«Una victoria de la democracia»

«Una victoria de la democracia»

Las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron el encuentro del nieto 133 en la Casa por la Identidad, en el año en que se cumplen 40 años de democracia. Se trata del hijo de Julio Santucho y Cristina Navajas, quien continúa desaparecida. Su abuela, Nélida Gómez de Navajas, fue una pieza fundamental de la Asociación y su hermano, Miguel “Tano” Santucho, hoy integra la Comisión Directiva.

Este viernes, en una conferencia de prensa que tuvo lugar en la Casa por la Identidad –ubicada el predio del Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA)–, Abuelas de Plaza de Mayo confirmó la restitución del hijo del matrimonio Navajas-Santucho. El anuncio fue realizado por la presidenta de la Asociación, Estela de Carlotto, junto a Claudia Carlotto, directora de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDI). “El nieto 133 hoy se encontrará con su papá, sus hermanos, su hermana y una familia enorme, atravesada por el terrorismo de Estado y también por una historia de lucha”, anunciaba el comunicado.

En la mesa se encontraban presentes Miguel «Tano» Santucho y Julio Santucho, hermano y padre, respectivamente, del nieto restituido 133, acompañados por otros integrantes de la familia. Del evento también participaron nietas y nietos restituidos e integrantes de organismos de derechos humanos. “Esto es una victoria de la democracia, una derrota de la dictadura, porque ellos nos quisieron quitar los hijos, y los estamos recuperando”, afirmó Julio Santucho.

Cristina Navajas

Cristina nació el 27 de septiembre de 1949 en la ciudad de Buenos Aires. Con Julio Santucho tenía dos hijos, Camilo y Miguel, y ambos militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), al igual que gran parte de la familia. El 13 de julio de 1976, mientras Julio se encontraba de viaje, Cristina, junto a su cuñada Manuela y Alicia D´Ambra –compañera de militancia, que también estaba embarazada–, en compañía de sus hijos, fueron secuestradas por una patota de las fuerzas de seguridad. Los niños fueron dejados solos en el departamento.

Por testimonios de sobrevivientes se pudo saber que Cristina Navajas estuvo detenida en los centros clandestinos de detención y tortura Automotores Orletti, Protobanco y Pozo de Banfield. Aún continúa desaparecida.

 

Julio Santucho

Julio nació en Santiago del Estero en 1945. Es el menor de los diez hermanos Santucho. Conoció a Cristina Navajas en la Universidad Católica Argentina (UCA), cuando ambos estudiaban, ella Sociología y Julio Teología. “Entre detenidos, asesinados y exiliados los Santucho suman casi una veintena, diez de ellos aún desaparecidos y un niño o niña aún buscado”, detalla el comunicado de prensa de la restitución del nieto 133.

Cuando se enteró del secuestro de Cristina, Julio inició gestiones para sacar a sus hijos del país junto a Susana Fantino, una compañera del PRT-ERP, con quien tiempo después formó pareja y tuvo otra hija, Florencia.

«El hecho de haber encontrado a mi hermano me terminó de aclarar lo grande, fuerte e inmensamente valiosa que fue mi mamá en el momento del secuestro y el parto”, declaró Miguel Santucho, del nieto restituido 133.

Buscar un nieto

El día del secuestro de las tres mujeres, la abuela Nélida Gómez Navajas –madre de Cristina– encontró en el bolso de su hija una carta en la que manifestaba estar convencida de encontrarse embarazada. De esta manera, Nélida se enteró de que Cristina estaba esperando otro hijo. Para el momento de su detención, Cristina tan solo tenía dos meses de embarazo. Gracias a las declaraciones de compañeros y compañeras de cautiverio de Cristina, entre las que se encontraba Adriana Calvo, se pudo confirmar que el embarazo de Navajas siguió su curso: “Soy Cristina Navajas, militante del PRT-ERP, cuñada de Roby Santucho y estoy embarazada”.

De esta manera, Nélida Navajas comenzó la búsqueda de su nieto posiblemente nacido en cautiverio en febrero de 1977. Se unió a las Abuelas de Plaza de Mayo, en donde dedicó su vida a la búsqueda de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Falleció en mayo de 2012, sin poder conocer a su tercer nieto.

“Mi mamá y mi abuela siguen viviendo en mí y en todas estas búsquedas, no estaría acá sin ellas. El hecho de haber podido encontrar a mi hermano me terminó de aclarar lo grande, fuerte e inmensamente valiosa que fue mi mamá en ese momento”, declaró Miguel Santucho.

“Él empezó una búsqueda sin muchos elementos, no tenía idea por dónde hacerlo. Hizo todo lo posible por recuperar su identidad”, subrayó Julio Santucho, padre del nieto restituido 133.

Tomar la posta

Miguel “Tano” Santucho volvió nuevamente a la Argentina en 1985, cuando Nélida ya era secretaria de Abuelas. Sin embargo, recién en 1993 se radicó definitivamente en el país y se comprometió con la lucha por los derechos humanos y con la historia de su familia. En 2012, con el fallecimiento de Nélida, Miguel prometió continuar con el legado de la lucha de su abuela. En 2021, testimonió por primera vez en un juicio de lesa humanidad en la causa abierta por los Pozos de Banfield, Quilmes y Lanús, en donde reveló que fue un graffiti lo que marcó esta decisión: “«Santucho Vive» vio en una pintada en una manifestación estudiantil en 1992 cuando regresó por segunda vez a la Argentina. Este fue el detonante para «hacerse cargo de su historia»”. Actualmente, Miguel es miembro de la Comisión Directiva de Abuelas de Plaza de Mayo y brinda su trabajo cotidiano al servicio de la búsqueda de nietas y nietos apropiados durante la última dictadura cívico-militar argentina.

 

La restitución

De acuerdo con el comunicado oficial, el nieto 133 se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo a partir de una presentación espontánea. Desde joven tuvo dudas de su identidad. El pasado miércoles 26 de julio, la CoNaDi lo citó para informarle que el examen de ADN realizado en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) confirmó que era hijo de Cristina Navajas y Julio Santucho. “Esta restitución es una felicidad inmensa y una inyección de energía que me hace creer que todo es posible y que vamos a encontrar a todos los que faltan”, remarcó Verónica Castelli, quien encontró en 2008 a su hermana apropiada.

El 24 de marzo de 1977, el nieto 133 había sido anotado como hijo propio por un integrante de las fuerzas de seguridad y una enfermera. Julio Santucho reconoció la enorme voluntad de su hijo restituido por encontrarse con su familia: “Él empezó una búsqueda sin muchos elementos, no tenía idea por dónde hacerlo. Hizo todo lo posible por recuperar su identidad”. Apenas se enteró de la noticia, el nieto manifestó sus ganas de conocer a su familia biológica. “No tengo dudas de que vamos a estar juntos el resto de nuestra vida porque nos buscamos, nos quisimos encontrar y realmente el abrazo que nos dimos hoy es para siempre”, afirmó Miguel Santucho.

Por su parte, María José “Cocó” Lavalle Lemos, restituida en 1987, enfatizó en la importancia de “el mecanismo que creó Abuelas para que los chicos que duden de su identidad se puedan acercar y analizarse funciona, es lo que le dio la respuesta al nieto 133”. En esta línea, Manuel Gonçalves Granada otro nieto restituido, integrante de la Comisión Directiva de Abuelas y director ejecutivo de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) destacó que “el aporte de CoNaDi acá es una demostración de que las políticas de Estado que se crearon gracias a la lucha de las Abuelas son fundamentales para que se pueda encontrar a los nietos y nietas que buscamos”.

 

La búsqueda continúa

“Este nuevo caso es el resultado de una sociedad que, tras 40 años de democracia, sigue exigiendo saber qué pasó con las y los desaparecidos y con los cientos de bebés, niñas y niños apropiados, y apostando a la construcción de la Memoria, la Verdad y la Justicia, para que nunca más se repitan crímenes tan horrendos”, sentencia el comunicado de prensa, y agrega: “El origen de cada apropiación nos recuerda lo violento y asesino que puede ser el Estado al servicio de la opresión y el terror, pero las restituciones ponen de manifiesto el valor de la vida democrática, los derechos conquistados y las libertades ganadas”.

 

 

Si naciste entre 1975 y 1980 y tenés dudas sobre tu identidad, o sabés de alguien que puede ser hijo o hija de personas desaparecidas durante la última dictadura cívico-militar, comunicate con Abuelas o CoNaDI.

La otra alfombra roja

La otra alfombra roja

En la conmemoración del 47 aniversario de la Masacre de San Patricio se exhibió la alfombra que formó parte del escenario en donde cinco curas palotinos fueron asesinados por la dictadura cívico militar. El riesgo de que la biología deje el delito impune.

¿Cómo termina una alfombra roja colgada en una pared? Es 4 de julio y en la parroquia de San Patricio, ubicada en el barrio porteño de Belgrano, cuatro personas llevan, después de una misa, una alfombra roja desde el altar hacia un oratorio lateral. Ese paño formó parte de la escena de una masacre, 47 años atrás. Lo que después se llamó la masacre de San Patricio, el atentado más sangriento que sufrió la iglesia católica en Argentina en manos del terrorismo de Estado.

Los cuerpos sin vida de cinco religiosos de la orden palotina fueron encontrados ese dia junto a dos mensajes pintados en las paredes: “Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes y son MSTM” y “Por los camaradas dinamitados en Seguridad Federal. Viva la Patria”.

“Estos zurdos” eran Alfredo Leaden, Pedro Dufau, Alfredo Kelly, Salvador Barbeito y Emilio Barletti y fueron asesinados en la casa parroquial de San Patricio durante la última dictadura cívico-militar-eclesiástica en la madrugada del 4 de julio de 1976. Para perpetrar el crimen se utilizaron cuatro pistolas semiautomáticas estilo “Browning” (9 mm) y otra tipo ametralladora de dos cargadores según la pericia realizada por la Prefectura en 1977.

Desde la primera denuncia hasta hoy pasaron: el pedido de clausura de la causa entre mayo y julio de 1977 por el fiscal Strassera, el posterior sobreseimiento, la vuelta a la democracia y la reapertura de la causa en 1984 por el juez Néstor Blondi a pedido del Padre Cornelio Ryan, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, la conexión con la megacausa Esma, los jueces Sebastián Casanello y Daniel Rafecas, entre otros. Hoy, el colectivo Palotinos por la Memoria, la Verdad y la Justicia junto a muchos integrantes de la comunidad temen porque la indefinición de la causa derive en la impunidad biológica de los responsables.

“Nosotros seguimos sin bajar los brazos. El panorama es desalentador. Si la causa no avanza vamos hacia la impunidad biológica. Con suerte lo único que nos va a quedar es un juicio por la Verdad.” dice Ramiro Varela, referente del colectivo Palotinos por la Memoria, la Verdad y la Justicia.

Las hipótesis sobre los autores materiales que barajaron antes y ahora quienes luchan por la memoria, la verdad y la justicia, tienen que ver con el origen del grupo de tareas que ejecutó la masacre: si el origen fue la ESMA, un grupo proveniente de la Superintendencia de Seguridad Federal o una mezcla de ambos. En ese sentido, algunos hechos de violencia como la masacre de Fátima o fusilamiento de un militante en pleno Obelisco esa misma madrugada en presunta represalia por la bomba puesta en un comedor de la sede policial en Moreno 1431, bomba a la que hace referencia una de las pintadas encontradas en la escena de la masacre, hacen pensar que el grupo de tareas tiene que ver con la Superintendencia de Seguridad Federal. Testimonios de sobrevivientes de la ESMA y la cercanía territorial hacen que no se descarte la participación de un grupo de tareas proveniente de ese centro clandestino de detención, tortura y exterminio.

El diputado nacional Daniel Arroyo, presente en la ceremonia junto a organismos de Derechos Humanos, autoridades del Ministerio del Interior y el propio Ministerio de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, habló con ANCCOM y dijo que “hace 40 años recuperamos la democracia y ese es un valor que, de acá en adelante, tiene que perdurar siempre. Se pueden discutir muchas cosas en Argentina, si les gusta el gobierno o no, si está bien o mal, no se puede discutir la democracia. La democracia significa que nadie se puede meter en tu casa, nadie te puede hacer desaparecer.”

 En la misa por los 47 años de la masacre hay militantes y religiosos: en el gesto siguiente al terminar el sermón del Obispo Monseñor Enrique Eguía Seguí, los militantes aplauden y los religiosos reflexionan. La conjunción de dos universos simbólicos tan potentes como la política y la religión se condensa en esa disputa de sentido entre quienes llamaron marcha y quienes llamaron procesión al trayecto realizado desde la Ex Ema y hasta la parroquia San Patricio en ocasión de los 40 años de la masacre. 

“Es imposible no politizar un crimen de Estado, está totalmente atravesado por la política.” subraya Ramiro Varela. El hecho político de la jornada es la alfombra puesta de pie. Una alfombra con agujeros de pistolas 9mm que le da fondo a los retratos de los cinco religiosos asesinados, le da contexto a las caras. Con la deuda pendiente. Porque a pesar de la repetición, la frase no pierde vigencia: Memoria, Verdad y Justicia.

 

 

 

 

«El cinismo de Donda Tigel era incomparable»

«El cinismo de Donda Tigel era incomparable»

Carlos “Kike “Muñoz, sobreviviente de la torturas en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) durante la última dictadura, declaró en el juicio contra el represor Adolfo Donda Tigel. Confirmó la vinculación del exmarino, acusado de facilitar la sustracción de identidad de su sobrina Victoria Donda Pérez, con el prefecto apropiador Juan Antonio Azic.

José María “Pato” Donda y María Hilda Pérez, padres de Victoria Donda, aún continúan desparecidos. 

En una jornada cargada de tensión por la potencia del relato de Carlos “KiKe” Muñoz —de los más completos que se han escuchado en las dieciséis audiencias llevadas adelante en este juicio— y por el intercambio que mantuvo con Guillermo Fanego, el abogado defensor del acusado Adolfo Donda Tigel, el testigo expuso frente a los jueces del Tribunal Oral Federal (TOF) 6 de la Ciudad de Buenos Aires, integrado por los jueces Ricardo Basilico, Daniel Obligado, Gabriela López Iñíguez y Sabrina Namer.  

Donda Tigel presenció virtualmente este testimonio, desde la Unidad 31 de Ezeiza donde permanece detenido por haber sido condenado dos veces a reclusión perpetua por delitos de lesa humanidad en la ESMA. 

Muñoz estuvo detenido, por primera vez, entre el 3 y el 15 de junio de 1976 en la Superintendencia de Seguridad Federal, en la calle Moreno, en pleno centro porteño. Fue subido a un auto por parte de un grupo militar cuando estaba con su compañero y amigo Carlos Fidale, y los trasladaron encapuchados a la Comisaria Nº 20, en la calle Cochabamba. Al testigo lo golpearon, mientras que a Fidale lo torturaron con picana eléctrica en un baño. 

Desde allí fueron llevados a su destino final: la Superintendencia. En esos doce días de cautiverio ambos sufrieron “picanazos” y castigos “feroces” y “atroces”, según relató. “A Fidale le pegaron un tiro en la cabeza, al lado mío, donde estábamos presos”, aseguró con dolor.

Muñoz asegura que se salvó porque el primo de su papá era comisario mayor y tanto él como su padre realizaron gestiones rápidas para poder sacarlo. “No era menor eso”, aseguró, en relación a su contacto directo con la policía. 

Donde manda marino, está el prefecto

Pero la pesadilla no terminó allí. Su segunda detención, su cautiverio en la ESMA, ocurrió entre el 21 de noviembre de 1978 y el 15 de febrero de 1980. Muñoz dormía en su casa del barrio de Once con su esposa y compañera Ana María Malharro y su hijo de tres meses y medio. 

Un grupo armado vestido de civil, conducido por el entonces Teniente de Fragata Alfredo Astiz, tiró la puerta de su domicilio en plena medianoche y además de llevarse a la pareja les robaron sus pertenencias de valor, entre ellas un proyector que luego el mismo Muñoz utilizó en su reclusión para pasar películas en formato Súper-8 en la Escuela de Mecánica. El nene fue entregado al mayor del Ejército César Smirnoff que vivía enfrente de su departamento en el mismo edificio

Detalló cómo fue que llegaron a la ESMA: “Nos subieron a dos autos diferentes. A mí me habían golpeado mucho en casa. Me bajaron a un sótano, atravesé una puerta verde de metal. Me arrastraron a un cuartito en el fondo. Me hicieron desnudar, me ataron los brazos y las piernas a los extremos de una cama metálica. Febres (Héctor Antonio, oficial de la Prefectura Naval) me empezó a aplicar picana eléctrica”, relató sin parpadear. A él se le sumaban otros oficiales que torturaban en esa área del cuarto 13 durante sus primeras doce horas de cautiverio.    

Luego de esa carta de “presentación” para Muñoz en la ESMA, que lo dejó en un estado deplorable, se produjo su primer contacto con el marino Donda Tigel, que en ese momento ya estaba al frente del Grupo de Tareas 3.3.2. Lo trasladaron a otra habitación y le pidieron que con un lápiz y papel escribiera la historia de su vida: “Me habían sentado en un pupitre de escuela viejo, con un gancho para pasar un candado. Intenté abrir las esposas con ese candado. Estaba en eso cuando de repente, irrumpió una persona que después reconocí como Adolfo Donda. Y me dijo, con un cinismo extremo: ‘Ah, te querés fugar’. Me pegó una paliza fenomenal, tan grande que me desmayé y no me acordaba de nada”. 

Ahí comenzó su reclusión de casi un año y medio, tirado en una colchoneta entre dos maderas en la zona de “Capucha” de la ESMA —el principal lugar de detención de las y los prisioneros, que permanecían esposadas de pies y de manos, con una capucha o antifaz de tela en la cara—. Con su compañera Malharro, estuvo a sus espaldas por tres meses, separados por un pasillo en ese lugar, ambos encapuchados, engrillados y esposados. Llegaron a besarse en uno de sus cruces, destacó orgulloso, aunque eso le hubiera significado que “lo molieran a golpes”. El 13 de febrero de 1979, ella recuperó su libertad. 

Indicó que el tío biológico de Victoria Donda era “una presencia permanente, casi diaria” en ese sótano. Expresó que también lo vio cuando fueron trasladados a la isla “El Silencio”— anexo de la ESMA en la tercera sección del Delta, San Fernando— durante la inspección de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en septiembre de 1979. 

De esa tarea de ocultamiento de los detenidos, Muñoz recordó dos detalles precisos de la actuación de Donda Tigel: “Estaba de guardia y nos hizo acercar a todos a una mesa. Nos hizo brindar porque ese día (el 19 de septiembre de 1979) habían matado a Mendizábal —Horacio, abogado y comandante de Montoneros-”. Su segundo recuerdo fue cuando participó de una excursión de pesca junto con un oficial y un suboficial, y su compañero de militancia y de detención Carlos “Sueco” Lordkipanidse. Luego de fracasar en la tarea, señaló que todos, incluidos los militares, fueron humillados por Donda. 

La relación del marino con el prefecto Azic fue precisada por Muñoz, y es una estocada insalvable para las expectativas del acusado de quedar despegado de la figura de Azic por la apropiación de la bebé Victoria Donda Pérez, hija de su hermano, José María Laureano “Pato” Donda y de María Hilda Pérez, que aún hoy continúan desparecidos. 

Una vez que el militante recuperó su libertad en febrero de 1980, cuando salía de la agencia de publicidad donde trabajaba en la avenida Corrientes y Pasteur, fue llevado por Donda y Azic al bar La Ópera, en Callao y Corrientes. “Me apretaron en ese bar diciendo si había sido yo el que había dado información sobre ellos y los genocidas. Yo se los negué. Me amenazaron que iban a seguir averiguando. Llegué a mi casa en Castelar y me escondí por un tiempo”. 

Su último contacto con el represor fue en 1985. Muñoz planteó que tanto él como Azic— “torturador silencioso” señalado por el testigo como parte integrante de ese mismo grupo de operaciones que encabezaba el marino— lo habían seguido cuando comía unas empanadas en una casa de comidas. 

“Desde un auto, acompañado por Azic, en un Falcon, se paró allí, bajó y me dijo: ‘Tenemos que hablar’. Le dije que no tenía nada que hablar con ellos, y con la intervención de la gente se terminaron yendo”, recordó. 

Afirmó que había “una relación” entre ambos, que Donda y Azic “siempre” estaban juntos, y que no era “casual” que tanto en 1980 como en 1985 se los encontró a los dos. “Había una relación de absoluta cercanía entre ellos”, aseguró Muñoz, que recordó verlos frecuentemente en la Oficina de Operaciones de la ESMA, en el momento en el que, como parte del grupo de “esclavos en recuperación”, como el recordaba que los llamaban, proyectaba películas para los oficiales y suboficiales. 

“Donda tenía esa gentiliza que cuando el proyector se iba de foco, con una escopeta, me la ponía en la cabeza y me decía: ‘Kike, el foco’”, señaló con ironía apuntando con sus dedos en forma de pistola mientras reforzaba que el represor era del “ala dura” del Grupo de Tareas. De hecho, según el testimonio, el propio “Gerónimo”, como era conocido en el sótano, acusaba al primo de su padre, comisario mayor, de “traidor” por intentar encontrar a Muñoz en las comisarías: “Si sigue jodiendo va a terminar en ֥ ‘Capucha’ al lado tuyo”, recordó sobre las palabras de Donda. 

“Era vox populi en ese micromundo que era la ESMA, que Donda Tigel tuvo un hermano montonero y que lo entregó. Eso le daba una alta valoración en el Grupo de Tareas. Y a nosotros nos daba mucho miedo saber que estabas enfrente de semejante tipo», recordó Muñoz.

En ese momento, Muñoz tuvo su pasaje de mayor contundencia sobre la responsabilidad de Donda Tigel en su accionar en la ESMA: “Era vox populi en ese micromundo que era la ESMA, que Donda Tigel tuvo un hermano montonero y que lo entregó. Eso le daba una alta valoración en el Grupo de Tareas. Y a nosotros nos daba mucho miedo saber que estabas enfrente de semejante tipo. Donda quería que nos mataran a todos, y decía que no nos íbamos a ‘recuperar’ nunca”. 

Un punto más de la relación de Donda y Azic quedó expuesto cuando Kike Muñoz reveló que se apropiaron de la casa de la madre de Víctor Basterra, compañero de cautiverio y amigo. Destacó: “Donda fue a ‘apretar’ a la madre para que firmara una falsa escritura de venta, y después Azic llevó a la madre, que ya estaba viejita, a una escribanía en el centro. Le exigieron que no se lo podía contar a nadie, que lo mantuviera en secreto, y así Donda y Azic se quedaron con la casa”. 

“El cinismo de Donda era incomparable”, disparó Muñoz. Justo contra él. El hombre que, según lo que le tocó ver y vivir en ese infierno llamado ESMA, supo disparar contra muchos. En todos los sentidos en los que se puede disparar a una persona. 

Un Palito que era un garrote

Un Palito que era un garrote

En el juicio por sustracción de identidad y apropiación de bebés que se le sigue a Adolfo Donda, tío de Victoria, Miguel Ángel Lauletta, sobreviviente del genocidio en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), reconstruyó su paso por el centro de detención de la última dictadura militar y aseveró haber tenido contacto directo con el tío biológico de Victoria Donda dentro de los sótanos de tortura.

Se realizó la decimocuarta audiencia en los tribunales de Comodoro Py por la causa en la que se investiga la responsabilidad del militar Adolfo Donda Tigel, quien formó parte del Grupo de Tareas 3.3.2 de la ESMA. Se intenta determinar su participación en la sustracción de identidad y apropiación y entrega de su sobrina, Victoria Donda Pérez, al prefecto Juan Antonio Azic.

Lauletta formó parte del Servicio de Documentación del área federal de la organización Montoneros. Su alocución, de menos de una hora frente a los jueces del Tribunal Oral Federal (TOF) 6 de la Ciudad de Buenos Aires, integrado por Ricardo Basilico, Daniel Obligado y Gabriela López Iñíguez, fue seguida por Donda Tigel desde la Unidad 31 de Ezeiza. En ese lugar, el represor está detenido por ser condenado dos veces a reclusión perpetua por delitos de lesa humanidad en la ESMA.

El testigo señaló que fue secuestrado el 14 de octubre de 1976, y llevado directamente a la escuela de mecánica. Permaneció detenido hasta el 30 de abril de 1979, aunque debió volver luego de que lo llamaran y fue liberado “quince, veinte días” después. Su salida se dio con un régimen de libertad “vigilada”, en el que los militares pasaban a buscarlo por la casa, le dejaban notas o, directamente, se apersonaban para verlo. “Sentí que había zafado un poco en octubre de 1984, cuando me mudé y no hice el cambio de domicilio”, aseguró.

Ante los detalles requeridos por el auxiliar fiscal Daniel Polaco, Lauletta destacó que fue raptado por un Grupo de Tareas que respondía a los militares, cuando estaba en una reunión del equipo de documentación, en la casa de su compañero Gerónimo Da Costa. “Me llevaron a la ESMA directamente, con todo lo que encontraron ahí: documentos en blanco, pasaportes en blanco”.  

Los oficiales hallaron los encuentros que tenía agendados para ese día, que incluían una reunión familiar. Lauletta dio cuenta de la perversión del sistema represivo al señalar, con “vergüenza” que, para evitar que los comandos de tareas averiguasen la ubicación de su esposa y su hija de tres meses, tuvo que mencionar una cita que tendría con otros cinco compañeros de militancia. Cuatro de ellos hoy continúan detenidos desparecidos. 

Planteó que todas sus noches de cautiverio las pasó en “La Capucha” de la ESMA— el principal lugar de reclusión de las y los prisioneros, que permanecían esposadas de pies y de manos, con una capucha o antifaz de tela en la cara— y “en una pieza de material” en un sótano que ahora ya no existe, en el área del Casino de oficiales. En su estadía, aseguró haber visto a muchos detenidos, traídos por los Grupos de Tareas.

Lauletta destacó que desde enero de 1977 los mandos castrenses definieron montar “todo lo necesario para falsificar documentos”, que incluía un laboratorio de fotomecánica donde se hacían las películas para la alteración y la impresión de papeles. 

El declarante expresó que, a partir de 1978 Horacio Luis Ferrari, alias “Pantera” o “Diego”, contraalmirante retirado de la Armada, le dejó su lugar en la cabeza del Grupo de Tareas a un marino que se había presentado en el sótano por primera vez en 1977, vestido de traje azul oscuro, con saco y corbata: era Adolfo “Palito” Donda Tigel.

Luego de detallar la caída de las estructuras más importantes de las columnas de Montoneros, Lauletta observó que había menor movimiento en la ESMA, y en particular en el sótano donde él estaba detenido.

“Íbamos los que trabajábamos ahí y era raro que entrara alguien. Por eso me quedó como una presencia insólita (en alusión a Donda Tigel). Al año siguiente (mediados de 1977), lo reconozco como esa persona que ahora estaba al frente de la parte de Operaciones del Grupo de Tareas”, destacó Lauletta, que afirmó que se producían “charlas anodinas” y cotidianas con los represores. “Quizás me vieron cara de cura, o sentían que podía hablar”, señaló con ironía.

Reconoció escuchar el apodo de “Palito” o “Gerónimo” asignado al tío biológico de Victoria Donda, y afirmó que una vez afuera de la ESMA se pudo dar cuenta que se trataba del mismísimo Donda Tigel. “Lo que me acuerdo de él, es la versión de los detenidos en “La Pecera”— un lugar con unas pequeñas oficinas, unidas por un pasillo central, donde los reclusos hacían trabajo forzado— que decían que él había ‘cantado’ al hermano y a la cuñada”, resaltó.

“Lo vi entrar y se dirigió hacia las salas de tortura. Me lo debo haber cruzado pasando del laboratorio de fotomecánica a la oficina donde se falsificaban los documentos», señaló Lauletta ante las preguntas del abogado defensor Guillermo Fanego. Volvió a afirmar que a mediados de 1978, Donda Tigel, ya en rol de jefe de operaciones del Grupo de Tareas, se presentaba no con traje sino vestido de sport.

La próxima audiencia será el próximo lunes 24 de abril a las 11.30, y le seguirán las del 8 de mayo y la del 22 de mayo, con cuatro testigos.  

El arte de hacer memoria

El arte de hacer memoria

En el Centro Cultural Haroldo Conti se inauguró «Comunicar los juicios», una muestra sobre formas creativas de contar los procesos judiciales de lesa humanidad.

En vísperas del 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el sábado pasado se inauguró Comunicar los Juicios, una muestra multifacética que se presenta hasta el 28 de mayo en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, de Av. del Libertador 8151 (ex ESMA), con entrada libre y gratuita.

Las obras agrupadas bajo el concepto de  “contar los juicios” presentan las distintas herramientas que se han usado para construir comunicación sobre los juicios de lesa humanidad en nuestro país. Por una parte, se exhiben los Microrrelatos, que recuperan pequeñas historias, testimonios y escenas de los juicios en formato audiovisual breve. Mientras que en otra sección, En la tierra son actos, se despliegan las diferentes acciones creativas llevadas a cabo desde los movimientos de derechos humanos contra el olvido y el silencio, para mantener la demanda de justicia.

Los artistas que participan son Luis Abregú, Almendra Acosta Galera, Luis Angeletti, Federico Geller, Gabriel Giaiman, Hugo Goldgel, Lisandro Guma, Gauadalupe Marin Burgín y Leandro Torres. El equipo de microrrelatos está coordinado por Alejandra Dandan, con la curaduría a cargo de Guadalupe Marín Burgín y Federico Geller.

El proceso de justicia por delitos de lesa humanidad comenzó con la vuelta de la democracia en 1983, pero se vio interrumpido durante casi 20 años por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, además de los indultos, que garantizaron la impunidad de represores. Con la declaración de nulidad de esas normas en 2003, se reanudaron y se completaron más de 280 juicios, con 1.146 represores condenados. 

En este sentido, las organizaciones de derechos humanos, desde Madres, Abuelas, Familiares, CELS, H.I.J.O.S., entre otras, crearon distintas estrategias de comunicación creativas para acompañar y mantener activa la demanda de justicia. En la tierra son actos, se despliegan algunos ejemplos de acciones de comunicación. Por ejemplo, los dibujos de los juicios, dado que en algunos tribunales establecieron límites al trabajo de los fotógrafos. En el año 2010 en Comodoro Py solo se permitió su ingreso por algunos minutos. La respuesta de H.I.J.O.S. junto con la Facultad de Diseño Gráfico y el IUNA fue convocar a dibujar los juicios. También, se muestran las fotografías, los escraches, el trabajo en radio, mapas de juicios y de represores como formas de construir comunicación alternativa.

En pandemia, cuando las audiencias comenzaron a ser televisadas, un equipo de la Secretaría de los Derechos Humanos de la Nación comenzó a desarrollar un dispositivo para facilitar y humanizar el acceso a la amplia cantidad de información que producen en las salas. Guadalupe Marín Burgin, curadora de la muestra, explica que los Microrrelatos fueron llevados a cabo por el esfuerzo colectivo tanto de periodistas, artistas, editores como de investigadores, quienes a partir de fragmentos de testimonios vertidos en las audiencias, y en contacto con las víctimas y abogados, realizan un relato audiovisual de breve duración. La exhibición propone un recorrido plástico por las causas judiciales, mediante animaciones de dibujo, collage y material de archivo, expone un conjunto de bocetos y obras. También se encuentran disponibles en forma de episodios en las redes y canales de difusión de la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación, y son también emitidos por TV Pública y proyectados en salas del INCAA antes de las funciones.

El acto de inauguración estuvo encabezado por la actriz Lola Berthet, Directora Nacional del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti desde el 2020, quien destacó el trabajo de todo el equipo de investigación y de artistas como fuerza de lucha, en el marco de los 40 años de la democracia. Con el eje en arte y memoria, se presentaron además dos muestras de artes visuales e instalaciones: Uso y función. Objetualidades poético-políticas de la ESMA, y Remolino de tiempos. La presentación finalizó con unas palabras del Secretario de Derechos Humanos de la Nación Argentina, Horacio Pietragalla Corti, quien señaló la importancia de estos espacios de memoria frente al negacionismo, y el avance de la derecha actual. Además, remarcó que el trabajo en materia de Derechos Humanos continúa. 

Federico Geller, señaló que la idea de la muestra Comunicar los juicios apunta a que “los juicios no sean solo un procedimiento judicial en un laberinto lleno de telarañas, sino una caja de resonancia para aprender y para encontrar conocimientos nuevos. Porque los juicios generan conocimiento nuevo, donde las imágenes, los objetos, los audios se ponen a dialogar entre sí. También para renovar este compromiso de la parte democrática de la sociedad”. 

En este sentido, Geller señaló la importancia de los espacios artísticos y creativos en relación a la memoria teniendo en cuenta el contexto político social actual: “Nos gustaría que esta cajita de resonancia sea apropiada por todos los que vean la muestra, para poder también luchar contra las mayores amenazas que afectan esta democracia que estamos construyendo a golpes. Nuestro deseo es que logremos imprimirle al proceso político un trabajo de repudio a la mafia judicial y que usemos las herramientas artísticas que tenemos, usemos herramientas nuevas y que le demos un nuevo aliento a la democracia y que dibujemos colectivamente el horizonte que hace falta”.

Comunicado de los trabajadores del Conti

Los trabajadores del Centro Cultural Haroldo Conti, a través de un comunicado pegado en la entrada del establecimiento y firmado por la Junta Interna de ATE del Ente público Ex ESMA, denuncian un sistemático vaciamiento del espacio desde el gobierno de Cambiemos y que se extiende con la actual gestión, agravado con la presencia policial en el lugar, donde se cerró el área de maestranza. Además, observan que no cuentan con los insumos necesarios y elementos para realizar las tareas cotidianas y que al momento permanecen sin respuestas.