Las Águilas Blancas de Polonia (y Argentina)

Las Águilas Blancas de Polonia (y Argentina)

A todo o nada, Argentina buscará su segunda victoria para consolidar el pase a los octavos de final en Qatar. ¿Cómo vivirán el partido en el Polonia Fútbol Club de Burzaco y en el Café Polaco de Palermo?

El tercer y último desafío que tiene la Selección Argentina, en el marco de la fase de grupos del Mundial Qatar 2022, es Polonia, equipo que empató sin goles en su debut mundialista contra México y viene de derrotar 2-0 a Arabia Saudita con tantos de Piotr Zieliński y Robert Lewandowski, sus dos principales figuras.

David Oczkowski es un argentino, nieto de polacos, que en 2003 se recibió de entrenador y en 2005 sumó experiencia al trabajar para Central Ballester, de la primera D. En 2006 se incorporó a Polonia FC, equipo afiliado a la AFA que milita en la liga de Luján, donde actualmente es el director deportivo. El club surgió ese mismo año como una iniciativa del entonces embajador de Polonia en nuestro país, Stanislaw Stefan Paszczyk, con el fin de reclutar jóvenes para el fútbol polaco. Cada dos años se consolida el proyecto con viajes a ese país con un grupo de 18 chicos que disputan amistosos con clubes locales, que luego eligen los jugadores de su interés. En la actualidad hay cuatro chicos que juegan en ese país en divisiones menores. En diálogo con ANCCOM, Oczkowski explica las diferencias que nota entre los jugadores de ambos países: “Polonia es un pueblo bastante futbolero, podemos encontrar igualdad en cuanto al gusto, pero en lo deportivo hay diferencias. Acá tenemos jugadores más técnicos y ellos son más de lo físico, la fuerza, el choque y ser potente en los 90 minutos. En lo cultural, que un argentino se adapte al fútbol polaco es muy difícil por su idiosincrasia, el idioma y el clima que es muy hostil en invierno”.

Las “Águilas Blancas” participaron ocho veces en Copas del Mundo. Solo una vez ganaron en su primer partido, en Alemania Federal 1974, donde derrotaron 3-2 al conjunto argentino. Luego alcanzaron el tercer puesto tras ganarle 1-0 a Brasil. En España 1982, también obtuvieron el tercer lugar al vencer 3-2 a Francia; así cerraron su época dorada. En México 1986 solo alcanzaron los octavos de final y en el resto de sus participaciones nunca superó la fase de grupos.

“Vamos a encontrar una Polonia que va a esperar a Argentina, que no va a arriesgar. Tiene un planteo muy defensivo, no le va a jugar al fútbol de igual a igual a la Selección porque sabe que va a perder, que no tiene el pie ni los jugadores para hacer ese tipo de juego. Va a esperar en su cancha tranquilamente mientras que Argentina haga todo el desgaste posible y tratará de contragolpear alguna pelota que le quede para salir jugando rápido”, remarca Oczkowski.

Dos polacas en Argentina

Joanna Kaczanowska es una antropóloga polaca que vino a vacacionar a Argentina en 2015, en principio, por dos meses. Se sintió tan cómoda y vio tantas oportunidades que se enamoró de este país: “No pensaba que fuera a quedarme tanto tiempo, pero al final hice mi vida acá, no digo para siempre porque uno nunca sabe qué va a pasar, y no sentí tanto el choque cultural porque a Buenos Aires lo sentí bastante europeo, esperaba más la onda latina, tan exótica como el Caribe”. No obstante, marca algunas diferencias: “Acá los colectivos no llegan a tiempo; en Polonia siempre hay horario y está mucho más ordenado: acá se puede esperar una hora. También, lo que me gusta muchísimo es que la gente es mucho más abierta y se interesa por mi país, mientras que nosotros somos más cerrados, porque primero hay que ganarse la confianza”.

Natalia Karasiewicz es una polaca cuyo corazón fue robado por un argentino en el continente europeo, motivo por el cual vive desde hace nueve años en Quilmes. Hay cuestiones a las que todavía no se adapta y que le sorprende de los argentinos: “Cuando entran a la casa no se sacan sus zapatillas como en Polonia, hay hombres que se saludan con un beso, se pueden pagar zapatillas en cuotas, cuando voy a un negocio me llaman ‘gorda’ o ‘negra’, aunque sé que no es algo para ofenderse, y comen mucho en la cena y en un horario muy tarde, mientras que en mi país es liviano y temprano”. Aun así, hace ciertas cosas para sentirse cercana a su patria: “Para navidad en casa hacemos galletitas de jengibre, aunque acá hace mucho calor para comer eso porque esas galletitas te calientan un poco. En Polonia, Navidad es en invierno. También, mis dos hijos van a los scouts polacos en donde aprenden sobre la cultura y tradición polaca”.

Joanna y Natalia se conocieron en Argentina, pegaron buena onda y en julio de este año decidieron organizar en Palermo un evento mensual llamado “Café Polaco”, un espacio para aprender el idioma y cultura de Polonia e intercambiar experiencias de una forma descontracturada. Está abierto a todo público, tanto polacos de nacimiento como descendientes, gente que tiene que viajar por trabajo y jóvenes que no tienen ninguna conexión con el país pero que están interesados en la cultura. “Nos acostumbramos por la pandemia a las clases online, solo mirarnos por la pantalla y eso me parecía malo. Lo hicimos porque creíamos que había que salir y juntarnos, para que otras personas hablen sobre Polonia en un lugar”, afirma Natalia. “Una vez vinieron chicos que tocan la guitarra y el piano y aprendimos canciones, pero no solamente las que conocían los abuelos, sino también otras más nuevas para que también vean que Polonia no es solamente la Segunda Guerra Mundial y el sufrimiento. Esto era algo más divertido, porque la idea es salir un poco de esa imagen que mucha gente tiene y lo logramos”, agrega Joanna.

 ¿Por quién hinchar?

David Oczkowski quiere que Argentina gane el partido más allá de que trabaja con Polonia y que sus abuelos eran polacos, pero cree que a veces los argentinos pecan de soberbios: “Me ha pasado a mí como entrenador de decir: ‘Nos llevamos el mundo puesto porque somos Argentina’ y la verdad no es así, porque quedó demostrado que en la cancha son 11 contra 11 y el Mundial ha tenido sorpresas y va a seguir teniendo sorpresas por una sencilla razón: hoy se equiparó todo. Antiguamente quien pegaba más era el campeón, porque antes el fairplay no existía y en mundiales anteriores había que ser bien guapo para jugar esos partidos; salías con las patadas bastante marcaditas. Hoy en día con el fairplay y la tecnología del VAR hoy eso se equiparó y además se equiparó mucho más con el físico, si no llegas bien físicamente a un mundial no lográs el objetivo que es jugar una final”. Y añade: “Acá somos pasionales, si Argentina pierde y queda eliminado es una catástrofe y estamos todos dos o tres días lamentándonos. En Polonia no, lo entienden como que es un juego”.

Joanna Kaczanowska no va a poder ver el partido porque justo a esa hora se tomará un vuelo hacia Polonia, aunque explica sus sensaciones sobre el fútbol local y los posibles resultados: “En mi país nunca fui a un partido en mi vida. No soy muy futbolera y acá cuando llegué quería conocer, así que tuve la oportunidad de ir a ver dos partidos. Me parecía muy familiar y alegre el ambiente en la cancha, además como soy antropóloga me encanta observar situaciones y me perdí un gol por mirar a la gente. Voy por Polonia, pero tengo tantos sentimientos hacia Argentina que no me va a molestar si gana. Por ahí es mejor que no esté acá, porque si pierde Polonia se me van a reír y si gana me van a matar”.

Natalia Karasiewicz tampoco se interesó por el futbol por más que su papá es fanático de este deporte y sus primos jueguen en equipos polacos. Siente que se contagió por este país tan futbolero y su esposo, motivo por el que estuvo con los nervios de punta al ver el debut de las “águilas blancas” ante el conjunto mexicano. Ahora cada uno hinchará por su país, pero su hija de ocho años tiene el dilema de compartir el cariño por ambas naciones. En la escuela le dieron la consigna de imaginar y dibujar su propia mascota para el mundial y ella creó a Lili, una bandera que combina los colores de los dos países y tiene una corona dorada sobre su cabeza, idea que probablemente replique sobre su rostro para el partido: “Me dijo: ‘No sé qué voy a hacer. No sé qué bandera pintar en mi cara, me parece que en un lado voy a poner Argentina y del otro Polonia. Amo los dos países’».

La esquina del Diego

La esquina del Diego

Se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Diego Armando Maradona y en Merlo se hizo, en su honor, un mural 3D que le da vida y color al barrio de Villa Amelia. Uno de sus autores, Santiago Nicolás, habla sobre el valor simbólico de la obra y qué implica ser muralista.

“Gracias por haber jugado al fútbol, porque es el deporte que me dio más alegrías, más libertades, como tocar el cielo con las manos. Gracias a la pelota”, respondía el Diego en su programa La Noche del 10, allá por 2005, cuando se preguntó a sí mismo qué se diría en el cementerio. Aquellos dichos, no fueron solo palabras. Siempre miraba el balón con una sonrisa pícara, como enamorado, y cada vez que la tenía enfrente, hacía lo que quería: caños, gambetas, jueguitos y, por si fuera poco, un gol con la mano.

El amor de Maradona se materializó en una esquina del conurbano bonaerense, específicamente entre las calles Chile y Primera Junta, del barrio de Villa Amelia, en el partido bonaerense de Merlo. Un vecino mandó a hacer un mural con la cara del Diez en la pared de su casa, a modo de homenaje, pero con la particularidad de que encima del techo se hizo una escultura gigante de su mejor amiga: la pelota.

Para lograr el objetivo, se hizo una obra colectiva en la que se contrató a un albañil para el armado de la esfera de hormigón y a un muralista llamado Santiago Nicolás, quien desplegó toda su capacidad artística para representar, de la manera más fiel posible, la alegría del jugador. Nicolás dialogó con ANCCOM sobre la repercusión mediática del mural, su relación con “El Diego” y el detrás de escena de su oficio.

¿Qué te sorprendió de la viralización del mural?

La llegada que tiene con las personas. Me enteré que, por ejemplo, un compañero fue a sacarse una foto con su tía que vino de Córdoba y se encontraron con un hombre tucumano que también había llegado de visita al barrio y fue a sacarse una foto. Me parece que está bueno cómo se conectan las personas, cómo les llega el sentimiento. No sé si tendrá que ver un poco con la explosión del Mundial, quizás también porque es tiempo de la conmemoración del fallecimiento del Diego. No sé bien, pero me parece muy lindo la emotividad de la gente y que se sientan representadas y conectadas con el Diego.

¿Es la primera vez que te toca vivir una situación así?

No, ya había hecho otros murales que se habían viralizado, pero quizás este fue un poco más. Por ejemplo, hice una nota para Telefé y eso no me había pasado. Sí había hablado antes, pero no con medios de tanto alcance. También me parece que la cuestión es la distinción que tiene este: la pelota. Eso es lo que hace que se exponga o que llame la atención. He hablado incluso con el cliente y con el chango que hizo la pelota, y les dije: «Para mí, por lo menos lo que yo pinto, no es el que más se destaque siquiera. Es un muro más, pero la pelota es lo que cambia todo”.

¿Esta obra hizo que aumente la demanda de encargos?

En general, cuando pinto algún muro que toma relevancia, suelen caerme más mensajes de lo normal, pero en sí no suma más trabajos. Sí suma la cantidad de presupuestos que paso y es más explosiva la cantidad de mensajes de cariño o de likes, en este mundo de redes.

En tu cuenta de Instagram se puede ver que hiciste varios murales de Maradona, ¿cuántos llevás hasta ahora?

La verdad que perdí la cuenta. Calculo que debe estar cerca de los 35, aproximadamente. Me acuerdo que en un momento los conté hasta llegar a diez, pero después ya me vi superado y no tengo la cuenta exacta.

¿Qué significa para vos el Diego?

A mí lo que me pasa es una cuestión más simbólica. Me siento conectado a través de la gente con lo que es el Diego, porque siento un poco, lo que decía antes, la emoción. No me considero maradoniano porque tengo 30 años, nunca lo vi jugar. Entonces, no tengo esa conexión que tienen los clientes o las clientas que me llaman, pero sí pude mamar un poco lo que sienten esas personas, casi como un sentimiento de familia, como sentir que quizás perdieron a un ser querido, como si fuese un hermano, un padre o un amigo. Eso sí lo noto un montón y me llega esa sensación, la emoción y el sentimiento de las personas que me llaman para hacerlo.

Arte individual y colectivo

Santiago dibuja desde que era pequeño, un gusto que llevó consigo siempre hasta que a los 20 años ingresó a la Universidad Nacional de las Artes, en donde conoció y profundizó conocimientos sobre pintura. Luego, allá por 2015, salió un día a la calle con un amigo y comenzaron a pintar. En ese momento, se dio cuenta que le encantaba “tirar un poco de color” en el espacio público y se sintió libre. Supo que a través del arte podía manifestar e interpretar cuestiones que lo interpelaban, no solo a él, sino también a la sociedad. Así fue como se moldeó este artista que, a partir de 2018, se dedicó exclusivamente a desplegar sus capacidades como muralista.

Además de tu formación, ¿cómo es que lográs murales profesionales?

Es todo el tiempo estar practicando, más allá de que haya tenido una facilidad artística desde niño. Es desarrollarse con la práctica, porque si no eso se pierde. En este trabajo todo el tiempo estamos tratando de pulir un poco más lo que tenemos, tratamos de darle vuelta a las cuestiones técnicas.

¿Qué otras obras que hiciste destacarías?

Antes se hacían encuentros de muralistas a nivel nacional e internacional, pero la pandemia cortó todo. Este año volvimos al ruedo y viajé por el interior del país con una compañera, que se llama Flor Pani, y pudimos hacer una obra en Sumampa, un pueblo de Santiago del Estero. El eje temático era Sumampa como pueblo y como punto de conexión de mucha parte importante de la historia argentina. Entonces pintamos una mujer ancestral, con rasgos de personas de identidad marrón. Durante el año casi siempre estamos trabajando en equipo, pero fue la primera vez que viajamos como colectivo a pintar en un encuentro. Generalmente siempre estamos pintando cosas que nos piden clientes, pero acá pudimos hacer una obra nuestra y esa fue de las mejores que hasta ahora desde que estamos pintando. Después, hice un mural de Breaking Bad en una quinta. Ese también fue un laburazo, además la idea estaba buena. A veces te piden cosas que por ahí no tenés ganas de pintar y a veces te tocan cosas que te encantan.

¿En qué consisten los encuentros de muralistas?

Durante el año se gestan distintos encuentros de muralismo autogestivos. Hay otros que son municipales o provinciales. Es un ámbito muy piola, conocés personas de distintos lados y compartís pensamientos, pintadas y acciones políticas. También, a través de eso se llega a charlas de organización para saber qué es lo que nos falta conseguir en términos de derechos como laburantes. Tenemos el grupo del oeste, hay grupos de La Plata, en general están en todo el país. En realidad, en todo el mundo, pero solo hablo de lo que conozco. Lo que yo veo, por lo menos desde que arranqué, es que paso a paso, si bien viene un poco lenta la mano, tenemos cada vez más organización.

Muralismo es trabajo

Caminás por la calle con una de tus amistades. Hablan de cosas banales hasta que tus ojos se clavan y brillan al observar una pared que tiene pintado algo que te gusta mucho. Le pedís a tu acompañante que te saque una foto con tu celular y luego la compartís en todas tus redes sociales y te explotan los likes, pero lo que nadie sabe es todo el esfuerzo que hubo por detrás para producir esa obra.

¿Cuáles son los mitos de tu oficio?

Más allá de que nos gusta y sabemos que es algo artístico, que no se crea que es algo de ocio, sino que es un trabajo como cualquier otro. No es algo que hagamos y vivamos del aire. Uno de nuestros lemas es: “Mural es trabajo”.

¿Qué dificultades laborales existen?

Primero, estamos todos en negro. Siempre laburamos así. Por eso tratamos de hablar sobre las cuestiones de seguridad mínima para trabajar. Cuando estamos hablando entre “compas” y quieren saber algunas cosas, siempre compartimos conocimientos. Les decimos: “Si vas a trabajar a tal altura, tenés que usar andamios, ya no tenés que usar escalera porque es muy riesgoso”. Siempre se habla mucho de cómo armar los andamios y a partir de cuántos metros hay que atarlo. Hay que usar sogas, arneses, los elementos necesarios y básicos para no tener accidentes. Es una profesión algo riesgosa por la altura, porque ya sabemos y ha pasado que hay compas que han sufrido algún accidente. Hay que estar atentos y atentas a que no suceda y proteger también a la gente que transita por la calle, para que no se caiga una herramienta desde seis metros de altura. Son accidentes que se pueden evitar. También, por ejemplo, si se va a pintar debajo del sol, hay que usar protector solar y hay que fijarse bien los horarios en los que se va a trabajar. Esas cuestiones se charlan siempre en estas reuniones grupales que hacemos entre muralistas.

¿Qué es lo que más te gusta de tu laburo?

Me gusta pintar siempre en la calle. O sea, también se puede pintar dentro de hogares particulares y locales, pero a mí lo que más me gusta es la calle, porque ahí se siente el acompañamiento. La gente es muy piola, siempre te da una mano en lo que necesites, te alienta y se alegra al ver los colores y el rostro de alguien que les guste. Te hacen sentir parte, porque te ven ahí y saben que sos parte de la calle, un elemento más. Sumar desde lo artístico-cultural al barrio es lo que más me gusta.

¿Hay algo que sea solo por amor al arte?

A veces hacemos pintadas comunitarias. Cuando tengo tiempo, me gusta pintar acá en mi barrio. Quizás no siempre se sabe que a veces son murales comunitarios. Eso sí es directamente por amor al arte y al barrio. Lamentablemente y afortunadamente, esto es contradictorio, no tenemos tanto tiempo para hacer esas cosas, porque tenemos mucho laburo. Entonces, tratamos de hacernos los tiempos, porque nos encanta mostrar que está esa posibilidad. El arte cercano al barrio es posible y generar museos a cielo abierto con murales comunitarios está buenísimo.

Canta y no llores

Canta y no llores

El sábado Argentina juega contra la Tri y está obligado a ganar. Rivalidad, festividades y máscaras. Un vistazo al fútbol y la cultura de los aztecas, de la mano de tres mexicanos que viven en Argentina.

El segundo desafío que tiene la Selección, en el marco de la fase de grupos, es México, equipo que comanda el argentino Gerardo «Tata» Martino. Será un paratido definitorio para el futuro de la Argentina en el Mundial de Qatar, después del impensado traspié frente a Arabia Saudita. Pese a que los Aztecas lograron ganar la Copa de Oro de la Concacaf en 2019 y fueron subcampeones en la edición que se realizó en 2021 y en la Liga de Naciones de la Concacaf 2019-20, su desempeño es cuestionado por los hinchas del “Tri”.

Luciano Bocco, de 22 años, es un futbolista profesional de Central Córdoba, equipo santiagueño que milita en la Primera División de nuestro país. Es de nacionalidad mexicana porque su padre argentino, también futbolista, jugaba en tierra azteca cuando él nació. No obstante, pasó la mayor parte de su infancia en Córdoba, hasta que en 2015 lo fichó Cruz Azul, uno de los clubes más importantes de México, y luego fue transferido en 2020 a Cancún FC, del Nacional B.

Esas experiencias le permitieron reconocer algunas diferencias entre el fútbol argentino y el mexicano: “Cruz Azul no les deja hacerse tatuajes, ponerse aritos o pintarse el pelo a los pibes de inferiores. Ves eso y después venís acá a Argentina y ¿cómo le decís a Varela o al ‘Changuito’ Zeballos ‘che no te podés pintar el pelo’? Es muy cultural ese aspecto”. Y agrega: “Acá cuando va bien, te gritan para bien y, cuando va mal, te putean en la calle, mientras que en Cancún íbamos anteúltimos, perdíamos y teníamos un mensaje del barrabrava que te decía: ‘No pasa nada, jugaron bien, en el próximo partido se va a dar’”.

México cuenta con un total de 16 participaciones en mundiales, en nueve pasó a segunda fase y en siete a octavos. Sólo llegó dos veces a los cuartos de final: en 1970 y en 1986, sendas ocasiones en las que fue el anfitrión de la competición. Uno de los objetivos que tiene el equipo en Qatar es mínimamente volver a llegar a esa instancia que fue frustrada, más de una vez, por la Argentina.

“El gol de Maxi Rodríguez en 2006 y el de Carlitos Tévez en 2010, que decían que estaba en offside, fueron hechos que crearon una pequeña rivalidad entre Argentina y México para el mexicano, porque después acá se vive la rivalidad con Brasil, Alemania e Inglaterra, pero allá los mexicanos como que tienen esa espinita de que en dos mundiales se quedaron afuera con Argentina y siempre te están cargando con que ahora se viene la revancha”, explica Bocco.

Tradición, música y máscaras

Cada 2 de noviembre en México se celebra el Día de los Muertos, fecha declarada por la Unesco como “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad” en 2008, “en tanto se trata de una expresión tradicional -contemporánea y viviente a un mismo tiempo-, integradora, representativa y comunitaria”. Según la cosmovisión de pueblos originarios, este día implica el retorno temporal de los difuntos al mundo de los vivos, por lo que muchas familias colocan ofrendas y altares decorados con flores para ellos.

Claudia Gabriela Espín es una chef de comida tradicional que vive desde hace dos mundiales en Argentina y para estas fechas elabora pan de muertos y calaveritas de azúcar, elementos que no pueden faltar en los altares: “Hacemos algo sencillo para celebrar, pero igual se arma mucha movida cultural en diversos centros culturales de Buenos Aires. No solo participamos mexicanos, al argentino le gusta mucho también”.

No todo es gastronomía. Antes de mudarse al sur del mundo, Espin tuvo que abandonar la banda de rock en la que tocaba, aunque el amor por la música se lo transmitió a su hija, con quien actualmente tocan música tradicional mexicana: “Es una forma de arraigarse también a tus raíces, una especie de terapia, sentirse cerca de los suyos, por eso cambié de género musical”.

Huapangos, rancheras y corridos, mezclados con una pizca de pop y jazz y una dosis de lenguas autóctonas como náhuatl y zapoteco. Ese el combo que produce Espín en la banda Xilonen, que además en su último videoclip Nanga ti Feo incursiona en el tango a través del acordeón: “Si bien hacemos la música de nuestro país, queremos meterle algo de esta interculturalidad, de esta hermandad que tenemos con Argentina”. Ahora bien, pese al cariño que siente por los argentinos, hay cosas que ella no puede creer sobre cómo se vive el mundial acá: “Los mexicanos son también muy apasionados por el fútbol, pero la verdad yo nunca vi que en las escuelas te pongan el partido o que los nenes estén excusados para verlo en casa. Que yo recuerde, en México eso no existe”.

Otra característica de los mexicanos es su furor por la lucha libre. Allá es más que un simple deporte o un espectáculo, es una parte importante de la cultura popular, sobre todo en lo que refiere a la utilización de máscaras. MC-Killer es un luchador enmascarado de 31 años que vive hace cinco años en Argentina y lucha en la empresa Legión Nueva Era. Su nombre no se puede revelar porque, según él, “para el luchador mexicano la máscara es prácticamente su vida, representa el trofeo más grande que puedes obtener más allá de un campeonato”, entonces permanece en el anonimato, al menos hasta que la pierda en una contienda. “La gente quiere saber quién es la persona que está detrás del personaje, ese es el misticismo de la máscara”. Y agrega: “En el Mundial siempre vas a ver aficionados que van a ver los partidos con máscaras de lucha libre, lo hicimos muy nuestro”.

Si bien el fútbol en México es el deporte más importante al igual que en nuestro país, el luchador encuentra ciertas diferencias: “Algo que me pareció sumamente interesante cuando llegué acá a Argentina es que, por ejemplo, sobre todo en Capital, caminás dos o tres cuadras y hay una canchita infantil o un club deportivo con canchas. En México caminás una cuadra y hay un gimnasio de musculación, boxeo o lucha libre”.

 

Vivir en Argentina

Uno de los dilemas que tendrán los mexicanos que viven en estas tierras será convivir con la familia y amigos cuando se juegue el partido con la Scaloneta. Los hijos de Espín, por ejemplo, son argentinos: “Me encantaría que gane México, pero la realidad es que basándonos en los precedentes siempre, o mayormente, nos gana Argentina. Encima aquí con una familia argenmex vamos a estar complicados”. Luciano Bocco señala: “Tengo mi mejor amigo que va a jugar para México y quiero que le vaya bien, pero también quiero que gane Argentina, es el último Mundial de Messi y toda mi familia es argentina, así que no puedo decir quién quiero que gane”.

MC-Killer no se hace tanto problema aunque su esposa sea argentina, porque él no se define como alguien tan apasionado por el fútbol: “Me gusta más cuando son épocas de finales o momentos decisivos de un partido”. No obstante, el enmascarado plantea que las personas de ambos países tienen que dejar los prejuicios que tienen entre sí: “México no todo es narco, no todo es malo ni todo es bueno y cuando yo llegué a Argentina tenía otra visión de la gente, que son agrandados o malhumorados, y nada que ver, son muy amables”.

El sábado 26 de noviembre a las 16 ambos seleccionados se verán la cara nuevamente en el estadio de Lusail de Qatar. ¿El conjunto encabezado por Lio Messi podrá estirar la racha de victorias que tiene sobre los mexicanos en mundiales o estos lograrán romper el maleficio?

¿La pelota no se mancha?

¿La pelota no se mancha?

Lavado de dinero, sobornos, 6500 trabajadores migrantes muertos por construir estadios de fútbol y protestas ante un sistema islámico que vulnera derechos humanos hacen que Qatar 2022 sea el más cuestionado desde Argentina 1978.

“Es un mundial que ha sido muy criticado a nivel de derechos humanos. Desde que se supo que iba a ser sede, en 2010, hasta hoy, se reconoce que murieron unos 6.500 trabajadores sin derechos ni indemnizaciones. En casi todos los países de la Península Arábiga, el régimen migratorio estipula que cuando uno va a trabajar, el que le da trabajo es el que dispone el permiso de residencia; si decide dejar el trabajo o lo echan, esa persona queda ilegal en el país, por lo cual es expulsada, no tiene ningún derecho”, explica, en diálogo con ANCCOM, el especialista en geopolítica y analista internacional Eduardo Martínez.

“A ese sistema de patrocinio de las empresas se lo denomina ‘kafala’, que en árabe significa ‘garantías’, pero en realidad los trabajadores migrantes no tienen posibilidad de reclamar unas mínimas condiciones a través de sindicatos. Trabajan bajo temperaturas de más de 50 grados durante jornadas interminables con escasas medidas de seguridad”, agrega.

La población migrante de Qatar ronda los 2,4 millones del total, estimada en 2,7 millones, y menos del 10 por ciento son qataríes. El grueso de los migrantes proviene de India, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka y Pakistán.

“Es una cultura muy cerrada, muy compleja, que tiene el índice de prosperidad per cápita más grande de la tierra, 93.500 dólares, pero que a la vez va muy atrás en lo que tiene que ver con los derechos”, sostiene Martínez.

Qatar se rige por la Sharía o Ley Islámica, un código de conducta que afecta todos los aspectos de la vida de los musulmanes. Tiene sus raíces en su libro sagrado, El Corán, y la Sunna, un conjunto de enseñanzas del profeta Mahoma. Según El Corán, todo musulmán debe imitar a Mahoma, para eso la Sunna es una guía perfecta.

“No son textos indiscutibles, están sujetos a interpretación –afirma Martínez–, dependiendo de la escuela jurídica que los descifre, la Sharía se aplicaría de una o tal manera. En Qatar no es tan estricta como en Irán”.

La homosexualidad en cualquiera de sus formas y expresiones es vista como una falta grave a la moral. La prohibición de demostraciones de afecto también alcanza a las parejas heterosexuales. La pena por incitar a la “sodomía” o “disipación” puede llegar hasta los siete años de prisión. También se prohíbe el alcohol, salvo en algunos reductos turísticos.

Desde Europa se alzaron voces de protesta contra la vulneración de derechos en Qatar. La Selección alemana, en su partido clasificatorio contra Islandia en 2021, posó con camisetas negras con una letra en blanco que formaba “human rights”, para atraer la atención ante el abuso de los derechos laborales de los trabajadores migrantes contratados para la construcción de la infraestructura del Mundial. Cinco de los jugadores de la selección pertenecen al Bayern Munich, club patrocinado por Qatar Airways.

Noruega, un día antes, había adoptado una postura similar en su partido de Eliminatorias contra Gibraltar, portando remeras con la leyenda “human rights on and off the pitch” (derechos humanos dentro y fuera del campo). “Se trata de presionar a la FIFA para que sea más directa, más firme con las autoridades de Qatar, para imponer requisitos más estrictos”, señaló el técnico noruego, Stale Solbakken, en conferencia de prensa luego del encuentro.

 

En Francia, tierra del actual campeón del mundo, municipios como París, Lille, Estrasburgo, Rodez, Burdeos y Marsella no transmitirán por pantalla gigante los partidos de su selección. “Realmente me hubiera sentido cómplice”, expresó el alcalde de Burdeos, Pierre Hurmic.

En Dinamarca, la marca deportiva Hummel presentó en septiembre pasado las camisetas que la selección danesa vestiría en el Mundial, de un solo color, roja la titular y negra la suplente. A través de la sobriedad y la ausencia de ornamentación, se trataba de protestar por la situación de los derechos humanos en el país anfitrión. Pero la FIFA se las prohibió, como así también las de entrenamiento que portaban la leyenda “derechos humanos para todos”. La Federación Danesa tuvo que acatar la decisión para evitar multas y sanciones.

“Este tipo de protestas no se han vuelto tan firmes. Las hubo más contundentes. Cuando se jugó el Mundial 1978, hubo jugadores que decidieron no participar en protesta por las violaciones a los derechos humanos por parte de la dictadura militar argentina”, recuerda Martínez. El alemán campeón del mundo en 1974, Paul Breitner, renunció a jugar e incluso acusó a la Federación Alemana de connivencia con la dictadura argentina.

Quizá el premio para la selección ganadora de Qatar 2022, 42 millones de dólares, cuatro más que los obtenidos por Francia en Rusia 2018, sea uno de los motivos por los cuales las críticas no hayan sido tan firmes.

“Qatar es un error”

“Hoy me siento qatarí, hoy me siento árabe, hoy me siento africano, hoy me siento gay, hoy me siento discapacitado, hoy me siento un trabajador migrante”, manifestó Gianni Infantino, presidente de la FIFA, en una rueda de prensa un día antes del inicio del Mundial, y acusó de hipócritas y dueños de una doble moral a quienes han criticado su accionar.

El 2 de diciembre de 2010 Qatar fue elegido como país anfitrión de la Copa del Mundo 2022 dejando atrás a Estados Unidos, Australia, Corea del Sur y Japón, entre otros. Sin tradición futbolística, una superficie reducida –sus 11.610 kilómetros de superficie son la mitad de la provincia de Tucumán– y con temperaturas por encima de los 40 grados en junio-julio, por lo que hubo que postergarlo para noviembre-diciembre.

Una investigación a cargo del exfiscal general de Estados Unidos, Michel García, detectó sobornos y lavado de dinero por la atribución de derechos de mercadotecnia y patrocinio para competiciones organizadas por la FIFA, en lo que se conoció como el “FIFA Gate”.

El entonces presidente de la FIFA, Joseph Blatter, declaró recientemente: “Para mí está claro, Qatar es un error, la elección fue mala”. Y responsabilizó al expresidente de la Unión de Federaciones Europeas de Fútbol (UEFA), el francés Michel Platini.

Lo cierto es que Qatar 2022 le otorgará a la FIFA un ingreso de unos 4.826 millones de dólares. Por eso, su actual presidente, Gianni Infantino, se justificó: “No dividan, el mundo ya está suficientemente dividido. Organizamos una Copa del Mundo, no una guerra”. 

El kilómetro cero del Mundial 86

El kilómetro cero del Mundial 86

Juan Ignacio Provéndola es periodista, docente y autor de varios libros. Recientemente publicó “Operativo Tilcara”, un racconto del increíble viaje que organizó Carlos Bilardo en 1986 con el objetivo de preparar a sus jugadores para el Mundial de México.

La Copa del Mundo de 1986 se iba a disputar en tierras mexicanas, donde diez de los doce estadios seleccionados estaban a más de 1500 metros sobre el nivel del mar. El doctor Carlos Salvador Bilardo, conocido por sus brillantes delirios, encontró ahí el primer problema a resolver, quizás el más importante de todos. Para afrontarlo, convocó a un grupo de catorce jugadores de la élite del fútbol local (José Luis Brown, Ricardo Bochini y Claudio Borghi, por nombrar a algunos) y diseñó un plan tan disparatado como exitoso: un viaje al pueblo jujeño de Tilcara, donde durante diez días la base de la Selección del 86 enfrentaría todo tipo de condiciones adversas antes de partir hacia la tierra prometida. Juan Ignacio Provéndola es periodista, docente y autor de múltiples libros; el último de ellos es Operativo Tilcara. Entre viejas postales de rock y un video de las playas de su Villa Gesell natal, el escritor dialogó con ANCCOM sobre cómo “entre canchas de ripio, agua por turnos, un solo teléfono en todo el pueblo y el calor sofocante de la altura, Bilardo estableció en Tilcara el auténtico kilómetro cero de un camino que culminó en el 29 de junio de 1986 en el Estadio Azteca”.

¿Qué te llevó a escribir sobre un acontecimiento que quizás es muy famoso para el fútbol argentino por el mito de la promesa a la Virgen de Copacabana pero que a la vez es muy desconocido en cuanto a los detalles de su historia?

Una casualidad, porque yo no conocía Jujuy hasta que viajé en 2017 por distintos laburos. Yendo desde San Salvador a La Quiaca, me estaba llevando un amigo de Jujuy en su auto y hacemos una paradita técnica en una ruta de Tilcara porque había una estación de servicio. Yo aproveché y me fui a dar unas vueltas por los comercios y construcciones y vi que había un potrero de tierra. Entonces me saqué una selfie para mandar a amigos de Gesell -porque allá también tenemos equipos locales que juegan en canchas precarias- y cuando me subo al auto le muestro la foto a este amigo jujeño para preguntarle de quién era la cancha. Él me cuenta y me agrega: “Acá vino Bilardo con varios de los que fueron al Mundial de México a prepararse”. No le creí. Yo que soy del interior también sé que a veces exageramos un poco las historias para impresionar a los forasteros. Después vi que había un montón de notas al respecto y me generó la inquietud. Cuando volví a Buenos Aires le pedí a un colega el teléfono de Bilardo y al mes de insistir me atendió. Le cuento esta historia y le digo que me costó creerla. Me dijo que sí, que era cierto. Estuvimos hablando como una hora, increíble el narigón. Arrancó a recordar un montón de cosas increíbles, fabulosas, disparatadas, bizarras, alucinantes. Ahí empezó todo.

 ¿En base a qué otras fuentes construiste tu relato?

El segundo que se acordó mucho y se copó fue el Checho Batista. Después, tilcareños que fueron parte de Pueblo Nuevo, un club recién fundado en ese momento, que es donde la Selección entrenó. Además, como Bilardo llevó catorce jugadores, (iba a llevar diecisiete pero al final tres se lesionan) si quería hacer un picado no le alcanzaban los números. Entonces le preguntó a los de Pueblo Nuevo si armaban un equipo de once y los tipos obviamente le dijeron que sí, más vale. Ellos también fueron una fuente importante porque convivieron todos los días. Fui cuatro veces a Jujuy, cinco con esta parada que es la que originó todo. Después revisé diarios de la época. Más allá de Clarín, La Nación y El Gráfico, que fueron los medios nacionales más importantes que mandaron corresponsales, me parecía interesante ver cómo había sido el registro de los locales como para corrernos un poco de el porteño-centrismo en la construcción de una historia.

 ¿Encontraste muchas diferencias entre el relato que se contaba en Buenos Aires de lo sucedido y lo que veía la gente de Tilcara?

Sí, porque en ese momento no existía la televisión por cable, es un fenómeno de los noventa. El único contacto que había con imágenes en movimiento eran canales de aire que se veían a lo sumo en San Salvador. Tilcara no tenía televisores y había un solo teléfono. Ricardo Bochini tenía treinta y dos años en ese momento y ya era una leyenda. Siendo un prócer total del fútbol argentino, en Tilcara la primera vez que lo ven en movimiento es en la cancha de Pueblo Nuevo. Lo más cercano eran las fotos en blanco y negro de los diarios.  Entonces me preguntaba cómo registraban ellos el contacto con jugadores que solo conocían por fotos. Fue una conmoción para la provincia. Otra cosa que me interesaba era ver cómo relataban la cotidianidad de los jugadores de la Selección. Una cosa era como lo reflejaba el enviado del diario Clarín, que estaba muy perturbado por el estado de la cancha y en todas las notas decía: “es un peligro, Bilardo es un irresponsable, los jugadores se pueden romper”. Para los jujeños eran normales esas canchas, entonces no veían eso, el eje estaba puesto en otro lado. Los medios porteños, como todos los criados en el llano, hablaban mucho de los efectos de la altura y el calor. En cambio, para los jujeños eso es parte de la normalidad y relataban más cuando los jugadores salían a pasear por el centro, el rasgo más humano, cómo iban a la plaza a la hora de la siesta a tomar mates. Quizás una intimidad que hoy es muy difícil.

En el libro mencionás que Bilardo tenía un doble objetivo a la hora de preparar el viaje: el principal era preparar a los jugadores para la altura de México pero también buscaba consolidar el grupo. ¿Cuál fue el que marcó la diferencia en los resultados que después obtendría el equipo?

Creo que las dos cosas. No sé si viste Héroes. Ahí vas a notar cómo se arma el grupo humano. Ellos tenían una cámara ahí en el Distrito Federal y en ese documental ves realmente la cotidianidad de la concentración que fue muy larga, casi dos meses, es un montón. Así que sí, creo que el viaje ayudó mucho a armar el grupo porque en Tilcara es donde Bilardo empieza a armar la lista que él quería. Hasta el ochenta y cinco era una combinación de jugadores que él quería probar con otros que se imponían por historia. Pero por otro lado, el tema de la altura es importante. Bilardo fue el único entrenador que reparó en eso, a pesar de que ya había habido un mundial en México y varias de las selecciones que fueron al 86 ya habían jugado ahí en el 70. Fueron los únicos mundiales en la historia que se jugaron en altura. Para los sudamericanos puede ser algo relativamente familiar por las eliminatorias en La Paz o en Quito, pero sigue siendo un escenario que mete bastante miedo. Imaginate para los europeos. Sin embargo, en el 86 lo vuelven a desatender. A tal punto que Alemania casi se queda afuera en la primera ronda por subestimar ese dato, lo mismo Inglaterra.

¿El viaje cumplió su objetivo?

Si bien no fue una aclimatación, porque para eso tendrían que haber ido inmediatamente antes de México, el viaje sirvió para que los jugadores le pierdan el miedo a la altura. No solo por la falta de aire. A veces te agarra taquicardia, unas jaquecas terribles, sentís una cosa muy incómoda que no la podés resolver y eso te da nerviosismo. De los catorce de Tilcara, doce fueron al mundial. Ya habían estado diez días en un escenario parecido, por lo que cuando van a México y la altura empieza a molestar se calman porque saben que a los dos o tres días el cuerpo se plancha. Es la imagen de Jorge Burruchaga en el último gol contra Alemania, que parece que todavía hoy sigue corriendo. Corre solo, no lo marca nadie, los defensores estaban con la lengua larga. Los alemanes hacen ese empate y se les acaba la nafta automáticamente. Hago la inversa, me pregunto si hubiese sido igual el devenir del Mundial de México para Argentina sin ese viaje a Tilcara. No lo sabemos. Los que fueron en el 86 lo viven como una experiencia repositiva, más allá de la altura, de la precariedad y la austeridad en el día a día. Eso ya te demuestra que generó un buen semblante, así que yo creo que es un poquito de cada cosa.

 

La precariedad que mencionás, jugar contra equipos amateur de la zona, canchas de tierra y en malas condiciones. ¿Todas esas particularidades que tuvo el viaje pueden haber contribuido a su éxito?

Sí, creo que ayudó mucho porque cuando ellos van a concentrar al América de México en la estadía del Mundial ven que no alcanzaban las camas. Entonces le agregan un anexo que era un quincho, quizás la austeridad de Tilcara ya los fue un poco amoldando. Por eso yo señalo el viaje a Tilcara como el kilómetro cero. Siempre para los futboleros el inicio del mundial es el sorteo, que es donde ya sabemos cuáles van a ser los rivales de nuestras selecciones. Ahí ya entrás en un auténtico clima premundialista. El viaje a Tilcara fue veinte días después del sorteo. Fue el comienzo de ese proceso final donde ya no había margen de error para nada. Creo que por eso también Bilardo viaja a Tilcara, porque era un lugar que al estar más desconectado del resto del país le aseguraba cierta intimidad y calma para poder hacer experiencias físicas y tácticas que no hubiese podido hacer en Buenos Aires con los medios permanentemente sacándole fotos y observando.

Una situación de aislamiento, condiciones extrañas e incómodas, un técnico cuestionado, un equipo que para algunos todavía generaba dudas pero que logra consolidarse. ¿Observás un paralelismo, salvando las distancias, entre el viaje del 86 a Tilcara y la concentración de la Copa América 2021 que Argentina gana en Brasil?

Nunca lo pensé, pero ahora que lo decís vos, sí. Lo veo muy comparable, sobre todo en la contribución a un espíritu de grupo. El aislamiento es similar, en ambos casos estaban alejados de sus familias y con poca comunicación. Creo que el grado de imprevisibilidad es un punto de comparación también porque en el 86 nadie conocía Tilcara y en el 2021 nadie había experimentado nunca una concentración similar. Está esa escena de Messi en el vestuario valorando la convivencia y haber compartido una experiencia grupal. Muy probablemente lo del año pasado les templó un poco el ánimo. Los jugadores ya estaban ahí, semanas adentro, con toda la manija de querer ganar algo, de querer salir campeones. Quizás Scaloni conoce esta historia de Tilcara y algo podría haber influido, habría que preguntarle.

 

¿Cuál es tu anécdota favorita de Operativo Tilcara?

La verdad es que todo es una anécdota con un wow gigante, de principio a fin, pero la que más gracia me da es cuando Bilardo me cuenta que se vistió de mujer coya. Más allá de que parezca gracioso que se viste de mujer, él hizo particular énfasis en que para disimular con los jugadores se pone a bailar. Entonces me dice: “Mirá pibe que yo bailo muy bien, ¿querés que te muestre?”, se para y como que empieza a moverse. Y yo digo: “no, Carlos, no hace falta” y la gente miraba. Después, cuando yo contaba la anécdota a amigos y colegas, nadie me creía; hasta que finalmente sale la serie documental de Bilardo. Ahí hay una escena buenísima en México cuando todo estaba medio picado en el grupo y él para distender se pone a bailar y logra que todos se rían. Bailaba igual que como me quiso bailar a mí. Me alucinó eso porque me permitió entender en esa microanécdota la capacidad de liderazgo que tenía Bilardo. Ordenar, ordena cualquiera, el tema es persuadir. El Narigón tenía esa cosa de obsesivo y cabulero por un lado, pero después tenía una gran condición humana para empatizar y quizás quitarle un poco la tensión a la cosa. Yo me imagino que cuando de repente todos se enteran que esa esa señora vestida de chola era Bilardo le habrá generado algo en la cabeza a los tipos. Si este tipo, que es grande, que es doctor, que salió campeón con estudiantes; corre el riesgo de hacer ridículo para controlarnos,  ¿nosotros no vamos a hacer un esfuerzo de entrenar atrás de una pelota tres veces por semana? Me parece que lo termina graficando bastante como es él en toda su complejidad. Por eso creo que fue lo que fue y cambió el fútbol argentino, ¿No?