El parto como derecho

El parto como derecho

Desde este lunes se conmemora en la Argentina la Semana del Parto Respetado. ¿Qué significa? ¿Cuáles son las principales causas de violencia obstétrica? ¿Qué dice la ley?

Cuando se habla de «parto respetado» o «parto humanizado», se hace  referencia a la consideración que debe ofrecerle el personal de salud a las madres, los padres y los recién nacidos durante el preparto, el parto y el posparto. Esto significa que deben ser atendidas sus creencias religiosas, sus nacionalidades, costumbres, y las particularidades de cada familia. El nacimiento debe darse de manera segura, de la forma más natural posible, pidiendo consentimiento para todas las intervenciones quirúrgicas y evitando todas las intervenciones innecesarias, sin violencia, garantizando la dignidad y privacidad de la mujer gestante. Del 15 al 21 de mayo se conmemora en la Argentina la Semana Mundial del Parto Respetado, que en nuestro país se reglamentó en el año 2015.

La médica  Patricia Rosemberg, especializada en derechos sexuales, violencia obstétrica, parto respetado e interrupción del embarazo y exdirectora de la Maternidad Estela de Carlotto, en el municipio de Moreno, reflexiona: “El parto respetado fundamentalmente tiene el eje en que las protagonistas son la persona que paren y la persona que nace. Devolver el protagonismo significa poder transcurrir el embarazo y llegar al momento del parto con información, con posibilidades de decisión, con conocimiento del cuerpo, con conocimiento de ese proceso tan fisiológico, tan único y tan poderoso. Que el sistema de salud se corra de la intervención y que su rol sea el acompañamiento en los tiempos que la persona que está pariendo marque.»

Debido a la importancia que tiene el respetar estos derechos, se reglamenta en el año 2015 la Ley Nacional 25929, que rige en todo el país. Dicha ley garantiza, entre otros, el derecho a que la persona gestante esté informada constantemente sobre todos los procedimientos que le realicen, la evolución del parto, el estado de su hijo o hija, y participar de las decisiones antes, durante y después del parto; conocer los beneficios de la lactancia y recibir apoyo para amamantar; ser tratada con respeto e intimidad, sin ser discriminada; y que la madre pueda elegir quién va a acompañarla durante y después del embarazo.

 “La ley habla de garantizar algunas cosas como por ejemplo que la persona esté acompañada por quien ella elija durante todo su parto. El acompañamiento es fundamental como soporte afectivo, pero también porque esa persona que acompaña, de alguna forma se constituye en quien puede garantizar los derechos”, explica Rosemberg y agrega:  “La ley de Parto Respetado nos habla de no patologizar, es decir no intervenir innecesariamente. Con esto no quiero decir que ninguna cesárea sea necesaria, por supuesto que hay cesáreas que son necesarias para salvar la vida de la persona o la del bebé. Pero cuando las cesáreas se vuelven rutina, ahí hay una intervención sobre el cuerpo que genera daño para la persona.”

La médica subraya aspectos la ley: “La norma habla de respetar los tiempos, que la persona pueda movilizarse, no forzarla a parir en una posición que no desee, que ese o esa bebé que acaba de nacer no sea separado de su mamá, que podamos garantizar el contacto piel a piel por lo menos una hora. Esa hora es absolutamente indispensable para generar vínculo.”

Si estos derechos no se cumplen, se habla de violencia obstétrica por parte del personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales. Hay dos tipos de violencia: violencia física y violencia psicológica. En la violencia física podemos encontrar el exceso de medicalización, la realización de cesáreas innecesarias, que la persona gestante no pueda decidir la posición en la que desea parir, entre otros. Y en la violencia psicológica, tenemos los ejemplos de la discriminación, los comentarios denigrantes violando la intimidad de las mujeres, el impedir que la madre elija a su acompañante y no brindarle la información que necesita en tiempo y forma, entre otros.

Al respecto, Rosemberg sostuvo “Nosotros no tenemos grises, si no hay un parto respetado, hay violencia obstétrica. Nuestro país es muy pionero en tipificar a la violencia obstétrica como una de las violencias institucionales por motivos de género. La violencia obstétrica es una de las más frecuentes pero también más naturalizadas”.

La violencia obstétrica es más común verla ejercida en las madres y los padres adolescentes que en los adultos. “Hay muchos estigmas que recaen sobre los adolescentes papás y mamás, esto opera en la profundización de la violencia, y esta asimetría que muchas veces se genera entre el y la profesional y la persona gestante se agrava también por la edad de esa persona embarazada”, relata, por su parte,  Lucía Sucari, coordinadora del área de Comunicación en la Fundación Kaleidos, organización especializada en embarazo, maternidad y paternidad en la adolescencia, desde el año 2003.

Cuenta Sucari que lo que ven es que en el caso de los adolescentes quedan marcas psicoemocionales  y físicas muy profundas ligadas al vínculo con sus hijos e hijas, con la relación con su propio cuerpo, con los procesos sexuales y reproductivos, y en la lactancia. Esta violencia obstétrica trae también problemas complejos en cuanto a que los adolescentes, al ser discriminados, se alejan del sistema de salud, se refuerza la vulnerabilización de sus derechos y las barreras de acceso.

Por su parte, esta fundación busca visibilizar esta problemática, y en base a esto exigir al Estado el respeto, porque esto es una violación a los derechos humanos, que se cumpla la obligación de respetar los derechos de estas personas embarazadas durante el embarazo, el parto y el posparto. Y que en los Institutos de salud se adopten medidas para prevenir, prohibir, sancionar y reparar estos actos. “Desde Fundación Kaleidos lo que pedimos para las y los adolescentes es sensibilizarnos como adultos, fortalecer una mirada empática, que tengan en cuenta la singularidad de cada uno”, remarca Sucari. En línea con la Semana del Parto Respetado, lanzaron un podcast sobre violencia obstétrica en adolescentes.

En lo que respecta a la Provincia de Buenos Aires, en el Hospital Posadas se realizan esta semana diferentes actividades bajo el lema «Salud es parir libres de violencias».

¿Se aprobará la Ley Lucio?

¿Se aprobará la Ley Lucio?

El tenso clima electoral que vive el Congreso impidió que el Senado sancione una nueva ley de protección a las infancias. Algunos especialistas, de todas formas, dudan de su eficacia.

El caso de Lucio Dupuy, el niño de 5 años asesinado a golpes por su madre y su pareja, conmocionó a la sociedad y dejó en evidencia las falencias del Estado en el tratamiento de las violencias en las infancias. Es que las distintas denuncias realizadas a las agresoras ante la justicia y los reiterados ingresos a guardias médicas no fueron suficientes para evitar el trágico final. En este contexto, diputados de Juntos por el Cambio propusieron la denominada “Ley Lucio”, que ya tuvo media aprobación por unanimidad en la Cámara de Diputados.

El proyecto tiene como objetivo la prevención y detección temprana de situaciones de vulneración de los derechos de los niños, niñas y adolescentes a través de la capacitación obligatoria para todas las personas que ejercen la función pública en el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. No cumplir con la instrucción se considerará una falta grave. Si bien la norma se aprobó por unanimidad en la Cámara de Diputados, su tratamiento en el Senado se vio postergado luego de la escandalosa sesión del pasado 30 de marzo, donde una discusión sobre el temario del encuentro terminó con los bloques de Juntos por el Cambio y Unidad Federal abandonando el recinto y dejando sin quórum al oficialismo. 

En su texto, la iniciativa propone la realización por parte del Estado de campañas de concientización que ayuden a prevenir, detectar y denunciar posibles situaciones de violencia. De igual manera, prevé la implementación de la línea 102 en todo el territorio nacional para la promoción de derechos de las infancias y atención gratuita.

Otro de los puntos salientes de la ley es la incorporación de la reserva de identidad como herramienta de protección, con el objetivo de preservar la integridad física, psíquica, económica, laboral y social de aquellas personas que realicen una denuncia.

En diálogo con ANCCOM, Martin Maquieyra, diputado perteneciente al interbloque de Juntos por el Cambio y firmante del proyecto, cuenta que apenas ocurrió la muerte de Lucio se acercó a hablar con el padre y el abuelo del niño: “Me encontré con una familia muy dolida pero dispuesta a ayudar a que ningún otro niño pase por ese calvario, fue en ese momento en el que nos pusimos a trabajar en el proyecto”

El diputado por La Pampa reconoce que “con una sola ley no alcanza, pero puede colaborar a salvar vidas”. En sintonía, agrega que la iniciativa se propone fortalecer las leyes existentes en tres aspectos: concientización, capacitación y reserva de identidad. Maquieyra agrega: “Es importante capacitar a todo el personal del Estado para la detección de alertas tempranas, aquellos indicios de que un niño está siendo víctima de violencia y que de esa manera un docente o médico pueda realizar la denuncia a tiempo”. Al mismo tiempo, reconoce que a menudo la denuncia no se realiza por miedo a represalias, pero que el Estado deberá oficiar de protector de esas personas, ofreciendo herramientas para que las instituciones puedan tratar estos casos en un marco de confidencialidad.

Por su parte, Nora Schulman, Directora Ejecutiva del Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención por los Derechos del Niño (CASACIDN), considera que la ley es reparadora para la familia de Lucio, pero que en términos generales no trae novedades a la legislación existente: “Repite lo establecido en la Ley 26021 de protección integral, la cual tampoco se cumple”. No obstante, también remarca: “Bienvenida sea siempre que permita salvar la vida de algún chico en peligro”.

Para Schulman, con una sola ley no alcanza: “Es evidente que en este caso y en tantos otros el Estado es el que falló, por eso es necesario una política pública que cuide a los niños”. Y agrega: “Es un tema que no está en agenda a menos que haya un caso como el de Lucio”.

Finalmente, Sonia Almada, psicoanalista y directora de la asociación civil ARALMA, se mostró crítica respecto a la iniciativa: “Me horroriza que se intenten ganar votos con la muerte de un niño, se trata de un proyecto que busca maquillar la inacción del Estado”. Al igual que Nora Schulman, sostiene la importancia de cumplir con la Ley 26021, la cual considera una norma de excelencia en la materia. 

Almada, por otra parte, destaca el proyecto de ley presentado en abril de 2022 por su asociación, en conjunto con otras organizaciones, el cual propone la creación de un Ministerio de la Infancia en nuestro país: “Su función principal será la de atender de manera integral y federal a la población infantil y garantizar su desarrollo sostenido y saludable, al mismo tiempo, busca cumplir con los objetivos en materia de derechos reconocidos en los tratados internacionales en los que nuestra nación es parte”.

 

 

“Si somos la única marca de juguetes que habla desde la diversidad, significa que en la sociedad aún hay mucho por hacer”

“Si somos la única marca de juguetes que habla desde la diversidad, significa que en la sociedad aún hay mucho por hacer”

Vasalisa fabrica muñecos que representan las infancias trans, niños con Síndrome de Down, chicos afrodescendientes o que se mueven en una silla de ruedas.

La cordobesa Gabriela Cavallone tiene 54 años, es diseñadora de indumentaria y, como vestuarista, trabaja en cine y teatro. Además, hizo la carrera de docente. Todo esto lo combinó con una nueva pasión a la que le dedica mucho tiempo, esfuerzo y cabeza: su propia marca de juguetes inclusivos Vasalisa, única en nuestro país.

Alejados de los estereotipos “Barbie” de juguetes que marcan cánones y aspiraciones de perfección, los 15 personajes Vasalisa se venden en Córdoba y también en varios puntos de la provincia de Buenos Aires, Santa Fe y Capital Federal.

Cavallone trabaja con el Hospital de Niños de Córdoba. Junto al equipo de Oncología diseñaron un pack de muñecos en esa área que acompañan a los niños y niñas en sus procesos de recuperación mientras están internados en la institución.

Una apuesta jugada

 “Vasalisa es una leyenda popular rusa en la que hay una muñeca que representa la intuición femenina. Yo conocí ese cuento cuando hacia un trabajo para la facultad. Me gustó, me quedé con esa idea, y basada en ella hice una primera muñeca para mí. Fue algo muy íntimo en el contexto de que estaba maternando, hace unos quince años”, relató Gabriela.

La directora recordó, además, que de chiquita jugaba a las muñecas, y tenía un muñeco varón que ella amaba, que se chupaba el dedo. No sentía que lo que había allí era una falta de representatividad de las infancias pero ahora, como adulta, sí puede ver a partir de compartir su vida con un hermano con hipoacusia la necesidad de toda la familia de sobrellevar y sobreadaptarse a una sociedad “capacitista”.

Cavallone plantea que “este mundo” está diseñado para las personas “con capacidades”. “Había que educar a mi hermano para que sea una persona capacitada, útil, socialmente aceptada”, recapituló. Ese sobre esfuerzo que todos tuvieron que hacer lo lleva marcado en su emprendimiento. De hecho, un personaje con hipoacusia será la novedad de la colección de Vasalisa

Hubo un momento de quiebre que decidió a Cavallone a tomar las riendas de este trabajo que hoy la gratifica. “Hice varios personajes de manera intuitiva que tenían algunos aspectos vinculados a lo que hoy buscamos reflejar. Pero la primera muñeca que me orientó, con la que decidí hablar de diversidad, surgió con el nacimiento de Emilia, la hija de una amiga que tiene síndrome de Down. Preguntándonos acerca de esa condición, dándonos cuenta del desconocimiento y de la falta de información que había al respecto, advertimos la falta de presentación de estos temas que hay en los juguetes”, recordó.

Historia e identidad

Cavallone le presta especial atención a la tarea de redacción de textos. Vasalisa no solo incluye en su producción los muñecos inclusivos —también títeres de mano y de dedo—  sino que además vienen acompañados de un cuento que brinda el contexto de la historia de vida de cada creación, junto al nombre de cada personaje y su DNI. “Una de las patas más importantes es la de poder comunicar con respeto y claramente”.

Próximamente saldrán a la venta personajes que traten el tema de la adopción, algo que para Gabriela es “indispensable”, también niños que tienen una pierna ortopédica. “Me encantaría poder trabajar con un diseñador industrial para crear esa pierna ortopédica”, destacó Gabriela.

Aclaró que para sacar un nuevo personaje se requiere “una inversión grande”. “Estamos en un punto de equilibro, tengo que apostar a tener paciencia y dar una vuelta de rosca a la parte económica y financiera para poder vivir de esto. Sigo laburando porque creo en esto”, planteó con firmeza.  

 “Los últimos tres personajes que hicimos representan a las infancias trans. Es una apuesta muy jugada, pero se inscribe en un contexto donde se convierten en ley los derechos”, destacó en relación con este colectivo social. Cavallone y su equipo van por más, al ritmo de una sociedad que atraviesa avances y retrocesos para incluir cada vez a más personas. “No hay muñecos que comuniquen sus valores de esta manera, como lo hacemos nosotros”, afirmó.

Vasalisa generó mayor reconocimiento por su aporte para abordar estos temas cuando, para la época del Mundial de fútbol masculino de Rusia, en 2018, Gabriela acordó con los equipos cordobeses que los muñecos llevaran las camisetas de Instituto, Talleres y Belgrano. “Los tres equipos se pusieron de acuerdo y realizamos una presentación en conjunto para una campaña en contra del bullying y por la amistad. Por esta causa por fin se pudieron unir los clubes”, bromeó.

“El contenido de la propuesta es fuerte”, recalcó Gabriela que considera que tanto su tarea como la de sus compañeros y compañeras es una forma de colaboración social. “Es poner un granito de arena en estas cuestiones que me interesan mucho”. Reconoció, además, que tiene que “calmar sus expectativas” con cada nuevo personaje y cada nueva experiencia que busca representar porque “es un emprendimiento que está atado a los avances sociales y culturales”.

“Si somos la única marca que habla desde la perspectiva de la diversidad significa que aun, como sociedad, hay mucho por hacer”, resumió.

«Cuando no te tratan como semejante, uno desarrolla resistencia»

«Cuando no te tratan como semejante, uno desarrolla resistencia»

Luis Pescetti lleva vendidos más de dos millones y medio de libros para niños en toda hispanoamérica. Acaba de publicar «Cómo era ser pequeño explicado a los grandes», donde equipara las infancias con las migraciones. Entrevista publicada el 30 de agosto de 2022.

Luis Pescetti lleva publicados más de treinta libros entre novelas y relatos, y lleva vendidos más de 2.500.000 de ejemplares en toda hispanoamérica. Además, cuenta con trece discos, y siete audiovisuales. Recorrió teatros de Estados Unidos, España, Colombia, Chile, Brasil, Perú, Uruguay y Cuba. En México y Argentina, también participó en programas de radio y televisión durante años.  

Recientemente publicó Cómo era ser pequeño explicado a los grandes (Siglo XXI), una propuesta para mirar la vida desde las infancias que llegan como extranjeros, revalorizando la empatía como una guía para comunicarnos. El artista recorre sus pensamientos y experiencias, poemas y textos para que las personas adultas podamos acompañar a niñas y niños en los años donde miran sin referencias, ya que lo hacen por primera vez.

Con el silencio de antesala a cada respuesta y eligiendo cuidadosamente las palabras, el músico y escritor reflexiona  sobre su última obra: “Quise hacer como un mago sin mangas; de aquí nacen estas ideas, mis propios recuerdos”.

¿Cómo nace el libro?

Yo había tomado el compromiso de escribir un libro sobre emociones e infancias para Siglo XXI. Cuando empecé a escribir fue saliendo en esa nube, en ese magma, la metáfora del niño como inmigrante. En realidad no es una metáfora para explicar a los chicos, sino para que el adulto haga clic. Si lográs una representación del otro bien eficaz, la comunicación es más fluida, rápida y menos violenta. Entonces empecé a escribir por ahí, aun cuando era un ensayo. Venía leyendo El Mal de Escuela, ya admiraba mucho el estilo de ensayo de Daniel Pennac; es un libro en donde -como dice el título-, pone a la escuela como parte del mal -el problema-, no al estudiante. Otro es El hombre desplazado de (Tzvetan) Todorov donde cuenta el traslado desde Bulgaria hacia Francia y Estados Unidos. Y después Fuera de Lugar, de Edward Said. Son todos ensayos de una profunda reflexión sobre los temas que los copan que nacen de sus propias vidas, sus infancias. Me parecía la manera más alta y generosa de la reflexión, casi como una parábola. Entonces quise ensayar hacer eso mismo.

¿Y la metáfora del inmigrante?

Junto con eso yo venía leyendo, por gusto, la biografía que hizo Robert Graves de Lawrence de Arabia. Cuenta la intervención donde están los árabes contra los turcos, aparentemente a favor de los árabes. Pero después los dejaron afuera, charlaron Inglaterra y Francia, y ellos después les contaron la decisión. En toda esa mirada paternalista de los conquistadores hacia los árabes, vi  que había similitud. Después leí a Toni Morrison,  que habla de la esclavitud y también hay similitudes, semejanzas, más allá de la metáfora. Estando en un lugar de poder, siempre tendemos a tratar al otro tutelándolo. Entonces me di cuenta que entre niños, inmigrantes, desplazados y tercera edad había una semejanza. No disponen del tiempo. No disponen plenamente de su persona ni de las decisiones sobre su persona.

¿Cómo fuiste profundizando la idea?

Yo vengo de una familia de inmigrantes. Por otra parte, a los 18 años me vine a vivir a Buenos Aires y a los 29-30 me fui a México. Es algo muy presente la mirada desplazada que tenés cuando no sos del lugar. Tengo clarísima la sensación de, por un lado, estar en una gobernación o en Migraciones esperando que me entreguen los documentos. Por otro lado, los veo en todas sus singularidades dentro de una cultura. Es una mirada mezclada de inferioridad operativa y superioridad observativa. Es un poco lo que les pasa a los chicos y adolescentes en la escuela, están sujetos a que tienen que estudiar esto y nos miran teniendo opiniones superiores. Me di cuenta que era muy eficaz. Cada vez que yo decía: “Acordate cuando eras chico”, nadie se acuerda. Pero una manera muy potente y muy activa de la vocación es decir: “Imaginate que hoy sos inmigrante”. Te da la sensación de cómo se siente un niño, inválido, siente que te dicen: “No toquen los botones” y está ávido de hacerlo, de ser autónomo y a la vez no sabe qué es ser autónomo y qué implica ser autónomo.

¿Cómo pensás esa relación entre la infancia y la adultez?

No están cerradas, siempre dialogan. El otro día yo decía que voy a hacer un libro que se llame Ni aquí ni ahora porque nunca estamos en un punto de percepción del mundo que es aquí y ahora; toda tu historia no se borra para dejar lugar a que ese instante impacte, sin que le anden cuchicheando los viejos del pueblo. Cada instante impacta, dialoga o cae en el molde de otro recuerdo. A la vez, yo lo veía como una ética. La forma de tratar al pequeño es una forma de vida, es una responsabilidad. No puedes disponer del otro, sí desde un lugar de oficio como el cirujano o el piloto de un avión. En todo lo que excede al campo de oficio, seguís siendo un semejante. Lo que muestra el libro es que, cuando vos pequeño te sentís tratado como semejante, vos pequeño sos más eficaz en el mundo y, además, sos más copartícipe con quién te convoca a hacer algo. Cuando no te tratan como semejante, uno desarrolla resistencia. Entonces, por un lado hay un diálogo entre infancias y pequeños, pero por sobre todo una ética y una regla de oro de la eficacia.

Parte de esa ética y uno de los ejes que aparece es el de la mirada, ¿por qué?

Me viene un verso de Miguel Hernández: “Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,

que son dos hormigueros solitarios…” Lo normal es que vayamos construyendo nuestra identidad junto con cómo miramos a los demás, cómo logramos que nos miren, cómo interactuamos, nos peleamos y modelamos con la mirada del otro. Nos vamos a otro lugar, emigramos, porque ya no toleramos cómo nos miran. El niño es el más vulnerable a estar sujeto a cómo lo miran los demás. A mí me duele mucho cuando el niño cree que es el que está equivocado y se porta mal por impotencia, bronca, cuando en realidad está en un sistema que está planteando algo que está mal. Entonces el chico no sabe que es el sistema y confirma que está mal, la mirada que tiene sobre sí mismo es un crimen del sistema.

¿Cuál es la importancia de llenar de historias la casa?

Tenemos que tener historias para hacer visibles, para sentirnos sólidos. Tenemos historias, tenemos que contarlas. No podemos criar a los chicos como espectadores de historias que ocurren afuera porque estás criando inmigrantes. Cuando dejamos que otro haga una representación o una versión de nuestra historia, estamos en una situación de inferioridad porque somos los relatados por otro. Tenemos que ser los titulares de nuestro propio relato y esa es la importancia de la cultura. Los jóvenes que miran las noticias sobre Elon Musk twitteando, van a querer emigrar a ese lugar donde ocurren los hechos como cuando viajas a Nueva York y esperas ver el subtitulaje abajo de tus pies. Esa es la razón para invertir en cultura, para coincidir en tiempo, cuerpo y alma con tu presente.

¿Hay temas que se pueden hablar y otros no?

Una etapa por etapa, pero dicho así suena a viejo choto que dice: “No consumas etapas” y no es la idea. Hay un show buenísimo de John Leguizamo en Netflix. El tipo dice que hasta que vos no te ves reflejado afuera, sos invisible. Los chicos a lo largo de toda la niñez tienen que tener obras de teatro, películas y cuentos que los representen en esa experiencia. Si las obras de teatro, las canciones y las películas dan grandes saltos, hay años y años… Si todo fuera como son las franjas de edades de las plataformas 0 plus, hasta 7 años, hasta 13 años, estamos complicadísimos. Cada etapa tiene lo suyo, si no te vas sintiendo invisible en las cosas que te pasan. La libertad no solo va con la responsabilidad, en este punto va también con la identidad. No es que no sos libre de ver Stranger Things a los 9 años, no está bueno que estés consumiendo ese material a los 9 años porque está muy lejos de representar las cosas que te pasan a vos, de lo que sos capaz de asimilar, de que te queme la cabeza. Y, dicho metafóricamente, a la cabeza también le pasa que, si comes picante primero, la manzana después no va a tener sabor.

¿Cuáles historias contar?

Cualquiera. Los niños no esperan tipo Netflix, una historia donde corre peligro nuestra vida. Esperan que la contemos con ganas, le dediquemos un tiempo, estemos ahí contándolas porque si no somos como los periodistas que ponen a Elon Musk. ¿Por qué no contás lo que hace el INVAP o que se vendió un satélite o construyó una central nuclear? ¿Cuáles son nuestros relatos que nos hacen sentir sólidos? Estamos desde el gallinero mirando a Elon Musk escribir en Twitter. Por eso hay que contar historias, tenemos una épica también y hay que reconocerla y transmitirla. Los estadounidenses supieron hacer su propia Constitución, la supieron hacer y la supieron narrar. Yo tengo hijos chicos, un día para dormir, uno dijo: “Voy a contar un lío”. Ese fue el inicio de noches y noches contando líos en la pandemia. Nadie tiene ni tantos líos ni tantos recuerdos, pero ese es el valor de las propias historias, imaginate cuando eso falta, ¿qué falta? No lo digo para responder, sino para que quede el hueco de esa pregunta, ¿qué falta cuando eso falta? ¿Con qué se llena? Con la narrativa de otros. Hay una frase de uno de los versos de Martí que dice “¿qué es lo que falta que la aventura falta?”, que narres tu propia aventura.

«Cuando no te tratan como semejante, uno desarrolla resistencia»

«Cuando no te tratan como semejante, uno desarrolla resistencia»

Luis Pescetti lleva vendidos más de dos millones y medio de libros para niños en toda hispanoamérica. Acaba de publicar «Cómo era ser pequeño explicado a los grandes», donde equipara las infancias con las migraciones.

Luis Pescetti lleva publicados más de treinta libros entre novelas y relatos, y lleva vendidos más de 2.500.000 de ejemplares en toda hispanoamérica. Además, cuenta con trece discos, y siete audiovisuales. Recorrió teatros de Estados Unidos, España, Colombia, Chile, Brasil, Perú, Uruguay y Cuba. En México y Argentina, también participó en programas de radio y televisión durante años.  

Recientemente publicó Cómo era ser pequeño explicado a los grandes (Siglo XXI), una propuesta para mirar la vida desde las infancias que llegan como extranjeros, revalorizando la empatía como una guía para comunicarnos. El artista recorre sus pensamientos y experiencias, poemas y textos para que las personas adultas podamos acompañar a niñas y niños en los años donde miran sin referencias, ya que lo hacen por primera vez.

Con el silencio de antesala a cada respuesta y eligiendo cuidadosamente las palabras, el músico y escritor reflexiona  sobre su última obra: “Quise hacer como un mago sin mangas; de aquí nacen estas ideas, mis propios recuerdos”.

¿Cómo nace el libro?

Yo había tomado el compromiso de escribir un libro sobre emociones e infancias para Siglo XXI. Cuando empecé a escribir fue saliendo en esa nube, en ese magma, la metáfora del niño como inmigrante. En realidad no es una metáfora para explicar a los chicos, sino para que el adulto haga clic. Si lográs una representación del otro bien eficaz, la comunicación es más fluida, rápida y menos violenta. Entonces empecé a escribir por ahí, aun cuando era un ensayo. Venía leyendo El Mal de Escuela, ya admiraba mucho el estilo de ensayo de Daniel Pennac; es un libro en donde -como dice el título-, pone a la escuela como parte del mal -el problema-, no al estudiante. Otro es El hombre desplazado de (Tzvetan) Todorov donde cuenta el traslado desde Bulgaria hacia Francia y Estados Unidos. Y después Fuera de Lugar, de Edward Said. Son todos ensayos de una profunda reflexión sobre los temas que los copan que nacen de sus propias vidas, sus infancias. Me parecía la manera más alta y generosa de la reflexión, casi como una parábola. Entonces quise ensayar hacer eso mismo.

¿Y la metáfora del inmigrante?

Junto con eso yo venía leyendo, por gusto, la biografía que hizo Robert Graves de Lawrence de Arabia. Cuenta la intervención donde están los árabes contra los turcos, aparentemente a favor de los árabes. Pero después los dejaron afuera, charlaron Inglaterra y Francia, y ellos después les contaron la decisión. En toda esa mirada paternalista de los conquistadores hacia los árabes, vi  que había similitud. Después leí a Toni Morrison,  que habla de la esclavitud y también hay similitudes, semejanzas, más allá de la metáfora. Estando en un lugar de poder, siempre tendemos a tratar al otro tutelándolo. Entonces me di cuenta que entre niños, inmigrantes, desplazados y tercera edad había una semejanza. No disponen del tiempo. No disponen plenamente de su persona ni de las decisiones sobre su persona.

¿Cómo fuiste profundizando la idea?

Yo vengo de una familia de inmigrantes. Por otra parte, a los 18 años me vine a vivir a Buenos Aires y a los 29-30 me fui a México. Es algo muy presente la mirada desplazada que tenés cuando no sos del lugar. Tengo clarísima la sensación de, por un lado, estar en una gobernación o en Migraciones esperando que me entreguen los documentos. Por otro lado, los veo en todas sus singularidades dentro de una cultura. Es una mirada mezclada de inferioridad operativa y superioridad observativa. Es un poco lo que les pasa a los chicos y adolescentes en la escuela, están sujetos a que tienen que estudiar esto y nos miran teniendo opiniones superiores. Me di cuenta que era muy eficaz. Cada vez que yo decía: “Acordate cuando eras chico”, nadie se acuerda. Pero una manera muy potente y muy activa de la vocación es decir: “Imaginate que hoy sos inmigrante”. Te da la sensación de cómo se siente un niño, inválido, siente que te dicen: “No toquen los botones” y está ávido de hacerlo, de ser autónomo y a la vez no sabe qué es ser autónomo y qué implica ser autónomo.

¿Cómo pensás esa relación entre la infancia y la adultez?

No están cerradas, siempre dialogan. El otro día yo decía que voy a hacer un libro que se llame Ni aquí ni ahora porque nunca estamos en un punto de percepción del mundo que es aquí y ahora; toda tu historia no se borra para dejar lugar a que ese instante impacte, sin que le anden cuchicheando los viejos del pueblo. Cada instante impacta, dialoga o cae en el molde de otro recuerdo. A la vez, yo lo veía como una ética. La forma de tratar al pequeño es una forma de vida, es una responsabilidad. No puedes disponer del otro, sí desde un lugar de oficio como el cirujano o el piloto de un avión. En todo lo que excede al campo de oficio, seguís siendo un semejante. Lo que muestra el libro es que, cuando vos pequeño te sentís tratado como semejante, vos pequeño sos más eficaz en el mundo y, además, sos más copartícipe con quién te convoca a hacer algo. Cuando no te tratan como semejante, uno desarrolla resistencia. Entonces, por un lado hay un diálogo entre infancias y pequeños, pero por sobre todo una ética y una regla de oro de la eficacia.

Parte de esa ética y uno de los ejes que aparece es el de la mirada, ¿por qué?

Me viene un verso de Miguel Hernández: “Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,

que son dos hormigueros solitarios…” Lo normal es que vayamos construyendo nuestra identidad junto con cómo miramos a los demás, cómo logramos que nos miren, cómo interactuamos, nos peleamos y modelamos con la mirada del otro. Nos vamos a otro lugar, emigramos, porque ya no toleramos cómo nos miran. El niño es el más vulnerable a estar sujeto a cómo lo miran los demás. A mí me duele mucho cuando el niño cree que es el que está equivocado y se porta mal por impotencia, bronca, cuando en realidad está en un sistema que está planteando algo que está mal. Entonces el chico no sabe que es el sistema y confirma que está mal, la mirada que tiene sobre sí mismo es un crimen del sistema.

¿Cuál es la importancia de llenar de historias la casa?

Tenemos que tener historias para hacer visibles, para sentirnos sólidos. Tenemos historias, tenemos que contarlas. No podemos criar a los chicos como espectadores de historias que ocurren afuera porque estás criando inmigrantes. Cuando dejamos que otro haga una representación o una versión de nuestra historia, estamos en una situación de inferioridad porque somos los relatados por otro. Tenemos que ser los titulares de nuestro propio relato y esa es la importancia de la cultura. Los jóvenes que miran las noticias sobre Elon Musk twitteando, van a querer emigrar a ese lugar donde ocurren los hechos como cuando viajas a Nueva York y esperas ver el subtitulaje abajo de tus pies. Esa es la razón para invertir en cultura, para coincidir en tiempo, cuerpo y alma con tu presente.

¿Hay temas que se pueden hablar y otros no?

Una etapa por etapa, pero dicho así suena a viejo choto que dice: “No consumas etapas” y no es la idea. Hay un show buenísimo de John Leguizamo en Netflix. El tipo dice que hasta que vos no te ves reflejado afuera, sos invisible. Los chicos a lo largo de toda la niñez tienen que tener obras de teatro, películas y cuentos que los representen en esa experiencia. Si las obras de teatro, las canciones y las películas dan grandes saltos, hay años y años… Si todo fuera como son las franjas de edades de las plataformas 0 plus, hasta 7 años, hasta 13 años, estamos complicadísimos. Cada etapa tiene lo suyo, si no te vas sintiendo invisible en las cosas que te pasan. La libertad no solo va con la responsabilidad, en este punto va también con la identidad. No es que no sos libre de ver Stranger Things a los 9 años, no está bueno que estés consumiendo ese material a los 9 años porque está muy lejos de representar las cosas que te pasan a vos, de lo que sos capaz de asimilar, de que te queme la cabeza. Y, dicho metafóricamente, a la cabeza también le pasa que, si comes picante primero, la manzana después no va a tener sabor.

¿Cuáles historias contar?

Cualquiera. Los niños no esperan tipo Netflix, una historia donde corre peligro nuestra vida. Esperan que la contemos con ganas, le dediquemos un tiempo, estemos ahí contándolas porque si no somos como los periodistas que ponen a Elon Musk. ¿Por qué no contás lo que hace el INVAP o que se vendió un satélite o construyó una central nuclear? ¿Cuáles son nuestros relatos que nos hacen sentir sólidos? Estamos desde el gallinero mirando a Elon Musk escribir en Twitter. Por eso hay que contar historias, tenemos una épica también y hay que reconocerla y transmitirla. Los estadounidenses supieron hacer su propia Constitución, la supieron hacer y la supieron narrar. Yo tengo hijos chicos, un día para dormir, uno dijo: “Voy a contar un lío”. Ese fue el inicio de noches y noches contando líos en la pandemia. Nadie tiene ni tantos líos ni tantos recuerdos, pero ese es el valor de las propias historias, imaginate cuando eso falta, ¿qué falta? No lo digo para responder, sino para que quede el hueco de esa pregunta, ¿qué falta cuando eso falta? ¿Con qué se llena? Con la narrativa de otros. Hay una frase de uno de los versos de Martí que dice “¿qué es lo que falta que la aventura falta?”, que narres tu propia aventura.