«La comunicación es parte de la acción política»

«La comunicación es parte de la acción política»

La investigadora Natalia Aruguete desmenuza la construcción del discurso que realiza Javier Milei. ¿Qué estrategias utiliza para imponer agenda? ¿Por qué busca polarizar todo el tiempo? La afectividad política por sobre la racionalidad ideológica.

Natalia Aruguete es doctora en Ciencias Sociales, investigadora, periodista y docente. En esta entrevista analiza las estrategias comunicaciones de Javier Milei y La Libertad Avanza, de qué manera interpela a su electorado, cómo logra dominar la agenda y qué rol juegan en eso las redes sociales. 

 

¿Cómo observas la comunicación política de Javier Milei? 

Hay una estrategia comunicacional, una construcción discursiva, que está muy marcada por un “Ellos” asociado a la casta, a los privilegios de la política tradicional y un “Nosotros” que se identifica con el espacio liberal libertario, que es presentado por la comunicación gubernamental como el pueblo libre, los ciudadanos de bien, que de alguna forma buscan salir de la opresión estatal. En ese sentido, si bien es un relato que simplifica la complejidad de los acuerdos y desacuerdos entre sectores y comunidades, resulta muy efectivo para ese sector afín al gobierno porque genera una identificación entre esos sectores que de alguna forma el sistema, la democracia o las promesas de la democracia, los dejó afuera. En este tipo de discursividad juega un rol clave la polarización afectiva, no solo porque refuerza la identidad propia sino porque intensifica el rechazo y la desconfianza hacia aquellos con los que se confronta, percibiendolos como los responsables de la exclusión y del abuso de las prebendas del Estado. Si bien ello muchas veces convive con la polarización ideológica, en contextos como el actual esa dimensión afectiva suele tener una mayor fuerza, en tanto las emociones negativas hacia el otro grupo se ponen por encima de un debate más racional sobre políticas públicas. 

 

¿Desde qué estrategias interpela a sus votantes?

Milei intenta construir una identidad como la de ese ciudadano libre que se emancipa del Estado, concebido como una carga opresiva y corrupta. Ese tipo de identidad es fuertemente individualista, que hace una exaltación de la autonomía personal, del esfuerzo meritocrático y del rechazo a cualquier intermediación estatal. Eso interpela a las juventudes porque en algún punto coincide no solamente con sus experiencias laborales, también con sus experiencias comunicacionales, con las identificaciones que tienen con los influencers a los que siguen, es decir ahí hay algo que está también encausado por el entorno y por una cultura de época. Al mismo tiempo en este tipo de identidad la impronta emocional es muy potente, porque no se trata solo del emprendedor que progresa por mérito propio, sino que también es alguien que se rebela contra el abuso y los privilegios de la clase política. Esa dimensión afectiva implica también algo del combate, de la confrontación, con una carga cuasi épica en donde el ciudadano en algún punto protagoniza esa lucha por recuperar su libertad.

«Las tecnologías digitales han provocado una enorme transformación tanto de lo que uno ve, como de lo que uno piensa y lo que uno hace. Teniendo eso en cuenta, hay que generar un espacio de reconstrucción de valores como la igualdad y el acceso pero incorporando la tecnopolítica y no en contra de ella.»

Natalia Aruguete

¿Cómo marca agenda el espacio liberal libertario?

La Libertad Avanza tiene una gran capacidad de instalar agenda en el nivel político, mediático y de la opinión pública. Los temas de los que se habla y alrededor de los cuales se discute son los que impone el gobierno y el principal protagonista es Javier Milei. Hay una búsqueda por instalar agenda que se ha logrado muy claramente. Milei impone el tema del día, por un lado, por las políticas que implementa y si no hay políticas que implementar, saca temas de la galera para identificar a determinados sectores con los cuales confrontar de forma espectacularizada, para instalar eso en la agenda de discusión alrededor de la cual se arman un sin fin de deliberaciones. Cada vez que Milei insulta a un dirigente, a un periodista, a una celebridad de la cultura o reaviva cualquier tipo de polémica, logra que todo el sistema político y mediático gire en torno a ese evento que él dispara y a su figura. Ahora, esa capacidad que tiene de instalar la agenda no se explica sólo por su actitud combativa, sino también por su estética política y comunicación disruptiva, es beligerante y en muchas ocasiones también es sumamente cruel y eso en algún punto rompe con cualquier tipo de código tradicional de la comunicación gubernamental. Sus intervenciones, tanto en redes sociales como en actos públicos, construyen una puesta en escena permanente que combina la transgresión verbal con el agravio personal y el desprecio abierto hacia cualquiera de sus adversarios que son construidos como enemigos a liquidar. Ese tono que llega a niveles extremos en ocasiones y que algunos interpretan como una demostración de autenticidad y valentía, en realidad lo que hace es reforzar su centralidad mediática y lo posiciona como el actor que dicta el ritmo y el contenido del debate público pero esa estrategia puede volverse en contra.

 

¿Qué rol juegan las redes sociales en el espacio libertario y cuánto afecta a la investidura presidencial que Milei sea un presidente twittero?

Por un lado, el espacio de las redes hoy es central. Las redes claramente no son una plataforma de discusión sino que son una arena de disputa del sentido común, porque no solamente amplifican discursos sino que moldean liderazgos y tensan dinámicas democráticas. En los últimos años en Argentina y en el mundo vemos que quienes tienen mayor dominio de esas lógicas digitales también ganan en esa capacidad de marcar la agenda. Ahora, las redes y centralmente la plataforma X, no sólo es una herramienta de comunicación sino que es un espacio donde Milei ejerce poder y construye identidad definiendo enemigos e imponiendo las propuestas del tipo programáticas que está queriendo forjar tanto a nivel gubernamental como parlamentario. Además, las redes son una forma de construcción de vínculos directos con sus seguidores, vínculos profundamente afectivos e identitarios porque dan a su base la sensación de cercanía al tiempo que reconfiguran el tiempo y el ritmo de la política. Por otro lado, cuando se producen eventos críticos se activan otros procesos, ya que distintos actores tanto políticos como sociales y mediáticos, se vuelcan a la arena pública para interpretar y disputar el sentido de ese evento, para darle un determinado significado. Ese despliegue contribuye a una amplificación del interés social, la gente se informa más sobre el tema, es por eso que estar muy arriba, en un nivel de tanta exposición y centralidad también tiene sus riesgos porque cualquier traspié puede afectarlo directamente y a gran escala. La intensidad con que se domina la conversación pública puede volverse en ciertos momentos en su contra, amplificando los costos políticos de esos errores o escándalos.

 

¿Qué consecuencias considerás que está dejando en la comunicación política la experiencia libertaria?

Me parece que pone de manifiesto un cambio cultural que excede a Milei y que es un cambio que vino para quedarse. Una de las razones es material: las tecnologías digitales han provocado una enorme transformación tanto de lo que uno ve, como de lo que uno piensa y lo que uno hace. Teniendo eso en cuenta, hay que generar un espacio de reconstrucción de valores como la igualdad y el acceso pero incorporando la tecnopolítica y no en contra de ella. La realidad es que no hay política por fuera de lo comunicacional, hay algo que creo que el espacio liberal libertario comprende muy bien y que sus principales dirigentes políticos transmiten de manera muy eficaz, que es que la acción política y la comunicación política están profundamente imbricadas, no van por lugares distintos. La concepción tradicional de que primero se hace política y después se difunde eso, es una forma muy falaz de comprender la comunicación política. La política es con comunicación y la comunicación es parte de la acción política.

¿Cuánto tuvieron que ver las redes sociales con los votos?

¿Cuánto tuvieron que ver las redes sociales con los votos?

Las elecciones de agosto dejaron algunas claves para analizar. En diálogo con Natalia Aruguete, experta en medios sociales y su impacto en la agenda política, intentamos entender la extraña respuesta electoral. ¿Quién gastó más en promocionarse en las redes? ¿Qué pasó con las audiencias de los medio en la cobertura de las PASO?

La victoria de Javier Milei (Libertad Avanza) en las PASO parece haber sorprendido a todos. La mayoría de las encuestas no lograron prever estos resultados. Los medios tradicionales tampoco, pero las redes sociales hace tiempo dejan entrever una cierta inclinación hacia el referente actual del liberalismo argentino: millones de seguidores, miles de “me gusta” y una interacción constante con su público que resalta la facilidad y sencillez con la que el economista responde a ciertos tópicos. ¿Será que el triunfo parcial de Javier Milei se puede explicar a partir de su discurso en plataformas de internet? Natalia Aruguete, doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), investigadora del CONICET y profesora de la Universidad Austral y UNQ, responde que no existe una única razón. Lo cierto es que se trata de una convergencia entre los medios online, los medios offline y el territorio. “Lo que sucede en medios digitales y medios tradicionales tiene que estar en diálogo, es erróneo pensar que las redes y los medios tienen agendas o encuadres distintos”, afirma. 

Pero estas elecciones fueron sorpresivas incluso antes de comenzar, ya que la campaña electoral finalizó de manera abrupta luego del crimen de Morena Domínguez, la niña asesinada en Lanús. Todos los candidatos decidieron dar por terminados sus actos proselitistas finales, tras spots y carteles que por varias semanas desbordaron medios tradicionales. Casualmente solo Javier Milei logró dar un cierre propiamente dicho, adelantándose a lo planificado por sus competidores. La idea de la Libertad Avanza era terminar su cruzada previa a la veda electoral en redes sociales, Ramiro Marra, candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, planeaba un vivo de 12 horas de corrido, en Twitch y Youtube, compartiendo las propuestas del partido y entrevistando a distintos referentes, entre ellos, por supuesto, el mismo Milei. Aunque no se pudo llevar a cabo por el hecho de inseguridad que consternó al país, llamó la atención la manera poco tradicional de concluir las primarias. 

Presencia en redes

En estos últimos años los políticos han tenido que adecuar sus discursos a distintos formatos y acrecentar su imagen en redes sociales. Ya no alcanza con estar presentes en Facebook, hoy en día es necesario también estar en Twitter, Youtube, Instagram e incluso TikTok, red predilecta de jóvenes y adolescentes. Algunos hasta se animan con Twitch, como es el caso de Marra, plataforma que permite realizar transmisiones en vivo y es muy habitual en la actualidad.

Claro que es necesario delimitar qué tipo de narrativa se quiere construir en cada una de estas redes, especialmente porque no todas son consumidas por las mismas personas. Allí radica el éxito o el fracaso de una buena campaña. “No hay que decir todo a todos. Comunicacionalmente no rinde porque no todos habitan los mismos escenarios comunicacionales”, sostiene Aruguete, y sentencia, “una buena campaña comunicacional es aquella en la que uno logra interpelar al sector de la sociedad al cual quería dirigirse”.

Pero no todo se trata de contenido orgánico, los candidatos, y los precandidatos que quedaron en el camino, invirtieron mucho dinero en redes sociales. Especialmente en las plataformas de Meta: Facebook e Instagram. Se comprobó que uno de los políticos que más dinero gastó en publicidad fue Juan Schiaretti, de Hacemos por Nuestro País, que desembolsó cerca de $120 millones y quedó como cuarta fuerza de cara a las elecciones generales de octubre. Unión por la Patria en su totalidad invirtió más de $100 millones y Juntos por el Cambio cerca de $90 millones. Lo curioso es que Javier Milei no aparece en la lista, por lo que se puede deducir que no destinó presupuesto a plataformas, no por lo menos desde sus cuentas oficiales.

Claro que las redes sociales, ya sea con publicidad paga o un discurso más bien orgánico, no tienen la fórmula ganadora ni mucho menos, pero tal vez es menester dejar de subestimar su poder y lograr entenderlas una por una, sin dejar nada librado al azar. “No todas las temáticas ni todas las narrativas tienen el mismo rendimiento en las distintas plataformas. Ahí es donde uno tiene que distinguir y segmentar qué tipo de propuesta o qué tipo de temas instala en función de qué rendimiento quiere tener, qué imagen de sí quiere dar y a quiénes quiere interpelar» sintetiza de manera más que suficiente la autora de El poder de la agenda: política, medios y público

Muchos argentinos y argentinas, especialmente de un rango etario inferior a los 40 años, prefirieron informarse del escrutinio a través de canales de streaming. El Búnker del Método, llevado a cabo por el youtuber Tomás Rebord, contó con casi 100 mil personas en vivo

Nuevas maneras de consumir

En cuanto al público, que además de ejercer su voto, siguió minuto a minuto las elecciones a través de los medios, llamó la atención que muchos de ellos hayan dejado de lado los más tradicionales y optado por coberturas hechas por influencers en redes. Muchos argentinos y argentinas, especialmente de un rango etario inferior a los 40 años, prefirieron informarse a través de canales de streaming. Los números sorprenden. El Búnker del Método, llevado a cabo por el youtuber Tomás Rebord, el principal ejemplo, contó con casi 100 mil personas en vivo, mientras que otros medios como El Destape y FutuRock también obtuvieron muy buenas cifras. «Hoy los medios están bastante más sometidos de lo que nosotros creemos a lo que está pasando por fuera de ellos”, explica la investigadora del CONICET mientras echa un poco de luz a este nuevo fenómeno.

Actualmente, y a juzgar por los números, las audiencias buscan mayores opciones a la hora de informarse, al mismo tiempo que buscan nuevos líderes de opinión. Todo indica que los medios tradicionales ya no cuentan con la posta, se trata más bien de un diálogo continuo y recíproco entre ellos. “La propia circulación de información en medios y redes está retroalimentada per se. Los medios levantan posteos de distintas redes sociales y las redes sociales citan a los medios”, sentencia Aruguete.

A más de diez días de las PASO y a menos de dos meses de las elecciones generales, los políticos elegidos reanudaron sus campañas. La presidencia aún no está definida y quedan futuros análisis por llevarse a cabo conforme se reacomoden los candidatos.

Intentar explicar el triunfo provisorio de Javier Milei a partir de su impacto en redes sociales sería erróneo, pero dejarlo de lado también. El batacazo de la Libertad Avanza se puede explicar por numerosos factores: el descontento político de gran parte de la sociedad, los números actuales de pobreza e inflación, las enormes deudas heredadas, la búsqueda de figuras nuevas, entre otros. Pero es necesario sumar también lo que ocurre en internet, incluirlo dentro de un paquete que solo funciona si es en conjunto. «Si tratáramos de explicar -agrega Aruguete- cómo es que Milei logró conseguir esa cantidad de votos es porque tuvo un muy buen rendimiento en redes sociales, pero también tuvo una sostenida, resistente y creciente aparición en medios tradicionales”.

Es necesario brindarle a los ciudadanos aquellas cuestiones que exigen, pero también es necesario lograr converger todos los puntos en uno solo, sin dejar nada por fuera, de lo contrario el resultado no sería el esperado. «Si uno quiere intervenir en el ecosistema digital tiene que generar redes entre las distintas plataformas con los medios de masas y con el territorio porque si no están relacionados el escenario online con el escenario offline no se logra una buena campaña comunicacional”, sentencia Aruguete. 

“El ecosistema digital constituye un aporte significativo a la escalada de la intolerancia”

“El ecosistema digital constituye un aporte significativo a la escalada de la intolerancia”

La investigadora Natalia Aruguete analiza cómo funcionaron las redes sociales en el clima de violencia política que se instaló en el país.

Inmediatamente después del atentado ocurrido en la noche del 1º de septiembre contra la vicepresidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner, las redes sociales estallaron de publicaciones sobre lo acontecido. En el mismo momento en que los medios televisivos repetían en bucle el video en que un hombre apunta y gatilla en la cabeza de la funcionaria, los comentarios en Twitter no cesaron de aumentar hasta el día de hoy.

Tanto simpatizantes del gobierno como opositores dieron sus puntos de vista además de funcionarios y personalidades públicas quienes se hicieron eco del hecho. Se pudieron leer desde mensajes de apoyo a Cristina Fernández y repudio al atentado, como otros que incitaron al cuestionamiento y la especulación sobre la veracidad del hecho. 

Muchos usuarios hicieron sus propios análisis a partir de las imágenes que circularon por todos los medios y las redes sociales. Se hicieron Trend Topic (TT) los hashtags #CFKsevictimiza y #CFKNOTECREONADA. Por otro lado, palabras como NUNCA MÁS, MAGNICIDIO, Vicepresidenta de la Nación, #DEMOCRACIA continúan en tendencia en esta red social.

Desde actores de la oposición como Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, hasta de partidos de izquierda como Manuela Castañeira, Myriam Bregman y Nicolás del Caño expresaron su repudio y pedido de esclarecimiento del hecho. A ellos se sumaron periodistas y figuras públicas como Eduardo Feinmann y Jonathan Viale que son fuertemente críticos a esta gestión. También los periodistas Julia Mengolini y Fito Mendonca Paz dieron su apoyo a la Vicepresidenta y señalaron el repudio a los discursos de odio. Otros como Diego Iglesias y Juan Amorín publicaron su apoyo y preocupación, a la vez que continúan su labor periodística recopilando información en sus cuentas personales. En contrapartida la publicación de la diputada santafesina Amalia Granata insistió en un discurso de incredulidad y acusación de falsedad sobre lo ocurrido. A ella se sumó la periodista de La Nación Guadalupe Vázquez dejando en claro sus dudas sobre el atentado como tal. Las repercusiones se observaron rápidamente en la cantidad de likes y retweets de todos ellos, además los medios audiovisuales se nutrieron de estas expresiones y las fueron replicando en vivo en los diferentes canales de TV.

Algunos usuarios de Twitter observaron que aún no se han pronunciado públicamente Ricardo López Murphy, Javier Milei y Patricia Bullrich, quien solamente criticó la decisión del presidente Alberto Fernández de decretar feriado de ayer. 

Para comprender un poco más cómo ocurre el uso y circulación de la información en las redes sociales, ANCCOM dialogó con la Investigadora del CONICET Natalia Aruguete, autora de varios trabajos acerca del funcionamiento de las redes sociales, como su libro Fake news, trolls y otros encantos, en coautoría con Ernesto Calvo. Desarrolló el tratamiento de la información y la utilización tanto de los medios de comunicación como de figuras públicas con respecto a la política.

En este sentido le consultamos sobre cuál es la influencia de las declaraciones de figuras públicas en este contexto particular. “Nadie desprecia los pronunciamientos de determinados referentes políticos e influencers mediáticos. Sin embargo, creo que no son los fundadores de la violencia política que se ha ido cimentando en estos años. Son parte de este entramado políticos-social signado por una polarización no sólo política sino profundamente identitaria y afectiva, donde el odio es uno de los sentimientos más activados. En estos escenarios, las derechas a nivel internacional son las más -y más intensamente- activadas”, señaló.

Por su parte diferentes actores, actrices, personalidades públicas y organizaciones de derechos humanos manifestaron también su preocupación sobre la situación ocurrida y el apoyo a la mandataria. Entre ellos Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, el SERJAP, diputados y senadores del Frente de Todxs y otros sectores sociales vinculados al peronismo como la Juventud Peronista, La Cámpora y el Movimiento Evita.

También comenzaron a circular públicamente los datos del agresor y sus redes sociales, lo que llevó a que se comenzara a hablar de esta persona y sus antecedentes. Muchos usuarios en distintas redes sociales lograron identificarlo y comentar situaciones vividas en común con él. Con respecto a la información que estuvo transitando en los medios y las redes sociales la investigadora explicó: “Las redes sociales, en particular, y el ecosistema digital, en general, constituyen un aporte significativo a la escalada de la intolerancia social y los niveles crecientes de odio a todo aquello que no sea como uno. En alguna medida, las redes habilitan las interconexiones entre grupos de ultraderecha (neonazis, supremacistas, libertarios), que, aunque muestren expresiones locales marginales o poco institucionalizadas hasta ahora, mantienen interconexiones internacionales muy extendidas y cada vez más consolidadas”.

Sin embargo, más allá de las discusiones que puedan habitar en las redes, algunos usuarios dejaron lugar para memes, algo ya habitual en Twitter y Facebook. Quienes, sin tomar partido, son replicados y muy cuestionados por quienes consideran que no es un tema menor en lo sucedido. 

Ayer, las declaraciones violentas y las que velan por la democracia se fueron sucediendo y generando pequeños focos de conflicto en diferentes publicaciones. Las redes sociales nos acercan a la información prácticamente en vivo y en directo, sin embargo quienes pueden difundirla y llegar a más personas muchas veces lo hacen de manera irresponsable provocando enfrentamientos virtuales y aumentando la violencia a nivel social. En este sentido, Natalia Aruguete explica sobre el uso de las redes sociales: “Claramente éstas tuvieron una performance muy significativa no solo en el atentado, sino en el nivel de violencia política que vive la Argentina, que se ha incrementado exponencialmente en los últimos años. De todas formas, la polarización política y social en este país, a imagen y semejanza de lo que vemos en el mundo, no es sólo un producto digital”.

Si bien las redes sociales hoy son un lugar de mucha violencia, también existen espacios que permiten la reunión de aquellos que consideran importante defender el sistema democrático. Es por eso que, a raíz de lo ocurrido, ayer se produjo una gran movilización en las calles en repudio al atentado contra la vicepresidenta de la Nación y en defensa de la democracia.

¿Hay vacuna para la infodemia?

¿Hay vacuna para la infodemia?

Con la llegada de la pandemia comenzó un maratón vertiginoso de noticias, mucha de ellas de procedencia dudosa, en medios de comunicación y redes sociales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) comenzó a hablar de infodemia —a la que definió como “sobreabundancia de información, que puede ser correcta o no, durante una epidemia”— y alertó su peligrosidad advirtiendo que “al igual que los patógenos en las epidemias, la información errónea se propaga cada vez más, a mayor velocidad y añade complejidad a la respuesta a emergencias sanitarias”.

Sobre el tratamiento de la pandemia en los medios, Mercedes Calzado, investigadora del CONICET y docente de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, afirma: “En líneas generales, los medios están tratando el tema de una manera entre amarillista y escabrosa, poniéndole permanentemente ribetes alarmistas, como si siempre la situación se estuviera por ir de las manos. Es un tratamiento bastante irresponsable”, y añade: “Por un lado, en las primeras semanas hubo una cantidad de información viralizada que los medios difundieron sin ningún tipo de filtro. Por el otro, existió la necesidad de editorializar cada una de las decisiones de los distintos gobiernos, de sembrar temor”.

Luis Lázzaro, Director de Relaciones Institucionales del Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM) y docente de la Universidad Nacional de Moreno (UNM), considera: “La televisión, como el modo predominante de acceso a la información además de las redes sociales y los portales de internet, ha tenido una posición bastante errática. Por momentos tuvieron que decidir si titulaban la información de acuerdo a su simpatía política —o pertenencia editorial— o si lo hacían en función de la gravedad de la situación sanitaria. En general, hicieron un esfuerzo importante por descalificar las recomendaciones del gobierno, generaron permanentemente un estado de incumplimiento de muchas indicaciones por parte de la sociedad, sobre todo en relación con el aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO).”  El especialista agrega: “Me parece que todo el tiempo han tratado de marcar la cancha al gobierno, mostrando que su capacidad de influencia en la opinión pública les permite incidir en las definiciones políticas e incluso sanitarias. En síntesis, me parece que ha habido una actitud tendiente a usar políticamente el actual estado de emergencia por el coronavirus”.

«En las primeras semanas hubo una cantidad de información viralizada que los medios difundieron sin filtro», dice Calzado.

Conforme fue avanzando la cuarentena, los medios viraron su narrativa. Natalia Aruguete, investigadora del CONICET, sostiene: “En un primer momento hubo una tendencia a la despolarización por parte de las coberturas mediáticas. Luego la polarización fue tomando mayor vigor tanto en la sociedad como en algunos sectores de la dirigencia política, entonces, los medios se hicieron eco de esto y activaron otra narrativa”, y añade: “Paralelamente, observo que hay mucha replicación acrítica de publicaciones que contienen imprecisiones, falsedades, tergiversaciones y descontextualizaciones”.

Un equipo de investigadores del CONICET, encabezado por Calzado, realizó un estudio sobre hábitos informativos durante el ASPO. De la encuesta virtual, efectuada entre el 11 y el 15 de abril, surgieron datos que ponen en jaque la confianza en las coberturas mediáticas: “Casi el 90% de los encuestados respondió que decide informarse por más de un medio. Entonces, si bien las noticias falsas existen, esto denota que también se está produciendo un proceso por el cual hay un nivel de alerta elevado respecto de ellas. Creo que durante la cuarentena se ha reforzado la falta de confianza hacia los medios, una percepción que excede la pandemia”, expresa la investigadora.

Científicos anti fake news

Un grupo de jóvenes científicos y científicas del CONICET —mayormente compuesto por biólogos, biotecnólogos y bioquímicos que investigan en el área de salud— decidió dar pelea a la desinformación. Apenas iniciada la cuarentena, conformaron un equipo para detectar y desmentir con evidencia científica noticias falsas relacionadas con el nuevo coronavirus.

Sobre el origen de Ciencia anti Fake News, Soledad Gori, bióloga especialista en inmunología y fundadora de la iniciativa, cuenta: “Por ser científicos nos llegaban un montón de consultas por WhatsApp de nuestras propias familias y amigos. Al principio eran cosas sencillas de desmentir: si el sol mataba el virus o si tomar té con limón te curaba el Covid, por ejemplo. Después las fake se fueron tornando cada vez más complejas, entonces, empezamos a pensar en este proyecto, que es voluntario y autogestivo”.

“A mis pacientes les recomiendo que acoten el consumo de noticias a unos minutos diarios», dice Germani.

El equipo de trabajo contribuye con el material científico de la plataforma Confiar —creada por la Agencia Nacional de Noticias Télam para combatir la infodemia— desde donde se envía la información de los “verdaderos-falsos” y fake news para micros de la Televisión Pública. También divulgan su trabajo en columnas de radio, televisión y en sus redes sociales.

“Para procesar la información que recibimos nos organizamos en comisiones. La primera recaba las fake e información falsa que circula y la clasifica. La segunda construye un fundamento teórico con todas las evidencias científicas disponibles sobre el tema. La tercera se encarga de la divulgación, de adaptar la información para que sea entendible para cualquier persona que quiera acceder a ella”, relata Gori.

Hasta el momento han desmentido más de cien fake news. Entre las más riesgosas para la salud, la científica destaca: “Hay una noticia falsa que reflotó nuevamente, es la que afirma que el uso de dióxido de cloro o clorito de sodio, conocido como ‘solución mineral milagrosa’, es capaz de curar varias enfermedades, entre ellas el Covid-19. La realidad es que no sólo no hay evidencia científica de que esta sustancia sea capaz de combatir o prevenir la infección del nuevo coronavirus, sino que además está prohibida su venta como uso medicinal por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y por  la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT)”

Gori advierte: “Como los medios de comunicación ahora tienen acceso a revistas científicas que antes no tenían, muchas veces levantan artículos que son preliminares. Esto puede tener consecuencias muy peligrosas para la salud, como cuando se difundió que los medicamentos para la hipertensión favorecían el riesgo de mortalidad ante el Covid-19. Las sociedades cardiológicas salieron rápidamente a desmentirlo ya que se trataba tan solo de un trabajo preliminar que no tenía ningún experimento realizado ni ninguna evidencia científica. Las fake news están en todos lados y las hay de todo tipo, pero las que respectan al ámbito de la salud son especialmente peligrosas”.

Los efectos en la salud

Sandra Germani, neuropsicóloga en el Centro de Neuropsiquiatría y Neurología de la Conducta (CENECON), explica el impacto que puede tener la sobreinformación en la salud física y mental de las personas: “La infodemia hace que el cerebro —que es un procesador de información y estímulos— se sobrecargue de noticias que son contradictorias, que no provienen de fuentes confiables o que sobredimensionan la situación. Ante la señal de una posible amenaza, el cerebro se pone en alerta  y activa emociones como el estrés, la ansiedad, el miedo y la angustia. Cuando el miedo anula la razón nos ponemos en riesgo, porque se altera la capacidad de toma de decisiones”. Ella explica distintas consecuencias de la intoxicación por exceso de consumos periodísticos: “Actualmente estamos viendo trastornos en el sueño, dificultades con la ingesta de alimentos, problemas con la piel y la caída del pelo. Son todas cuestiones bien fisiológicas que están marcando alteraciones hormonales que tienen que ver con el metabolismo. Esto es como una cadena que va impactando de lleno en la salud física y mental de las personas”.

Respecto a las recomendaciones para protegernos de los efectos de la infodemia, Germani señala: “A mis pacientes les recomiendo que acoten el consumo de noticias a unos minutos diarios y que lo hagan de fuentes confiables que se dediquen específicamente a la salud”, y advierte: “Nosotros hace meses que convivimos con un contador de muertes, cosa que no había pasado nunca en la historia. Esa información es útil para los profesionales que saben cómo procesarla y analizarla pero al resto de las personas puede generarle pánico”.

De regulaciones y libertades

Si se habla de combatir las noticias falsas, se entra en un terreno delicado en términos de libertad de expresión. Lázzaro sostiene que no deben implementarse regulaciones sobre los contenidos de los medios de comunicación, sino aplicar las que por ley ya existen: “Hay regulaciones para todo aquello que atente contra la seguridad y la salud pública, contra la discriminación, de protección de la privacidad y el derecho a la intimidad, entre otras. Claro que son más fáciles de aplicar en los medios de comunicación audiovisual que en las redes sociales. Es decir, la ley ya tiene sanciones previstas que deben ser aplicadas sobre una serie de comportamientos mediáticos”, y resalta: “No podemos regular la opinión, porque eso podría afectar la libertad de expresión”.

Por su parte, Aruguete, que recientemente publicó el libro Fake news, trolls y otros encantos, afirma: “Creo que hace falta una intervención que comprenda la multidimensionalidad que tiene esta problemática. No es que no haya una regulación de la circulación de contenidos en las redes sociales, sí que la hay, es la que aplican las empresas propietarias de las plataformas con sus particulares criterios. Creo que hace falta una regulación que surja producto de una discusión amplia y no meramente política o gubernamental, en la que intervengan otros colectivos y actores sociales necesarios para el debate”.

“La estrategia de fake news es un ejercicio de poder”

“La estrategia de fake news es un ejercicio de poder”

“Si pudiéramos retrotraernos al origen de las redes sociales, ese momento en el cual por primera vez dos usuarios compartieron la foto de un gato dormido en el regazo de un perro, nos resultaría difícil imaginar el mundo político-mediático que habitamos hoy”, afirman Ernesto Calvo y Natalia Aruguete al comienzo de Fake news, trolls y otros encantos. Cómo funcionan (para bien y para mal) las redes sociales (Siglo XXI Editores).  En la era de la hegemonía digital, donde las redes sociales se han convertido en el principal medio de acceso a la información, resulta fundamental entender cómo funcionan. Para Natalia Aruguete, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del CONICET, las redes sociales están muy lejos de ser democratizadoras y “nos alejan de aquellos que no piensan como nosotros”. Advierte que no son lo mismo las fake news que las noticias falsas y que cualquiera puede ser víctima de violencia virtual. También, reflexiona acerca de qué tipos de fake news se propagan en tiempos de aislamiento social obligatorio y considera que en las redes también hay “resquicios para la resistencia social, cultural y política”. 

El libro se titula Fake news, trolls y otros encantos, ¿vivimos una suerte de encantamiento por las redes sociales? 

Sí, estamos absorbidos por nuestro consumo de redes sociales, pero ese encantamiento es complejo: tenemos situaciones de disfrute y también de mucho malestar porque son espacios de comunión, encuentro y, al mismo tiempo, de mucho maltrato y violencia. Por eso, me parece que no es un encantamiento fácil para nosotros, sino que nos contradice mucho. 

Si nos contradice y sufrimos, ¿por qué quedamos atrapados en ellas? 

Porque nos da placer el hecho de compartir con otros conocimientos, emociones, espacios de coincidencias ideológicas. Las redes sociales funcionan de manera tal que nos llevan a convivir en comunidades muy homogéneas en términos de los valores y creencias que compartimos. Y como además, el funcionamiento orgánico de las redes sociales permanentemente nos devuelve esa coherencia con nuestras cosmovisiones de manera aumentada, habitamos un lugar placentero. Lo que ocurre es que ese lugar placentero tiene sus perjuicios que tienen que ver, fundamentalmente, con la entrega de nuestra intimidad y la publicitación de nuestros datos personales y, en la mayoría de los casos, sin saber la magnitud de esa entrega. 

¿Estamos forjando una nueva forma de socialización? 

No sé si pensarlo en términos de una nueva socialización. Es una socialización que tiene sus singularidades porque vamos armando narrativas y discursos alrededor de los asuntos de interés públicos. Esas narrativas son muy homogéneas y nos hacen alejarnos de la diversidad, en el sentido de que nosotros evitamos las cosmovisiones que son contrapuestas a las nuestras. En ese punto, podríamos decir que esa socialización nos hermana más en comunidades de valores y nos aleja más de aquellos que no piensan como nosotros. Sería una suerte de balcanización de las narrativas. Eso no depende exclusivamente de los usuarios, tampoco de los algoritmos de las redes sociales, sino que puede ir variando en función de qué tipo de activaciones discursivas, de relaciones e interacciones producen los distintos temas que se ponen en discusión. Podemos polarizar con otros alrededor de una campaña electoral o de una situación como el #Tarifazo en la Argentina, pero también podemos tener una mirada más consensuada con otros usuarios alrededor de un evento político como #AbortoLegal. Depende de la convivencia de estas tres dimensiones de análisis: los usuarios, las redes con sus algoritmos y la activación que generan distintos temas de interés público. 

A los tradicionales estudios sobre las agendas política, mediática y pública, ¿habría que agregar una agenda de redes? 

Hay que pensarlo de manera muy distinta. Si pensamos la relación entre medios de comunicación y públicos en el escenario virtual, no hay un público homogéneo que responda de manera masiva a un mensaje. Si a eso se le agrega el dinamismo del escenario virtual donde los algoritmos distribuyen la información de manera personalizada, ocurre que la capacidad de instalar agenda de un medio de comunicación va a ser entre sus iguales y no entre un público generalizado, masivo, ni homogéneo. Si lo pensamos en términos de efectos de encuadre, en las redes sociales los encuadres se van armando local y comunitariamente, en el sentido de que los usuarios de distintas jerarquías van aportando fragmentos que terminan de conformar un encuadre. En distintas regiones de la red se arman distintas interacciones entre usuarios, quienes co-construyen múltiples encuadres sobre un mismo tema de interés público. Por ejemplo, en el caso del evento político “Santiago Maldonado” había dos grandes burbujas porque la interacción en Twitter se había polarizado profundamente. Estaba la burbuja más vinculada cognitiva e ideológicamente con el kirchnerismo, que era contrapuesta a la burbuja identificada con el macrismo. En esas dos grandes burbujas se armaron definiciones distintas de lo que fue el evento. Del lado de la burbuja kirchnerista, la percepción que había era la de una desaparición forzada donde el Estado era responsable, mientras que del lado macrista se entendía que lo de Maldonado había sido un aprovechamiento electoralista del kirchnerismo.

¿Se podría elaborar un instructivo para desarrollar cierto tipo de red con impactos específicos?

Sí, es posible intervenir políticamente en las redes sociales. Para lo cual hay que hacer diseños, estrategias, etcétera. Pero no está garantizado el éxito de esos diseños políticos porque las autoridades en la red (dirigentes políticos, medios tradicionales, celebrities) proponen determinadas percepciones y agendas, pero el usuario es el que dispone en qué medida activa y propaga esas agendas o las evita. Si las ignora, esas agendas caen. 

En el nacimiento de las redes sociales, se pensaba que llegaban para democratizar la comunicación.  Pero, en los casos que analizan en el libro, como en el #Tarifazo o #Maldonado, se observa que siguen siendo muy importantes las instituciones mediáticas tradicionales a la hora de propagar mensajes en redes….

En el libro planteamos una hipótesis que está muy lejos de pensar a las redes sociales como democratizadoras. Lo que sí puede ocurrir es que determinados movimientos o dirigencias promuevan una conversación menos polarizada y más saludable en términos discursivos. Ahora, nosotros seguimos teniendo una distribución personalizada en las redes sociales, muchas veces con un aprovechamiento político o comercial, y eso hace que de todas formas no tengamos acceso a toda la información que circula en las redes sociales. Por lo cual, no somos libres de elegir entre todos los mensajes que circulan porque simplemente no tenemos acceso a eso. Ahí es donde creo que esa personalización y la recepción de un “diario de Yrigoyen” donde las noticias están armadas para mi supuesto placer cognitivo, en realidad,  me impiden encontrarme con una diversidad informativa. Eso no es democratizador en términos comunicacionales. 

¿Estamos ante la paradoja de vivir interconectados, pero cada uno en su propia burbuja?

Más que la sensación de estar interconectados entre todos es la sensación de que estamos interconectados entre iguales. Es la sensación de que todos somos mayoría. Eso se da porque al interior de la burbuja se arman relaciones entre aquellos que piensan igual, lo que deviene en una cámara de eco que amplifica la percepción que se tiene de la realidad social.  Entonces, hay un placer de sentirse mayoría pero lo cierto es que nosotros no sabemos qué está pasando en la burbuja contraria, cuyos mensajes no observamos porque los algoritmos distribuyen la información de manera tal que no nos encontramos con la información que está en la otra burbuja. Por lo cual, no podemos saber qué nos pasaría si nos encontráramos con esos mensajes.

En el libro postulan que el caso #AbortoLegal se trata de una antirred, ¿por qué?

El caso #AbortoLegal es una red muy singular que no tiene burbujas opuestas. Hay una burbuja conformada por una gran comunidad verde, que pertenece a los colectivos de activistas de género, a la que se le adosa la comunidad compuesta por los dirigentes políticos y medios de comunicación. En otras ocasiones estas comunidades suelen estar en burbujas separadas, por eso decimos que el caso de aborto es una antirred porque es una red despolarizada. Nuestra hipótesis es que la política estuvo por encima de las mezquindades partidarias. 

En otro apartado del libro analizan las fake news, ¿cuánto han contribuido las redes sociales a su desarrollo? 

En realidad, no son las redes sociales per se las que impulsan las fake news. Sí es cierto que en la interacción virtual, la propagación de fake news tiene mayores velocidades que en un escenario analógico. Por otro lado, se agrega la personalización en la distribución de la información, lo cual hace que se usen las fake news como forma de atacar al oponente y mandarlo a silencio. Las dos grandes motivaciones que están detrás de una estrategia de fake news son vaciar de contenido el escenario discursivo o energizar a los propios para reforzar sus creencias. Es importante aclarar que una estrategia de fake news no necesariamente es lo mismo que hablar de noticias falsas porque cuando hablamos de noticias falsas nos referimos al contenido. Un contenido puede no estar verificado sin tener que ver con una decisión deliberada o con una estrategia política detrás. 

En el libro mencionan la idea de un “Triángulo de las Bermudas” que conecta a los partidos políticos, los medios y los trolls

Sí, ahí pasan cosas que pueden convertirse en mecanismos muy oscuros que posibilitan llevarnos a ser víctimas de violencias virtuales y además participar de ellas, consolidarlas y propagarlas. Hay un punto ciego ahí donde se pueden dar convivencias de distinto tipo y algunas pueden ser muy nocivas. 

¿Los trolls son los operadores políticos del siglo XXI?

Efectivamente, los trolls están detrás de una estrategia política de ataque virtual. Pueden tener un fin último comercial o meramente político, pero lo que hay allí es una capitalización política de una estrategia de daño.  Lo que interesa no es que la información quede grabada en nuestras memorias, lo que interesa es atacar. 

¿Cuál es la diferencia entre un troll y un bot?

Un bot es un robot, una cuenta automatizada que replica información. En cambio, un troll tiene a algún sujeto detrás que está diseñando discursivamente un mensaje. El troll, en la medida en que se coordine con otras cuentas, puede generar narrativas que sean coherentes con los usuarios que tiene a su alrededor o diseñar una narrativa opuesta a un usuario que participe de una comunidad contraria. Pero, además de la coordinación, es necesario que los trolls sean autoridades en la red. Por otro lado, los trolls no necesariamente son cuentas anónimas, hay dirigentes políticos, celebrities. El ejemplo más encumbrado es el presidente de Estados Unidos, que usa su autoridad en la red para atacar al oponente y a la vez energizar a los propios. Entonces, no importa lo que diga, él va a tener la razón porque tiene poder para decirlo. La estrategia de fake news es un ejercicio de poder.

En la pandemia que estamos atravesando,  ¿el encierro contribuye a la propagación de fake news?

Sí, pero por otros motivos. No es que uno tenga predominantemente una estrategia de desinformación, aunque sí haya algunos casos. Me parece que en su gran mayoría las motivaciones que nos llevan a la propagación de noticias falsas es la necesidad de llenar vacíos en la información que tenemos frente a la incertidumbre y a la angustia que nos genera no saber qué va a pasar con esta pandemia. 

¿Realizaron algún análisis preliminar sobre cómo está circulando el caso coronavirus en las redes? 

Nosotros no estamos viendo todavía una fuerte polarización, ni en el escenario virtual ni en el escenario de la opinión pública. Entonces, la capitalización política de una estrategia de fake news no tiene tanto asidero en este momento, donde todavía está contenida la polarización. Eso no obsta que pueda incrementarse la polarización pero, en principio, no se observa mucha disparidad en las opiniones de quienes votaron por el Frente de Todos y a Juntos Por el Cambio, por lo menos en lo que hace a las medidas de gobierno y a los sentimientos de riesgo frente a la pandemia. 

En las conclusiones afirman que el libro está destinado a convertirse en una suerte de manual de alfabetización digital para los ciudadanos del siglo XXI. ¿Cómo podríamos despolarizarnos, burlar a los algoritmos?

No podemos burlar a los algoritmos pero sí podemos conocer quiénes somos dentro del gran mapa de redes sociales. Solos somos nadie, unidos somos colectivos con capacidad de resistencia y de forjar miradas alternativas de la realidad social. Todas estas cuestiones son posibles en un escenario súper condicionante pero donde también hay resquicios para la resistencia social, cultural y política. En ese punto, el libro no solamente es un trabajo académico, sino que además se propone como una herramienta política de conocimiento para poder generar resistencias políticas en el diálogo en redes sociales.