Las mujeres fueron protagonistas principales de la resistencia

Las mujeres fueron protagonistas principales de la resistencia

Movilizadas por los despidos de sus maridos, el hambre y la violencia económica, las mujeres de los barrios lideraron piquetes, marchas y acampes, en el 2001 organizaron comedores, clubes de trueque y cooperativas, y, sobre todo, se empoderaron como referentas políticas de sus comunidades.

“La enorme crisis del 2001 impactó especialmente en las mujeres por el desempleo acentuado, por vérselas en una situación familiar hipercrítica y porque por otra parte tuvieron que ser protagonistas centrales en la resistencia que produjo los acontecimientos”, explica la socióloga feminista Dora Barrancos. En aquel año, durante la presidencia de Fernando De la Rúa, el índice de pobreza que hasta entonces rondaba el 46%, ascendió al 66%, según el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS).

Como parte de las medidas de lucha que se tomaron en ese momento, Barrancos rememora marchas populares, cortes de calles y piquetes. “Al frente de algunas de esas manifestaciones, como lideresas, actuaron mujeres. Tal es el caso de Plaza Huincul y General Savio –localidad donde se habían producido acontecimientos, antes incluso, por el cierre de Altos Hornos–, pero en 2001 fue particularmente estridente la participación de mujeres en los acampes, cortes de ruta y otras muchísimas manifestaciones. No sólo en esa área de lo privado o lo no público como hacer la comida, sino sosteniendo de modo activo piquetes y acampes”.

“¿Cómo viví el 2001? Organizada”, responde Gabriela Sosa, actual directora ejecutiva de la mesa federal de Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá), quien en aquel tiempo era coordinadora de la juventud de Patria Libre en Santa Fe –hoy Libres del Sur–. Según cuenta, si bien la crisis se vivió con “mucha bronca y angustia por la pérdida de derechos, o por situaciones económicas muy concretas, como la impotencia con el corralito”, quienes estaban organizadas en espacios políticos y sociales habían “convertido esta situación en fuerza y en convicción para dar pelea y resistir este modelo”, porque tenían el “convencimiento absoluto de que era posible derribarlo y que más temprano que tarde se iba a caer”.

Fueron las mujeres de los sectores populares las que pusieron el cuerpo durante la crisis. Sosa asegura que fue fundamental durante toda la década del 90 y que la participación femenina en movimientos sociales que combatieron el neoliberalismo en Argentina tuvo un correlato en toda Latinoamérica. Fueron ellas “las que sostuvieron, de manera comunitaria, la posibilidad del alimento, de desarrollar algunas experiencias cooperativas o de emprendedurismo para la subsistencia. Fueron las mujeres las que poblaron las ollas populares, los comedores, los roperos comunitarios, el trueque. Paradójicamente, porque si hay un mandato que tiene el patriarcado para nosotras, las mujeres, es mantenernos en nuestro espacio privado, doméstico”, afirma. Así se fue popularizando una nueva forma de pensar el feminismo: “Ocupar la ruta, ocupar el comedor, ocupar el barrio fue el inicio de lo que hoy llamamos ‘feminismo popular’”. Así fueron apareciendo preguntas orientadas a reflexionar “sobre las otras desigualdades por el hecho de ser mujeres”, agrega.

Un ejemplo es Naty Molina, hoy referenta de la Corriente Villera Independiente de la Villa 21-24/Zavaleta. En diciembre de 2001, trabajaba como empleada doméstica y, luego de 10 años, buscaba un segundo hijo. Poco después de enterarse que estaba embarazada, recibió la noticia de que su pareja, que trabajaba como bachero en un bar de Retiro, había sido despedido. “Fue un momento tremendo: yo embarazada y él sin trabajo, no fui capaz de procesar lo que se venía”, recuerda. Naty asumió la responsabilidad de garantizar un plato de comida para su familia. Trabajó sin parar hasta los últimos meses del embarazo, a pesar de que le costaba caminar, subir escaleras y limpiar.

En medio de la crisis y el abandono estatal, la solidaridad se volvió fundamental. Entre vecinos del barrio se corría la voz cuando algún espacio brindaba comida o algún otro tipo de bienes para la supervivencia. Así se enteró que en una iglesia de Constitución daban el pan que sobraba, entonces, Naty embarazada, junto con su pareja, caminaba desde Barracas hasta allí. De la misma manera se fue difundiendo que en algunos lugares intercambiaban ropa por leche. “La mayoría de las vecinas iban al trueque”, asegura.

“El rol de la mujer se invirtió y las mujeres salieron a trabajar, mucho más que antes, además de laburar en las casas. En mi caso, por ejemplo, mi compañero se quedó de amo de casa y yo tuve que salir porque tenía más posibilidades de trabajo”, cuenta. Y agrega: “Hoy nosotras, como mujeres, ocupamos un rol en la construcción de una nueva cultura. Eso se ve reflejado en el crecimiento de muchas compañeras que cada vez están más empoderadas, cada vez la justicia de las otras la sentimos más propia. Hoy podemos intervenir, nos animamos a ocupar un lugar político, a pelear por un trabajo, porque queremos que nunca nos falte como nos faltó, porque eso nos lleva a lo más bajo del ser humano: a pedir la dignidad”.

El empoderamiento de los feminismos se tradujo en una serie de conquistas que se concretaron en los últimos años, entre ellas, destaca Gabriela Sosa, la ley integral contra la violencia de género, la ampliación de la ley de cupo o la ley de paridad, así como la reciente legalización del aborto. Dora Barracos reconoce que la organización popular femenina durante el 2001 generó  “una contribución a lo que luego fue la concatenación de las luchas feministas, sobre todo años más tarde con el despertar del Ni una menos”. Sostiene que “hay una cierta tradición en esa manifestación y la sostenibilidad pública de la protesta a cargo de mujeres, que tiene, sin duda, consecuencias sobre las formulaciones políticas”. Sin embargo, advierte que “muchas mujeres lideresas que participaron activamente en el 2001, por diversas razones, luego abandonaron el campo de lo público. Por razones de género, muchas fueron acusadas de algunas situaciones de corrupción y, ese descrédito, esa suerte de imputación sin pruebas, significó lo que siempre ocurre para los grupos de mujeres: un regreso a la vida doméstica”. Y concluye: “Por eso las mujeres necesitan sororidad, sostenibilidad y mucha fuerza del colectivo de mujeres para seguir actuantes en la arena política y social”.

#HermanaSoltáLaPanza

#HermanaSoltáLaPanza

Una campaña de Mujeres Que No Fueron Tapa para reecontrarse con los cuerpos reales en oposición a los cuerpos-imágenes de las revistas.

 

Desde hace cuatro años Mujeres Que No Fueron Tapa (MQNFT) usa el hashtag #HermanaSoltáLaPanza buscando conversar sobre los cuerpos que no aparecen en las revistas. “Las mujeres no nos vemos”, dice Lala Pasquinelli, activista, artista y creadora de MQNFT, que hoy tiene sus redes colapsadas de imágenes  e historias que les mandan. Pasquinelli aseguró a ANCCOM que “hay algo que se relaja cuando te das cuenta de que no sos una falla del sistema, si no que lo que está fallando es el sistema. Eso es una de las cosas que a mí más me emociona de la campaña, que las mujeres puedan empezar a hacer estos gestos que nos permiten liberarnos y registrar esa pequeña libertad que ganamos y expandirlo a otros territorios de nuestra vida.” 

Las mujeres se encontraron con las altas temperaturas de calor y con la incomodidad que eso genera para aquellas que no se reconocen en los cuerpos de otras y se sienten diferentes. MQNFT desde sus redes sociales las invitó a mostrarse en historias, en posteos y por mensajes privados: “Manden la foto de su panza y la relación que construyeron con ella”. El mensaje era claro pero la tarea era muy difícil para la mayoría. Algunas todavía no se animan, pero hubo otras, más de dos mil, que enviaron su foto y su historia. Muchas se reconocieron en la imagen que veían y más aún con las vivencias que se contaban en primera persona: “No sabía que existían panzas como la mía”. 

La campaña siguió creciendo, se difundió cada vez más, las redes sociales se llenaron de cuerpos totalmente distintos a aquellos que se ven en las publicidades, en las situaciones de consumo que se supone llevan a la felicidad y en los espacios de disfrute. Con el paso de los días llegaron los resultados: “Me compré un top para ir al gimnasio”, “Me fui a comprar unas calzas cortas porque me moría de calor y nunca me había animado. Muchas gracias”, “Me saqué una foto de cuerpo entero alzando a mi hija por primera vez en un cumpleaños y ni siquiera tenía una faja puesta”. Los mensajes llegan a montones, con ellos más visibilidad, mayor conversación y la posibilidad de ganarle un poquito a la opresión del mundo en que vivimos. 

“En el único lugar que podíamos encontrar estos cuerpos era en fotos de antes y después de los tratamientos de estética o para adelgazar. Estos cuerpos siempre aparecen como el antes, como lo errado, lo fallado. Las fotos me dieron mucha alegría en general, pero  las que tenían cara de disfrute de revancha me rompían la cabeza” cuenta Pasquinelli, emocionada por cómo rinde frutos todo el esfuerzo en deconstruir esa idea de que solo algunos cuerpos pueden acceder a los espacios de disfrute. “Lo que queríamos -continúa- era hackear esa hegemonía visual de esos cuerpos tan reducidos, delgados, de pieles blancas. Todo es juventud. La imagen de la felicidad es esa, estos cuerpos van a aparecer en lugares, en los escenarios donde suceden cosas hermosas, en las situaciones de amor y afectividad se ven esos cuerpos”.  

Hace unos años, en una charla TED, Pasquinelli contaba que en algún momento de nuestra vida nos dimos cuenta que no nos parecemos a las mujeres que vemos en las revistas, la televisión y en los diarios. Estas mujeres que estamos acostumbradas a ver no solo se acercan al modelo sino que además están photoshopeadas, porque ni siquiera ellas encajan. Entonces, empezamos a editar nuestro cuerpo y a mutilarlo para que sea lo más parecido a aquello que nos mostraron como lo normal. La artista asegura: “Nos siembra esta vergüenza que nos impide ser, aparecer, mostrar lo que tenemos para mostrar, existir, decir lo que pensamos porque siempre la mirada está puesta en lo que van a decir. Esta vergüenza estructural con la que convivimos las mujeres en relación a nuestro cuerpo nos impide todo esto y además nos quita en términos de disfrute, goce, amor, cariño y de poder recibir afecto. Son consecuencias muy dañinas para nosotras”.

La mayoría de las chicas que mandan su historia cuentan que siempre metieron la panza, desde muy pequeñas, lo que hizo que lo naturalizaran. Las mujeres del entorno cercano suelen ser las que más presión ponen y las que educan en esto, pero Pasquinelli dice que también se hace por imitación y por las imágenes. Sobre las panzas y por qué no otras partes del cuerpo ella asegura: “Ya ni siquiera se nos exige panza chata, si no tener las costillas prominentes y una cavidad…un agujero donde antes estaba el abdomen, el abdomen tiene que estar hundido.” Y agrega sobre el objetivo de la campaña: “Volver a esta idea de que todos los cuerpos son válidos y que esta construcción del ideal de belleza nos violenta y también preguntarnos qué cosas nos roba. Nos saca el tiempo, la voz, la plata, y la posibilidad de ocupar los espacios.”

“Me sentí super cómoda, fue algo divertido que disfruté hacer y lo siento un pasito más a nivel personal, para amarme y aceptarme más”.

La responsabilidad de mostrar otros cuerpos también es parte de los fotógrafos. Por eso, ANCCOM decidió unirse a la campaña de #SoltarLaPanza. Mili, una de las modelos, después de las fotos, con mucha dulzura le contó a su fotógrafa: “Me sentí super cómoda, fue algo divertido que disfruté hacer y lo siento un pasito más a nivel personal, para amarme y aceptarme más”.

La activista, que sigue luchando desde sus redes para cambiar el mundo, para que todas puedan encontrarse, añadió que “la idea es que podamos conquistar ese territorio de libertad y de goce con nuestro cuerpo sabiendo que es algo que va y viene y que las opresiones son constantes. Los discursos que oprimen nuestros cuerpos son permanentes, entonces un día nos sentimos mejor, otro peor. Es inherente a la condición humana y a vivir en esta sociedad. Pero poder conseguir por primera vez esa libertad para mí tiene una potencia infinita.” 

Las buzas abusadas

Las buzas abusadas

Lucía De Pascuale es buza profesional y la única mujer del país que alcanzó la máxima categoría: “experta en gran profundidad”. Llegar a ese nivel le tomó casi dos décadas porque se encontró con las mismas barreras que enfrentan otras trabajadoras del sector naval: la falta de empleo y la violencia de género. Actualmente, preside la Asociación de Mujeres en la Actividad Marítima, Fluvial y Lacustre (AMAMFYL), una agrupación que busca visibilizar y eliminar esta problemática. En diálogo con ANCCOM, destacó el invaluable esfuerzo que significa ejercer en una industria tradicionalmente dominada por hombres.

Jujeña y de 38 años, “Acceder a los niveles superiores es muy exigente. Debemos estudiar y entrenar pero, además, dependemos de que las empresas nos contraten para ir sumando tiempo de trabajo sumergido. Luego de muchos años, finalmente, pude reunir las horas requeridas para la certificación más alta”, afirmó.

Vivió 10 años en Chubut, donde se desempeñó en la pesca artesanal de mariscos en la modalidad de inmersión. Allí, rindió los exámenes correspondientes a las categorías superiores -tercera y segunda- del buceo. “Esa parte de la industria es la menos conocida y la más precarizada. El barco pesquero opera en condiciones muy sacrificadas y las tareas demandan gran esfuerzo físico”, sostuvo De Pascuale. “No hay ningún derecho laboral. Se trabaja a producción, si te enfermás y no podés ir, no cobrás. No hay aportes jubilatorios, ni obra social, ni ART, si tenés un accidente nadie se hace cargo”, agregó.

Posteriormente, se mudó a Buenos Aires con el objetivo de dar el examen para acceder a la primera categoría y mejorar su situación de empleo. Aquí, rindió el nivel más alto del buceo y, luego, se especializó en ‘gran profundidad’. “Estoy capacitada para sumergirme hasta 300 metros, utilizando una mezcla artificial compuesta por tres gases respirables -oxígeno, nitrógeno y helio-”, detalló la entrevistada y añadió que, después de una intensa búsqueda, logró que una empresa la contratara: “Realicé algunos embarques en buques petroleros que llevan buzos y, así, pude completar las horas requeridas para la certificación máxima”.

Formación gratuita, certificación costosa

La formación en el buceo profesional es ofrecida, de manera pública y gratuita, por la Escuela Nacional Superior de Salvamento y Buceo de la Prefectura Naval Argentina, ubicada en Buenos Aires. Los residentes de las distintas provincias tienen la opción de dar los exámenes en las dependencias locales. De Pascuale dijo: “Es una carrera que habilita a trabajar en mares, ríos y lagos; realizar soldaduras, búsquedas y recuperaciones subacuáticas; mantenimiento de plataformas de petróleo y limpieza de cañerías subterráneas. También, en diques y embalses, en muelles y, por supuesto, a bordo en embarcaciones”.

Ahora bien, para acceder a las categorías superiores del buceo, no sólo hay que demostrar determinada cantidad de horas de trabajo sino, además, es imprescindible presentar los estudios médicos -electroencefalograma, radiografías, ergometría, entre otros- y varios cursos obligatorios y pagos, como el entrenamiento para subir a helicópteros. “Asimismo, debemos cumplir con los Standards of Training, Certification and Watchkeeping for Seafarers (STCW 95), una serie de cursos internacionales que certifican la aptitud y el nivel de competencia de los profesionales de altamar de buques mercantes”, expresó la experta.

La Prefectura Naval les entrega una libreta donde se registran los embarques, las horas de buceo, el apto médico y los cursos obligatorios. Es una certificación que acredita la capacitación del personal marítimo y que los habilita para ser contratados por las empresas. La buza enfatizó que mantener la libreta al día requiere mucho dinero: “Si no tenés obra social, pagás los estudios médicos de manera particular. Los cursos son caros y vencen cada cinco años. Renovar el STCW 95 cuesta alrededor de 70 mil pesos. Si estás trabajando esto no es significativo, porque estando a bordo ganás un buen sueldo”.

“Hoy, no hay buzas contratadas en el país. Todas las empresas tienen un plantel compuesto 100% por hombres.»

La mayoría de las empresas navales de Argentina no contratan mujeres. Se trata de una problemática mundial que no sólo afecta al buceo sino, también, a otras actividades del sector marítimo, fluvial y lacustre. Según la Organización Marítima Internacional (OMI), las mujeres representan sólo el 2% de los 1.2 millones de marinos. “Hoy, no hay buzas contratadas en el país. Todas las empresas tienen un plantel compuesto 100% por hombres. Muchas compañeras realizan otros trabajos para asumir los costos de la libreta o abandonan la carrera porque no pueden subsistir”, contó la submarinista.

De Pascuale está sobrecalificada pero, hace más de un año, se encuentra desempleada. El haber llegado a la categoría más alta en el buceo y tener el reconocimiento de la Prefectura Naval no le garantiza las mismas oportunidades que sus colegas hombres. “En el 99% de las empresas donde me presenté, me dijeron que no contratan mujeres. Cuando aplico a ofertas para las que estoy capacitada, no me llaman. Es común enterarse que salió una obra y sólo tomaron a compañeros varones, aunque recién se hayan egresado o sean de categorías inferiores. En este sector, para ellos es más fácil conseguir trabajo”, reveló.

La falta de cupo laboral para las mujeres en la industria marítima, repercute directamente en su desarrollo profesional. No pueden acceder a los puestos de trabajo, por ende, no pueden reunir las horas requeridas para subir de categoría, ni cubrir los gastos de los exámenes médicos ni, mucho menos, invertir en los cursos obligatorios. “Se entiende que cuanto mayor es la capacitación, mayor es la posibilidad de conseguir un empleo estable, pero eso no pasa cuando sos mujer. En el buceo, a un varón le puede tomar cinco años acceder a la categoría máxima, a una mujer, el triple de tiempo”, declaró la entrevistada.

“Ellos no nos quieren en los barcos porque creen que no nos corresponden esos lugares. Las que se embarcan son perseguidas y apuntadas. Si intentan quejarse, no suben nunca más. Hay denuncias de compañeras que han sido violadas. Es enorme la crueldad que padecemos trabajando en altamar, donde la mayoría son varones”.

Discriminadas, acosadas y abusadas

En el sector marítimo, el papel de las mujeres ha sido históricamente escaso y limitado a ciertos roles. Son pocas las que logran embarcar y, a menudo, se les adjudican tareas de atención y limpieza. Según la OMI, el 94% de las trabajadoras marítimas del mundo sólo consiguen empleo en los cruceros. “En la industria está instaurado que no haya mujeres en los barcos. Por cada 40 o 50 tripulantes, con suerte, hay una o dos. Además, las empresas no tienen en cuenta nuestro nivel de calificación y nos siguen negando el acceso a puestos de mayor categoría y, por lo tanto, a mejores ingresos”, manifestó De Pascuale. 

El reducido número de mujeres que logra subir a los barcos se encuentra con un ambiente predominantemente machista. Estando a bordo, las profesionales del sector suelen ser maltratadas, acosadas y abusadas sexualmente por sus compañeros. Así lo expresó la entrevistada: “Ellos no nos quieren en los barcos porque creen que no nos corresponden esos lugares. Las que se embarcan son perseguidas y apuntadas. Si intentan quejarse, no suben nunca más. Hay denuncias de compañeras que han sido violadas. Es enorme la crueldad que padecemos trabajando en altamar, donde la mayoría son varones”.

La violencia patriarcal en la industria marítima es avalada por el silencio y la complicidad de los gremios. Las asociaciones que nuclean cada una de las actividades del sector no están comprometidas en erradicar estas coacciones. “Los sindicatos firman los convenios colectivos con las empresas sin tenernos en cuenta. En el buceo, no tenemos un sólo artículo con perspectiva de género -por ejemplo, la licencia por maternidad-, lo que mantiene ese estereotipo de que allí no nos corresponde trabajar. Por reclamar, mi gremio me proscribió de las listas para que las empresas no me llamaran más”, exclamó.

 

Unidas y organizadas

En mayo pasado, obtuvo media sanción el proyecto de ley presentado por Nancy González -legisladora de Chubut-, que dispone para los buques pesqueros una tripulación mínima del 30% de mujeres y el 1% de travestis y trans. Si bien es un avance para mejorar la situación que atraviesa el sector, no resuelve el problema de fondo. Al respecto, la entrevistada sostuvo: “Esta medida puede terminar siendo un techo de cristal si nos deja en la pesca, que es la parte más sacrificada y precarizada de la industria. Seguimos sin tener acceso a buques mercantes o petroleros que utilizan tecnología de punta, brindan mejores condiciones laborales y niveles de habitabilidad y sueldos superiores”.

Lucía De Pascuale preside AMAMFYL, una asociación que convoca a las mujeres y a las diversidades que se desempeñan en la actividad marítima, fluvial y lacustre. Actualmente, agrupa a más de 60 profesionales de todo el país, entre ellas, oficiales conductoras de máquinas navales, buzas, marineras y pescadoras. “Hemos decidido unirnos y tocar la puerta al Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, ya que nuestros reclamos fueron desestimados por los sindicatos. Nuestro objetivo es lograr el cupo laboral femenino y trans, en todos los puestos para los que estamos calificadas y terminar con la violencia de género que predomina en la industria naval”, concluyó.

Alegría marica en los pasillos de la villa

Alegría marica en los pasillos de la villa

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Por Mercedes Chamli

Fotografías: Camila Miconi

Son las once de la noche, algunas ya se bajaron de sus plataformas para poder bailar descalzas al ritmo de Sudor Marika que toca al costado del escenario, que solo sirvió para que se colgaran en él las banderas de las agrupaciones que habían marchado a la tarde.


Los cantos y los bailes se convierten en un trencito que gira frente al paredón en homenaje a Néstor Kirchner. La cola de la salchipapa es larga, no importa, porque todo lo ganado de las ventas va a ir para La Casa Trans que también vende cerveza, pollo y fideos con tuco para recaudar fondos. Todas bailan: negras, marrones, migrantes, aborígenes, putas, travestis y maricas. Van hasta abajo y suben de nuevo porque abajo el patriarcado se va a caer, se va caer, y arriba el feminismo que va a vencer que va a vencer”.


El bailongo se armó en una noche hermosa que parece no querer terminar. Nadie se va, todos se quedan, es viernes, y está comenzando la semana del orgullo. Lejos de esperar que comiencen las concentraciones en otros barrios de la Ciudad de Buenos Aires, en la Villa 31 desde hace tres años La Diversidad Plurinacional formó su propia marcha: La marcha internacional del orgullo trans villero y tienen un objetivo específico que consiste en formar parte de la agenda emocional del barrio y reclamar la Ley de Integridad Trans con perspectiva de género y popular.


Siete horas antes, la sensación térmica marcaba 36 grados en la Ciudad de Buenos Aires, los trenes llegaban de Retiro y ahí estaba Nicolás en la estación, lleno de glitter verde en los ojos, esperando a que lleguen sus amigos para guiarlos. Después de media hora ya estaban todos. Los llevó por esas dos cuadras que rodean la terminal, pasaron por la feria frente al banco, caminaron tres cuadras hasta la calle 3 de Diciembre donde está la Casa Trans.

Eran las 4 de la tarde y sonaba música sobre una carroza llena de chicos decorada de guirnaldas y banderines. Ya se podían ver tres cuadras desbordadas de personas, vecinas de la villa y otras que habían ido para participar. Estaban integrantes de distintas organizaciones: Vivir Sin Miedo, Movimiento Evita, Barrios de Pie, La Ooderosa, Fútbol Feminista, Infancias libres, Ammar, artistas, standaperas, y hasta diputadas que luchan por

los derechos del colectivo LGBTTIQ. Todos estaban esperando marchar hasta el Ministerio de Educación que queda a unas pocas cuadras donde  habían montado el escenario.

La calle estaba decorada con banderines, fotos, paradores, con la bandera del orgullo y las consignas: Reparación histórica ¡ya!”. En sus rostros todos tenían purpurina, glitter, algunas tenían alas negras, otras blancas, los outfits iban desde un vestido largo color arcoiris brilloso hasta corsets negros con antifaces y vinchas rosas. Algunas con pelo corto, otras con el pelo hasta la cintura, en zapatos altos o en zapatillas. Los vecinos que veían las puertas de sus casas invadidas cuando entraban los miraban asombrados. Una vecina subió por la escalera hasta el primer piso de la puerta de su casa mirando hacia abajo, se paró unos segundos, negó con la cabeza, revoleó los ojos y recién ahí entró. Nadie la notó ni se percató de lo que había pasado, el aire era de tranquilidad absoluta, todo fluía: la felicidad era plena y contagiosa.

En el centro de la escena había una carroza esperando a las compañeras. Para las cinco de la tarde comenzaron a  treparse, ayudándose entre ellas, extendiéndose las manos y saludando como divas a todos los que estaban abajo aplaudiéndolas. Durante 15 minutos fueron puras fotos. Todos querían el recuerdo de ellas empoderadas arriba de la carroza. 

Los vecinos salían de a poco a ver por las ventanas qué era eso que pasaba. Arrancaron. Delante de todo, Alma Fernández, militante trans villera, dirigía la caravana al grito de vamos! vamos! avancen!”. Se esperaba que pararan en la puerta del Ministerio donde estaba esperándolas el escenario, pero al llegar siguieron de largo, querían seguir marchando. Las compañeras se preguntaron hasta dónde iban a ir porque seguían caminando cuadras y no parecían detenerse.

La marcha villera homenajeó a Lohana Berkins, Diana Sacayan, Carla Fonte y se preguntó una y otra vez: “¿Dónde está Tehuel?”. Cuando se marcha por el Orgullo en todas las plazas se canta «Señor, señora/ no sea indiferente/ se matan a las trabas en la cara de la gente» y esta vez no era la excepción, pero acá era distinto. Los gritos, y cantos traspasaban las paredes de los vecinos. Era imposible no escucharlas y ellas lo sabían. Los fueron a buscar, los interpelaron, los tenían en las calles, en las ventanas, en las puertas de sus casas, vendiendo en sus kioscos, sus almacenes, sus carnicerías, en los galpones, tirando del carro. Ellos estaban ahí y ellas también para hacerse oír.

Cantaron: «¡Vecina escucha!¡únete a la lucha!”, y los vecinos salían a aplaudir mientras que los perros ladraban. Algunos miraban sorprendidos, otros sonreían, y unos pocos se animaron a hacer chistes, y ellas con total desparpajo les contestaban, “¿Que se hacen si son los primeros en agacharse?”, y a algunos como los conocían les decían por el nombre:

“¿Carlos que te haces si después a la noche me calentás la cama?”, y todo quedaba en risas.

Llegaron a un puente y siguieron por los pasillos estrechos, la carroza se trababa en los pozos y la empujaban para que siga andando. Se encontraban con autos y les pedían a sus conductores que retrocedan, ninguno se animó a decir que no, hacían maniobras difíciles para lograrlo.

 Los besos no faltaron. Alma Fernández, que iba delante de todo, aprovechó que la caravana tardaba para besar fervientemente a su novio, pero a los pocos segundos ya tenía el megáfono nuevamente en la boca para decir: «Avancemos compañeras! ¡sin miedo! ¡Avancemos!»

Los papás de una canchita de fútbol las  veían pasar y aplaudían. Una chica vio a un amigo y le preguntó «¿por qué no estás marchando?”. Y sin darle tiempo a contestar, lo agarró del brazo y lo sumó a las líneas. Al pasar por la feria, se trabó una de las tres carrozas que integraban el desfile, y las trans aprovecharon para agarrarse de la camioneta y twerkear con la música de Talia. Los feriantes sacaron todos los celulares y filmaron ese momento de desborde de alegría.

 

Después de una hora y media de caminata bajo el sol, ya de vuelta, pidieron a la prensa que se ubicara por delante de la bandera para  poder tener la foto total, especialmente la voz de sus reclamos: acceso al pan, al trabajo, la educación, poder pasar la expectativa de vida de 35 años de edad, indemnización y reparación para todas aquellas que no pudieron acceder a los derechos que hoy en día tienen las personas LGBTTIQ. Se prendió una bengala rosa, hubo aplausos, gritos y mucho barullo celebrando.

Entonces sí, fueron al escenario que  habían montado. Leyeron un comunicado en el que pidieron seguir trabajando juntas por la igualdad y la diversidad. Se habló de prostitución y cómo era necesario el respeto a este trabajo pero también la importancia de que el colectivo travesti-trans tuviera acceso a otras posibilidades en el mundo laboral. «Para esto es importante que haya un cupo laboral trans para la villa sin tener que pasar por tanta burocracia», manifestó en el micrófono Martina Pelinco, responsable de la Sede de la Diversidad Trans Villera y recordó que durante el Gobierno de Kirchner se promulgó la Ley de Identidad de Género y la Ley de Matrimonio Igualitario.

Martina también arremetió contra el actual jefe de Gobierno porteño: «Larreta está mandando flyers para marchar por la diversidad y no nos invitó. No vamos a ir a esa marcha. ¡Hace tres años que salimos a la calle! Encima le pusieron la marcha de la inclusión”. Nadie nos tiene que incluir, porque existimos, estamos visibles, y orgullosos. Cuanto más nos golpean y matan,

más luchamos desde el amor, porque como sabemos, el amor siempre vence al odio. Esta lucha es la que hace que sigamos vivas las travas. ¡Si estamos juntas sucede esto! En vez de una marcha, que den las máquinas de coser para las compañeras, los alimentos y el trabajo que nos negaron durante la pandemia desde la Ciudad» y finalizó diciendo «la ciudad más rica no garantiza un trabajo para nosotras y eso significa que no nos cuida teniendo todos los recursos para hacerlo”.

«No debemos olvidarnos de nuestras compañeras que lucharon haciendo posibles nuestros derechos, dando su vida para que podamos caminar libres por la calle que nos abraza. Hoy ellas tienen 60 años y no pudieron acceder a la educación, a un trabajo, porque no tenían un cupo laboral trans que las acompañará como a nosotras. Ellas necesitan una jubilación. ¡Una ley de reparación histórica! ¡Furia Travesti!», dijo Orella Infante, Directora Nacional de

Prácticas contra la Discriminacion del Inadi, cuando tuvo acceso al micrófono y añadió: “Que haya voces que hablen de lo plurinacional de la diversidad y exista cada uno de estos espacios para celebrar nuestro amor,  derechos, pero también entendiendo que estamos en medio de la campaña y debemos saber a quién votar. Es hermoso celebrar la diversidad y nuestro orgullo pero también debemos hacer política».