De la agricultura al agronegocio | Estuve ahí

De la agricultura al agronegocio | Estuve ahí

Durante los 40 años de democracia, Gustavo Grobocopatel se convirtió en el mayor sembrador de soja de la Argentina. Su modelo de negocios cambió para siempre la forma de trabajar el campo en el país. ¿Cómo fue la relación de los distintos gobiernos con el sector agrario?

40 AÑOS – COMUNICACIÓN Y DEMOCRACIA (1983 – 2023)

ANCCOM –junto a la Carrera de Ciencias de la Comunicación y a la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA- lanza Estuve ahí, un ciclo de entrevistas audiovisuales a los protagonistas de estos 40 años de democracia que celebra la Argentina.

 

La serie recorre los temas más trascendentes que tejieron la trama social desde 1983: los derechos humanos, la vida política, el mundo del trabajo, la economía, la deuda externa, la vivienda, los pueblos originarios, el campesinado, las luchas de género y diversidades, el ambientalismo, la cultura y el mundo de la comunicación, entre muchos otros.

Cada conversación constituye un verdadero diálogo intergeneracional entre los jóvenes periodistas de la agencia y aquellos que escribieron la historia.

Estrenamos todos los lunes! La primera, que estará disponible el próximo 28 de agosto, será a Estela Barnes de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.

Entre los entrevistados se pueden mencionar a Adolfo Pérez Esquivel, Estela Carlotto, León Arslanián, Héctor Recalde, Federico Pinedo, Gustavo Grobocopatel, Mercedes Marcó del Pont, Daniel Arroyo, Dora Barrancos, Myriam Bregman, Juliana Di Tullio, Ana Castellani, Noemí Brenta, Luis Felipe Noé, Daniel Divinsky, Eduardo Longoni, Moira Millán, el padre Pepe Di Paola, Flavio Rapisardi, Emilce Moler, Manuel Goncalvez, Gervasio Muñoz, Enrique Viale y Damián Loreti, por mencionar solo algunos.

Créditos

ANCCOM
Equipo Audiovisual: Eduardo Morales ? – Jairo García – Noelia Pirsic
Producción Periodística: Diego Rosemberg, Sebastián Comellini, Clarisa Veiga, Ángel Berlanga, Cecilia Chervabaz, Esteban Magnani, Guillermo Wulff, Alejandro Cánepa, Horacio Cecchi, Adriana Meyer, Federico Corbiere.
Producción Fotográfica: Victoria Gesualdi y Leandro Teysseire.
Redes y Contenidos Digitales: Julio Alonso, Estefanía Hernández e Ian Werbin.
CEPIA
Florencia Mendes, Javier Ildarraz, Gustavo Intrieri, Nadia Rebrij, Florencia Canosa, Juan Lescano, Jorge Pinola.
Autoridades CCOM
Larisa Kevjal – Directora
Dolores Guichandut – Secretaria Académica | Sebastián Ackerman – Coordinador Técnico | Yamila Campo – Coordinadora Centro de Prácticas
Equipo de trabajo
Lucía Thierbach, Grisel Schang, Paula Morel, Emilia Silva y Sebastián Comellini
«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo pero fracasamos: el mundo nos cambió a nosotros»

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo pero fracasamos: el mundo nos cambió a nosotros»

El proyecto impulsado por Jacobo Timerman tuvo la perspicacia de ser la contracara de “el diario del lunes”, paradójicamente o no, el único día en que La Opinión no se imprimía. Lejos de las publicaciones circunstanciales o anecdóticas, el periódico marcó un quiebre en el periodismo argentino e introdujo ideas innovadoras para la profesión, siguiendo el formato de la tradición francesa de Le Monde.

A 50 años del nacimiento de La Opinión, Abrasha Rotenberg, administrador y director -por un tiempo- del diario y socio de esa legendaria camada de personalidades, cuenta sobre el corto e intenso período de subsistencia de la publicación, de la intervención en manos de la dictadura militar, el legado en el campo del periodismo y la cultura del país. También analiza el presente de la profesión, la pandemia y se anima incluso a avizorar un futuro que describe con detalle y elocuencia. 

¿Qué significa La Opinión?

El diario se propuso elegir, en primer lugar, las noticias que eran trascendentes según su concepto y, en segundo lugar, entre las miles de noticias que hay en el día, tratar de detectar aquellas que verdaderamente eran importantes y no anécdotas o circunstanciales, que lo único que hacían era llenar páginas. En segundo término, el papel de los periodistas en los periódicos de esa época era absolutamente anónimo. No se conocía quiénes eran los autores. En La Opinión eso era distinto. Y en tercer lugar, el diario buscaba un público muy especial, lo que se llamó «la inmensa minoría», que era parte del público interesado en lo que sucedía afuera de la Argentina, interesado en el lugar que la Argentina ocupaba en el mundo. Eran intelectuales, leían mucho, y La Opinión buscó a ese público para que se enterara de lo que pasaba en el mundo según la visión de sus periodistas o, mejor dicho, según los periodistas que interpretaban la línea del periódico.

¿Y cuál era esa línea?

En primer lugar, la inteligencia. En La Opinión los que colaboraban no eran solamente periodistas, eran a veces intelectuales, a veces poetas, a veces escritores o gente de la política. Lo importante era que tuvieran la capacidad de medir inteligentemente, según su criterio, el significado de las noticias, qué ocurría, por qué ocurría, a qué conducía lo que había sucedido. En ese sentido, incluso a veces había hechos que dentro de La Opinión eran interpretados por los periodistas de distinta forma. La novedad era que firmaban. En ese momento eso era una revolución. Y si mirás los periódicos hoy, ese hábito, esa revolución existe ahora, ya dejaron de ser anónimos los periodistas. La gente habla de los periodistas como de un jugador de fútbol. Empieza a tener preponderancia no solamente el periódico donde trabajan, sino ellos mismos, que hoy se han transformado en personajes cuya opinión trasciende e importa.

La Opinión se imprimió por primera vez el 4 de mayo de 1971, ese mismo día, pero cinco años después, salió a las calles de España el diario El País, con una impronta muy similar a la del periódico argentino. El azar impuso su agenda, en esa fecha cumple años Javier Timerman, hijo menor de Jacobo y testigo privilegiado de lo que ocurría en las redacciones. Curiosidades del destino, el mismo día de mayo, el propio Abrasha Rotenberg, este 2021, cumplió 95.  

¿Cómo se mentó esta idea tan disruptiva del periodismo? 

Viene de una tradición francesa. Esto lo inventó el periódico Le Monde, que trajo esta innovación. Por ejemplo, La Opinión no tuvo nunca fotos. En vez de fotografías había caricaturas de Sabat, que era un hombre de un ingenio extraordinario, interpretaba la realidad con sus ilustraciones. La Opinión se definió justamente por eso, por esa presencia. Y también por la ausencia de fútbol, por eso no salía los lunes. También hay que entender en qué momento aparece el diario, en un tiempo muy duro. Nació el 4 de mayo de 1971 y fue confiscado por el gobierno militar en mayo de 1977. Vivió seis años nada más. En esos seis años tuvo como presidente a Lanusse, Cámpora, Lastiri, Perón e Isabel Perón; cinco presidentes en seis años, y los cinco presidentes en tiempos muy tormentosos. Justamente, esos periodistas tan singulares, tan abiertos eran políticamente muy combativos y combatían no solamente por el cambio de la sociedad, sino también por el cambio de la ideología. Así que tuvimos una vida muy agitada. Y sin embargo, hoy todavía, después de cincuenta años, independientemente de esos conflictos, fue muy importante lo que marcaron Jacobo Timerman y unos meses yo, que fui director, sin tener la preparación necesaria, pero bueno. Me tocó una época muy complicada. Había que manejarse con mucho cuidado porque la vida no valía nada. La función que yo cumplía tenía que ver con cuidar a la empresa. No era fácil manejar una economía en épocas tan turbulentas, donde todos los días te preguntabas: «¿Por qué no vino este? No sabés, lo mataron ayer». Naturalizamos la muerte. Es un horror lo que nos pasó.

En una entrevista decís «La Opinión es un desaparecido más»…

Bueno, porque se apoderaron y siguió saliendo un año o dos más, pero era otro diario, no tenía nada que ver con La Opinión. Eso que era antes desapareció. Es una metáfora, pero ocurrió eso. La Opinión original murió en mayo del 77. Después hubo mucha gente que colaboró, y algunos cuyos nombres vi hace unos años cuando fui a la Biblioteca Nacional para ver quién había participado con el diario intervenido. Te vas a encontrar con nombres de gente que anda hablando de la democracia y se metió a La Opinión intervenida por los militares. Antes, todo el mundo quería que apareciera su nombre en La Opinión, imaginate, era un prestigio. Era el «prestigio axilar», llevabas bajo la axila La Opinión y ya estabas identificado como el gran personaje. Era un signo de identidad.

Luego de la intervención del diario, Abrasha Rotenberg y Jacobo Timerman intentaron revivir la idea en España, pero ese espacio ya estaba ocupado por El País. Rotenberg había llegado a Madrid en 1976 con su familia (su esposa, la cantante y pianista Dina Rot, y sus hijos Cecilia Roth y Ariel Rot, actriz y músico, respectivamente). Por su parte, Timerman había arribado a la misma ciudad luego de vivir un tiempo en Israel, país al que viajó después de haber estado detenido por la dictadura en Argentina. 

Otra de las frases de esa entrevista es «no sé si hoy podría haber un diario como La Opinión«. ¿En qué sentido no podría existir un diario así hoy?

Mirá, es lo que siento, no te podría decir que tengo una estadística. En los años 60, 70, este era un país de clase media muy inquieta, muy apasionada por la lectura, por la discusión, por la innovación. No estar en Buenos Aires no me da a mí el derecho de ser absoluto en lo que digo, pero desapareció esa clase media, se empobreció, no solamente económicamente, se empobreció intelectualmente. Se publican libros, pero ahora hay escritores que me han confesado que vender 500 ejemplares, con los nombres que tienen, es su consuelo. Antes tres mil ejemplares era lo mínimo. La tecnología te permite a un costo bajo editar 200 ejemplares, y las editoriales con muchos libros hacen eso. Ahora el gran éxito no es vender 300 mil ejemplares, solamente venden los temas políticos, pero la literatura no sé. Debe haber, pero es más limitado el público.

¿Hay algo que se conserve actualmente, en cuanto al estilo del periodismo, en relación a esa época?

Yo creo que hay innovación. No hay que desdeñar. Cada uno vive su época. Pero el lector ya no tiene la capacidad de sentarse y leer. ¿Sabés cuál era el problema de La Opinión?¿Sabés por qué mucha gente lo dejaba de leer? Por rabia, por bronca, porque tenía tanto material que no podía leerlo todos los días, porque al final era en realidad una revista que salía todos los días, con artículos e interpretaciones. Era la forma de un diario, pero el contenido interpretativo tenía parte de revista. Era la noticia con la interpretación de esa noticia, y otros temas. Eso lo hacen muchos diarios ahora, no hay que desdeñar eso, y hay periodistas extraordinarios en esta época. Pero ver un periódico como La Opinión ahora no es necesario. Apretando el dedito ves lo que está ocurriendo.

Fracaso

Abrasha Rotenberg nació el 4 de mayo de 1926 “en un lugar que ya no existe”, comenta: la Unión Soviética. También cuenta que hoy utiliza su tiempo en leer e informarse. Se define como un hombre de radio, incluso aprendió a hablar español por ese medio cuando llegó al país con tan solo ocho años. “Aprendí escuchando novelas camperas”, agrega. La amenaza (2020) es el nombre del último libro de Rotenberg. Se trata de una novela que cuenta, en dos tiempos, la historia de Travin, un joven culto e interesado por la política, y también un periodista adulto perseguido por la dictadura militar. En el sitio web del autor y en su perfil de Instagram se destaca una frase de presentación:

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo. Fracasamos, el mundo nos cambió a nosotros». 

«Mirá -dice Rotenberg-, nací en 1926, es decir, hace 95 años. Era un mundo de esperanza, en 1917 se produjo la Revolución Rusa, iba a nacer el hombre nuevo, una sociedad equitativa, un mundo de distribución de la educación igualitaria, de los ingresos igualitarios, iba a desaparecer la explotación del hombre por el hombre. En 1922, Mussolini toma el poder en Italia, todo lo opuesto, el Estado es lo más importante, el hombre es un elemento nada más, el hombre tiene que trabajar para un Estado fuerte, la patria, el ejército, la bandera; nacionalismo puro. En 1933, sube Adolfo Hitler, la violencia, la guerra, la persecución a los judíos, a los gitanos, a los homosexuales. 1936, Guerra Civil Española. 1939, Guerra Mundial. Y luego, Corea, Vietnam, ni un solo día dejó de sonar un cañón. ¿Y qué pasó con ese sueño del hombre? El hombre nuevo nació con Lenin en la Unión Soviética, y termina con Putin. Volvemos a la prehistoria. El sueño de una generación que iba a cambiar el mundo se transformó en absoluto fracaso. ¿Estamos mejor que antes? Sí, mucho mejor. ¿Conseguimos algo de lo que queríamos? Un poquito».

¿Qué nos espera?

Estamos en medio de una revolución cuyo significado no entendemos. Estamos en el final de la era industrial y en los principios de la era de la inteligencia artificial, y no nos damos cuenta de que para esa revolución que viene no tenemos ni el lenguaje, ni sabemos cómo interpretarla, porque va a una velocidad mucho más rápida que la de nuestra inteligencia para captar su sentido. La Revolución Industrial tardó 200 años en desarrollarse y en llegar a su cúspide. Esta tarda días. La mente no se acostumbra a eso. Estamos perdidos, pero yo creo en la inteligencia del hombre, a pesar de esto inesperado que nos está ocurriendo, de este virus asesino, porque igual lo vamos a superar. Tuvimos la peste negra, la peste española, muchas cosas, pero no teníamos los elementos tecnológicos para combatirlas. En un año el hombre descubrió cómo pelear contra un enemigo desconocido, así que yo voy a morir con el desencanto, pero con la esperanza.

Me hizo acordar un poco a una frase de Pepe Mujica que dice algo similar, y agrega: «Pero sigo soñando que vale la pena luchar»…

Yo voy a ser más modesto. Yo digo que vale la pena vivir, vale la pena vivir, y con los ojos abiertos, porque hay muchos vendedores de fantasías entre nosotros, muchos, y son muy hábiles. A lo que yo le temo es a la fe, porque no admite argumentos. Esa cosa basada en la irracionalidad me preocupa, pero los sueños son necesarios. El hombre sin sueños se parece mucho a un animal. Técnicamente, del hombre de las cavernas estamos a cien mil kilómetros, pero espiritualmente, emotivamente, estamos a medio metro. 

Los kilómetros que nos separan del hombre de las cavernas se plasman en la virtualidad del Zoom, plataforma que Abrasha maneja a la perfección. Sumado a esto, el autor de La amenaza (2020) hace transmisiones en vivo por Instagram para seguir difundiendo su última obra, publicada a sus 93 años.

En cuanto a La Opinión, muchas y muy variadas son las interpretaciones de este diario que se desarrolló en las puertas de la época más trágica de la historia de nuestro país. El principal legado del periódico fue el de marcar un quiebre y una innovación en la práctica periodística. ANCCOM tuvo el privilegio de conversar con una de las principales figuras de ese legado. 

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo pero fracasamos: el mundo nos cambió a nosotros»

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo pero fracasamos: el mundo nos cambió a nosotros»

El proyecto impulsado por Jacobo Timerman tuvo la perspicacia de ser la contracara de “el diario del lunes”, paradójicamente o no, el único día en que La Opinión no se imprimía. Lejos de las publicaciones circunstanciales o anecdóticas, el periódico marcó un quiebre en el periodismo argentino e introdujo ideas innovadoras para la profesión, siguiendo el formato de la tradición francesa de Le Monde.

A 50 años del nacimiento de La Opinión, Abrasha Rotenberg, administrador y director -por un tiempo- del diario y socio de esa legendaria camada de personalidades, cuenta sobre el corto e intenso período de subsistencia de la publicación, de la intervención en manos de la dictadura militar, el legado en el campo del periodismo y la cultura del país. También analiza el presente de la profesión, la pandemia y se anima incluso a avizorar un futuro que describe con detalle y elocuencia. 

¿Qué significa La Opinión?

El diario se propuso elegir, en primer lugar, las noticias que eran trascendentes según su concepto y, en segundo lugar, entre las miles de noticias que hay en el día, tratar de detectar aquellas que verdaderamente eran importantes y no anécdotas o circunstanciales, que lo único que hacían era llenar páginas. En segundo término, el papel de los periodistas en los periódicos de esa época era absolutamente anónimo. No se conocía quiénes eran los autores. En La Opinión eso era distinto. Y en tercer lugar, el diario buscaba un público muy especial, lo que se llamó «la inmensa minoría», que era parte del público interesado en lo que sucedía afuera de la Argentina, interesado en el lugar que la Argentina ocupaba en el mundo. Eran intelectuales, leían mucho, y La Opinión buscó a ese público para que se enterara de lo que pasaba en el mundo según la visión de sus periodistas o, mejor dicho, según los periodistas que interpretaban la línea del periódico.

¿Y cuál era esa línea?

En primer lugar, la inteligencia. En La Opinión los que colaboraban no eran solamente periodistas, eran a veces intelectuales, a veces poetas, a veces escritores o gente de la política. Lo importante era que tuvieran la capacidad de medir inteligentemente, según su criterio, el significado de las noticias, qué ocurría, por qué ocurría, a qué conducía lo que había sucedido. En ese sentido, incluso a veces había hechos que dentro de La Opinión eran interpretados por los periodistas de distinta forma. La novedad era que firmaban. En ese momento eso era una revolución. Y si mirás los periódicos hoy, ese hábito, esa revolución existe ahora, ya dejaron de ser anónimos los periodistas. La gente habla de los periodistas como de un jugador de fútbol. Empieza a tener preponderancia no solamente el periódico donde trabajan, sino ellos mismos, que hoy se han transformado en personajes cuya opinión trasciende e importa.

La Opinión se imprimió por primera vez el 4 de mayo de 1971, ese mismo día, pero cinco años después, salió a las calles de España el diario El País, con una impronta muy similar a la del periódico argentino. El azar impuso su agenda, en esa fecha cumple años Javier Timerman, hijo menor de Jacobo y testigo privilegiado de lo que ocurría en las redacciones. Curiosidades del destino, el mismo día de mayo, el propio Abrasha Rotenberg, este 2021, cumplió 95.  

¿Cómo se mentó esta idea tan disruptiva del periodismo? 

Viene de una tradición francesa. Esto lo inventó el periódico Le Monde, que trajo esta innovación. Por ejemplo, La Opinión no tuvo nunca fotos. En vez de fotografías había caricaturas de Sabat, que era un hombre de un ingenio extraordinario, interpretaba la realidad con sus ilustraciones. La Opinión se definió justamente por eso, por esa presencia. Y también por la ausencia de fútbol, por eso no salía los lunes. También hay que entender en qué momento aparece el diario, en un tiempo muy duro. Nació el 4 de mayo de 1971 y fue confiscado por el gobierno militar en mayo de 1977. Vivió seis años nada más. En esos seis años tuvo como presidente a Lanusse, Cámpora, Lastiri, Perón e Isabel Perón; cinco presidentes en seis años, y los cinco presidentes en tiempos muy tormentosos. Justamente, esos periodistas tan singulares, tan abiertos eran políticamente muy combativos y combatían no solamente por el cambio de la sociedad, sino también por el cambio de la ideología. Así que tuvimos una vida muy agitada. Y sin embargo, hoy todavía, después de cincuenta años, independientemente de esos conflictos, fue muy importante lo que marcaron Jacobo Timerman y unos meses yo, que fui director, sin tener la preparación necesaria, pero bueno. Me tocó una época muy complicada. Había que manejarse con mucho cuidado porque la vida no valía nada. La función que yo cumplía tenía que ver con cuidar a la empresa. No era fácil manejar una economía en épocas tan turbulentas, donde todos los días te preguntabas: «¿Por qué no vino este? No sabés, lo mataron ayer». Naturalizamos la muerte. Es un horror lo que nos pasó.

En una entrevista decís «La Opinión es un desaparecido más»…

Bueno, porque se apoderaron y siguió saliendo un año o dos más, pero era otro diario, no tenía nada que ver con La Opinión. Eso que era antes desapareció. Es una metáfora, pero ocurrió eso. La Opinión original murió en mayo del 77. Después hubo mucha gente que colaboró, y algunos cuyos nombres vi hace unos años cuando fui a la Biblioteca Nacional para ver quién había participado con el diario intervenido. Te vas a encontrar con nombres de gente que anda hablando de la democracia y se metió a La Opinión intervenida por los militares. Antes, todo el mundo quería que apareciera su nombre en La Opinión, imaginate, era un prestigio. Era el «prestigio axilar», llevabas bajo la axila La Opinión y ya estabas identificado como el gran personaje. Era un signo de identidad.

Luego de la intervención del diario, Abrasha Rotenberg y Jacobo Timerman intentaron revivir la idea en España, pero ese espacio ya estaba ocupado por El País. Rotenberg había llegado a Madrid en 1976 con su familia (su esposa, la cantante y pianista Dina Rot, y sus hijos Cecilia Roth y Ariel Rot, actriz y músico, respectivamente). Por su parte, Timerman había arribado a la misma ciudad luego de vivir un tiempo en Israel, país al que viajó después de haber estado detenido por la dictadura en Argentina. 

Otra de las frases de esa entrevista es «no sé si hoy podría haber un diario como La Opinión«. ¿En qué sentido no podría existir un diario así hoy?

Mirá, es lo que siento, no te podría decir que tengo una estadística. En los años 60, 70, este era un país de clase media muy inquieta, muy apasionada por la lectura, por la discusión, por la innovación. No estar en Buenos Aires no me da a mí el derecho de ser absoluto en lo que digo, pero desapareció esa clase media, se empobreció, no solamente económicamente, se empobreció intelectualmente. Se publican libros, pero ahora hay escritores que me han confesado que vender 500 ejemplares, con los nombres que tienen, es su consuelo. Antes tres mil ejemplares era lo mínimo. La tecnología te permite a un costo bajo editar 200 ejemplares, y las editoriales con muchos libros hacen eso. Ahora el gran éxito no es vender 300 mil ejemplares, solamente venden los temas políticos, pero la literatura no sé. Debe haber, pero es más limitado el público.

¿Hay algo que se conserve actualmente, en cuanto al estilo del periodismo, en relación a esa época?

Yo creo que hay innovación. No hay que desdeñar. Cada uno vive su época. Pero el lector ya no tiene la capacidad de sentarse y leer. ¿Sabés cuál era el problema de La Opinión?¿Sabés por qué mucha gente lo dejaba de leer? Por rabia, por bronca, porque tenía tanto material que no podía leerlo todos los días, porque al final era en realidad una revista que salía todos los días, con artículos e interpretaciones. Era la forma de un diario, pero el contenido interpretativo tenía parte de revista. Era la noticia con la interpretación de esa noticia, y otros temas. Eso lo hacen muchos diarios ahora, no hay que desdeñar eso, y hay periodistas extraordinarios en esta época. Pero ver un periódico como La Opinión ahora no es necesario. Apretando el dedito ves lo que está ocurriendo.

Fracaso

Abrasha Rotenberg nació el 4 de mayo de 1926 “en un lugar que ya no existe”, comenta: la Unión Soviética. También cuenta que hoy utiliza su tiempo en leer e informarse. Se define como un hombre de radio, incluso aprendió a hablar español por ese medio cuando llegó al país con tan solo ocho años. “Aprendí escuchando novelas camperas”, agrega. La amenaza (2020) es el nombre del último libro de Rotenberg. Se trata de una novela que cuenta, en dos tiempos, la historia de Travin, un joven culto e interesado por la política, y también un periodista adulto perseguido por la dictadura militar. En el sitio web del autor y en su perfil de Instagram se destaca una frase de presentación:

«Soy de una generación que quiso cambiar el mundo. Fracasamos, el mundo nos cambió a nosotros». 

«Mirá -dice Rotenberg-, nací en 1926, es decir, hace 95 años. Era un mundo de esperanza, en 1917 se produjo la Revolución Rusa, iba a nacer el hombre nuevo, una sociedad equitativa, un mundo de distribución de la educación igualitaria, de los ingresos igualitarios, iba a desaparecer la explotación del hombre por el hombre. En 1922, Mussolini toma el poder en Italia, todo lo opuesto, el Estado es lo más importante, el hombre es un elemento nada más, el hombre tiene que trabajar para un Estado fuerte, la patria, el ejército, la bandera; nacionalismo puro. En 1933, sube Adolfo Hitler, la violencia, la guerra, la persecución a los judíos, a los gitanos, a los homosexuales. 1936, Guerra Civil Española. 1939, Guerra Mundial. Y luego, Corea, Vietnam, ni un solo día dejó de sonar un cañón. ¿Y qué pasó con ese sueño del hombre? El hombre nuevo nació con Lenin en la Unión Soviética, y termina con Putin. Volvemos a la prehistoria. El sueño de una generación que iba a cambiar el mundo se transformó en absoluto fracaso. ¿Estamos mejor que antes? Sí, mucho mejor. ¿Conseguimos algo de lo que queríamos? Un poquito».

¿Qué nos espera?

Estamos en medio de una revolución cuyo significado no entendemos. Estamos en el final de la era industrial y en los principios de la era de la inteligencia artificial, y no nos damos cuenta de que para esa revolución que viene no tenemos ni el lenguaje, ni sabemos cómo interpretarla, porque va a una velocidad mucho más rápida que la de nuestra inteligencia para captar su sentido. La Revolución Industrial tardó 200 años en desarrollarse y en llegar a su cúspide. Esta tarda días. La mente no se acostumbra a eso. Estamos perdidos, pero yo creo en la inteligencia del hombre, a pesar de esto inesperado que nos está ocurriendo, de este virus asesino, porque igual lo vamos a superar. Tuvimos la peste negra, la peste española, muchas cosas, pero no teníamos los elementos tecnológicos para combatirlas. En un año el hombre descubrió cómo pelear contra un enemigo desconocido, así que yo voy a morir con el desencanto, pero con la esperanza.

Me hizo acordar un poco a una frase de Pepe Mujica que dice algo similar, y agrega: «Pero sigo soñando que vale la pena luchar»…

Yo voy a ser más modesto. Yo digo que vale la pena vivir, vale la pena vivir, y con los ojos abiertos, porque hay muchos vendedores de fantasías entre nosotros, muchos, y son muy hábiles. A lo que yo le temo es a la fe, porque no admite argumentos. Esa cosa basada en la irracionalidad me preocupa, pero los sueños son necesarios. El hombre sin sueños se parece mucho a un animal. Técnicamente, del hombre de las cavernas estamos a cien mil kilómetros, pero espiritualmente, emotivamente, estamos a medio metro. 

Los kilómetros que nos separan del hombre de las cavernas se plasman en la virtualidad del Zoom, plataforma que Abrasha maneja a la perfección. Sumado a esto, el autor de La amenaza (2020) hace transmisiones en vivo por Instagram para seguir difundiendo su última obra, publicada a sus 93 años.

En cuanto a La Opinión, muchas y muy variadas son las interpretaciones de este diario que se desarrolló en las puertas de la época más trágica de la historia de nuestro país. El principal legado del periódico fue el de marcar un quiebre y una innovación en la práctica periodística. ANCCOM tuvo el privilegio de conversar con una de las principales figuras de ese legado. 

El día en que «Las malas» fueron las mejores

El día en que «Las malas» fueron las mejores

La actriz y escritora cordobesa Camila Sosa villada fue distinguida con el premio Sor Juana Inés de la Cruz, otorgado por la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, en reconocimiento a su novela Las malas (2019), publicada por Tusquets Editores. Esta distinción se suma a la reciente nominación de la obra como finalista del Premio Novela Fundación Medifé Filba. Como afirma Juan Forn en el prólogo, en Las malas “convergen las dos facetas del mundo trans que más repelen y aterran a la buena sociedad: la furia travesti y la fiesta de ser travesti”. La autora cuenta sobre las distinciones recibidas, sus proyectos, la actualidad, la venganza de las travestis y su infancia en clave poética.

 

¿Qué cambios implican en tu carrera y en la novela la nominación como finalista en el Filba y el premio Sor Juana Inés de la Cruz?

 

Supongo que esas cosas se verán luego, que tendrán consecuencias más tarde. Aunque ahorita me escribió Paola Lucantis, de Editorial Planeta], y me decía que estaban como locos con pedidos de traducciones. Esas son cosas que suceden con los premios. A nivel personal, no entiendo muy bien el tema del prestigio y de las cosas que te dan prestigio, como este premio. Siempre, desde que empecé a trabajar como actriz hasta ahorita, he hecho cosas muy chicas, pequeñas, pero siempre han sido muy bien recibidas. Entonces, para mí, el prestigio radica en eso, en que la gente diga “ah, mira, hace una obra Camila, seguro es buena”, o “escribió un libro Camila, a ver, vamos a leerlo, tal vez es bueno”. He recibido algún que otro premio en mi carrera como actriz o como dramaturga y la verdad es que mucha diferencia no encuentro. Ahora sí, hay algo que me excede a mí, que es esto de que empiezan a pedir traducciones y todo eso. Supongo que eso es porque la novela ha ganado el premio Sor Juana Inés de la Cruz y por la nominación al Filba. 

 

Además de destacarse como escritora, Camila Sosa Villada es actriz y dramaturga. En 2009 estrenó su primer espectáculo unipersonal, Carnes Tolendas. En 2011 protagonizó Mía, una película de Javier van de Couter. En 2012 actuó en la miniserie La viuda de Rafael. En 2014 hizo en teatro El bello indiferente, de Jean Cocteau. En 2015 trabajó en Despierta, corazón dormido/Frida. En 2016, en Putx madre y, en 2017, en El cabaret de la Difunta Correa y la miniserie La chica que limpia. Es autora del libro de poemas La novia de Sandro (2015) y del ensayo El viaje inutil (2018). En 2019, además de Las malas, escribió la novela Tesis sobre una domesticación

 

¿Tenés proyectos nuevos desde lo literario o lo teatral?

 

Sigo escribiendo. Tengo pendiente un libro de relatos para editorial Tusquets y otro para 

Ediciones Documenta, que es una especie de ensayo sobre los “buscavidas”, sobre el tipo de trabajo de los vendedores ambulantes. En cuanto a la actuación, supuestamente este año volvíamos a presentar Carnes tolendas, que es la primera obra que hice. La íbamos a hacer para celebrar y, bueno, se vino la pandemia y tuvimos que parar. Luego tenía también otro proyecto que era de danza y tuvimos que parar. Pero ya está, por ahora no puedo pensar en el teatro hasta que no se resuelva este temita del coronavirus. 

 

Desde 2010, cinco de los premios Sor Juana Inés de la Cruz fueron otorgados a autoras argentinas, ¿relacionás esto con un mayor reconocimiento o un auge de las autoras en el país en los últimos años?

 

No me puedo desagregar del fenómeno que está sucediendo en Argentina con las autoras mujeres en este momento, que son las que están, además, moviendo el mercado editorial, las que están vendiendo libros. Las que están llenando las librerías son las escritoras. Yo entiendo que está pasando algo muy interesante con nosotras y me siento orgullosísima de estar al lado de escritoras de la talla de Claudia Piñeiro, Gabriela Cabezón Cámara, Dolores Reyes, Selva Almada, y tantas otras que si me pongo a nombrarlas estaría siendo injusta porque son tantas, tantas, y hay otras tantas que todavía no conocemos, que están ahí esperando para publicar y que son maravillosas, que son talentosísimas, grandes poetas, grandes narradoras. No puedo no relacionarlo con que yo estoy siendo parte de eso también. Y estoy siendo parte, además, de algo superior todavía, que es, como dice Susy Shock, la venganza de las travestis por donde menos se lo esperan, que es haciendo belleza. Es decir, también formo parte de ese grupo de travestis que están escribiendo, haciendo música. Pienso en Susy Shock, en Marlene Wayar, en Claudia Rodríguez, de Chile. Pienso en todas estas travestis que están haciendo belleza con el oprobio recibido.

El premio Sor Juana Inés de la Cruz, vigente desde 1993, reconoce el trabajo literario de autoras que hayan publicado una novela en español en el último año. Camila Sosa Villada se encuentra entre las cinco argentinas que han recibido esta distinción en la última década. En 2010 lo obtuvo Claudia Piñeiro, por su novela Las grietas de Jara (2009); en 2014, Inés Fernández Moreno, por El cielo no existe (2013); en 2015, Perla Suez, por El país del diablo (2015); en 2019, María Gainza, por La luz negra (2018).   

 

En la novela se destaca mucho el cuidado y la contención entre amigas travestis, ¿te parece que actualmente para las personas trans y travestis hay más ampliación y aceptación, desde la sociedad civil y desde el Estado, que hace veinte años?

 

Hay más aceptación porque hay más leyes que hace veinte años, por supuesto. Hace veinte años no existía la Ley de Identidad de Género (2012), no existía el matrimonio igualitario (2010), no estaba en boca de la gente la idea del patriarcado, la idea del machismo, como sí lo está habiendo ahora. De todas maneras, cuando me preguntan esto, yo siempre digo que en realidad el Estado y la sociedad no han mejorado casi nada. Las que hemos mejorado hemos sido las travestis, que nos hemos puesto en contacto con nosotras mismas, que nos hemos contado nuestra historia, que nos hemos puesto a hablar de las cosas que nos suceden. Eso ha hecho que, de alguna manera, nos corriéramos del lugar de una víctima sumisa, de una víctima sin escapatoria, para empezar a ser víctimas que luchamos, que estamos en pie, que resistimos. Las que hemos mejorado hemos sido nosotras y eso hace muy difícil que las cosas vuelvan a un primer estado. Así como los maricones dicen “al closet no volvemos más”, nosotras decimos “al calabozo no volvemos más”. A mí me da mucha alegría saber que está pasando eso con nosotras.

  

El pasado 4 de septiembre, mediante el Decreto 721/2020, se estableció el cupo laboral del uno por ciento para personas travestis, transexuales y transgénero en el Sector Público Nacional, ¿qué opinión tenés de esto?

 

Ese día, cuando me desperté, vi que Vanesa Cufré [Asesora en Género, Diversidad y Política Antidiscriminatoria de la Secretaría de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación] me había escrito a la madrugada para decirme “salió por decreto”. Llorábamos por mensaje con las travas. Estábamos todas emocionadas. Lo cierto también es que mi sensación es que siempre llega tarde, que todo llega tarde, que han muerto innecesariamente tantas, y tantas y tantas que un decreto así no hace más que llegar tarde. Y también estoy esperando que eso se implemente, esa es la verdad, constatar los resultados con mis propios ojos.

 

En 2014, Camila Sosa Villada brindó una charla TEDx, llamada Profunda humanidad, en la Ciudad de Córdoba. En un relato agudo y potente, volvió a recorrer las rondas nocturnas en el Parque Sarmiento, ubicado en la misma ciudad. Interpelando a su público, con la mirada fija en el auditorio, preguntó, “¿Pensaron alguna vez que la poesía podía tener una forma tan concreta?”

 

¿En qué momento empezaste a ver que la poesía podía tener una forma tan concreta?

 

Desde siempre. De verla a mi madre lavando ropa en su galería al sol, porque eran bajísimas las temperaturas en invierno y había que lavar a la siesta  y sin agua caliente. De verlo a mi padre haciendo su pan todas las madrugadas para salir a venderlo. También los muros de piedra que significaban esas montañas de Traslasierra para mí e imaginar todo lo que había detrás y todo lo que se quedaba de ese lado. El hecho de vivir en distintos pueblos y luego en el monte, a mí me puso en contacto con algunas cosas que son un privilegio. Yo tenía de mascota una nutria que había caído por accidente en una trampa que mi padre ponía para que los zorros o los gatos del monte no nos comieran las gallinas, entonces yo estuve en contacto con la poesía desde muy chica.

La autora de Las malas, nacida en La Falda, Córdoba, vivió en distintos lugares de la provincia, entre otros, en Mina Clavero, centro turístico del Valle de Traslasierra. En cada oración hay poesía. Cada recuerdo es un verso. Camila Sosa Villada responde haciendo belleza.

El día en que «Las malas» fueron las mejores

El día en que «Las malas» fueron las mejores

La actriz y escritora cordobesa Camila Sosa villada fue distinguida con el premio Sor Juana Inés de la Cruz, otorgado por la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, en reconocimiento a su novela Las malas (2019), publicada por Tusquets Editores. Esta distinción se suma a la reciente nominación de la obra como finalista del Premio Novela Fundación Medifé Filba. Como afirma Juan Forn en el prólogo, en Las malas “convergen las dos facetas del mundo trans que más repelen y aterran a la buena sociedad: la furia travesti y la fiesta de ser travesti”. La autora cuenta sobre las distinciones recibidas, sus proyectos, la actualidad, la venganza de las travestis y su infancia en clave poética.

 

¿Qué cambios implican en tu carrera y en la novela la nominación como finalista en el Filba y el premio Sor Juana Inés de la Cruz?

 

Supongo que esas cosas se verán luego, que tendrán consecuencias más tarde. Aunque ahorita me escribió Paola Lucantis, de Editorial Planeta], y me decía que estaban como locos con pedidos de traducciones. Esas son cosas que suceden con los premios. A nivel personal, no entiendo muy bien el tema del prestigio y de las cosas que te dan prestigio, como este premio. Siempre, desde que empecé a trabajar como actriz hasta ahorita, he hecho cosas muy chicas, pequeñas, pero siempre han sido muy bien recibidas. Entonces, para mí, el prestigio radica en eso, en que la gente diga “ah, mira, hace una obra Camila, seguro es buena”, o “escribió un libro Camila, a ver, vamos a leerlo, tal vez es bueno”. He recibido algún que otro premio en mi carrera como actriz o como dramaturga y la verdad es que mucha diferencia no encuentro. Ahora sí, hay algo que me excede a mí, que es esto de que empiezan a pedir traducciones y todo eso. Supongo que eso es porque la novela ha ganado el premio Sor Juana Inés de la Cruz y por la nominación al Filba. 

 

Además de destacarse como escritora, Camila Sosa Villada es actriz y dramaturga. En 2009 estrenó su primer espectáculo unipersonal, Carnes Tolendas. En 2011 protagonizó Mía, una película de Javier van de Couter. En 2012 actuó en la miniserie La viuda de Rafael. En 2014 hizo en teatro El bello indiferente, de Jean Cocteau. En 2015 trabajó en Despierta, corazón dormido/Frida. En 2016, en Putx madre y, en 2017, en El cabaret de la Difunta Correa y la miniserie La chica que limpia. Es autora del libro de poemas La novia de Sandro (2015) y del ensayo El viaje inutil (2018). En 2019, además de Las malas, escribió la novela Tesis sobre una domesticación

 

¿Tenés proyectos nuevos desde lo literario o lo teatral?

 

Sigo escribiendo. Tengo pendiente un libro de relatos para editorial Tusquets y otro para 

Ediciones Documenta, que es una especie de ensayo sobre los “buscavidas”, sobre el tipo de trabajo de los vendedores ambulantes. En cuanto a la actuación, supuestamente este año volvíamos a presentar Carnes tolendas, que es la primera obra que hice. La íbamos a hacer para celebrar y, bueno, se vino la pandemia y tuvimos que parar. Luego tenía también otro proyecto que era de danza y tuvimos que parar. Pero ya está, por ahora no puedo pensar en el teatro hasta que no se resuelva este temita del coronavirus. 

 

Desde 2010, cinco de los premios Sor Juana Inés de la Cruz fueron otorgados a autoras argentinas, ¿relacionás esto con un mayor reconocimiento o un auge de las autoras en el país en los últimos años?

 

No me puedo desagregar del fenómeno que está sucediendo en Argentina con las autoras mujeres en este momento, que son las que están, además, moviendo el mercado editorial, las que están vendiendo libros. Las que están llenando las librerías son las escritoras. Yo entiendo que está pasando algo muy interesante con nosotras y me siento orgullosísima de estar al lado de escritoras de la talla de Claudia Piñeiro, Gabriela Cabezón Cámara, Dolores Reyes, Selva Almada, y tantas otras que si me pongo a nombrarlas estaría siendo injusta porque son tantas, tantas, y hay otras tantas que todavía no conocemos, que están ahí esperando para publicar y que son maravillosas, que son talentosísimas, grandes poetas, grandes narradoras. No puedo no relacionarlo con que yo estoy siendo parte de eso también. Y estoy siendo parte, además, de algo superior todavía, que es, como dice Susy Shock, la venganza de las travestis por donde menos se lo esperan, que es haciendo belleza. Es decir, también formo parte de ese grupo de travestis que están escribiendo, haciendo música. Pienso en Susy Shock, en Marlene Wayar, en Claudia Rodríguez, de Chile. Pienso en todas estas travestis que están haciendo belleza con el oprobio recibido.

El premio Sor Juana Inés de la Cruz, vigente desde 1993, reconoce el trabajo literario de autoras que hayan publicado una novela en español en el último año. Camila Sosa Villada se encuentra entre las cinco argentinas que han recibido esta distinción en la última década. En 2010 lo obtuvo Claudia Piñeiro, por su novela Las grietas de Jara (2009); en 2014, Inés Fernández Moreno, por El cielo no existe (2013); en 2015, Perla Suez, por El país del diablo (2015); en 2019, María Gainza, por La luz negra (2018).   

 

En la novela se destaca mucho el cuidado y la contención entre amigas travestis, ¿te parece que actualmente para las personas trans y travestis hay más ampliación y aceptación, desde la sociedad civil y desde el Estado, que hace veinte años?

 

Hay más aceptación porque hay más leyes que hace veinte años, por supuesto. Hace veinte años no existía la Ley de Identidad de Género (2012), no existía el matrimonio igualitario (2010), no estaba en boca de la gente la idea del patriarcado, la idea del machismo, como sí lo está habiendo ahora. De todas maneras, cuando me preguntan esto, yo siempre digo que en realidad el Estado y la sociedad no han mejorado casi nada. Las que hemos mejorado hemos sido las travestis, que nos hemos puesto en contacto con nosotras mismas, que nos hemos contado nuestra historia, que nos hemos puesto a hablar de las cosas que nos suceden. Eso ha hecho que, de alguna manera, nos corriéramos del lugar de una víctima sumisa, de una víctima sin escapatoria, para empezar a ser víctimas que luchamos, que estamos en pie, que resistimos. Las que hemos mejorado hemos sido nosotras y eso hace muy difícil que las cosas vuelvan a un primer estado. Así como los maricones dicen “al closet no volvemos más”, nosotras decimos “al calabozo no volvemos más”. A mí me da mucha alegría saber que está pasando eso con nosotras.

  

El pasado 4 de septiembre, mediante el Decreto 721/2020, se estableció el cupo laboral del uno por ciento para personas travestis, transexuales y transgénero en el Sector Público Nacional, ¿qué opinión tenés de esto?

 

Ese día, cuando me desperté, vi que Vanesa Cufré [Asesora en Género, Diversidad y Política Antidiscriminatoria de la Secretaría de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación] me había escrito a la madrugada para decirme “salió por decreto”. Llorábamos por mensaje con las travas. Estábamos todas emocionadas. Lo cierto también es que mi sensación es que siempre llega tarde, que todo llega tarde, que han muerto innecesariamente tantas, y tantas y tantas que un decreto así no hace más que llegar tarde. Y también estoy esperando que eso se implemente, esa es la verdad, constatar los resultados con mis propios ojos.

 

En 2014, Camila Sosa Villada brindó una charla TEDx, llamada Profunda humanidad, en la Ciudad de Córdoba. En un relato agudo y potente, volvió a recorrer las rondas nocturnas en el Parque Sarmiento, ubicado en la misma ciudad. Interpelando a su público, con la mirada fija en el auditorio, preguntó, “¿Pensaron alguna vez que la poesía podía tener una forma tan concreta?”

 

¿En qué momento empezaste a ver que la poesía podía tener una forma tan concreta?

 

Desde siempre. De verla a mi madre lavando ropa en su galería al sol, porque eran bajísimas las temperaturas en invierno y había que lavar a la siesta  y sin agua caliente. De verlo a mi padre haciendo su pan todas las madrugadas para salir a venderlo. También los muros de piedra que significaban esas montañas de Traslasierra para mí e imaginar todo lo que había detrás y todo lo que se quedaba de ese lado. El hecho de vivir en distintos pueblos y luego en el monte, a mí me puso en contacto con algunas cosas que son un privilegio. Yo tenía de mascota una nutria que había caído por accidente en una trampa que mi padre ponía para que los zorros o los gatos del monte no nos comieran las gallinas, entonces yo estuve en contacto con la poesía desde muy chica.

La autora de Las malas, nacida en La Falda, Córdoba, vivió en distintos lugares de la provincia, entre otros, en Mina Clavero, centro turístico del Valle de Traslasierra. En cada oración hay poesía. Cada recuerdo es un verso. Camila Sosa Villada responde haciendo belleza.