Por Rosmery Alayo Rodríguez
Fotografía: ANCCOM

Javier Milei cerró su campaña en el Movistar Arena junto a miles de seguidores. ¿Quiénes son? ¿Por qué lo votan? ¿Qué esperan? ¿Por qué periodistas de Turquía y de Al Jazzera fueron a cubrir el acto? Un fenómeno, para muchos temerario, que el próximo domingo se conocerá su verdadera dimensión.

Pasaron pocos minutos de las 17 en el parque Los Andes, en el barrio de Chacarita, donde el Mileimovil, con una cara gigante del candidato, ya está estacionado. Las vallas están dispuestas y personas, mayormente jóvenes de 25 a 35 años, llegan apresurados, confundidos e inquietos, preguntando, unos sobre el QR para el ingreso, otros sobre las entradas. Hay quién consulta de qué se trata el evento. Karina Milei, hermana y mano derecha del candidato, saca papeles de un auto y los entrega. Algunos fanáticos se toman fotos con ella. No es candidata, pero sí famosa.

“El voto bronca”, responde Eliam, estudiante de Ingeniería en la UNSAM. Es delgado, de cabello negro y mira a esta cronista fijamente. Después sonríe tímidamente: “El voto bronca es el enojo hacia el gobierno. Antes ayudó a Alberto Fernández en contra del gobierno de Macri. Se trata de no dejar que siga el gobierno. Mi mamá está en duda entre Milei y Bullrich”, asegura levantando el volumen para superar la alarma de un auto que acaba de dispararse. El estudiante y sus amigos, todos de Mechita, a dos horas y media de la Capital, están persuadidos que Milei es la solución a los problemas del país.

Un grupo de militantes reparte las entradas y da informes: “Aquí las entradas, aquí las entradas! ¡Por aquí señor, por aquí! ¡Uff hace frío!” dice uno de ellos y me mira. “¿Desde qué hora estás aquí?” “Desde que comenzaron. Yo soy chatarrera y vengo desde Santiago del Estero. Toda mi familia lo vota. Ya no le creo a ningún otro, tengo 57 años. Me auto-regalé el viaje. Vine hace dos días para militar por Milei. Tengo esperanza, lo que no tuve nunca”, dice Emilse Durán, una mujer de contextura fornida y rostro gastado, siempre sonriente. En el pecho lleva un pin de Milei que le costó 500 pesos. “Los muchachos me han dicho que esta noche me quedaré en un hotel”, menciona y con su mirada señala hacia el auto de Karina. 

Ante la pregunta de cómo registrarse como trabajador de prensa, los jóvenes primero hacen como si no escucharan y luego derivan la consulta a otra persona. Un hombre de unos 45 años con una cámara de televisión en mano y otro con un micrófono entrevistan a un joven. En ese momento se enteran de que al evento no se podrá ingresar con cámaras. Los encargados de prensa de Milei transmitirán el evento de manera oficial. Los periodistas extranjeros, de Al Jazeera se miran pensativos y uno frunce el ceño. ¿Cómo van a hacer su trabajo?

Matías y su novia, ambos altos, rubios, ojos muy claros, piden entradas. “¿Por qué votás a Milei?” Piensan unos segundos y él contesta que de su mano viene la libertad, “¡Es la solución, no hay otro más! Vos decime, ¿quién puede ser?”, retruca. No le respondo. Pregunto de dónde vienen. No contestan y se van a hacer la fila.

Son las 6:40 minutos, el viento y el frío se hace más penetrante. La fila se estira a toda una manzana y más. A la esquina llegan los músicos con letreros con la imagen de un león rugiendo color amarillo y fondo azul que dice “Milei 2023”. Otros llevan uno similar con fondo negro y letras blancas. Más allá sostienen la imagen de una serpiente verde. Los vendedores ambulantes aprovechan para vender pines, cuadernos, remeras, banderines. No cabe duda de que para ellos Milei ya representa una oportunidad de mejora económica. 

Hombres y mujeres de prensa apresurados se acercan a la entrada para acreditarse. Allí hace aún más frío. Algunos entran rápidamente, a otros nos hacen esperar. Se acercan diferentes candidatos y entran por el mismo lugar. “Acreditación y seguro, por favor”, es el primer pedido. Varios lamentan no poder ingresar con sus cámaras. Agencia Press y TRT World un medio de televisión de Turquía esperan su ingreso. Se acercan y me preguntan cómo entrar. Mientras esperan uno de ellos dice que no conoce el lugar, el estadio, pero que se ve todo tranquilo. “Nosotros hemos venido desde Turquía y nos vamos después de las PASO. Hemos venido por este candidato, desde allá venimos siguiendo su surgimiento por cómo es y se presenta”, afirma el periodista. Luego de varios intentos y súplicas a los representantes de prensa se rinden y se retiran.

Finalmente se abren las puertas. Son más de las 20 y el estadio se llena hasta la mitad de su capacidad. Agustín, un joven estudiante de economía, arenga y grita en el estadio. Una anciana baila al son de la música. Un niño de unos 10 años se pasea con un letrero y ofrece tomarse fotos “como el chico Milei”.

Se acercan las 21, aparece una bandera con imágenes de un león, serpiente, y consignas, inmensa que todos intentan tocar con devoción. Las luces finalmente se apagan. Comienza el espectáculo. Un hombre con rasgos originarios hace sonar un cuerno como si llamara a los dioses, para luego anunciar que Milei, “el león rugiente”, está por aparecer. De fondo se proyectan imágenes que parecen de una película apocalíptica: Edificios, casas, autos, árboles, vuelan y se derrumban. El desastre asusta y conmueve a todos. El público centra sus cinco sentidos en las pantallas. Silencio y conmoción total. En eso aparece por una de las esquinas el hombre que todos los presentes creen que salvará a la Argentina del desastre.

Milei cruza por medio del tumulto de militantes. Demora en llegar al estrado como si estuviera en una procesión. Minutos después hombres de traje sacan a empujones a otro ubicado cerca del estrado. Desde el primer piso se ve que es atacado a golpes antes de salir. ¿Qué pasó con el hombre? ¿Por qué lo golpearon de esa manera? Incógnita.

El punto cúlmine de la presentación llega después de las 21 horas. Se prenden las luces y aparece Javier Milei, junto a sus representantes. Nada diferente a lo que viene haciendo: un discurso pasional, al borde de los gritos: “A pesar de todas las trampas, a pesar de las calumnias, las injurias y la banalización del Holocausto y la liberación del código electoral en su artículo 140 hoy estamos listos para representar la Argentina. Cien años de este sistema que lo único que hace es beneficiar a la casta de políticos ladrones. Esto empezó con Hipólito Yrigoyen en 1916 con la Unión Cívica Radical”, grita con todas sus fuerzas el candidato que se presenta como “el León que ruge”. El público lo aclama, se excita. Se escuchan insultos entre los gritos de “¡Libertad, libertad!”

Al concluir el evento los jóvenes salen eufóricos, convencidos de la salvación que aportará rey León.

Eliam aparece en la estación del subte Línea B y dice que su fe y esperanza –casi como si siguiera a un pastor evagenlista- está puesta en Javier Milei y que para él y sus amigos es momento de empezar a escribir la historia en una hoja en blanco. Momento de dar vuelta la página, si sale mal, no importa, pero al menos –dice- se intenta.