«El poder y la estrategia tienen que estar en la gente»

«El poder y la estrategia tienen que estar en la gente»

A casi un mes de la represión que dejó hospitalizado y gravemente herido a Pablo Grillo, Mario Santucho describe el funcionamiento del colectivo Mapa de la policía, cuenta cómo identificaron al autor del disparo que lo lastimó al fotógrafo; y se aventura a pensar otros modos de organización para la transformación social.

Mario Santucho es periodista, escritor y editor de la Revista Crisis. Es, además, integrante de la red antirrepresiva conocida como el Mapa de la policía con el que se reconstruyó como el agente policial cabo primero de Gendarmería Nacional de apellido Guerrero, disparó de forma ilegal una granada de gas lacrimógeno contra la cabeza del fotógrafo Pablo Grillo, durante la marcha que convocaban los hinchas de fútbol y jubilados. Militante social y de derechos humanos, hijo de Mario Roberto Santucho, fundador y líder del Partido Revolucionario de los Trabajadores y Ejército Revolucionario del Pueblo ( PRT-ERP) y de Liliana Marta Delfino, ambos desaparecidos por la última dictadura cívico militar. Todavía busca a su hermano o hermana nacida en cautiverio durante los años 1976 o 1977.

¿Cómo hicieron la reconstrucción del disparo que permitió saber quién fue el gendarme que le disparó al fotógrafo Pablo Grillo?

Este es un trabajo que venimos haciendo desde el Mapa de la Policía que es una especie de red antirrepresiva, de cuidados colectivos, de la cual participan varias organizaciones y personas sueltas, que surgió hace 3-4 años. Sobre todo, para generar una especie de plataforma de control social de las fuerzas de seguridad, particularmente, de la Policía de la Ciudad. A partir de diciembre del año 2023, cuando asume el gobierno de ultraderecha y empieza a haber una represión de la protesta muy fuerte que no se veía de una manera tan sistemática y tan agresiva desde hace mucho tiempo, el Mapa de la Policía decide crear un grupo específico que empezó a hacer esta reconstrucción con una técnica y una forma de trabajo que se llama arquitectura forense. Es una especie de práctica periodística de vanguardia que se hace en otras partes del mundo y que nosotros empezamos a hacerla acá. 

Consiste en organizarse para recolectar muchas imágenes sobre un evento y después con la herramientas informáticas reconstruir lo mejor posible lo sucedido en ese lugar. Eso lo venimos haciendo desde enero de 2024 y venimos perfeccionando el mecanismo cada vez que hay un evento importante como el del 12 de marzo. 

Nosotros hacemos coberturas colaborativas. Nos juntamos en un lugar cerca del congreso que nos prestan los compañeros y compañeras. Ahí convocamos a fotorreporteros, fotorreporteras y a gente que quiera participar de esa cobertura para registrar imágenes, organizarnos y dividirnos los lugares de la plaza. La idea es registrar cómo son los operativos policiales, no tanto como hacen los fotorreporteros habitualmente que es registrar la marcha, los compañeros y compañeras luchando gritando, bailando, sino más bien cubrir y registrar cómo se mueve la policía, cuántos son, dónde están, cómo se organizan, qué armas tienen, quiénes son los jefes y obviamente en los momentos en que hay represión, registrar lo mejor posible. 

Esto lo hicimos ese día, por eso ya cuando terminó la marcha y vimos lo que había pasado, rápidamente empezamos a recibir imágenes, a sistematizar, clasificar. Encontramos un vídeo, que en realidad nos manda un compañero que estaba cubriendo, en donde se ve el momento en el que le pegan el disparo. Ese fue el primer video que hicimos. Ahí trabajamos con un físico que se llama Rodolfo “Willy” Pregliasco, que se ha dedicado a ser perito en causas judiciales, específicamente con esta técnica de reconstrucción de acontecimientos en base a imágenes y que ya ha trabajado en varias causas como el 19 y 20 de diciembre del 2001 y la del 26 de junio del 2002 del Puente Pueyrredón.

Cada foto del video se descompone en 25 fotogramas. Él va fotograma por fotograma analizando y detectó en el siete u ocho fotograma diferentes momentos en que se veía el proyectil y la trayectoria. Fue el primer descubrimiento importante porque demostramos que habían tirado el proyectil de manera irregular, en vez de tirarlo para arriba en un ángulo de 45 grados. Después nos propusimos detectar quién había sido el que había disparado, sabiendo de dónde había salido el disparo por un humito que se veía en el video. Entonces buscamos otras imágenes, videos, fotos y ahí pudimos ver una imagen en la que se veía a la persona que disparó. Se sincronizan las fotografías, con los videos y el archivo de la imagen y de la metadata (que dice qué cámara lo sacó, en qué fecha y hora, y en qué lugar). En un video veíamos que quien había disparado tenía una ropa distinta a la del grupo. Obviamente buscamos cientos de imágenes de ese grupo del cual había salido el disparo. 

Con otras fotos detectamos quién era y en una de las fotos de alta resolución (nosotros trabajamos todo en alta) se veía la identificación. Hicimos zoom y ahí vimos el apellido y demás. Ese fue el segundo video que hicimos el fin de semana y lo publicamos el lunes.

¿Cómo participó la ciudadanía en esta reconstrucción?

Sobre todo, con el primer vídeo para mucha gente fue muy impactante y nosotros tratamos de transmitir que es un trabajo colectivo y ciudadano, que no era el trabajo de una persona o un grupo. Sino que era eso que nosotros llamamos inteligencia colectiva, comprometida, cooperando con muchos saberes, multidisciplinario. Eso para mí funcionó como una invitación. Incluso hubo gente que había estado ahí y se puso a hacer reconstrucciones ellos mismos y a buscar. 

Nosotros tenemos muchos insumos para hacer el trabajo. Unas son las fotos que sacan nuestros reporteros y reporteras que es importantísimo y es lo que nosotros más intentamos organizar porque ellos son los que están en primera línea. Ese es el insumo principal pero después es muy importante también las coberturas en vivo de los canales de televisión. El video que nos permitió ver quién era el gendarme que disparó a Pablo Grillo, era uno de un dron de Todo Noticias. Eso lo puede hacer cualquiera desde su casa agarrando las coberturas mirando y viendo en el momento y el lugar. Después están las imágenes que saca la gente con sus celulares y que mandan. Nosotros motivamos eso también. Hay toda una campaña pedagógica en el que cualquiera puede ser un productor de evidencia.  

Patricia Bullrich, después de la marcha del 12 de marzo, dijo que iba a prohibir el uso de drones. ¿Qué medidas tomaron a partir de esta declaración, desde el Mapa de la Policía para poder seguir registrando los episodios represivos? 

Para nosotros fue muy interesante porque te das cuenta en qué sentido estos contrapoderes desde abajo y de la sociedad ponen nerviosos a los poderes que intentan torpemente impedir nuestra construcción de verdad colectiva. Porque fue una clara reacción. Pero finalmente ellos no inhibieron los drones, no quiere decir que no lo vayan a hacer, pero en la marcha del 19 no lo hicieron, y nosotros sacamos una consigna que fue “Si no hay drones hay balcones”, y luego organizamos en diferentes balcones que dan a la plaza congreso para desde ahí filmar nosotros. Nos pusimos en distintos lugares y logramos cubrir incluso mejor que con los drones. La organización colectiva y sobre todo la capacidad de responder creativamente a las medidas represivas del poder, para mí es infinita. Creo que lo más importante de esto que hicimos fue crear esa capacidad colectiva y el desafío ahora es que sea irreversible. Nuestro desafío ahora es que cada hecho represivo nosotros lo vamos a reconstruir y lo vamos a denunciar y vamos a mostrar quién es y esto para mi va a impactar. De hecho, esta semana salió la indagatoria al policía que gaseó a la nena en una movilización de jubilados.

En este sentido ¿Qué resultados obtuvieron en la justicia con toda la información y evidencia que recabaron?

Este es el primer hecho que se indaga. Eso ya es interesante porque además es el agente que había sido ascendido por Patricia Bullrich. Entonces ahora la justicia lo va a indagar, es posible que lo impute y después habrá que ver. 

Eso es bien interesante porque hoy, más allá de que en la conducción de las fuerzas de seguridad haya básicamente personas que son neofascistas que van a estimular y a premiar la violencia estatal, la disputa es más a mediano plazo y a largo plazo y no solo a corto plazo. Creo que los efectivos y los agentes, ya no los mandos políticos, van a empezar a tener como cierto cálculo sobre el tema y de eso se trata en general para mí la lucha antirrepresiva. Se trata de demostrar que hay un poder social, que no permite cruzar ciertos umbrales de violencia estatal. 

Y concretamente la justicia, nosotros ahora a partir del 12 de marzo están habiendo más casos además del de Pablo Grillo como el de Jonathan, un pibe que le sacaron un ojo con una bala de goma. En cada uno de esos lugares, nosotros estamos aportando evidencias. Específicamente este trabajo de reconstrucción que nosotros pusimos AHORA y es el Archivo Histórico de la Represión Argentina, estamos reuniendo las imágenes y almacenándolas de una manera que sirva como evidencia para causas judiciales.

Y en líneas generales, ¿Cómo puede colaborar la ciudadanía al Mapa de la Policía? 

Hay muchas formas. Por un lado, el Mapa de la Policía tiene una parte fundamental que es la denuncia de casos de violencia policial. Es una página web que tiene un formulario de denuncia. El Mapa de la Policía promovió la figura del testigo o la testigo. Normalmente la violencia policial la denuncia la víctima, pero ese es un proceso complejo porque no es fácil que una víctima denuncie por todo lo que ya sabemos de la revictimización que implica la denuncia institucional. Entonces, cuando surgió el mapa y empezamos a decir que podés denunciarlo, mucha gente que por ahí pasaba y veía un caso de violencia policial, lo empezó a registrar y a ver que podía hacer algo. Cualquiera puede registrar con sus celulares lo que ve, ya sea un caso de violencia policial que nosotros le llamamos más de los habituales, de los que tienen que ver con la gente que ocupa la calle de una manera cotidiana, ya sea para trabajar, divertirse, para lo que sea y es reprimida. Vendedoras ambulantes, trabajadoras sexuales, migrantes, jóvenes. Cualquier caso de violencia policial que pasa en un barrio puede ser filmado y denunciado. Eso se visibiliza y ya visibilizarlo es una manera de denunciarlo.

El mapa es una red abierta ciudadana con lo cual es muy importante que participen. También hay muchas tareas para hacer, muchísimas. 

A su vez, esto nosotros lo estamos haciendo en Buenos Aires y nuestra idea es que se haga en todo el país. Ya hay un Mapa de la Policía en La Plata, está por salir el mapa de la policía en Córdoba y esto se tiene que hacer en todos lados. 

¿Crees que los mecanismo represivos de la policía están teniendo efecto sobre la población o se está perdiendo el miedo?

 Creo que estamos en un momento en el que hay tendencias contradictorias y que se está un poco definiendo qué va a pasar. Ha sido muy eficaz esta estrategia represiva para disciplinar a los de sectores más organizados. Por ejemplo, la CGT, los gremios en general, los estatales que salieron a defender a la gente que estaba despedida, los movimientos sociales que eran básicamente los organismos colectivos con más capacidad de movilización durante todo el siglo. Creo que a esos sujetos sí los han logrado, por ahora, disciplinar. En base al miedo y en base a que les han cortado la capacidad de movilización, porque son sujetos que históricamente estaban muy acostumbrados a movilizarse y lograr conquistas. Ahora no logran conquistas y además son reprimidos y no están acostumbradas a un nivel de violencia represiva como la que estamos viviendo. Durante todo este siglo no se había visto en Argentina. Sí en otros países de la región. Pero acá no. Entonces una, dos, tres marchas en donde van, nos reprimen salvajemente y encima no lográs cosas. Entonces la gente ya no moviliza, empieza el miedo. Creo que el año pasado hubo mucho eso. Pero este año es como si la gente aprendiera y empezara a haber formas de reacción frente a eso. Por ejemplo, la marcha LGBT Antifascista del primero de febrero que fue una reacción muy fuerte, eficaz, rápida y muy masiva, y que no hubo capacidad represiva. Hay algunos tipos de movilizaciones que descolocan a las fuerzas represivas, que las desbordan desde el inicio como la marcha universitaria.

Después el otro elemento clave fue el de los jubilados que no se atemorizan, que les dan y siguen, que tienen mucha valentía y que además es un ejemplo para los demás. La aparición de los hinchas ese 12 de marzo, fue también la aparición de un sujeto que no estaba en los planes y que tuvo mucha fuerza de resistencia y de capacidad de enfrentamiento. Te das cuenta que ahí hay capacidad de enfrentamiento, no tanto en las organizaciones. Es gente que se enfrenta a la policía en la cancha en los barrios que tienen una potencia mayor y se notó muchísimo. 

¿Es un quiebre en la democracia?

Sí, creo que hay un riesgo grande. Creo que ellos quisieran hacerlo, de hecho, están tratando de hacerlo con esto de la calle, es un ejemplo claro. 

Es posible que las elecciones de este año le vaya bien, pero cuando eso empieza a variar, no tengo dudas de que ellos pueden intentar una ruptura del orden constitucional como intentaron en Brasil la ultraderecha y no lograron. Pero yo creo que hay un elemento nuevo que es muy potente y es la aparición de un gobierno de ultraderecha también en Estados Unidos, el gobierno de Trump. Creo que eso puede ser un factor que anima tendencias autoritarias de parte de la ultraderecha. 

No creo que la ultraderecha tenga convicción democrática. Por lo tanto, sí pueden hacerlo lo van a hacer y esa es mi hipótesis.

Por supuesto que están los resortes democráticos de las sociedades, pero también hay factores como Estados Unidos que no es menor si está a favor o en contra de un golpe de Estado. En Bolivia sí lo apoyó cuando estaba Evo Morales. En Perú también lo apoyaron. En Brasil no. Hoy, yo creo que un golpe de estado en Argentina dado por Milei, Estados Unidos lo apoyaría muy probablemente. Entonces creo que es un aval también para ellos. Creo que tenemos que pensar en esa posibilidad y ante un desafío como este, que es lo que podríamos hacer y no reaccionar de manera, inmediata o escandalizados o sorprendidos.

¿Cómo viste las movilizaciones del 24 de marzo?

Hay dos cosas para destacar. Una es que, en muchos lugares, por ejemplo, Buenos Aires y Tucumán, se logró hacer una sola marcha que no me parece menor. Hacía 18-19 años que no se hacía y es un elemento de madurez en cierto modo. Lo otro que me pareció muy impactante fue la cantidad de gente que hubo. Más gente que el año pasado. Nosotros hicimos un cálculo y debe haber habido cerca de medio millón de personas acá en la Ciudad de Buenos Aires y en todo el país más de un millón de personas. 

Me parece que contribuye también a desarmar el miedo. Se puede salir y cuando somos muchos no hay represión. Yo diría, como déficit o espinita que me quedó clavada, es que eso fue un lunes y el miércoles 26 hubo una nueva marcha de jubilados que tuvo muy poca gente, después de lo que había pasado. Entonces creo que queda como desafío para esas grandes movilizaciones democráticas que tienen que ver con la memoria, cómo se ponen a disposición y pueden ser un insumo, una conciencia y una reserva democrática para los conflictos actuales. Eso me parece que es un gran desafío.

¿Cuáles son los desafíos que se vienen para la militancia?

A diferencia de otros momentos yo creo que hay una necesidad de recrear el pensamiento político emancipador y para eso una de las cosas fundamentales es romper con la idea de que la construcción de una estrategia política transformadora la tienen los partidos de vanguardia y los dirigentes. Eso para mí no va más. El poder y la estrategia tienen que estar en la gente, en la sociedad, en las organizaciones libres del pueblo, en los movimientos sociales. El motor es este. Tenemos que construir la capacidad social de crear comunidad, imaginación política múltiple en todo el país y en todos los ámbitos. Yo creo que, si hoy ganáramos el gobierno, no sabríamos qué hacer. Las formas fáciles como estatizar o el control obrero de la producción son todas consignas. Necesitamos un poder social, gente que conozca realmente cómo funciona, con imaginación, que genere ideas y fuerzas concretas.

También hay que reconstruir la capacidad utópica, el deseo de cambiar las cosas en serio. No podemos ser tan positivistas, tan conservadores. Lo que falta no es cambiar una coma o un cargo. No, lo que tiene que cambiar es enserio.

Yo creo que el desafío es ese: construir un sujeto colectivo popular, múltiple y fuerte, priorizando siempre lo estratégico y no lo táctico. A su vez, para mí hay que recuperar una radicalidad y una rebeldía mayor. 

Después el proceso va a ser muy interesante si lo logramos hacer, muy lindo y sino lo otro va a ser un garrón, seguir como estamos, defendiendo lo indefendible, teniendo los candidatos que tenemos. No solo es ineficaz, sino que es aburrido, triste.

“Pedimos justicia por nosotros y por nuestros muertos”

“Pedimos justicia por nosotros y por nuestros muertos”

En un nuevo aniversario de la masacre del taller textil clandestino de la calle Luis Viale, sobrevivientes y familiares de las víctimas siguen reclamando “una justicia verdadera, no a medias”. Los dueños del taller continúan impunes.

El 30 de marzo de 2006, en un taller textil ubicado en la calle Luis Viale 1269, del barrio porteño de Caballito, un incendio causó la muerte de seis personas: Juana Vilca (25, embarazada); Wilfredo Quispe (15); Elías Carbajal (10); Rodrigo Carbajal (4); Luis Quispe (4), y Harry Rodríguez (3). Todas ellas, reducidas a trabajo esclavo y servidumbre por sus empleadores, sobreexplotadas y en condiciones ambientales inhumanas

Hasta hoy, sus familiares y los sobrevivientes reclaman justicia por las víctimas, que trabajaban y malvivían allí. Eran 65 personas en total, en un espacio que no contaba con ninguna medida de seguridad ante posibles accidentes, tampoco ventilaciones adecuadas, ni mucho menos una adecuada infraestructura para albergarlos.

A 19 años del hecho, realizaron un homenaje y reafirmaron el pedido de justicia en las puertas del ex taller textil clandestino, cuyos propietarios eran Daniel Alberto Fischberg y Jaime Geiler, quienes por entonces contrataban mano de obra calificada, la mayoría de nacionalidad boliviana, principalmente de pueblos indígenas como quechuas y aimaras que casi no hablaban el español, y que aceptaban pensando que los esperaba un trabajo digno y que les daría un mejor bienestar.

“Los dueños daban las instrucciones de coordinación de su taller textil a sus dos capataces, Luis Sillerico y Juan Manuel Correa, y estos reclutaban a personas migrantes muy necesitadas haciéndolas trabajar jornadas laborales muy intensas, sin beneficios laborales y reducidas al trabajo esclavo, mientras los empresarios hacían la vista gorda de todo lo que sucedía en el taller”, recuerda Lourdes Hidalgo, trabajadora y sobreviviente de la tragedia, en diálogo con ANCCOM.

“Todos sabían lo que sucedía en el taller –prosigue–, tanto funcionarios del Gobierno de la Ciudad como policías. Unos y otros venían, se llevaban ropa en cantidad, los policías cargaban los patrulleros con prendas, nos pedían de sus talles, y ellos veían como trabajábamos, como el lugar no contaba con la debida seguridad”.

“Había muchos cables colgados, comíamos sobre nuestra máquina de coser y muchas veces nos dormíamos sentados porque trabajábamos entre 16 y 18 horitas diarias. No había habitaciones, sólo separaciones que hacíamos con plásticos y cartones. Casi no veíamos la luz del sol, vivíamos manchados de azul por el color de las prendas de jean, y lo peor que para bañarnos contábamos con un solo baño con una ducha muy precaria, que había que hacer una fila de dos horas por la madrugada. Estábamos en condiciones extremas de servidumbre por esos empresarios que se abusaban de nuestra necesidad, pagándonos cada tres meses, todos corruptos y sinvergüenzas. Por eso pedimos justicia por nosotros y por nuestros muertos”, afirma Hidalgo.

En ese año, 2019, en una asamblea abierta familiares y sobrevivientes, se formó la Comisión por la memoria y justicia de los obreros textiles de Luis Viale, para sostener el pedido de justicia y presentar un proyecto de ley a la Legislatura de la Ciudad y al Congreso de la Nación para que el predio sea declarado un lugar de conmemoración a las víctimas, que no serían tales si las autoridades hubieran cumplido las tareas de inspección correspondientes. Hasta el momento no han tenido respuestas. Para completar el círculo de impunidad, en 2022 el poder judicial restituyó el edificio a sus dueños, quienes hoy lo tienen en venta.

Integrante de la Comisión y de la organización Simbiosis Cultural, de la colectividad boliviana, Juan Manuel Charcas reflexiona: “Lo que el incendio de Luis Viale y los talleres clandestinos tienen en común es que surgen a partir de la necesidad de prosperar. Muchos compatriotas bolivianos venían a la Argentina para lograr ‘el sueño boliviano de los 90’: casas, dos autos, la morenada –baile folclórico emblema de la pujante élite aimara–, porque si quieres bailar en la morenada tienes que tener platita, el anhelo de ser tu propio jefe o de alguien más”.

“Así –continúa–, aceptaban la explotación inicial, para luego terminar por explotar al mismo compatriota, o dejando que los exploten otros patrones del mismo rubro, pero ya siendo empleado y no teniendo la paga en tiempo y forma cambia tu manera de pensar y terminas siendo explotado, reducido sin querer al trabajo de servidumbre. La única forma de cambiar esto es verte desde afuera, sabiendo que estás adentro”.

Sobrevivientes, familiares y miembros de la Comisión exigen una justicia verdadera, no a medias, ya que consideran que los dueños también deberían ser condenados por su responsabilidad como empresarios y además propietarios del inmueble.

“Fuego y muertes alumbran el trabajo textil de Luis Viale –subraya Lourdes Hidalgo–. La sociedad tiene que conocer este hecho y tomar conciencia de cómo surge la ropa barata que llevan puestas, y que detrás de esa ropa están las tristezas, carencias, sueños frustrados y la explotación de muchos trabajadores textiles, inclusive niños, que son víctimas de la trata de personas y el trabajo esclavo. Queremos ver presos y no que anden sueltos por ahí los dueños del taller, Daniel Alberto Fischberg y Jaime Geiler. Ni olvido ni perdón”.

«De mi mamá no se sabe nada»

«De mi mamá no se sabe nada»

Cuatro nuevos testimonios relataron las desapariciones y la violencia física y psicológica en la audiencia del 1° de abril en la megacausa Mansión Seré II y RIBA IV. Memoria de un agujero negro.

Cuatro declaraciones se dieron en la sala para casos complejos del Tribunal Federal Oral 5° de San Martín (TOF 5) este martes 1° de abril dando continuidad a las audiencias de la megacausa Mansión Seré IV y RIBA II por los centros clandestinos de detención que funcionaron en la Zona Oeste del conurbano bonaerense durante la última dictadura cívico militar.

En relación a la desaparición de Jorge “Misio” Leonardo Fraga, quien había sido visto en los centros Comisaria 1° de Moreno, VIII Brigada Aérea de Moreno y Campo de Mayo, declaró su hijo, Martín Hernán Fraga. También su madre, Silvia Mónica Paolucci, fue secuestrada y permanece desaparecida desde esa misma noche, del 24 al 25 de junio de 1978, en la ciudad de Las Heras, provincia de Buenos Aires. Martín pudo reconstruir algunos hechos y su historia a partir de datos e informaciones que le dieron vecinos y familiares.

Paolucci y Fraga, matrimonio militante en la columna oeste de Montoneros, “vivían en la clandestinidad y eran perseguidos”. Habían decidido resguardarse en dicha localidad bonaerense en la casa de la abuela materna de Martín “porque ya no tenían donde refugiarse, les venían pisando los talones, aunque sabían también que no era un lugar seguro”. Sobre la noche del secuestro, Martín relata: “Ingresó un grupo de cuatro hombres armados. Por vecinos que vieron el operativo supe que afuera había más personas escondidas a lo largo de toda la cuadra. A mi papá lo interceptaron entrando por la parte de atrás de la casa, en su camioneta celeste. A él nunca lo ingresaron a la casa, entraron solo los hombres a buscar a mi madre. Cuando mi madre escuchó los golpes y culatazos anticipó que la venían a buscar. A mi abuela le dijo: ‘Cuidá bien al nene que yo no voy a volver’. La encerraron en una habitación y, en otra, a mí y a mi abuela. Por relatos de mi abuela a gente conocida, a mi mamá la habían tenido una hora interrogándola y golpeándola. Se la llevaron y creo que la dejaron despedirse de mi abuela y de mi. De mi mamá, a partir el momento de su secuestro, no se sabe nada más: a dónde la llevaron, si estuvo en un centro, si llegó o no viva a algún lado. Lamentablemente hasta ahora no hay ningún registro. De mi padre sí, por eso está su caso en este juicio”.

La abuela materna, Elva Amelia Echelini, fue la única persona que presenció el secuestro de sus padres. Murió cuando su nieto tenía entre 10 y 11 años, sin llegar a dar testimonio. “Yo creo que su enfermedad fue producto del temor y la tristeza profunda. Sin embargo, desde que tengo memoria, yo preguntaba por mis padres y ella me decía ‘vas a ver que un día tu mamá va a volver y va a tocar el timbre’. Y creo que murió con esa esperanza de volver a verla”. Luego del secuestro, Martín cuenta que su abuela quedó con mucho temor, principalmente por él: “La tuvieron que convencer para dejarme ir al jardín de infantes”.

“Mi abuela me había contado datos sueltos de cosas que sucedían en la época, pero nunca detalles sobre mis padres. Cuando ella falleció, yo quedo viviendo con tíos abuelos y por medio de ellos me entero parte de la verdad, alrededor de los 13 años. Entonces, en mi adolescencia, cuando supe concretamente la verdad, la desaparición, me encontré con otros problemas. Eran dos desconocidos para mí. Tuve un periodo de enojo con mis familiares a cargo, pensaba que el ocultamiento era su culpa. Luego entendí que los culpables no eran ellos”.

Martín Fraga desconocía todo sobre su familia paterna, oriunda de Misiones: “Mis padres se habían encargado de mantener separadas las familias por seguridad. Los pude localizar a los 17 años y reconstruir información sobre él. Habría existido un llamado de mi papá a mi abuela en el que le avisaba que había tenido un hijo varón, pero mi abuela desconocía cuando nací, cómo me llamaba o quién era mi mamá”, expresó. Sólo con el paso de los años pudo conocer algo sobre la militancia de su padre: “Hablé con compañeros y sobrevivientes y me dieron información que me sirvió para saber qué pasó con él. Por parte del Equipo de Antropología Forense conozco la hipótesis de que los restos de mi padre hayan estado en los vuelos de la muerte organizados desde Campo de Mayo, centro en el que fue visto por “Salta” -Faustino Altamirano-. Sin embargo, al día de hoy no sé qué pasó con mi madre. Ningún sobreviviente la vio en ningún centro clandestino ni se la ha logrado identificar. Además, sigo en la búsqueda de dos hermanos o hermanas apropiados. Uno de ellos es hijo de mi padre con Susana Flora Grynberg, secuestrada con un embarazo muy avanzado en 1976. Y hace poco, 7 u 8 años, una persona muy cercana a la familia me afirmó que al momento de su secuestro mi madre es muy probable que también estuviera embarazada de no más de 3 meses. La búsqueda va llenando ese agujero negro, pero el bache en parte aún continua”. Sobre esta sensación, y en diálogo con ANCCOM, Martín dijo: “Yo lo vivía como un agujero negro porque era la nada misma, no sabía nada de nada. Solo sabía el nombre de mis papás y que eran desaparecidos. Tuve que ir llenando ese agujero con información que fui recopilando durante toda mi vida, desde la adolescencia hasta el día de hoy”.

Sobre el valor de sostener estos juicios en el contexto actual, Fraga sostuvo: “Es grave que desde el Estado nacional se baje un discurso negacionista y de defensa abierta a los genocidas”, y subrayó que desde el gobierno se intenta reivindicar el terrorismo de Estado: “Ese discurso que intentan instalar en la sociedad, no está teniendo mucho éxito. Si apuntan a que un videíto subido por un propagandista va a instalar esa visión en la sociedad, están muy equivocados. Siempre hubo negacionistas, justificadores del genocidio. Sucede que al ser un discurso que baja desde el Estado, algunos se envalentonan y salen a hacerlo público”. Destacó la importancia tanto de los juicios como del registro de los testimonios a los que les atribuye un valor histórico. Y concluyó: “Hace muchos años que estaba esperando que la justicia llegue para mis padres de alguna manera”.

Al ser consultado por ANCCOM acerca de la vulneración de los derechos de las infancias durante las desapariciones forzadas, Sebastián Taiarol, abogado querellante de la Asociación Civil “Moreno por la Memoria” que representa a 28 víctimas del genocidio -vecinas y vecinos de esa localidad-, sostuvo: “El desmantelamiento de la CONADI implica un retroceso a la etapa más oscura de nuestro país y un velado ataque a los cimientos del sistema democrático”. La Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), ente articulado con Abuelas de Plaza de Mayo y organizaciones afines, fue desguazado por el actual gobierno. “Su labor se centra en la búsqueda y recuperación de niños y jóvenes que fueron secuestrados y privados de su identidad. Quiere decir que la recuperación de la democracia lleva implícita la labor que desarrolla la CONADI”, reflexionó y apuntó: “Su desmantelamiento acarrea graves consecuencias, como la interrupción de las investigaciones y búsquedas existentes de niños y jóvenes desaparecidos y la pérdida del apoyo y recursos para familias y personas que aún buscan recuperar su identidad”.

Vivir para contarlo

En la misma jornada, declararon José Jesús García Carvallo y su esposa, Silvia Susana Bruna, sobrevivientes de la Comisaría 1° de Moreno y Comisaría 5° de Paso del Rey. En la madrugada del 19 o 20 de mayo de 1977, se encontraban en su domicilio del barrio Madreselva, cuando comenzaron a sentir ruidos, golpes y culatazos en la puerta. Cuando Carvallo abrió la puerta unas personas entraron, lo ataron y encapucharon. “Me tiraron en un vehículo. Viajé con pies encima mientras me pegaban e insultaban y decían que yo era el enemigo primero de toda la sociedad. Luego llegamos a un lugar donde me dejaron en un cuartito pequeño, que con todo el tiempo que pase allí pude reconocer que era la Comisaría 1° de Moreno”. Susana Bruna en su declaración relató lo que sucedió en el allanamiento cuando ya se habían llevado a su esposo: “Revisaron toda la casa, papeles y cuadernos. Me dijeron que los tenía que acompañar. Deliberaron entre ellos mientras el nene aún dormía. Me preguntaron por el familiar que estuviera más cerca. Alcé al nene y me llevaron a lo de mi suegra, lo dejé y de ahí me llevaron a la Comisaría 5° de Paso del Rey”. En anteriores audiencias la escena de Susana Bruna dejando a su hijo en casa de su suegra fue relatada por María Teresa García, hermana de García Carvallo.

José Carvallo brindó detalles sobre las sesiones de tortura que padeció y que se repetían identicas cada día. “Todos pegaban y preguntaban cosas, pero no me daban tiempo a responder. Con el tiempo me di cuenta que querían pegarme, no querían realmente respuestas de mi parte”. Recordó que para llevarlo al primer interrogatorio lo subieron entre dos personas a otro lugar: “vas a entrar al infierno”, le dijeron. Luego, como no logró levantarse debido a los golpes, lo arrojaron por las escaleras.

“Durante los interrogatorios me mostraban diapositivas y fotos, me imputaron por la ayuda que realizamos con la parroquia y el grupo dirigido por el padre “Pepe” -José Piguillem- en el barrio. Era trabajo pastoral y social, dábamos catequesis, ayudábamos a las personas a abrir calles, construimos una sala de primeros auxilios, pero para ellos eso era terrorismo. Se suponía que ellos eran católicos y me estaban pegando por ayudar a la gente. Con la violencia en realidad querían castigarnos por nuestra visión y darnos un mensaje claro, que debíamos vivir aislados, sin pensar en los demás. De lo que hice por el barrio nunca me voy a arrepentir: no lograron su objetivo. No encuentro respuesta racional a lo que hicieron, pero sí nos metieron mucho miedo”.

“El primer tiempo no sabía dónde estaba”. Relató que con el pasar de los días descubrió que estaba rodeado de otros calabozos y más personas. Reconoció a Raúl Morello, compañero del barrio que “estaba en la celda de al lado, gritando porque lo habían quemado de arriba a abajo. Estuvimos 63 o 64 días secuestrados y entendimos varias cosas: que estábamos en la Comisaría de Moreno, principalmente por la llegada de presos comunes, que los guardias que nos cuidaban eran policías y los militares no venían siempre. Notábamos su llegada porque los guardias decían ‘vienen los verdes’ y desaparecían. Cuando venían teníamos que estar con la capucha puesta y nos pegaban por si acaso.”

“Un día hablando con Raúl de celda a celda, pensamos que podíamos rezar el rosario. Así nos dimos cuenta que en todas las celdas había gente porque comenzaron a rezar con nosotros. Cada tanto algunos se iban, no sabíamos si era porque los liberaban o porque los mataban”. Si bien no puede dar detalles de quiénes lo secuestraron, luego supo que “eran los de la Base Aérea de Moreno. Si ellos no venían a vernos, podíamos hablar. Un día que estábamos cantando, uno de los guardias se puso a llorar, no entendía que gente castigada estuviera cantando”.

Durante uno de los interrogatorios descubrió que su esposa estaba también en la sala de arriba: “Me dio la mano y pidió rezar un padre nuestro antes de que nos interroguen. Ahí me enteré que la habían llevado a Paso del Rey, luego del allanamiento de nuestra casa. ‘Ahora vas a ver al perejil porque los vamos a matar a los dos’, le habían dicho. Eso fue lo que me rompió, de lo más difícil, porque no contaba con que la habían llevado”.

Sobre su secuestro, Susana declaró que “cuando llegué -a la Comisaría 5° de Paso del Rey- sabía que estaba en una comisaría pero no la ubicaba del todo. Cuando estaba ahí oía sonidos de escuela, voces de niños, recreo, campanas. Después de unos días me llevaron con mi esposo”.

Quedaron detenidos ambos en la Comisaría 1° de Moreno en la misma celda. “Un día nos mandaron bañar, nos pareció raro y el 21 de julio de 1977 nos mandaron a Devoto. Como forma de despedida de la Comisaria de Moreno, un día, me sacaron de los pelos de la celda y me pusieron de rodillas. Me colocaron un arma en la boca. A la cárcel de Devoto llegué pesando 43 kilos y siempre pesé alrededor de 72. Pedíamos por favor que nos dieran de comer”, relata Carvallo. “Finalmente, el 24 de diciembre nos largaron”, y cuenta que antes de liberarlos recibieron el mensaje de que si volvían a ser vistos por la zona de Moreno o con alguien de allí “los liquidamos donde los encontramos”.

Carvallo sintió por muchos años que el Estado lo perseguía. “Cualquier cosa generaba ese sentimiento: una autoridad, una multa o cuando venía el cartero. Sentía que estaban detrás de mí. No pudimos volver a Moreno, perdimos nuestra casa y los amigos porque teníamos miedo de comprometerlos. Era un delirio todo, nos hicieron creer que debíamos sentir vergüenza y culpa de ayudar a los demás. No lo lograron”. Sobre este mismo temor, Susana sumó durante su declaración: “Sentí mucho miedo. Vivimos un tiempo en Ituzaingo con mi hermano, yo los veía pasar frente al negocio, vigilarnos -en referencia a las camionetas militares-”. También relata la violencia que sufrió su hijo mayor durante el cautiverio de sus padres. “En Devoto a mi me traían al nene para las visitas, que eran con locutorio. Jugábamos con la manito con un vidrio por medio. Lo veíamos y nos partía el alma.” Aunque la violencia en el vínculo madre-hijo fue peor en su cautiverio en la Comisaría 1° de Moreno: “En esas visitas me llevaban a lo de mi suegra para verlo a él. Mi hijo me llevaba a ver donde tenía sus cositas, su ropa. Luego me volvían a llevar”. Respecto a las secuelas ocasionadas en su hijo Carvallo anteriormente contó que “en algún momento de grande le preguntaron a mi hijo qué sintió frente a la separación de sus padres, durante esos 6 o 7 meses. Respondió que sus padres eran otros, eso pudo decir este chico, que hoy es esquizofrénico. Siempre me pregunto en qué medida tiene que ver esta barbaridad con que sufra esta enfermedad”.

Al finalizarla jornada, Taiarol analizó que “a 49 años del Golpe de Estado, en Moreno no existían precedentes de juzgamiento de los responsables de la represión ejercida por el Estado durante la dictadura como parte del circuito represivo de la zona oeste. Somos conscientes que estamos abriendo un camino, se trata de una deuda pendiente con nuestros vecinos, con la memoria de los compañeros que lucharon por un mundo mejor y con las futuras generaciones que aspiran a vivir en una comunidad que permanentemente busca la verdad”. Y enfatizó que la importancia de asistir y transmitir las audiencias “garantiza la visibilidad y la transparencia del proceso, y brinda apoyo a las víctimas y sus familiares en su doloroso proceso de búsqueda de justicia”.

Un documental sobre la violación de los derechos humanos en Malvinas

Un documental sobre la violación de los derechos humanos en Malvinas

Se estrena «Las voces del silencio», de Gabriela Naso, que aborda la lucha de los exconscriptos para que los estaqueamientos y otros abusos que padecieron durante la guerra sean considerados delitos de lesa humanidad.

«El documental es mi aporte a la construcción de la memoria colectiva, a que podamos pensar Malvinas desde una perspectiva de derechos humanos, que ayude a contrastar el discurso de la ‘gesta heroica’”. Con una mirada crítica, Gabriela Naso, licenciada en periodismo por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y magíster por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, dirige Las voces del silencio, un documental producido por Pulpofilms que se estrena el 1 de abril en el Cine Gaumont (Rivadavia 1635) y el 3 de abril en el Teatro Argentino (Avenida 51, entre 9 y 10, La Plata). La película reconstruye la lucha de un grupo de excombatientes de Malvinas que, tras denunciar los abusos, maltratos y amenazas sufridos a manos de sus superiores durante la guerra, enfrentan las trabas del sistema judicial argentino que impiden el juzgamiento de los responsables. Además, aborda las dificultades que aún hoy atraviesan los exsoldados para romper con el discurso de la “gesta heroica” y demostrar que los hechos denunciados constituyen crímenes de lesa humanidad, los cuales no prescriben.

“Hoy vemos cómo el Gobierno nacional resignifica el relato de Malvinas con otros fines. Un ejemplo claro: el 2 de abril se estrena un documental sobre Pedro Edgardo Giachino. Fue el primer caído en combate, pero también un represor de la ESMA. Sin embargo, lo presentan solo como un héroe, sin mencionar su rol en el terrorismo de Estado. Lo mismo ocurre con Astiz y otros militares. Están usando la figura de estos represores para, de alguna forma, lavar la cara de los perpetradores», advierte Naso.

A casi 43 años de los hechos y 18 del inicio del proceso judicial, el documental rescata las experiencias de David Zambrino, Ernesto Alonso, Gerardo Roschge, Hugo Robert, Miguel Anderfuhrn y Silvio Katz, no solo relatando sus vivencias de abuso y sufrimiento, sino también poniendo en evidencia cómo la versión oficial de la guerra sigue siendo un relato difícil de cuestionar, incluso después de más de 40 años.

¿Qué se oculta detrás del discurso hegemónico de la gesta militar? ¿A qué obedece su aceptación por parte de la sociedad? ¿Por qué sigue vigente? Son algunas de las preguntas que le surgieron a la directora al investigar los maltratos y la violencia padecida por los soldados conscriptos a manos de oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas argentinas durante el conflicto bélico de 1982.

Naso explica que la construcción del relato épico de la guerra comenzó mucho antes de su final. “Investigué mucho los documentos y los archivos desclasificados de las Fuerzas Armadas, ya antes del final del conflicto estaban organizando cómo contar la historia, qué hacer con los caídos, con los excombatientes, con los familiares”, señala. Parte de ese plan fue la imposición del silencio: al regresar, muchos soldados fueron trasladados a Campo de Mayo, sin contacto con sus familias. “Se les daban cartillas con recomendaciones y entre ellas figuraba que solo podían hablar de Malvinas en términos de actos heroicos. Ahí empieza a construirse este relato épico de la guerra”, agrega la directora.

El silencio no solo vino impuesto por las Fuerzas Armadas, sino también por la propia naturalización de la violencia dentro del servicio militar. “Uno puede preguntarse, ¿por qué esta causa no avanzó? ¿Por qué cuesta que avance? Y por un lado, está esa imposición del silencio, pero también hubo una gran naturalización de la violencia en el servicio militar obligatorio”, señala. El estaqueo, el mercil en agua helada, la picana con teléfono de campaña: prácticas que eran vistas como disciplina, pero que fueron torturas. “Tienen que ver con la formación de las Fuerzas Armadas, son las mismas que se usaron en los centros clandestinos de detención en el continente. Hay una continuidad entre esas prácticas que se repiten en las islas, porque son las mismas fuerzas, adaptadas a la materialidad del lugar. Entonces, también hay una dificultad para reconocer como tortura lo que es tortura”.

En el proceso de realización del documental, Naso ya había establecido una relación de confianza con varios de los excombatientes. «Ya los conocía previamente, conocía sus historias. Con esa primera capa superficial del relato de la guerra ya superada, pude ir más allá y profundizar en sus historias”, recuerda la directora.

 “Son las mismas Fuerzas Armadas que actuaban en los centros clandestinos de detención en el continente, hay una continuidad entre esas prácticas y lo que repiten en las islas”, dice Naso.

El documental también busca diversificar las voces del relato, incorporando figuras clave como el actual juez federal Alejo Ramos Padilla, quien, en su rol como abogado del CECIM La Plata, representó a los soldados conscriptos torturados durante la guerra. Asimismo, incluye al juez federal Federico Calvete, quien en 2019 citó a 24 militares a prestar declaración indagatoria por torturas a conscriptos durante la Guerra de Malvinas, y cuya participación en la investigación también fue documentada.

Sin embargo, Naso no pudo conseguir la participación de defensores oficiales ni de autoridades de las Fuerzas Armadas, a quienes también intentó entrevistar para reflejar todas las perspectivas posibles. «Quería darles espacio también para que ellos puedan contar su perspectiva de los hechos, y no accedieron», concluye la directora.

“Traer luz sobre estos crímenes implica comprender la doble faz del Estado terrorista, una legal y otra clandestina, analizar la sistematicidad del ataque, correr el discurso de la ‘gesta heroica’ y deconstruir el estereotipo patriarcal del héroe. En otras palabras, se trata de recuperar la historia desde el presente para enriquecer la memoria colectiva y así apuntalar nuestra identidad y proyecciones futuras. La memoria es la vida y, como construcción social y política, está ligada a la edificación de la sociedad que queremos”, reflexiona Naso.

«Una vez más, cabe recordar la validez de aquella sentencia que dice que los pueblos que no tienen memoria están condenados a recaer una y otra vez en las peores desgracias. Quise rescatar esta historia como un aporte a la construcción de la memoria colectiva y como una modesta reparación para las víctimas”, concluye la directora de Las Voces del Silencio.

Crímenes de guerra

El 28 de marzo, la Sala I de la Cámara Federal de Casación Penal, con el voto unánime de los jueces Alejandro Slokar, Carlos Mahiques y Diego Barroetaveña, hizo lugar a un recurso extraordinario en la causa por torturas a soldados conscriptos en Malvinas. El fallo reconoce estos abusos como crímenes de lesa humanidad.

La decisión revoca un fallo previo y establece que los estaqueamientos, enterramientos y golpizas sufridas por los soldados pueden encuadrarse como crímenes de guerra o de lesa humanidad, lo que implica su imprescriptibilidad. Desde el CECIM La Plata exigieron a la Corte Suprema que confirme esta resolución y garantice justicia para las víctimas. La causa, iniciada en 2007, ya cuenta con más de 200 testimonios y más de 100 militares imputados, pero aún enfrenta trabas judiciales. En 2023, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) aceptó tratar la denuncia internacional contra el Estado argentino por su falta de acción en estos casos. Ahora, la Corte Suprema deberá resolver 11 recursos extraordinarios y definir si confirma el carácter imprescriptible de estos delitos, una decisión clave en la búsqueda de verdad y justicia

Un colimba con memoria

Un colimba con memoria

En una nueva audiencia de la megacausa Mansión Seré IV y RIBA II un ex conscripto de la 8° Brigada Aérea del Palomar identificó al acusado Ernesto Rafael Lynch como jefe del grupo de tareas que allí funcionaba y brindó detalles sobre cómo se organizaba. La Fiscalía pedirá investigar judicialmente los maltratos que recibió durante el servicio militar.

“Iban muy bien armados, con armamento militar, ametralladoras y municiones y también armamento personal. Salían a operar con mucha frecuencia, casi todas las noches, vestidos de fajina en las camionetas azules de la Fuerza Aérea o en los Ford Falcon de color verde y con perros de ataque”, relata Sergio José Zamprogno exconscripto de la 8° Brigada Aérea del Palomar, único testigo de la audiencia de este martes 25 de marzo por la megacausa Mansión Seré IV y RIBA II que continúa aún en la etapa testimonial y probatoria.

Zamprogno realizó el servicio militar entre los años 1978 y 1979 y durante su declaración detalló algunos de los tormentos que debió afrontar según las intenciones arbitrarias de sus superiores. También refirió a los abusos que sufrió por uno de ellos, hecho sobre el que la Fiscalía comenzará una investigación. “El trato de quienes integraban el grupo de tareas para con el resto de los soldados de la policía militar era variado. Recuerdo que uno de ellos, al que apodamos “El Potro”, justamente por el trato que tenía hacia nosotros, nos hacía levantar a las 5 de la mañana para hacer rodillo o cuerpo a tierra en el rocío de la mañana en pleno invierno para luego, así como estabas con el cuerpo mojado y sucio, vestirnos con el uniforme y comenzar a hacer nuestras tareas de guardia. O nos hacían tomar la sopa haciendo salto rana”, contó el exsoldado.

“Mi función dentro de la policía militar era entregar al jefe que estuviera esa semana las listas de guardia, con los nombres de los ausentes, presentes y enfermos. Y trabajos de limpieza y orden. Luego teníamos momentos de instrucción militar, sobre armamento, porque íbamos a cumplir servicio de guardia, actividades físicas para estar en estado, y también nos informaban sobre los grupos terroristas. Si bien uno con el paso del tiempo se fue dando cuenta qué es en verdad el terrorismo, en ese momento se asociaba la palabra terrosimo a la guerrilla. Sobre ellos se nos enseñaba que causaban daños en contra de la propia sociedad civil, que generaban muertes y torturas. Se nos ponía en conocimiento de cómo operaban y se organizaban en el país, por ejemplo, cómo hacían para camuflar armamento y municiones en una vivienda. Luego, de nuestro grupo de la policía, reclutaron soldados y formaron el grupo de tareas”. Así relató cómo fue que algunos de sus compañeros de servicio militar fueron apartados del grupo de la policía militar para formar parte del Grupo de Tareas N°12 que funcionó con centro de operación en la 8° Brigada Aérea del Palomar: “Ya no nos vimos más con ellos”. Este grupo también estaba conformado por varios suboficiales y superiores, todos bajo la jefatura del exteniente Ernesto Rafael Lynch que el testigo describe, por aquel entonces, “morochón, de pelo oscuro y bigote grueso, por eso le decíamos ‘El Negro’”.
“A veces me tocaba ir a su oficina a retirar o llevar documentos, correspondencia o listas de las guardias –relató-. Incluso lo vi presente en alguna de nuestras formaciones. Entiendo que cumplía funciones operatorias sobre la policía militar y el grupo paramilitar”.

La guardia interna de la brigada abría la puerta a quienes venían del exterior. El testigo relata lo visto durante sus guardias: “Algunas veces volvían de madrugada, y otras directamente no volvían. A veces traían consigo autos civiles que se guardaban en un galpón”. Recuerda que en una de las rondas que realizaba dentro del predio de la 8° Brigada vio en el galpón enorme ubicado en el sector de transporte de la brigada “un Fiat 600 perforado, ametrallado por proyectiles. El grupo tenía mucho movimiento y actividad por fuera de nuestra brigada. Era difícil saber su vida y actividad, haber visto el auto fue una casualidad. El grupo de tareas fue separado de la PM desde el inicio. Ellos tenían una dependencia propia, funcionaban y tenían vida propia. Con nosotros prácticamente no tenían contacto, solo veíamos que salían de noche.”

En diálogo con ANCCOM, la abogada Clarisa Góngora, de la Asociación Civil “Moreno por la Memoria” se refirió a los juicios de Lesa Humanidad en desarrollo bajo este contexto de desmantelamiento de las políticas de derechos humanos: “La constante provocación de un gobierno nacional que se caracteriza por su negacionismo, que exacerba discursos de odio e intenta volver a colocar en agenda la Teoría de los Dos Demonios y de ‘memoria completa’, hace que se vuelva aún más importante la difusión de juicios de lesa humanidad como el de Mansión Seré y RIBA. Mientras un sector busca negar la historia reciente, el terrorismo de Estado y las responsabilidades militares y civiles, económicas y eclesiasticas, nosotros, por nuestro lado debemos aumentar la difusión, para que la sociedad conozca que estos juicios aún se llevan a cabo y por qué son tan importantes para resguardar la Memoria, la Verdad y la Justicia”.

“Si bien Zamprogno no es un sobreviviente de un centro clandestino de detención, si es un sobreviviente de el servicio militar durante el terrorismo de Estado», dijo Gómez.

Junto a su compañero de patrocinio letrado, Sergio Gómez, se refirieron a la importancia de la declaración de Zamprogno en relación a la causa. Gómez mencionó que “Zamprogno hizo el servicio militar obligatorio en el momento y lugar en que se denuncian los hechos aberrantes de lesa humanidad de esta causa”. Góngora sumó que: “Si bien no es un sobreviviente de un centro clandestino de detención, si es un sobreviviente de el servicio militar durante el terrorismo de Estado. El testigo detalló situaciones vividas por él y por el resto de soldados en general, dando cuenta del maltrato y los delitos que se cometían contra los conscriptos. Y en estos momentos de amplios discursos negacionistas, donde son varios los que, aún sin proponerlo formalmente, comienzan a instaurar y mencionar la vuelta del servicio militar obligatorio, el testimonio evidencia que Nunca Más es también para esto”.

Sobre los detalles que brindó el testigo, Gómez señaló que “dio descripciones de las maniobras que presenció, de las personas y en particular a uno de los imputado de esta causa a quien ha podido ver de manera directa, ya que no tenía una venda en los ojos, y eso es una diferencia significativa en relación a testigos que aportan otro tipo de información desde otra vivencia. Cada declaración nos da retazos de esa realidad concreta. Nosotros vamos, como un rompecabezas, construyendo a partir del conjunto de testimonios la historia de lo que ocurrió en la última dictadura militar, y puntualmente en los excentros clandestinos que la causa engloba”. En el mismo sentido, Góngora subrayó que “aportó datos concretos, sobrenombres y apodos de oficiales. Habló detalladamente del funcionamiento de la brigada y de los grupos de tarea que allí operaban”. 

Por cuestiones burocráticas de acreditación de identidad, se postergó la otra declaración prevista para la fecha. El testimonio de quien fuera en aquel periodo director del Hospital de Moreno y que, con 84 años, iba a hacer su primera declaración como sobreviviente. Desde su lugar de residencia en Estados Unidos, comenzará el trámite para renovar el Documento Nacional de Identidad para poder prestar declaración.

La próxima audiencia quedó programada para el 1 de abril a las 9. Se desarrollará de manera presencial en el Tribunal Federal Oral N°5 de San Martín, ubicado en Pueyrredón 3734.

La caminata de Rodolfo

La caminata de Rodolfo

Vecinos y organizaciones sociales de San Vicente realizaron la XV caminata a la última casa del periodista desaparecido Rodolfo Walsh, en la que escribió la Carta Abierta a la Junta Militar. Quieren que sea declarada sitio de memoria y la Cámara Baja bonaerense aprobó su expropiación. Faltan los senadores.

El pasado martes 25 de marzo se realizó en la ciudad de San Vicente la 15º caminata hasta la que fue la última casa del militante, periodista y escritor Rodolfo Walsh antes de su desaparición. Vecinos de la localidad y agrupaciones sociales y políticas se hicieron presentes en este acto con un reclamo como bandera: la recuperación de esa vivienda que fue usurpada hace algunas décadas. El proyecto para su expropiación tiene media sanción en la Legislatura provincial. 

La vieja estación de San Vicente fue testigo en la tarde del martes, una vez más y por decimoquinta ocasión, de una significativa jornada en memoria de Walsh. Las verdes columnas cubiertas de fotos del periodista y escritor, los micrófonos envueltos en pañuelos blancos y con imágenes del fotoreportero -herido por la Gendarmería- Pablo Grillo colgando de sus soportes, y un largo telón rosado que exponía los nombres de aquellos sanvicentinos desaparecidos por la dictadura conformaron la escena. En ese marco, hubo una previa con cantos y poemas de artistas locales que entonaron letras propias y de Walsh antes de caminar hasta la que fue su última casa.  

Este Festival por la Memoria se llevó a cabo en el Predio Ferial Vieja Estación de San Vicente, y fue organizado por la dirección de Derechos Humanos del municipio y la Mesa de Trabajo por la Casa de Rodolfo Walsh, y contó con la presencia, entre otros, de Nicolás Mantegazza, intendente de San Vicente, y de numerosas organizaciones sociales.

 “Continúa la lucha para que Rodolfo Walsh siga vivo en la memoria de nuestros vecinos y que su casa se convierta en un espacio de memoria”, comentó Mantegazza.

Por la calle Rodolfo Walsh, bautizada así hace pocos años, a siete cuadras de la vieja estación, por un camino de piedras, se encuentra el que fue el último hogar del escritor. Allí fue donde con su puño y letra, y alumbrado por un farol de kerosene, Walsh escribió su emblemática Carta Abierta a la Junta Militar, que hoy es documento de incalculable valor para la historia de nuestro país, y símbolo de coraje y lucha contra la última dictadura cívico-militar. 

La denuncia detallada y descarnada incluyó la visionaria mención a los intereses económicos que estaban detrás de los armados golpistas. Se dice que el escritor pensaba firmarla en anónimo, pero finalmente plasmó su nombre completo y número de documento, y la distribuyó entre conocidos el 24 de marzo de 1977, un día antes de su secuestro.

 Un gran grupo de vecinos orgullosos de sus raíces y agrupaciones sociales y políticas recorrió el camino, escoltado por tambores y encabezado por un pañuelo blanco que rezaba «nunca más».  

El 25 de marzo de 1977, en un violento tiroteo, Rodolfo Walsh fue emboscado por un grupo de tareas en la esquina de San Juan y Entre Ríos, y llevado a la Escuela de Mecánica de la Armada. Su cuerpo jamás apareció, y desde entonces se lo recuerda por su incansable labor como escritor, periodista y militante de la agrupación Montoneros.

Luego de que allanaran su residencia en el Tigre, Walsh se recluyó en esta ciudad junto con quién fue última pareja, Lilia Ferreyra, en un lugar que debía estar alejado de la estación de trenes y de miradas indeseadas. “Él buscaba un lugar tranquilo y, sobre todo, con agua”, contó a ANCCOM María Elena Donadío, una docente sanvicentina y miembro fundadora de la caminata, haciendo referencia a la costumbre que tenía el escritor de disfrutar de tardes de pesca. La tranquilidad de un cómodo y verde espacio junto a la Laguna de San Vicente, fue el sitio idóneo para Walsh.

En aquella casa vivió seis meses, escapando de un gobierno que lo perseguía. Encontró en la ciudad un perfecto lugar de exilio interior. La adquirió bajo una falsa identidad, Norberto Freyre y llevaba el boleto de compraventa del terreno con esa firma en su maletín el día que fue emboscado. Y no fue sino hasta hace tan solo quince años que se pudo conocer su existencia. Desde entonces, una incansable agrupación de derechos humanos, liderada por docentes sanvicentinos, no ha parado de insistir para que se reconozca aquel lugar como un sitio de memoria, reflexión y homenaje. “Nosotros tomamos el compromiso de reconstruir la historia y la memoria, porque el pasado estaba”, dijo María Elena. “Nos formamos, construimos varios espacios, trabajamos con el pueblo y distintas organizaciones para que se visibilice que en San Vicente vivió Rodolfo Walsh”.

Falta el Senado

Tres veces se presentó en la Legislatura bonaerense un proyecto de expropiación para recuperar el lote y declararlo «Bien de Interés Histórico Cultural de la Provincia de Buenos Aires», siempre con la consigna de que la casa se pueda convertir en un lugar de memoria y homenaje a la figura del escritor. “Hubo dos proyectos anteriores en la Legislatura provincial, pero perdieron estado parlamentario. Este último sería el tercero, presentado por el Frente de Izquierda, y por primera vez conseguimos la media sanción”, contó a ANCCOM Mariana Meza, Directora de Derechos Humanos del Municipio de San Vicente y actual organizadora del evento.

Ante el fracaso de los dos primeros proyectos, la diputada Laura Cano (PTS-FITU), insistió el pasado octubre y consiguió la media sanción. “Falta que el Senado le dé la otra media sanción”, comentó Cano. “Estamos comunicándonos con algunos legisladores, sobre todo de Unión por la Patria, para que presionen. Si quisieran, lo sacan el 3 de abril”, agregó. Cano comentó que “en el aniversario de la desaparición y asesinato de Rodolfo Walsh, y en medio de este contexto nacional con una fuerte impronta negacionista, avanzar en la expropiación sería un logro muy importante”.

Para Donadío “no es una expropiación, es una recuperación, y los que viven ahí son usurpadores». La misma noche de la desaparición de Walsh, un grupo comando de La Plata ubicó la casa por el boleto que él llevaba en su maletín y la balearon. Ese grupo de tareas saqueó todo, se llevaron todas sus pertenencias e incluso algunas obras inéditas. Luego, la vivienda fue usurpada.

“El subcomisario Sala se apropió del lugar después de participar en el secuestro de Rodolfo y hoy su familia vive en la casa», contó Donadío. Se refiere a Rubén Oscar Sala, quien fuera subcomisario del destacamento de Alejandro Korn, sospechoso de participar en el secuestro de Walsh, tomó posesión del lugar. Años después de lo sucedido, ya en democracia, Patricia Walsh, hija del escritor, se acercó y se encontró con María Sala, hermana del policía, que le aseguró que no la iban a poder sacar del lugar.

“Al día de hoy siguen ahí los parientes”, comentó Mariana Meza. “Tuvimos un pequeño acercamiento hace dos años con un par de visitas, pudimos hablar con una de las hermanas de él y ella nos contó otra historia de lo que pasó”. Lo que ellos dijeron a las autoridades municipales es que encontraron de casualidad el lugar, una pequeña casa deshabitada y, por la humilde situación en la que vivían en ese entonces, decidieron habitarla con su madre.

“Ella sabe de esta historia, pero está enojada con la comunidad porque piensan que ellos son asesinos y genocidas, pero son vecinos que pertenecen incluso a la comunidad católica local”, contó Meza. Sin embargo, igualmente desconocen que sea la casa que habitó Walsh, por lo que decidieron no seguir entablando conversaciones con las autoridades del municipio.

Si bien se consiguió hace algunos años que se considerase la casa como patrimonio cultural de San Vicente, el reclamo sigue pendiente, y cada año que pasa se hace más fuerte. “Desde el municipio se ha hecho todo lo que se podía hacer, pero sin el respaldo jurídico no vamos a poder seguir avanzando”, declaró el intendente Mantegazza. “Ver una plaza llena de familias y de jóvenes, nos llena de esperanzas en este contexto en el que en el país se quieren instalar discursos de negacionismo y la vieja historia de los dos demonios”.

La caminata del 25 de marzo se ha convertido para los sanvicentinos en una jornada de reunión y de memoria, y la han transformado en un espacio de reclamo artístico, acompañado de tambores, poetas, cantantes y artistas que le ponen color. «Rodolfo Walsh presente, ahora y siempre», fue el grito que coronó la jornada frente a la casa, un terreno ubicado en lo profundo de San Vicente y cubierto por un alto arbusto y frondosos árboles, como ocultando su interior de las miradas de quienes marchan todos los años hasta ella.  

«Esta es la caminata número quince. Empezamos ocho personas. Y desde ese momento, no lo pensamos, pero fueron apareciendo las Madres, apareciendo los hijos, y seguimos con la esperanza de que la casa de Rodolfo Walsh sea de la ciudad de San Vicente», cerró Donadío.