“Muchas veces el policía viene de la misma cantera que el ladrón”

“Muchas veces el policía viene de la misma cantera que el ladrón”

Paloma Fabrykant habla de «Diario de Rosario», su novela protagonizada por una productora del programa televisivo Policías en Acción. La autora se nutre de su propia experiencia como periodista para desplegar un lenguaje crudo, distante de la indulgencia o la insensibilidad y mostrar el submundo de la droga, el universo de pobreza, la falta de oportunidades y el rol de la policía como eslabón visible de la corrupción que también abarca a políticos, jueces y fiscales.

La novela Diario de Rosario, de Paloma Fabrykant, empieza, avanza y termina con droga. Narrada en primera persona y a un ritmo frenético por su protagonista, la historia nos pone en los zapatos y la piel de Valentina, una productora de calle para Policías en Acción, en su paso por innumerables allanamientos, pesquisas y crisis personales, cada vez más hundida en el submundo del crimen de “la capital del narcotráfico: la Chicago argentina”. Esta es la realidad que da pista a la ficción:

“[A Valentina] la tuve que hacer recontra atrevida —dice la autora en diálogo con ANCCOM—, como un personaje sin límites, un personaje que se manda muchas cagadas permanentemente. A la hora de describir barrios y situaciones no metí tanta tinta, sino que está más cercano a la realidad; es la parte más documental de la novela”.

Y es que Paloma, como Valentina, fue periodista de calle en el corazón y las suelas de Rosario; los nombres del cartel de Los Monos y Los Funes, sus sicarios y sus víctimas, aparecen a lo largo de la historia desde la propia experiencia de quien la escribe: “Viajé por primera vez igual que Valentina, para hacer Policías en Acción. De pronto cuando uno conoce nada más como turista o tenés amigos que son de ahí te cuentan de lo linda que es la costanera, de las zonas paquetas, y yo fui directo a los peores barrios. Entonces había gente en Buenos Aires que me decía: ‘Ay que lindo, voy a pasar el fin de semana a Rosario’, y yo decía: ¿Rosario? Barrio Toba, Zona Cero, todos esos lugares más complicados eran la única visión que yo tenía. Entonces sí, mi entrada fue directamente al mundo de lo marginal y al submundo de la droga y al universo de la pobreza y de la falta de oportunidades que tiene mucha de la gente que vive ahí”.

En ese escenario, la fuerza que mueve la acción, casi un personaje en sí mismo, es la policía. Y es que el objetivo de Valentina es sacar material jugoso de los procedimientos policiales; “vender el producto”. Para ello necesita que los oficiales le digan el lugar al que se allana, por dónde se entra, a quién ponerle la GoPro. Así, trabajando codo a codo con ellos, la institución se nos muestra desde un lado más íntimo, a ratos miserable, pero también muy humano. Con ello se corre el riesgo de generar el rechazo de potenciales lectores, pero también marca un nuevo paralelismo entre escritora y protagonista:

“Yo, tal cual como Valentina, tenía muchos prejuicios respecto de la policía, hasta empezar a trabajar con ellos y darme cuenta de que son seres humanos —cuenta Fabrykant—. Y son seres humanos que también vienen de instancias difíciles, de sectores marginales de la población. En general, la persona que tiene cierta conciencia de clase suele poner a los trabajadores como los grupos vulnerables, los grupos que necesitan contención. Entonces al ladrón o al que infringe la ley se lo perdona, se lo justifica, porque ha sido excluido. Y muchas veces el policía viene de esa misma cantera, y es una persona que, viniendo de una infancia difícil, viniendo de la pobreza, elige el camino de la ley. Después obviamente se va a corromper, como todo el mundo se corrompe en este país donde infringir la ley es cosa de todos los días. Pero bueno, todo aquel que tenía una visión más justificadora, más perdonadora hacia el humilde que infringe la ley, no la tiene hacia el humilde que se hace policía, cuando en teoría lo hace para proteger la ley”.

Es un escape de los lugares comunes que define la vida de la autora. Hija de la escritora Ana María Shua, Paloma Fabrykant construyó una carrera orientada a comunicar desde la acción: desde crónicas escritas desde las villas miseria, pasando por el trabajo como productora de calle, hasta una dedicación al jiu-jitsu que le valió una carrera en vale-todo (sus sumisiones y KOs desde el grappling todavía se encuentran en youtube); el curso de corresponsal de guerra que le permitió trabajar en Campo de Mayo, donde enseñó esa arte marcial, lo que le posibilita hablar con propiedad sobre el envío de fuerzas armadas a Rosario:

“[Al ejército] no lo podés poner a trabajar con civiles, porque todas sus hipótesis de conflicto son para una guerra. Una guerra es una situación donde el enemigo no vale nada; al enemigo hay que matarlo. Es una situación horrible, a la que uno nunca quiere que llegue nuestro país, pero cuando vos sacás al ejército es para matar. No lo podés hacer con civiles, ni siquiera contra el narcotráfico, porque la gente que está trabajando para el narco son civiles, son personas humildes que fueron llevadas por vidas difíciles a hacer estos trabajos. No son el enemigo. Y al ejército vos no lo podés ‘reentrenar’ como si fuera policía, porque ya está entrenado para repeler y matar. Es un entrenamiento completamente distinto que el de un policía, que tiene que tener habilidades blandas, hacer inteligencia hablando, poder detener a una persona y esposarla sin romperla, sin lastimarla, sin dispararle —Fabrykant sentencia—. La policía es una fuerza civil, puede trabajar con civiles; el ejército es una fuerza militar, sólo tiene que enfrentarse a otros militares”.

Después de un año en el que el actuar de la policía ha estado en el ojo del huracán, estas lecturas pueden pasar por acríticas. Pero lo que caracteriza el trabajo de la autora no es la indulgencia ni la insensibilidad, sino la crudeza: “El poli es el estrato más bajo: arriba están los políticos, los jueces, después los fiscales y por último el poli. Estás culpando de toda una red de corrupción al último eslabón de esa red. Al final, enfrentar a la corrupción y al narcotráfico es una misión demasiado grande, que si la querés hacer de verdad probablemente te maten. Pero ir a escupir a un policía no va ayudar a nadie”.

Una escritura en anfetaminas

La crudeza de este Diario de Rosario está en los hechos que narra, pero también en el lenguaje que utiliza: “Los detenidos estaban en el piso, con las manos en la espalda pero sin esposar. Tirados en el piso, quietos y callados sin las marrocas. La biaba que les tienen que haber pegado a esos cristianos para que estuvieran así”, se lee entrando a la novela. Lo que se elige contar es un hecho de violencia policial, y se hace en un tono que combina rigor periodístico, jerga coloquial y lunfardo antiguo. La narración no es apologética ni condenatoria, tampoco cae en la impostación sobreactuada ni en los manierismos. Es una voz a fin de cuentas muy propia, de la cual la autora confiesa: “No sé cómo sale”.

Desde ese lenguaje, los hechos violentos se suceden a un ritmo atrapante, con la misma adrenalina que empuja a la protagonista. Como a ella, nos cuesta pararnos a reflexionar, pero aun así quedan marcas. El peso de la realidad siempre se impone:

“La ficción se escribe siempre tomando cosas de la realidad, cosas que a uno le dolieron, cosas de la imaginación —dice Fabrykant a partir de un ejemplo de la novela: la búsqueda de una niña desaparecida—. Lo de Sheila es muy particular porque yo lo tomé de un caso real, pero que no ocurrió en Rosario. Esto es todo ficción, pero a Sheila decidí no cambiarle el nombre. Sheila es una niña que realmente fue desaparecida y bueno, encontrada, asesinada. A mí me tocó muy de cerca porque estuve en el rastrillaje y en el momento en que apareció el cuerpo, y eso es algo que te marca; te marca porque es dolorosísimo —cierra la autora, que luego desliza—. Después de Rosario, yo quedé un poquitito traumatizada, la verdad, y dejé de hacer el periodismo de calle que había hecho muchos años”.

Paloma Fabrykant es hoy productora creativa de “Bendita”, un programa al que ella misma describe como “de un humor totalmente liviano”. Y en Diario de Rosario, pese a los temas que trata, también hay muchísimo humor. Es una novela para leer de una tirada, “rayas largas que desaparecen rápido”, lo que parece una marca del trabajo de su autora:

“El objetivo para mí como escritora es que el lector pase un buen momento, quiera leer la siguiente línea, quiera sentir que está fuera de su vida cotidiana y se enganche como quien mira una película. A mí me gustaría que la literatura recuperara ese poder, que hoy pareciera que sólo lo tiene el cine o una serie. Leer no tiene que ser necesariamente para pensar, ni para ser más inteligente, ni para ser estudioso: tiene que ser una actividad de placer”.

Un cuento para cada infancia

Un cuento para cada infancia

La cooperativa Seguí es una editorial que publica cuentos y fabrica juegos en temas de diversidad, equidad y derechos. No solo contempla contenidos inclusivos sino también formatos amigables para chicos con discapacidad.

La cooperativa Seguí, un grupo conformado por mujeres profesionales, se dedica a la creación de cuentos, juegos y juguetes accesibles y sostenibles con el objetivo de eliminar las barreras que limitan el desarrollo de niñas y niños. Aunque su labor no se reduce únicamente al entretenimiento, sino que también busca la educación y la sensibilización en temas de diversidad, equidad y derechos. “Queremos ser un puente que amplifique esa voz de las infancias”, expresó Paola López Cross, una de las integrantes del proyecto.

Así, a lo largo de estos últimos años ha recibido reconocimientos por parte del entonces Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, la Secretaría de Economía, la Legislatura porteña y otras instituciones. En diálogo con ANCCOM, las integrantes principales de Seguí, López Cross y Noelia Bertola, hablaron sobre el rol de la cooperativa, su proceso de producción y la importancia de incluir a todas las infancias tanto en los juegos como en la literatura.

Todos cuentan

Todo comenzó en 2016, cuando López Cross ganó una beca para estudiar comunicación con perspectiva de género. A partir de allí le surgió la idea de hacer su proyecto final sobre cuentos infantiles pero que muestren otros tipos de masculinidades a la masculinidad machista. Un año más tarde, los relatos se presentaron en la Feria del Libro junto con la asociación civil Infancias Libres. Aunque, con el paso del tiempo, junto con su compañera Bertola, se dieron cuenta que había infancias que quedaban por fuera.

Es así como surge el proyecto literario “Un mundo TIC – Todas las Infancias Cuentan”, una colección de cuentos infantiles que tiene como objetivo brindar a los más chicos la oportunidad de expresarse y que cuenten cómo comprenden el mundo. “Lo que hicimos fue trabajar con infancias con y sin discapacidad y les preguntábamos a cada uno de los chicos y chicas, por ejemplo, “¿Qué es la belleza para ustedes?” y a partir de allí cada uno contaba lo que significaba la belleza para uno mismo. Y no se trataba de una belleza estereotipada, sino una belleza mucho más ligada a la ternura, a lo particular y a lo íntimo. Y eso nos ayudaba conceptualmente a trabajar con este término”, señaló López Cross.

Así, las temáticas que abarcan los relatos van desde la Educación Sexual Integral (ESI), la equidad de género, hasta el autocuidado y el duelo. Asimismo, destacó Bertola: “Los cuentos también los hicimos pensando para personas con baja visión: las letras se encuentran en mayúsculas y se utilizaron altos contrastes para poder distinguir las páginas de otras y vienen acompañadas con ilustraciones”. Por otro lado, el último libro de la colección, Muchachitxs sensibles, fue declarado de Interés por los Derechos Humanos en la Legislatura porteña.

Aparte de los cuentos, la cooperativa elabora, de la mano de emprendedoras, juegos y juguetes. “Queremos que todas las infancias puedan acceder a su derecho de poder expresarse y al mismo tiempo que accedan el derecho a jugar y a disfrutar», dijo López Cross al respecto. Todos se encuentran fabricados con materiales biodegradables y van desde muñecas y muñecos con distintas tonalidades de piel hasta juegos para aprender el alfabeto en braille.

“Hay que seguir”

“Este material está por fuera del circuito económico porque si tuvieses que cobrar todo el trabajo interdisciplinario sería carísimo y nosotras lo que queremos justamente es que sea accesible en todos los sentidos”, destacó López Cross. Y agregó Bertola: “Todo está hecho con manos, cabeza y corazón argentino”.

“Nosotras vemos que lo que hacemos da resultado. No hay que quedarse, hay que seguir. Quizás el contexto de nuestro país no nos favorece, pero siempre seguimos buscando la manera de cómo producir y continuar llevando todo este material a las infancias. Apuntamos a mostrar el material al exterior y conseguimos financiamientos. También vendemos en ferias”, dijo López Cross sobre los desafíos de llevar adelante una cooperativa en donde la situación actual del país es compleja. “Nuestra cooperativa es Seguí justamente por esto. Siempre pensamos en que hay que seguir, buscarle la vuelta y no bajar los brazos”, aclaró Bertola, en la misma línea.

Los productos pueden comprarse por la página web y desde allí se puede acceder al formato de audiolibro y en lengua de señas, el cual este último es producido gracias a la ayuda de profesoras. “Eso también es muy importante -enfatizó López Cross- porque no ejercemos violencia cultural, sino que lo elaboramos en conjunto. Para nosotras sería más fácil contratar a un intérprete-oyente y que lo traduzca, pero hacemos las cosas con las personas que son también las destinatarias”. Por otra parte, la cooperativa también cuenta con el apoyo de la Editora Nacional Braille y Libro Parlante por si alguien desea leer algún cuento en braille. El mismo se puede conseguir escribiendo a editorabraille@senaf.gob.ar .

Leer es una fiesta

Leer es una fiesta

Más de 200 personas participaron de la Fiesta Lectora en el Parque Avellaneda. El evento, gratuito y abierto al público, convirtió durante 30 minutos la lectura silenciosa en una experiencia colectiva única.

Frente a la Casona de los Olivera, en el Parque Avellaneda, se realizó la última Fiesta Lectora del año. La iniciativa, liderada por Cecilia Bona y su plataforma Por qué leer, busca promover la lectura como un acto comunitario. Desde 2020, Bona organiza encuentros en espacios públicos como parques, plazas e incluso en vagones del subte de la Línea A. “La primera invitación fue llenar un vagón de personas leyendo, y logramos una gran convocatoria. Con la pandemia, nos adaptamos y comenzamos a realizar encuentros itinerantes”, recuerda.

“Es increíble cómo la gente se acerca con entusiasmo a compartir lo que leyó. Cada localidad aporta su impronta, pero siempre se supera la expectativa inicial”, comenta Bona. Para ella, los encuentros reflejan el poder de la comunidad, desafiando la figura del lector solitario. Comparó la experiencia con El Alephde Borges: “Cuando abrimos un libro, aunque cada lector está inmerso en un mundo distinto, en ese instante compartimos un mismo espacio. Los lectores nos hacemos eco de ese Aleph y nos convertimos en uno”. 

Bona no solo organiza estos encuentros, sino que también fomenta la lectura a través de talleres, capacitaciones y actividades como picnics literarios o charlas con adolescentes. Su objetivo es ampliar el acceso a los libros: “Me gustaría que la gente hable de libros en la calle, en el colectivo, en el negocio. Que los libros salgan de los estantes y lleguen a las manos de los lectores, porque el acceso no siempre es igual para todos”. 

En esta edición, realizada el pasado sábado 14 de diciembre, el Pilafest se sumó al evento como un colectivo de intercambio. Nacho Damiano, creador de esta propuesta itinerante, promueve el cambio de libros a través de su plataforma Pila de Libros. “Es un encuentro offline para conocernos, intercambiar libros y generar lazos más allá del lenguaje”, explica. El festival, que se realiza cada dos meses, planea expandirse a otras provincias en 2025.

Los vecinos también se sumaron al evento. Emiliano Blanco, voluntario de la Biblioteca Parque Avellaneda, señala: “El objetivo era mostrar que la lectura, aunque íntima, también puede ser un espacio compartido. Además, buscábamos visibilizar la necesidad de institucionalizar nuestra biblioteca, que funciona de forma voluntaria”. 

La experiencia colectiva dejó huella en los participantes. Corina Marusa, vecina del barrio de Flores, afirma: “Me parece fundamental que existan iniciativas como estas. La lectura es lo que hace a la comunidad, nos encontramos en espacios públicos para nutrirnos como sociedad”.

Estela Maris, jubilada y vecina de la zona, compartió su experiencia al releer el libro La renuncia al patriarcado y comentó sobre el impacto de la lectura en un entorno colectivo: “Lo había comprado hace tiempo, pero no lo había comprendido del todo. Al releerlo aquí, más relajada, lo entendí mucho mejor”.

Campos, un librero que participó por primera vez, destaca: “Ver a otros leer genera curiosidad y puede llevar a que más personas se acerquen al mundo de los libros”. Mientras que María Ortega, vecina de Villa Santa Rita, pone en valor estas iniciativas: “Incentivan a los chicos y acompañan también a los grandes”. Durante el evento, tuvo la oportunidad de descubrir a la escritora Rosario Castellanos, quien la sorprendió gratamente.

Sin embargo, la fiesta lectora enfrenta desafíos. Según Juan Bona, encargado de la administración del proyecto, el principal obstáculo es el financiamiento: “El desafío no es la creatividad, sino encontrar fuentes de financiamiento, porque fue un año complicado para la cultura”. Aunque algunos municipios aportan recursos para eventos puntuales, el apoyo no es continuo. 

La misión de Por qué leer sigue siendo clara: promocionar la lectura en todas sus formas y generar dinámicas inclusivas, como los canjes de libros y los sorteos, que invitan a los asistentes a sentirse protagonistas.

«No queríamos caer en la autoayuda»

«No queríamos caer en la autoayuda»

Con un humor ácido y sin endulzar la realidad, la novela ilustrada “Montaña. Crónica de un cáncer” se propone como un compañero de viaje antes que dar un mensaje esperanzador.

Lo que comenzó como un desahogo personal durante el tratamiento contra el cáncer de mama, pronto se transformó en un proceso creativo profundo y transformador. Escrita por Florencia Curi, editada por Maite Diorio y con las ilustraciones de Marianela Müller, Montaña. Crónica de un cáncer es una novela que cuenta en primera persona la historia de una joven que enfrenta su diagnóstico de manera honesta y sin filtros.

A través de páginas que mezclan palabras con imágenes, la obra explora no sólo la enfermedad sino también los vínculos familiares y la relación con el propio cuerpo. En diálogo con ANCCOM, Curi y Müller reflexionan sobre los desafíos que enfrentaron durante la escritura, revelan por qué eligieron el formato de novela ilustrada y cuentan cómo fue llevar adelante un proyecto autofinanciado por ellas mismas.

Definen al libro como una obra coral, ¿cómo fue el proceso de trabajar en conjunto?

Florencia Curi: Fue de mucho trabajo y tuvo dos etapas. En la primera escribí con Maite el primer borrador sobre mi tratamiento y en la segunda la dinámica fue mucho más fluida porque se incorporó Marianela. Más allá de que yo había hecho un boceto de cómo iba a ser la estructura, el libro ganó fuerza en el momento en que empezamos a trabajar en cada capítulo y en lo que queríamos mostrar.

Marianela Müller: Me gusta decir que el libro se fue amasando, porque hubo mucho de ver y rever qué era lo que queríamos contar y cuál era el sentido que tenía, tanto en texto como en imagen. Las tres propusimos, movimos y corrimos las cosas de lugar, así que hubo una puesta a prueba y evaluación constante.

¿Cómo surge la necesidad de responder al tratamiento con el arte?

FC: La idea fue de Maite, que me sugirió que empezara a escribir lo que me estaba pasando. Primero funcionó como un momento de desahogo y de refugio en donde escribí un montón de palabras que expresaban lo que sentía y que tenían que ver en su mayoría con mi enojo. Después hubo una intención de transformar todo eso en un proceso creativo y en el que cuidé mucho más lo que quería decir. También funcionó como disparador la novela ilustrada El arte. Conversaciones imaginarias con mi madre, que me regaló Maite y que fue el único libro que yo pude usar en las quimioterapias. En esos momentos la verdad es que no se puede leer nada porque se te nubla la vista, así que yo quería que nuestro libro fuese ilustrado para que quien tenga que hacerse la quimio, pueda ver, aunque sea las imágenes.

¿De qué manera se articulan texto e ilustraciones?

MM: Las ilustraciones buscan aportar un recorrido emocional, no desde una representación literal de las acciones sino de contar el universo sensible que atraviesa tanto la protagonista como su entorno. Busqué jugar con escenas, lugares y hasta incluso paisajes para abrir desde las imágenes la cabeza de quien lee y que pueda empezar a sentir otras cosas. Cuando alguien escribe una acción es mucho más fácil trasladarla a una imagen y construir el mundo emocional a partir de eso que si un texto solamente menciona que el personaje está triste o aburrido. Lo más interesante es que nos permitimos construir determinadas líneas de trama simbólica a través de las ilustraciones que fueron sumando pequeñas capas.

¿Cómo se cuenta una historia así sin caer en la autoayuda?

FC: Fue una de las cosas en la que no queríamos caer. Yo creo que el libro lo logra porque, por un lado, cuenta todo de manera muy cruda, y por el otro, porque lo hace con un humor bastante ácido. No tiene el tono del “sí se puede” ni romantiza la situación, sino que es la cruda realidad con respeto. Si bien tiene imágenes que son dulces, no buscamos tamizar ni esconder nada.

MM: Sí, las imágenes lo logran porque no tienen una intención romántica, sino que buscan mostrar la sensación de estar en carne viva durante el tratamiento. También hubo una búsqueda de determinadas ilustraciones con ciertas sombras para generar distintas atmosferas y proponer la idea de que primero hay que navegar la situación y después se empieza a ver cómo se sale.

¿Cómo es llevar adelante un proyecto autofinanciado?

MM: Si bien veníamos de ser seleccionadas por unos fondos concursables para proyectos culturales de la provincia de Entre Ríos, que nos ayudaron a tener la maqueta final del libro, no creímos que fuese posible verlo materializado este año. De hecho, fue Maite la que nos propuso pensar distintas alternativas para publicarlo y ahí surgió la salida del financiamiento colectivo. Tomamos la decisión de empezar con la campaña un mes antes de lanzar el libro al público y nos desbordó positivamente, porque la recepción fue muy buena. Somos personas que estamos en movimiento, conocemos gente y tenemos redes, pero logramos llegar a personas que no formaban parte de nuestros círculos. Eso ayudó a que el libro se empiece a mover solo y que hayamos podido llegar de manera rápida al objetivo planteado.

¿Esperaban que tuviera tanta repercusión?

FC: Ni por casualidad. Quizás Maite fue la que tenía más fe y la que nos dijo que teníamos que prepararnos para lo que se iba a venir por la temática que abordamos.

MM: Sí, pienso que tiene que ver también con la responsabilidad con la cual encaramos el tema y el proyecto. No queríamos hacer algo a medias tintas, sino que queríamos que el libro tuviera toda esa fuerza y calidad con la que lo estábamos imaginando, no solo en la impresión y en la materialidad, sino también en el contenido. En el camino de pensar la historia, su sentido y también sus lectores nos encontramos con la sorpresa de que la gente no solo apoyó el proyecto, sino que apostó por un libro de tres personas. Nos seguimos sorprendiendo con las devoluciones de quienes lo leyeron y con que nos lleguen mensajes tan lindos desde diferentes partes del país.

¿Qué buscan transmitir con la novela?

MM: Si bien el eje es que la protagonista atraviesa el cáncer de mama, busca trascender la enfermedad. Es la historia de alguien que vive en una ciudad a 500 kilómetros de la Capital, que atraviesa una situación personal que le cambia la vida y que es sostenida y acompañada por los vínculos, la familia y las amistades.

FC: Lo primero que pensamos fue en un libro que pudiese acompañar a personas que estuvieran pasando por algo similar para que no se sintieran solas. No necesariamente tiene que ser alguien que esté enfermo ya que la novela toca un montón de aristas con las que se puede empatizar. Si bien el relato aborda el cáncer de mama, también habla de la amistad, la familia, los vínculos, la mujer y lo que le pasa con su cuerpo. No buscamos que sea un manual ni que funcione como una receta que dice lo que está bien y lo que está mal, porque cada uno lo vive como puede. La novela busca interpelar a quien lo lee y ponerlo en un lugar reflexivo.

Con el brillo de las letras

Con el brillo de las letras

Un taller de escritura para adolescentes y jóvenes de la Villa 21-24, publicó «Sin el brillo de la virulana», un libro con los textos producidos por sus participantes que los ayuda a sustraerse del consumo de paco y mejorar su calidad de vida.

En la villa 21-24, ubicada entre Parque Patricios y Barracas, los pibes y pibas del barrio escribieron su primer libro, relataron sus experiencias y vivencias desde el lado más sentimental y sincero. “Dame la hoja para escribir que hoy sin el brillo de la virulana estoy inspirado”, dijo Ángel uno de los compañeros del taller literario, frase que le dio nombre al libro, Sin el brillo de la virulana.. El título hace referencia al uso de la virulana, que es utilizada como filtro a la hora de encender el paco y que al hacerlo queda brillosa. “Mientras uno está en consumo busca ese brillo, pero después te das cuenta que sin él uno tiene más vida”, dijo Angel. A pesar de lo crudo de cada historia que relatan, hay un momento de claridad del cual surgen sus fragmentos.

El libro se creó en el año 2023, entre los meses de febrero y agosto, en el taller literario del Hogar de Cristo Padre Hurtado, una organización comunitaria que asiste y acompaña a personas del barrio en situación de calle. Su objetivo principal es que los pibes salgan del consumo para ampliar sus oportunidades a una vida mejor. Una de las tantas asistencias y herramientas que brinda el Hurtado es la oportunidad de escribir y expresarse creativamente.

El taller funciona como una actividad opcional, el que tiene ganas se puede acercar a escribir o solo a escuchar. No todos los integrantes que escribieron el libro participaron durante todo el año de su desarrollo, debido a la situación vulnerable en la que se encontraban. Algunas de las dinámicas que trabajaban en el taller era escribir un poema colectivo, sobre cierta temática, ya sea de enamoramiento, amistad, trabajo, en la que cada uno pensaba una frase al azar y la escribía en el papel, sin saber que ponían los demás. Luego todos los fragmentos se juntaban y sorprendentemente coincidían en sentidos, emociones y vivencias.

Alejo, uno de los protagonistas del libro, contó en diálogo con ANCCOM, que él siempre encontró una conexión con la escritura desde que era chico, siempre le gusto redactar historias de su vida. “El año pasado me pasaron muchas cosas oscuras, de las cuales me pude hacer cargo gracias a la escritura”, dijo Alejo, y agregó que “antes tenía un problema y me refugiaba solo en la droga y ese problema se hacía cada vez más grande, lo anulaba mientras duraba el efecto del paco”. Anterior a  su llegada al Hurtado, Alejo trabajaba vendiendo frutas y verduras, golosinas y jabón líquido en el barrio de Zabaleta. En ese momento la policía lo perseguia debido a la venta ambulante. Una vez volvió de trabajar todo el día en la calle y le avisaron que le quemaron el cuarto que alquilaba en el barrio, perdió todas sus pertenencias. Alejo cree que fue obra de la policía. Se quedó en la calle, y así es como terminó conociendo el Hurtado en la Villa 21-24. “En el barrio está lleno de transas, en todos los pasillos, arriba y abajo, es muy difícil no caer, la realidad del barrio es esa” contó Alejo lamentándose, y agregó: “Yo pude encontrar un lugar neutro en los costados de la villa”. En el libro le dedica un cuento a su hijo, el cual no vió durante 8 años  hasta que se enteró que estaba en situación de calle, y en consumo, en la provincia de Neuquén. “Cuando supe su paradero en un hogar de Neuquén, la escritura me ayudó a poder comunicarme con él, gracias a la ayuda de mis compañeros pude traerlo de vuelta conmigo”, dijo Alejo.

Morena Ferrari, es una mujer trans, también protagonista del libro, que dejó su casa a los 15 años debido a que su familia aceptaba su identificación de género. “Soy una chica trans con consumos problemáticos que se esfuerza por poder salir adelante y sobrevivir, me gustaría que sepan de mí historia, para ayudar a otros que están tirados y que piensan que no se puede salir”, dijo Morena. Durante sus años en la calle conoció a su primera pareja, quien falleció al poco tiempo. Morena le dedicó dos poemas que describen cómo vivieron esa etapa de su vida juntos en la calle.

Los relatos del libro invitan a escuchar y reflexionar sobre la realidad del barrio desde la voz de los propios protagonistas que lo habitan, caminan, aman, tropiezan y salen adelante. Evidencia las contradicciones e injusticias de la sociedad, y que además, no solo en la villa se encuentran cosas malas, también hay amor, amistad, cultura, costumbres y compañerismo. Contiene diversas vivencias con ganas de ser escuchadas. “Lo que buscamos con el libro es llenar de realidad a un mundo que está lleno de mentiras”, dijo San Martín, y agregó: “No siempre el consumo es el origen de las problemáticas, sino que las demás problemáticas de la vida cotidiana son las que llevan al consumo, absorbemos cosas que debería hacer el Estado, nos organizamos como podemos”. El Estado no está ausente dentro de la villa, sino que está más presente que nunca,  es el que fomenta el consumo en los pibes, desorganizando su vida cotidiana y cerrando las puertas para salir de la villa.

La escritura popular es expresada desde una población vulnerada, una herramienta que ayuda a que los pibes salgan del consumo. Anónimos aunque presentes. Un escrito colectivo de –y para– los pibes y pibas de la villa. Estos fragmentos vuelven a remarcar que lo colectivo sabe sanar, y que de poco sirve lo individual. El libro salió a la venta en noviembre, tiene un valor de 13.500 pesos, con la preventa se realizará la impresión de los escritos vendidos, y de algunos que quedarán en la organización para difundir y repartir entre compañeros y colegas.