«Yo soy del pueblo»

«Yo soy del pueblo»

Medio millón de personas escucharon bajo la lluvia a Cristina Fernández de Kirchner a 20 años del primer gobierno kirchnerista.Señaló cuatro ejes promogramáticos que debe tener el próximo gobierno y no ungió candidato. Pero Wado de Pedro hizo un guiño por twitter.

Que Cristina esté significa más gente de la que puede tolerar el espacio físico donde su presencia se confirma. Un estadio, la calle de un canal de televisión, algún teatro, las veredas de Juncal y Uruguay o la Plaza de Mayo. Su presencia trasciende al tiempo, se vuelve, siempre, histórica por la centralidad política que arrastra.

Cerca de medio millón de personas entre paraguas, pilotos y pelos mojados conformaron una Plaza de Mayo que conmemoró los 20 años de la asunción de Néstor Kirchner, día también en el que Héctor Cámpora asumió el poder, 50 años atrás. Pero el recuerdo es la excusa, o mejor, el anclaje histórico para la coyuntura que obliga al oficialismo a definir precandidaturas de cara a las PASO.

15:30 horas. Cristina Fernández entra al escenario y se ubica con un atril delante y una tribuna compuesta por dirigentes, organizaciones, artistas y posibles precandidatos detrás, para ser la única oradora. La centralidad de la política nacional está entre el atril que tiene las siglas de Néstor Kirchner y una tribuna variopinta que compone al Frente de Todos. Con una ausencia, claro. La del presidente de la Nación, Alberto Fernández, que estuvo presente más temprano en la Catedral porteña para la tradicional misa de los 25 de Mayo que, en este caso, reunió al jefe de Estado con a autoridades del Gobierno de la Ciudad, con Horacio Rodríguez Larreta a la cabeza.

Sin hacer mención a la ausencia de Alberto Fernández, la vicepresidenta dijo que “a pesar de los errores, equivocaciones o diferencias, este gobierno es infinitamente mejor que el que hubiese sido otro de Mauricio Macri, no tengo dudas.”

Por las diagonales y por Avenida de Mayo ya se escuchaba a la vicepresidenta empezar su discurso mientras que, casi en silencio, todavía miles de personas se dirigían hacia la plaza. Un rumor de que su presencia en el escenario sería a las 16 horas hizo que muchos llegaran con el acto iniciado.

“Venimos a demostrar que nuestra candidata es Cristina. ¿Qué otro candidato podría llenar así esta plaza?, le dice a ANCCOM una militante que prefiere no identificarse.

En la identidad discursiva que construyó históricamente el kirchnerismo, los cantos que detienen un instante el discurso son centrales. Vamos con los de esta plaza: “Cristina presidenta”, cantado más de diez veces durante el discurso. “Una más y no jodemos más”, “Néstor no se murió, vive en el pueblo”, obligatorio en las recurrentes alusiones a su gobierno. “La proscripción se va a la puta que lo parió”; “somos la gloriosa Juventud Peronista”; “Junto a Néstor y Cristina, la gloriosa JP”; “Patria sí, colonia no”; “No me importa lo que digan los gorilas y Clarín”. Y alguno más en casi una hora de discurso.

De ese discurso, una plataforma electoral bajo una consigna de unidad. Para la vicepresidenta, se debe llegar a un modelo de acumulación acordado entre el sector público y el privado en “las actividades que más retornos provocan, y, por lo tanto, significan mayor incorporación de tecnología, son de valor agregado y de trabajo calificado”.

A los 40 minutos de discurso, empezó a llover de nuevo. En la calle Bolívar el tránsito de personas entre los que llegaban a la plaza y los que se iban, avanzaba en bloques que ponían en peligro el gazebo que intentaba cubrir de la lluvia a una parrilla, su parrillero y alguna persona que se tomaba un respiro de la lluvia, por momentos muy intensa.

Al discurso le faltaban 15 minutos, en los que Cristina se encargó de plantear cuatro ejes de gobierno para los próximos cuatro años: dejar de lado el programa que impone el Fondo Monetario Internacional y elaborar un programa propio de crecimiento, de industrialización, de innovación tecnológica” porque de otro modo, dice, “es imposible pagarles”. Pidió unidad nacional para dar una solución política a un problema político. En segundo lugar, destacó la necesidad de una alianza público-privada para explotar recursos estratégicos, en particular, el litio. En ese sentido, dijo: “No digo que los autos los hagas todos acá, pero por lo menos, hermano, una parte de la batería, o la batería entera, hacela acá. Si te la estás llevando toda”. Por último, pidió una renovación del pacto democrático y una Reforma Judicial, porque la Corte Suprema esun verdadero mamarracho, indigno”.

Minutos antes, Cristina había recordado los tres gobiernos kirchneristas, señaló que nunca hubo mejor distribución de riqueza que en el suyo y que para lograrlo, hay que poner “la carita fea”. Aseguró que por eso la persiguen judicialmente y atentaron contra su vida. “Aunque quieran matarme, nunca seré de ellos. Yo soy del pueblo”, exclamó

“Vengo de Mar del Plata. pagué 380 pesos para venir a escuchar a Cristina y ver a Boca. Imaginate si no es un fin de semana hermoso”, le dice un militante con un vino en la mano a ANCCOM. Para otra militante, “en la plaza hubo una sensación de derrota.”

De la plaza casi medio millón de personas se fue sin candidato pero con definiciones. Minutos más tarde, Wado De Pedro, ubicado en el escenario detrás de Cristina y entre Máximo Kirchner y Sergio Massa, lanzó un spot de campaña donde retoma los dichos de Néstor y Cristina. A su vez, en Twitter se viralizaron carteles de Wado y Cristina, casi en una fórmula, pegados en las paredes de alguna cuadra cercana a la plaza.

Un presidente torcido

Un presidente torcido

“Hizo cosas que no estaban establecidas”, afirma Enrique Federman, el director de «Néstor, el presidente militante», el unipersonal que explora la vida de Kirchner y se estrenó esta semana.

La sala, con capacidad para 200 personas, está completa. El público quiere ver a Néstor. La mayoría vivió dos crisis, la de 1989 y la de 2001, en las que los vaivenes políticos hicieron faltar la comida, los ahorros y, en ocasiones, la dignidad. El único actor en escena, casualmente, también se llama Néstor.

La obra Néstor, el presidente militante recorre la vida personal y pública de Néstor Kirchner (1950-2010), desde sus inicios en la Juventud Universitaria Peronista (JUP), su encuentro con Cristina Fernández, su trayectoria como intendente, gobernador y presidente, hasta sus problemas de salud, el conflicto con el empresariado del campo en 2008 y la compra-venta de tierras en Santa Cruz, su provincia natal. Lo interpreta Néstor Sánchez (Bar El Chino, Los exitosos Pells, Cuatro Reinas), y tras él un proyector acelera imágenes de los acontecimientos político-mediáticos más relevantes en torno al mandatario, mientras las luces enfatizan, a veces, su figura, y otras, la historia misma.

La pieza se acerca al 27 de octubre de 2010, es decir a su abrupta finalización. Allí culmina. La sala queda en silencio, se escucha algún sollozo y todas y todos aplauden, una vez más, a Néstor. Es la magia del teatro. Tras bambalinas se encuentra su director, Enrique Federman (No me dejes así, Sweet Charity, Sos vos), quien adaptó el libro homónimo de Gabriel Pandolfo y dialoga al respecto con ANCCOM.

¿Qué potencial viste en el texto para llevarlo al teatro?

Se puede enunciar desde distintas circunstancias. Puede ser por las situaciones, por los personajes, por el tipo de historia. Es un personaje que en sí mismo genera mucho para mostrar y una trama que además aún no terminó. Cuando se lo muestra en el No al ALCA, en aquel discurso de 2005, es lo mismo que sucede hoy, que el FMI le dio dinero a quien sabía que no le iba a pagar. Es aún más actual que en ese momento.

¿Ya habías hecho alguna adaptación de un libro?

Nunca, y menos de una biografía, que es lo opuesto a lo que suelo trabajar. Se dice que en mis obras brindo poca información, para que el público después complete. En este caso la información estaba toda, hechos, datos, estadísticas, y me pareció interesante como tarea y como desafío esta modalidad…

En la obra trabajás con el concepto de lo “torcido”…

Eso surgió cuando la escritura estaba bastante avanzada. Néstor tenía la mirada torcida, la nariz torcida hacia arriba y también una forma torcida de pronunciar. Lo que él llevó a la práctica fue torcido en relación a lo que se podía esperar en ese tiempo, después de 2001, con el “que se vayan todos”. Era un desconocido, un peronista más del que no se esperaba demasiado, y él “torció” e hizo cosas que no estaban establecidas.

¿Cambió tu percepción de Néstor Kirchner?

No le había prestado atención hasta su muerte. Yo estaba asqueado con lo que había concluido en el fracaso de 2001. Cuando murió vi un documental sobre él y me sorprendió la cantidad de cosas que había hecho.

La música es bastante particular…

El espectáculo tiene dos zonas musicales. La primera es la canción principal compuesta por León Gieco, y por otro lado, todo lo sonoro que trabajé con Pablo Martín, la música incidental y los efectos. León tomó mi idea de “torcido” y compuso un temón, “Nestorcido”. A Néstor, tal como se dice en la obra, no le gustaban Los Beatles sino Los Wawancó, la cumbia. Entonces León percibió ambas cosas, Los Wawancó y lo torcido de criterio, y armó ese temón que es para bailar y llenar la cancha.

 

Néstor, el presidente militante se exhibe los domingos y los lunes a las 20.30 en el espacio Dumont 4040 (Santos Dumont 4040, CABA).

Fotografiar la historia

Fotografiar la historia

Cerutti ganó el premio de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano por su trabajo 132.000 volts, el caso Ezpeleta.

La mirada fija a la distancia y los ojos tan característicos, entrecerrados; la campera de cuero cerrada y el pelo ya grisáceo azotado por el viento del sur, siempre impiadoso, tan conocido. Así lo retrató María Eugenia Cerutti a Néstor Kirchner en una de las tantas fotos que le hizo entre el 2003 y el 2009. Así se lo ve al ex presidente en el libro fotográfico que lleva su apellido, Kirchner, publicado por la fotógrafa mendocina. En sus páginas se observa una historia, una época de un país que comenzaba a levantarse luego de la crisis y que volvía a creer en la política como herramienta de transformación.

María Eugenia Cerutti fue fotógrafa de Clarín durante 17 años, y allí tuvo la oportunidad de cubrir las actividades de Néstor Kirchner desde la campaña del 2003 hasta el momento de su muerte, en 2010. Su mirada logró retratar no sólo al candidato, al presidente y al personaje político; sino también al hombre en todas sus facetas, al personaje histórico.

En el 2015, viendo un fin de ciclo -político y personal-, Cerutti publica el libro Kirchner, conformado por una cuidadosa selección de las imágenes que tomó a lo largo de todos esos años de vínculo con la -entonces- familia presidencial. En 2019, en puertas de un nuevo ciclo, la fotógrafa reeditó el libro.

Ganadora del primer premio de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) de García Márquez por su trabajo 132.000 volts, el caso Ezpeleta, Cerutti trabaja hoy como fotógrafa independiente y docente. Su trabajo más reciente es Con toda la muerte al aire, una reconstrucción de un femicidio ocurrido en 1955, en el marco del Laboratorio de Periodismo Performático de la Revista Anfibia.

«La foto del descuelgue del cuadro de Videla es mi favorita. Inolvidable ese día, por todo lo que representó», dice Cerutti.

¿Cómo fue el proceso de reedición del libro?

Fue un trabajo colectivo de edición con Julieta Escardó y Jazmín Tesone, dos editoras, con la mirada de ellas más fría y no tan cargada de experiencia y de anécdotas. Hace falta esa mirada con más distancia para ver el material. Con ellas hicimos tanto la primera edición como la reedición, que tiene algunas modificaciones, cambiamos el formato, de apaisado pasamos a vertical, y también añadí algunas fotos, de algunas personas que hoy tienen un lugar que no lo tenían en el 2015. Por ejemplo, Máximo Kirchner y Alberto Fernánez. Quedó mejor.

El hecho de que se reedite el libro este año ¿es por alguna razón vinculada al contexto político?

Tiene que ver con el contexto político; tiene que ver con el aniversario de la muerte de Néstor Kirchner y que también había elecciones presidenciales el mismo día, fue algo muy fuerte. Además ya no tenía más libros, me pedían… ¿Viste cuando todo te dice que es el momento? Tenía que hacerlo, y sobre todo esto, pensando en que por ahí volvían… capaz era muy pronto, en ese momento todavía no se sabía, ¿volverán al poder o no?

¿Cómo comenzaste a trabajar con Néstor Kirchner?

El trabajo empezó en el 2003. Todos los años electorales presidenciales desde la vuelta de la democracia, sobre todo en Clarín y en La Nación, ponían un fotógrafo para hacer el seguimiento de la campaña. Así se hizo con Alfonsín, con Menem, con De la Rúa, con todos. Cuando llegó el turno de Néstor, casi de casualidad que fui yo a cubrir. Tuve suerte, en realidad: en ese momento él ya era gobernador de Santa Cruz y nadie había entrado a su despacho todavía, pero yo entré. Hice las fotos, unas fotos que no se habían hecho, y volví. Y ahí me dijeron “bueno, entonces hacé vos la campaña”. Y así fue, ahí empecé. Hablaba con el vocero de Néstor, Miguel Núñez, que me iba pasando las fechas y actividades, y yo iba resolviendo, eligiendo; porque entonces no era como ahora que se cubre todo: antes veía todas las actividades en agenda y pensaba cuál era visualmente la mejor e iba a cubrir esa. Y así fueron pasando los años. Cubrí la campaña de transición de 2003, la campaña de 2005 -que fue la de Cristina para senadora-, la del 2007 de Cristina y la del 2009. A veces iba a acontecimientos que no tenían que ver con la campaña, sino actividades de Presidente. En el 2015 me fui de Clarín y también cerraba un ciclo, en ese momento, y vi que tenía todo ese material, un montón de material, ¿por qué no hacer un libro? Sino iba a quedar perdido en el archivo del diario, todo desmembrado.

¿Cuál fue el vínculo que se generó con los Kirchner?

Fue profesional, un vínculo cotidiano de trabajo. Sobre todo al principio, cuando todavía Clarín no se había peleado con Néstor, y aparte porque eran también otras necesidades en ese momento: Internet estaba recién empezando, entonces para la campaña de él, tener a Clarín haciendo todos los días una nota, era bueno, lo nacionalizaba. Ahora no se necesita eso, se recurre a otros medios, pero en ese momento era importante. Y después, mantuve ese vínculo incluso cuando empieza la guerra. Me hacían chistes, me decían “que te pasha, Clarín”, como que conmigo estaba todo bien, separaban.

Y luego de la pelea con Clarín, ¿cambió algo en la relación?

No, desde ningún lado. En el diario no me pidieron nada distinto. Si en algún momento no les gustaban las fotos, elegían otras, pero no es que yo lo sepa. Yo volvía, dejaba el material y listo. Y Néstor tampoco me recriminaba las fotos. Por lo general nunca tuve ningún tipo de exigencia ni reclamo ni de un lado ni del otro. Tuve suerte.

«¿Qué te pasha Clarín?», la cargaba Kirchner cuando Cerutti le hacía tomas.

¿Cuál dirías que fue el momento o los momentos más significativos que te tocó fotografiar durante el tiempo que trabajaste con Kirchner?

El descuelgue del cuadro de Videla. Inolvidable ese día, todo lo que representó eso. A parte de ahí después fui a la ESMA. Inolvidable. Después, la verdad, el material en relación con la cotidianidad. De todo, lo que me gustaba mucho era como él se movía, como se acercaba a la gente, a darle besos, a que le dieran: cómo él usaba el cuerpo para vincularse con la gente. Eso era muy diferente al resto, a lo que se hacía antes. Ahora se hace más, pero sigue siendo como una marca personal de Néstor.

¿Cuál es tu foto favorita?

Te diría que la foto del cuadro, casi por el hecho histórico en sí mismo. Me gustan también un montón de otras imágenes que hablan del personaje pero no en el momento de la foto, sino en los momentos que son antes y después de los hechos. A mí me interesan mucho esos momentos que están corridos de las situaciones que están armadas para ser fotografiadas. Ahí uno puede pescar otras cosas. Después, una de mis fotos preferidas es la de los zapatitos de Cristina y otras de Néstor de ese día: era el lanzamiento de campaña y está con unos papelitos plateados y a Cristina la están saludando todos. Él ya terminaba el mandato e iba a ser ella la candidata, le estaba delegando el poder.

¿Cómo fue el momento de la muerte de Néstor?

Fue muy shockeante, no me lo esperaba. Para todos fue muy fuerte, muy conmovedor. Lo cubrí para el diario, terminé de trabajar y me quedé en la plaza, viendo y vivenciando lo que pasaba, ya no para sacar fotos sino como cualquiera, digamos. Fue muy fuerte.

¿Sentís que a partir de ese momento cambió algo en tus fotos?

Por ahí sí… empecé a ver lo que había pasado, más allá de que un poco ya lo sabía. Ver todo los hechos históricos que habían ocurrido y todo ese material que tenía, que era un montón. Poquito tiempo después de que sucedió empecé a ver todo el material y me di cuenta que podía haber un libro, haciendo una decantación y un filtro del material para que quede más contundente. Ahí fue cuando empecé a trabajar y me tomó bastante tiempo llegar al formato visual.

¿Sabés cuál fue la última foto que le sacaste?

No, no me lo había preguntado nunca. Sí sé que las últimas fueron las de la campaña del 2009. Pero cuál fue la última de todas, no sé.

¿Pensás que si encontrás esa última foto la mirarías distinto?

Puede ser. En su momento fue una foto más pero hoy cobra otra importancia.

¿Y te gustaría volver a hacer este tipo de trabajo?

Sí, me gustaría. A mí me encantó, me sentí una privilegiada.

¿Qué fue lo que más te gustó?

La cercanía, poner el cuerpo y la mirada en un personaje histórico. Estar ahí, tan cerca, con todo lo que significó, es tremendo. Poder haberlo hecho, haber sido testigo de una época, de un cambio, del regreso de la política, de creer en la política como manera de cambio, y tanto del legado que dejó. En su momento, mientras estaba cubriendo, no sabía qué iba a pasar ese día. También lo pude hacer porque trabajaba para Clarín, que tenía los recursos para ponerle un fotógrafo a cada candidato en épocas de campaña. Ahora no se hace más ese tipo de trabajo, no se encara más de esa manera. Ahora dicen: “Bueno, total nos manda material cada candidato”. Y no es lo mismo. Esa imagen tiene otro objetivo, pero así funciona. Fue buenísimo haberlo hecho, disfrutado, y poder ponerlo en valor a través del libro. Porque las imágenes se resignifican mucho según dónde estén expuestas: un diario, una pared, una revista; dependiendo de cuál sea el soporte y el contexto, el sentido se modifica. Entonces, limpiar el material de eso también permite otra lectura, que el espectador, al momento de verlo, apele a su memoria y a su saber de la historia para reconstruirla. Siempre pensé mucho que ese gesto era lo que me interesaba.

En su momento era como un cierre de ciclo, y hoy parece abrirse uno nuevo. Teniendo en cuenta el contexto político, ¿cómo se podría leer el libro hoy?

No sé cómo se puede leer, pero sí van pasando los años y se va haciendo como más histórico. En el 2015 todavía era algo que estaba ahí, como del día anterior. En cambio ahora, luego de cuatro años de gobierno de Mauricio Macri, creo que se puede revalorizar una época y verla con un poco más de distancia. Eso te lo permite también el poco texto del libro: detrás de cada foto hay un pequeño texto mío contando como fue el trabajo, permitiendo que la gente conecte con esas imágenes, con sus recuerdos y sus propias historias. No viene un prólogo diciendo cómo tenés que leer estas imágenes para dejar que cada uno las lea como quiera.

¿Cómo entendés la situación del fotoperiodismo hoy?

Casi no lo ejerzo, pero es muy complejo el cambio de época en relación a los medios y a la circulación y producción de las imágenes. Por lo que sé, por mis colegas que siguen trabajando en relación de dependencia, como que no hay un interés como lo había antes, se trabaja cada vez menos. Sé que durante el gobierno de Macri no hubo acceso a un montón de actividades presidenciales, ellos mandaban las fotos, y eso es otra mirada. No está bueno que haya pasado eso, hay cosas sobre las que empieza a haber un control excesivo sobre la producción de imágenes, y eso para mí es en detrimento total de la variedad de miradas.

¿Fue por una decisión personal que te alejaste del fotoperiodismo?

Por un lado fue un fin de ciclo para mí, sentía que ya había hecho las cosas más copadas: las cosas más interesantes que me podrían haber tocado hacer trabajando como fotógrafa en un diario, ya me habían pasado. Quizás era esperar una nota buena por año y después, el resto del año era aburrirme un montón. Era un trabajo, también, pero pude arriesgarme a ver qué pasaba y me fui. Era una redacción que estaba mutando, Clarín estaba ofreciendo retiros voluntarios, un montón se habían ido antes de que yo me fuera, y después de que yo me fui se fueron muchos fotógrafos más todavía. A los medios cada vez les importan menos las imágenes, estamos en una época en que las imágenes son super importantes pero no les interesa ni pagar por ellas ni hacer la producción profesional de ellas. Entonces no me quise quedar e inmolarme, arriesgándome a que hay momentos con trabajo y momentos con menos, sobre todo en estos años tan complejos. Dentro de todo me fui acomodando, encontrando otros trabajos, otras cosas siempre ligadas a las fotos. Pero era muy de ciclo cumplido: ya no me sentía tan a gusto hacía bastantes años, y antes de llenarme de bronca, me fui. Fue lo mejor para mí.

¿Cómo fue la experiencia de hacer periodismo performático?

Me parece una experiencia hermosa, como de romper un poco los límites conocidos dentro de la profesión, del género y del cómo contar las historias. Es abrirse más al arte como espacio creador, conceptualmente, pensar con límites más abiertos. Arriesgarse en torno a eso me pareció muy interesante. También una manera de decir “bueno, quiero contar esta historia, que es un hecho real que pasó” desde otra perspectiva, con otro nivel de profundización y con criterios más estéticos. Lo volvería a hacer, porque en el espacio hiperinformado en el que vivimos, que saltamos de un tema al otro, me parece también que la posibilidad de plantear un tema como una obra performática permite tener la experiencia de escuchar, de ver, de sentir una historia en particular durante un tiempo. Me parece interesante esa posibilidad en contraposición de este momento en que todo pasa rápido; como forma de experiencia más inmersiva, que posibilita otras lecturas.

 

«Fue un hecho trascendental para la Memoria»

«Fue un hecho trascendental para la Memoria»

Alfredo Mantecol Ayala, Lila Pastoriza, Gabriela Alegre, Ana María Soffiantini, Miriam Lewin y Manuel Franco.

A 15 años de su primera visita a la exESMA tras la recuperación de la democracia, sobrevivientes de ese centro clandestino de detención volvieron a recorrer esta semana el predio que se convirtió en símbolo de la lucha por la Memoria, Verdad y Justicia.

En el marco de una actividad organizada por el Directorio de Organismos de Derechos Humanos del Espacio de Memoria, Alfredo «Manteco» Ayala, Ana María Rosita Soffiantini, Miriam Lewin y Lila Pastoriza volvieron al lugar donde estuvieron secuestrados para recordar aquella visita motorizada por el ex presidente Néstor Kirchner. Aquella secuencia terminó luego con la transformación de la Escuela de Mecánica de la Armada en un espacio de Memoria.

Quince años después, los sobrevivientes recordaron aquel 19 de marzo. «Había un clima de mucha emoción, pero también de tensión», recordó Lewin. La periodista participó de esta nueva recorrida y de la charla posterior a la que también se sumó Gabriela Alegre, ex legisladora y parte del grupo de organización de aquella visita.

Lewin confesó: “No quería participar de la visita porque consideraba que, si estaba el Presidente, era un acto público y debía participar la prensa. Igualmente, el hecho de encontrarme con mis compañeros y saber que uno está ahí, me hicieron asistir, más allá de las diferencias”.

«La memoria y la búsqueda de la verdad es una construcción en la que tenemos que intervenir todos»

Los sobrevivientes recordaron que fuera del predio, sobre la reja que da a la Avenida del Libertador, se manifestaba un grupo de padres de cadetes que no querían ser trasladados. “Había carteles, gritos, nos increpaban, y nosotros simplemente los mirábamos”, dijo Lewin. Y agregó: “Había un acuerdo tácito de no responderles de ninguna manera”.

También recordó que recorrieron el predio en grupos de dos o tres personas, reconociendo el lugar y las modificaciones que había sufrido. “Había un equipo de presos especializados en carpintería, plomería, que se ocupaban de correr paredes, bloquear de puertas, anular ascensores, para evitar el reconocimiento del lugar”, recordó.

Por su parte, Soffiantini destacó que el recorrido de aquel entonces fue “realmente impactante. Resultó un hecho trascendental para la Memoria y para buscar la verdad, una construcción en la cual tenemos que intervenir todos”.

La visita conmemoró la primera vez que los sobrevivientes reingresaron en libertad al predio, por iniciativa del entonces presidente Néstor Kirchner.

Lila Pastoriza definió aquella época como un tiempo de mucho debate. “Había gente que no creía que había que expropiar, incluso hasta el día de hoy”, reconstruyó Pastoriza. “Fue importantísima la decisión política de Néstor Kirchner -aseguró-, que fue un tipo absolutamente convencido de todo lo que había que hacer en ese sentido. Fue muy genuino en esta cuestión”.

“Esa visita del 19 de marzo fue un antes y un después para nosotros –agregó-. Fue encontrarse con un lugar en donde habíamos estado, habíamos reconocido, habíamos hablado en el Juicio a las Juntas sobre este lugar, habíamos declarado en el exterior, habíamos hablado mucho, pero no habíamos vuelto”.

Mantecol Ayala recordó unos días previos a la visita del 19 a la ex ESMA. “El domingo anterior me había llamado el secretario de la Presidencia y me había dicho que Néstor Kirchner quería entrar conmigo a la ESMA. Y yo no sabía qué decirle. ‘¿Qué Néstor?’, le pregunté”, recordó.

“El día que visitamos el predio por primera vez -continuó-, me bajé del micro y Néstor abrió los brazos como a 30 metros de donde estaba y me saludó. ‘¿Qué hacés Mantecol?’, me dijo. Me puso su mano en mi hombro y me pidió que le cuente todo sobre el lugar. Esos días fueron de una total locura para mi corazón”, declaró.

«Kirchner me puso su mano en mi hombro y me pidió que le cuente todo sobre el lugar», recordó Ayala.

Alegre recordó el proceso “complejo” para organizar la apropiación del predio, entre Nación, la Ciudad y los diferentes organismos defensores de los derechos humanos: “En aquel entonces, como también hoy, había un debate muy fuerte en torno al destino del predio”, dijo y continuó: “Con Nación hicimos la lista de los sobrevivientes y fue una oportunidad impresionante poder entrar. El edificio estaba en funcionamiento, todavía había dormitorios de cadetes”.

De cara a un nuevo aniversario del golpe militar, este domingo 24, el Espacio Memoria y Derechos Humanos inaugurará la muestra “Conquistas de la memoria” el sábado a las 18:00. Por la noche, se realizarán “audioguías” y proyecciones en el edificio.