Sep 25, 2025 | Destacado 1, Géneros, slider
Feministas y organizaciones sociales se concentraron en Plaza Flores en repudio al triple femicidio de Brenda, Morena y Lara. Acordaron la convocatoria a una movilización este sábado bajo la consigna “Ninguna vida es descartable”. Denuncian una política de “limpieza e higienización” de los sectores populares en la Ciudad de Buenos Aires.
Tres chicas torturadas y asesinadas. Una madre ruega que los metan presos a todos. Una plaza repleta de mujeres tristes, carteles, cánticos, bailes y fuego. En Flores se realizó una masiva concentración para manifestar el dolor y el enojo por el triple femicidio de Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Morena Gutiérrez (15). Enojo no sólo con quienes les arrebataron la vida a las tres jóvenes, sino con las políticas de un gobierno clasista y negador.
Megáfono en mano, la secretaria general del Sindicato de Trabajadorxs Sexuales, Georgina Orellano, explica que la locación en Plaza Flores no es casual. Se debe a que “las compañeras transitaban este barrio, trabajaban en este barrio y de este barrio fueron expulsadas. Hace un año denunciaron hostigamiento por parte de la policía y vecinos. Estas también son las consecuencias de los proyectos de limpieza e higienización del Gobierno de la Ciudad”.
“Hoy hay tres menos, hay tres familias que están rotas, y habrá muchas más si no componemos este tejido social que está roto. Dejen de repetir ese discurso clasista de que le puede pasar a cualquiera. No. Les pasa a las pobres. Son los pobres los sujetos descartables de este Gobierno nacional, somos nosotras y son nuestras vidas las que están en juego. Salgan de las redes sociales, pongan el cuerpo muchachas, el corazón y la escucha para que no haya nunca más ni una menos”, declara Orellano.
La muchedumbre emprende la marcha hacia las calles que rodean la plaza, con bombos y banderas, al grito de ‘Señor, señora, no sea indiferente, nos matan a las pibas en la cara de la gente’. Una mujer reparte panfletos de La Poderosa con las fotos de las tres chicas. Sus rostros pueden verse en manos de muchas, que sostienen las fotos sobre sus cabezas mientras caminan por Avenida Rivadavia. Sus rostros aparecen en todas partes, pero ya no están en ningún lado.
La hipótesis policial es que lo sucedido a Brenda, Morena y Lara fue consecuencia de una venganza narco. Eso, más que decir sobre la vida de las jóvenes, dice sobre la situación actual del país, donde algunos territorios se consideran, implícitamente, de segunda categoría, y son en consecuencia destratados por políticas que deberían cuidarlos.
Para pegar en lo alto carteles de Ni Una Menos, dos mujeres escalan la estatua de la Plaza. Al bajar, una de ellas dice: “Oh casualidad, para determinados gobiernos algunas vidas valen más que otras, y venimos por ellas: las pobres, las racializadas, las putas, las trabajadoras ambulantes… Venimos por todas las que están dejadas de lado en estos gobiernos macabros”.
Meses atrás, el presidente Javier Milei manifestaba en el Foro de Davos: “Llegamos al punto de normalizar que en muchos países supuestamente civilizados si uno mata a la mujer se llama femicidio, y eso conlleva una pena más grave que si uno mata a un hombre, solo por el sexo de la víctima, legalizando, de hecho, que la vida de una mujer vale más que la de un hombre”.
Ya en plena noche, cuando la concentración ha recorrido todas las calles aledañas, un grupo de policías escudados intenta intervenir. El protocolo antipiquetes de Patricia Bullrich llega siempre a horario, con el objetivo de impedir que las personas manifiesten sus reclamos, pero no estaban en La Tablada cuando una camioneta con patente falsa se llevaba a las tres chicas, ni en la propiedad de Florencio Varela cuando las mataban y descuartizaban.
Como si fuera ensayado, la gente empieza a gritar ‘Fuera yuta fuera’, una y otra vez hasta que los agentes corren y retroceden. La multitud festeja furiosa, y en medio de una enorme ronda juntan algunas cajas de madera para encender un fuego. La mayoría son mujeres, que bailan y aplauden en la noche de Flores alrededor de las llamas, en nombre de Brenda, veinte años, Morena, veinte años, y Lara, quince años. Tres chicas que ya nunca podrán gritar, ni bailar, ni ver el fuego.
Ago 26, 2025 | Destacado 3, Géneros
El Tribunal de Impugnación de Río Negro revocó las condenas de los imputados. La adolescente fue asesinada en 2006 y su familia aún exige justicia. Un documental rescatará su historia.
Néstor Ricardo Cau, José Iram Cafri, Maximiliano Lagos durante el juicio oral que los condenó a prisión perpetua. Foto: Silvina Ojeda @ojos.de.ojeda
El Tribunal de Impugnación de Río Negro revocó las condenas de los cuatro sentenciados a prisión perpetua por el asesinato de la joven, luego de un proceso judicial que duró 18 años. A Otoño la desaparecieron mientras volvía a su casa en Fernández Oro, un pueblo de Río Negro, el 23 de octubre de 2006 y su cuerpo recién fue hallado seis meses más tarde, el 26 de abril de 2007, en un canal de Cipolletti. Tenía 16 años. Tras una investigación plagada de irregularidades, impunidad y extravíos, y luego de haber sido declarados culpables en un juicio oral, los imputados Néstor Ricardo Cau, José Iram Cafri, Maximiliano Lagos y Germán Ángel Antilaf fueron absueltos y la familia de Otoño sigue reclamando la verdad.
Ella vivió hasta los 12 años en El Bolsón, y cuando su madre murió se fue a vivir con el padre a Fernández Oro. El 23 de octubre de 2006 Otoño terminó su práctica de vóley, salió del gimnasio municipal y se encontró con su novio y amigas en la plaza del centro. Tras un rato caminó hacia su casa, pero nunca llegó. Néstor Cufré, subjefe de la policía, se apuró a desplegar la típica versión: la chica de 16 años había desaparecido por voluntad propia. Sin embargo, esa pista se desvaneció con la aparición de su teléfono celular a pocos metros de su casa. Seis meses más tarde, el 26 de abril, apareció su cuerpo sin vida junto a una usina del canal El Treinta, en Cipolletti, con una visible herida cortopunzante en la axila. Un colgante artesanal, una campera, una calza y ropa interior permitieron que fuera reconocida por sus familiares.
Durante la investigación por su desaparición la Justicia avanzó en la hipótesis de que había sido secuestrada por una red de trata, puso en la mira en un cabaret y ordenó escuchas telefónicas que revelaron la connivencia entre proxenetas y la comisaría 8ª de Choele Choel, que se encargaba de “blanquear” chicas menores de 18 años con una nueva identidad adulta.
Germán Ángel Antilaf. Foto: Silvina Ojeda @ojos.de.ojeda
La búsqueda de justicia
Hace tiempo que los amigos, familiares, docentes, compañeros de escuela y la comunidad de del Alto Valle de Río Negro y Neuquén que se organiza en la memoria de Otoño Uriarte dejó de pedir justicia por ella. “Justo sería que ella estuviera con nosotros”, declaran. Por eso, la Asamblea Autoconvocada por la Memoria de Otoño pide verdad, organizando marchas todos los 23 de octubre desde 2007 hasta la fecha.
El 14 de agosto la Asamblea convocó a una movilización para pronunciarse en contra de la absolución y leer un documento que sintetiza su percepción sobre lo que fue el proceso judicial estos 18 años. La marcha “surge a partir de que el 8 de agosto se da a conocer el fallo de la impugnación, donde el Tribunal rionegrino decide absolver a los cuatro imputados que habían sido declarados culpables y condenados a cadena perpetua por el femicidio de Otoño” , explicó Alex Scheffer, representante de la asamblea. Desde la agrupación, consideran a las manifestaciones como un medio clave para seguir pidiendo verdad pero también como un espacio donde expresar el dolor que traen la falta y la injusticia. “Convocamos a una movilización para descomprimir la bronca que sentíamos”, expresó su representante.
Ante la nueva sentencia del tribunal, el comunicado de prensa refleja la posición de los miembros de la asamblea. “Quienes no la buscaron, encubrieron y responsabilizaron a la propia Otoño y su familia, fueron las instituciones y poderes que deberían haber garantizado su integridad y el derecho de toda la sociedad a saber la verdad. Entre ellos, como lo venimos denunciando hace muchos años estuvo la Policía de Río Negro, también el “Comité de Crisis” conformado para intervenir en el caso con una clara composición política, impulsado por el gobierno provincial a cargo de Miguel Saiz y que tuvo entre sus filas altos funcionarios policiales y judiciales.Y sin lugar a dudas el Poder Judicial.”, reclama el documento.
“La justicia es para los que estamos vivos, para Otoño no hay justicia, mucho menos después de todo lo que pasó. La verdad es que sentimos que ensuciaron mucho la memoria de Otoño”, expresó Alex Scheffer haciendo eco de los sentimientos plasmados en el comunicado de la asamblea.
El crimen fue perpetrado antes del movimiento Ni Una Menos y de la ola feminista en el país. En los medios de comunicación se señaló cómo iba vestida, se intentó inculpar a sus familiares y se hizo caso omiso a los indicios que relacionan al secuestro con la complicidad de la policía y la trata de personas. La versión oficial fue por mucho tiempo que ella “se había escapado” o “se había ido con un novio”, si bien no había pruebas de que este fuera el caso.
El frente del Tribunal intervenido por militantes que acompañan el pedido de justicia. Foto: Silvina Ojeda @ojos.de.ojeda
Una causa llena de omisiones
En la noche en que desaparecieron a Otoño la comisaría 26 se negó a tomar la denuncia a su padre, Roberto Uriarte. Un expediente con información genética clave elaborado por el perito Enrique Prueguer se perdió en medio de la investigación. El comisario encargado de tomar la denuncia, Yves Vallejos, no pudo explicar tampoco cómo es que en el radiograma, el día que desaparece Otoño, incluyeron una descripción detallada de la vestimenta de la joven, cuando en realidad nadie se las había dado porque el único que había ido a declarar ese día había sido Roberto, que no la había visto porque había salido de su casa mucho más temprano que ella. “Todas estas irregularidades y muchas más dan a entender que la institucionalidad funcionó a favor de la impunidad”, afirmó Scheffer.
Si bien los acusados fueron impugnados, la fiscal a cargo del caso aseguró que ninguno de los cuatro pudo dar una versión certera de dónde habían estado el día de la desaparición de Otoño. “Durante el proceso la querella y la fiscal empezaron a desviar la atención del problema de la policía y el problema del embrollo judicial, y empezaron a apuntar solamente contra los cuatro imputados. Armaron una estrategia donde tenían indicios supuestamente concatenados que apuntaban de una manera bastante escueta hacia los imputados.”, explicó Alex. De todos modos, quienes reclaman por la memoria de Otoño no dudan de que ellos fueran criminales involucrados en el asesinato, pero buscan poner el foco en la trama de corrupción y violencia institucional en la cual se inscribe el crimen. “La estrategia original de la querella era ir por estos cuatro acusados, pero en el juicio develar o mostrar que hay complicidades policiales, políticas y judiciales, y que creemos que están vinculados a una red de trata de personas”, añadió el miembro de la Asamblea.
Los avances y retrocesos en la causa generaron gran rechazo y decepción en quienes luchan por conocer la verdad de los hechos. “Lo vergonzoso y lo terrible es que un día vienen tres jueces muy seguros y te dicen ‘sí, son culpables’, hacen una sentencia y arman todo un discurso al respecto de eso, y un mes después viene otro tribunal diferente, se desdice, plantea otra cosa completamente diferente y los absuelve”, sintetizó Scheffer.
En este momento la familia se encuentra sin un representante legal, ya que la que fue su abogada, Gabriela Prokopiw, renunció a la causa días atrás. La familia tiene que buscar otro abogado para evaluar la posibilidad de hacer una presentación más al Tribunal Superior de Justicia, con el fin de continuar la investigación. “Roberto está muy desilusionado pero obviamente quiere agotar instancias”, afirmó Alex.
Roberto Uriarte junto a la abogada Gabriela Prokopiw durante el Juicio Oral. Foto: Silvina Ojeda @ojos.de.ojeda
Recuperar la voz del padre
En este momento Alex Scheffer y la periodista Camila Vautier están trabajando para la creación de un documental en memoria de Otoño. La producción comenzó hace casi dos años, con Alex a cargo de la dirección y Camila en el desarrollo de un texto en honor a Otoño. Ambos se acercaron a la causa por motivos de cercanía, afecto y militancia. “Si bien no la conocí a Otoño personalmente, sí la tenía de vista porque yo también jugaba al vóley y teníamos amigos en común. Empecé a ver las manifestaciones desde muy chico. Fernandez Oro es un pueblito muy chico, ¿viste?”, recordó Alex. Así, empezó a participar de las asambleas en 2017 y tomó un rol más firme y activo en su organización a partir de 2021.
Frente a una causa que no permite esclarecer lo sucedido, la intención de traer claridad a la memoria de Otoño y el deseo de plasmar los recuerdos de quienes más la conocieron inspiran la creación de la pieza audiovisual. “El objetivo del documental es darle voz finalmente a Roberto, que él sienta que tiene una voz clara y contundente, que no es tergiversada o ninguneada. Buscamos recuperar su perspectiva y darle un espacio de expresión real”, describió el director.
El comunicado de prensa leído por militantes, amigos y familiares de Otoño cerró con una invitación a la persistencia y la memoria de Otoño, sintetizando el sentir de una comunidad que sigue marchando por ella. “Seguiremos en las calles sosteniendo la lucha y recordándola como quién fue: una jóven alegre de 16 años, amada por su familia, amigues y docentes. Y cómo la sentimos hoy: una trinchera contra la impunidad y el olvido”, reclamaron en una sola voz.
Jul 22, 2025 | Comunidad, Destacado 3
A la adolescente de 15 años la asesinaron en febrero de 2001. Cuatro policías fueron condenados por el crimen y se espera el análisis de muestras de ADN de otros seis para dar con el último culpable que aún está en libertad.
El 4 de febrero de este año se cumplió el 24° aniversario del crimen de Natalia Melmann en la ciudad de Miramar. El pasado 8 de julio se llevó adelante la extracción de sangre de tres exagentes de la Policía Bonaerense que se encontraban en funciones la noche del hecho, para ser cotejadas con el único ADN no identificado de los cinco encontrados en el cuerpo de la joven. Los oficiales citados por pedido de la fiscalía eran seis, pero la mitad se rehusó a presentarse. Siguen las demoras para dar con el quinto involucrado.
La mañana del martes 8, la familia de Natalia se hizo presente en la Asesoría Pericial del Poder Judicial de Mar del Plata para asistir a la toma de muestras. “Esto es algo que venimos esperando hace 24 años”, declaró Gustavo Melmann, padre de la joven. El ADN se encuentra en el expediente desde 2001. Sin embargo, no había sido investigado hasta ahora. “Hay un montón de investigaciones que nunca se hicieron. No hubo voluntad de hacerlo”, agregó.
En un principio, la fiscal de la causa Ana María Caro solicitó la obtención de pruebas de ocho efectivos, entre ellos Enrique Diez, quien frecuentaba la casa a la que la adolescente fue llevada por última vez y a quien se le extrajo la muestra durante el verano. Las demás extracciones estaban pactadas para el 3 de abril. Sin embargo, por un recurso presentado fuera de término por la defensa, dos oficiales fueron excluidos y la fecha se restableció tres meses después. “Se los excluyó no solo sin argumento, sino resolviendo en un recurso extemporáneo. Es un manoseo y una dilación que no tiene sentido”, afirmó Josefina Rodrigo, abogada de los Melmann Calampuca, en diálogo con ANCCOM.
Los abogados de los expolicías ausentes, Cristian Pelaez y Patricia Perelló, adujeron que no estaban dadas las garantías para la realización de la pericia, dado que había una manifestación fuera del establecimiento y fueron insultados al llegar. La presentación de los recursos se hizo una vez finalizada la jornada, por lo que los tres apuntados, al no asistir, incumplieron con la orden judicial. Ante este hecho, tanto la fiscal Caro como Rodrigo exigieron al juez de garantías Daniel De Marco que se los obligue a comparecer por la fuerza pública el próximo 15 de agosto, la nueva fecha fijada por la justicia marplatense.
A su vez, no se permitió que los padres de Natalia, Gustavo y Laura Calampuca, estuvieran en la sala en el momento de la extracción, su derecho como familiares directos de la víctima y partícipes del proceso. Melmann apuntó a Perelló y denunció la existencia de tráfico de influencias en el Poder Judicial de la ciudad costera, así como un desinterés por avanzar con la causa de su hija. “No se respeta el derecho a presenciar todas las partes de un juicio. Este fue un crimen de Estado. Eran policías que estaban en funciones ese día en la comisaría y es el Estado el que tendría que haberse ocupado de investigar y tomar las medidas para extraer de la sociedad a semejantes criminales y de alguna manera dar una reparación a la familia, cosa que nunca hicieron. Siempre tuvimos que estar atrás para poder hacer justicia”, aseveró.
La línea de tiempo
Natalia Melmann tenía 15 años cuando, el 4 de febrero de 2001, fue raptada y asesinada por agentes de la Policía Bonaerense. La adolescente fue capturada en las calles de Miramar por Gustavo “Gallo” Fernández, un exconvicto con antecedentes penales, subida a una camioneta por la fuerza y trasladada a una casa en el barrio de Copacabana, donde fue violada, torturada y finalmente estrangulada con uno de los cordones de sus zapatillas. Su cuerpo fue hallado cuatro días después, sepultado entre hojas en el vivero Florentino Ameghino. La autopsia reveló la presencia de múltiples moretones, quemaduras, fracturas y un golpe en el cráneo, así como los rastros genéticos de cinco individuos diferentes.
Tres de ellos coincidieron con los perfiles de los oficiales Oscar Alberto Echenique, Ricardo Aselmini y Ricardo Alfredo Suárez, que fueron condenados a cadena perpetua en octubre de 2002 por los delitos de “rapto, abuso sexual con acceso carnal agravado por la pluralidad de personas y homicidio agravado”. Fernández recibió una pena de 25 años que luego fue reducida a 10, por actuar como “entregador”. Su ADN no se correspondía con ninguno de los hallados en el cuerpo de la menor.
Otro de los investigados en ese primer juicio fue Ricardo Panadero, que, pese a una coincidencia superior al 90% entre sus datos genéticos y los encontrados en el cuerpo de Natalia, fue sobreseído. La familia apeló esa decisión y logró que se inicie el proceso nuevamente, lo que resultó en un nuevo sobreseimiento. Finalmente, en 2019 el Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires ordenó que sea juzgado nuevamente y en 2023 fue condenado a reclusión perpetua por privación ilegal de la libertad, abuso sexual agravado y homicidio doblemente agravado.
Los primeros tres condenados están próximos a cumplir su sentencia. Dos de ellos, Anselmini y Echenique, recibieron la autorización para tener salidas transitorias. La familia Melmann Calampuca y parte de la comunidad de la ciudad costera denunciaron que no son controlados, que no se les colocó ningún dispositivo de monitoreo y que violaron las condiciones del permiso en reiteradas ocasiones. El próximo 12 de agosto se realizará una audiencia para tratar el pedido de libertad condicional por parte de ambos.
Tuvo que pasar casi un cuarto de siglo para que se investigara el quinto ADN. Y el proceso no termina con la obtención de las muestras. El cotejo puede llevar hasta cinco meses y, en caso de que una coincida con la prueba recabada en 2001, se debe determinar el rol del quinto hombre en el crimen para que sea juzgado. “A Natalia no le dieron ninguna oportunidad. La tiraron como basura. No sólo le quitaron la vida a ella, sino la felicidad a toda la familia. Nunca más pudimos ser felices. Y todavía seguimos esperando, a la justicia no le interesa”, sentenció Gustavo. Tanto él como la madre de “Naty”, como aún la llaman cariñosamente, están cerca de cumplir 70 años. Llevan gran parte de su vida luchando por justicia y esta parece no llegar nunca.
La abogada Rodrigo informó que, mientras esperan la llegada de la nueva fecha fijada para la obtención de muestras, ya se presentó una queja ante el Tribunal de Casación para que se vuelva a incluir a los dos policías excluidos de las extracciones y se garantice el pedido original de la fiscal. Los ocho efectivos son considerados sospechosos por la función que cumplieron en el momento en que se cometió el crimen, irregularidades durante la indagación y los vínculos que tenían entre sí y con los condenados. Entre los que sí acataron la medida y asistieron a la Asesoría Pericial se encuentra el excomisario Carlos Grillo, investigado en el primer juicio por encubrimiento, ya que fue quien se encargó de la investigación los primeros días que la joven estuvo desaparecida y ocultó información en su declaración oficial.
“Nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía”, dice la conocida frase atribuída al filósofo romano Séneca. La familia de Natalia manifestó en múltiples ocasiones no solo su descontento con el accionar judicial, sino el dolor que sienten con cada nueva traba que aparece. Fueron ellos quienes se cargaron el proceso al hombro y, con la ayuda de sus abogados, hicieron avanzar la causa en cada ocasión. Gustavo aseguró que lo seguirán haciendo, por amor a Naty. “La amamos muchísimo, seguimos luchando por ella. No sé si existirá algo después de la muerte, pero quisiera volver a verla, abrazarla y pedirle disculpas porque esa noche no pude estar para salvarla”, expresó. Pasan los años, las décadas, y la impunidad continúa. La justicia no será tal hasta que todos los implicados sean identificados y condenados y los Melmann Calampuca finalmente puedan descansar.
Nov 15, 2024 | Destacado 5, Géneros
Declaró quien era su pareja, el principal acusado. También los padres de la víctima, una estudiante de Medicina de la UBA que tenía 25 años.
“Yo a Micaela jamás la lastimé”, dijo Guido Pascuccio en la primera audiencia del juicio público al que llegó como acusado por los delitos de “abandono de persona seguida de muerte y lesiones doblemente agravadas en contexto de violencia de género” por el fallecimiento de Micaela Rascovsky, quien era su novia, el 13 de abril de 2021. Si bien Pascuccio —que es abogado como su papá y su hermano— estuvo preso durante un año y cinco meses, al juicio llegó en libertad por haber pagado una fianza de tres millones de pesos.
El inicio del juicio tuvo lugar este jueves 14 de noviembre en el 6° piso del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 10 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En un lapso de seis horas Pascuccio prestó declaración oral como acusado, mientras que Patricia Ortiz y Sebastián Rascovsky —papás de la joven— y María Ortiz —tía de la chica— lo hicieron en carácter de testigos. En el transcurso de toda la audiencia tanto los abogados de la querella y la fiscalía como los abogados de la defensa fueron haciendo sucesivas preguntas al acusado y a los testigos para que corroboraran los dichos que habían declarado previamente en la etapa de instrucción.
Rascovsky tenía 25 años y estudiaba la Carrera de Medicina en la Universidad de Buenos Aires. Convivía con Pascuccio en un departamento de Villa Ortúzar, donde apareció sin vida en 2021. El día del fallecimiento de Rascovsky, Pascuccio llamó a Emergencias y dijo: “Me levanté y escuché unos ruidos en el living y estaba mi mujer convulsionando. No sé si tomó algo, estoy muy asustado. No la puedo hacer reaccionar. Tengo miedo de que haya tomado algo, alguna pastilla o algo”. De ahí en más planteó la hipótesis de que su novia se había suicidado con una sobredosis de cocaína. ¿El motivo, según Pascuccio? Que no soportó el dolor causado por no haber podido llevar a término su embarazo, que era ectópico.
No obstante, el día del fallecimiento de Rascovsky fue a reconocer el cuerpo María Ortiz —tía de la joven—, quien encontró a su sobrina con moretones en todo el cuerpo. Ese hecho la llevó a pensar que Pascuccio le había vuelto a pegar a la joven, como ya había ocurrido antes, pero esta vez por una presunta represalia porque Rascovsky había contado a los papás de su novio que él tenía consumos problemáticos de drogas.
Enseguida, la autopsia determinó que Rascovsky tenía ADN de dos personas masculinas debajo de las uñas y líquido seminal de su novio en la ropa interior. La familia de la joven consultó la opinión profesional de Borja Moreno Víchez —médico que integra el Cuerpo Nacional de Médicos Forenses de España— a raíz de los resultados de la autopsia, y él dijo que el cuerpo de Rascovsky presentaba señales de defensa, por lo que descartó completamente la hipótesis del suicidio que Pascuccio había planteado desde el principio. El testimonio de Moreno Víchez se puede escuchar en el documental sobre la muerte de Rascovsky realizado por la productora española “Triun Arts”, que consta de tres partes. “Fabricando una mentira” es el título de la primera.
En una conversación con ANCCOM, Sebastián Rascovsky dijo que “si Miki hubiese contado en su momento la violencia de género que estaba viviendo yo la hubiese ido a buscar. Lamentablemente, esto ayuda a concientizar que todas las chicas tienen que hablar, no tienen que callar. Al primer cachetazo te tenés que ir y pedir ayuda. Hay un porcentaje de hombres que está totalmente enfermo, porque no hay femicidios de mujer a mujer, el femicidio siempre lo hace el hombre”.
Sobre el hecho de que, hasta el día de hoy, Pascuccio sigue sosteniendo la hipótesis del suicidio de su novia, Sebastián Rascovsky dijo que “me causa dolor, porque les puede llegar a hacer ruido a los jueces, que no conocieron a Micaela. Yo sé que ella era incapaz de lastimarse y de lastimar a otros. Era una resiliente. Tuvo cinco operaciones por su labio leporino, perdió dos embarazos y perdió a su hermanito de 53 días de nacido, así y todo ella siempre se repuso. Que no me vengan con el suicidio porque es imposible”.
El inicio del juicio público que tuvo lugar este jueves estuvo cargado de mucha intensidad. “Es un día muy esperado para toda la familia —dijo a esta agencia María Ortiz—. Nos venimos acompañando desde hace 3 años y 7 meses. Yo estoy tranquila porque vengo con la verdad. Vengo a pedir justicia por el femicidio de Micaela. No tenemos dudas de que fue un femicidio. Yo estoy convencida desde el momento en que recibí el cuerpo de mi sobrina desnudo, que le saqué fotos por los moretones que tenía, y que fueron parte de la evidencia. Vamos por la prisión perpetua”.
La sala del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 10 estuvo, en todo momento, atiborrada de personas que fueron a acompañar tanto a la querella como a la defensa. Además, quedó muy marcada la diferencia entre las versiones que cada parte tenía acerca de la muerte de Rascovsky. Tal es así que Pascuccio se encargó de mostrar audios y chats de su novia para dar a entender que la joven había consumido cocaína otras veces de manera consensuada y en compañía de él. También sostuvo que su pareja había buscado en Internet, días antes de que se la encontrara sin vida, cómo una persona podía morir de sobredosis con esa sustancia. Además dijo que “era Micaela la que ejercía violencia psicológica conmigo porque era ella la que estaba mal” y que “los problemas con las drogas los tenía ella”.
Después de un cuarto intermedio que duró unos diez minutos, Sebastián Rascovsky fue directo y contundente en su declaración como testigo. “No tengo dudas de que fue un femicidio”, dijo al tiempo que Pascuccio era incapaz de sostener la cabeza en alto. Siguió cabizbajo cuando el papá de la joven —su exsuegro— sostuvo que “estamos muertos en vida. Nos arruinaron la vida. Mica sólo quería ayudar a su novio por la adicción a las drogas que él tenía y fue asesinada”. Además resaltó que al velatorio de la joven fueron el papá y el hermano de Pascuccio, pero no él. Ante la pregunta de los abogados defensores acerca de si sabía que su hija consumía drogas, Sebastián Rascovsky respondió que “Mica no sabía ni siquiera lo que era un cigarrillo.”.
Patricia Ortiz —mamá de la joven— fue todavía más concluyente. Contó que su hija le había comentado, días antes de su muerte, que se quería ir del departamento que compartía con Pascuccio porque no toleraba más la violencia verbal y física que él ejercía contra ella. Es más: dijo que a partir de que la joven empezó a convivir con su novio, él empezó a poner excusas para que los papás de ella no fueran a la casa de los dos, con el argumento de que él “se sentía invadido”. Ortiz sostuvo que a partir de entonces su hija empezó a quedar aislada, dado que ya no veía a sus papás con la misma frecuencia que antes.
Además, Ortiz aseguró que su hija, días antes de morir, le contó que un día Pascuccio “la recagó a palos” y que le dijo: “Mirá cómo te vestís, como una puta”. Ante la pregunta de la Fiscalía acerca de si Rascovsky le había comentado a alguien más su intención de separarse de su novio, Ortiz dijo que sí y mencionó el nombre de tres personas. La mamá de la joven cerró su testimonio diciendo que “Micaela fue víctima de femicidio. Ruego que su asesino, al que Mica le iba a dar un hijo, tenga la hombría de decir la verdad. El dolor que nos ha causado no tiene reparación”.
La próxima audiencia será el jueves 21 de noviembre a las 9:30 horas. Para más información sobre tipos y modalidades de violencia de génro se recomienda la lectura de la Ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres.
Feb 26, 2019 | Géneros, Novedades

Mara Ávila, documentalista.
El próximo 7 de marzo se estrenará en la Sala Gaumont del Espacio INCAA “Femicidio. Un caso, múltiples luchas”, un documental de Mara Ávila, quien además de dirigir y guionar, lo protagoniza, haciendo un relato crudo en primera persona del femicidio de su madre, María Elena Gómez –Miss Mariela-, cometido el 19 de julio de 2005.
En un relato cronológico, Ávila pone el cuerpo ante el silencio patriarcal, expresando que lo personal es político, que le permite convertir el dolor en una herramienta poderosa para que la sociedad deje de tapar a sus víctimas y comience por respetarlas. Ávila habló con ANCCOM y desentramó la construcción de esta pieza, que fuera su tesina de grado de la carrera Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, que ahora llega a la pantalla grande.
“Nadie quiere que le digas que la vida es una mierda”, dice Mara Ávila al comienzo del documental, con una armónica voz que le da cadencia a los 88 minutos del relato. Ella cuenta cómo un día de julio, a sus 25 años, su vida dio un giro, cuando saludó a su mamá apurada y sonriente -su marca registrada- para no verla más. Un femicida, Ernesto Jorge Narcisi, le arrebató a puñaladas lo que más quería en el mundo, a Miss Mariela, profesora de inglés, cariñosa, sonriente y generosa que se visualiza en el registro audiovisual de unos abrazos, con una carta y el idioma inglés que las une: “A veces pienso mejor en inglés, me parece más fácil poner en palabras lo que me pasa”, dice en el documental, y no es casual que elija hablar en algunos fragmentos en ese idioma. Además de estos costados luminosos, decidió mostrar los indicios que María Elena pudo dar a algunos allegados de lo que estaba sufriendo, logrando que su madre se haga presente: “Ella está en todo lo que yo soy, en todo lo que yo hago. Estoy haciendo una película por ella, para ella y por todas las mujeres. Y yo lo que quería hacer era darle voz porque claramente no está, porque tal vez había personas como yo que no sabían lo que le estaba pasando a mi mamá. Por eso me parece importante rescatar unos textos de ella, como ese mail que le manda a un amigo contándole lo mal que la estaba pasando o la charla que tuve con su amigo Charly, que después de muchos años me dijo que él sabía que su pareja le pegaba.”
A lo largo del documental se registran charlas amenas con familiares, se revisa la causa y se analiza el tratamiento mediático del caso, a los que tuvo acceso recién en el proceso de construcción del documental, nueve años después del femicidio. Este material permitió que surja lo que se había callado en su interior y en su entorno afectivo: “Con todo el proceso del documental empecé a hacer el duelo. Al principio muchas personas me decían: ‘¿por qué vas a hacer eso?’, ‘te va a hacer mal’. Yo creo que decidimos cómo queremos transitar la vida, si queremos quedarnos en la superficie o queremos ir a fondo. Pero para ir a fondo hay que encontrarse con el dolor, con toda la mierda. No es algo grato, para mí hacer el guión fue muy difícil, porque yo estaba muy mal y estaba leyendo el expediente y a la vez tratando de reconstruirme”, reflexiona la documentalista.

En 2014, sobre el momento de finalización de su carrera universitaria, es que decidió que su tesina de grado sea sobre el femicidio de su mamá. En ese momento se enfrentó a algunos artículos periodísticos que trataron la noticia de la muerte de su mamá incluyendo la foto de la víctima muerta, y el rótulo de crimen pasional: “Yo sabía que había salido en los diarios pero no sabía que había estado en la tapa de Crónica de esa manera, no sabía que había aparecido el cadáver en la tapa. Después había otra nota de seguimiento donde también aparecía el cadáver en la camilla, encima decía que él la había apuñalado en la vagina, cosa que era mentira”, recuerda la directora. En esta línea, Mara se replantea si cambió realmente de raíz el tratamiento de los femicidios y el respeto por las que ya no tienen voz: “Sí, era 2005 y estamos en un contexto favorable para un montón de avances, pero todavía nos siguen cosificando, exponiendo a las víctimas, falta hacer bastante para cambiar la manera en que se cuentan los casos. También la cuestión de que detrás de cada víctima hay una familia que requiere un respeto y por la víctima misma que ya no puede hablar ni se puede defender”, expresa.
A lo largo del documental la voz en off de Mara es casi una constante, que también en muchas escenas va acompañado de su cuerpo posicionado mirando a cámara desde diversos planos, afirmando quién es ella y el porqué de la urgencia del relato. “Arranco la película diciendo ‘yo soy una porteña de clase media’, porque ya veo que me van a empezar a criticar en el feminismo: sí, soy blanca, de clase media. Bueno, esto es lo que soy dentro de las posibilidades materiales que tuve. Hice mucha terapia, pero tuve unas condiciones materiales que me permitieron hacer algo para lidiar con mi subjetividad, con mi psique, con todo este trauma, sé que no todos tienen las mismas posibilidades pero igual me fue muy difícil”, expresa. Darle un sentido social a lo que pasó y dejar lugar a una mayor empatía con quienes nos rodean y nuestros afectos, así como el replanteo de las formas en que escuchamos y comprendemos al otro: “Yo necesitaba dejar de culpar a mi mamá. Me parece que también hay que hacer un llamado de atención, pensar la manera en la que nos vinculamos con nuestros afectos y si escuchamos o no, si juzgamos o no. Yo misma lo digo para mí, que me pregunté por qué siguió con él si yo le dije que no me gustaba el tipo. Entonces hay que intentar no juzgar y ver cómo ayudar a estas personas que están en estas situaciones de violencia y que no pueden salir”, reflexiona.
Las expectativas están puestas sobre del estreno: “Va a ser potente porque es muy fuerte, yo creo que es la coronación de este camino de duelo, como que se cierra todo pero al mismo tiempo se abre otro camino en mi vida, que confío que va a ser de más felicidad y paz, esto de sentir que hice todo lo mejor que pude por ella y por mí. Con el documental estoy tratando de hacer algo para que cambie la sociedad, aunque suene muy ambicioso. Ahora encuentro un sentido para vivir aunque mi mamá siga sin estar. Hay personas que ni me conocen y se me acercan porque están pasando por algo similar; y yo encuentro por fin un sentido”.