que se puedan formar las mamás. Trabajamos mucho lo vocativo porque es un lugar donde Diego no pudo llegar.

Durante estos 20 años, la figura de Diego Duarte se convirtió en un símbolo de lucha para el territorio. Es símbolo del trabajo y las vicisitudes que atraviesan los recicladores y cirujas.

–Uno siempre espera tener justicia, más allá de que a lo largo de estos años entendí que la justicia que a mí me tenía que dar respuestas nunca me las dio. Solamente tengo la justicia de las acciones del territorio, que muchos son los que levantan la bandera de Diego. Él se hizo una bandera de los cirujas.

La historia de los recuperadores urbanos está atravesada por las situaciones económicas del país y las decisiones políticas en relación a la gestión de los residuos y los sectores más postergados.

–A veces siento que Diego en el territorio ya circuló y estuvo presente en todas las escuelas y ahora se instaló en la Universidad de San Martín. Hay muchos universitarios que hacen su tesis con respecto al ambiente y siempre está involucrada la historia de Diego. Mi hermano tuvo más reconocimiento después de su desaparición física pero para nosotros Diego está presente hace 20 años. 

«No son terroristas, son ciudadanos con conciencia social»

«No son terroristas, son ciudadanos con conciencia social»

Tras una nueva convocatoria en la sede del Servicio Paz y Justicia (Serpaj), familiares de las personas detenidas por manifestarse contra la Ley de Bases impulsan una campaña en reclamo de la libertad de sus seres queridos. Mañana martes llaman a concentrarse a las 16.30 en Plaza de Mayo.

La autoconvocatoria en el Serpaj reunió a legisladores de la Ciudad, exdetenidos, familiares de quienes continúan detenidos y a diversas organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos. Desde allí, se convocó a una concentración para mañana martes 18 de junio a las 16:30 en Plaza de Mayo. Las 16 personas que siguen detenidas tras la represión del miércoles pasado en el Congreso, permanecerán en dependencias del Servicio Penitenciario Nacional en Devoto, Marcos Paz y Ezeiza.

El fiscal Carlos Stornelli los acusa por trece delitos, incluyendo lesiones, daños agravados, incendio o estrago, acciones contra la seguridad pública, entre otros. Las 17 personas excarceladas por la jueza a cargo de la causa, María Servini de Cubría, lo han sido por falta de material fílmico incriminatorio, mientras que las restantes continúan bajo investigación.

«Hay delitos que nunca podrían ir uno junto con el otro –afirmó la dirigente de la izquierda Myriam Bregman–. ¿Cómo puede una persona a la vez prender fuego e intimidar a un policía que tiene al lado? Los detenidos serían súperhumanos si hicieran todo eso al mismo tiempo, en 15 minutos”. Para Bregman, esto demuestra un profundo desconocimiento jurídico.

Entre los detenidos se encuentra Nicolás Mayorga, arrestado junto a Sasha Lyardet y Camila Juárez, estudiantes de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Margarita, madre de Nicolás, relató que su hijo fue arrestado mientras se manifestaba pacíficamente. «No se resistieron a la autoridad, no tiraron piedras. No son terroristas, son ciudadanos con conciencia social que fueron a manifestarse en contra de la Ley de Bases”.

Grisel Lyardet denunció las precarias condiciones de detención de su hermana Sasha, que estuvo esposada en un pasillo, hasta que a la una de la madrugada se les permitió ingresar frazadas. A las 7 fueron trasladadas a Comodoro Py, donde les negaron la excarcelación y luego fueron llevadas a Ezeiza. “Le quiero decir a las autoridades, que las familias tenemos fuerza y amor, los vamos a liberar. Necesitamos a todos los detenidos libres y luego vamos a ir por la absolución, porque es completamente injusto”, remarcó.

Silvia, madre de Camila Juárez, destacó el trato vejatorio que recibió su hija al ser arrestada: «Le dijeron ‘negra de mierda, quedate tranquila porque te vamos a pegar un tiro en la cara’”. Y convocó a la unidad de todos, sin distinciones políticas. Jorge, padre de María de la Paz, afirmó que las pruebas contra su hija carecen de sustento legal. «Lo que está viviendo María de la Paz nos hace revivir los trágicos acontecimientos que como familia atravesamos durante la última dictadura militar, que este Gobierno niega y desprecia rotundamente». La familia también denunció que fue golpeada por los efectivos de seguridad durante su arresto.

Melina, amiga del docente Juan Spinetto, exigió en su representación la inmediata liberación de todos los detenidos. “Juan estaba retirándose con una pareja de jubilados que tenían dificultades para caminar, cuando empezó la represión de la policía, y ahí lo agarran las motos de los policías de la Ciudad, lo detuvieron y lo golpearon brutalmente”.

Grisel Lyardet denunció las precarias condiciones de detención de su hermana Sasha.

Paola, en tanto, denunció la injusta detención de su madre Ramona Tolaba, una trabajadora de casas particulares de 56 años. «Ella se autoconvocó, fue sola, no estaba con ninguna organización. Mi madre no es terrorista, estaba manifestándose pacíficamente”. Ramona fue detenida sin ofrecer resistencia mientras hablaba con un jubilado en la Avenida de Mayo. Actualmente se encuentra en el penal de Ezeiza, “asustada” pero en buen estado según su hija.

Sofía Ottogalli, una de las excarceladas, destacó que estuvo con las mujeres detenidas en Ezeiza hasta las 3 del viernes. “La detención fue ilegal. Estábamos corriendo para que la Policía no nos pegue. A mí me cagaron a palos, me rompieron el pantalón”, narró y agregó que estuvieron esposadas todo el tiempo, sin agua ni comida, en condiciones inhumanas. “Quiero decirle al Gobierno –expresó– que acá vamos a estar y no tenemos miedo”.