Salvarse bajo tierra

Salvarse bajo tierra

Cada día desfilan más vendedores ambulantes tratándo de rebuscárselas en los vagones de subte. ¿Cómo los afectó la suba del transporte y la mayor competencia?

“Hoy en día bajaron un poco las ventas así que trabajo mayormente los fines de semana en el transporte público”, cuenta Raúl, vendedor de flores. Raúl se dedica a vender jazmines y espuma en verano, y rosas y carilinas en invierno; se mueve en silla de ruedas después de protagonizar un caso de gatillo fácil hace seis años.

“Ahora compro el ramo de veinte rosas a ocho mil pesos en la Vía Barracas, cerca del estadio de Huracán”, dice Raúl. Luego arma ramos de cuatro rosas que revende a dos mil pesos cada uno. Según sus testimonios, los vendedores ambulantes remarcan los productos entre el 50 y 70%, aunque algunos llegan al 100% dependiendo del producto.

El barrio de Once es el principal proveedor de mercadería para los vendedores ambulantes. Mariana, que vende alfajores y carilinas en el puesto de su pareja, explica que compran dos cajas de alfajores triples a cuatro mil pesos para luego revenderlos a dos mil pesos las cuatro unidades. “Los paquetes por seis carilinas los compramos sueltos porque el bulto sale más caro”, señala Mariana pero no aclara el precio del bulto. Según Raúl, los trescientos paquetes individuales salían doce mil pesos el año pasado y le preocupa cuánto puede haber subido en estos meses.

Mariana trabaja desde las siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde cuando llega su pareja que termina la jornada a las nueve de la noche. Para que sea un buen día, cuenta que tendría que vender a partir de 24.000 pesos pero que a veces es difícil llegar a ese monto. Aunque es el puesto de su pareja, Mariana le “da una mano para poder mantenerse entre los dos” ya que conviven y tienen que cubrir el alquiler, los gastos básicos de ambos y de sus dos mascotas.

 

¿Cuánto sale llegar al subte?

El informe inflacionario de marzo de la consultora privada C&T muestra que a partir de la segunda semana la inflación tuvo una desaceleración que la acercó al 13% mensual. Aún así, el precio del transporte público que está en constante aumento dificulta concretar  ventas para los vendedores ambulantes.

Raúl cuenta que no tiene que abonar el viaje hacia su trabajo gracias a que cuenta con su carnet de discapacidad que le permite transportarse de manera gratuita pero calcula que otros vendedores gastan alrededor de 26.000 pesos por mes. “Yo tomo colectivo, tren y subte. Son seis pasajes todos los días, es mucha plata y ni hablar si ahora necesitara un producto y me tuviera que ir a Once”, dice Leonardo, vendedor de accesorios para celulares ubicado en la combinación entre las líneas A y C de subte.

Ir a trabajar a diario a una misma estación hace que ocasionalmente los vendedores suban gratis al transporte público ya que los trabajadores los reconocen y los dejan pasar sin pagar. Aún así, la mayoría de los entrevistados vive en la Provincia de Buenos Aires y el precio actual del transporte es un costo “que se complica si no vendemos mucho”, explica Mariana. A fines de marzo la tarifa del subte es de 125 pesos mientras que el colectivo y el tren cuestan a partir de $270 y $130, respectivamente.

La vida subterránea

En el subte también existen trabajadores en relación de dependencia. “Empecé a vender chipá por una conocida ya que no pude encontrar otro laburo”, cuenta Fernando de dieciocho años, que llegó de Jujuy junto a su novia hace un mes para “buscar trabajo y poder prosperar”. Fernando trabaja todos los días doce horas diarias y cobra por hora aunque prefiere no decir cuánto.

Por día le entregan trescientas veinte unidades de chipá que transporta en un carrito y vende a 1.200 pesos las dos unidades. Fernando explica que eligió quedarse en la combinación de las líneas H y B porque “pasa toda la gente yendo para todos lados y me queda más cerca” aunque aclara: “A veces me muevo cuando me sacan porque no se puede vender en espacios públicos”, comenta.

Según la última actualización del Índice Ripte realizada en enero, la remuneración promedio aumentó en un 14,7% con respecto a diciembre de 2023. Esta cifra se mantiene por detrás de la inflación de enero que fue del 20,6%. Queda por ver qué variaciones hubo en febrero y marzo, pero todo indica que el ingreso cada vez cuesta más y alcanza para menos.

“La antigüedad te permite mantener tu lugar”, dice Antonio, que vende juguetes hace diez años en la misma estación que Leonardo y García, otro amigo que se hizo durante su labor como vendedor ambulante. Antonio agrega que sus productos son difíciles de transportar y quedarse en un lugar le facilita la venta ya que la gente puede detenerse a mirar.

“Acá es un mundo diferente, hay que aprender a caminarlo”, dice Antonio y agrega que “no podés permitir que venga otro y se llene porque nos echan a todos”. En 2019, Antonio cuenta que “venían unos vestidos de verde con la policía y nos sacaban la mercadería”. Los vendedores armaron un grupo de WhatsApp para evitar a “los loros”, como los llama Antonio. “La peleábamos. Fue muy bravo, hubo gente que lo perdió todo”, explica.

“Los tres mosqueteros”, como se autodenominan Antonio, Leonardo y García, destacan la vocación que sienten por el comercio por sobre la necesidad económica. Antonio, que tiene setenta años, cuenta “tengo una pequeña jubilación y salgo todos los días a trabajar” y García, de setenta y un años y que tuvo problemas de salud en repetidas ocasiones, sigue yendo al pasillo entre las estaciones Lima y Avenida de Mayo donde se conocieron. También destacan el respeto y el compañerismo entre vendedores y con los trabajadores del subte. Leonardo cuenta: “Éramos una familia acá. La pandemia nos separó mucho y quedamos nosotros, los sobrevivientes del pasillo”.

En este contexto de desregularización económica, liberación de precios e incertidumbre, los vendedores recalcan la importancia de seguir yendo al subterráneo porteño a vender su mercadería y “llevar algo para la casa”, explica Raúl: “No me funcionarán muy bien los pies pero tengo los brazos y la mente para poder seguir adelante”, resume.

La amenaza del asbesto

La amenaza del asbesto

Ya son más de 80 trabajadores afectados, seis con cáncer y tres fallecidos, pero ni la empresa concesionaria del servicio, Emova, ni el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, dan una solución; al contrario, la dilatan.

Más de medio millón de personas transitan cada día bajo tierra en la Ciudad de Buenos Aires sin pensar en el peligro invisible que las rodea. Algunas esperan el subte para ir a trabajar. Otras trabajan ahí mismo, donde la atmósfera es más densa. El suelo vibra y se aproxima un tren amarillo de la Línea B. Los asientos son únicos, de una pana roja que lleva 50 años acumulando el polvo. La mayoría ignora que la pintura que reviste el interior, los componentes del tren y el aire que respiran tienen asbesto, y que el asbesto mata.

Maxi tiene 37 años y desde hace 19 es conductor de esta línea, la más contaminada. Para él, enterarse de la amenaza del asbesto fue “un baldazo de agua fría”. Junto con otros compañeros, participa de las convocatorias que organiza el sindicato porque sabe lo que está en juego. “Vivir con esto te come el bocho, no es sólo que vos te podés enfermar, sino que podés llevárselo en la ropa a tu familia”, afirma el maquinista pensando en su hija y su pareja.

Sobre una puerta de madera, en la calle Carlos Calvo 2363, en el barrio de San Cristóbal, se lee: “Al lado entrada al sindicato”. Es un miércoles como cualquier otro para quienes integran la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro (AGTSyP). Un pasillo conecta la recepción con las oficinas y, hacia el final, con un amplio salón. Las paredes, adornadas con un enorme papel escrito con fibra, dan cuenta de los reclamos que siguen siendo desoídos: “Reducción de la jornada laboral”; “Vamos por los dos francos”; “Basta de muertes. Saquen el asbesto del subte”.

“Plantear la desasbestización es poner sobre la mesa una problemática mucho más grande. Es una cuestión de salud pública, porque todos estamos expuestos, trabajadores y usuarios”, sostiene, en la oficina de salud de la entidad gremial, Federico Batini. Él trabajó en el Taller Rancagua –ubicado debajo del Parque Los Andes, en Chacarita– sin saber que estaba en contacto directo con el mineral que le puede costar la vida. Como a Jorge Pacci, el primer trabajador del subte fallecido tras enfermar de un cáncer de pleura, causado por el asbesto. La foto de Pacci, colgada en la pared, es un recordatorio punzante de la urgencia de la problemática. Los otros fallecidos fueron Jorge Bisquert, que se desempeñaba en las subestaciones eléctricas, y Juan Carlos Palmisciano, que por haber estado jubilado la empresa no reconoce entre las víctimas.

En el primer examen que el sindicato logró que se realizara, se analizaron 130 compañeros y a 11 los diagnosticaron con neumoconiosis, primer efecto del asbesto en el cuerpo humano. La mayoría eran asintomáticos. “Como trabajadores, pagamos un costo muy alto. Los responsables materiales de todo esto, de las muertes y de los afectados, son la empresa y el Gobierno de la Ciudad. Lamentablemente, la estadística indica que habrá más compañeros afectados. Para nosotros, es una cuestión de vida o muerte”, expresa Ramón Acuña con una seriedad que trata de no darle lugar al dolor. Él trabajó nueve años en Taller Rancagua.

El asbesto, también conocido como amianto, es fibroso: tiene hebras finas, maleables, duraderas y flexibles. Cuando el material, tanto en estado natural como en piezas, se deteriora con el tiempo o recibe algún impacto, las fibras vuelan por el aire. Exhalando las palabras, como si así pudiera ventilar el pesar, Acuña agrega: “Hay compañeros afectados que estuvieron trabajando menos tiempo que yo, seis años. Técnicamente, con entrar sólo una vez al taller, puede ingresar una fibra a tu sistema respiratorio. No hay un parámetro seguro”.

En el siglo I, el naturalista, escritor y militar romano Plinio el Viejo, descubrió y documentó que los esclavos que trabajaban en las canteras del Imperio extrayendo este elemento, morían jóvenes, debido a enfermedades pulmonares. La bautizó como “la enfermedad de los esclavos”. Pese a que se conoce su peligro desde hace casi dos mil años, es una problemática vigente. En el aire, flota una pregunta: ¿cuánto cuesta la vida de un trabajador?

“En la actualidad se encuentra disperso en toneladas de productos manufacturados. Desde la década del 1920 hasta la de 1980 inclusive, fue utilizado en muchas industrias por su carácter resistente térmico y eléctrico”, explica la doctora en Geología Leticia Lescano, docente en la Universidad Nacional del Sur. Ella formó parte del equipo que en 2018 detectó el mineral en las piezas que los metrodelegados les enviaron para analizar, tras las negativas de la empresa.

“Hace cinco años que la venimos peleando, pero el conflicto va a la velocidad de una babosa herida”,  subraya Ledesma.

Ese año se abría “la caja de Pandora” para los trabajadores del subte. Compañeros del metro de Madrid denunciaban que enfermaron tras exponerse al asbesto en los trenes que ahora circulaban en la Línea B de la Ciudad de Buenos Aires, luego de su negligente compra en 2011. Para ese momento, el mineral estaba prohibido desde hacía nueve años, los manuales técnicos informaban sobre su presencia en los vagones y la empresa concesionaria se negaba a entregar los planos originales, donde se leía claramente “placas de amianto”.

El presidente de SBASE, la sociedad del Gobierno porteño encargada del subterráneo, contestó cínicamente que era mucho material como para poder garantizar su lectura. Respecto a esta adquisición, Federico Batini puntualiza: “El precio era el de un desecho, eso ya era sospechoso. Yo trabajaba con esos trenes, eran una porquería. De los seis que llegaron, andaban nada más que dos. Se tuvieron que reformar mucho, porque no estaban en condiciones de circular”.

La confirmación de que los trenes estaban contaminados fue el comienzo de la investigación que se abrió en todas las líneas. Por su antigüedad, la red subterránea cuenta con asbesto en instalaciones fijas: tableros eléctricos de cuartos de bombas; ductos viejos de ventilación de fibrocemento; bandejas portacables; depósitos de baños; el techo del cuarto de descanso de conductores del premetro, o las pastillas de freno de escaleras mecánicas de la Línea E. Además, se le suma el material presente en componentes de determinadas flotas como CAF series 5000 y 6000, Mitsubishi y Fiat.

Las mediciones comprueban que hay fibras de asbesto en el aire. Desde la empresa ya no pueden negar la problemática, pero argumentan que los resultados están por debajo del límite ambiental permitido. Según la regulación nacional vigente del 2001, debe estar en 0,1 fibra por centímetro cúbico (f/cc). Hace un mes, la Unión Europea sancionó que el límite sea 0,01.

Pero se trata de mediciones indirectas. “Hay que evaluar el estado en el que está el material: lo tenemos que sacar, o lo tenemos que encapsular. El tema del límite es un concepto trampa. Por un lado, la medición es como una foto: se realiza en un momento determinado, bajo ciertas condiciones. A la hora, eso puede cambiar –explica Batini–. Además, médicamente no existe la exposición segura a un cancerígeno: una fibra tiene la capacidad de enfermar. Imagínate que una fibra mide un micrón. O sea, entra 100 veces en un pelo. Hay una página que te hace la cuentita de cuántas fibras respirás por hora estando por debajo del límite, y te da algo de 80 mil fibras por hora con una respiración normal. Por eso, el límite es una mentira”. El objetivo, subraya, debería ser eliminar la fuente del contaminante.

De a poco, el sindicato logró que las concesionarias del subte, Metrovías (1994-2021) y Emova (actualmente) saquen 100 toneladas de material. “Con un costo muy alto de parte nuestra, hemos forzado a la empresa a tomar medidas. Todavía no de prevención, porque no han eliminado todo el material contaminado. Hay que acelerar eso para tener la menor cantidad de daño posible”, añade Acuña.

“Seguimos sin el proceso finalizado de la licitación de la compra de nuevos trenes. Después, mínimo tardará un año y medio hasta que lleguen. Mientras tenemos que seguir con los viejos. Si bien se cambiaron componentes, hay otros que son imposibles de remover”, detalla Batini. Su compañero y secretario de Salud Laboral, Francisco “Pancho” Ledesma, sentencia: “Hace cinco años que la venimos peleando, pero el conflicto va a la velocidad de una babosa herida”. En la búsqueda de exigir respuestas, presentaron una carta a la Organización Internacional del Trabajo pidiendo su intervención. Esperan que, al tratarse de convenios internacionales, el Ministerio de Trabajo de la Nación pueda intervenir.

“Cuando al trabajador se le dice que tiene contaminación por asbesto, aunque no tenga síntomas, uno le pone el San Benito arriba y piensa ‘en qué momento me toca a mí’. Capaz se muere de otra cosa, pero vive con esa presión psicológica”, reflexiona Ariel Rossi, médico especialista en medicina legal y laboral. Trabaja en el sindicato desde 2012, en el equipo de salud por patologías y accidentes.

A raíz del conflicto del asbesto, se formó un comité cuatripartito integrado por médicos de la empresa, la aseguradora, el sindicato y el centro asistencial del Hospital Británico, del que Rossi es parte por AGTSyP. “Todos los lunes nos reunimos a revisar los estudios de los trabajadores que se hicieron la semana anterior. Ahí, en conjunto, se decide si se aprueba o no, si se necesitan más estudios de cada empleado. Es estrictamente científico: no hay discusión, la empresa tiene que aguantar lo que se dicta allí”, remarca Rossi.

Más de tres mil trabajadores están incluidos hoy en el Relevamiento de Agentes de Riesgo, el registro que obliga a la ART a efectuar los estudios anuales. Al principio, EMOVA no tenía en cuenta a los conductores. Actualmente, continúa el reclamo sindical por la inclusión de todo el personal. Federico Batini lo dice con simpleza: “Es para cubrirse, porque admitir que el boletero puede enfermarse abre la puerta a pensar que el usuario también”.

“Aparecen las afecciones que sólo se iban a ver si pasaba más tiempo. Es una enfermedad de larga evolución”, explica Rossi. La empresa se niega a dar los listados de jubilados. Si bien el sindicato se contactó con algunos por su cuenta, hay un sinnúmero que se desconoce cómo ubicarlos para que se les garanticen los controles.

Lilian Capone es médica y secretaria de salud laboral de la CTA. Como parte del comité cuatripartito, cuenta que el sindicato organiza reuniones con los compañeros afectados, pero que también está habilitado el consultorio de patología ocupacional del Instituto Vaccarezza de la Universidad de Buenos Aires. “Estoy jubilada, pero cada 15 días voy con la titular del consultorio y los volvemos a ver en los casos donde hay dudas o vienen con algún familiar afectado”, dice. La mayoría, según Lilian, son trabajadores y familiares. No necesariamente tiene que haber un contacto tan cercano con el material: una mujer que trabajaba en un puesto de comida en medio de los andenes fue derivada con fibrosis pulmonar. Ganó el juicio contra la concesionaria porque había placas pleurales en su tomografía. Ya no hay bares en los subtes.

Para Ramón Acuña, asumir la enfermedad le llevó tiempo. “No caí hasta la pandemia, que nos dio mucho tiempo para pensar. Cuando me enteré, estábamos trabajando, no sabía cómo tomarlo. Es algo raro: tengo inflamación de pleura, pero no tengo problemas para respirar ni correr. Lo primero que se me vino a la cabeza fue pelear para que otros compañeros no se enfermen, que retiren el material. La lucha te da fortaleza para encarar tu situación de otra manera”, destaca con un brillo en los ojos.

Roberto Pianelli, secretario general de AGTSyP, refuerza esta idea: “Todo esto del asbesto lo aprendimos en el cuerpo. Cuando nos enteramos, los compañeros no quieren saber. Lo primero que hacemos es negar; después es el pánico, porque empezamos a entender con qué estábamos, vivimos con un rayo X mirando: ´Esto tiene asbesto’. El tema es entender de qué se trata y tener una política para sacarlo”.

Sobre avenida Rivadavia, frente a las oficinas del Congreso de la Nación, unas 40 personas se agrupan y charlan. “Hoy vinimos con 20 compañeros del taller. Es un alimento muy grande para los compañeros afectados: nos ayuda a seguir adelante”, se emociona Ramón Acuña mientras mira la pantalla que transmite lo que pasa adentro, donde ocho dirigentes sindicales y funcionarios políticos presentan el proyecto de Ley Nacional de Detección, Recolección y Disposición Final del Asbesto Instalado para realizar un mapeo federal y generar una estrategia para su eliminación.

“El asbesto es muy especial: no tiene olor, pasa desapercibido. Es casi parte de nuestro mundo, nuestro hábitat. Para quienes practicamos salud ocupacional es como trabajar y dormir con el enemigo: más de tres mil productos contienen este contaminante, que no tiene umbral de protección”, asegura el higienista Armando Chamorro para las más de 80 personas que están escuchando su exposición en la sala.

Para cerrar, Pianelli toma la palabra: “El glifosato de la ciudad es el asbesto. Solamente saber, entender que estamos rodeados de asbesto, que estamos expuestos y que ni siquiera tenemos el control de nuestra salud, es un paso muy grande para poner en evidencia este problema nacional, no buscando culpables, pero sí evidenciando a las patronales, que son conscientes, trayendo el asbesto sabiendo que era asbesto asesino. El sujeto colectivo capaz de empujar para que alguna vez nuestros hijos vean una ciudad desbestizada, son las organizaciones sindicales en conjunto con toda la sociedad. Desgraciadamente, seguiremos engrosando la innecesaria lista de muertes y enfermedades de compañeros, poblaciones enfermas sin diagnóstico claro. Merecemos una vida más digna”. Entre aplausos, Pianelli alza la voz mientras deja el micrófono: “Esto recién empieza”.

Hay memoria, falta justicia

Hay memoria, falta justicia

La estación Echeverría de la Línea B del subte ahora también se llama “Mártires Palotinos”, en homenaje a los religiosos asesinados 47 años atrás en la Masacre de San Patricio. Se esperan avances en la causa judicial.

El 4 de julio de 1976 un grupo de tareas de la dictadura cívico militar irrumpió en la Iglesia de San Patricio, en el barrio porteño de Belgrano, y fusiló a los sacerdotes Alfredo Leaden, Alfredo Kelly y Pedro Duffau, y a los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti. En su memoria, este sábado se realizó un acto en el que se renombró a la estación Echeverría de la Línea B del subte, en el vecino barrio de Villa Urquiza, como “Echeverría-Mártires Palotinos”.

La iniciativa fue impulsada por el legislador del Frente de Todos Claudio Ferreño. “Hace casi dos años que venimos trabajando en el proyecto. Tuvo una primera lectura, luego una audiencia pública y después, en mayo último, la sesión definitiva. Hoy podemos decir que los cinco Mártires Palotinos tienen su estación”, expresó Ferreño en diálogo con ANCCOM. Si bien dentro de la parroquia está claramente señalizado y relatado lo que ocurrió aquella madrugada de 1976, el objetivo era hacerlo visible a los miles de personas que cada día transitan la estación del subte, para que sepan lo que pasó y se los recuerde.

El acto tuvo lugar el sábado 24 en el hall de la estación, en Avenida Triunvirato al 4200, y contó con la participación de legisladores, funcionarios, el colectivo Palotinos por la Memoria, la Verdad y la Justicia, distintos organismos de derechos humanos, familiares de las víctimas, el Movimiento Misionero de Francisco, feligreses de la parroquia y vecinos del barrio. “Esto no es un acto. Es un encuentro con personas que demuestran tener memoria. Esa memoria que hoy tanto quieren hacer desaparecer y no lo van a lograr. Porque no nos han vencido”, afirmó Taty Almeida, referente de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora.

Entre canciones y discursos de reconocimiento a “los cinco”, fueron descubiertas unas placas, bendecidas a su vez por los sacerdotes presentes: una con los nombres de las víctimas, otra con una cruz y sus rostros, y un cuadro explicativo que narra los trágicos hechos y brinda una semblanza de cada una. El nuevo reconocimiento viene a sumarse a los anteriores que ya existen en la zona, como el propio Pasaje Mártires Palotinos, las Baldosas por la Memoria y un mural en la esquina de Echeverría y Mártires Palotinos.

La jornada conmemorativa continuó con una procesión desde la estación del subte hasta la calle Mendoza, de ahí al pasaje Mártires Palotinos al 4100 y finalmente a la Parroquia San Patricio, en la calle Echeverría al 3900. El recorrido, de casi un kilómetro, fue encabezado por el actual párroco de San Patricio, Pablo Bocca, quien entonó cantos y oraciones durante el trayecto. A las 19, puntual, se dio inicio a la misa en memoria de quienes fueron asesinados en ese mismo lugar 47 años antes.

Cabe subrayar que también se está trabajando en el plano judicial para que se avance en la causa penal por la masacre. Ramiro Varela, miembro de Palotinos por la Memoria, la Verdad y la Justicia, explicó: “En las últimas semanas declararon varios testigos. Yo lo hice esta semana (el martes 19 de septiembre) por alrededor de tres horas. Presenté una carpeta con 326 páginas que incluye documentación de todo lo que hemos investigado a lo largo de los últimos años en relación a la causa. Estamos con la expectativa de que, por fin, podamos alcanzar la verdad y la justicia en relación al asesinato de nuestros cinco mártires”.

Díganle Ringo a la Estación Hospitales

Díganle Ringo a la Estación Hospitales

La Legislatura porteña aprobó colocarle el nombre del boxeador Ringo Bonavena a una estación de la Línea H del subterráneo. Este lunes se cumplen 47 años de su asesinato.

El 22 de mayo de 1976 fue asesinado en Estados Unidos el boxeador argentino de peso pesado Oscar Ringo Bonavena. En la antesala del aniversario 47° de su muerte, la Legislatura porteña aprobó el proyecto de ley por el cual la estación de subte de la línea H “Hospitales”, llevará agregado el nombre “Ringo Bonavena”. El recuerdo de su familia, el periodismo y su vínculo inquebrantable con el barrio y Huracán.

Carismático, popular, mediático, boxeador, actor y cantante. Ringo construyó su fama más allá del cuadrilátero y supo conquistar el amor de la gente que lo siguió y lo acompañó hasta el último día de su vida. Padre de dos hijos; Adriana y Natalio. Hijo de Dominga y Vicente. Marido de Dora. Campeón argentino de peso pesado.

“Ringo era un padre difícil de llevar porque viajaba mucho y cuando estaba en Argentina estaba rodeado siempre de gente y eso es difícil de llevar porque no es una vida común, pero uno pudo afrontarlo y llevarlo adelante”, cuenta su hijo Natalio,  que pudo disfrutar tan solo hasta los 7 años a su padre..

Bonavena se inició como boxeador en 1957en el Club Atlético Huracán y en 1959 fue campeón amateur. Inició su carrera profesional en Estados Unidos en 1964, en el Madison Square Garden. En 1965, obtuvo el título argentino de pesos pesados en un enfrentamiento ante Gregorio Peralta. “Tenía ventaja porque Peralta era físicamente más chico que él; ganó bien, pero con un Peralta que no estaba físicamente a su altura”, analiza el histórico periodista de boxeo argentino Carlos Irusta.

Su pelea más recordada es frente a Muhammad Ali en el Madison Square Garden el 7 de diciembre de 1970. “Con Muhammad Ali hizo una muy buena pelea más allá de que ya había perdido claramente antes del nocaut técnico”, agrega Irusta. Ese día se disputó la corona mundial y la televisión nacional se paralizó para ver el hecho histórico a pesar de la derrota del representante argentino.

 “Con el periodismo se llevaba bien, jamás decía que no a una nota y siempre tenía una ocurrencia y una frase diferente para decir. Era muy amigo de los fotógrafos porque le gustaban las fotos excéntricas”, explica Irusta. Además, Ringo participó de distintos programas de televisión, películas, una temporada del teatro de revistas y se animó a cantar el hit de Palito Ortega, Pío Pio Pa.

Ringuito cuenta que de su papá solo vio dos peleas: “Una era de exhibición en Lobos, peleó con cuatro boxeadores distintos, nos reímos y la pasamos bárbaro. Después lo vi pelear en la última que hizo en el Luna Park con Raúl Gorosito. Ese día la pasé muy mal porque me daba cuenta que era una pelea de verdad. Me hizo llorar y estaba con miedo”.

Su último enfrentamiento oficial fue con Billy Joiner, pero ya fuera del país. De esta manera, en su carrera cosechó 58 peleas ganadas (44 por knock out), nueve derrotas y un empate. “Mi papá sabía que iba a ganar siempre todas las peleas, él nunca se subió a ningún ring pensando que podía llegar a perder. Era un tipo ganador que iba para adelante”, recuerda.

El 22 de mayo de 1976 fue asesinado de un disparo por un guardaespaldas del burdel y casino Mustang Ranch, en Nevada. Ringuito tenía 7 años, pero no se olvida de ese día: “Estaba en la calle jugando a la pelota, y había un sereno que estaba escuchando la radio y dicen ´Mataron a Bonavena´ y yo pensaba que era imposible, pero cuando la veo a mi mamá que viene llorando me di cuenta que algo había pasado con mi papá”, relata.

 

El cuerpo de Bonavena fue velado en el estadio Luna Park, donde fue despedido por unas 150.000 personas, y luego fue sepultado en el cementerio porteño de la Chacarita.   “Ahora lo recuerdo siempre con alegría, pero en un momento fue triste. Fue un duelo que se hizo bastante largo, pero pude asimilarlo. Antes solía hacerse una misa en el aniversario de su muerte, pero ahora me quedo con el recuerdo del corazón y con anécdotas de gente que lo conoció y me las viene a compartir”, rememora Natalio, dueño de un restaurante junto a su hermana Adriana

“Patio Funes -así se llama el local- surge en la idea de dos amigos en época de pandemia, queríamos abrir un bar de vinos en Parque Patricios. Cuando vine a conocerlo era un lugar que estaba destruido, pero el alma del lugar era magnífico, hermoso”, dice y reconoce que entre sus platos hay algunos secretos: “Los ravioles son los de Doña Dominga, es la receta de mi abuela”.

 

Del barrio de Parque Patricios

Oscar Bonavena era hincha fanático del Club Atlético Huracán y para el club de Parque Patricios es considerado un ídolo. Así lo demuestra el recuerdo latente de sus hinchas, la tribuna popular local del estadio Tomás Adolfo Ducó que lleva su nombre y su imponente estatua que reposa sentado y con el torso denudo en la platea, recreando la histórica foto que le sacaron con Muhammad Alí.

“Somos del barrio de la Quema, somos del barrio de Ringo Bonavena”, dice la canción que entonan en la popular. Es que el boxeador no se olvidó nunca de su querido Parque Patricios y los vecinos tampoco de él.

El pasado 11 de mayo la Legislatura aprobó el proyecto de ley por el cual la estación de subte de la Línea H –hasta ahora“Hospitales”-, también llevará el nombre del ídolo popular. La iniciativa fue impulsada por los vecinos del barrio, socios, hinchas y comisión directiva de Huracán, familiares de Ringo y actores políticos: Logramos presentarlo en la Legislatura con el acompañamiento de los legisladores Javier Andrade, Maia Daer y el apoyo de la bancada del Frente de Todos”, reconoce el presidente de la Comuna 4 Ignacio Álvarez.

 “Fue importante lo de la estación de subte, porque en el último tiempo hubo muchos cambios en el barrio a nivel estructural, se instalaron muchas empresas y nunca se contempló en todo eso nuestra identidad. Ahora toda esa gente que transite el barrio va a tener que bajarse en la estación Ringo Bonavena y por lo menos van a tener presente a uno de los ídolos del barrio, nos pone contentos y creemos que es una forma de saldar una deuda”, reflexionó el referente del centro barrial y cultural La Bonavena,  Leandro Moreno que acompañó el proyecto en representación de los vecinos e hinchas de Huracán.

Por su parte, el diputado Javier Andrade explicó que el proyecto es una forma de que Ringo permanezca en el barrio y resaltó la importancia de construir identidad a partir de esto: “Siempre estamos en esa búsqueda de la identidad barrial porque es una fibra que nos da la posibilidad de generar lazos. Es una manera de rescatar no solo cosas del presente, sino del pasado, es algo que nos constituye y esa identidad es colectiva y trasciende lo personal”.

Maia Daer, a su vez, señaló que “tiene que ver con lo que sienten los vecinos con el club. Parque Patricios fue nombrado en un montón de lugares del mundo por el solo hecho que tenía un boxeador que iba vendiendo su lugar de origen. Eso te daba una identidad y genera que al día de hoy todo el mundo que transite el barrio entienda que Ringo es Parque Patricios y no puede separarse esa parte histórica”.

Por último, anticipó que, cuando sea  la inauguración oficial del nuevo nombre de la estación, van  a hacer “una muestra que visibilice esto como un show que tenga que ver con Bonavena y la cultura del barrio”.

Estación Asbesto

Estación Asbesto

Los trabajadores del subte profundizaron en los últimos meses de 2022 los reclamos que hacen desde 2018 para desasbestizar los trenes y la infraestructura. Desde el gremio aseguran que seguirán las medidas luego de las vacaciones de verano.

Apertura de molinetes, demoras e interrupciones del servicio en diferentes días y horarios. Desde los últimos meses, los trabajadores de la Red de Subte de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires realizan estás medidas de fuerza. El reclamo tiene tres ejes: compra de trenes nuevos sin asbesto, reducción de la jornada laboral a cinco días agregando un franco semanal al actualmente existente para estar menos expuestos a ese material y más personal para prestar mejor calidad en el servicio.

Ante esto, Emova, empresa operadora del subte y el premetro, emitió un comunicado en el que, sin hacer mención a la problemática del asbesto, sostiene que disminuir la jornada semanal resulta inviable, porque no permitiría una operación adecuada del servicio. También señala que es falso que haya falta de personal para cumplir con las tareas correspondientes “ya que los resultados cumplen los parámetros de calidad requeridos y además se han introducido mejoras técnicas y operativas que permiten seguir avanzando en un proceso de mejora sostenida”.

El origen de la problemática

La comercialización, uso, transporte y almacenamiento de asbesto o cualquier tipo de fibra derivada de este mineral está prohibida en el país desde el año 2000, a partir de la resolución 845/2000 y ratificado con el Convenio de Rotterdam que entró en vigor en 2004, debido a su peligrosidad para la salud y el medio ambiente.

En el caso de los subtes porteños, en 2018 los trabajadores de la red descubrieron la presencia de asbesto en formaciones antiguas compradas por el Gobierno de la Ciudad en 2013, provenientes del Metro de Madrid, utilizados en la línea B, y del Metro de Japón, utilizados en la línea C. A partir de este descubrimiento, se apartaron los vagones para su desasbestización y se realizaron chequeos en las demás líneas. Así se comprobó que el material también está presente en toda la red: en los túneles, en las estaciones, en las escaleras mecánicas y en las bombas de agua.

Claudio Dellecarbonara, delegado de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP), plantea que el reclamo que hacen es tanto por la salud de los trabajadores como de los usuarios que usan el servicio. Aclara, que hasta el momento, tienen 75 compañeros con afecciones por esta problemática y tres fallecidos. “Cuando se prohibió el uso del asbesto en la Argentina, hace 20 años, la empresa Metrovías y el gobierno nacional, que aún lo administraba, deberían haber iniciado un proceso para retirar el asbesto de toda la red, no solo en la infraestructura, sino también en los trenes que, en su mayoría, tenían asbesto”, indica.

“En los últimos días se conoció que se llamaría a licitación para comprar 16 trenes para la línea B. Esto se debería haber hecho hace cinco años y estamos dando vueltas porque ni la empresa, ni el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que desde 2014 administra el subte, han hecho nada de lo que corresponde», expresa Dellecarbonara. Y asegura: «Que todavía haya flotas contaminadas en circulación es posible porque hay gobiernos corruptos, no importa el signo político, por eso decidimos tomar medidas de fuerza”.

Salud y medio ambiente

En diálogo con ANCCOM, Eduardo Scarlato, miembro de la Asociación Toxicológica Argentina y jefe de la División Toxicología del Hospital de Clínicas, explica que las principales vías de ingreso del asbesto al organismo son la respiratoria y la digestiva, porque una persona puede ingerir sustancias contaminadas con este material o puede respirar un ambiente con contenido disperso en el aire: “Esta sustancia es cancerígena y al ser la vía respiratoria la principal fuente de exposición, el cáncer característico, patognomónico y casi exclusivo de esta patología es el mesotelioma. Es un tumor maligno que se genera a través de la pleura, la membrana que cubre los pulmones”. Y añade: «Si bien el cáncer de pulmón y el mesotelioma son los principales, también están descritos cáncer en tubo digestivo y en la vejiga”.

“Hay que tener presente que el asbesto es un mineral natural, es decir, está en la naturaleza y como tal no tiene mayor impacto en la misma salvo áreas de contaminación. El problema radica fundamentalmente cuando por distintos tipos de procesos se industrializa y de esta manera se van liberando estas fibras microscópicas, que son las que contaminan el medio ambiente y, a partir de ahí, la exposición del individuo”, aclara el médico toxicólogo.

Por último, plantea que si bien se han cargado las tintas sobre el tema del subte, en tanto problemática real, el asbesto está presente en muchos otros ámbitos laborales y particulares: «Todo lo que es el viejo fibrocemento estaba hecho a partir de, entre otras cosas, fibras de asbesto. Se lo utilizó fundamentalmente por ser ignífugo, como aislante térmico y como tal está presente en chapas, tanques de agua viejos, depósitos de baño en casas viejas, en determinados tipos de industrias y maquinarias que todavía contienen estos elementos”.

El plan de lucha de los trabajadores del subte continuará ininterrumpidamente, afirma Dellecarbonara: “En estos meses que hay un periodo de vacaciones, quizás las medidas no sean las mismas que veníamos realizando hasta ahora. En estos días tendremos las asambleas para definir qué hacer, pero la idea es seguir con las medidas que sean necesarias para que nos den las respuestas que necesitamos”.