Un negocio circular

Un negocio circular

Crece en la Argentina el negocio de la ropa usada o de la creación de prendas nuevas a partir de otras descartadas. Algunos lo hacen para enfrentar la crisis, otros por conciencia ambiental.

Son las diez y cuarto del sábado. Tocan el portero. ¿Quién es?

-¿Tiene algo para dar? Contesta alguien del otro lado.

– Ya bajo

Llevo ese pullover azul estuvo dando vuelta desde el fin de la secundaria, interfiriendo toda apertura del ropero. Quizá por nostalgia nunca me deshice de él. Resistió lluvias, mudanzas y lavados. Pero había llegado la hora de jubilarlo. La misma suerte que un jean que me queda chico y una camisa a cuadros.

Raquel Chany tiene 47 años, mamá de tres hijos con los que vive en Lanús Oeste. No tiene empleo formal. Trabaja dos veces por semana limpiando casas en San Telmo y relata: “Casi todos los sábados a la mañana salgo a timbrear. Pido ropa o lo que la gente quiera darme, lo que esté a su alcance”.

Cinco o seis horas después de patear Constitución y San Telmo, vuelve en el tren Roca a su casa. La ropa que consigue y no le queda o no le sirve a ningún integrante de su familia, la hace circular. En la feria de la Plaza San Martín, en Lanús Oeste, comienza uno de los caminos que puede seguir una prenda en desuso: ser expuesta en una feria para venderla o cambiarla por otra cosa.

Para poder venderla, Raquel acondiciona, lava y plancha con oficio de sastre la ropa que consigue. “Los que tenemos un lugarcito en la feria o venimos seguido a vender, varias veces necesitamos de lo que tiene algún puesto y terminamos cambiando ropa por cosas para la casa, comida o por zapatillas “.

La circularidad en la moda, la sostenibilidad textil o la moda reciclada son términos comunes que comenzaron a tomar protagonismo en la pandemia, logrando que se empiece a gestar un paradigma del que hoy, la industria de la moda (la segunda más contaminante del planeta) no puede desoír. Conocemos como empieza este proceso cada vez que nos desprendemos de alguna prenda que no usamos, pero, ¿sabemos donde termina?

Aparato circulatorio

“Me parece muy interesante que estemos pensando en lo que producimos en exceso, cuál es la finalidad y el origen de nuestros apetitos”, señala Ana Torrejón, editora de la revista L’Officiel. La cantidad de indumentaria que se produce a toda escala, desde la aspiracional -como las marcas de lujo- hasta la producción masiva de grandes cadenas es hija de un proceso que se inició en 1947 con el advenimiento del prèt a porter. La Segunda Guerra Mundial generó la necesidad de un desarrollo, donde el baby boom, la promesa de un mundo feliz y la rápida circulación de bienes hacían motorizar una economía languideciente. El consumo entró así en ascenso con algunas objeciones. El flower power y el movimiento punk hicieron objeciones a la sociedad de consumo, junto con la posmodernidad que se plantó filosóficamente en torno de las catedrales de consumo constituyéndose en grupos objetores que han dejado huellas importantes en cuestionar el consumo.

La idea de construir un sistema de circulación de prendas dejó de ser una propuesta para convertirse en una necesidad. Comprar, usar y  tirar es la trilogía que viene a cambiarse por, comprar menos, usar más, reutilizar, reciclar, reparar. Una primera aproximación a este cambio, podría sintetizarse en las ya conocidas ferias americanas, donde se vende indumentaria usada. Pero éste es solo el primer eslabón. Esta tendencia en alza va de la mano de las energías renovables, la sustentabilidad y otras prácticas como, los oficios de la modista del barrio, las grandes mercerías y los cursos de corte y confección que vuelven a tomar importancia.

Claudia Barbera es profesora en la Tecnicatura Superior de Producción de Indumentaria del Normal Superior N° 6. Hace diez años trabaja en la investigación, desarrollo de productos y formación de profesionales. “Mis argumentos no cambiaron, la diferencia es que hace años la gente no entendía de lo que hablaba o hacía y tenía que dar muchas más explicaciones que las que doy ahora. La fundamentación es que el exceso de materiales considerados como basura, en realidad no lo son, es materia prima para seguir utilizando, lo que también permite desarrollar productos más exclusivos, al no planificar una producción en modo masivo: trabajamos con lo que hay, activando la creatividad y los productos de edición limitada”.

The Global Fashion Agenda (globalfashionagenda.org) afirma que el 73% de la ropa del mundo termina convertida en basura, utilizando solo el 15% de esta cantidad con fines de reciclaje. ¿Para qué seguir fabricando y desechando, cuando se puede reutilizar, reciclar? Al respecto, Claudia cuenta: » Ya como profesional y asesora de emprendedores empecé a investigar cómo las empresas plantean sus misiones y visiones de marca y descubrí el impacto negativo que la mayoría de las grandes marcas internacionales generaban. En la actualidad hay marcas que trabajan en esta modalidad y otras son sustentables aparentando tener una conciencia verde, pero en realidad aún no han hecho el cambio necesario”.

La producción de indumentaria a gran escala construye espirales a través del tiempo, renueva su interés hacia sí misma, propone fantasía, lujo, belleza y al mismo tiempo genera contaminación, un consumo alarmante de agua y emisiones de carbono; motivos suficientes para orientar su naturaleza cíclica hacia una ética circular en pos de un futuro sostenible. Desde el sitio globalfashionagenda.org argumentan que “la industria de la confección y el calzado representó unos 2.100 millones de toneladas de emisiones de CO2 en 2018, alrededor del 4% del total mundial. Se trata de la misma cantidad de CO2 al año que las economías de Francia, Alemania y el Reino Unido juntas. El valor del mercado mundial de prendas de vestir crecerá de 1,5 billones de dólares en 2020 a aproximadamente 2,25 billones de dólares en 2025, y emplea a más de 60 millones de personas a lo largo de su cadena de valor; de los cuales el 80% son mujeres”. Las implicaciones sociales negativas de la industria de la moda, así como los desafíos en materia de derechos humanos y ambientales, el aumento de los estándares sociales y la eliminación del trabajo forzoso, son temas que en los últimos años lograron imponerse en las agendas públicas.

Comprar, usar, tirar es un ciclo que se repite temporada tras temporada porque la moda propone un eterno retorno, un nacimiento dos veces al año, dos temporadas que mueven una gran industria. “El consumo de moda hoy resulta interesante porque queda claro que estamos en una crisis económica muy fuerte. Sin embargo los niveles de compra de indumentaria no han sido tan bajos, ni muchos menos los niveles de ganancia. Si nos basamos en datos duros, los precios de indumentaria superaron en muchísimas ocasiones los montos máximos de inflación. Por eso sus ganancias han sido muy interesantes. Si a esto le superponemos que el Estado Nacional subsidió durante la pandemia luz, gas sueldos de trabajadores, las tasas de rentabilidad han sido exitosas, a costa de la especulación y el aprovechamiento de un Estado y una población vulnerables”, asegura Gustavo Lento, profesor de la Carrera de Diseño de Indumentaria de la Universidad de Palermo.

En 2002 el diseñador argentino Martín Churba inauguró su capacidad para la experimentación en el campo del diseño textil y su posterior sistematización en la producción de técnicas utilizadas experimentalmente, estudiando qué se podía hacer luego con los descartes y los restos de una producción seriada. “Empecé a enseñar termoestampación en los barrios y el impacto fue enorme. Trabajé diez años también en la Puna con tejedoras, aportando conocimientos, y alimentándome de sus experiencias. Cuando enseñás a la gente que no tiene nada fácil y le decís que haciendo esto puede tener un atajo para que su producto parezca mucho mejor, no lo pueden creer, se sienten felices. Ahí me di cuenta que, al final, mi trabajo entra por la puerta de atrás. Me dediqué al emprendedurismo social. En el camino hice una marca de jeans con descartes industriales textiles, aunque esos proyectos, aún no tienen un lugar comercial en el mercado, al país le cuestan las cosas nuevas e innovadoras”.

Si bien aún es prematuro saber qué va a pasar con la industria textil frente a esta tendencia, emprendedores en Europa y en América Latina comenzaron a incursionar en este terreno. Como toda tendencia que aparece, irrumpen oportunidades y emprendimientos, pero el interrogante es saber si hoy existen suficientes consumidores para que sean rentables.

“La moda circular refiere a una responsabilidad con toda la cadena de producción por parte del fabricante y su uso, por parte del consumidor. Desde la cantidad de prendas que se fabrican, la elección de los textiles, formatos de producción de las fibras, hilados, tejidos, teñidos, acabados, etiquetados, envoltorios y entregas. Todo en talleres de costura grandes o pequeños equipados dignamente, en regla, y con personal remunerado como corresponde y los usuarios tendrían la responsabilidad en cuidar de que la vida útil de ese producto sea la mayor posible o tomar la iniciativa de reciclar, reparar prendas o intercambiarlas”, manifiesta Vicky Otero, diseñadora de indumentaria y titular de una cátedra en FADU.

La rueda de la moda o la moda de la rueda

En un corto lapso, los negocios de la moda circular adquirieron diferentes formatos y volúmenes. Aquí alguno de ellos:

Buy Back: Compra con reventa asegurada Se trata de comercializar indumentaria pero asegurarle al dueño de la prenda que si al año se quiere desprender de ella, la marca se la recompra al 25% de su valor.
Compra con Garantía de transformación: Uniqlo ha lanzado hace poco Re-Uniqlo permitiendo a los clientes alargar la vida de la ropa usada transformándola en nuevas prendas para la marca. La acción se materializará en la chaqueta Recycled Down, confeccionada en su totalidad a partir de plumas recicladas. En vez de comprar una nueva prenda, el cliente entrega la que tiene y le devuelven una nueva utilizando la materia prima original de su campera.
Alquiler de ropa usada: Si bien no se trata de un negocio disruptivo, muchas empresas se dedican al alquiler de ropa para casamientos, eventos sociales de relevancia o disfraces y emprendedores comenzaron incursionar en el alquiler de diseños exclusivos. Vestidos o carteras cuyos valores superan los 5.000 dólares se pueden rentar por 5000 a 15.000 pesos en Argentina.
Intervención de ropa usada: ya sea por artistas o diseñadores, el objetivo es darle una segunda vida a las prendas pero resignificándolas y otorgándoles un valor especial.
En  Somos Dacal recuperan géneros y prendas de sastrerías de Buenos Aires, las eligen por ser textiles nobles, de fibras naturales. Rediseñan y las transforman en nuevas prendas para todos los cuerpos y géneros. ”Empezamos a buscar buenos géneros para hacer un trabajo artesanal, pero por sobre todo que sea durable. Nos animamos a deconstruir la formalidad del traje, las corbatas o las camisas, esa formalidad asociada a espacios de poder, de jerarquía” expone Florencia Dacal, mentora de la firma que a fecha ha logrado reciclar más de 1800 prendas, 300 kilos de tela y miles de litros de agua, gracias a su proyecto circular no se han usado.

Un cuerpo argentino y federal

Un cuerpo argentino y federal

¿Cómo es el estudio antropométrico que se realiza en todo el país para poder implementar la Ley de Talles?

Es el centro neurálgico de la ciudad de Morón, hay vendedores ambulantes; olor a comida chatarra; padres y madres buscando sus niños en el colegio; gente corriendo porque suena la barrera de la estación y el tren se les va; la catedral descansa justo enfrente del edificio municipal y al lado de una estatua de San Martín, plantada en el medio de la plaza, hay niños jugando a la pelota. 

Nadie imaginaría posible estar en ropa interior justo en el medio de ese caos de un viernes al mediodía.

-¿Qué es lo que hacen ahí? – Una mujer le pregunta a otra que acaba de salir de un container puesto en el medio de la plaza central que funciona de frontera entre lo que pasa adentro y afuera.

-Es el Estudio Antropométrico Argentino, lo podes hacer ahora si querés.

¿Pero te tenés que quedar en ropa interior?

Si, pero no pasa nada. Nadie te ve. Deberías ir, esta bueno porque es para una buena causa.

– Bueno, voy a hacer unas compras y veo ¡gracias!

“El primer relevamiento federal de la morfología y las medidas de los cuerpos argentinos”, dicta el folleto que viene dentro de la bolsa que brindan como souvenir. El Estudio Antropométrico Argentino (EAAr) se realiza para cumplimentar la Ley N° 27521, más conocida como la Ley de talles, aprobada en diciembre 2019 y reglamentada dos años más tarde, en mayo pasado, con el decreto 375/2021. El principal objetivo de este estudio es alimentar, a través del relevamiento morfológico por rango etario, género y región, al Sistema Único Normalizado de identificación de Talles de Indumentaria (SUNITI). Este será el encargado de garantizar un sistema de talles que deberán usar todos los comerciantes y fabricantes de indumentaria, incluyendo zapatos y ropa de trabajo. 

Adentro del cubículo te reciben con amabilidad, el lugar parece un consultorio médico del futuro. Al costado izquierdo está la balanza con el tallímetro, en el derecho se encuentra el sensor y detrás de la cortina negra, la gente que lo maneja. Hay que desvestirse, atarse el pelo bien tirante para evitar confundir al sensor, pesarse, medirse y colocarse erguidamente dentro del aparato y esperar el “Listo” de las personas detrás de la cortina. En solo quince segundos, las 16 cámaras infrarrojas son capaces de realizar 400 mediciones en un solo escaneo.

– ¿Tenes algún problema de salud?

– ¿Consideras que tu alimentación es saludable?

– ¿Haces deporte? ¿Con qué frecuencia?

– ¿Conseguís ropa habituada a tu talle? ¿Y calzado?

– ¿Tenés casa propia, alquilada o prestada?

– ¿En cuál de estos rangos se encuentran los ingresos de todas las personas de tu casa? 

Estas y otras preguntas forman parte de la entrevista que hacen en una carpa, justo al lado del container, y que es necesaria antes de hacer el estudio. Los datos recogidos a través de esta entrevista y de las mediciones formarán parte de la primera base de datos nacional de medidas antropométricas (que se renovará cada diez años), creada por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial, más conocido como INTI. “Este es un proyecto importantísimo en muchos aspectos, principalmente para establecer parámetros de medida para cada talle porque en nuestro país está la Ley de Talles, pero no dice cuánto tiene que medir cada talle”, subraya Andrea, la entrevistadora y empleada del INTI que trabaja en el sector de textiles. “No pertenezco al proyecto, pero ayudo porque me parece muy importante”, agrega. 

En Argentina se cuenta con dos de estos escáneres de alta complejidad. Actualmente uno se encuentra en la ciudad de Paraná, Entre Ríos, en el Centro Cultural y de Convenciones La Vieja Usina, más precisamente. Mientras que el otro tiene como destino la ciudad de Neuquén. El objetivo es llegar a las 6.500 personas escaneadas a lo largo y ancho de país haciendo posible un estudio morfológico federal que permitirá sacar parámetros desde los cuerpos norteños a los patagónicos. Y, con esta información, que todos y todas las argentinas puedan conseguir ropa acorde a las características de cada cuerpo.

“Estamos a cinco minutos de un nuevo incendio en un taller clandestino»

En 2015 dos niños perdieron la vida en un taller textil de Flores. 

Presentado por Editorial Prometeo, ¿Quién hace tu ropa? es un libro que compila una serie de estudios pormenorizados de la difícil situación que atraviesan los trabajadores y trabajadoras de la industria de indumentaria textil argentina. Los coordinadores de la investigación son Andrés Matta, doctor en Ciencias Económicas, docente e investigador, y Jerónimo Montero Bressan, geógrafo e investigador del CONICET en el IDAES de la Universidad Nacional de San Martín, quienes junto a un equipo de investigadores abordaron las cuestiones estructurales, productivas, laborales, y migracionales que operan sobre los talleres de indumentaria desde una mirada necesaria. En diálogo con ANCCOM, Montero Bressán cuenta que “el libro surge de la necesidad de juntar todos los escritos de quienes trabajamos sobre el tema”. El resultado fue una serie de capítulos que abordan las problemáticas de los talleristas en un escenario repleto de presiones empresariales y carente de controles, donde la informalidad laboral representa el 70por ciento del sector productor.

El libro, que gira en torno a la situación de los talleres de indumentaria, pone de manifiesto el problema de la superexplotación y la tercerización laboral desarrollada a partir de una serie de consecuencias económicas ocurridas a nivel nacional y global que comenzaron a gestarse en la década del setenta, a partir de la inestabilidad económica del país y de un fuerte proceso de desindustrialización. Siguiendo el modelo de abaratamiento de costos liderado por megamarcas como Nike, los empresarios nacionales se lanzaron a la implementación de la tercerización laboral. Montero Bressan explica que “la subcontratación se vuelve masiva a finales de los años ochenta, cuando en vez de producir grandes cantidades de ropa estandarizada, las fábricas empiezan a cerrar y se empieza a importar ropa por poca plata. Entonces las empresas locales se dedicaron a diseñar ropa o a traer de afuera y comercializarla. En el caso del diseño, a los mismos trabajadores, sobre todo mujeres, los mandaban a la casa con la máquina de coser al cerrar la fábrica. Ahí seguían produciendo ya no como obreras industriales que tenían un salario fijo con derechos laborales y aguinaldo, sino que pasaron a cobrar a destajo y a su propio riesgo”.

En 2016 un incendio provocó la muerte de 5 niños y una mujer embarazada en un taller clandestino en la calle Luis Viale.

Ese modelo de subcontratación se extiende hasta nuestros días, representa al 70 por ciento del sector de trabajadores de indumentaria. Esta situación acarrea problemas causados por la falta de derechos laborales, que excluye a los talleristas informales de contar con obra social, seguro, aportes para una jubilación, aguinaldo, vacaciones, entre otras cuestiones. Montero Bressán señala que “la subcontratación es una responsabilidad principalmente de las marcas, y también hay una responsabilidad muy grande de los feriantes de La Salada y los empresarios de calle Avellaneda. Hoy, todas las empresas que se dedican a la comercialización no producen nada, o se dedican -aparte del diseño- al corte, como mucho”. Al ser consultado por la cantidad de talleres informales que operan para la feria de La Salada, explica que “durante el 2013, Matías Dewey (sociólogo y doctor en Ciencia Política) haciendo un estudio muy pormenorizado en La Salada, calculó que detrás de todos esos puestos tenía que haber por lo menos trece mil talleres, todos no registrados”.

¿Quiénes cuidan a los trabajadores?

El 30 de marzo de 2006, un incendio en el taller clandestino que operaba sobre la calle Luis Viale al 1269 en Caballito provocó la muerte de cinco niños y una mujer embarazada. El hecho se dio en un contexto donde sesenta y cuatro personas convivían y trabajaban en condiciones de hacinamiento, lo que produjo que el fuego iniciado a partir de un cortocircuito se extendiera rápidamente por todo el taller. Se supo que en este lugar se producían pantalones de jean que luego eran comercializados en un local del barrio de Flores, ubicado sobre Avenida Avellaneda. Luego del juicio en 2016, se condenó a Juan Manuel Correa y Luis Sillerico Condori, capataces del taller, a 13 años de prisión por reducción a la servidumbre y estrago culposo seguido de muerte. Una suerte distinta corrieron Daniel Alberto Fischberg y Jaime Geiler, los dueños del taller, que fueron sobreseídos en 2019 por prescripción de la causa debido a la falta de pruebas. Montero Bressán señala que “después del incendio de la Calle Luis Viale, el subsecretario de la Ciudad de Buenos Aires, Ariel Lieutier, calculó junto a organizaciones de talleristas que había alrededor de cinco mil talleres en la Ciudad de Buenos Aires. Se puede decir que las más de 120 marcas denunciadas por subcontratar talleres -entre las que se encuentran, por ejemplo, Mimo y Cheeky– están dentro de esos cinco mil”.

En el año 2015, otro incendio similar ocurrió en un taller del barrio de Flores, donde dos niños -que se encontraban encerrados en el lugar- perdieron la vida por negligencia. La falta de controles y de legislación para preservar los derechos de los talleristas provocan un problema que dista de mejorar. Para Montero Bressán “estamos a cinco minutos de un nuevo incendio en un taller clandestino. En el momento en que haya una reactivación económica, va a influiar de manera muy fuerte a este sector. La gente va a salir a comprar ropa, porque es una de las primeras cosas que se recupera, pero esa recuperación del sector va a estar sobre la base del sector informal. Esto es lo que pasó en 2003, 2004 y en ese contexto fue que en 2006 ocurrió lo del taller clandestino de Luis Viale: la industria estaba produciendo a morir pero sobre la base del empleo informal. Tememos que esta vez pase lo mismo, que la recuperación del sector se sostenga sobre la superexplotación de migrantes en talleres. Si hay un nivel de falta de control como hoy en día, probablemente vuelva a suceder”.

Los capataces del taller incendiado en Luis Viale al 1200 recibieron 13 años de prisión, pero los dueños fueron absueltos.

La falta de controles gubernamentales y de organización sindical por parte de los talleristas es potenciada por la situación de precariedad laboral, donde un gran número de los trabajadores informales son migrantes no registrados en una situación de extrema indefensión, quienes además realizan jornadas, en promedio, de doce horas diarias, donde se busca producir la máxima cantidad de prendas por hora. La elevada intensidad laboral es acompañada por una paga muy por debajo de su valor real, malas condiciones ambientales y de higiene, exposición constante a partículas de tela que son inspiradas y acarrean problemas pulmonares, entre otras problemáticas. Esta serie de factores determina un conjunto de riesgos que arremeten fuertemente contra la salud y el bienestar de los trabajadores. En cuanto a las costureras, el libro también visibiliza las situaciones de abuso y acoso de género que repercuten en su salud tanto física como mental.

El futuro de los talleres

Para Montero Bressán “las perspectivas son malas, principalmente porque entre les costureros no hay organización, lo único que existen son cooperativas que en este sector están peleando muy fuertemente por sobrevivir todo el tiempo, porque están compitiendo en un sector en donde el precio de su contratación es muy bajo y comercializar es muy caro y difícil, necesitás otro capital al que las cooperativas no tienen acceso, entonces lo único que pueden hacer es producir a fasón”. Esto significa que los talleristas dependen del trabajo tercerizado que les brindan las marcas, al mismo tiempo que están ligados a los vaivenes económicos que repercuten directamente en su margen de ganancias, que ya de por sí es muy bajo. A falta de medidas concretas a favor de los talleristas, la organización se torna crucial en este punto. “El sindicato SOIVA (Sindicato Obrero de la Industria del Vestido y Afines), que es de costureros y costureras, no hace nada. Si vos no tenés un sindicato fuerte que reclame, es muy difícil que los gobiernos decidan empezar a controlar el sector, porque no hay quien demande que esto cambie. Las empresas tienen poder de llegada a los medios y tenés un sindicato que hace lo que dicen las empresas”. La fragmentación de los eslabones de la cadena productiva de la indumentaria y la falta de un sindicato fuerte produce un quiebre en la organización del colectivo de trabajadores, que no logra cohesionarse para hacer frente a la situación de precarización laboral.

“Hoy la Cámara de Indumentaria tiene mucho peso en el Ministerio de Producción, pero está pensando solamente en recortarle impuestos a las empresas. Me parece que no va por ahí la solución al sector, lo que hay que hacer es controlar”. De igual manera, y para generar algún tipo de mejora a la situación, Montero Bressán explica que a partir de la publicación del libro “armamos un grupo para impulsar el proyecto de establecer una trazabilidad, para que la ropa tenga una etiqueta más que muestre cuáles son los lugares donde se produjo. Entonces el inspector podría ir al local, escanear las etiquetas y ver dónde se fabricó, si no hay información o no coincide con el taller, es que se hizo en negro”.

Dentro de esta obra que relata las vivencias y abusos a los que los talleristas son sometidos, los autores proponen una serie de propuestas para el desarrollo del sector a partir del fortalecimiento de los derechos de los trabajadores, basándose en la innovación, la sustentabilidad y los servicios de apoyo que garanticen un trabajo en condiciones dignas y alejado lo más posible de los peligros de la precariedad e informalidad laboral. La denuncia que lleva a cabo este libro fue coordinada y escrita por Andrés Matta y Jerónimo Montero Bressán, y también tiene como autores de los capítulos a los investigadores Cristina Etchegorry, Cecilia Magnano, Carolina Orchansky, Nahuel Aranda, Juan I. Staricco, Ariel Lieutier, Carla Degliantoni, Paula Salgado, Ayelén Arcos y Antonella Delmonte Allasia.

Un mercado deshilachado

Un mercado deshilachado

Con la llegada de la pandemia a suelo argentino, el Gobierno nacional dispuso a la cuarentena como principal medida para combatir al coronavirus. Si bien tras correr los días esta medida fue cada vez más flexible, la situación económica de las familias y algunos sectores industriales, como el textil, se convirtió en dramática.

La sociedad se mostró a favor de la decisión de los gobernantes. Con el correr de los días, y posiblemente con el faltante de dinero producto de la imposibilidad de trabajar, el compromiso con la cuarentena se debilitó. “La medida la vi bien desde un principio hasta determinado momento donde parece que se convirtió en una encerrona. No saben cómo salir ni qué medidas tomar para no perjudicar la economía. Pero en su momento, la medida fue bien tomada. Ahora se está extendiendo y hay mucha incertidumbre y angustia”, expresa Brian Zaglul,  dueño de los locales Bross en el Municipio de Merlo.

“La decisión es correcta –considera el economista Juan Alberto Enrique-. Claramente es algo inédito en términos globales. Si no se hace una cuarentena puede colapsar todo el sistema de salud, incluso en peores condiciones de lo que pasó en los países más desarrollados dónde los sistemas de salud estaban preparados. Y es salud y economía, como lo dice el Gobierno, porque si hoy no tenés cuarentena la economía tampoco se va a recuperar”.

Por su parte, Pablo Tavilla, Director General y Decano del Departamento de Economía y Administración de la Universidad Nacional de Moreno, dice: “La Argentina venía de un proceso recesivo muy largo que tenía mucho que ver con las políticas del gobierno anterior. Ya veníamos mal, y esto lo profundiza sin dudas. Con el solo hecho de quedarse en casa de forma preventiva, la actividad económica se empieza a detener, no hay consumo y no hay gasto fundamentalmente. Acá hay un problema grave que es la falta de demanda. El Estado ha hecho un esfuerzo, con una orientación correcta tratando de minimizar daños. Algunos pensamos que se podría haber sido menos cuidadoso de lo fiscal y más osado poniendo más dinero en la calle”.

Diferentes sectores laborales, y fundamentalmente trabajadores informales, se vieron profundamente afectados por el estancamiento económico. Dentro del sector textil, los locales de indumentaria sufrieron más de 75 días sin poder abrir sus puertas al público. “Me parece una competencia desigual que pueda permanecer un hipermercado con filas de personas expuestas a todo. Y que en un comercio de indumentaria no te permitan atender ni desde la puerta”, expresa Melisa Faia, administrativa de la marca B-Side, en Merlo. Ante esta dificultad, diferentes tiendas de ropa comenzaron, o profundizaron, las ventas online y comenzaron a exhibir la mercadería en redes sociales para captar algunos clientes. “Se está vendiendo online pero las ventas son menores. Es solo una boca de ingreso, nosotros teníamos cinco locales al público. Y obviamente que la gente no está acostumbrada a comprar de esta manera”, cuenta Faia.

La nueva modalidad no significó un salvataje de las finanzas del sector. Simplemente actuó como publicidad autorregulada para mantener la marca activa en los dispositivos de los ciudadanos. En esta línea, Zaglul, de los locales Bross,  manifiesta: “Prácticamente no vendía online y con ella puedo llegar a generar, con suerte, un 5% de lo que vendía normalmente en un mes. O sea, nada”.

La cuarentena también agudizó la dificultad de vestirse como uno quiere. Para muchas personas conseguir el talle o el color de la prenda siempre fue dificultoso. ¿Cómo comprar zapatillas del talle indicado sin la oportunidad de poder probarlas? Lucio Melián, quien tiene 25 años y reside en el partido de Ituzaingó, cuenta respecto de comprar a través de internet: Me resultó cómodo porque el formato de compra es sencillo. Pero voy a seguir prefiriendo acercarme al local. Salgo con la tranquilidad de saber qué es lo que llevo y además porque creo que la venta en el local abre más oportunidades de empleo que la online”. Por otro lado, Florencia Suarez, de 23 años y que vive en Merlo, señala: Si abren sus puertas los locales de ropa, seguiría comprando online sólo si el local está lejos”. En la era de lo digital sigue siendo una costumbre encontrarse con la ropa que se quiere adquirir, tocarla, mirarla y probarla en un vestidor.

Tampoco abrir las puertas del local será una solución inmediata. “Más allá de los cheques rechazados y las deudas, es también la angustia, lo anímico, la incertidumbre, el contexto diario de cada uno de nosotros. Otro problema es que cuando tengas que comprar ropa a los proveedores que no le pudiste pagar los cheques, ya no estarán en condiciones de fiarte nada, van a estar cobrando en efectivo. O sea ¿cómo llenar el local con mercadería teniéndola que pagar al contado? No tengo efectivo, me lo fui comiendo entre marzo, abril, mayo”, reflexiona Zaglul. Al mismo tiempo, Faia refleja su problemática: “Al abrir creo que proveedores, Municipalidad, servicios, bancos y todo lo que se adeude, va a ser un problema. Por otro lado, y más referido a nuestro rubro, vamos a empezar con la temporada primavera-verano sin mercadería, con proveedores que no nos van a querer vender por las deudas de la temporada anterior”.

Ante la incertidumbre sobre el futuro, Tavilla profundiza: “En estos periodos de crisis es la dinámica política la que define los términos de salida. Depende de las luchas políticas, del conflicto sociopolítico de las relaciones de fuerza para dar otro sentido del que veníamos. Es importante opinar e involucrarnos para aportar al debate y dar otro contenido a la vida económica y social que sea muy diferente a la que vivimos”. Al parecer, lejos están los días de tranquilidad social y monetaria. Juan Enrique, analiza: “Creo que va a venir prosperidad por necesidades de lo que tiene la Argentina para venderles al mundo. Soy optimista, pero no veo todavía los plazos. No tengo muy claro cuál puede ser el tiempo. Puede haber una solución para el Covid-19 recién entrado el año que viene, para marzo o abril del 2021 puedo empezar a ver una salida o un rebote de la economía. Espero estar equivocándome y que sea mucho antes”.

Pandemia y cuarentena fueron las variables troncales que llevaron a entender que no se puede hablar de salud y economía de forma disociable. Mover fichas en un tablero tan complejo siempre trajo consecuencias. Sin embargo, fue preferible perder en dinámica monetaria y ganar en vidas conservadas.

De los derechos a la caridad

De los derechos a la caridad

Tras cuatro meses de inactividad, el gobierno decidió poner fin a los contratos que mantenía con la Red Textil Cooperativa (RTC). La medida afectó a 74 cooperativas textiles que funcionaban como proveedores del Estado a nivel nacional. “Nos informaron telefónicamente que el programa no iba a continuar por cuestiones presupuestarias. Desde diciembre no teníamos órdenes de compra ni encargos, cuando nos pedían paciencia lo hacían para evitar conflictos, porque la decisión la tenían tomada hace tiempo”, relató Joaquín Fernández, presidente de la organización.

   Unos 3.000 trabajadores que se desempeñaban en la confección de guardapolvos, chalecos antibalas y uniformes varios, quedaron sin empleo. Las cooperativas trabajaban con encargos realizados por los ministerios de Desarrollo Social, Educación y Seguridad. Los afectados informaron que desde el Poder Ejecutivo les reconocieron que reemplazarían las prendas producidas con productos importados más económicos. El Ministerio dirigido por Patricia Bullrich, por ejemplo, comenzó a importar -desde enero- chalecos antibalas provenientes de Israel.

Bajo la consigna «Sí a la industria nacional y el trabajo cooperativo, no a las importaciones y la desocupación», las cooperativas textiles de todo el país se movilizaron en defensa de la industria nacional y en contra de las importaciones indiscriminadas.

El fin del programa se encuadra dentro del cambio de enfoque ideológico que se produjo en el Ministerio de Desarrollo Social. Antes, las políticas eran impulsadas desde la lógica de tomar al otro como “titular de derechos” y desde ese lugar se pensaban las políticas; ahora se piensa en términos de cómo “evitar un conflicto social”.

El jueves 21 de abril de 2016 la RTC organizo la jornada "Cocer en la Calle" como forma de protesta por la finalización del programa "proveedores del Estado".

El jueves 21 de abril de 2016 la RTC organizo la jornada «Cocer en la Calle» como forma de protesta por la finalización del programa «proveedores del Estado».

 

¿Herencia pesada?

    Desde 2003, por una decisión gubernamental, las cooperativas textiles y el Estado nacional establecieron una relación comercial. Los distintos ministerios comenzaron a comprar productos fabricados en ellas. El proyecto buscaba generar trabajo genuino, capacitar a los trabajadores y lograr su posterior inserción en el mercado formal. También se pretendía potenciar el crecimiento y desarrollo de la industria nacional. Este proceso fue acompañado por la creación del registro Nacional de Efectores Sociales y Economía Social (REDLES), creado en el 2004 desde el Ministerio de Desarrollo. Su función fue facilitar, a aquellas personas que realizaban una actividad productiva y que se encontraban en una situación de vulnerabilidad, el desarrollo de su actividad. Acompañada por el Estado, la lógica de producción en cooperativas proliferó y muchas pudieron registrarse y comenzar a producir, lo que les permitió a los emprendedores incorporarse al sistema previsional, recibir los servicios de una obra social y trabajar como proveedores del Estado.

Fernández explicó que “año tras año el nivel productivo de las cooperativas fue creciendo a través de incentivos para incorporar maquinaria, capacitaciones y cursos de formación” y agregó: “Ahora todo ese crecimiento se paró, el gobierno actual no ve a las cooperativas como empresas, sino como gestos de caridad. Ellos eligen la multinacional a lo nacional, cada rollo de tela que entra de afuera es un laburo que se pierde acá”.

La RTC forma parte de la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT), donde Andrés Quintana trabaja como coordinador. Desde su posición denunció que la situación actual de las cooperativas es crítica: “Con la importación de productos, las cooperativas quiebran, porque nuestro mercado de consumo es el interno. Hace meses que venimos sin encargos y los que pudimos conseguir son del ámbito privado que suelen ser mal pagos. Todo parece indicar que el gobierno quiere terminar con la producción en cooperativas”.

Daniel Arroyo, actual dirigente del Frente Renovador, fue ministro de Desarrollo Social durante el gobierno de Néstor Kirchner y opinó que lo peor que puede hacer la nueva gestión es pensar una política social fundacional, lo que significa desarmar y empezar de nuevo. “Si se produce una descontrolada apertura de las importaciones, habrá menos producción nacional y más pobreza. Es claro que el gobierno gobierna con un solo ojo y que se ha complicado la situación social, en su agenda no es prioridad cuidar el empleo”.

“Los guardapolvos más caros del mundo”

  Uno de los primeros contratos afectados fue el del Ministerio de Desarrollo Social, que todos los años compraba un millón de guardapolvos a las cooperativas textiles, para luego distribuirlos en escuelas públicas y sindicatos. “La confección de guardapolvos implicaba una política directa del Ministerio orientada a las cooperativas textiles, las cuales capacitaban a su gente y contaban con supervisión del INTI.  Terminar con los contratos no sólo significa el fin del trabajo en sí, sino también todo lo que eso generaba” aclaró Judith Barchetta, ex Directora Nacional de Asistencia Crítica del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Y añadió: “Ellos no piensan en el gasto social como inversión. Yo escuché a las nuevas autoridades decir que eran los guardapolvos más caros del mundo y preguntarse para qué se gastaba tanta plata, cuando era más fácil comprarle a privados.”

El “cambio” de mirada

El Ministerio de Desarrollo Social, a diferencia de otros ministerios, no sufrió pérdida de personal, a excepción hecha de los recientes despidos en la Dirección Nacional de Juventud. “De esto se pueden hacer distintas lecturas, una podría decir que fue producto de la dura pelea que dio la junta interna partir del mismo 10 de diciembre, o porque los trabajadores organizados de Desarrollo Social lo impidieron”, opinó Barchetta. Y añadió: “Otro dato objetivo es que desde los circuitos administrativos del Ministerio, al día de hoy,  no se han puesto en funcionamiento ninguna de las líneas de políticas públicas que se venían desarrollando. Las que son de rutina, como el pago a los cooperativistas de Argentina Trabaja, sí, pero todo lo que tiene que ver con poder gestionar recursos que tengan que ver con el presupuesto 2016 no está funcionando”.

Para Daniel Arroyo, el gobierno cree en la teoría del derrame, ecuación que no sería aplicable en la Argentina, porque “lo que produce actividad económica no produce trabajo. Los sectores pobres del país trabajan en lo textil y en la construcción. Sin la presencia del Estado no se crea trabajo para esos sectores.”

Las cooperativas como proveedores del Estado estaban enmarcadas dentro de los lineamientos del Ministerio de Desarrollo Social que buscaba generar la inclusión del individuo mediante el trabajo. “Para que alguien que no está dentro del mercado pueda ingresar, tiene que existir inversión pero también una política de intervención estatal. Y es esa inversión del Estado la que no comprenden los nuevos funcionarios. Tienen una mirada empresarial de lo público, para ellos sobra gente y hay un montón de empleados que son innecesarios”, remarcó Barchetta.

Actualizada 11/05/2016