Un evento quita mufa

Un evento quita mufa

El escritor y músico Luis Pescetti cerró el Festival de literatura infantil (FILBITA) con la lectura de cuentos elegidos por niños y niñas y sus tradicionales canciones. «En este contexto político-cultural, que existan estas iniciativas es poderosísimo», dijo el artista.

Pequeñas huellas de zapatitos en la Plaza República de Chile marcan el camino hacia el Centro Cultural Matta. La llovizna de hace unos minutos parece haber subido aún más el ánimo de algunos niños y niñas, que corren de un lado hacia otro imaginando nuevos mundos.

Adentro, miran ansiosos los libros, emocionándose cuando los personajes parecen salir de los cuentos, peleando con sus hermanos por quién es el primero en dar vuelta la página. Dejan registros de su paso en el Festival de Literatura Infantil con dibujitos en las paredes, que muestran orgullosos a sus padres. Los adultos, encantados, les toman fotos a sus hijos con la mini biblioteca de “El Gato Cascabel”, tratando de contener las impacientes manitos que quieren tocar los libros miniaturas.

Llega la hora de darle un cierre a la 14ª edición del FILBITA, el Festival de Literatura Infantil, por lo que las familias rápidamente se acoplan en el auditorio esperando ver al escritor y músico Luis Pescetti. Algunos niños y niñas con chupetes, otros más grandes, vistiendo disfraces de princesas, remeras de dibujitos animados o de equipos de fútbol, con zapatitos y vinchas de colores, stickers coloridos del Filbita pegados en su ropa, maquillaje artístico en sus cachetes, se sientan, se levantan, abrazan a sus padres, comen golosinas, lloran, se sientan, se levantan, se sientan. Una niña le da a una de las organizadoras un papelito, y vuelve a su lugar apresuradamente. Pescetti recibe esa carta, le sonríe cálidamente y saluda desde el escenario.

Las pequeñas manos no tardan en alzarse en el aire una vez que se pregunta: ¿quién quiere que le lea un libro? Facundo es el primero en ser elegido, se aproxima tímidamente al escenario, y toma asiento en la silla enfrentada al autor, quien le lee pausadamente, intercalando miradas con él y con el público. Los niños y niñas se acercan al frente del escenario, en una escucha atenta. Pescetti dice tener diez intentos para adivinar la edad de quien esté sentado junto a él. Carcajadas y aplausos resuenan en el ambiente cuando, finalmente, acierta de una vez. Algunos se animan a verlo fijamente, mostrarle sus propios cuentos y darle un abrazo.

“Amanda, ¿viste que el piso está más bajo que tus pies? ¡El piso está mal hecho!”, exclama el autor, sacando risas de adultos e infancias. Su tono de voz cambia cada vez que llega a una parte graciosa del relato, a ratos lee exageradamente lento, otras rápido, gesticulando de más y fingiendo sorpresa para hacerlos reír.

La tarde transcurre entre libros de otros escritores y escritoras, de los propios nenes y nenas, o de Pescetti, con historias sobre papas sabelotodos, comisarios transformándose en avestruces, vampiros, y personajes emblemáticos como el de Natacha, una serie de libros del propio autor. “Una vez me invitaron a una actividad en la Biblioteca Nacional y no se me ocurría qué hacer y estaba muy a mil. Y dije, bueno, que traigan libros y yo los leo. Y fue maravilloso, muy tierno, muy conmovedor”, expresa Pescetti, en diálogo con ANCCOM. “Lo que busco transmitir con mis cuentos, ahora más conscientemente que antes, es que quien lo lee se sienta normal, entender: lo que me pasa, le pasa a todos. Que no se sienta ni raro ni excluido sino, no normal en el sentido de normalizado, sino de no extraño. Cuando yo veía que los chicos en el grado hacían algo, y escribía un cuento, hacía una canción, tenía ese efecto, aunque yo no me lo proponía”, confiesa.

“Lará la lero, lará la lero”, “Echele leche al café para hacer café con leche. Para hacer leche con café, ¿qué hace falta que le eche?” Las familias repiten tratando de seguir con su voz, sus pulgares y sus manos, el juego rítmico. Los padres se miran cómplices entre la euforia de sus hijos, e inmortalizan los recuerdos a través de sus cámaras.

“Yo soy un niño caníbal y nadie me quiere a mi. No me quedan amiguitos porque ya me los comí”, cantan entusiasmados El Niño Caníbal, al compás del artista y de su guitarra criolla. Parecen saberse las letras de todas las canciones que Pescetti lanzó en los años 2000. “Se oían gritos” canta en el tema ¡Bua Ja Ja Já!, y ellos gritan con ímpetu. Los pequeños espectadores encuentran su propio ritmo, y siguen las melodías alegremente, cumpliendo con uno de los objetivos del Filbita: darles lugar a todos y todas para reproducir la melodía que les da felicidad; contar, cantar y acompañar vidas y emociones.

“Participar de este evento para mi es un quita mufa. Mufa es cuando uno está enojado, chinchudo. En este contexto político-cultural, que existan estas iniciativas casi individuales de gestión, son poderosísimas, muy necesarias, muy fuertes”, reflexiona el autor, en diálogo con ANCCOM. El festival se realizó del 8 al 10 de noviembre en el Centro Cultural Matta y la Plaza República de Chile, con el fin de celebrar la literatura, la música y las infancias. Contó con la presencia de cuatro autores extranjeros y más de cincuenta argentinos, y se organizaron actividades gratuitas para chicas y chicos de todas las edades, incluyendo presentaciones musicales, lecturas, talleres y clases.

Y vueltas y vueltas bajo tierra

Y vueltas y vueltas bajo tierra

Todos los días, decenas de artistas muestran su arte en las líneas del subterráneo porteño. ¿Cómo se organizan? ¿Cuánto ganan? ¿Cuántas horas trabajan? ANCCOM los acompañó para conocer ese mundo.

Los medios de transporte se convierten a diario en un escenario donde los artistas callejeros, por necesidad o decisión, ofrecen sus creaciones para ganarse la vida. Jeremías Pérez, cantante y compositor de 22 años, es uno de ellos. Trabaja desde hace meses en la Línea H del subte, una de las que más artistas alberga. Cada vez que sube a un vagón  con su guitarra al hombro se presenta como Jeremías Uriel y comienza a entonar diferentes canciones de rock nacional en formato acústico. Son apenas cinco minutos que los viajeros gozan de su música. Lo que no saben es que detrás de esos 5 minutos hay un enorme detrás de escena.

Oriundo de Villa de Mayo, barrio del partido de Malvinas Argentinas, Jeremías, encara una travesía de 36 kilómetros para llegar a su lugar de trabajo. Todo comienza con el colectivo 341, que lo lleva de su casa hasta la estación de Los Polvorines, donde se toma el tren hasta Retiro. En la terminal del ferrocarril Belgrano Norte lo esperaba ANCCOM para acompañarlo durante toda su jornada de trabajo.

Retiro apenas es una parada intermedia para llegar a su escenario rodante. “Ahora hay que tomarse la Línea E para hacer combinación con la H, en Jujuy”, indica Jeremías, y agrega: “Yo cuento las horas que trabajo desde que subo al subte y empiezo a cantar. Usualmente hago entre cuatro y seis horas. Tengo dos horas de viaje de ida y dos horas de vuelta”.

“Acá, en la Línea E, no canto porque es muy ruidosa, son coches más viejos, no se escucha la voz. Fijate que casi nunca se ve a nadie haciendo arte en este subte”. Jeremías aprovecha para desgranar su historia: “Empecé antes de la pandemia con una amigo por la zona de Boulogne, después trabajé de otras cosas pero decidí renunciar y empezar a estudiar Licenciatura en Música y trabajar con esto. Además tengo mi banda, Siluetas Del Pasado, donde canto y toco la guitarra. La experiencia del subte sirve para soltarse en el escenario, antes me costaba mucho. Todavía me falta desarrollar un poco más de carisma: vengo con el cassette puesto”. Entre charla y consultas, el subte llega a la línea H. Ahora queda llegar a Parque Patricios en donde comienza la función.

Un mundo con reglas propias

“La E y la B son muy ruidosas”, retoma. “La C tiene un recorrido muy corto y se llena mucho, eso es contraproducente. La A y la D son muy jodidas, hay mucha competencia; la H es la mejor, es la más tranquila y donde mejor se puede trabajar”, comenta Jeremías. Subir a cantar a un transporte no es tan fácil como parece.

“La primera vez que vine al subte a cantar lo hice con un amigo sin saber cómo funcionaba. Primero fuimos a la Línea A y nos estaba yendo muy bien, pero vino otro músico y nos amenazó, nos dijo que íbamos a tener problemas si seguíamos yendo. Ahí fue cuando decidimos probar en la H. Fue una lástima porque en la A se ganaba mejor. Quizás por eso tiene esa modalidad más dura”.

En los trenes tampoco tuvo suerte: “Me dijeron que si quería tocar tenía que pagarle tres mil pesos por semana a un vendedor que supuestamente coordina todo. No es mucho pero no pienso pagar para trabajar”. En los colectivos, dice, también es complicado: depende mucho del humor del conductor que decide si se puede subir a cantar o no. A pesar de esto Jeremías tuvo buenas experiencias: “Ahora estoy probando tocar en el colectivo de mi barrio y me va muy bien, es una zona humilde, no suele haber artistas callejeros, la idea también es traer un poco de cultura al barrio”.

Jeremías encontró en la Línea H cierta estabilidad que en parte está garantizada por la  organización interna que tienen los artistas. El desfile de músicos está coordinado y reglamentado. Hay postulados que deben cumplirse a rajatabla para no romper con el buen clima entre colegas y existen delegados que se encargan de hablar con los vendedores para hacer que la relación sea lo más amigable posible. Tres puntos son innegociables: no puede haber dos artistas en la misma formación, los artistas nuevos no pueden ir antes de las 3 de la tarde y los recorridos empiezan y terminan siempre en Parque Patricios.

“El mismo día que nos echaron a mi amigo y a mí de la Línea A, probamos suerte en la H y no era horario permitido para los nuevos, nosotros no sabíamos y entonces nos explicaron cómo funcionaba todo, pero siempre lo hicieron con muy buena onda”, cuenta. “Tenemos grupo de WhatsApp, se suele hablar para informar cada uno en qué formación está”.

La comunicación entre ellos no se limita a cuestiones organizativas, también se extiende a los lazos sociales: “A la mañana nos saludamos, nos deseamos suerte. Hay muy buena onda, hablamos de todo, de la vida, situaciones personales, se forma un lazo entre nosotros”, destaca Jeremías. Por supuesto, a veces hay conflictos: “Hace poco a un chico lo expulsaron de la Línea, porque no cumplía ninguno de los acuerdos que tenemos, llegaba a cualquier horario y se subía en la estación que quería, cuando está estipulado que hay que subir en Parque Patricios, ahí recién arranca la vuelta. No te podes subir en otra estación. Se hizo una asamblea y se votó la moción de expulsarlo. Él  estaba presente y dio sus explicaciones pero lo terminó aceptando. Había amenazado a un compañero por eso todos votaron para que se vaya”.

“Si yo estoy cantando en una formación y alguien se sube en cualquier lado me puede perjudicar –completa-. La idea es que haya un artista por cada formación así no competimos entre nosotros en un mismo coche”, esta alternancia entre artistas y vagones es fundamental en un tiempo donde los dos principales valores que puede capitalizar un artista callejero escasean. Uno es el dinero y el otro es la atención que puede habilitar una retribución. En tiempos de bolsillos flacos y de atención limitada por los celulares, auriculares y otras distracciones, la presencia de dos artistas en un mismo viaje para inviable.

¿Se puede vivir?

“La media  que gano – revela- es de tres mil por hora, la vuelta es de 40 minutos en total, ahí se suele sacar alrededor de dos mil pesos, hay días muy malos también, es muy variable, lo máximo que llegue a sacar fueron 20 mil pesos, pero usualmente se saca alrededor de 15. Influye el momento que estamos pasando como país, también el momento del mes, tenés gente que deja 50 pesos y gente que te deja dos mil, pero la media es de 200 o 300 pesos”.

Jeremías divide su tiempo entre el subte y sus estudios, por lo tanto su ingreso es acorde al tiempo que le dedica, aunque reconoce que lo que puede obtener en un día es superior a lo que podría hacer en otros trabajos. “Cada vez que vine acá gane mejor de lo que me pagaban en otros lugares en los que estuve. Si lo llevás a nivel mensual es distinto, porque yo no vengo todos los días, pero lo que sacás por hora es mucho más que trabajando en gastronomía, por ejemplo”.

En el caso de Jeremías, el dinero que gana en el subte lo utiliza para solventar sus gastos personales, sin embargo, hay quienes pagan alquiler y hasta crían a sus hijos gracias a este trabajo. Tal es el caso de José Luis, alias “El niño”, cantante y actor peruano, que mantiene a su familia trabajando en el subte: “Hace 6 años que estoy acá. Yo crío a mi hijo y este es el único trabajo que me permite tener tiempo para estar con él. Con un trabajo formal no lo podría hacer. Con esto puedo vivir. Lo que te rinde el trabajo es relativo a lo que vos le dediques. Ahora estoy por mudarme, entonces le dedico más de lo que debería”.

Otro artista de “la H” es Daniel Olivera, folclorista mendocino que hace diez años vive de la música. “Estuve en Cosquín, grabé dos discos y de uno vendí más de diez mil copias, todo de boca en boca”, cuenta: “El año pasado vine porque me entregaron el premio Raíces por mis diez años de trayectoria, pero se me rompió el auto y no quedó otra opción que volver a cantar en el transporte. Buenos Aires tiene esa posibilidad”. Hace un año que está tocando en los subtes porteños: “Mi ingreso principal es el subte, se puede vivir bien con esto, yo hago seis horas de lunes a lunes, estoy todos los días”.

Zona de consultas

La estación de Parque Patricios no solo es un lugar de espera, sino también de interacción y consultas. Los plateados bancos se convierten en un diván donde los intercambios florecen naturalmente. “¿Vos dónde comés?” le pregunta Jeremías a José Luis. “Algunos van a la estación Caseros que arriba hay una sanguchería: es lo más barato, aunque yo voy a Plaza Miserere y compro comida peruana”, contesta.

Jeremías, por su parte, confiesa aguantarse el hambre para no tener que gastar parte de lo recaudado en el día: “Como cuando vuelvo a mi casa. Desayuno y vengo para acá”. Algo similar ocurre en relación a las necesidades fisiológicas debido a la escasez de baños: deben salir de las estaciones y volver a pagar el boleto. “Yo me aguanto hasta que salgo, no todas las estaciones tienen baños del lado de adentro y muchas veces están cerrados”, explica Jeremías.

“Esta línea es hermosa, hay mucha armonía. En el tren, por ejemplo, tenía que andar discutiendo con los vendedores. Acá no pasa eso”, comenta Olivera. “El Niño” también resalta las bondades de La H: “En varios lugares nos tratan mal. Yo además de cantar también actúo. Una vez haciendo de Don Quijote nos atacaron, nos dijeron que nos teníamos que ir a nuestro país, pero aca no es así, he hecho teatro, he improvisado, rapeado, traje títeres, hice de todo en el subte”.

Tarea difícil

En el subte, a diferencia del teatro, el cine u otros auditorios, el público no está allí para ver espectáculos artísticos. En ese contexto es difícil captar la atención y el interés de la audiencia.

Olivera explica: “Yo interpretó canciones mías, como si todo el mundo las supiera aunque no las conozcan. Cierro los ojos y empiezo a imaginar que estoy en un estadio frente a 40 mil personas”. Esa parece ser una de las claves para sobrellevar un trabajo en donde el rechazo y la indiferencia aparecen con frecuencia. Para Jeremías la preparación mental es fundamental: “Hay que tener una fortaleza importante, hay veces que haces toda una vuelta y no te dan ni mil pesos, pero hay que seguir adelante con buena onda porque eso influye un montón en la performance y la gente lo nota”.

Así como la indiferencia entristece, el buen recibimiento por parte de la audiencia genera sensaciones que trascienden lo económico. “Hay veces que tenés una ovación y después no te dan plata, pero al menos eso te llena. Por más que no me ayude a mi economía es algo que me hace bien espiritual y mentalmente. Hay gente que le gusta mucho lo que hacemos, esa es la idea nuestra también, darle un poco de cultura y arte para sacar esa monotonía y tedio del viaje”.

La receptividad y relación entre público y artista se consolida con el aporte de una colaboración, un dinero que sella la aprobación y el estímulo, dándole  sentido a la travesía del músico.

Ante todo este escenario, la pregunta se vuelve inevitable:

-¿Estás nervioso antes de cantar? 

-Hoy estoy un poco más nervioso porque están ustedes.

 

Pero los nervios quedan de lado cuando se ubica en el medio del vagón con su guitarra y llama la atención de los viajeros: “Para quienes aún no me conocen mi nombre es Jeremías Uriel, soy músico independiente y ahora vengo a compartir con ustedes un poco de lo que hago, un poquito de música. Ojala que les guste”, dice antes de entonar las primeras estrofas de “11 y 6” de Fito Páez. Su repertorio se basa en canciones clásicas del rock argentino, intercaladas con el primer tema de su autoría: “Fly Away”, compuesto en Inglés y promocionado en los vagones del subte: “Este fue mi primer tema propio, pueden encontrarlo en Spotify y Youtube”, dice el cantautor antes de pasar en búsqueda de las retribuciones voluntarias que los pasajeros decidan dejarle. Camina por todo el pasillo central del vagón como si fuera una pasarela, en la mano porta un gorro de lana de tonos violáceos el cual oficia como alcancía.

“Hubo mucho aplauso pero a nivel económico fue flojito. Igual esto es muy variable, hay que tener fortaleza mental”, dice Jeremías en relación a su primera vuelta. “El humor social está muy caldeado. Antes la gente tenía más onda que ahora. Yo creo que se debe a la crisis que estamos viviendo”. Sin embargo, su segunda vuelta mejora exponencialmente: “Esta vez superó las expectativas: casi cuatro mil pesos en 40 minutos, muy distinta a la primera, esto es así, una incertidumbre total”.

Su idea de hacer un total de seis vueltas se desvaneció a medida que su garganta le iba pasando factura. “Vengo de unos días complicados, bastante resfriado”, confiesa después de realizar cuatro viajes en otras tantas horas. Dentro del subte no se pueden ver los  recorridos, en cuestión de minutos las distancias se ensanchan kilometricamente: se pierde el sentido del tiempo y el espacio. Una vorágine propia de una especie de túnel del tiempo donde solo la repetición de las canciones pueden dar una idea de cuantas vueltas se llevan andando. Lo que sí quedó claro es que la jornada dio sus frutos, la gorra de lana logró albergar unos 15 mil pesos, un número convincente para Jremías que da por terminado el día laboral.

Más que un trabajo

Ser artista callejero no solo es un medio de vida: ingresar en los túneles y dar vueltas por debajo de la ciudad no es para cualquiera. “Es un medio de subsistencia pero también es una forma de resistencia política: yo podría dejar de hacer esto y buscar trabajo en una oficina o un restaurante, pero a mí lo que me apasiona y me moviliza es el arte y creo que es una forma de transformar la realidad, ser músico subterráneo es una manera de resistencia”, resume Jeremías, quien explica: “Mis motivaciones son varias: la primera que te podría decir es la necesidad económica. Ahora, elijo este y no otro trabajo, por la satisfacción que me da venir a tocar y que la gente me escuche. La música me apasiona, es un medio de expresión que me hace bien, es combinar el trabajo con la música, algo que siempre quise”. Aunque de una forma alternativa, ser artista callejero es una aproximación al ideal de vivir de su vocación aunque no cualquiera se adapta al ritmo de la calle. Para quienes lo logran es un disfrute. “Me gusta la idea de hacer a la gente escucharme, que sepan que existo; es un manifiesto de la existencia artística”.

Los 36 kilómetros que Jeremías atraviesa cada vez que va a trabajar al subte son eclipsados por la satisfacción de hacer lo que ama. “No me arrepiento para nada de haber elegido esto, me siento orgulloso de lo que hago” dice, dejando en claro que la vocación compensa cualquier esfuerzo y acorta cualquier distancia.

Punk, nac & pop

Punk, nac & pop

Un dúo del under porteño Fama y Guita  viene haciendo ruido, pogo, y música antihegemónica. ANCCOM estuvo en la más reciente presentación, en un sótano de Once donde funciona un comedor popular.

Sábado por la noche, Fama y Guita se presentan en Sala Milagro, un sótano –o un mundo subterráneo– escondido en el barrio de Once, a siete cuadras de Plaza Miserere. 

Afuera una llovizna molesta y la tormenta que no llega.

Debajo del centro barrial y social Independencia vive Sala Milagro, un espacio que produce lazos y resistencia. Cada semana hay una olla popular, se ofrecen cien raciones diarias y la sala permite el ingreso para subsistir.

Ricardo Ache, 73 años, argentino, poeta, músico, exmilitante peronista durante los setenta y sobreviviente de la cultura under de los ochenta, junto a la artista Mariposa Trash, 23 años, venezolana, activista cultural travesti, poeta y performer, integran el dúo performático Fama y Guita de expresión “Queer, punk, criollo”. Expresan ideas políticas con humor ácido y críticas antisistema.Lo conceptualizamos como punk criollo porque hacemos lo que sería punk argentino. Usamos sonidos de Argentina, hablamos de cosas que suceden en este territorio”, expresa Mari, alias Mariposa Trash. 

Con media década de distancia esta dupla intergeneracional logra posicionarse en la escena artística porteña. En la actualidad, representa la contracultura en el público joven del underground, abre un espacio para participar y expresarse sin juzgar, yendo en contra de lo “aesthetic” o “hegemónico” del sistema. Ellos lo definen como una fiesta o carnaval contracultural para hablar de política con diversión. Las canciones que interpretan son de autoría propia, varían de género y temática: techno anticapitalista, tarantela, cuarteto, cumbia y rock and roll. 

 

–Fama y Guita es como una especie de engendro entre el pop de Miranda y los Sex Pistols que deviene en un carnaval –dice Mari–. Una fiesta en donde el público se anima a jugar, no solo poguear, sino bailar, soltarse y conocerse, en un contexto en el que cada vez es más difícil acercarse al otro. 

 

Se acerca la medianoche. El ambiente y el aire del lugar se transforman con el paso del tiempo. El espacio se alborota de espectadores y diferentes artistas. Diversas voces indistintas se mezclan con la música de fondo. Aparecen personajes típicos de la noche. Los ojos se desvían por apreciar cada rincón, cada esquina de la sala, cada empapelado. Resaltan los viejos tesoros de la cultura musical argentina, en especial se destaca la veneración a Charly Garcia. Las luces se tornan cálidas en un entorno templado –amigable–. La música comienza a sonar, el show inicia. El público se regocija. 

Cinco años antes de este delirio y carnaval Mari y Rick se interpelaron en una jam de poesía. Por eso, el origen del dúo se entrelaza con el mundo de la poesía para luego ir transmutando por diferentes áreas del mundo artístico –teatro, cine, radio– hasta acontecer en Fama y Guita. 

Cinco años más tarde, marzo del 2024, lanzan su segundo disco La gran estafa del rock nacional, basado en la película de los Sex Pistols La gran estafa del Rock and roll. La tapa es una copia de la portada del álbum de los Beatles Sgt. Pepper ‘s Lonely Hearts Club Band. “Es la tapa más copiada de la historia”, acota Mari que señala que se trata de un disco conceptual que tiene una mirada del rock como una fotocopia de la fotocopia.

 

–El punk no es un género musical, es una actitud, es rompedor –expresa Rick.

 

Luego de dos temas, el público toma confianza y valor, se une y  los pasos de baile se desatan al ritmo de la zumba y la tarantella. El sentimiento colectivo recorre el espacio al compás del trencito. Pelucas y peinados que se sacuden, rulos que saltan –como espirales– siguiendo el ritmo. Manos y pies se revolean al grito de “Chica, chico Rock and Roll”. Y aparece un ciclo interminable de sorpresas que, en definitiva, parece que es lo que los trajo acá, mientras por el fondo, resuena el quejido de una armónica.

 

–Algo destacable de Fama y Guita es que es un espectáculo de guerrilla, de trinchera, de resistencia, con lo que podemos y tenemos en el lugar armamos la fiesta. Por eso nos sentimos más animadores de fiesta que artistas serios –explica Rick, con orgullo.

 

–Yo creo que hay una necesidad de romper la barrera de la vergüenza, la gente se identifica con el bailarín y entiende lo que tiene que hacer, cómo soltarse –exclama Mrkpuff, artista performática que acompaña la escena, baila y forma parte del proceso de producción.

En un contexto actual de violencia y silenciamiento hacia la cultura argentina, se les torna difícil poder subsistir como artistas emergentes. “Los artistas mainstream hacen un despliegue audiovisual que está bueno, pero ves al artista chiquitito y el sonido no se diferencia tanto al del under. El show no representa el precio que cobran. De repente, voy a un recital del under y todo es más real. Me parece que la distinción de clase social en el arte se nota. Hay una brecha salarial terrible, en el under hacemos el mismo trabajo que los artistas que ya están pegados”, explica Mari. 

 

–Lo que queremos es tener un salario digno, no ser Taylor Swift –exclama Mari, irónicamente.

 

 –Under no es lo mismo que contracultura –dirá Mari unos minutos antes de que comience el espectáculo–. Estamos acá porque no nos queda otra. Un lugar donde cae la gente, que no tiene otro lugar donde ser, estamos todos por una necesidad. 

 

–Una vez Fabiana Cantilo describió  al under como un escalón para saltar a otro lado –dijo Rick.

Al grito eufórico de Fama y Guita el público entusiasma. Pasos de baile -extrovertidos-  acaloran cada vez más el ambiente acompañados de palmas y chillidos. El discurso político pierde formalidad en cada estrofa y se llena de gracia, ironía y carcajadas.

El dúo de punk no pierde su tiempo, logra que las cosas sucedan. Se implanta una mirada social en la juventud desde un lado lúdico, desde la fiesta. No es necesario ser culturoso para poder generar impacto.

 

–La juventud tiene ideas muy buenas pero no sabe cómo llevarlas a cabo, cómo ser pequeños líderes. Porque los políticos están muertos, no estamos representados por nadie –dirá Rick–. Lamentablemente, el pelotudeo de twitter y demás hizo una juventud a la que se la castiga. Pero sobre todo le encajaron un celular a los siete años. Nos tenemos que hacer cargo de todo eso –explica Rick, lamentándose–.  Es preferible algo simple y original a andar escuchando discos y ver qué es lo que pega ahora. Buscar un poco una vanguardia suena algo culturoso, pero es ir un paso adelante del ritmo que hay que hacer. Dentro de uno hay un montón de ideas.

 

–¿Cuándo van a tocar de nuevo? ¿Ya tienen programadas otras fechas?

 

–Si, si –exclama Mari–. Vamos a estar el 22 de septiembre en La Plata junto a Chebrolet en Casa Unclan; el 28 de septiembre en Córdoba en “Un mundo Feliz”; 18 de octubre fiesta temática peronista por el Día de la Lealtad, vamos a romper un muñeco de Alberto Fernández y dar premios a los mejores vestidos peronistas; y el viernes 13 de diciembre en el salón Pueyrredón para festejar los cinco años de Fama y Guita.

Un pogo eufórico, empujones húmedos y adrenalina dan cierre a la presentación. Pasaron cosas debajo del centro barrial y social Independencia, Sala Milagro. Fiesta, delirio y carnaval. Por fuera el cielo garúa y el viento empuja una brisa húmeda que congela hasta los pómulos.

 

“La música se paga o se apaga”

“La música se paga o se apaga”

Músicos e instituciones dedicadas a la protección de derechos de autor critican el reciente decreto promulgado por el Ejecutivo, que busca liberar de costos la reproducción de música en espacios privados.

Los últimos días de agosto, el presidente de la nación Javier Milei, emitió el Decreto 765/2024 por el cual ahora solo se pagarán las reproducciones musicales que se lleven a cabo en el ámbito público, dejando fuera las que ocurran en recintos privados. En respuesta, la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (SAdAIC) y la Unión de Músicos Independientes (UMI) divulgaron comunicados criticando la medida.

“Modifica dos artículos de la reglamentación de la Ley de Propiedad Intelectual, el 33 y el 35 y es demasiado impreciso en cuanto a lo que trata de definir como nuevo concepto de comunicación pública. Salimos a señalar esto porque para nosotros, los autores y compositores independientes, el derecho de autor es nuestro salario, lo creemos sin ningún tipo de complejo y pensamos que merecemos sostenerlo”, mencionó Gustavo Rohdenburg, músico y presidente de la UMI.

Guillermo Ocampo, director general de SAdAIC, mostró una posición similar y comentó que están evaluando la mejor forma para impugnar legalmente “desde el primer artículo del decreto”. Rohdenburg continuó: “No está bueno que el Estado se involucre en lo que es la administración de la gestión colectiva de la propiedad intelectual en el caso de la música, porque nosotros ya tenemos las entidades monopólicas para esas funciones. Sí debería educar en lo que son los derechos intelectuales y como relacionarse mejor con las entidades”.

El Artículo 33 ahora modificado dicta que “se entiende por representación o ejecución pública aquella que se efectúe -cualquiera que fueren los fines de la misma- en un espacio de acceso público, libre y dirigido a una pluralidad de personas. No existe representación o ejecución pública cuando la misma se desarrolla en un ámbito privado, sea éste de ocupación permanente o temporal”, independientemente de si es efectuada “por ejecutantes o por cantantes, así como también la que se realice por medios mecánicos, electrónicos o digitales, incluyendo Internet”.

Federico Sturzenegger, a cargo del Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, defendió la medida en X alegando que “la confusión había provocado el absurdo de que se cobraran derechos por la mera existencia de televisores en la habitación de un hotel (aún si el cuarto estaba vacío), lo que encareció significativamente la prestación de los servicios”.

El Decreto también menciona que “se considerará debidamente remunerada la ejecución pública cuando un establecimiento utilizare una licencia de ejecución pública otorgada por los titulares de los derechos, sus derechohabientes, representantes, las sociedades de gestión colectiva o una plataforma autorizada por éstos a ofrecer licencias con ese fin”, revocando la exclusividad del cobro a SAdAIC.

Al respecto, Rohdenburg mencionó que “hay algunos países del mundo que tienen gestión no monopólica, como Estados Unidos, Canadá y creo que España. Eso queda abierto, pero no hay una letra chica que le dé forma. Se deja a la libre interpretación y es muy probable que se abra a la posibilidad que se judicialicen las cosas”. Por su lado, Ocampo entiende que “eso no puede ser regulado por el Ejecutivo” y que, en todo caso, “deberían mandar una ley para que sea tratado en el Congreso”.

 

Luciano Scaglione es bajista y compositor de Attaque 77. Si bien hoy la banda se encuentra en un parate, él está presentando su proyecto Lucho al Attaque, con el que ya lanzó un nuevo álbum. Al mismo tiempo, está a cargo de Strummer Bar en el barrio de Palermo, local que fundó junto a su compañero baterista de Attaque 77, Leonardo de Cecco, y al que recientemente se sumó Sergio Rotman, saxofonista y cantante de bandas como Los Fabulosos Cadillacs y Cienfuegos.

“Al músico y al compositor le interesa cuidar su derecho. Este gobierno se está metiendo en un montón de lugares que estarían últimos en una fila de cosas a revisar en el estado en que se encuentra este país. Como músico y compositor, yo necesito que SAdAIC cuide mis derechos. Había una frase de los setenta u ochenta que decía que la música se paga o se apaga. Yo tengo un lugar de música y lo pago, esa guita va a la mutual de SAdAIC que hace un trabajo increíble con precios muy accesibles y con una atención espectacular”, opinó Scaglione.

Agregó también que “una administración no puede decidir si le quita entidad a una organización que está hace 90 y pico de años. De hecho, mi abuelo fue socio fundador de SAdAIC porque era músico, mi viejo también es socio y yo soy desde el año 1995. El mayor patrimonio que me dio es la obra social, la mutual para mí y para mi familia. Para la familia de cualquier músico es muy fundamental, encima hoy, con los precios de las prepagas, influye directamente en el pasar de un montón de familias”.

Sobre la situación, se explayó: “Es importante esa plata, más desde que terminó la venta de vinilos y de CDs y de que las regalías son digitales. Muchos músicos dejaron de tener un ingreso importante, ahora ya está medio regulada pero, hasta hace muy poco, de repente hubo un hueco impresionante en los ingresos de los músicos donde solo te quedaba el ingreso para tocar en vivo”.

Cuenta la historia de un cantante que un día en su cuenta de X se quejó porque a pesar de su arte no había podido lograr digna erogación. El vocalista en cuestión fue Adrián Barilari, famoso por integrar Rata Blanca, que agradeció “a los directivos de SAdAIC por haberme ingresado al RAS (reconocimiento autor) por la suma de 7.800 pesos, por mis 30 años de aporte con mi voz y mi aporte a la cultura…¡Feliz! ¡Gracias Totales!”, en tono irónico.

“Lo que Barilari no aclara es que el Reconocimiento Autoral Sadaic (RAS) no está relacionado a los derechos de autor, sino que tiene que ver con haber estado 30 años en la organización. El monto es poco, pero se trata de algo simbólico. Nosotros ofrecemos un plan médico parecido o mejor al de OSDE 210”, explicó Ocampo.

Rohdenburg opinó que “sin duda el dinero es menor y que las entidades tienen cosas para mejorar, pero no por eso tiene que desregularse o, peor, permitir ingresar la competencia privada en la gestión, a la que solo acceden los que pueden abonarla”.

Por su lado, Scaglione sostuvo que “seguramente hay algo que no funciona de la mejor manera en SAdAIC, hay mucho dinero entrante que queda dando vueltas porque terminan los derechos de los herederos que, creo, duran 30 años y después, si nadie los reclama, van a lo que se llama el vuelco. Que habría que tener una administración muchísimo más transparente, más justa y real, no tengo dudas. Creo que SGAE, la SAdAIC española, funciona mucho mejor y, cada tanto, algún artista argentino, más los que tienen mucho trabajo por Europa o por España, como Calamaro, se van de SAdAIC y se registran SGAE”.

Asimismo, relató que “hace muchos años me hice un curso de estatuto en SAdAIC que era medio obligatorio cuando accedías a ser socio pleno. Me explicaron cosas muy interesantes, pero ante tanta cuestión burocrática e institucional, el músico se hincha las pelotas. Aparte te marean porque no sabés si están a favor tuyo o te están cagando. He escuchado de todo, managers históricamente puteando a SAdAIC y, por ejemplo, Sandro hacía una obra de teatro en sus shows, entonces él se arreglaba con Argentores. Él pasaba su show musical como obra teatral y nunca pagó SAdAIC, todos decían que era una jugada maestra que solo se le había ocurrido a él”.

El despertar de la mujer en el tango

El despertar de la mujer en el tango

“In The Bodies”, tercera pieza teatral de la obra Tango Tanz Trilogy, indaga sobre nuevas miradas al universo femenino en la danza del 2×4. La obra -que tuvo sus primeras etapas de manera virtual- es de producción austríaco argentina, y se presenta desde este jueves de manera presencial en el Centro Cultural San Martín.

El jueves 8 de agosto, en el Centro Cultural San Martín, se estrena In The Bodies, la tercera pieza de una trilogía que fusiona el tango con la tecnología. La obra que forma parte del proyecto Tango Tanz Trilogy, de la compañía austriaco-argentina, IN Tango Tanz, conformada por Liliana Tasso, Claudia Grava y Verónica Litvak, realiza esta última pieza donde se pone el foco en la intimidad del universo femenino en el tango.

‘’En un principio, no estaba pensada una obra con tecnología. Estaba pensado que Liliana y Verónica viajarán a Austria, donde yo vivo, para hacer una obra juntas y pasó la pandemia’’ cuenta Claudia Grava, codirectora del proyecto a ANCCOM. ‘’Empezamos a trabajar por zoom, a tirar ideas y se armó un concepto de ensayar por zoom y aprovechar la tecnología’’. La trilogía comenzó en 2021 con una performance virtual, In the room, donde no solo  el público se encontraba disfrutando del espectáculo vía zoom sino que cada integrante de la obra se encontraba en su habitación haciendo su performance. Continuó con In Shared Spaces al año siguiente, donde la obra tenía lugar en dos escenarios diferentes pero conectados; una parte de los intérpretes se encontraba en Argentina y la otra parte en Austria, pero ya contaban con un público físicamente presente. A través de las pantallas, en Argentina se veía lo que sucedía en Austria y al revés. 

‘’Cuando estábamos construyendo la segunda pieza dijimos ‘tenemos que concluir esta trilogía con una pieza que realmente nos encuentre a todos juntos en el escenario’, que había sido el principio del proyecto’’ dice Liliana Tasso, también codirectora de la obra. ‘’Y así surge In the Bodies, que es este momento donde parte del equipo ha viajado para Buenos Aires y luego el resto de nosotros viajará para allá’’.

Liliana Tasso, codirectora del proyecto Tango Tanz Trilogy.

Esta tercera pieza cuenta con ejecución de instrumentos y danzas en vivo y también con imágenes de videos que fueron tomadas de las obras anteriores, ‘’como una especie de mamuschka que se va convirtiendo en otra pieza’’. A través de una cámara web, se amplifican y se pone el foco en detalles y en la sensibilidad de la danza a la vez que se construyen imágenes entre el material de archivo y lo que sucede en el escenario. De esta manera, la cámara va captando lo que sucede en el momento y proyecta de una manera que le da otra mirada, otra significación, a la situación. 

‘’El tango y la tecnología conviven en esta obra. La tecnología le busca a la estética del tango una mirada diferente. Al poder amplificar esos pequeños detalles del universo tanguero  femenino, con los zapatos, los aros, las lentejuelas, la cámara lo estructura y los codifica para transformarlos en objetos enormes’’, explica Tasso. ‘’Al cambiar las proporciones también cambia su significado y su relación con los otros objetos.’’ Así, el tango en esta obra tiene una mirada completamente diferente a lo que son los espectáculos tradicionales del género. 

Además de tener a estos dos conceptos como centrales, la obra sale de la imagen tradicional de la mujer en el tango para ubicarla en un nuevo lugar. ‘’Hace unos años hubo un despertar de la mujer que se replantea su lugar, su rol y el tango es una danza que viene de una tradición bastante masculina. Están cambiando cosas dentro del tango y nosotras, como bailarinas mujeres, nos cuestionamos a nosotras mismas sobre nuestro lugar’,’ continúa Tasso. ‘’Cuando uno cambia las cosas de lugar es como que las ve de nuevo, con nuevos ojos y te cuentan otras cosas.’’

In The Bodies estrena este jueves a las 21 y también se presentará el viernes 9, sábado 10 y domingo 11 a las 19. Las entradas se pueden conseguir online en entradasba.buenosaires.gob.ar o en boleterías del Centro Cultural.