«La tierra es de quien la trabaja»

«La tierra es de quien la trabaja»

Debajo de un sol abrasador, la UTT organizó un feriazo para reclamar que se trate el proyecto de ley presentado hace un año.

Por Camila González

Fotografías: Sabrina Nicotra

—¿Probaron el kale? ¿Quién come kale? —preguntó Narda Lepes, y agarró un ramo de kale de la mesada, donde había morrón rojo, verde y amarillo, nabo, remolacha, lechuga, acelga, rabanito, entre otras tantas verduras. Y lo desarmó,mientras le preguntaba a Magalí — ¿Cuánto tardás en cosechar el kale?

—Sembrás en primavera o en otoño, y la cosecha dura de uno a tres meses —le respondió Magalí, que es trabajadora de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT). 

Narda armó con su mano el ramo y lo levantó para que todos lo vieran, la gente que pasaba y se unía al taller y los trabajadores de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). 

—Esto no crece así, como la acelga, por ejemplo. Crece hoja por hoja en espiral. Después se va sacando una por una cada hoja, se juntan todas y se atan —explicó. 

—Lo primero que hacés es agarrarlo de las hojas dejando el tallo del lado de afuera, y tirás. Es como si fuese una lechuga de la prehistoria. Es dura, amarga. Y la hoja es opaca, rugosa, porque tiene una protección. Entonces, cuando la hacés cruda, le ponés un poquito de sal y la amasás. Eso hace que se le vaya un poco esa seda que tiene. 

En una sartén con manteca al fuego puso las hojas de kale cortadas en trozos pequeños, las cocinó y las sirvió en un bowl. Los niños y las niñas con la gorra de la UTT se acercaron a probarlas y pasaron el bowl entre la gente. 

El taller de la reconocida cocinera es una de las cinco actividades que reunió el segundo día de acampe de la UTT frente al Congreso. Una vez más reclaman por la Ley de Acceso a la Tierra y por una alimentación sana, segura y soberana. 

Una larga jornada que arrancó a las 10 de la mañana, con el “panazo” de la cooperativa Proyecto Justo y la feria de frutas y verduras agroecológicas y productos envasados —harinas, yerba, semillas, arroz y miel—. Y siguió con charlas sobre la ley y la agroecología, un debate sobre el cultivo de cannabis y unl festival cultural montado sobre la avenida Entre Ríos. 

Narda Lepes dio un taller y enseñó a cocinar con kale.

A las 10.30, cuando el calor empezaba a sentirse, llegó un camión que paró en el último gazebo, cercano a  Hipólito Yrigoyen. Con la cumbia del Grupo Sombras que ambientaba el clima de lucha, los trabajadores y las trabajadoras de la UTT se organizaron en hileras y empezaron a bajar los cajones con lechuga, acelga, perejil, puerro, repollo, zapallitos y brócoli, que apilaron bajo  la luz abrasadora del sol, porque ya no quedaba más lugar en las carpas. 

Quince minutos después, llegó otra carga, esta vez de una Traffic blanca. 

—¿No hay nadie, che? ¡A descargar, vamos, dale! —gritó desde la camioneta una mujer de la UTT entre 20 bolsas de red de cebollas. Los mismos trabajadores y trabajadoras se acercaron en fila y empezaron a bajar cargados en sus hombros las bolsas y cajones con limones y naranjas  que se iban montando en la vereda como una pared.

Hace un año que el proyecto de ley por una producción alimentaria sustentable y soberana fue presentado por tercera vez, el 22 de octubre de 2020, y hace cinco que pequeños productores y productoras de la UTT reclaman su tratamiento, después de llevar el proyecto al Congreso en 2016 y 2018. 

“Para nosotros es importante visibilizar nuestras luchas sobre el acceso a la tierra, el acceso al agua y a las semillas libres, para producir alimentos sanos y poder comercializarlos a precios justos”, explica Maritza Puma, productora agroecológica de alimentos. “Queremos ofrecerle al pueblo alimentos accesibles, y por eso queremos mostrar que las luchas no solo son nuestras, quienes vivimos y trabajamos en el campo, sino que de ellas depende la alimentación del pueblo”, cuenta a ANCCOM la referente de la UTT.  

Cerca de las 11, una voz cortó con la música festiva. “Un aplauso para este segundo día de acampe, para los compañeros y compañeras que trajeron su verdura y la descargaron en esta acción de lucha”, se escuchó desde los parlantes la voz del secretario de Comercialización de la UTT, Juan Pablo Della Villa. 

—¡Necesitamos  más mercados para que las vecinas y los vecinos puedan acceder a alimentos sanos y de calidad, y que la alimentación sea un derecho! Ya se largó el feriazo en este día de mucho calor y mucho sol, así que tranquilas y tranquilos van a ir pasando —se escuchó entre aplausos.

El acceso a la tierra desde la cima del volcán

El acceso a la tierra desde la cima del volcán

Son las nueve de la mañana y el Mercado Central de Buenos Aires está tranquilo. Es la calma que aparece luego de la tormenta. Quedan pocos camiones y la mayoría son autos particulares que se someten a un tráfico casi anárquico.  El lugar tiene una superficie doce veces más grande que la del Vaticano. Sindicatos, bancos, concesionarias de autos y camiones, estaciones de servicio, un centro médico ambulatorio, las infaltables paradas de colectivos, un vivero, ferreterías, casas de repuestos para vehículos (más grandes que las de Warnes), autoservicios mayoristas y minoristas. Es una metrópoli dentro de otra donde, según la página oficial del Mercado Central, diez mil personas interactúan a diario.  La oficina queda en el quinto piso, es un lugar lúgubre y marrón en un edificio con arquitectura ochentosa. Pero, al entrar a la oficina la imagen es distinta. Lo primero que se siente es un olor a hierba que proviene de una huerta plantada en un cajón de verduras al lado de la ventana. Hay una gran mesa ovalada en el medio de la habitación, dos mates, dos termos, dos materas. El palo santo está apagado al lado de la notebook del presidente. En una esquina hay carteles de la Unión de los Trabajadores de la Tierra (UTT, organización de la cual es el coordinador nacional) reclamando por la Ley de Acceso a la Tierra y al lado, un mástil con la bandera Wiphala. Nahuel Levaggi no viste formal, lleva puesto un buzo azul, una bombacha de campo, zapatillas de trekking y, al parecer, no está cómodo con las fotos. Es evidente que su campo de acción es otro, es la tierra, pero acepta con amabilidad el pedido de fotografiarlo. 

A la hora de las preguntas, la primera corresponde a cuál es la manera para hacer accesible la canasta básica de frutas y verduras para toda la sociedad: “Los precios de las frutas y las verduras son por oferta y demanda. A diferencia de otras cadenas donde podés acordar, en el sector de la producción y comercialización minorista y mayorista de las frutas y verduras es muy difícil intervenir con una política de precios porque es un sector muy atomizado. Para eso, nosotros proponemos un impacto en toda la cadena, en el precio de producción, en la comercialización y recién ahí, acordar un precio final. Desde el Mercado Central hacemos semanalmente un acuerdo de precios estable, un acuerdo que pertenece al Compromiso Social de Abastecimiento”, establece Levaggi. Acorde a la página oficial del MC, es un programa que surgió en marzo del 2021 con el objetivo de dar respuesta al contexto de crisis económica y sanitaria. Consiste en un acuerdo semanal de precios mayoristas y minoristas de frutas, verduras y huevos, ofreciendo un valor de referencia razonable y accesible tanto para comerciantes como para consumidores.  Además, Levaggi agrega la importancia de descalzar del dólar a la producción de alimentos ya que su precio depende de insumos y tierra valorizados en dólares. 

Levaggi resalta la importancia del cultivo urbano local: “La banana no la vas a poder producir en el sur y la papa no la vas a poder producir en otras regiones, pero hay cierta fruta y verdura que sÍ podés impulsar una producción local para que tenga menos kilómetros de transporte. Hay ciertas regionalidades que no podés cambiar, porque tienen que ver con condiciones climáticas, pero hay otras que sí, sobre todo la hoja”. Acorde a la recomendación de la Organización Mundial de la Salud y de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) es necesario el consumo de al menos 400 gramos diarios de frutas y verduras. Nosotros no llegamos ni a la mitad de gramos diarios recomendados por día, de los cuales la mayoría es papa”,  lamenta Levaggi.

La educación del consumidor, al parecer, es también un eje importante a la hora del abastecimiento de alimentos: Cuando alguna fruta o verdura está cara también hay otra barata y eso tiene que ver con una educación del consumo que también hay que laburar. De pronto dicen ‘¡Ah, la frutilla esta cara!’. Sí, pero dentro de unos meses va a estar barata. La solución es no comprarla, hay cientos de productos frutihortícolas para consumir y siempre hay alguno que está en precio por la cuestión de la estacionalidad”, aclara el presidente del Mercado Central. 

Sumado a la intervención en toda la cadena de producción de alimentos, Levaggi tiene como objetivo fomentar el modelo agroecológico desde su posición como referente: “El agronegocio se combate mostrando la realidad. Nosotros desde la UTT venimos multiplicando las hectáreas de agroecología y eso es porque los compañeros ven que sirve y que incluso ganan más plata. Incluso el precio se mantiene porque se descalza del dólar, a diferencia de los productos orgánicos que terminan siendo más caros porque se compran bioinsumos hechos por las mismas empresas dolarizadas de los agroquímicos. Los cientos y cientos de hectáreas que tenemos en la UTT de producción agroecológica demuestran que el modelo es posible, no es solo una idea, es nuestra práctica cotidiana.”. 

Los objetivos de la nueva dirección del Mercado Central parecen ser optimistas pero, este espacio ha sido participe, durante años, de episodios muy marcados por la corrupción, a lo que Levaggi agrega: El Mercado Central es una ciudad comercial que tiene 36 años con una comunidad muy cerrada y que durante muchos años ha tenido lógicas de gobernanza e intercambio que no comparto. Hay una práctica muy instalada de defender los negocios propios y cuando llegamos hubo un sector que quería ocupar partes de gestión para desarrollar su corrupción como venían haciendolo antes. De hecho, hay una denuncia en la Fiscalía con respecto a eso”. Según el presidente, es ese mismo sector el que periódicamente realiza acciones para manifestar su descontento. El ejemplo más cercano fue un bloqueo en la puerta del Mercado, con amenazas de cortar la autopista, realizada el 22 de septiembre, apenitas terminado el “verdurazo». Pero a Levaggi las presiones no parecen asustarle, tiene metas y principios claros que manifestó desde el comienzo de su conducción en el MC y que viene militando hace años en la UTT como coordinador nacional: Nosotros vinimos a transformar y a continuar nuestro laburo que venimos haciendo en la UTT por una alimentación sana, segura y soberana. Y en el medio de eso, a gestionar un espacio desde la racionalidad, la legalidad y la legitimidad para ponerlo en función del pueblo y eso significa hacer las cosas bien.”

 

«Verdura va»

«Verdura va»

El acampe es frente al Congreso. Dos días de actividades  por la Ley de Acceso a la Tierra, llevado a cabo por  la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) junto a otras organizaciones que apoyan el reclamo. El verdurazo está en el centro y es una de las acciones más sorprendentes para los vecinos. 

A las 12 del mediodía, en la Plaza del Congreso se podían encontrar los distintos puestos de la feria que se había montado, la mayoría con banderas wiphala, y carteles que reclamaban «Por una política agropecuaria que alimente’’ o “Ley de Acceso a la Tierra”, enarboladas por las organizaciones que habían ido a vender sus productos alimenticios como quesos, leches, yerbas y bandejas de comida a precios populares y que se iban a mantener durante toda la jornada.

A esa hora la llegada de un camión dio lugar a que dos chicas rompieran el silencio al grito de azo, azo, se viene el verdurazo”. Y ahí nomás, dos trabajadores empezaron a bajar los primeros cajones y comenzó la repartija de verduras a la cuadra y media de personas que habían armado una fila en no más de 10 minutos. Primero un trabajador  llenaba las bolsas de las señoras mientras gritaba los nombres de las verduras, y del otro lado del camión se repetía la misma situación. 

Los productores de la UTT obsequiaron 5.000 kilos de verduras.

Media hora después, se hizo un pase de manos entre diez trabajadores de la UTT al grito de «verdura va» para bajar del camión los más de 5.000 kilos de verdura que habían traído y armar altas columnas de cajones en círculo para facilitar la distribución. Mientras tanto, en los parlantes comenzaba a sonar música folclórica que fue recibida con aplausos por las trabajadoras, vestidas con remeras que ostentaban el lema: Ni una menos, ni una más sin acceso a la tierra”. 

Precisamente, el proyecto de ley tiene como finalidad el acceso a créditos blandos para dejar de alquilar las tierras en las que se producen alimentos y poder obtener una vivienda digna.  

Los cajones no paraban de apilarse delante de un tractor verde en el que estaban apoyados decenas de ramos de flores, cuando una trabajadora decidió tomar el micrófono para anunciarles a las familias que esperaban con sus bolsas y changuitos que toda la verdura se iba a donar. Pidió que mantuvieran la fila,  explicó el motivo por el cual se realizaba el acampe, y agradeció que acompañaran en el reclamo. Cuando por fin se terminaron de bajar los cajones, empezaron a aplaudir, mientras se sumaban más trabajadores para ayudar a llenar las bolsas de albahaca, perejil, puerro, rúcula, coliflor y otros alimentos agroecológicos. 

Al rato, los trabajadores comenzaron a cocinar en una olla gigante al grito de ¡Diputados, diputados / no se lo decimos más / ley de acceso a la tierra / y vivienda digna ya!”.

«Los pequeños productores somos responsables del 65% de los alimentos que se consumen en el país», dicen en la UTT.

Somos pequeños productores -explicó a ANCCOM Zulma Molloja, pequeña productora de la UTT-, no terratenientes, producimos más del 65 por ciento de los alimentos. Trabajamos en duras condiciones, en el frío, la lluvia y el barro. Nuestras viviendas son casillas precarias en las que vivimos muy mal, por lo cual suele haber incendios. Tenemos compañeros fallecidos, y dos nenas que murieron calcinadas. No solo estamos garantizando alimentos a precios justos, sino también agroecológicos. Somos más de 20 mil familias organizadas demostrando que es posible y, sin embargo, no hay ni una sola política pública que no sea de la boca para afuera. El proyecto se presenta año tras año y se lo deja de lado.”  

 En los parlantes, otra vez, se escuchaba la voz de una mujer que sostenía que  “bajar el precio de los alimentos es igual a acceso a la tierra” yalimentos a precios justos y sanos es con acceso a la tierra agroecología y cooperativismo”. También comentaba las actividades programadas durante los dos días de acampe: baile; un taller a cargo del área de alimentación de la Red de Comedores; una charla sobre trigo transgénico. Un florazo por la llegada de la primavera, otro verdurazo; una radio abierta; otro taller a cargo de Alimentación y de la red de Comedores. Y como cierre, un festival de música con Eruca Sativa, Susy Shock y Sudor Marica entre otros artistas.

Una hora después de empezado el reparto de verduras, ya no quedaban filas, solo algunas personas que intentaban agarrar verduras al paso, como podían, entre sus manos. Algunos pasaban por un supermercado y compraban bolsas. Una vecina, rápida, bajó de su casa con todas las bolsas que tenía a mano y las ofrecía a precios módicos para quienes evaluaban los beneficios posteriores. No faltó la familia que, a falta de bolsas, usó el cochecito de sus dos bebés como changuito.

El acampe sigue al día siguiente, con flores, el festival y el renovado reclamo de la ley de acceso a la tierra, por un modelo sustentable y la soberanía alimentaria del país. Una manera de asegurarle al pueblo la canasta básica.

El valor de lo popular

El valor de lo popular

“Los trabajadores tenemos que empezar a disputar no la distribución del ingreso, sino la creación”, expresa Miguela Varela, integrante de la Red Alimentos Cooperativos. Frente a formas de trabajar, producir y comercializar que priorizan intereses de actores económicos concentrados, se erige una alternativa que ha ido adquiriendo relevancia y propugna un modelo cuyo signo distintivo es la búsqueda de equidad para quienes participan de él.

La economía social y popular tiende un puente entre el fruto del trabajo de innumerables familias y la población a partir de lógicas de producción y consumo innovadoras. En ese marco, se encuentra la salida ofrecida por diferentes organizaciones que aglomeran a pequeños productores, campesinos, cooperativas y empresas recuperadas, que enfrentan dificultades a la hora de ubicar sus alimentos y artículos en los mercados tradicionales.

Una de las propuestas inscriptas en esta línea es AlmaCoop, comercializadora que brinda un canal de distribución a productos de cooperativas, empresas recuperadas, pequeños productores familiares y de la economía popular. Este almacén, que funciona como plataforma de compras comunitarias, cuenta con 14 puntos de entrega activos en la Ciudad de Buenos Aires, y un servicio de envíos a domicilio iniciado con la pandemia. Según Carla Mancuso, la función de AlmaCoop es “ser un intermediario directo entre el productor y quien consume”, apoyándose en un aún exiguo pero incipiente cambio de paradigma. “Notamos un crecimiento de la concientización y la búsqueda por hacerse de productos más armoniosos con el ambiente, productos agroecológicos y orgánicos”, afirma.

Vanesa Acosta, encargada del sector de finanzas, vislumbra en el hincapié que hace AlmaCoop en la comercialización de productos sustentables el reflejo del objetivo fundamental de reemplazar los productos adquiridos en las grandes cadenas de supermercados por aquellos elaborados en el marco de la economía social. Al respecto, asegura: “Decidir dónde hacer la compra de alimentos y el consumo en general es un acto político. La batalla no es solo en términos de escala, sino también una toma de conciencia colectiva”.

También se encuadra dentro de esta economía Alimentos Cooperativos , red de organizaciones abocada a la producción, comercialización y consumo de alimentos de la agricultura familiar y de otras cooperativas. Su presencia en diversas provincias se suma a la tienda virtual y los tres locales de comercio minorista en la Capital Federal. “La idea es generar una cadena de valor propia en el marco de la cadena agroalimentaria argentina, en la que todos sus eslabones estén en manos de quienes trabajamos y no de las grandes empresas”, cuenta Miguela Varela. La vía del cooperativismo choca con los parámetros hegemónicos, alineados a los valores del sistema capitalista. Frente a un modelo “completamente especulativo, enfocado en las ganancias y la acumulación de capital”, se abre un camino que tiene que ver con “poner al ser humano, y el cuidado del medioambiente y la biodiversidad, en el centro”.

Varela divide los objetivos de Alimentos Cooperativos en tres ejes de acción. El primero, vinculado a la calidad de la agricultura familiar, se orienta hacia la producción agroecológica y el rechazo al uso masivo de agrotóxicos. El segundo eje es el de los precios justos “para los que consumen, pero también para los productores y para quienes trabajamos en la comercialización”. Lejos de ser especulativos y mirar de reojo al mercado internacional o a otras marcas, implica partir de los costos reales que afrontan los trabajadores, necesarios para sostener la estructura. Por último, la cuestión de hacia donde vuelve lo que el consumidor paga: el excedente “no es plata que se fuga o que va a la compra de bienes financieros”, sino que fortalece el desarrollo local y “se transforma en más trabajo y mejor producción”.

Entre las 150 cooperativas que integran la red de Alimentos Cooperativos se encuentra COTRAAVI, centrada en la labor de contratistas de viñas y frutales en Mendoza. La meta, como marca su presidenta, Gabriela Olea, es “poder dar valor agregado al trabajo que realizan, porque la venta de la uva no alcanza para que viva el contratista y su familia”. En efecto, el convenio por el cual trabajan les permite obtener solo entre el 15 y el 18 por ciento de la producción para su beneficio. La generación de valor agregado es representada principalmente por el “sueño” de estos trabajadores de tener un vino propio: “Nosotros tenemos el vino Del Contratista, que salió en junio de 2020, y para ellos es un logro por el que hace años se viene luchando y hoy hemos podido alcanzar”, afirma Olea.

Una organización gremial como lo es la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), presente en 16 provincias, también orienta su acción hacia una línea similar de cambio de la matriz productiva. Daniela Carrizo, miembro de UTT, expone una serie de metas que incluyen el acceso a la tierra, la agroecología, y la oposición a un modelo “opresor, extractivista, del agronegocio que pone a la familia que produce en una situación de dependencia”. Es una lógica que abarca tanto la producción como la comercialización de alimentos: “Podes cambiar la forma de producir, pero para un mercado que sigue siendo el mismo. Necesitamos un lugar en donde vender ese producto agroecológico, por eso hay que pensar en un cambio estructural”.

Una suerte de estrategia para que más productores modifiquen sus prácticas en pos de la sustentabilidad involucra como primer paso “comercializar directo a través de asambleas de precios, donde los compañeros puedan decidir qué van a vender y cómo”, explica Carrizo. Juegan un rol para ello los cinco almacenes propios, además de la Red de Almacenes Soberanos inaugurada el último 9 de julio en Banfield. “Cada vez que alguien entra a un almacén de UTT se está llevando el trabajo y la organización de un montón de compañeros, cooperativas y fábricas recuperadas”, agrega Carrizo. La segunda medida es interpelar a la gente, para comentarle que aquello que están comprando se produce de forma diferente, bajo criterios beneficiosos para el medioambiente y los trabajadores.

La disputa discursiva por el sentido de las prácticas llevadas adelante desde la economía social y popular constituye una herramienta clave para la expansión de este modelo alternativo. Vanesa Acosta ve en la entrega presencial de productos en los nodos de AlmaCoop la posibilidad de “discutir y debatir sobre las formas de consumo y de dónde vienen los productos” con el público. Su compañera, Carla Mancuso, reconoce en esta misma línea que “es una definición política a quién se le compra y a quién no”. Por su parte, Daniela Carrizo sostiene que “generar otra cultura de consumo” y “saber en dónde se pone la plata” puede favorecer la proliferación de una economía más solidaria y sustentable. “Muchos factores hicieron que como sociedad nos cuestionemos qué consumimos, qué impacto tiene y a qué estamos contribuyendo”, añade la integrante de UTT.

Un actor central, interpelado directamente por las luchas de las organizaciones, es el Estado. “La mirada del Gobierno está en las grandes corporaciones, y nosotros al ser más pequeños muchas veces hemos sido ignorados”, declara Gabriela Olea, de COTRAAVI. El desinterés resulta en la imposibilidad de obtener beneficios, tales como créditos. Un ejemplo es el proyecto de Ley de Acceso a la Tierra, promovida por UTT y trabada en el Congreso, que promueve la implementación de un sistema de préstamos accesibles para que los agricultores familiares puedan tener sus propios terrenos. “Si no hay una política activa para que las cosas cambien y se replique en forma masiva, va a depender siempre del que quiere y puede cambiar”, explica Carrizo. Pero esta falta de intervención puede también generar confusión sobre lo que el cooperativismo puede conseguir por sí solo, tal como aclara Miguela Varela: “Circula la mirada de que desde la economía popular se puede combatir la inflación. Esto no es posible únicamente desde este sector, debe ir acompañado de muchos otros factores”. Los precios justos no siempre coinciden con los más baratos del mercado y, según Varela, “el fenómeno de la inflación es estructural en la Argentina, tiene determinantes mucho más complejos, no todos locales”.

El papel desempeñado por las cooperativas es vital para la supervivencia de pequeños productores a lo largo y ancho del país, y la forma en la que mejor pueden cumplir sus objetivos es actuando en conjunto. “Es necesario fomentar el asociativismo con las comercializadoras para generar espacios de discusión política que puedan reclamar y tensionar con el Estado”, sostiene Carla Mancuso, de AlmaCoop. Gabriela Olea, presidenta de COTRAAVI, nota que “el trabajo en equipo divide el esfuerzo y multiplica el efecto” y, por ende, solo un accionar mancomunado puede lograr que las familias reciban, a través de las cooperativas, la justicia social que merecen. Para Miguela Varela, de Alimentos Cooperativos, una economía en manos de la gente con otra forma de producir y consumir supone también otra forma de vinculación entre actores: “Hay que tratar de generar vínculos de reciprocidad, tejer alianzas más profundas. Nadie sale adelante solo, y las cooperativas ofrecen una salida colectiva, la de la autogestión solidaria”. Lejos de sumarse a la idea del emprendedor individual, plantea la necesidad de organizaciones “más horizontales y democráticas, que trabajen en red con todo tipo de actores”.

Una economía con otros parámetros, interlocutores y fines. Un modelo que, como plantea Daniela Carrizo, busca “que la cooperativa venda, que el trabajador reciba lo que corresponde, y que el vecino pueda comer productos de calidad”. La importancia que reviste este sistema, marginado por actores políticos y económicos, es reflejada tanto por las causas que defiende como por la cantidad de personas a las que alcanza. “Da beneficios a familias y pequeños productores que por muchos años fueron el último eslabón de la cadena”, comenta al respecto Gabriela Olea. La alternativa, esbozada a nivel discursivo y ratificada en el acto de consumo agroecológico, está lejos aún de tomar la delantera en la contienda. Pero la forma de abonar el terreno para que un cambio real sea factible existe ya en la sociedad civil, tal como expresa Vanesa Acosta: “Necesitamos discusiones en torno a otro modelo económico, y estas cooperativas son ejemplo de que eso es posible”.