«La ciencia y la tecnología permiten a la sociedad expandir y diversificar su matriz productiva»

«La ciencia y la tecnología permiten a la sociedad expandir y diversificar su matriz productiva»

Frente a las declaraciones de Javier Milei, el candidato presidencial de La Libertad Avanza sobre su proyecto de eliminar el ministerio de Ciencia y Tecnología y privatizar el Conicet, el Secretario de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación, Diego Hurtado, explica la necesidad de que el Estado intervenga en esa materia para generar desarrollo productivo, empleo y crecimiento en el sector privado.

En su búsqueda por reducir el gasto público y tras haber logrado el 30% de los votos en las PASO, el candidato a presidente Javier Milei incluyó dentro de sus propuestas la privatización del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la eliminación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación.

Diego Hurtado, secretario de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación de dicho ministerio y Vicepresidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), conversó con ANCCOM acerca la actualidad de la materia y qué significaría la pérdida de la inversión de políticas públicas en el área.

 ¿Cómo se hace desde el área de la ciencia y la tecnología para hacer frente a discursos que minimizan su aporte social?

El ámbito de la ciencia y la tecnología es importantísimo. Sobre todo, en una coyuntura electoral porque la sociedad argentina tiene una percepción muy positiva de la ciencia y la tecnología. Esto no es una intuición, está evaluado en encuestas federales hechas por el Ministerio. A partir de varios miles de encuestados, más de 6000, donde más del 80% apoyan a la ciencia y la tecnología argentina, creen que es una actividad muy positiva, valoran el financiamiento del Estado en el área, no quieren recortes, al igual que en salud y educación. Dicho eso, aparece la necesidad de un discurso clarificador. Si aparece alguien y te dice que al CONICET hay que privatizarlo, capaz alguien que está a favor de la ciencia y la tecnología y está interesado en lo que se hace en la institución, vea con buenos ojos que pase a manos privadas con miras de que sea más eficiente. Es un prejuicio de que todo lo estatal es negativo y todo lo privado es positivo. Gran disparate, al cual creo que tenemos que responder que el Estado necesita del sector privado, y el sector privado necesita del Estado. Lo que demuestran las economías desarrolladas es que aquellos países a los que les va bien es donde se logran asociaciones virtuosas de lo público y lo privado, donde el Estado genera políticas públicas que pueden favorecer al mundo de los negocios que maximiza ganancias con las reglas del juego de la democracia y del voto electoral por fuerzas políticas y por ende sus programas políticos.

 ¿Cuál es su perspectiva frente a la idea de privatización del CONICET?

Ya se parte del error de comparar la NASA con el CONICET. Donde Milei dice que la NASA tiene 7.000 personas y en el CONICET son 30.000. Al ser la NASA una agencia espacial, la tendría que comparar con la agencia espacial que es la CONAE, donde trabajan entre 300 y 400 personas. Lo más importante es entender que estamos frente a un economista ortodoxo, que asume posiciones políticas que vimos en los 90 en Argentina, que atrasa muchos años. Todo lo que dice que va a hacer ya lo vimos en la época menemista. Él se posiciona como un economista ortodoxo liberal, pero cuando uno lo quiere encuadrar en el contexto latinoamericano es ignorante y equívoco.

Recuerdo que en el año 1993 un informe del Banco Mundial recomendaba privatizar el CONICET porque así iban a ser abolidos más de 5.600 cargos del gasto público. Íbamos a abolir cargos de científicos y científicas, de tecnólogos. Ese informe fue expuesto en la década neoliberal privatizadora y achicadora del Estado por excelencia. Finalmente, no pasó nada, porque la recomendación era un disparate, significaba privatizar el semillero de agendas de investigación del país.

¿Cuál es el rol del CONICET para el aporte al conocimiento científico?

El CONICET creó más de 50 empresas de avance tecnológico, recientemente asociándose con el sector privado para hacer la primera vacuna nacional para el Covid (N. de la R: la vacuna ARVAC Cecilia Grierson). En la Comisión Nacional de Energía Atómica (CONAE) el reactor Carem es una iniciativa pública, porque además es una tecnología emblemática alrededor de la cual hay más de 120 pymes trabajando, y pasaron más de 1.000 empresas. El cannabis medicinal como un nuevo sector de la economía de alto valor agregado. O el sector espacial en la Argentina como otro sector de valor agregado donde hoy, gracias a la inversión estatal, están apareciendo empresas privadas y están haciendo negocios con el sector espacial. Eso no hubiera sucedido sin políticas de desarrollo de satélites nacionales, las universidades acompañando creando carreras de tecnología espacial para formar profesionales que demanda el sector. ¿Cómo se explica eso sin el Estado invirtiendo en satélites, o sin el CONICET involucrándose en el cannabis medicinal para que hoy las empresas privadas junto con la institución estén generando normativa, un marco jurídico legal para que sea también un ámbito de negocio para el sector privado, respondiendo una demanda de la sociedad argentina?

“El CONICET investiga sobre el Rey León” como dijo la candidata a vicepresidenta Villarruel, y te buscaron una investigación cuyo título puede sonar ridículo, pero después debería verse si es el título y qué incluye esa investigación con su impacto en las infancias. En el CONICET hay 12.000 investigadores, 9.000 becarios de doctorado, y 3000 becarios de posdoctorado ¿Qué pasa con los demás que no estudian al Rey León? Pero ahí está la eficacia comunicacional, porque con un caso se pretende demoler 2.000 proyectos. Eso es falso y una argumentación tramposa que tergiversa. Ahí es donde un votante, que viene de laburar cansado, que no tiene un buen salario, que se siente decepcionado por el gobierno actual, escucha eso y está más predispuesto a indignarse, y pensás que una persona que es candidato a presidente no te va a estar mintiendo en la cara, pero sí, mienten.

 ¿De qué modo la ciencia y la tecnología aportan valor a la sociedad?

La ciencia y la tecnología lo que le da a una sociedad son capacidades para expandir y diversificar su matriz productiva. La diversificación de la matriz productiva sobre todo del punto de vista manufacturero e industrial es lo que genera la demanda de nuevos empleos y nuevas actividades vinculadas a la economía, y eso lo vemos con el cannabis medicinal y el sector aeroespacial, que van cerrando una ecuación que en Argentina no cuadra: queremos tener celulares, pantallas de plasma, pero exportamos soja, para decirlo de una manera simplificada, donde no cierra la balanza comercial, que es un problema de la Argentina de hace muchos años. Hay una necesidad de exportar valor agregado a las exportaciones, que supone conocimiento, porque cuando se habla de valor agregado es una manera a través de la cual la economía alude al conocimiento incorporado a la producción, sea como nuevo producto o proceso, como formas de organización de una empresa, entre otras. Eso es conocimiento. Y hay que agregar al conocimiento de nuevos materiales, instrumentación, sin perder de vista las ciencias sociales.

 ¿Hay una estigmatización de las ciencias sociales por sobre las ciencias duras o exactas, en relación a su productividad?

Las ciencias sociales no tienen buena prensa en la derecha argentina. Para ellos son el management, la administración, y sin embargo son las que producen el conocimiento que necesita un país por ejemplo para hacer políticas públicas: desde una represa y conocer las condiciones socioeconómicas en la zona, hasta estudiar la pobreza, o cómo mejorar la educación pública en la Argentina haciendo un trabajo investigativo del tema a nivel federal, en un país que es complejo a nivel territorial, o entender las economías regionales, todo eso te lo van a dar las ciencias sociales. Cavallo mandó a lavar los platos a científicas y científicos, y entre ellos a Susana Torrado, una socióloga experta en demografía que lo que había hecho era hacer pública su investigación de la estructura socioeconómica de la Argentina, y lo que no le gustó a Cavallo era el sesgo hacia la pobreza y la desigualdad que mostraban sus investigaciones, mientras que ella era una de las mejores sociólogas de América latina, aportando conocimiento vital para cualquier política pública vinculada a pobreza, federalización, o cómo superar la desigualdad. Y del otro lado, un sector privado que es el que adora Milei, con el cual se marea, que sin embargo no invierte en investigación y desarrollo, y ese es el otro punto.

¿Qué rol juega la idea de lo público y lo privado en relación a la ciencia y la tecnología?

Hay un discurso que se propone demoler al sector público, y cuando se analiza con corte estadístico, en el sector público están las mayores capacidades que tiene nuestro país, mayores que en el sector privado, desde profesionales, títulos secundarios, terciarios y universitarios. Cualquiera sea la métrica, en el sector público hay recursos humanos más valiosos y capacitados. El discurso de Milei te monta en 40 años de estigmatización del sector público, y sobre eso las argumentaciones yuxtaponen falsedades con ejemplos que no son representativos.

Desde el Ministerio de Ciencia, para nuestras políticas hay un componente fundamental, que es cómo generamos instrumentos para incentivar la inversión privada mínimamente. Hay confusiones circulando, por lo que hay que ser cuidadosos. Por ejemplo, cuando se dice que en Israel se invierte más de cinco puntos del PBI en investigación y desarrollo. Alguien que sigue a Milei te va a decir que el 4.5% es privado, y el 0,5% es estatal. Pero ese porcentaje privado quizá no hubiese existido sin políticas estatales, así que ojo con tirar números al aire.

 ¿Un ente privado dejaría por fuera ciertas áreas que no considere meramente provechosas?

Claro. Hay un libro de Mariana Mazzucato del 2013, una investigadora ítalonorteamericana que trabaja en Gran Bretaña, que fue un bestseller. y vino a desmitificar la retórica de Milei, de ese sector privado eficiente e innovador, y un Estado elefantiásico, lento. Lo que dice Mazzucato es “Steve Jobs sin el estado norteamericano derramando millones de dólares en defensa, a lo sumo podría haber inventado un lindo juguete”. Desagregando ese argumento, los chips, gps, internet, pantalla táctil, todo lo desarrolló el sector de la defensa de Estados Unidos son inversión pública. Después llegaron los empresarios a usufructuar, porque hay una política pública que fomenta que el sector privado se beneficie de lo que desarrolla el Estado. Así, luego las tecnologías se reconvierten a usos civiles, como es el caso de Internet, que era una red de comunicación resiliente a un ataque nuclear, y hoy es de uso civil, como el GPS en defensa, al que no se puede acceder por su nivel de precisión, y el de uso civil con un nivel menos preciso que es el que se usa cotidianamente.

 ¿Qué se está desarrollando actualmente en el ámbito de la ciencia y la tecnología en Argentina que podría verse truncado en un próximo gobierno con una política de desfinanciamiento estatal?

Principalmente el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030 (PNCTI) , que hoy está vigente y marca el horizonte de las políticas de ciencia y tecnología porque se elaboró con las 24 jurisdicciones, las dos CTA, la Unión Industrial, la Asociación de Industriales Metalúrgicos (ADIMRA), empresas pymes, foros relevantes del sector de ciencia y tecnología, y con organizaciones sociales de la economía popular. Se buscó convergencia y consenso, y trabajamos dos años y medio con esa meta. Recorrimos el país varias veces, y salió ese plan. Ahí están 10 sectores estratégicos nacionales desagregados en misiones, cada sector estratégico dividido en tres o cuatro misiones, y cada misión desagregada en tres o cuatro estrategias de investigación, desarrollo e innovación, y además de las agendas estratégicas nacionales, elaboramos con cada una de las provincias una agenda de ciencia y tecnología para acompañar cada uno de los planes de desarrollo provincial. Una vez elaborados estos planes, cada gobernador o gobernadora debía avalarlo y así se está haciendo. Esto lo hacemos para que no importa quien gobierne en un futuro, se respete el Plan 2030 en cada provincia.

Cuando fuimos al parlamento para tratar de que se apruebe como ley para darle mayor formalidad, en el Senado se aprobó con 58 votos contra uno, y en Diputados está hace seis meses, porque se meten palos en la rueda para que no llegue a votación, principalmente desde el PRO y no así desde los radicales como Manes, que demostró estar bancando el plan. Mientras tanto, aprovechan para dilatar en medio de la coyuntura electoral donde se sesiona poco, y para luego no verse comprometidos con cuestiones que saben que no van a cumplir.

 

¿Qué mirada tiene a futuro para el sector?

Me parece que la ciencia y la tecnología deben ser nuestra bandera, porque partimos de una percepción social positiva del área. La estrategia sería que las provincias se empoderen de sus agendas sin importar su color político, como componente federal donde cada provincia elabora lo que necesita en un plan nacional, y suponiendo que gane Milei, no le sería tan fácil negar el plan cuando los gobernadores seguramente defiendan la agenda de sus provincias. Fortalecer ese plan 2030 con apoyo sectorial, de las empresas, de las pymes, del sector de ciencia y tecnología, para hacer frente a ideas de eliminar y privatizar la ciencia, por lo que seguramente habrá discusiones por las políticas en el área.

«Que cada lector se sienta valorado»

«Que cada lector se sienta valorado»

La escritora Paula Bombara habla de su trayectoria, del valor formador de la literatura en las infancias, de su aporte a las Abuelas de Plaza de Mayo y a la construcción de memoria en un país que se encuentra conmemorando los 40 años de democracia. Mañana se presenta junto a Abuelas y el Ministerio de Educación de la Nación en la Feria del Libro Infantil y Juvenil.

Paula Bombara es una escritora y comunicadora científica que trabaja con las juventudes, realizando charlas con docentes y estudiantes. Su trayectoria la llevó a recorrer diversos campos de la literatura y las ciencias, así como también a participar en proyectos vinculados a la defensa de los derechos humanos, especialmente junto a Abuelas de Plaza de Mayo. En entrevista con ANCCOM, recorre parte de su trabajo y reflexiona acerca de la importancia del acercamiento con las niñeces y las juventudes a la literatura. Este jueves estará en el Centro Cultural Kirchner, presentando la colección “La Abuelas nos cuentan” en la 31° Feria del Libro Infantil y Juvenil.

¿Cómo definirías quién es Paula Bombara en pocas palabras?

Soy una mujer curiosa, que me gusta estudiar. Soy escritora, me encanta escribir y me encanta escribir de todo y leer de todo. Por eso me dedico tanto a la literatura como a la comunicación de las ciencias. Y leo tanto una como la otra, y cada vez que puedo mezclarlas o ponerlas en cuestión o compartir las inquietudes que me generan estos puentes entre artes y ciencias, lo hago.

¿Cómo elegiste estudiar la carrera de bioquímica?

Estudié bioquímica porque un profe de literatura de quinto año de la secundaria me dio un buen consejo: “Si querés ser escritora usá tus años universitarios para estudiar algo que no tenga que ver con la literatura y seguí leyendo y escribiendo literatura”. Su argumento fue que, ampliando mi abanico de intereses, también iba a prepararme para ser escritora. Y bueno, yo ahí me puse a pensar qué otra cosa me gustaba y siempre me gustaron las ciencias. Sobre todo las ciencias que tienen algo que ver con la naturaleza. Me gustaban muchísimas cosas, siempre fui muy curiosa. Y yo en la ciencia lo que encontré fue un modo de mirar que complementó muy bien el modo de mirar artístico que yo ya traía por mi crianza. La mirada científica del mundo, además de muy atractiva, te ofrece muchas explicaciones que concluyen en este paradigma social en el que vivimos. Tener una mirada científica del mundo te explica mucho, encontrás respuestas a mucho de las preguntas que te hacés respecto a cómo vivimos.

Paula Bombara cuenta que la comunicación de las ciencias es un desafío porque existe mucho rechazo. Esto se debe a estereotipos de tiempos pasados que siguen vigentes. Como por ejemplo la idea de que los científicos viven apartados de la sociedad. Pero que se va modificando gracias a la tarea que hacen quienes se dedican a la comunicación de las ciencias.

“Este modo de decir a medio camino entre los artículos académicos y la literatura, cuenta. Lo seguimos explorando –subraya- porque todavía está muy inestable. Yo me recibí de bioquímica pero mi doctorado lo estoy haciendo en lingüística. Estoy en un grupo de investigación en donde estamos explorando los modos de decir de la comunicación y la ciencia. Cómo lograr que los mediadores entre la comunidad científica y las infancias (muchas veces encantadas con la ciencia), empiecen a mirar esta situación más amable, con más amor y más creatividad.”

Sos bioquímica y divulgadora científica. Pero además escribiste historias para niños. ¿Por qué decidiste dedicarte a la escritura?

La literatura infantil es más una categoría que un género. Porque dentro de la literatura infantil tenés narrativa, poesía, dramaturgia y demás. Es una categoría que no está muy valorada y eso es porque está así pensada desde el mundo adulto, que la deja atrás y olvida lo importante que fue para su formación lectora. A mí me atrae mucho dirigirme a las infancias y juventudes justamente porque en mi formación lectora, esas escritoras fueron fundamentales, las que me abrieron la puerta al placer de leer. Al desafío de leer, porque muchas veces leés textos que te hacen llorar o enojar. Aún así yo creo que hay un goce en esas lecturas. Además de estar presente en esos momentos de formación lectora, me encanta reunirme con los chicos y las chicas. Disfruto del diálogo, de lo que ellos y ellas también me cuentan. Me gusta porque creo que las mejores ideas del futuro están hoy en las cabezas de las juventudes y de las infancias. Ahora que cumplimos cuarenta años de democracia, lo que yo les digo es que la democracia y el futuro están en ellos. Nosotros, la población adulta, acompañaremos. Pero afianzar y perfeccionar la democracia está en la juventud. Y me gusta estar ahí. Siempre que escribo primero llevo mis escritos a editoriales para jóvenes porque me interesa la mirada que me ofrecen. Las devoluciones son más honestas.

La escritora explica además que los comunicadores científicos están intentando dejar atrás el término “divulgación científica”. Porque entienden que esa modelo proviene de un lugar superior de la ciencia. Es por ello que Paula Bombara y sus colegas deciden hablar de comunicación. Porque además lo importante es lo que sucede en una conversación, es un ida y vuelta.

“Yo me paro a la par –describe-. La divulgación es una palabra heredada de una cultura en donde se pensaba que los científicos estaban por encima de la sociedad. Ahora los trabajadores de la ciencia se consideran parte de la sociedad común y no se las saben todas”.

En tu libro El mar y la serpiente, contás una historia desde la perspectiva de una niña. ¿Por qué decidiste contar esa historia desde ese lugar? ¿Ese fue el inicio de tu recorrido en la literatura infanto-juvenil?

Este libro se publicó en 2005 y yo empecé a escribir en 1998. Me llevó mucho tiempo escribirlo. Lo que yo quería era contactar con personas nacidas en democracia. Y pensé que para eso hacía falta irse al momento de la vida en donde hubiéramos vivido lo mismo. Empecé a pensar y me fui yendo cada vez más atrás. Porque la escuela en dictadura fue muy diferente a la escuela en democracia. La vida fuera de la casa era muy diferente. Entonces iba cada vez más atrás. Llegué hasta los dos años, al momento de empezar a hablar. Para contactar y que alguien que nació en democracia sienta algo parecido. Las dificultades para hablar, para poder decirle a tu mamá o tu papá lo que sentís. Hasta esa edad me tuve que ir. Cuando me di cuenta de eso, tuve que empezar a escribir de nuevo. Desde ese lugar tuve que estudiar bastante sobre adquisición de la lengua, tiempos de respuesta, cuándo comenzás a caminar. Yo iba a una plaza y me ponía a observar niños y niñas. Me ponía a mirar el arenero. Y fui escribiendo desde ahí, pensando que si de algún modo en la literatura nos reuníamos en ese momento, después, cuando el personaje creciera, el lector iba a seguir conectado con mi historia. Y es algo que les gusta mucho a los chicos, entienden esa primera parte y se sienten muy identificados. Aparece como una indignación en lo que le va pasando. Ahí las docentes toman el libro para empezar a hablar de todo eso que después desarrollan. Cuando lo empecé a escribir no existía el feriado del 24 de marzo. Era un poco un deseo que hubiera un día para conmemorar a los seres queridos desaparecidos y a la búsqueda de justicia. Después se dio y poquito a poco la novela comenzó a ser difundida por el boca a boca de las maestras. Yo siempre pensé que iba a ser más leída por adolescentes, pero hoy lo hacen mayoritariamente los nenes y nenas de 11 o 12 años, en el final de su primaria. Es impactante porque las preguntas que me hacen, quizás me las hacen en un profesorado. Cómo logran expresar sus preguntas al respecto. Después, en la adolescencia tal vez hay menos lecturas, pero si fuiste lector a esa edad es probable que vuelvas a agarrar los libros. Creo que es una edad clave en la formación del lector.

A mí naturalmente me sale escribir más en una zona gris entre lo juvenil y lo adulto. Pero cuando los libros llegan a una editorial, y nos ponemos a trabajar en la construcción de un libro, ahí aparece la lectura de un editor que me dice “está bueno para los doce años”, yo digo buenísimo. Porque es difícil lograr ese tono, la complejidad. Porque ya no son historias simples las que les interesan. Algún mundo del que ellos puedan tomar datos, curiosidades, juegos incluso. Ahí tenés un montón de información que podés ir volcando en próximas lecturas, en proyectos propios.

 

Como escritora y comunicadora, ¿qué encontraste en la literatura infantil que te llevó hacia ese lugar? ¿Cuáles temas te gusta abordar más?

No parto de temas, parto de alguna pregunta que me inquiete a mí en realidad. Porque en un principio no sabes bien para quién escribís o al menos a mí me pasa eso. Salvo que sea para muy chiquititos, 3 o 4 años. Pero cuando empiezo pienso “uy, esto no sé para qué edad es”. Por eso a mí me parece importante la mirada de un editor. Yo escribo sin autocensurarme, escribo las preguntas que a mí me movilizan. No tienen que ver con el destinatario. Y creo que como me da tanta curiosidad este paso a la adultez, aparece en muchas historias, en algún momento niños o jóvenes. Porque realmente me interesa cómo se sienten, cómo nos sentimos cada uno, con su historia, cada vida, al entrar al mundo hostil de los adultos. Entonces, más que temática es una cuestión del cómo contar, cómo contás una historia, a qué le das prioridades en el contar. Y después ver qué te dicen. En mi caso es ver qué me dicen las editoras: esto para quién es. Creo que la construcción del libro tiene dos etapas de escritura muy diferentes. La que tenés a solas, mientras estás confeccionando un borrador y la que después se da en el trabajo en equipo para lograr el mejor libro posible, en donde aparecen otras miradas. Pero ya no es con esas incertidumbres que a mí me gusta tanto atravesar de la creación del borrador.

En el libro Mara contás la historia de la elefanta del Zológico. ¿Qué es lo que te llevó a querer contar su vida?

Fue una invitación de la editorial y un desafío porque me propusieron a contar la vida de Mara para todos los públicos. O sea, mi desafío fue la escritura y eso a mí me encantó. Era construir un libro que fuera informativo, que tuviera datos de comunicación de la ciencia, pero más de conducta de los elefantes. Un libro con información, pero a la vez que fuera emocionante, que fuera para toda la familia. Tuve una charla hermosa con la editora cuando me invitó. Porque era escribir un libro fuera de toda categoría, un libro que no sepas dónde meter en la biblioteca, que terminas diciendo: “Bueno, lo pongo acá de frente para que se luzca la tapa”. Como si no supieras donde meterlo. A mí eso me encantó, porque es muy difícil armar un libro así. Hay personas que me dicen: “Pero no es un libro para chiquitos”. Pero lo leen en jardines. Y en secundarias. Y lo puede leer cualquier persona, ese era el objetivo y el mayor trabajo. Y creo que también fue el mayor trabajo para Raquel Cané (ilustradora), porque sabía que ante este texto su obra iba a ser mirada por toda clase de personas. No había límites de edad.

Y después, cuando empecé a investigar la historia de Mara, me encontré con una historia que me hizo mucho eco a otra novela que yo había escrito. Que se llama La Chica Pájaro. Está protagonizada por una chica que se llama Mara y que es una novela atravesada por una historia de muchas violencias. En donde Mara tiene que encontrarse. Tiene que valerse por sí misma y tiene que salir de ese círculo de violencia por sí sola. Y yo iba explorando, investigando, haciendo entrevistas para escribir el libro de Mara y decía: “Qué bárbaro este animal. Cuánta violencia ha recibido en su vida y cuánto tuvo que adaptarse para seguir”. Y ahí me recontra comprometí con el libro. Me impactó tanto su historia que ya no podía dejar de pensar en eso. Fue apareciendo el tono, apareció esa mirada de investigadora que empieza a sufrir también. Por todo eso que está investigando y se está preguntando. Y queda sentada una posición respecto al trato con otras especies de animales. Partió de una invitación, de un compromiso y una valoración del trabajo que vienen haciendo ciertas instituciones y el juzgado de la jueza Elena Liberatori que hace un trabajo increíble para tratar de cambiar la manera de tratar a otros animales. Es nuevamente esto de que la humanidad se cree mejor. Cambiar esa mirada.

¿Por qué crees que es importante acercar a los niños y los jóvenes a estas historias y a la ciencia?

Yo creo que ellos viven todos los días mirando historias así. Pensá en las cosas que estamos viendo hoy. El juicio por el asesinato de Lucas, un chico que volvía de jugar al fútbol y que lo mataron. Vas recorriendo las noticias que les llegan a todos. Las luchas por los salarios, todo lo que el mundo adulto está viviendo. El tema de los cambios climáticos que estamos viviendo. Una sociedad cada vez más participativa.Los chicos también la están viviendo y les siguen enseñando en la escuela las cuatro estaciones. Hay ahí un choque entre lo teórico, lo que la gente grande dice que un niño o una niña tiene que ser y lo que en la vida real ellos ven, sienten y se preguntan: “¿Yo tengo que hacer esto?”. Entonces encuentran  en la literatura, libros de comunicación científica, que les propongan un diálogo franco. Sí, la vida es otra cosa. Muchas veces queremos proteger a nuestros niños y niñas de la violencia. Pero la violencia está en la calle todos los días, la violencia está en cuando ven a un chico de su edad arrastrando un carro de cartonero. Eso es re violento. Entonces dar herramientas para poner palabras a esas preguntas que todavía no saben bien cómo formular. Y ahí aparece la presencia de historias que tengan toda la política, la violencia, la reflexión sobre eso. También la parte linda, la posibilidad del amor, de la amistad, el balance en todo eso. La importancia de quererse a uno mismo.

Hay muchas formas de hacer las cosas. Vos tenés que encontrar tu forma. Hay muchas formas de ser niño, de ser niña. Encontremos tu forma, la forma en que te haga bien. Que los adultos no te presionen para que vos seas de otra forma. Vos sos como sos. Un poco en cada libro es eso, que cada lector se sienta valorado. Me parece que falta mucha ternura en esta sociedad, falta contar estas historias desde un lugar así, donde encuentren que hay una persona adulta que quiere charlar y escuchar, Que va a hacer lugar a las ideas. A mí me interesa mucho escuchar también.

«Ahora no solo buscamos nietos y nietos, sino también a sus hijos e hijas, o sea, ya buscamos familias», subraya Bombara.

Además de tu trabajo en las ciencias y la literatura, ¿qué actividades realizas vinculadas a los derechos humanos?

Desde mi lugar de hija de desaparecidos, en un momento me paré a pensar, desde qué lugar seguir las búsquedas de justicia. Fue alrededor del año 2006 que ya estaba colaborando con Abuelas. Pero a partir de 2011, apareció la posibilidad de aportarles ideas. Justamente para vincular a la segunda generación de personas con identidades vulneradas. Ahora no solo buscamos nietos y nietos, sino también a sus hijos e hijas, o sea, ya buscamos familias. Entonces ahí aproveché toda la experiencia de recorrer colegios, encontrarme con lectores y lectoras de mis libros. Así empezar a pensar cómo vincular, cómo sumar a la búsqueda a estas nuevas generaciones. Y yo creo que aportándoles ideas para nuevos proyectos, acompañando esas ideas ahí donde haya que ir. Tenemos nuestro proyecto literario Ovillo de trazos, donde propuse un proyecto a largo plazo. Y que pudiéramos incluir cada vez más voces, más editoriales, más miradas. Enseguida les pareció que era viable en la Comisión Directiva. El último proyecto que hicimos fue el libro Historias de Abuelas, que son doce cuentos biográficos ficcionalizados de doce abuelas. Al que seguramente le seguirán otros libros con otras historias.

Creo que mi tarea es eso. Pensar a medida que yo recorro todo el país y voy viendo las experiencias que van sucediendo. Ir pensando de qué manera, desde Abuelas, podemos proponer a las nuevas juventudes y nuevas infancias que la búsqueda siga. Porque dentro de poco para un chico que está estudiando las Efemérides, las invasiones inglesas y el 24 de marzo va a ser un poco en el mismo plano. Hay tanta distancia temporal, que, si no hacemos algo para que eso no suceda, va a pasar eso, va a ser un efeméride más en la que ya no va a haber sobrevivientes. Está justamente en nosotros impedir que eso suceda. Transmitiendo la memoria histórica de lo que se vivió. Entonces, ahí saben que cuentan conmigo para lo que necesiten. Me interesa mucho más eso que aportar desde mi mirada de hija. Porque como escritora puedo entrar a establecimientos educativos, a conversar y todas las charlas terminan de un modo u otros en los derechos de las infancias Que son los derechos que protegen las Abuelas, que por su intervención en la Convención de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, cuidan más, que se proteja a todos los niños.Desde mis libros la cuestión de los derechos de las infancias, que son derechos humanos de las infancias, están presentes siempre. Ahí también aparecen preguntas que yo puedo llevar a Abuelas, y decir “¿cómo hacemos con esto?”.

 

En este punto, Paula recordó que hace unos años, lo que llevó a la creación del tercer libro de Ovillo de Trazos fue que una visita a un jardín. La escritora cuenta: “Una nena me preguntó si cuando yo fuera viejita quería ser una Abuela de Plaza de Mayo. Entonces pensé ‘algo no está funcionando. O sea, está funcionando bien lo de las superhéroes, pero algo no está funcionando’. Porque ¿cómo vas a querer ser una Abuela de plaza de Mayo? ¿Qué implica ser una Abuela de Plaza de Mayo? Yo le expliqué todo eso a todos esos nenes. Y volví impactada. Y en la siguiente reunión en Abuelas les conté y propuso hacer algo al respecto, sacarlas de superhéroes y ponerlas en un lugar más humano. Así nació Historias de Abuelas.”

¿Y de qué manera abordás en tus charlas el tema de la dictadura para explicarlo a los niños y jóvenes?

Desde la democracia que vivimos ahora. Sobre todo por este número redondo que nos da la excusa de hablar de la democracia, empiezo por ahí. Desnaturalizando lo que ya se da por sentado, lo que consideran imposible. Como por ejemplo: No podías escuchar la música que querías. Y cuando empezás por sus espacios, por los espacios en donde ellos circulan: la escuela, las casas y contás que no podías entrar a la escuela con el pelo suelto, no podías tener esa gorra puesta, no podías teñirte el pelo de ese color. Ahí de golpe aparece el valor de que ahora sí está. Con todas las imperfecciones, eso lo podes hacer, y a partir de ahí empezamos a hablar. Me parece que hay que considerar el espacio presente. Las libertades que se dan por hechas, que se cree que ya son un derecho adquirido y ponerlas en cuestión y decir “ojo, esto puede ir para atrás en cualquier momento. Depende de nosotros que no sea así”. Ahí empiezan a escuchar.

¿Cuál es tu actividad favorita dentro del campo en el que te movés?

En la vida se necesitan los balances. Entonces, hay momentos en donde digo “tengo que darle más prioridad a este proyecto literario” y hay otros momentos en los que digo “No, tengo que priorizar la escritura de tal ensayo”. Me parece que tiene que ver con el momento presente que esté viviendo. No tengo favoritos. Es un tema con los chicos porque me preguntan un montón: mi color favorito, mi comida favorita, mi autor favorito, mi libro favorito. En realidad, yo creo que eso depende mucho de cada día, de cada presente. Y lo que veo es que cuando estoy mucho armando una novela, hay momentos que me levanto y digo “no, hoy no van a escribir algo que tenga que ver con la novela. Quiero ver qué puedo hacer”. Me pongo a escribir alguna cosa de ciencias o a leer, algo que tenga que ver con otro espacio, necesito entrar y salir todo el tiempo. Sin dudas, los momentos de escritura a full, donde me olvido de todo, son hermosos. Pero tampoco es algo que vos pueda pretender. Llegás a eso. No tenés que buscarlo tan directamente. Se dan o no se dan. Y cuando se dan, me doy cuenta que estoy viviendo ese momento, lo disfruto muchísimo. Pero también es hermoso construir un libro en equipo. Porque ves cómo el libro va tomando forma. Eso es magnífico. Soy muy entusiasta y me gusta encontrar momentos de disfrute en todo lo que hago.

 

 ¿Estarás presente en la Feria del Libro infantil y Juvenil?

 Tenemos el 20 de julio, a las 17, un evento con Abuelas en el que voy a estar presentando el proyecto: “Las abuelas nos cuentan, a cuarenta y cinco años”. Es un proyecto en el que estuvimos trabajando todo el año pasado. Así que ese día voy a estar presente.

La historia de un científico comprometido

La historia de un científico comprometido

Se estrenó “Varsavsky, el científico rebelde”, segundo documental de Rodolfo Petriz. El matemático encuentra en esta obra un reconocimiento al esfuerzo que realizó por vincular la investigación académica con la sociedad. Su estilo, sus ideas y sus luchas se cuentan con una gran investigación de archivo.

«Para Varsavsky, “ya existía la palabra ‘cientificismo’: la gente hacía una tesis para graduarse y una vez que se recibían ya no le interesaba ni a ellos ni a nadie», explica Petriz, el director del documental.

“Las ideas que escribió hace 50 años son útiles y tienen vigencia en la actualidad argentina y latinoamericana“, afirma acerca de Oscar Varsavsky, Rodolfo Petriz, director de largometrajes y docente graduado en la Facultad de Filosofía de la UBA. “Escribía con la patencia que menciona el escritor Roberto Arlt, ‘como un cross en la mandíbula ‘”. Varsavsky, el Científico Rebelde, su último documental, se estrenó el jueves 15 de junio en el cine Gaumont y se presentará en Buenos Aires hasta el 21.

La función de estreno en el Cine Gaumont se llenó de público. El director presentó el documental junto a su pequeña hija Ema y agradeció a los principales colaboradores. Entonces las luces se apagan y llegan 78 minutos de silencio y atención en la sala para escuchar cada detalle de la vida de uno de los grandes científicos argentinos.

Entre las múltiples facetas del protagonista del documental, Petriz, quien realizó el Taller de Periodismo Científico en el Instituto Leloir, destaca su estilo como escritor: “Tenía una forma particular de plasmar sus ideas en los libros y no andaba con medias tintas, sino que era muy vehemente, hablaba directamente y con claridad”.

¿Quién fue Varsavsky?

Oscar Varsavsky nació en Buenos Aires el 18 de enero de 1920 y murió a los 56 años el 17 de diciembre de 1976. Fue uno de los miembros más destacados de la gestión de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA en la llamada «Época de Oro» y protagonista central de los debates científicos de los años sesenta y setenta, en los que realizó una crítica revolucionaria de la ciencia latinoamericana. Viajó a Brasil, Perú, Venezuela y otros países de América Latina compartiendo sus ideas y conocimientos con sus pares. Se lo leía entre los textos de otros intelectuales como Jorge Sábato, Manuel Sadosky y Rolando García. Sobresalía por la originalidad y radicalidad de sus planteos, acordes al momento histórico-político.

El documental refleja “sus ideas, las bases sobre las cuales edificar una ciencia comprometida que solucione necesidades prioritarias de la población y esté al servicio del desarrollo nacional soberano y autónomo”, explica el director del documental. Para Varsavsky, “ya existía la palabra ‘cientificismo’: la gente hacía una tesis para graduarse y una vez que se recibían ya no le interesaba ni a ellos ni a nadie”, explica en el documental Marcelino Cerejeido, autor del libro La nuca de Houssay. “Para él –agrega-, Argentina tenía que crear un equipo científico para hiper-conocer el país y resolver sus propios problemas”. Una ciencia funcional acorde a las problemáticas sociales, pensando en un futuro mejor como país.

 

Petriz explica a ANCCOM por qué decidió realizar este un documental: “Al leer a Varsavsky sus ideas y propuestas conmueven e invitan a ser parte. En una medida hace sentir que algo pasó por tu cabeza y te golpeó metafóricamente, de una manera muy fuerte, y te lleva a la acción o la reflexión como mínimo”.

“Me parece muy interesante –asegura el director- que se escuche un poco del pensamiento de Varsavsky y tomar de aquellas ideas que fueron muy fecundas, como el dinero que se destina a la ciencia, cómo se realiza, en  función de qué, para  qué se destina. Para Varsavsky tenían igual importancia las Ciencias Exactas y las Ciencias Sociales. Creía que se debían formar equipos interdisciplinarios”, plantea. 

“Si se piensa en términos políticos Varsavsky era una persona que pertenecía a un ideario de izquierda. Y sostenía que la ideología no es ajena a la ciencia. La ciencia está atravesada por la política y la ideología”, explica Petriz. Si bien el científico rebelde se oponía al consumismo, “tampoco estaba de acuerdo ni veía con buenos ojos el comunismo que funcionaba en la Unión Soviética. En su formación académica Varsavsky leía de todo”, aclara.

La puesta en escena

Testimonios, entrevistas, momentos de manifestaciones turbulentas durante la dictadura militar, imágenes en blanco y negro, viajes a Brasil, Córdoba, cassettes de charlas y conferencias, recomposición de la imágen de Oscar Varsavsky, (evitaba todo lo posible ser fotografiado) dan vida al documental. “Yo digo que murió de tristeza, más allá de la enfermedad. Ya estaba enfermo, pero… él era un luchador, no era sólo un científico que se dedicó a realizar modelos matemáticos y nada más”, afirma una de sus colegas en el documental.

El financiamiento del documental provino del  programa de “Financiamiento de Documentales” del INCAA y del programa de “Apoyo a la Cultura” de la CIudad de Buenos Aires Mecenazgo.

 

Próximas Funciones

Varsavsky. El científico Rebelde, segundo documental de Rodolfo Petriz, tuvo su preestreno en el 37º Festival de Cine Ibero Latinoamericano de Trieste (2022), en el XXXI Festival de Cine e Imagen Científicas de Madrid (2022) y en el Festival Internacional de Cine Político (FICIP 2023). También se present en las universidades de La Plata, Río Negro, San Juan y UBA-Ciencias Exactas. Se presentará en Tucumán, en el Espacio INCAA Hynes O ́Connor el jueves 15, viernes 16 y sábado 17 de junio a las 20 hs. En  Zapala, Neuquén, en el Espacio INCAA Cine Municipal Jueves 15 de Junio 21:30 hs. En Caleta Olivia, Santa Cruz Espacio INCAA,  sala José Fernández viernes 16 de junio 20 hs.

La marca de Rolando

La marca de Rolando

Se cumplen diez años de la muerte de Rolando García, fundador del CONICET y quien impulsó la llegada de Clementina, la primera computadora que hubo en la Argentina. Una de las figuras más importantes de la UBA que renunció la Noche de los Bastones Largos. 

Quienes toman clases en el Pabellón I de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires quizás hayan escuchado alguna vez el nombre de Rolando García. De hecho, figura en la placa que se encuentra en la puerta y que da nombre al edificio, pero que para el desconocimiento de la mayoría, esconde mucha historia sobre la ciencia en nuestro país.

Rolando García, quien más tarde se convertiría en una figura fundamental de la investigación y el desarrollo en Argentina, nace un 20 de febrero de 1919 en la localidad de Azul, Buenos Aires. Pasa sus años formativos estudiando el Profesorado en Ciencias, para más tarde ingresar a la Universidad de Buenos Aires, donde todavía Exactas estaba unida a la Facultad de Ingeniería.

Poco después, García consigue una beca en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) sin haber terminado la licenciatura y se marcha a Norteamérica, donde concluye sus estudios como magíster y doctor en Física. En 1956, García vuelve a la Argentina. Allí se reencuentra con el filósofo Vicente Fatone, un viejo amigo de sus años de profesorado, quien lo lleva a Bahía Blanca, donde los dos organizan la Universidad Nacional del Sur (UNS).

Con la experiencia de haber inaugurado la UNS, García vuelve a Exactas, en un contexto donde la Facultad se acababa de independizar y tenía muy pocos alumnos. De acuerdo con el doctor en Física y ex-colega Jorge Aliaga, “junto con Risieri Frondizi, hermano del ex presidente y rector de la UBA en su momento, Rolando pertenecía al grupo de quienes creían en una idea de universidad más científica frente a los que tenían una visión más profesionalista”.

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A principios de 1958, con tan solo 38 años, García toma el control de dos de las instituciones más importantes de la ciencia nacional. Junto a Bernardo Houssay, quien ya era Premio Nobel en Medicina, funda el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y es nombrado como vicepresidente del organismo. Paralelamente, se hace cargo del rectorado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, aprovechando la oportunidad para impulsar la creación de Ciudad Universitaria, donde originalmente se mudarían la mayoría de las facultades de la UBA. “Yo creo que parte del éxito que tuvo en esa época fue porque era muy joven y no le tenía miedo a nada”, reflexiona Aliaga.

Como si no fuera suficiente, “en 1960 crea el Instituto de Cálculo a la par de Manuel Sadosky, y logran que el CONICET financie la compra de la primera computadora para uso académico de Latinoamérica, la Clementina”, señala. Comprometido con la investigación para el progreso, funda simultáneamente el Instituto de Investigaciones Bioquímicas, donde pone a cargo a Luis Federico Leloir, quien después sería Premio Nobel de Química. En cuanto a su rol como rector, Aliaga remarca que “en muy pocos años la Facultad se convirtió en un centro muy destacado. Mirando hacia atrás, García logró sobreponerse a la burocracia y encontró financiación en un contexto político de mucha turbulencia”.

A las altas horas del 29 de julio de 1966, mientras las autoridades se encuentran en las instalaciones, la Policía Federal ingresa a la Facultad en una jornada que hoy se recuerda como “la noche de los bastones largos”. Luego de enfrentar a las fuerzas de seguridad y que le rompan un dedo, García renuncia a su puesto en repudio al régimen de Onganía, terminando su mandato como decano.

En esos años el científico aprovecha la ocasión para viajar a Europa junto a su esposa, la reconocida psicóloga Emilia Ferreiro, y se instala en Suiza. Allí trabaja con Jean Piaget, y colaborando en el desarrollo de la epistemología genética, uno de los bastiones más fuertes de la teoría piagetiana. “Esto que plantean es revolucionario para la época, porque sugiere que el desarrollo del conocimiento tiene un sentido biológico. Hablan de un rol activo, donde el sujeto va a actuar para construir su conocimiento, resaltando el rol fundamental de que existan ambientes estimulantes en los que pueda hacerlo”, destaca la psicopedagoga Belén Palmieri, reforzando la visión de García respecto a la enseñanza.

Después de pasar algunos años investigando el cambio climático para las Naciones Unidas, Rolando intenta regresar a la Argentina pero poco después se muda definitivamente a México, huyendo de las amenazas de la Triple A. Mucho tiempo más tarde, con la vuelta de la democracia, la pareja emprende un segundo intento por volver al país, pero García se encuentra con una Argentina que lo hace sentir olvidado y desvalido.

Aliaga, quien fue decano de Exactas entre el 2006 y el 2014, lo conoce tres días después de asumir su cargo, cuando visita a la eminencia en su casa. “Su primera reacción fue justamente explicarme cómo sentía que lo habían destratado en Argentina”, recuerda apenado. “Yo intenté que sintiera que la Facultad le tenía un enorme reconocimiento por lo que había hecho por el país y por la universidad. Cuando cumplió 90 años en el 2009, le pusimos su nombre al pabellón de Exactas que él había creado, y pudo verlo en vida. Estaba muy emocionado y muy agradecido”.

García, quien se ha llevado no mucho más que la letra chica en la historia de nuestro país, dedicó toda su vida a colocar semillas para que él y tantos otros profesionales de la ciencia pudieran defender la investigación como camino hacia el progreso. “Él creía que en ciencia había que tener una formación muy rigurosa pero que también había que poder aplicar eso a resolver problemas del país”, comenta. La breve amistad que compartieron permitieron que el científico pudiera recomponer su relación con la facultad, pero más que nada con la Argentina. Aliaga sabe que esto marcó definitivamente los últimos años de su vida. “Emilia, su mujer, era una persona de pocas palabras. En su cumpleaños 90, bajando el ascensor, recuerdo que me dijo: a esta edad, es bueno saber que tuvo sentido”.

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¿Piratas o justicieros científicos?

¿Piratas o justicieros científicos?

Para acceder a artículos científicos, investigadores e investigadoras de todo el mundo utilizan sitios de descarga ilegal e impaga. Las cifras de las visitas a repositorios como Sci-Hub y los pedidos de descargas de sus artículos son enormes: por ejemplo, en 2017 se realizaron más de un millón de descargas desde Argentina, sólo el 1% de las registradas a nivel mundial. Este sitio web se autodefine como el primero en el mundo para proporcionar acceso masivo y público a los trabajos de investigación. En su página de inicio se ve un cuervo negro con su cuerpo pintado como un universo, sosteniendo con su pico una llave. Se trata de un logo que representa a una especie de ave paseriforme que se alimenta de carroña: algo podrido o incluso corrompido. Con esta metáfora Sci-Hub levanta la bandera del acceso libre al conocimiento enfrentando su privatización en manos de editoriales como Elsevier y alza su consigna: “… para eliminar todas las barreras en el camino de la ciencia”.

El uso de sitios “piratas”, latente en Argentina y en otras partes del mundo, se produce en el marco de un sistema de publicación científica oligopólico donde pocas editoriales controlan un mercado con influencia sobre la carrera de quienes investigan. Existen muchas formas de acceso ilegales, explica Carolina Monti, licenciada en Bibliotecología y Ciencias de la Información: las llamadas bibliotecas en la sombra (Carolina Monti) como Sci-Hub que es la más popular, bibliotecas en la sombra más pequeñas o específicas de ciertas temáticas y las formas de acceso peer to peer como los pedidos por Twitter, grupos específicos de Facebook o Redit, Torrents, entre otros. Monti junto a Mariano Zukerfeld, Santiago Liaudat, María Sol Terlizzi y Carolina Unzurrunzaga indagaron las particularidades del acceso a la literatura científica en nuestro país y plasmaron los resultados preliminares de su estudio en el informe “Un fantasma recorre la ciencia, el fantasma de la piratería”. ¿En qué proporción y con qué frecuencia se recurre a las descargas llamadas ilegales? ¿Qué motiva el uso de las diferentes herramientas de acceso a los papers y qué representaciones tienen las científicas y científicos sobre ellas?

Para responder estos interrogantes, el equipo de investigación -que no contó con financiamiento ni respaldo institucional específico de sus ámbitos de trabajo- diseñó una encuesta que reunió las respuestas de 368 becarios y becarias e investigadores e investigadoras del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) en diciembre de 2020. Los resultados grafican las prácticas más comunes y presentan una evidencia relevante para pensar las políticas públicas del campo editorial científico así como las reglas del trabajo académico: un 90% de investigadores e investigadoras recurre al acceso ilegal e impago de esta literatura.

Alimentar al monstruo

Ana Sanllorenti, directora de la Biblioteca Central de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, afirma que hay una multiplicidad de factores que explican el crecimiento de las consultas a los sitios que no cuentan con respaldo legal. “El principal es el costo de las suscripciones de las revistas y la situación oligopólica de la edición científica a nivel internacional. Combinados, los cinco principales editores (Reed-Elsevier; Taylor and Francis, Wiley-Blackwell, Springer y Sage) acumularon más del 50% de todos los artículos publicados en 2013. Además de aumentar anualmente el costo de las suscripciones, las editoriales ya no ofrecen títulos individuales sino “paquetes” de títulos, por lo que obligan a Bibliotecas y otras instituciones a suscribir títulos que no han elegido”.

No satisfechos con la obtención de ganancias comparables a compañías farmacéuticas como Pzifer, a costa del trabajo no remunerado de los y las trabajadoras del mundo académico, las editoriales establecieron el APC (Article Processing Charge) debido a las presiones del Movimiento de Acceso Abierto: esto implica que autores y autoras deben “pagar por liberar” su artículo aceptado, es decir para que sea publicado en modalidad abierta. Sanllorenti señala que se suman otros obstáculos para la publicación de los artículos en repositorios abiertos, como los embargos y el rechazo a que la última versión del artículo editada pueda ser incluida en los repositorios. “Lamentablemente, en los organismos científicos de la Comunidad Europea se está aceptando incluir en los presupuestos de investigación el pago del APC, con lo que se estará realimentando el círculo vicioso de que sólo los que tienen mayores recursos económicos serán más difundidos y consecuentemente, citados”, manifiesta Sanllorenti.

Para la experta en Bibliotecología, existe una contradicción entre el criterio principal de evaluación científica (publicar en revistas de alto impacto) y el requerimiento del acceso abierto a través de repositorios o revistas. “Es lógico que los investigadores recurran a estrategias que les permiten acceder en forma gratuita a los artículos que necesitan. La sanción de la Ley 26.899 de Repositorios en Argentina y la organización del Sistema Nacional de Repositorios Digitales produjo la creación de varios repositorios y consolidó los que existían. Sin embargo, conjeturo a partir de mi experiencia en una biblioteca universitaria, que el índice de depósito de artículos científicos -particularmente en Ciencias Exactas, Naturales, Ingenierías y Medicina- dista de ser satisfactorio en relación con la producción y publicación de artículos en revistas”.

Según Sanllorenti se necesitan análisis sobre el uso que se le da a los repositorios para conocer el número de consultas, su procedencia y las citaciones que tienen los trabajos difundidos en ellos. El caso de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA da cuenta de un aumento significativo de consultas y bajadas de tesis de posgrado luego de su inclusión en el repositorio: “En ese punto sí es posible afirmar que el acceso a ese conocimiento ha mejorado con el acceso abierto. Así como también la visibilidad de la producción de los autores y de la institución”.

Gratis y mejor

En el estudio de Zukerfeld y equipo la segunda modalidad más mencionada, detrás del uso de sitios de descarga “piratas”, es la utilización de páginas web que ofrecen artículos científicos de acceso abierto. Sólo el 24% de los encuestados afirmó usar de manera muy frecuente o frecuente vías legales pagas a través de recursos propios, de subsidios o de servicios bibliográficos pagados por instituciones como la Biblioteca Electrónica de Ciencia y Tecnología. Por otra parte, el 75% de las investigadoras e investigadores que utilizan vías de acceso impagas e ilegales, afirmó hacerlo porque no puede acceder de otra forma y un 38% mencionó que le resulta más fácil y rápido de usar que otros servicios. Entre las motivaciones más nombradas, un 67% cree que el acceso a la información científica no debe tener barreras de pago. Además, de los 368 encuestados, 200 creen que estos medios llamados “ilegales” contribuyen al progreso de la ciencia y 139 manifestaron su oposición al lucro que obtienen las editoriales comerciales aprovechándose del trabajo de autores y evaluadores. Entonces ¿por qué la comunidad científica publica en estas revistas?

Sanllorenti explica que cuando un investigador publica un artículo, cede los derechos patrimoniales -los aspectos de explotación de la obra, tal como la comunicación, difusión, reproducción y publicación- en forma exclusiva a la editorial. “Esa es la exigencia de las revistas, sobre todo las de carácter comercial. No debe olvidarse que esas editoriales, además de no retribuir dinerariamente a los autores, se han erigido en árbitros de la calidad científica a nivel global, por cuanto el sistema de evaluación de la ciencia se basa fundamentalmente en el cálculo del índice de impacto de los títulos de revistas, sostenido en la cantidad de citas que reciben”.

Monti, diplomada superior en Comunicación Pública de la Ciencia, agrega que el problema es complejo y las editoriales no ofrecen una remuneración económica ni a los autores ni a los revisores, que son también investigadores. “Incluso a veces son los autores quienes tienen que pagar para publicar allí y, paradójicamente, muchas veces deben hacerlo luego para acceder, ya sea con pagos particulares o a través de suscripciones institucionales que pueden ser millonarias. Existe un sistema de “reputación” en el que los investigadores se encuentran inmersos, con el que son evaluados por sus superiores o las instituciones que les financian sus trabajos, dan becas, subsidios, equipamiento, etc. Es un círculo vicioso del cual, por el momento, parece muy difícil salir”, señala Monti. La maestranda en Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad Nacional de Quilmes y su colega Carolina Unzurrunzaga, magíster en Sistemas de información digital, explicaron los pormenores del estudio.

¿Cómo surgió la idea de hacer esta encuesta?

 CM: El tema de la comunicación y sobre todo el uso de herramientas para el acceso a la información científica es algo en lo que vengo trabajando con proyectos de investigación sobre el Movimiento de Acceso Abierto a los que me acerqué a partir de estudiar la carrera de Bibliotecología. En los últimos años surgieron muchos trabajos de investigación que hablaban acerca del uso de herramientas y sitios de descarga ilegal para acceder a la información científica. La piratería sucede en ámbitos culturales y también en el científico. La realidad es que el uso de estas herramientas es bastante común en todas partes del mundo. Muchos estudios indican que no tiene que ver sólo con la falta de acceso ya que también pasa en regiones donde hay más recursos para el pago de suscripciones. Pocos estudios ahondan sobre el tema en Latinoamérica y ninguno en Argentina. Y nos preguntamos ¿qué estará pasando con los y las científicas argentinas? ¿Cómo acceden a la información que necesitan para sus investigaciones? Para aproximarnos al tema, empezamos estudiando un universo del que teníamos certezas de su dimensión para poder hacer una muestra que nos permita analizar los usos y las representaciones de todo el grupo, por eso tomamos en primer lugar a investigadores/as de CONICET. Más adelante nos gustaría analizar las prácticas y representaciones en otros organismos científicos, tecnológicos y educativos.

¿Qué piensan de las formas de acceso a la literatura científica llamadas ilegales?

 CM: En principio es algo de lo que tenemos que hablar más. Ya encontramos evidencia de que existe aquí y en todo el mundo, y sabemos que hacen algo concreto frente a una necesidad de información importante. Tengamos en cuenta que sin poder acceder a la lectura de otras investigaciones, los y las investigadoras no podrían llevar adelante su trabajo. Respecto a las representaciones de legalidad y moralidad sobre el acceso y la difusión de información científica, la mayoría consideró correcto o parcialmente correcto, descargar y circular la literatura científica de la forma que sea (Sci-Hub, redes académicas, redes sociales, etc.). Esto quiere decir que para muchos investigadores, la representación de una acción como ilegal no impide considerarla moralmente correcta. Ahora bien, deberíamos preguntarnos ¿por qué estas herramientas son consideradas ilegales?

¿Cuáles son sus prácticas cotidianas cuando investigan?

CU: Realizando actividades de investigación y de docencia se requiere con mucha frecuencia consultar bibliografía para actualizarse en la temática, para conocer los resultados de estudios recientes, armar el andamiaje teórico y definir la metodología de cada investigación, entre otras cuestiones. Por nuestra formación bibliotecaria estamos al tanto de distintos servicios gratuitos y pagos para descubrir información y nos pasa con frecuencia encontrar el changuito del supermercado con precios en dólares o euros para obtener una copia y poder leer el trabajo. Conocemos -y usamos- botones que se pueden agregar al navegador para localizar la versión libre de los trabajos en repositorios de acceso abierto de todo el mundo, de las suscripciones pagas que tenemos a través de la biblioteca electrónica que financia el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación a la cual se nos facilita el acceso desde las bibliotecas de nuestras instituciones, de otros servicios que en estas nos ofrecen para localizar el documento que necesitamos y, sin embargo, en muchas ocasiones el paper solo está disponible si pagamos un precio que suele rondar los 25-30 dólares ¿Caro o barato?, ustedes dirán. Lo cierto es que esto es así porque, en general, les investigadores cedieron sus derechos de explotación a los grandes grupos editoriales comerciales, que acumulan ganancias exorbitantes año a año y a veces hasta les sale regalado editar el trabajo porque el grupo de investigación paga tasas de publicación. Un negocio redondo para los de siempre, mientras hacer ciencia en nuestros contextos sigue siendo cada vez más difícil.

¿Cómo podría disputarse el poder de estas grandes editoriales para garantizar el derecho de acceso a la información científica?

 CM: Me parece que la solución solo se podría lograr con una reflexión y debate más profundo. ¿Por qué son ilegales estas herramientas? ¿Por qué hay limitaciones al acceso? ¿Quiénes ponen esas limitaciones? ¿No quieren los investigadores dar a conocer libremente sus investigaciones? La solución creo que viene con un cambio más profundo donde no haya barreras legales, económicas o institucionales a la circulación del conocimiento científico. Esperemos que este tipo de trabajos ayude a generar reflexiones y debates que apunten hacia esos objetivos.

 CU: Una de las formas es la que se propicia desde nuestra región con diversas iniciativas que brindan infraestructuras para la edición científica en acceso abierto sin fines de lucro, como es el caso de AmeliCA. Que los propios científicos y las instituciones del sistema científico autogestionen y financien revistas de acceso abierto es hacerle frente al oligopolio editorial comercial. Para esto, es necesario que las agencias de financiamiento apoyen la edición científica nacional a través de programas y se reconozca la calidad científica de las mismas en los sistemas de evaluación. También se requiere que se reconozcan y recompensen las tareas de los equipos editoriales y, a su vez, que se acompañen procesos, se creen capacidades y se formen recursos humanos especializados en las universidades y otras instituciones de enseñanza.

¿Qué pasó desde la Ley de Repositorios digitales institucionales de acceso abierto? ¿Notaron cambios luego de que fuera reglamentada en 2016?

 CU: En otra investigación que realizamos con el proyecto de nuestra universidad, el cual dirigió Marcela Fushimi, indagamos las repercusiones de la ley en el desarrollo de los repositorios y evidenciamos que las políticas públicas han impulsado a estas infraestructuras en las universidades nacionales de gestión pública. Sin embargo, actualmente no todas las instituciones del sistema científico nacional las tienen disponibles y la cantidad de producción que disponen depende de múltiples factores, entre ellos que las y los investigadores preserven los derechos de explotación de sus obras al publicar para que pueda difundirse allí. Hoy en día, hay muchas de las revistas que son importantes para los distintos campos disciplinares que cobran precios exorbitantes por publicar y/o para asignar una licencia abierta a fin de poder cumplir con el mandato de depósito que impone la ley, lo que termina haciendo que las y los investigadores pidan excepciones o bien que ese dinero salga de los financiamientos que obtienen.

¿Creés que la comunidad científica es reconocida socialmente?

 CM: En la actualidad por todo el tema covid, la ciencia se ha vuelto una de las protagonistas de las noticias, hasta discutimos sobre artículos de The Lancet. Sin embargo, creo que los temas son tomados de forma muy superficial y eso tienta a la proliferación de las llamadas fake news. Yo creo que es necesario una comunicación pública de la ciencia en donde participen tanto periodistas/comunicadores como científicos. Creo que es importante comunicar y conocer sobre el quehacer de nuestrxs investigadores, porque si queda invisibilizado, se hace muy difícil el reconocimiento. Esta pregunta me hace acordar a los resultados de la última Encuesta Nacional de Percepción Pública de la Ciencia, que fue justamente realizada para conocer cómo perciben la ciencia la población general. Lo sorprendente es que la mayor parte de la población destaca la importancia de la ciencia para el país y considera que el Estado debe invertir más en ella, sin embargo, los resultados muestran que se informan o interesan poco y que la mayoría de las personas no puede mencionar más de una (y muchos ninguna) instituciones científicas argentinas, siendo tantas y de temáticas tan variadas las que existen en nuestro país.