
“Me lo habían matado y nadie dijo nada”
Ya son 106 las víctimas confirmadas por el fentanilo en mal estado. Sus familiares fueron recibidos por la Cámara de Diputados, donde impulsan una comisión investigadora sobre la intoxicación masiva. Las historias de vida que un remedio contaminado se llevó.

Ramón Álvarez tenía 69 años. Era vital, no fumaba, no bebía y no padecía enfermedades crónicas. El 6 de febrero ingresó al Hospital Italiano de La Plata acompañado por su hija Clarisa. Llegó caminando, lúcido, con apenas una molestia estomacal. A los pocos días ya parecía recobrado, comía, se reía, pedía ropa de internación común. Clarisa, hija única, se permitió un respiro: su padre estaba en franca recuperación.
El 10 de febrero todo cambió. Una recaída llevó a que le colocaran más stents y, desde entonces, su salud no volvió a ser la misma. Primero fue la neumonía bilateral “sorpresiva”, después la terapia intensiva, los sedantes, los catéteres, la fiebre constante. “Vi a mi papá hincharse, los catéteres abrirse, la sangre, las intubaciones”, recuerda Clarisa, quien presenció cómo su padre, un hombre fuerte, se convirtió en un cuerpo atado a una cama, suplicando con sus últimas fuerzas, “llévenme, sáquenme de acá”, decía.
El 12 de abril a las 15:30, Ramón murió. Exactamente diez minutos antes, en el mismo hospital, había fallecido Leonel Ayala. Clarisa creyó que la historia terminaba allí, pero un mes más tarde, al escuchar por primera vez a Sol Francese, madre de Renato Nicolini, un joven de 18 años, víctima del fentanilo adulterado, entendió que no. Se trataba del primer caso que llegaba a los medios –también ocurrido en el Hospital Italiano de La Plata-. Clarisa Álvarez comenzó a unir las piezas y a preguntar en todos lados por la verdad. Leyó las 600 páginas de la historia clínica de su padre y lo vio escrito: “Fentanilo HBL Pharma, lote 31202, contaminado”.
“Ahí el mundo se me cae otra vez”, rememora. Las preguntas que la habían atormentado –por qué su padre había sufrido de esa manera, por qué si estaba mejorando de golpe se había descompensado–, encontraron una respuesta brutal: “Volví a llorar porque entendí que me lo habían matado y nadie dijo nada”.
El 28 de agosto, Clarisa recibió la confirmación oficial. El hospital informó a la Defensoría Pública de las Víctimas que su padre había recibido “fentanilo marca HLB Pharma, lote 31202, contaminado con Klebsiella pneumoniae MBL”. Pero no sólo eso: admitió que había perdido las muestras de los cultivos. “Si yo quisiera saber con certeza si mi papá murió por esa bacteria, ya no se puede. Las muestras no están, las perdieron”, resume Clarisa, para quien lo peor, perder a su padre, ya sucedió. Hoy lo único que busca es la verdad, aunque duela, y acompañar a las familias con su historia. “Las muertes no tienen partido. Nosotros somos apartidarios. Lo único que queremos es justicia”, repite.
“Queremos justicia”
Leonel Ayala tenía 32 años y un futuro por delante. Era docente de enseñanza artística y soñaba con ser ministro de Educación. El 5 de marzo entró a la Clínica Ranelagh, en Berazategui, por un dolor abdominal. Lo internaron y a los cinco días empezó a mejorar. Tenía una cirugía programada, una endoscopía con un método particular que solamente lo hace una especialista, y que estaba programada. El 12 de marzo lo intervinieron y, aunque la operación fue exitosa, quedó en terapia intensiva para recuperarse.
El 15 de marzo Leonel tuvo que ser internado nuevamente de carácter de urgencia en terapia intensiva en el Hospital Italiano. El rumbo había cambiado en pocos días. “A los tres o cuatro días, recibiendo un tratamiento de fentanilo como analgésico por el cuadro que tenía, empezó su desmejoramiento”, evoca su madre, Liliana Peralta.
El deterioro fue abrupto: fiebre, shock séptico, delirios. Los médicos hablaban de complicaciones de su pancreatitis, pero nada cuadraba con lo que veían: Leonel se apagaba a pasos acelerados. “En ningún momento nos habían podido explicar que él, en su misma terapia intensiva, estaba aislado por una bacteria. Nunca nos dijeron nada”, agrega Liliana.
El 12 de abril, mismo día y casi a la misma hora que Ramón Álvarez, Leonel falleció por falla multiorgánica. En el acta de defunción se mencionó la pancreatitis y un cuadro cardiorrespiratorio. Recién semanas después, Alejandro Ayala, hermano de Leonel, se puso en contacto con Sol Francese y pudo encontrar la respuesta en las historias clínicas: había recibido el fentanilo contaminado del lote 31202. Alejandro lo dice con crudeza: “Leonel entró sano y terminó muerto”. Y su madre, Liliana, asegura: “No vamos a dejar de pelear, para que su muerte no sea en vano”.
“Un dolor enorme”
La crisis del fentanilo adulterado, la más grave de la historia farmacéutica argentina, no da respiro. El número de casos fatales aumentó a 106. Las familias de Ramón Álvarez y Leonel Ayala llevaron su reclamo al Congreso. En una carta presentada a diputados del bloque de la UCR, reclamaron «compromiso y acción inmediata en relación a la situación que atraviesan las familias damnificadas y posibles víctimas a raíz de la provisión de fentanilo adulterado».
El pasado martes 26 de agosto, en el Anexo A de la Cámara Baja, estuvieron Clarisa Álvarez y Liliana Peralta, acompañada por su hijo Alejandro. En la sala 523, donde se reunieron con los legisladores radicales, en medio de un silencio que inundó la habitación, Clarisa tomó el micrófono: “Ese día fuimos al lugar incorrecto en el momento incorrecto, pero confiamos en que era lo necesario y nos encontramos con una bacteria letal –dijo–. La carta que leerá una madre que perdió a su hijo es también mi historia: mi papá falleció el 12 de abril, a las tres y media de la tarde, y Leonel, a las tres y cuarenta, en la misma clínica”.
A continuación, Liliana Peralta agradeció la escucha y solicitó una respuesta urgente por las situaciones que atraviesan las familias y las posibles víctimas: asistencia médica, psicológica y social; acceso inmediato a las historias clínicas; informes públicos sobre las instituciones que recibieron el fentanilo adulterado, y un plan urgente de control posbrote en hospitales.
“No hubo comunicación de ningún organismo de salud. Hay una ley de garantía de derechos de víctimas de delitos, y no se está cumpliendo. Personas que están solicitando las historias clínicas, marca con lote, y no se las están entregando”, afirmó Alejandro Ayala, en diálogo con ANCCOM, en las afueras del Congreso. “Me parece importante que esto interpele a todos los diputados, no solamente de un bloque. Que dejen de lado sus diferencias al menos una vez. Esto es histórico para la justicia, para la salud pública y puede pasar con otro medicamento o nos podría pasar a nosotros”.
Allí mismo, Liliana Peralta expresó: “Empezamos a sentirnos un poco contenidos, porque venimos de un dolor enorme. Un dolor que no va a cesar nunca”. Su hijo Leonel es una de las víctimas del fentanilo contaminado, con ambas bacterias que se repiten en todas las historias clínicas, producto de la omisión y las malas prácticas de los organismos de control del Estado. Está esperanzada con el proyecto para que se forme una comisión investigadora y “atienda las necesidades de las familias”. Mientras tanto, comparten un grupo de Whatsapp en el que intercambian información y se brindan apoyo mutuo.
