Brasil, decime qué se viene

Brasil, decime qué se viene

Lula no la tendrá fácil con una sociedad polarizada y una coalición de gobierno heterogénea. ¿Qué se espera de su política económica, internacional y de medioambiente?

En lo que constituyó un histórico 30 de octubre, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) Luiz Inácio Lula Da Silva y el actual jefe de Estado Jair Bolsonaro se enfrentaron en un balotaje que otorgó un 50.9% de votos para el primero, dando fin a la ilusión bolsonarista de alcanzar la reelección y consagrando al líder laborista como presidente para el período 2023-2026. ¿Qué análisis puede hacerse del escenario que se abre ante un resultado con tan poca diferencia entre los contendientes?

Puede observarse una división geográfica: en el sur, el triunfo de la derecha; en el norte, el de la izquierda. “Hay una cuestión de proximidad a la figura de Lula, nordestino, y una distancia socioeconómica entre las regiones. Bolsonaro tuvo más apoyo de la clase media y Lula de los más pobres”, explica el consultor brasileño y magíster en Administración Pública Paulo Loiola.

El analista, que también es socio fundador de la agencia de marketing político BaseLab, señala que quienes inclinaron la balanza a favor de Lula “fueron las mujeres, los negros, las personas del noreste y de bajos ingresos, sus principales fuerzas desde el inicio de la campaña”. La pareja división de los votantes, que acompañó al oficialismo con un 49.1% en las urnas, enfrenta al futuro mandatario con un Brasil altamente polarizado.

Hugo López Tanco, politólogo y magíster en Relaciones Internacionales, asegura que “el triunfo de Lula era previsible, no así que Bolsonaro obtuviera más votos que lo indicaban las encuestas”. Habla de un “espiral del silencio”, término acuñado por la alemana Noelle Neumann para referirse a aquellos discursos que son invisibilizados en la opinión pública por su impopularidad, para después revelar algo distinto en las elecciones.

El escenario internacional

Si bien en materia económica no se advierten grandes cambios o “bandazos” al estilo argentino, el escenario diplomático podría mutar. López Tanco, también exnegociador en el Grupo Mercado Común del Mercosur y redactor de los borradores de acercamiento Mercosur-UE por Argentina, recuerda que Bolsonaro realiza acuerdos con otros países según sus preferencias personales. “Lula es más previsible y panamericanista”, desarrolla. “El MERCOSUR está paralizado desde que asumió Bolsonaro, y esto se acentuó con Alberto Fernández. Macri tuvo que hacer grandes esfuerzos en su momento para que Jair entendiera la potencialidad del acuerdo con la Unión Europea”.

En este sentido, resalta que Brasil nunca estuvo tan alejado de Estados Unidos como después de la asunción de Biden, porque la relación de los países estaba sujeta a la sintonía del oficialismo con Trump. En febrero, Bolsonaro visitó a Putín en un amistoso encuentro, y a pesar de sus antagónicas ideologías con Rusia, continúa negándose a condenar la invasión contra Ucrania.

Respecto a nuestro país, sostiene López Tanco que “no es posible arriesgar respecto a inversiones cruzadas o de intercambio compensado, sobre todo considerando las trabas al turismo exterior que ha impuesto el gobierno argentino”.

La pulseada diplomática

 Esta semana, tanto Washington como Moscú felicitaron al nuevo mandatario. Gran parte de los medios europeos respaldaron también la victoria del líder del PT, y resaltaron la importancia de su compromiso contra la deforestación del Amazonas. Durante la primera mitad de 2022, el gobierno de Bolsonaro rompió un nuevo récord de deforestación eliminando casi 4000 km2 de vegetación, una superficie 19 veces mayor que toda la Ciudad de Buenos Aires.

López Tanco remarca que en materia internacional Lula tiene mucho por reconstruir. Considera que volver a poner en funcionamiento los canales tradicionales institucionales “podría beneficiar a los venezolanos hacia una transición menos traumática y equilibrar el cuidado del Amazonas”. Además, subraya como otro objetivo “controlar de forma más inteligente el crecimiento de las monstruosas organizaciones criminales que operan en la Triple Frontera”, las cuales tienen presencia creciente en el narcotráfico que afecta a la Argentina y a Rosario en particular.

Bolsonaristas reclaman la intervención militar en Brasilia tras los resultados electores.

La última oleada bolsonarista

Mientras los líderes del mundo reconocen los resultados, el Brasil de Bolsonaro está sumergido en una puja de poderes desde la noche del domingo. El actual presidente hizo sus primeras declaraciones en la tarde de ayer, pero continúa sin emitir comentarios sobre su derrota ni dar reconocimiento al partido ganador. El paro de camioneros activo desde el fin de semana continúa, al mismo tiempo que una multitud de seguidores oficialistas se reúnen en Río de Janeiro pidiendo la intervención de las Fuerzas Armadas y oponiéndose a la asunción de Lula, a quien recuerdan como “exconvicto”.

Para Lula, la creciente agitación de sus opositores supondrá gobernar bajo un Poder Ejecutivo débil, con un margen de maniobra reducido. Para sorpresa de muchos, el PT recibió el apoyo del expresidente de centroderecha Fernando Henrique Cardoso, histórico rival del partido, así como el de Henrique Meirelles, miembro del partido de derecha Unión Brasil. A pesar de la aparente coyuntura positiva a favor del nuevo ganador, López Tanco asegura que “conviene recordar que Brasil tiene cierta facilidad para los procesos de destitución”, por lo que el escenario es delicado. Si Lula desea hacer frente a la cruzada bolsonarista, deberá trabajar estratégicamente para saldar las grandes brechas que dividen al pueblo brasileño.

Brasil festejó en la Argentina

Brasil festejó en la Argentina

Simpatizantes del PT se congregaron en las puertas de la UOM para seguir el escrutinio a la distancia y celebrar el regreso de Lula a la presidencia.

Son las 5 de la tarde y Lula Da Silva no es, todavía, el presidente de Brasil. 

En Alsina al 400, al pie del edificio de la Unión Obrera Metalúrgica y delante de la casa de Luca Prodan, el Partido de los Trabajadores de Brasil convoca a un búnker abierto.

54,04% para Bolsonaro. 45,96% para Lula.

A esta hora hay poca gente. 10 compañeros de la CGT pegados a la pared de la UOM, una brasileña envuelta en una bandera roja con una estrella amarilla y la sigla PT al medio y unas 30 personas más, la mayoría con un sticker de Lula pegado en sus abrigos. 

El resultado sigue intacto en la pantalla, la gente llega cada vez con más intensidad.   

Dando la espalda a la casa de Luca Prodan, se montó una pantalla que ocupa media cuadra y proyecta a la CNN de Brasil. Con una ansiedad contenida entre charlas y vino tinto, se llena la calle Alsina. 

Pasadas las 6 de la tarde, el sol deja de darle color a la cuadra. Ya hay más de 1.000 personas que parecen querer robarle metros a la mítica casa sindical y a su respectivo chino de enfrente. No se puede hacer un paso sin tener que pedir perdón tres veces. El color lo aporta la mezcla entre brasileños residentes en Argentina, brasileños residentes en Argentina y militantes del PT, argentinos amantes de la Patria Grande, algún despistado que pregunta por qué carajos hacen tanto ruido y un frentista que intenta salir de su casa sin éxito.

La fiesta está asegurada con muchos Alma Mora y Brahma en lata, pero en la espera se siente calma y angustia.

El único lugar por el que se puede circular es la vereda de enfrente a la UOM; la del chino. Solo se puede pasar a comprar cuando se hayan ido una cierta cantidad de personas. Todos salen con vino, birra y papas: hay festa. El supermercado dispuso tres personas para que la heladera de cervezas nunca se quede vacía, que las birras estén frías es otra cosa.  

“No queremos un búnker, queremos una fiesta popular en la calle”, le dice el coordinador del Partido dos Trabalhadores en Buenos Aires, Paulo Pereira, a ANCCOM.  

 50,91% para Bolsonaro. 49,09% para Lula.

Cada poroto que suma Lula y le achica la distancia a Bolsonaro se festeja como un gol en Argentina: Un grito de alivio bien fuerte y muy cerca del grito del de al lado que termina con un abrazo posterior que todavía se guarda lágrimas.    

El clima es el de un cierre electoral que quedó trunco desde abril de 2018 cuando Lula, en plena carrera por la presidencia, fue detenido y quedó vaciado de sentido el voto que se llevaba su figura. De ahí hasta la fiesta en la vereda de la UOM Lula pasó 580 días de prisión.    

50.1% de votos para Lula Da Silva. 

Antes de las 7 de tarde ya se desata la fiesta en Buenos Aires. El dato no lo dio la CNN, la pantalla seguía en 49,09% para Lula. Al costado, desde la vereda del chino, se escucha un grito unísono de cuatro personas y una levanta abruptamente su teléfono para arriba. El grito ahora es de una sola persona que expulsa el 50.1% bendito. Me encontré abrazado a tres brasileños. El llanto es incontenible porque es producto de lo difícil que fue llegar acá y lo que va a costar sostener esta alegría. 

Ya oscureció y todavía falta el 43% de las mesas por escrutar. Abajo de la pantalla se prepara un escenario improvisado y aparecen bombos, saxofones y trompetas.

Bolsonaro vai tomar no cu por fin. 

Con el resultado en la bolsa, solo queda festejar. ¿Qué? 

“Que por muy poquito, pero Brasil le da la espalda al fascismo”, dice una brasileña ya muy entrada en llanto. Un desahogo que muestra los dientes de un futuro explícitamente complejo.

 

Nos espera un Brasil absolutamente envuelto en una estructura de odio. Lula es la persona que puede restaurar la normalidad política en Brasil, no significa que eso va a ser fácil pero es el único capaz de promoverlo”,  dice Paulo Pereira para ANCCOM. 

Solo queda esperar el resultado definitivo y el discurso de Lula. La música y el baile son protagonistas. La pantalla ya no importa más porque la fiesta está acá, en la calle del edificio de la UOM.  

Brasil decide su destino

Brasil decide su destino

En el marco de una polarización a nivel global, con la consolidación de la extrema derecha y el neofascismo como fuerza con peso político electoral, la segunda vuelta del 30 de octubre entre Lula y Bolsonaro tendrá impacto en toda la región. ¿Bolsonaro reconocerá el resultado?

En Brasil reina la violencia y la incertidumbre. El pasado 23 de octubre un exdiputado aliado de Bolsonaro, Roberto Jefferson, se atrincheró en su casa y disparó balas y granadas a la policía que cumplía con el mandato del Supremo Tribunal Federal de detenerlo por violar la prisión domiciliaria que debe cumplir por impulsar un golpe de Estado en 2021.

La última encuesta divulgada por la consultora Quaest revela que Lula encabeza los pronósticos con un 53 por ciento contra un 47 de Bolsonaro. Sin embargo, la agencia Paraná Pesquisas presenta un escenario de empate técnico. La primera vuelta del 2 de octubre estuvo marcada por el sorpresivo desempeño del actual presidente que acumuló varios puntos más que lo que vaticinaban los sondeos, un 43,2 por ciento de los votos, a tan sólo 5 de Lula, que recolectó el 48,4 por ciento.

El fortalecimiento de la extrema derecha responde a una serie de fenómenos estructurales que se combinan con un contexto internacional cada vez más polarizado. Alejandro Frenkel, investigadoar del CONICET, politólogo y docente de la Universidad Nacional de San Martín, es categórico: “Yo daría por descontado que Bolsonaro va a desconocer el resultado y que se va a abrir un período de conflicto, incertidumbre, negociación, donde el posicionamiento de muchos actores va a ser clave para reconocer a Lula si acaso es electo por poco margen. Probablemente, los gobiernos a nivel internacional lo reconozcan y eso va a jugar a favor. Pero después está el rol de otros partidos, sobre todo el llamado Centrão y los militares”.

“El bolsonarismo está allanando el terreno para embarrar la cancha, no reconocer la elección y después de una primera vuelta con la sorpresiva colecta de votos de Bolsonaro, más de lo que se pensaba, se envalentona más las posibilidades de que pueda ganar, con lo cual va a hacer que una derrota sea menos digerible todavía”, agrega Frenkel.

Sobre este aspecto particular de la primera vuelta, un voto vergüenza u oculto a Bolsonaro, la investigadora y docente en el Área de Relaciones Internacionales de FLACSO/Argentina, Juliana Peixoto, afirma: “En Brasil se constata una conciencia creciente en la población que escapa a los métodos de recolección de información clásicos. Está la posverdad, esta idea de que todo es una opinión y ese rechazo a la ciencia, a la investigación, a los métodos científicos. Hay rechazo a la encuesta, y el voto vergüenza sorprendió bastante porque en realidad estábamos esperando un voto oculto a Lula también”.

El clima político y social en Brasil guarda muchísimas diferencias con el que se vive en Argentina. El crecimiento de la ultraderecha bolsonarista empalma con una serie de cuestiones más estructurales que constituyen el imaginario de la sociedad brasileña. Según Peixoto, “el voto vergüenza también tiene que ver con la construcción muy arraigada del enemigo comunista, del enemigo PT, del enemigo rojo, que habla de una inmensa ignorancia política. En comparación con Argentina, en Brasil no existe estudiar la Constitución en la secundaria, que parece algo formal pero no lo es tanto. Hay mucho menos formación ciudadana, menos debate político y menos política en las calles. Hay muy poca movilización. Con lo cual eso es un caldo de cultivo para ese tipo de movimientos”.

El proceso dictatorial en Brasil también tuvo otras características y tampoco hubo un Nunca Más como en la Argentina. “El hecho de que Bolsonaro haya reivindicado a un torturador de la dictadura durante el impeachment a Dilma, por ejemplo -señala Peixoto-. Esto es gravísimo para sectores específicos de la sociedad, porque fue otra dictadura, otro proceso de amnistía, no hubo revisionismo, no hubo condena social, la problemática de los torturados y asesinados (porque en Brasil el principal problema fueron los torturados) es poco visibilizada”. Y destaca: “Las Fuerzas Armadas tienen mucha legitimidad, de hecho la policía que está en las calles es llamada ‘policía de represión’. Está la policía civil, que colabora con cuestiones judiciales y administrativas, y está la de represión, el patrullero que está en la calle”.

Peixoto, por su parte, le asigna un papel determinante a las cadenas como O Globo, “que si bien no cierra con Bolsonaro, apoyó el impeachment y defenestró al PT y sus gestiones, a pesar de haber apoyado a Lula en 2002, con lo cual es ese ‘bicho’ que va para donde lleve la marea”. “El apoyo en 2002 de O Globo fue clave para que Lula ganara -opina-. La campaña, más el descontento con los últimos años de gobierno del PSDB, fueron muy interesantes, pero el toque fue el apoyo masivo tuvo en los medios, se veía que era una ola imparable, entonces O Globo se subió al tren”.

La correlación de fuerzas tras la primera vuelta, el 2 de octubre, dio aire a Bolsonaro y a los sectores ultra reaccionarios, que crecieron en el número de bancas en Diputados y Senadores. El Partido Liberal de Bolsonaro pasó a tener el bloque más grande en la cámara baja con 99 parlamentarios. El bloque conocido como “la bala”, conformado por exmilitares integrantes del movimiento que promueve el uso civil de armas, aumentó de 28 a 36. En las gobernaciones de los principales estados se configuró una mayoría afín a la ultraderecha de Bolsonaro y sus aliados: obtuvieron 9 de las 15 que se disputaron, mientras que 5 quedaron en manos de candidatos aliados al PT.

«Me imagino un gobierno muy complicado», pronostica Frenkel.

Está pendiente la definición de los gobiernos regionales de 12 estados que se elegirán este domingo, entre ellos la gobernación del estado de San Pablo, el más poblado y rico del país, donde el exministro de Bolsonaro Tarciso Gomes Freitas fue el más votado en primera vuelta (42,32 por ciento) y se enfrenta a Fernando Haddad (35,70 por ciento). Para Peixoto, “la correlación de fuerzas es algo dinámico, el PT ha crecido en diputados y gobernaciones. El PT es un partido muy pequeño que siempre depende de coaliciones para gobernar, y eso es un problema del sistema de partidos en Brasil”. Esta situación político-institucional plantea un panorama incierto sobre cuáles serán los recursos del PT para llevar adelante su agenda y lidiar con una oposición de ultraderecha consolidada si se llega a imponer en el balotaje.

“Me imagino un gobierno muy complicado, con mucho conflicto -sostiene Frenkel-. Por un lado, Lula va a tener mucha oposición desde lo institucional: el bolsonarismo con mayoría en el Congreso, los sectores conservadores, la bancada de ‘la bala’. Va a tener que negociar con otros sectores la gobernabilidad. Y al mismo tiempo, va a tener las presiones de su propio partido, de sectores más a la izquierda, y ahí va a aparecer la habilidad política de Lula, pero también se van a ver cuáles son los límites estructurales”.

La presión social en las calles es clave a la hora de pensar el desarrollo de los acontecimientos. Frenkel infiere que “va a ser muy complicado en términos sociales. Una particularidad del Brasil de los últimos años es que se acostumbró a tener movilizaciones callejeras, algo no muy tradicional en la historia del país excepto por el Movimiento de los Sin Tierra (MST) o los sindicatos, pero ahora protagonizadas por el bolsonarismo. Entonces Lula va a enfrentar un clima social de convulsión con sectores con capacidad de movilización y de producir violencia política”.

Sobre los aspectos más estructurales que sostienen la economía en Brasil, como el crecimiento del agronegocio y la consecuente destrucción de la Amazonía, o las reformas regresivas implementadas desde el gobierno de Temer, los índices de desocupación y pobreza que aumentaron exponencialmente bajo el gobierno Bolsonaro, tanto Frenkel como Peixoto coinciden en que es difícil que un gobierno del PT pueda revertir el rumbo, aunque sí confían en medidas paliativas que lo frenen.

“El tema económico Lula lo va a matizar, va a haber asistencia a la pobreza, pero no creo que pueda tocar lo estructural, los temas ambientales, el agronegocio, quizás haya más control. Lo que está pasando en el gobierno de Bolsonaro con la Amazonía es tremendo. La tasa de deforestación es de 18 árboles por segundo”, remarca Peixoto. En el mismo sentido, Frenkel observa que Lula va a asumir heredando un programa económico neoliberal blindado, en cierta medida, por la “ley del techo de gastos”. “Eso implica un limitante, va a tener que negociar para derogarla, o encontrar los resquicios si pretende aumentar el gasto social. Va a tener las limitaciones del modelo económico que deja Bolsonaro”, asegura. La ley del techo de gastos fue aprobada bajo el gobierno de Michel Temer en 2016, al igual que la reforma jubilatoria, pese al fuerte rechazo de la sociedad brasileña. En tanto, en sus últimas declaraciones, Lula ha anticipado que el suyo será un gobierno de centro, en un gesto al empresariado y los sectores del establishment.

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La fiesta de la democracia argentina y latinoamericana

La fiesta de la democracia argentina y latinoamericana

A 38 años de la restauración democrática en la Argentina y en el Día de los Derechos Humanos, Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Lula y Pepe Mujica hablaron en la Plaza de Mayo luego de una jornada de movilización y alegría popular. La algarabía no hizo olvidar las deudas pendientes. El acuerdo con el FMI en el centro de la escena.

Una multitud participó en Plaza de Mayo de la celebración por el retorno de la democracia y el Día Internacional de los Derechos Humanos. Referentes sociales, sindicales y políticos se sumaron a la convocatoria, al igual que artistas como Víctor Heredia, Teresa Parodi, Masacre y Ráfaga, entre otros, que musicalizaron la fiesta.

Desde antes de las 15, hora de inicio del acto, ya había mucha gente en los alrededores de la plaza, proveniente de distintas zonas de la Ciudad y el Conurbano. Buena parte de la jornada transcurrió con cielo algo nublado, pero con alta humedad, por lo que el público buscaba alternativas para refrescarse y agradeció las bolsas de aguas provistas por un camión de la empresa AYSA.

De a poco la plaza se fue llenando. Los vendedores de bebidas y alimentos no daban abasto. Se armaron largas filas en los puestos de choripán y hamburguesas. “Es la primera vez en el día que tengo cinco minutos para descansar”, contaba Quique, vendedor de gaseosas y cervezas, en diálogo con ANCCOM.

Aunque el clima fue festivo, también hubo lugar para reclamos de sectores sociales que buscan una respuesta política a las problemáticas que padecen, ya sean de salud, territoriales o por represión de las fuerzas de seguridad. “Celebrar la democracia me llena de alegría como militante peronista, pero eso no significa que deba ser obsecuente con esos dirigentes que se presentan como tales, pero castigan al pueblo con salarios de hambre y con explotación laboral”, afirmó Mirna alzando un cartel en contra de la expropiación a pueblos los originarios. “Las personas que tenemos VIH necesitamos una cobertura mayor. Durante la pandemia se deterioró la atención y necesitamos una medida urgente”, señaló a su turno Nicolás.

A las 17, la plaza y sus alrededores estaban colmados y la caravana que iba y venía se extendía, por Avenida de Mayo, casi hasta el Congreso de la Nación. Muchos, sobre todo pibes y pibas, se acercaron en transporte público aprovechando que era gratuito por el día.

El grueso de los movimientos políticos y sociales se agruparon sobre la Avenida Roque Sáenz Peña, donde una muchedumbre caminaba a paso de hormiga para llegar a la zona del acto central. “Estamos acá para celebrar la democracia y para luchar para que regrese la Patria Grande”, remarcó Lucho, militante de La Cámpora, mientras se veía detrás un muñeco gigante con las frases “No al FMI” y “Libertad a Milagro Sala”.

“Estoy acá no solo para celebrar la democracia la Argentina, sino también para celebrar al mejor dirigente de la historia de Brasil, el que sacó a millones de personas de la pobreza y que le dio más derechos al pueblo y que espero que vuelva en 2022”, se ilusionaba Ismaily, una simpatizante del Partido de los Trabajadores envuelta en una bandera verdeamarelha.

Al ritmo de la música que provenía del escenario o de los tambores de las agrupaciones, algunas personas danzaban frenéticamente en el medio de la calle. Con las banderas flameando de fondo, un hombre disfrazado de pingüino se movía al ritmo de un tema de Damas Gratis, acompañado del vitoreo de la militancia, y a 100 metros nomás, otro grupo, envuelto en una bandera argentina, bailaba una zamba de Peteco Carabajal.

“Uno siente orgullo de cumplir con un compromiso que es de todos: defender la democracia”, opinó Roberto Baradel, secretario general del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de la provincia de Buenos Aires, y agregó que las interrupciones institucionales siempre terminaron afectando a los sectores obreros. “Reivindicar la democracia es clave y en el marco de una plaza que lucha por el regreso a la Patria Grande, para tener una mejor democracia en América Latina, una mejor distribución de la riqueza y que se termine la sumisión”, sostuvo.

Durante la tarde, Abuelas y Madres de Plaza de Mayo fueron condecoradas con el Premio Azucena Villaflor a los derechos humanos. “Treinta y ocho años de democracia, totalmente imparable”, dijo Taty Almeida, de Madres, una de las condecoradas. “Este premio es muy importante, se lo dedico a todas mis compañeras de lucha, a mis tres hijos, Jorge, Fabiana y Alejandro y a mis nietos. Yo sé que Alejandro y los 30 mil nos están mirando”, dijo emocionada.

“Cada día me siento más joven y eso me hace bien para seguir luchando”, manifestó Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, otra de las distinguidas, quien recordó a Azucena Villaflor, una de las fundadoras de Madres y asesinada en plena dictadura. “Este premio lo voy a disfrutar, pensando en la lucha de las primeras y de las que seguimos luchando hace 44 años, caminando por el país y el mundo para nunca más se vuelva a repetir una dictadura”, enfatizó Estela.

Cerca de ellas, la legisladora porteña y nieta restituida Victoria Montenegro, rememoró: “Yo era muy chiquita cuando se recuperó la democracia. Por entonces, mientras el pueblo festejaba, yo estaba apropiada”. Montenegro destacó el rol de los organismos de derechos humanos para la consolidación de la democracia y alertó sobre el avance de discursos negacionistas de los crímenes de la última dictadura. “La aparición de estos sectores, que ya tienen representación institucional, nos interpelan a construir un puente hacia los más jóvenes, tenemos que trabajar para ellos porque ellos son los que van a garantizar que no se vuelva a repetir una situación así. Para eso necesitamos más política de Estado y recuperar los espacios de discusión que fueron desmantelados por el gobierno de Macri. Hay que volver a trabajar sobre la memoria activa para dimensionar que detrás de ese hecho hubo intereses económicos para dejar de rodillas al país”, subrayó la legisladora. “Pensar distinto es lo más sano de nuestra democracia, pero nunca con discursos negacionistas. Esa no es una opción”, concluyó.

El acto central transcurrió en alegría y en paz. El público se conmovió con el Pepe Mujica, Lula Da Silva y Cristina Fernández, cuyas intervenciones fueron aclamadas. En el medio del discurso de la vicepresidenta, cuando se refería al FMI ante la mirada del ministro de Economía Martín Guzmán, un niño de unos cinco años lloraba porque se había extraviado, pero rápidamente, gracias a la intervención de la prensa, pudo encontrar a sus padres.

El cierre del acto estuvo a cargo del presidente Alberto Fernández. “Viva la democracia”, gritó el mandatario, a lo que el público le respondió “viva”. Instantáneamente, una batería de fuegos artificiales estalló en el cielo, cerca del escenario, con una cumbia sonando de fondo, y la gente también estalló al ver los pasitos de Cristina junto a las Madres y Abuelas y pidiendo el aliento de todas y todos en la plaza. Minutos después llegó la despedida, las y los oradores se retiraron y el pueblo empezó a despejar la zona cantando sin parar en el camino de vuelta.

Alberto y Lula imaginaron el futuro

Alberto y Lula imaginaron el futuro

“A veces pienso que venimos al mundo para transformarlo en un lugar mejor. Para muchos de nosotros que venimos de los sectores populares, es una necesidad”, reflexiona Lula Da Silva, desde Brasil, durante la videoconferencia titulada “Pensar América Latina después de la pandemia”, organizada por la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y auspiciada por Clacso. De origen nordestino y sindicalista metalúrgico, Lula asumió la presidencia de su país en 2003 y, luego de dos mandatos, entregó el bastón a Dilma Rousseff. “El mundo precisa de líderes y sueños. No hace mucho tiempo comenzamos a llevar a cabo el sueño de Bolívar de una Patria Grande”, evoca.

“No sé cómo va a venir el mundo después de la pandemia. Ni las guerras ni otras enfermedades causaron tanta devastación en un momento tan corto en Brasil. Cuando veo todas las vidas salvadas en Argentina, me duele mucho ver mi propio país desgobernado, con ministros incapaces de proteger a nuestro pueblo y un Presidente de la República que hace chistes con esta tragedia”, se lamenta.

La situación frente al coronavirus de ambas naciones es radicalmente diferente. Argentina, con 55.343 infectados y 1.184 fallecidos al cierre de esta nota, acaba de anunciar la extensión de la cuarentena en el AMBA hasta el 17 de julio. Mientras tanto, en Brasil, donde no se estableció un confinamiento general, los enfermos superan los 1,2 millones y son más de 55 mil los muertos. “No sé si hay un ser humano en este continente que sepa qué va a pasar después, pero lo que va a salvar a América Latina es una palabra llamada ‘democracia’”, sostiene Lula.

“No sé si hay un ser humano en este continente que sepa qué va a pasar después», dijo Lula.

Desde el golpe contra Dilma Rousseff, en 2016, las instituciones democráticas brasileñas atraviesan una situación de extrema debilidad. Vaciamiento del Estado, recortes en salud y educación, crecimiento del desempleo, violencia –incluido el asesinato de opositores como Marielle Franco–, persecución política y lawfare. A partir de la asunción de Michel Temer y después con Bolsonaro, que ganó las elecciones presidenciales con Lula, el principal rival y líder en las encuestas, proscripto y encarcelado, la democracia pende de un hilo en el gigante sudamericano.

“Cuando asumí, en 2003, tomamos la decisión de priorizar y privilegiar nuestra relación con América Latina. Logramos construir el mayor período de unión y desarrollo de nuestra región. Reforzamos el Mercosur, le dijimos a Bush que no queríamos el ALCA, creamos Unasur, luego la Celac. Probamos que era posible crecer y crear instituciones multilaterales, un bloque para pensar economía, desarrollo, educación, cultura: pensar la política como un todo”, destaca Lula y agrega: “Tengo profunda saudade de (Néstor) Kirchner y Chávez, y les hago un profundo homenaje junto a los otros líderes que soñaron construir la Patria Grande que soñó Simón Bolívar”.

Varios de los mandatarios progresistas de inicios de los 2000 padecieron la persecución política bajo la forma del lawfare. “Estos movimientos sufrieron golpes de nuevo tipo, ya no militares, sino que utilizaron las instituciones democráticas y el poder de los medios para desinformar y mentir. Tengo certeza que el objetivo de destruir la imagen de Lula (sic) para que no ganase las elecciones, fue planeado desde la Secretaría de Inteligencia de Estados Unidos, con el interés de tomar nuestra Petrobras”, asegura.

«El dios mercado es un mito; una vez más se muestra incapaz de resolver los problemas que vivimos”, dijo Lula.

Hoy el Estado neoliberal se muestra incompetente para preservar la salud: “La vida no tiene precio y la economía existe en función de las personas y no de los números. El Estado es quien puede dar los recursos y orientar a la sociedad para pasar este momento tan difícil de la humanidad. El mito del dios mercado es apenas un mito, porque una vez más se muestra incapaz de resolver los problemas que vivimos”. Según Lula, “la única razón por la cual una persona decente quiere ser gobernante es cuidar al pueblo. Lamentablemente, tenemos en Brasil un gobierno que no se preocupa por la pandemia”.

“Esta crisis es mucho más profunda que otras anteriores y quiera Dios que los líderes de los Estados aprendan que la economía tiene que estar al servicio de los seres humanos y no lo contrario. Lo que vaya a ser de Argentina, de Brasil, después de la pandemia, es lo que nosotros tenemos que decidir. Yo sueño con solidaridad, pasión, sentimiento. No quiero ser un número, un algoritmo. Sueño que la economía sea discutida en función del pueblo”.

Para que sea posible, hay que recuperar la palabra política. “Es el instrumento con el cual podemos transformar nuestros sueños en realidad y creo que nunca fue tan necesario soñar con un mundo mejor que en este momento”, concluye Lula.

 

La peste como oportunidad

A su turno, el presidente Alberto Fernández opina que la pandemia ha dado vuelta el mundo y puesto todo en crisis: “Como decía Albert Camus en La Peste, la enfermedad nos muestra cómo se lleva la vida de la gente y cómo asoma la miseria humana en determinados momentos. Pero como bien decía Lula, hay algo que no está en discusión: nada hay más importante que la vida, que la salud del pueblo”. ¿Vida o economía? “Un falso dilema”, insiste, “porque la política, que es en esencia una acción ética, no permite poner en tela de juicio la importancia de la vida”. Y subraya: “Hacer política es la construcción de una mejor humanidad y cómo se hace si no es preservando la vida de quienes nos toca gobernar”.

“La pandemia pone en jaque el sistema capitalista. Ese capitalismo financiero, del que tanto nos hablaron, había construido un castillo de naipes y un virus invisible lo ha destruido con facilidad. Ninguna acción, ni bono, ni empresa, vale hoy lo que valía antes del coronavirus. El capitalismo tal como lo conocimos no tiene viabilidad: un capitalismo sin consumidores ni trabajadores, que no existe donde todo vale nada”.

Hacerle frente al coronavirus en América Latina, manifiesta, es un triste desafío. “Enfrentamos la pandemia en el continente con mayor desigualdad. Esta injusticia dejó en evidencia que el capitalismo tal cual lo conocemos no tiene sentido, deja al margen de la sociedad a millones de compatriotas. Y como creemos que la política es acción ética, no podemos hacernos los distraídos”.

La desigualdad se refleja en la cantidad de personas, en el país y en el continente, que viven en situaciones de vulnerabilidad. “Cuando nos propusimos auxiliar a quienes estaban marginados del Estado, hicimos un primer cálculo que nos daba 2 millones de personas. Al final, terminamos asistiendo a 9 millones, alrededor del 20 por ciento de la población argentina que estaba abandonada a su suerte”, detalla.

«La política es una acción ética, no permite poner en tela de juicio la importancia de la vida”, señaló Fernández.

“Es tan profunda la crisis que se ha generado, que tenemos la oportunidad de revisar el mundo”, afirma el mandatario. “Volver a ser un capitalismo distinto que integre mucho más a la sociedad, que distribuya en vez de concentrar. Esto lo podemos hacer porque todo vale nada si aparece un virus y pone en jaque todo”.

El panorama regional no es alentador. “Este es un continente muy distinto al que viviste vos (por Lula) y los otros compañeros (por Evo, Correa, Mujica, Chávez, Kirchner, Bachelet). Los Estados Unidos rompieron Unasur y crearon el Prosur. En el medio, hubo una misión cuidadosa para desprestigiar a los líderes latinoamericanos con procesos judiciales e imágenes delictivas que luego transcurrían por los medios. La república está para respetar los derechos de todos y no para perseguir opositores. Esta es una tarea pendiente que esperemos nunca más ocurra”, asevera.

Según el presidente, este es un escenario para plantear discusiones como medioambiente, igualdad de género y construcción de democracias fuertes: “Tenemos una gran oportunidad como civilización de hacer un mundo distinto –dice–. Es una gran oportunidad que depende de nosotros”.