Y todo el pueblo cantó “Maradó, Maradó”

Y todo el pueblo cantó “Maradó, Maradó”

Fue como un último partido. Anunciado de imprevisto. Falleció el 25 de noviembre del 2020 y nadie sabe a ciencia cierta a qué hora, aunque quizás en el fondo eso no sea lo relevante. Otra vez todo el mundo -literalmente- hablaba de él. Las calles se redujeron al silencio y, mientras iba anocheciendo, los pequeños focos de llanto se encendían. Fueron velas en La Paternal, ahogo en La Boca, ojos vidriosos en Villa Fiorito. Hacia la medianoche, la Plaza de Mayo se convertía en la popular local de ese equipo llamado Diego Armando Maradona, y en pequeñas esquinas de todo el país se empezaron a escuchar gritos de goles, canciones de aliento, miles de relatos que, en definitiva, hablaban de lo mismo.

Muchos pasaron la noche en la plaza, bajo la promesa de que sería en la Casa Rosada su velatorio. De 6 de la mañana hasta las 4 de la tarde. El Gobierno nacional dispuso tres días de duelo y se prestó a organizar todo para recibir a la gente de Diego. Se colgó un crespón negro en la entrada, se instaló una pantalla gigante que reproducía sus jugadas en el centro de la plaza y ordenaron un recorrido de vallas que comenzaba en la esquina de Avenida de Mayo y 9 de Julio.

¿Qué le podía importar la pandemia a esas personas a las que Diego les dio tanto? Temprano, muy temprano, ya se comenzaron a agolpar en ese camino hacia él. La policía estaba por todas partes, de mirada desconfiada, la misma que muchos le dirigieron a Diego todos estos años. La Infantería dejaba pasar a un grupo de 20 o 25 personas y corrían a parar a los demás, que esperaban afuera cantado que “el que no lo quiere a Diego no quiere a su mamá” o que “el que no salta es un inglés”. Revoleaban por el aire el agua que los empleados de Aysa les daban más atrás, agitaban sus brazos en ese aguante de final de partido.

Hubo un Maradona para cada uno y un Maradona para todos. Cerca del Cabildo, una turista anglosajona se filmaba a sí misma tratando de explicar este fenómeno exótico; periodistas de cadenas internacionales reportaban hacia infinitos puntos del planeta; los fotógrafos se peleaban entre sí para retratar la imagen que lo diga todo. Y lo hicieron, pero no podían explicar nada, no podían adivinar qué se escondía detrás de cada llanto, de cada pelota de fútbol que chicos y grandes llevaban bajo el brazo, de cada flor arrojada con amor sincero.

Al otro lado de la plaza, esa misma gente que entró cantando salía cabizbaja, algunos ahogados en lágrimas y negando con la cabeza. El partido había terminado para ellos, aunque la mayoría a lo sumo había visto, de muy chicos, recién al Diego campeón del 86.

¿Cuándo empezó el partido? ¿Aquel 30 de octubre de 1960, entre los brazos de Doña Tota y Don Diego? ¿En aquellos entretiempos donde los Cebollitas salían al campo para entretener a la hinchada y un pibe morrudito danzaba junto a una pelota casi tan grande como él? ¿El 25 de junio de 1986, cuando ese petizo de rulos era alzado por una marea humana en México mientras besaba con fervor la Copa del Mundo? Una señora que ya transita los cuarenta años salía entre lágrimas inconsolables, contando cómo ella y su hermano salieron corriendo a la calle ese día, se tropezaron y se rompieron las rodillas, pero con la alegría más inmensa que dos chicos podían imaginar. “Es un día muy amargo hoy, la gente sigue hablando mal de él. No se fijan en las cosas reales. Lo único que les importa son las cosas feas, porque esa gente no tiene vida. Todos cometemos errores, pero la alegría del pueblo hay que valorarla. En un momento muy difícil de la república, él nos dio alegría”, sopesa entre el enojo y el orgullo. “Lo amo mucho, estuve enamorada desde muy chica de él. Nadie lo ayudó, él tenía una adicción y nadie lo ayudó. Estaba más sólo que un perro. Todos los que se le acercaron sólo pensaban en los millones que le podían dar esas dos piernas maravillosas”. Y antes de seguir su camino, concluyó: “Todos los que los queremos de verdad estamos acá. Es amor, fútbol…no creo que vaya a mirar más fútbol”.

Otro muchacho más joven, de barba y ropas coloridas, estaba agachado sobre el pavimento a un costado de la fila. Se encontraba dibujando en tiza un retrato del joven Diego que interpelaba a quien lo mirase: “No hay sueño imposible” y “jugate!!”. “Apu, de la Aymara Montaña”, se hace llamar. “Un hincha del Diego”, se presenta. “Esto significa que hay que hacerle caso a la infancia, hacerle caso a los sueños. Él cometió muchos errores y nos trajo muchos aciertos. Por eso esta imagen de la infancia: cuando no estaba la camiseta manchada con ninguna marca, con ningún cuadro. En estado puro”, cuenta mirando con orgullo su creación. Un Diego para cada uno, un Diego para todos.

Es que predominaba la gente joven, esa que no lo vio en vivo, aquella que escuchó los relatos de sus parientes y se enamoraron del Diego que les tocó vivir en presente. El que se equivocó y pagó. “¿Cómo va el partido?”, podrían haber preguntado al llegar a esa gran popular que alentó a Diego. Y entonces, ya enterados, se sumaron a alentar. El Diego de las piernas cortadas, el Diego de la internación en Cuba, el Diego espléndido que tuvo su propio programa de televisión, el Diego director técnico en la Selección, en Medio Oriente, en México y en Gimnasia. “¡Jugate!”, pareciera haber dicho siempre, aunque podía errar un pase o caer en las vicisitudes del juego y la vida.

“¡Vamos, Diego!”, insistía la hinchada afuera de la Casa Rosada. Para el mediodía, la fila ya doblaba por 9 de Julio y se extendía hasta Constitución. No llegarían todos a despedirlo para las 16. Y esa emoción, esa alegría se transformó súbitamente en corridas, gritos de bronca, gases lacrimógenos y balas de goma. La represión se hizo presente. Los hinchas empezaron a retroceder ante el avance de la policía motorizada y los camiones hidrantes. Entre la multitud, una señora refugiada en un quiosco se lamentaba por no poder llegar a despedir a Diego. “Desde las 11 de la mañana estábamos haciendo la fila. Diego es Argentina, es el amor del pueblo. Es pueblo. Es un ídolo que nos va a quedar grabados en el corazón. Diego es amor”, expresaba mientras de fondo se escuchaba aquel mítico cuarteto que Rodrigo alguna vez le había dedicado a Maradona.

Desde la Rosada podían verse a los más arriesgados, quienes treparon las rejas e incluso llegaron a entrar al Patio de las Palmeras ante la desesperación y la desilusión de no ver más al mejor jugador de la historia. La tensión explotó y los empujones, las caídas, los golpes tomaron el protagonismo. Aunque la violencia cesó, ya era demasiado tarde. Las puertas de la casa de Gobierno se cerraron para el público. El velorio se suspendió y dejó a miles de hinchas sin la posibilidad del último adiós. Pero no importó demasiado. Aunque los tiempos se adelantaron, una gran caravana con rosas entre sus manos esperó la salida del más grande con aplausos y al canto de “¡Marado, Marado!” acompañó el cortejo fúnebre hacia el cementerio de Bella Vista.

En el camino, los hinchas de Diego se subieron a la autopista y entre los autos saludaban y miraban el fugaz cortejo. La policía los alejaba, las motos corcoveaban para espantarlos, pero no lo lograron. Y no lograron que llegasen miles a la puerta del cementerio tampoco.

La popular aguantó hasta el final. Muchos lloraron y aplaudieron cuando el pitido marcó el final del encuentro. Y Diego, que lo dio todo, levantó los brazos y se fue. Se fue acompañado por sus hinchas, esos que nunca lo abandonaron.

 

¿Hay vacuna para la infodemia?

¿Hay vacuna para la infodemia?

Con la llegada de la pandemia comenzó un maratón vertiginoso de noticias, mucha de ellas de procedencia dudosa, en medios de comunicación y redes sociales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) comenzó a hablar de infodemia —a la que definió como “sobreabundancia de información, que puede ser correcta o no, durante una epidemia”— y alertó su peligrosidad advirtiendo que “al igual que los patógenos en las epidemias, la información errónea se propaga cada vez más, a mayor velocidad y añade complejidad a la respuesta a emergencias sanitarias”.

Sobre el tratamiento de la pandemia en los medios, Mercedes Calzado, investigadora del CONICET y docente de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, afirma: “En líneas generales, los medios están tratando el tema de una manera entre amarillista y escabrosa, poniéndole permanentemente ribetes alarmistas, como si siempre la situación se estuviera por ir de las manos. Es un tratamiento bastante irresponsable”, y añade: “Por un lado, en las primeras semanas hubo una cantidad de información viralizada que los medios difundieron sin ningún tipo de filtro. Por el otro, existió la necesidad de editorializar cada una de las decisiones de los distintos gobiernos, de sembrar temor”.

Luis Lázzaro, Director de Relaciones Institucionales del Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM) y docente de la Universidad Nacional de Moreno (UNM), considera: “La televisión, como el modo predominante de acceso a la información además de las redes sociales y los portales de internet, ha tenido una posición bastante errática. Por momentos tuvieron que decidir si titulaban la información de acuerdo a su simpatía política —o pertenencia editorial— o si lo hacían en función de la gravedad de la situación sanitaria. En general, hicieron un esfuerzo importante por descalificar las recomendaciones del gobierno, generaron permanentemente un estado de incumplimiento de muchas indicaciones por parte de la sociedad, sobre todo en relación con el aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO).”  El especialista agrega: “Me parece que todo el tiempo han tratado de marcar la cancha al gobierno, mostrando que su capacidad de influencia en la opinión pública les permite incidir en las definiciones políticas e incluso sanitarias. En síntesis, me parece que ha habido una actitud tendiente a usar políticamente el actual estado de emergencia por el coronavirus”.

«En las primeras semanas hubo una cantidad de información viralizada que los medios difundieron sin filtro», dice Calzado.

Conforme fue avanzando la cuarentena, los medios viraron su narrativa. Natalia Aruguete, investigadora del CONICET, sostiene: “En un primer momento hubo una tendencia a la despolarización por parte de las coberturas mediáticas. Luego la polarización fue tomando mayor vigor tanto en la sociedad como en algunos sectores de la dirigencia política, entonces, los medios se hicieron eco de esto y activaron otra narrativa”, y añade: “Paralelamente, observo que hay mucha replicación acrítica de publicaciones que contienen imprecisiones, falsedades, tergiversaciones y descontextualizaciones”.

Un equipo de investigadores del CONICET, encabezado por Calzado, realizó un estudio sobre hábitos informativos durante el ASPO. De la encuesta virtual, efectuada entre el 11 y el 15 de abril, surgieron datos que ponen en jaque la confianza en las coberturas mediáticas: “Casi el 90% de los encuestados respondió que decide informarse por más de un medio. Entonces, si bien las noticias falsas existen, esto denota que también se está produciendo un proceso por el cual hay un nivel de alerta elevado respecto de ellas. Creo que durante la cuarentena se ha reforzado la falta de confianza hacia los medios, una percepción que excede la pandemia”, expresa la investigadora.

Científicos anti fake news

Un grupo de jóvenes científicos y científicas del CONICET —mayormente compuesto por biólogos, biotecnólogos y bioquímicos que investigan en el área de salud— decidió dar pelea a la desinformación. Apenas iniciada la cuarentena, conformaron un equipo para detectar y desmentir con evidencia científica noticias falsas relacionadas con el nuevo coronavirus.

Sobre el origen de Ciencia anti Fake News, Soledad Gori, bióloga especialista en inmunología y fundadora de la iniciativa, cuenta: “Por ser científicos nos llegaban un montón de consultas por WhatsApp de nuestras propias familias y amigos. Al principio eran cosas sencillas de desmentir: si el sol mataba el virus o si tomar té con limón te curaba el Covid, por ejemplo. Después las fake se fueron tornando cada vez más complejas, entonces, empezamos a pensar en este proyecto, que es voluntario y autogestivo”.

“A mis pacientes les recomiendo que acoten el consumo de noticias a unos minutos diarios», dice Germani.

El equipo de trabajo contribuye con el material científico de la plataforma Confiar —creada por la Agencia Nacional de Noticias Télam para combatir la infodemia— desde donde se envía la información de los “verdaderos-falsos” y fake news para micros de la Televisión Pública. También divulgan su trabajo en columnas de radio, televisión y en sus redes sociales.

“Para procesar la información que recibimos nos organizamos en comisiones. La primera recaba las fake e información falsa que circula y la clasifica. La segunda construye un fundamento teórico con todas las evidencias científicas disponibles sobre el tema. La tercera se encarga de la divulgación, de adaptar la información para que sea entendible para cualquier persona que quiera acceder a ella”, relata Gori.

Hasta el momento han desmentido más de cien fake news. Entre las más riesgosas para la salud, la científica destaca: “Hay una noticia falsa que reflotó nuevamente, es la que afirma que el uso de dióxido de cloro o clorito de sodio, conocido como ‘solución mineral milagrosa’, es capaz de curar varias enfermedades, entre ellas el Covid-19. La realidad es que no sólo no hay evidencia científica de que esta sustancia sea capaz de combatir o prevenir la infección del nuevo coronavirus, sino que además está prohibida su venta como uso medicinal por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y por  la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT)”

Gori advierte: “Como los medios de comunicación ahora tienen acceso a revistas científicas que antes no tenían, muchas veces levantan artículos que son preliminares. Esto puede tener consecuencias muy peligrosas para la salud, como cuando se difundió que los medicamentos para la hipertensión favorecían el riesgo de mortalidad ante el Covid-19. Las sociedades cardiológicas salieron rápidamente a desmentirlo ya que se trataba tan solo de un trabajo preliminar que no tenía ningún experimento realizado ni ninguna evidencia científica. Las fake news están en todos lados y las hay de todo tipo, pero las que respectan al ámbito de la salud son especialmente peligrosas”.

Los efectos en la salud

Sandra Germani, neuropsicóloga en el Centro de Neuropsiquiatría y Neurología de la Conducta (CENECON), explica el impacto que puede tener la sobreinformación en la salud física y mental de las personas: “La infodemia hace que el cerebro —que es un procesador de información y estímulos— se sobrecargue de noticias que son contradictorias, que no provienen de fuentes confiables o que sobredimensionan la situación. Ante la señal de una posible amenaza, el cerebro se pone en alerta  y activa emociones como el estrés, la ansiedad, el miedo y la angustia. Cuando el miedo anula la razón nos ponemos en riesgo, porque se altera la capacidad de toma de decisiones”. Ella explica distintas consecuencias de la intoxicación por exceso de consumos periodísticos: “Actualmente estamos viendo trastornos en el sueño, dificultades con la ingesta de alimentos, problemas con la piel y la caída del pelo. Son todas cuestiones bien fisiológicas que están marcando alteraciones hormonales que tienen que ver con el metabolismo. Esto es como una cadena que va impactando de lleno en la salud física y mental de las personas”.

Respecto a las recomendaciones para protegernos de los efectos de la infodemia, Germani señala: “A mis pacientes les recomiendo que acoten el consumo de noticias a unos minutos diarios y que lo hagan de fuentes confiables que se dediquen específicamente a la salud”, y advierte: “Nosotros hace meses que convivimos con un contador de muertes, cosa que no había pasado nunca en la historia. Esa información es útil para los profesionales que saben cómo procesarla y analizarla pero al resto de las personas puede generarle pánico”.

De regulaciones y libertades

Si se habla de combatir las noticias falsas, se entra en un terreno delicado en términos de libertad de expresión. Lázzaro sostiene que no deben implementarse regulaciones sobre los contenidos de los medios de comunicación, sino aplicar las que por ley ya existen: “Hay regulaciones para todo aquello que atente contra la seguridad y la salud pública, contra la discriminación, de protección de la privacidad y el derecho a la intimidad, entre otras. Claro que son más fáciles de aplicar en los medios de comunicación audiovisual que en las redes sociales. Es decir, la ley ya tiene sanciones previstas que deben ser aplicadas sobre una serie de comportamientos mediáticos”, y resalta: “No podemos regular la opinión, porque eso podría afectar la libertad de expresión”.

Por su parte, Aruguete, que recientemente publicó el libro Fake news, trolls y otros encantos, afirma: “Creo que hace falta una intervención que comprenda la multidimensionalidad que tiene esta problemática. No es que no haya una regulación de la circulación de contenidos en las redes sociales, sí que la hay, es la que aplican las empresas propietarias de las plataformas con sus particulares criterios. Creo que hace falta una regulación que surja producto de una discusión amplia y no meramente política o gubernamental, en la que intervengan otros colectivos y actores sociales necesarios para el debate”.

La comunidad trans, entre la pandemia y la Ley de Identidad de Género

La comunidad trans, entre la pandemia y la Ley de Identidad de Género

Aime Cardozo, presidenta de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de la Argentina (ATTTA).

El aislamiento social, preventivo y obligatorio ocasionó cambios en todos los ámbitos de la sociedad y en todos los colectivos sociales, entre ellos la comunidad trans. Su vida cotidiana, la salud, la economía, la educación, el trabajo y, particularmente, el acceso y sostenimiento de los tratamientos hormonales también se vieron alterados.

La Ley 26.743, que establece el derecho de identidad de género a las personas, fue promulgada el 23 de mayo del 2012. Por primera vez, el Estado reconoce a las personas trans como sujetos de derecho, sin patologizarlas ni judicializarlas.

Cabe destacar los puntos de mayor importancia que dispone la Ley: la rectificación registral en el documento de identidad, el derecho al acceso a intervenciones quirúrgicas y a tratamientos de hormonización sin necesidad de requerir autorización judicial o administrativa. 

Cuando hablamos de tratamientos hormonales nos referimos al adecuamiento del cuerpo de una persona a la identidad y género auto percibido. De esta manera, se desarrollan rasgos femeninos o masculinos, según se desee; y se suprimen los del sexo asignado al nacer, mediante la administración de hormonas, a partir de la supervisión y seguimiento de profesionales de la salud.

Los consultorios de hormonización están dispuestos a lo largo de nuestro país, en las provincias de Buenos Aires, Neuquén, Santa Fe, Mendoza, Tucumán, Jujuy, Corrientes, entre otras.

Valeria Pavan, Coordinadora de las Políticas de Salud Inclusivas de la Subsecretaría de Políticas de Diversidad y Género del Ministerio de la Mujeres, Género y Diversidad de la Nación, afirma: “Estamos delineando políticas que tienen que ver con el reforzamiento de los consultorios existentes, que son más de 170 en todo el territorio nacional. Queremos hacerlo sobre todo en aquellos que todavía no cuentan con una mirada integral de salud, que no sean sólo lugares donde se expendan tratamientos hormonales, esa es nuestra mirada.”

Ante el contexto del aislamiento, Pavan cuenta: “También estamos atendiendo las situaciones particulares que nos llegan, y además estamos realizando un mapeo nacional para las personas travestis-trans.” Agrega que, desde la Dirección de Diversidad del Ministerio de Salud de la Nación, “el 6 de abril se publicaron una serie de recomendaciones para garantizar el acceso a la salud para las personas trans, travestis y no binarias.”

En la localidad de José C. Paz, el funcionamiento del consultorio no se vio afectado, según Aime Cardozo, directora de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de la Argentina (ATTTA) en José C. Paz. No están recepcionando solicitudes para iniciar tratamiento, pero “el consultorio está asistiendo a 100 personas, las mismas retiran las hormonas todos los meses. Hubo faltantes de la testosterona, pero dentro de todo está funcionando bien.” Y amplía: “Las actividades sólo tuvieron una reducción de días de atención y se trasladaron de espacio físico. Pero el consultorio en el Municipio continuó siendo accesible, ya que somos conscientes que no se puede suspender un tratamiento médico de esta magnitud.”

Aime comenta que en José C. Paz tiene una organización llamada Jóvenes Paceños, y agrega: “Nos encargamos de difundir toda la información pertinente para que la población trans tenga acceso a la salud, educación y el trabajo.”

Lautaro Giménez señala la importancia de la construcción de redes en la comunidad.

Por su parte, Lautaro Giménez, actor y activista trans, relata su experiencia como paciente: “Yo llevo tres años con hormonas y a mí me cambió un montón, es increíble la Nebido.”  La Nebido es una solución que contiene testosterona y se administra con una inyección intramuscular (1 ampolla corresponde a 1.000 mg. de undecanoato de testosterona).

Y continúa: “Fue un proceso lento, costó mucho que la hormona se adapte a mi cuerpo, también demoró en irse mi periodo, que era lo que más me preocupaba en principio. Mi cuerpo de a poco empezó a tomar otra forma, me salieron algunos vellos, comencé a cambiar la voz, entre otras cosas.”

En cuanto al transcurso del tratamiento hormonal, comenta que “hay muchas organizaciones a nuestra disposición, no se trata sólo de ir a buscar mi hormona y ya. También existen espacios en donde encontramos contención o actividades, porque muchos y muchas no tienen la contención familiar, y ahí pueden encontrar el empuje para realizar el tratamiento.”

Con respecto a la pandemia por el Covid-19, Giménez cuenta: “Se generó una red de todo el colectivo de diversidad para ayudarnos entre compañeros. Hay muchas personas en situación de calle que se les lleva mercadería o lo que necesiten para atravesar esta situación que estamos padeciendo.”

La eficacia de las políticas públicas respecto de la salud para la comunidad trans es sumamente importante. Al día de hoy, los lineamientos dirigidos a los equipos de salud intentan favorecer el acceso a todas las personas con una atención integrada e integral de la salud, mediante un trato digno y respetuoso.

Víctor Bracuto, trabajador social, a cargo del área de Diversidad Sexual y Géneros del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, comenta: “El impacto de la salud en los cuerpos travestis-trans es una deuda que el Estado, las instituciones y las organizaciones tenemos con esta población. Porque todavía no hay una respuesta, no solamente en Argentina, sino que en el mundo,  sobre los aceites que se colocan en los cuerpos.”

Asimismo, afirma que “el gran núcleo de la población travesti-trans no pasa por los “consultorios amigables”, es decir, cinco consultorios amigables, o diez, o veinte, si existieran en el país, no cubriría la necesidad de la población trans. Estos consultorios son espacios en hospitales públicos especialmente preparados para atender a la población de la diversidad sexual. Bracuto sostiene que  “las necesidades de esta población pasan principalmente por los hospitales públicos y, en aquellas personas que accedieron al trabajo formal, a través de sus obras sociales.”

Nadir Cardozo, coordinadora de las promotoras pares de Salud Trans de la Fundación Huésped, realiza una aclaración respecto de los “consultorios amigables”: “Pensamos que no tendrían que existir, en realidad: a los hospitales no vamos a hacernos amigos, sino a que nos atiendan.” Y afirma: “Obviamente esta palabra es por el momento, por la coyuntura que nos toca vivir en este proceso de sensibilización a la sociedad. Porque creemos que no haría falta de esos consultorios para que nosotras vayamos a un hospital y nos brinden una atención digna, libre de estigma y discriminación.”

Cardozo, a su vez, es promotora  de salud y de Derechos Humanos de ATTTA, y  cuenta que “durante tantos años ha sido una barrera el acceso a la salud, por eso se daba la auto hormonización, estamos informando y brindando recursos a nuestras compañeras de lo mal que hace.” Explica, además, que desde la Asociación “les informamos que tienen que acceder a un tratamiento hormonal, seguido por un profesional, una médica endocrinóloga y médicos clínicos. Recalcamos la importancia de hacer el tratamiento bajo supervisión médica para que cada une pueda realizarlo de forma segura.”

En cuanto a la situación actual, los consultorios de hormonización se ven afectados por la pandemia. Nadir Cardozo informa que “por el momento, a todas las compañeras que nos llaman para comenzar su tratamiento hormonal, les estamos diciendo que no.”

El Covid-19 vino a dejar en evidencia las condiciones del colectivo trans, las barreras de acceso en cuanto a la educación, el trabajo, la vivienda y la salud que esta población debe afrontar diariamente.

A Buenos Aires le falta verde

A Buenos Aires le falta verde

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es una de las urbes con menos espacios verdes por habitante del país: el 12,4% de los residentes vive lejos de un parque o de una plaza. El dato se desprende del Atlas que desarrolló la Fundación Bunge y Born con la finalidad de analizar  la disponibilidad de este tipo de lugares para la población en las 155 localidades más grandes de la Argentina.

La ausencia de parques y paseos verdes no sólo conlleva consecuencias ecológica sino que también afecta la salud física y mental de los ciudadanos. Según el informe de la Fundación Bunge y Born, es necesario garantizar su presencia y accesibilidad para evitar la degradación ambiental ya que disminuyen riesgos, como por ejemplo la formación de islas de calor, inundaciones y la contaminación del oxígeno.

En el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Fundación detectó un total de casi 15 millones de m² de espacios verdes públicos, entendidos como superficies verdes de libre acceso de más de media hectárea. En relación a otras urbes es muy poco. Por ejemplo, en Nueva York, un análisis reciente encontró 13,6 m² por habitante y cantidades mayores en el resto de las cincuenta ciudades principales de Estados Unidos.

Hay muchas formas de medir los espacios verdes, pero en este caso dicho informe tomó en cuenta la posibilidad de acceder, que tan fácil le resulta a la gente llegar: “Esto reemplazando el método típico histórico que era contar los metros cuadrados de espacios verdes por habitantes. Si simplemente hiciera la división entre los metros cuadrado de espacios verdes y la cantidad habitantes de la ciudad, pareciera que todo el mundo está bien servido, pero no es así. En la actualidad a más de 350.000 porteños les falta un parque o una plaza más cerca de su vivienda”, expresa Antonio Vazquez Brust, quien estuvo al frente de la investigación.

«A más de 350.000 porteños les falta una plaza más cerca de su vivienda”, expresa Antonio Vazquez Brust.

El Atlas realizado por la Fundación se encargó de catalogar los espacios verdes y geo referenciarlos. Mediante esta metodología se midió la distancia a través de la grilla de calles de la ciudad y cuánto tiempo toma desde cada punto caminar hacia una plaza o un parque: “Así es como encontramos que un 12% de la población vive más lejos que la distancia recomendada a los parques, que es de 10 minutos de caminata. Si se está un poco más lejos del parque, ahí es cuando la gente tiende a no asistir, de cierto modo no acceden al espacio público y gratuito que es el parque como espacio cotidiano”, sostiene Vázquez Brunt.

Además de profundizar las inequidades existentes, esta tendencia presenta serios riesgos para la sostenibilidad urbana y para la salud pública en especial. Numerosas investigaciones señalan una fuerte relación entre espacios verdes urbanos y la salud física y mental. “En un estudio que se hizo en Israel –comenta Antonio Vazquez Brust- se comparó el nivel de acceso y uso de espacios públicos de embarazadas y luego tras el parto midieron el peso de los bebés y el diámetro craneal, y se sugiere que hay un efecto benéfico en la salud de los bebés con el acceso de las madres a espacios verdes. También se lo ha unido a reducción de enfermedades mentales como depresión y reducción en tasas de diabetes”.

El individuo necesita un lugar de esparcimiento al aire libre pero el contacto con la naturaleza se pierde en Buenos Aires a medida del crecimiento de los emprendimientos inmobiliarios: “Las plazas de la ciudad son unos recortes verdes en dónde hay más caminos que otra cosa. Muchos parques y plazas han sido muy afectados; por ejemplo al Parque Chacabuco le pasa la autopista por el medio, cuando se decidió la construcción la decisión fue porque ahí no había que expropiar a nadie, pero en realidad era un parque de todos. Es prestigioso vivir frente a un espacio verde pero la mayoría de estos espacios están rodeados de edificación de hasta 12 pisos de altura y en consecuencia la plaza pierde su función de pulmón verde”, dice Beatriz Arias, arquitecta, planificadora urbana-regional y profesora de Sistemas Urbanos de la carrera de Gestión Ambiental en la Universidad Nacional de Moreno.

La Ciudad de Buenos Aires tiene 15 millones de metros cuadrados de espacios verdes.

Por otro lado, Carolina Somoza, perteneciente a la organización ecológica Somos Ambiente, afirma: “Los beneficios de los espacios verdes públicos van de la mano con el servicio ambiental que brindan los árboles (segundo pulmón verde del mundo después del fitoplancton en los océanos). En Buenos Aires, donde cada vez hay más autos y va haber cada vez más población, son indispensables. Nuestra ciudad tiene niveles altísimos de contaminación sonora y ni siquiera cuenta con todos los instrumentos necesarios para medir de una manera exhaustiva la contaminación del aire”.

La dirigente ambientalista agrega: “El Hospital de Clínicas, frente a la Plaza Houssay, está todo cementado, los árboles alrededor tienen una simulación de pasto, pero en realidad son granitos de cemento. Se viene priorizando las calles y cementos antes que las plazas y parques”.

No contar con espacios verdes de proximidad repercute negativamente en el hábitat y en las cualidades paisajístico-ambientales urbanas, además de atentar contra el uso recreativo de aquellos. Gabriela Campari, licenciada en Planificación y Diseño del paisaje asegura: “Estas consecuencias también pueden darse aun contando con estas áreas si ellas presentan un alto grado de deterioro, dado que su existencia física no garantiza de por sí los beneficios aludidos, sino que además deben reunir determinadas cualidades compositivas en lo material y lo vegetal que hagan posible su uso pleno, evitando así que la falta de mantenimiento genere una idea vinculada a la de espacios vacantes o carentes de función que impacte en su apropiación social”.

La investigadora, autora el ensayo Paisajes sensibles. Subjetividad, salud y patrimonio verde en el espacio intrahospitalario, publicado por Prometeo, dice: “Vale resaltar que las consecuencias desfavorables enunciadas también impactan de manera disímil de acuerdo a la edad, posibilidades de accesibilidad y pertenencia de los habitantes a grupos vulnerables desde el punto de vista económico y social”.

El Plan Urbano Ambiental de la Ciudad plantea la necesidad de asegurar el derecho al uso de los espacios verdes públicos urbanos (parques, plazas y paseos) y propone su incremento, recuperación y mejora a fin de dar lugar a funciones vitales para la sociedad como son, entre otras, el encuentro, el relax, el ocio, el confort y la socialización. Pero lamentablemente, se han perdido muchas oportunidades en las últimas décadas de promocionar la conversión de terrenos disponibles en parques porque se ha priorizado el desarrollo inmobiliario. Es decir: se ha preferido edificar antes que parquizar.

La cuarentena desnudó al gordoodio

La cuarentena desnudó al gordoodio

Samanta Alonso prefiere hablar de gordoodio y no de gordofobia. “Decir que es una fobia es patologizarlo”, explica.

Desde que se decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio comenzó una nueva normalidad limitada al interior del hogar. Esto hizo que tome fuerza la idea de que otra pandemia está al acecho: la obesidad. Así lo evidencian los memes que inundaron las redes sociales anunciando que de la cuarentena “vamos a salir rodando”. 

Jesica Lavia, nutricionista y coautora del libro Pese lo que pese, explica: “A mí me molesta mucho cuando se habla de obesidad como pandemia porque la obesidad no es una enfermedad contagiosa, así que es imposible que sea una pandemia”. Lavia plantea que la obesidad no es una enfermedad “sino que es un factor de riesgo para otras enfermedades”. Y remarca: “Es importante correr el foco puesto en el peso. Tenemos tanto el ojo puesto en el peso que nos olvidamos de todo lo demás. Lo único de lo que hablamos es de hacer dietas para adelgazar y no para tener una alimentación saludable. Me interesa hablar de una alimentación saludable más allá del tamaño de nuestros cuerpos, porque una alimentación saludable en la diversidad corporal es posible”.

Para Lux Moreno, profesora en Filosofía y activista gorda, es interesante que en una situación de emergencia sanitaria aparezca como una preocupación central la posibilidad de engordar. “Lo que pasó con el aislamiento fue un refuerzo de las normas sociales sobre los cuerpos que implican que no sólo tenés que cumplir con la cuarentena, sino que también tenés que cuidar tu cuerpo y no subir de peso. Porque lo primero que te puede llegar a pasar es subir de peso. Entonces, ¿por qué le tenemos más miedo a engordar? El miedo a engordar tiene que ver con ser visible socialmente, con el éxito social. Y un cuerpo fuera de la norma es un cuerpo que no es productivo ni cumple con las expectativas de mercado”, afirma Moreno. 

“No solo hay que cumplir con la cuarentena, sino que hay no subir de peso en ella», dice Moreno.

El miedo a engordar se conoce con el nombre de gordofobia. Aunque la Real Academia Española no reconozca el término, se lo entiende como el rechazo hacia las personas que no tienen un cuerpo hegemónico. Sin embargo, desde el activismo gordo prefieren hablar de gordoodio. “Decir que es una fobia es una manera de patologizarlo”, explica Samanta Alonso, activista gorda y directora de la agencia de modelos de talles grandes Plus Dolls.  “La discriminación y las violencias que se ejercen tienen que ver con una construcción social de lo que implica ser gordo o gorda en un mundo pensado solamente para personas flacas. Se asocia la gordura con algo negativo y con una persona enferma, quedada, que no es atractiva. Y llevar todo eso a un contexto de cuarentena,  trae esta cuestión de ‘si no podemos hacer nada, comemos. Y si comemos vamos a terminar gordos’.  Eso habla del vínculo que tenemos con la comida, hay mucha gente que le tiene miedo. ¿Cómo hay gente que no pueda disfrutar de tomar mates con medialunas?”, se pregunta Alonso. 

Lo que hizo la cuarentena fue poner en relieve problemáticas sociales ya existentes. “Aumentó la intensidad de la discriminación -indica Alonso-. Quedó en claro que el miedo a la gordura es real, no queremos ser gordos. Y haríamos cualquier cosa por no serlo”.  Desde la ONG Anybody, una de las impulsoras de la Ley Nacional de Talles, advierten que los cuerpos que no encajan con los estándares de belleza son cuerpos en peligro de extinción. Por eso, plantean la necesidad de visibilizar la diversidad corporal. “No tenemos por qué normalizar nuestros cuerpos en pos de alimentar una industria que se llena de dinero con nuestras inseguridades y que trae problemas alimenticios en muchas personas, sobre todo en la adolescencia. Cada vez son más jóvenes las personas que registran que su cuerpo no está bien, que no es el deseado”, expresa Mercedes Estruch, integrante de Anybody. Argentina es el segundo país en el mundo con mayor cantidad de casos de trastornos de la conducta alimentaria, según la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA). 

«Muchos hablan en nombre de la salud, pero en verdad no les importa. Porque la salud también es mental», dice Alonso.

Frente a la viralización de discursos discriminatorios durante la pandemia, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) ha publicado un informe sobre gordofobia, en el que se invita a reflexionar sobre “los resultados violentos y excluyentes que generan los discursos gordofóbicos”. También, se indica que la obesidad y el sobrepeso se ubican en el segundo lugar dentro de los tipos de discriminación más mencionados. Sin embargo, la discriminación por el aspecto físico suele ser minimizada. Alonso explica que muchas veces se tilda a los activistas de exagerados: “Nos dicen que ya no se puede hacer chistes con nada, pero cuando un chiste hace daño deja de ser un chiste”. En línea con esto, Moreno plantea que “los memes gordofóbicos son replicantes culturales. Esto quiere decir que de forma masiva expanden sistemas discursivos gordofóbicos. Con los memes expandemos situaciones de violencia y la reproducción de esa violencia es sostenida como algo que está bien. Burlarse de una corporalidad específica tiene que ver con señalar que esa corporalidad no es normal, y no sólo que no es normal, sino que no es deseada. Eso permite el gordoodio, la violencia sobre los cuerpos diferentes”. 

A su vez, la expansión de los memes tuvo su correlato con el aumento de la opinión sobre el cuerpo de los otros. “Hay un recrudecimiento de los dispositivos de vigilancia, de los policías de los cuerpos en las redes sociales- advierte Moreno-. Pero no nos ponemos a pensar sobre algunos privilegios, como el espacio físico para hacer ejercicios o el privilegio de la alimentación. No todo el mundo tiene acceso a los alimentos y eso lo vemos con el creciente trabajo en los barrios vulnerados con los operativos de bolsones de alimentos”.

“Los memes gordofóbicos son replicantes culturales», señala Lux Moreno.

Para ponerle un freno a la gordofobia, tanto Moreno como Alonso coinciden en que se puede empezar cambiando conductas en lo cotidiano, como dejar de naturalizar los memes. “Creemos que tenemos el derecho de opinar sobre el cuerpo de otra persona y la realidad es que no. Con la opinión uno puede hacer un daño. Muchos hablan en nombre de la salud, pero en verdad no les importa nuestra salud. Porque hablar de salud también es hablar de nuestra salud mental. Entonces, la opinión en el bolsillo”, concluye Alonso.