Un muestra sobre el realismo delirante de Laiseca

Un muestra sobre el realismo delirante de Laiseca

Se inauguró en la Biblioteca Nacional “Laiseca: el iniciado”, una exposición que recorre vida y obra del gran escritor argentino, maestro de escritores y personaje de culto que entreveraba esoterismo y literatura y supo brillar como narrador oral en el programa “Cuentos de terror”. Un autor que anticipó el presente.

“Laiseca escribía desde el astral”, afirmó Mariano Buscaglia en su discurso inaugural de la exposición Laiseca: el Iniciado en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, un recorrido por la vida y la obra de Alberto Laiseca: escritor prolífico, personaje de culto, narrador televisivo y esoterista. “En sus textos, el tiempo era una unidad donde estaban el pasado, el presente y el futuro. Y por eso mismo tal vez vemos muchas cosas que suceden hoy, que Lai advirtió cuarenta años atrás”, siguió el curador y director general de la muestra.

“Todo gran escritor, todo genio literario, siempre está hablando a un futuro que se va a formar más adelante —desarrolla el mismo Buscaglia en diálogo con ANCCOM—. Y yo creo que la obra de Laiseca, en ese sentido, es muy profética. Sobre todo en este mundo que tenemos ahora, que es prácticamente tecnocrático y lleno de dictadores que son muñecos psicóticos, gritones… Todo eso está en la obra de Laiseca; te pone los pelos de punta cuando lo leés. Es como que se invirtieron las cosas: hoy lo real es el delirio”.

La exposición plantea un recorrido por la vida de Laiseca a partir de los tres momentos de la iniciación esotérica: el deseo, la perseverancia y el dominio. Así, a través de paneles y biombos color rojo tierra y verde olivo, pasamos desde sus lecturas de infancia y los conflictos con sus padres, a través de las noches del Bar Moderno y su lucha por la publicación de su enorme novela Los Sorias, hasta su consolidación en el circuito cultural como personalidad mediática y maestro tallerista.

“Todos piensan en Laiseca como una especie de lobo solitario —sigue Buscaglia—pero en esa etapa de los años setenta y fines de los años sesenta, en el Bar Moderno, Laiseca fue muy activo, tenía muchos amigos ahí. Y él pasaba de mesa en mesa con sus manuscritos, pidiéndoles a los demás que lo escucharan mientras leía. Además participaba de lecturas que iban de casa en casa, y ahí él leía los textos taoístas, leía sus obras de teatro, leía los primeros fragmentos de Los Sorias, esa novela que nadie quería publicar…”

Alberto Laiseca manejaba un estilo al que llamó “realismo delirante”. En su obra se juntan elementos míticos, coloquiales y grotescos. Como tallerista, tuvo discípulas tan diversas como Selva Almada, Valeria Tentoni y Gabriela Cabezón Cámara. Allí acogió también al propio Mariano Buscaglia, que sentencia: “Laiseca es imposible de copiar. Eso te lo dicen los mismos discípulos. Me parece que no puede haber alguien que continúe su estilo, porque de hecho ese ‘realismo delirante’ es ponerle nombre a algo que no se puede definir. Para mí, el gran legado de Laiseca es la imaginación”.

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Tras los discursos inaugurales, se proyectó un episodio de Cuentos de Terror: una serie de narraciones orales del escritor homenajeado para el canal de cable argentino I.Sat. El ciclo recoge obras de Poe, Lovecraft, Ocampo y del propio Laiseca, entre muchos otros. En esta ocasión, fue un cuento anónimo: “La madre y la muerte”. Se apagan las luces, se escucha un zumbido y aparece un bigote, un cigarrillo, la voz cavernosa de Laiseca; un autor que hizo de sí mismo un personaje.

“Mucha gente se acercó a la obra de Laiseca gracias a ese programa —dice Buscaglia—, sus discípulos y el público duro que se formó en esa etapa, la del viejo loco que hablaba en televisión, de bigotes enormes, fumando sus cigarrillos y contando cuentos extraordinarios. Hay que tener en cuenta que esa percepción, que es positiva por parte de los jóvenes, también tuvo su lado negativo con la intelectualidad de acá, que toma esas cosas como si fueran un circo y lo trataban de payaso o lo que fuera. Cuando es todo lo contrario: era un genio tanto actoral como literariamente. No recuerdo otro escritor que tuviera esa calidad y ese talento para contar los cuentos. Además, sin nada: el tipo está solo, hablando, contando un cuento de la forma más primitiva y antigua como antes se contaban los relatos orales; lo hace del mismo modo y tiene el mismo efecto, hay muy pocas personas que pueden lograr eso.”

En Laiseca: el Iniciado encontramos, como el nombre insinúa, círculos mágicos, espadas rituales, demonios quiméricos, mudras, máquinas de protección áurica y grabados de Hermes Trismegisto. Aparecen Madame Blavatsky, Eliphas Levy y Paracelso junto a cartas a Rodolfo Fogwill y películas de Cohn y Duprat. Hay gallinas con pico de trompa que absorben la potencia sexual y flamencos de base mecánica que sacan repuestos de sus cadáveres. El caos contenido en los libros de Laiseca.

“El esoterismo es muy importante en la obra de Lai —explica Buscaglia—. Sobre todo en las novelas más importantes de él, como Los Sorias o El jardín de las máquinas parlantes, que prácticamente no se pueden leer sin el marco esotérico. Además, Lai era un esoterista. Vos ingresabas a la casa de Lai y tenía muchas marcas esotéricas, como los platos, que eran uno de los elementos más atípicos y que generaban mucho desconcierto en las personas que entraban por primera vez. Vos veías platos comunes, de vidrio, puestos en lugares insólitos, sobre un banquito o algo así, con una película de agua encima, y los llegabas a tocar y te ladraba: ‘¡No me toques eso, porque son mis máquinas!’. Eso en el plano material era un plato, pero en el plano astral era una máquina que te protegía”.

La inauguración también contó con los discursos del Director de Coordinación Cultural de la Biblioteca Nacional, Guillermo David, y de Nicolás Reydó, integrante del equipo de investigación. Éste último, después de leer una larga lista de agradecimientos que incluía a Julieta Laiseca (hija de Alberto), Selva Almada y Andrés Duprat, destacó: “En este contexto donde predominan los Sorias, donde el estado todavía es un espacio de resistencia y de disputa, es importante nombrar a los compañeros que trabajaron en esta muestra.”

“Todo el proceso fue muy colectivo —se alegra Buscaglia—. Laiseca decía algo muy particular: él tenía esperanza de que su obra fuera conocida mientras estaba vivo, porque él decía que ‘mientras estoy vivo puedo hinchar las pelotas’. Y yo creo que ese es el objetivo que tenemos: hinchar las pelotas. Hinchar las pelotas para que la obra de Laiseca sea lo más conocida posible, porque me parece que vale la pena. Yo lo tengo muy alto en cuanto estima y admiración. Para mí está a la altura de Borges. No es un escritor más dentro de una escuela literaria; es un tipo que aparece una vez en el siglo.”

Laiseca: el Iniciado se podrá visitar hasta el 30 de junio de 2026 de lunes a viernes de 9 a 21 hs. y sábados y domingos de 12 a 19 hs. en la Sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Agüero 2502, CABA. La entrada es libre y gratuita.

Para Milei, el show debe continuar

Para Milei, el show debe continuar

En medio de una crisis económica y financiera y tras la baja obligada de José Luis Espert como primer candidato a diputado bonaerense por su vínculo con el narcotráfico, Javier Milei y “La Banda Presidencial” dieron un aparatoso show en el Movistar Arena.

Afuera del recinto en Villa Crespo, los militantes libertarios se congregaron con remeras violetas, banderas que explicitaba la procedencia de cada grupo, bengalas de humo, fuegos artificiales que se disparaban en todas direcciones y estandartes rojos con letras doradas de “Las Fuerzas del Cielo”, similares a los de la Casa Lannister de GameofThrones.

A la par, un grupo de vecinos realizó un cacerolazo en contra de la presentación del Presidente, y fue rodeado por un desmedido número de agentes policiales. Del otro lado del vallado que se montó, los libertarios paseaban por Parque Los Andes, algunos se acercaban a gritar “los kukas tienen miedo” y un joven le decía a otro que allá, del otro lado, donde las fuerzas del cielo no están presentes, debía haber “olor a culo y a paraguayo, estoy seguro”.

Dentro del estadio, en las pantallas gigantes apareció el decimotercer libro de Javier Milei, la excusa para el evento de la noche. Titulado La construcción del milagro, en la tapa se ve a un glorificado Milei, sentado en su silla presidencial bajo una luz angélica; en sus piernas, sostiene una motosierra de oro. El presidente ingresó al Movistar Arena cantando con una voz gruesa y estruendosa “Yo soy el león, yo soy el rey”. En el público, una señora exclamó estupefacta que él tendría que haber sido rockero.

Luego, tras mostrar un compilado de videos de explosiones y edificios en demolición, cantó una versión cínica y desafinada de “Demoliendo hoteles”, de Charly García. Entonces presentó a la banda que lo acompañaba, todos miembros de su partido y algunos funcionarios: la legisladora Lilia Lemoine en coros, en guitarras Hernán Scarfó y el candidato a senador por LLA en Entre Ríos Joaquín Benegas Lynch, en batería su hermano Alberto Benegas Lynch, actual diputado, y finalmente presentó en el bajo a “un periodista que no tenemos que odiar porque es de los buenos: Marcelo Duclos”, escritor de su biografía.

Después de cantarEl rock del gato”, de los RatonesParaonicos, y “No me arrepiento de este amor”, de Gilda, Milei comenzó una eufórica versión de “Dame fuego”, de Sandro, en la que cambió la letra del estribillo por “Tira piedras / kuka tira piedras”. Atrás de la banda, la pantalla mostraba fragmentos de noticieros y videos de TikTok en marchas de jubilados, donde se vieron primeros planos de personas encapuchadas tirando cascotes en las inmediaciones del Congreso.

No hubo mención alguna al reciente descubrimiento de que el diputado José Luis Espert recibió 200 mil dólares de Fred Machado, empresario acusado de narcotraficante en Estados Unidos. Pero se mostraron imágenes de Elon Musk, del asesinato del activista conservador Charlie Kirk, de Donald Trump y también de sus seguidores norteamericanos. Cada mención a Trump generaba en la audiencia una cadena de aclamaciones enloquecidas. Apareció además una imagen del fiscal Alberto Nisman.

También se cantó“Hava Naguila”, una canción tradicional hebrea “en homenaje a las víctimas del 7 de octubre”, y de los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel. Milei culpó a la izquierda de la creciente xenofobia y antisemitismo en el país.Y hubo, como parte del repertorio, una escena editada con inteligencia artificial de StarWars, en donde Cristina Kirchner y Axel Kicillof ordenaban a los medios de comunicación como Perfil, C5N, Carnaval y Gelatina bombardear a Milei, que a pesar del ataque salía victorioso.

La última canción fue una versión punk de “Libre”, de Nino Bravo. Apenas el show musical llegó a su fin, las tribunas y el campo del Movistar Arena comenzaron a vaciarse. Entonces tuvieron sus respectivos turnos para hablar Manuel Adorni, Agustín Laje y Javier Milei, para dar una especie de clase magistral en tres partes sobre la “batalla cultural” que está en proceso, acompañada por los votantes y las fuerzas del cielo.

Se habló de “la patria de la libertad que respeta la naturaleza humana”, y de “los enemigos de la patria que promueven el aborto, la destrucción de la familia y la invasión de la propiedad privada”. Milei prometió que para mitad del año que viene la inflación será un problema del pasado. Con Adorni junto a él, se rió de que al conocerlo el vocero tenía menos pelo, pero eso lo resolvió el capitalismo. Aferrado al micrófono, gritó que hoy hay seis millones menos de pobres. En abril de este año, afirmaba haber sacado de la pobreza a más de doce.

Lo usado funciona

Lo usado funciona

Con más de 45 librerías, charlas, lecturas, danza, performances y música en vivo, la Biblioteca Nacional fue sede la IV Edición de la Fiesta del Libro Usado, un encuentro espacio cultural y también de resistencia comunitaria.

Bajo el sol de octubre, la Plaza del Lector de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno albergó a la IV Edición de la Fiesta del Libro Usado. Cubículos feriales dispuestos alrededor de la plaza, mesas con ejemplares marcados, letreros con precios, intersticios por donde circulaba la curiosidad: desde el mediodía se configuraba un universo especial. Cada librero ocupaba su espacio con orden, sin mantas improvisadas ni libros tirados al azar.

Entre las mesas corría el rumor del intercambio: “¿lo tenés en tal edición?”, “¿cuánto lo das?”, “¿lo cambiás por este otro?”. El roce de las hojas, de los lomos y de los dedos componía la música propia de la feria.

La fiesta comenzó con música en vivo de Marco Amar y continuó con “El cuerpo de la lengua. Poesía en movimiento”, una performance de Natalia Litvinova y Mariana Montepagano que fusionó danza y lectura. Cerca de las 15, el centro de la plaza reunió a Santiago Caruso y Karina Pedace en la charla “Aceleración artificial y delegación cognitiva”. Con un único micrófono que pasaba de mano en mano, hablaron de la velocidad tecnológica y de cómo delegamos funciones de pensamiento en máquinas.

A eso de las 16, la charla cambió de registro: Betina González tomó la palabra en la ronda. No elevó un discurso monumental, sino que moduló reflexiones que parecían surgir desde el cuerpo colectivo del encuentro. Habló de lo que significa crear hoy, al borde del mercado y la precariedad, y ubicó al libro usado como una línea de fuga frente a la mercantilización sin término.

González recordó que si aceptamos al libro simplemente como mercancía, dejamos de pensar en él como espacio de resistencia. Cuestionó la acumulación permanente que convierte todo en objeto de consumo, y propuso en cambio al libro usado como libro habitado: con huellas, con marcas, cargado de memoria. Fue un llamado a recuperar la densidad de lo leído más allá del valor monetario.

No hubo grandes efectos retóricos: sus palabras se filtraron en el aire del círculo, atravesaron el silencio y las miradas. En ese gesto reveló que la Feria no es sólo feria: es lugar de producción simbólica, resistencia estética, sitio donde el libro continúa residiendo cuando ya pasó por muchas manos.

Hacia el final, la música volvió para cerrar la tarde: Axel Krygier tomó el aire musical del encuentro, conectando (sin escenario estridente) con quienes quedaban en el círculo o caminaban entre los cubículos. La música fue horizonte de cierre y eco compartido.

Una feria que es una fiesta

Una feria que es una fiesta

Más de 40 librerías, charlas, música en vivo y gastronomía formarán parte de la Fiesta del Libro Usado, que promete reunir a miles de lectores y autores, con catálogo de selección, en la Biblioteca Nacional.

El sábado 4 y domingo 5 de octubre, la Plaza del Lector de la Biblioteca Nacional será escenario de una nueva edición de la Fiesta del Libro Usado (FLU). Con entrada libre y gratuita, el evento convocará a las principales librerías de segunda mano de Buenos Aires y ofrecerá la posibilidad de descubrir ediciones singulares, conversar con autores y disfrutar de un espacio donde la literatura se cruza con la música y la gastronomía. “Buscamos promover a la lectura como una experiencia que forma comunidad”, asegura Patricio Rago, organizador de la FLU, en diálogo con ANCCOM.

El encuentro, que este año celebra su cuarta edición, nació del deseo de Rago de crear un espacio dedicado exclusivamente a los libros de segunda mano. En 2022, después de haber trabajado largamente en la idea, convocó librerías que encajaran con su propuesta, buscando no solo títulos de calidad, sino también libreros capaces de hacer buenas recomendaciones y mantener precios accesibles. “No podía ser que una ciudad como Buenos Aires, con su tradición de libro usado, no tuviera un evento así”, señala.

La primera edición de la FLU se llevó a cabo en Plataforma Nave, un centro artístico casi escondido detrás del Planetario. Con 16 librerías y 1.500 visitantes, la prueba piloto reveló el entusiasmo de los lectores y la necesidad de un espacio más visible y accesible. En 2023, la explanada de la Biblioteca Nacional se convirtió en su nuevo hogar, con el respaldo de Guillermo David, director de Coordinación Cultural. El cambio resultó decisivo, ya que de aquel modesto debut se pasó a más de 40.000 asistentes, y en poco tiempo se consolidó como un encuentro masivo que hoy convoca a más de 60.000 personas.

El crecimiento del evento se refleja también en las librerías participantes. Este año, la Plaza del Lector reunirá 47 puestos -siete más que el año pasado-, que desplegarán sus títulos y ofrecerán la posibilidad de encontrar grandes joyas literarias. Uno de los sellos del evento, y lo que lo diferencia de otros festivales similares, es el criterio de selección de sus participantes. Con el éxito de cada edición, son muchas las librerías que desean sumarse, pero solo unas pocas cumplen con el perfil del encuentro. “La FLU no es una feria abierta para encontrar cualquier cosa, sino que hay una curaduría de los expositores como de los libros que llevan”, destaca el organizador.

Al definir quienes participarán, Rago no sólo evalúa los títulos y sus precios, sino también la manera en que los libreros viven su oficio, la pasión que ponen en su trabajo y la relación que establecen con los lectores. “Hay gente que a mí no me interesa que esté porque entienden la compra y venta de libros de una manera diferente a la del evento”, explica. Para él, el librero funciona como un filtro, encargado de aportar calidad al recorrido y ofrecer a los visitantes una experiencia cuidada y valiosa. “Esta doble curaduría garantiza una calidad de libros imposible de encontrar en otro lugar”, agrega.

La organización de la FLU demanda un trabajo arduo, con etapas de planificación, coordinación y autogestión que arrancan a principios de año. Al frente están Rago y Paz Marenco: él aporta su experiencia como dueño de Aristipo Libros y coordina cada detalle del evento, mientras que ella se encarga de la comunicación y la gestión de artistas. Juntos conforman la dupla que hace posible que todo funcione.

A pesar de las dificultades económicas y la falta de apoyo estatal, la FLU se consolida como un motor para la circulación de libros usados. En cada edición, la venta de títulos en un fin de semana puede equivaler a uno o dos meses de ventas para algunas librerías. Además de permitir que los visitantes se lleven ejemplares a precios accesibles, el evento funciona como una ventana para dar a conocer nuevas propuestas y fortalecer la economía de este sector. “Aún en este contexto nefasto, las librerías esperan la FLU y personas de otras ciudades me escriben para sacar los pasajes”, comenta Rago.

La programación de esta edición invita a sumergirse en la lectura como experiencia colectiva, combinando debates y música en vivo con la participación de figuras consagradas y emergentes de la cultura. “No sólo pensamos en artistas que nos interpelen o nos gusten, sino en quienes tengan una propuesta y un estilo capaces de conectar con el público de la FLU”, menciona.

El discurso de apertura estará a cargo de Betina González y abordará el vínculo de los escritores con el lenguaje, el éxito, el mercado y la ansiedad por publicar. En línea con esta temática, el sábado a las 15, la filósofa Karina Pedace y el artista Santiago Caruso presentarán la conferencia “IAceleración artificial y delegación cognitiva”, para analizar los aspectos menos visibles de la tecnología y los desafíos al producir material creativo.

El domingo a las 14, Milagros Porta y Juan Tolosa liderarán “Sub 30: escenas, poéticas y disputas de una generación”, una charla destinada a conocer qué escriben, cuáles son las búsquedas y qué batallas literarias están dando los jóvenes autores. Más tarde, Juan Mattio, Kike Ferrari y Guillermo Korn presentarán la actividad “La Pyme de Hugo: un puesto del Centenario como lugar de encuentro y formación de lectores”. En ella contarán la historia detrás de uno de los puestos más emblemáticos del Parque Centenario y mostrarán como un pequeño puesto de libros puede transformarse en un núcleo de circulación del conocimiento y de construcción de comunidad. “Gracias a la curaduría de libros y a las recomendaciones que hacía, Hugo marcó a muchísimos lectores y escritores”, recuerda Rago.

Pensada como una fiesta más que como una feria, la FLU se define por su carácter celebratorio y comunitario. Además de motorizar la economía del sector y funcionar como punto de encuentro, sus organizadores se enorgullecen de llevar adelante un proyecto que propone un vínculo con la lectura diferente al que suelen ofrecer otros eventos. “La gente viene porque no tenemos una propuesta comercial ni careta, sino auténtica y centrada en el amor por los libros”, concluye.

 

La programación completa de la Fiesta del Libro Usado (FLU) se puede conocer acá.

“Los pibes son esclavos y víctimas del narco”

“Los pibes son esclavos y víctimas del narco”

“Yo quiero ser sicario. Una escuela sitiada por los narcos” es una novela basada en hechos reales y fruto de varios años de trabajo de su autor, Eduardo Marostica, como psicólogo y docente, en programas estatales en distintas zonas de la ciudad de Rosario.

Crudo y realista, Yo quiero ser sicario. Una escuela sitiada por los narcos, de Eduardo Marostica, cuenta cómo los pibes de las periferias de Rosario son reclutados por las bandas narco y a partir de allí se ven envueltos en una espiral de violencia y delito, y cómo la escuela y los docentes cumplen un papel de refugio y contención, ante el pedido de ayuda de esos jóvenes.

Epicentro del narcotráfico en el país, Rosario se ha convertido en escenario de lucha entre bandas rivales, y sus habitantes en rehenes del miedo y la inseguridad, ante la “vista gorda” delas autoridades. Tal es el contexto del libro de Marostica, casi un reflejo de la realidad que viven muchos jóvenes en la ciudad.

Desde la tapa, que muestra a un adolescente apuntando con un arma, la obra se propone como un llamado a la reflexión sobre la situación que se vive allí, donde es muy fácil entrar el narco, pero es mucho más difícil salir. De hecho, de acuerdo a lo que se desprende del libro, son unos pocos los que lo logran, mientras que otros son asesinados en el intento.

En diálogo con ANCCOM, Marostica afirma: “Esta novela es una visión de la realidad que sucede, pero que traslado ficcionalmente a la historia de mi libro y que no está alejada de nuestras vidas. La obra tiene cuatro personajes principales, dos jóvenes llamados Luna y Santiago, una directora y un trabajador de un colegio, todos personajes ficticios pero sus historias verídicas, como la de tantos pibes y pibas de los alrededores de Rosario”.

“Muchos adolescentes están vulnerables a caer en manos de los narcos –sostiene el autor–. Sus voluntades son doblegadas por estos delincuentes, consecuencia de la miseria y el hambre que viven en la periferia. Son tomados como esclavos y víctimas de la violencia, los varones puestos al trabajo de matar y las mujeres a cocinar la droga. Mi novela es una denuncia. Se habla de esto en las noticias policiales, pero no se conocen sus historias, el detrás de escena de estos hechos violentos perpetuados por el narcodelito, que hacen perder la inocencia tempranamente a estos jóvenes”.

“En el libro también abordo tema como el rol que ejercen los docentes, que se convierten en guardianes de estos adolescentes, que ven a la escuela como esa trinchera, el lugar más seguro para sus vidas, en donde encuentran en los profesores sus grandes contenedores, lejos del peligro que los acecha a cada momento”, agrega. La tapa, según Marostica, “fue una estrategia para captar la atención del lector: es más convocante que la imagen de una escuela con estudiantes, o un docente dando clase”.

“Con la literatura –explica– pretendo hacer que esta realidad no se vea como algo ajeno. Escribo historias de la periferia de Rosario porque es mi ciudad de origen,pero no quiere decir que esto no pase en otros lugaresni en otras partes del mundo. El proceso de escritura me llevó dos años, en los que recolecté mucha información, testimonios y una vez que tuve todos los elementos empezó la labor de redacción”.

Marostica tiene una larga trayectoria en el ámbito educativo, tanto a nivel secundario como universitario, además de ejercer como psicólogo. “En los grupos narco, a los varones, que son convocados para ser sicarios, se les pone un arma en sus manos, haciéndolos sentir que tienen el poder y el control de todo. Las mujeres, en cambio, son destinadas a tareas más domésticas, como cocinar y fraccionar la droga. Esta división de roles no solo refleja la desigualdad de género, sino que también perpetúa la estigmatización y la violencia en estas sociedades”.

“La sociedad –prosigue Marostica– tiende a estigmatizar a estos jóvenes como delincuentes o peligrosos, ‘cabeza’,‘cabecita negra’, sin entender las verdaderas razones que los llevan a involucrarse en el narcodelito”. Con su libro, el autor intenta comprender las raíces del problema y mostrar la importancia de la prevención y concientización, para que los jóvenes no queden a merced de las poderosas bandas narco.

La novela pone en valor la necesidadde abordar la problemáticade manera seria y responsable, buscando soluciones que involucren a todos, llevando a los jóvenes la esperanza de una sociedad más justa, y más aún a aquellos que no pueden salir y precarizan su vida diariamente.

“Educar significa alimentar, cuidar, es una forma de amar –expresa Marostica–, más hoy, en tiempos en que la escolarización está totalmente despojada de afectos y cuidados, y también en la cuna familiar, en donde en muchos lugares el abuso tiende a convivir silenciosamente en sus vidas”.

Yo quiero ser sicario. Una escuela sitiada por los narcos fue declarada de interés general por el Consejo Municipal de Rosario y por la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe. Recientemente, el autor, de visita en Buenos Aires, la presentó en el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI). Se puede adquirir online y en librerías.