Cuatro años sin Facundo

Cuatro años sin Facundo

Este 30 de abril se cumple un nuevo aniversario de la muerte del adolescente Facundo Astudillo Castro. Despareció cuando violó el aislamiento por el covid-19 y la Policía Bonaerense es la principal sospechosa. El Poder Judicial avanzó poco y nada.

La madre de Facundo Astudillo, Cristina Castro, el día en que hallaron el cuerpo de su hijo.

Facundo Astudillo Castro era un joven de 22 años originario de Pedro Luro, en el sur de la Provincia de Buenos Aires, que el 30 de abril de 2020 desapareció después de salir de su casa por la Ruta Nacional 3 hacia Bahía Blanca. En el trayecto, mientras hacía dedo, fue detenido en un control policial en Mayor Buratovich por supuestamente infringir las restricciones de circulación impuestas por el gobierno nacional debido a la pandemia de covid-19. Le dijeron que volviera a su casa, pero él desobedeció, el objetivo del viaje era volver a ver a su novia. Horas después, tres personas lo vieron mientras la policía lo hacía subir a un patrullero. Nada se supo de él durante 105 días hasta que el 15 de agosto apareció su cuerpo esqueletizado e incompleto en un cangrejal de Villarino Viejo.

El último contacto que su madre, Cristina Castro, tuvo con él fue una conversación telefónica ese 30 al mediodía. “Mamá, no te das una idea de dónde estoy. No creo que me vuelvas a ver más”, fueron las últimas palabras del joven, que amaba el rap, la batucada y había salido sin permiso porque quería regresar a la casa de su novia para recomponer la relación. Cristina cree que fue un pedido de ayuda y se cuestiona no haberlo sabido interpretar así en el momento.

Los primeros intentos de hacer la denuncia por su desaparición fueron en vano. Los policías de las localidades del municipio de Villarino querían convencerla de que Facundo estaba “de joda con la novia”. Era cierto que cuando estaba con Daiana se desconectaba de la familia, pero nunca de sus amigos. Y fue ella la que avisó a todos que nunca llegó a Bahía Blanca.

La Fiscalía provincial nunca apartó a la Policía Bonaerense de la investigación y lo buscó como a una persona perdida. El 26 de junio Cristina y sus abogados, Luciano Peretto y Leandro Aparicio, tomaron contacto con tres testigos, vecinos de Villarino, que cerca de las 15.30 apenas pasado el pueblo de Mayor Buratovich vieron a un nene (así lo creyeron por la contextura pequeña de Facundo) que era abordado por dos policías y segundos después le abrían la puerta trasera de una camioneta policial. Cristina ya sospechaba de la Bonaerense porque en los días de rastrillajes vio al mismo uniformado que solía hostigar a su hijo y sus amigos cuando participaban de los talleres del Semillero Cultural, la agrupación en la que militaba. Pero con estos testimonios estuvo segura.

Al comenzar julio presentaron la denuncia ante la justicia federal por desaparición forzada de persona. A criterio de la querella de la familia y de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), los funcionarios asignados a la causa, la jueza María Gabriela Marrón y el fiscal Santiago Ulpiano Martínez, buscaron proteger a los policías Alberto González, Jana Curuhinca, Siomara Flores y Mario Sosa. De hecho, la magistrada fue apartada de la causa por la Cámara de Casación por su “falta de imparcialidad” y por haber “negado y dilatado pruebas esenciales de la investigación”. Aún así, aparecieron objetos pertenecientes a Facundo e incluso un cabello con el ADN mitocondrial de su madre en la comisaría de Origone y en un patrullero de la UPPL de Bahía Blanca.

Mientras tanto, la familia, sus abogados y los testigos fueron amenazados y hostigados. Cristina fue recibida por Alberto Fernández y tras ese encuentro fue apartada la Policía Federal de la causa. También se encontró con el Procurador Eduardo Casal, ante quien denunció al fiscal Ulpiano Martínez. Casal designó a los fiscales Andrés Heim, de la Procuraduría contra la Violencia Institucional, y a Horacio Azzolín, de Ciberdelitos. Fue la etapa más próspera de la investigación, aunque a cuatro años de los hechos aún no hay imputados. Sin embargo, la causa está activa y procesando información. “Con el objetivo de avanzar con las imputaciones estamos solicitando instrumentos especiales para analizar el enorme volumen de los datos obtenidos”, dijo la abogada Margarita Jarque, de la CPM, al referirse a los cruces de llamadas de unos 80 teléfonos de policías y su geolocalización.

Mechi Hollmann, docente de Facundo Castro en el taller literario del Semillero Cultural, diálogo con ANCCOM sobre el cuarto aniversario: “Es revivir un montón de cosas, angustiarse, saber que tanto que hicimos, que se movió, que se trató de luchar, se visibilizó y que haya quedado en la nada”. Asimismo, recordó a Facundo cuando estaba en la biblioteca de su casa: “Es imposible olvidarse de su sonrisa. Ya lo recordás con eso”. El Semillero había sido una iniciativa de la agrupación La Cámpora, y quienes asistían eran discriminados por algunos sectores del pueblo de Luro. La policía, por su parte, no cesaba de molestarlos. Hollman recordó que “en una oportunidad arruinaron una huerta que habían hecho al pasarle por arriba con un patrullero”. Lo que seguía era ponerlos contra la pared con las manos en alto y llevarlos detenidos.

En tanto, el abogado Aparicio recordó que “la fiscalía solo quería avanzar sobre la hipótesis de un presunto suicidio, no brindaba motivos a las querellas por qué esa era la única hipótesis del caso mientras teníamos a cuatro policías que habían detenido a Facundo. Tuvimos que trabajar para que cambie, pedir que fuera apartado al fiscal de la investigación para que podamos avanzar en descubrir la verdad».

Desde el juzgado de Marrón también tenían una única idea, un presunto accidente como causa de la muerte de Facundo. En su presunción, el joven se habría ahogado en el cangrejal, donde la profundidad nunca supera los pocos metros, según los testimonios de los pescadores que frecuentan el lugar y que el 15 de agosto de 2020 encontraron un esqueleto incompleto junto a una de las zapatillas que usaba Facundo el día que desapareció. En la investigación está comprobado que el 8 de mayo un patrullero de Bahía Blanca estuvo a pocos metros del lugar del hallazgo. El 12 de abril en otro sector del cangrejal apareció la mochila del joven con ropa que había sido cortada y quemada, sus celulares y algunas otras pertenencias. Su Documento Nacional de Identidad, al que la policía Curruhinca le sacó una foto con el mismo celular con el cual tomó la última imagen de Facundo de espaldas frente al patrullero que manejaba Sosa, nunca apareció.

 

Un viaje a las catacumbas del horror

Un viaje a las catacumbas del horror

Se inauguró en la AMIA la muestra “Evidencias”, una excepcional serie de fotografías de los Centros Clandestinos de Detención tomadas hace cuarenta años por Enrique Shore para documentar el informe de la Conadep acerca de las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura cívico militar.

Un 20 de septiembre de 1984 el entonces presidente Raúl Alfonsín recibía el informe de la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas, la cual documentó la existencia y evidencia de 8961 personas desaparecidas y de 340 centros clandestinos de detención. El informe, además de testimonios y diversas pruebas, cuenta con un enorme y preciso registro fotográfico de los centros clandestinos de detención tomado por Enrique Shore.

A poco de que se cumplan 40 años de ese hito histórico, Shore presenta en el Espacio de Arte, Muestras y Acciones de la AMIA algunas de las fotografías que tomó para este importantísimo trabajo que realizó para la historia Argentina y que luego serían incorporadas en los expedientes para los juicios de lesa humanidad. Así, Evidencias. Fotografías de Enrique Shore es una muestra que busca no sólo exhibir este material fotográfico clave, sino contribuir en el necesario trabajo de mantener viva la memoria de lo ocurrido durante la última dictadura cívico-militar.

La foto de presentación del evento es de las que Shore considera que fueron más impactantes a título personal. En ella se ve cómo un detenido sobreviviente del Pozo de Quilmes muestra al alumbrar con un encendedor la inscripción que había dejado en la pared que decía “Dios mío, ayúdame”. “La foto del cartel es una foto muy sentida para mí. Muestra un momento tremendo, quizá el más importante que me tocó vivir, donde un exdesaparecido descubre la inscripción que había hecho en su celda, apenas raspando la pared con una piedrita. Y ese ´Dios mío ayúdame´ representa una situación de desamparo que se repitió en muchos lados”, afirmó.

La exhibición cuenta con 176 fotografías, divididas en cuatro partes. Por un lado, 83 de ellas corresponden al trabajo realizado con la CONADEP, las cuales son un registro de primera mano de lo que fueron los centros clandestinos de detención, acompañadas por testimonios de los sobrevivientes de esos centros del terror. Otra parte tiene que ver con una selección de imágenes de las movilizaciones populares encabezadas por las Madres de Plaza de Mayo contra la aprobación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.

También hay exhibidas una serie de fotos inéditas tomadas por Shore en el búnker en el que se encontraba reunida la CONADEP en la previa a la presentación del informe. “No era parte de mi trabajo, que ya había terminado. Quería entrar porque me parecía importante documentar ese momento. Nunca pensé en publicarlas. En estas fotos incluí algunas también de gente que trabajó muchísimo para que este trabajo sea posible y nunca tuvieron un reconocimiento”, expresó Shore en sus agradecimientos.

Por último, la muestra también cuenta con fotos de sus trabajos más recientes sobre el registro de la naturaleza, particularmente de pájaros cantores, los cuales representan “un símbolo universal de paz y libertad”, motivo que le da lugar y sentido en esta exhibición.

El pasado jueves 25 de abril fue la inauguración de la muestra, a la que asistieron alrededor de 200 personas, muchas visiblemente emocionadas al observar las imágenes exhibidas. Una de ellas fue Zulema Chester, hija de Jacobo Chester, quien fue detenido desaparecido, y actualmente coordina el Área de Derechos Humanos del Espacio Memoria “El Chalet”. Paloma, otra de las asistentes, celebró la muestra y destacó la importancia de que este horror vivido durante la última dictadura se dé a conocer, sobre todo para las generaciones más jóvenes. “Es más importante para ustedes esta muestra. Tienen que conocer esto para que no se repita nunca más”, expresó.

Párrafo aparte merece el reconocimiento que le hace Shore a Franca Jarach, quien era su novia cuando fue secuestrada el 25 de junio de 1976, a sus 18 años. Además de exhibir una foto, Shore le dedicó la muestra a ella y se mostró emocionado al recordarla. Al respecto Dora, prima de Franca, destacó la importancia de la muestra y contó que continúa teniendo vínculo con él, tanto ella como el resto de su familia. “Son testimonios muy duros, ver a mi prima allí es muy fuerte para mí”.

Esta presentación cobra un especial sentido no sólo por la proximidad a cumplirse 40 años desde la presentación del informe de la CONADEP, sino que en el contexto actual cobra una significación especial en tiempos en que la memoria de lo ocurrido entre 1976 y 1983 y las luchas de los organismos de Derechos Humanos son cuestionadas y puestas en duda por algunos sectores, especialmente el actual Gobierno Nacional. La llegada al poder de un sector que habla de “contar las dos partes de la historia”, en referencia a los movimientos guerrilleros, como si fuera comparable su accionar con el del Estado, o que expresa lo ocurrido como “una guerra”, o simplemente negando el número de 30.000 desaparecidos, es de suma gravedad y por eso son fundamentales eventos como este para mantener viva la memoria.

En diálogo con ANCCOM, Graciela Fernández Meijide, activista por los derechos humanos e integrante de la CONADEP, expresó: “Es importante que se siga recordando esto, lo que ocurrió en la AMIA, lo que ocurrió en el pasado, para detectar rápidamente cuando aparecen los violentos”.

Evidencias. Fotografías de Enrique Shore” puede visitarse en la AMIA, ubicada en Pasteur 633 de lunes a jueves desde las 10 hasta las 19 y los viernes desde las 10 hasta las 14. La entrada es libre y gratuita, y quienes deseen ir deben llevar su DNI para poder ingresar. Es una muestra que no sólo ayuda a mantener viva la memoria brindando un archivo fotográfico de lo ocurrido durante la última dictadura, sino que a su vez grafica y expone una problemática a través del arte fotográfico.

 “Y para terminar quiero dar mi mensaje de esperanza. Pero también de la necesidad de tener memoria. No nos olvidemos. Recordar nuestra historia es la única manera de que este horror no se repita nunca más”, expresó Shore a modo de cierre de su discurso.

Charla y proyección en el Conti

El sábado 27 a las 16 Enrique Shore presentará buena parte de su trabajo fotográfico en el Centro Cultural Conti, y luego participará de una charla junto con la archivista y profesora de Historia Cecilia García Novarini, el abogado y periodista Pablo Llonto, la actriz y ex trabajadora de la Conadep María Eugenia Lanfranco y el fotógrafo Ezequiel Torres. El corpus del trabajo de Shore consta de unas 2.000 fotografías, parte del trabajo de la Conadep, que se preserva en el Archivo Nacional de la Memoria.

 

Centro Cultural Haroldo Conti

Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex ESMA)

Av. Del Libertador 8151, Ciudad de Buenos Aires

Entrada gratuita

Sus nietos también los condenan

Sus nietos también los condenan

Dentro del colectivo Historias Desobedientes, que agrupa a familiares de genocidas, nació el subgrupo Nietes, que busca desde una perspectiva generacional y artística sumarse a la consigna de Memoria, Verdad y Justicia.

Historias desobedientes es una organización que reúne a familiares de militares genocidas que repudian su accionar durante la última dictadura militar y reivindican las consignas de Memoria, Verdad y Justicia. Se conformaron en 2017, impulsados por la lucha feminista y su consigna de romper silencios. Dentro de esta organización, ahora nace un subgrupo, Nietes Historias Desobedientes, cuyos integrantes se unen con una historia y una lucha en común. Para disgusto de los negacionistas, además, utilizan la “e” del lenguaje inclusivo para autodefinirse.

Juliana Vacas, tiene 28 años. Vive en Rosario y está estudiando abogacía. Ella siempre supo que sus abuelos habían sido militares. En la casa estaba la gorra, el uniforme y fotos, aunque tiempo después comprendió lo que eso implicaba: «Más de adulta, entendí que los abuelos fueron parte del Ejército argentino que llevó adelante la dictadura militar que desapareció, torturó y mató gente. Antes era: ´Bueno, es el trabajo de mis abuelos´. Después fue preguntarme qué implicaba el trabajo de mis abuelos». «La primera marcha que me sumé a la columna de Historias Desobedientes, hace cuatro años, fue fuertísima. Lloré toda la marcha. Me ayudó a decir: ´Estoy donde tengo que estar. Esos miedos, de que van a decir, se desvanecen. Cuando te colectivas es todo más fácil», explica. 

Nicolás Ruarte, tiene 34 años. Es artista visual y director de teatro. Es nieto de Luis Arias Duval, que fue integrante del batallón 601 y fue enjuiciado en la causa contraofensiva montonera: «Yo me enteré de todo esto post 2003, cuando él cae preso. Antes de eso no sabía nada de su accionar, ni de la dictadura en general, porque mi familia no hablaba nada de todo eso. Al menos no hasta ese momento». Nicolas tenía una relación muy cercana con su abuelo: «Era uno de mis héroes. Realmente fue un proceso muy largo. Fue muy difícil entender de qué se lo acusaba y pasar de defenderlo a condenar esos crímenes».

Nicolás reconoce que siempre fue un poco desobediente: «Creo que los desobedientes tenemos algo así como un gen desobediente que nos une. Fue mi curiosidad la que me llevó a investigar y a no quedarme con lo que mi familia me decía».

¿De dónde nace el grupo de Nietes?

Juliana: De una visión de la historia familiar. La mayoría de nietos y nietas, lo que tenemos es una continuación de la historia que fue guardada bajo siete llaves. A mí me toca militar con mi viejo, pero la mayoría de nietes no tiene a sus papás formando parte de alguna organización de militancia. Son los primeros en su familia que están politizados, los primeros en contar la historia desobediente. Les toca desempolvar esa historia. La lógica de la familia militar es no hablar de eso. Sí, mi abuelo era milico y ya. ¿Qué hizo? ¿Dónde trabajó? ¿Quiénes fueron sus víctimas o posibles víctimas? ¿Qué implicancias tuvo eso en la familia, en la sociedad? Todo eso les tocó a los nietes. Nosotros tuvimos la posibilidad de habitar una sociedad que ya había dado esa discusión a nivel institucional y social, por las madres y las abuelas. Entonces tenemos otras herramientas. Y eso es lo que nos ha permitido no continuar con la lógica del silencio.

Nicolas: Es distinta la relación que se tiene con un abuelo, que la que se tiene con un padre. Nosotros sentíamos la necesidad de charlar de ciertas cosas a nuestra manera. Además, muchos de los nietes también manejamos las redes de Historias Desobedientes, y coordinamos algunas cosas por fuera. Ya había algunas tareas en común y decidimos formar este grupo.

¿Cómo se están organizando?

Nico: Es un grupo de WhatsApp básicamente. Charlamos algunas problemáticas que nos son propias por ser nietos y no hijos de genocidas. Pero formamos parte de Historias Desobedientes, no somos un desprendimiento.

Juliana: Empezamos a recibir a varios nietes. Entonces pensamos que nosotros también podemos aportar desde nuestra mirada particular algo al colectivo. Ahora se agrandó porque sumamos un nieto chileno y dos nietas paraguayas. Creo que llegamos a ser diez. Hay un espectro de edades bastante variado en término generacional: entre 20 y 35 años. Trabajamos la mirada desde nuestra generación. Porque los hijos e hijas tuvieron relación directa con el pariente genocida. A nosotros nos llega como una historia más lavada. Incluso, en muchos casos tuvimos una buena relación con nuestros abuelos.

¿Qué pueden aportar?

Juliana: Tenemos muchos artistas en nietes. Diseñadores gráficos, actrices, actores. Queremos ver cómo aportar, para no caer todo el tiempo en contar nuestra historia personal. Eso, si bien es nuestro gran aporte como Historias Desobedientes, queremos ver qué otra cosa podemos construir. Una de las compañeras de Paraguay es fotógrafa. El compa de Chile es antropólogo. La mayoría somos estudiantes y no queremos caer en lo académico, escribir cosas larguísimas que nadie lee. Queremos ir por lo cultural. Además, porque la batalla planteada por el gobierno actual, es cultural. Creo que en eso nos han ganado en los últimos años. Si no, no hubiesen calado tan fuerte en la sociedad. Están apuntando a una batalla cultural fuerte. Y nosotros tenemos que hacer las nuestras también.

Nicolás: Con Nietes ayudamos en la parte comunicacional y en las redes sociales de Historias Desobedientes. Lleva mucho tiempo y mucho trabajo. Hay que ser muy cuidadoso con lo que uno dice y hace en redes sociales. También, hacemos propuestas artísticas, creativas o de acercamiento a la juventud. Yo siempre estoy con proyectos artísticos, comunicacionales y de obra y militancia artística. Creo que todo el arte es militante. Incluso el que no milita está militando por no militar nada. Es una trampa discursiva. Si no tenes nada que criticar o comunicar, lo que estás comunicando es que estas perfecto con la situación en la que estamos.

Para el último 24 de marzo, Nicolás realizó un filtro de instagram para poder hacer un siluetazo virtual desde Historias Desobedientes. Para quien no pudiera ir a la marcha y como una acción en paralelo a la calle. También, llevó a cabo otros proyectos artísticos en los últimos años, entre los cuales se encuentran: «Historietas desobedientes«, «Llamado a la desobediencia« y «Arismendi«

Llamado a la desobediencia.

La mayor búsqueda de Historias Desobedientes, es de otros desobedientes: «Que nos lean, nos escuchen, llegar a ellos, que pueden acercarse, contar su historia. Es muy importante para colaborar en la búsqueda de la verdad y la justicia. Llamamos a la desobediencia», afirma Juliana.

«Somos una organización de brazos abiertos con toda persona que se quiera acercar, que sea familiar de genocidas, que quiera saber más, que necesite acompañamiento, un espacio de militancia, de amigos incluso. Que sepan que no están solos», sostiene Nicolas. Cada aporte que pueda hacer un desobediente, aunque parezcan cosas perdidas o micro partes de la memoria nacional, sirve: «Cualquier miembro de historias desobedientes que se acerca y aporta su visión, nos ayuda a completar esta verdad».

Esa costumbre de pegar

Esa costumbre de pegar

Matías Darabos, abogado de la Asociación Contra la Violencia Institucional (ACVI) y de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR), fue golpeado y lastimado por parte de oficiales de la Policía de la Ciudad horas después de haber participado de la Marcha Federal Universitaria.

Durante la tarde del martes 23 de mayo tras la multitudinaria Marcha Federal Universitaria en la Ciudad de Buenos Aires, Matías Darabos acompañó a sus amigos a la parada de colectivo y atravesó la plaza San Martín hacia el barrio de San Telmo. Sin mediar palabra, fue golpeado por parte de los oficiales: Lara Coria, Angel Raul Cantero y el oficial Fabián Alberto Martinez. 

“Estaba subiendo las escaleras de la plaza corriendo, me sentía mal, porque habíamos comido hace unas horas y tenía ganas de vomitar, freno a respirar un poco y se me acercan tres policías muy jóvenes, muy soberbios, quiénes no quisieron identificarse” contó Darabos a ANCCOM.

Uno de los oficiales al grito de “¿qué estás haciendo acá borracho de mierda, te vas a poner a mear?” se acercó a Matías, quién le pidió que no le faltara el respeto y que se identificara. Los policías respondieron: “¿Qué sos? ¿Poronga? ¿Te venís a hacer piola? Seguro venís de la marcha”. Darabos replicó: “Yo le estoy hablando bien, no me falte el respeto. Yo soy abogado, usted no está identificado correctamente. Le pido su nombre y rango, porque no tiene el abrojo como tiene que tener en la pechera”.

Acto seguido, el jóven recibió un primer golpe en la nuca del lado derecho, lo que hizo que caiga al piso, donde continuaron pegándole sin parar. Después de un buen tiempo de golpes, en el contexto de estar en un espacio público en el que quiénes pasaban y querían involucrarse eran echados por los policías, lo levantaron del piso y automáticamente lo sentaron y esposaron en el banco de piedras de la plaza San Martín.

Los oficiales seguían sin identificarse, a los gritos y continuaron la golpiza. “No tengo un carajo que decirte, que seas abogado me lo paso por el quinto forro del orto… así que te gusta protestar…” Matías, indignado y enojado por la situación que estaba viviendo, les dijo: “Esto no va a quedar así, esto que están haciendo es una locura, van a tener que rendir cuentas. Van a hacerles un sumario. No les tengo miedo”.

Al rato, los policías jóvenes preguntaron nerviosos: “¿Qué hacemos con este, qué hacemos? ¿Llamamos al SAME?”. Matías esposado en el banco de la plaza pudo observar y escuchar sus nombres, y se dio cuenta que colocaban algo en su mochila, que estaba tirada al lado del árbol. “Entiendo que era droga” detalló.

Horas más tarde, llegó el móvil policial y lo trasladaron a la Comisaría 1ª donde lo detuvieron e imputaron por resistencia a la autoridad y tenencia de estupefacientes. Allí mismo estaban quienes lo habían golpeado, lo cual va en contra del protocolo de la Ciudad de Buenos Aires, que por tratarse de un caso de violencia institucional deberían haberlo llevado a otra dependencia.

Según contó a ANCCOM, lo llevaron al Ministerio Público de la Defensa, en donde le tomaron las huellas, le sacaron fotografías y pudo hacer la denuncia. Recién en ese momento pudo contactarse con un abogado de su misma asociación, Matías Busso.

De parte de la Defensoría recibió comentarios tales como “ hay cinco oficiales declarando lo mismo y dicen que las heridas en la cara te las hiciste porque estabas corriendo y te caíste por las escaleras, te pegaste la cara contra el piso”, según contó Darabos a esta Agencia. “Tengo entendido que no han sido separados preventivamente de sus respectivos cargos, como se suele hacer cuando se dan estos casos”, agregó.

Darabos recuperó su libertad el miércoles al mediodía. Espera la causa judicial no se duerma y que si alguien vio algo, se comunique con él. “Es una locura lo que ocurrió. La policía en los últimos días está bastante desatada,desde el cambio de gobierno”. A modo de conclusión manifestó: “Me pongo a pensar en que si esto me pasa a mí siendo abogado de derechos humanos ejerciendo mi profesión, defendiendo gente, no quiero pensar lo que le pasa a otras personas en situación de vulnerabilidad, sin conocer la manera de referirse a las fuerzas policiales. No me deja de sorprender y preocupar”.

“A mí ya me cagaron la vida, no puedo dejar que se lo hagan a mis hijas también”

“A mí ya me cagaron la vida, no puedo dejar que se lo hagan a mis hijas también”

Hace nueve meses Daniel Santucho recuperó su identidad y se convirtió en el nieto restituido 133. Además de reencontrase con su familia, en este tiempo, declaró en un juicio de lesa humanidad, visitó el Pozo de Banfield donde nació y su hija lo llevó a la escuela para hablar por el Día de la Memoria.

Daniel Santucho es el nieto restituido número 133 por las Abuelas de Plaza de Mayo. Hace nueve meses, tras un análisis de sangre, confirmó que es hijo de Cristina Navajas, desaparecida durante la última dictadura, y de Julio Santucho, quien se vio obligado al exilio. La búsqueda de la verdad iluminó su historia y hoy sabe que nació en el centro clandestino de detención, tortura y exterminio conocido como el Pozo de Banfield, cuyos responsables fueron condenados el pasado 26 de marzo después de un juicio que duró tres años y medios. Hoy tiene dos hijas y a través de su testimonio busca generar conciencia sobre el accionar criminal del gobierno militar para que eso no se repita. “Considero necesario enseñar a la sociedad y, sobre todo, a aquellas nuevas generaciones que desconocen lo que pasó para que sepan la verdad de la historia y que no se repita”, sostiene. 

¿Cómo surgió el interés para descubrir tu identidad?

 Necesitaba saber la verdad después de haber vivido muchos años en una mentira. Las sospechas empezaron cuando tenía 21 años, tras la muerte de quien yo creía era mi madre. Una hermana de crianza, 20 años mayor que yo, me dijo que ella pensaba que no era hijo de quienes, hasta ese momento, consideraba como mis padres y que no entendía porque nunca me lo habían dicho. Ella era adoptada, pero lo sabía, conocía a su mamá biológica.  

¿Tenías dudas antes de ese momento?

No, yo no tenía ninguna duda. Aunque, durante mi adolescencia había actitudes de mi apropiador cuando aparecían las Abuelas en los medios que me hacían ruido, había una partida de nacimiento que decía que ellos eran mis padres y yo creía eso. En ese momento había mucha impunidad, yo fui anotado como si hubiera nacido un 24 de marzo de 1977, a un año del golpe, fecha que con el paso del tiempo fue tomando otro significado para mí. Pero, incluso después de que hablé con mi hermana, viví muchos años con la duda porque cada vez que quería hablar con quien creía mi papá, y le transmitía mi inquietud él evitaba la situación o inventaba para salir del paso.

«A pesar del tiempo que nos arrebataron, hoy estamos todos juntos y eso es lo que importa», dice Daniel. En la foto, acompañado por su hermano, el Miguel Santucho.

¿Cuándo decidiste acercarte a Abuelas?

 Mi primer contacto con Abuelas fue en el año 2019. En ese momento me había separado y era un tiempo de cambios en mi vida, en el que sentía que me tenía que hacer cargo de mi historia. En ese encuentro me acerqué más que nada por impulso y presenté lo que sabía hasta ahí y las dudas que tenía. Me escucharon y me dijeron que busque toda la información posible y que necesitaba un acta de nacimiento. Como había pasado mucho tiempo yo ya no tenía una en mi poder así que me acerqué a realizar el trámite. Pero quedó en eso porque mientras esperaba los papeles, estalló la pandemia y quedó todo parado, yo no volví a ocuparme del tema.

Después de la cuarentena, mi apropiador enviudó por segunda vez y se acercó a pedirme ayuda, yo empecé a visitarlo más seguido y al tiempo me pidió que viviera con él, que había muchas personas que se aprovechaban y que le sacaban plata. Así que tomé la decisión de mudarme a su casa. Durante esta convivencia fueron saliendo a la luz cada vez más mentiras. Yo ya era una persona adulta, no era un chico y ya tenía incorporado en mi inconsciente que algo andaba mal. Cuando volvía de trabajar me enteraba que las personas de las que lo tenía que cuidar habían estado y que él las dejaba pasar, me empecé a dar cuenta de que me mentía y teníamos discusiones un día tras otro. También en ese momento había arrancado a hacer terapia y hablar de mis dudas. Eso me hizo dar cuenta de que nadie me iba a venir a decir la verdad, sino que la tenía que salir a buscar yo. Lo primero que hice fue enfrentarlo, ya no pedirle sino exigirle información. Cuanto más lo enfrentaba, cuanto más le exigía, más nervioso se ponía y evitaba el tema; lo que me daba la razón de que me estaba mintiendo. Eso siguió un tiempo así, hasta que un día me invento una historia de que él se había separado de quien yo creía mi mamá y ella me tuvo durante otra relación, que después volvió con un bebé y él se hizo cargo. Ahí me di cuenta de que me seguía mintiendo, que no tenía consistencia lo que me estaba diciendo, que si esa era la verdad porque no me la había dicho antes. La única certeza que conseguí de todo eso fue que él no era mi papá. A partir de ese momento retomé la búsqueda de mi identidad y me acerqué nuevamente a Abuelas con la decisión de descubrir la verdad.

¿Cómo fue el proceso de restitución de tu identidad?

Primero tuve que caer en la realidad de que me habían mentido durante toda mi vida y la peor sensación que tenía era que les estaba transmitiendo todo este problema a mis hijas, yo pensaba: “A mí ya me cagaron la vida, no puedo dejar que se lo hagan a ellas también”. Después tuve que recabar información, partida de nacimiento, bautismo de fe y además tenía un testimonio del hermano biológico de mi hermana de crianza que recordaba haber escuchado a dos policías diciéndole a mi apropiador, que era policía también, que le iban a conseguir un bebé. Con esa información me presenté a Abuelas y a los días me llegó la fecha para ir a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) y hacerme el estudio de ADN. Los resultados tardaron tres meses y durante todo ese tiempo estuve acompañado por mi familia, mi e esposa y mis hijas, que todo el tiempo me preguntaban si tenían una familia, si tenían tíos, abuelos. En ese caso debía tener mucho cuidado con lo que transmitía pese a que todo apuntaba a que podía ser un nieto de Abuelas, porque habían pasado muchos años. Si bien yo quería descubrir la verdad más que nada para que ellas tuvieran las respuestas que yo no tuve, tampoco quería generar falsas expectativas, ya que, si no se confirmaban los estudios, la desilusión podía ser muy grande. Todo cambió cuando llegaron los resultados del estudio que aseguraban que era hijo de Julio Santucho y de Cristina Navajas. Sentí que por fin había podido saber mi historia y que iba a tener una familia de la que nunca me tendría que haber separado. Recuerdo que cuando me fui a hacer el nuevo documento con mi verdadera identidad, tenía una felicidad inexplicable y me tuvieron que sacar varias fotos porque no paraba de sonreír. Después, con el acompañamiento de Abuelas, fui haciendo todos los demás trámites que necesitaba, tanto para mí como para mis hijas.

Mi hija me dijo que quería dar una charla en el colegio, que quería contarles a sus compañeros lo que me había pasado y explicarles por qué iba a cambiar su apellido. Yo pensaba cómo expresarme con los chicos de 8 años para no confundirlos, pero ella empezó a hablar: “Mi papa es el nieto 133 de las Abuelas de Plaza de Mayo, él tenía dudas sobre su identidad así que fue a pedir ayuda, lo mandaron a hacer el estudio de ADN, dio positivo y bueno ahora tenemos una familia”

Daniel Santucho

¿Cómo vivieron la restitución tus hijas?

Al principio fue muy movilizante. En marzo del 2023 me confirman que los resultados eran positivos. En ese momento, la más grande, tenía 13 años y estaba transitando el Mes de la Memoria en el colegio así que sabía de lo que yo le hablaba cuando me refería a Abuelas, a la dictadura y a lo que me estaba pasando. En ese sentido, me imagino lo fuerte que habrá sido para ella saber que todo eso que veía en el colegio no era algo que estaba solo en los libros, sino que era real, que era mi historia y la suya también, por eso el camino fue de a poco. Para mi es super emocionante ver el interés que ella tiene de saber y de involucrarse en el tema. En el caso de mi hija menor, que ahora tiene 9 años, fue un poco diferente porque al mes de que ya habíamos recuperado mi identidad, y que ya había hablado conmigo y con su mamá, me dijo que ella quería dar una charla en el colegio, que quería contarles a sus compañeros de lo que me había pasado y decirles quién era yo y quién era ella, porque iba a cambiar su apellido. A mí eso me sorprendió y al mismo tiempo me llenó de orgullo. Cuando llegó el momento de ir me acuerdo que yo pensaba sobre cómo expresarme para ser claro con los chicos de 8 años y no confundirlos, pero ella fue la que empezó a hablar y a contarles a sus compañeros: “Mi papa es el nieto 133 de las Abuelas de Plaza de mayo, él tenía dudas sobre su identidad así que fue a pedir ayuda, lo mandaron a hacer el estudio de ADN, dio positivo y bueno ahora tenemos una familia”. Con esa simpleza, ella se encargó de transmitir todo. Cuando terminó la directora preguntó si la habían entendido y todos respondieron que sí. Así que después preguntó: “¿Cómo se va a llamar Milagros ahora?” y todos gritaron: “Milagros Santucho” en ese momento se nos empezaron a caer las lágrimas y nos fundimos en un abrazo, fue algo que me llenó de orgullo. Hoy veo a mis hijas y, más allá del parecido físico, puedo ver a mi mamá y a mi abuela que de alguna manera viven en ellas. 

¿Qué fue lo que cambió después de saber tu historia?

Todo cambió, yo cambié y también la relación con mis hijas. Me pude parar desde otro lado en la vida, yo quería saber la verdad para reconstruir mi historia, pero más que nada para mis hijas, porque tarde o temprano a ellas la duda le iba a llegar e iban a empezar a hacerse preguntas. Como padre, saber que lo pude hacer yo me da seguridad y plenitud. También, más allá de todo lo que costó, poder llegar a la verdad antes del fallecimiento de mi apropiador me dio la tranquilidad de sentir de que no se fue impune, que todo lo que hizo no fue gratis y que yo había hecho las cosas a tiempo. El murió estando con prisión domiciliaria y sabiendo que yo había llegado a la verdad, que toda sus mentiras se habían caído.

¿Cómo fue el reencuentro con tu familia después de tantos años de búsqueda?

Yo no lo podía creer, cuando me dan la noticia y me muestran fotos diciéndome quiénes eran cada uno, yo no caía. El primer encuentro fue por videollamada y enseguida que los vi me reconocí en ellos. Después, cuando empezamos a relacionarnos me di cuenta de que tengo un poco de cada uno. Hoy siento que estoy en el lugar correcto y elijo pensar que, más allá de todo el dolor que me causaron mis apropiadores, me pude encontrar. Saber que mi papá, mis hermanos y mi abuela me buscaron durante toda su vida me reconforta y me ayuda mucho para disfrutar del ahora y no dejar que el pasado me afecte. A pesar del tiempo que nos arrebataron, hoy estamos todos juntos y eso es lo que importa.

¿Estuviste o participaste en algún juicio de Lesa Humanidad?

Si, al poco tiempo de recuperar mi identidad, los abogados de Abuelas y los fiscales me notificaron que había dos juicios en curso. Uno era el Juicio de las Brigadas, que por suerte mi aparición fue antes de que se cierre el límite para presentar pruebas y, por lo tanto, participe como víctima, ya que había nacido en cautiverio, y también como una prueba viviente de que habían existido robos de bebés. En ese caso no había necesidad de declarar, así que no brinde mi testimonio. El segundo fue el que se había iniciado contra mi apropiador, en el cual si fui a declarar ante el juez. En ese momento era todo muy reciente para mí y me dieron toda la facilidad para que cuando me sintiera seguro pudiera hablar. Pese a que él falleció, el juicio sigue en curso, porque son varias las personas implicadas.

Teniendo en cuenta que naciste en el Pozo de Banfield y que tu mamá estuvo ahí ¿Cómo viviste el juicio que condenó a sus represores?

Durante la lectura de la condena, que duró cinco horas, estuve abrazado a la foto de mi mamá y no me pare ni para ir al baño, en ese momento sentía que se estaba haciendo justicia, por ella y por los demás desaparecidos que habían estado ahí. 

¿Qué sensación te dejó la justicia?

El tema de la justicia es complicado, porque es lenta y, en este caso, tardó 48 años. Pero en buena hora que llegó, era necesario. Yo sé que por ahí lo mío es muy reciente, porque hace nueve meses que recuperé mi identidad y supe lo que le pasó a mi mamá, pero he visto varios familiares y otras personas que han cargado con el reclamo durante toda su vida y necesitaban que se hiciera justicia, que quienes habían cometido los crímenes reciban sus condenas. En este juicio hubo represores que hasta ese momento estaban en libertad y terminaron el juicio con cadenas perpetuas. Así que, en este caso, creo que la justicia tardó, pero funcionó y posibilitó que estas personas no hayan quedado impunes de todo lo que hicieron. 

¿Has ido al Pozo de Banfield?

El Pozo de Banfield lo conozco, fui en dos oportunidades, es un lugar frío y oscuro en todo sentido. La primera vez fue el 27 de septiembre del año pasado durante un homenaje que se le iba a realizar a cuatro maestras, entre las que estaba mi mamá. Yo pensaba que era solamente el acto, pero previo al acto hubo un recorrido por los calabozos y las celdas. Fue algo muy fuerte, pero lo hice porque creí que estaba preparado. La segunda vez que fui, fue el 10 de enero de este año, el día de mi cumpleaños y le pedí a mi hermano que me acompañe. A él le costó un poco más, pero fue conmigo. Yo necesitaba estar ahí porque en definitiva fue el último lugar en el que estuve con mi mamá y por suerte siento que conseguí lo que fui a buscar.

¿Cómo sigue tu vínculo con Abuelas después de todo esto?

Mi vínculo es más que nada con los demás nietos que han sido recuperados y somos de la misma generación. Desde el primer momento estuvieron conmigo y me hicieron sentir parte, como si siempre hubiera estado ahí. Con Abuelas no tengo una relación directa, pero estuve en el aniversario del año pasado y subí a hablar al escenario del teatro que estaba lleno, si bien mi participación no es directa, trato de estar presente desde el lugar que puedo.

 ¿Qué pensás del discurso negacionista que circula y es sostenido por el actual gobierno?

Históricamente, esos pensamientos negacionistas han estado presentes. Incluso, durante la reciente democracia. Lo que cambió es que, hasta ahora, siempre habían sido discursos minoritarios. Hoy, por un vacío que hubo en la sociedad, no solo con estos temas sino con muchos otros, se ha abierto la posibilidad de plantear ideas que atrasan como: “no fueron 30.000” o “fue una guerra”. Por este motivo considero necesario remarcar que puede haber distintos pensamientos y opiniones, pero hay un límite que no se debe cruzar. No se puede avalar la tortura, el secuestro, la detención clandestina, las violaciones, el robo de bebés y la desaparición de personas, eso está fuera de discusión. Por eso considero necesario enseñar a la sociedad y, sobre todo, a aquellas nuevas generaciones que desconocen lo que pasó para que sepan la verdad de la historia y no se repita. En definitiva, el número no importa, es el acto lo que es repudiable. No hay que correr el foco de lo importante: fue un genocidio. Para esto también es importante remarcar, que todo esto empieza en pequeñas cosas, y ya cuando se clausura a determinado artista o a alguien por pensar distinto hay que impedirlo porque así es como comenzaron todas estas aberraciones que ya vivimos y que aún seguimos sanando.

 

 

Detienen a una familia de refugiados y la liberan

Detienen a una familia de refugiados y la liberan

Violando la normativa internacional, las fuerzas federales allanaron el domicilio de los Villalba, acusados por el Estado paraguayo. Mientras se realizaba una conferencia de prensa para denunciar la situación, los dejaron en libertad.

Durante la madrugada del viernes 12 de abril, se llevaron a cabo múltiples allanamientos de forma simultánea en los hogares de los miembros de la familia Villalba. Estos operativos fueron ejecutados con un despliegue de las fuerzas federales en las residencias de José, Rosa y Myriam Villalba, ubicadas en diferentes áreas del Gran Buenos Aires. Todos los integrantes de la familia cuentan con el estatus de refugiados, otorgado por la CONARE (Comisión Nacional para los Refugiados), y poseen documentos de identidad argentinos. A pesar de esto, Myriam, Rosa y Tania Villalba fueron detenidas con fines de extradición a solicitud del Estado Paraguayo, según lo dispuesto por el juez federal Julián Ercolini.

La familia Villalba ha sido objetivo del Estado paraguayo. En 2019, a través de una unidad militar especializada conocida como las Fuerzas de Tareas Conjuntas (FTC), creada para enfrentar grupos armados insurgentes, llevó a cabo un asalto a un campamento del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). En dicho asalto, fueron capturadas, torturadas y ejecutadas las niñas María Carmen y Lilian Mariana Villalba, para luego ser disfrazadas como guerrilleras con el objetivo que el presidente paraguayo de ese momento, Mario Abdo Benítez, pudiera fotografiarse victorioso. Tras ese operativo, también desapareció Carmen Elizabeth «Lichita» Villalba, de quien no se sabe nada desde el 30 de noviembre de 2019. Entre las allanadas el viernes se encuentran Anita y Tania Villalba, ambas sobrevivientes de la cacería librada por el Estado Paraguayo. Anita, además, es melliza de “Lichita”.

Tanto Laura Villalba –presa en Paraguay, acusada de violación del deber de cuidado, educación y violencia familiar” y por “asociación terrorista, tentativa de homicidio y portación de armas de guerra”– como Myriam Villalba, son las mamás de las dos niñas asesinadas. Cuando se produjo el allanamiento, Myriam estaba al cuidado de sus nueve niños, cuyos derecho fueron vulnerados por los uniformados hasta que fueron puestos a resguardo en la ONG Pelota de Trapo. Tania también tiene una bebé de un año y medio. La Gremial de Abogados y Abogadas hizo las gestiones judiciales e internacionales a fin de hacer cesar la detención e intentar hacer valer el refugio de toda la familia Villalba en el proceso de extradición que Paraguay pretende.

Ayer, a las 18:00 horas, se llevó a cabo una conferencia de prensa virtual –de la que participaron unas 90 personas, entre ellas los activistas de derechos humanos Adolfo Pérez Esquivel y María Elena Naddeo– con el propósito de informar sobre la detención de Myriam, Rosa y Tania, y coordinar acciones para su liberación. Gustavo Franquet, perteneciente a la Gremial y abogado de la familia Villalba, denunció: “Si la persona que es requerida, es refugiada, como lo es la familia Villalba de Paraguay, y el pedido de extradición viene de dicho país, el Artículo 20 de la Ley 24767 dice que el Ministerio de Relaciones exteriores tiene que devolverlo sin más trámite. El pedido no tendría que haber llegado al juzgado, y ni hablar de la detención”. Cuando le preguntaron sobre cuáles son las acusaciones por las que Paraguay las requiere, el letrado dijo no conocerlas porque no había tenido acceso al expediente pero insistió en que “no importan porque son refugiadas”.

El Artículo 20 de la Ley 24767 de Cooperación Internacional en Materia Penal dice que si la persona requerida poseyera condición de refugiado, y el pedido de extradición proviniera del país que motivó el refugio, el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, procederá a devolver la requisitoria sin más trámite con explicación de los motivos que obstan a su diligenciamiento.

Si les revocan el estatus de refugiados, tampoco pueden ser extraditadas a Paraguay bajo ninguna circunstancia, ya que la Ley Argentina lo prohíbe terminantemente, en virtud del principio de «no devolución» que rige en el derecho internacional. Una vez que a una persona se le concede el estatus de refugiado en un país, es posible revocar ese estatus, pero no se puede retornar a esa persona al país del cual se ha refugiado. En ese caso, la intervención de la ONU sería necesaria para elegir un tercer país que pueda ofrecerles asilo.

Franquet aclaró que, apenas golpearon la puerta, Myriam pensó que intentaban robarle, debido a los «brutales golpes» en plena madrugada. «Rompieron las dos puertas, las rejas, destrozaron candados y entraron con armas en la mano, apuntando a los niños», agregó. A pocos minutos del inicio de la conferencia de prensa virtual, en la cual Franquet y Laura Taffetani de la Gremial estaban hablando desde un automóvil estacionado frente a la sede de Delitos Internacionales donde estaban las Villalba presas, ingresó al vehículo Eduardo Soares, también abogado de esa agrupación, con una sonrisa contó que no las había podido ver porque le informaron que el juzgado había dictado su liberación.

Alrededor de las 18 horas, Laura, Tania y Rosa Villalba fueron puestas en libertad. Sin embargo, la opinión preponderante de quienes integran la Campaña Internacional contra la persecución a la familia Villalba fue que este hecho “impune e ilegal que viola las leyes y el derecho internacional, representa un ataque del gobierno paraguayo, que posiblemente no sea el último”.

Mientras tanto, en Paraguay, los titulares del medio ABC Color, se refirieron a la familia Villalba como un “Clan del Ejército del Pueblo Paraguayo -EPP-”. Se lo consideró como un operativo “anti-terrorista”, al ensañarse con la familia Villalba, y definirla como un “brazo logístico del EPP”, el grupo insurgente armado paraguayo.