
“China: una civilización en sí misma”
Estados Unidos inició una disputa arancelaria principalmente contra China. En lugar del silencio habitual, esta vez las respuestas se hacen escuchar fuerte desde oriente: ¿Hay una nueva postura del gigante asiático?

El miércoles 2 de abril el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció fuertes aranceles para la mayoría de países del mundo. Sin embargo, dos días después, tras profundas caídas en las bolsas globales, en la cotización de los bonos de deuda pública estadounidense y el dólar, estableció una pausa de 90 días en la implementación de la medida para más de 60 países excepto por uno de ellos: China, que ya había respondido con medidas equivalentes. Frente a esto, se produjo una escalada arancelaria entre ambas naciones. Finalmente, China estableció una tasa del 125% y Estados Unidos del 145%, que, sumado a las tasas ya impuestas por el gobierno anterior, pueden llegar hasta el 245% en algunos sectores.
Históricamente la diplomacia china eligió la mesura como respuesta y lo mismo hizo la sociedad. Por eso, llamó la atención la circulación de piezas audiovisuales a través de las redes sociales hechas, al menos en apariencia, espontáneamente por ciudadanos chinos. Desde allí instan a los estadounidenses a comprarles productos evadiendo a los intermediarios, explicaciones acerca de por qué el sistema económico, político y social de occidente tiene muchas fallas y memes que ridiculizan la productividad de los estadounidenses. Además, el 15 de abril resultó novedoso el tono con el que la embajada del país asiatico respondió a las declaraciones que Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, realizó en referencia a China durante su visita a la Argentina.
Desde una perspectiva occidental, resulta esperable que aparezcan ese tipo de respuestas que confrontan política e ideológicamente los ataques direccionados hacia el gigante asiático. Sin embargo, la tradición cultural de China no se asocia con este tipo de prácticas. Francisco Taiana, historiador, sinólogo y autor del libro Argentina, China y el Mundo: 1945-2022, explica: “A diferencia de Estados Unidos y otros países occidentales que realizan una perpetua exportación de sus valores y sus visiones sobre otras partes del mundo, en China y otros países que operan bajo otro sentido común no hay intenciones de moldear el mundo a su imagen y semejanza”.
Estrategias y sentimientos
Leila Bitar, especialista en política internacional de Radio Gráfica, considera que “la estrategia diplomática actual se remonta a la llegada de Xi Jinping al poder en 2013. Ésta deja atrás el perfil bajo, el no involucramiento, para iniciar una etapa más confrontativa por parte de los diplomáticos: conocida como la diplomacia del lobo guerrero, en referencia a una película sobre soldados chinos que defienden heroicamente el interés nacional frente a unos agentes extranjeros que pretenden hacer lío”. En este sentido, Gustavo Ng, editor de la revista DangDai y periodista especializado en China, sostiene que la estrategia se enmarca dentro de una maquinaria compleja de relaciones exteriores que se puede resumir entre tres aparatos principales: “El primer aparato comprende a un sector a favor de Estados Unidos, que es toda la parte de la máquina que habla el idioma capitalista neoliberal internacional. El segundo aparato es más moderado: es el centro más diplomático en el sentido tradicional de la diplomacia, que de ninguna manera va a responder a Estados Unidos con insultos, ni mucho menos tomar la iniciativa de atacar, simplemente va a decir lo que tiene que decir y nada más”. En este sentido, Ng señala que este sector es muy importante porque define el equilibrio, lo que da estabilidad, algo que para China es primordial. En cuanto al tercer aparato, sostiene: “Vendría a ser como el otro extremo de la primera, es una máquina más agresiva contra Estados Unidos. Surgió sobre todo como respuesta a Trump, cuando durante la campaña presidencial de 2016 tuvo a China como un blanco. Ahí se activó esta tercera máquina”. A grandes rasgos, “se trata de una política exterior basada en estos tres pilares y lo que vemos ahora es la respuesta de la tercera máquina, que actúa desde una posición reactiva”.
Para Bitar, “Esta forma de hacer diplomacia refleja también un sentimiento que está en la sociedad china, no es algo propio del aparato gubernamental, sino que además está muy impregnado en la sociedad”.
Según NG, “el patriotismo no es o del gobierno o de la gente. El patriotismo es de todos. O sea, la gente siente que cuando el Partido Comunista se pone patriota está representando su patriotismo”. Por eso resulta complejo definir el impulso de las acciones ¿se trata de una reacción direccionada por el gobierno o más bien es una respuesta espontánea por parte de la sociedad? Tal vez en el intento de discriminar el origen de las acciones queda expuesta una perspectiva profundamente occidental: en China estos dos sujetos no pueden ser diferenciados de manera tan sencilla.

El presidente chino, Xi Jinping, pronuncia un discurso por videoenlace en la Reunión de Líderes sobre el Clima y la Transición Justa, el 23 de abril de 2025. (Xinhua/Huang Jingwen)
Un juego de voces
Ng hace referencia a la circulación de contenido para comprender la conjunción entre el gobierno y la sociedad: “En China los medios de comunicación emiten contenido del Estado o, si no son directamente los órganos oficiales, el contenido que emiten es controlado por el Departamento de Publicidad del Partido Comunista. Ese departamento es el que aprueba la publicación en todo tipo de medios. No existe lo que para nosotros es prensa libre. Sin embargo, con el smartphone, como en cualquier lugar del mundo, cada persona se convierte en una agencia de noticias potencialmente. La diferencia radica en que ellos usan una red social que se llama WeChat, la cual tiene una especie de blog que es un canal de noticias. Lo sorprendente es que existe una cantidad muy grande de personas individuales que tienen un blog en el que suben dos o tres noticias cada día. Se trata de una práctica masiva. Entonces, por un lado existe un esquema de comunicación muy extraño para nosotros, en donde hay una sola voz oficial que se repite a través de un montón de diarios y canales de televisión. Y, por otro lado, millones de personas emiten información por fuera de ese esquema. Muchas veces, la información es contraria al gobierno. Para controlar eso, el gobierno tiene un ejército de sensores: personas, algoritmos, inteligencia artificial que cooperan para controlar la información que circula. De esta manera, cuando se capta una noticia devenida en tendencia que no le conviene al gobierno, se bloquea. Ahí se arma un juego: la gente sabe cuánto tiene que decir sobre algún tema y hasta dónde puede llegar. Entonces, la reacción en redes sociales, ¿es del gobierno o es de la gente? Es concertado. La gente si quiere no lo sube, pero la gente lo quiere subir porque es patriota”. En este juego de voces, de lo que se puede decir y lo que no, se construye también un sentimiento que aflora en sintonía entre el gobierno y la sociedad.
El patriotismo puede determinar la economía
Echar luz sobre la situación de la industria audiovisual resulta útil para comprender el sentimiento de los ciudadanos chinos por su propia historia. En el contexto de la disputa arancelaria, China anunció la reducción de los estrenos de películas de Hollywood. Si bien la medida puede sorprender, responde a una tendencia que viene de larga data. Por diversos motivos, entre ellos la protección del cine local, en China existe una cantidad de cupos anuales para la proyección de películas extranjeras.
En este sentido, Francisco Taiana señala: “Dentro de lo que es la guerra arancelaria, me parece que limitar las películas estadounidenses es una medida retaliatoria dentro de las distintas respuestas que Beijing ha dado frente a estas agresiones económicas por parte de Donald Trump”. De hecho, “en los últimos años el mercado del cine en China se ha vuelto muy preciado. A tal nivel que si uno observa los últimos 15 años, se pueden ver estrategias por parte de producciones de Hollywood de hacer películas con alguna cuota de contenido oriental para que sea más atractivo para China. Esto se refleja en la inclusión de personajes chinos en superproducciones de Hollywood, como puede ser Titanes en el Pacífico 2”.
En paralelo a este esfuerzo por parte de Hollywood de interpelar al público asiático, desde China hace tiempo que trascienden fronteras a través de la pantalla grande y a partir de narrativas que les son propias, como las películas del director Zhang Yimou o un caso más reciente, Ne Zha 2, que, sostiene Pablo Coppari, periodista especializado en temas de China, “se posicionó como la séptima película más vista de la historia, solo por detrás de producciones como Avatar, Avengers y Titanic. Este logro la convierte en la primera película no estadounidense, en un idioma que no es el inglés y no producida por Hollywood, en alcanzar este nivel de éxito”.
Novedad planificada
Los argumentos que circulan en redes sociales parecen dar cuenta de una conocimiento profundo sobre la mentalidad occidental. Según Bitar, “hay una estrategia y hay una reacción más bien espontánea. Por un lado, me parece que desde el Estado siempre se buscó entender cómo funciona la mentalidad del rival. Por eso muchos funcionarios, académicos y diplomáticos se formaron y se forman en universidades de occidente”. A la vez, existe una asimetría muy grande entre el conocimiento que tiene occidente sobre oriente y viceversa.
Ng ilustra esta diferencia a través de la utilización del método Pinyin, que es la forma de escritura más usada por los chinos en sus smartphones y computadoras: “Utilizan el mismo teclado que nosotros, para escribir en chino pasan por el idioma latino. Cuando escriben la palabra que quieren el teléfono les da como opción todos los signos chinos que se pronuncian de la forma que dictaron. Y a partir de eso, ellos eligen”.
“Se busca entender cuáles son las reglas de juego, se usa el lenguaje y las formas de Occidente”, agrega Bitar. “De hecho, me parece que hoy TikTok, como plataforma, entiende perfectamente qué es lo que necesita occidente para relacionarse”. A raíz de esto, cabe destacar que la Corte Suprema de Estados Unidos ya intentó prohibir la red social china entre los usuarios norteamericanos, lo cual resulta paradójico teniendo en cuenta que la gestión de Xi Jinping ha sido blanco de fuertes críticas por parte de los norteamericanos por supervisar el contenido en internet a través del gobierno.
“Una civilización en sí misma”
“China es un país de unas dimensiones, de una autosuficiencia y de una profundidad cultural que lo vuelve una entidad muy autónoma sobre el mapa. La influencia extranjera sobre la cultura china a lo largo de miles de años ha sido muy importante. Pero, si fuésemos a removerla, de todas maneras, China seguiría siendo reconocible como tal. Tiene su propio sistema de escritura, su propio idioma, su propio universo moral, su propia base civilizatoria, su propio modelo de gobierno, su propia cosmovisión”, sostiene Francisco Taiana y agrega: “Durante el sistema imperial, China no sólo se consideraba a sí misma como una civilización, sino que se consideraba como la civilización misma. Ser civilizado era sinónimo de tener cierto nivel de acceso y familiaridad con la cultura, particularmente con el idioma escrito. Y en eso, los gobernantes chinos en la época imperial tenían una visión bastante maniquea del mundo entre gente civilizada por la cultura china y bárbaros”.
La capacidad manufacturera ubica a China en una posición ventajosa que contribuye al orgullo que manifiestan sus integrantes a través de redes sociales, el cual ha sido construido a lo largo de su historia y que reafirman en el presente. La importancia que le otorgan a sus raíces, a sus costumbres y a sus tradiciones, arraigadas en un sistema que se consolidó de tal forma que cualquier factor extranjero puede ser extraído sin significarle un peligro a su estructura, sin dudas le otorga al gigante asiático una fortaleza a la hora de afrontar la disputa de los últimos días, sobre todo porque el país presidido por Xi Jinping no anhela nada que le sea ajeno, y eso establece también una ventaja en términos de la lógica occidental que, aunque no la comparten, la comprenden muy bien.
En este contexto, el gobierno encuentra, producto de una construcción de larga data, el sustento de sus declaraciones en la propia sociedad. Se trata de un discurso coherente con un sentimiento extendido, anclado en el orgullo por su propia historia.