Fotografiar lo que nadie ve

Fotografiar lo que nadie ve

El fotoperiodista argentino Rodrigo Abd, dos veces ganador del Pullitzer, visitó la Facultad de Ciencias Sociales para hablar de su trabajo y de su muestra “Desvío”, junto a la editora y curadora Jazmín Tesone. Imágenes que encuadran lo que las recetas tradicionales de la profesión dejan fuera de campo.

En el marco del décimo aniversario de ANCCOM y de los 40 años de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, el fotógrafo Rodrigo Abd y la editora Jazmín Tesone fueron invitados a contar cómo pensaron la muestra Desvío -que se exhibe hasta el 3 de agosto- en la galería Arthaus Central- y a reflexionar sobre el fotoperiodismo en un contexto de hiperconectividad y noticias falsas. “La muestra es un poco un experimento”, confesaron.

La exposición de 34 fotografías recorre el archivo del fotoperiodista argentino dos veces ganador del premio Pulitzer (2013 y 2023). Como describieron Abd y Tesone, las imágenes se exhiben como gigantografías rectangulares duales que penden del techo y que el cuerpo del espectador debe rodear para descubrir en el reverso una nueva imagen, que nada tiene que ver con la anterior. Muchas de esas tomas y otras que quedaron fuera de la selección, se proyecataron a lo largo de la charla a medida que Abd narraba cómo las había obtenido. Tanques de guerra amarillos destrozados que son fotografiados desde las alturas, pero que podrían ser antiguas cámaras de fotos. El rojo chillón de una explosión que resalta entre la sequedad del bosque en que fue producida. Una imagen que obliga a contener el aire. Bollos de pan que se confunden, por su redondez, con los cráneos de una fosa común donde comen dos médicos forenses entre huesos y ropas a medio desintegrar, la violencia es parte de la rutina que Abd fotografía.

Fotoperiodista desde 1999, Abd trabaja desde 2003 como reportero de la agencia internacional The Associated Press, medio para el cual cubrió diferentes conflictos bélicos, políticos y ambientales alrededor del mundo. En entrevista con el equipo de ANCCOM, Abd y Tesone, explicaron las decisiones que guiaron el armado de la exposición a partir de un archivo tan extenso como el que construyó el fotógrafo. Su búsqueda y selección de imágenes, responde a preguntas que el fotoperiodista se hacía sobre el oficio luego de tanta trayectoria: cómo se fotografía cada historia desde su singularidad y las decisiones que hay detrás de cada cobertura.

Así, la muestra terminó conformada por imágenes que cuentan historias colaterales y, a la vez, hacen a los protagonistas que, desde una cobertura periodística más mecánica y superficial, no serían parte de la narrativa de los conflictos a los que Abd estuvo abocado a cubrir. “Nos planteamos que las fotografías no debían ser cerradas sino abiertas y con cierta ambigüedad, para que cuando uno vea se pregunte qué tiene que ver esa imagen con el contexto, y así nos interrogue sobre la práctica del fotoperiodista y las narrativas que construimos. Dependiendo cómo se encuadra, cambia la forma de ver el mundo”, explicó Abd, el mismísimo fotógrafo que con su obturador capturó a dos perros peleando en medio de un ataque narco en Rosario, o un corpiño rosa en medio de la selva colombiana durante la reconciliación entre el gobierno y las organizaciones guerrilleras.

Las capturas que conforman la muestra fueron tomadas en distintos años y en contextos políticos sociales diferentes; sin embargo, todas comparten un concepto particular: el desvío del acontecimiento. El espectador podría imaginarse a Abd rotando su cuerpo, dando la espalda a la escena principal y poniendo en cuadro aquello que, si no, quedaría en los bordes o directamente por fuera del obturador. Se revela aquello que ocurre alrededor del hecho principal: Una aguda crisis económica en Venezuela es contrapuesta con fiestas de varios días en un hotel de lujo de Caracas; un grupo de soldados talibanes almorzando juntos entre risas con una exposición de fusiles de fondo que cuelgan de la pared; una mujer ucraniana paseando a su perro instantes después de un bombardeo; una familia de Guatemala que construyó dentro de su taller mecánico, ya no rentable, una funeraria.

La propuesta no puede concebirse sin una segunda instancia, en que la polisemia de la imagen finalmente es anclada por medio de la palabra. El objetivo es lograr por parte del espectador una interpretación superadora, aún mayor que el primer acercamiento directo a las imágenes que no tienen epígrafes. “No es el contrato de lectura que se suele dar con las imágenes de prensa. Decidimos separarlas, y colocar la información en otra materialidad”, explicó Tesone en relación al montaje de las fotografías y a la confección de una revista que repone mucho de lo que el espectador se interroga a través de las imágenes.

Tesone contó que las revistas-catálogo fueron ubicadas al final del recorrido de la exhibición, para no obturar las libres lecturas y la incomodidad en el transcurso de la experiencia. Las revistas son las encargadas de contextualizar y dar detalles sobre el momento en que fueron tomadas las imágenes, y desafían al visitante a llegar hasta el final del recorrido, e incluso un poco más. Así lo explicó la editora, mientras Rodrigo distribuía revistas entre aspirantes a reporteras gráficas y jóvenes promesas interesadas por saber cómo mejorar su oficio: “¿Cómo hacés para lograr esa intimidad?”, le preguntaron. “Tiempo y conversación franca para entrar en confianza y achicar distancias”, respondió “¿Pensás en los dos registros, en foto esperada por el medio y lo que querés hacer?”, le consultaron a las que Adb respondió que ambos objetivos van de la mano.

Las imágenes del fotoperiodista argentino operan entre el límite de lo esperable y lo descabellado, obligan a ver algo que va más allá de los ojos. Buscar e intentar comprender, o confrontar aquellas escenas de la humanidad que se destacan en medio de los contextos más hostiles. ¿Cómo fluye la vida cotidiana de las personas en territorios marcados por conflictos bélicos? ¿Qué ocurre alrededor de un golpe de Estado en Honduras, después de una masacre en Ucrania o durante una hiperinflación en Venezuela? Estas preguntas generan incomodidad e interpelan acerca de cómo deben –o no deben– cubrirse ese tipo de acontecimientos.

“La información está muy direccionada y lo que podemos contar es muy acotado, el gobierno ucraniano durante la guerra te llevaba en un bus a donde ellos decían que estaba la noticia”, explicó Abd. Narrar fuera del margen y mostrar a través de un eje fuera de campo se vuelve un ejercicio desafiante. Cómo comentó Tesone: “Una constante en el trabajo de Rodrigo es mezclar la violencia y la vida cotidiana, algo de eso está muy poroso en sus imágenes, en ellas siempre hay comida y esqueletos al lado”. Escenas cotidianas, actividades de supervivencia básicas se entrecruzan con lo extremo. Dentro de la selección de imágenes, una de las fotografías más ilustres retrata a dos antropólogos forenses en Guatemala almorzando a mitad de su jornada junto a dos esqueletos mitad desenterrados, un gesto cotidiano en un escenario descabellado.

La muestra de Abd intenta abrir la pregunta por la verdad: ¿Qué es lo que sucede? ¿Qué es lo real? ¿De qué forma un fotoperiodista rompe el hielo para tener contacto con el fotografiado en un contexto de vulnerabilidad? Rodrigo enfatiza en que hay que intentar pasar los límites mentales, “todo lo que nosotros tenemos en la cabeza, aquellos prejuicios que se encargan de decidir si estos son malos o buenos, si está bien o mal son paredes que solo entorpecen la libertad para fotografiar”. El tiempo, la curiosidad innata y el contacto resultan claves para acceder a otra forma de contar la historia, el lado b de la humanidad.

En un contexto saturado de imágenes impactantes que alimentan la tendencia del consumo inmediato, Desvío se detiene en lo alternativo y propone otra mirada: se aparta del acontecimiento para revelar aquello que lo rodea y persiste cuando las cámaras ya no están. En este ángulo Abd incorpora el gesto político del encuadre al fotoperiodismo. La muestra y su manera de hacer periodismo no piden respuestas concisas por parte del espectador, pero sí reflexionar con el mirar, con el contexto y con las formas de lo real. Como dijo Tesone, “no se trata de una muestra cerrada, sino abierta, que reclama una lectura activa por parte del observador”.

Desvío se puede visitar, con entrada libre y gratuita, de martes a domingo, de 13 a 20 hs. hasta el 3 de agosto, en la planta baja del espacio Arthaus Central (Bartolomé Mitre 434, CABA). Además, Abd y Tesone el 10 de julio a las 18 horas estarán dando una charla junto a Cora Gamarnik, Nicolás Pousthomis, Daniel Merle y Lucía Prieto.

Con el foco en la memoria

Con el foco en la memoria

La Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina instaló en la vereda de su sede una baldosa en conmemoración a los fotógrafos, camarógrafos y documentalistas detenidos, desaparecidos y asesinados por el terrorismo de Estado.

“Este era mi esposo. Nosotros militábamos en una unidad básica que estaba acá a la vuelta en los ’70, en México y San José. Circunscripción 13 de la juventud peronista. En nuestra unidad tenemos 13 desaparecidos. Para nosotros, en todos los lugares donde se los recuerde y se los nombre, están presentes. Siempre pedimos memoria, para que nadie olvide lo que pasó; que se sepa la verdad, para que todos lo tengan claro y que algún día podamos saber qué le hicieron a cada uno de los desaparecidos y dónde están los bebés que faltan encontrar; y queremos justicia, que haya cárcel común, perpetua y efectiva para todos los genocidas”, ruega Cristina Muro, esposa de Carlos Alberto Chiappolini, otra de las 30.000 víctimas de la dictadura sucedida hace casi cincuenta años en Argentina.

A pocos metros de ella, dos hombres de edad avanzada mezclan cemento, agua y arena, sentados cada uno en una silla con un cartel de papel pegado atrás en el que se lee “ARGRA”. Detrás, varias pancartas rezan “Fuerza Pablo Grillo”, recuerdan íconos políticos y anuncian eventos próximos. Descansa a su lado una gran baldosa, repleta de mosaicos de colores, cálida y emotiva.

La sede de ARGRA -asociación fundada en 1942 para fortalecer la solidaridad entre fotógrafos y mejorar su protección social y gremial-, ubicada en Venezuela 1433, no es muy grande, pero de ella entra y sale gente sin cesar: algunos con cámaras, otros con teléfonos, unos pocos con fotocopias en las manos. Desde las 17, la organización convoca a presenciar un acto sumamente conmovedor: instalarán una baldosa que recuerde a los reporteros gráficos, fotógrafos, camarógrafos y documentalistas detenidos, desaparecidos y asesinados por el terrorismo de Estado.

Una vez lista la mezcla de materiales, una ronda de espectadores de todas las edades aguarda atenta a las palabras de Sebastián Andrés Vricella, Presidente de ARGRA. Con una cámara colgada al cuello, entona un discurso en una voz suave que contrasta con los vehículos que, no sin espiar un poco el acto, siguen circulando por la calle Venezuela. Entre otras premisas, afirma: “Esta reivindicación es parte de mantener la memoria viva de nuestros compañeros y compañeras detenidos y desaparecidos por el terrorismo de Estado”.

El Presidente también evoca el recuerdo de Pablo Grillo, el fotoperiodista argentino herido con un cartucho de gas lacrimógeno en el rostro mientras registraba la represión del miércoles 12 de marzo durante a marcha de jubilados y jubiladas. Comunica que, si bien está mejorando, sigue en terapia intensiva, y el hecho “es parte de entender que esto no puede suceder más”, ya que, como indicó una de sus compañeras de organización, “más allá de lo de Grillo, los colegas que cubren las marchas de todos los miércoles son permanentemente agredidos”. Es ella misma quien, en voz bien alta, exige la renuncia de Patricia Bullrich, a lo que le siguen ruidosos aplausos. Antes de retirarse, lee una carta de agradecimiento firmada por María Adela Antokoletz, hija de María Adela de Gard Antokoletz (fundadora de Madrs de Plaza de Mayo), actual vicepresidenta de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora, que, ni bien comenzada, sentencia: “Sin memoria no hay futuro”.

Poco tiempo después, Vricella agradece a las adhesiones -compañeros de la Comisión Vesubio y Puente 12 y Caballito x la Memoria-, a los trabajadores de Baldosas por la Memoria y la Justicia de Almagro y Boedo, y hace pasar al frente a, como ellos mismos se hacen llamar, dos sobrevivientes de la masacre del ’70, para leer la lista de detenidos desaparecidos de ARGRA.

“La motivación de hacer el acto es tan simple como seguir manteniendo la memoria y pasarla a futuras generaciones. Hay una comisión de derechos humanos en la asociación y esto lo venimos trabajando hace años, y nos pareció el momento indicado para poder hacerlo”, le cuenta a ANCCOM el Presidente de ARGRA. “Está bueno que esas generaciones sepan lo que pasó y se interesen, despertar esa curiosidad. Tenemos más de 65 trabajadores y trabajadoras de la imagen desaparecidos. Nuestro objetivo es que la memoria permanezca viva, con verdad y justicia”.

Ante la intriga de en qué objetivos estaban poniendo el foco como organización, afirma: “Con un gobierno donde la represión está todos los miércoles, lamentablemente, en la calle, donde sufrimos un disparo a un compañero reportero gráfico que estudió acá en la escuela, Pablo Grillo… si no hacemos estos actos ni reivindicamos nuestro trabajo y nuestra libertad de poder expresar, perdemos la memoria”.

 

 

También con una cámara al cuello, pero a varios pasos de donde se agolpa la multitud, charla animadamente con distintos personajes Daniel Vides, socio de ARGRA encargado de la fototeca. En su intercambio con esta agencia, declara: “Hace mucho que estábamos pensando en esto. La nueva comisión directiva creó una comisión de memoria, y compañeros y compañeras se pusieron a trabajar en ello. Es traer a nuestra vida cotidiana un acto de memoria, una huella que, cuando estamos en un momento de nuestro día en que estamos pensando en cualquier otra cosa, de pronto vemos el piso y vemos un registro, una marca, que nos hace pensar en nuestros compañeros y compañeras detenidos y desaparecidos, y me parece fundamental. En este contexto, es lo único que nos da sentido, el registro de nuestra historia y la memoria, que para la constitución de nuestra asociación es muy importante”. Vides recuerda los inicios de la asociación: “Nuestros colegas que trabajaron antes y durante la dictadura nos dieron una identidad y una posición política, no partidaria sino con el hacer del fotoperiodismo y la comunicación, que es muy constitutiva de nuestra identidad”.

Sobre lo clave del rol del profesional periodístico, determina, con seguridad: “La práctica del fotógrafo de prensa es estar en la primera línea de la historia. Uno está documentando cosas cuando aún no son historia. La dimensión del trabajo va tomando otras aristas con el tiempo, porque va dando cuenta de situaciones y personajes que a lo mejor en el momento no se ve con la claridad que da su paso. Entonces, además de estar informando y haciendo visibles cosas que ocurren, ellos son primera línea de la construcción del relato histórico”.

Con la certeza de que la memoria es un camino que nunca se termina de andar, los sobrevivientes proceden a la lectura de identidades para cerrar la jornada, sin olvidar mencionar que “se trata de una lista abierta, en construcción, que siempre se puede ampliar”. Más por convicción que por costumbre, detrás de cada nombre, la ronda ruge: “Presente”.

La fotógrafa de las luchas populares

La fotógrafa de las luchas populares

Se inauguró en el Centro Cultural Comunarte la muestra “Mujer y Derechos Humanos”, una serie de fotografías del archivo Hasenberg-Quaretti que destaca la persistencia y el protagonismo de las mujeres, de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo a la vitalidad actual del feminismo.

 “A mí me enamora ver a la gente comprometida con sus ideas. No hay ningún derecho que haya sido gratis, todos han sido conquistados con lucha: si no estamos en la calle, no logramos nada. Quienes nunca se han movilizado y reciben esos derechos, no tienen conciencia de lo necesario que es defenderlos. Por eso, retratar las luchas me parece fundamental: lo que hago es multiplicar y difundir la actividad de los militantes en las calles”, afirmó Mónica Hasenberg en referencia al valioso archivo que construyó durante su carrera como fotógrafa y que en parte expone en la muestra Mujer y Derechos Humanos en el Centro Comunarte.

En la primera habitación del Centro Comunarte, ubicado en la Comuna 5 de Capital Federal, reposan sobre la pared blanca de la izquierda unas 20 fotografías, las primeras en blanco y negro, y más adelante otras a color: la Asociación Civil Madres Víctimas de Trata, Abuelas y Madres de Plaza de Mayo anunciando la restitución de un nieto, el primer Día Internacional de la Mujer luego de la dictadura civicomilitar y personas que reclaman en la megacausa ESMA.

“Soy fotógrafa de las luchas populares. Saco personajes cuando están en situación, ya sea una marcha o una actividad política. Si bien las fotografías de la década del 80 tienen distintas temáticas, la actual es prácticamente de luchas sociales. Las imágenes de mujeres son una parte de mi archivo, un recorte. Quizás son pocas, pero muy simbólicas de las luchas que tenían ellas en aquellos años. Con esas fotografías pueden trazar paralelismos, cortes transversales en la historia o armar síntesis que resultan fundamentales. Por ejemplo, las luchas sindicales femeninas: con las imágenes podemos mostrar que antes eran muy pocas las mujeres y su protagonismo, nulo. Pero también nos muestran la evolución y los cambios que se dieron luego. Cómo la mujer ha tomado protagonismo estos años y cómo su poder hoy en la calle es totalmente evidente e indiscutible”, explica la artista.

En el segundo ambiente, de paredes blancas muy altas con ribetes celestes, un pizarrón señala “memotest feminsita”. Sobre tres mesitas se exhiben de a pares varios grupos de pequeñas fotos: pañuelos blancos y verdes, mujeres abrazadas y marchando con pancartas y carteles. El público comienza a llegar a la hora citada, se dispersan por el centro, conversan y pasan a las mesas del patio donde además funciona una cantina. Destaca la ausencia de jóvenes. Son apenas unos pocos, pero ninguno menor de 20 años.

En la primera actividad de este año sobre DDHH que el Centro Comunarte organiza, con la sala llena, le ceden el micrófono a la psicóloga y exdocente Alicia Piatti de Quieto. “Los trámites que ven ahí los hicimos todos entre nosotras”, relata la esposa del detenido desaparecido Carlos Quieto mientras hace circular entre el público distintos papeles y documentos. Embarazada de seis meses de su hija Lucila Quieto, presentó un habeas corpus, cartas y distintas denuncias sobre la desaparición de su marido, incluso visitó a la Iglesia. “Luego comencé a ir a reuniones con mi beba de un mes. Allí la mayoría eran madres y padres porque mis compañeras del barrio estaban desaparecidas. En una última reunión plantearon ir a la plaza, y allí fuimos. No querían mujeres jóvenes ni hombres por miedo a que los llevaran”.

Mónica Hasenberg tomó el micrófono y en la misma línea que su predecesora continuó: “Realmente creían que a las mujeres las iban a poder dominar, pero si les daban la orden de no estar paradas, ellas rondaban. Cuando no podían estar en grupos grandes, se enlazaban de a dos. Existía una resistencia muy característica de las mujeres. Y acá -dice mientras señala las fotografías exhibidas- tenemos un montón de fotos que retratan ese protagonismo y fuerza para hacer, para no olvidar”.

En entrevista con ANCCOM, Hasenberg explicó cómo comenzó a retratar las manifestaciones y luchas sociales. “Tuve una época en que me volcaba más a la publicidad y hacía mucho laboratorio. Esos fueron mis inicios, pero con los años mi elección fue otra”, relata la hija del también fotógrafo Werner Haisenberg. “Un día fui a una marcha. Si bien tenía algunos amigos a los que habían chupado y luego liberado (es decir, estaba al tanto de lo que sucedía), cuando vi a las madres, me conmovió tanto que me puse a llorar. Desde entonces fui todos los jueves, incluso estando embarazada. Yo iba con la máquina de fotos disimulada en un bolso. En esa época levantaba la cámara, sacaba la foto y la volvía a  guardar rápido. Quizás esas primeras imágenes no tienen una relevancia fotográfica, sino más bien testimonial. Luego, a las marchas grandes íbamos con un mayor el equipo de cámaras y juntos”, dijo, en referencia al trabajo que realizó con su compàñero Brenno Quaretti.

Aquel trabajo hoy se conoce como archivo Hasenberg-Quaretti y consta de 45.000 negativos de fotografías analógicas tomadas entre 1979 y 1989 que la fotógrafa junto a sus hijos donó al Estado argentino luego de la muerte de Quaretti. De ellas, solo unas 6.000 habían sido digitalizadas personalmente, pero luego de la donación, el archivo completo está en proceso de digitalización por un equipo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en un Programa de Extensión Universitaria. Hasenberg también promete donar su archivo digital posterior a la década del 80.

Fue a partir del 2004, cuando comenzó con la digitalización, que encontró fotos que no recordaba que las tenía. “Por ejemplo, las fotos que tomé del primer 8 de marzo luego de la dictadura, son las únicas que por el momento han aparecido, ojalá existieran más”.

En 2013 inauguró una primera muestra en Plaza Almagro con ocho banners, que nunca dejaron de circular por escuelas, centros culturales y universidades. Actualmente son 20 y se encuentran en una gira patagónica que inició en Bariloche y espera que “recorran distintas localidades del sur del país sin apuros y sin volver a Buenos Aires pronto”.

En la muestra se esperaba la presencia de Lucila Albertina Quieto “fotógrafa de la ausencia” que, aunque de una forma diferente de Hasenberg, preserva la memoria a través de la fotografía. Nació cuatro meses después de la desaparición de su padre, y la imposibilidad de una foto juntos la llevó a crear la imagen imposible. Con superposiciones y montajes manifiestos que denuncian la falta, posa ante la proyección de una foto de su padre y toma una nueva, donde aparecen los dos. Este trabajo luego lo replicó con otros hijos de desaparecidos y sus padres.

Entre el público presente destacaron que la muestra Mujeres y Derechos Humanos “transmite fuerza, si bien me devuelve a un momento doloroso, pero en el cual teníamos mucha fuerza para luchar”. También agradecieron “por hacer visibles cosas que no podíamos ver quiénes no vivíamos en Buenos Aires, eran épocas en que se ocultaba”. No faltaron vitoreos de “30.000 compañeros detenidos desaparecidos, presente, hoy y siempre” e incentivos a acompañar las manifestaciones de cada miércoles que frente al Congreso reúne a los jubilados.

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Centro Cultural Comunarte, Castro Barros 236, CABA. La muestra se puede visitar de lunes a viernes de 14 a 21 y los sábados de 11 a 14.

 

“Esta muestra es un logro colectivo”

“Esta muestra es un logro colectivo”

Desde el 8 de noviembre, en el Centro Cultural Haroldo Conti, puede visitarse la tradicional Muestra Anual de Fotoperiodismo organizada por ARGRA, que estará en exhibición allí hasta febrero de 2025.

Concentración para repudiar la muerte de Facundo Molares, fallecido un día antes en medio de un operativo de la Policía de la Ciudad. Foto: Cris Sille 

La 35ª Muestra Anual de Fotoperiodismo Argentino, que se inaugura este viernes 8 de noviembre en “el Conti” –ubicado en el predio de la exESMA–, reúne más de 150 fotografías seleccionadas de las 2.500 imágenes enviadas por reporteras y reporteros de todo el país.

Como cada año, la exhibición ofrece una oportunidad única para reflexionar sobre los acontecimientos más significativos del año anterior a través de la mirada comprometida de quienes documentan la realidad.

En esta edición, la política ocupa un lugar central, en contraste con la anterior, dominada por la celebración del Mundial de Fútbol. Este año, además, debido a complicaciones logísticas y presupuestarias, la muestra se pasó de julio a noviembre, un retraso que refleja los desafíos que enfrentan los reporteros gráficos en la Argentina actual.

“La precarización laboral y el desmantelamiento de espacios como Télam nos afectó mucho, el 80 por ciento de nosotros estamos bajo la línea de pobreza a nivel salarial”, cuenta Sebastián Andrés Vricella, presidente de ARGRA.

«Es casi un milagro que podamos realizar esta muestra», agrega, y la define como “un logro colectivo” y “un testimonio del esfuerzo de cada profesional que sale a las calles para documentar la realidad”, muchas veces, en condiciones adversas.

“Son pocos los medios y lugares de trabajo que te dan los equipos para trabajar bien y todo eso crea un combo en donde realmente el esfuerzo que realiza cada compañero a la hora de salir a la calle tenga más valor. Cada nota, cada marcha, cada entrevista y cada momento de pausa es poner el cuerpo”, afirma.

“Tenemos una capacidad de resiliencia importante, pero somos trabajadores que necesitamos comer”, sostiene Vricella. Según él, este espacio es mucho más que una exhibición fotográfica, es una muestra independiente y democrática que recorre todo el país, llegando a lugares incluso inhóspitos por esfuerzo de profesionales que se comprometen y dejan el cuerpo para hacerlo posible.

ARGRA se fundó en 1942 en medio de tensiones políticas y se ha mantenido fiel a sus principios fundacionales: defender los derechos de los reporteros gráficos y ofrecer una plataforma independiente y de carácter humanista para que estos puedan ejercer su profesión libremente.

Desde sus comienzos, la asociación se ha dedicado a visibilizar la realidad a partir de una perspectiva que a menudo no se muestra en los medios convencionales. “Este compromiso con la democracia y los derechos humanos sigue siendo nuestro eje”, subraya Vricella.

En el marco de esta edición, el viernes 22 de noviembre se proyectará Errante, una película de Adriana Lestido, fotógrafa y socia de ARGRA. Este film donado representa la colaboración y el espíritu de comunidad que caracteriza a los reporteros gráficos, un grupo que se apoya, se cuida y acompaña.

Con cada fotografía y en cada muestra, ARGRA reafirma su compromiso con una mirada crítica que registra y preserva los momentos que construyen nuestra historia. La 35ª edición de la Muestra Anual de Fotoperiodismo Argentino se convierte así en un espacio de reflexión sobre un año atravesado por grandes cambios, desde la perspectiva de quienes, día a día, retratan las luces y sombras de la sociedad.

“La devolución de la gente es que se ve representada y toma noción y conciencia de lo que pasó y vivió el año anterior”, concluye Vricella.

Borges, Cortázar y María Elena Walsh, vistos por Sara Facio

Borges, Cortázar y María Elena Walsh, vistos por Sara Facio

Con el objetivo de celebrar la trayectoria de la fotógrafa fallecida en junio de este año, se presenta la última exposición aprobada por ella, que incluye imágenes inéditas de su vida y obra.

La Fundación María Elena Walsh, en colaboración con la Secretaría de Cultura de Vicente López, despliega a lo largo de cuatro salas un homenaje a la fotógrafa argentina Sara Facio, que se podrá recorrer hasta el 9 de noviembre en Quinta Trabucco.

La muestra, curada por sus amigas Graciela García Romero y Silvia Mangialardi, reúne una cuidada selección de su vasta obra, poniendo en diálogo a figuras como Borges y Cortázar y revelando imágenes de su vida junto a Walsh.

En diálogo con ANCCOM, Romero y Mangialardi comparten detalles sobre el proceso de selección de fotos, la historia detrás de retratos inéditos y lo que esperan que los visitantes se lleven de la obra de una artista comprometida con capturar la esencia humana.

¿Cómo surgió la idea de la muestra?

Silvia Mangialardi: Sara estaba por cumplir 92 años y teníamos ganas de festejarlo haciendo algo especial. Justo coincidió con que a Graciela le habían propuesto desde Quinta Trabucco hacer una muestra y fue ahí que se nos ocurrió armar esta idea. Se demoró la inauguración por unos problemas eléctricos que hubo en la Quinta y en el medio de esa espera por solucionarlos falleció Sara, así que lo que iba a ser un festejo por sus 92 años se convirtió en una muestra homenaje. Igualmente llegamos a mostrarle cómo lo íbamos a presentar y nos dijo que era el mejor regalo de cumpleaños.

Graciela García Romero: Sí, además Sara sabía que era la última muestra y sentía que ésta la honraba. Cuando la vio, nos dijo que estaba orgullosa y emocionada porque además de ser un reconocimiento, tenía el plus de que lo estábamos haciendo nosotras. No es que la armó cualquier curador, sino que venía de sus amigas. La muestra es un planteo que pone en valor su obra y que, si bien ella la llegó a ver, la elección de las fotos fue nuestra. Sarita lo único que hizo fue darnos el visto bueno, como en general hacía con otras curadurías que no fueran suyas. En general, siempre fue muy respetuosa de cualquier curador que se acercaba y le proponía una idea. Nunca la escuché criticar ni tratar de cambiar nada.

¿Cómo fue el proceso de selección de las fotos?

SM: Como la obra de Sara es muy amplia, decidimos tomar algunos puntos que merecían destacarse. Hicimos una edición absolutamente acotada porque a lo largo de toda su trayectoria ha tomado fotos de muchos escritores, cantantes e incluso figuras políticas como Perón. Quisimos hacer algo del orden de lo íntimo y que fuera apropiado al espacio de Quinta Trabucco.

GGR: Para armar la muestra empezamos trabajando con los planos de la sala. Hay una que lleva el nombre del escritor Jorge Luis Borges, con lo cual fue casi obligada la idea de trabajar con las fotos que Sarita le hizo. Se nos ocurrió como una idea interesante hacer dialogar esas imágenes con las que le tomó a Julio Cortázar, por ser exponentes de distintas épocas. De hecho, cuando los visitantes entran, se encuentran con la imagen de los dos escritores sentados en el living de sus propias casas, al lado de la ventana, reflejando la idea de querer recibir a quien los visita.

¿Hay fotos inéditas en la muestra?

GGR: Sí. Mucha gente cree que son las de Borges, porque se sorprenden de verlo hablando por teléfono o dictándole a la asistente, pero en realidad las inéditas son las que aparece María Elena Walsh y la vida de ellas dos. Particularmente hay una muy especial que es del primer viaje que hacen juntas a Mar del Plata que muestra la complicidad que tenían. La imagen es picada de arriba y se ve a María Elena de joven, con un abrigo y la felicidad de ese amor que recién empieza. En ese sentido, nos pareció que estaba bien dedicar una sala al vínculo de pareja entre ellas dos y mostrar a través de los retratos casi 40 años de relación. Aunque no son de galería, se ve en esas fotos de estudio la habilidad que tenía Sara con el retrato.

SM: Además es interesante porque representa muy bien su estilo. Sara decía que ella no quería ser una paracaidista, sino que quería fotografiar lo que ella sentía, lo que estaba cerca y lo que quería. Haber podido investigar su archivo sin dudas fue toda una aventura. 

¿Qué es lo que hace única a la mirada fotográfica de Sara?

SM: Creo que hay cosas que no se pueden definir. Lo que sí puedo decir es que Sara logró hacer que su estilo sea reconocible. La no-pose, el cuidado en el laboratorio y el acercamiento a los temas son cuestiones que uno ve y sabe que son de Sara.

GGR: Se nota en sus fotos que el paisaje que le interesaba era el ser humano y buscar la esencia de la persona retratada desde un lugar estético. Ella siempre se preocupaba de que estuviera feliz y cómoda.

¿Qué enseñanzas les dejó su vínculo con Sara? 

SM:  La idea de hacer lo que uno cree que tiene que hacer y no darle importancia a lo que los demás piensen. Sara hizo siempre lo que quiso, cuándo y cómo quiso y trabajó muchísimo por los demás, pero sin preocuparse demasiado por lo que pensaran de ella.

GGR: Sara era como una flecha, desde que nació supo quién iba a ser y nada la detuvo. Por ejemplo, para llegar a este punto de mi presente tuve que atravesar varias situaciones y Sara fue la persona que más me ayudó a enfrentarme con mi destino.

¿Qué esperan que los visitantes se lleven de la exposición? 

SM: Me gustaría que se queden con la emoción de mirar el mundo desde los ojos de Sara. Que la puedan sentir a ella y su amor por la fotografía.

GGR: Yo querría que pudieran reconocer y distinguir a Sara del resto. Me gustaría que los jóvenes sobre todo se lleven la pasión, que era una característica de la vida de Sara. Ella cuando iba al estudio no lo hacía por obligación sino por la gran pasión que sentía por lo que hacía. Tanto por las fotos como por la edición, la gestión y por los libros. También me gustaría que los ayude a formarse estéticamente. Siento decirlo, pero cuando Sara llegó a tener una cámara en la mano, ya tenía una formación en la plástica como creo que ningún fotógrafo tuvo y eso se notaba en sus fotos. Por último, ojalá la muestra aporte en la pregunta por la identidad, porque Sara tenía una noción de país y un amor por la patria increíble.   

La muestra “Sara Facio: soy fotógrafa argentina” se puede visitar de manera gratuita en Quinta Trabucco (Carlos Francisco Melo 3050, Florida) de martes a sábados de 10 a 18, hasta el 9 de noviembre inclusive.