«El macrismo quiso cincelar el alma de los argentinos»

«El macrismo quiso cincelar el alma de los argentinos»

Feldman define el gobierno de Macri como una «cinicracia».

Luego de tres años del gobierno en funcionamiento de Mauricio Macri y sin resistencias que pusieran en jaque el abanico de medidas económicas, políticas y sociales regresivas llevadas adelante por el equipo del mandatario surgió el libro La conquista del sentido común. Cómo planificó el macrismo el “cambio cultural”, publicado por Ediciones Continente. En él, su autor, Saúl Feldman, sociólogo de la Universidad de Buenos Aires con Posgrado en Comunicaciones Sociales en Hebrew University of Jerusalem se pregunta por qué el mandato del actual Presidente de la Nación se desenvolvió sin grandes obstáculos, al tiempo que causó una cadena de perjuicios para la sociedad argentina. En diálogo con ANCCOM, en el contexto pos-PASO y con Macri de gira preelectoral por distintas ciudades, Feldman hizo un recorrido por los conceptos clave que permiten dilucidar una respuesta a tal pregunta, logrando deconstruir los mecanismos comunicacionales implementados por Cambiemos desde sus inicios.

¿Qué te llevó a escribir el libro?

La pregunta central que yo me hice es por qué en medio de un descalabro económico-social no se producía un estallido como se pensaba que iba a suceder, especialmente teniendo en cuenta a la experiencia social argentina. Este es un libro político-comunicacional, por lo tanto, me remito a buscar una respuesta en este terreno. Lo que trato de explicar es el trabajo sobre el sentido común de parte del pueblo argentino que permitió que en el 2015 ganara las elecciones Mauricio Macri. Hay varios contextos para esto: en el libro analizo cuál es el marco de expectativas que podría explicar la no-explosión del pueblo argentino. En este sentido tomo una frase de Frederic Jameson, a veces alabada y a veces criticada: “[Es] más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.” El tema de que el capitalismo se vea hoy como un sistema que, a pesar de funcionar desastrosamente, dominado por el capital financiero, no tiene un final hace que la gente tenga un determinado horizonte de expectativas dentro de su propia conducta. Eso podría estar explicando las no-explosiones. Lo que yo creo que está pasando en los demás países y dentro de Argentina es que se ha creado la idea de que no hay alternativa para el capitalismo y que lo que aparece como hegemónico dentro de lo ideológico es el neoliberalismo. Cuando vos vas a explotar lo hacés porque considerás que es posible otra situación.

Como decís en tu libro, en el neoliberalismo actual es fundamental el trabajo sobre el sentido común…

Efectivamente. A partir de este contexto de no-explosión me propongo analizar el sentido común y por qué este se convierte hoy en el campo de batalla cultural. El sentido común es una serie de ideas, de creencias, que no están armadas dentro de un sistema sino que están disgregadas, aparecen autónomamente y de forma caótica. Son ideas simples, comunes a una comunidad, tienen facilidad para traspasar fronteras de clase social, de cultura, de edad y la capacidad de constituir parte de nuestra vida cotidiana. Entonces tienen una enorme potencial porque estas creencias están articuladas a emociones humanas como el odio, el amor, el deseo de poder, el miedo, la envidia. Esto las hace potencialmente peligrosas en su manejo. El macrismo logró desarrollar un sentido común muy articulado en lo que llamo en el libro una cosmovisión. No una ideología, sino una idea de mundo.

Para la instalación de este nuevo sistema común hablás de un necesario trabajo sobre el alma de los argentinos ¿a qué te referís?

Lo primero que hace el macrismo es que en forma explícita no se propone un proyecto económico social. Lo que ellos dijeron es que vienen a cambiar el alma de los argentinos, es decir, que los argentinos tienen una manera de pensar y de sentir nefasta para el desarrollo del país que se quiere desde el gobierno. Entonces, para un país “en serio” lo que buscaron cambiar es el alma de los argentinos. En este sentido planteo que lo que trabajó el macrismo fue el cincelamiento del alma -que viene del arte: tallar el alma- para realizar un cambio cultural y plantar así un nueva cosmovisión afín a los intereses del neoliberalismo.

«En el neoliberalismo actual la industria cultural pesa enormemente», advierte Feldman.

Otro concepto clave que planteás para entender el funcionamiento del gobierno de Cambiemos es el de cinicracia ¿qué significa?

Antes de definir cinicracia vamos a una breve diferenciación entre cinismo y mentira. Cuando vos mentís lo que intentás es obtener una ventaja, obviamente ocultando que estás haciendo eso. Entonces se produce un hecho llamativo y paradójico: en esa acción de mentir estás respetando una ley. Un ejemplo concreto: dicen que el macrismo se parece al menemismo pero esto es incorrecto. Menem tiene que ver con la mentira y Macri, con el cinismo. Esto es diferente por las consecuencias que traen con respecto al otro. Menem dijo “Si yo hubiera dicho lo que pensaba hacer, no me votaba nadie.” En este acto está reconociendo que mintió para obtener una ventaja que son los votos. Además está reconociendo que mentir no está bien y, por lo tanto, que existe una ley que él había violado. Lo de Macri es absolutamente distinto. Él dijo: “Si yo hubiera dicho todo lo que iba a hacer, votaban por encerrarme en el manicomio.” Si vos le decís “usted prometió pobreza cero”, no va a contestar que te mintió. Posiblemente, lo que va a decir es que la pobreza cero es un ideal que tenemos que alcanzar y que va a llevar unos años lograrlo. Así, está diciéndote en la cara que te está mintiendo. En el diccionario, “cinismo” significa, en línea con lo anterior, mentir descaradamente. Esta diferencia es enorme: en un caso se reconoce la ley y en el otro se dice que la ley no importa. El cinismo se basa, entonces, en hacer un uso desvergonzado del poder frente al otro: yo te miento, te muestro que te miento y no me importa. El desprecio por el otro se puso de manifiesto en distintas ocasiones antes, durante y después de las PASO. Se dijo que eran modalidades distintas, que iba y venía. No es así. Hay una estructura profunda que tiene que ver con el cinismo y el desprecio del otro que actúa en forma constante.

¿Esta forma de gobierno tuvo antecedentes?

No. Si hay una diferencia entre el neoliberalismo que desarrolla Macri y el de los 90 o del 76 del régimen militar es que por más que tuvieron una dimensión cultural y comunicacional, estas fueron un aspecto subordinado. En el neoliberalismo actual en el mundo -lo que se llama hoy capitalismo cultural- la industria cultural pesa enormemente, no solamente dentro de la economía sino además domina su sistema de funcionamiento y lo regula. Lo que tiene de nuevo el neoliberalismo a nivel global es que lo cultural constituye un elemento que define su esencia. Esto es nuevo y el macrismo es la expresión de ese neoliberalismo en Argentina. Por eso, cuando nosotros en la vida cotidiana acostumbramos a decir “esto yo ya lo viví” y hacemos referencia al neoliberalismo de Menem o al de 76 en realidad existe un error porque da a entender que el régimen neoliberal tiene que ver fundamentalmente con lo económico y en realidad en la actualidad funciona bajo reglas diferentes. Esto, sumado a que el neoliberalismo tiene una apoyatura fundamental en el sentido común hace que aquel que se plantee la superación de este sistema también tenga que tomar en cuenta este aspecto, es decir, el sentido común como campo de batalla.

¿Qué elementos tiene que tener en cuenta una resistencia que se posicione contra el neoliberalismo actual?

Hoy, la reflexión a la que se llegó es que que no se puede dejar el trabajo del sentido común al enemigo: se tiene que pensar. ¿Cómo se hace para no volver, para no repetir siempre la misma historia? Bueno, tenemos que pensar un sentido común de forma colectiva lo suficientemente articulado, fuerte emocionalmente, que no sea manipulable tan fácilmente con mentiras y actitudes cínicas. Entonces existe la obligación de pensarlo; nunca antes se habían propuesto eso. De esta manera se vuelve necesario considerar que la política necesita de la antropología, de las comunicaciones. Ese momento de reflexión sobre el sentido común tiene que ser una parte constitutiva de cualquier medida política social y económica que se tome porque de cualquier manera eso se comunica y de esta manera pasa a formar parte de aquel.

 

“Hoy sólo puedo tocar la música que amo”

“Hoy sólo puedo tocar la música que amo”

Presentación del disco de Ignacio Montoya Carlotto en la Biblioteca Nacional.

Cuando hace una semana Ignacio Montoya Carlotto presentó su nuevo disco –Todos los nombres, todos los cielos-  se encontró haciendo eso que más le gusta hacer en uno de los lugares que más magia le ofrece para hacerlo: una biblioteca. De chico, Ignacio decía que si alguien le regalaba una máquina de escribir, sería escritor. Quizás, bajo las mil llaves que escondían su ser más íntimo por entonces había un eco que le exigía reservar sus manos, el contacto más tangible de su piel, para cuando se le despertara la pasión por la música. Mucho quedó de ese niño que, en Olavarría, adoraba las letras: el nieto restituido de Estela de Carlotto -presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo-, el hombre que desde 2014 consolidó su identidad al ser reconocido como hijo de Laura Carlotto y Walmir Oscar “Puño” Montoya. Ese músico y compositor disfruta, en cada una de sus presentaciones, de introducir sus piezas con palabras, de darles sentido a su vez desde allí. La elección de las palabras que van a nombrar sus piezas instrumentales y poblar sus canciones también son un arte que fascina al pianista nacido en 1978. Letras y músicas son sus lenguajes preferidos que conforman el ecosistema perfecto -junto a su mundo en Olavarría, su hija Lola y su compañera Celeste- desde donde Montoya Carlotto se expresa y da vida a su discografía. Todos los nombres, todos los cielos, este último trabajo junto a Nicolás Hailand (en contrabajo) y Samuel Carabajal (en batería), le permitió desafiar musicalmente la formación del trío, le valió una nominación a los Premios Gardel 2019 y lo llevó a dar un paso más allá en esa nueva historia que viene reescribiendo con su identidad desde hace cinco años.

¿Cómo empieza la escritura de las piezas que forman tus discos?

Todos los días compongo, porque es un ejercicio medio autoimpuesto. Y, además, porque es lo que más me gusta y naturalmente me sale. Diariamente anoto algo, me pongo a escribir. Me encierro un poco ahí, empiezo a tocar cosas que quizás no van a ninguna parte, hasta que en un momento entro en calor… pero llegar ahí me puede llevar muchos días también. Entonces empiezo a entender por dónde va la música y ahí arranco fuertemente a escribir, a armar, hasta esa instancia más difícil, la de ponerle un fin y decir ´llegamos hasta acá’. Es un momento súper complejo, que llega cuando entiendo que ya no puedo reformular más la obra, sin que pierda la esencia que me hizo prestarle atención.

¿Tu música convive con tu vida o necesitás abstraerte de algún modo?

No… Aunque lo que sí me pasa, cuando siento que estoy llegando a algo de lo que estaba buscando, cuando empiezo a ver el horizonte, es que optimizo mi tiempo. Me levanto más temprano y me acuesto más tarde, trato de suspender ensayos para quedarme componiendo. Son días en los que me acuesto con esas cosas en la cabeza y después me levanto otra vez con eso encima. Estoy todo el tiempo ahí. No es que me encierro… pero trato de ser disciplinado.

¿Cómo?

Tengo la misma rutina que tiene mi vecino de enfrente, que trabaja en una fábrica: él se levanta a las 8 y media de la mañana, se va y yo me voy arriba, donde está mi estudio, bajo a comer cuando él vuelve, a eso de las doce o una, llevo a Lola al jardín y después la traigo, me acuesto un rato a la siesta y sigo hasta las siete, ocho, que es cuando me vengo al Conservatorio. Y cuando estoy en ese estado en donde me van saliendo las cosas, llego a casa y sigo dándole hasta la madrugada. Mi rutina laboral es bastante aburrida, en realidad, pero me sirve ser bastante disciplinado.

Dijiste que, en la previa de este trabajo, en el origen de la idea, el formato trío te resulta un poco intimidante, ¿por qué?

Porque hay mucha referencia: los que hemos escuchado jazz y nos hemos formado a través de esa música, conocemos muchísimos tríos: el de Bill Evans, el de Keith Jarrett, millones… Todos los grandes pianistas de la historia del jazz han hecho tríos que la han roto toda. Si voy a hacer un disco en trío, ¿qué puedo aportar yo tocando en ese formato? Desde ahí te intimida un poco. Y, además, es una formación que te expone como pianista: te interpela, te desafía técnica y musicalmente, pero es un desafío que hay que asumir.

En Todos los nombres, todos los cielos se cruzan el jazz y el folclore, como en otros trabajos tuyos. ¿Cómo surgió aquí esa relación?

Sucedió en el proceso, no premedité que el disco resultara con tintes folclóricos. Cuando diseñamos la sonoridad del trío, tomamos como referencia muchos tríos de jazz nórdico, de Noruega y Suiza, y quizás hasta por una cuestión de geografía había algún parentesco con la música de raíz jazzística argentina. Había una cercanía con lo que nosotros hacíamos. Cuando empezamos a trabajar la música, empezaron a aflorar cosas y, recién cuando terminamos el disco, me di cuenta de que había quedado así, con ese toque folclórico.

Hablaste de la instancia de creación y de la materialización del disco y a eso se suma la presentación ante el público, ¿cómo vivís esos tres momentos de tu laburo?

El primer momento es el más de uno: escribir la idea, armar, probar, en solitario. En ese sentido, me considero un compositor en el estilo clásico: ese que está en la buhardilla, encerrado, componiendo. Por ahí no tan encerrado, pero sí con esa disciplina. Después viene una etapa que, para mí, es siempre la mejor: la primera vez que tocás la música con los músicos, cuando ya sacaste eso que tenías adentro y lo ponés para que lo toquen. Generalmente, la primera vez no se toca muy bien, pero esa sensación es lo mejor de todo para mí: sentís sorpresa, no sabés qué va a pasar, escuchás por primera vez eso que te imaginaste, modificás las cosas… Es una sensación única. Después, ensayás, probás, grabás. Y el momento de grabación es un poco más tenso, porque la realidad es que se paga por hora, y convive en uno el querer estar relajado y con onda, y a la vez tocando todas las notas que tenés que tocar, para que salga todo como lo que lo planeaste. El encuentro con el público es el momento de soltar.

¿En qué sentido?

Cuando presentamos el disco, ya nos dedicamos a disfrutarlo. Ya lo soltaste, ya no depende de vos: está hecho y, por más que vayas y lo toques de nuevo o improvises, la idea ya la soltaste. Es cuando llega el intérprete, tu otro yo, ese que aparece y disfruta la música, y en mi caso inclusive casi pensando que no la escribí yo. Cuando toco mi música, pienso que la escribió otro, que yo me la sé, porque si pienso que es mía, tiendo a cambiarla.

En el teatro, el hecho artístico no existe sin el espectador. ¿Cómo vivís la presencia de ese otro cuando hacés música?

Es muy difícil no pensar que otro va a escuchar tu música. Hace unos años, quizás cuando no tenía tanta exposición, pensaba que lo que escribía, quedaba ahí. Ahora, de toda la música que compongo me consta que se escucha, recibo devoluciones, y entonces es muy difícil no pensar en ese oyente al escribir. Como dice Horacio Quiroga, en el Decálogo del perfecto cuentista, uno no tiene que pensar en el efecto que va a causar la obra cuando la está escribiendo, la tiene que escribir y basta. Hay que olvidarse un poco. Pero cuando pasa al vivo, es otra cosa.

¿Por qué?

Porque la música pasa con la gente. En apariencia, parece que no hacen nada, que están ahí escuchando, pero esa energía que está ahí recibiendo eso que vos le estás dando, hace que la música funcione o no. Uno puede ponerle todo de sí, pero para mí la música se termina de armar ahí, al ladito de la gente. Una idea que me gusta mucho, que es del Negro Aguirre y de otros músicos, es que la música no se arma al lado de los instrumentos, sino que la música sucede, como un efecto sonoro, a varios metros del escenario, justo donde empieza el público.

Y cuando pensás en quien te va a oír, mientras componés, ¿qué sentís?

Me gustaría que le pase lo mismo que me pasa a mí mientras estoy haciendo esa música. Porque cuando estoy componiendo, mi yo se modifica, se emociona, se cuestiona cosas, y se mete en ese universo que yo mismo me propongo. Y me gustaría que esa persona que escuche, pase por ese universo y se modifique de la misma manera. Que lo que escuche le cambie en algo, le aporte en algo. Es lo que me ha pasado a mí: he escuchado discos que me han cambiado la vida y me gustaría hacer eso con mi música.

Hablando justamente de tu música, ¿siempre te gustó el jazz?

Sí, siempre, pero casi como un defecto profesional. Me resultaba más fácil inventar sobre la marcha que sacar de oído cosas que ya estaban. En Olavarría, siempre hubo una movida de jazz bastante importante y, siendo bastante pendejón, hubo muchos músicos a los que pude escuchar en vivo. Cuando los escuché, entendí que eso que pasaba ahí, mientras tocaban, era algo que me resonaba a mí. No entendía nada, pero me encantaba la sonoridad y todo lo que pasaba. Me gustaba cómo todo sucedía con tanta libertad. Ahí, desde pibe, empecé a tocar y escuchar. También el medio ambiente me ayudó bastante: acá hay muchos jazzeros. Si hubiera querido tocar tango, me habría resultado más difícil.

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En la entrevista, el músico dirá que, por momentos, hay algo de nostalgia que se le viene encima, cuando recuerda su vida antes de 2014, cuando su rostro recorriera el país y el mundo. Por eso, quizás, prefiere hablar de la consolidación de su identidad y no de la restitución. “Cuando se dice recuperar la identidad, parece que nunca la tuviste”, reflexiona. La música, incluso el jazz, es algo que conecta esos dos tiempos de su vida. De hecho, hasta eligió destacar ese detalle en la biografía de su sitio web: “Curiosamente -se puede leer allí-, al conocer su origen biológico, se anoticia de que en su familia la música ocupa un importante lugar: su padre era baterista, su abuelo paterno saxofonista y su abuelo materno, un melómano, amante del jazz”.

Cuando aquel viernes 8 de agosto de 2014, en la conferencia de prensa en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo, un periodista le dijo a Ignacio que estaba cubriendo la noticia más importante de su vida, eran millones los que se alegraban y querían bucear la historia del nieto 114. Y allí apareció “Para la memoria”, una bella canción que Montoya Carlotto había compuesto y sentía “tan propia”, hasta entonces sin saber por qué. 

La música, ese amor constante en su vida, le permite ahora, de la mano de Todos los nombres, todos los cielos, significar su propia historia, cinco años después de aquel momento. “Los títulos son muy importantes, sobre todo en la música instrumental -explica-. Es el momento en el que tenés la posibilidad de plantear palabras, más concretas, sobre la música, tan abstracta: son como un microtexto que tiene que sintetizar lo que va a venir después. En este disco traté de replicar un poco aquel destinatario o aquella destinataria de la música que estaba componiendo y también las sensaciones que se me venían a la mente cuando estaba escribiendo. El primer tema, que se llama ‘La mujer que tenía todos los nombres del mundo’, es como una pequeña semblanza de mi mamá biológica, porque, cuando estaba en la clandestinidad, antes de que la detuvieran, tuvo varias identidades para intentar sobrevivir. Y el último tema, ‘El misterioso aviador de todos los cielos del mundo’, es una semblanza de mi padre biológico, que era piloto. De esos dos títulos sale Todos los nombres, todos los cielos, el nombre del disco”.

¿Cómo llegaste a este momento en que te nació hacer dos piezas dedicadas a tus padres biológicos?

Pasó, producto de cinco años de pensar, de cinco años fuertes de terapia… Es todo un proceso interno muy difícil. Era la necesidad también de cerrar una etapa, más que de abrirla. De decir: esto es lo que estas personas representan, para mí, en música. Con dos canciones, además, que son las que más me han gustado del disco. Y si tuviera que elegir diez de mis mejores canciones, elegiría entre ellas, estas dos.

¿En qué cosas creés que estos cinco años modificaron tu música?

Un cambio muy significativo es la relación que entablo con mi repertorio. Antes, podía agarrar una banda de salsa y tocar salsa sólo porque lo podía hacer, porque me divertía y me gustaba la música. Ahora siento que sólo puedo relacionarme con músicas que me son cercanas desde lo afectivo, y me sucede hasta con las mías inclusive, de hecho algunas han quedado descartadas… Algunos dicen ‘yo solamente toco tango’; bueno, yo solamente toco cosas que realmente me enamoran. Tiene que haber un resorte, algo que se mueva, y eso es plenamente afectivo. Es algo que antes no me pasaba y creo que tiene que ver con todo ese proceso. Cambió fuertemente mi relación con la música: quizás, desde afuera no se nota, pero para mí es determinante. 

¿Por qué ahora esa necesidad de que lo que toques te atraviese tanto?

Y, por el sopapo que pasó… Uno va caminando por la vida y se le van agarrando cosas y, de golpe, esa misma vida te sacude y quedan adheridas a uno sólo las cosas que son importantes. Creo que tiene que ver con eso. No digo que me tomo las cosas más en serio, pero sí con otro nivel de responsabilidad: uno sólo puede estar con las personas que ama, construir con la gente que quiere y tocar la música que ama. Lo entendí así, pero antes de entenderlo, empecé a sentirlo.

En estos cinco años, ¿hubo algo que te sorprendió de vos mismo y de cómo atravesaste todo lo que te tocó vivir?

Si me hubieran dicho por todo lo que iba a tener que pasar, habría pensado que me iba a quedar en la mitad del camino, ahí, roto. Me asombró la capacidad de aprendizaje que tiene una persona estando en situaciones extremas, y no solamente por mí: creo que le pasa a todos. Me asombró todo lo que uno puede cambiar sin cambiar, mirándose al espejo y siendo la misma persona, pero internamente viviendo mucho. Me asombró cómo uno puede vivir tantos años en un año solo. Y me asombro cuando me encuentro con el recuerdo de lo que yo era antes del 2014, y siento a veces un poco de nostalgia… Me agarra una sensación como de inocencia perdida. Siento que gané en experiencia, pero que me resultó muy cara. No ha sido gratis. Así y todo, es maravilloso: un viaje increíble que me propone la vida. Pero cuesta, no es fácil en lo más mínimo.

Entre tanto cambio, el arte es una constante en tu vida. Si tuvieras que elegir un lenguaje como más tuyo, ¿elegirías la palabra o la música?

Es una pregunta difícil… De chico, cuando era pendejo, quería ser escritor. Tenía siete u ocho años, recién empezaba a escribir y leer. Leía mucho y siempre decía que, si alguien me regalaba una máquina de escribir, iba a ser escritor. No sé por qué me figuraba que no se podía escribir a mano. Después vino la música y, bastante después, llegó la música con la palabra, que es la canción. Y ahí está todo. Yo me siento un músico, pero también me siento muy bien con la palabra, cantada, dicha… Soy un tipo de hablar. Entiendo que la palabra es muy sanadora y creo que esa es la palabra que le cabe a la palabra: no sólo transmite, sana heridas. Y la música también, pero en otro estadío, en una situación más compleja, más allá, porque ataca cosas que en la palabra se diluye con la razón. En este momento, siento que no podría hacer otra cosa que hacer música y ponerle palabras a eso.

Amores trans

Amores trans

“A nosotras nos buscan para tener sexo, capaz después se enamoran, pero primero está el sexo», cuenta Halvorsen que le dijeron varias travestis.

Erika Halvorsen, creadora y guionista -junto a Daniel Burman- de “Pequeña Victoria”, la tira de ficción que emite de lunes a jueves Telefé, habla sobre la historia que puso en escena la lucha por los derechos de las mujeres trans y la diversidad de familias que conviven en el mundo contemporáneo. La saga cuenta la historia de cuatro mujeres que se convierten simultáneamente en madres de una misma beba: Victoria. Una de ella es Emma (Mariana Genesio), una mujer transgénero que es la donante de esperma.

“El amor romántico para una mujer trans o travesti es una revolución”, afirmó Halvorsen para definir la historia que protagonizan Emma (Genesio) y Antonio (Facundo Arana). Es de noche y hay dos copas de vino de por medio, Antonio se aproxima a Emma. Chocan copas, se miran, se acarician el cabello, se acercan y se tocan los labios suavemente hasta besarse. La escena es acompañada por la canción “Te adoraré” de Ricardo Montaner.

Lo que tiempo atrás Facundo Arana escenificaba con actrices como Natalia Oreiro (en “Cachorra” y “Sos Mi Vida”) o con Nancy Duplaá (en “Padre Coraje”), ahora lo hace con Mariana Genesio. Se genera un cambio en las representaciones del amor romántico en las telenovelas: “La televisión abierta puede servir para cuestionar ciertos estereotipos de género que ya están caducos, tenemos que revisar los estereotipos que tenemos naturalizados y replantearlos. Pensar las nuevas masculinidades y lograr que las mujeres podamos ser más libres en la ficción y en la realidad”, reflexionó la guionista.

“A nosotras nos buscan para tener sexo, capaz después se enamoran, pero primero está el sexo», cuenta la autora que le dijeron varias travestis de la casa de Diana Sacayán, activista trans que militó la Ley de Identidad de Género y obtuvo el primer documento nacional de identidad rectificado de mano de la expresidenta y actual vicepresidenta electa Cristina Fernández de Kirchner. La activista presentó el proyecto de cupo laboral para la Legislatura bonaerense que ella misma redactó y fue aprobado el 17 de septiembre de 2015, pero en octubre de ese año fue asesinada por su expareja. En su homenaje, Érika bautizó con el nombre de “Casa Diana” al hogar que contiene en la ficción a Emma y a seis chicas transgénero que componen las historias secundarias en la tira. “En el amor romántico el encuentro sexual llega más tarde, se demora, se espera, se sufre. El público pide que llegue ese momento. Emma y Antonio están contando una gran historia de amor”, señala Halvorsen.

«La problemática de la comunidad trans es grave: la cantidad de travesticidios, la baja expectativa de vida, la falta de cupo laboral», dice Halvorsen.

Otra de las inspiraciones de Halvorsen para contar las historias de mujeres trans es la de Marlene Wayer, una psicóloga social que editó el libro Travesti. Una teoría lo suficientemente buena” para la Editorial Muchas Nueces. “Marlene” es el nombre otorgado al personaje de Osmar Nuñez, la mujer trans que funciona como la mamá adoptiva de las chicas de “Casa Diana”, donde la novela intenta visibilizar otras cuestiones. “En Casa Diana podemos mencionar algunas problemáticas como el acceso a la salud, a la educación, al trabajo, pero obviamente la problemática de la comunidad trans es mucho más grave. La cantidad de travesticidios que hay por año, la baja expectativa de vida de una mujer trans, la falta de cupo laboral. Son temas muy serios que necesitan respuesta urgente del Estado. En el marco de una ficción sólo podemos esbozarlo. Ojalá sirva para que el público se interese y se comprometa. Todo mi equipo estuvo muy comprometido con esa parte de la historia. Estudiamos, investigamos, leímos, nos reunimos varias veces con las actrices. Mara Pescio, Martín Vatenberg y Anita Accorsi me acompañaron con toda la sensibilidad para abordar esas temáticas con respeto y responsabilidad”, contó Halvorsen.

Las nuevas producciones audiovisuales buscan captar las nuevas representaciones de mujer, algo que sabe hacer Erika Halvorsen tanto en el film Desearás al hombre de tu hermana como en el libro What’s up mamis en el que trabajó temas feministas: “Me inspiran las mujeres, la sexualidad de nosotras sigue siendo vista como «poco empática» para algunos productores y siempre cuesta poner el foco en el deseo femenino y la libertad de las mujeres con su sexualidad y su intimidad. Todavía falta mucho.”

“Pequeña Victoria” toca problemáticas en torno a la subrogación de vientres e incorpora una familia ensamblada entre Jazmin (Julieta Díaz), Bárbara (Natalie Pérez) y Selva (Inés Estévez) con Emma: “La mamá trans nos permitió mostrar su universo, su grupo de compañeras, su hogar refugio. Nos interesaba mostrar algo de las luchas que tiene que dar ese colectivo. Emma es la única de ellas que tiene un grupo de pertenencia, la conciencia de lucha colectiva. Ella es fundamental para que esas mamás aprendan a funcionar como grupo frente a esa misión compartida que será la maternidad para ellas”, sentenció la escritora.

Desde sus estudios en la Universidad Nacional del Arte (UNA) y su formación en dramaturgia con Ricardo Monti, Halverson logró tratar desde la ficción algunos aspectos disruptivos en las tramas, que con mayor o menor éxito han conseguido un puesto en la industria del arte argentino. Ahora, la joven escritora se encuentra en la adaptación a serie del libro El fin del Amor de Tamara Tenenbaum.

Justicia para la mujer

Justicia para la mujer

 

El CJM se ocupa de recibir denuncias por violencia física, psicológica y económica.

El Centro de Justicia de la Mujer (CJM) abrió sus puertas el 1º de noviembre de 2018 con el desafío de evitar la revictimización en el proceso de denuncia por violencia de género. Este fenómeno ocurre cada vez que una persona debe volver a contar la experiencia que vivió, yendo de un edificio a otro sin que se resuelva su caso. Además de prolongar el sufrimiento y detener el avance de la causa, estas situaciones suelen provocar el abandono de la denuncia. “Lo que nosotros sabíamos es que eso es lo que se le reclama al Estado: la poca o mala intervención o la intervención tardía”, cuenta Vanesa Ferrazzuolo, consejera del Consejo de la Magistratura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El CJM se presenta como el único recinto en todo el país con: atención integral a casos de violencia de género. El lugar cuenta con un equipo de más de 40 personas especializadas en distintas áreas, que ofrecen una atención interdisciplinaria a las denunciantes. En un año de funcionamiento ha recibido más de 260 casos. El espacio atiende no solamente casos de violencia física si no también psicológica, económica y simbólica.

“El proceso de denuncia se inicia mucho antes: la mujer tiene que armarse de valor para acercarse a denunciar y vos no sabés cuánto tiempo le llevo dar ese primer paso”, afirma Ferrazzuolo, y continúa: “Pero una vez que una persona se acerca a denunciar, tiene que poder resolverlo de manera rápida y eficaz”. El organismo prevé una serie de pasos que efectivizan la denuncia al cabo de unas pocas horas. En un primer momento, se toma el testimonio de la víctima. Luego, se realiza un informe de riesgo que profundiza en las características de la experiencia vivida. El equipo que realiza este informe está compuesto por trabajadores sociales, abogados y psicólogos. Pablo Ibarra, coordinador de las distintas áreas que se desempeñan en el organismo, confirma la importancia de la pluralidad de miradas: “Para investigar un hecho penal, desde el derecho, se investiga el qué, el cómo, el dónde. Son preguntas muy concretas, y no se analiza la historia detrás del hecho. Por eso es esencial la interdisciplinariedad en materia de género, no se puede actuar exclusivamente con perspectiva jurídica, hay que analizar vínculos y múltiples aspectos de la situación”.

Una de las preocupaciones del CJM es no revictimizar a quienes sufren situaciones de violencia.

A partir del informe, se determina el nivel de riesgo al que está expuesta la persona denunciante y se evalúa cómo seguir, siempre con su consentimiento. Si la mujer presenta lesiones, se hace una revisión médica y se registran los resultados. Si precisa un botón de pánico o subsidio habitacional, se gestionan esos recursos. Una vez que se efectuó la denuncia, la persona no tiene necesidad de volver al CJM, ya que el caso se eleva a Fiscalía y se comienza el proceso judicial. Durante ese período, se hace un seguimiento de las denunciantes para ver si las medidas cautelares siguen vigentes, para asesorarlas en patrocinio jurídico si fuera pertinente, para confirmar si es necesaria la atención psicológica.

La presencia del lactario y de la sala de juegos para niñas y niños también revela la importancia de la atención integral. “Hay varios obstáculos que frenan a las mujeres a la hora de denunciar: no pueden faltar al trabajo, tienen que ir y volver varias veces y quizá no tienen plata en la SUBE, o no saben con quién dejar a les hijes. Por eso nos pareció importante ofrecer la juegoteca”, explica Ferrazzuolo. Otra de las barreras ante situaciones de violencia, es el miedo de las mujeres a quedar en la calle. Para estos casos, el CJM ofrece subsidio habitacional. Un atributo importante a su favor resulta en que allí no hay ningún servicio ofrecido a los denunciados, y así se evita que puedan cruzarse ambas partes en el mismo recinto.

Actualmente, el CJM recibe una gran cantidad de denuncias, pero la mayoría son derivadas de otros canales institucionales, como la Línea 144 de Atención a Mujeres en Situación de Violencia o la Oficina de Violencia Doméstica. El objetivo principal actual es que el Centro de Justicia de la Mujer pueda ser conocido en el barrio en el que está, La Boca. En los últimos registros de la Oficina de Violencia Doméstica, la Comuna 4 se posicionó como aquella con los índices más altos de violencia de género, y la mayor cantidad de femicidios de la Ciudad. Toda la zona sur de la Capital presenta una tendencia mayor en comparación con otras zonas de ciudad. “Fue importante ubicarnos en La Boca, aunque lo hubiéramos hecho en cualquier barrio. La violencia es transversal, no distingue de zonas”, afirma la consejera, y agrega: “Es claro que los sectores sociales más desfavorecidos tienen una vulnerabilidad más grande, que también hay que atender”. La idea a futuro es que se replique en otras zonas de la ciudad.

Ferrazzuolo recuerda que cuando a fines del año pasado surgió la denuncia de Thelma Fardin contra Juan Darthés, hubo un gran caudal de concurrencia. “Algunas solamente venían a ser escuchadas, era la primera vez que hablaban de sus experiencias. Hay momentos en el año más movidos, como el 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer) o el 25 de noviembre (Día de Acción contra toda Violencia contra las Mujeres)”. El CJM trabaja con otros organismos que asesoran mujeres, como los Centros de Acceso a la Justicia (CAJ), a los que se hacen derivaciones si el caso lo amerita. “Igualmente, tratamos de reducir el paradigma de la derivación constante”, afirma Pablo Ibarra.

Si bien el nombre del organismo refiere a la violencia contra la mujer, atiende todo tipo de abuso de género.

El CJM originalmente tenía el objetivo de ser un centro comunitario de acceso a la justicia, para vincularse con el barrio pero sin acotar su especificidad a este tipo de casos. “La demanda social hizo que la institución se replanteara y virara hacia el acceso a la justicia para víctimas de violencia de género”, recuerda Ibarra. Respecto al nombre, aclara: “Si bien se llama ‘de la mujer’, atendemos a todas las personas que estén en situación de violencia de género. Entendemos a la violencia como parte de relaciones de poder. Es un hecho estructural. Es muy importante trabajar con las diversidades, incluyendo a mujeres y varones trans”.

El recinto se encuentra en Pedro de Mendoza 2689, en el barrio de La Boca y atiende de Lunes a Viernes de 8 a 20hs. Todas las consultas se pueden hacer vía mail (mujer@jusbaires.gob.ar), por teléfono las 24hs (080033347225) o en forma personal.

Al Gobierno porteño no le gustan las wiphalas

Al Gobierno porteño no le gustan las wiphalas

Funcionarios porteños de Espacios Públicos le pusieron candado al mástil para evitar que los vecinos icen una wiphala.

En sus cinco kilómetros de extensión, el Parque Avellaneda, es el segundo pulmón verde de la Ciudad de Buenos Aires. Históricamente, es un espacio recuperado por los vecinos, después de batallas burocráticas reiteradas, que se materializaron en el terreno, con escombros, basura y pastizales.

Hoy, veinte años después, se convirtió en un sitio donde se tejen redes. “Todo lo que pasa en el barrio, pasa en el Parque”, nos cuenta Carlos, de la Cooperadora de la Escuela Fragata, Junto a Marina, cuentan cómo surgió esta idea de apoyar a la comunidad boliviana.

“Nos parece muy importante acompañar a vecinas y vecinos, a la gente con la que compartimos la vida cotidiana, porque sabemos que están tremendamente devastados, con todo lo que les está pasando, que no saben de su familia, de sus hermanos, de sus padres. Teníamos que hacer algo con lo que estaba pasando. Si bien, la idea original era hacer algo chiquito, para nuestra comunidad escolar, se viralizó por las redes y la convocatoria nos excedió”.

Con música de fondo, a través de un micrófono, los organizadores invitaban a los visitantes del Parque a pintar las Wiphalas. A modo de ropa tendida en un cordel, de árbol a árbol, se las iba disponiendo para secar. Las familias y grupos de amigos, desparramados en el pasto, muchos descalzos, cortaban el calor pesado de la tarde. Concentrados en el orden cromático y los bordes de los cuadrados de la Wiphala, le iban poniendo color al domingo.

Alex Igñíguez Apaza, contó que en ese lugar del Parque se celebra la Wak’ a, que es la memoria de los pueblos, una especie de resistencia a las identidades que permite contagiar la idea a otros.

La tranquilidad de la tarde se esfumó, cuando Ruth Apaza tomó el micrófono y comenzó a contar, llorando, lo que su pueblo estaba viviendo. De repente esa mujer de pollera, que desfila por las cadenas de whatsapp, documentó desesperadamente lo que desde hace 500 años soporta su pueblo. Fue un viaje en el tiempo.

«Jeanine Áñez odia a los indios, odia a la gente indígena y a la pollera, que es nuestro patrimonio cultural», dice Apaza.

Ruth Apaza, se acercó y se presentó: “Soy de La Paz, tengo 34 años, vivo en Argentina hace 15. Vine de allá por el octubre negro en 2003. Me escapé de un golpe de Estado en Bolivia, una masacre. Ahora, no sé qué hacer, me duele el corazón, tengo familia allá, tengo hermanos. Dejé mi patria. Esto es un golpe de Estado. Estamos hablando constantemente con mis hermanos. Los amenazaron si salen a apoyar a los de La Paz. Están amenazados y no pueden publicar nada por Facebook. Me puedo comunicar por medio del whatsapp, pero mi hermano no puede hablar mucho, me cuenta cosas y las borra. Si habla, lo agarran”.

Apaza continúa su relato: “Me siento bien triste por mi Patria. Esto no es por un color o por un partido. Nosotros somos bolivianos, todos somos bolivianos… “Ver a los hermanos de Cochabamba, ver cómo los están matando… Quiero dar gracias a los hermanos argentinos, que nos están apoyando acá, que nos están escuchando. Esta presidenta que asumió a mí no me representa, es una mujer que se auto nombró, pero a ella nadie la reconoce. Yo quiero ir para allá, a luchar con ellos, pero no puedo. Y a ellos no los dejan venir para acá, no hay transporte, cerraron la frontera, no se puede ni entrar, ni salir. No tienen agua, les cortaron la luz. Mis hermanos están pasando hambre. Todo esto nos vamos enterando por las redes”.

-¿Por qué crees que es la persecución, sobre todo la de las mujeres con pollera?

Porque esta mujer que entró (Jeanine Áñez, la presidenta autoproclamada), odia a los indios, odia a la gente indígena y la pollera es nuestro patrimonio, el de nuestros abuelos y tatarabuelos. Es una tradición que tenemos las mujeres bolivianas, somos de pollera, la mayoría. Cada lugar tiene su pollera. Cochabamba tiene su pollera, La Paz la suya, Santa Cruz, Tarija… todos tienen sus polleras. Es por eso que este Camacho, nos hizo matar con sicarios, hizo golpear a mujeres de pollera, porque nosotros somos cultura, somos identidad y esa pollera no nos la vamos a sacar. Yo soy de pollera, mi mamá es de pollera y no puedo matar esa cultura que mi mamá me dejó, así, de la noche a la mañana. Me duele mucho ver gente que se ha prestado para hacer ese daño. Yo he visto a los policías arrastrando a las señoras de pollera, gasificándolas en la cara, pateándolas. Cómo es posible, la policía nació de mujer de pollera, han tenido abuela de pollera. Ustedes no tienen cómo informarse, pero yo recibo imágenes por el whatsapp. Veo cómo los matan, sacan la gente muerta de los hospitales, las embolsan y las tiran a los ríos. No quieren que se sepa que han matado, pero hay muchísimos asesinados. Si Evo viene también lo van a matar, le van a hacer como a Tupac Katarí, no quieren un indio que los gobiernen. Camacho quiere hacer desaparecer a la gente pobre, porque la gente pobre se va a parar y se va a levantar, se va a parar de nuevo y se va a levantar otra vez.

-¿Por qué dicen que es la Pachamama o la Biblia?

La Pachamama representa tierra, nunca pueden decir que es algo satánico. La wiphala, ¿cómo la quemaron? La pisaron, la escupieron. Esa wiphala es representación, no solamente de los bolivianos, es de todo el mundo, de todos los países, de los pueblos originarios, que están también luchando por nosotros, pueblos que necesitan comer. Eso representa la wiphala. Es de todos, no tiene partido, somos todos iguales. No es de Evo, él no la creó, viene de nuestros ancestros. Ahora, si estaba en el gobierno y flameaba como la bandera de Bolivia, era porque pensábamos que se había terminado la dictadura, la gente que odiaba al campesino… Él pensaba que se había acabado pero no. Ahora es la otra moneda, es un odio terrible.

Al terminar de pintar los emblemas, alrededor de 200 personas se dirigieron al mástil del Parque, lo rodearon y con cánticos izaron la wiphala. De allí la columna se dirigió hacia la Casona del Parque, para decorarla con los emblemas originarios y terminar el evento.

En ese ínterin mientras los participantes daban la espalda al mástil, en dirección a la Casona, se acercaron tres trabajadores de Espacio Público del Gobierno de la Ciudad y comenzaron a bajar la wiphala. Eso generó que se acercan dos personas de la organización del evento para evitarlo. “Es una orden del Ministerio de Ambiente y Espacios Público”, explicó el trabajador. “Como la Mesa de Consenso del Parque no permite hacer, ni izar ninguna bandera proselitista, el Ministerio sólo permite izar la bandera nacional”, concluyó. Una de las personas logró que le devolvieran la wiphala. Mientras los funcionarios le pusieron candado al mástil.