El traspaso de abuelos a nietos de una búsqueda incansable

El traspaso de abuelos a nietos de una búsqueda incansable

En una nueva audiencia del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de Banfield, Lanús y Quilmes, declaró Rosaria Valenzi sobre la búsqueda de su sobrina y la desaparición de su hermana. También las hijas de dos delegados gremiales secuestrados. El caso de las parteras desaparecidas por avisar de un nacimiento en cautiverio.

Una nueva audiencia por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los Pozos de Banfield y Quilmes y la Brigada de Lanús, durante la última dictadura cívico militar, tuvo lugar este martes. En una modalidad mixta -virtual y-presencial- declararon Rosaria Isabella Valenzi, hermana de Silvia Mabel Valenzi, militante de Montoneros, embarazada y secuestrada en 1976, quien dio a luz en cautiverio; Nancy Rizzo, hija de José Reynaldo Rizzo, delegado metalúrgico secuestrado en La Matanza en 1977, y Alicia Galeano, hija de Héctor Galeano, militante peronista, trabajador de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), secuestrado en noviembre de 1976. 

Desde el Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata, Rosaria Isabella Valenzi declaró: “Todo empezó el 12 de noviembre de 1976, cuando se llevan a la suegra y la cuñada de mi hermana. Se suponía que la llevaban porque buscaban a Carlos López Mateo, mi cuñado, pero a él lo mataron el 18 de diciembre en las calles 14 y 67 de La Plata y la hermana y la madre no aparecieron más. Se las llevaron para exterminar a la familia», declaró Rosaria y recordó que a su hermana se la llevaron el 22 de diciembre y nunca más apareció. 

Una tarde de abril de 1977, la madre de Rosita recibió un anónimo. Allí decía que su hija desaparecida, Silvia, había tenido una nena en el Hospital de Quilmes, que fueran a buscarla, pero nunca la encontró. Valenzi narró que aquel día su madre había ido en busca de su nieta y su hija pero que, al presentarse en el hospital, un doctor de apellido García, le mostró el libro de partos, y le dijo: “Sí, nació la nena, vaya a hablar con el director” pero fue el director quien la sacó a empujones y le aseguró que ahí no había pasado nada, que no existía el parto.

Además, recordó que el doctor Adalberto Pérez Casal, jefe de Neonatología del Hospital Iriarte por esos años, le contó que (el médico policial condenado por delitos de lesa humanidad José Antonio) Bergés le advirtió que «no la puede retirar, ni Videla, no se la des a nadie», refiriéndose a la beba de su hija.

Más tarde, la familia de Silvia Valenzi sabría que quienes le enviaron ese anónimo fueron la enfermera Generosa Fratassi y la partera María Luisa Martínez, «ambas ofrecieron su vida, se las llevaron y están desaparecidas», afirmó Valenzi.

«Quiero que se haga justicia por las víctimas del Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes y quiero que alguien hable y diga dónde está la nena. Bergés debe saber, pero nunca habló», finalizó Rosaria Valenzi, quien además en su relato recordó su lucha junto a Chicha Chorobik, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. El segundo testimonio fue el de Nancy Rizzo, hija mayor de José Reynaldo Rizzo quien, desde que empezó su declaración hasta que terminó, sostuvo firmemente una foto de su padre. Rizzo, recordó cada detalle de aquel dramático 17 de noviembre de 1976 en su casa de La Tablada. “Se escuchaban ruidos, entraron por todos lados. Recuerdo que mi mamá estaba en las piezas, yo me había agarrado de la mano de mi papá porque para mí eran ladrones, no entendía lo que estaba pasando. Todo el tiempo me apuntaban para que baje la cabeza”, contó.

En el relato ante el Tribunal, Rizzo afirmó que su padre estuvo secuestrado en el centro clandestino de tortura y exterminio conocido como «El Infierno», tal como se llamaba a la Brigada de Lanús. Allí compartió cautiverio con Nilda Eloy, a quien los represores violaban cuando torturaban a su padre para que él creyera que estaban agrediendo a sus hijas. «Mi papá gritaba ´con las nenas, no; con las nenas, no´. Años más tarde nos conoció Nilda Eloy y nos dijo ´Ah, ustedes son las nenas´. Yo siempre le pedí perdón a Nilda por eso», expresó con pesar Nancy Rizzo en su declaración.

Con total entereza, Nancy Rizzo fue firme y dirigiéndose a los jueces dijo: «Ustedes nos hacen esperar mucho tiempo (para enjuiciar a los represores). Se nos va la vida, la gente se muere. Yo tengo los restos de mi papá y nadie me dijo quién lo mató». En 2009, los restos de José Rizzo fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología, a partir de allí Nancy y su familia recién pudieron reconstruir lo sucedido con su padre. “Yo recuperé un esqueleto. Lo mataron con tres balazos mínimamente”, contó.

La última declaración fue la de Celia Alicia Galeano, hija de Héctor Armando Galeano. “Santiagueño, orgulloso de pertenecer a ENTEL y trabajar en el Estado”, expresó su hija ante el TOF 1 de La Plata y recordó que “tenía 45 años cuando lo desaparecieron el 17 de noviembre de 1976”.

Tanto Héctor Galeano como José Rizzo, formaban parte del Grupo del Oeste desde diferentes sectores gremiales junto a sus compañeros Jorge Conget, Ricardo Chirichimo y Gustavo Lafleu: “Todos fueron secuestrados en noviembre de 1976 y fueron vistos en el Infierno de Avellaneda”, afirmó Cecilia Galeano. 

“Mi madre esperó más de 40 años justicia, se cansó de esperar”, expresó entre lágrimas Galeano recordando que la primera vez que la llamaron a declarar, su madre falleció esperanzada en que algo se estaba haciendo por su compañero. “Mi madre dentro de sus posibilidades, guardó todo: la denuncia, los recortes de diarios, los papelitos y nos los fue traspasando a nosotros, sus hijos. Nosotros también, sin proponerlo, fuimos traspasando esa búsqueda a nuestros hijos, a nuestros nietos. Esa búsqueda sigue”, reafirmó Cecilia Galeano quien se encontraba acompañada de sus hijos, sobrinos y nietos al momento de su declaración.

El día que identificaron los restos de José Rizzo, también se encontraron otros cuerpos que no pudieron saber quiénes eran, además de que se extraviaron otros, “los restos de mi padre pueden ser esos que no fueron identificados.”, expresó la última testigo de la jornada.

 

¿Qué hacer con el negacionismo?

¿Qué hacer con el negacionismo?

Daniel Feierstein, Sandra Raggio y Nadia Schujman debatieron qué hacer con los discrusos que niegan la Dictadura. ¿Sirve la legislación punitivista? ¿Cuál es el rol de la escuela?

Este lunes se desarrolló el conversatorio Disputas sobre la memoria colectiva. Qué hacemos frente al negacionismo organizado por la filial de Rosario de Abuelas de Plaza de Mayo junto a la agrupación H.I.J.O.S. Rosario. La actividad se enmarca en el programa «La escuela y los juicios»: “Los juicios no solo están construyendo memoria, si no también verdad. Esta charla se nos ocurre en un momento en el que es importante contextualizar el por qué del negacionismo hoy. Un pueblo olvida solo cuando la generación poseedora del pasado no lo transmite a la siguiente. He ahí el compromiso ineludible que nos toca, ser portavoces de ese relato. No claudicar en ese ejercicio ético y político de recordar las tragedias pasadas, de recordar a las víctimas, exigir justicia y de construir esa memoria colectiva”. Con estas palabras inauguró la conversación Nora Pastorini, hija de Alejandro Pastorini quien fue secuestrado el 7 de agosto de 1976. 

De la charla participaron Daniel Feierstein, sociólogo y especialista en el estudio de las prácticas sociales genocidas, junto a Sandra Raggio, profesora de historia y directora de áreas de la Comisión Provincial de la Memoria de Buenos Aires; y Nadia Schujman abogada en causas de delitos de lesa humanidad e integrante del equipo jurídico de H.I.J.O.S Rosario.

«La penalización es un arma fallida, lo único que hace es victimizar y, en ese sentido, darle mucha más potencia al argumento negacionista», opina Feierstein.

“Es interesante pensar el negacionismo en clave de las disputas por la construcción de sentido. Ha habido una cantidad de mantras que se empiezan a repetir que muchas veces nos han jugado muy negativamente en la posibilidad de esta construcción dé sentido. ¿Qué genera decir terrorismo de Estado? ¿Qué efecto genera decir dictadura cívico-militar o solo militar? Hay que ser más críticos con nuestro propio trabajo para ver qué efectos genera cada una de esas cosas en una nueva generación. Es mucho más trabajo esa disputa por el sentido que creer que el negacionismo se resuelve con una ley. La experiencia histórica comparada del negacionismo nos muestra lo contrario. La penalización es un arma fallida, lo único que hace es victimizar y, en ese sentido, darle mucha más potencia al argumento negacionista en lugar de salir a confrontarlo y construir su marginalidad en un sentido sociopolítico”, reflexionó Feierstein.

Por su parte, Schujman comentó: “No podemos naturalizar las declaraciones y actos simbólicos que relativizan o niegan el genocidio en la argentina. Acá en Santa Fe, el senador provincial Lisandro Enrico (UCR) y el diputado nacional Gabriel Chumpitaz (PRO) hicieron declaraciones que tienen que generar una reacción inmediata en al ámbito administrativo y ético, sobre todo para representantes en un cargo político”. Y continuó: “Hay que poder hablar y dar todos los debates. No ponernos a la defensiva con respecto a algunas manifestaciones y volver a discursos que no tienen sentido a esta altura. No podemos volver a no hablar de todos los argumentos con los que nos quieran correr. De lo que no se quiere hablar parece que hay algo que esconder, pero no tenemos nada que esconder. Debemos tener la madurez y la formación para poder hablar de esto y que no sea un obstáculo para que crezcan argumentos falaces”. 

Por su parte, Sandra Raggio expuso que “es relevante hablar de este tema por la emergencia de estos tipos de discursos y por las propuestas que hay para combatirlo.  Tenemos que preguntarnos por qué se expresa, por qué en este momento y de qué manera lo hace. Antes de llegar a la sanción me parece que tenemos un camino que recorrer, ahí la escuela aparece como un lugar. Porque también allí circulan discursos negacionistas. Es un momento para repensarnos y eso es lo primero que hay que hacer para ubicarnos en una confrontación con el negacionismo”.

“Promover el trabajo pedagógico de reflexión sobre los Juicios de Lesa Humanidad, desde una perspectiva local, entendiéndolos como procesos colectivos de construcción de memoria, verdad y justicia”, es el objetivo del programa “La escuela y los juicios”. Es una iniciativa conjunta de Abuelas de Plaza de Mayo filial Rosario e H.I.J.O.S. Rosario e intenta acercar a las y los docentes una propuesta educativa para posibilitar en las y los estudiantes aprendizajes en torno al pasado reciente, tomando como recurso pedagógico el juicio que se llevó adelante en Rosario conocido como “CAusa Klotzman”.

Según La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), Klotzman es una de las causas emblemáticas del genocidio en la ciudad. Se juzgó la responsabilidad de  27 homicidios, privaciones ilegítimas de la libertad, tormentos y asociación ilícita. También los delitos de sustracción de una menor de diez años y supresión de identidad con relación a la hija de Ricardo Klotzman y Cecilia Barral. Durante el curso de la instrucción pudo establecerse que la joven dio a luz a una nena que fue sustraída por los represores y entregada a una familia de la ciudad de Santa Fe. Se trata de la nieta 103, restituida en abril de 2011. 

Apostando a la construcción de una sociedad basada en los valores de Memoria, Verdad y Justicia, las agrupaciones confeccionaron una Caja de Herramientas Pedagógicas para que docentes generen espacios de reflexión y conocimiento a partir de los juicios por delitos de lesa humanidad. Los destinatarios de la propuesta son estudiantes de 6º y 7º grado de escuelas primarias, estudiantes de nivel medio y estudiantes de institutos speriores de formación docente de la región. Además de los recursos, hubo charlas con Estela de Carlotto, con integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense, y con Irene Strauss, responsable de educación de Abuelas de Plaza de Mayo.

El programa fue declarado de interés educativo por el Ministerio de Educación de Santa Fe y cuenta con el apoyo de las secretarías de Derechos Humanos de la provincia y de la Nación, del área de Género y Derechos Humanos de la Municipalidad de Rosario y de la Universidad Nacional de Rosario. Para conocer la propuesta, las actividades y los recursos disponibles, visitar el sitio visitar el sitio web laescuelaylosjuicios.com.ar. También es posible ponerse en contacto con el programa a través del correo escuelayjuicios@gmail.com para pesar recorridos posibles y ayudar a circular las producciones que se vayan logrando con las y los estudiantes. 

Un lugar para llorar y llevar una flor

Un lugar para llorar y llevar una flor

Martín y Ana Julia, los hijos de los detenidos-desaparecidos Ana María Mobili y Roberto Bonetto, declararon junto a su tía Alejandra Mobili, en la audiencia 59 del juicio que investiga los crímenes de lesa humanidad en los pozos de Banfield y Quilmes y en la Brigada de Lanús.

Una nueva audiencia por los juicios de los Pozos de Banfield, Quilmes y Lanús se realizó este martes. Esta vez la Nº 59, de manera remota, en donde se conectaron para declarar Alejandra Mobili -hermana de Ana María Mobili, militante de Montoneros detenida desaparecida – y sus sobrinos, los hijos de Alejandra y Roberto Bonetto: Martín Bonetto y Ana Julia Bonetto.

Desde la Subsecretaría de Derechos Humanos, y con algunos problemas de conexión que luego fueron solucionados, Alejandra Mobili realizó su declaración. A partir de las preguntas del representante de la querella unificada de Justicia Ya, Nicolás Casara, Mobili comenzó su testimonio: “Mi hermana, Ana María Mobili y su marido Roberto Bonetto, mi cuñado, fueron víctimas de la última dictadura cívico-militar. El mismo día se lo llevaron a él, temprano, y luego volvieron para llevarse a mi hermana, dejando a un chiquito de un año y medio y una nena de 40 días”.  Los hijos de Ana María y Roberto habían quedado en la casa de unos vecinos custodiados por policías. “Cuando fui a buscarlos, me apuntaron con un arma y me llevaron a un lugar que no sabía cuál era. Me tuvieron atada y no me preguntaron nada hasta el otro día, ni siquiera mi nombre”. Mobili contó, además, que en aquel sitio- luego puedo saber- era la Brigada de Investigaciones de La Plata-, permaneció vendada y lo único que escuchaba era el llanto de chicas jóvenes pidiendo por sus madres que provenía de otras habitaciones.

Al otro día, la llamaron por su nombre y le preguntaron si era ella la de la credencial que la identificaba como trabajadora del Consejo Federal de Inversión. Mobil respondió que sí. “Nos subieron en auto a mí y a mi hermano, abriern la puerta y nos dijeron: tírense ahora”. Hoy piensa que esa credencial pudo haberle salvado la vida.

“Mañana es el cumpleaños de mamá Ana. No le puedo llevar una flor y no le puedo llevar un regalo”, le dijo su sobrino Martín. En ese momento, Alejandra entendió el horror por el que estaban pasando: nunca más Martin supo de su mamá ni tampoco de su papá, Roberto. Alejandra se hizo cargo de Martin y la hermana de su cuñado de Ana María, siempre pensando que algún momento, volverían.

“Me gustaría poder encontrar los restos de mi hermana, para que estos chicos -refiriéndose a sus sobrinos- puedan cerrar la historia de sus padres”, declaró Alejandra Mobili. Los restos de Roberto Bonetto fueron encontrados en 2010 en el cementerio de Avellaneda, Ana María hoy sigue desaparecida.

 ”El mundo se perdió esas personas”

«Lo único que me quedó de mi papá es este poncho”, expresó Martín, el hijo mayor de Ana María y Roberto Bonetto.

Martín tenía tan solo un año cuando secuestraron a sus padres y, si bien no puede contar cómo fue el secuestro, sí pudo relatar todo lo que lo afectó su desaparición a tan temprana edad: “Lo que les puedo decir es que por culpa de todo esto, mi vida fue otra vida, que no eran la que tenían pensada mis padres para mí, ni para mi hermana. Estuvo buenísima, está todo bien con la familia que tengo, pero no era así, el destino que querían ellos no era este y algunos se apropiaron de ese destino nuestro y terminamos acá donde estamos”, relató.

“Yo no crecí con mi papá y sin mi mamá, los perdí, no los conocí, no tuve la suerte de conocerlos, pero por lo que me contaron, me di cuenta de que me perdí de tener unos padres espectaculares y que el mundo también se perdió de esas personas, que son parte de esa generación”, expresó Martín Bonetto quien además contó que hoy se encuentra fortaleciendo el vínculo con Ana Julia, su hermana con quien no compartió la crianza.

“Tuvimos la suerte de que no nos llevaron a nosotros y porque crecí en una casa en la que me trataron como un hermano y un hijo, e hicieron todo lo posible para que yo esté bien”. Y continuó: “Quisieron borrar toda una generación, pero no lograron que creciéramos sin amor “. Lo único que me quedó de mi papá es este poncho”, expresó el hijo mayor de Ana María y Roberto Bonetto, señalando su “manto protector”, un sweater de color marrón claro que tenía puesto al momento del testimonio.

 Casa de muñecas

Cuarenta días habían pasado desde el nacimiento de Julia cuando secuestraron a sus padres, en 1977. Solo 40 días Ana María y José Bonetto pudieron disfrutar de su hija. “En este momento me encuentro temblando y mi corazón también”,  expresó Ana Julia, quien comenzó su testimonio recordando una carta que había leído en Olavarría en 2004, cuando se cumplieron 28 años del Golpe de Estado. “Cuando era muy chiquita, me acuerdo que mirando por la ventana de mi casa, me imaginaba cómo sería la casa que mi papá, arquitecto, haría cuando volviera. Me preocupaba mucho qué iba a hacer con mi tía y mi abuela, que eran con quienes me crié y cómo se irían a poner cuando las dejara por irme a vivir con mis padres y mi hermano Martín. Esa casa sería de madera y llena de muñecas”, contó Ana Julia en aquella carta llena de emoción en donde fue contando su historia como hija de desaparecidos, a medida que pasaba el tiempo.

Entre fotos y cuentos de su tía Quela, quien la crió y la abuela María, mamá de su papá, Ana Julia cuenta que toda su vida se conectó de una u otra forma con sus padres: “Coincidencias, o no, que se fueron dando toda la vida, siempre ellos se me manifiestan. Siempre hay amigos que me cuentan algo que no sabía”, expresó. Y agregó que también “es raro ser ahora más viejos que ellos”, porque su padre tenía 34 años cuando lo secuestraron y hoy Ana tiene 45.

En el año 2005, Ana Julia empezó a estudiar en Avellaneda y pasaba todos los días por el Cementerio de esa localidad, años más tarde se enteró que allí estaba su papá, por fin tenía un lugar donde llorar y llevar una flor.

La causa Pozos pasó de la virtualidad a la semipresencialidad

La causa Pozos pasó de la virtualidad a la semipresencialidad

El juicio que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Brigada de Lanús y los pozos de Banfield y Quilmes retomó las audiencias en el Tribunal Nº1 de La Plata.

Luego de dos años de audiencias puramente virtuales, este martes comenzaron las jornadas semipresenciales en el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en los Pozos de Quilmes, Banfield y la Brigada de Lanús.

Por un lado, en la sala virtual, se encontraban parte de las querellas y las defensas. Por el otro, desde el tribunal, el juez Ricardo Basílico, Guadalupe Godoy, representante de la querella y los testigos de la fecha: José María Novielo y Gustavo Calloti, dos sobrevivientes del Pozo de Quilmes.

Con precisión, claridad y sentado frente al juez, Calloti comenzó su declaración. Contó que tenía 17 años cuando fue detenido y llevado al Pozo de Arana el 8 de septiembre de 1976. “Allí lo único que se hacía era torturar. Eran sesiones de torturas muy largas”, recordó. En Arana Calloti permaneció 15 días, en los que compartió cautiverio con las víctimas de la llamada Noche de los Lápices, entre ellos mencionó a Emilce Moler, Claudia Falcone y Pablo Diaz.  Poco después, fue trasladado a otro lugar que años más tarde pudo reconocer como la Brigada de Investigaciones de Quilmes: “Quilmes era como un depósito donde traían mucha gente. Los hombres estábamos en un segundo piso, las mujeres en el primer piso y en la planta baja había detenidos comunes”, recordó. 

Además, Calloti contó que en una de las celdas estuvo con Santiago Servín, director del diario La Voz de Solano, y con integrantes de la organización Montoneros.

El 21 de enero de 1977 fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata hasta ser liberado el 25 de junio de 1979. Luego de su liberación tuvo que enfrentar miedos, persecuciones y demás piedras en el camino. “Yo estuve esperando este juicio hace mucho tiempo (…) no quise declarar de manera virtual porque tenía la impresión de que algo iba a quedar inconcluso, agradezco el esfuerzo para que esto se haya hecho de manera presencial”, finalizó su testimonio Calotti.

Luego de un cuarto intermedio y de la organización entre el escenario presencial y virtual, declaró José María Novielo, quien empezó su militancia siendo estudiante de Agronomía. El 9 de octubre de 1976 fue secuestrado y,  como Calloti,  su primer destino fue el Pozo de Arana. Sobre sus torturas en ese sitio ya había declarado con anterioridad en el Juicio del circuito Camps. Pasaron 10 años de aquel testimonio donde relató múltiples vejaciones que lo acompañan hasta hoy. 

“En Banfield estuve desde octubre a diciembre. Me pusieron en una celda con Pablo Diaz. Al lado mío estaba Alicia Carminatti y su padre. También me encontré con Graciela Pernas en el baño”, declaró. Allí Novielo cuenta que Pernas le preguntó por cómo estaba su padre y él respondió que estaban muy preocupados por saber su paradero. En esa pequeña charla con Graciela, a quien Novielo recuerda con mucho cariño, con que con ella comentaban que estar en la cárcel sería “un paraíso” comparado con todo lo que vivían, pero el destino para su amiga fue otro. “Era como mi hermana y esa fue la última vez que la vi”, expresó con mucho pesar Novielo.

Días después, Noviello fue trasladado al Pozo de Quilmes, fue allí que se encontró con Calloti. Para mí es muy difícil venir acá. Hace 40 años que vivo en un país que me aceptó y me dio la tranquilidad para seguir viviendo, pero es muy difícil vivir acá, recuerdo a mis compañeros y solamente pido justicia para todos ellos porque yo nunca la tuve”, expresó con lágrimas, quien hoy se encuentra radicado en Canadá.

Ambos sobrevivientes pasaron a ser detenidos legales en la Unidad N° 9 de La Plata, donde finalmente fueron liberados, Calloti 1979 y Novielo en 1981.

 

«Cada domingo puede haber un nieto o nieta en la cancha»

«Cada domingo puede haber un nieto o nieta en la cancha»

En el mes de la memoria y a 46 años del último golpe de Estado, recibió a las Abuelas de Plaza de Mayo en una actividad abierta para socio y vecinos.

En una nueva charla por la identidad, en el marco de los 46 años del último golpe de Estado, el Salón Filiberto del club Boca Junior abrió sus puertas para recibir a las Abuelas de Plaza de Mayo  Estela de Carlotto, Buscarita Roa y Manuel Gonçalves, nieto restituido N° 57; junto con el presidente xeneize Jorge Amor Ameal y el prosecretario del club, Alejandro Veiga.

“No te parece que hay sillas de más”, preguntó  Ameal a los organizadores del evento. “No, el salón está desbordado”, le respondieron.

La sala estaba llena: socios, vecinos del barrio y dirigentes estaban expectantes ante la palabra de aquellas mujeres que un día supieron sortear los miedos y llevar la bandera de sus hijos y nietos. Manuel Gonçalves, hijo de Ana María del Carmen Granada y Gastón Gonçalves, empezó la charla. Xeneize por ley y sangre, ya que su familia de origen también lo era, ayer recordó su historia y contó lo importante que es para él ser quien es hoy, no sin antes agradecer a Abuelas por tener la posibilidad de vivir su verdadera identidad. “Estoy acá gracias a ellas dos, gracias a todas las Abuelas de Plaza de Mayo y todas esas personas que se jugaron durante la dictadura para empezar a buscarnos, gracias a ellas puedo contar esta historia”. Además, Gonçalves pidió colaboración de todos los presentes para que puedan comprometerse con la causa de Abuelas: “Ayúdenos a encontrar a ese otro que puede estar ahora al lado de nosotros, en la cancha o en otro lugar”, reflexionó.

Buscarita Roa, es la única abuela de nacionalidad chilena que integra Abuelas de Plaza de Mayo. En 1972 llegó a la Argentina en busca de un tratamiento para su hijo mayor José Poblete, que con 15 años sufrió un accidente ferroviario. José era estudiante en Chile con fuertes convicciones e ideales que mantuvo al llegar a la Argentina. En la militancia conoció a su compañera y juntos tendrían a Claudia Victoria, su primera y única hija que recién en el año 2000 se encontraría con su abuela y su verdadera familia. Para Roa, tanto Claudia como los demás nietos, “son los nietos de todos”, ya que en cada uno de ellos viven sus hijos e hijas, los años más oscuros de nuestro país, pero también la esperanza de la vida y el incesante reclamo de justicia. Roa hoy vive en La Boca, cerquita de la cancha, y cuenta que no podía ser de otro club que el que hoy le abría las puertas. “Es un orgullo hoy estar acá junto a Estela”, manifestó.

La última oradora fue Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, quien narró a lo largo de la tarde lo difícil que fue tomar la decisión de salir a Plaza de Mayo a reclamar por sus hijos y sus nietos en plena dictadura, pero el miedo no les ganó: recorrieron y dieron vueltas esa plaza las veces que fue necesario. “Para los milicos, los hombres eran los peligrosos y ellos nos decían: ¡Déjenlas, son mujeres, se van a cansar! Y nosotras dijimos: ¡Sí, déjenos, déjenos!”.  Y así fue, las dejaron y no se quedaron quietas. Hoy son historia viva y ejemplo de lucha. Llevaron las causas de sus hijos hasta los organismos internacionales más reconocidos e incluso se convirtieron en  pioneras en ciencia para fundar el primer Banco Nacional de Datos Genéticos en nuestro país.

Carlotto junto a Abuelas recorrieron el mundo en busca de ayuda y hoy ya con un equipo conformado de profesionales que las respalda no pararán hasta encontrar hasta al último nieto. “Viajamos tanto estos años y vamos a seguir viajando”, afirmó Carlotto, quien además expresó que “encontrar un nieto es el mejor regalo”, y continúo “porque no buscamos solo el propio sino el de todas”. A pesar de sus 91 años, Estela dice que  aún tiene mucho por andar:  «Mientras esté en condiciones y aunque sea con bastón, lo voy a seguir haciendo porque la vida mía está para eso. Mis compañeras son mis hermanas, hace ya hoy 45 años, para seguir buscando los 300 nietos que faltan», afirmó.

«Estar en este club es realmente un hecho histórico en un lugar histórico. Boca es la historia del fútbol en la Argentina, por los hechos, por las circunstancias, por la gente, por el fanatismo y el amor al club”, expresó la presidente de Abuelas de Plaza de Mayo.

Con un cálido aplauso y de pie, los vecinos, socios y dirigentes del club despidieron a las Abuelas no sin antes pedirles alguna foto a la que amablemente aceptaron sacarse, pero la jornada no podía cerrar sin tener la palabra del presidente de Boca, quien manifestó: “Nosotros somos reconocidos por el fútbol, pero ustedes por el amor, el compromiso y la perseverancia”, expresó Ameal. El encuentro no solo reafirmó el compromiso que el club Boca Juniors tiene con a la memoria, la verdad y justicia -ya que en octubre del año pasado tanto las autoridades de Boca como River firmaron un convenio con Abuelas de Plaza de Mayo para la difusión de las búsquedass- sino también de que el deporte en su conjunto puede ser una herramienta fundamental para la búsqueda de los más de 300 nietos que aún esperan conocer su verdadera identidad.

«El Poder Judicial no ha estado a la altura de las circunstancias»

«El Poder Judicial no ha estado a la altura de las circunstancias»

Se reanudaron las audiencias testimoniales por los crímenes de lesa humanidad cometidos en Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús. En esta jornada, Pedro Cerviño declaró por el caso Nélida Sosa de Forti, amiga y compañera de militancia.

Este martes 8 de febrero transcurrió la jornada número 54 en lo que fue la reanudación de las audiencias testimoniales del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús. En esta ocasión, Pedro Cerviño brindó su testimonio como compañero y amigo de la desaparecida Nélida Sosa de Forti, víctima de la última dictadura cívico militar.  

El testigo relató: “El 8 de febrero de 1977 fui secuestrado en Tucumán y llevado al centro de detención clandestino que estaba en la Jefatura de Policía en esa ciudad. Estuve un mes, hasta el 7 de marzo”. Las últimas dos semanas de su detención fueron las que compartió con Nélida, con quien mantenía una relación de amistad ya que ambos eran militantes del Peronismo de Base en la capital tucumana. Esa amistad se extendía hacia su esposo, Alfredo Forti, y sus dos hijos mayores, Alfredo y Mario. Incluso unos días antes de ser secuestrado, Cerviño recuerda que pasó la tarde en la casa de los Forti. Neli, como la nombra el testigo, formaba parte de la comisión interna del Sindicato Municipal de la ciudad de Tucumán. 

Cerviño reconoció a Nélida apenas la vio en las celdas individuales del centro clandestino de detención en la comisaría de Tucumán, la última semana de febrero de 1977, donde ya había aprendido a sacarse la venda de los ojos y a mirar por debajo cuando lo llevaban al baño: “Tenía puesto un vestido amarillo y había sido golpeada y maltratada, hasta el punto de no poder hablar ni caminar. Por eso no pude saber si me reconoció, pero el día que me sacaron, por su mirada, estoy seguro de que supo que era yo”. 

No es la primera vez que Cerviño declara sobre su encuentro con Nélida. En 1979, durante su estadía en la cárcel de Caseros, le informaron que su amiga había sido secuestrada de un avión en Ezeiza, y que había pasado por un centro clandestino de detención en Buenos Aires antes de llegar a la provincia de Tucumán, último lugar donde se supo de su paradero. Ya en democracia, hizo las mismas declaraciones que ahora en los tribunales de Catamarca, Santiago del Estero y Tucumán. Quizás son esos algunos de los motivos que provocan que Cerviño se muestre desesperanzado a la hora de cerrar su testimonio: “A 45 años de los sucesos es muy difícil suponer que estamos haciendo justicia. Lo que se ha cristalizado es la injusticia con relación a estos hechos. Tanta reiteración, lo que demuestra es que el Poder Judicial ha permitido la impunidad en la cual quedaron la mayor parte de estos sucesos. En mi opinión, el Poder Judicial de la Nación no ha estado a la altura de las circunstancias”. 

La jornada número 54 de las audiencias testimoniales tuvo lugar para un último episodio antes del cierre. Finalizado el testimonio de Cerviño, la abogada querellante, Luz Santos Morón, pidió leer unas palabras en memoria de Jorge Allega, fallecido el pasado 22 de enero. Allega fue otra de las víctimas de la última dictadura militar, detenido ilegalmente en el Pozo de Quilmes, dos veces en un lapso de un año y medio. La abogada defensora, Carmen Ibáñez, se opuso a la solicitud justificando que debía hacerse al momento de los alegatos. Luego de deliberar, el tribunal permitió por unanimidad la lectura de las palabras de Allega para homenajearlo, resaltando el derecho de los familiares y víctimas sobrevivientes de expresarse, teniendo en cuenta, además, que esta fue la primera audiencia luego del fallecimiento de la víctima. Después de una serie de interrupciones, la abogada Santos Morón comenzó la lectura de las palabras de homenaje, mientras la cámara de la abogada defensora Ibáñez se apagaba, para volver a encenderse solo después de que la carta llegara a su fin. 

Las palabras por Allaga tienen muchas similitudes con las pronunciadas por Cerviño en su reflexión. Jorge había brindado testimonio en múltiples ocasiones desde la vuelta de la democracia y hasta poco tiempo antes de su fallecimiento. “Su solidaridad lo llevó a visitar a las familias de las víctimas con quienes había compartido cautiverio, sabiendo que con aquellos relatos se aplacaría por un instante la ausencia del ser querido”, recita la abogada. Jorge debía testimoniar este año en el juicio de las brigadas, justamente por su secuestro en el Pozo de Quilmes. “La justicia llegó tarde. Es responsabilidad de un Poder Judicial extremadamente lento con los delitos de lesa humanidad. El péndulo del tiempo hace que la justicia se convierta en impunidad”, decía el texto.