La esquina del Diego

La esquina del Diego

Se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Diego Armando Maradona y en Merlo se hizo, en su honor, un mural 3D que le da vida y color al barrio de Villa Amelia. Uno de sus autores, Santiago Nicolás, habla sobre el valor simbólico de la obra y qué implica ser muralista.

“Gracias por haber jugado al fútbol, porque es el deporte que me dio más alegrías, más libertades, como tocar el cielo con las manos. Gracias a la pelota”, respondía el Diego en su programa La Noche del 10, allá por 2005, cuando se preguntó a sí mismo qué se diría en el cementerio. Aquellos dichos, no fueron solo palabras. Siempre miraba el balón con una sonrisa pícara, como enamorado, y cada vez que la tenía enfrente, hacía lo que quería: caños, gambetas, jueguitos y, por si fuera poco, un gol con la mano.

El amor de Maradona se materializó en una esquina del conurbano bonaerense, específicamente entre las calles Chile y Primera Junta, del barrio de Villa Amelia, en el partido bonaerense de Merlo. Un vecino mandó a hacer un mural con la cara del Diez en la pared de su casa, a modo de homenaje, pero con la particularidad de que encima del techo se hizo una escultura gigante de su mejor amiga: la pelota.

Para lograr el objetivo, se hizo una obra colectiva en la que se contrató a un albañil para el armado de la esfera de hormigón y a un muralista llamado Santiago Nicolás, quien desplegó toda su capacidad artística para representar, de la manera más fiel posible, la alegría del jugador. Nicolás dialogó con ANCCOM sobre la repercusión mediática del mural, su relación con “El Diego” y el detrás de escena de su oficio.

¿Qué te sorprendió de la viralización del mural?

La llegada que tiene con las personas. Me enteré que, por ejemplo, un compañero fue a sacarse una foto con su tía que vino de Córdoba y se encontraron con un hombre tucumano que también había llegado de visita al barrio y fue a sacarse una foto. Me parece que está bueno cómo se conectan las personas, cómo les llega el sentimiento. No sé si tendrá que ver un poco con la explosión del Mundial, quizás también porque es tiempo de la conmemoración del fallecimiento del Diego. No sé bien, pero me parece muy lindo la emotividad de la gente y que se sientan representadas y conectadas con el Diego.

¿Es la primera vez que te toca vivir una situación así?

No, ya había hecho otros murales que se habían viralizado, pero quizás este fue un poco más. Por ejemplo, hice una nota para Telefé y eso no me había pasado. Sí había hablado antes, pero no con medios de tanto alcance. También me parece que la cuestión es la distinción que tiene este: la pelota. Eso es lo que hace que se exponga o que llame la atención. He hablado incluso con el cliente y con el chango que hizo la pelota, y les dije: «Para mí, por lo menos lo que yo pinto, no es el que más se destaque siquiera. Es un muro más, pero la pelota es lo que cambia todo”.

¿Esta obra hizo que aumente la demanda de encargos?

En general, cuando pinto algún muro que toma relevancia, suelen caerme más mensajes de lo normal, pero en sí no suma más trabajos. Sí suma la cantidad de presupuestos que paso y es más explosiva la cantidad de mensajes de cariño o de likes, en este mundo de redes.

En tu cuenta de Instagram se puede ver que hiciste varios murales de Maradona, ¿cuántos llevás hasta ahora?

La verdad que perdí la cuenta. Calculo que debe estar cerca de los 35, aproximadamente. Me acuerdo que en un momento los conté hasta llegar a diez, pero después ya me vi superado y no tengo la cuenta exacta.

¿Qué significa para vos el Diego?

A mí lo que me pasa es una cuestión más simbólica. Me siento conectado a través de la gente con lo que es el Diego, porque siento un poco, lo que decía antes, la emoción. No me considero maradoniano porque tengo 30 años, nunca lo vi jugar. Entonces, no tengo esa conexión que tienen los clientes o las clientas que me llaman, pero sí pude mamar un poco lo que sienten esas personas, casi como un sentimiento de familia, como sentir que quizás perdieron a un ser querido, como si fuese un hermano, un padre o un amigo. Eso sí lo noto un montón y me llega esa sensación, la emoción y el sentimiento de las personas que me llaman para hacerlo.

Arte individual y colectivo

Santiago dibuja desde que era pequeño, un gusto que llevó consigo siempre hasta que a los 20 años ingresó a la Universidad Nacional de las Artes, en donde conoció y profundizó conocimientos sobre pintura. Luego, allá por 2015, salió un día a la calle con un amigo y comenzaron a pintar. En ese momento, se dio cuenta que le encantaba “tirar un poco de color” en el espacio público y se sintió libre. Supo que a través del arte podía manifestar e interpretar cuestiones que lo interpelaban, no solo a él, sino también a la sociedad. Así fue como se moldeó este artista que, a partir de 2018, se dedicó exclusivamente a desplegar sus capacidades como muralista.

Además de tu formación, ¿cómo es que lográs murales profesionales?

Es todo el tiempo estar practicando, más allá de que haya tenido una facilidad artística desde niño. Es desarrollarse con la práctica, porque si no eso se pierde. En este trabajo todo el tiempo estamos tratando de pulir un poco más lo que tenemos, tratamos de darle vuelta a las cuestiones técnicas.

¿Qué otras obras que hiciste destacarías?

Antes se hacían encuentros de muralistas a nivel nacional e internacional, pero la pandemia cortó todo. Este año volvimos al ruedo y viajé por el interior del país con una compañera, que se llama Flor Pani, y pudimos hacer una obra en Sumampa, un pueblo de Santiago del Estero. El eje temático era Sumampa como pueblo y como punto de conexión de mucha parte importante de la historia argentina. Entonces pintamos una mujer ancestral, con rasgos de personas de identidad marrón. Durante el año casi siempre estamos trabajando en equipo, pero fue la primera vez que viajamos como colectivo a pintar en un encuentro. Generalmente siempre estamos pintando cosas que nos piden clientes, pero acá pudimos hacer una obra nuestra y esa fue de las mejores que hasta ahora desde que estamos pintando. Después, hice un mural de Breaking Bad en una quinta. Ese también fue un laburazo, además la idea estaba buena. A veces te piden cosas que por ahí no tenés ganas de pintar y a veces te tocan cosas que te encantan.

¿En qué consisten los encuentros de muralistas?

Durante el año se gestan distintos encuentros de muralismo autogestivos. Hay otros que son municipales o provinciales. Es un ámbito muy piola, conocés personas de distintos lados y compartís pensamientos, pintadas y acciones políticas. También, a través de eso se llega a charlas de organización para saber qué es lo que nos falta conseguir en términos de derechos como laburantes. Tenemos el grupo del oeste, hay grupos de La Plata, en general están en todo el país. En realidad, en todo el mundo, pero solo hablo de lo que conozco. Lo que yo veo, por lo menos desde que arranqué, es que paso a paso, si bien viene un poco lenta la mano, tenemos cada vez más organización.

Muralismo es trabajo

Caminás por la calle con una de tus amistades. Hablan de cosas banales hasta que tus ojos se clavan y brillan al observar una pared que tiene pintado algo que te gusta mucho. Le pedís a tu acompañante que te saque una foto con tu celular y luego la compartís en todas tus redes sociales y te explotan los likes, pero lo que nadie sabe es todo el esfuerzo que hubo por detrás para producir esa obra.

¿Cuáles son los mitos de tu oficio?

Más allá de que nos gusta y sabemos que es algo artístico, que no se crea que es algo de ocio, sino que es un trabajo como cualquier otro. No es algo que hagamos y vivamos del aire. Uno de nuestros lemas es: “Mural es trabajo”.

¿Qué dificultades laborales existen?

Primero, estamos todos en negro. Siempre laburamos así. Por eso tratamos de hablar sobre las cuestiones de seguridad mínima para trabajar. Cuando estamos hablando entre “compas” y quieren saber algunas cosas, siempre compartimos conocimientos. Les decimos: “Si vas a trabajar a tal altura, tenés que usar andamios, ya no tenés que usar escalera porque es muy riesgoso”. Siempre se habla mucho de cómo armar los andamios y a partir de cuántos metros hay que atarlo. Hay que usar sogas, arneses, los elementos necesarios y básicos para no tener accidentes. Es una profesión algo riesgosa por la altura, porque ya sabemos y ha pasado que hay compas que han sufrido algún accidente. Hay que estar atentos y atentas a que no suceda y proteger también a la gente que transita por la calle, para que no se caiga una herramienta desde seis metros de altura. Son accidentes que se pueden evitar. También, por ejemplo, si se va a pintar debajo del sol, hay que usar protector solar y hay que fijarse bien los horarios en los que se va a trabajar. Esas cuestiones se charlan siempre en estas reuniones grupales que hacemos entre muralistas.

¿Qué es lo que más te gusta de tu laburo?

Me gusta pintar siempre en la calle. O sea, también se puede pintar dentro de hogares particulares y locales, pero a mí lo que más me gusta es la calle, porque ahí se siente el acompañamiento. La gente es muy piola, siempre te da una mano en lo que necesites, te alienta y se alegra al ver los colores y el rostro de alguien que les guste. Te hacen sentir parte, porque te ven ahí y saben que sos parte de la calle, un elemento más. Sumar desde lo artístico-cultural al barrio es lo que más me gusta.

¿Hay algo que sea solo por amor al arte?

A veces hacemos pintadas comunitarias. Cuando tengo tiempo, me gusta pintar acá en mi barrio. Quizás no siempre se sabe que a veces son murales comunitarios. Eso sí es directamente por amor al arte y al barrio. Lamentablemente y afortunadamente, esto es contradictorio, no tenemos tanto tiempo para hacer esas cosas, porque tenemos mucho laburo. Entonces, tratamos de hacernos los tiempos, porque nos encanta mostrar que está esa posibilidad. El arte cercano al barrio es posible y generar museos a cielo abierto con murales comunitarios está buenísimo.

Canta y no llores

Canta y no llores

El sábado Argentina juega contra la Tri y está obligado a ganar. Rivalidad, festividades y máscaras. Un vistazo al fútbol y la cultura de los aztecas, de la mano de tres mexicanos que viven en Argentina.

El segundo desafío que tiene la Selección, en el marco de la fase de grupos, es México, equipo que comanda el argentino Gerardo «Tata» Martino. Será un paratido definitorio para el futuro de la Argentina en el Mundial de Qatar, después del impensado traspié frente a Arabia Saudita. Pese a que los Aztecas lograron ganar la Copa de Oro de la Concacaf en 2019 y fueron subcampeones en la edición que se realizó en 2021 y en la Liga de Naciones de la Concacaf 2019-20, su desempeño es cuestionado por los hinchas del “Tri”.

Luciano Bocco, de 22 años, es un futbolista profesional de Central Córdoba, equipo santiagueño que milita en la Primera División de nuestro país. Es de nacionalidad mexicana porque su padre argentino, también futbolista, jugaba en tierra azteca cuando él nació. No obstante, pasó la mayor parte de su infancia en Córdoba, hasta que en 2015 lo fichó Cruz Azul, uno de los clubes más importantes de México, y luego fue transferido en 2020 a Cancún FC, del Nacional B.

Esas experiencias le permitieron reconocer algunas diferencias entre el fútbol argentino y el mexicano: “Cruz Azul no les deja hacerse tatuajes, ponerse aritos o pintarse el pelo a los pibes de inferiores. Ves eso y después venís acá a Argentina y ¿cómo le decís a Varela o al ‘Changuito’ Zeballos ‘che no te podés pintar el pelo’? Es muy cultural ese aspecto”. Y agrega: “Acá cuando va bien, te gritan para bien y, cuando va mal, te putean en la calle, mientras que en Cancún íbamos anteúltimos, perdíamos y teníamos un mensaje del barrabrava que te decía: ‘No pasa nada, jugaron bien, en el próximo partido se va a dar’”.

México cuenta con un total de 16 participaciones en mundiales, en nueve pasó a segunda fase y en siete a octavos. Sólo llegó dos veces a los cuartos de final: en 1970 y en 1986, sendas ocasiones en las que fue el anfitrión de la competición. Uno de los objetivos que tiene el equipo en Qatar es mínimamente volver a llegar a esa instancia que fue frustrada, más de una vez, por la Argentina.

“El gol de Maxi Rodríguez en 2006 y el de Carlitos Tévez en 2010, que decían que estaba en offside, fueron hechos que crearon una pequeña rivalidad entre Argentina y México para el mexicano, porque después acá se vive la rivalidad con Brasil, Alemania e Inglaterra, pero allá los mexicanos como que tienen esa espinita de que en dos mundiales se quedaron afuera con Argentina y siempre te están cargando con que ahora se viene la revancha”, explica Bocco.

Tradición, música y máscaras

Cada 2 de noviembre en México se celebra el Día de los Muertos, fecha declarada por la Unesco como “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad” en 2008, “en tanto se trata de una expresión tradicional -contemporánea y viviente a un mismo tiempo-, integradora, representativa y comunitaria”. Según la cosmovisión de pueblos originarios, este día implica el retorno temporal de los difuntos al mundo de los vivos, por lo que muchas familias colocan ofrendas y altares decorados con flores para ellos.

Claudia Gabriela Espín es una chef de comida tradicional que vive desde hace dos mundiales en Argentina y para estas fechas elabora pan de muertos y calaveritas de azúcar, elementos que no pueden faltar en los altares: “Hacemos algo sencillo para celebrar, pero igual se arma mucha movida cultural en diversos centros culturales de Buenos Aires. No solo participamos mexicanos, al argentino le gusta mucho también”.

No todo es gastronomía. Antes de mudarse al sur del mundo, Espin tuvo que abandonar la banda de rock en la que tocaba, aunque el amor por la música se lo transmitió a su hija, con quien actualmente tocan música tradicional mexicana: “Es una forma de arraigarse también a tus raíces, una especie de terapia, sentirse cerca de los suyos, por eso cambié de género musical”.

Huapangos, rancheras y corridos, mezclados con una pizca de pop y jazz y una dosis de lenguas autóctonas como náhuatl y zapoteco. Ese el combo que produce Espín en la banda Xilonen, que además en su último videoclip Nanga ti Feo incursiona en el tango a través del acordeón: “Si bien hacemos la música de nuestro país, queremos meterle algo de esta interculturalidad, de esta hermandad que tenemos con Argentina”. Ahora bien, pese al cariño que siente por los argentinos, hay cosas que ella no puede creer sobre cómo se vive el mundial acá: “Los mexicanos son también muy apasionados por el fútbol, pero la verdad yo nunca vi que en las escuelas te pongan el partido o que los nenes estén excusados para verlo en casa. Que yo recuerde, en México eso no existe”.

Otra característica de los mexicanos es su furor por la lucha libre. Allá es más que un simple deporte o un espectáculo, es una parte importante de la cultura popular, sobre todo en lo que refiere a la utilización de máscaras. MC-Killer es un luchador enmascarado de 31 años que vive hace cinco años en Argentina y lucha en la empresa Legión Nueva Era. Su nombre no se puede revelar porque, según él, “para el luchador mexicano la máscara es prácticamente su vida, representa el trofeo más grande que puedes obtener más allá de un campeonato”, entonces permanece en el anonimato, al menos hasta que la pierda en una contienda. “La gente quiere saber quién es la persona que está detrás del personaje, ese es el misticismo de la máscara”. Y agrega: “En el Mundial siempre vas a ver aficionados que van a ver los partidos con máscaras de lucha libre, lo hicimos muy nuestro”.

Si bien el fútbol en México es el deporte más importante al igual que en nuestro país, el luchador encuentra ciertas diferencias: “Algo que me pareció sumamente interesante cuando llegué acá a Argentina es que, por ejemplo, sobre todo en Capital, caminás dos o tres cuadras y hay una canchita infantil o un club deportivo con canchas. En México caminás una cuadra y hay un gimnasio de musculación, boxeo o lucha libre”.

 

Vivir en Argentina

Uno de los dilemas que tendrán los mexicanos que viven en estas tierras será convivir con la familia y amigos cuando se juegue el partido con la Scaloneta. Los hijos de Espín, por ejemplo, son argentinos: “Me encantaría que gane México, pero la realidad es que basándonos en los precedentes siempre, o mayormente, nos gana Argentina. Encima aquí con una familia argenmex vamos a estar complicados”. Luciano Bocco señala: “Tengo mi mejor amigo que va a jugar para México y quiero que le vaya bien, pero también quiero que gane Argentina, es el último Mundial de Messi y toda mi familia es argentina, así que no puedo decir quién quiero que gane”.

MC-Killer no se hace tanto problema aunque su esposa sea argentina, porque él no se define como alguien tan apasionado por el fútbol: “Me gusta más cuando son épocas de finales o momentos decisivos de un partido”. No obstante, el enmascarado plantea que las personas de ambos países tienen que dejar los prejuicios que tienen entre sí: “México no todo es narco, no todo es malo ni todo es bueno y cuando yo llegué a Argentina tenía otra visión de la gente, que son agrandados o malhumorados, y nada que ver, son muy amables”.

El sábado 26 de noviembre a las 16 ambos seleccionados se verán la cara nuevamente en el estadio de Lusail de Qatar. ¿El conjunto encabezado por Lio Messi podrá estirar la racha de victorias que tiene sobre los mexicanos en mundiales o estos lograrán romper el maleficio?

Los Halcones Verdes del Golfo

Los Halcones Verdes del Golfo

Arabia Saudita, una cultura que está cambiando y preparándose, también en el fútbol, para cuando se acabe el petróleo. Un vistazo sobre el primer rival que la Scaloneta enfrentará en Qatar.

La Selección Argentina hará su debut mundialista este martes a las 7 en el Estadio Lusail. Su rival, Arabia Saudita, equipo que comanda desde 2019 el francés Hervé Renard, quien en el pasado también fue el director técnico de los seleccionados africanos de Zambia, Angola, Costa de Marfil y Marruecos.

Jorge Habegger, técnico argentino que dirigió al Al-Nassr y al Al-Ettifaq Club, equipos de la Liga Profesional Saudí, afirma que los sauditas “tienen muy buena técnica y pretenden siempre generar un fútbol de asociación, apostando a la posesión de la pelota”, aunque, sostiene, tiene un problema en lo que respecta a su seleccionado. “Argentina va al Mundial y tiene un solo jugador en el fútbol argentino, que es Armani, el resto están casi todos en Europa. En cambio, a ellos les cuesta mucho que jugadores de Arabia jueguen en otros países. En las últimas experiencias, por ejemplo, había algunos que estaban en España, pero no en el primer nivel español, entonces les falta ese roce de alto nivel para que puedan estar a la altura cuando les llegan este tipo de competencias. No obstante, ahora parece que han cambiado un poco esa tónica y se están insertando en la exigencia del fútbol internacional”.

Los apodados “halcones verdes” participaron sólo cinco veces en copas del mundo. Las primeras cuatro fueron de forma consecutiva entre 1994 y 2006 y la quinta en Rusia 2018. A excepción de su primera experiencia, en donde alcanzaron los octavos de final, en las otras ocasiones no superaron la fase de grupos. “Desde el punto de vista de la lógica, Argentina debería conseguir un triunfo frente a Arabia Saudita, pero los que estamos en el fútbol hemos aprendido a no subestimar a nadie. Hoy todas las selecciones están con la mejor información y con el mejor nivel de preparación”, advierte Habegger.

Cambio de rumbo

En términos económicos, hasta ahora el Reino de Arabia Saudita depende mayoritariamente de los ingresos por la explotación del petróleo. Ahora bien, en los últimos años incursionó de forma intensiva en otras industrias, entre ellas la del deporte, al posicionarse como anfitrión de diferentes espectáculos.

En lo que refiere al fútbol, fue sede de la Supercopa de Italia en 2018 y 2019, la de España en 2020 y 2022, amistosos entre selecciones e incluso fue el lugar en el que se jugó el año pasado el partido entre Boca Juniors y el Barcelona en homenaje a Diego Maradona. En otros deportes, se destacan la realización de eventos anuales de lucha libre organizados desde 2018 por la WWE, la empresa más importante del rubro a nivel mundial, el Rally Dakar desde 2020 y el Gran Premio de Fórmula 1 desde 2021.

Estas iniciativas se enmarcan en lo que se conoce como “Saudi Vision 2030”, un ambicioso plan de reformas económicas y sociales. En diálogo con ANCCOM, Marcelo Gilardoni, embajador argentino en Arabia Saudita, Bahrein, Omán y Yemen entre 2018 y 2021 y luego en Qatar hasta mediados de este año, explica que no se trata de un proceso privativo de ese territorio, sino que es un proceso que se está dando en el resto de los países del Golfo: “Están tratando de diversificar su economía para cuando el petróleo deje de consumirse o se acabe. La idea es que cuando esto suceda, estos países puedan seguir manteniendo el nivel de vida y de ingreso de su población igual al de ahora”. En el caso de los deportes, precisa: “Los ingresos que se generan a partir de esto no son tan importantes ahora, pero la idea es que en algún momento ocupen un lugar importante”.

Jose Manuel Morales, licenciado en Comercio Internacional con una maestría en administración de negocios, dejó México junto a su esposa odontóloga hace cuatro años, a raíz de una oferta laboral que recibió ella en Arabia Saudita. Según Morales, los cambios también incluyen una apertura al turismo. «Hace 15 días estuve en una ciudad ubicada en el Mar Rojo que se llama Yeda y me tocó ver mucha caravana de turistas visitando la ciudad, guiados por saudíes, cosa que hace unos años era imposible ver. Antes no existían visas de turista, solamente podías venir si habías recibido alguna oferta de trabajo, si eras familiar directo de alguna persona que trabajara aquí o si eras musulmán y debías hacer la peregrinación a La Meca. A este paso, dentro de poco tiempo Arabia Saudita se occidentalizará mucho y eso traerá como consecuencia un cambio cultural, que es complicado a la vez para el pueblo saudita».

 

Los saudíes

Son personas moderadas y no muy efusivas, las define Morales, debido a que el Islam influye mucho en su comportamiento y, por tal motivo, la alegría es bastante reprimida. «Con respecto al Mundial, hay una gran expectativa, pero no se nota en la conducta de la gente. Es decir, no ves personas en la calle con banderas alentando al equipo y eso que somos un país 100 por ciento vecino de Qatar. No se está viviendo un ambiente mundialista como podríamos vivirlo en Europa o América latina».

Para Habegger, se trata de “un público que acompaña a su equipo y lo alienta, pero de una manera distinta a la que nosotros estamos acostumbrados. Vos ves en la tribuna que están mezclados los hinchas de los dos clubes y no hay problemas de indisciplina. Si lo comparás con Boca, River, Flamengo, Peñarol y Nacional, por mencionar equipos de Sudamérica, nada que ver, es un público mucho más pasivo que acompaña desde el gusto por el fútbol, porque le gusta mucho el fútbol al árabe y está muy bien informado. Vive muy pendiente de lo que sucede en Europa y Sudamérica, fundamentalmente Argentina y Brasil».

Gilardoni remarca que, a pesar de las diferencias culturales que a la distancia pudieran percibirse, argentinos y sauditas comparten valores importantes como la familia y la amistad: «Si a un saudita le decís que te diga qué significa Argentina, seguramente mencione tango, vino, carne, fútbol, Maradona, Messi. A un argentino le hacés la misma pregunta respecto a Arabia Saudita, te va a decir camello, desierto, petróleo, Islam, mezquita. Creo que ambos países son mucho más que tres o cuatro definiciones».

En este sentido, Morales explica que cuando llegó a ese lugar del mundo, se encontró con una sociedad amistosa y que, lejos de ser tímidos, se acercaban y se mostraban interesados y abiertos a la idea de recibir extranjeros: «Muchas veces en América latina pensamos que este país está lleno de intolerantes religiosos, por lo menos esa es la idea errónea que yo tenía, debo confesarlo. Mientras uno respete, como en todos los lados, sus leyes y sus costumbres, sos bien recibido en este país».

«Estamos lejos de ser una juventud desinteresada»

«Estamos lejos de ser una juventud desinteresada»

Lucas Grimson publicó «Disputar el presente», un libro en el que reflexiona sobre la denominada Generación de Cristal. Qué lo une y qué lo separa de los jóvenes que votan a Milei.

Feminismo, pandemia, salud mental y el rol de la juventud respecto a la situación del país son tan solo algunos de los tópicos que se abordan en Disputar el presente: Una generación en busca de nuevos sentidos. Su autor, el estudiante de Ciencia Política de 21 años Lucas Grimson, dialogó con ANCCOM acerca del proceso de creación de su obra, qué implica ser joven hoy y qué pasa con lo que se conoce como «Generación de Cristal».

El libro -presenta su autor- trata de experiencias, recorridos, anécdotas y discusiones que atraviesan profundamente a nuestra generación, a quienes nacimos un poco antes o un poco después del 2001, que es una generación que está en disputa, en construcción. Hay distintos hechos a lo largo de nuestra historia más reciente que nos atravesaron, pero donde además nos involucramos. Uno de ellos es el estallido de la cuarta ola feminista a partir del 3 de junio de 2015, que a la vez estuvo atravesado por todos los años del gobierno macrista, que ya lleva 15 años en la Ciudad de Buenos Aires y estuvo cuatro como gobierno nacional. La juventud también estuvo ahí, movilizándose junto a las organizaciones sociales frente a los ataques del macrismo. Después de todo eso llegó la pandemia, que también vino a revolvernos como jóvenes e implicó un montón de cuestiones para pensar.”

¿Cómo surgió la idea de materializar estas discusiones en un libro?

La propuesta fue de la editorial Paidós hace poco más de un año, cuando la pandemia todavía pegaba bastante fuerte y habíamos vuelto a las restricciones. Si bien la idea me sorprendió, no dudé ni un segundo en emprender este proyecto, justamente para poder poner en palabras muchas discusiones que se venían pensando y militando.

 

Precisamente, ¿qué cuestiones sobre los jóvenes abordás en relación a la pandemia?

Mucho de lo que veníamos discutiendo antes de la pandemia se vio cuestionado en un grado mayor de profundidad. Si veníamos a partir del feminismo cuestionando las formas de relacionarnos, los vínculos sexoafectivos y la violencia, la pandemia también nos hizo repensar de otra manera los vínculos, atravesados por la virtualidad. Después, las restricciones que se hicieron implicaron discusiones respecto de nuestras libertades y nuestros derechos y también de las injusticias que se vieron a partir de eso, como a quién perseguía la policía y qué miedo se instalaba en ese sentido. Por último, la salud mental, que es un tema que afecta profundamente a la juventud. De hecho, hoy la tasa de suicidio en adolescentes y jóvenes en nuestro país es muy alta. Me parece que ahí la pandemia tuvo un efecto particular sobre el que todavía tenemos que trabajar.

 

¿Qué son los jóvenes según Lucas Grimson?

Creo que la juventud no es solamente una franja etaria determinada, sino también se caracteriza en distintos momentos por distintas cuestiones. Hoy es importante decir que no somos un sujeto desinteresado, nos involucramos por lo que nos importa, por lo que nos preocupa, por nuestras urgencias. Hay una frase que está muy remarcada en el libro, que la dijo una vez la compañera Victoria Freire en una actividad: «Las generaciones se construyen cuando logran correr el límite de lo posible». Creo que la juventud hoy se caracteriza por eso.

 

¿Qué es lo que diferencia a los jóvenes de hoy respecto a los de otras épocas?

Creo que generación tras generación se van construyendo distintas luchas, cada una tiene distintos compromisos. Hay generaciones anteriores a la nuestra que tuvieron profundas luchas, con mucho compromiso, como la que se propuso organizarse frente al estallido del 2001 y hubo otras muy comprometidas con los derechos humanos, por la memoria, la verdad y la justicia. Como generación, hoy tenemos el desafío de poder marcar cuáles son nuestras banderas, cuáles son nuestras urgencias y a partir de eso que se entienda que estamos lejos de ser una juventud desinteresada. Queremos justamente construir nuevas formas organización, nuevas formas de intervención y especialmente nuevas formas de hacer política que nos permitan seguir apostando a esa herramienta como una herramienta de transformación.

 

¿Tu definición de jóvenes también incluye a sectores libertarios?

Esa es una discusión que tenemos que asumir. En primer lugar, no podemos negar que hoy existe una parte importante de la juventud que banca a Milei. Creo que ese sector viene con una especie de fachada de rebeldía, pero en realidad intenta reproducir lógicas y propuestas viejas para nuestro país que ya fracasaron y que además están atravesadas por una profunda violencia. Me parece que para dar esa discusión hay que entender también de dónde surge ese discurso, a quiénes viene a interpelar y entender esa diversidad dentro de la juventud.

 

¿A qué crees que se debe el crecimiento de esa tendencia? 

Estamos en un momento donde es muy difícil ser joven en el mundo y en nuestro país en particular por motivos sociales, políticos, pero especialmente por la crisis económica. Hay un malestar social que se construye a partir de eso y el sector representado por Milei viene a tomar esa bronca para profundizarla. Sin embargo, me parece que a nosotres también nos enoja el contexto tan difícil en el que estamos y lo que tenemos que hacer con ese enojo es transformarlo en organización y en respuestas que nos permitan salir de esta situación.

 

Entonces, más allá de las diferencias ideológicas entre jóvenes de distintos colores políticos, ¿existen similitudes?

Efectivamente hay preocupaciones en común como la cuestión del trabajo, la cuestión económica, cuestiones vinculadas con la vivienda, con la educación, con la libertad, pero en cuanto profundizamos un poco nos damos cuenta que toda la forma de responder a eso parte de ideas muy distintas. Tiene que ver principalmente con discutir qué intervención queremos frente a eso y cuál es el rol del Estado. También, respecto a la libertad, no podemos pensarla como si no tuviéramos a nadie alrededor. Construir más libertades para todes implica hacerlo con un sentido solidario profundo, con una perspectiva más comunitaria para que sea una libertad más colectiva. Esa es la discusión que tenemos que dar en un momento en el cual hay múltiples sectores de la sociedad que empujan a que todo tienda hacia el individualismo.

Estamos en un momento donde es muy difícil ser joven en el mundo y en nuestro país en particular, por motivos sociales, políticos, pero especialmente por la crisis económica.

Lucas Grimson

¿A qué te referís en el libro con «Generación de Cristal»?

Como juventud construimos una sensibilidad que nos permite tener empatía frente a lo que le pasa al otro, tener registro frente a las injusticias y especialmente sentir la necesidad de hacer algo para transformar todo eso. La idea de la «Generación de Cristal» se suele usar para criticar esa sensibilidad, tildándola de cierta exageración, de que no nos bancamos nada, de que somos frágiles. Eso aparece frecuentemente frente a temas de género y la salud mental y siento que ahí lo que pasa es que muchos se olvidan de la gravedad de esas situaciones.

 

¿En qué sentido?

Cuando discutimos la salud mental, queremos discutir lo que nos pasa cotidianamente porque entendemos que afecta a nuestra vida, pero también porque vemos esa tasa altísima de suicidios en adolescentes y jóvenes. Seguimos discutiendo temas de género porque entendemos que no hay, como algunos quieren instalar, una supuesta nueva hegemonía feminista donde ya se habrían solucionado todos los problemas, sino que seguimos viendo femicidios prácticamente todos los días. Entonces, me parece que justamente ahí hay toda una lógica que se arma y que resulta necesario cuestionarla y desarmarla. Creo que es importante que nos entendamos como una generación que toma la palabra, que busca activar frente a las urgencias, las necesidades y las preocupaciones que tenemos. El libro es una invitación a seguir abriendo preguntas y a seguir compartiendo reflexiones. Espero que sea una herramienta más de debate en ese sentido.

El arte de volar como los murciélagos

El arte de volar como los murciélagos

El periodista deportivo Alejandro Ansaldi publicó «Fútbol Ciego», un libro que da cuenta que no existe un único tipo de fútbol.

El televisor o la radio informan todo el día sobre lo que sucede en el fútbol profesional masculino, ya sea nacional o internacional. Escasas veces se habla de otros deportes, a menos que haya equipos que lleguen a una final… y la ganen. Fútbol Ciego (el arte de volar como Los Murciélagos) es un libro publicado por Ediciones Al Arco, que se aleja de lo convencional para mostrar las historias de los miembros de un conjunto del que poco se habla: la Selección de Fútbol para Ciegos de Argentina. Su autor, el periodista deportivo Alejandro Ansaldi, dialogó con ANCCOM acerca del proceso de realización del libro y los estigmas sociales que hay sobre las personas con discapacidades visuales.

¿Qué te inspiró a escribir sobre Los Murciélagos?

En mi casa hay dos grandes temas. Uno son los ciegos porque mi mujer, Natalia, es profesora de ciegos y el otro es el fútbol, porque yo soy “enfermito” del fútbol. Fuimos a ver a Los Murciélagos en la Copa América 2009, porque ella me invitó. Empezamos a ser novios y el plan era verlos. Cuando los vi jugar no podía creer lo que había visto, re groso juegan. Algo me pasó en esa primera vez que los vi y siempre quise escribir un libro pero no sabía de qué y el año pasado dije: «Pero si yo tengo el tema en mi casa, es esto». Quería contar cómo era jugar al fútbol ciego y que le llegue a alguien la que no conocía a Los Murciélagos, que no sabía que existía esa chance, que se puede jugar al fútbol aunque no se vea, o a una familia que tiene un nene ciego.

¿Qué inquietudes tuviste al escribirlo?

No tenía idea si era interesante para el público en general, porque una cosa es mi mujer que está en ese mundillo y me dice: «Dale para adelante». O mis amigos, que me quieren mucho: «Dale, vos escribís bien, está buenísima la historia». Pero yo no sabía porque es mi primer libro. Cuando hacés un libro, hasta que no lo terminás y lo mostrás a una editorial, decís: “Capaz que no le interesa a nadie”. Creo que acerté porque es un tema inédito, ese fue mi primer golazo. Hay un libro de la biografía de Silvio Velo y uno del reglamento, pero no había de Los Murciélagos.

¿A qué alude el subtítulo “El arte de volar como Los Murciélagos”?

A que los tipos a partir de una situación muy adversa, lograron hacer un montón de cosas. Lo que hacen ellos, no lo podemos hacer nosotros. La persona que ve no lo puede hacer y muchos ciegos que no juegan al fútbol tampoco, porque tenés que pasar por esa experiencia. Tenés que ser ciego y vivir todo ese proceso que vivieron, de encontrar que existía una posibilidad de jugar al fútbol con pares y eso les permitió crecer. El grupo tiene una motivación de superación y de alegría ante una situación que es terrible. Si yo me quedo ciego, me quedo tirado en un sillón llorando y no sabría cómo seguir mi vida. De hecho a ellos les pasó, vivieron un trauma tremendo en el cual después descubrieron el fútbol y la vida les cambió rotundamente. Muchos a partir de ahí consiguieron trabajo, empezaron a viajar solos, se casaron, tuvieron hijos y volaron al mundo. Esa es la metáfora de volar como un murciélago. Es un arte lo que ellos logran hacer, además del juego de palabras, con el fútbol, con lo bien que lo hacen.

“Años atrás el modelo de la persona ciega era el pobrecito, incluso lo es hoy para muchos que desconocen el tema. El ciego era el que daba lástima, el desvalido al que había que ayudarlo en todo”, te cuenta Enrique “Quique” Nardone, ex entrenador de Los Murciélagos, en uno de los capítulos. ¿Coincidís con su mirada?

Sí. Todavía pasa. Cuando Naty le cuenta su profesión a alguien, la primera respuesta que le da la gente es: «Ay qué buena que sos, trabajás con los pobres cieguitos». Ella se enoja y les explica: «¿Qué pobrecito? Pobrecito vos, porque estos pibes pueden hacer casi todo». La sociedad piensa que es un tipo que ya no puede hacer nada y Los Murciélagos me demostraron que pueden hacer de todo. Cuando una persona queda ciega, lo sientan en una silla. Cuando hay sol lo ponen afuera, cuando llueve lo meten a casa y así hasta que se va a dormir. Le dan la comida, el tipo no se mueve, lo ayudan a ir al baño. Cuando consiguen lograr su independencia y esa libertad, te das cuenta que no hay una limitación propia, a veces tiene que ver con el entorno familiar que no ayuda.

¿A qué te referís?

Es fundamental cómo son los padres de los chicos que se quedan ciegos. Cuanto más lo sobreproteges al pibe, menos chances le das. Yo tengo hijos chicos, también me pasa. Hay que tener mucho coraje y valentía para tener un pibe ciego y mandarlo a jugar a la pelota, pero ese empuje de “andá a jugar y aunque te choques y te rompas la cabeza, levantate y seguí jugando”, hace que esa persona después crezca y se desarrolle. El que está sobreprotegido y lo guardan en una cajita de cristal no puede desarrollarse. Los padres de estos chicos son ejemplares, porque los empujan a hacer deporte y los dejan viajar en colectivo solos. Yo a mis hijos no los dejo ni ir a la esquina.

¿Tuviste algún prejuicio sobre Los Murciélagos?

No sé si prejuicio, pero lo que me sorprendió y me conmovió es que me demostraron que son recontra felices. No se quejan de ser ciegos. No es un tema importante entre ellos y eso te enseña porque después en la vida no lo aplicás. Terminé el libro y dije: “Aprendí todo, ya está, ya sé que no me tengo que quejar de boludeces”, y al rato pinché una rueda y estaba puteando. Es difícil después tratar de llevar eso a la realidad.

El técnico me dijo: “Dale jugá con los ojos tapados, pero después vas a jugar con los ojos destapados y tampoco vas a tocar la pelota”. No pude hacer nada. No tenía chance de tocar la pelota y fue muy fuerte; ahí te das cuenta lo difícil que es.

Alejandro Ansaldi

 

Al final del libro contás que jugaste un partido con ellos. ¿De quién fue la idea?

Mía. Yo quería jugar con ellos y comprobar lo difícil que era. El técnico me dijo: “Dale jugá con los ojos tapados, pero después vas a jugar con los ojos destapados y tampoco vas a tocar la pelota”. No pude hacer nada. No tenía chance de tocar la pelota y fue muy fuerte porque ahí te das cuenta lo difícil que es. Para nosotros que vemos es imposible porque ellos desarrollan un montón de sentidos que nosotros no, por más que te tapes los ojos. Ellos desarrollan la ecolocalización. Chasquean los dedos y se dan cuenta a qué distancia está la pared, a qué distancia estás vos y ellos escuchaban la pelota que yo iba a recibir antes de que yo la reciba. Fue una experiencia buenísima, pero en el momento sufría porque quería hacer algo, hacía calor, estaba cansado, quería agarrar la pelota, hacer un gol. Después, cuando pude ver, agarré la pelota pero tampoco pude hacer nada. Ellos tienen movimientos sincronizados, juegan en velocidad, son jóvenes, son atletas de élite. En los rankings Los Murciélagos son número 1. Vos decís: «Ah son ciegos, les voy a ganar». No, no tuve chance.

¿Por qué el periodismo en nuestro país casi nunca habla de ellos?

Al periodismo no sé qué le pasa, por ahí hay gente que piensa que no es negocio y es culpa también de nosotros, los periodistas, que no tengan más difusión. Si nosotros no lo contamos, la gente no se va a interesar. Acá fue tapa de Olé cuando Los Murciélagos ganaron en 2006 el campeonato del mundo, pero como una cosa rara y extravagante. La sociedad mira para otro lado cuando se trata de discapacidad, no le gusta ver al discapacitado. Esto es para mostrar, porque además es alegre. No voy a ganar plata con el libro. No te voy a negar el ego, porque somos periodistas y todos queremos crecer y que nos conozcan. Pero lo que quiero es que se difunda, que llegue a todos lados, que la gente se entere de ellos.

Acceso libre para personas con dificultades visuales

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