«Retratar el horror siempre es muy difícil»

«Retratar el horror siempre es muy difícil»

La muestra Destino final expone 20 años de trabajo del documentalista y fotógrafo Giancarlo Ceraudo sobre la dictadura argentina y sus vuelos de la muerte.

El fotógrafo italiano Giancarlo Ceraudo dedicó dos décadas de su vida a documentar en su proyecto Destino final los horrores de la última dictadura militar argentina. La muestra, de fuerte impacto visual, se exhibe en el Centro Cultural Kirchner (CCK) con el objetivo de impulsar una “memoria activa” sobre lo acontecido.

Los aviones son el símbolo de los vuelos de la muerte, sus fotografías son el eje central de la exposición. En total fueron halladas cinco naves utilizadas con fines de exterminio. Dos de ellas se encontraban en las ciudades de Buenos Aires y Bahía Blanca, y las otras tres en Inglaterra y Estados Unidos. Ceraudo enfatiza que sus imágenes no solo abordan la cuestión de los vuelos, sino que estos son un engranaje fundamental para retratar el terrorismo de Estado.

La trayectoria de Ceraudo incluye la documentación de diferentes acontecimientos ocurridos en Latinoamérica y reconoce que al llegar a la Argentina rememoró momentos de su niñez. “Mi papá tenía un amigo piloto en un aeropuerto municipal de Roma. Me llevaba a ver los aviones y sobrevolar la ciudad, lo cual para mí era un sueño. Esas experiencias formaron parte de la decisión de lo que quería hacer en la vida”.

Siempre se sintió atraído por investigar sobre el nazismo, los campos de concentración e incluso las biografías de los genocidas. Mientras estudiaba Antropología en la universidad, despertó su pasión por conocer la historia de América latina. “A partir de eso me enteré de las dictaduras en el continente. La película Garage olimpo, dirigida por Marco Bechis, marcó un punto de inflexión en mi vida, ya que pude construir una visualización de lo que realmente había sucedido durante esa etapa. Me empecé a preguntar: ¿dónde están los aviones de los vuelos de la muerte? Fue en esa pregunta en donde encontré un hueco en el que residía un vacío”.

Ceraudo se desempeñó como reportero gráfico durante el estallido de la crisis del 2001. Luego decidió quedarse en el país para indagar más profundamente sobre la dictadura, por entonces “una herida abierta” debido a la vigencia de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que serían derogadas en 2003. “Allí me di cuenta que todavía ese período histórico estaba muy vivo y presente y que había mucho para contar”. Ceraudo se involucró con testigos, sobrevivientes y diversas fuentes, lo cual lo hizo desarrollar una empatía y un conocimiento a fondo del tema.

“Llegué a Miriam Lewin (periodista y sobreviviente de la ESMA) a través de un periodista norteamericano. Era una fuente importante para continuar con mi investigación ya que ella había vivido en carne propia los horrores de la dictadura”. Lewin fue central en el proyecto fotográfico. Ceraudo acudió a ella con el mismo interrogante sobre los aviones. “Cuándo le propuse buscar objetos que retrataran el período dictatorial ella se dio cuenta que con esa historia podría volver sobre su propia historia. Aquel fue el lugar que encontró para volver sobre su experiencia misma como periodista”. La colaboración de Lewin le permitió a Ceraudo emprender la búsqueda de los aviones, a partir de lo cual construyó un proyecto fotográfico de varios años que circunscribe desde la primera hasta la última fotografía realizada. Y enfatiza: “No se mantiene una atención narrativa constante por 20 años, sino que hay un punto en el que esto se convierte en parte de tu vida”.

“Para un fotógrafo –agrega–, retratar la memoria no es fácil, e incluso llega a ser frustrante, porque nuestro trabajo es muy dinámico. Retratamos la realidad en una marcha, en una crisis, en una guerra. Por otro lado, tenés un tiempo más extenso para reflexionar y crecer. Es un trabajo en el tiempo, a largo plazo”. El proyecto se asienta en un lugar sin tiempo, en donde todo se entablaba a partir de los recuerdos los cuales tienen un cierto grado de abstracción, por lo que el uso del blanco y negro en las fotografías juega un papel determinante.

 

“Reivindico la fotografía. La estética es un valor fundante para expresarse y llegar al público. En el arte se genera el contacto entre la belleza y lo humano. Las fotografías expuestas poseen una poderosa fuerza visual y estética. Gracias a la curadora Arianna Rinaldo y la coordinadora Florencia Guzzetti se pudo armar un relato que coincidiera con el trabajo hecho. Considero que ver desplegado veinte años de fotografías es muy fuerte estéticamente. Retratar el horror siempre es muy difícil. Se lo debe tratar con cierta atención, ética y también con estética”.

Recalca la importancia de que las generaciones más jóvenes tengan acceso a la historia, lo cual suele ser lo más difícil de narrar. Mostrar el patrimonio del país más allá de ser un objetivo se convierte en una necesidad. Como documentalista, Ceraudo acentúa la importancia de pensar, reflexionar y ver. “La memoria es parte del presente, es la base para ver hacia el futuro. Me llama la atención cuando se refieren a la memoria como algo anticuado, en especial en un país tan joven como Argentina en donde se distancia de hechos tan pesados e influyentes por un par de años a la actualidad. Quien dice eso es porque no le conviene que la gente reflexione sobre hechos pasados”.

 

La muestra Destino final puede visitarse hasta el 2 de julio, de miércoles a domingos, de 14 a 20, en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151, Capital Federal).

«Somos todos Mugica»

«Somos todos Mugica»

El cura asesinado por la Triple A fue homenajeado en Mataderos al cumplirse 49 años de su muerte. El padre Paco Olveira y su amigo Ricardo Capelli -sobreviviente del atentado-, estuvieron presentes.

La Comisión Permanente de Homenaje al Padre Carlos Mugica junto a los Curas en Opción por los pobres y Curas Villeros realizaron ayer un acto conmemorativo a 49 años del asesinato del religioso, en la plaza Salaberry de Mataderos. Los vecinos, militantes y amigos le dedicaron algunas palabras en su memoria, reclamaron justicia y destacaron su compromiso de lucha por una sociedad justa e igualitaria.

Carlos Mugica fue un sacerdote, pastor, militante y luchador. El 11 de mayo de 1974 la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), en pleno gobierno de Juan Domingo Perón, lo asesinó luego de que celebrara misa en la Parroquia San Francisco Solano, de aquel barrio porteño.

El acto conmemorativo estuvo dividido en dos partes; comenzó pasada las 18, en la Plaza Salaberry, con oradores, la proyección de un documental y una posterior marcha de antorchas hacia la Parroquia San Francisco Solano, que culminaría con una misa especial celebrada por integrantes del grupo Curas Villeros.

Lorena Crespo y Alberto Espiño, militantes de la Comuna 9 y parte de la Comisión de Homenaje del Padre, resaltaron: “Estamos recordándolo no para la nostalgia sino para la obra, que su ejemplo de amor, compromiso y bondad sea lo que nos guíe en la lucha cotidiana”.

También destacaron la importancia de estar reunidos como cada 11 de mayo, por el “compañero, prójimo y amigo Padre Mugica” e invitaron a todas las organizaciones presentes a dejar sus adhesiones después de la proyección del video que mostraba momentos de su militancia.

Luego, pasó al frente para tomar la palabra y leer un poema popular del Padre Carlos, el actor y militante Raúl Rizzo: “Señor, quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos, quiero estar con ellos a la hora de la luz”, leyó en las líneas finales de la oración entre aplausos.

Amigo y compañero de militancia y testigo de su muerte, Ricardo Capelli también recordó, frente a todos, el día del asesinato y la bondad de su amigo: “Carlos era un tipo inmenso, desinteresado de todo lo que sea poder o cosas que lo pudieran beneficiarlo solo a él, siempre pensaba en el otro. A mí me estaban dejando morir y el pidió que primero me salven a mí”.

Además, invitó a la militancia a que esté más activa este año de elecciones para recuperar esos votos que se perdieron. “Hay que salir a las calles, a militar, hay que tomar conciencia y compromiso y cada uno de nosotros tenemos que ser Mugica. Somos todos Mugica”, remarcó.

 

Compañeros militantes de la Comuna 9 también leyeron en conjunto unas palabras para compartir quién fue Mugica, su recuerdo y se animaron a pensar que estaría haciendo él en este momento de la historia. “Siguiendo sus ejemplos, imaginamos que estaría luchando por la liberación de nuestro pueblo, por salarios y jubilaciones dignos. También reclamaría por la urbanización de las villas y por la libertad de Milagro Sala y de todos los presos políticos”, aseguraron.

El integrante de Curas en Opción por los Pobres, Francisco Paco Olveira, fue el último orador del homenaje y retomó el poema de Mugica para hablar del índice de la pobreza: “Nosotros podemos hacer huelga, pero los pobres no pueden hacer huelga de hambre porque nadie hace huelga con su propia hambre. En la época de Carlos había un 7% de pobreza, hoy tenemos en nuestra patria un 40% de pobreza”.

Para concluir, pidió a la iglesia y al padre que le den fuerza para que sigan respondiendo a diario con amor y justicia.  “Que el año que viene cuando celebremos los 50 años, podamos estar diciendo que otra historia comenzó en nuestra patria”, dijo.

En la segunda parte de la jornada, a partir de las 20, y con la gente dispuesta con una vela en sus manos, comenzó la marcha hacia la Parroquia San Francisco Solano. Entre el público presente se destacó la presencia de la  cofundadora de Madres de Plaza de Mayo Nora Cortiñas.

Lorena Crespo definió a la misa como “especial, porque trasciende todas las fronteras religiosas”. La iglesia estaba colmada en toda capacidad y con un proyector se transmitió para quienes se quedaron afuera, que escuchaban atentos y con su vela encendida, que había repartido gente del Barrio Mugica (conocido popularmente como Villa 31 de Retiro). “Carlos siempre hablaba de ser luz, de querer estar con los pibes a la hora de la luz. Nos pareció una linda forma de representarlo a través de esta vela”, explicó el cura que ofició el inicio de la misa.

A su turno, otro de los sacerdotes celebrantes, Ignacio “Nacho” Bagattini, dijo: “Trajimos la cruz de la Capilla de Cristo Obrero para compartirla con ustedes, un arreglo floral y un relicario que tiene un pedacito del pantalón con sangre, que usaba ese día, cuándo lo asesinaron “.

Vecinas y vecinos  del Barrio Mugica, que es donde el sacerdote realizó buena parte de su trabajo pastoral y social, destacaron en todo momento la importancia de sentir la presencia de Carlos en la misa. Los curas agradecieron a los presentes, a Mugica “por guiarlos en su lucha” y reafirmaron su compromiso con la sociedad al decir: “Ahora, más que nunca, tenemos que estar junto al pueblo”. La misma frase que dijo el religioso cuando agonizaba en una camilla del Hospital Salaberry.

Una nueva audiencia en la megacausa Campo de Mayo

Una nueva audiencia en la megacausa Campo de Mayo

La investigación sobre la Megacausa Campo de Mayo se reanudó ayer de manera virtual con el relato de Julieta Pía Brochero, quien fue secuestrada en dos ocasiones junto a su madre siendo apenas una bebe. La búsqueda de su madre y el pedido de justicia por la muerte de su padre sigue vigente. 

La investigación se centra en los crímenes de lesa humanidad cometidos contra más de 323 víctimas entre 1976 y 1978 en el Centro Clandestino de detención y Exterminio Campo de Mayo. Entre ellos, se encuentra los desaparecidos de la Operación Ferroviarios y los trabajadores de Mercedes Benz, entre otras víctimas.

Julieta Pía Brochero comenzó su declaración con la historia de su padre, Miguel Ángel Brochero, militante en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Fue asesinado en enero de 1976 cuando tenía 22 años: “Fue acribillado a balazos hasta dejarlo prácticamente irreconocible”, contó. Su madre, Patricia Zaldarriaga, quedó  viuda con tan solo 18 años, estando embarazada de Julieta. Al poco tiempo de dar a luz, el 19 de mayo de 1976, ocurrió su primer secuestro.

Cuando Julieta tenía 19 días de vida, unos hombres vestidos de civil ingresaron al domicilio. Allí estaba su abuela materna, sus tíos, Pablo y Mauro Zaldarriaga, de 4 y 14 años, su abuelo Miguel Ángel Silva y ella junto a su madre. El grupo de operaciones saqueó el domicilio y se llevaron con ellos a Patricia, a Julieta y a Miguel.

El 30 de mayo de 1976 fueron liberados, en un auto que los dejo en el domicilio, agradeciéndole la “colaboración” a Miguel. Él apareció con sus ojos sin vendar, Patricia en cambio tenía vendas y claras marcas de tortura, como quemaduras de cigarrillo, heridas hechas por una picana y le faltaban las uñas. Unos hombres encapuchados llegaron a su domicilio a las pocas horas de haber vuelto. Luego de saquear lo que quedaba en la casa, como fotos y documentación, pintaron en todas las paredes con rojo la consigna “Operación Masacre”. Pasaron algunas horas siendo torturados hasta que se llevaron nuevamente a Patricia junto a su bebé a punta de pistola. Esta vez, su madre no regresó. 

Julieta no sabe exactamente qué ocurrió después del secuestro, pero gracias a testigos pudo reconstruir que vivió sus primeros tres años de vida en la casa de un médico pediatra, Alejandro Ameijeira, y su esposa, quienes no podían concebir hijos. Su abuela materna consiguió recuperar a Julieta, aunque ella nunca supo cómo. 

Volvió a la casa con su abuela quien la crio como su hija y le hizo creer que sus tíos eran en realidad sus hermanos “Mi vida a partir de los tres años fue cambiando varias veces -declaró ante el tribunal-. Por momentos, mi papá se había ido de viaje, luego en ese viaje había tenido un accidente, luego había muerto y finalmente había sido asesinado por el terrorismo de Estado, al igual que fue desaparecida mi mamá”. 

Julieta Pía Brochero llamó varias veces a la casa en la que creció hasta los tres años pero la insultaron.

Julieta vivió su infancia intentando saber qué había ocurrido con sus padres. Se contactó con Abuelas de Plaza de Mayo y otros Organismos de Derechos Humanos, pero cuando intentaba hablar con su abuela sobre lo que pasó, ella se negaba a responder: “Cada vez que quise indagar, mi abuela tenía fuertes episodios violentos, cada vez más y cada vez peores”. Por este motivo decidió irse de la casa a los trece años: “Las preguntas que podría haber hecho a los doce o trece, cuando todavía podía armar mi identidad, quedaron inconclusas porque tuve que irme y no volví nunca más”. 

Julita se distanció de su familia y no volvió a recuperar el contacto. Cuando creció intentó localizar al médico pediatra que se había apropiado de ella hasta que cumplió tres años. Supo que seguía viviendo en la misma casa y que tenía dos hijos junto a su esposa. “Llamé reiteradas veces, los hijos me insultaron y se negaron a hablar conmigo, yo simplemente llamaba para reconstruir esa parte de mi historia”. En varias ocasiones el médico le pidió que no llame más: “Me dijo que si yo estaba buscando algún tipo de justicia, no tenía nada que hacer llamando a su casa, que no molestara más a su familia, porque ellos no tenían nada que ver conmigo”.

Una de las personas que más datos aportó sobre su historia fue un amigo de su madre que la localizó en 2007. Para Julieta este contacto fue importante, pero también muy confuso: “Aseguraba que podía ser mi padre y eso para mí fue una cuestión emocional y psicológica terrible”. Julieta entendió que su palabra no era de fiar “no podía confirmar lo que él me relataba, era una persona mitómana”. 

Entre tantas mentiras y verdades, Julieta aún busca reconstruir su historia. Para concluir su declaración, dedicó unas palabras a su familia, a sus hijos, a sus padres y a su “compromiso con la lucha para todos los que tuvimos que pasar por este genocidio infame y esta época terrible”. Pidió que se haga justicia y advirtió: “A los genocidas, que caminaron y siguen caminando, ante todo sepan que a donde vayan los iremos a buscar”. Mientras decía esto, Julieta sostenía en las manos un poema que su madre escribió tras la muerte de su padre, en enero de 1976. Para finalizar su testimonio decidió leerlo:

Para perfumar la tierra
mi esposo amado murió en la guerra.
Este dolor tan profundo, esta amargura de hiel,
me chorrea por los ojos, porque han matado a Miguel.
Si su camino es de espuma y al pisarlo se deshace
que sea su compañera y desde el barro te abrace.
Y si fuese de tierra, que te conviertas en yuyo
y aunque te mate la guerra seguiré siendo amor tuyo.
Llevo un hijo en mis entrañas, que me besa por adentro,
que deje también lo vivo, que deje también lo muerto.
Te volcare en la playa, cuando mayo abra las puertas
la vida te está esperando, con las dos alas abiertas.

Patricia Zaldarriaga 

Desclasifican archivos de los Estados Unidos sobre la última dictadura

Desclasifican archivos de los Estados Unidos sobre la última dictadura

Se desclasificarán 49 mil páginas provenientes del al Archivo Nacional de los Estados Unidos, de los Departamentos de Estado, Justicia y Defensa, de la CIA, el FBI y de otras doce agencias de Inteligencia de ese país.

La desclasificación de archivos acerca de lo ocurrido durante la última dictadura cívico militar en la Argentina tendrá nuevos interpretantes. El proceso de reconstrucción de la verdad que han iniciado hace más de treinta y seis años los organismos de derechos humanos respecto al plan represivo que llevó adelante el Estado terrorista celebra la participación de diecinueve jóvenes voluntarios comprometidos con la memoria y la búsqueda de justicia.

Los practicantes tendrán como responsabilidad relevar y analizar los documentos oficiales enviados por Estados Unidos el pasado 12 de abril, que se corresponden a la cuarta y última tanda de este proyecto de desclasificación iniciado entre el Estado Argentino y Estado Unidos en 2002. Convocaron a la práctica Abuelas de Plaza de Mayo, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y Memoria Abierta, junto con el Centro de Investigación, Comunicación e Intervención Social Antonio Gramsci (CICOMIS), de la Facultad de Ciencias Sociales – UBA, y el traductorado de inglés del Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández”.

Los documentos suponen un material importante para la comprensión y comprobación de las complicidades y los modos de circulación de la información, así como la búsqueda de pruebas sobre la práctica genocida llevada adelante en Argentina entre 1976 y 1983. “El proyecto aportará a la conformación de una base de información procesada e interpretada, a partir de la lectura minuciosa y posterior traducción de dichos archivos sobre la dictadura”, detalla la convocatoria.

Por primera vez participarán jóvenes estudiantes en el trabajo de desclasificación.

Los seleccionados para realizar esta práctica son estudiantes de Ciencias de la Comunicación, Trabajo Social y Relaciones del trabajo de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y estudiantes del traductorado del Instituto de Enseñanza Superior Lenguas Vivas: Agustina Castro, Naiara Mailen Maicini, Virginia Pompo, Joaquín Eloy Bousoño, Andrea Ximena Ayestarán, Cecilia Veliz, Guadalupe González Antúnez, Florencia Sosa, Macarena Sandoval García, Lucero Castillo Novoa, Macarena Mina, Mariano Closs, Melina Giselle Santa Cruz, Paula Maureli, Rocío Salazar Cuello, Silvana Bouza y Sofía Maranesi. Serán además voluntarios, por fuera de estas instituciones, Candela Guerriri del traductorado de la Universidad del Salvador y María Laura Escobar del traductorado de la Universidad Nacional de La Plata.

Es la primera vez que se decide trabajar con jóvenes en la desclasificación, lo cual se funda en la importancia del traspaso generacional para la reafirmación del «nunca más». Los practicantes son hoy un puente para la reconstrucción de la Memoria, la Verdad y la Justicia.

En el acto de apertura realizado en la sede de Abuelas el jueves 29 de agosto último, dieron la bienvenida Abel Madariaga, secretario de Abuelas y padre de Francisco Madariaga, restituido en 2010; Verónica Torras, directora de Memoria Abierta, y Marcela Perelman, directora del Área de Investigación del CELS. “Me da orgullo que esto se haya reproducido tanto, por el compromiso que tienen por el país”, comenzó Madariaga, quien añadió luego que leer los documentos no es nada fácil y que en primera instancia puede resultar doloroso.

“Hay datos que solos pueden parecer insignificantes pero puestos en contexto, pueden significar mucho”, dijo. Villela.

Entre los telegramas, informes, memos y cables presidenciales que serán analizados y traducidos, los practicantes podrán encontrar testimonios en primera persona de las atrocidades cometidas por los genocidas, conversaciones transcritas entre la cúpula militar y el gobierno estadounidense e informes que dan cuenta de la complicidad en la trama de delitos entre Buenos Aires y Washington. Las 49 mil páginas (en inglés) pertenecen al Archivo Nacional de los Estados Unidos, a los Departamentos de Estado, Justicia y Defensa, a la CIA, al FBI y a otras doce agencias de Inteligencia de ese país.

La desclasificación de documentos oficiales ha sido un reclamo sostenido por los organismos de derechos humanos y se inscribe en la Ley de Acceso de Información de Estados Unidos que permite a otros Estados consultar y solicitar registros de estos organismos.

Estuvieron también presentes en el acto las autoridades de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, Diego de Charras, Larisa Kejval y Sebastián Comellini, del Centro de Investigación en Comunicación Antonio Gramsci, Alicia Entel, Gabriela Bustos y Ianina Lois; y del Instituto de Enseñanza Superior Lenguas Vivas Gabriela Minsky. Para todos ellos, la importancia de traducir los documentos y hacerlos accesibles para toda la población es fundamental para garantizar el derecho a la verdad y funcionan, además. como prueba en los juicios por delitos de lesa humanidad.

La desclasificación de los archivos ha sido un reclamo constante de los organismos de derechos humanos.

Carolina Villela, integrante del equipo jurídico de Abuelas de Plaza de Mayo introdujo a los practicantes en la tarea que deberán desarrollar y luego de repasar las instancias en las que se realizaron las primeras desclasificaciones, mencionó algunos ejemplos sobre la importancia de estos documentos. “Hay datos que solos pueden parecer insignificantes, pero deben estar atentos, porque puestos en contexto, pueden significar mucho”. Villela invitó al coordinador del área jurídica de Abuelas, Alan Iud, a contar en detalle el caso del memo que sirvió para prueba en el juicio Plan Sistemático de Apropiación de Menores, que en julio de 2012 condenó, entre otros, a Jorge Rafael Videla a 50 años de prisión y a Reynaldo Bignone a 15, que luego la Cámara confirmó en 25 años. 

El documento del que habló Iud es una comunicación del año 1982, entre el entonces embajador argentino Lucio Alberto García Solar y Elliott Abrams, alto funcionario de la Secretaría de Estado norteamericana, “lo que sería un vicecanciller acá en Argentina”, explicó a los estudiantes que deberán comenzar a familiarizarse con cargos y nombres de las instituciones estadounidenses.  En aquel memo, que desde Abuelas pidieron expresamente volver a desclasificar porque tenía tres párrafos borrados, se informa que los desaparecidos están muertos, pero sus hijos han sido entregados a otras familias para ser criados y que la decisión de Bignone era no revisar el tema. Ese documento fue crucial para probar que existió un plan y que sus responsables estaban en pleno conocimiento porque eran los ejecutores de las órdenes. Iud agregó que Abrams, incluso, fue llamado a declarar en el juicio y que ratificó los dichos en el memo, que él mismo había redactado, según testificó desde Washington, por video conferencia.

Información como esta, más o menos explícita, podrán encontrar los estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales y del Lenguas Vivas, quienes deberán ir completando e interpretando con la ayuda de las tutoras de los organismos de derechos humanos y los profesores y profesoras que se han sumado a esta iniciativa académica y de intervención, para la reconstrucción de la memoria colectiva de la Argentina.